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Josefina Vice Ns

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Ana Sofía González Saravia Peña

Maestría en Letras Modernas Inglesas

Josefina Vicens: un enigma multifacético en el estudio de las generaciones literarias


mexicanas

Las generaciones literarias surgen a partir de una serie de interacciones y procesos

complejos en los que las condiciones históricas, políticas y sociales de una comunidad

determinada se entremezclan para conformar un grupo de creadores e intelectuales que

comparten ciertas trazas o preocupaciones subyacentes en su producción literaria,

crítica, filosófica o artística1. Para que estas agrupaciones puedan establecerse, es

necesaria la influencia de determinados factores y fuerzas políticas, sociales y

económicas que mueven el campo intelectual. De esa manera, las generaciones surgen

a partir del diálogo del individuo con la tradición, la necesitad de ruptura o

continuación con las convenciones, la reestructuración de los esquemas de control y

poder culturar o político del Estado, entre otros.

El estudio de los devenires generacionales se complejiza cuando tomamos en

cuenta a las y los escritores que logran crear y producir literatura de manera tangente

al sistema, los cuales, a pesar de que participan de él e interactúan con sus actantes, no

se ven limitados ni restringidos por éste, y logran entablar una relación con la escritura

y la producción literaria que brinda perspectivas diferentes. Este tipo de figuras

amplían nuestro panorama al estudiar la configuración de una escena intelectual o

1
“Una generación es una unidad totémica en la fórmula spengleriana. A través de ella puede
observarse el sentido de la raza; su actitud es símbolo de un interno impulso peculiar a una
unidad ética…quienes forman una generación, como los miembros de una familia, llevan un
aire común, indefinible en ocasiones, porque es como un arquetipo que en cada uno fuera
realizándose parcial, defectuosamente. (Gómez Marín citado en Curiel sigloveinte 169).
1
literaria en México. Uno de los ejemplos más icónicos de este tipo de perfiles es Juan

Rulfo, cuyo mito sobresale por su reticencia a inscribirse dentro de una agrupación

intelectual específica, o a vivir públicamente como “un escritor”. De la misma manera,

la escritora tabasqueña Josefina Vicens ha provocado fascinación por su obra literaria

escasa, trascendente y enigmática, así como por una trayectoria profesional que

distinguió por trascender los esquemas políticos y artísticos tradicionales de su época.

Josefina Vicens nació en Villahermosa el 23 de noviembre de 1911. Su padre

José Vicens, un exitoso comerciante español proveniente del puerto Soller, se

estableció en la capital tabasqueña tras llegar a México a finales del Siglo XIX2, y su

madre, Sensitiva Maldonado, trabajó como maestra de primaria en Tabasco antes de

casarse (solía presumir que uno de sus alumnos había sido Carlos Pellicer). La familia

Vicens Maldonado vivió una época próspera en la finca que construyeron en

Villahermosa durante la primera década del siglo XX; sin embargo, los estragos de la

Revolución Mexicana ocasionaron que su propiedad desapareciera, por lo que pasaron

los siguientes años viviendo en diversos estados, como Veracruz y Yucatán, hasta que

se reestablecieron de manera definitiva en la Ciudad de México cuando Josefina tenía

6 años.

Una de las características que definen la trayectoria profesional e intelectual de

gran parte de los escritores es la formación académica que experimentan en su

2
La semblanza biográfica de Josefina Vicens que presento a continuación es una síntesis de
la novela biográfica escrita por la Dra. Norma Lojero Vega, Josefina Vicens. Una vida a
contracorriente…Sumamente apasionada, en conjunto con la entrevista a la autora hecha por
Daniel González Dueñas y Alejandro Toledo y transcrita en el libro Josefina Vicens: la
inminencia de la primera palabra. Otra fuente importante es el recuento biográfico presente
en el primer capítulo del libro La masculinidad como producción discursiva y la feminidad
como silencio en El libro vacío y Los años falsos de Josefina Vicens de Isabel Lincoln
Strange Reséndiz.
2
juventud. El reclutamiento de perfiles emergentes en la escena cultural suele generarse

entre profesores, estudiantes, colaboradores y colegas, por lo que las universidades

juegan un papel central en la configuración de las generaciones literarias. No obstante,

las condiciones políticas y económicas de la sociedad mexicana durante la primera

mitad del siglo XX presentaron una serie de impedimentos por los cuales gran parte

de la población (en especial las mujeres, las comunidades indígenas y las clases

marginales) estaba limitada a desenvolverse intelectual y culturalmente en otro tipo de

espacios. Este es el caso de Josefina Vicens quien, al provenir de una familia

conservadora de comerciantes de clase media, vio en la educación simplemente una

manera de lograr independencia económica para poder salir de su casa.

Así, en vez de estudiar literatura, filosofía, teatro o alguna otra carrera

universitaria como gran parte de las escritoras mexicanas de su época, Josefina Vicens

completó, un año después de terminar la primaria, una carrera técnica de comercio

para poder trabajar como secretaria. Esto le permitió conseguir su primer empleo a los

catorce años de edad como mecanógrafa en la empresa Transportes México-Puebla. A

pesar de su falta de instrucción formal, Josefina Vicens siempre fue una lectora voraz

y una completa autodidacta. Además de su impresionante intelecto, su rápido ingenio

y gran carisma le consiguieron una serie de amistades y contactos, que le ayudaron a

ingresar al Departamento Agrario, recién inaugurado por el Presidente Lázaro

Cárdenas en 1934.

Fue ahí donde surgiría uno de sus apodos (y, más adelante, pseudónimo) más

reconocidos: la Peque, el cual obtuvo debido a su corta edad. Josefina Vicens entró a

trabajar al Departamento Agrario como mecanógrafa; sin embargo, la costumbre que

tenía de firmar su entrada con un nombre literario o histórico diferente cada día llamó
3
la atención del ingeniero Ángel Posada, jefe de esta dependencia, quien le ofreció el

puesto de secretaria personal. A partir de ese momento, la trayectoria profesional de

Josefina Vicens se encaminaría al trabajo burocrático dentro de diversas instancias

gubernamentales, tema que inspiraría su segunda y útlima novela, Los años falsos.

Cuatro años más tarde, en 1938, tuvo la oportunidad de trabajar en la Confederación

Nacional Campesina, donde fue electa secretaria general de Acción Femenil. Ahí,

gracias a sus viajes y visitas frecuentes por las comunidades rurales, comenzaría una

larga historia de apoyo a la lucha campesina y al sindicalismo.

Un par de años antes de ingresar a la Confederación, conoció al político, periodista

y traductor José Ferrel, con quien se casó a los 26 años de edad3. Ferrel era muy

cercano al círculo de los Contemporáneos, lo cual permitió a Josefina Vicens

relacionarse y adentrarse al ámbito intelectual y artístico. Gracias a su trayectoria

profesional dentro del ámbito de la política, su naturaleza festiva y, en sus propias

palabras, “vividora”, y su pasión por el arte y la literatura, durante las décadas de los

cuarenta y cincuenta, la Peque se desenvolvió en dos mundos diferentes pero cercanos,

el político y el cultural:

A mis compañeros de trabajo los veía mucho también fuera de las horas
de trabajo […] Eran muy íntimos amigos míos. Nos decían Los
mosqueteros. Éramos César Martino, León García, Ramón Bonfil y yo.

3
El matrimonio de Josefina Vicens y José Ferrel fue, esencialmente, un matrimonio por
conveniencia mutua: “La única posibilidad de salir de casa sin ocasionarles un gran disgusto
a sus padres, ni mal ejemplo a sus hermanas, era el matrimonio. De modo que decidió
emprender ese viaje al que algún beneficio tendría que encontrarle. Para sí la mayor y única
ventaja: salir “como Dios manda” de la casa familiar.” (Lojero 107). De acuerdo con varios
biógrafos y estudiosos de Vicens, (Aline Pettersson, por ejemplo, quien fue sobrina de José
Ferrel), tanto Josefina como José eran homosexuales, y su breve matrimonio de 14 meses les
permitió lidiar contra la presión social de la época. Incluso siguieron siendo muy queridos y
cercanos amigos después de su divorcio en 1938.
4
También tuve amigos muy intelectuales, amistades de Pepe que
conservé después de la separación. Nandino, Xavier—Xavier
Villaurrutia—, cuya muerte me dio una pena tremenda, Luis Cardoza y
Aragón, que fue mi padrino de bodas […] los frecuentaba en el Café París,
allí eran nuestras reuniones. Oír a Novo y a Villaurrutia discutir era un
deleite […] Aurora Reyes, la pintora, era muy amiga. También Concha
Michel.
(Vicens citada en Lincoln Strange 33)

A través de su amistad con Aurora Reyes, Concha Michel y Adelina Zendejas, Josefina

Vicens dedicó gran parte de su vida y su activismo político a la lucha de las mujeres

por el derecho al voto. Al mismo tiempo, muchos de sus intereses artísticos y culturales

se desarrollaban en entornos predominantemente masculinos, como la crítica política

y la tauromaquia; ámbitos en los que comenzaría a desarrollarse como escritora.

Después de su periodo como secretaria de Acción Femenil en la Confederación

Nacional Campesina, Josefina Vicens ingresó al Partido Nacional Revolucionario y

trabajó como secretaria en la Cámara de Diputados y Senadores. Poco después, trabajó

durante una breve temporada en el Hospital General de la Castañeda. Su experiencia

en estas dependencias la llevaría a publicar una serie de notas editoriales y cartas

abiertas sobre los aconteceres políticos bajo el pseudónimo “Diógenes García”. Más

adelante, también comenzó a escribir crónicas de toros en la revista Sol y sombra, en

la que firmaba sus reseñas como “Pepe Faroles”. Al igual que en su escritura política,

Josefina Vicens se distinguió como cronista de toros por su candidez, ingenio y

honestidad al expresar sus opiniones y denunciar la corrupción y la deshonestidad en

las esferas del poder. Debido a una serie de reseñas negativas que escribió sobre un

torero “que le traía mucha publicidad a la revista” (Vicens, citada. en Lincoln Strange,

38), Vicens comenzó a recibir mucha presión por parte de los editores de Sol y sombra

5
para censurar sus opiniones controversiales. Esto la llevó a publicar su propia revista

llamada Torerías, la cual financió gracias a un préstamo de su padre que le permitió

mantener en circulación durante los siguientes tres años.

En 1947, consiguió empleo en la Sección de Técnicos y Manuales del Sindicato

de la Producción Cinematográfica como secretaria del Oficial Mayor (puesto que ella

misma desempeñaría un par de años después). A partir de este momento, su trabajo se

centró en conjugar sus dos pasiones principales: el arte y la lucha social. Así, Josefina

Vicens dedicó gran parte de su larga trayectoria en el ámbito cinematográfico a abogar

por los derechos de los guionistas dentro de la industria, la cual acusaba de ser una

“estructura muy viciada” (González Dueñas y Toledo, 16). Desde su ingreso al

sindicato, Vicens comenzó a trabajar en la creación de guiones, el primero de los cuales

se llamó Aviso de ocasión y compartió con su amigo cercano, Gabriel Figueroa, quien,

después de leerlo, la motivó a seguir escribiendo. No obstante, y a pesar de todo el

apoyo que recibió por parte de diversos escritores y directores, no sería sino hasta 1954

que uno de sus guiones, La Dueña, se llevaría a la pantalla grande.

Algunos de los guiones más reconocidos de Josefina Vicens, como Las señoritas

Vivanco (1958), Los perros de Dios (1973) y Renuncia por motivos de salud (1977),

recibieron galardones prestigiosos como el Ariel o el premio Ónyx. Para Vicens, el

cine representaba una experiencia creativa agridulce, ya que la naturaleza colaborativa

del medio, junto con las exigencias comerciales de las productoras, limitaban mucho

el desarrollo y el alcance del trabajo del guionista. Durante las casi tres décadas que

trabajó en el cine, sólo los tres guiones mencionados anteriormente lograron brindarle

alguna satisfacción, y, cansada de pelear por muchos años contra los requerimientos

6
arbitrarios y banales de las productoras, terminó viendo el guionismo como una

manera de ganarse la vida; un trabajo en el que escribía historias por encargo.

Para Vicens, la relación con la escritura en el guionismo y la literatura siempre fue

radicalmente diferente. Después de ocho años de trabajo constante y de incontables

reescrituras, correcciones y enmendaduras, logró publicar su primera novela, El libro

vacío, en 1958. La novela ganó el premio Xavier Villaurrutia (Vicens fue la tercera

persona, después de Octavio Paz y Juan Rulfo, en ganar este premio a la mejor novela

mexicana del año, y fue la primera mujer). De inmediato, al publicarse el resultado del

jurado de dicho galardón, Vicens se convirtió en una célebre figura pública, y recibió

diversas felicitaciones y reconocimientos por parte de figuras importantes y de gran

presencia en las letras mexicanas, como Octavio Paz, Rafael Solana y Rosario

Castellanos. No obstante el éxito de su primera novela, Josefina Vicens continuó su

labor de mejorar la calidad y las condiciones laborales en la industria cinematográfica,

y permaneció en los ámbitos burocráticos y administrativos del campo literario y

artístico durante el resto de su vida.

Pasarían 28 años para que Josefina Vicens pudiera publicar su segunda novela,

Los años falsos, en 1982. Su última obra recibió el primerio Juchimán de Plata por

parte de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco en 1983. Para ese entonces, su

pasión lectora, su amor al cine y su labor como escritora habían recibido un golpe fatal:

durante la última década de su vida, Josefina Vicens sufrió de una ceguera que la

acompañó hasta su muerte el 22 de noviembre de 1988. A lo largo de sus últimos años,

Vicens colaboró en diversos proyectos que contribuyeron a la formación de nuevas

generaciones de escritores y artistas mexicanos. Fungió como vicepresidenta de la

Sociedad General de Escritores de México de 1987 a 1988, y un par de años antes,


7
fundó el Banco de Guiones Cinematográficos y fue profesora de la primera generación

de cineastas formados en el recién inaugurado Centro de Capacitación

Cinematográfica (CCC), además de que organizó y dirigió su propio taller de escritura

de guiones, por el que pasaron escritores y directores como Alberto Isaac, Julián

Pastor, José Estrada, Gabriel Retes, Ricardo Abraham y Enrique Taboada, entre otros

(Lojero 270).

Tras su muerte en 1988, Vicens dejó un legado literario, cinematográfico y crítico

que apenas se ha comenzado a estudiar a profundidad. Además de sus dos aclamadas

novelas, Vicens escribió un cuento breve titulado “Petrita”, una serie de poemas, una

impresionante cantidad de reseñas y artículos de opinión, una obra de teatro y más de

una veintena de guiones cinematográficos. A pesar de no formar parte de ningún grupo

literario en específico, siempre mantuvo relaciones cercanas y amistosas con diversos

escritores, artistas, directores, actores, músicos y políticos con los que convivió en

diferentes escenarios icónicos de la vida cultural en el México del siglo pasado, como

el café Paris, el cabaret Leda y las funciones del Cineclub de México.

Bajo la propuesta generacional de Krauze, (Curiel 231), podemos ubicar a

Josefina Vicens como parte de la generación del 29. Sin embargo, debido a su

trayectoria profesional y sus intereses personales, es difícil identificar en su obra

literaria muchos de los rasgos comunes que algunos teóricos e historiadores han

identificado como representativos de su generación. Esto no quiere decir, sin embargo,

que esa “unidad ética” o “aire común” no haya estado presente en los otros ámbitos

políticos y artísticos en los que se desarrolló. Si concebimos la generación del 29 como

una que “nació en la Revolución sin contemplarla” (Krauze citado en Curiel 231),

como una generación a cuya segunda promoción “le sale al paso la fe de los treintas,
8
el marxismo” (Curiel 231) y que se caracteriza por el choque dialéctico entre “la

rebeldía y la institucionalidad” (Curiel 231), podemos encontrar las trazas de este

optimismo marxista postrevolucionario, esta relación ambivalente con la autoridad y

el Estado, a lo largo de la carrera profesional de Josefina Vicens.

Como ya mencionamos anteriormente, “la Peque” entró a trabajar al gobierno

federal en el primer año del sexenio cardenista. Los valores del enfoque socialista que

Lázaro Cárdenas había planteado para reestructurar las políticas e instituciones del país

contagiaron a varios intelectuales, políticos y artistas de la época. Así, Josefina Vicens

comenzó a trabajar para el estado en un momento en el que las instituciones

gubernamentales representaban una herramienta para contrarrestar los abusos de poder

que el capital y las autoridades habían cometido durante tanto tiempo contra el pueblo.

Fue por eso que dedicó gran parte de su vida a la lucha agraria y sindical. Sin embargo,

con el paso del tiempo su optimismo se transformó en indignación 4 al ver cómo la

corrupción en todos los niveles gubernamentales y en la dirigencias sindicales

traicionaban lo intereses de aquellos que juraban representar y proteger, y, con ese

revolucionario espíritu dialéctico que caracterizó a tantos miembros de su generación,

buscó reconstruir y sanar las tan afectadas estructuras sociales del país participando de

las mismas.

4
En su prosa política encontramos la voz de la indignación y la denuncia. Por ejemplo, su “Carta a
dos suicidas ingenuos”, publicada bajo el pseudónimo “Diógenes García” tras el suicidio de Jorge
Meixueiro en la Cámara de Diputados y Senadores, denuncia con un tono irónico y mordaz el artificio
de la política mexicana, de la creación de partidos que simulan la oposición y que ocultan el nivel de
impunidad con el que el gobierno violenta los derechos de la población (Lojero 150).
9
Si bien podemos encontrar ecos muy claros de su crítica social en su obra literaria

(con mayor énfasis en Los años falsos5), ésta se ocupó, principalmente, de dos temas

fundamentales: la imposibilidad de la escritura y los problemas de la identidad. A

diferencia de muchos otros escritores, Josefina Vicens no concibió la creación literaria

como un oficio sino hasta mucho después de comenzar a publicar. Al igual que José

García, protagonista de El libro vacío, ella siempre caracterizó su relación con la

escritura como algo inevitable, como un paraje de soledad, un “infierno blanco”

(Vicens citada en Lincoln Strange 50) que refleja la constante dicotomía en la que la

autora vivió, y la cual ilustra claramente su relación cariñosamente distante con las

esferas intelectuales del país.

En 1977, Emmanuel Carballo encuestó a más de 190 escritores mexicanos y les

hizo tres preguntas: ¿por qué escribes? ¿para qué escribes? y ¿cómo escribes? En su

respuesta, Josefina Vicens retrata de manera íntima y puntual su reticencia al

identificarse como una Autora, como una escritora reconocida de oficio:

De manera que, con toda sinceridad, a la pregunta de ¿por qué escribo?


sólo puedo responder: no lo sé. Yo no quisiera sentir esa orden que no sé
de dónde viene; esa obligación que nadie me impone. Pero escribo. Muy
poco—llevo apenas la mitad de un segundo libro, Los años falsos, que no
sé si tendré vida para terminar—, pero escribo a veces y, sobre todo, pienso
constantemente en que hoy, mañana, pasado mañana, la semana entrante,
voy a escribir. Ese pensamiento me exalta, me entusiasma. Y cuando ni
hoy, ni mañana, ni la semana entrante escribo, me siento muy angustiada,
muy mal. Entonces me es necesario buscar la excusa y la encuentro:

5
Su larga trayectoria dentro de las instituciones gubernamentales le brindaron una perspectiva única
sobre las estructuras de poder que se construyen sobre prácticas culturales determinadas. Uno de los
temas más recurrentes en su segunda novela es la manera en la que los esquemas patriarcales sustentan
la violencia y la corrupción que distinguen a la clase política mexicana. Asimismo, el retrato que hace
Vicens de la cultura patriarcal mexicana también se distingue de la obra de otras escritoras como
Rosario Castellanos ya que Vicens encarna los valores patriarcales en la voz de narradores
masculinos. Las mujeres en su obra existen en el silencio, en el discurso del hombre. Para un análisis
más profundo sobre las dinámicas de género e identidad en su obra, véanse los estudios de Lincoln
Strange (2017) y Sáenz Valadez (2011).
10
también vivir es importante, aunque no escriba. Y a eso recurro con pasión:
a ganar mi sustento, a pensar, a escuchar, a contemplar, a amar, a compartir
y soslayar, con mil pretextos vitales, el no escribir, o el escribir sólo cuando
ya me estoy ahogando por no hacerlo. ¿Para qué escribo? Pues para eso:
para no ahogarme, y cuando escribo lo hago estrictamente para mí, para lo
más mío de mí.
(Citada en González Dueñas y Toledo 69)

En el funcionamiento del campo intelectual, es necesario que un escritor escriba para

producir. Producir conocimiento, producir publicaciones, producir premios o

reconocimientos que sustenten su oficio. Josefina Vicens es una escritora

extraordinaria que no puede clasificarse dentro de las agrupaciones tradicionales del

sistema literario porque, con excepción de sus guiones cinematográficos, nunca

escribió para producir; su relación con la creación literaria surgió de una necesidad

anímica, incluso ontológica. Josefina Vicens es una figura que se distingue por haberse

rebelado contra una serie de obstáculos sociales y políticos diseñados para perpetuar

roles y estructuras opresivos. A lo largo de su vida, trascendió las limitaciones

impuestas a su género, su orientación sexual, su trabajo como funcionaria política y su

pasión como escritora. Su excepcionalidad dentro de la historia literaria e intelectual

de México proviene de la libertad tan genuina con la que se desarrolló en todos los

ámbitos que la apasionaron; una libertad que le permitió convivir con y experimentar

el mundo de la política, el activismo, el cine y la literatura sin tener que renunciar a

aquello “más suyo de ella”.

11
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

Curiel Defossé, Fernando.


--------------sigloveinte@lit.mx. Amplio tratado de perspectiva generacional. Universidad
Nacional Autónoma de México. Ciudad de México, 2008.
--------------Elementos para un esquema generacional aplicable a cien años (aprox.) de
literatura patria. Universidad Nacional Autónoma de México. Ciudad de México, 2001.
González Dueñas, Daniel y Toledo, Alejandro. Josefina Vicens: la inminencia de la
palabra. Ediciones Sin Nombre. Universidad del Claustro de Sor Juana. Ciudad de México:
2009.
Lincoln Strange Reséndiz, Isabel. La masculinidad como producción discursiva y la
feminidad como silencio en El libro vacío y Los años falsos de Josefina Vicens. Universidad
Autónoma Metropolitana. Ciudad de México, 2017.
Lojero Vega, Norma. Josefina Vicens. Una vida a contracorriente…Sumamente
apasionada. Universidad Autónoma Metropolitana. Ciudad de México, 2017.
Sáenz Valadez, Adriana. Una mirada a la racionalidad patriarcal en México en los años
cincuenta y sesenta del siglo XX. Estudio de la moral en Los años falsos de Josefina Vicens.
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y Plaza y Valdés Editores. Morelia,
2011.
Vicens, Josefina. El libro vacío (1958) y Los años falsos (1982). Fondo de Cultura
Económica. Ciudad de México, 2011.

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