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El Cedro Vanidoso

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EL CEDRO VANIDOSO

Plantado en mitad del jardn, superaba en altura a todos los dems


rboles. Tan bellamente dispuestas estaban sus ramas, que pareca
un gigantesco candelabro.
Plantado en mitad del
jardn, superaba en altura a
todos los dems rboles. Tan
bellamente dispuestas estaban
sus ramas, que pareca un
gigantesco candelabro.

Si con lo hermoso que soy


diera adems fruto, se dijo,
ningn rbol del mundo podra
compararse conmigo.

Y decidi observar a los otros rboles y hacer lo mismo con


ellos. Por fin, en lo alto de su erguida copa, apunto un bellsimo
fruto.

Tendr que alimentarlo bien para que crezca mucho, se dijo.


Tanto y tanto creci aquel fruto, que se hizo demasiado grande.
La copa del cedro, no pudiendo sostenerlo, se fue doblando; y
cuando el fruto maduro, la copa, que era el orgullo y la gloria del
rbol, empez a tambalearse hasta que se troncho pesadamente.

A cuantos hombres, como el cedro, su demasiada ambicin les


arruina!
LA OSTRA Y EL CANGREJO
Una ostra estaba enamorada de la Luna. Cuando su gran disco de
plata apareca en el cielo, se pasaba horas y horas con las valvas
abiertas, mirndola.

Desde su puesto de observacin, un cangrejo se dio cuenta de


que la ostra se abra completamente en plenilunio y pens
comrsela.

A la noche siguiente, cuando la ostra


se abri de nuevo, el cangrejo le ech
dentro una piedrecilla.
La ostra, al instante, intento cerrarse,
pero el guijarro se lo impidi.

El astuto cangrejo sali de su


escondite, abri sus afiladas uas, se abalanz sobre la inocente
ostra y se la comi.
As sucede a quien abre la boca para divulgar su secreto: siempre
hay un odo que lo apresa.
Fabula

El lobo con piel de oveja

Pens un da un lobo cambiar su apariencia para as facilitar la obtencin de su comida. Se


meti entonces en una piel de oveja y se fue a pastar con el rebao, despistando totalmente
al pastor.

Al atardecer, para su proteccin, fue llevado junto con todo el rebao a un encierro,
quedando la puerta asegurada.

Pero en la noche, buscando el pastor su provisin de carne para el da siguiente, tom al


lobo creyendo que era un cordero y lo sacrific al instante.

Moraleja: Segn hagamos el engao, as recibiremos el dao.


El nio y los dulces
Un nio meti su mano en un recipiente lleno de dulces. Y tom lo ms que pudo, pero
cuando trat de sacar la mano, el cuello del recipiente no le permiti hacerlo.

Como tampoco quera perder aquellos dulces, lloraba amargamente su desilusin.

Un amigo que estaba cerca le dijo: - Confrmate solamente con la mitad y podrs sacar la
mano con los dulces-.

Moraleja: Nunca trates de abarcar ms de lo debido, pues te frenars.


La leyenda del arroz
La planta del arroz no era en la antigedad como ahora la conocemos porque sus
granos eran muy grandes, se dice que con unos poquitos granos se poda llenar
una persona y saciar su apetito, pero la mejor parte era la de su sencillo cultivo.
Los hombres plantaban el arroz cerca de los graneros y este creca grande, tanto
como pesado, entonces al madurar caa directamente en el granero sin que nadie
lo tenga que recoger de la tierra ni hacer nada ms al respecto.
Los hombres siempre pedan a los dioses bendiciones
para las futuras cosechas, pero cuando este pedido se
cumpli el arroz fue demasiado para todos. El arroz
comenz a madurar de las cosechas y nadie quiere
que se pudran los granos, por eso es que se
percataron de que vendra tanta cantidad que no
tendran sitios para almacenarlo. La obra para
agrandar los graneros comenz y antes de que pudiera
terminar se cay el primer gran maduro dentro de un
granero.

El granero que recibi el primer grano no estaba vaco,


se encontraba dentro una anciana que haca su trabajo
para ayudar a su aldea. Sin embargo, se enoj mucho al ver que todava no tenan
terminado el lugar donde pondran el arroz y este ya estaba madurado, al caer el
primero comenzara a caer los dems sin poder detenerlo de ninguna manera, ni
almacenarlo tampoco, por eso lo pis con odio y se desparramaron sus pedazos
por la tierra.

La planta del arroz se enoj ante la insolencia de la anciana como muestra de


desprecio y falta de respeto hacia la bondad de los dioses, como castigo se
traslad la planta a los campos y recoger los granos de arroz se convirti en la
tarea ms complicada para el hombre porque nunca ms volvieron a caer en los
graneros, ahora se deban recolectar y su tamao era super pequeo para que sea
ms difcil todava.
El conejo de la luna
Se encontraba Quetzalcatl convertido en hombre y haciendo una travesa enorme
para llegar hasta un lugar que quedaba realmente lejos, ahora estaba en una
montaa sin nada para comer o tomar y por el fro haba prendido una fogata,
tambin estaba mirando el cielo con su hermosa luna y las estrellas que la
acompaaban. El camino era largo si quera llegar cuanto antes hacia la selva,
tena que pasar por un sitio en donde
poda quedarse a descansar sobre una
roca, por lo menos por un momento
hasta continuar con el rumbo.
Un conejito distrado pas por donde
Quetzalcatl se encontraba
descansando y le ofreci un poco de la
zanahoria que estaba comiendo, el
Dios le dijo que l se iba a morir de
hambre en cualquier momento, que
no se preocupe por su cuerpo
humano, entonces el conejito se
ofreci en sacrificio para que se lo
coma y pueda entonces continuar con
su camino.

Quetzalcatl apreci enormemente la


valenta que un conejo tan pequeo
poda tener, por ello es que lo alz bien alto y grab su viva imagen en la luna
llena que desde ese entonces recuerda cada noche la bondad de este conejito y su
buena accin para poder ayudar a alguien ms, aunque eso significara la muerte
de su propio ser. La promesa que le hizo el dios al conejo luego de su sacrificio fue
que todas las personas que miren la luna pensarn en aquel dulce animal que dio
su vida para poder salvar a Quetzalcatl.
Poema. La tarara

La Tarara, s;
la Tarara, no;
la Tarara, nia,
que la he visto yo.

Lleva la Tarara
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles.

La Tarara, s;
la tarara, no;
la Tarara, nia,
que la he visto yo.

Luce mi Tarara
su cola de seda
sobre las retamas
y la hierbabuena.

Ay, Tarara loca.


Mueve la cintura
para los muchachos
de las aceitunas.
Autor: Federico Garca Lorca
El dentista en la selva

Por la maana
El dentista de la selva
Trabaj intensamente
Con un feroche cliente.
Era el rey de la jungla,
Era un len imponente,
Con colmillos careados
Y que le faltaba un diente.

Por la tarde
Y dijo el doctor dentista
A su enfermera reciente:
-pon el cartel en la choza,
no recibo ms pacientes,
ha venido un cocodrilo
que tiene ms de cien dientes.
Autora: Gloria Fuertes

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