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De La Torre Villar. La Importancia de Llamarse Ernesto PDF

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De la Torre Villar:

La importancia
de llamarse
Ernesto Vicente Quirart e

El pasado 24 de abril tuvo lugar, en el Instituto de Investiga-


ciones Históricas, un homenaje al doctor Ernesto de la Torre
Villar, Investigador Emérito y maestro de numerosas genera-
ciones, con motivo de su cumpleaños número ochenta y nueve.
Participaron Alicia Mayer, Álvaro Matute, Miguel León-Por-
tilla, Josefina Muriel, Andrea Sánchez Quintanar y Vicente
Q u i r a rte, quien se refirió a la persona, a la obra de don Ernesto
y particularmente al libro, presentado en esa ocasión, De la
vida y trabajos. Homenaje a Ernesto de la Torre Villar.

Cuando Ernesto de la Torre Villar sale de impartir su Edmundo O’Gorman, que no era pródigo en elo-
clase en nuestra Facultad de Filosofía y Letras, dar una gios, dijo en una ocasión que Ernesto de la Torre era un
conferencia o presidir un examen profesional, nunca se sabio. Lo es tanto de modo sustantivo como adjetivo,
dirige directamente al coche que lo conducirá a su casa pues no todos los hombres cultivados son sabios ni todos
en Olivar de los Padres, donde tantos trabajos ha fe- los sabios merecen ser llamados hombres. Si hubiera que
chado. Un impulso superior lo lleva a revisar las tenta- resumir en una fórmula el secreto de su obra rica y gene-
ciones que, diseminadas por el suelo, ofrecen los siem- rosa, éste se hallaría en su capacidad de ve rdadero maes-
pre heroicos y necesarios vendedores de libros usados. tro que utiliza las palabras para construir y modelar, para
Curioso y concentrado, repasa títulos, cubiertas y en- hacer del mundo un lugar más habitable.
cuadernaciones con asombro y apetito infantiles. Con Elogio y defensa del libro es el título que don Ernesto
la diferencia adicional de que, al contrario de los niños, dio al discurso de Juan Bautista Valenzuela Velázquez.
en caso de encontrar algún nuevo juguete, de inmedia- Elogio y defensa son la divisa de una existencia que en
to habrá de compartirlo. el servicio a los otros ha encontrado su satisfacción ma-

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yor. El verdadero elogio constituye una defensa, y una ha dejado su huella, sembrado discípulos y dado ejem-
defensa justificada basta para hacer brillar al sujeto de plo de su infatigable entusiasmo.
nuestro elogio. El volumen está enriquecido por un conjunto de
La escritura de Ernesto de la Torre es la de un hom- fotografías, proporcionadas por él y por sus alumnos, que
bre feliz, lo cual no significa que no se haya visto enfre n- integran una verdadera biografía en imágenes. Una lo re-
tado a las tinieblas y caídas que corresponden a un varón gistra en la cima de su amada Biblioteca Nacional en Sa n
de su linaje. Su vida y su obra son las de un hombre Agustín, el mismo lugar donde el barón de Humboldt
feliz porque se ha dedicado a fomentar el conocimiento determinó la altura de la Ciudad de México y Pietro
en los otros. Cada una de sus páginas es una búsqueda Gualdi re p resentó el prodigio de su arquitectura ampli-
de la luz y se dirige hacia el desciframiento de la criatura ficado por la inve rosímil transparencia del aire; en otras
humana. Fue un director ejemplar de la Biblioteca Na- aparece en compañía de colegas y funcionarios. Sin em-
cional porque hizo comprender a propios y ajenos que bargo, de todas preferimos aquellas donde se encuen-
la bibliografía es un arte mayor y porque dedicó gran tra con sus alumnos, ya en una actividad académica, ya
parte de su energía a que la riqueza contenida en nues- en ambientes más relajados. Estoy seguro de que todos
tra institución fuera accesible y tuviera un cuerpo de c o n s e rvamos alguna imagen no guardada por la cámara
investigadores y bibliotecarios que se dedicara profe- fotográfica y sí por nuestro recuerdo.
sionalmente a semejante tarea, como lo demuestran, Hasta donde la memoria me alcanza, el maestro De
tanto en los textos dedicados a don Ernesto como en sus la Torre fue siempre para mí don Ernesto, desde aquellas
propias investigaciones, sus antiguos alumnos y ahora ocasiones en que tuvimos el honor de tenerlo como in-
colegas Tarsicio García Díaz, Margarita Bosque, Silvia vitado en nuestra casa, pues nosotros éramos centríco -
González Marín, Ignacio González-Polo, María Rosa las por nacimiento —la expresión es de José Joaquín
Ávila y Francisco Ziga. Blanco— así como él lo era por legítima adopción, pues
En sucesivas ocasiones, don Ernesto se ha referido a gran parte de su vida diaria transcurría entre los muros
la manera en que sus discípulos lo han formado. El libro de San Agustín. Mi niñez inexperta e irresponsable no
titulado De la vida y tra b a j o s,es una forma de agradecer podía sospechar que ese caballero algún día habría de
sus lecciones. Reúne los trabajos presentados en el ho- recibirme en su casa de Olivar de los Padres para darme
menaje organizado por la Facultad de Filosofía y Letras, su sabia y sincera opinión sobre el futuro inmediato del
el Instituto de Investigaciones Históricas y el Instituto Instituto por él fundado y que me honra dirigir porque
de Investigaciones Bibliográficas, ámbitos todos donde lo tuvo a él como dignísimo director. Ese 1967 antes

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LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ERNESTO

citado, año en que la Biblioteca Nacional celebró su pri- señalaba Eduardo Nicol. Álvaro Matute evoca sus “ase-
mer siglo de existencia, pronunció un discurso memo- sorías de pasillo”, esas lecciones que sólo es capaz de pro-
rable. Primero, porque no acudía a la retórica aprendida porcionar el auténtico maestro, que en el breve trayecto
en quien desea congraciarse con el príncipe en turno. desde la puerta del salón de clases hasta su siguiente des-
Segundo, porque en bre ves páginas demostró que la his- tino inmediato, traza directrices, genera inquietudes,
toria de la Biblioteca Nacional es la historia del México provoca desafíos. Arturo Gómez se refiere a la atención
moderno, al menos del México que en el pensamiento personalizada que don Ernesto tiene con sus alumnos,
constructivo cimenta sus razones más poderosas para ser. y en alguna ocasión tuve oportunidad de comprobar esa
Hoy, en el bicentenario del natalicio de Benito Juárez , c o rtesía cuando el maestro me hizo entrega de un gru p o
fundador de la Biblioteca Nacional, y ante los ataques de hojas sujetas por uno de esos legendarios y heroicos
que la institución ha sufrido más por ignorancia que por broches marca Baco que, herrumbroso y digno, parecía
mala fe, adquieren nueva vigencia sus palabras: provenir del mismísimo Titanic. Antes de que me dijera
algo más, reconocí el grosor y la marca del papel National
La República Mexicana salvada hace cien años por el Ledger, así como la inconfundible mecanografía, pulcra
esfuerzo nacional que la hizo triunfar, espera de nosotros y pareja, de su alumno Martín Quirarte. A lo largo de
acción semejante. Si hace una centuria, al triunfar la los años, don Ernesto había conservado el trabajo y me lo
República, la nacionalidad pudo consolidarse, sentemos entregaba con la misma generosidad y cuidado con que
hoy las bases para que el pueblo mexicano goce los bene- hace unos días cedió a nuestro Instituto su archivo per-
ficios de la cultura que promueven su transformación sonal que registra los trabajos y los días de su gestión.
total y que a él llegan a través de nuestras bibliotecas. No me hubieras buscado si antes no me hubieras en-
contrado, dice la sabiduría del clásico. En los trabajos
Dos son las principales categorías de alumnos que publicados en el libro que nos ocupa, Germán Viveros
tiene don Ernesto: los que él ha formado en el aula y y Víctor Sandoval se refieren al fervor y por tanto a la
aquellos que se han convertido en su familia alterna a identificación que nuestro homenajeado encuentra con
través de viajes y conversaciones, operaciones del espí- Juan José de Eguiara y Eguren y fray Pedro de Gante.
ritu que sólo puede llevar a cabo quien encuentra la feli- Ambos hombres de acción y de pensamiento, son arq u e-
cidad no sólo en pensar sino en enseñar a pensar, como tipos que contribuyeron a forjar el alma del investiga-

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da a conocer las diversas voces que en diferentes épocas
han dado testimonio del tiempo mexicano. En su bre ve
e intensa autobiografía contenida en este libro, don
Ernesto dice que se siente satisfecho de vivir “nada envi-
dioso ni envidiado”. Lo que en otro sería un principio
de soberbia, hermana de la falsa modestia, en él es una
verdad absoluta. Creo que sinceramente, ninguno de
quienes lo queremos lo envidiamos porque su gran lec-
ción ha sido conducirnos, en sus páginas y en su vida,
al equilibrio. Por eso Gloria Villegas advierte en don
Ernesto “el armonioso engarce entre el rescate docu-
mental y la reflexión histórica”.
Lo admirable es que nuestro homenajeado no se
haya dormido en sus laureles y continúe investigando,
pensando y escribiendo con la versatilidad de su años
mozos. Su cuidadosa biobibliografía, preparada por
Amaya Garritz, da cuenta de las múltiples direcciones
de su trabajo. Para sólo mencionar algunos de sus últi-
mos trabajos que demuestran lo anterior, pienso en sus
nuevas reflexiones sobre Miguel Hidalgo, en su monu-
mental Arte de ilustrar en México, en el prólogo a las Ob ras
históricas de José Fernando Ramírez en la Nueva Bi b l i o-
teca Mexicana, que en sus más de cien páginas constitu-
dor íntegro y del humanista nato que don Ernesto se ye un verdadero libro sobre uno de nuestros más notables
afanó en ser desde sus primeros años y sus primeras in- historiadores. Finalmente, y porque toca directamente
vestigaciones. Discípulo de Fernand Bradudel, intuyó a nuestro Instituto, es digno de mencionarse el impeca-
desde muy joven que no valía la pena escribir una línea ble y preciso prólogo que hizo al Catálogo de la Colección
o ensayar una investigación que no atreviera la larga Lafragua de la Benemérita Universidad de Puebla, obra de
duración. Uno de los motivos por los cuales su alumno Luis Olivera López y Rocío Meza, actualmente en prensa.
Martín Quirarte lo quiso y lo respetó fue por la doble Ha querido la fortuna que nuestro investigador Em é-
bondad de su pluma. Con frecuencia, en sus escritos don rito recibiera por nombre Ernesto y que haya sabido
Ernesto utiliza el adjetivo macizo, y en pocos estilos llevarlo con la dignidad exigida por Oscar Wilde. Como
como el suyo se nota la admirable solidez conceptual, se sabe, en su obra de teatro ya clásica The Importance
la búsqueda de la claridad, la generación de caminos of Being Earnest, el irlandés juega con las palabras Ernest
que traza con su pensamiento convertido en palabra y, y earnest, que suenan igual en inglés pero que significan,
consecuentemente, en acción. Por regla general, nues- respectivamente, Ernesto y honesto. En ambos casos,
tra exuberancia criolla es desmesurada en sus alcances. nuestro maestro conoce y practica la importancia de
Intenta grandes edificios y al final se queda con una llamarse Ernesto y la de ser intachable en cada uno de
humilde aunque sólida y habitable choza. Lo opuesto los actos de su vida. Por todo lo anterior, no es arries-
ocurre con don Ernesto. Como señala Álvaro Matute, gado afirmar que todos quienes conocemos y amamos
Lecturas históricas mexicanas no es sólo una imprescin- a don Ernesto de la Torre Villar, podemos hacer nues-
dible herramienta de consulta sino una obra clásica de tra la frase de un joven clásico, que al homenajear a su
la historiografía mexicana donde, con inaudita paciencia maestro, mayor en edad, declara: “Yo, de joven, quisiera
y generosidad, que no excluyen el rigor, don Ernesto ser como es”.

La escritura de Ernesto de la Torre es


la de un hombre feliz, lo cual no significa que
no se haya visto enfrentado a las tinieblas y caídas
que corresponden a un varón de su linaje.
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