Los Invisibles TDS
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con la
cultura libre
Usted es libre:
Advertencia:
Los derechos derivados de usos legítimos u otras limitaciones reconocidas por ley no se
ven afectados por lo anterior.
Traducción:
Joaquín Jordà
historia
traficantes de sueños
ÍNDICE
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22 Los Invisibles Nanni Balestrini
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pero qué orden pero le oís ese tipo no deja de dar órdenes grita
Cocotero ahora vas a tragarte todas las amenazas vas a tragárte-
lo todo aquí delante de todos se acabaron las expulsiones y
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otra vez una noche a mediados de abril dan la noticia en la tele del
asesinato de un compañero le disparó un fascista tenía diecisiete
años e inmediatamente la reacción es espontánea repentina por
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vuelan por los aires docenas de molotovs luego suben las llama-
radas altísimas amarillas rojas azules forman un muro altísimo
de llamas delante de nosotros unos cuantos jeeps están ardien-
do los policías rompen filas corren todos hacia atrás tropezando
pisoteándose en la fuga otro lanzamiento de molotovs y arden
otros coches una nube de humo negro ya no se ve nada se oyen
los golpes sordos de los lacrimógenos que nos granizan encima
a docenas una lluvia de lacrimógenos que nos llueve de todas
partes en un instante el aire es irrespirable y los cordones del ser-
vicio de orden retroceden hacia la bocacalle se detienen en la
esquina en la avenida la mani se ha roto y repentinamente por
el fondo de la avenida se oyen agudísimas las sirenas de una
columna de furgonetas
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las sirenas se aproximan cada vez más fuertes oigo gritos por
todas partes luego de repente toda la gente corre hacia los lados
de la avenida hacia las aceras y repentinamente entre la multitud
que se abre aparece una enorme furgoneta gris verde lanzada a
toda velocidad que nos roza yo también estoy corriendo por la
acera llegan otras furgonetas de la columna las sirenas cercanísi-
mas rompen los tímpanos vuelan piedras y algún molotov contra
las furgonetas que tienen las ventanillas protegidas por rejillas de
hierro del costado de una de ellas se alzan llamas hay tantas que
parece que no han de terminar nunca desde las aceras los compa-
ñeros siguen arrojando piedras y cócteles arrojan bolas y tornillos
con las hondas veo que una furgoneta zigzaguea en medio de la
avenida y luego apunta derecho a la acera
la gente se lanza contra las paredes de las casas trepa por las rejas
por las cortinas metálicas de las tiendas por los antepechos de las
ventanas de los primeros pisos las furgonetas suben a las aceras
y pasan rozando las paredes de las casas nos rozan yo me enca-
ramo por la reja de un cierre metálico todos intentan encara-
marse pero no hay sitio para todos la gente se agarra entre sí
las furgonetas pasan por las aceras rozando las paredes de las
casas rozándonos uno dos tres contengo la respiración y cierro
los ojos alguien cerca de mí grita aterrorizado yo permanez-
co agarrado a la reja incluso cuando la columna ha pasado y
veo la última furgoneta que después de rozarnos hace como
un salto y gira de repente hacia el centro de la calzada oigo
muchos gritos a un tiempo que proceden del punto donde la
furgoneta ha girado
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llegó el lunes mejor dicho era domingo era la hora del patio
de la tarde por la mañana había habido un registro pero
extrañamente ese registro a diferencia de los demás registros
habituales había sido algo más duro que los demás y los guar-
dias habían hecho también una cosa extraña nos habían deja-
do porque allí funciona mucho lo simbólico durante estas
cosas durante los registros y cosas de ese tipo es un problema
de enviarse señales recíprocamente y así la señal que nos
habían dejado esta vez extraña de interpretar bueno extraña
para mí que no me había olido absolutamente nada de lo que
estaba sucediendo mientras probablemente los funcionarios
se lo habían olido y cómo porque husmeaban el clima que
había esta señal la encontramos allí sobre la mesa cuando vol-
vimos a las celdas del patio de la tarde
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habían dejado sobre todas las mesas en todas las celdas en todas
las celdas colectivas habían dejado todos los objetos todo lo que
había las cajas las cosas los recipientes los botes las botellas todo
en fin los habían puesto allí sobre las mesas desde las cajas que
contenían detergente a las de café o de azúcar a las botellas de
aceite o de champú todas las cajas todos los recipientes las
botellas las habían dejado allí sobre las mesas como si quisie-
ran aludir a algo esto yo sólo lo pensé después al principio no
le presté ninguna atención especial me sorprendió el hecho de
encontrar todas estas cosas todas allí alineadas sobre la mesa y
luego cuando después bajé al patio por la tarde me sorprendió
también el hecho de saber que también habían hecho lo mismo
en todas las otras celdas
pusieron este lazo alrededor del cuello por detrás y entre dos le
cogieron los brazos le aferraron los brazos para mantenerle
inmóvil y tiraron del alambre se utiliza este sistema para inmo-
vilizar a alguien durante un apuñalamiento porque no es tan
fácil como parece apuñalar a alguien a menos que el navajazo
llegue perfectamente a un punto vital por lo que el hombre
revienta pero ocurre que algunos no mueren ni después de
veinte treinta navajazos
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1 Preso político que se ha «arrepentido», denunciando a sus compañeros. (N. del E.)
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por tanto era una hora de la tarde las puertas blindadas estaban
abiertas de ahí que los guardias reaccionaran así apenas com-
prendieron que dos presos habían capturado a los guardias que
estaban en la rotonda porque entonces subíamos de dos en dos
cosa que después fue abolida y así cuando estos dos compañeros
llegaron a la rotonda sacaron los cuchillos que tenían consigo y
capturaron a los guardias los capturaron con la amenaza de
matarlos les hicieron abrir mejor dicho dado que los guardias
tenían consigo las llaves de las cancelas se las cogieron y abrie-
ron las dos cancelas que daban a las dos galerías la galería de la
izquierda a un lado y la galería de la derecha al otro
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los libros que se querían todas las revistas y los diarios que se
querían se podían tener grabadoras y cassettes botas de fútbol
y zapatillas de tenis no había límites para las ropas que se
podían tener en la celda cantidad de zapatos cantidad de jer-
seys cantidad de sombreros todo lo que se quería se podía
tener allí en las celdas
te los requisaban y basta éste era el clima que había allí antes
del motín la visita se hacía sin cristales por el reglamento
tenía que ser de una hora pero se hacía siempre puntualmen-
te de dos horas y a veces incluso más si se insistía un poco y
se podían tener cuatro visitas al mes más una visita extraor-
dinaria que se podía obtener y si no tenías una visita en su
lugar podías telefonear durante unos diez minutos
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pasa casi una hora y los que están de guardia fuera dan la alar-
ma que llegan y todos nos precipitamos fuera a la carretera los
carabineros se acercaban despacio despacio con sus dos furgone-
tas y al llegar al portón se paran y bajan deben de ser unos diez
tranquilos sin nada en la mano el brigada viene hacia nosotros
con una cara perpleja y Valeriana se le acerca unos pasos y le dice
es una ocupación y le da la octavilla y le dice aquí está todo
explicado el brigada la mira un instante pero luego dice que
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el brigada nos mira más asombrado que otra cosa luego dice
pero sabéis que estáis haciendo cosas ilegales Membrillo le con-
testa sí pero somos muchos los que las hacemos y no somos
sólo nosotros los que hacemos ocupaciones el brigada menea
la cabeza y pregunta pero quién es aquí el responsable y noso-
tros contestamos todos somos todos todos nosotros somos los
responsables aquí el brigada un poco extrañado indica con la
mano a los suyos que se vayan pero nosotros no nos movemos
seguimos allí en espera de que se vayan realmente suben todos a
las furgonetas dan marcha atrás y luego se van lentamente pero
llegados al cruce una de las dos furgonetas se queda allí mientras
la otra desaparece entonces nosotros volvemos a entrar y Cebolla
comienza a dar el coñazo un servicio de orden así da asco aquí
hacen falta los cócteles porque ésos pueden volver de un
momento a otro y hay una escabechina
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se les pasaba primero las manos por la cabeza los dedos entre
los pelos debajo de los pelos luego abajo detrás de la cabeza
en el cuello abajo en los hombros y debajo de los sobacos y
1 Referencia a los «indios metropolitanos», uno de los sectores del movimiento autóno-
mo. [N. del E.]
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también los demás presos los que no eran los iniciadores del
motín también ellos adoptaron en seguida espontáneamente un
nivel de organización adecuado en caso de un eventual enfren-
tamiento con los funcionarios en caso de un eventual ataque se
montó así todo un mecanismo con mucho énfasis por parte de
todos y en fin la gente comenzó a armarse comenzó a arrancar
los marcos de las ventanas para convertirlos en cuchillos barras
y cosas de ese tipo comenzó a hacer pinchos con los ganchos de
los hornillos de camping con las puntas que eran afiladas
comenzó a hacer porras rompiendo las patas de las mesas y cosas
de ese tipo luego se sacaron de los goznes las blindadas y se colo-
caron contra los ventanales al fondo de los pasillos porque desde
fuera podían disparar etcétera
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la fiesta estaba a tope había una gran euforia había una gran
excitación gente que entraba y que salía continuamente una
confusión indescriptible todos estaban entusiasmados con aquel
lugar decían que teníamos que seguir que teníamos que seguir
allí a cualquier precio que haríamos cosas fantásticas en el
Almacén la música sonaba a tope yo me abro paso entre la mul-
titud me tropiezo con Cebolla con una llave inglesa de medio
metro de largo en la mano que dice aquí hay demasiados colga-
dos si encuentro a uno que se pincha le aplasto la cabeza era el
único malhumorado allí dentro Cebolla todos miraban hacia el
escenario donde ahora uno cantaba me gusta mucho tocar y con
la música golpear pero no me gano el pan porque toco como un
perro soy un golfo sólo pienso en la conquista soy un poco bru-
tal pero te juro soy normal y yo fui a colocarme con Quina justo
debajo del escenario y estuve allí abrazado con Quina mientras
la música sonaba a tope
por vuestra junta porque si fuera por vosotros vosotros seríais los
primeros en llamar a la policía pero nosotros sabemos perfecta-
mente que esta historia del centro polivalente es una fábula
basta pensar en el desinterés que siempre habéis mostrado por
nuestros problemas no no le interrumpe valientemente el asesor
quiero decir que esto es una calumnia el problema de los jóve-
nes es un problema que nos preocupa muchísimo en nuestro
presupuesto están previstos gastos importantes para los jóvenes
y para la cultura pero hay unos plazos que deben ser respetados
pero os aseguro que también vuestros problemas encontrarán
rápidamente una solución adecuada
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mejor que nos vayamos dice Valeriana vemos el humo que sale
de los ventanales y sube lento denso comenzamos a notar el
olor de gas y escalamos de nuevo el tejado en diagonal inclina-
dos hacia adelante yo echo una última mirada los policías
siguen alineados como antes tal vez están esperando que abra-
mos la puerta y salgamos caminamos rápidamente por la cres-
ta del tejado Ortiga y otro llevan el saco lleno de cócteles que
chocan entre sí y amenazan con romperse pasamos a la terra-
cita y de allí descendemos al parque allí todo está tranquilo no
se oye ningún ruido atravesamos el parque corriendo llegamos
al muro y lo saltamos allí enfrente están los coches los demás
ya se han ido la cita es en la sede
cogemos una carretera que pasa por el campo todo está tranqui-
lo damos un largo rodeo y llegamos a la sede no hay ningún
policía por los alrededores en el interior la luz está encendida y
ya están allí todos los compañeros decidimos irnos todos a casa
y vernos otra vez esta noche aquí pero es preciso que alguien se
entere de lo que hacen en el Almacén decidimos que un grupo
vaya dentro de un par de horas bastan cuatro o cinco los com-
pañeros se largan en grupito hablando en voz baja Morera pasa
por casa para recoger la cámara fotográfica nosotros nos queda-
mos allí hablando para mantenernos despiertos porque si deja-
mos de hablar nos dormimos a excepción de Quina que se duer-
me en seguida comienza a amanecer nos metemos otra vez en el
coche vamos al bar de la estación a tomar un cortado
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por otra parte los guardias ya no llevaban los uniformes iban ves-
tidos con ropas normales como nosotros y por tanto estaban
expuestos como nosotros a los que entraban arrojando bombas y
disparando no se podían diferenciar de nosotros y mientras
tanto nadie les amenazaba nadie les hacía nada estaban allí con
nosotros también ellos acurrucados y también ellos temblando
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uno del PCI alto y grueso con una cara prepotente se acerca y
coge a Pimienta de la solapa y le grita fascista Pimienta se suel-
ta y consigue atizarle una patada en la canilla una patada durísi-
ma con la puntera de su bota como para partirle la pierna pero
aquél ni se mueve y no le suelta el cuello Ortiga que está allí al
lado levanta la bandera y la descarga con ambas manos sobre el
brazo del animal un grito de dolor y aquél suelta la presa el caos
hostias a diestro y siniestro por todas partes ahora hay un cuer-
po a cuerpo las banderas asaetean el aire gritos blasfemias
insultos noto que alguien me coge por los pelos pero luego me
suelta inmediatamente veo a Cebolla que reparte golpes como
un loco utilizando la bandera como una maza contra los poli-
cías que intentan recoger las banderas que han caído al suelo
para utilizarlas también ellos
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en fin subimos dos pisos así siempre con ellos que me empujan
y me retienen luego me hacen entrar en una habitación y me
hacen sentar en una silla yo en el instante en que me siento
siempre con las esposas atrás pienso ahora comienzan sí y en
cambio el que me ha puesto las esposas se saca del bolsillo una
llavecita minúscula y me las quita yo lancé un suspiro porque
pensé que si querían pegarme era más fácil hacerlo estando yo
esposado me froto un poco las muñecas que están rojas y me
duelen luego el que conducía me dice decidido desnúdate
vamos rápido yo no pongo objeciones me quito la chupa la
bufanda me quito el jersey la camisa y la camiseta vamos rápido
los pantalones también me quito los zapatos me bajo los panta-
lones y luego les miro
los tres comienzan a buscar en la ropa giran del revés los bolsi-
llos de la chupa los bolsillos de los pantalones echan lo que con-
tienen encima de la mesa luego cogen una a una todas esas cosas
que son las cosas de siempre los cigarrillos el mechero las mone-
das trozos de papel las llaves las cosas habituales que siempre
están en los bolsillos las miran las remiran se las pasan de una
mano a otra dos o tres veces les dan la vuelta las sienten entre los
dedos luego se las pasan entre sí el mechero las llaves los trozos
de papel los leen atentamente los miran a contraluz vuelven a
dejarlos delicadamente luego quitan los cigarrillos del paquete
quitan también el papel de estaño lo observan atentamente de
uno y otro lado pero qué están buscando me pregunto qué pien-
san encontrar
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de todos modos la cosa más absurda que sentí fue lo largo que
era el tiempo que no terminaba nunca porque yo además era
el último y oía que se los llevaban a todos uno a uno antes que
yo y me decía ahora me matan lo extraño era que estaba abso-
lutamente convencido de que me mataban por lo que me decía
ha terminado todo ha terminado todo ahora me matan como
a todos los demás pero lo extraño era que estaba completamen-
te tranquilo respecto a esto no tuve reacciones extrañas y luego
vi que tampoco ninguno de los demás compañeros había teni-
do reacciones extrañas todos habían permanecido completa-
mente tranquilos mientras esperaban su turno para ser llevados
afuera no sé quizá porque había en todos una actitud de acep-
tar aquello como inevitable no sé
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así que comenzaron las idas y venidas del traslado del armario
a los maleteros de los coches yo estaba desesperado sabía que
nunca volvería a ver mi archivo se enmohecería en los sótanos de
alguna comisaría o tribunal desaparecería como en los años
siguientes desaparecieron todos los archivos de los compañeros
destruidos por ellos mismos todos los diarios todas las revistas
todas las octavillas todos los documentos todos los carteles toda la
prensa del movimiento destruida desaparecida todo metido en
cajas de cartón y en bolsas de plástico de la basura y quemado o
arrojado a la basura quintales de papel impreso la historia escrita
del movimiento su memoria arrojada a los vertederos entregada a
las llamas por miedo a la represión un miedo justificado porque
bastaba una octavilla encontrada en un registro para ganarse
entonces unos años de cárcel
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pero las rejas que dan a los patios del paseo por miedo precisa-
mente a los secuestros esas rejas no se abren nunca hasta un
ángulo de noventa grados no se abren como se abre una puerta
normal en el suelo hay clavado hay un tope que sirve para que
la reja sólo se abra hasta un ángulo de cuarenta y cinco grados
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es decir se abre poco de manera que sólo puede pasar una per-
sona e incluso poniéndose de lado el que abría la reja era un ofi-
cial y él era el que juzgaba si una persona había recibido sufi-
cientes hostias o no y esto lo juzgaba si veía que uno todavía
podía seguir en pie o no por lo que si veía que uno podía seguir
estando en pie y no llegaba arrastrándose sobre las rodillas
entonces cuando llegabas delante de la reja te la cerraba
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con un nudo enorme sobre una camisa blanca sin planchar ade-
más se había recortado la barba hirsuta y se había echado hacia
atrás los pelos largos que siempre llevaba encrespados y se había
puesto laca para aplanarlos sólo que se había puesto demasiada
y los pelos estaban tan aplastados que le asomaban por detrás de
las enormes orejas de elefante de las que sin embargo no se había
quitado el pendiente que para él era sagrado y para completar el
conjunto y tener un aspecto serio se había puesto también un
par de gafas de concha que le hacían ver todo borroso cuando le
vimos no le reconocimos y durante todo el tiempo que tuvimos
que esperar en la sala de espera del notario Perdiguero no hici-
mos más que reír
por suerte hemos sabido que usted tiene una casa desalquilada
en la calle tal y queremos alquilarla explicó Membrillo devol-
viéndole la sonrisa pero el notario se puso inmediatamente serio
e incluso irritado y dijo no mire yo no tengo ninguna intención
de alquilar esa casa como ha visto no hay ningún cartel lo sien-
to buenos días y se levanta ah no nos la quiere alquilar dice
Membrillo no contesta impaciente Perdiguero no es que no se la
quiera alquilar a ustedes es que esa casa no está para alquilar como
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lo atroz era esto lo absurdo era tener que asistir de manera impo-
tente a esta masacre que desfilaba ante tus ojos justo delante de
tus ojos al otro lado de la valla y tú veías todo el espectáculo tú
veías ese espectáculo atroz y lo atroz era que no sólo te sentías
impotente porque estabas hecho migas sino impotente dos veces
porque no sólo no podías hacer nada por lo que estaba sucedien-
do sino que si insinuabas aunque sólo fuera una reacción que
sólo podía ser una reacción verbal porque qué otra cosa podías
hacer ellos entrarían y tú no estabas absolutamente en condicio-
nes de ofrecer una mínima resistencia después de haber recibido
todas aquellas hostias y sólo habría sido peor
pegaban con porras con palos con barras de hierro y a ese com-
pañero que era pequeño literalmente le machacaron a hostias
luego otra escena que vi fue uno al que cogieron por los pelos
después de haberlo pisoteado lo levantaron por los pelos y le
pusieron contra la pared y luego uno con una barra de hierro
le atizó justo en plena cara un golpe con la barra de hierro así
de lado en la cara y le rompieron la nariz y la frente luego hubo
otra escena horrible con otro compañero al que mientras esta-
ba en el suelo le dieron un golpe con la barra de hierro en la
boca y le partieron todos los dientes aquí delante eran las cosas
que se veían mientras estábamos allí a oscuras al otro lado de
la valla metálica impotentes
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el gigante nos deja entrar y nos dirigimos hacia una larga mesa
apoyada contra la pared blasfema cabreado contra no sé qué por
un pasillo llega un griterío confuso mezclado con lamentos y
con gritos en determinado momento un grito más fuerte y el
gigante se precipita blasfemando furioso y gritando frases inco-
nexas en un dialecto meridional que no entiendo por el pasillo
donde hay una hilera de pesadas puertas grises abre una mirilla
tras otra vociferando amenazas y cerrándolas luego violentamen-
te luego vuelve a la mesa y grita a los dos que me acompañaban
y éste qué señalándome con el manojo de llaves ellos explican
que tengo que pasar la noche allí el gigante les acompaña a la
puerta la abre y luego la cierra se cuelga de nuevo el manojo de
llaves de un gancho que lleva en la cintura y vuelve hacia mí que
estoy allí con mi bolsa cogida con dos dedos
se repite toda la historia del registro pero esta vez con mayor vio-
lencia porque parece que aquél quiera destrozarme la ropa por
la furia con la que la manosea sin dejar de blasfemar cabreadísi-
mo girando los ojos colorados me hace dar dos o tres vueltas allí
desnudo me pasa sus puercas manazas dos o tres veces por el
pelo que llevaba más bien largo y finalmente me dice que reco-
ja mis cosas la ropa la bolsa y lo que había dentro todo despa-
rramado sobre la mesa y que le siga
cierro los ojos los oídos se me llenan del griterío confuso que
procede de las demás celdas los lamentos los gritos las blasfe-
mias intento taparme los oídos pero es inútil pero estoy can-
sadísimo estoy exhausto me duelen los músculos de las pier-
nas como si me hubiera pasado todo el día corriendo y me
duermo de repente pero no es un sueño seguido de vez en
cuando me despertaba con los gritos y con los golpes de las
puertas y luego volvía a dormirme y luego me despertaba de
nuevo en determinado momento oí una voz de mujer que
cantaba en voz altísima todos duermen de noche pero yo no
duermo nunca estaba borracha después cuando le hicieron
callar se echó a llorar todavía más fuerte me adormilaba y me
despertaba continuamente y así pasé toda la noche
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así siguió durante una hora y con un hilillo de voz cuando con-
seguíamos hacerle respirar un poco a la fuerza decía no quiero
ir al hospital porque un guardia que me pegaba dijo que me van
a matar entonces intentábamos tranquilizarle porque así corría
realmente el riesgo de morir mientras tanto otros compañeros
empezaron a salir para hacerse llevar al hospital después a lo
largo de toda la noche aquello fue un desfile de gente que iba
al hospital o a la enfermería y a los que tenían los huesos rotos
les escayolaron y a los que tenían cortes les cosieron les pusie-
ron los puntos etcétera pero ese que no respiraba seguía allí
mediada la noche no quería salir y pensábamos que se moría
luego a eso de las cuatro las cinco de la madrugada nos decidi-
mos y le acompañamos a la fuerza porque realmente ya no
podía seguir allí
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al final de las escaleras hay otra portezuela que nos abren desde
dentro hay un ancho pasillo de unos treinta cuarenta metros de
longitud y a cada lado del pasillo cada dos o tres metros hay una
puerta metálica gris cerrada con una mirilla cerrada y al fondo
del pasillo hay una pared sin ventanas con una puerta pequeña
cerrada todo está iluminado por tubos de neón los dos guardias
que me acompañan se dirigen a uno de los guardias que está en
el pasillo llamándole jefe el jefe lleva colgado del cinturón un
gran manojo de llaves coge una y abre la puerta blindada de la
celda número 27 luego con la misma llave abre una reja que está
detrás de la puerta blindada
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pasábamos del todo pero tuvimos que oír toda su perorata triun-
falista sobre el partido mirábamos el teléfono esperando que
sonara para interrumpirle y no sonaba nunca pero luego nos dice
que sin embargo en aquella especial coyuntura de fase la presen-
cia del partido en la ciudad se había debilitado por la expulsión
de unos cuantos militantes por desviacionismo de derecha y de
izquierda pero que tenían tres obreros como célula del partido en
dos fábricas y un estudiante pero ese estudiante últimamente
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las verjas están cerradas se monta un follón para que las abran
por la puerta salen los dos pequeños empresarios con aire de
cabreados y para simular seguridad abren la verja y se ponen a
hablar con Topo pero la gente desde atrás empuja y entra los dos
señoritos huyen y se paran delante de la gran puerta acristalada
protegiéndola con sus cuerpos detrás se ven los esquiroles que
han dejado de trabajar y miran los dos señoritos discuten de
nuevo con Topo que se pone duro hoy no se trabaja fuera todos
ya vine aquí para hablar de este problema si aquí se trabaja boi-
coteáis nuestra lucha por el puesto de trabajo porque aquí con
las horas extra hacéis el trabajo de nuestra fábrica que hemos
ocupado y boicoteáis nuestra lucha
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que no es culpa suya si hay paro que ellos son los primeros en
querer irse de allí si se les da otra posibilidad que ellos han veni-
do del sur donde no hay trabajo y que no han estudiado y que
por eso sólo pueden hacer ese tipo de trabajos pero que los
hacen con el respeto a las personas y que no es con ellos con
quienes hay que meterse porque ellos sólo obedecen órdenes y
que están obligados a obedecerlas que es con los políticos con
quienes tenemos que meternos no con ellos ellos están de acuer-
do en que las cosas así dan asco y que hay que cambiarlas por-
que también ellos entienden que así no se puede seguir pero que
nosotros no debemos disparar contra ellos sino contra quien
manda realmente contra quien es el auténtico responsable de la
situación el jefe sigue así y no para de hablar
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las mirillas oigo la que está antes de la mía luego se abre tam-
bién la mía yo estoy delante de la reja delante de la mirilla me
he quedado allí inmóvil desde el primer momento desde que
estaba indeciso entre golpear también yo en la blindada o no
me he quedado allí inmóvil esperando
la mirilla se abre una cara una cara joven y oscura con los ojos
desorbitados alterados que en un primer momento me parece la
del jefe pero no es el jefe es otro también él con la piel oscura y
los ojos negros pero más joven la cara completamente sudada
mira al interior por un instante alterado excitado por la paliza
me mira fijo a los ojos por un segundo con los ojos alterados
luego cierra rápidamente la mirilla me sube un odio con la san-
gre en la cabeza me sube la sensación una sensación que nunca
había sentido una sensación de odio un deseo violentísimo de
matar de quererle matar en el acto inmediatamente de algo que
no conocía pero que era un deseo violentísimo de querer aplas-
tar de querer machacar aquella cara de asesinar
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yo no sabía muy bien qué era aquella fábrica la veía desde fuera
como una cosa monstruosa enorme y sucia que despedía humos
en el aire y líquidos pestilentes en el río que corre a su lado la
impresión que tuve la primera mañana de trabajo fue dura había
esa historia de levantarse cuando todavía era de noche porque
era invierno tomar el autobús que pasaba por los pueblecitos a
recoger los obreros y luego la parada delante de las rejas la cola
que se metía en una especie de túnel y luego marcar la tarjeta y
me indicaron adonde tenía que ir y ya allí inmediatamente me
entraron ganas de irme cuando vi mi sección una especie de
pasillo largo y estrecho sin ventanas había sólo dos grandes cla-
raboyas arriba y una peste tremenda de disolventes tolueno
gasolina etcétera
al cabo de unos días decidí terminar con esa historia nos procu-
ramos un poco de colorante y lo añadíamos a cada fórmula que
nos daban y así los colores al fin resultaban todos equivocados y
el perjuicio era grande porque cada fórmula equivocada era un
mogollón de dinero que volaba en aquel periodohabía un follón
generalizado en todas partes en las fábricas y fuera en las ciuda-
des calles enteras se incendiaban al paso de manifestaciones de
decenas de millares de personas enfrentamientos violentísimos
con la policía armerías desvalijadas fábricas y universidades ocu-
padas expulsión de sindicalistas estaba claro que lo mínimo que
podía hacerse en aquella fábrica de momias era un poco de sabo-
taje y luego largarse y así una mañana dejamos de ir y en poco
tiempo también todos los jóvenes que trabajaban en aquella
fábrica se largaron uno tras otro preferían pasar al paro que
reventar allí como sus padres
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otra cosa era por ejemplo que los llaveros de allí nos llenaban a
nosotros los políticos de favores el llavero de la lavandería se
ofrecía a lavar nuestra ropa personalmente porque también él
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En la sede los piquetes contra las horas extra del sábado se habían
convertido en una práctica sistemática y a hacerlos no sólo iban
los obreros directamente interesados íbamos casi todos y las pri-
meras veces todos nos divertíamos allí delante de las fábricas a
las seis de la mañana con la grappa la música y las hogueras de
neumáticos pero después pasados los primeros meses aparecie-
ron las primeras contradicciones empezamos a preguntarnos
pero quién nos obliga a estar aquí hablando con estos mierdas
acojonados por el trabajo que se paran a escucharnos sólo por-
que tienen más miedo del piquete que del patrono y que la vez
siguiente si no estás continúan con las horas extra no se puede
seguir así hasta el infinito explicándoles hasta el infinito que si
hacen horas extra joden a los parados permiten hacer pasar la
reestructuración la descentralización productiva repetir todo eso
al infinito como un disco rayado
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echar cuentas para ver si sus horas extra del sábado valían lo que
nosotros les destrozábamos luego naturalmente el sindicato emi-
tía sus comunicados de condena y los carabineros comenzaban a
hacer rondas contra nosotros sólo que ellos disponían de una sola
furgoneta en una zona donde hay doscientas fábricas y así al cabo
de un mes se acababan las horas extra en esa zona
las noticias de las luchas que llegan de las grandes ciudades del
sur donde los parados se han organizado hacen nacer en la sede
otro colectivo precisamente de parados la mayoría del colectivo
no está formada por auténticos y verdaderos parados más bien
se trata de temporeros gente que hace trabajos ocasionales o el
trabajo negro en los talleres o a domicilio hay muchos que han
decidido voluntariamente renunciar al puesto fijo y trabajar sólo
lo estrictamente necesario para vivir y luego están evidentemente
los licenciados y también algunos doctores también yo participo
en el colectivo de parados porque al dejar la fábrica de celuloide
me he convertido en un auténtico parado las primeras reuniones
que hacemos son enfollonadísimas porque es difícil tener una
identidad precisa dado que hay muchas diferencias
pero mientras tanto había otro problema que se nos estaba echan-
do encima de repente era el de la heroína que se estaba difundien-
do como una mancha de aceite e incluso comenzaba a invadir el
movimiento lo discutimos y rediscutimos durante días y días está
claro que al poder le conviene esta situación que ya cuenta con un
mogollón de muertos y de zombies que se arrastran alrededor de las
fuentes de las plazas con la jeringuilla y la cucharita está claro que la
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1 Periódico mural, de caracter político, expuesto en lugares públicos, cuyo uso se extien-
de a partir de la Revolución Cultural China [N. del E.].
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poco a poco vimos que entre esas bandas había unos equili-
brios basados en sus tráficos en sus zonas de influencia para
los tráficos que hacían dentro de la cárcel por ejemplo la dis-
tribución de coca y de jaco seguramente no eran ajenos a
estos tráficos algunos funcionarios porque en la cárcel la
mierda entra principalmente a través de los funcionarios esos
guardias que hacen este trabajo de entrar la mierda para ven-
derla a los presos se llaman caballos por dinero entran de
todo sobre todo droga y cuchillos y en efecto veíamos que
entre esos comunes había muchos que iban cargados de
droga sobre todo de coca hacían un gran uso de la coca y los
jefes de los funcionarios sin duda lo sabían nos ofrecieron
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pero qué guerra gritó Ortiga esa guerra que dices tú que piensas
tú es la guerra que quieren ellos y no tiene nada que ver pero
nada de nada con todo lo que nosotros hemos hecho y con todo
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el motín fue una llamarada que quemó todo toda la fuerza que
habíamos acumulado se quemó en el motín así que ahora se tra-
taba de reponernos paso a paso para recuperar todo lo que
habíamos perdido y naturalmente los primeros pasos eran los de
asegurarnos mejores condiciones de vida dentro de la cárcel esto
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quiere decir muchas cosas quiere decir por ejemplo luchar para
recuperar las visitas porque las visitas son la comunicación con el
exterior quiere decir luchar para recuperar las horas de patio por-
que aparte de ser algo físicamente indispensable salir a un patio
por lo menos una hora o dos al día ir al patio quiere decir tam-
bién recuperar la comunicación interna con los compañeros
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puntos y para darle los puntos le habían rapado a cero sólo nos
hicimos un gesto de saludo con la cabeza porque no nos caíamos
simpáticos a mí precisamente él no me caía simpático cuando
entraron sus padres y le vieron así se quedaron horrorizados
ella ahora me miraba las uñas negras por la sangre coagulada por
los porrazos le dije en voz alta estoy bien y tú y ella con una
media sonrisa forzada se encogió de hombros luego preguntó
ella y entonces yo moví la cabeza como para decir no lo sé ella
comenzó a decirme que me saludaban éste y aquél oía los nom-
bres todos los nombres y los apodos de los compañeros que me
mandaban recuerdos pero me hacía un efecto extraño me hacía
un efecto lejanísimo casi de gente desconocida o de gente muer-
ta que no veré nunca más y sentía que en realidad no me impor-
taba nada que me saludaran más bien me cabreaba pero me
sabía mal que Quina se diera cuenta porque había hecho mil
kilómetros para llegar hasta allí y me sabía mal
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las barras y para hacer esos agujeros en las paredes los funcio-
narios lo sabían todo es evidente golpeábamos todo el día y
por tanto todo se desarrollaba ante los ojos de los guardias
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pero la fecha del proceso se fijó sólo dos o tres días después del
hecho así que este compañero fue al proceso en el cual le conde-
naron obviamente y luego volvió inmediatamente a casa o sea a
la sección incluso aprovechó la ocasión durante el proceso para
denunciar públicamente las condiciones en que nos tenían toda-
vía al cabo de más de un mes y la situación de lucha cotidiana
por la supervivencia entonces el ministerio de justicia elaboró
un plan para resolver el problema que como todos los planes de
resolución de los problemas cuando se trata de luchas unitarias
y homogéneas es siempre el mismo la separación de los presos la
ruptura de la unidad y de la homogeneidad
con los que habían instalado en el piso de arriba luego los tras-
lados continuaron hasta que en la cárcel quedamos sólo unos
veinte en total después de todos esos traslados
ocurrió que estaba allí en aquella pequeña galería uno que era cono-
cido en la cárcel alguien que había hablado que había enviado gente
a la cárcel la historia de ese tipo era muy extraña porque él había
sido capturado a consecuencia de las declaraciones de un arrepenti-
do y entonces en un primer momento había admitido todo aque-
llo de lo que el otro le acusaba había por medio incluso un homici-
dio él lo admitió todo pero sin añadir nada más sin acusar a nadie
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sólo que la historia no acabó ahí porque después de que los guar-
dias se lo llevaran y apenas se recuperó él hablando desde la ven-
tana de su celda con los de la celda de al lado decía mañana bajo
otra vez yo mañana bajo y ellos decían los guardias ya no te pon-
drán con nosotros y él decía he intentado matarme pero no con-
sigo matarme tenéis que matarme vosotros y así luego bajó al
patio también al día siguiente pero al día siguiente estaba allí
aquel amigo suyo que él había denunciado junto con los demás él
bajó al patio y los guardias obviamente le pusieron solo los guar-
dias estaban muy tensos porque no son escenas bonitas y ellos con
esas escenas se convencen de que están tratando con asesinos que
matan como quien ríe se convencen aún más
Unos días antes del comienzo del juicio llegaron a la galería tam-
bién Morera y Ortiga yo les esperaba ansioso porque llevaba
mucho tiempo sin verles a Morera le habían detenido el mismo
día que a mí pero le habían metido inmediatamente en una
especial aún más al sur y en todo ese tiempo no había vuelto a
tener noticias de él a Ortiga por el contrario le habían detenido
sólo hacía unos meses y había acabado en la misma especial que
Morera yo estaba muy ansioso emocionado de volver a ver a mis
compañeros por la mirilla les vi llegar por el fondo del pasillo
rodeados de guardias Ortiga iba cargado de macutos Morera no
llevaba nada por un instante ni siquiera le reconocí estaba del-
gadísimo el pelo corto sin gafas miraba delante de sí sin respon-
der a los saludos de las celdas
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todo lo que nos han contado hasta ahora es una historia insen-
sata pero es sobre todo una historia criminal así comenzó su
requisitoria al final del juicio el fiscal desde lo alto de su tarima
de pie erguido envuelto en la toga negra debajo del enorme y
horrible mosaico con el triunfo de las azules fuerzas del mal la
boca apretada sobre la bola negra del micrófono y la voz que
retumba en el silencio de la sala en esa jaula está encerrada la
locura de estos años todas las cabezas de los jurados se vuelven
hacia la jaula todas a un tiempo hay que alejar cualquier tenta-
ción de justificación social política cultural la responsabilidad
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los jurados estiran las cabezas porque la voz del fiscal retumba
tanto que sus palabras son ahora incomprensibles auténtico y
verdadero encubrimiento por parte de bien hoy intelectuales
ansiosos nos dicen que creían hacer la historia ninguna duda
ninguna clemencia estos individuos por la historia serán conde-
nados castigar severamente el brazo inculto de estas mentes per-
versas advertencia a la parte sana de los jóvenes de este país aca-
bará en los lodazales de la historia a los que vendrán después de
nosotros aplastar este dragón monstruoso
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querer interpretar todo que todo debe ser un signo de algo debe
poder leerse lógicamente sin embargo si lo piensas luego com-
prendes que hay siempre un mogollón de cosas que suceden
casualmente como tal vez aquel sargento que tal vez sólo tenía
ganas de charlar
así que además de las dos rejas que ya estaban colocaron otra reja
de esos barrotes especiales y además fuera pusieron también una
rejilla de hierro con una trama tan cerrada que no dejaba pasar
ni el meñique y luego al día siguiente vi que casi no pasaba ni la
luz y luego vi que también habían sustituido el lavabo ya no era
de loza sino que era de hierro de acero encajado por completo
dentro de un bloque de cemento lo mismo para el retrete a la
turca también encajado en un bloque de cemento el armarito
también era de acero y embutido en la pared las blindadas esta-
ban cerradas prácticamente todo el día sólo quedaba abierta la
mirilla y naturalmente también de noche las blindadas estaban
siempre cerradas
pasé allí la primera noche después del regreso en esa celda pero
antes de irme a la cama sucedió algo porque en la celda de
enfrente estaba un viejo compañero que conocía bien y que
también llevaba mucho tiempo en la cárcel y por la mirilla de la
celda que estaba al lado de la suya se asomó un compañero joven
que yo no conocía me saludó y yo le saludé luego hablé un poco
con ese viejo compañero y el nuevo estaba allí en la mirilla escu-
chándonos y él también quería hablar con nosotros pero el viejo
compañero me ponía unas caras extrañas mientras el nuevo que-
ría como charlar conmigo pero el otro me ponía caras extrañas
luego me hizo un gesto con la mano como de callar yo de
momento no comprendía comprendía que había algo que no
funcionaba pero no sabía qué
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una cosa absurda era que ese compañero bajaba al patio y pun-
tualmente todos los días se acercaba a sus compañeros que le
ignoraban evitaban incluso mirarle y les decía ya habéis decidi-
do y ellos le decían no y él se volvía al rincón entonces pese a
todo yo decidí hablar con él pero estaba completamente chifla-
do yo le dije lárgate lárgate de aquí qué haces aquí qué esperas
que te maten él me sonrió agachó la cabeza y luego volvió a
andar entonces yo me puse a su lado y caminé a su lado arriba
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dinero sus Rolls Royce por las calles sus abrigos de piel sus joyas
en la Scala y ahora toda la gente y también muchos compañeros
sólo pensaban en trabajar en hacer dinero en olvidar todo lo que
había ocurrido antes cuando se creía que todo estaba tal vez a
punto de cambiar