Vidas de Comunistas
Vidas de Comunistas
Vidas de Comunistas
Luis Alvarenga
cuyo autor es el historiador hondureo Marvin Barahona. Estas tres obras nos
participacin en los acontecimientos de 1932, los libros consignados recogen ese otro
a la III Internacional, hegemonizada por la Unin Sovitica, la cual fue el blanco de las
entre lo que persiguen los autores, o sujetos escribientes, al reconstruir la vida de los
sujetos narrados, a partir del gnero testimonial. Este gnero literario, de una forma u
otra, es el gnero que explicita lo que otros gneros literarios o prcticas discursivas a
veces ocultan: su politizacin. Dentro del clima de las dcadas de 1970 y 1980, era ms
que evidente la intencionalidad poltica de obras como La montaa es algo ms que una
estepa verde, de Omar Cabezas o Me llamo Rigoberta Mench y as me naci la
conciencia, de Elizabeth Burgos, sin hablar, por supuesto del Miguel Mrmol de Roque
Toda escritura es un acto poltico, por cuanto el texto est dirigido hacia el espacio
esa relacin intersubjetiva que implica un testimonio una relacin tripartita, entre el
testimonio
Para comprender la complejidad de relaciones que un texto testimonial entabla entre tres
los actos comunicativos implican que dichos actos pueden criticarse o defenderse, esto
con el mundo objetivo, esto es, con los hechos y resultando accesible a un
enjuiciamiento objetivo. Y un enjuiciamiento slo puede ser objetivo si se hace por la
eficacia son pretensiones de este tipo (Teora de la comunicacin I, 26). Los distintos
tipos discursivos tienen pretensiones de validez distintas. Por tanto, el sujeto que emite
un discurso est pretendiendo que su discurso es vlido por el mero hecho de emitirlo.
Adems, como ya lo deca J. L. Austin, un acto de habla es, desde ya, una forma de
accin, con respecto a uno mismo, a otras personas, o al entorno. Por tanto, la
un acto de escritura.
Un aserto cientfico tiene la pretensin de verdad, por cuanto pretende estar enunciando
algo sobre un estado de cosas del mundo. Por su parte, un enunciado que indica cmo
estos, sin embargo, los nicos tipos de emisiones racionales. Hay enunciados, como los
Un aserto cientfico pretende ser verdadero para todos los sujetos racionales por cuanto
circunstancias. Una norma tica puede verse como una norma imperativa de conducta,
El arte tambin tiene su propia racionalidad y, por ende, sus argumentos tienen
Los valores culturales, a diferencia de las normas de accin, no se presentan con una
bajo las que un crculo de afectados puede, llegado el caso, describir un inters comn y
argumentos estticos son menos constrictivos que los argumentos que empleamos en
los discursos prcticos y sobre todo en los discursos tericos (Teora de la accin
cientfico. La debilidad, para decirlo con Vattimo, del discurso esttico radica en que
esto es, con pretensiones normativas de validez universal , sino que simplemente
Esto sirve para poner en relieve lo complejo que es el gnero testimonial. Con todo y
que el sujeto escribiente tenga conciencia de que est interviniendo literariamente sobre
lo que el sujeto testimoniante dice sobre estados de cosas del mundo y que lo que diga
pretende ser, en un grado u otro, verdadero. No pretende ser un discurso esttico, que
testimonio: aunque pretenda borrarse en tanto voz autoral, aunque pretenda reducir su
dicta, aunque pretenda no aadir nada de lo que est apuntando con la pluma o la
Qu es lo que ocurre ahora con ese sujeto-objeto narrado? Algo que no se puede ver si
L. Cmo hacer cosas con palabras, 51), que, al pronunciarlas o escribirlas estn
llevando a cabo una accin. Por ejemplo: las rdenes, las promesas, los compromisos,
etc. Un libro testimonial tiene, por as decirlo, pretensiones realizativas, por parte del
susciten un efecto en el posible sujeto lector. Esta ltima es una pretensin esttica, por
puede provocar, por ejemplo, el relato del fusilamiento de Mrmol (Dalton, Roque.
Marvin. Memorias de un comunista, 103 ss.), o la forma en que Jos Manuel Fortuny
narra el derrocamiento del gobierno constitucional de rbenz (Flores, Marco Antonio.
narrador que quiere hacer con el material testimonial que tuvo entre manos y que
proces para darle la forma narrativa con que llega a nosotros, sujetos lectores. O dicho
hagamos o pensemos pensar es, ya, una forma de hacer los sujetos lectores con
con esas palabras copiadas, intervenidas, completadas, inventadas, para hacer viva la
del presente
Mrmol, 53). Esta declaracin ataca un problema de fondo, no solo del gnero
estetizacin, esto es, el supuesto de que todo texto literario en cuenta, los
Crtica del juicio, 43) de la lectura de un texto que no interferir con su vida pero
que, por ello mismo, renuncia a la posibilidad de transformar, cuando menos, su visin
de mundo, al aceptar las interpelaciones que el texto puede dirigirle. As, el Miguel
Mrmol no es un libro para gozarlo estticamente de forma desinteresada, sino para
hacer del sujeto lector un sujeto poltico agente, no paciente. Siguiendo la interpretacin
acerca de otro libro de Dalton, Historias prohibidas del Pulgarcito, existe una gran
afinidad entre lo que busca provocar el poeta salvadoreo con la literatura y lo que
histrico le incumbe fijar una imagen del pasado tal y como se le presenta de improviso
al sujeto histrico en el instante del peligro. (Benjamin, Walter. Angelus Novus, 79-80).
ideal de objetividad del historiador, que registra los hechos tal cual verdaderamente
han sido, encubrira una visin afirmativa, para usar el trmino de Adorno, que
opresin. As, fijar esa imagen del pasado para salvarla de ese instante de peligro, es
rescatar del pasado su capacidad de inquietar la pasividad del sujeto que recibe la
tradicin histrica.
El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradicin como a los que lo reciben. En ambos
casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda poca ha
El Mesas no viene nicamente como redentor; viene como vencedor del Anticristo. El don de
penetrado de lo siguiente: tampoco los muertos estarn seguros ante el enemigo cuando ste
de este Mesas, que para Benjamin son las clases subalternas, herederas de los vencidos
en cuanto testimonio de cargo de los crmenes histricos de todo tipo a que ha dado
lugar el sistema capitalista de nuestro pas (Miguel Mrmol, 79), implica una apelacin
objetivamente, sino sacar del mismo esas chispas que catalicen la dbil fuerza
subalternidad. Dalton tambin parte del mismo horizonte. Aunque insista en decir que
palabras directas del testigo de cargo son insustituibles, el autor admite que lo que
decir: no nos interesa, en nuestra relacin con el pasado reflejar su realidad tal cual
escenario, sino una catapulta para disparar la fuerza mesinica latente en el sujeto
Ahora bien, Dalton escribir este texto cuya pretensin realizativa es encender la
chispa de la esperanza e incitar al sujeto lector a tomar una decisin poltica, a travs
polticas ante temas cruciales difieren sustancialmente del sujeto narrador. Nos
libro. En primer lugar, dice, hay una diferencia de enfoque generacional. En efecto,
Cuando yo nac, Miguel Mrmol tena cinco aos de ser militante comunista y ya haba sido fusilado una
vez, haba viajado a la Unin Sovitica y haba estado preso en Cuba. Mrmol se educ en el comunismo
cuando Stalin era o pareca ser piedra angular de un sistema, cuando la posibilidad de ser el hombre
nuevo consista en llegar a ser el hombre staliniano. Yo ingres en el Partido en 1957, despus de
haber visto en la URSS los primeros sntomas de la desestalinizacin, y personalmente tena tras m un
origen de clase muy complejo, una educacin burguesa y una ubicacin de carcter intelectual. (Miguel
Mrmol, 54).
abri con el triunfo cubano (Miguel Mrmol, 56). El sujeto testimoniante sostiene,
derecha, publicado dos aos antes de la aparicin del Miguel Mrmol, en donde deja
clara su postura a favor de la lucha armada y califica la postura del Partido Comunista
rostro del futuro, nuestra terrible historia nacional (Miguel Mrmol, 57).
El corte temporal del Miguel Mrmol se cierra hacia fines de la dcada de 1940, cuando
el autor est exiliado en Guatemala. El corte obedece, como afirma el autor, a razones
de seguridad, pues no convena hablar del trabajo poltico que el sobreviviente del 32
1
En la primera parte de Revolucin en la revolucin? y la crtica de derecha, titulada Respuesta a dos crticas de
derecha a Revolucin en la revolucin? de Rgis Debray, escrita en 1968, Dalton ubica al Partido Comunista de El
Salvador dentro de los PC de centro-derecha, junto a sus homlogos de Mxico, Panam y Chile (Dalton, Roque:
Revolucin en la revolucin? y la crtica de derecha, 33). No obstante, en el prlogo, a modo de autocrtica, el autor
reflexiona: Consideramos que la realidad latinoamericana actual evidencia que nuestra visin sobre los partidos
comunistas del continente que se desprende de la primera parte del libro era excesivamente optimista. [...] La realidad
demuestra que en el seno del movimiento comunista latinoamericano se ha fortalecido el oportunismo de derecha
(Revolucin en la revolucin? y la crtica de derecha, 12).
estaba realizando en el momento de ser entrevistado por Dalton. Este corte coincide con
entrar en una etapa, a partir de los aos 50, de rearticulacin de su estructura militante y
las vctimas del 32 clama por una revolucin que interrumpir la historia de
opresin que sigue repitindose. Por tanto, el texto sobre la vida de Mrmol debera
encender la chispa de la redencin en el lector para que este asuma un papel activo a
actual (Jetztzeit), esto es, en la coyuntura histrica de los aos 70 (Angelus Novus, 89).
Manuel Fortuny, por parte del novelista Marco Antonio Flores tiene pretensiones
realizativas distintas a las de Dalton, sobre todo, con respecto a la lucha armada. Hay
una distancia temporal que no se puede obviar. Miguel Mrmol aparece publicado en
del Pueblo (ERP), al que se incorporara Dalton ms adelante y en cuyas filas sera
fundar el Ejrcito Guerrillero de los Pobres (EGP), surgido de una disidencia de las el
Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT, comunista). Diez aos antes, las Fuerzas
Armadas Revolucionarias (FAR) iniciaron la lucha armada en el pas centroamericano.
El libro de Flores se public en 1994. Para ese ao, la guerrilla salvadorea, convertida
[...] esta lucha armada ha signado la historia del pas en los ltimos treinta aos. Todos los
empobrecer el pas, a la muerte violenta de ms de ciento cincuenta mil ciudadanos, pero sobre todo, a la
La guerra, a la que llam uno de los Secretarios Generales del PGT irreal, no ha dado ninguna solucin
a los problemas del pas. En el actual contexto histrico tiende a convertirse en obsoleta. La desaparicin
del socialismo real le ha quitado su sustento ideolgico y su apoyo logstico. (Fortuny: un comunista
guatemalteco, 22).
pblica su disidencia con las mismas. Ahora bien, nos encontramos algo distinto con
entrevista con Francisco Mauricio Martnez, celebrada en 2004, que se trataba de una
Esa novela indudablemente es una catarsis personal, despus de 10 aos de militancia en la lucha armada
en todas las estructuras del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT). Romper con el PGT fue para m un
trauma. Yo no lo asum en ese momento, porque era muy joven y no lo entend; pero quise explicrmelo y
la explicacin es esa novela. (Francisco Mauricio Martnez, Marco Antonio Flores: La utopa impregn
la realidad, Prensa Libre, 4 de abril de 2004, consultado el 11 de enero de 2013.
http://servicios.prensalibre.com/pl/domingo/archivo/domingo/2004/abril04/110404/06.html)
Flores fue militante del PGT al igual que Fortuny. Este ltimo perteneci a la
generacin de militantes que refund el partido, el cual haba sido desarticulado por la
Universidad de Costa Rica 1989: 49-63). Por cierto, esta desarticulacin se encuentra
entre sujeto narrador y sujeto testimoniante, produce un texto cuya intencin realizativa
polticos de izquierda.
as como las historias de los individuos que las constituyen. Si en Miguel Mrmol, los
ejes son 1932 y, de manera implcita, la incipiente lucha armada, entendida como su
la Matanza en el libro de Flores, los ejes del texto narrativo son, por un la revolucin
de 1944-1954, mientras que el implcito es la lucha armada de los aos 60, como
vctimas.
Ya hemos citado las valoraciones del sujeto narrador a este respecto. El sujeto
testimoniante discrepa con la lnea poltica de su partido sobre la lucha armada. El relato
de Fortuny remite a varios momentos en que se expresa este disenso. Uno de ellos es el
III Congreso del PGT, celebrado en 1960, donde se adopt la resolucin de adoptar
todas las formas de lucha (Fortuny: 257-258), esto es, las formas legales (elecciones,
Fortuny, era excesivo por la misma. Tras sealar que la resolucin de iniciar la
estrategia guerrillera fue virtualmente tomada sin mayores discusiones (258), Fortuny
Yo me acuerdo que concretamente les pregunt [a los cuadros del PGT presentes en el III Congreso de la
organizacin]: El pueblo, la gente, responde? Claro que responde. Ellos hablaban con la seguridad de
que esa lucha armada iba a tener un apoyo indiscutible del pueblo como reaccin natural a lo que haba
ocurrido en 1954 y a la poltica que haban desarrollado los gobiernos contrarrevolucionarios desde el
cincuenta y cuatro hasta entonces. Estbamos en 1960. Yo, por supuesto, pens que s, que no slo era esa
la va sino que era factible; estuve de acuerdo con eso. Hasta cundo? Ah es donde no puedo precisar
cundo empiezo a dudar de la justeza de la lnea adoptada, entre otras causas porque no nos enviaban
Las dudas mas comenzaron cuando lleg a La Habana un compaero indgena de Alta Verapaz, a quien
yo le haba dado ingreso al Partido aqu en Mxico [...]. Un da lo invit a comer a mi casa (comprenders
que a m me era muy difcil invitar a alguien, por el racionamiento que haba en Cuba). Entonces le digo:
Me vas a contar cmo anda eso de la lucha armada, qu sectores la apoyan? Todo el pueblo, contest.
Pero cmo va a ser todo el pueblo, qu quieres decir con todo el pueblo? Cualquier gente?
Cualquier gente no, la gente del Partido, porque el Partido es el pueblo, me dijo muy ufano (259).
Fortuny refiere, asimismo, una conversacin sostenida en Praga con Roque Dalton,
cuando ambos estaban relacionados con la Revista Internacional. Esta pltica, sostenida
comunista guatemalteco:
Roque criticaba a su partido porque ste no se decida por la lucha armada; en una ocasin me dijo:
Sabe a qu partido quisiera pertenecer? [...]; a su partido, al PGT. Esa vez no le quise contestar. Pero en
otra ocasin volvi a expresar el mismo deseo y esta vez con unas copas, le dije: Mejor no, Roque Por
qu?, pregunt. Por una razn, el PGT est metido en una aventura, la lucha armada del Partido es una
aventura, toda la lucha armada en Guatemala es una aventura que va a terminar muy mal, ya lo ver. No
puede ser, dijo, y nos encerramos en discusiones que no trascendan ms all de lo especulativo, porque
no se haba producido lo que se produjo, o sea la derrota de la guerrilla en aquella dcada, materialmente
arrasada en la Sierra de las Minas. Pero Roque continu en esa lnea (307).
Para Fortuny, lo que demostr la esterilidad de esa aventura fueron los resultados de
[...] a la luz de todos los acontecimientos que estn ocurriendo en Europa del Este, despus del derrumbe
de los regmenes del llamado socialismo real, despus de ese descalabro, un acontecimiento de
incalculable trascendencia que deja en el aire a las luchas guerrilleras como las de El Salvador y
Guatemala, completamente en el vuelo o en una cuerda floja, porque la motivacin del socialismo ya no
tiene consistencia, la motivacin de construir una sociedad muy parecida a la que se est derrumbando ya
no tiene sustento, y desaparecido eso, qu queda? A qu se reducen las peticiones o las demandas de
ese movimiento guerrillero? Pues a la conquista de una democracia que tiene que ser pues, una
As, se han quedado fuera del contexto con que empez la lucha, o sea de los propsitos con que se inici
la historia del sujeto testimoniante para catalizar sus energas polticas en la militancia
revolucionaria. Las pretensiones realizativas de carcter poltico de un texto como el de
Marco Antonio Flores tambin catalizan las energas polticas del sujeto lector, pero
para Flores-Fortuny.
Al contrario de los libros anteriores, el sujeto narrador que recoge las vivencias del
narrador difiere en algo que podra parecer un detalle insignificante. El autor cede, por
carcter de compilador de unas memorias cuyo autor sera el protagonista mismo. As,
la ficha bibliogrfica incluida en el libro sita a Padilla como autor del volumen.
Barahona y lo hemos ubicado como sujeto narrador del texto. De fondo, probablemente,
haya una cuestin epistemolgica que no debe pasar desapercibida, aparte, por supuesto,
del respeto que guarda el autor hacia el militante histrico que le confi el relato de su
vida.
perspectiva positivista de las ciencias sociales, es imperativo que exista una distancia
crtica entre el sujeto investigador y el material investigado (en este caso, la vida de
cientfica, el investigador se cia a registrar los fenmenos que estudia. As, Barahona,
asume para s el rol de compilador. Este rol pretende eliminar las implicaciones del
sujeto autoral, que tiene una autoridad implcita a la hora de definir el texto, sus
solo cuerpo de obra, partes, extractos o materias de otros varios libros o documentos.
As, la labor del compilador no est tan alejada de la posicin del autor. La disposicin
de los fragmentos implica un ejercicio de autor-idad, pues con ellos se busca crear un
cuerpo, conjunto, sistema o universo textuales que signifiquen algo determinado para
(citado por Eco, Umberto en Tratado de semitica general, 33). Esta concepcin del
su proyecto inconcluso del Libro de los pasajes: hacer un libro armado con citas, un
montaje de citas en el que desaparezca la voz autoral y sean las citas las que
hablen2. Aunque, como afirma Rolf Tiedemann, Adorno se habra equivocado con
esta valoracin sobre los propsitos del Libro de los pasajes, una cosa es importante:
una compilacin, sea esta de citas o de las narraciones testimoniales de una persona es
2
Ver nota al pie en la introduccin de Rolf Tiedemann al Libro de los pasajes de Walter Benjamin (11).
un texto cargado de determinadas intencionalidades y de pretensiones realizativas
Barahona, con todo el distanciamiento crtico hacia las posturas del sujeto
Antes de salir hacia un hospital de La Habana, donde se sometera a una intervencin quirrgica de la
que no logr recuperarse, me dijo que su ms grande anhelo era que sus Memorias no se quedaran
adormecidas en las innumerables grabaciones magnetofnicas que hicimos juntos. l quera que sus
Memorias estuvieran en manos del pueblo y la juventud hondurea, a quienes estn dedicadas.
Por mi parte, espero que el presente libro satisfaga ese deseo de Rigoberto Padilla Rush, el comunista
Si el Miguel Mrmol tiene un tono pico, cuyo punto ms alto es el fusilamiento fallido
dcada de 1980, la revolucin no fue siquiera derrotada, sino que fue aniquilada antes
de nacer.
Existen dos hechos que trazan un arco histrico en el relato de la vida poltica de
creca como una planta con vida propia, pero que en el fondo de todo simplemente vegetaba. Mientras la
vida, como deca Carlos Marx, pasaba rugiendo sobre nuestras cabezas, exigiendo accin y respuestas que
nosotros no le dbamos. Creo que se fue un gran error de nuestra parte. No en el sentido de haber
proclamado la acumulacin de fuerzas como una estrategia de lucha vlida en determinado momento,
Fuimos realmente la vanguardia poltica del movimiento popular hondureo en los aos gloriosos de
nuestro nacimiento poltico, en los aos de nuestra participacin heroica en las huelgas y movimientos
populares de 1954 y en los aos posteriores; pero no nos percatamos en qu momento dejamos de serlo
(353).
epgrafe: Fuimos testigos de una gran revolucin (384). La izquierda hondurea jug
poltico-militar que desafiara a las dictaduras militares del pas por diversos factores,
incluyendo, por supuesto, el hecho de que el pas centroamericano era un punto clave en
en estas palabras, que rememoran la masacre a la que se vio sometida una columna
insurgente del PRTC hondureo que intentaba llegar al pas desde Nicaragua:
La dolorosa debacle de la columna militar encabezada por Chema Reyes Mata y animada
espiritualmente por el padre Guadalupe Carney, aniquilada en Olancho en septiembre de 1983, nos haba
enseado que no era cierto que cada campesino nuestro estuviera dispuesto a levantarse como un solo
concluir el relato de Padilla Rush con los pensamientos del sujeto-testimoniante antes de
narrador se niega a dar conclusiones explcitas para el sujeto lector. Antes bien, despus
Esta cronologa tiene un carcter orientativo para el sujeto lector, pero no puede pasar
Entre 1991 y 1998, los ltimos aos de su vida, [Padilla Rush] se dedic a transmitir toda su experiencia
poltica a las organizaciones obreras y populares de Honduras por medio de conferencias, artculos y otros
escritos en los que reiteraba su compromiso poltico con los trabajadores y los animaba a seguir luchando
por alcanzar mejores condiciones de vida. l pensaba que las condiciones polticas de Centroamrica
haban cambiado dramticamente a lo largo de la dcada de 1990, por que afirmaba que el movimiento
popular hondureo deba reorganizarse y continuar sus luchas en ese nuevo contexto poltico. Por eso
decidi apoyar los esfuerzos para crear el Partido Unificacin Democrtica (UD), de cuya comisin
Este prrafo le otorga un sentido distinto al relato del sujeto testimoniante. Lejos de
describe al sujeto testimoniante como alguien que, contra toda aparente lgica histrica,
mantiene la esperanza en el movimiento social hondureo. Algo as como la frase de
Benjamin que recoga Theodor W. Adorno: Slo por mor de los desesperanzados nos
Conclusiones
lector. Ahora bien, este panorama podra, al menos, introducir una sospecha sobre si es
cierto que, fuera del contexto de la lucha armada de los 70 y 80, cabe hablar de la
realizativas.
A la fecha, el texto goza de buena salud, al seguir siendo una referencia obligada para
discutida, desde diversos puntos de vista, incluyendo los sostenidos por Rafael Lara
Martnez en su libro Del dictado, San Salvador: Universidad Don Bosco, 2007).
dominante con relacin a las utopas sociales, registrado a raz de las posguerras
poltica, mejor, es una respuesta explicable a un contexto marcado por el reflujo del
convirti en una pieza ms del sistema de partidos polticos tradicionales, sin que
suponga una ruptura tico-poltica con dicho sistema (y con sus interrelaciones con los
un protagonista directo de los hechos histricos, las razones de este escepticismo y esta
desmovilizacin poltica.
Dentro de ese mismo contexto y sin evadir la carga histrica que supone el fracaso de
sujeto lector, ya no para incitarlo a una determinada militancia o a una forma puntual de
lucha poltica, sino, al menos, para cuestionar la largamente proclamada muerte de las
utopas. Nadie mejor que un autntico desesperanzado, como Padilla Rush (militante