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CÁNCER

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C Á N C E R : H E R E N C I A Y A M B I E N T E

Autora: CRISTINA CORTINAS

COMITÉ DE SELECCIÓN
EDICIONES
DEDICATORIA
AGRADECIMIENTOS
PRÓLOGO
I. INTRODUCCIÓN AL CÁNCER
II. CÁNCER Y HERENCIA
III. CÁNCER Y AMBIENTE
BIBLIOGRAFÍA
CONTRAPORTADA

P R Ó L O G O

No hace mucho tiempo una joven de 15 años me preguntó: ¿por qué


morimos de cáncer?, impresionada por la muerte reciente de una
compañera de escuela de la misma edad por esa enfermedad. Es
posible que al responderle retomara algunos conceptos expresados por
Richard Doll y Richard Peto en su artículo sobre las "Causas del
cáncer".1

En él, estos autores comentan que algunas personas mueren de cáncer


y otras no, merced a tres tipos de circunstancias:

—La primera corresponde a la "naturaleza" o


constitución genética de los individuos.

—La segunda se refiere a las condiciones


"ambientales" en las que se desenvuelve la vida de
los mismos.

—La tercera a lo que ellos llaman "suerte".

Ya que el cáncer es una enfermedad que puede ser ocasionada por


múltiples factores, dependería de la suerte o del azar que los factores
mencionados ejerzan su acción en un momento preciso para que se
desencadene el largo proceso que lleva al desarrollo del padecimiento.
Es probable que mi respuesta no aclarara las dudas de la joven. En
todo caso, la inquietud que suscitó en mí su pregunta me llevó a
aceptar la invitación de mi querida amiga Alejandra Jáidar para escribir
este libro. Hoy Alejandra ha dejado de existir como consecuencia de
esta aún misteriosa enfermedad, que numerosos científicos en el
mundo se afanan en descifrar y vencer.

I . I N T R O D U C C I Ó N A L C Á N C E R

¿ES EL CÁNCER UNA ENFERMEDAD DE LOS TIEMPOS MODERNOS?

EL CÁNCER parece ser una enfermedad tan antigua como lo es la vida


en nuestro planeta. Son testimonio de ello los tumores encontrados en
los huesos de fósiles de dinosaurios o en las momias humanas
descubiertas en Egipto y Perú. Su estudio y tratamiento ha sido objeto
de gran interés desde épocas remotas en distintas culturas, lo cual ha
quedado asentado en documentos llegados hasta nosotros, en los que
se describe el avance del conocimiento, y que nos hacen ver el talento
y capacidad de observación y deducción de nuestros antepasados.
Documentos que datan de 2000 a 1500 años a.C., como el Ramayana
de la India o el papiro egipcio Ebers, por ejemplo, hacen referencia a
este padecimiento. En tanto que su nombre, cáncer, se inspiró en la
observación de los tumores de mama, que, al crecer, toman la forma
de un cangrejo, según explica Galeno (131-203 d.C.) en su tratado
Definitiones Medicae (Figura I).

Figura 1. Cáncer de mama.

La cirugía y el tratamiento con determinadas sustancias son recursos


adoptados ya desde hace cientos de años para combatir esta mortal
enfermedad; en el año 2000 a.C., se practicaba en la India la
extirpación de los tumores y alrededor del año 180 d.C. se inició el
empleo de ungüentos a base de arsénico y plomo para el tratamiento
de tumores.
El posible origen ambiental del cáncer fue sugerido también hace ya
más de doscientos años por los estudios realizados en Inglaterra en
deshollinadores, en los que se descubrió una forma rara de tumor que
se asoció con el contacto continuo durante años con el hollín. Este
hallazgo en particular abrió la posibilidad de adoptar medidas para
prevenir el cáncer, identificando y controlando la exposición a los
agentes cancerígenos.

Por su parte, las observaciones que dan cuenta de una posible relación
del cáncer con trastornos hereditarios datan de hace más de cien años.
Todo lo cual nos hace ver que las bases del conocimiento actual de
esta enfermedad, que aún presenta grandes incógnitas, fueron
asentadas por un gran número de individuos talentosos en distintas
épocas y regiones del mundo.

El cáncer es una enfermedad quizá tan


antigua como el surgimiento de los
primeros organismos multicelulares en
nuestro planeta

¿ES EL CÁNCER UNO O MÚLTIPLES PADECIMIENTOS?

Bajo la denominación de cáncer se engloban, en realidad, distintas


enfermedades que varían en sus manifestaciones clínicas y en su
respuesta a las medidas terapéuticas, pero que comparten
mecanismos desencadenantes comunes.

Se han descrito más de cien formas distintas de cáncer de acuerdo con


el órgano o tejido en el que se originan y el tipo de célula a partir del
cual se forman. Los más frecuentes son los llamados carcinomas, que
constituyen cerca del 90% de los cánceres, y que se generan en los
epitelios o capas celulares que recubren la superficie de nuestro
cuerpo. Por lo general éstos son tumores que ocurren a edad avanzada
y cuya frecuencia puede incrementarse hasta mil veces entre los
veinte y los sesenta años de edad. Entre ellos, los más comunes son
los que afectan al pulmón, al intestino grueso, a las mamas y al cuello
uterino.

Las leucemias y linfomas se producen a partir de las células


formadoras de la sangre que residen en la médula ósea y en los tejidos
linfáticos y, aunque son menos frecuentes que los carcinomas, causan
un mayor impacto moral, social y económico pues afectan a niños y
jóvenes reduciendo su esperanza de vida y productividad.

Los sarcomas son los más raros y se originan en las estructuras de


soporte como el tejido fibroso, así como en los vasos sanguíneos.
El cáncer engloba una gran variedad de
padecimientos que tienen como
denominador común la proliferación
celular incontrolada

¿OCURRE MÁS FRECUENTEMENTE EL CÁNCER EN LA ACTUALIDAD?

Es difícil contestar a esa pregunta por la falta de datos que digan qué
tan frecuente era esta enfermedad en el pasado, así como por la
ausencia de registros de los casos de cáncer que se dan actualmente
en cada país. Éste es, sin embargo, un tema que requiere reflexión.

Los patrones de enfermedad y muerte han evolucionado mucho en los


últimos 150 años, sobre todo en los países desarrollados, de los cuales
se han erradicado padecimientos transmisibles propios del
subdesarrollo como la tuberculosis, difteria, fiebre escarlatina, tifoidea
y disentería. Además, la esperanza de vida se ha incrementado
(favorecida también por los progresos de los servicios asistenciales de
salud, las campañas de vacunación y el desarrollo de medicamentos y
terapias eficaces), lo que determina que un número mayor de
individuos en la población alcance la edad en la que puede
manifestarse un padecimiento maligno.

El cáncer es, hoy en día, una de las cinco primeras causas de


defunción, tanto en países desarrollados como en desarrollo, y se
calcula que cada año mueren en el mundo cerca de 4 300 000
personas a causa de esta enfermedad. Sin embargo, se ha observado
que las formas predominantes de cáncer varían de un país a otro, o
bien siguen una tendencia diferente (Tabla I). Así, por ejemplo, en
Estados Unidos los tipos más comunes de cáncer son los del pulmón,
intestino grueso y mama; en tanto que en México predominan, en los
hombres, las leucemias y linfomas, los cánceres de próstata, pulmón y
estómago, y en la mujer, el cáncer del cuello uterino y de mama
(Tabla 2). En términos generales, el cáncer de pulmón tiende a
aumentar en el mundo, mientras que el del estómago parece
disminuir.

TABLA 1. Tipos de tumores frecuentes en un


país y raros en otro

Países en los que se observa


Localización
Sexo una frecuencia
del cáncer
Elevada Baja
Australia
Piel M India (Bombay)
(Queensland)
Esófago M Irán (Norte) Nigeria
Estómago M Japón Uganda
Hígado M Mozambique Inglaterra
Colon M Estados Unidos Nigeria

Se piensa que, de persistir las actuales tendencias, habrá una mayor


incidencia (número de casos nuevos) de cáncer en casi todo el mundo,
entre otras razones por el aumento de la esperanza de vida y el
consumo de tabaco (asociado al cáncer de pulmón). Esta situación
hace urgente la necesidad de establecer acciones para contrarrestar
dichas tendencias y proteger a la población.

TABLA 2. Distribución de tipos de cáncer más


frecuentes en México en 1987

Mujeres adultas Hombres adultos


10 486 5 770
casos casos
Localización % Localización %
Cuello
30.7 Próstata 12.5
uterino
Mama 17 Linfomas 8.6
Ovario 4.1 Leucemias 6.2
Tiroides 3.3 Pulmón 6.2
Linfomas 3.2 Estómago 5.4
Útero 3.1 Vejiga 4.7
Otros 38.6 Otros 56.4

El aumento en la esperanza de vida en


todos los países conlleva la posibilidad
de un incremento en la frecuencia de
algunas formas de cáncer. Esta
tendencia puede contrarrestarse si se
controla la exposición a agentes de
riesgo como el tabaco.

¿EN QUÉ CONSISTEN LOS TUMORES?

Los tumores cancerosos constituyen agrupaciones de células que


adquieren un comportamiento anormal de la capacidad de dividirse y
dejan de respetar las reglas del organismo, las cuales imponen a las
células normales de cada tejido un crecimiento restringido para que se
logre un desarrollo armonioso del cuerpo humano.

El cambio de una célula normal a una cancerosa no parece tener lugar


en un solo paso, sino que, al contrario, se produce por etapas. En
aquellos tejidos accesibles a ser estudiados como la piel o el cuello del
útero se han podido observar, en primer lugar, alteraciones sutiles de
algunas células, las cuales adquieren una morfología y comportamiento
distintos de los de las células vecinas, y constituyen lo que se conoce
como metaplasias y displasias (cambios de un tipo celular en otro). El
crecimiento de esas células alteradas puede acentuarse y dar lugar a
un tumor localizado, que, si no invade a los tejidos vecinos, se
considera benigno. Nuevas modificaciones en las células tumorales
traen consigo una proliferación ilimitada que se extiende hacia los
tejidos aledaños, lo que da lugar a tumores malignos o cancerosos.
Para muchos tumores, la historia no se detiene ahí, y todavía puede
suceder que se desprendan células que viajan a través del torrente
sanguíneo para ir a anidarse en otros órganos y formar nuevos
tumores o metástasis.

El crecimiento en etapas de los tumores cancerosos ofrece alternativas


para interferir en su crecimiento, aliviar a los pacientes y evitar su
muerte. Tal ocurre si se vigila periódicamente el cuello del útero
mediante la toma de muestras y la observación del tejido que se
descama (prueba de Papanicolau), lo que permite detectar, vigilar y
tratar con éxito a mujeres en las que se observan los cambios antes
señalados. Lo mismo sucede si las mujeres se efectúan por lo menos
cada tres años una mamografía (radiografía de senos), y se
autoexaminan regularmente los pechos para detectar oportunamente
la aparición de pequeños nódulos que pudieran representar el
crecimiento temprano de un cáncer, ya que, en esa fase, el
padecimiento es curable. En la actualidad se calcula que el 50% de los
pacientes con cáncer que reciben tratamiento oportuno y adecuado en
las etapas iniciales del proceso se cura, por lo que debemos mantener
una vigilancia constante de nuestro cuerpo y estar alerta a los cambios
inexplicables para señalárselos al médico.

Los tumores cancerosos resultan de un


largo proceso de cambios celulares que
puede ser interrumpido si se detecta y
atiende opotunamente.

¿ES EL CÁNCER UN PROBLEMA DE COMUNICACIÓN INTERCELULAR?

¿Cuántos nos hemos preguntado cómo es que nuestro cuerpo se


desarrolla tan armoniosamente a partir de la célula huevo formada por
la unión de las dos células reproductoras de nuestros padres? Es ésta
una pregunta que surge en nuestra mente al enterarnos de que el
cáncer es resultado, en gran parte, de la desobediencia a los
mecanismos que regulan la proliferación y diferenciación de las células
de nuestro organismo. Dichos mecanismos parecen estar basados en
formas complejas de comunicación intercelular, que permiten a las
células reconocer a las de su misma estirpe, que limitan su expansión
hacia sitios poblados por células de estirpes distintas, y que les indican
cuándo deben dividirse y cuándo diferenciarse para llevar a cabo
procesos y funciones especializadas. Las células cancerosas se
comportan como si ignoraran las señales normales de comunicación,
como si las obedecieran de una manera peculiar o como si generaran
sus propias señales.

El estudio de las señales de comunicación intercelular es un campo en


activo desarrollo, pues se espera que al conocerse las señales que
informan a una célula sobre cuándo debe dividirse, detener su
proliferación y diferenciarse, existirá la posibilidad de que una célula
cancerosa readquiera su comportamiento normal. Esto es lo que se
conoce como el tratamiento biológico del cáncer, el cual será menos
agresivo que las actuales formas de tratamiento: cirugía,
medicamentos químicos y radiaciones.

Las células de nuestro cuerpo


constituyen una sociedad que funciona
armoniosamente gracias a la obediencia
de reglas de conducta y a un sistema de
comunicación que las células cancerosas
ignoran.

¿QUÉ SE SABE ACTUALMENTE SOBRE LAS SEÑALES QUE REGULAN LA


PROLIFERACIÓN Y DIFERENCIACIÓN DE LAS CÉLULAS?

Éste es un problema de investigación verdaderamente apasionante que


revela los sorprendentes mecanismos con que cuentan los seres vivos,
sobre todo los organismos multicelulares, para lograr su crecimiento y
desarrollo. Es también un terreno muy complejo, por lo que sólo
abordaremos aquellos aspectos que nos permitan entender el
comportamiento aberrante de las células cancerosas.

Entre las formas que emplean las células para transmitirse los
mensajes que modulan su comportamiento se encuentran las señales
químicas, constituidas por una variedad de moléculas de diferente
índole. En las primeras etapas de la evolución de un organismo a partir
de la célula huevo que inicia su división activa, las señales que le
indican cuándo y qué tanto dividirse y qué nuevas funciones
desarrollará son, en un principio, elaboradas, secretadas y vueltas a
captar por ellas mismas. A este tipo de modulación se le conoce como
regulación autocrina.

Poco a poco, y a medida que se inicia la diferenciación celular, este


tipo de regulación deja de funcionar para ser remplazada por otra, la
regulación denominada paracrina, en la que unas células producen y
secretan las señales y otras células vecinas las captan y responden a
ellas.

Con la aparición de un sistema circulatorio y el crecimiento del


organismo embrionario, las distancias se hacen más grandes y ahora
las señales viajan de los lugares distantes donde se encuentran las
células que las producen, hasta donde se encuentran las células
receptoras, las cuales regulan sus funciones a través de estas señales.
Esto es lo que conocemos como regulación endocrina (Figura 2).

Figura 2. Regulación de la división y diferenciación celular.

A partir de investigaciones realizadas en cultivos celulares se han


logrado aislar los llamados factores de crecimiento polipeptídicos, que
son parte de este sistema de señales y que tiene entre sus funciones la
de estimular a las células a dividirse.

Como es de esperarse, existen varios factores polipeptídicos que


regulan el crecimiento de distintos tipos celulares, y que son
reconocidos por ellos porque en la superficie externa de su membrana
las células contienen una molécula receptora a la que puede unirse
sólo un factor de crecimiento específico (tal y como ocurre con otras
señales como las hormonas, mediadoras en la regulación endocrina,
figura 3).
Figura 3. Características de la molécula receptora del factor de crecimiento
epidérmico.

El receptor del factor de crecimiento epidérmico está


constituido por tres segmentos o dominios:

1) Un dominio extracelular, formado por 621 aminoácidos.

2) Un dominio transmembranal, compuesto por 23 aminoácidos


hidrofóbicos que anclan al receptor a la membrana.

3) Un dominio intracelular que contiene 542 aminoácidos y


posee una porción con actividad enzimática capaz de introducir
grupos fosfatos (fosforilar) en otras proteínas y 4 sitios en que
puede también ser fosforilada: una treonina (654) y tres
tirosinas (1 068, 1 148 y 1 173).

Los factores de crecimiento son considerados como los primeros


mensajeros porque al entrar en contacto con su receptor en la
membrana celular desencadenan internamente toda una serie de
cambios que están mediados por la participación de moléculas, a las
cuales se les atribuye, por su función, el papel de segundos
mensajeros (Figura 4). El resultado final de esta organización orquestal
que constituye una verdadera cascada de reacciones bioquímicas, es
que la célula se divida o bien opte por detener su proliferación y
diferenciarse. Cuando hace una cosa o la otra depende, entre otros,
del factor de crecimiento involucrado y del estado fisiológico de la
célula.
Figura 4. Cascada de eventos intracelulares que desencadenan los factores de
crecimiento plaquetarios (FCP).

En la figura se observa cómo la mólecula del factor de


crecimiento plaquetario se une a su receptor, el cual es
activado y a su vez activa a la enzima fosfolipasa C,
posiblemente a través de una proteína "G" que se une a un
guanositrofato (GTP). Esta enzima rompe un enlace fosfoéster
del fosfatidil inositol difosfato, un fosfolípido de la capa interna
de la membrana, dando lugar a la liberación de dos segundos
mensajeros: diacilglicerol (DG) e inositoltrifosfato (IF3).

El diacilglicerol activa a una enzima (proteína cinasa C), capaz


de introducir grupos fosfatos en aminoácidos de otras
proteínas, activándolas o inactivándolas. La intervención de
una enzima denominada diacilglicerol lipasa libera, a partir del
diacilglicerol, otro segundo mensajero, el ácido aranquidónico,
a partir del cual se forman las prostaglandinas.

El aumento de IF3 y del ácido aranquidónico traen consigo la


salida de calcio del retículo endoplásmico, provocando cambios
en la morfología celular. El calcio actúa también como segundo
mensajero, modulando la actividad de otras proteínas.

La prostaglandina E estimula la síntesis de adenosín


monofosfato cíclico (C-AMP) el cual participa en la activación
de genes y en el desencadenamiento de la replicación del
material genético y de la división celular.

En las células cancerosas se han descubierto cambios que afectan este


mecanismo de comunicación a través de primeros y segundos
mensajeros, de manera que su comportamiento corresponde al de una
célula sometida a una regulación autocrina, es decir, la que parece no
tener que depender de otras células para proliferar.

El sistema secuencial que desencadena


la división celular ofrece una opotunidad
excelente para el control del proceso
mediante la activación y desactivación
de moléculas mensajeras.

I I . C Á N C E R Y H E R E N C I A

¿CÓMO SE REGULAN LAS SEÑALES MODULADORAS DE LA


PROLIFERACIÓN Y DIFERENCIACIÓN CELULAR?

Uno de los grandes secretos de la vida es la forma en la que se ha


generado, conservado, diversificado y transmitido la información que
permite el surgimiento de los seres vivos —y su extraordinaria
diversidad—, y que asegura además la constancia de las características
que definen a cada especie en particular (o sea, cómo se ha
estructurado y funciona la información hereditaria).

Es ahora de todos conocido que los seres vivos, cualquiera que sea su
naturaleza, poseen información hereditaria contenida en los ácidos
nucleicos, los cuales constituyen el material genético. Estos ácidos
nucleicos son el ácido desoxirribonucleico (ADN), el de la mayoría de
los seres vivos, y el ácido ribonucleico (ARN), el de ciertos virus. Los
componentes fundamentales de dichos ácidos son los nucleótidos,
constituidos por cuatro bases nitrogenadas: adenina, guanina, citosina
y timina (que en el ARN es remplazada por uracilo), más un azúcar
(desoxirribosa en el ADN y ribosa en el ARN) y un ácido fosfórico.
Dichos nucleótidos son como las letras del alfabeto con el que se
construye el código genético donde se almacena la información
hereditaria.

También nos es familiar que el ADN adopta la forma de dos cadenas


que se enrollan en forma similar a la de una escalera de caracol, en la
que los peldaños están representados por el apareamiento de dos
bases nitrogenadas (siempre adenina frente a timina, y guanina frente
a citosina). El ADN de las células humanas se encuentra
superenrollado, compactado y repartido en 23 pares de estructuras
que conocemos como cromosomas y contiene segmentos con
combinaciones específicas de las cuatro bases, las cuales constituyen
unidades de información conocidas como genes (Figura 5). Se
sospecha que poseemos alrededor de 100 000 genes en lo que
llamamos el genoma humano; dichos genes controlan la síntesis de
otras tantas proteínas (o de las cadenas de aminoácidos de los
polipéptidos que las forman), las cuales caracterizan a las células y
desempeñan un papel importante en su estructura y funcionamiento.

Figura 5. Organización del material genético.

En la regulación de la lectura del mensaje hereditario contenido en los


genes parece estar encerrada la clave del secreto de la vida al que
hacíamos referencia. Ésta podría ser una forma de interpretar la
observación de que nunca en la vida de una célula se leen
simultáneamente todos sus genes, sino que, por el contrario, su
lectura es dosificada de tal modo que permita esa maravillosa
diversidad de formas y funciones de las células que nos conforman. La
regulación de la información hereditaria se parece a la elaboración y
lectura de un texto en donde es importante tanto el orden y
combinación de las palabras como las pausas y silencios al leer las
frases y obedecer las puntuaciones.

Esta misma forma de regulación se aplica a los procesos que llevan a


la célula a dividirse y diferenciarse, y en los que las moléculas
proteicas clave que participan en ellos también están sujetas a los
mecanismos de control que determinan cuándo y cuánto deben leerse
los genes que contienen la información para su síntesis. Hoy en día
sabemos que diversas moléculas proteicas a las que se hace referencia
están codificadas por los llamados protooncogenes, o precursores de
los genes del cáncer u oncogenes.

Los oncogenes son versiones alteradas


de genes que participan en las
funciones de regulación de la
proliferación y diferenciación celular
(protooncogenes) y que se expresan de
manera inadecuada en momentos
inoportunos o en células no apropiadas.

LA MAGIA DE LA FOSFORILACIÓN

Es importante mencionar que, aunada a la regulación genética de las


señales que participan en la modulación de la división y diferenciación
celular, existe otra forma de regulación que se desencadena cuando el
factor de crecimiento se une a su receptor. Se trata de los procesos de
fosforilación que se repiten una y otra vez a distintos niveles para
lograr, mediante la introducción de grupos fosfato en los aminoácidos
clave de las proteínas, ya sea su activación o, por el contrario, el
bloqueo de sus funciones. De esta manera, el factor de crecimiento
produce un pulso que da lugar a una sola división celular, ya que las
proteínas activadas directa o indirectamente (incluyendo la que
constituye su propio receptor), al final del proceso se inactivan
mediante fosforilación de un aminoácido específico (tirosina, figura 6),
con lo que se apaga el circuito. Esto hace que una célula normal tenga
que esperar la llegada de una nueva señal para volver a dividirse. En
las células cancerosas esta forma de regulación está también alterada,
pues algunas de las moléculas proteicas que deberían ser inactivadas
han perdido, en el sitio preciso, el aminoácido clave que requiere ser
fosforilado para apagarlas.
Figura 6. Fosforilación de tirosina.

Todo lo anterior muestra la versatilidad de la fosforilación, ya que la


introducción de grupos fosfato constituye un interruptor que, según
donde ocurra, provoca el encendido o el apagado del proceso de
división celular.
El proceso de fosforilación también permite entender por qué una
pequeña mutación en el material genético, la cual da lugar a un
cambio de un aminoácido por otro en una proteína participante en la
división celular, puede hacer que las células proliferen continuamente
al perderse el sitio en el que se introduce un grupo fosfato para
bloquear su actividad.

El proceso que desencadena la división


celular es como un bello fuego de
artificio que se enciende con una flama
y poco a poco, una tras otra, va
alumbrando figuras y culmina con la
aparición de una imagen para luego, en
un instante, apagarse por completo. Por
el contrario, en las células cancerosas el
sistema permanece encedido todo el
tiempo.

¿CÓMO SE DESCUBRIERON LOS ONCOGENES?

La historia del descubrimiento de los oncogenes está ligada con la de


la identificación del agente viral que causa el llamado sarcoma de Rous
en las aves. Hace cerca de 80 años el patólogo Francis Peyton Rous
decidió inyectar a docenas de gallinas con el filtrado que obtuvo al
tamizar, a través de una malla muy fina, una suspensión de células de
un tumor obtenido por autopsia de una gallina de la misma raza. Con
este procedimiento logró reproducir el tumor y sospechó que el agente
causal debería ser de menor tamaño que las células y que las
bacterias, por lo que podría corresponder a un virus, aunque no lo
designó así sino como un agente tumoral. Cabe mencionar que el
doctor Rous recibió el premio Nobel de Medicina por sus
descubrimientos en 1966.

Más recientemente el doctor J. Michael Bishop, galardonado en 1989


también con el Premio Nobel de Medicina, informó que el gen v-src, el
cual permite al virus causante del sarcoma de Rous inducir el tumor,
también está contenido en las células normales no tan sólo de la
gallina sino de algunos vertebrados, incluyendo al ser humano. Logró
este descubrimiento gracias al empleo de las nuevas tecnologías de la
llamada ingeniería genética, que permitieron, en primer lugar, copiar al
gen v-src mediante una enzima que puede generar una versión de
ADN a partir de la hebra de ARN del genoma viral (transcriptasa
reversa). El siguiente paso consistió en multiplicar el número de copias
del gen v-src, marcándolas con un isótopo radioactivo para poder
seguir su destino. Finalmente las puso en contacto con el ADN
desnaturalizado (separado en sus dos hebras) extraído de los distintos
tipos celulares. Esto trajo como resultado la formación de algunas
cadenas híbridas (que contenían una hebra de ADN marcado, la
copiada del genoma viral, y otra sin marcar, proveniente de la célula
donadora), que revelaron zonas de homología y descubrieron la misma
secuencia en las células normales.

El estudio de la secuencia de nucleótidos del gen src permitió, además,


descubrir que, por su organización (presencia de secuencias conocidas
como exones e intrones típicas de los genes animales pero no virales),
ese gen no pertenecía al virus, sino que debió ser arrastrado por éste
después de unirse y desprenderse del material genético de alguna
célula hospedera (Figura 7). Más aún, sus homólogos en las células
normales resultaron ser genes activos y fue también el grupo del
doctor Bishop quien descubrió la proteína codificada por el gen src
(llamado c-src porque corresponde a la versión celular de ese gen), a
la que denominaron pp60c-src, y que, sorprendentemente, resultó ser
una proteína fuertemente unida a la superficie interior de la membrana
celular y capaz de fosforilar a las tirosinas.

Figura 7. Incorporación del oncogén src al genoma viral.

Hoy se sabe que en las células cancerosas que contienen activo el


oncogén c-src: está presente una proteína pp60c-src a la que,
curiosamente, le falta, en un sitio peculiar, una tirosina, que en su
versión normal es fosforilada, como mecanismo para bloquear la
propia actividad fosforilante de la proteína pp60c-src. Tal parece ser la
explicación por la cual esa proteína está permanentemente
funcionando e introduciendo grupos fosfato en otras proteínas, en el
caso de las células tumorales.

Ciertos virus pueden secuestrar


porciones del material genético de las
células a las que infectan llevándolo
consigo de una célula a otra como si
fuera propio.
¿QUÉ SE HA APRENDIDO DE LOS VIRUS QUE PRODUCEN CÁNCER?

Los virus cuyo material genético está constituido por ARN y que tienen
la capacidad de inducir la síntesis de la enzima transcriptasa reversa,
pueden hacer copias de ADN a partir de su ARN e insertarse en el
genoma de las células hospederas como lo hace el virus del sarcoma
de Rous. A estos virus se les conoce como retrovirus y constituyen una
familia a la cual pertenece el virus del sida y otros que no causan
enfermedades y que parecen formar parte integrante de algunas
células y participar en la regulación de sus procesos de diferenciación.

Los retrovirus que producen cáncer lo hacen de dos maneras:

1) Unos son portadores de oncogenes que alteran


la maquinaria celular provocando una proliferación
incontrolada de las células hospederas. Se conocen
cerca de 20 oncogenes virales asociados con
formas particulares de cáncer y cada una tiene un
protooncogén correspondiente en las células a las
que infectan.

2) Otros retrovirus no portan oncongenes, pero al


integrarse al cromosona de la célula receptora
alteran la estructura o función de los genes
aledaños al lugar de su inserción. Los genes
afectados son considerados como protooncogenes
potenciales cuya expresión puede alterarse, lo que
trae consigo la transformación de las células.

Los retrovirus se han vinculado con la leucemia de células T en


humanos adultos característica del sur de Japón y de las islas del
Caribe. Aunque también existen evidencias de que virus cuyo material
genético es ADN pueden asociarse con otros padecimientos malignos
en el humano, como sucede con el virus de la hepatitis B o con los
papilomavirus relacionados con el cáncer de pene en el hombre y el de
cuello uterino en la mujer, así como el llamado virus de Epstein-Barr,
vinculado con los linfomas de Burkitt y con el cáncer nasofaríngeo.

Los virus que insertan su material


genético en el ADN de nuestras células
pueden ocasionar problemas de
desregulación en la lectura de la
información hereditaria y modificar el
comportamiento celular.
¿QUÉ TANTO HA PROGRESADO EL CONOCIMIENTO DE LOS
ONCOGENES?

Obviamente el descubrimiento de la existencia de los oncogenes


produjo gran entusiasmo y una búsqueda activa de su presencia en las
células cancerosas, que aún no termina y ha dado lugar a una multitud
de datos no del todo fáciles de descifrar. Se piensa que pronto se
requerirá elaborar diagramas con casillas y redes de comunicación,
como los que se emplean para describir circuitos electrónicos, sistemas
telefónicos o de computación, para lograr establecer los vínculos entre
oncogenes, sus productos proteicos, las cadenas bioquímicas que
regulan la división y proliferación celular, los cambios en el
comportamiento celular y los cánceres resultantes.

A pesar de que todavía no se cuenta con esta información, ya ahora


destacan ciertos elementos que se repiten y permiten inferir algunos
de los papeles que desempeñan oncogenes y sus consecuencias. Por
ejemplo, es notable el hecho de que numerosos oncogenes ya han sido
vinculados con algún elemento relacionado con el control de la
proliferación celular (Tabla 3). Los productos de tres de los oncogenes
enlistados en la tabla (fos, myc y myb) se localizan en el núcleo de las
células y parecen participar en la activación de genes que provocan la
división celular. En tanto que los productos de los oncogenes restantes
se encuentran en la membrana o cerca de ella. Tal es el caso de erb,
que es una versión alterada del receptor del factor de crecimiento
epidérmico a la que le falta el dominio externo, por lo que se
encuentra permanentemente activo. Por su parte, sis controla la
síntesis de la cadena B del factor de crecimiento plaquetario, y los
restantes están relacionados con enzimas fosforilantes (proteínas
cinasas) (Figura 8).

TABLA 3. Ejemplos de oncogenes vinculados con el


control de la división celular

Actividad
Oncógen Probable función
bioquímica
Receptor en la
erb-B Tirosina cinasa
superficie celular
Receptor en la
fms Tirosina cinasa
superficie celular
Receptor en la
neu Tirosina cinasa superficie celular (aún
no identificado)
Receptor en la
ros Tirosina cinasa superficie celular (aún
no identificado)
sis Factor de Señal
crecimiento FCP
(subunidad B)
¿Transducción de
src Tirosina cinasa
señales?
¿Transducción de
abl Tirosina cinasa
señales?
¿Transducción de
ras ¿Proteína G?
señales?
¿Efector de la división
fos ¿?
celular?
¿Efector de la división
myc ¿?
celular?
¿Efector de la división
myb ¿?
celular?

Figura 8. Participación de los factores del crecimiento y productos


oncogénicos en la proliferación celular.
En esta figura se puede observar cómo el factor de crecimiento
transformante de tipo beta (FCT- ß) al unirse a su receptor, activa la
expresión del oncogén c-sis, el cual determina la síntesis del factor de
crecimiento plaquetario (FCP). Este factor, a su vez, se une a su
receptor e induce la activación de la fosfolipasa C, probablemente a
través de una proteína G (¿p-21 codificada por el oncogén ras?). La
fosfolipasa rompe al fosfatidil inositol difosfato (FID) liberando al inositol
trifosfato (IF3) y al diacilglicerol (DAG), lo cual conduce a la activación
de la proteína cinasa C, a la formación de ácido araquidónico y
prostaglandinas. La prostaglandina E se une a un receptor e induce la
síntesis del adenosín monofosfato cíclico y la activación del oncogén
myc, todo lo cual provoca la síntesis de proteínas, del ADN y la división
celular, junto con la reorganización de las proteínas del citoesqueleto
(actina y vinculina), bajo la influencia del incremento del calcio
citoplásmico y de la elevación del pH intracelular. Por su parte, el
oncogén erb-B determina la síntesis del dominio interno del receptor
del factor de crecimiento epidérmico, el cual es regulado por la acción
fosforilante de la proteína C inducida por FCP.

Se ha descubierto también que no basta con que se active un oncogén


en una célula para que ésta adquiera las características de una célula
cancerosa, sino que se requiere por lo menos la participación de dos
oncogenes. Así, por ejemplo, ni el oncogén Ela ni el Elb del adenovirus
pueden inducir tumorigenicidad por separado, pero actuando juntos
provocan la transformación maligna de las células; lo mismo ocurre
con los oncogenes celulares ras y myc que por sí solos no son
suficientes para inducir tumores, lo que sí ocurre cuando se activan
ambos.

Cada día se aprende algo nuevo sobre


los oncogenes, pero todo parece girar
en torno de unos cuantos principios.
Así, por ejemplo, la localización de sus
productos proteicos en el citoplasma o
el núcleo parece desempeñar un papel
clave en su función, también sorprende
saber que, con unos cuantos genes y
dependiendo del orden en que se
activen o de la combinación de
oncogenes activos, se pueden dar
modalidades distintas del cáncer.

¿QUÉ SE SABE SOBRE LA ACTIVACIÓN DE LOS ONCOGENES?

Se ha mencionado ya que la integración de los virus en el ADN de las


células hospederas puede modificar la estructura o función de los
protooncogenes, activándolos y convirtiéndolos en oncogenes.
En las células que no han sido infectadas por virus y en las que ocurre
la activación anormal de los protooncogenes, se ha visto que ésta
puede producirse como resultado de tres mecanismos (Tabla 4):

—Una mutación puntual, que cambia la secuencia de bases en el gen y


que se refleja en un cambio en la secuencia de aminoácidos de la
proteína oncogénica.

—Una movilización (translocación) del onocogén a otro cromosoma, al


que se ubica en vecindad con un gen continuamente activo que lo
estimula a manifestarse,

—La multiplicación en el número de copias del oncogén (amplificación).

TABLA 4. Mecanismos de activación de oncogenes de células humanas

Mecanismo de Porcentaje de
Oncogén Tipo de tumor
activación tumores

que lo
contienen

H-ras Mutación puntual Carcinomas y melanomas 1-10

Carcinomas, leucemias linfoides agudas,


K-ras Mutación puntual 1-15
rabdomiosarcomas,

Amplificación Cáncer de vejiga y pulmón 1

N-ras Mutación puntual Varias leucemias, carcinomas, melanomas 1-25


y sarcomas

c-myc Translocación Linfoma de Burkitt 100

Carcinoma de pulmón de células


Amplificación pequeñas, cáncer de colon y mama, 1-35
leucemia promielocítica

Se ha visto que la activación de los oncogenes ras y neu, mediante


mutaciones puntuales, puede ocurrir en tumores inducidos en animales
mediante el empleo de sustancias cancerígenas o por rayos X (Tabla
5). Así, por ejemplo, se ha encontrado el oncogén H-ras-1 en
carcinomas de células escamosas inducidos en la piel de ratones por la
aplicación de dimetilbenz (a) antraceno (DMBA),seguida de la
administración de ésteres de forbol, y en cánceres mamarlos
producidos durante el desarrollo sexual por N-nitroso-N-metilurea
(NMU). También se ha visto que el oncogén ras puede activarse en
adenomas y carcinomas "espontáneos" en el ratón (cepa B6C3FI
empleada en bioensayos de carcinogénesis).

TABLA 5. Oncogenes en tumores inducidos por carcinógenos


químicos

Porcentaje de

Especie tumores con el

animal Tumor Carcinógeno Oncogén oncogén activado


Rata NMU Carcinoma mamario H-ras 1 86

DMBA Carcinoma mamario H-ras 1 23

DMN Carcinoma renal K-ras 2 40

ENU Neuroblastoma neu 100

NMU Schwanomas neu 70

NMS Carcinomas nasales ? 100

Ratón DMBA Carcinomas de piel H-ras 1 90

Varios Hepatomas H-ras 1 100

Rayos X Linfomas K-ras 2 57

NMU Linfomas N-ras 1 85

3-MCA Fibrosarcoma K-ras 2 50

NMU = Nitroso metil urea,

DMBA = Demitilbenz (a) antraceno,

DMN = Dimetil nitrosamina,

ENU = Etil nitroso urea,


MMS = Metil metano sulfonato.

3-MCA = 3-Metil colantreno

Lo anterior muestra que se puede inducir la activación de oncogenes


tanto por la exposición a agentes físicos, químicos y virales, como
probablemente por la intervención de factores endógenos que hacen a
algunos individuos más propensos a desarrollar "espontáneamente"
cáncer.

Un gen normal puede convertirse en un


gen del cáncer al ser alterado por
agentes ambientales o generados
dentro de nuestro organismo cuando
fallan los mecanismos de protección de
los que disponemos. Algunas personas
tienen mecanismos de protección
ineficientes que las hacen más
propensas a padecer cáncer.

¿QUÉ RELACIÓN TIENEN LOS ONCOGENES CON LAS ETAPAS DEL


CÁNCER?

Los estudios experimentales de inducción de cáncer en la piel de


ratones por la aplicación de compuestos químicos, ha sido una rica
fuente de información en lo que se refiere al conocimiento y
caracterización de las etapas por las que atraviesa el proceso de
carcinogénesis.

En la década de 1940, diversos trabajos mostraron que ciertas


sustancias, administradas en una dosis alta, eran capaces de provocar
tumores malignos por sí solas, por lo que se les denominó
carcinógenos completos. Por el contrario, se observó que una dosis
baja de dichas sustancias sólo producía cáncer si se acompañaba de la
aplicación repetida de otra sustancia capaz de promover la división
celular (agente promotor). En un principio tal hallazgo hizo pensar que
el cáncer pasaba por una primera etapa de "iniciación'' (inducida por
un agente iniciador), seguida por una segunda etapa de "promoción".
Más tardé se descubrió que si se aplicaba alguna dosis de un agente
iniciador y se espaciaba hasta un año la aplicación del promotor,
también se producían tumores malignos. Esto llevó a pensar que la
célula "guardaba la memoria" del cambio provocado por el iniciador;
dicho cambio, entonces, era irreversible y debería corresponder a una
mutación, es decir, a una modificación en el material genético de la
célula. Se descubrió además que la aplicación de un promotor en
ausencia del iniciador o durante un tiempo insuficiente, no era capaz
de provocar tumores (Figura 9).

Figura 9. Inducción de tumores por la aplicación de iniciadores y promotores

El estudio de los tumores permitió la identificación de múltiples


cambios en el número y estructura de los cromosomas de las células
tumorales, a medida que se volvían invasivos. Esto, junto con otros
hallazgos, llevó a concluir la existencia de una tercera etapa en el
desarrollo del cáncer: la "progresión tumoral", así como a considerar
que se requería un segundo acontecimiento genético (probablemente
mediado por una alteración cromosómica) para que las células
adquirieran verdaderamente características cancerosas (Figura 10).
Figura 10. Iniciación, promoción y progresión del cáncer.

Como se mencionó anteriormente, se han aislado oncogenes


portadores de mutaciones puntuales (H-ras1) en tumores provocados
por la aplicación sucesiva de iniciadores (DMBA) y promotores (ésteres
de forbol), lo cual coincide con la hipótesis de que el inicio del cáncer
está mediado por un cambio genético. También apoya esta idea el
hallazgo del oncogén H-ras activado en papilomas, considerados como
la fase premaligna de los cánceres de piel. Numerosas observaciones
corroboran la intervención de mutaciones puntuales en los oncogenes
de la familia ras, como paso inicial en diversas formas de
carcinogénesis, aunque no en todas, lo que indica que también otros
cambios pueden iniciar el proceso; de ellos se hablará más adelante.

Algo interesante ha sido encontrar que las mutaciones en el


protooncogén ras se dan repetidamente en dos codones (secuencia de
tres nucleótidos) específicos, que ocupan las posiciones 12 (Guanina-
Guanina-Adenina) y 61 (Citosina-Adenina-Adenina). Esas mutaciones
tienen como resultado que en la proteína p2l, codificada por ras, se
altere el sitio clave que le permite unirse al GTP, con lo que éste
permanece más tiempo unido a ella; como consecuencia final de lo
anterior, también se altera la regulación de la división celular.

Sumado a eso, se ha visto que en los carcinomas de piel, que


corresponden a la fase de progresión tumoral o transformación
maligna de los papilomas, el oncogén ras mutado puede amplificarse.
Esto coincide con la propuesta de la producción de un segundo
acontecimiento genético, que desencadena la malignización. También
se ha observado una estrecha asociación entre la amplificación del
oncogén myc y los estados avanzados del cáncer; por ello se considera
pues, que dicha amplificación contribuye a la progresión, como sucede
en el cáncer del cuello del útero. Los oncogenes ras y myc parecen
complementarse uno a otro, y si, como ya se había mencionado, cada
uno por separado no induce por sí mismo la transformación maligna
completa de las células, ello sí ocurre si ambos son activados.

Si se analiza la figura 8 se puede ver cómo ras y myc toman parte


secuencialmente en una de las cascadas bioquímicas que
desencadenan la división celular. Se ha visto que, curiosamente,
agentes promotores como los ésteres de forbol y en particular el TPA
(12-0-tetradecanoilforbol 13-acetato) parecen estimular la
proliferación celular de manera muy similar a como lo hacen los
factores de crecimiento y poseen receptores en la membrana celular
de fibroblastos y células epidérmicas del ratón. El TPA, al igual que el
factor de crecimiento plaquetario, estimula la activación de una
proteína cinasa C, otro elemento clave en la regulación de la división
celular que aparece ubicado en la cadena de sucesos que se describen
en la figura 8.

Diversas pruebas indican que las fases


por las que atraviesa el proceso de
carcinogénesis se asocian con cambios
peculiares en distintos grupos de
oncogenes; se está investigando el
significado de esos cambios.

¿QUÉ FACTORES DENTRO DEL ORGANISMO PUEDEN FAVORECER LA


ACTIVACIÓN DE ONCOGENES?

La investigación de los procesos bioquímicos normales de las células


ha permitido descubrir que incluyen la producción de moléculas muy
reactivas (radicales libres) que pueden ocasionar daños celulares y
provocar lesiones en el ADN.

Por ejemplo, el oxígeno y el hierro, dos elementos esenciales de la


vida, están implicados en la formación de radicales sumamente
tóxicos. El oxígeno es fácilmente reducido para dar lugar a la
formación del anión superóxido ( ) y enseguida a peróxido de
hidrógeno ( ), ambos radicales altamente tóxicos son producidos
por los leucocitos neutrófilos como un mecanismo natural para
combatir las infecciones microbianas. El hierro inorgánico es capaz de
catalizar la conversión del anión superóxido y del peróxido de
hidrógeno en radicales mucho más tóxicos como los radicales
hidroxilos (OH). Estos se han asociado con la peroxidación de los
lípidos de las membranas y la inducción de rompimientos
cromosómicos y alteración de las bases del ADN.

Al conocerse que agentes inflamatorios pueden actuar como


promotores en el proceso de carcinogénesis, se ha pensado que esto
puede ser el resultado de la liberación de radicales libres, como ocurre
en los procesos inflamatorios en los que intervienen los leucocitos
neutrófilos antes citados. A esto se suman las observaciones de
rompimientos cromosómicos y alteraciones oxidativas del ADN en
presencia de agentes promotores.

Afortunadamente, los seres vivos han desrrollado mecanismos para


protegerse de los efectos indeseables de los radicales libres; entre
ellos se encuentran las enzimas superóxido desmutasa y catalasa, que
catalizan la conversión del anión superóxido a peróxido y la de éste en
agua y oxígeno. Además, existen otros componentes celulares o
sustancias ingeridas con los alimentos que atrapan a los radicales
libres, como el glutatión, los flavonoides, retinoides y la vitamina C;
por lo que la nutrición se vuelve un elemento esencial contra las
lesiones autooxidantes pues aporta dichos elementos protectores.
Coinciden en destacar la importancia de la alimentación las
observaciones que demuestran que se puede inhibir la liberación de
radicales libres, la expresión de oncogenes y la promoción con el
empleo de la vitamina C, los retinoides, el aceite de cebolla y los
inhibidores de proteasas.

Se sospecha que algunos individuos tienen deficiencias en los


mecanismos de defensa en contra de los radicales libres, ya sea por
problemas hereditarios que afectan sus sistemas enzimáticos o por
problemas nutricionales, y que esto pueda ocasionarles una mayor
susceptibilidad a sufrir cáncer tanto por la agresión de radicales
endógenos como por la producida por agentes ambientales oxidantes.

Dentro de nuestro organismo se llevan


a cabo procesos en los que se generan
moléculas sumamente reactivas que, de
no ser estabilizadas, pueden ocasionar
daños genéticos o estímulos
proliferativos, los cuales provocan el
desarrollo de cáncer en individuos
desprovistos de defensas en contra de
ellas.

¿EXISTEN PROTEÍNAS QUE SUPRIMEN EL COMPORTAMIENTO


ANORMAL DE LAS CÉLULAS CANCEROSAS?
Las células cancerosas se distinguen, además de su proliferación
autónoma y continua, por alteraciones relacionadas con la
diferenciación celular. Ya se describió cómo en las etapas iniciales del
proceso de carcinogénesis las células muestran cambios que las hacen
diferentes de las células del tejido al que pertenecen y conducen a lo
que se conoce como metaplasias, displasias, proliferaciones focales y
papilomas. Esto ha llevado a pensar que la proliferación de estas
células premalignas resulta también de un impedimento para seguir
sus procesos normales de diferenciación.

Al investigar los mecanismos de diferenciación celular, se ha


descubierto que están basados en sistemas complejos de señales y
cascadas bioquímicas, similares a las descritas con respecto de la
regulación de la proliferación celular; se ha confirmado pues que
intervienen primeros mensajeros (como los factores de crecimiento) y
segundos mensajeros, o sea que las mismas proteínas reguladores
deben intervenir en los dos procesos. Ahora se estudia a qué obedecen
los diferentes resultados y en qué condiciones una señal lleva a la
célula a dividirse y en cuáles otras induce su diferenciación.

El factor de crecimiento transformante tipo beta (FCT-β es un caso


particularmente ilustrativo de la doble función de las proteínas
reguladoras a las que se hace referencia (Figura 8), FCT-β funciona
como un estimulador del crecimiento sólo en ciertas células
fibroblásticas, a las que parece inducir a sintetizar, secretar y
responder en forma autocrina a un factor de crecimiento (factor de
crecimiento plaquetario codificado por el protooncogén c-sis, que a su
vez es activado por el estímulo de FCT-β , que las lleva a dividirse.
Existen pruebas de que este factor interviene en los procesos de
cicatrización, en los que es necesaria la proliferación de fibroblastos
para cerrar heridas. Sin embargo, su función más usual, pero menos
conocida desde el punto de vista mecánico, es la inhibición de la
división celular. En este caso también parece provocar la producción y
respuesta autocrina a una proteína inhibitoria, la cual bloquea más
eficientemente a células normales que a cancerosas; esto parece
indicar que las células cancerosas han sufrido cambios que las hacen
menos susceptibles a los inhibidores del crecimiento que produce el
organismo como parte de los mecanismos de homeostasis.

Las células precursoras de los componentes de la sangre


(hematopoiéticas) constituyen un modelo para el estudio de los
mecanismos que llevan a las células a decidir entre proliferar y
diferenciarse, pues se ha visto que los protooncogenes que inducen en
ellas la división también dan lugar a un bloqueo aparente en la
diferenciación terminal.

El conocimiento de los mecanismos por los cuales las células


cancerosas bloquean su capacidad de diferenciarse, así como de las
proteínas que actúan en cada tipo particular como señales para inducir
la diferenciación, se espera lleve a descubrir el modo de inducir a las
células tumorales a proseguir su diferenciación normal. En este
aspecto el modelo de las células hematopoiéticas ha aportado
resultados esperanzadores, por lo menos en los ensayos hechos en
cultivos celulares.

Las células no parecen necesitar de


recursos y mecanismos distintos para
realizar funciones diferentes como
proliferar o diferenciarse, sino que su
comportamiento depende de la
combinación, secuencia e intensidad de
la intervención de unas cuantas
moléculas clave, lo cual hace pensar
que se puede reorientar el
comportamiento de las células
cancerosas utilizando mensajes
adecuados.

¿EXISTEN GENES ESPECÍFICOS QUE SUPRIMEN EL COMPORTAMIENTO


CANCEROSO DE LAS CÉLULAS?

En experimentos de fusión de células normales con otras de tumores


animales o transformadas por virus oncogénicos, se ha logrado
suprimir la tumorigenicidad de estas últimas. Esto ha hecho suponer la
existencia, en las células normales, de genes que pueden suprimir la
manifestación de las características cancerosas provocadas por los
oncogenes.

Algo similar a lo anterior se ha descubierto en el estudio de las células


del cáncer del cuello del útero, que, como se señaló antes, está
asociado con la infección por virus oncogénicos. En este caso
particular, la supresión del comportamiento tumoral por la fusión con
células normales hablaría en favor de que en las células humanas
existen mecanismos de defensa ancestrales que las protegen de los
efectos adversos de los virus que producen cáncer. Es posible que la
mutación o inactivación de los genes supresores sea lo que tiene como
consecuencia el que los oncogenes virales queden libres de
manifestarse. La observación de la existencia de un mayor riesgo de
desarrollar el cáncer de útero en las mujeres fumadoras hace creer
que los agentes mutagénicos presentes en el tabaco pudieran ser los
responsables de la inactivación de los genes supresores.

Todo parece indicar que en el material


hereditario de nuestras células está
contenida la información que, de
acuerdo con las circunstancias, puede
favorecer o impedir el desarrollo del
cáncer.

¿PUEDE EL CÁNCER HEREDARSE DE PADRES A HIJOS?

El descubrimiento de familias en las que numerosos miembros


padecieron cáncer a lo largo de varias generaciones ha llamado la
atención desde hace mucho tiempo. Entre 1866 y 1869, el médico
francés P. Broca describió a una familia en la que murieron de cáncer
la madre, sus cuatro hijas y ocho de los hijos de éstas. El médico
inglés W. Williams refiere una experiencia similar en 1898, en la que
una mujer afectada por cáncer uterino sufrió la pérdida de dos
hermanas, de su madre, una tía y su abuela por línea materna, todas
ellas por el mismo tipo de cáncer. Estudios semejantes en países como
Estados Unidos han notificado la muerte por cáncer de 13 individuos
de una misma familia a lo largo de cinco generaciones, en diez de los
cuales el cáncer atacó el intestino grueso.

Estas observaciones sugirieron un modo de transmisión hereditario en


esas familias. Se calcula que los cánceres de esta índole constituyen
alrededor del 1% del total de casos de esta enfermedad.

Es preciso hacer notar que en los países en los que el cáncer ocupa
uno de los primeros lugares como causa de enfermedad y muerte no
es raro ver aparecer en una misma familia más de un caso de este
padecimiento. Esto es lo que ocurre en Estados Unidos, en donde 20%
de las muertes se deben al cáncer y uno de cada cinco individuos
fallece por esta enfermedad. A pesar de ello, varias características
permiten distinguir los casos de transmisión hereditaria, entre las
cuales se encuentran las siguientes:

—Edad temprana de aparición.

—Varios familiares afectados por el mismo tipo de cáncer.

—Un número mayor de casos que en la mayoría de las familias.

—Forma de transmisión hereditaria de tipo mendeliano.

—Aparición de múltiples tumores en el mismo individuo.

—Asociación entre casos de cáncer, padecimientos hereditarios,


malformaciones al nacimiento y abortos en la misma familia.
A la fecha, se han identificado alrededor de 50 tipos de cáncer
hereditario como los que aparecen listados a continuación y se
sospecha que existen muchos más:

Ejemplos de cáncer hereditarios

Carcinoma neviode
Tumor de Wilms
de células basales

Poliposis y
Retinoblastoma
carcinoma de colon

Adenomatosis
Tricoepitelioma
endocrina múltiple

Feocromocitoma y
cáncer medular de Quemodectomas
tiroides

Tilosis con cáncer


Neurofibromatosis
esofágico

Se ha observado en el caso del cáncer de mama que puede existir una


propensión en ciertas familias a que más de un miembro de sexo
femenino de la familia desarrolle la enfermedad. Por ello, y como una
medida para detectar oportunamente el inicio de un tumor, se
recomienda que mujeres cuyas madres, tías, abuelas maternas o
hermanas hayan tenido cáncer de mama vigilen continuamente sus
senos para detectar nódulos precursores.

La existencia en el árbol genealógico de


una familia de múltiples casos de
cáncer, sobre todo de un mismo tipo,
debe alertar sobre la existencia de una
propensión hereditaria, para establecer
vigilancia médica de los individuos
sanos.

¿QUÉ RELACIÓN TIENEN LOS CÁNCERES HEREDITARIOS CON LOS


ONCOGENES?

Las observaciones realizadas por el doctor A. G. Knudson


colaboradores en los pacientes afectados por retinoblastoma han
permitido vislumbrar cómo se originan los cánceres hereditarios y su
posible relación con los oncogenes.

El retinoblastoma es un tumor de los ojos que se origina en las células


de la retina y los individuos que lo padecen pueden pertenecer a dos
grupos (hereditario y no hereditario). En uno de dichos grupos, el
cáncer hace su aparición antes del primer año de vida, frecuentemente
es bilateral, o sea que afecta a ambos ojos, y los individuos que lo
padecen tienen, por lo general, un progenitor también afectado por la
misma forma de cáncer (el tumor puede ser extirpado y los individuos
sobreviven y pueden reproducirse, aunque transmiten la propensión a
desarrollar el tumor a sus descendientes).

El otro grupo de individuos presenta el tumor más tarde, pero antes de


los cinco años de edad (después de esa edad los retinoblastos dejan de
dividirse y son menos susceptibles a transformarse en células
cancerosas), además de que es común que sólo tengan un tumor en
un ojo y no tienen parientes afectados.

Lo anterior hizo suponer al doctor Knudson que los casos de


retinoblastoma hereditario deberían ser causados por la transmisión de
un gen recesivo, que no se manifiesta sino hasta que su homólogo
normal (todos los genes de las células, salvo algunos de los
cromosomas sexuales, se presentan en pares) sufre una mutación que
lo inactiva o se pierde. En los individuos que no presentan la forma
hereditaria del tumor, Knudson supuso que se requerían dos
mutaciones sucesivas para inactivar a los dos genes y provocar el
tumor, por ello era más probable que tuvieran tumores sólo en un ojo.

Estos descubrimientos coinciden con algunos de los planteamientos


sobre el proceso de carcinogénesis hechos anteriormente, pues en la
evolución del retinoblastoma también se da por etapas; las células
sufren primero un acontecimiento genético que las prepara (iniciación)
para responder después, tras una segunda mutación, con un
comportamiento proliferativo anormal. En este caso se interpretó que
el papel que desempeñan los genes participantes se parecía al de un
posible antioncogén que mientras se encuentra en su versión normal
suprime la expresión de los oncogenes, pero al inactivarse lo deja libre
para manifestarse. Algo similar se ha encontrado en otro tumor de tipo
hereditario, el tumor de Wilms cuyo gen participante se localiza en el
cromosoma 11, y en el cáncer de mama de origen familiar.

No se sabe aún qué relación existe entre estos antioncogenes y los


genes supresores del comportamiento canceroso de las células, a los
que se hizo alusión anteriormente. Actualmente se ha propuesto y se
investiga la posibilidad de que oncogenes, genes supresores y
antioncogenes sean en realidad una misma familia de genes y que su
diferente comportamiento obedezca a la modulación de su
manifestación.

Poco a poco la información de distintos


tipos de estudios parece encajar como
en un rompecabezas señalando a los
genes responsables del desarrollo de
procesos cancerosos y relacionándolos
con los mecanismos que regulan la
proliferación y diferenciación celular.

¿EXISTEN PADECIMIENTOS HEREDITARIOS QUE AUMENTEN EL


RIESGO DE PADECER UN CÁNCER?

La existencia de una asociación entre diversos padecimientos


hereditarios y el desarrollo de tumores o leucemias constituye un
hecho de particular interés, sobre todo en aquellos casos en los que se
constata, además, una fragilidad cromosómica que lleva a rearreglos
genéticos diversos y en los que se presentan mutaciones frecuentes,
antes de que hagan su aparición padecimientos malignos. Ejemplo de
ellos son el síndrome de Bloom, la anemia de Fanconi, y la Ataxia
telangiectasia. Otro padecimiento hereditario igualmente interesante
es el conocido como Xeroderma pigmentosum, en el cual los individuos
afectados son propensos a desarrollar cáncer de piel en virtud de su
extrema susceptibilidad a la luz ultravioleta del sol y a una deficiencia
en su capacidad de reparar el daño que provoca dicha radiación en el
material genético de las células de la piel. Las células de estos
individuos al ser sometidas a distintos agentes físicos, químicos o
virales, muestran una mayor frecuencia de alteraciones en su material
genético que las células normales. Tanto los cánceres de tipo
hereditario como este tipo peculiar de asociaciones entre
enfermedades hereditarias, vulnerabilidad a agentes ambientales,
lesiones genéticas y padecimientos malignos, constituyen modelos a
investigar para desentrañar la relación que existe entre la herencia, el
ambiente y el cáncer.

Todo agente externo o interno que


provoque lesiones genéticas en las
células del organismo conlleva el riesgo
de producir un cáncer, particularmente
si coincide con estímulos a la
proliferación de las células alteradas.

¿EXISTEN CARACTERÍSTICAS HEREDITARIAS QUE INCREMENTEN LA


SUSCEPTIBILIDAD A LOS CARCINÓGENOS AMBIENTALES?

Un gran número de sustancias potencialmente tóxicas que ingresan a


nuestro organismo son transformadas por enzimas presentes en
distintos órganos entre los que sobresale el hígado; lo mismo sucede
con aquéllas capaces de inducir cáncer. En algunos casos las
sustancias no son tóxicas sino hasta después de ser metabolizadas,
por lo que se dice que las enzimas las activan; en otros casos son
inactivadas por procesos enzimáticos de destoxificación.

Los seres humanos difieren en su capacidad de llevar a cabo tales


procesos, ya que pueden contar con enzimas que presentan distinta
actividad (isoenzimas) como resultado de los cambios genéticos que
han ido ocurriendo a lo largo de la evolución. Ciertos individuos
deficientes en ciertas enzimas biotransformadoras pueden ser menos
susceptibles a carcinógenos químicos que requieren activación
metabólica. Por el contrario, otros pueden ser más vulnerables por no
contar con mecanismos eficientes de destoxificación de carcinógenos.

Entre los mecanismos moduladores de


nuestra respuesta a la agresión de
sustancias cancerígenas se encuentran
las enzimas capaces de metabolizarlas.

I I I . C Á N C E R Y A M B I E N T E

¿QUÉ SABEMOS SOBRE EL ORIGEN AMBIENTAL DEL CÁNCER?

A LO largo de más de doscientos años se han ido acumulando múltiples


y variadas observaciones que han hecho creer que la mayoría de los
cánceres en el ser humano tienen un origen ambiental. Algunas de
ellas serán descritas brevemente pues ilustran bien los caminos que
llevaron al descubrimiento de la relación entre el cáncer y el ambiente.
Sabemos que el cáncer puede ser ocasionado por agentes físicos,
químicos y biológicos; algunos de ellos han acompañado al ser humano
desde que apareció en el planeta, como la luz ultravioleta del sol o las
radiaciones ionizantes naturales. Otros han sido generados por
nuestras propias actividades domésticas, tal y como sucede con los
hidrocarburos policíclicos liberados al calentarnos o cocinar con fuego
de leña o carbón. Entre tanto, algunos vegetales que son nuestra
fuente de sustento nos exponen a plaguicidas naturales cancerígenos
(por ejemplo estragol y safrol) o bien a otros compuestos inductores
de cáncer (como las aflatoxinas) que producen mohos que los
contaminan. Sumado a lo anterior, los seres humanos nos exponemos
hoy en día a un sinnúmero de productos industriales sintéticos que se
han venido a añadir a los de origen natural y que consumimos en
forma de aditivos de alimentos, cosméticos, medicamentos, productos
de limpieza, plaguicidas y fertilizantes y que además contaminan el
ambiente.

Lo anterior nos hace ver que en nuestra vida cotidiana podemos


enfrentarnos a factores potencialmente cancerígenos dentro o fuera de
los lugares donde desarrollamos nuestras actividades, en la ciudad o
en el campo, por motivos laborales, médicos, accidentales o como
resultado de nuestros hábitos.

Desde el inicio de la vida en nuestro


planeta los seres vivos se han expuesto
a agentes ambientales físicos, químicos
y biológicos potencialmente
cancerígenos a los que se suman hoy en
día algunos productos industriales
sintéticos capaces de generar cáncer.

¿CÓMO SE HAN DESCUBIERTO LOS AGENTES CANCERÍGENOS


AMBIENTALES?

Tal como se mencionó en la introducción, la agudeza de un médico


permitió que mediante una observación clínica se llegara a la
conclusión, por primera vez, de que una forma rara de tumor podía
deberse a la exposición a un contaminante químico presente en el
lugar de trabajo. Esa observación será referida a continuación, pues
está llena de enseñanzas. Otras observaciones clínicas similares han
aportado nuevas pruebas, sobre todo en relación con otros
contaminantes del ambiente laboral y con medicamentos de uso
prolongado.

Con el desarrollo del método epidemiológico, el conocimiento de los


factores ambientales de riesgo en el cáncer ha tenido un fuerte
impulso. La mayoría de las investigaciones epidemiológicas se ha
enfocado al estudio de poblaciones expuestas a un mismo agente para
determinar si la frecuencia de cáncer en ellas es diferente a la de
poblaciones no expuestas o expuestas en menor grado a éste (estudio
tranversal). En otros estudios se ha partido de la observación de
individuos afectados por un tipo de cáncer en particular y se ha
buscado demostrar la exposición a un factor ambiental específico
(estudio de casos y controles). Más rara vez, se ha hecho el
seguimiento de una población expuesta a un agente cancerígeno
potencial para determinar la aparición de casos de cáncer (estudio
prospectivo). Los tres estudios mencionados son de carácter
epidemiológico.

Aunque los estudios epidemiológicos constituyen la contribución más


efectiva para establecer el riesgo de cáncer en poblaciones expuestas a
cancerigenos ambientales, tienen limitaciones que dificultan su empleo
como mecanismos para descubrir nuevos carcinógenos entre la
multitud de agentes a los que podemos vernos expuestos. Entre las
dificultades que enfrentan para establecer una relación causa-efecto
entre la exposición a un agente ambiental y el desarrollo de un cáncer
pueden citarse: a) el tiempo prolongado de latencia que separa la
exposición a un carcinógeno y la manifestación clínica del cáncer; b) la
participación de múltiples factores en el desarrollo de la enfermedad, y
c) la imposibilidad de determinar con precisión la magnitud de una
exposición ocurrida años antes de que se descubriera el padecimiento.
Dichos estudios son, además, costosos y tardados.

Ante la necesidad de establecer medidas de control para proteger la


salud de la población de los efectos adversos de factores ambientales,
se ha recurrido a modelos experimentales para obtener más rápido
información de su capacidad para provocar cáncer. Para ello se
emplean animales de laboratorio, por lo general roedores, a los que se
expone en forma controlada y durante toda su vida, a diferentes
concentraciones de un agente del que se sospecha que puede producir
cáncer. Sin embargo, también estos modelos experimentales tienen
sus limitaciones y la información que proveen debe ser interpretada
con cautela; entre los argumentos más importantes para ello están: a)
las diferencias de susceptibilidad a los carcinógenos en los distintos
seres vivos, y b) que no se sabe con certeza si los agentes
cancerígenos descubiertos al exponer a los animales a altas
concentraciones de ellos serán igualmente efectivos a las dosis bajas a
las que generalmente se exponen los seres humanos.

La identificación de agentes
cancerígenos ha sido posible a través de
observaciones clínicas, estudios
epidemiológicos y bioensayos animales
a los cuales se han sumado estudios en
cultivos celulares y en diversos sistemas
de prueba.

¿TODOS LOS CARCINÓGENOS AMBIENTALES SON IGUALMENTE


RIESGOSOS?

Partiendo del análisis de los resultados de estudios epidemiológicos


realizados en Estados Unidos antes de 1980 para identificar los
factores que participan en el desarrollo de cáncer, se llegó a la
conclusión de que más del 80% de las muertes por cáncer en ese país
podían ser atribuidas a factores ambientales (Tabla 6).

TABLA 6. Proporción de muertes por cáncer


atribuidas a factores ambientales en
Estados Unidos

Porcentaje de
Factor involucrado todas las muertes
por cáncer
Tabaco 30
Alcohol 3
Alimentación 35
Aditivos de alimentos 1
Comportamiento sexual y
7
reproductivo
Ocupación 4
Contaminación 2
Productos industriales 1
Medicamentos y terapias 1
Factores geofísicos 3
Infecciones ¿10?
Desconocido ¿?

Si se observan detenidamente los factores listados en la tabla 6, salta


a la vista que algunos contribuyen más que otros a la mortalidad por
cáncer en la población general de los Estados Unidos, entre los que
destacan el tabaco y el tipo de alimentación. Esto indica que una forma
de definir el riesgo de un agente cancerígeno es conociendo la
proporción de casos de cáncer atribuibles a la exposición al
cancerígeno. Como se verá más adelante, importantes factores para
determinar el riesgo de los cancerígenos ambientales son la magnitud
de la exposición y la duración de la misma; el consumo de tabaco es el
mejor ejemplo de ello, ya que la cantidad de cigarros que se fumen y
la edad en la que se inicia el hábito son dos elementos decisivos para
el desarrollo del cáncer en los fumadores.

Los estudios experimentales realizados en animales de laboratorio


muestran también que los agentes capaces de generar cáncer pueden
variar hasta 10 millones de veces en su potencia, lo que significa que
las concentraciones a las que producen cáncer pueden ser
extraordinariamente diferentes. Esto resalta todavía más la idea de
que no basta con exponerse a un cancerígeno para desarrollar cáncer,
sino que tienen que darse las condiciones de exposición suficientes
para que se esté en riesgo de padecer la enfermedad. Ahora se sabe
también que existe toda una variedad de factores moduladores que
pueden incrementar o reducir el riesgo de exposición a agentes
cancerígenos, de los cuales se hablará más adelante.

No basta con exponerse a un agente


cancerígeno para desarrollar cáncer,
pues ésta es una enfermedad en la que
intervienen múltiples factores.

RIESGOS DE CÁNCER EN EL AMBIENTE OCUPACIONAL

La historia de los deshollinadores

Ciertos lugares de trabajo o actividades laborales pueden presentar


peligros para la salud de los trabajadores, entre los que destaca el
padecimiento del cáncer por exposición a agentes físicos o químicos
que contaminan el ambiente ocupacional. Esto fue descubierto por un
médico inglés, Percival Pott, al observar y notificar en 1775 que
algunos limpiadores de chimeneas que asistían a su consultorio
presentaban cáncer en las bolsas escrotales (las que contienen los
testículos), una forma rara de cáncer en Inglaterra. Pott atribuyó el
desarrollo de los tumores al acumulamiento de hollín en los plieges de
la piel del escroto, por la falta de aseo de los limpiadores de
chimeneas, lo cual llevó a considerar que el baño y el cambio de ropa
frecuentes podrían evitar la enfermedad. Eso dejó planteados dos
principios básicos: a) la inducción de cáncer por exposición a un
agente cancerígeno (el hollín) y b) su posible prevención al reducir la
exposición.

Tanto Pott como su nieto, Henry Earle, hicieron otras observaciones,


de las cuales derivaron conceptos centrales acerca del cáncer.
Constataron por ejemplo que la profesión de deshollinador se iniciaba
en Inglaterra desde la infancia, lo que les hizo suponer la existencia de
un período de latencia entre el inicio de la exposición y la detección
clínica del tumor. Asimismo, se dieron cuenta de que no todos los
limpiadores de chimeneas desarrollaban cáncer, lo cual sugería
entonces que no todos los individuos son igualmente susceptibles a los
agentes cancerígenos.

Confirmación de las observaciones de Percival Pott

A finales del siglo XIX, en plena revolución industrial, Volkman, Bell y


Butlin informaron de otros casos de cáncer escrotal en trabajadores
expuestos a alquitranes, parafinas y aceites de ballena, hecho que
corroboró la capacidad de inducir cáncer de los compuestos químicos
relacionados con el hollín (mezcla de alquitranes e hidrocarburos
policíclicos).

Por su parte, dos investigadores japoneses, Yamigawa e Inchikawa,


publicaron un trabajo en 1915 en el que refirieron haber inducido
cáncer en la piel de la oreja de conejos al aplicarles alquitrán.
Resultados semejantes se obtuvieron al pintar la piel de otros animales
con hollín, alquitrán de carbón, aceite de antraceno y derivados de la
creosota. Pero no fue sino hasta 1930, más de ciento cincuenta años
después del descubrimento de P. Pott, que se identificó en el alquitrán
la presencia de benzo (a) pireno, un potente inductor de cáncer, que
también emiten los vehículos de combustión y el humo del tabaco o de
leña y carbón.

A partir de las observaciones en


torno al cáncer del escroto en
deshollinadores se descubrió
que:

—El cáncer puede tener un


origen ambiental

—Existe un periodo de latencia


entre el inicio de la exposición a
un agente cancerígeno y la
detección del cáncer.

—Unos individuos presentan


mayor susceptibilidad y riesgo
de desarrollar cáncer que otros.

—La prevención o reducción de


la exposición a los agentes
cancerígenos puede evitar o
disminuir el riesgo de cáncer.
Individuos expuestos a un
mismo tipo de cancerígeno
presentan una misma forma de
cáncer.

—El hollín contiene benzo (a)


pireno, un poderoso
cancerígeno.

COMPUESTOS QUÍMICOS Y PROCESOS INDUSTRIALES


RELACIONADOS CON EL CÁNCER

Diferentes agencias nacionales e internacionales han establecido un


registro de todos los estudios epidemiológicos o experimentales que
han sido publicados con relación a los agentes cancerígenos. Dichos
estudios son evaluados críticamente por comités de expertos para
identificar su validez y confiabilidad y, con base en los datos
proporcionados, se han establecido clasificaciones que los agrupan en
tres categorías de acuerdo con la naturaleza de las pruebas aportadas:

1 ) Suficientes, es decir, que exista una asociación causal


entre exposición al agente y el cáncer en el humano.

2) Limitadas, o sea que indiquen un posible efecto


carcinogénico en seres humanos, aunque los datos no sean
suficientes para demostrar una relación causal. >

3) Moderadas, o sea que los datos son cualitativa o


cuantitativamente insuficientes para concluir sobre la
carcinogenicidad del agente para el ser humano.

TABLA 7. Clasificación de grado probado de


carcinogenicidad para humanos de productos
químicos o procesos industriales
En la tabla 7 se presenta una lista elaborada por la Agencia
Internacional del Cáncer, dependiente de la Organización Mundial de la
Salud, que contiene los compuestos químicos o procesos industriales
que han sido asociados con el cáncer. El grupo 1 corresponde a las
pruebas suficientes de carcinogenicidad para el humano, el 2 a la
categoría de carcinógenos probables para el humano y la fuerza de las
pruebas se dividió en alta (letra A) o baja (letra B); en esta categoría
están incluidos los agentes identificados en estudios experimentales
llevados a cabo en animales. En tanto, el grupo 3 reúne sustancias o
procesos que no pueden ser clasificados en cuanto a su
carcinogenicidad para humanos.

LECCIONES DE LOS ESTUDIOS DE CÁNCER OCUPACIONAL

El que produjeran tumores poco frecuentes en el resto de la población


facilitó en parte el descubrimiento de los agentes identificados como
cancerígenos en el ambiente laboral. Tal es el caso, por ejemplo, de los
tumores escrotales en los deshollinadores, del mesotelioma pleural en
los trabajadores expuestos al asbesto, o del agiosarcoma hepático en
los que se expusieron a cloruro de vinilo. Los estudios de cancerígenos
en el ambiente laboral han puesto en claro también el peligro de la
exposición continua durante varios años a los agentes cancerígenos y
de la elevada concetración que alcanzan éstos en el ambiente de
trabajo.

Muchas de las sustancias cancerígenas producen el padecimiento en el


sitio por el que ingresan al organismo como en el caso del níquel que
provoca tumores en los senos nasales, o el del arsénico, el asbesto o el
cromo, que inducen cáncer de pulmón al ser inhalados. Otras
sustancias, a pesar de que penetran por el aparato respiratorio, causan
cáncer en otros tejidos, como sucede con el benceno, que genera
leucemias; el cadmio, que puede llegar a los órganos genitales y
producir cáncer de próstata, o la 2-naftilamina, que induce cáncer en
la vejiga.

Se ha observado que el consumo de tabaco por los trabajadores


incrementa el riesgo de desarrollar cáncer por exposición a otros
agentes presentes en las áreas de trabajo. Se ha visto, en particular,
que los trabajadores expuestos al asbesto que también fuman,
enfrentan un riesgo de cáncer que es 92 veces mayor que el de
individuos que no fuman ni se exponen al asbesto. Cabe señalar que el
asbesto es uno de los factores de riesgo de cáncer ocupacional más
importantes, si se considera que 2% de las muertes por cáncer en
Estados Unidos por ejemplo, se atribuye a este agente.

El conocimiento de los factores de riesgo de cáncer en el ambiente


ocupacional ha hecho que se propongan recomendaciones para evitar
esta enfermedad como resultado de las actividades laborales. Entre
esas recomendaciones están los ordenamientos jurídicos y normas
técnicas que prohiben o fijan los límites máximos permisibles sobre
carcinógenos en los lugares de trabajo, las modificaciones de los
procesos de producción y la introducción de equipos
anticontaminantes, así como la vigilancia de los trabajadores para
evitar exposiciones indeseables y detectar el desarrollo temprano de
lesiones que adviertan el peligro de cáncer.

La introducción de medidas de control


de la exposición a cancerígenos en el
ambiente ocupacional ha contribuido a
reducir el riesgo de cáncer en los
trabajadores.

CONTRIBUCIÓN DE LA CONTAMINACIÓN DEL AIRE AL DESARROLLO


DE CÁNCER

Diversas razones sustentan la preocupación acerca de los riesgos de


cáncer que pudieran estar asociados a la contaminación del aire, entre
las cuales destaca el saber que una persona inhala diariamente
alrededor de 20 000 litros de aire y el hecho de que podemos
seleccionar lo que bebemos o comemos, nuestras actividades
laborales, pero no es fácil elegir el aire que respiramos.

Gran parte de esta preocupación está centrada en la contaminación del


aire en las zonas altamente pobladas, industrializadas y con gran
tráfico vehicular. Sin embargo, los estudios epidemiológicos que
comparan la incidencia de cáncer pulmonar (número de casos nuevos)
en poblaciones de áreas urbanas altamente contaminadas y en
poblaciones rurales no han permitido distinguir con claridad el papel de
la contaminación en ese tipo de cáncer. En gran medida esto se debe a
la influencia tan grande que tiene el consumo de tabaco en esta forma
de cáncer y al hecho de que, por lo general, los individuos fuman más
cigarros en las ciudades que en las áreas rurales. Así, aunque hubiera
dos veces más frecuencia en la incidencia de cáncer pulmonar en las
ciudades que en el campo, la relación causa-efecto no se vería clara
pues hay casi cuarenta veces más frecuencia de cáncer en los
fumadores. Más aún, se ha informado que se requiere inhalar el aire
contaminado de la ciudad de Los Ángeles (Estados Unidos) durante un
año para exponerse a la cantidad de material quemado que inhala el
fumador que consume dos paquetes de cigarros al día.

En la tabla 6 sólo se atribuye el 2% de las muertes por cáncer en


Estados Unidos a la contaminación ambiental, por lo que se le
considera un riesgo menor del que corre un fumador, que, como ya se
ha visto, es sumamente alto. Lo anterior no excluye que la
contaminación del aire no sea un riesgo de cáncer, sobre todo si se
identifica la presencia de carcinógenos conocidos en el ambiente y si se
tiene en cuenta que estamos expuestos a ella a todo lo largo de
nuestra vida.

Se sabe, sin embargo, que la mayoría de los individuos pasan la mayor


parte de su vida intramuros, por lo que puede ser más importante para
ellos la exposición a los contaminantes que se hallan dentro de las
habitaciones. Nuevamente, en este caso, salta a la vista la importancia
del tabaco como uno de los principales contaminantes de muchos
ambientes intramuros y que pueden hacer de ellos lugares más
peligrosos que las calles con gran tráfico vehicular. Existen otros
contaminantes que pueden encontrarse dentro de las habitaciones
como el formaldehído y el benceno, que se desprenden de muebles y
paredes recubiertos con materiales que los contienen, o los solventes
liberados por la ropa lavada en tintorerías. En Estados Unidos se ha
identificado como un contaminante de importancia al radón, un gas
radiactivo que queda atrapado dentro de las construcciones, cuyos
suelos o ladrillos lo contienen. A la exposición a este gas se le atribuye
cerca del 10% de las muertes por cáncer en ese país.

Pasamos gran parte de nuestras vidas


dentro de habitaciones en las que la
contaminación del aire puede ser mayor
a la del exterior y el humo del tabaco es
uno de los principales contaminantes.

EL PELIGRO DE LAS RADIACIONES

Entre los primeros agentes reconocidos como cancerígenos para el


humano están las radiaciones ultravioletas y las ionizantes. Desde las
épocas más remotas los seres humanos se han expuesto a la luz
ultravioleta del sol y han sufrido como consecuencia carcinomas
escamosos y melanomas en la piel, así como cáncer en los labios. En la
actualidad, los melanomas parecen ir en aumento en los individuos de
raza blanca, posiblemente como consecuencia de los cambios en la
moda, que han promovido la exposición de la piel a la luz solar. No se
descarta, sin embargo que la luz ultravioleta pueda producir cambios
en sitios distantes a los irradiados, tal vez por estimulación hormonal o
por abatimiento de las defensas inmunitarias, con la consecuente
formación de tumores en lugares no expuestos al sol. Se teme,
inclusive, que el deterioro de la capa de ozono en los polos, tenga
como consecuencia un incremento en este tipo de cánceres asociados
con la radiación del sol.

Se calcula que la luz ultravioleta es la responsable del 90% de los


cánceres en los labios, del 50% de los melanomas y del 80% de los
demás cánceres de la piel; además se piensa que la luz solar podría
ser la causa del 1 al 2% de todas las muertes por cáncer.
Las radiaciones ionizantes emitidas por sustancias radioactivas, se han
asociado al desarrollo del cáncer desde los trabajos pioneros realizados
con estos materiales tras descubrirse sus aplicaciones en diversos
campos y en particular en el área médica. Así, los radiólogos junto con
los trabajadores de las minas que extraen materiales radioactivos,
fueron los primeros en sufrir sus efectos. De estas observaciones
derivó una serie de medidas para proteger de los efectos adversos de
la radiación a los seres humanos expuestos a ella por razones médicas
o laborales.

Por mucho tiempo se creyó que cualquier tipo de radiación ionizante


producía cáncer con la condición de que la exposición fuera
suficientemente intensa para ocasionar daño evidente al tejido
irradiado. Actualmente esto se ha puesto en duda y ya se realizan
grandes esfuerzos para determinar los riesgos de cáncer por la
exposición a dosis bajas de irradiación. Según los cálculos realizados,
la proporción de muertes por cáncer que pueden ser atribuidas cada
año a este tipo de radiaciones (además de las provenientes de fuentes
naturales) equivale al 1.4%.

La exposición prolongada a la luz solar


intensa puede provocar cáncer en la
piel, por lo que debe evitarse.

CARCINÓGENOS LIGADOS AL ESTILO DE VIDA

Fumar no siempre es un placer

Ningún otro producto de consumo o contaminante ambiental ha sido


tan ampliamente estudiado para determinar sus efectos en la salud
como el tabaco. Existe tal número de investigaciones independientes
realizadas en diferentes países y son tan semejantes los resultados
obtenidos en ellas que cualquiera puede servir para ilustrar los daños
que ocasiona el tabaco en los fumadores.

Se ha señalado que entre 20 y 30% de los casos de cáncer en Estados


Unidos pueden deberse al consumo de tabaco y en 1978, 102 000 de
las 390 000 defunciones por cáncer fueron atribuidas al tabaquismo.
Se ha descubierto también que en los fumadores de edad media el
cáncer de pulmón se presenta 10 veces más frecuentemente que en
los no fumadores. El hábito de fumar se ha asociado no sólo con el
cáncer pulmonar, sino con el de labios, lengua, boca, laringe, faringe,
esófago y vejiga. Más aún, el tabaquismo se relaciona con
enfermedades del corazón entre las que se encuentran afecciones de
las coronarias, infartos y aneurismas de la aorta. Asimismo, causa o
agrava padecimientos respiratorios como la bronquitis y el enfisema
que resulta del desarrollo de fibrosis pulmonar.
Los riesgos de sufrir las enfermedades mencionadas varían de acuerdo
con la forma en que se consume el tabaco (pipa, puro o cigarro), con
la cantidad de humo que se inhale, el número de cigarros que se
fumen diariamente, la edad en que se haya empezado a fumar y el
tipo de tabaco, por no citar más que algunos factores.

En estudios con entrevistas periódicas durante varios años a


fumadores y no fumadores, se ha encontrado que la mortalidad por
cáncer de pulmón es mayor en los individuos que fuman pipa y puro
que en los no fumadores, y aun mucho más elevada en los que
consumen cigarros. Se ha visto también, que los fumadores de pipa y
puro por lo general inhalan menos humo que los que fuman cigarros, y
que quienes empezaron a fumar desde temprana edad tienden a
inhalar más profundamente el humo a edades avanzadas. Por otro
lado, la frecuencia con la que se presentan tumores malignos en los
labios, lengua, boca y esófago en los fumadores de pipa y puro, suele
ser igual o mayor a la observada en quienes acostumbran fumar
cigarros.

Si se toma en cuenta la edad en que se inició el hábito de fumar en


individuos que entre los 55 y 64 años de edad han fumado el mismo
número de cigarros, se constata que mueren más (de todo tipo de
muertes) quienes empezaron a fumar más jóvenes. Por ejemplo hay
más mortalidad entre quienes comenzaron a consumir cigarros
alrededor de los 15 años de edad, que entre los que lo hicieron
después de los 25. El número de muertes se incrementa además en la
medida en que aumenta el número de cigarros que fuman al día, en
todos los grupos de edad.

Otro hecho importante es que los individuos que conviven con


fumadores e inhalan el humo que contamina el aire de las habitaciones
(fumadores pasivos), también tienen un riesgo elevado de contraer
cáncer.

Es indispensable que niños y jóvenes


eviten fumar en vista del alto riesgo de
cáncer asociado al inicio del hábito
desde temprana edad.

LA LUCHA CONTRA LOS RIESGOS DEL TABACO

Investigaciones realizadas desde antes de 1960 indican que el material


condensado del humo de tabaco, el llamado alquitrán, tiene la
capacidad de inducir tumores malignos en animales de
experimentación y señalan que la nicotina contenida en el tabaco
provoca alteraciones en el corazón y sistema circulatorio. Ello llevó a
promover la reducción de los alquitranes y nicotina en los cigarros, al
igual que la introducción de filtros como medidas para disminuir los
efectos del tabaco en la salud. Estudios realizados en fumadores, tras
la introducción de estas modificaciones en los cigarros, mostraron al
cabo de varios años la disminución del riesgo de cáncer pulmonar; sin
embargo, el menor contenido de alquitrán y nicotina no fue suficiente
para hacer del tabaco un producto seguro e inocuo (el tabaco contiene
más de 3 000 sustancias, que incluyen iniciadores y promotores del
cáncer).

Al hacerse públicos los hallazgos anteriores y conocerse los riesgos del


tabaco, se constató que muchos fumadores dejaron de fumar en forma
definitiva y en ello se constató también la reducción de la frecuencia de
cáncer. Sin embargo, las ventas de tabaco no han disminuido tanto
como era de esperarse, además de que ha aumentado el número de
mujeres fumadoras, y de que, en consecuencia, se ha incrementado la
incidencia de cáncer pulmonar en ellas.

En la actualidad se están llevando a cabo gran número de


investigaciones orientadas a identificar los agentes cancerígenos
presentes en el tabaco y a estudiar sus mecanismos de acción, a la vez
que se tratan de detectar sustancias quimioprotectoras que
antagonicen los efectos adversos de los componentes del tabaco. Entre
estas últimas se encuentra el beta-caroteno extraído de zanahorias y
vegetales de color naranja o amarillo, que protegen contra los efectos
de las sustancias oxidantes.

Debe quedar claro que no se requiere esperar los resultados de esas


investigaciones para tomar medidas que eviten la ocurrencia de más
casos de cáncer por exposición al tabaco, y que dichas medidas
descansan en la voluntad de los fumadores de renunciar al hábito
tabáquico y en la educación de los niños para que no lo adquieran.

Lo anterior sólo será posible si la población general y los niños y


jóvenes en particular se percatan del peligro que representa para su
salud el fumar y deciden no hacerlo. Mientras tanto, debe preservarse
la salud de los que no fuman evitando el consumo de tabaco en
lugares públicos y en el hogar.

El consumo de tabaco es uno de los


mayores riesgos de cáncer identificados
a la fecha y su control está al alcance
de los fumadores, quienes al dejar de
fumar protegen su salud y la de los que
conviven con ellos.

RIESGOS DE CÁNCER POR EL CONSUMO EXCESIVO DE ALCOHOL


Es difícil disociar los efectos del alcohol de los del tabaco ya que, por lo
general, los que abusan de las bebidas alcohólicas también suelen ser
fumadores y los abstemios comúnmente no fuman. No es tarea sencilla
tampoco precisar la cantidad real de alcohol que ingieren los individuos
en la población que no son francamente alcohólicos, como para poder
establecer una relación entre el consumo y la frecuencia de cáncer. A
pesar de ello, se ha podido poner en evidencia que el consumo
excesivo de alcohol por fumadores, parece multiplicar el riesgo de
sufrir cáncer de la boca, laringe, esófago y tracto respiratorio.

Hace más de sesenta años que existe la sospecha de que el alcohol


puede causar cáncer, después de que fueron hechas algunas
observaciones entre trabajadores de empresas que producen bebidas
alcohólicas a las cuales se aficionaron los obreros consumiéndolas en
exceso; en ellos se encontró una elevada incidencia de tumores
malignos en boca, faringe, laringe y esófago.

De algunas bebidas en particular se sospecha que sean factores de


riesgo de cáncer en sitios específicos como el esófago. Por ejemplo en
Normandía, Francia, los individuos habituados al consumo de brandy
de manzana obtenido por destilación tienen un riesgo aumentado de
ese tipo de cáncer sobre todo si se suma a ello el consumo de tabaco.
También en China la ingestión de una bebida alcohólica muy fuerte
llamada pai-kan se ha asociado con el cáncer de esófago, en tanto que
en África el padecimiento se ha relacionado con otra bebida alcohólica
a base de maíz.

Por su parte se considera que el consumo de vino rojo, en cantidades


equivalentes a 800 calorías diarias, aumenta el riesgo de cáncer del
estómago. Con respecto a la cerveza existen evidencias
contradictorias; así, en distintos grupos raciales en Hawai se halló una
asociación entre el consumo de cerveza y el desarrollo de cáncer en
ocho sitios; boca, lengua, faringe, laringe, esófago, estómago,
páncreas, pulmón y riñón; mientras que en Estados Unidos se
estableció una relación significativa entre la ingesta de cerveza y el
cáncer de colon y recto. Lo mismo se ha visto en Noruega y en cerca
de veinte países; sin embargo, diversos estudios realizados en Estados
Unidos, Noruega y Finlandia no lograron establecer dicha relación.

Se ha dicho que el alcohol, al igual que otros agentes que producen


cirrosis en el hígado como las aflatoxinas y el virus de la hepatitis B,
favorecen el desarrollo de cáncer en ese órgano. Por su parte, el papel
del alcohol en el cáncer bucal ha sido apoyado por la observación de
tumores en individuos acostumbrados a enjuagarse la boca con
soluciones astringentes a base de alcohol.

El estado nutricional de los bebedores también parece influir en la


aparición de cáncer en cabeza y cuelllo. Comúnmente se observa en
ellos un desbalance nutricional asociado con la aparición de cáncer en
la cavidad bucal y en el tracto respiratorio.

En este caso, al igual que en el del tabaco, no es indispensable


responder a todas las interrogantes sobre el origen del efecto
cancerígeno del alcohol y sus mecanismos de acción, para tomar
medidas que protejan a la población. Dichas medidas requieren
nuevamente de la voluntad de los individuos encargados de evitar o
disminuir su consumo excesivo del alcohol.

El alcohol y el tabaco son dos riesgos de


cáncer evitables que no requieren
medidas de control costosas.

COMER NO ES UN RIESGO, EL SECRETO ES LA SELECCIÓN DE


ALIMENTOS

En la actualidad un 35% de las muertes por cáncer se atribuyen a los


hábitos alimenticios; de ahí la importancia que adquiere el conocer qué
componentes de los alimentos son los que influyen en el surgimiento
del cáncer, con el fin de que los individuos en riesgo identifiquen las
alternativas y así reduzcan el peligro de padecer la enfermedad,
aunque esto no es tarea sencilla.

La asociación entre el cáncer y la alimentación se ha planteado


fundamentalmente en el caso de los tumores del tracto gastrointestinal
(esófago, estómago, colon, recto, páncreas e hígado), así como de los
que aparecen en sitios sensibles a la acción de hormonas sexuales (por
ejemplo mama, próstata, endometrio y ovario).

Los estudios realizados en países como Japón, cuya población ha


tenido por siglos hábitos alimenticios tradicionales que la distinguen de
otras poblaciones del mundo, muestran que a partir de 1949 ha habido
un cambio en la dieta debido al incremento en el consumo de
productos lácteos, huevos, aceite y fruta, sin que se haya modificado
el consumo tradicional de arroz y pescado. A la vez, las investigaciones
señalan que el cáncer del estómago, la forma de cáncer más frecuente
en ese país, ha ido disminuyendo año con año. Aunque no se puede
excluir que el decremento en ese tipo de cáncer obedezca a otros
factores, se sospecha que esté relacionado con los cambios en la
alimentación. Apoyan esta idea las observaciones realizadas en
individuos japoneses que han emigrado a Hawai y California, en los
que el riesgo de cáncer de estómago ha disminuido, mientras que se
ha incrementado el de contraer cáncer de colon o de pulmón, como
sucede en Estados Unidos.
La búsqueda de los factores en la dieta tradicional de los japoneses
que participan en el cáncer gástrico constituye un tema central de
investigación que ya ha dado frutos muy valiosos. Dichos estudios
indican que la forma tradicional de asar las carnes y pescados al
carbón favorece que estos alimentos se contaminen con sustancias
cancerígenas presentes en el humo —como el benzo (a) pireno—.
También se ha visto que el cocinado a alta temperatura provoca que
los aminoácidos que componen las proteínas de los alimentos se
conviertan en agentes capaces de provocar cáncer.

Algo interesante que surgió de esos estudios fue el descubrimiento de


sustancias que antagonizan a los agentes cancerígenos y ejercen un
papel protector en diversos vegetales de consumo frecuente en Japón
como coles, rábanos, brócoli y otros. Aun cuando unos y otros
descubrimientos sólo representan observaciones experimentales, el
doctor Sugimura, reconocido cancerólogo japonés, recomienda evitar
el consumo cotidiano de productos asados al carbón, variar los
alimentos día con día, e introducir en cada comida vegetales y frutas.

Es importante mencionar también que el cáncer gástrico en Japón


constituye un mayor riesgo entre hombres y mujeres fumadores, lo
que resalta nuevamente el peligro del tabaco.

Las comunidades religiosas que tienen hábitos que difieren del resto de
la población de sus países han llamado la atención de quienes están
interesados en determinar cómo influyen las variaciones en la
alimentación en el desarrollo del cáncer. En Estados Unidos se ha
descrito, por ejemplo, que el riesgo de morir de cáncer colo-rectal, de
mama y cánceres asociados con el consumo de tabaco es menor en
individuos que conforman el grupo religioso adventistas del Séptimo
Día. Este grupo se caracteriza por abstenerse de beber alcohol y
fumar, y gran parte de él practica una dieta ovo-lacto-vegetariana.

Los mormones, por su parte, constituyen otro grupo religioso de


Estados Unidos cuyo estilo de vida difiere notoriamente del de la
población general. Desde hace más de 80 años los mormones han
eliminado el consumo de alcohol, tabaco, café y té, además de que
recomiendan una dieta balanceada a base de granos, frutas y
vegetales, así como un consumo moderado de carne. Estudios
realizados en esta población indican una menor incidencia entre ellos
de los cánceres asociados con el consumo de tabaco, y de tumores de
mama, útero y ovarios en las mujeres, de estómago en los hombres y
de colon en ambos sexos, en comparación con los no mormones.

En la India la comunidad religiosa de los parsi difiere de la hindú en


Bombay en que presenta una frecuencia mucho mayor de cáncer de
colon, recto y mama. En el norte de la India, los punjabis
prácticamente no padecen de cáncer de colon y su dieta es rica en
vegetales fibrosos y productos lácteos fermentados que contienen
ácidos grasos de cadena corta.

Algo que es también importante mencionar con relación al cáncer y a


la alimentación es que los factores socioeconómicos influyen en el tipo
de dieta que consumen los individuos y por ende en las formas de
cáncer que los afectan. Es así que el cáncer de colon y de recto en
hombres ha sido asociado con ingresos y nivel de educación altos, y lo
mismo ocurre con respecto al cáncer de mama en la mujer y el de
riñón en ambos sexos.

Contrariamente a lo que comúnmente


se piensa, no es la contaminación
ambiental el mayor riesgo de cáncer,
sino el desbalance en los alimentos
aunado a hábitos sociales como el
tabaco y el alcohol.

TODOS LOS EXCESOS SON MALOS

La sobrenutrición ha sido considerada como un factor de riesgo de


cáncer desde hace más de cien años, pero no ha sido sino hasta la
realización de estudios epidemiológicos recientes que esta idea ha
obtenido aceptación. Destaca en particular un estudio efectuado en
750 000 personas durante trece años en Estados Unidos, el cual
mostró que la sobrenutrición influye en el cáncer en varios sitios,
menos en el pulmón.

Se ha informado que la obesidad juega un papel importante sobre todo


en el desarrollo de cáncer del endometrio y vesícula biliar en la mujer,
y posiblemente influya, en menor grado, en otros tipos de cáncer en
ambos sexos. Existe también una relación entre el cáncer del
endometrio y una exposición excesiva a estrógenos y resulta
interesante saber que, en las mujeres después de la menopausia,
éstos se producen a partir de hormonas adrenales en el tejido adiposo,
el cual se ve aumentado con la sobrenutrición.

De todos los elementos de la alimentación asociados


epidemiológicamente con el cáncer, las grasas son las que más han
sido estudiadas y de las que más pruebas se tienen de una asociación
directa con esa enfermedad. Sin embargo, no se les puede atribuir un
papel causal a ellas solas, puesto que por lo general una dieta rica en
grasas también suele contener otros nutrientes entre los que destacan
las proteínas. Además de relacionarse con el cáncer de endometrio y
colon, también se asocian las grasas con los de mama y próstata.
Con relación al consumo excesivo de café, diversos trabajos han
señalado relaciones entre ese hábito y el cáncer de vejiga y páncreas;
pero mientras que para el cáncer de vejiga no existen pruebas
contundentes sobre una asociación entre la cantidad de café ingerido y
el riesgo de padecer ese tipo de tumores, para el cáncer de páncreas si
se tienen. Se han hecho otras observaciones que indican, además, que
la ingesta de café en exceso puede estar relacionada con otros tipos de
tumores malignos —de vejiga, esófago, boca, riñón y próstata—
aunque en este caso la información no es tan consistente como la
anterior.

Una alimentación equilibrada y variada,


junto con la eliminación de excesos en
la ingesta de ciertos productos, puede
contribuir a disminuir el riesgo de
cáncer.

OTRAS FUENTES DE RIESGO EN LOS ALIMENTOS

Otra fuente adicional de riesgo asociada con la alimentación es la


posible formación de nitrosaminas cancerígenas a partir de la
interacción de los nitritos con las aminas que se hallan presentes en
los alimentos. Los nitritos y nitratos están ampliamente distribuidos en
los alimentos en concentraciones variables; los vegetales y productos
de salchichonería tratados con nitritos son los que más aportan estas
sustancias, aunque también pueden ingerirse en el agua y jugo de
frutas. Se calcula que en Estados Unidos un individuo consume
alrededor de 75 rng de nitratos diariamente (que pueden ser
convertidos en nitritos por bacterias presentes en la boca) y 0.8 mg de
nitritos. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que junto con los
nitritos y aminas pueden consumirse alimentos con sustancias que
impiden la formación de nitrosaminas, como la vitamina C, o bien que
la favorecen como los fenoles.

En regiones del mundo en las que existe una elevada frecuencia de


cánceres gastrointestinales se ha señalado también una elevada
ingesta de nitritos y nitratos en el agua y alimentos, Se han publicado
estudios epidemiológicos que sugieren una posible asociación entre el
consumo de esas sustancias y una alta incidencia de cáncer gástrico y
de esófago en Colombia, Chile, Japón, Irán y Estados Unidos. Pero
todos ellos adolecen de la misma deficiencia: la falta de datos sobre la
exposición real a los nitritos; por este motivo dichos estudios no han
confirmado su hipótesis y sólo señalan una posibilidad.

La contaminación de alimentos con hongos que producen toxinas


(micotoxinas) capaces de inducir cáncer constituye un riesgo en
algunos países cálidos y húmedos de África, Asia y de otras regiones
del mundo, incluyendo México. Desde 1965 se llamó la atención sobre
la existencia de una elevada frecuencia de cáncer primario de hígado
en países de África en los que se detectó el consumo de alimentos
contaminados con un moho, Aspergillus flavus, productor de la
micotoxina conocida como aflatoxina, que es uno de los cancerígenos
más potentes identificados hasta la fecha. La misma asociación se
observó en países de Asia como Tailandia, República Popular China y
Taiwán. Algo importante de señalar es que el cáncer primario de
hígado, frecuente en esas regiones y raro en otros países, presenta
también una estrecha relación con la hepatitis B, de origen viral. Se
supone que la activación de la división celular provocada en el hígado
por la infección viral facilita el desarrollo de cáncer en células que han
sufrido cambios en su material hereditario por la exposición a las
aflatoxinas. Las aflatoxinas parecen ser causa del cáncer de esófago
observado en algunas provincias de China, en las que se consumen
vegetales encurtidos y otros alimentos mohosos, que además
contienen nitrosaminas.

La contaminación de alimentos con


toxinas naturales capaces de inducir
cáncer puede evitarse con un adecuado
almacenamiento y preservación de los
mismos. A la vez, debe reducirse al
máximo el consumo de alimentos ricos
en nitritos.

AGENTES PROTECTORES

Un tema de particular interés son los estudios epidemiológicos que


sugieren que ciertos componentes de los alimentos pueden jugar un
papel protector con relación al cáncer; deducción que ha surgido de
pruebas que señalan que los individuos con deficiencias de esos
elementos en su alimentación parecen tener más riesgos de padecer
cáncer. Entre los agentes con ese posible papel protector se pueden
citar algunas fibras vegetales, vitaminas y minerales.

Intriga especialmente el significado fisiológico que puedan tener las


fibras de algunos alimentos, que están formadas por carbohidratos y
sustancias similares a ellos no digeribles como la celulosa, lignina,
pentosas, gomas y pectinas. Dichas fibras contribuyen a dar volumen a
los alimentos vegetales, entre los cuales están las legumbres, las
frutas y los cereales. El cambio en los patrones de alimentación de los
países desarrollados de Occidente ha traído consigo una disminución
en el consumo de alimentos fibrosos y un aumento en el consumo de
alimentos procesados.
A la ingesta de alimentos que contienen fibra se le ha prestado
particular atención, pues se ha observado que padecimientos
intestinales comunes en países desarrollados son raros en las áreas
rurales de África y la India, en donde se consumen alimentos no
procesados y las heces tienden a ser más blandas, abultadas y
frecuentes. Esto último se ha atribuido a la riqueza en fibras de los
alimentos. Concretamente se ha descubierto que las pentosas
poliméricas presentes en las fibras son las principales responsables de
las características antes mencionadas de las heces, pues favorecen el
crecimiento de ciertas bacterias intestinales. A este respecto se pueden
citar los estudios realizados en Inglaterra sobre que el consumo de
fibras con un alto contenido en pentosas se asocia con un bajo riesgo
de cáncer de colon (pero no de recto), mientras entre los individuos
que ingieren pocas fibras de este tipo se observa que tienen un riesgo
mayor. Tales fibras son abundantes en cereales no refinados y, en
menor grado, en ciertos vegetales. También en áreas de Finlandia,
donde se consumen grandes cantidades de pan de centeno no
refinado, la incidencia de cáncer colo-rectal es baja. Se piensa que las
fibras disminuyen en parte el riesgo de cáncer en esa porción del
intestino pues agilizan la salida de las heces y reducen la concentración
de carcinógenos en ellas aumentando su volumen o bien alterando el
número y proporción de bacterias en el intestino. Algunas de esas
bacterias posiblemente producen o destruyen metabolitos
cancerígenos.

Otros estudios epidemiológicos señalan otros componentes de los


alimentos que pueden desempeñar un papel protector y reducir el
riesgo de cáncer, como el beta-caroteno, abundante en zanahorias y
vegetales amarillos, que es un precursor de la vitamina A que actúa
como antioxidante. La presencia de beta-caroteno y de vitamina A en
la sangre parece tener un efecto protector consistente aunque no
absoluto contra ciertos cánceres. Algunos estudios epidemiológicos
señalan una mayor incidencia de cánceres de tipo epitelial en pulmón,
vejiga y laringe en individuos deficientes en vitamina A.

Son escasos los estudios epidemiológicos sobre otras vitaminas, pero


se ha informado del papel de la vitamina C en la inhibición de la
formación de algunos carcinógenos corno las nitrosaminas; los
individuos que ingieren alimentos ricos en vitamina C parecen tener un
riesgo bajo de cánceres esofágico y estomacal.

El selenio es un mineral también relacionado con cáncer pues en


pacientes cancerosos los niveles de este mineral parecen ser más
bajos que entre individuos sanos. Se sabe además que el selenio forma
parte de una enzima que interfiere con los radicales libres y peróxidos,
los cuales —ya se dijo— pueden provocar lesiones que favorecen el
desarrollo de cáncer. Sin embargo, el selenio a dosis altas puede ser
sumamente tóxico.
De acuerdo con el Comité Sobre Dieta,
Nutrición y Cáncer del Consejo Nacional
de Investigaciones de Estados Unidos;
existen pruebas epidemiológicas
suficientes como para afirmar que el
consumo de ciertos vegetales, en
especial los ricos en carotenos como las
zanahorias, la col, el brócoli, la coliflor y
la col de Bruselas permite una reducción
en la incidencia de cánceres en algunos
sitios en el mundo.

ALGUNOS MEDICAMENTOS PUEDEN PRODUCIR CÁNCER

Aun cuando las muertes por cáncer atribuidas al consumo de


medicamentos no ascienden a más del 1% del total de muertes por
esa enfermedad, sí son un peligro que debe tomarse en consideración,
sobre todo cuando se utilizan en tratamientos prolongados.

Entre los medicamentos de alto riesgo están precisamente los que se


emplean en el tratamiento del cáncer para interferir con el
metabolismo celular, por lo que interactúa particularmente con el
material genético. Una de las primeras observaciones al respecto se
realizó en pacientes con linfoma de Hodgkin a los que se administró
clornafazina en dosis elevadas y que en un lapso no muy largo
desarrollaron cáncer de vejiga; esto llevó a descubrir que el
medicamento se transforma dentro del organismo en beta-naftilamina,
sustancia ya previamente identificada como inductora de cáncer de
vejiga entre los trabajadores de las industrias productoras de anilinas.

Otros fármacos utilizados como terapia contra padecimientos malignos


también se asocian con la aparición de nuevos cánceres; éstos
incluyen: el melfalán, usado en casos de mieloma múltiple; la
ciclofosfamida, empleada tanto para el tratamiento de cánceres como
de padecimientos autoinmunes, y el busulfán, administrado a
pacientes con trombocitemia o leucemia mieloide crónica. Todos estos
medicamentos están relacionados con el desarrollo de diversas formas
de leucemia, sin embargo el riesgo inherente a su modo de acción
debe ser evaluado teniendo presente que están destinados a combatir
rápida y eficazmente una enfermedad que constituye una amenaza de
muerte inmediata para los pacientes, que al ser tratados con esos
medicamentos ganan algunos años de vida. De ahí que, salvo la
clornafazina, que fue retirada del mercado, los demás fármacos sigan
en uso, aunque bajo vigilancia médica. Otros medicamentos que han
sido identificados como cancerígenos aparecen enlistados en la tabla 8.
TABLA 8. Clasificación del grado probado
de carcinogenicidad para humanos de
algunos medicamentos

Grado probado

Agente
En humanos En animales Grupo *
terapéutico

1. Cloramburcil Limitada Suficiente 2A


2. Cloranfenicol Inadecuada Sin datos 3
3. Ciclofosfamida Limitada Suficiente 2A
4. Dietilestilbestrol Suficiente Suficiente 1
5 . Fenacetina Limitada Limitada 2B
6. Fenobarbitona Limitada Limitada 3B
7. Melfalán Suficiente Suficiente 1
8. Reserpina Inadecuada Inadecuada 3
9. Fenitoina Limitada Limitada 3
10. Oximetalona Limitada Sin datos 3B
* Al grupo I pertenecen los medicamentos de los que hay
pruebas suficientes de carcinogenicidad para el ser humano;
al 2 los carcinógenos probables para el humano, grupo que a
su vez fue dividido en A (alta) y B (baja), palabras que
califican dicha probabilidad; en el grupo 3 se incluyen los
medicamentos no clasificados por su carcinogenicidad para
seres humanos.

El caso del dietilestilbestrol es un ejemplo de un medicamento no anti-


canceroso para impedir abortos espontáneos y capaz de inducir cáncer
por lo que su uso fue prohibido.

Constituyen un caso particular los fármacos empleados como


inmunosupresores para evitar el rechazo durante los transplantes
renales, tales como antimetabolitos, esteroides y sueros
antilinfocitarios, los cuales han sido relacionados con la aparición de
linfomas, cánceres de piel y de vías hepatobiliares, sarcomas de los
tejidos blandos y, tal vez, con carcinomas de pulmón. Se ha informado
que enfermos que recibieron inmunosupresores presentan de 2.5 a
350 veces más tumores que la población en general.

En virtud de la difusión en el empleo de las radiaciones ionizantes, los


estrógenos y los anticonceptivos, éstos requieren de un tratamiento
especial. Las radiaciones han tenido un gran empleo sobre todo para el
diagnóstico, aunque también como terapia en padecimientos como el
cáncer. Dado su peligro potencial, se ha recomendado reducir al
mínimo indispensable su utilización y evitarlas en el caso de mujeres
embarazadas, para eliminar la exposición de los niños en gestación.
Aun cuando se discute el riesgo de cáncer por causa de administración
de estrógenos a mujeres postmenopáusicas, existen pruebas sólidas
de una relación entre su consumo y el cáncer del endometrio; es
menos clara su asociación con el cáncer de mama.

Un hallazgo de particular interés fue la observación de carcinomas


vaginales en mujeres jóvenes expuestas durante su gestación a una
hormona sintética, el dietilestilbestrol, empleada para evitar el aborto
espontáneo en sus madres. El estudio de casos reveló que las hijas de
mujeres tratadas con ese medicamento durante el embarazo tienen un
riesgo de 0.4% de desarrollar cáncer entre los 14 y 22 años de edad.
Esta observación alertó sobre el peligro de administrar medicamentos
a mujeres embarazadas.

En virtud del amplio consumo de contraceptivos por millones de


mujeres en todo el mundo, se ha establecido un seguimiento de casos
en algunos países, para determinar si existe riesgo de que desarrollen
cáncer. Por ahora, según un Comité de la Organización Mundial de la
Salud, no existen pruebas concluyentes de que estos medicamentos
incrementen la incidencia de cánceres de mama o de cuello uterino,
pues si bien ciertos componentes de las píldoras anticonceptivas han
resultado ser cancerígenos para animales de laboratorio (con grandes
dosis), no se cree que en las dosis bajas empleadas habitualmente por
las mujeres constituyan un peligro.

La exposición prolongada a algunos


medicamentos es responsable del
aumento en el riesgo de cáncer.

LA SEXUALIDAD Y EL CÁNCER EN LA MUJER

Una de las relaciones más claras entre la vida sexual y el cáncer es la


observada en el cáncer del cuello del útero o cáncer cérvico-uterino en
la mujer. Este tipo de padecimiento es raro en países desarrollados (o
está circunscrito a sus poblaciones marginadas) y frecuente en países
en desarrollo, en forma tal que en lugares como Estados Unidos sólo
representa el 1.5% de todas las muertes por cáncer y se observa una
tendencia a disminuir, mientras que en otros países como México
constituye la forma más común de cáncer en la mujer.

Numerosos estudios epidemiológicos realizados al respecto durante los


últimos cien años han llevado a descubrir que el riesgo de sufrir cáncer
cérvico-uterino es mayor para las mujeres que inician su vida sexual
en la adolescencia, en lugares en los que el matrimonio se da a muy
temprana edad. A la vez, los estudios han hecho pensar que por su
actividad biológica desde la adolescencia las células cervicales tienen
una probabilidad más grande de sufrir una transformación maligna
cuando son estimuladas por agentes exógenos.

A través de los estudios epidemiológicos mencionados se ha


encontrado además que el riesgo de cáncer cérvico-uterino se eleva si
las mujeres cambian frecuentemente de compañeros sexuales, o por la
falta de higiene genital asociada a la incultura y a la pobreza que
afectan a numerosas mujeres en el mundo.

Al sospecharse que la causa de este tipo de cáncer podría ser un


agente infeccioso transmitido por el varón durante el acto sexual, en
las investigaciones se descubrió la existencia de los virus involucrados
en este cáncer: los papilomas, tipos 16 y 18. Con base en estos
hallazgos el cáncer del cuello del útero puede ser evitado.

Vale la pena señalar que las mujeres que no tienen vida sexual, como
las monjas, prácticamente no sufren de este tipo de cáncer y por el
contrario, padecen más frecuentemente de cánceres de mama, ovarios
y endometrio, tumores que ocurren con menor frecuencia en las
mujeres que han tenido varios hijos. En el cáncer de mama, sobre
todo, el nacimiento de hijos en edad temprana, así como el inicio
tardío de la menstruación (asociado comúnmente a malnutrición) y
una menopausia precoz disminuyen el riesgo de este tipo de cáncer. Ya
se mencionó que estos tumores tienen también antecedentes
hereditarios y una relación con la alimentación (particularmente con
una alta ingesta de grasas) la cual, a su vez, tiene que ver con la
regulación hormonal de los tejidos en los que se da el cáncer. Todo lo
anterior resalta la interrelación de diversos factores (socioculturales,
infecciosos, nutricionales, hormonales, genéticos, etc.) en el desarrollo
del cáncer.

No son aconsejables el inicio de


relaciones sexuales a temprana edad, la
promiscuidad sexual y la falta de aseo
de los genitales, por el alto riesgo de
cáncer que conllevan.

LOS AGENTES INFECCIOSOS Y EL CÁNCER

Aunque se ha llegado a pensar que el cáncer puede ser ocasionado por


una infección, no existen pruebas de que este padecimiento pueda
contagiarse, como sí sucede con otras enfermedades transmitidas por
contagio. De lo que sí existe evidencia es de que algunos tumores en
el ser humano, o en los animales, pueden ser causados por virus.

Entre las diversas formas en que los virus pueden inducir cáncer en el
ser humano se encuentra la de su introducción al material genético de
la célula infectada, con la consecuente modificación de su
comportamiento. Esto es lo que ocurre con virus como el Epstein Barr,
que en numerosos países causan la fiebre glandular o mononucleosis
infecciosa, mientras que en otros países provocan cáncer en
condiciones particulares: en África, por ejemplo, se introducen en el
material genético de las células reticuloendoteliales y dan lugar al
linfoma de Burkitt; y en China se insertan en el material genético de
las células epiteliales de la nasofaringe y producen un carcinoma.

De algunos otros virus se sospecha que sean causantes del cáncer del
pene en el hombre, de la leucemia linfática aguda en niños y del
reticulosarcoma en individuos a los que se les ha provocado una
disminución de las células productoras de anticuerpos
(inmunosupresión).

La infección con bacterias también puede favorecer el desarrollo de


cáncer, entre otras cosas por su capacidad de transformar en
carcinógenos a algunas sustancias que ingresan en nuestro organismo.
Asimismo se considera que algunas parasitosis como la
esquistosomiasis, común en África, o la clonorquiasis, frecuente en
China, tienen un papel en la generación del cáncer de vejiga y en el
colangiocarcinoma, respectivamente. Pero queda todavía mucho por
investigar sobre qué otros agentes infecciosos pueden producir cáncer
y acerca de cómo lo hacen.

La investigación de la relación entre


infecciones virales y bacterianas,
parasitosis y cáncer, es aún incipiente y
un campo de gran interés para países
en desarrollo.

¿ES EL CÁNCER UNA ENFERMEDAD CONTROLABLE?

El concepto de control del cáncer implica un conjunto de medidas


diversas, basadas en el conocimiento científico, para reducir el número
de casos y defunciones por esta enfermedad. Se han identificado tres
niveles básicos en el proceso de prevención:

—La prevención primaria, cuyo objetivo es evitar que se


produzca la enfermedad.

—La prevención secundaria, orientada a detectar


tempranamente la enfermedad, con el fin de impedir que se
manifieste clínicamente o retardar su progreso.
—La prevención terciaria, que tiene como meta minimizar
los efectos adversos del cáncer, una vez que se ha
manifestado clínicamente, limitando el grado de
incapacidad y evitando las complicaciones que llevan a un
deterioro prematuro.

La prevención primaria implica conocer los factores de riesgo, para


evitar que la población se exponga a ellos, o para reducir la exposición
a niveles no peligrosos. Las otras dos formas de prevención se apoyan
tanto en el conocimiento de los mecanismos de generación de cáncer
(carcinogénesis), como en la identificación de las distintas etapas por
las que atraviesa la enfermedad y los factores que las condicionan,
aspectos que se están investigando activamente.

En la información expuesta a lo largo de este documento, se constata


la existencia de elementos que ya han instrumentado con éxito
medidas de prevención primaria. Ejemplo de ello son las actividades
para mejorar los ambientes laborales y para descartar hábitos
personales que conllevan riesgos de cáncer (como el consumo del
tabaco), lo cual ha permitido el diseño de estrategias que abarcan
desde la investigación de los factores de riesgo, la introducción de
ordenamientos jurídicos y de tecnologías para su control, y la
educación de la población.

En los casos en los que no ha podido evitarse el inicio de la


carcinogénesis, se ha tenido éxito en la curación de los pacientes, con
métodos de diagnóstico temprano, tratamiento oportuno y educación
(como en el caso del cáncer cérvico-uterino o de mama), que
equivalen a una prevención secundaria.

Por su parte, la prevención terciaria en pacientes ya con


manifestaciones clínicas de cáncer tiene como medios para atacar el
padecimiento al diagnóstico oportuno (cuando el tumor está aún
ubicado en un solo sitio) y su tratamiento adecuado.

La historia del control del cáncer pone de manifiesto los diferentes


obstáculos que no han permitido un desarrollo óptimo de las medidas
preventivas. Por ejemplo, los médicos no han logrado reconocer que el
cáncer constituye en la actualidad una epidemia y no le dan la
importancia de amenaza pública que se concede a las epidemias de
enfermedades infecciosas tan comunes en nuestro país. Por lo mismo,
se sigue considerando al cáncer como una enfermedad rara que no
tiene una connotación social que amerite acciones colectivas. Lo
mismo ocurre con la población general que no percibe aún la magnitud
del problema o que teme afrontarlo y descuida su salud, ignorando las
señales que anuncian el desarrollo del cáncer y no consulta al médico
oportunamente.
Influyen también en el desarrollo de esas actitudes el periodo
prolongado que transcurre para que el cáncer se manifieste, tras la
exposición a un agente de riesgo, lo que dificulta su identificación o
genera resistencias de tipo social o económico para su control, como
sucede en el caso del tabaco. A todo esto se suma lo tardado,
laborioso y costoso que resultan las investigaciones experimentales
para conocer las causas y los mecanismos de carcinogénesis, lo que ha
conducido a un mayor acento en los esfuerzos terapéuticos que en los
preventivos. A pesar de lo anterior, se percibe un cambio hacia la
búsqueda de alternativas para frenar la creciente amenaza de esta
enfermedad. Hacia allá se orientan las investigaciones actuales sobre
los mecanismos moleculares que participan en el cáncer.

Hoy en día tienden a desaparecer las


fronteras existentes entre las disciplinas
que abordan el estudio y tratamiento
del cáncer, en vista de lo cual
epidemiólogos, clínicos, biólogos
celulares y moleculares intercambian
experiencias, enfoques y conocimientos,
para contribuir en forma acelerada a
combatir un padecimiento que es
antiguo en su origen pero moderno en
su impacto en la sociedad actual.

B I B L I O G R A F Í A

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C O N T R A P O R T A D A

En un artículo reciente de los doctores Richard Doll y Richard Peto,


"Las causas del cáncer" publicado en el Journal of the National Cancer
Institute de EUA, se afirma que las personas mueren o no de cáncer
merced a tres tipos de circunstancias: 1) Por su constitución genética,
2) por las condiciones ambientales en que se desarrolla su vida y 3)
por el factor en que todos confiamos, la suerte.

Todo parece indicar, nos dice por su parte la doctora Cortinas, que el
cáncer es una enfermedad tan antigua como la vida en nuestro
planeta. Se han descubierto manifestaciones cancerosas en fósiles de
edades muy remotas y en las momias egipcias, por citar sólo dos
ejemplos. Documentalmente, el cáncer es descrito en el Ramayana, las
epopeyas sagradas de la India, cuyo personaje principal es el dios
Rama, y en el llamado Papiro Ebers. El nombre de cáncer (cangrejo) se
atribuye el famoso médico griego Galeno, quien observó que los
tumores de mama toman la forma de ese crustáceo.

Bajo la denominación de cáncer se engloban distintas enfermedades,


más de un centenar, que varían de acuerdo con el órgano que afectan
o el tipo de célula a partir de la que se forman. Los más frecuentes son
los carcinomas, que se generan en las capas celulares que cubren la
superficie de nuestro cuerpo, y que cuentan por el 90 por ciento de los
cánceres. Las leucemias ocurren en las células que forman la sangre,
que se encuentran en la médula ósea o en los tejidos linfáticos. Los
más raros son los sarcomas, que se originan en las estrucutras de
soporte como el tejido fibroso.

Con amplio conocimiento del tema a tratar la doctora Cortinas


presenta en forma clara todo lo que se sabe en la actualidad sobre el
cáncer, analizando las múltiples facetas del proteico mal, así como los
factores que intervienen en su desarrollo, en especial la herencia y el
ambiente. Igualmente esboza las medidas preventivas, de grados
diversos, que pueden contribuir a evitar el padecimiento o bien facilitar
su curación.

Cristina Cortinas es licenciada en biología por la UNAM, y realizó


estudios de doctorado en la Facultad de Ciencias de la Universidad de
París. En la Clínica de Genética Médica del Hospital Infantil de París,
trabajó más de veinte años haciendo investigaciones sobre genética y
cáncer. Fue investigadora, durante más de veinte años, en el Instituto
de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, investigadora nacional del
SNI (Sistema Nacional de Investigadores), directora general de Salud
Ambiental de la Secretaría de Salud, y actualmente es asesora del
Instituto Nacional de Ecología.

Diseño Carlos Haces / Fotografía: Carlos franco

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