Alicia Lindón, Miguel Ángel Aguilar y Daniel Hiernaux (Coords.) - Lugares e Imaginarios en La Metrópolis
Alicia Lindón, Miguel Ángel Aguilar y Daniel Hiernaux (Coords.) - Lugares e Imaginarios en La Metrópolis
Alicia Lindón, Miguel Ángel Aguilar y Daniel Hiernaux (Coords.) - Lugares e Imaginarios en La Metrópolis
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ALICIA LINDÓN
MIGUEL ÁNGEL AGUILAR
DANIEL HIERNAUX
(Coords.)
Este libro analiza, desde distintos ángulos y en diferentes casos empíricos, la apro-
piación simbólica del espacio a través de los imaginarios urbanos, que se construyen
socialmente en las interacciones entre las personas y el espacio. Dicha apropiación
construye socialmente el espacio en múltiples «lugares». Por ello, la mirada que atra-
viesa todo el libro es la del punto de vista del sujeto, en otras palabras, se recupera
analíticamente la «experiencia espacial» del sujeto habitante de las metrópolis contem-
poráneas, en su vida práctica (la cotidianidad) y en su mundo de sentido.
El análisis de la construcción social del espacio metropolitano desde la mirada de
los imaginarios urbanos, en esta ocasión se focaliza en tres campos: la construcción
social de los espacios centrales, vale decir, la centralidad como construcción socio-
cultural; los espacios del miedo; y por último, la apropiación/pertenencia e identifica-
ción «de» y «con» los espacios públicos.
Para estos efectos, se reflexiona —con un fuerte espíritu transdisciplinario— en
varios niveles analíticos: el epistemológico y teórico correspondiente a los campos
temáticos particulares que se van abordando, las estrategias metodológicas acordes
a la mirada particular de cada texto, así como aspectos empíricos diversos, pero
siempre interrogados desde esta mirada holística que denominamos «la espacialidad
y los imaginarios urbanos». A continuación presentamos algunas especificaciones
conceptuales acerca de estos dos campos sobre los cuales enfocamos la mirada co-
mún: la espacialidad y los imaginarios urbanos. Posteriormente ubicamos este pro-
ducto del trabajo colectivo con relación al campo tradicional de los estudios urbanos,
para concluir con su contextualización institucional.
La espacialidad
1. Hablamos de noción en tanto conocimiento elemental que se tiene de una cosa, es decir, el conocimiento
de sentido común (Diccionario de la Lengua Española).
2. Para el análisis fino de las dos tradiciones de espacialidad construidas a partir de Spatium y Chora nos
remitimos a Guy Di Meo (1991; 2000a; 2000b).
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4. Durante mucho tiempo la palabra lugar ha sido asociada particularmente con Vidal de la Blache, funda-
dor de la escuela de geografía clásica francesa, quien expresó que la geografía es la «ciencia de los lugares» con
lo cual el espacio concreto era identificado como «lugar».
5. En esta perspectiva cabe destacar los trabajos de algunos geógrafos humanistas sobre paisaje de monta-
ña, en particular sobre paisajes alpinos y pirenaicos. Entre los primeros (alpinos) cabe destacar los trabajos de
Gumuchian y de Debarbieux; entre los segundos (pirenaicos) se puede subrayar el intenso trabajo de Joan
Nogué y Di Meo.
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Las dos entradas analíticas presentadas más arriba —la espacialidad y los imagi-
narios— en este libro toman cuerpo en las ciudades, y más aún, en las grandes ciuda-
des actuales: las metrópolis.
Cuando nos referimos a lo urbano es imposible no recordar que desde hace al
menos tres décadas los estudios urbanos han cobrado una importancia creciente a
nivel nacional. De tal suerte que se han desarrollado numerosos programas de grado y
posgrado, en diversas disciplinas, centrados todos ellos sobre temas urbanos. Asimis-
mo, se han realizado y se realizan numerosas investigaciones en diferentes centros
académicos sobre temas urbanos. En síntesis, se ha constituido una tradición dentro
del campo de los estudios urbano-regionales.
Sin embargo, tanto las transformaciones del entorno territorial en el mundo ente-
ro como a nivel nacional, así como los concomitantes replanteamientos ocurridos den-
tro de las ciencias sociales, están mostrando que el estudio de estos temas le ha dado
preeminencia a la componente material, ya sea en términos del espacio construido,
como también en términos de lo socio-económico. Evidentemente, esto ha permitido
avanzar en el conocimiento de las metrópolis desde esos ángulos y constituir así una
tradición bastante fuerte en relativo poco tiempo.
Hoy resulta notorio que ha quedado un tanto relegado el componente socio-cultu-
ral de los procesos de conformación del espacio urbano durante largos años. Se ha
prestado poca atención a la comprensión de la espacialidad, la territorialidad, el senti-
do del lugar, la «deslugaridad» o ausencia del lugar. Desde nuestra mirada, esta tradi-
ción urbana que se centra en lo socio-económico y lo material —y para la cual el espa-
cio se reduce a una localización— nos resulta insuficiente para comprender las
metrópolis actuales. Nuestra mirada se alimenta de las tendencias más innovadoras en
el campo de los estudios espaciales y territoriales —tanto a nivel nacional como inter-
nacional— que asumen el desafío de incorporar la componente cultural, la subjetivi-
dad social, los imaginarios, las representaciones, los significados, todo ello para enten-
der la construcción social del espacio en la ciudad en las distintas escalas, desde los
micro-espacios hasta la ciudad como un todo. Éste es uno de los desafíos más fuertes
que enfrentan los estudios urbanos desarrollados en México (y en buena medida, en
América Latina), si es que pretenden seguir dando cuenta del pulso de lo urbano.
Las transformaciones recientes de las ciudades, particularmente de las metrópolis
latinoamericanas cuyas mutaciones se han revelado extremadamente aceleradas en
los últimos años, difícilmente pueden interpretarse sólo a partir de los postulados bási-
cos de esa tradición de los estudios urbanos de los años setenta y ochenta. Los límites
de aquella tradición urbana emergen de diversas formas. El intento por edificar nue-
vos esquemas de interpretación, como por ejemplo a través del estudio de la globalización
de las ciudades, no ha hecho más que intensificar el recurso a viejas concepciones que
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7. Recordemos que el «giro lingüístico» fue planteado por Gustav Bergman en 1964 y representó un paso
espectacular al proponerse como un paradigma a partir del cual los filósofos lingüistas podían describir el
mundo mediante el análisis de un lenguaje adecuado. Con anterioridad al giro lingüístico, cuando la filosofía se
refería al lenguaje se interesaba por la relación entre la palabra y el objeto. En otros términos, la preocupación
estaba en los vínculos entre los objetos y las palabras como construcciones culturales: Cada palabra da cuenta
de un objeto y cada objeto es nombrado de una cierta forma. En tanto que el giro lingüístico incorpora otro
esquema de relaciones: Lo relevante pasa a ser la relación entre la palabra y la acción que esa palabra suscita.
Esto tiene enorme repercusión para el análisis de la espacialidad ya que la relación entre el «objeto y la palabra»
(por ejemplo, entre el recorte territorial llamado región y la palabra región) puede ser repensada a través de la
mediación dada por la acción con sentido, y en consecuencia el sujeto que despliega dicha acción con sentido en
el espacio, y así lo construye socio-simbólicamente.
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8. «El lugar como cruce de sentidos» a cargo de Miguel Ángel Aguilar. «Lugares e Imaginarios en la ciudad
de México» cuyo responsable es Daniel Hiernaux. «Figuras de la territorialidad: La casa y la calle en la construc-
ción social del lugar» a cargo de Alicia Lindón. «Terruños imaginados» bajo la responsabilidad de Federico
Besserer. Cabe subrayar que el Área de Investigación Espacio y Sociedad tiene otra línea de investigación dedi-
cada a la reflexión metodológica. En esta última línea y en diálogo con los anteriores proyectos, se desarrollan
los siguientes proyectos de investigación: «En busca del espacio: La geografía al encuentro de las ciencias socia-
les» bajo la responsabilidad de Daniel Hiernaux. «Dimensiones expresivas en torno al espacio cotidiano: lengua-
jes que construyen lugares» de Miguel Ángel Aguilar. «Metodologías cualitativas en torno a la relación lugar y
lenguaje» cuya responsable es Alicia Lindón.
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Un título como éste puede parecer una contradicción. Estamos, en efecto, mez-
clando dos registros que, aparentemente, no pueden convivir: los centros históricos
son, en ojos de la mayoría de sus espectadores y de quienes pretenden vivirlos, un
remanente de un legado histórico, en otros términos, un patrimonio colectivo. Por
otro lado, los espacios de la posmodernidad refieren a esta fase, posterior a la moder-
nidad, de la cual no es necesario en este momento describir las características, en la
que los tiempos y espacios se atropellan entre sí, como si viviéramos como ciegos
desafortunados.
El propósito de este ensayo es convocar a una suerte de confrontación entre
dos formas de concebir los centros históricos. Para ello, introducimos la espacio-
temporalidad de dos tipos de imaginarios: los imaginarios posmodernos y los
patrimonialistas, bajo el supuesto de que es a partir de la coexistencia, confronta-
ción y particularmente de su conflicto, que pueden interpretarse las transforma-
ciones aparentes y visibles de los centros históricos actuales. Nuestros análisis si-
guientes no provienen de un caso en particular, sino de muchos, particularmente
las ciudades latinoamericanas y las europeas. El caso de las ciudades estadouni-
denses es sensiblemente diferente, por ello difícilmente cabrían en nuestras pro-
puestas analíticas.1
Como se ha observado recientemente en las ciencias sociales, la dimensión espa-
cial se ha tornado ineludible en cualquier análisis que pretenda recuperar la compleji-
dad. No obstante las formas de tratar la espacialidad son variadas, y nuestra propuesta
no es hacerlo desde las perspectivas urbanísticas (sin negarles valor analítico y recono-
ciendo su progresivo acercamiento a las ciencias sociales desde hace por lo menos tres
décadas) sino desde un enfoque que sitúa el tema del sentido del lugar en el centro de
las preocupaciones.
1. Ciertamente que no todos los centros históricos de Estados Unidos y Canadá demuestran las mismas
tendencias. Por ejemplo, los centros de las ciudades del Noreste del subcontinente —cuna de la colonización
inglesa y francesa, tanto en Canadá como en los Estados Unidos— con frecuencia se asemejan a las ciudades
europeas, por lo menos en cuanto al interés marcado en preservar y revitalizar sus centros históricos de recono-
cido valor patrimonial.
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2. Hoy la figura del «metrosexual» parecería imponerse como la de una persona que busca el extremo
refinamiento en su apariencia, pero no deja de ser significativo que este tipo de extravagancias se había presen-
tado por lo menos desde inicios del siglo XIX con los «Incoyables» en Francia, posteriormente la figura del
dandy (personificada en el «Beau Brummel» como figura paradigmática) o del «Pachuco» en el mundo latino de
la segunda posguerra.
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La otra vertiente de los imaginarios urbanos sobre los centros históricos se impo-
ne a partir de la deconstrucción de la concepción moderna del tiempo y el espacio. Los
nuevos imaginarios urbanos resultantes irrumpen en los centros históricos a partir de
las consideraciones espacio-temporales progresivamente impuestas por la moderni-
dad acelerada: éste es el imaginario posmoderno sobre el centro histórico.
Iniciemos por esclarecer los rasgos esenciales de este imaginario a partir de sus
fundamentos espacio-temporales. Como ya lo han manejado varios autores (Giddens,
1997), el punto clave es la transformación en la concepción del tiempo a partir de las
potencialidades ofrecidas por la tecnología. Las consecuencias inherentes a un modelo
marcado por la fragmentación de la linealidad temporal es la pérdida de la continui-
dad del tiempo lineal, propio de la modernidad pero construido a lo largo de varios
siglos. Así, la pedacería del tiempo, esta atomización de la duración en momentos sin
continuidad (Bachelard, 2002), conlleva una pérdida de memoria y de las tradiciones
históricas.
Cada momento es valorizado en sí mismo, es concebido como un fragmento pre-
sente, un momento vivido, pero sin la profundidad ni la textura insertas en la referen-
cia temporal de largo plazo. Esta vida del —y para el— instante, esta fragmentación de
la vida cotidiana, se traduce simultáneamente, por una desestructuración de las for-
mas espaciales propias de la modernidad.
El espacio pierde, pues, su sentido de lugar, cargado de historia, de referentes
identitarios y de memoria colectiva. Se hace sólo un espacio genérico, que puede dife-
renciarse de otro gracias a cualidades físicas distintas, a localizaciones evaluadas como
interesantes o en virtud de potenciales complejos.
Estamos asistiendo a lo que Henri Lefebvre había advertido en términos de la
indiferenciación del espacio a medida que avanza el capitalismo (Lefebvre, 1974). Este
espacio absoluto es una suerte de espacio indefinido, moldeable según las necesidades,
fragmentado según requerimientos particulares.
No es de extrañar entonces que este espacio no integre la profundidad histórica
anterior, y que los imaginarios susceptibles de construirse en torno a él no reflejen más
que conjeturas sobre el sentido «presente» de este espacio. Sentido del espacio que no
es, indudablemente, un sentido de lugar. Pero también, es un sentido del espacio sus-
ceptible de modificarse en cuanto se modifiquen los intereses, se desplacen las imáge-
nes acerca de los ideales de belleza, de valorización estética, de sentido para hacer
posible un nuevo instante presente.
El imaginario que se construye en este contexto no manifiesta el mismo interés
por el pasado y su cristalización espacial en sitios y monumentos, que aquel que suele
plantearse el imaginario patrimonialista. No por ello destruirá estos sitios y monu-
mentos, sino que no dudará en refuncionalizarlos para necesidades ingentes, ligadas
con la percepción que en un momento dado se hace de este espacio al cual se encuentra
confrontado.
Por ende, no existe el sentido del estilo —como advertía también Henri Lefebvre a
fines de los sesenta (Lefebvre, 1972)—, se pueden mezclar los géneros arquitectónicos,
se pueden confrontar en un mismo conjunto marcas de un pasado dejadas por el paso
del tiempo con creaciones nuevas (Jameson, 1996). La nueva concepción de la armo-
nía estética no viene de una adaptación de lo nuevo a lo viejo, sino de un choque,
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3. Usamos los neologismos «comodificar» y «comodificación» para traducir los términos anglosajones refe-
ridos al proceso de transformación de un bien o una idea en algo «vendible».
4. En un aspecto se asemeja a aquello que Goffman planteaba con el ejemplo de la apropiación efímera que
una persona puede hacer de una banca en una plaza, con la diferencia que en el ejemplo goffmaniano no entraba
el pago por esa apropiación efímera.
5. Ersatz es la palabra alemana para referirse a sucedáneo, un producto de reemplazo y se aplicó particular-
mente a ciertos sustitutos de bienes de consumo escasos como el café, durante la Segunda Guerra Mundial.
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4. El conflicto inevitable
Suele considerarse a los centros históricos como espacios del conflicto entre un
sector tradicional de la población que vive en el —y del— mismo y un sector «moder-
no» que desea recobrar ese espacio. Vendedores ambulantes, población residente (con
frecuencia envejecida) e intereses meramente locales, formarían entonces un primer
grupo, mientras que jóvenes en busca de nuevos espacios de calidad para vivir, empre-
sarios ilustrados, funcionarios y políticos bien intencionados que desean mantener el
patrimonio, formarían el segundo grupo en conflicto.
Esta forma de enfocar la situación social de los centros históricos plantea, de
forma simplista, que el problema medular principal de los centros es la presencia de
los sectores débiles, aquellos que forman parte del «circuito inferior de la economía
urbana» (Santos, 1975). Son vistos como invasores en el caso de los ambulantes, o
como un residuo de un pasado inaceptable, como personas incapaces de preservar el
valor patrimonial de los centros históricos; por ende, se les presenta como elementos
negativos. Este discurso es elaborado no sólo por las cámaras del comercio o agrupa-
ciones empresariales, sino también por los políticos que comparten esta interpretación.
Para consolidar aún más este enfoque, se opera una asimilación entre la informalidad
y la baja integración social y económica con la peligrosidad: el referente renovado de
las «clases peligrosas», discurso propio de fines del siglo XIX, se ha reactivado últi-
mamente.
Los estudios de Neil Smith sobre Nueva York evidencian que lo anterior es una
estrategia muy clara de ciertos grupos económicos asociados con una parte de la clase
política local, lo que se hizo evidente durante el mandato como alcalde de esta ciudad
de Rudolf Giuliani (Smith, 1996).
Tal enfoque no sólo es limitado: sobre todo descarta o esconde de tajo que los
intereses sobre el centro histórico son antagónicos. Este antagonismo se refleja enton-
ces, en primera instancia, entre quienes suelen ocupar el centro histórico de una ciu-
dad y quienes desean reapropiárselo. Podemos afirmar que estamos frente a una visión
endógena de quienes viven o trabajan en el centro (es decir que tienen ya una presencia
6. Aquí cabe la referencia a Armando Silva que habla de período de producción, consumo, espectáculo y farsa.
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7. Adherimos a la definición de transgresión de Giannini, como «… cualquier modo por el cual se suspende
o se invalida la rutina» (1987: 73).
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8. Ha sido particularmente notoria esta discusión en el seno de las autoridades a cargo del patrimonio
en México: han afluido las demandas de grupos de poder económico para usar sitios arqueológicos para
eventos comerciales más o menos culturales (por ejemplo, un concierto de Jean-Michel Jarre con luz y
sonido) o para «comodificar» la oferta en torno a otros centros, o simplemente para reconvertir un edifi-
cio. Lo anterior ha generado fuertes polémicas en el seno mismo de la comunidad relacionada con el
patrimonio.
9. Un aspecto interesante es que el régimen urbano constituido por el modelo de asociación público-privado
para la gestión de los centros históricos puede aparecer como fuertemente diferente del resto del imaginario y
del discurso público sobre la ciudad en general, situación particularmente evidente en la ciudad de México,
donde el discurso sobre el centro es de tipo represivo-posmoderno (inclusive se llamó a Giuliani para asesorar
los temas de seguridad pública) mientras que es más de centro izquierda (apoyo a los desfavorecidos) en el resto
de la ciudad aunque, aun así, con matices.
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3. Al respecto, para una mayor comprensión sobre lo metodológico remito a Silva (2005).
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4. Las ciudades que han sido parte de este estudio son: Asunción, Barcelona, Buenos Aires, Bogotá, Cara-
cas, Ciudad de Panamá, La Paz, Lima, Montevideo, México DF, Quito, São Paulo y Santiago. Esta investigación
ha sido gestada por el Convenio Andrés Bello (CAB) y la Universidad Nacional de Colombia, 1999-2005.
5. Para aspectos metodológicos del Proyecto se puede consultar Silva, 2005.
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Al seguir indagando por su centro o como allí se le llama, la Ciudad Vieja, encon-
tramos que para los montevideanos es una figura representativa, pero no sólo de la
6. Cuando las citas de los escritores de los libros del Proyecto son extensas, las transcribo en bastadilla y de
esta manera dar cabida en la misma escritura a las distintas voces autoriales.
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De acuerdo con nuestras estadísticas del Proyecto, en esa ciudad ante la pregunta
a los montevideanos sobre cuánto les gustan ciertos lugares, el 63 % sostuvo que el
Mercado del Puerto les gusta «mucho».
FOTO 1: Venta de carne asada en Montevideo: la ciudad que más la consume en el mundo
(Foto de Óscar Bonilla)
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Los primeros [recorridos imaginarios] marcados por los trazos civilizatorios que
dieron forma a la ciudad del siglo XX, registrados en los imaginarios mediante diversos
sitios representativos del centro como el Obelisco, barrios como San Telmo en tanto
reservorio de la historia de la ciudad y en su opuesto Recoleta, como espacio de la moder-
nidad, la elite y el ocio, el Teatro Colón, como fiel exponente de la «alta cultura», entre
otros. Los segundos [recorridos imaginarios], pujando por dejar su huella sobreimpresa
en algunos de esos signos identificatorios y en otros territorios de la ciudad, a través de
itinerarios dibujados mediante la protesta visualizada en la forma de asambleas popula-
res y/o barriales, cacerolazos que siguen los caminos locales y que desde los mismos
muchas veces han sido conducidos hacia la Plaza de Mayo, piqueteros que cortan calles,
rutas y puentes o bien a través de circuitos de la indigencia, marcados por los cartoneros,
los niños que piden, los nuevos ambulantes, la reproducción de los «amantes de Pont
Neuf», así como del empobrecimiento bajo los nuevos espacios de clubes de trueque, con
una suerte de auge hoy en franca decadencia y el retorno de las ferias de abastecimiento
en las calles de algunos barrios [Lacarrieu y Pallini, en prensa].
Los ciudadanos en nuestro estudio, según Buenos Aires imaginado (en prensa),
hacen de la ecuación centro = ciudad una fórmula de lo perturbador, por oposición a
los barrios, vistos como tranquilos y solidarios. Esta división se repite en otros centros
latinoamericanos donde las elites han migrado a «sitios tranquilos» hacia afuera de la
ciudad, lo que a su vez nos permite comprender las influencias de los Estados Unidos,
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7. Conclusión reiterada por varios expertos en planificación que asistieron al encuentro «Centros históricos
y suelo», en Quito.
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También habita este tiempo pues sus frisios y escenas parisinas, sus cristalerías
británicas, sus valses y polcas, borran el rictus del temor y la violencia que coloca a los
«otros» (la chusma o el pueblo) fuera del perímetro geográfico de la legitimidad social
[Richard y Ossa, 2004].
negativa
positiva
otras
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Los corredores que interconectan las céntricas calles Agustinas, Huérfanos y Com-
pañía sirven de expresión de una microeconomía de objetos, vanidades, alimentos y cré-
ditos que se juntan con lugares subterráneos habitados por peluqueros, reparadoras de
calzados, estudios fotográficos o talleres de «arreglarlo todo» para —finalmente— termi-
nar en los pasillos de galerías saturadas de pequeñas tiendas de relojerías, carteras, pelu-
ches, ropa «íntima», etc. La trama da forma a un modelo de gavilla que retorna sobre sí
mismo: ni la vocación española del damero salva al centro del caos que nace de las
disjunturas entre fragmentos de vida y poses comerciales a menudo irreconciliables
[Richard y Ossa, 2004].
30 Buenos Aires
Caracas
25 La Paz
20 Lima
M éxico, D.F.
15
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10 Panamá
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El Paseo Ahumada iba a ser la pista para el despegue económico, un espacio para la
descongestión urbana. Se trataba de cultivar un oasis peatonal en medio de una ciudad
tan próspera como vigilada. La vigilancia es lo único que recuerda el proyecto, se la
mantiene con armas y perros policiales. En todo lo demás ocurrió lo que tenía que ocu-
rrir. El Paseo es el pabellón en que se exhibe el quiebre del modelo económico. Son
razones de economía las que han convertido el Paseo en el gran teatro de la crueldad
nacional y popular donde se practican todos los oficios de la supervivencia [Lihn, 1983].
La sonoridad fuerte y envolvente del centro puede ser otra característica de los
centros estudiados y a la cual se refieren Richard y Ossa para el caso de Santiago. Esta
hecha de una vocifería extraña y mutante que confunde las señales haciendo que todo
se reduzca a ruido.
Los consultados perciben a Santiago melancólica, sin goce y carente de alegría (34 %);
también la ven tocada por la tristeza (31 %), no la encuentran especialmente peligrosa,
pero se atreven a sentenciarla como insegura (33 %) y entre las contradicciones perceptivas
y los sentidos comunes hilvanados por la prensa, la política y el mercado, la vitalidad no es
un rasgo identificable (11 %).8 Una calle emblemática del centro y que pesa en su proyec-
ción simbólica es la Plaza Italia, que es recomendada por sus ciudadanos a quienes visitan
la ciudad, por lo que se deduce que es concebida como algo orgulloso para mostrar. En la
Plaza Italia converge la alegría deportiva con la rabia política, el festejo con la indignación
social.
También puede ser entendida desde su misma ubicación geográfica como el eje que
ordena y distribuye la ciudad según escalas de pertenencia urbana que van desde lo alto
hacia lo bajo, tanto en lo topográfico como en lo social [Richard y Ossa, 2004].
La Plaza Italia separa al Santiago rico del pobre, a la vez que sirve de principal
sitio de encuentro colectivo que recibe todo tipo de espectáculos y fiestas:
[...] desde el festejo por triunfos deportivos de fútbol, la realización de misas al aire
libre de Semana Santa, los homenajes militares a la estatua del General Baquedano, hasta
mítines sindicales o políticos [...].9 Visitada —en su mayoría— por jóvenes, Plaza Italia
8. La pregunta del cuestionario ¿Cómo percibe su ciudad? ofrecía cinco alternativas no excluyentes, permi-
tiendo marcar más de una, razón por la cual los autores de Santiago Imaginado sumaron el total de respuestas
para alcanzar el 100 %.
9. Richard y Ossa (2004: 52) muestran que el 35,5 % de los consultados asociaron a la Plaza Italia con el
encuentro, la celebración, el tumulto o la aglomeración de personas, lo que viene a consolidar un hábito inaugu-
rado durante las manifestaciones políticas de los ochenta, y que se traslada durante los noventa a la celebración
deportiva o futbolística, principalmente.
53
No hay que olvidar que la Plaza Italia de Santiago es el lugar desde donde se
controla las actividades ciudadanas con cámaras (foto 3).
Si pensamos ahora en ciudades ubicadas más al norte del continente, tenemos que
sus centros son aún más abandonados o menos atendidos. Quito, en especial en las horas
de la noche, se torna casi de uso exclusivo de sectores populares o indígenas, abriéndose
una doble personalidad en su concepción: la diurna y la nocturna, como también ocurre
en Bogotá, Santiago, y en el Distrito Federal de México, así como en Caracas y otras más.
En Caracas, por ejemplo, se habla en lenguaje cotidiano de «ruinas» en referencia a la
zona donde quedaban las pomposas torres del afamado Hotel Hilton, en pleno centro. Al
preguntar en México DF por los lugares de la ciudad a los cuales llevaría a pasear a
familiares que vinieran de provincia, aparecen mencionados con intensidad sitios cén-
tricos como El Zócalo y la Catedral Metropolitana, los mismos que muestran las fotos de
prensa o las postales (Aguilar, 2003). Esto permite plantear, y ampliándolo a otras ciu-
dades latinas, que «la iconografía urbana mira al centro», pero también sus habitantes
—sin excepción— en las ciudades estudiadas ubican su primer sitio de reconocimiento
de la ciudad en esa misma zona central (gráfica 4).
FOTO 3: Plaza Italia en Santiago, lugar donde se inician las cámaras de seguridad ciudadana
(Foto de José Errázuriz)
10. En Chile, según la OIT, el 2 % de la población infantil trabaja para ayudar a sus hogares, representando
un total de 125.000 niños que tienen entre 6 y 17 años, y obtienen en promedio por sus faenas nocturnas (espe-
cialmente de jueves a domingos) ingresos entre 5.000 y 25.000 pesos (Richard y Ossa, 2004: 93 y ss.).
54
Se creía, más bien, que esos testimonios que no tenían carácter monumental, que
habían pasado de generación en generación, debían desaparecer de los centros de las
urbes puesto que eran una rémora para el progreso [Crespo, 2004].
35 Bogotá: Monserrate
31
Caracas: Avila
30
27
La Paz: San Francisco
25
25 23
22 Lima: Centro de Lima
20,66 20 Mercado
20 19 B México: Zócalo
13 Montevideo: Rambla
15
12
Panamá: Canal de Panamá
10
Quito: Plaza Grande
0
%
55
56
15.00%
10.00% %
5.00%
0.00%
Plaza grande Centro histórico Panecillo
% 17.60% 15.80% 11.80%
Sus calles estrechas son, por las mañanas, lugares de constante congestión, tanto
vehicular como peatonal. Pero por las noches viene el silencio. La ciudad histórica duer-
me, se va convirtiendo en un espacio vacío, los intentos por darle vida son muchos, entre
ellos, la recuperación de casas para vivienda de la clase media. El centro ha sido descui-
dado, se envejeció y, como viejo, ha quedado abandonado a su suerte hasta épocas muy
recientes. Las élites se mudaron a partir de la década de los veinte en el siglo pasado. Al
abandonarlo desarrollaron una nostalgia por el centro, hablan de recuperarlo y en los
últimos años han apoyado políticas dirigidas a hacerlo. Pero el centro tiene un significa-
do distinto para los sectores populares que, por el contrario, permanecen ahí [Aguirre,
Carrión y Kingman, 2005].
Cada nueva situación desdibuja los límites de la ciudad. Durante los levantamien-
tos indígenas, por ejemplo, los parques de El Ejido y de El Arbolito se convierten en
frontera entre un norte y un sur imaginados. Las marchas indígenas generalmente par-
ten de ahí para dirigirse al centro, representación simbólica del poder, mientras que las
concentraciones organizadas por las elites parten siempre del norte, por lo general la
avenida de los Shyris, junto al parque de La Carolina, y terminan en El Ejido [Aguirre,
Carrión y Kingman, 2005].
Esta referencia a unas fronteras imaginadas y que actúan como marcas sociales,
aparecen también en varias otras ciudades. Por ejemplo, es también éste el caso de
Caracas con referencia a la autopista del Este que conecta al centro y que marca dife-
rencias entre sectores medios adinerados y los sectores populares, en una evidente
visualidad (foto 4). Pero también es el caso de São Paulo detrás de la Plaza de la Repú-
blica, donde en verano ciertos ciudadanos pueden bañarse, dándole al centro un parti-
cular uso recreativo para sus habitantes.
57
Otra ciudad andina, como es La Paz, se reconoce por un rasgo cultural evidente:
alberga una presencia de población indígena más intensa que en todas las demás ciu-
dades de la región americana. El rostro aymara, quechua y mestizo es una presencia
visual constante en el centro de la ciudad. De acuerdo con las estadísticas (INE, 2002),
un 45 % de la población urbana de La Paz es indígena y proviene de las masivas migra-
ciones del altiplano boliviano que se dan desde mediados del siglo XX. Al mismo tiem-
po, casi un 53 % es mestiza, pero con profundos rasgos indígenas. En La Paz, el por-
centaje de grupos de origen europeo es muy bajo, menos del 3 %.
Carlos Villanueva (en prensa), autor de La Paz imaginada, analizando el centro de
su ciudad pone de relieve lo siguiente:
Es la ciudad que se bloquea y autoflagela por todos los males nacionales en pago a
una exacerbada centralidad que dura casi un siglo. Por ser el crisol nacional, donde se
hierven centenariamente los problemas políticos de todos, cada pliegue de la topografía
urbana conlleva su propia historia y su verdad política: asesinatos, revoluciones, mítines,
masacres, conspiraciones y revueltas son huellas indelebles en el paisaje urbano paceño.
Pero paradójicamente, la protesta convive con la fiesta. En esta ciudad jamás se han
acallado los ritmos y los bailes ancestrales que se recrean año tras año en las variadas
entradas folklóricas que toman por asalto la ciudad y que son convocadas por motivos
religiosos o por razones de pervivencias culturales. Miles de danzarines y decenas de
bandas de música bailan o ensayan sus bailes durante todo el año. Sin miramientos a la
condición de clase o a la escala económica, la fiesta folklórica es un movimiento conti-
nuo y un sonido persistente que siempre se percibe en la atmósfera paceña y junto a los
pliegues topográficos bailan también los pliegues de las polleras de las cholitas que giran
sin pausa en nuestro imaginario colectivo. En una superposición incomprensible, sin
prioridades visibles, los paceños conviven el día a día entre el baile y la retórica política,
sumidos a plenitud en una dualidad cíclica, de raigambre precolombina, que muy difícil-
58
La Paz posee una estructura simbólica y una red de imaginarios urbanos que se
basan en representaciones y narraciones de fuerza y extensión locales y enraizadas.
Seguramente, este imaginario se ha podido gestar en un encierro natural de fuerte
autorreferencia.
Villanueva, destaca que después de 1985, la ciudad sufre una inaudita e incom-
prensible división. Por un decreto originado en presiones de intereses políticos, el área
de la ciudad que se halla en el altiplano a 4.000 metros de altitud, llamada El Alto, se
escindió formando artificialmente una ciudad distinta. Ésta es una característica pro-
pia de esta ciudad, que no se presenta en las otras ciudades latinoamericanas estudia-
das. Ello ha generado una serie de manifestaciones y demandas en permanente con-
frontación entre una ciudad que tiene más, como La Paz, y otra que es desposeída, El
Alto, creándose una delicada pugna entre ellas.
Las encuestas aplicadas en el proyecto sobre La Paz imaginada revelan un fuerte
reconocimiento de la topografía y las montañas circundantes como la mejor manera
de imaginar y dibujar el centro de la ciudad. Junto a su topografía elocuente que se
impone por su altura a quienes allí llegan (piénsese en los futbolistas internacionales
derrotados desde antes del partido por la altura), la ciudad de La Paz se caracteriza
porque su centro presenta una trama urbana estrecha extendida sobre un solo eje
troncal, la Avenida El Prado. Esta avenida se fue consolidando históricamente y permi-
te ahondar las tensiones cuando un grupo social toma cualquiera de sus calles o plazas.
«Con sólo marchar por El Prado y sus prolongaciones, la ciudad en toda su extensión
puede ser literalmente bloqueada» (Villanueva). Esta situación ocurre con frecuencia y
genera, para los transeúntes, una visión de tumulto, de protesta o de fiesta colectiva.
Este accionar colectivo según Villanueva tiene un guión perverso y puede poner en
la escena callejera los actos imaginados por la mente más prolífica que pudiera existir
en la dramaturgia urbana.
Con una necesidad de renovación constante, las protestas paceñas han inventado
las formas más creativas y trágicas para conmover al transeúnte y por ende a las autori-
dades. Aquí y con mucha anterioridad (a las actuales intervenciones del arte público
urbano) se han recreado crucifixiones colectivas en el eje central en una imagen intermi-
tente de despojos humanos atados a improvisadas cruces, a lo largo de las principales
avenidas de la ciudad. Rentistas o jubilados de la tercera edad o infortunados mineros
despedidos por la mutación violenta de las relaciones del mercado, se han amarrado en
cruces pegadas a los postes de iluminación, a las rejas de la Universidad o a los muros de
los edificios públicos. En un fenómeno político y social que lacera cotidianamente y que
tiende a incrementar las tensiones del drama social y urbano; a finales del siglo XX y
comienzos del XXI, el espacio público en la ciudad de La Paz es prioritariamente el esce-
nario de confrontación que reúne la lucha de clases que se da en todo el contexto nacio-
nal. En ese abanico de múltiples protestas, los crucificados en La Paz son la representa-
ción social, inserta en el paisaje urbano, de la exclusión y del empobrecimiento que se
automartiriza como forma inusual de protesta, que prefiere sacrificarse a sí misma para
generar una catarsis colectiva de corte masoquista y lastimero [Villanueva].
59
Ha pintado penes al pie del obelisco principal de la ciudad como una alusión perver-
sa al machismo local que es, sin duda, de una patética falocracia; ha recreado pública-
mente actos de amor lésbico entre sus participantes y ha regado de tinta roja —a modo
de sangre— las piedras de la Plaza Murillo o de la casa de un ex presidente, como accio-
nes que tienen múltiples interpretaciones y efectos en el mundo de los significados urba-
nos [Villanueva].
Un aspecto que llama la atención en La Paz es la exhibición del cuerpo. Desde las
mismas cholas que muestran sus atavíos vistosos, hasta la congestión de transeúntes
en los días de huelga —y casi todos lo son— y los actos de arte que se ven a diario, todos
ellos muestran que la experiencia corpórea en su relación con la materia urbana es
directa y brutal. Un ejemplo de esto es:
11. «Mujeres Creando» es un colectivo feminista que produce arte visual, literario y musical, que realiza
acciones de arte. Está conformado principalmente por María Galindo y Julieta Paredes, quienes han desarrolla-
do un amplio espectro de propuestas políticas y artísticas.
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35
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Uno de los aspectos más significativos de estos lugares es que todos ellos están
ubicados en el centro. Estos lugares se han convertido en emblemas urbanos de la
arquitectura bogotana. Esto muestra —como en las otras ciudades ya consideradas,
desde México D.F. hasta Buenos Aires— que Bogotá en su centro posee una alta con-
centración simbólica. Contrasta con esta circunstancia su poco uso social, ya que es
uno de los lugares menos preferidos para visitar por sus ciudadanos de clases medias y
altas, a no ser en plan turístico. El centro histórico de Bogotá lo visitan diariamente
alrededor de un 1.500.000 ciudadanos y sólo lo habitan cerca de 250.000 personas.
Al revisar (Silva, 2003b: 69) la riqueza arquitectónica de Bogotá encontramos que
los bogotanos tienen «zonas mentales» sobre la belleza construida que se pueden orga-
nizar de acuerdo a seis tipos de objetos: barrios, plazas, iglesias, edificios, entidades y
parques. Dentro de los barrios resultan característicos del centro de Bogotá los si-
guientes, considerando que suman el 80 % del total: La Candelaria, Teusaquillo, Palermo,
61
62
nace, efectivamente, con el asesinato ocurrido en 1948, del líder popular Jorge Eliécer
Gaitán. Ese acontecimiento tuvo lugar en una esquina de la Bogotá vieja. Este hecho es
considerado por un 60 % de los consultados como la gran herida de Bogotá, situándose
imaginariamente como el (verdadero) inicio de la violencia colombiana de su actual
etapa y como una de las bases para el desarrollo urbanístico de la ciudad moderna.
Este drama bogotano dejó también profundas huellas en la creación cultural, en la
arquitectura, el arte y los medios. La literatura misma, como el cine o luego la televi-
sión, fueron rápidamente receptores de tales acontecimientos.
Si se explora la memoria sobre la riqueza botánica, el centro vuelve a sobresalir.
De los cerros orientales del centro bajan todavía burros cargados con hojas de eucalip-
to, con sahumerio purificador y la flor del saúco que riega su aroma dulce por patios y
calles de la ciudad. Hoy en día el centro bogotano se llena de parques y las obras de la
vieja Plaza España y del Parque del Tercer Milenio y una alameda que los une van a
constituirse en uno de los parques más grandes de América Latina y, sin duda, en el de
mayor esfuerzo reciente para ganar naturaleza en zonas céntricas de las ciudades de
este continente.
Se puede decir entonces, como conclusiones preliminares, que los centros de las
ciudades de América Latina mantienen aspectos comunes tales como la concentra-
ción del poder simbólico, como lugares de ejercicio del poder y como lugares de
desarrollo de las zonas financieras. Los centros son lugares en donde se concentran
las mayores riquezas arquitectónicas de las ciudades latinoamericanas. Los centros
han caído en el abandono por parte de sus élites sociales. Los centros viven ahora
ciertos impulsos de renovación urbana que llegan con fuertes olas especulativas. Los
centros se llenan de ventas callejeras, en especial de comidas y en algunos casos de
productos de baratija de la economía global.
En su proyección inmaterial también habría que subrayar algunos temas que
cruzan los centros de América Latina. Uno de ellos es que son referidos como lugares
63
64
Bibliografía
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65
Este trabajo muestra, por un lado, el uso y la apropiación de las mujeres y los
hombres de unos espacios públicos determinados de Barcelona y, por otro lado, la
construcción del sentido de lugar y de pertenencia de los residentes de los barrios
donde se han localizado los espacios públicos estudiados.1 Los espacios públicos selec-
cionados para el estudio son la Via Júlia, en el barrio de Prosperitat, y la Rambla del
Raval, en el barrio del Raval, situados, respectivamente, en los distritos de Nou Barris
y de Ciutat Vella de Barcelona.2
Los objetivos principales de este trabajo son, en primer lugar, mostrar el impacto
que tienen los espacios públicos en las actividades de las personas en la ciudad con el
fin de conocer los efectos y las repercusiones (uso y apropiación)3 de los espacios públi-
cos sobre la vida cotidiana de los residentes, ya que solamente de esta forma podrán
conocerse los aciertos y los fallos de su proyección y mejorar la planificación y el dise-
ño de nuevas operaciones urbanísticas sobre los espacios públicos en la ciudad. En
segundo lugar, entender cómo se construyen los sentidos de pertenencia de las perso-
nas en un lugar determinado y cómo éstos pueden fortalecerse mejorando la calidad
urbanística y ambiental del entorno donde viven mediante la potenciación de la parti-
cipación ciudadana en la toma de decisiones.
1. Este trabajo es una versión resumida de la tesis doctoral titulada «Género, espacios públicos y cons-
trucción del sentido de pertenencia en Barcelona (los barrios de Prosperitat, el Verdum y el Raval)», defen-
dida en el Departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona (España) en abril de 2004.
Además este trabajo se enmarca dentro del proyecto «Konzepte und Strategien in Raumplanung und-
gestaltung, die aus feministisher Sicht zum Abbau von social-räumlicher Ausgrenzung beitragen», financia-
do por la Fundación Volkswagen (2000-2003) y en el que participaron la Universität Hannover (Alemania), la
Universidad Autónoma de Barcelona (España) y el Centre National de la Recherche Scientifique de París
(Francia).
2. El municipio de Barcelona, con una superficie de 10.096 hectáreas y 1.582.738 habitantes, está dividido
en diez distritos administrativos (dos de ellos son Nou Barris y Ciutat Vella) y dividido a la vez en numerosos
barrios históricos que configuran los distritos (Prosperitat y el Raval son los nombres de algunos de los barrios
que configuran Nou Barris y Ciutat Vella) (Ayuntamiento de Barcelona, 2004).
3. El uso del espacio público hace referencia al número y perfil de los usuarios, mientras que su apropiación
hace referencia a las formas de uso específicas, a las actividades y relaciones que tienen lugar en el espacio
público (Paravicini, 2002; Kramer, 2002).
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69
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71
La Via Júlia
La Via Júlia fue uno de los proyectos urbanísticos mejor concebidos durante los
años ochenta por el Ayuntamiento de Barcelona. Este paseo, inaugurado en el año 1986,
se urbanizó sobre un terreno previamente no urbanizado con el objetivo principal de dar
continuidad al barrio de Prosperitat, separado por un desnivel de hasta tres metros de
altura en algunas cotas. Su urbanización consiguió cumplir una serie de objetivos: impul-
só la regeneración urbanística de Prosperitat y «monumentalizó» y dignificó la periferia
a través del diseño urbano de calidad. Las obras de urbanización de la Via Júlia permitie-
ron «convertir aquello que era casi infranqueable en un eje cívico y de relación ciudada-
na» (Ayuntamiento de Barcelona, 1987: 62). La Via Júlia, con una extensión de un kiló-
metro de largo por cuarenta de ancho, es un paseo central semielevado con una marquesina
central, bancos de piedra y madera situados en los laterales del paseo, dos esculturas, una
gran variedad de árboles y un área de juegos infantiles. Es, además, un eje cívico vertebrador
del conjunto de espacios libres del barrio, a la vez que uno de los ejes comerciales más
dinámicos del distrito de Nou Barris.
La Rambla del Raval ha sido una operación urbanística enmarcada dentro del
Programa de Revitalización del Centro Histórico de Barcelona. El proyecto de urbani-
zación comportó una serie de operaciones: expropiación del suelo, construcción de
viviendas para el realojamiento de las familias afectadas, derribo de cinco manzanas
de casas y rehabilitación de los edificios más degradados (Artigues y Cabrera, 1998). El
coste de las obras corrió a cargo de las tres administraciones públicas: la estatal, la
autonómica y la municipal, junto con las ayudas de los Fondos de Cohesión de la
Unión Europea, que aportaron un 85 % del total de la operación (ARI, 2000). El nuevo
espacio público, de 58 metros de ancho y 317 metros de largo, fue inaugurado el 24 de
septiembre de 2000 y consta de un paseo central formado por un conjunto lineal de
bancos, parterres y árboles.
72
73
Se puede afirmar, sin ninguna duda, que los dos espacios públicos estudiados, la
Via Júlia y la Rambla del Raval, han mejorado la vida cotidiana de las personas, ya que
han ofrecido a los barrios donde están ubicados espacios de encuentro, interacción y
comunicación. Estos espacios públicos han sido exitosos en la medida que han cumpli-
do una serie de expectativas: presentan una diversidad de personas según el sexo, la
edad y el origen étnico; presentan una gran diversidad de actividades; y propician
oportunidades para la interacción y la comunicación social (Paravicini, 2002; Project
for Public Spaces, 2002; Whyte, 1980).
Si bien es cierto que ningún grupo de usuarios se apropia de forma única o exclu-
yente de alguno de estos espacios, también lo es que la elevada proporción de hombres
paquistaníes y marroquíes en la Rambla del Raval es percibida por algunas personas
entrevistadas, sobre todo mujeres, como un factor que cohíbe su uso. Las siguientes
citas de personas entrevistadas muestran esta percepción:
Es muy bonita. Pero es lo que yo te digo: ahora pasas por allí y está llena de
paquistaníes. No hay un banco vacío, allí no te puedes sentar [Paquita, 53 años, vecina
«autóctona» del Raval].
No tengo tiempo [...] por eso no me puedo sentar allí. Cuando estoy libre tiene
mucha gente [...] por eso no puedo sentar [...]. No puedes sentar... aquí en la Rambla del
Raval hay muchos hombres, y mujeres no pueden sentar porque no hay sitio. No hay
mucho sitio [Jadicha, 23 años, vecina «inmigrante» paquistaní del Raval].
Está llena de marroquíes, de paquistaníes y todo eso. Se han «apoderao» de la Ram-
bla del Raval, esa gente [...]. Los asientos los ocupan todos ellos. Los 8 o 10 bancos que
hay los ocupan ellos [Augusto, 70 años, vecino «autóctono» del Raval].
74
A la asociación de vecinos venían señoras con sus zapatillas... no era fácil distinguir
quiénes eran militantes políticos, quiénes eran activistas sociales y quiénes eran los veci-
nos que estaban allá porque pensaban que hacía falta una escuela o que llegase el trans-
porte [Jordi Borja, 2001].
En las luchas participaron muchas mujeres. Durante el franquismo la mayoría de
cosas la hacían las mujeres, porque eran las que menos les paraban [...]. Muchas mujeres
que han sido amas de casa y que sus maridos han estado trabajando y muchas han
participado en la lucha [...]. A la vez han sido capaces de llevar una casa, de cuidar unos
críos... Y las luchas han estado reconocidas a los hombres [Paula, 22 años, vecina de
Prosperitat].
75
Este barrio siempre ha sido un barrio combativo. Siempre se ha movido por impul-
sos como: ¿necesitamos esto?, pues vamos a tenerlo. Nunca hemos retrocedido. Ahora
tenemos muchas cosas, muchas más que otros barrios de Barcelona [Ricardo, 33 años,
vecino de Prosperitat].
Haber conocido el barrio hace cuarenta y tantos años a ahora... Lo han dejado
estupendo. Que no te dan ganas de irte al centro. Antes tenías que irte al centro porque
antes todo eran viñas, y no podías. No había nada [Josefa, 59 años, vecina de Prosperitat].
La Via Júlia es, quizás, uno de los espacios públicos más emblemáticos de los pro-
yectados en Barcelona por el Ayuntamiento durante los primeros años de gobierno de-
mocrático. Su creación coincidió con uno de los momentos culminantes para los movi-
mientos sociales urbanos, circunstancia que resultó especialmente interesante ya que
combinó el saber profesional por parte del equipo técnico de la administración local y el
conocimiento de las necesidades y preocupaciones cotidianas de la población por parte
de las asociaciones vecinales.
Los vecinos y las vecinas entrevistados de Prosperitat opinan, casi unánimemente,
que los cambios urbanísticos experimentados en las últimas décadas han supuesto una
mejora considerable y esto ha provocado, paralelamente, una mayor satisfacción e
identificación con sus barrios. Esta satisfacción no se traduce, como cabría esperarse,
en un sentimiento conformista con la situación actual, sino más bien, ha ayudado a
fortalecer el sentido de compromiso que las asociaciones y las entidades vecinales tie-
nen hacia sus conciudadanos, a la vez que continúan reivindicando mejoras y un diálo-
go más abierto con el gobierno local.
Contrariamente, el proceso urbanizador de la Rambla del Raval, concebida des-
de sus orígenes como un espacio para servir al barrio y a la ciudad, no contó con un
movimiento vecinal fuerte capaz de cohesionar las demandas y las reivindicaciones
de los vecinos y vecinas del Raval. Seguramente con una mayor voluntad por parte
del gobierno local podría haberse asegurado una auténtica participación ciudadana
en el proceso de urbanización de la Rambla del Raval y se hubiese podido conseguir
un mayor hibridismo en su diseño para conjugar mejor las diferentes necesidades y
deseos.
El movimiento social y reivindicativo en el Raval ha estado menos cohesionado
que el de Prosperitat, hasta el punto de que diversas asociaciones del barrio que reivin-
dican, desde su pequeña esfera de influencia, mejoras sociales y urbanísticas para la
población del barrio, lo hacen de espaldas unas de otras sin establecer bases de diálogo
para la consecución de objetivos comunes.
Las transformaciones urbanísticas llevadas a cabo en el Raval han tenido un im-
pacto menos evidente en el fortalecimiento de los sentidos de lugar y de pertenencia de
los residentes entrevistados. Las actuaciones urbanísticas realizadas en el Raval han
sido más complejas y han provocado cambios extremadamente significativos en el
76
5. De acuerdo con la reflexión de la geógrafa Luz Marina García (2001) se utiliza el término «elitización» en
vez del neologismo «gentrificación» proveniente de la palabra inglesa gentrification.
77
Siguiendo las líneas teóricas apuntadas por algunas geógrafas como Massey
(1995) y Fenster (2004), este artículo ha pretendido deconstruir el sentido de perte-
nencia —asociado tradicionalmente a los lugares sagrados, simbólicos y al territo-
rio— para definirlo con el conjunto de sentimientos, percepciones, deseos, necesida-
des, etc. construidos sobre la base de las prácticas y actividades cotidianas
desarrolladas en los espacios cotidianos. La memoria tiene un papel fundamental en
la construcción del sentido de pertenencia a un lugar determinado y es uno de los
aspectos esenciales de la propia identidad basada en la acumulación de pequeños
acontecimientos de la infancia y del pasado.
Los hombres y las mujeres entrevistadas en Prosperitat y el Raval construyen sus
sentidos de lugar y de pertenencia basándose en sus múltiples experiencias individua-
les y cotidianas, así como en relación con todo aquello que, de una forma u otra, confi-
gura la identidad del barrio.
Se han observado diferencias notables entre las construcciones de los sentidos de
lugar y de pertenencia entre los vecinos y vecinas entrevistadas de una y otra área de
78
6. Con el objetivo de enfatizar la imagen imaginada, falsa y distorsionada que se tiene de las personas
inmigradas se utiliza el término «Otro». Santamaría (2002) hace un excelente estudio sobre el uso de este con-
cepto y una interesante reflexión sobre la construcción social de la «inmigración» en la sociedad española.
79
Estoy muy contenta […]. Es un barrio que tiene gente muy diferente, muy dinámi-
co, muy variado […]. La diversidad de la gente que vive. Cuando voy a otros barrios te
sorprende que sean todos tan unificados o tan iguales [Mercè, 35 años, vecina «recién
llegada» del Raval].
Creo que el tema de la mezcla de culturas es fascinante, es encantador, me gusta
mucho, pero no es un barrio que se pueda hablar de una comunidad, de los vecinos que
se conocen... [Linda, 33 años, vecina «recién llegada» del Raval].
Reflexiones finales
Para finalizar se destacan las ideas principales que surgen a lo largo de este traba-
jo. En primer lugar, se ha podido observar cómo los hombres y las mujeres con identi-
dades individuales diversas muestran diferentes pautas espaciales en el uso y la apro-
piación de los espacios públicos; en segundo lugar, se ha podido ver cómo las
intervenciones urbanísticas dirigidas a la creación de espacios públicos de calidad han
mejorado las condiciones sociales y ambientales de los barrios estudiados; en tercer
lugar, se ha mostrado cómo sentirse a gusto en el lugar donde se vive es imprescindible
para construir sentidos de lugar y de pertenencia; y, finalmente, se ha podido compro-
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Bibliografía
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En este trabajo tomamos como punto de partida un imaginario que llegó a consti-
tuirse en dominante, como es el que asocia la idea de espacio abierto de los suburbios
con la de libertad y acercamiento a la naturaleza. Indudablemente nos referimos al
imaginario que se va constituyendo a mediados del siglo XX en los suburbios de las
ciudades americanas. Así, antes que centrarnos en el proceso de suburbanización en
su aspecto material, colocamos el foco en el imaginario que ha acompañado la exten-
sión material de la ciudad en su entorno. No obstante cabe observar que esta mirada
no implica asumir al imaginario como una representación directa de las formas mate-
riales. Ambos aspectos —materialidad e imaginario— terminan siendo los complejos
marcos en los cuales se desarrollan modos de vida urbanos particulares.
Las ciudades latinoamericanas, y mexicanas en particular, han estado muy abier-
tas a estos ideales suburbanos y también a los patrones urbanos americanos, sin per-
der otros rasgos propios como sus cinturones de pobreza urbana. De hecho, la ciudad
de México ha sido una de las primeras ciudades latinoamericanas que empieza el pro-
ceso de americanización.1 Actualmente, el llamado modelo Los Ángeles2 aparece como
un horizonte instaurado o al menos próximo —aunque aún sea de modo parcial o
intersticial— incluso en las ciudades de América Latina que han sido más reticentes a
este patrón urbano, como son las del Cono Sur por sus herencias urbanas más euro-
peas que americanas. En otras palabras, buena parte de las formas urbanas que hace
tres y cuatro décadas parecieron marcar profundamente el estilo de las ciudades ameri-
1. Cuando hablamos del modelo de ciudad americana nos referimos a la ciudad que se extiende por su
periferia (o suburbio) y el automóvil se constituye en un elemento central en este proceso urbano, con las
implicaciones socio-culturales que ello supone. A veces se habla de manera más particular del modelo de ciu-
dad, Los Ángeles.
2. Respecto al llamado modelo Los Ángeles cabe traer a colación el planteamiento de Cynthia Ghorra-
Gobin (1997): en buena medida se ha considerado en particular a Los Ángeles como la ciudad emblemática del
modo de vida americano por ser la ciudad americana que a nivel del paisaje urbano casi no se diferencia entre
el centro y los suburbios. Por ello, aunque parezca un sinsentido o una construcción discursiva contradictoria,
el llamado modelo Los Ángeles refiere a una ciudad uniformemente «suburbana», o dicho de otra forma, lo
que fue característico del suburbio en un momento se presenta hoy como el todo. En otros casos se ha señala-
do que el modelo Los Ángeles refiere a ciudades sin centro, lo que sería el anverso de lo expresado más arriba.
Sin embargo, posiblemente la expresión «sin centro» no resulta tan ilustrativa del perfil como sí lo es la pro-
puesta de Ghorra-Gobin que la caracteriza como una ciudad enteramente suburbana.
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3. En las ciudades latinoamericanas actuales se extiende de manera creciente y acelerada un rasgo que no
estaba presente en las ciudades americanas. Nos referimos a la llamada «medievalización de la ciudad» o
«amurallamiento», o simplemente, los fraccionamientos cerrados. Sin embargo, vale la pena tener en cuenta
que este rasgo tan analizado en los estudios urbanos actuales —la muralla o la condición de espacio cerrado—
opera con relación al resto de la ciudad o con respecto a lo que queda afuera de ella. Pero, internamente esa
muralla tiene una función central, que es la de posibilitar una convivencia al mejor estilo del suburbio america-
no, es decir, con aparente «libertad».
4. Abilio Vergara es enfático en la creatividad y lo fantasioso como componentes centrales de los imagina-
rios (2001: 12).
5. En esta ocasión no abordamos directamente la discusión entre las expresiones «suburbio» y «periferia»,
debate que hemos tocado en otra ocasión (Hiernaux y Lindón, 2004). Pero mencionamos sólo de manera
aclaratoria, que estamos reservando la expresión suburbio para las ciudades americanas y periferia, para las
latinoamericanas.
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Cuando a mediados del siglo XX (y de manera más intensa desde los años seten-
ta),7 las ciudades americanas empiezan a extenderse sobre su entorno, constituyendo y
extendiendo los suburbios, el espacio abierto deviene una forma espacial diferente a lo
conocido para el habitante de la ciudad.8 Será ante esta nueva espacialidad suburbana
que los habitantes de la ciudad comienzan a entretejer una trama de sentido en torno a
esa forma material del suburbio y la vida allí desarrollada. Esta construcción de senti-
do respecto a cómo entender el suburbio va a articular con otras ideas en auge en la
cultura americana en ese momento, como la de progreso y movilidad social ascenden-
te. Este imaginario sobre el suburbio también resulta del contraste con otras ideas,
difundidas en diversos países, como son las de rechazo a las ciudades y la vida urbana
debido al entorno que en ellas había producido la industrialización del siglo XIX e
incluso de inicios del XX. En el discurso urbano especializado posiblemente Lewis
Munford (1959) fue uno de los autores que plasmó de manera más acabada la fisono-
mía de aquellas ciudades. Aunque la idea de la «ciudad carbón» nace en Inglaterra (con
referentes empíricos concretos), pronto circula por el occidente que se industrializaba,
y las ciudades americanas no escapan a ello. De esta forma, en las ciudades americanas
de mediados del siglo XX, estas ideas de rechazo al deterioro de la ciudad habían sido
incorporadas. Esto no fue ajeno al enorme peso que en esta sociedad adquiere en esa
época la idea de progreso y movilidad social. La conjunción de estas visiones termina
6. A título sólo ilustrativo cabe recordar que Valle de Chalco cuenta con una población total de algo más de
medio millón de habitantes, y la ocupación de estas tierras para uso urbano se inició de manera irregular a fines
de los años setenta.
7. Baumgartner (1988: 6) destaca que de acuerdo con la información censal, en la década de los setenta, casi
todos los centros de las ciudades americanas han perdido población, mientras que los suburbios la incrementaron
en ese mismo período en un 17 %. Este autor concluye que en un futuro no lejano se puede prever que la
mayoría de los americanos vivan en suburbios.
8. Cabe recordar que los estudios urbanos de la época manejaron la metáfora de la «mancha de aceite»
para dar cuenta del proceso de suburbanización o periferización. Tiempo después el vocabulario urbano espe-
cializado generó la expresión «mancha urbana», como derivación de la mancha de aceite que se extiende en el
territorio. Finalmente, estas expresiones y metáforas resultan cercanas a lo que aquí estamos denominando
«apertura espacial».
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Las carreteras han sido un elemento material clave en el nuevo paisaje suburbano,
expresando de la manera más acabada la asociación entre la apertura espacial/exten-
sión y la libertad. Esta asociación entre la forma espacial básica del suburbio y la
libertad se configura en contraste al menos con dos cuestiones principales. Una es el
orden urbano establecido y materializado en la retícula de la traza urbana (más aún en
el centro de las ciudades). Así, la traza urbana cerrada suele vivirse como la restricción
de la libertad (Tuan, 1990, 1980a y 1977),9 precisamente porque la traza misma impide
ciertos movimientos, da visibilidades a algunos lugares y se la reduce o niega a otros.
La traza urbana establece las posibilidades para la movilidad espacial, no sólo por las
reglas y códigos de circulación, sino también por la materialidad misma de las cons-
trucciones. En esta perspectiva, la ciudad densa puede llegar a representar lo opuesto
a la libertad. Pero, ese sentido del tejido urbano cerrado como una restricción sólo
surge cuando aparece el suburbio porque ese nuevo contexto abre la posibilidad de
hacer una analogía entre ambas formas urbanas.
La segunda cuestión que contribuye a la asociación entre la apertura espacial
suburbana y la libertad es el hecho de que los espacios abiertos, sin un límite claro
9. De acuerdo con Tuan, la traza urbana cerrada es un obstáculo a la libertad. No obstante, a inicios del siglo
XX, Simmel planteó que la alta densidad propia de las grandes metrópolis puede otorgarle libertad al individuo
a través de la figura del anonimato y a través de la actitud blassée, es decir, la indiferencia como estrategia de
habitar en un medio saturado de personas, de imágenes y estímulos sensoriales de todo tipo. Posiblemente, las
interpretaciones opuestas de fenómenos semejantes que hacen ambos autores haya que ubicarlas en sus respec-
tivos contextos históricos. Mientras que para Simmel lo que ofrecía la ciudad había que entenderlo como una
salida frente a los controles sociales de la sociedad tradicional (la comunidad) que empezaba a retroceder. Para
Tuan, la densidad de los centros urbanos debe entenderse en un contexto (en los años setenta) en el cual la
modernidad industrial y capitalista ya había producido nuevos mecanismos de opresión.
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La apertura espacial del suburbio no sólo es vista como libertad, también se asocia
a la idea de la «tierra no cultivada», tierra yerma, el territorio natural o Wilderness.10 En
suma, la apertura espacial también permite concebir al suburbio como un territorio no
transformado por el ser humano. Ésta es la concepción del suburbio americano como
Wilderness que integra lo natural con lo vacío en tanto territorio virgen, en sentido mate-
rial y también cultural. De acuerdo a Tuan, el poder del concepto de Wilderness radica en
su capacidad para evocar admiración por la armonía del orden natural (1990: 133).
La naturaleza
10. Tuan ha analizado en diversas ocasiones el concepto de Wilderness, incluso ha revisado el sentido que ha
tomado en distintas tradiciones religiosas y en distintos momentos históricos. Y concluye que no puede ser
definido objetivamente porque es tanto un estado del espíritu como una descripción de un orden natural frente
al cual el ser humano experimenta admiración y respeto (Tuan, 1990: 112).
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El vacío de materialidad
El vacío de memoria
11. Utilizamos el concepto de «fantasía geográfica» en el sentido que le diera Graham Rowles (1978), es
decir la capacidad de las personas de unir, en la experiencia cotidiana, espacios físicamente remotos y construir-
los así en un espacio de vida integrado.
12. Vale la pena señalar que Simmel planteó tempranamente la multiplicidad de estímulos sensoriales como
algo propio de la ciudad y de las grandes metrópolis en particular.
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14. James Scobie, en su análisis de Buenos Aires, reproduce un anuncio publicitario publicado en los perió-
dicos de aquella ciudad en 1902, que resulta ilustrativo de este imaginario de la naturaleza sana de la periferia/
suburbio. El anuncio exhortaba: «Obreros, Dejad el conventillo y comprad un lote en la Floresta (al oeste de
Flores) o en cualquier otro paraje sano, si queréis la salud de vuestros hijos y deseáis vivir contentos». Otro
anuncio publicado en 1904 pregonaba: «El Gran remate del Día para los Pobres» (Scobie, 1977: 236-237).
93
Estos hitos o marcas van delimitando fragmentos de ese espacio vasto y extenso
sin límites nítidos, ponen límites dentro de un territorio caracterizado por la ausencia
de límites. Los límites demarcan áreas, muchas veces invisibles al simple observador.
Al mismo tiempo, las marcas sirven para nombrar los lugares, incluso con el correr del
tiempo contribuyen a la toponimia. Esos trozos o fragmentos no están definidos de la
misma forma para todas las personas, no son evidentes en sí mismos como lo puede
ser una gran avenida que divide de manera evidente dos zonas de la ciudad. Algunos
habitantes y transeúntes de estos espacios periféricos reconocen ciertos fragmentos en
función de algunas marcas importantes para sí, pero que otras personas ni siquiera las
perciben. Esto implica que ese territorio vasto y extenso que es la periferia está cargado
de elementos que lo marcan, lo diferencian de un lugar a otro. La identificación de
estas marcas y áreas demarcadas por los mismos hitos «experienciales» está relaciona-
da con lo vivido en esos territorios.
En ese proceso de construcción de una historia cotidiana reciente, muchas
veces la apertura espacial se vive como un aumento del riesgo de agresión. Por ello,
encontramos relatos de sus habitantes en los cuales se construye la apertura como
el espacio por el cual pueden circular los otros peligrosos, amenazantes, figuras
que acechan. Este sentido otorgado a la apertura espacial viene a integrar la pers-
pectiva del riesgo, que de por sí ya es una figura condensadora de fenómenos de
varios planos de la vida social local. Entonces, junto a las narrativas —muchas
veces masculinas— que retoman la idea americana de la apertura como el contacto
con la naturaleza, también hallamos otras narrativas —a veces femeninas, pero no
siempre— en las cuales la apertura espacial es concebida como una espacialidad
del miedo.
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15. En otra ocasión hemos analizado en particular experiencias de agorafobia en la misma periferia oriental
de la ciudad de México (Lindón, en prensa).
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16. Este tema lo hemos trabajado con detalle en varias ocasiones, en parte relacionado con el mito de la
casa propia. Nos remitimos a esos trabajos ya que su tratamiento nos alejaría del objetivo de este artículo
(Lindón, 2005d; Lindón 2003; Hiernaux y Lindón, 2002; Hiernaux y Lindón, 2004).
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4. Reflexiones finales
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17. No en todos los casos, el homeless se asocia con la agresión a los otros. Indudablemente, en muchos casos
toma la forma del indigente o incluso, del habitante de un albergue o refugio temporal (Sommerville, 1992).
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1. En Chile la ubicación estamental de sus individuos tiende a asentarse. La clase alta, la de mayores ingre-
sos, representa un 7 % de las familias y controla más del 60 % de los ingresos del país. En 1990, el 20 % más rico
recibía 14 veces más que el 20 % más pobre. En el año 2000, diez años más tarde, recibe 15,5 veces más (Encues-
ta Socioeconómica Nacional-Casen, 2000).
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Uno de los objetivos del estudio se orienta a conocer cuáles, según ambos grupos
de entrevistados, son las causas o factores que dan origen a la inseguridad urbana del
Gran Santiago.6 El sentido de este interés es explorar las creencias y sentidos a partir
de los cuales los distintos grupos elaboran una explicación simbólica respecto a la
inseguridad urbana, sus fuentes, causas y consecuencias y en como ésta se contextualiza
en el marco de procesos sociales y urbanos que dan forma a la ciudad y a sus proble-
máticas. Los hallazgos nos permiten observar que en los significados que ambos gru-
pos le atribuyen a las causas y factores que dan origen a la inseguridad urbana del Gran
Santiago confluyen las distintas experiencias sociales y territoriales a través de las cua-
les éstos perciben el desarrollo social del país y de la ciudad. Ambos grupos represen-
tan dos polos de experiencias urbanas y sus significados de inseguridad están profun-
damente delineados por las oposiciones y fronteras sociales, espaciales y económicas
que están presentes en la ciudad.
Para los entrevistados de Cerro Navia, la emergencia de la inseguridad urbana en
Santiago tiene tres grandes causas o fuentes. La primera de ellas nos dice que la inse-
guridad es resultado de pérdida de referentes sociales y personales de seguridad. Esta
fuente de explicación se refleja en dos procesos. Por un lado, en la ausencia del Estado
como referente de seguridad social y como un mediador y orientador de procesos de
desarrollo equitativos, y por otro en la pérdida progresiva de seguridades personales,
4. Las comunas son las unidades administrativas menores dentro del organigrama del poder del Estado.
Son dirigidas por el Consejo Comunal, cuya magnitud depender de la cantidad de gente que habitan en la
comuna, que es presidido por un Alcalde. El Municipio, o gobierno comunal, tiene amplias esferas de acción en
varios aspectos de la vida de sus habitantes, como por ejemplo la salud, la educación, la vivienda, la higiene
pública, el mantenimiento de lugares de recreación, etc. (Vignoli, 1993).
5. Estadísticas de Fundación Paz Ciudadana, Índice de temor ciudadano 1998-2001; Fundación Futuro,
Mapa del Temor Área Metropolitana de Santiago.
6. El Gran Santiago, que fue nuestra unidad de análisis de estudio, hace referencia a la Provincia de Santia-
go, la cual está dividida en 32 comunas, las que conjuntamente con las Comunas de Puente Alto (Provincia
Cordillera) y de San Bernardo (Provincia de Maipo) conforman actualmente el Área Metropolitana de Santiago.
La población de Santiago alcanza un total de 6.038.974 habitantes según el censo de población de 2002, lo que
representa un 40,1 % del total del país (Sabatini, 2001).
110
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Otro interés de nuestra investigación era indagar cómo eran significados los espa-
cios públicos a través de la inseguridad y la seguridad, en el entendido de que los
espacios públicos en su sentido tradicional son lugares de encuentro y sociabilidad
donde las dinámicas urbanas se recrean y adquieren sentido. Sin embargo, la fragmen-
tación urbana, la violencia y la inseguridad están reorientando las prácticas de uso y
significado de estos espacios. De esta forma, éstos se han constituido también en luga-
res donde se reflejan las tensiones, fracturas y conflictos sociales entre los distintos
actores urbanos.
Como una vertiente común para ambos grupos la inseguridad siempre proviene
del afuera, de un lugar que no es el nuestro y de un otro que no es como nosotros. Para
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118
1. El proyecto «Violencia urbana y recuperación de espacios públicos. El caso del AMSS», fue financiado por
PNUD-El Salvador, como parte del Programa Una Sociedad Sin Violencia y realizado durante el año 2003 por un
equipo de i investigación integrado por Roxana Martel, Claudia Romero y Carla Sánchez, bajo la coordinación de
Sonia Baires.
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* La Policía Nacional Civil, PNC, clasifica las zonas según la peligrosidad establecida por los índices
delincuenciales registrados por la institución. Datos obtenidos en la entrevista con el comandante Vladimir
Cáceres, febrero de 2003.
ridad que genera están interviniendo o influyendo en las prácticas sociales observadas
en el mismo, y cómo el Estado, a través del gobierno central y los gobiernos locales,
está manejando estas cuestiones.
Finalmente, se discute la posibilidad de fortalecer los procesos de construcción
de los espacios públicos sin una visión romántica que suponga retomar el pasado,
pero también sin perder de vista los cambios que se han operado entre lo público y lo
privado, y rescatando el sentido de bien común que tienen esos espacios y la respon-
sabilidad del Estado al respecto. Aquí volvemos al tema del espacio público y la ciu-
dadanía.
121
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b) Violencia no criminal
En la Comunidad Iberias, las prácticas de violencia no criminal enunciadas son el
abuso policial, las agresiones verbales y las amenazas de distinta índole.
El abuso policial es uno de los temas recurrentes en el discurso de los niños, las
niñas y los hombres jóvenes en los distintos grupos. La presencia policial produce
una sensación de seguridad y hay demandas por el aumento policial, aunque tam-
bién hay quejas por los malos tratos (sobre todo en jóvenes hombres). Algunos
jóvenes terminan siendo víctimas del abuso e irrespeto policial. Esta situación no
afecta directamente a las mujeres jóvenes, ya que las agresiones policiales no son
contra ellas.
123
c) Factores de amenaza
Además de estos tipos de violencia, que se tejen en la cotidianidad y forman parte de
la cultura de la Comunidad Iberias, se encuentran otros factores más bien de amenaza a la
seguridad. Estos factores los podemos clasificar en tres tipos: sujetos, prácticas y espacios.
Los sujetos que se configuran como factores de amenaza son, principalmente, las
vecinas que no toleran los juegos de los niños y niñas en los pasajes. Además de agresio-
nes físicas y verbales (que se traducen en los tipos específicos de violencia desarrolla-
dos anteriormente), en el discurso de los niños aparece como generadora de miedo y
rechazo la imagen de la señora que les arroja agua caliente. Este sujeto, con una prác-
tica social específica, entra en conflicto por el uso del espacio.
Podríamos citar una práctica que aparece en la matriz discursiva de los distintos
actores y usuarios: la apropiación de los espacios públicos para actividades privadas.
Zonas verdes y pasajes utilizados como tendederos, cocinas, lavaderos, son escenas
vistas en todo el sector. Lo público como una extensión de lo privado que dificulta la
convivencia, la recreación, el encuentro y el juego. Si no es el uso privado de espacios
públicos, es la utilización de estos para depositar la basura. Costumbres, insuficiente
sistema de recolección de basura, ausencia de depósitos, ausencia de comodidades...
todo se combina para formar un espacio que además de los otros usos, debe «acoger»
el de vertedero de basura. Es necesario aclarar que, si bien es cierto que los factores
anteriores están presentes en todo el sector, la limpieza y el cuidado de los pasajes
depende, sobre todo, de los vecinos y las vecinas. En las distintas comunidades hay
pasajes —aunque no es la mayoría— que se mantienen limpios y ordenados.
Los espacios también se convierten en fuente de amenaza. Las amenazas presentes
en éstos se relacionan con las condiciones físicas. Un factor determinante y presente en
todas las comunidades es el deterioro e insuficiencia de la infraestructura. Pasajes, ca-
lles, casas comunales, todas tienen en mayor o menor grado problemas por el deterioro
y el inadecuado mantenimiento.
Un factor de amenaza en la cotidianidad del sector, generado en el espacio públi-
co, es el de las condiciones en que se encuentra la calle principal. Ésta, con una
función de centralidad simbólica por la concentración de usos y convivencias, ha
sufrido un deterioro evidente a lo largo de todas las comunidades que cruza. Este
deterioro se manifiesta en falta de pavimentación, la insuficiencia en los sistemas de
desagüe, los tramos sin aceras, etc. que se convierten en amenazas para los automó-
viles y los transeúntes por igual. No sólo se corta la posibilidad de tránsito, sino la de
socialización. A falta de espacios, la calle es el sustituto. Si sus condiciones son pre-
carias la socialización que de ella se deriva se torna igual de precaria.
124
A partir del trabajo de campo en este asentamiento se puede decir que, en térmi-
nos de representaciones sociales, el espacio público está constituido por geografías de
la inseguridad que conviven con formas desde las que la sobrevivencia es posible. Geo-
grafías acompañadas de imaginarios de la hostilidad y la muerte. Geografías constitui-
das por fronteras, límites y bordes que marcan los espacios en los que se pueden mover
y en los que no.
a) Lugares marcados
La geografía de la inseguridad tiene como elemento central la identificación de
«lugares». Estos son construidos discursivamente por los y las habitantes del sector
con la oposición seguridad-inseguridad. De esta relación se pueden delimitar los luga-
res seguros e inseguros en las comunidades, conformados bajo la relación inseparable
entre lo público y lo privado. Fronteras confusas y ambiguas en un espacio tan reduci-
do y altamente poblado.
Un imaginario construido en las geografías simbólicas es el de los bordes, como el
espacio de frontera. Los bordes seguros son configurados por los límites de cada co-
munidad hacia adentro. El «nosotros» y el «ellos» se construyen espacialmente. Un
«nosotros» que protege, que acuerpa.
En oposición a éstos aparecen los bordes inseguros. Estos bordes tienen dos di-
mensiones. La primera son los límites de las comunidades hacia afuera. De nuevo, la
125
3. Acción ejecutada por el Órgano Ejecutivo de El Salvador desde 2003 en el marco de su política de segu-
ridad ciudadana. La Operación Mano Dura se planteó como la manera de erradicar el problema de las maras.
Fue declarada en los primeros meses de su aplicación como anticonstitucional y que violaba derechos funda-
mentales de los jóvenes. Entre otras cosas, la Operación Mano Dura arrestaba a jóvenes solamente porque
portaran tatuajes que se identificaran con alguna de las maras, porque estuvieran reunidos más de dos en el
espacio público, porque hubiera una denuncia que señalara a algún joven como perteneciente a maras. Una de
las acciones simbólicas que la Operación contemplaba era borrar cualquier graffiti de las paredes que identifica-
ran a alguna mara.
4. Al utilizar invisible, nos referimos a esas marcas que aunque no se ven cotidianamente pesan y quedan
allí, como marca indeleble en la historia de un territorio.
126
b) Sujetos marcados
En la construcción de la geografía simbólica de los espacios públicos de esta zona
juegan también un papel importante los sujetos. Se pueden identificar cuatro tipos de
sujetos sociales: los jóvenes de maras, los traficantes, la policía y las vecinas que no
permiten a los niños y niñas jugar en los pasajes.
La representación social de los jóvenes de mara (o pandilleros) es una construc-
ción ambigua. La imagen del pandillero está vinculada a la muerte, al riesgo, a las
armas. Pero también esta figura está vinculada al territorio, al sentimiento de grupo, a
la defensa de su espacio. La mayoría de los jóvenes que ahora pertenecen a pandillas
fueron amigos de juegos en la infancia de los otros, lo que convierte a los primeros en
cercanos. Así como los jóvenes de pandilla defienden su territorio, los otros jóvenes
reclaman que las comunidades sean vistas con un mayor respeto.
Un segundo sujeto «marcado» y que marca el territorio es el traficante de drogas.
Éste es conocido y posee un espacio delimitado. «Si no nos metemos con ellos, no nos
molestan», dicen los jóvenes. También, como en el caso de las maras, reconocen el
peligro que generan a la comunidad y temen las consecuencias en la generación de
violencia criminal.
Un tercer sujeto marcado son los agentes de la PNC. Relación ambigua que se teje
entre los jóvenes, principalmente, y la PNC, si bien es cierto que ellos representan la
esperanza de la tranquilidad y la seguridad, también representan el abuso de autori-
dad y la indiscriminación en el trato a los delincuentes.
Un cuarto imaginario son las vecinas que no permiten a los niños jugar en el
pasaje. Esta figura se construye desde el temor y el rencor. Niños y niñas asustados que
aprovechan los momentos en que pueden desafiar a este otro-amenaza.
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5. Metrocentro es un complejo integrado por un gran centro comercial y un hotel de cuatro estrellas, el cual
pertenece al Grupo Roble, una de las compañías desarrolladoras más importantes de la región centroamerica-
na. Actualmente, en alianza con el empresario mexicano Carlos Slim, trabaja en la construcción del primer
Sanborns en San Salvador, dentro de un complejo comercial de escala regional, no sólo metropolitana sino
sobre todo centroamericana.
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Las geografías de la inseguridad y los imaginarios del miedo en esta zona, los
abordamos a partir de los lugares marcados, los sujetos marcados y la marca de la
seguridad.
6. Una revisión interesante sobre los debates alrededor del espacio público es la de Salcedo, 2002.
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Esta investigación tuvo como eje central la relación que existe entre la violencia y
los espacios públicos en San Salvador. El trabajo de campo y la revisión de documen-
tos institucionales han permitido hacer un mapa simbólico de ambas problemáticas a
partir de las representaciones e imaginarios de los usuarios. El estudio saca a la luz la
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Bibliografía
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1. Idea que por lo demás tampoco estructura el campo de las artes visuales. En palabras del crítico Arthur
C. Danto (2002): «Es el sello del período contemporáneo en la historia del arte que no haya límites que gobier-
nen la forma en que deberían verse los trabajos de arte visual. Un trabajo artístico puede verse como cualquier
cosa y estar hecho de cualquier material —todo es posible».
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4. Derivas de lo público
144
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instrumentalidad, autocensura, trasgresión y comunicación crítica», en Carmen Ortiz
2. Con todo, sobre la intervención artística en lugares públicos también puede ejercerse una mirada crítica.
Señala Conrado Tostado (2003), quien fuera director del Museo de la Ciudad de México: «La rutina es monóto-
na: se establece el contacto con la comunidad…; se interviene; […] se documenta y entonces sí, comienza la
producción preciosita de la pieza…; se instala […] y en seguida, se documenta… para mostrar el material a otros
curadores […] y ser invitado a entrar en contacto con nuevas comunidades. La indiferencia de fondo de muchos
artistas ante la sociedad se revela, por supuesto, en su despreocupación por el público».
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Esta etnografía explora un cierto tipo de nodos urbanos desde donde dialogan los
urbícolas con su ciudad. Este diálogo involucra conocimientos, emociones, proyeccio-
nes imaginales y representaciones. Aquí intentamos, brevemente, des-cubrir las
implicaciones emosignificativas entre cuerpo, espacio público y urbanidad.
Las dos sensaciones —que se vive como sentimiento casi ontológico— que carac-
terizan a la residencia en la ciudad de los urbícolas, son las de miedo y placer. Ambas
se colocan en dos polos que son habitados de manera diferencial; no obstante, y para-
dójicamente, muchos pueden poseer ambas, intermitentemente, o ser poseídos por
alguna con mayor frecuencia, siendo, según la prensa y ciertos imaginarios, la insegu-
ridad y el miedo los sentimientos mayoritarios y de mayor intensidad. Sin embargo,
pienso que entre ambos polos, la mayoría de los urbícolas recorre sus zonas interme-
dias y pasa, en diferente grado, de unas a otras y, a veces, quizás más frecuentemente,
puede quedarse en esa zona neutra de la indiferencia simmeliana.1 Dentro de este
contexto, el parque puede constituirse en uno de los pocos lugares de urbanización,
relajamiento2 y placer.
«¿Por qué se acentúa en nuestros días la preocupación por lo que significa vivir en
común, y por qué identificamos la ciudad como lugar estratégico donde esta comunidad
acontece o está en riesgo? ¿Qué hace que las ciudades, especialmente las megalópolis,
sean la sede de los peligros, incluso del pánico?», se interrogaba —en septiembre de 2001,
en el marco del Simposio «Reabrir espacios públicos»— Néstor García Canclini. Hoy este
cuestionamiento se vuelve más dramático por el asedio extendido de la sospecha y el
recelo; no obstante que el proceso puede revertirse por la participación ciudadana.3
1. Ver Simmel, 1988. Es posible afirmar, más allá de Simmel, que esta indiferencia se está convirtiendo en
factor político con el que cuenta la corrupción política, para operar con impunidad. Esa misma indiferencia
puede contribuir a hiperbolizar el poder de la corrupción.
2. Como una expresión intensa de su carácter, muchos asisten a él como terapia, por prescripción médica.
3. Un indicador importante en este sentido lo constituye la multitudinaria manifestación de la sociedad civil
contra el secuestro, la inseguridad, la violencia y la injusticia social realizada el 27 de junio de 2004, en la que los
manifestantes expresaron problemas que excedieron a los formulados por sus convocantes iniciales, enfocando
a problemas estructurales como «mientras haya pobres, no habrá tranquilidad para los ricos».
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4. Como uno de sus componentes, lo que no niega que el re-conocimiento, el encuentro con lo esperado y
conocido, con lo que permanece, sea también causal de agrado. Asimismo, la indiferencia que dificulta el com-
promiso puede convertir la vida pública urbana en espectáculo.
5. Esta (in)distinción puede expresarse, por ejemplo, en la polémica que desató en el contexto de la marcha
indicada, el valor de la información estadística. El gobierno del Distrito Federal acude a ella, para decir que han
disminuido los delitos —mostrando cifras, cuadros comparativos con años anteriores—, y que el miedo actual
es manipulado por los medios de comunicación masiva; mientras que éstos —que paradójicamente endiosan en
el raiting—, algunas organizaciones civiles y muchos intelectuales, dicen que una vida no es un número, que ella
«no puede habitar en la estadística» (Monsiváis). Lo complejo del asunto se ve porque ambas posiciones tienen
la razón: no se puede planificar sin ver proporciones y tendencias; pero un muerto trae un inmenso dolor que se
resiste a esconderse en unos cuadros estadísticos; y menos aún en la complacencia con dichos avances, que
aparecen grotescos ante el dolor singularizado.
6. La bella alusión de Simmel a la «cita» como una expresión ejemplar del cronotopo —la cita requiere de
un lugar y un tiempo fijos— puede servir para ir más allá y ejemplificar esta implicación: por ejemplo, en
México es posible citarse de varias formas: a hora fija, por ejemplo, para una reunión considerada importante;
de manera más o menos incierta cuando un grupo de muchachos que asiste a la escuela dice: «nos vemos en la
tarde», haciendo que el cronotopo crezca, se vuelva elástico; y, en tercer lugar, de manera manifiestamente
ambigua, sin tener la posibilidad de definir sus límites, cuando dicen: «nos vemos luego».
7. Lo que no implica que su nueva comunidad, virtual, no amplíe sus horizontes, ni, al contrario, lo lance
hacia una infinidad de posibilidades.
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El parque
8. Se puede realizar una analogía con Claude Zilberberg cuando, cita a Rousseau: «El gusto por la vista del
panorama y la lejanía procede de la inclinación que la mayoría de los hombres tienen de complacerse en el sitio
en que no se hallan», para luego concluir que «para Rousseau el punto de vista constituye una huída fuera del
templum» (1999: 179). Diría también, por mi parte, que posicionarse en un punto de enfoque es como poner la
ciudad a distancia y detener el tiempo lineal del trabajo, el de la responsabilidad y del proyecto, conjugándolos
para debilitarlos en la ensoñación que propicia la atmósfera del parque.
9. Situación que tiene que ver con una especialización del espacio y otorga a los actores las posibilidades y
limitaciones se acceso y uso, pues, por ejemplo, el feligrés no puede estar sentado en la silla del confesionario, lo
mismo que un invitado reciente —en determinados sectores sociales— no puede pasar a la cocina sin una
invitación de los dueños de la casa.
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10. Un caso muy expresivo es el que narra Julio Cortázar en su cuento El perseguidor, donde el protagonista,
en el transcurso del viaje de una estación a otra en el metro —en menos de un minuto y medio— imagina lo que
narrado puede ocupar fácilmente más de una hora y media.
11. El poeta peruano José Santos Chocano expresaba bellamente la relación entre la alameda y el río Rímac:
«Tu Alameda —anacrónica y solemne alameda— / que luce su follaje de encarrujada seda / como una dama
antigua su acuchillado traje / a lo largo del río con su espuma de encaje» (en Porras, 1987: 82).
12. Aquí podemos establecer una analogía entre la propuesta de Edmund Leach sobre el funcionamiento
simbólico o el que propone Jean Baudrillard para el «sistema de los objetos»: en el parque nada habla por sí
solo: el canto de la aves y el murmullo de las hojas dialoga sordamente con el jadeo de quienes corren; así como
habla, en los viajes interiores, autoreflexivos —o como una deambulación interior, perdidos sin meta— de quie-
nes caminan sin poder correr, o se sientan a contemplar. El piso humedecido por la lluvia se empaña más si en
el cielo asoman nubarrones o, por el contrario, brillan alegres cuando el sol sonríe con él y con las hierbas y
flores que se muestran radiantes a quienes los ven.
13. El aburrimiento extiende el tiempo, así como «pasarla bien» lo contrae, pues la vivencia del tiempo tiene
que ver mucho con la afectividad.
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14. Quizás sea el tiempo el que puede ejemplificar mejor esta disposición: en el parque, el tiempo se detiene,
se despoja de sus presiones de la coordinación y la sincronía funcional del trabajo o el estudio; asimismo,
permite también considerarse a uno mismo quizás sin una suma utilitaria, y se abre a placeres cotidianos
potenciados por su atmósfera: como un brinco junto al hijo que ríe o la mirada perdida que la ensoñación
propicia.
15. Giannini señala también esta característica para las plazas —de armas o zócalo— de manera muy expre-
siva: «En otras palabras: significa “hacer espacio” a una presencia. Lo que sólo puede ocurrir en lo abierto: en la
apertura física de un espacio y en la apertura espiritual de cierta disponibilidad para lo Otro (no estar ocupado)»
(1999: 63).
16. En cuya ocupación y tránsito el cuerpo se pone en escena y cuestión, expresándose en tranquilidad,
seguridad, bienestar o miedo, inseguridad, prisa y ansiedad.
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17. Como dice un usuario que viene por prescripción médica: «Más que nada la tranquilidad, la alegría con
que se viene a practicar algún deporte, en ocasiones hay música, no hay obstáculos como bicicletas, aunque en
ocasiones hay mucho chamaco… Los sábados y domingos es más pesado… están las versiones de las bicicletas
múltiples, ya son por familia y se llena más, o sea no se puede practicar tanto el ejercicio… De lunes a viernes
está bien, está tranquilo, la gente se concreta a lo que es del ejercicio…».
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Para entender el lugar, en primer término, hay que emplazarlo en el espacio físico
social en el que se encuentra ubicado, y, al mismo tiempo, en la red conceptual e imaginal
en que se inserta, y que no necesariamente tiene que ver sólo con proximidades físicas.
A este nivel, el parque se ubica en el dominio de los espacios del tiempo libre y del
entretenimiento, es decir, opuesto a las actividades y movimientos instrumentales.18
El parque-zoológico Los Coyotes se encuentra en la Delegación Coyoacán, en la
zona de Los Culhuacanes, entre las calles calzada de La Virgen, Escuela Naval, el eje 3
y Tepetlapa. Frente al parque está la Secretaría de la Marina y a un costado (hacia el eje
3) la Escuela Superior de Estudios Marítimos. Cada mañana, a las seis, se escucha la
diana y los gritos de los marinos y de vez en cuando el ruido de disparos.19 Al frente
también está una tienda muy grande de la compañía norteamericana Walmart, que
viene «secando» a la tienda del ISSTE que se ubica a un costado del parque. A dos
cuadras del parque está Bachilleres 4, adonde asisten mayoritariamente jóvenes de
sectores populares. Frente a la puerta secundaria del parque está la Dirección Zonal
«Los Culhuacanes».
La población que habita en la zona es diversa, pero puede ser caracterizada entre
popular y media baja y se diferencia levemente entre los que viven en casitas y en
edificios de cinco hasta más de diez pisos. Destacan las colonias de CTM Culhuacán y
de la Alianza Popular Revolucionaria Americana, más conocida como Fovisste. Cerca
también están las colonias Avante, Presidentes ejidales y Carmen Serdán, esta última
muy conocida como zona de residencia de delincuentes: ellos, dicen los vecinos,
incursionan en las colonias antes señaladas, de hecho, algunas tiendas han cerrado
bajo su presión (y la de Walmart).
Por otro lado, Los Coyotes es uno de los tres zoológicos que hay en la ciudad de
México,20 por lo que su condición de parque tiene una singularidad que las distingue de
Viveros o Alameda del Sur, para señalar otros dos que también convocan gente que va
a entretenerse, estar juntos y/o hacer deporte: por ser un zoológico está cercado y se
accede a él por dos puertas vigiladas, también por ello se prohíbe el acceso de perros.21
Su administración y cuidado dependen de la Delegación de Coyoacán, lo cual lo inser-
ta en una red administrativa y burocrática.
Quizás sea el parque uno de los lugares en los que la jerarquización interna pro-
puesta por la planificación no se realice completamente, pues cada usuario o grupos de
18. Es posible matizar esta afirmación: quien va bajo la recomendación del especialista a recuperar su salud
o quien va a hacer ejercicio para perfeccionar o trabajar su «físico» son distintos a quienes van a ensoñarse o
«pasar el rato».
19. Una mañana, a eso de las 10, cuando entrevistaba a una señora, se escucharon fuertes detonaciones del
lado de la Secretaría de la Marina; la niña que estaba con ella preguntó con fingida angustia a su madre: «¿co-
menzó la guerra?».
20. Los otros dos son Chapultepec y Aragón.
21. Siendo esta característica destacada por los usuarios, quienes la comparan con las pequeñas plazas que
tienen cerca de sus casas en las que los perros pasean, dejan sus excrementos y allí mismo juegan niños, junto a
hermanos y madres, que parecen haberse insensibilizado al olor y sus riesgos.
155
22. Aunque algunos, muy pocos usuarios, saludan con mucha expresividad a gentes que no conocen, y
continúan su carrera, al parecer más satisfechos luego del saludo.
23. Inclusive la velocidad de unos frente a la lentitud de otros oficia como un mecanismo que incrementa las
posibilidades de mayor exposición frente a los otros.
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24. Se solicita este espacio con una anticipación de dos meses de promedio, previo un pago de 208 pesos. El
arreglo se realiza desde muy temprano. Es usual ver al papá y algún hijo y/o hija que lo acompañan. Si no han
podido lograr el acceso a las palapas, algunas familias cercan un espacio con una delgada soga que atan entre los
árboles y arbustos, y amarran globos para dar visibilidad y prestancia a dicho cerco y festejan allí. Demarcan así
un espacio propio para el día.
25. Quisiera destacar lo siguiente: las reuniones que convocan las palapas, decía, son confirmatorias, refuer-
zan lazos microcomunitarios y familiares. Esto puede verse también en la forma física de la palapa y la disposi-
ción que asumen los cuerpos: por la ubicación circular de su delimitación, a través de un muro bajo —esta
frontera se logra también por la proyección de éste con el techo, ambos producen la sensación de un afuera y un
adentro— que se hizo también para servir de asiento a los asistentes, la gente da la espalda al parque: se miran
entre ellos, pueden olvidar el entorno.
26. Destacan las dos áreas destinadas a las hierbas silvestres del valle y la de las hierbas utilizadas para
hacer el té cotidiano.
27. Aviso justificado por la presencia, en la ruta, de un vivero y un pequeño espacio donde cultivan maíz.
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28. Humberto Giannini dice al respecto: «En otros tiempos, este espacio festivo, gratuito, al que las cosas
vienen a mostrarse, en los días de fiesta empezaba a animarse lentamente de movimiento humano: de vidas que
se daban cita para redescubrir el goce de entrar, también ellas, en este espectáculo circular: de mostrarse en las
miradas, en el saludo, en las palabras. El goce de dejarse encontrar» (1985: 64).
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Bibliografía
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La construcción de la hiperrealidad
En términos generales, dentro del ámbito cultural se pueden distinguir las esferas
de la realidad, la ficción y la representación. Hay una idea generalizada de que la pri-
mera es físicamente concreta, la segunda se le opone y la tercera es una manera de
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Retórica-arquitectura-simulacro
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Esta práctica del enclaustramiento que promueven los vecindarios defensivos avan-
za, además, social y espacialmente. Se ha extendido desde las zonas elitistas dentro del
espacio urbano, donde se atrinchera concentrada espacialmente, a nuevas áreas para
la clase media colonizando la periferia difusa.
Nuevos y clónicos desarrollos de diseño cerrado se programan masivamente con
apoyo del crédito en versiones populares. Esta modalidad del estilo de vida encerrado
popular es más comunitaria y se fabrica en serie. Por razones obvias, no se consigue
desprender del síndrome de las estrecheces formales en las que se expresa su función
de servir a los mismos sueños de otros con menos capacidad económica para comprar
el estilo que mejor emule el patrón del encierro comunitario. De modo que ahora la
casa apropiada del estilo de vida ideal se aparea en módulos de edificaciones o es
adosada a la interminable hilera de iguales, cuando no se agrupa en minicomunidades
casi consanguíneas de tres, cuatro y cinco unidades. Todas, variantes de la producción
masiva indiferenciada pero consumida y ofrecida dentro del discurso del nuevo estilo
de vida del encierro, empaquetada con los símbolos de la seguridad.
La opción, estilo arquitectónico, formas y tamaños, con todo y pese a ello, mues-
tran la unidad del producto y su destino social de clase media mediante la repetición
del mismo modelo de casa o los idénticos cierres traseros de las unidades, contorneando
clónicos pequeños patios. Forman, a su vez, clónicas islas de viviendas en la periferia
extensa y difusa, con el sello inequívoco del interés social en los intensivos aprovecha-
mientos del suelo y en las seriadas disposiciones en hileras.
Los modos de nombrar e identificar el producto definen las múltiples variantes
del estilo de vida del encierro popular clasificadas en función de las distintas categorías
socioeconómicas y culturales, pero sobre todo, las diferentes opciones resultan de la
holgura económica que el crédito posibilita a los destinatarios potenciales.
Los fraccionamientos cerrados constituyen hoy un elemento notoriamente recu-
rrente en las periferias y junto con los centros comerciales son dos ingredientes
definitorios de los hinterland extensivos en los modelos de ciudad compacta en des-
composición por las tendencias suburbanas. Ambos contribuyen a la configuración de
un ambiente no consolidado o en vías de consolidación en los cuales actúa un orden
provisional determinado por una serie de intervenciones todavía esporádicas que aún
no configuran una organización sistemática.
El producto de cerrada popular es un esperpéntico resultado de la mezcla del
ideario del Nuevo Urbanismo con la arquitectura moderna, es una formulación que
recoge ambas influencias. La reproducción clónica de modelos seriados del
166
167
Conclusiones
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171
1. El estudio del paisaje en la geografía ha transitado por posiciones diversas, dentro de la propia disciplina
podemos encontrar nociones como el paisaje urbano, paisaje rural, paisaje industrial, paisaje cultural, hasta
paisaje moral, entre otras. Otra gran división dentro de las subdisciplinas está marcada por las perspectivas
objetivistas y subjetivistas. Dentro de la geografía cultural los primeros esfuerzos se dieron en las escuelas
alemana (con Otto Schlüter, Hahn); francesa (con Paul Vidal de La Blache, Jean Bruhnes); la estadounidense
(con Carl O. Sauer y la escuela de Berkeley). Para mayor información de estas primeras escuelas puede consultarse
Claval (1999).
2. Por supuesto que esto es lógico para los propósitos de la arqueología: a partir del descubrimiento interesa
entenderlo en «su tiempo», en el tiempo en que jugó un rol y no en el tiempo en que fue descubierto o rescatado.
De manera que el tiempo «actual» del descubrimiento no será tan útil como el tiempo «pasado». Sin embargo,
para la geografía interesa el tiempo pasado, ya sea el tiempo en que apareció el elemento del paisaje analizado,
y aun el tiempo anterior a la aparición del paisaje en cuestión, pero, además, también interesa el tiempo actual
del paisaje, a diferencia de la arqueología.
172
Paisaje y poder
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Las representaciones
En el problema empírico que abordamos en este trabajo están presentes una serie
de factores que nos hicieron voltear a la teoría de las representaciones sociales. Está
presente una controversia, la imposición de un estilo de infraestructura por parte del
poder hegemónico gubernamental, las protestas activas de organizaciones de colonos
de clase socioeconómica alta y otras organizaciones civiles y la activa participación de
3. Ejemplos de producción de paisajes de poder hay muchos tales como la segregación residencial en cam-
pos mineros según el estatus de los trabajadores en las empresas, y según la nacionalidad; la destrucción de
pirámides y templos de culturas precolombinas y su sustitución por construcciones de la Corona española y
religiosas. También hay ejemplos de reapropiación de edificios que pertenecieron a poderes precedentes, por
ejemplo cuando Indonesia se independizó no demolió el centro de poder de los colonizadores holandeses (King´s
Square) más bien se apropió de ese espacio, lo cual es consistente con la concepción indígena de las relaciones
de poder en las cuales el poder de los enemigos derrotados es absorbido por el vencedor para aumentar su
propio poder. Medan Merdeka es el más poderoso símbolo de la independencia precisamente porque invoca el
largo tiempo del poder holandés. En Monterrey existen diversos reflejos del poder económico en el paisaje. El
Faro del Comercio localizado en la «Macroplaza» es una de esas construcciones controvertidas. Inicialmente se
planeó para que a partir de allí emitiera un rayo láser. Sin embargo, esto fue cuestionado por inútil. Hoy el rayo
ha dejado de emitirse. En el tiempo de la controversia se le conoció también por sus detractores como el «falo
del comercio», o bien se le comparaba con una pared de frontón. Otro ejemplo de paisajes formados por el
capital en Monterrey es la proliferación de plazas comerciales (Malls).
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4. De acuerdo con este autor, para la emergencia de representaciones sociales, se requiere: a) dispersión de
información; (no suficiente, con diferentes niveles de calidad); b) focalización (aparecen fenómenos a los que se
debe atender); c) presión a inferencias (por medio de opiniones y discursos, de sacar conclusiones, fijar posicio-
nes). Para Moscovici las representaciones sociales tienen tres dimensiones: a) la información, referida a la
organización o suma de conocimientos que posee un grupo sobre un fenómeno en particular. La información
puede ser evaluada, de acuerdo a su cantidad y calidad, como estereotipada, trivial u original; b) el campo de
representación, referido a la organización del contenido de la representación en forma jerarquizada con varia-
ciones inter e intragrupal; y c) la actitud, referida a la orientación favorable o desfavorable en relación con el
objeto de representación social.
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Apunte metodológico
IDEOLOGÍA
HEGEMÓNICA PUENTE
COMO SU EXPRESIÓN REPRESENTACIONES
EN EL PAISAJE DE GRUPOS SUBALTERNOS
A PARTIR DEL PUENTE
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En este apartado traemos sólo algunas observaciones que intentan dar cuenta de
la idea de grandiosidad de Monterrey que detentan los grupos dominantes (a veces
empresarios, a veces gobernantes y a veces la combinación de ambos en un mismo
sujeto). Este apartado dará elementos para encontrar el «anclaje» del puente en un
marco preexistente de pensamiento. Para esto nos apoyamos en revisión bibliográfica
fundamentalmente.
En la construcción de las identidades es común la sobrevaloración que hacen los
grupos (etnocentrismo) y los individuos (egocentrismo) de sus cualidades. De esta
manera, los grupos y los individuos organizan su relación con el mundo y con los
demás sujetos. La búsqueda de la diferenciación, de la comparación, de la distinción
implica lógicamente la búsqueda de una valorización de sí mismo con respecto a los
demás. Los individuos y las colectividades tienden, en primera instancia, a valorar
positivamente su identidad, lo que tiene por consecuencia la estimulación de la
autoestima, la creatividad, el orgullo de pertenencia, la solidaridad grupal, la voluntad
de autonomía y la capacidad de resistencia contra la penetración excesiva de elemen-
tos exteriores (Giménez, 1997: 21). Sin embargo, el estudio de las identidades enfatiza
también la dispersión de éstas. Con esto queremos señalar que: a) en la identidad
regiomontana uno de los valores destacados es la grandiosidad; y b) en la dispersión de
la identidad, esta idea de grandiosidad es propia de grupos dominantes que pueden ser
grupos políticos en el gobierno, o grupos empresariales (que por cierto en ocasiones se
trata de un mismo grupo con las dos características).
El estado de Nuevo León y más particularmente Monterrey y su área metropolita-
na han sido identificados (desde los grupos hegemónicos) como la vanguardia y el
símbolo del progreso y del trabajo de México. En lo que sigue citamos algunos autores
que dejan ver este aspecto de la ideología.
Ésta es una ciudad excepcional (a pesar de lo que afirman sus críticos) que no pasa
inadvertida. Su gente y sus empresas constituyen una especie de símbolo y de testimonio
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En ningún Estado como en el nuestro las diferencias sociales son menos sensi-
bles. Desde tiempo inmemorial, aquí la clase media es la dominante, y a ésta corres-
ponde una buena parte de la obrera y campesina, que sólo es proletaria de nombre, por
titularse asalariada. La indígena pura puede decirse que no existe, apenas comienza a
conocerse la rica en el sentido estricto de la palabra, pues los pocos que han podido
amasar una fortuna lo deben a sus personales esfuerzos, después de haberse educado
en la escuela de las necesidades. No faltan, como sucede en todas partes, quienes se
hayan enriquecido con explotaciones inicuas, pero constituyen muy contadas excep-
ciones. Y la clase miserable, que habita en los suburbios y mantiene aún hábitos de
gente primitiva, podemos decir con orgullo que no vio la luz primera en suelo de Nuevo
León, pues es producto de constantes inmigraciones de otros lugares del país [texto
citado por De León, 1968: 18-19].
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Otra construcción que ya es parte del paisaje regiomontano es el Faro del Comer-
cio. En el mismo libro de secundaria, no sólo se destacan las cualidades de esta cons-
trucción sino que los autores van más allá al ponerse en el pensamiento de los «visitan-
tes» y asegurar lo que el monumento significa para éstos. Independientemente de si
aciertan o no, lo que podemos destacar es que, para los autores, es importante dar
cuenta de lo que consideran es el carácter distintivo de la ciudad: la industria y la
tecnología:
5. «Primero se instaló PROURBE (el organismo encargado de las obras); después se compraron los terre-
nos; más tarde se inició la demolición de edificios y todavía después el Congreso del Estado aprobó la creación
de PROURBE... Más adelante se instaló la primera piedra para construir el Teatro de la Ciudad, el Gobierno del
Estado aplica el Impuesto de Aumento de Valor y Mejora Específica de la Propiedad y hoy (exactamente seis
meses después de iniciada la demolición), por fin, se pide el visto bueno de los legisladores para realizar la obra
y aprobar el impuesto» (Nuncio, 1982: 113).
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Desde que el proyecto del puente se hizo público a finales de 2001, inició una
discusión donde participaron «en una esquina» el gobierno estatal y los municipales
de Monterrey y San Pedro, y en la «otra esquina» organizaciones como Colegios de
Ingenieros, Asociaciones de Colonos, medios de comunicación (prensa escrita y tele-
visión), así como participaciones individuales. Se esgrimieron todo tipo de argumen-
tos desde técnicos, presupuestales, de licitación,7 políticos, estéticos, hasta de sospe-
chas de plagio del diseño al arquitecto español Santiago Calatrava (diseñador de un
puente similar en Sevilla llamado Puente del Alamillo). Por ahora lo que queremos
destacar, entre los argumentos del gobierno que construyó el puente es aquello que
está referido con los aspectos estéticos y cómo éstos se relacionan con la idea de
ciudad que se tiene desde la instancia gubernamental.8
Los cuestionamientos llevaron al presidente municipal de San Pedro Garza García
y al Secretario de Obras Públicas del Gobierno del Estado a declarar que no era nece-
sario someter el proyecto a la opinión de la ciudadanía, «ya que los ciudadanos deben
confiar en las decisiones de sus gobernantes» (Robles et alii, 2001: 20 de diciembre). La
administración gubernamental que impulsó el proyecto del puente trascendió lo fun-
6. El Puente Atirantado es parte de un sistema de infraestructura más amplio denominado Puente Viaducto
de la Unidad que une las avenidas Rogelio Cantú Gómez, en Monterrey, con la avenida Humberto Lobo, en San
Pedro Garza García. El conjunto tiene una longitud de 1,2 kilómetros, de los que 300 metros corresponden al
Puente Atirantado.
7. Con relación a la licitación los constructores e ingenieros cuestionaban el apresuramiento con que ésta se
llevó a cabo. Argumentaron que una obra de esa magnitud no podía tener un plazo de licitación de 19 días. Esos
19 días eran insuficientes para preparar propuestas y aún más para comprar las bases. El proyecto fue anuncia-
do el 17 de diciembre de 2001 y el día 21 fue lanzada la primera licitación. Además se atravesaba un período
vacacional. Es más, para demostrar que efectivamente se trataba de un apresuramiento desmedido, se dieron a
conocer los tiempos de otras licitaciones vigentes, de menor envergadura: Compra de niples, conexiones y tube-
ría para agua y drenaje: 26 días entre la fecha de publicación de la convocatoria y la fecha de apertura de
propuestas técnicas; ampliación de carretera en El Carmen, Nuevo León: diferencia de días, 21; construcción de
taludes y revestimiento en el Arroyo Topo Chico: diferencia de días, 39; [...] (Ramos, 2001: 28 de diciembre). No
cabe duda que el gobierno del estado quería asegurar, a toda costa, que la inauguración del puente estuviera aún
dentro de su gestión. Las prisas repercutieron además en la mala calidad de terminación de algunas partes: una
vez inaugurado y ya instalada la siguiente administración gubernamental (ahora del PRI), fue necesario hacer
reparaciones en diferentes partes del puente.
8. En diciembre de 2001 comentaba el Secretario de Obras Públicas del Gobierno del Estado: «El puente
atirantado que cruzará el río Santa Catarina, además de ser una obra que respetará por completo el lecho del río
al no interponer barrera alguna sobre su cauce, se erigirá como un nuevo elemento de la iconografía del Monterrey
metropolitano de hoy... De manera adicional, esta obra constituirá un símbolo que con su presencia atraerá
visitantes, convirtiéndose en un orgullo más para quienes habitamos la zona metropolitana de Monterrey y en
respuesta a la vanguardia e idiosincrasia de los nuevoleoneses... Es tiempo de pensar y corresponder a la dimen-
sión de la ciudad y su gente» (Bulnes, 2001: 23 de diciembre).
180
181
Hay muchas necesidades, por ejemplo, reforzar la seguridad pública, la lucha con-
tra el narcotráfico, el transporte público, el drenaje pluvial pues cada vez que llueve en
Monterrey hay daños cuantiosos, ahogados... [Dirigente de la Asociación Alianza por San
Pedro, radicado en el municipio de San Pedro Garza García].
Ésta es una de las categorías que presenta mayor coincidencia en todas las entre-
vistas. Denota la calificación que la gente otorga al gobierno que impulsó la construc-
ción del puente, así como el reconocimiento de la debilidad con que se ven a sí mismas
ante el poder dominante.
Porque haga de cuenta que aquí no toman en cuenta a la gente, ellos dicen: «voy a
hacer esto y lo voy a hacer aunque la gente diga que no, que no lo haga»... la gente dice:
«no, está mal, no lo hagas», y de todos modos lo hacen... Porque ellos son gente de dinero
y no saben ver a la gente pobre que tiene diferentes necesidades [Juez Auxiliar, residente
en el municipio de San Pedro Garza García].
182
Lo hicieron (el puente) con la idea de que fuera un magno proyecto, distintivo de
la ciudad, del paisaje urbano. Pero cuando ves todas las necesidades urbanas como
drenaje pluvial y cosas así te das cuenta de que lo que menos les importa era la
funcionalidad, ni las necesidades reales de la ciudad sino más bien la ostentación, el
símbolo que va a caracterizar ese período de ese gobernador. Del anterior gobernador
otro juguete fue la serie Cart. Ahora el juguete de Natividad (actual gobernador) será el
Forum... 9 Enfermos de poder, todos quieren dejar algo que les recuerde
[Profesora Universitaria].
Con esta categoría la gente se explica la complicidad de las otras fuerzas políticas
con el poder ejecutivo. Denota la frustración por la actitud de fuerzas que se suponen
oponentes (como los partidos políticos diferentes del PAN, miembros del poder legisla-
tivo diferentes del PAN), así como de la actitud de gobiernos locales (municipales) que
se suponen más cercanos a la población inconforme.
Desconocemos mucho el tejido, el tejido que existe entre los partidos porque
da la impresión de que están peleados el PAN el PRI y luego salen abrazados y
que están peleados con el PRD y luego salen y están también abrazados con el PT, y
los únicos que estamos como fichas de ajedrez somos los ciudadanos
[Dirigente de la Junta de Residentes de la Colonia del Valle, A.C.].
9. El Forum fue llevado a cabo, en su primera edición, en Barcelona, en 2004. Tuvo críticas en aquella
ciudad por la escasa concurrencia. El gobierno actual «peleó» por conseguir la sede ante una débil competidora:
Sudáfrica. La mejor propuesta de aquel país fue compartir el Forum con Monterrey, propuesta que fue rechaza-
da de inmediato. Ningún otro país se mostró interesado en la recta final por disputar el Forum. Este evento será
el escenario de lucimiento del gobierno de turno. Como instrumento de poder hegemónico, las exposiciones
tienen propósitos económicos y políticos a través de desarrollar intercambios comerciales, de promover lo
local, de realzar las ambiciones políticas, de consolidar la influencia política así como de ofrecer educación y
entretenimiento (Winchester, Kong, Dunn, 2003: 91). El gobierno actual por un lado desacredita al partido rival
con la permanente crítica al puente atirantado, mientras que por otro lado, se apoyará en una exposición que le
permitirá tener el gran sello distintivo de su gestión. Ahora, el mismo partido que en el poder construyó el
puente en cuestión, critica al gobierno actual por «el derroche de recursos» que se hará en la celebración del
Forum. Los detractores del Forum opinan que existen carencias más importante por resolver que realizar even-
tos de lucimiento internacional.
183
[La gente los castigó] no sólo por el puente, pero sí por todas las decisiones unilate-
rales. Hubo mucho abstencionismo, pues también es una manera de castigar... ya se
dieron cuenta que la gente tiene un voto de castigo y yo creo que esa manera de gobernar
que tuvo Canales pues se reflejó en que el PRI volviera a ganar, o sea, si no hubiera sido
tan impositivo, si hubiera escuchado un poco más, quizás hubiera otra versión del go-
bierno panista, bueno, si hubieran escogido otro candidato y no Mauricio tal vez
[Profesora Universitaria].
A casi tres años de que fue anunciado el proyecto que incluía el puente, y a más de
un año de su inauguración (28 de septiembre de 2003) el asunto sigue en debate. La
administración estatal actual se ha encargado de mantener el cuestionamiento de la
obra y con ello de la imagen del PAN y la administración anterior. Los motivos de los
cuestionamientos han variado: desde la mala calidad en la terminación, las auditorías,
y más recientemente por las permutas de terrenos que fueron afectados (se aduce que
hubo favoritismo a propietarios de filiación panista). No sorprendería que esta estrate-
gia se prolongue o reavive en las siguientes elecciones gubernamentales.
184
«Será un icono»
Es evidente que la gente no está peleada con la estética, reconocen que la obra es
«bonita», «bella», «majestuosa», en esto se apoyan para suponer que en el futuro será
una obra representativa de Monterrey.
Reflexiones finales
185
Bibliografía
Hemerografía
186
1. Fides pertenece a la Compañía de Jesús. Con sus 19 emisoras en las principales ciudades bolivianas
constituye uno de los más influyentes consorcios radiales del país.
187
1. El escenario y el enfoque
188
4. Nuestro análisis se basó en la observación, grabación, registro y transcripción literal de cinco emisiones
completas realizadas entre 1998 y 1999, las mismas que fueron seleccionadas aleatoriamente de una muestra
mayor (de 10 emisiones).
189
190
Los vecinos que participan en La Calle inician usualmente sus intervenciones con
una breve presentación de sí mismos. Aquí no interesa estudiar las autopresentaciones en
sí mismas sino los recursos empleados en ellas y en la formulación de demandas (indivi-
duales o comunitarias), las cuales implican una autodefinición y un posicionamiento
frente a algún grupo, hecho o necesidad. Analizaremos las modalidades diferenciadas
que adoptan las acciones discursivas en dichas autopresentaciones y su vínculo con el
espacio vital de las actividades cotidianas. Encontramos seis acciones discursivas bási-
cas (ver Tabla 1), de las cuales examinaremos la autoconstrucción y sus tres subtipos: la
autoconstrucción individual, la colectiva y la dual (individual-colectiva). En el caso de la
primera autoconstrucción se realizará un análisis diferenciado por sexo para mostrar
cómo varían los recursos usados por los hablantes según sus adscripciones genéricas.
191
5. Es un tipo de acción discursiva en la cual el hablante se coloca como figura central de lo expresado y
asume un papel protagónico. La noción de acción discursiva deriva de la teoría de los actos de habla, cuya base
fue establecida por John Austin al señalar que «el acto de expresar la oración es realizar una acción, o parte de
ella» (1971: 45-46).
192
Como se puede ver, en los enunciados de los dirigentes vecinales destaca el lugar
predominante dado a la identidad de rol. No obstante, la referencia espacial sigue
jugando un papel significativo. Si bien sobresale el cargo que ocupan, opera sola-
mente si se explicita un ámbito de referencia espacial. Se es dirigente de una zona,
una junta vecinal9 o un sector específico de la ciudad. Se requiere de estos dos ele-
mentos —la identificación de rol y la referencia espacial— para sustentar ciertos
actos de habla —críticas directas y duras en contra de autoridades y funcionarios
municipales— que para un vecino común serían muy comprometidos.
6. El centro deíctico constituye el centro de orientación de las locuciones lingüísticas desde el punto de vista
del hablante (Koike, 1989: 191, en Haverkate, 1994: 130).
7. El posicionamiento del hablante como mensajero autorizado y actor decisivo es fundamental para la
realización «feliz» de ciertos actos de habla (órdenes, pedidos, advertencias, promesas). Es el caso de ciertas
aseveraciones audaces que sólo pueden ser «felices» sobre la base de la autoridad del hablante (Cf. Chilton y
Schäffner: 2000: 314).
8. Las Organizaciones Territoriales de Base (OTBs) son los principales sujetos sociales de la gestión muni-
cipal. La Ley de Participación Popular (1994) considera la adscripción territorial como el criterio más universal
y eficaz para la participación social en la gestión. Según esta reforma, el derecho de definir el destino de los
recursos públicos se sustenta en el hecho de habitar un determinado territorio.
9. Las juntas vecinales representan los intereses de los pobladores de las áreas urbanas del país. Son reco-
nocidas como OTBs.
193
Las mujeres de sectores populares recurren en menor proporción que los varones
a la autoconstrucción individual y explícita.10 Siguen el patrón generalizado que apela
referentes espaciales de identificación con base en la zona de residencia y en
sustantivaciones:
Buenas tardes, señor Torrico. Habla una vecina de Villa Copacabana, quisiera hacer
una denuncia [vecina, 18/11/98].
Mire, soy una vecina de la zona de Ovejuyo [vecina, 16/11/98].
Tal como podremos corroborar en la siguiente parte —al tratar las demandas
propiamente dichas—, las referencias espaciales no son meramente formales sino que
expresan una experiencia de pertenecer, que «significa mucho más que solamente ha-
ber nacido en un lugar. Significa formar parte de lo que constituye la comunidad, ser
recipiente de la distintividad y conscientemente preservar la cultura, ser un deposita-
rio de valores y tradiciones, y un actor de sus habilidades, un experto en el lenguaje e
idiosincrasia de tal manera que cuando se le nombre se le reconoce como miembro de
una comunidad como un todo» (Cohen, 1982: 9, en Safa, 2001: 156).
10. El uso del «yo» sólo adquiere preeminencia en denuncias directas relativas a preocupaciones familiares
de las participantes. Este posicionamiento afirmativo puede explicarse por el sentimiento de enojo, indignación
o impotencia ante las adversidades cotidianas. Es el «yo» de la indignación o de la necesidad.
194
11. Se presenta cuando el hablante usa la primera persona en plural, en pronombres, flexiones verbales o
adjetivos posesivos. El «nosotros» exclusivo corresponde a «yo» + x (menos «tú» o «vosotros/as»).
12. En la investigación completa aparecen otros tipos de nosotros que no desarrollaremos aquí: el «noso-
tros» exclusivo restringido dirigencial —los dirigentes— y una construcción híbrida, el «nosotros»/«ellos».
195
Este referente de identificación colectiva usado de manera frecuente por los veci-
nos constituye el menor grado de colectivización del enunciador y también está estre-
chamente asociado al ámbito espacial a partir del cual se construye. Alude sólo al
hablante individual y al círculo más circunscrito y homogéneo del «nosotros», y lo
denominamos «nosotros» exclusivo comunitario restringido. No se dilata hacia el lado
del destinatario, sino que refuerza la exclusividad respecto del hablante (Chiricó, 1987:
73-74). En los discursos de los vecinos este colectivo de identificación comprende ge-
neralmente a los vecinos activos de la zona.
La desfocalización producida por el uso de la primera persona del plural exclusivo
(«nosotros» en vez de «yo») provoca una extensión de la zona deíctica del hablante
hasta desdibujar los límites de la misma. Así permite un distanciamiento respecto al
enunciado. Sugiere que lo que se asevera no corresponde a un punto de vista personal,
sino a una verdad generalmente aceptada o reconocida por un colectivo más amplio.
La generalización, desde luego, tiene como fin aumentar la fuerza persuasiva de la
aserción (Haverkate, 1994: 132). El uso de un «nosotros» exclusivo comunitario restrin-
gido: la vecindad es un medio eficaz para sustentar denuncias, reclamos y demandas
desde la zona o comunidad hacia las autoridades municipales. Veamos estos ejemplos:
Nosotros queremos gente que trabaje como don Macario [...] si no hay las carpetas,
señor Torrico, parte de Villa Copacabana nos vamos a declarar y vamos a ir a la Subalcaldía
a pedir que se vaya nomás el señor Vega [vecina, 18/11/98].
Agradecerle mucho por esta visita a nuestra humilde zona ¿no? Es un rinconcito
pero es muy cálido, el lugar es bonito [...] a nuestro señor Alcalde que nos complemente,
por ejemplo, no hay control, foco, luminaria [...] ahora mismo esta semana ya no tene-
mos luz [vecino, 30/08/99].
El uso del «nosotros» produce una pluralidad ficticia que puede ir acompañada
algunas veces del nombre de la zona aludida. En otras ocasiones puede presentarse
con una referencia sustantivada: nuestra zona, nuestro sector, nuestra urbanización,
nuestro «rinconcito».13 La situación compartida de múltiples necesidades, de olvido y
sufrimiento sustenta y refuerza el sentimiento de solidaridad grupal del «nosotros»
exclusivo restringido: nuestra zona.
Aquí la identificación con la vecindad se sustenta en compartir ciertos códigos
contextuales y prácticas sociales que intervienen para dibujar las fronteras y señalan a
13. Aquí el sentido de pertenencia está reforzado por el pronombre posesivo en primera persona del plural,
que acompaña al lugar de residencia. Los sustantivos se asocian a adjetivos que en general tienen orientaciones
poco favorables para expresar la autopercepción y la autodenominación de los vecinos: zonas «olvidadas», «ne-
cesitadas», «alejadas», «humildes», «sufridas».
196
Su brillante programa realmente nos ha hecho un gran favor en las laderas [...] nos
han ayudado para las zonas laderas, especialmente y aquí para las seis zonas marginales
que tantos años hemos anhelado, hemos luchado, hemos reclamado, pese a pesar que
nunca hemos sido escuchados [vecino, 30/08/1999].
Este lugar ya está abierto, tan temible que era el cerro montaña [...] Esto es hoy día
para nosotros también un gran día para todos [...] vecinos de estas laderas, como porjemplo
[sic] para Cusicancha, para Rincón Portada, para Alto Villa Victoria, para Barrio Villani,
Mirador Munaypata, asimismo Munaypata encima Autopista, mire, imagínense son seis
zonas y Alto Portada [vecino, 30/08/1999].
Soy una vecina también de aquí de Villa Copacabana [...] apoyo la moción del diri-
gente que acaba de hablar y como vecina que hemos visto que aquí se han hecho las
obras, creemos [necesario que se] vayan haciendo por toda la circunscripción [...] Ojalá
puedan hacer por Villa San Antonio lo que están haciendo por Villa Copacabana [vecina,
16/11/98].
Nosotros estamos gozosos para cooperar en nuestra sede social, de nuestra zona
Kupilupaca Central [...] Entonces todas las zonas aledañas de la Avenida Periférica nosotros
invitamos en este momento la presencia [de] nuestros vecinos aledaños [dirigente, 19/11/98].
197
El análisis realizado permite dar cuenta de la importancia del espacio en los pro-
cesos de identificación. La autoconstrucción individual no es la más común
autorreferencia y en general es usada en las presentaciones y posicionamientos para
aludir al interés comunitario. Los recursos y estrategias usados se sustentan en la ape-
lación a referentes de identificación espacial y varían más en función del estatus de
198
199
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200
201
1. Este artículo presenta los resultados de una investigación cualitativa que se llevó a cabo en el año 2003
con 100 familias del poblado de San Lorenzo Chimalpa, ubicado en el Municipio de Chalco, estado de México.
Contó con la participación de los alumnos del proyecto de investigación y servicio social: «Redes virtuales y
comunidades mediáticas. Nuevos núcleos de sociabilidad y pertenencia» de la UAM-Xochimilco.
203
204
Pues si se la podríamos prestar a los estudiantes que no tuvieran en donde hacer sus
trabajos y pues si uno tiene el aparato no debe uno de ser egoísta, porque siempre nece-
sitamos favores y pues entre nosotros tenemos que ayudarnos [Mujer, 56 años, primaria,
comerciante].
Aníbal Ford plantea refiriéndose a países donde aún hay 200 o 300 televisores por
cada 1.000 habitantes, que «la desigualdad puede generar fenómenos interesantes como
la escucha colectiva» (1999: 161). Si lleváramos esta reflexión para el caso de San Lo-
renzo Chimalpa, podríamos pensar que desde el punto de vista imaginario están crea-
das las condiciones para propiciar una socialización y apropiación colectiva de Internet,
fincada en las necesidades de la comunidad de recreación de lo local y de conexión con
lo global:
La prestaríamos ya que entre todos debemos de echarnos una manita, así que si
alguien llegara a requerirla con gusto se le prestaría [...] ya sean familiares o vecinos.
[...] puesto que todos nos conocemos y nos debemos de echar la mano. Aun siendo
personas que no fueran de la familia siempre nos hemos echado la mano [Obrero, 30
años, secundaria].
[...] la pondría en el cuarto donde está mi sala, en una esquina con una mesita y pues
le haríamos su camisa, sino imagínese, deben ser bien delicados esos aparatos [Ama de
casa, 56 años, primaria]
[...] le pondría una mesita con su mantel y algo para que la tapen cuando ya no la
usen [Ama de casa, 52 años, primaria]
[...] la taparía con una tela muy delgada o alguna sábana para que no se fuera a
maltratar y no se llenara de polvo [Ama de casa, 41 años, primaria].
205
He visto en la tele que averiguan muchas cosas por la computadora, [...] saben su
dirección, [...] saben el dinero, todo averiguan ahí […], hasta los rateros de ahí sacan
muchas cosas, mucha investigación para las personas [Ama de casa, 40 años, primaria].
«una guerra de botones: […] también ha avanzado para mal, yo siento que inclusive
una guerra a futuro va a ser a base de botones, ya no se van a pelear, a base de botones se
va a escribir el mundo [Hombre, 70 años, secundaria, Comerciante].
En el caso de San Lorenzo Chimalpa, sólo el 12 % de los hogares posee una com-
putadora,2 sin embargo el 70 % de los entrevistados respondió que de tener, o reunir
dinero, en un futuro próximo, sí comprarían un aparato porque lo consideran necesa-
rio para facilitar la educación de sus hijos. A pesar del desempleo y la falta de oportu-
206
[…] ya no tienes que estar leyendo, ya no tienes que estar hojeando libros, que nada
más aprietas un botón y ya aparece, se puede decir que, un resumen de un libro ya lo
puedes encontrar en la computadora y no estar leyendo todo el libro [Hombre, auxiliar
de cocina, 24 años, primaria].
Y es desde ese lugar que los hijos desde muy pequeños presionan en sus hogares
para que sus padres incorporen dentro de sus prioridades de consumo la compra de
una computadora. La necesidad se plantea en términos de desventajas y de marginación,
y así se lo transmiten a sus padres: si no tengo la computadora no sólo no voy a gozar
de sus ventajas sino que voy a quedar fuera de lo que socialmente se ha vuelto significa-
tivo en términos de acceso al conocimiento, prestigio, placer, visibilidad, competitividad,
reducción de complejidad y oportunidades de desarrollo:
[…] ahora sí que en el tiempo que estamos deben de saber estudiar, manejar apara-
tos, lo que es computadora, la Internet, máquinas de escribir y todo eso, porque pues
ahora sí que tampoco quiero que mis hijos se queden como yo hasta la secundaria y
namás con eso... ya para encontrar un trabajo está muy difícil, ya te piden papeles, qué
carrera sabes, qué es lo que sabes hacer, y pues más que nada por eso sí me gustaría tener
eso o aprender... porque pues ahora sí que yo al menos, como me doy cuenta, como que
se les facilitan más las cosas [Obrero, 28 años, primaria].
Los jóvenes que tienen acceso a una computadora en la escuela o en los cafés
Internet van socializando en el imaginario de la familia, los amigos y los vecinos sus
usos y posibilidades y legitimando un discurso acerca de la necesidad de incorporar un
aparato a corto, mediano o largo plazo, particularmente vinculado a nuevas exigencias
escolares y a su capacidad de simplificar las labores escolares:
Yo creo que aunque uno no quiera, pues en algún momento la tenemos que com-
prar porque cada día se las exigen más en la escuela. Me doy cuenta con mis sobrinos que
estudian la secundaria y otros la prepa, siempre tienen que ir a Chalco para hacer sus
tareas en la computadora y dicen que les sale caro. Para facilitarle las cosas a Marlene yo
creo que sí la compraríamos y pues tendríamos que empezar a ahorrar desde ahorita
[Ama de casa, 30 años, secundaria].
Otro dato importante que refuerza la idea de que esta aspiración ya forma parte
del imaginario es que el 40 % de los entrevistados había generado alguna clase de
207
Pues a veces uno de mis sobrinos le ayuda porque él tiene computadora en su casa,
entonces Lupita (su hija) le llama por teléfono y él le trae los trabajos el fin de semana,
pero cuando los trabajos son de un día para otro pues tenemos que ir a Chalco a rentar
una, o con un amigo de Lupita que vive por aquí cerca y que le presta la computadora de
sus hermanos, pero cuando ellos también tienen tarea pues es más difícil [Ama de casa,
37 años, secundaria].
[…] podría considerarse a los cibercafés como puntos de difusión de una innova-
ción cultural profunda. Son lugares donde se permite el acceso, casi sin supervisión ni
censura, a contenidos culturales ajenos, exóticos, eróticos, prohibidos y muy contrastantes
con los códigos cotidianos de los usuarios jóvenes [Robinson, 2003: 2].
[...] los lugares públicos son la calle, un mercado, una feria, o sea, un lugar a donde
puede entrar todo el que quiera [Ama de casa, 30 años, secundaria].
208
Las cosas públicas podrían ser las actividades que yo realizo en la calle, como ir al
mandado o a la tienda, pues son lugares en común con otras personas [Ama de casa, 37
años, secundaria].
Llevar a mis hijos a la escuela, eso es público yo creo, salir a trabajar, la rutina de
uno, el mandado… [Ama de casa, 39 años, primaria].
Todos estos espacios son imaginados y representados como lugares donde no exis-
ten restricciones para el acceso, es decir, constituyen una forma de acceso a lo público,
y también una forma de inclusión en lo público. La tienda representa la dimensión de
lo público en el ámbito de lo local, lugar de encuentro con los vecinos y de rumores,
chismes y comentarios sobre los acontecimientos locales.
Veamos ahora tres cualidades que conforman la representación de lo público en el
imaginario popular que fueron transferidas a la computadora y a Internet:
[Internet] es público porque uno puede buscar lo que quiera sin que te diga nadie
que no busques, o que te diga qué es lo único que tienes que buscar, además pues, mucha
gente lo usa, privado sólo que fuera un libro que sólo tú puedes leer [Ama de casa, 52
años, primaria].
La segunda idea que asocia a estas nuevas tecnologías con lo público es la del
objeto compartido en un espacio y en un tiempo común:
Yo creo que es público porque todos los estudiantes ocupan los mismos aparatos
para hacer sus tareas [Despachadora, 56 años, primaria].
La idea de compartir, socializar y aprovechar con otros sus ventajas apareció con
mucha fuerza en varias de las entrevistas. Hay que recordar que en los sectores popu-
lares el consumo de los medios casi siempre es una actividad compartida con otros, y
209
[...] público porque luego pueden estar varias personas ahí viendo la computadora,
y la computadora es para todo público [Ama de casa, 39 años, primaria].
[...] yo digo que ha de ser público porque se puede hablar con cualquier persona, y
se pueden integrar otras personas [Campesino, 44 años, primaria].
En esta última cita aparece la idea de integración, que también alude a la preocu-
pación permanente que orienta todas las estrategias de comunicación desarrolladas
por los habitantes de San Lorenzo Chimalpa: comunicación significa visibilidad, para-
dójicamente sólo lo que fluye y es visible puede garantizar que lo primario, lo origina-
rio, lo local, lo comunitario no se diluya.
En cuarto término, la computadora e Internet también fueron definidos por la
mayoría de los entrevistados como objetos y espacios esencialmente públicos vincula-
dos con el acceso al saber y a la información. Respecto a su capacidad de acumular
saberes que todo el mundo puede consultar y valerse de ellos, su carácter público se
vincula a la educación, poseer una computadora colocaría a sus usuarios en ventajas
competitivas respecto a lo que ofrece la escuela, es decir, no sólo quedarían incluidos
socialmente al participar del saber, sino que lo harían con ventajas comparativas.
Y por último, apareció una definición de lo público que vinculó la dimensión de lo
público local representado en la tienda, con lo público global representado por la com-
putadora e Internet.
210
Ya se está dando, incluso en trabajos de fábricas automotrices que he visto que hay
brazos que hacen labores que el hombre antes hacía o hace y es colocar muchas cosas…
imagínate más adelante [Obrero, 20 años, preparatoria].
Además, perciben que esta amenaza también podría extenderse al lazo social. La
computadora, al resolver las tareas de varios hombres, elimina la línea de producción,
lo cual también afecta el engranaje colectivo donde unos dependen de los otros para
terminar la pieza, creando lazos solidarios que se extienden más allá de la fábrica.
Comentarios finales
El punto de vista que hemos asumido para plantear el problema del imaginario
popular sobre las nuevas tecnologías y su probable inserción en los ámbitos locales,
nos obliga a replantearnos el estatus de lo local, que ya no puede ser pensado sólo
vinculado al territorio y a la vida social y productiva de la comunidad, sino que es
necesario concebirlo en relación con los flujos mediáticos y migratorios, no en el senti-
do de que el territorio desaparezca ni pierda su importancia sino en el sentido de cómo
se reconstituye en el entretejido de las relaciones virtuales y cara a cara. En esta pers-
pectiva, lo local se entiende como...
[...] algo primariamente relacional y contextual, en vez de algo espacial o una mera
cuestión de escala. Lo entiendo como una cualidad fenomenológica compleja, constitui-
da por una serie de relaciones entre un sentido de la inmediatez social, las tecnologías de
la interacción social y la relatividad de los contextos [Appadurai, 2001: 187].
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Este imaginario, al igual que sucedió con otras tecnologías mediáticas en su mo-
mento, organiza y reorganiza los sentidos, las expectativas y las demandas de las perso-
nas acerca de los usos de la tecnología en la intersubjetividad colectiva, donde se com-
binan sentidos y representaciones de diversos universos simbólicos a nivel social e
individual. Lo cual no sólo impacta las prioridades del consumo, la relación con el
conocimiento, las formas de inclusión y exclusión social, las redes de sociabilidad y los
estilos de vida, sino, también, los discursos políticos, las políticas públicas y las estrate-
gias de visibilidad en la esfera pública.
Bibliografía
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en el Seminario Cultura e Internet, CRIM, Cuernavaca.
SILVERSTONE, Roger (2004), ¿Por qué estudiar los medios?, Amorrortu Editores, Buenos Aires.
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MIGUEL ÁNGEL AGUILAR DÍAZ, es candidato a doctor en Ciencias Antropológicas por la Uni-
versidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa, maestro en urbanismo por la Universidad
Nacional Autónoma de México y psicólogo social por la Universidad Autónoma Metropolitana.
Actualmente se desempeña como profesor-investigador titular en el Departamento de Sociología
(área de investigación Espacio y Sociedad) de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad
Iztapalapa, en las Licenciaturas en Psicología Social y Geografía Humana. Sus temas de investiga-
ción giran alrededor de la dimensión simbólica y narrativa en la cultura urbana. Ha realizado
publicaciones sobre estos temas. Correo electrónico: mad@xanum.uam.mx
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LILIANA LÓPEZ LEVI, es licenciada, maestra y doctora en Geografía por la Universidad Na-
cional Autónoma de México. Actualmente es Profesora investigadora titular de tiempo com-
pleto del Departamento de Política y Cultura de la División de Ciencias Sociales y Humani-
dades de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco en la Ciudad de
México. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores con el nivel I. Sus temas
actuales de investigación son geografía electoral; espacio y cultura urbana; imaginarios y
simulación. Correo electrónico: levi_lili@yahoo.com.mx
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ROSALÍA WINOCUR IPARRAGUIRRE, es maestra en Ciencias Sociales por FLACSO, sede Méxi-
co y doctora en Ciencias Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel
Iztapalapa. Actualmente es profesora e investigadora titular de tiempo completo en el De-
partamento de Educación y Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana,
plantel Xochimilco. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Sus temas ac-
tuales de investigación son: Usos sociales, imaginarios y prácticas de las nuevas tecnologías
en diferentes grupos sociales de la ciudad de México. Correo electrónico:
rosaliawinocur@yahoo.com.mx
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