Guia n7
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En el siglo XVIII, surgieron en Europa, sobre todo en Francia, nuevas ideas que
criticaban duramente la sociedad de la época y demandaban la introducción de
cambios para eliminar las injusticias. Sus autores eran conocidos en la época como los
«filósofos». Estos, en nombre de la razón, el progreso y la verdad, criticaron el
absolutismo y los privilegios de la nobleza y del clero proclamando su deseo de
«iluminar» mediante la razón; por eso, este siglo es conocido también como «El siglo
de las luces». Sus principales ideas eran la igualdad de todos los hombres ante la ley,
la libertad de pensamiento y de expresión, y la tolerancia. El inglés Locke fue un
precursor de este pensamiento, y Montesquieu (“El Espíritu de las Leyes”), Rousseau
(“El Contrato Social”) y Voltaire (“Cartas Filosóficas”) sus principales teóricos.
Las ideas fundamentales de la Ilustración fueron recogidas en la Enciclopedia. Era un
diccionario que pretendía recoger todo el saber de la época. Destacó por la defensa de
la libertad y de la participación del pueblo en la política, y por la crítica al absolutismo
y a la Iglesia. Publicada a partir de 1751, su divulgación hizo llegar las ideas
antiabsolutistas y la defensa de la igualdad y la libertad a gran número de miembros
de la burguesía, la nobleza y el clero. Estas ideas arraigaron especialmente en la
burguesía, que se consideraba injustamente tratada por el absolutismo, al estar
marginada de la mayor parte de los altos cargos, monopolizados por la nobleza.
Desde la perspectiva ideológica, el racionalismo de los pensadores ilustrados facilita el
desarrollo del programa político burgués, y crea la crisis de legitimidad del Antiguo
Régimen. El legado político e ideológico de la Ilustración se puede puntualizar en las
siguientes ideas:
El Despotismo Ilustrado
Una frase resume cómo se gobernaba la mayor parte de los Estados europeos del siglo
XVIII: «Todo para el pueblo pero sin el pueblo». El absolutismo del siglo XVII se
modificó, cuando algunos gobernantes asumieron la idea de que el Estado y el rey
debían preocuparse por el bienestar del pueblo. Pero al mismo tiempo, se reafirmó la
idea básica de que el poder residía en el rey y su autoridad no podía tener limitaciones.
Tradicionalmente, a estas monarquías se las conoce con el nombre de «Despotismo
ilustrado», pero resulta más adecuado el término «Absolutismo Ilustrado».
Su mayor originalidad residía en su espíritu innovador. Los monarcas ilustrados del
siglo XVIII promovieron la intervención del Estado en la economía, la sanidad, las
obras públicas o la beneficencia, para que éstas estuvieran al servicio de la nación y no
de los privilegios de una minoría. Estas preocupaciones se manifestaron en el
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desarrollo de las vías de comunicación, la creación de nuevas industrias, el fomento del
comercio, la puesta en riego de nuevas tierras, etc. Pero también en la extensión de la
educación a capas cada vez más numerosas de la sociedad, o en la abolición de
algunos abusos de los nobles y algunos privilegios del clero. Así, el Estado creó
escuelas, fundó academias para el fomento de la cultura y arrebató parcialmente a las
iglesias el control de la educación. La mayoría de los países europeos tuvieron, a lo
largo del siglo, uno o varios monarcas que aplicaron algunas de estas medidas: José II
de Austria, Carlos III de España, Catalina la Grande de Rusia o Federico II de Prusia,
entre otros.
A finales del siglo XVIII, la situación en Europa había cambiado poco, a pesar de los
intentos reformistas de los monarcas ilustrados. Básicamente, la nobleza y el clero
continuaban ostentando la mayor parte de los privilegios tradicionales de tipo feudal.
La monarquía había conseguido concentrar el poder, mientras el resto de la población
no podía participar en los asuntos públicos. La burguesía era tan culta o más que la
nobleza; su riqueza, conseguida gracias a su trabajo e iniciativa, se multiplicaba y con
frecuencia superaba a la de muchos nobles. Pero socialmente estaba marginada: la
mayor parte de los altos cargos de la Administración, de la Iglesia y del Ejército
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recaían en el estamento nobiliario. Además, los burgueses veían cómo el clero y los
nobles no pagaban impuestos, mientras ellos, que con su trabajo se consideraban los
creadores de la riqueza del país, se veían obligados a pagarlos. Cultos, ricos y
marginados, ansiaban transformar la situación, para poder ocupar el lugar que les
correspondía en la sociedad.
Sus ideales ilustrados, igualdad, razón y libertad, así como su crítica a los privilegios
de la nobleza y del clero, daban fuerza a la protesta burguesa contra el Antiguo
Régimen. A su lado estará una parte del campesinado, opuesto a los privilegios y
derechos de los señores.
Por otra parte, los componentes del estamento popular (burguesía, campesinado,
asalariados de las ciudades) tenían ejemplos de otros pueblos que se habían liberado
de situaciones injustas parecidas. Gran Bretaña, con su compromiso entre el
Parlamento y la monarquía, desde finales del siglo XVII, era considerada el modelo
para conseguir una sociedad más justa y libre. La guerra de la independencia
americana era otro ejemplo del triunfo de las ideas antiabsolutistas.
A lo largo de los siglos XVII y XVIII se consolidaron en la costa oriental de América del
Norte una serie de colonias dependientes de Inglaterra. Sus habitantes, influidos por
las ideas ilustradas europeas y por la experiencia británica, aspiraban a poder expresar
sus ideas y decidir sus propios asuntos, entonces dependientes de la voluntad de la
metrópoli. Se sentían injustamente tratados, porque no participaban en el gobierno,
pero tenían que someterse a los impuestos que decretaba Inglaterra. Así, a fines del
siglo XVIII, los colonos americanos protestaron contra una subida de impuestos, lo que
motivó una enérgica intervención inglesa. El incidente provocó, en 1775, la guerra
abierta entre la población de las llamadas Trece Colonias y el ejército de Inglaterra. En
1776, los diputados de los colonos americanos redactaron la Declaración de
Independencia, naciendo de este modo los Estados Unidos de América. En 1783, por el
Tratado de Versalles, se reconocía su independencia.
El nuevo Estado puso en práctica, inmediatamente, los principios fundamentales de la
Ilustración y del Liberalismo: en 1787, promulgaba la primera constitución escrita de la
historia. La Declaración de Derechos consagraba la libertad de los ciudadanos, su
igualdad y el derecho a la justicia. La independencia americana se convirtió para
muchos en un ejemplo a seguir en Europa.
La Revolución Francesa
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mayoría de la población y la ruina del Estado por los gastos ocasionados en diversas
guerras. Todo ello dio lugar a que se generalizara el malestar social y la oposición al
absolutismo, que culminaron en la revolución de 1789.
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La Asamblea Legislativa (1791-1792): Luego del establecimiento de la
Constitución, la Asamblea Nacional se disolvió y dio paso a la Asamblea Legislativa
Pese al nuevo orden impuesto por la Constitución los problemas económicos y políticos
se mantenían y agudizaban. En junio de 1791, Luís XVI, al ver limitado su poder,
intentó huir con su familia pero fue capturado en Varennes. Las fuerzas monárquicas
buscaron apoyo en el extranjero lo que provocó el inicio de la guerra extema, que no
dejaría de sacudir a Francia durante todo este período. Las monarquías europeas veían
con temor el triunfo de los revolucionarios franceses, por lo que se unieron en
coaliciones para frenar el avance revolucionario, que comenzaba a inundar el
continente. Por otra parte, al interior de la Asamblea Legislativa se evidenciaban
diferencias entre los mismos revolucionarios, distinguiéndose principalmente dos
grupos: Los girondinos, representantes de los sectores conservadores de la burguesía;
Los Jacobinos partidarios de profundizar la revolución estableciendo un genuino
régimen democrático en Francia.
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El Directorio o la república burguesa (1795-1799): Una nueva Constitución
estableció el gobierno de un Directorio compuesto por cinco miembros. Esta nueva
Constitución conservaba el régimen republicano, pero en amplios sentidos representó
un paso atrás en relación a los avances democráticos del período anterior, a modo de
ejemplo se restableció el voto censitario. El poder definitivamente se concentró en los
sectores más conservadores de la burguesía, específicamente en una pequeña
plutocracia, que debió enfrentar la oposición de grupos monárquicos y sectores
populares.
La situación económica no mejoró y la guerra continuaba. En 1799 se cumplirían 10
años del inicio de la revolución, período en el cual la sensación de crisis fue
permanente, no era de extrañar que una parte importante de la población se sintiera
atraída por el restablecimiento de la paz y el orden.
Paralelamente a esta situación comienza a destacarse en la guerra externa un joven
oficial, Napoleón Bonaparte, que alcanzó gran prestigio, por derrotar a los austriacos
en el norte de Italia, lo que permitió extender la frontera francesa hasta el río Rhin.
Además atacará las rutas comerciales inglesas en las campañas de Egipto. Estos éxitos
militares convirtieron a Napoleón en un héroe popular. Los conflictos internos
transformaron a Napoleón, en un árbitro de ellos, con lo que gano poder en las esferas
de poder político. Finalmente dará un golpe de estado el 18 de Brumario del año VIII
en el calendario revolucionario, el 9 de noviembre de 1799.
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El afán imperial de Napoleón era un peligro para toda Europa, la guerra continuo hasta
que su desastrosa campaña a Rusia significara el comienzo del fin, en efecto en 1814,
en la llamada batalla de las Naciones fue derrotado y capturado para ser enviado a la
isla de Elba, de donde escapara para retomar el poder por 100 días. Será totalmente
derrotado en 1815 en la batalla de Waterloo y enviado a la isla de Santa Elena donde
muere en 1821.
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hombre de 1789; permitió la formación del moderno concepto de nación: la nación era
la masa de ciudadanos unidos, y no separados por estamentos. Todo cuanto era
francés componía la nación, y la nación debía tener instituciones y una administración
iguales para todos, que debía formularse en una Constitución, carta fundamental del
nuevo estado naciente.
Pero los cambios provocados por la revolución habían sido tan profundos que la
Restauración sólo se produjo parcialmente. Así, en Francia, en realidad se llegó a un
pacto entre absolutistas y liberales, manteniéndose algunas de las reformas
revolucionarias a través de la «Carta Otorgada» por el rey Luís XVIII.
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En 1820 se produjo una primera oleada revolucionaria que afectó a gran parte de
Europa, pero fue aplastada por las potencias absolutistas unidas en la Santa Alianza.
En 1830 estalló una segunda revolución, iniciada en Francia, en donde se instauró una
monarquía constitucional con el rey Luis Felipe de Orleans. Su reinado, que duró hasta
la revolución de 1848, es el de los liberales moderados. Estos representaban a la
burguesía rica y sólo permitían votar a quienes tenían una cierta riqueza (sufragio
censitario), mientras los liberales radicales o demócratas defendían el voto de todos los
ciudadanos (sufragio universal). El descontento popular contra las limitaciones de la
monarquía de Luís Felipe culminó con la revolución de 1848, que lo derrocó y proclamó
una república democrática. Una ola de revoluciones similares se produjo en casi todos
los Estados europeos. El absolutismo, muy debilitado ya, fue desapareciendo. Por
tanto, la restauración absolutista de 1814, afectada por las revoluciones de 1830, se
puede dar por terminada con las de la década de 1840. El liberalismo había triunfado
en bastantes países europeos.
El Nacionalismo
Pero Europa arrastraba otro grave problema, además del enfrentamiento absolutismo-
liberalismo. Las antiguas monarquías absolutas tenían sus orígenes en las herencias de
las familias reinantes. Con frecuencia sus fronteras no tenían que ver con los límites de
los diferentes pueblos: ya Grecia (1829) y Bélgica (1831) se habían independizado, en
tanto que algunos pueblos seguían divididos en numerosos Estados, como era el caso
de los alemanes y los italianos.
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Alemania en 1814 se dividía en 28 Estados diferentes con sus fronteras, monedas y
gobiernos propios. Pero los habitantes de estos Estados tenían en común la lengua, la
cultura y la historia. Las ideas liberales, al defender que la soberanía pertenece al
pueblo, favorecían el deseo de unión de los pueblos por encima de las fronteras del
pasado y de los principados existentes.
Así surgió el movimiento unificador alemán: todos los alemanes debían formar una
sola nación. Por otro lado, la modernización de la economía exigía mercados cada vez
mayores.
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Luego del Congreso de Viena, Italia quedo dividida en una serie de estados. Al
avanzar el pensamiento liberal se fueron gestando en los estados italianos una serie de
movimientos pro unidad, especialmente importante fueron: Mazzini y el movimiento
"joven Italia"; Victor Manuel II y Camilo Cavour rey y ministro de la monarquía
parlamentaria existente en el reino italiano de Piamonte; Cerdeña, desde donde se
forjará el movimiento unificador llamado IL Resorgimiento.; Giusseppe Garibaldi
impulsor militar de la unificación italiana entre los estados del sur.
Paulatinamente fueron derrotando los obstáculos que impedían la unificación, entre
ellos Francia y Austria los que al ser vencidos por los alemanes le permitieron a los
italianos consolidar su unificación.
Finalmente hacia 1870 el proceso estaba consolidado, quedando Roma como capital
del nuevo estado. El Papa no acepto la situación y se consideró un "prisionero de la
unificación". La cuestión Romana como fue llamada se soluciono en 1929 con el
tratado de Letrán.
Socialismo Marxista
Basado en las ideas de Kart Marx (alemán), considera que el capitalismo será
inevitablemente superado por un estadio más avanzado en el desarrollo de la
sociedad: el socialismo que se incubara en las entrañas del capitalismo hasta
inevitablemente derrotarlo. Postula que ha existido una lucha constante en las distintas
épocas entre los propietarios de los medios de producción (opresores) y los
trabajadores (los oprimidos).
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La causa de los problemas sociales se encuentran en la apropiación de los beneficios
(plusvalía) a raíz de que la burguesía posee los medios de producción (máquinas,
materias primas, bancos). Así la burguesía se enriquece con la labor realizada por los
obreros, que sólo disponen de su fuerza de trabajo ofrecida a cambio de un salario.
La solución planteada pasa por la abolición de la propiedad privada y por la
colectivización de los medios de producción. De este modo desaparece la lucha de
clases, ya que los beneficios se repartirán. Al igual que la eliminación del Estado, al
que cataloga como una dictadura de una clase sobre otra, pues el Estado liberal es un
instrumento de clase que representa los intereses de la burguesía.
El sujeto de esta transformación de la sociedad era la clase obrera, elemento
revolucionario por excelencia. Como esta transformación no podría lograrse de manera
pacífica, sería necesaria la formación de un partido obrero que organizase a la clase
obrera para que finalmente conquistase el Estado, de forma revolucionaria y violenta,
estableciendo un Estado obrero que impulsara los cambios.
Anarquismo
Es una corriente filosófica y revolucionaria ligada a Mijail Bakunin, Kroptkin (ambos
rusos), Enrico Malatesta (italiano), P. Proudhom (frances). Bakunin coincidía con Marx
en relacionar la miseria de los trabajadores con el enriquecimiento de la burguesía,
apoyada en el Estado liberal, en la coordinación obrera internacional y de promover
una lucha revolucionaria.
No obstante, ambos discrepan en la forma de alcanzar la destrucción del capitalismo.
Para Bakunin, la revolución debía basarse en la lucha continua, en la huelga general
revolucionaria que colapsase el orden burgués y en la que debían participar no sólo
obreros, sino mujeres, campesinos, estudiantes. El objetivo de la revolución, no era
como decía Marx la creación de un Estado obrero que impusiera el socialismo, sino la
destrucción de toda organización estatal.
Se opone a cualquier tipo de autoridad. Considera que la expresión máxima del ser
humano, es la libertad. Se oponen a los nacionalismos y los estados nacionales por
representar los intereses de la burguesía. La sociedad debe organizarse según
federaciones de asociaciones libres y autónomas de trabajadores.
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base para todo el posterior pensamiento social cristiano, que en el siglo XX se
transformo en Democracia Cristiana.
La iglesia comienza a asimilar el pensamiento moderno. No obstante, los cambios
fueron muy lentamente asumidos por la mayoría del clero. Para estos amplios
sectores, las ideas tradicionales siguieron dictando la norma. La verdadera aceptación
de las nuevas ideas modernas por parte de la iglesia sólo se produjo a principios de la
década de los '60 del siglo XX, durante el Concilio Vaticano II.
Hacia 1870, la burguesía estaba fuertemente enfrentada con los obreros industriales.
El número de estos aumentaba con rapidez debido al desarrollo industrial. En general,
su situación había mejorado respecto a periodos anteriores y los salarios eran
superiores, aunque existían grandes diferencias según los países.
La situación de los trabajadores estaba lejos de ser satisfactoria. La jornada laboral
seguía siendo larga: hacia 1890 los hombres aún trabajaban de diez a doce horas
diarias en casi todos los países; tan sólo existían limitaciones de horario para las
mujeres y los niños, lo que ya significaba un avance. En 1899, la Segunda
Internacional Socialista reivindicó la jornada de ocho horas diarias para todos los
trabajadores. Los empresarios consideraron esta petición como una declaración de
guerra, pues creían que significaría su ruina.
Aunque las condiciones laborales habían mejorado algo, el nivel de vida en los barrios
obreros continuaba siendo muy bajo. El continuo crecimiento de la población de las
ciudades dio lugar a la escasez de viviendas y al aumento de sus precios. Las familias
trabajadoras se hacinaban en espacios pequeños con unas condiciones mínimas de
habitabilidad (carencia de agua corriente, de alcantarillado, etc.).
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