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Creamosle A Cristo - Stephen E. Robinson PDF

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CREAMOSLE A CRISTO STEPHEN E.

ROBINSON

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CREAMOSLE A CRISTO STEPHEN E. ROBINSON

CREAMOSLE
A CRISTO

por Stephen E. Robinson

Esto es una copia de seguridad de mi libro original en papel, para mi uso personal. Si ha
llegado a tus manos, es en calidad de prstamo, de amigo a amigo, y debers destruirlo una vez lo
hayas ledo, no pudiendo hacer, en ningn caso, difusin ni uso comercial del mismo.

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CREAMOSLE A CRISTO STEPHEN E. ROBINSON

INDICE

PREFACIO

CAPTULO UNO EL GRAN DILEMA.

CAPTULO DOS BUENAS NUEVAS.

CAPTULO TRES EL CONVENIO.

CAPTULO CUATRO SALVOS POR LA GRACIA.

CAPTULO CINCO LA MALA INTERPRETACIN DE LA GRACIA.

CAPTULO SEIS "SEOR, COMO SE LLEVA ESTO A EFECTO?".

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CREAMOSLE A CRISTO STEPHEN E. ROBINSON

PREFACIO

Desde que llegu a la Universidad Brigham Young hace algunos aos, he notado algo
sumamente peculiar e inesperado. Los estudiantes del primer ao llegan a la universidad
procedentes de barrios y ramas de toda la Iglesia. La mayora de ellos ha estado en la Iglesia por
una gran cantidad de aos, aun, dira yo, durante toda su vida, y generalmente estn bien
entrenados en los contornos del evangelio. Es bastante lo que saben sobre el diezmo, la Palabra
de Sabidura, la genealoga, las normas de la Iglesia en cuanto a la relacin con el sexo opuesto,
el almacenamiento de alimentos y cosas por el estilo. Por cierto que todos stos son principios
importantes para los Santos de los ltimos Das y constituyen una parte esencial de la plenitud del
evangelio en los ltimos das. Pero stas no son las doctrinas centrales del evangelio segn se han
enseado a travs de las dispensaciones desde el comienzo del mundo hasta su fin.
Lo que not en mis estudiantes fue que, al extendernos en la clase de los asuntos que
constituyen las doctrinas y las prcticas perifricas de la Iglesia, para tratar las doctrinas centrales
del evangelio, muchos de ellos empezaron a dar ms y ms evidencias de inseguridad en lo que
respecta a s mismos demostraron que por dentro estaban crudos. Muchos se sentan aun ms
cmodos definindose a s mismos en torno a aquello en lo que no crean (la predestinacin, el
pecado original, etc.) que en torno a aquello en lo que s crean. Una considerable minora no
entenda doctrinas tales como la de la salvacin por la gracia, de la justificacin por medio de la
fe en Cristo, de la santificacin, de la expiacin y del significado y los trminos del convenio del
evangelio. Estaban bien educados en las generalidades mas no en los aspectos esenciales del
evangelio restaurado.
Seguramente casi todo esto est ms relacionado con la edad y la madurez que con la
inteligencia y la capacitacin. Sin embargo, como resultado de este descubrimiento, decid
escribir varias disertaciones con la finalidad especfica de satisfacer esta necesidad de mis
estudiantes. Tales disertaciones tuvieron como fin explicar las doctrinas centrales, las verdaderas
"buenas nuevas" del evangelio, de una manera clara y con lenguaje sencillo extrado tanto de las
Escrituras como de las experiencias prcticas. Fue debido al xito de dichas diserta dones que
escribo ahora este libro, el cual es un resultado lgico de las mismas.
Agradezco a aquellas personas que permitieron que me hiciera eco de muchas experiencias que
relato aqu, particularmente a Janet, mi esposa, por permitir que las contara en este libro para que,
tal vez, puedan ayudar a otras personas que quizs se encuentren en circunstancias similares. En
aquellos casos que no tienen que ver con mi propia familia, he alterado algunos de los nombres,
as como ciertos detalles descriptivos, aunque no las experiencias en s. En un caso en particular,
combin en un solo personaje las caractersticas de varias personas con experiencias similares.
Aqu debo hacer una acotacin al margen, puesto que una de las experiencias ms
importantes, a la que har mencin ms adelante, atae principalmente a Janet y es por dems
personal, y tambin debido a que alguien coment que el referirme a esa experiencia, pone a mi
esposa en una situacin un tanto comprometedora, al tiempo que hace quedar muy bien a su
esposo a costas de ella. Janet y yo normalmente pensamos en trminos de nosotros y no en
trminos de ella o yo, pero si hubiera necesidad de hacer una comparacin entre los dos, creo que
la siguiente escena representa la cruda realidad.
Si Janet se aproximara a la puerta de los cielos, el Seor dira algo as a los ngeles: "Miren,
aqu viene Janet Robinson! Janet finalmente est con nosotros! Vayamos todos a recibirla y a
darle nuestra bienvenida." Pero al extenderle Sus brazos, tal vez se detendra y le preguntara:
"Janet, quin es ese lamentable sujeto que viene detrs de ti?" A lo cual ella responder, "Ah, l,'

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Es mi marido. Puede entrar conmigo?" Sin ella no tengo la ms mnima esperanza, lo cual podra
confirmar cualquier persona que nos conozca bien a los dos.
Siempre he sostenido que un libro sin notas corroborativas generalmente carece de mayor
trascendencia, puesto que la falta de documentacin indica que su contenido no es ms que las
opiniones personales del autor, sin ningn respaldo acadmico. En este caso, me declaro
culpable, pues resulta muy difcil documentarse a uno' mismo o a sus propias experiencias,
reflexiones y puntos de vista: As que dejo a criterio del lector el estar de acuerdo o no con mis
opiniones, puesto que el material que contiene este libro es personal, y me he esforzado por
emplear el mismo estilo que empleara en el saln de clase o en una conversacin, inclusive el
lenguaje coloquial, as como las expresiones irnicas y sarcsticas. Por ello me disculpo ante mi
profesora de ingls en el primer ao de la secundaria, quien me ense a no cometer nunca este
error. No me atribuyo ninguna autoridad que d mrito a estas opiniones particulares, a pesar de
que he incorporado tantas notas corroborativas como me fue posible en un libro de esta
naturaleza, el cual, a pesar de ser intrnsecamente teolgico, es tambin modestamente espiritual.
Es mi intencin que el lector sepa que yo realmente creo en las cosas que he escrito en las
siguientes pginas.
Debo tambin aclarar que he escrito este libro como un creyente Santo de los ltimos Das
que se dirige a un grupo integrado por otros Santos de los ltimos Das tambin creyentes. De
ninguna manera, deseo aparentar que he ejercido la ms mnima objetividad acadmica en la
materia. Si este texto fuera a publicarse para el beneficio de mis colegas profesionales en el
campo de la enseanza de la religin, tanto la metodologa como el tenor de esta obra seran
considerablemente diferentes. Pero no hay nada de malo en ser bilinge, y en este libro he
decidido hablar el idioma de la fe.
A menudo se me pregunta de dnde saca el tiempo el director de un departamento para
escribir un libro. En este caso, la respuesta es bien sencilla: habra resultado imposible sin la
ayuda de mi secretaria, Joyel Woodbrey, quien me mantuvo protegido de aquellos asuntos que
realmente no requeran mi intervencin.
Una pequea parte de este libro fue presentada en mayo de 1990 en un discurso ante el
estudiantado de la Universidad Brigham Young, intitulado "Cremosle a Cristo -Un enfoque
prctico de la Expiacin", y fue publicado en ingls tanto en la edicin de noviembre de 1990 de
BYU Todas y en Brigham Young University 1989-90 Devotional and Fireside Speeches (Provo:
University Publications, 1990). Una versin un tanto modificada de ese discurso fue tambin
publicada tanto en la revista Ensign como en la Liahona, en abril de 1992.
Ni este libro ni su autor tienen autoridad alguna para hablar en nombre de La Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los ltimos Das. Las ideas aqu presentadas representan puntos de
vista, que aunque sinceros, son estrictamente personales.

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CAPTULO UNO.

EL GRAN DILEMA.

Para los seres humanos, el mayor de todos los problemas en el universo, la mayor
contradiccin o el ms grande de todos los dilemas, consiste en dos hechos concretos. El primero
de estos dos hechos est claramente explicado en Doctrina y Convenios 1:31: "Porque yo, el
Seor, no puedo considerar el pecado con el ms mnimo grado de tolerancia."
Parece ser un pasaje de Escritura lleno de dureza pues declara, sin dejar lugar a dudas, que
Dios no puede tolerar ningn tipo de pecado ni de conducta pecaminosa. No puede pasarlo por
alto ni hacer de cuenta que no lo vio. No lo esconder debajo de la alfombra ni dir, "Bueno, es
un pecado pequeo; no tiene importancia". La norma de Dios -la norma celestial -es absoluta y
no admite excepciones. No pasa nada por alto.
Muchas personas parecen suponer que el juicio, de alguna manera, contemplar una cierta
clase de equilibrio, con sus buenas obras en uno de los platos de la balanza, y sus faltas en el otro.
Si sus buenas obras pesan ms que sus faltas, o si su corazn es bsicamente bueno y supera el
peso de los pecados, entonces sern admitidos a la presencia de Dios. Pero se trata de un
razonamiento falso.
Como queda indicado en Doctrina y Convenios 1:31 y en otros pasajes de las Escrituras, Dios
no podr ni querr permitir que ni el ms mnimo grado de imperfeccin moral o de tica entre en
Su presencia. No puede tolerar el pecado "con el ms mnimo grado de tolerancia". No se trata de
pesar nuestras buenas obras contra nuestros pecados. Si existe, tan siquiera, un pecado en nuestro
haber, es asunto terminado. La norma celestial es inocencia completa, ni ms ni menos, y ni una
sola pizca de culpabilidad ser tolerada en el reino de Dios. Ahora bien, por ms decepcin que
sienta, por favor, siga leyendo. Aun cuando puede resultar descorazonado comprender cun
estrictas son las normas de Dios, ms adelante encontrar increbles buenas nuevas.
El otro extremo del dilema, el otro hecho que transforma a ste en el mayor de todos los
problemas del ser humano, es por dems sencillo tanto usted como yo, pecamos todos los das.
Nadie es inocente en el sentido celestial. Unos ms, otros menos, todos somos imperfectos en
forma regular. Nuestras acciones son incompatibles con la conducta que se requiere para que
seamos dignos de ser admitidos en el reino de Dios. Uno de los muchos versculos que explica
esto, se halla en Romanos 3:23: "por cuanto todos pecaron, y estn destituidos de la gloria de
Dios".
En otras palabras, todos los seres humanos, hasta los mejores de entre nosotros, hemos
cometido pecados o hemos dado muestras de imperfecciones que no van de la mano con la norma
celestial y que Dios no puede tolerar. En este caso como en otros, Pablo da a entender que slo
hay dos categoras: Para l o uno es perfecto o en cierto grado es pecador. No hay trmino medio
en el asunto. Despus de todo, un pequeo pecado bast para que Adn y Eva fueran expulsados
del jardn de Edn y de la presencia de Dios. Mientras fueron totalmente inocentes, podan
caminar y hablar con l -una sola transgresin, y pasaron a la historia.
Mas de estos dos hechos concretos la demanda de perfeccin absoluta de parte de Dios y
nuestra incapacidad tambin absoluta de lograrla deriva una conclusin ineludible: por ser, como
somos, seres pecadores e imperfectos, no se nos puede permitir morar en la presencia de Dios.
Esta contradiccin entre las demandas divinas y nuestra incapacidad para cumplir con ellas
representa el problema ms serio y las consecuencias ms dramticas del universo.
Hay veces que damos por sentado que todos cuantos nos rodean actan mejor que nosotros.

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Suponemos que todos los dems no son pecadores, que cumplen con los mandamientos
constantemente, y nos sentimos compungidos al pensar que nosotros no podemos hacer lo
mismo. Como resultado de ello, muchos de nosotros, inclusive las personas ms buenas, nos
decepcionamos ante lo que percibimos como un abismo imposible de cruzar entre lo que Dios
demanda y lo que hacemos. Fue por esa misma razn que el gran pescador, Pedro, dijo cuando se
vio expuesto por primera vez al poder del Maestro, "Aprtate de m, Seor, porque soy hombre
pecador" (Lucas 5:8)
Cuando vio el poder de Jesucristo y supo que en verdad haba sido enviado por Dios, Pedro
pudo llegar a una sola conclusin. "No soy digno. No deberas estar aqu conmigo. Si supieras
cun infame soy, comprenderas que todo esfuerzo es intil. No soy como t; soy un pecador. As
que no pierdas tu tiempo conmigo; mejor ve a buscar a alguien recto y religioso, alguien que
pueda ser salvo. Alguien tan santo como t merece un discpulo mucho mejor que este pobre
desperdicio que soy." Nadie conoca mejor que Pedro la vasta diferencia entre las demandas de
Dios y la capacidad de los desvalidos seres humanos de cumplir con ellas. Y antes de enterarse de
las buenas nuevas, es aparente que ni siquiera el gran pescador vea la ms mnima esperanza o la
solucin del Gran Dilema.
Tal vez pueda ilustrar un poco mejor nuestra situacin con una analoga extrada de mi propia
experiencia como padre. Tengo cinco hijas encantadoras, pero slo un hijo, Michael. Reconozco
que soy bastante duro con l porque lo quiero mucho y porque deseo que llegue a ser mejor que
su padre. Cierto da, cuando Michael tena cinco 0 seis aos de edad, hizo algo que me pareci
muy reprochable, as que lo reprend airadamente y lo puse en penitencia, dicindole: ";Y no te
atrevas a salir de tu habitacin hasta que yo vaya por ti!"
Las horas pasaron y me olvid de Michael. Recuerdo que estuve haciendo algunas tareas
alrededor de la casa y despus me sent en la sala a ver un partido de ftbol americano por la
televisin. All por comienzos del segundo tiempo o que se abra la puerta de la habitacin de
Michael al final del largo pasillo que separaba su cuarto de la sala. Fue en ese momento que me
di cuenta de que me haba olvidado de mi hijo. De un salto me puse de pie y sal corriendo hacia
el pasillo. All, en el otro extremo, vi la tmida figura de mi pequeo hijo. Tena los ojos irritados
y la cara roja; las lgrimas an corran por sus mejillas. Estaba obviamente nervioso, pues le
haba dicho que no saliera de su habitacin hasta que yo le fuera a buscar, pero lleno de inocente
temor, me mir y me dijo: "Papi, hay alguna forma de que podamos volver a ser amigos?"
Dems est decir que el corazn se me parti en dos. Corr hacia l y, abrazndole, le asegur
que no haba otro nio que jams hubiera sido tan querido por su padre como l lo era por m.
Espiritualmente, todos nos encontramos en la misma situacin en que se encontraba Michael.
Todos sabemos lo que se siente cuando se nos pone "en penitencia" espiritualmente, o sea, el
estar distanciados de nuestro Padre Celestial, librados a nuestra propia suerte y solos. Es en esta
vida terrenal en donde experimentamos el dolor del Gran Dilema. Y conociendo mejor que nadie
nuestras patticas ineptitudes, ciertas veces, al igual que Pedro, lo nico que se nos ocurre pensar
es que el Seor nos abandona por otra persona ms digna que nosotros. No es que con ello
estamos negando o rechazando al Salvador, ms bien es una expresin de nuestro propio
desaliento.
Todos hemos hecho cosas que nos avergenzan, y todos hemos sentido el horrendo peso de la
culpa, el remordimiento y el autorreproche. Hay pecados que nos daan espiritualmente; pecados
que si bien no nos destruyen de plano, nos acosarn y no sanarn; pecados que nos hacen sentir
cual si hubiramos bebido aguas cloacals o contrado una enfermedad incurable, como si
pudiramos lavarnos, sin jams llegar a estar completamente limpios. En medio de tales pecados,
sumergidos en sentimientos de culpa y desconsuelo, en nuestra terrible soledad, apartados de

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Dios, elevamos los ojos al cielo y preguntamos llenos de angustia: "Oh, Padre, hay alguna forma
de que podamos volver a ser amigos?"

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CAPTULO DOS.

BUENAS NUEVAS.

La respuesta de todos los profetas y de todos los pasajes de las Escrituras a la pregunta del
Gran Dilema es un resonante "S! Las personas que son imperfectas pueden reconciliarse con un
Dios que es perfecto, y se les permitir morar en Su presencia." Y de la misma manera como l
responde a nuestra pregunta, y por los mismos medios con que la contesta, Dios nos asegura que
ningn hijo jams ha sido tan querido por padre mortal alguno como nosotros lo somos por l.
De hecho, la dilucidacin del Gran Dilema, de la separacin de seres humanos imperfectos de su
Dios perfecto, es precisamente de lo que, de una manera u otra, dan testimonio las Escrituras. Y
esa solucin es la expiacin de Jesucristo.
Expiacin significa limpiar a una persona de toda culpa por medio del pago de una sancin en
su nombre. De ese modo, dos cosas que se haban separado o que se haban vuelto incompatibles
entre s, como un Dios perfecto y un ser imperfecto como usted o yo, se pueden volver a juntar,
reconciliando las dos partes por medio de una expiacin de nuestros pecados. La palabra misma
deriva de un prefijo y una palabra ms pequea, expiare (limpiar de una culpa), y la palabra que
en latn significa expiacin, a menudo se traduce como "reconciliar". De este modo, a las dos
duras realidades mencionadas antes y que aparecen en Doctrina y Convenios 1:31 y en Romanos
3:23, Jesucristo aade una tercera realidad: la Expiacin, la reconciliacin, las "buenas nuevas"
del evangelio, que a pesar de que nos hayamos apartado de Dios, hay una manera por medio de la
cual podemos volver a ser uno con l.
Me resulta particularmente interesante el modo en que el Seor se refiere a esto en Isaas 1:18:
"Venid luego, dice Jehov, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como
la nieve sern emblanquecidos; si fueren rojos como el carmes, vendrn a ser como blanca lana."
Quisiera referirme un poco ms a fondo en cuanto a este pasaje de las Escrituras para que no
perdamos de vista su importancia. Lo que el Seor dice aqu es lo siguiente: "No importa lo que
hayas hecho; lo que haya sido, por ms horrible o ruin, no tiene mayor trascendencia. Lo ms
importante de todo es que, cualquiera que haya sido tu pecado, yo puedo borrarlo, puedo dejarte
sin mancha y hacerte inocente, puro y digno, y lo puedo hacer hoy mismo; puedo hacerlo ahora."

CREMOSLE A CRISTO.

Lamentablemente, hay muchos miembros de la Iglesia que no creen que esto sea posible. A
pesar de que afirman tener un testimonio de Cristo y de Su evangelio, rechazan el testimonio de
las Escrituras y de los profetas en cuanto a las buenas nuevas de la expiacin de Cristo. A
menudo, tales personas se aferran ingenuamente a posiciones contradictorias sin siquiera
comprender la naturaleza de dichas contradicciones. Por ejemplo, es posible que crean que la
Iglesia es verdadera, que jess es el Cristo, y que Jos Smith fue un profeta de Dios, mientras que
al mismo tiempo se niegan a aceptar la posibilidad de ser completamente perdonadas y, con el
tiempo, exaltadas en el reino de Dios. Tales personas creen en Cristo, pero no le creen a Cristo.
El Seor dice: "Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve sern emblanquecidos.
Puedo hacerte puro, digno y celestial", y ellas responden, "No, no puedes. El evangelio acta de
esa forma slo en otras personas, pero no en m."
No obstante, las "buenas nuevas" del evangelio son buenas nuevas para m, no porque
prometen que otras personas mejores que yo se pueden salvar, sino porque prometen que yo

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puedo ser salvo -pese a todas mis limitaciones e imperfecciones., Mientras no acepte esa
posibilidad, mientras no le crea a Cristo cuando dice que l puede llevarme a Su reino y
colocarme en un trono, no habr aceptado completamente las buenas nuevas del evangelio; habr,
ms bien, aceptado al mensajero y rechazado Su poderoso mensaje.
La fe es el primer principio del evangelio, pero tener fe no significa simplemente creer en sus
declaraciones histricas. Cree usted que la Iglesia es verdadera, que Jos Smith fue un profeta, y
que el evangelio ha sido restaurado en los ltimos das? Muy bien, pero eso no es suficiente. El
primer Artculo de Fe expresa claramente que debemos tener fe en el Seor Jesucristo. A menudo
pensamos que tener fe en Cristo significa creer en Su identidad como el Hijo de Dios y el
Salvador del mundo. Pero creer en la identidad de Jess como el Cristo, es apenas la mitad de
este asunto. La otra mitad es creer en Su capacidad, en Su poder de purificar y salvar -de
convertir en personas dignas a los indignos hijos e hijas de Dios.
No slo debemos creer que l es quien dice ser, sino que tambin debemos creer que l puede
hacer lo que dice poder hacer. No solamente debemos creer en Cristo, sino que debemos creerle a
l cuando dice que puede purificarnos y hacernos celestiales. l nos hace saber que mediante Su
sangre expiatoria, todo el gnero humano puede ser salvo (ver A. de F. 3/, y, lgicamente, en
"todo el gnero humano" estamos incluidos usted y yo. As que, en tanto no aceptemos la
posibilidad real de ser exaltados en el reino de Dios, no podemos decir que tenemos fe en Cristo,
y no podemos decir que creemos.
En calidad de ex obispo y como consejero y maestro en la iglesia, he odo muchas variaciones
en cuanto a la misma duda. Es posible que una persona diga, "No, obispo, no puedo esperar
recibir las mismas bendiciones que los miembros de la Iglesia que son fieles; no puedo aspirar a
ser exaltado en el reino de Dios puesto que he cometido pecados horribles. Usted tiene que
comprender que hice esto o aquello. Claro que asistir a las reuniones de la Iglesia y que tratar
de mantener viva la esperanza de que el castigo no sea espantoso, pero de ninguna manera puedo
recibir la exaltacin despus de lo que hice."
Otro quizs diga: "Usted no me entiende. Mi vida es un fracaso total. Cuando era joven tom
decisiones que me llevaron por mal camino, y ahora, despus de todos estos aos, no hay manera
de regresar a la senda correcta." Recuerdo que alguien me dijo una vez: "Qu va; no tengo la ms
mnima esperanza de ser exaltado. No valgo nada. Soy un miembro comn y corriente, un simple
'marca listas' de asistencia. Lo nico que he tenido en la Iglesia han sido pequeos cargos; jams
he sido un lder y no poseo ningn talento. Por cierto que jams ser obispo o presidenta de la
Sociedad de Socorro]. No tengo demasiado para ofrecer, as que tampoco espero recibir
demasiado en la resurreccin. Slo espero alcanzar el nivel ms bajo del reino celestial, pero s
que no voy a ser exaltado."
Un ejemplo tpico de este tipo de razonamiento fue el caso de un hombre que una vez me dijo,
"Mire, obispo, no creo estar hecho para heredar la gloria celestial". Despus de un infructuoso
cambio de ideas, un tanto impaciente, le dije: "Qu es lo que me quiere decir? Por supuesto que
no est hecho para heredar la gloria celestial. Tampoco lo estoy yo ni lo est nadie. Esa es la
razn por la que necesitamos la expiacin de Cristo, el cual puede hacernos para que heredemos
la gloria celestial. Por qu no admite su verdadero problema; que no tiene ninguna fe en Cristo?"
Mi comentario ciertamente le enfad, ya que haba sido de la religin protestante antes de
convertirse en Santo de los ltimos Das, y tanto como protestante y como mormn, l haba
credo en Jesucristo. "Cmo se atreve a decirme eso?" replic el hombre. "Yo s que Jess es el
Cristo, el Hijo de Dios." "S", le contest, "usted cree en Cristo, pero no le cree a Cristo. El dice
que puede hacerle para que herede la gloria celestial, y usted tiene la audacia de sentarse all y
decir 'No, no puede'. No tengo duda de que usted cree -usted cree que Cristo hace promesas que

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no puede cumplir."
Cada uno de estos casos representa una variacin de la misma ttrica idea. Todos se resumen
a esto: "No creo que Cristo pueda hacer lo que dice poder hacer. No tengo fe en su capacidad de
exaltarme." Si se les preguntara a estas personas en qu consisten sus problemas espirituales,
diran que son X, Y o Z -o sea, ciertos problemas singulares con los que tropezaron en
determinado punto de su trayectoria espiritual. Pero en ninguno de estos casos el verdadero
problema es X, Y ni Z, ni tampoco es singular, ni tropezaron en algn punto distante de su
trayectoria. El verdadero problema lo tienen frente a la nariz, pues estas cuatro objeciones y
muchas otras versiones que se podran citar, son maneras de simplemente disfrazar el problema
bsico en s: falta de fe en el Seor Jesucristo.
Estas personas simplemente no creen que el evangelio pueda tener efecto alguno en ellas. Y a
menos que obedezcan el primer principio del evangelio, a menos que tengan fe genuina en Cristo,
se privarn del poder y las bendiciones de la fe en Cristo o de los principios que le siguen a la fe:
el arrepentimiento, el bautismo y el don del Espritu Santo. Aun cuando se consideren a s
mismas miembros de la Iglesia poseedores de experiencia y madurez, lo cierto es que todava no
han nacido espiritualmente.
Si slo creemos en Cristo sin creerle a l, es como estar sentados en casas fras y obscuras,
rodeados de lmparas y calentadores, y creer en la electricidad sin aprovecharla. Ese tipo de
personas a menudo tratan de convencerse a s mismas y de convencer a los dems que el
simplemente creer en la electricidad les proporciona calor y luz, aunque continan tiritando en la
obscuridad en tanto no enciendan la luz y los calentadores. A pesar de que todos nuestros
aparatos domsticos funcionen y la instalacin est en perfectas condiciones, mientras no
aceptemos el poder mismo de la corriente elctrica, an cuando creamos en l en teora, no
podremos disfrutar del efecto de la luz y del calor. sa es la razn por la que la fe genuina en
Cristo, o sea, la aceptacin activa de Su poder y no la mera creencia pasiva en Su identidad, es y
debe siempre ser el primer principio del evangelio. No importa cunto aprendamos sobre el
evangelio, ni cunto creamos en teora, en tanto no aceptemos la realidad de nuestra propia
salvacin, seguiremos en el fro y en la obscuridad.

LA EXIGENCIA DE LA PERFECCION.

A menudo, la razn por la que algunas personas no pueden aceptar plenamente las
bendiciones del evangelio, es porque la exigencia de la perfeccin ha nublado por completo su
visin. Errneamente creen que para que la Expiacin tenga efecto en su vida, deben,
primeramente, alcanzar la perfeccin merced a sus propios esfuerzos. Pero quien haya logrado
satisfacer este requisito no tiene la ms mnima necesidad de la Expiacin, pues tal persona ya
estar reconciliada con Dios, habiendo alcanzado, por s misma, la norma de perfeccin celestial
sin la ayuda de Cristo ni la de Su expiacin, lo cual no es posible.
Quisiera recalcar una vez ms que las buenas nuevas no consisten en que las personas
perfectas se pueden reconciliar con Dios, sino que aquellos que son imperfectos pueden lograrlo.
Cuando oigo a alguien decir que se va a perfeccionar a s mismo, me dan ganas de preguntarle:
"Realmente piensa que el logro de la exaltacin es cuestin de meter la mano en sus entraas y
sacar la energa y la determinacin necesarias para vivir una vida perfecta? Si as fuera, no
necesita un salvador, ya que puede lograrlo sin la ayuda de nadie."
Es irrefutable el hecho de que para recibir la gloria celestial tenemos que llegar a ser
perfectos, y estamos siempre dispuestos a hacernos saber unos a otros cun perfectos debemos ser.
De hecho, hay veces en que, no obstante cun bien estemos actuando en determinados aspectos

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de nuestra vida, nunca falta algn bien intencionado miembro de la Iglesia que nos indique que
no somos perfectos y que debemos esforzarnos ms la prxima vez. Muchas veces somos
nosotros mismos quienes nos imponemos tan severas crticas, y es as que, por muy bien que
estemos haciendo las cosas, nunca nos permitimos la ms mnima y merecida satisfaccin
personal.

EL ATAJO A LA PERFECCIN.

Por cierto que somos muy buenos para decirnos unos a otros y a nosotros mismos cun
perfectos debemos ser para heredar el reino. Lo que olvidamos a menudo es explicar cmo se
obtiene esa perfeccin. Lo cierto es que existe un pequeo secreto -un atajo, y si no conocemos el
secreto o el atajo a la perfeccin, podemos terminar agotados tras intentar ser perfectos por
nosotros mismos. El gran secreto es ste: Jesucristo compartir con nosotros Su perfeccin, Su
pureza, Su rectitud y Sus mritos. En Su misericordia, nos ofrece el beneficio de Su perfeccin,
en ausencia de la nuestra, para satisfacer las demandas de la justicia.
En principio, se nos considera perfectos, se nos acepta como perfectos, al ser uno con un
Cristo que es perfecto. A la larga, esto hace posible que, en un futuro, lleguemos a ser perfectos
en base a nuestros propios mritos, pero ese futuro es mucho despus del Juicio y de que hayamos
heredado el reino de Dios mediante el mrito, la misericordia y la perfeccin de Jesucristo. As
que la meta ms importante de esta vida mortal es llegar a ser uno con Cristo por medio del
convenio del evangelio y tener acceso a Su perfeccin por medio de esa unin, en vez de
permanecer separados y desorientados mientras tratamos ( en vano!) de generar nuestra propia
perfeccin y, por consiguiente, de salvarnos a nosotros mismos.
Permtanme darles un ejemplo. Hace unos cuantos aos, nuestra familia vivi en
Williamsport, estado de Pensilvania. Las cosas nos iban bastante bien all. Tenamos nuestro
propio hogar en un vecindario muy agradable, y estbamos encantados con nuestros vecinos. Yo
tena un buen empleo en una universidad de la comunidad y progresaba en mi carrera.
Parecamos ser felices; tenamos la noche de hogar todas las semanas, orbamos regularmente
como familia, y mi esposa y yo tenamos nuestras oraciones juntos todas las noches. Contbamos
con la recomendacin para el templo y asistamos a l lo ms seguido posible. Yo era miembro
del obispado de nuestro barrio y lanas, mi esposa, era la presidenta de la Sociedad de Socorro.
Ese fue un ao particularmente memorable para lanas, Adems de ser presidenta de la
Sociedad de Socorro, se recibi por segunda vez en la universidad (como contadora), aprob el
examen profesional, empez a trabajar en una firma local, dio a luz a nuestro cuarto hijo
(Michael)-todo eso en su tiempo libre, por supuesto. A decir verdad, lanas, se encontraba bajo
bastante presin ese ao, pero, como sucede con muchos maridos, no me di cuenta de la inmensa
presin bajo la cual se encontraba hasta que la situacin explot. Y qu explosin!
Un buen da, las luces simplemente se apagaron. Fue como si lanas, hubiera muerto en cuanto
a las cosas espirituales; estaba exhausta. Adopt una posicin pasiva hacia la Iglesia. Cuando sus
consejeras en la Sociedad de Socorro la llamaron, les dijo que podan hacer lo que quisieran y que
ella haba pedido ser relevada de su llamamiento. Uno de los peores aspectos de este repentino
cambio fue que lanas, no tena inters en hablar del asunto; no estaba dispuesta a decirme lo que
le pasaba.
Finalmente, una noche, despus de casi dos semanas, y tras insistir en que se desahogara,
obviamente enojada me dijo: "Muy bien. Quieres que te diga lo que me pasa? Pues te lo dir: Ya
no doy ms. Ya no puedo llevar mi carga; es muy pesada. No puedo hacer todo lo que se supone
que debo hacer. Ya no puedo levantarme a las cinco y media de la maana y hornear pan, coser la

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ropa y ayudar a los nios con sus tareas de la escuela, adems de hacer mis propias tareas y de
prepararles la bolsa del almuerzo; y despus limpiar y ocuparme de mis deberes en la Sociedad
de Socorro, estudiar las Escrituras, trabajar en mi genealoga, colaborar con la comisin de
fomento de la escuela de los nios, organizar nuestro almacenamiento de alimentos, ir a las
reuniones de estaca y escribirles a los misioneros . . . "
Empez a nombrar, una por una, todas las cosas que no poda hacer o que no poda hacer a la
perfeccin todos aquellos ladrillos que haban sido colocados sobre su espalda en nombre de la
perfeccin hasta que terminaron por agobiarla.
"Trato de no gritarles a los nios", continu diciendo, "pero a veces no puedo evitarlo; me
enojo y empiezo a gritar. Y trato de no enojarme, pero no hay caso. Trato de no tener malos
sentimientos hacia ciertas personas, pero los tengo. S que no tengo una actitud muy cristiana. Por
ms que trate de amar a todos, es intil. No tengo el talento que tiene la hermana Fulana, y no
puedo ser tan amorosa como la hermana Mengana. Steve, no soy perfecta; nunca voy a serlo, y
no puedo seguir fingiendo que lo soy. Finalmente he llegado a la conclusin de que nunca
alcanzar el reino celestial, entonces, para qu seguir matndome intentndolo?"
Y as fue que dio comienzo una de las noches ms largas de nuestra vida de casados. Le
pregunt a lanas, "Tienes un testimonio?", a lo cual respondi, "Por supuesto que s -eso es lo
ms terrible de todo. S que el evangelio es verdadero, pero no puedo vivir como se espera que lo
haga". Le pregunt si haba cumplido con sus convenios bautismales, y me contest, "No. He
tratado y vuelto a tratar, pero no puedo guardar todos los mandamientos en todo momento". Le
pregunt si haba observado los convenios que haba hecho en el templo, y otra vez me dijo:
"Trato de hacerlo, pero por ms que me esfuerce, no puedo hacer todo cuanto se me pide que
haga."
Antes de proseguir, quisiera aclarar que la razn por la .fue hace muchos aos le propuse
matrimonio a lanas, fue horque ella es la persona ms extraordinaria, dulce, genuinamente
amorosa y abnegada que yo jams haya conocido. As que, lo que me estaba diciendo,
sencillamente no tena sentido. La conversacin continu dentro de ese tono - ella enumerando
todas sus faltas e imperfecciones y yo tratando de hacerle reconocer que su autopercepcin era
injusta y de encontrar la verdadera causa del problema. Finalmente se me ocurri de qu se poda
tratar y, a decir verdad, me sent como un tonto. Todo un experto en el campo de la religin y ni
siquiera haba visto tamaa realidad ante mis ojos. Lo que por fin descubr fue que lanas, no
entenda plenamente la mdula misma del evangelio -la expiacin de Cristo. Conoca los
requisitos pero no reconoca las buenas nuevas.
Quin hubiera pensado que despus de todas las reuniones y lecciones, despus de todos los
testimonios y las noches de hogar, no haba captado la esencia del evangelio? Tena un buen
conocimiento y crea en todo, excepto en la parte ms importante. lanas, estaba tratando de
salvarse a s misma; estaba tratando de hacerlo todo utilizando a Jesucristo como un mero asesor;
saba porqu podemos dar a Jess los ttulos de entrenador, alentador, asesor, maestro, hermano
mayor, cabeza de la Iglesia y an de Dios. Todo eso lo entenda, pero lo que no entenda era la
razn por la que se le llama el Salvador.

CREEMOS EN SER SALVOS?

Pero, creemos los Santos de los ltimos Das en "ser salvos"? Si hago esa pregunta a mis
alumnos en la universidad empleando un tono de voz caracterstico de los bautistas del sur de los
Estados Unidos, generalmente un tercio decididamente responder: "No. No creemos en 'ser
salvos'. Nosotros no somos como esos evangelistas de los programas de televisin." Qu

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lamentable! Por cierto que los Santos de los ltimos Das creemos en ser salvos. Lo creemos
ahora y siempre lo hemos credo. Cmo podemos llamar a Cristo el Salvador si no salva a
nadie?
Eso es como tener un salvavidas que no est dispuesto a levantarse de su silla o a mojarse; un
salvavidas que dijera: "Miren, ah hay otro ahogndose. Qu fatalidad!" Es posible que hasta
haya exclamado desde su silla: "Trate de nadar de espalda!", pero si no se tira al agua, de qu
sirve? Y para qu sirve un salvador que no salva a nadie? E1 mensaje central del Libro de
Mormn, as como el de la Biblia, es que Jesucristo es el Salvador del mundo. S, los Santos de los
ltimos Das creemos en ser salvos, pero lanas, al igual que muchas otras personas, estaba
tratando de salvarse a s misma, mas no poda hacerlo. De hecho, nadie puede, por mejores que
sean.
El hermano de Jared. Por ejemplo, echemos una mirada a ter 3:2 en el Libro de Mormn. El
que habla es el hermano de Jared, uno de los ms grandes profetas de todas las pocas. Su fe era
tan inmensa que, tal como podemos leer en ese captulo, pudo penetrar el velo y ver a Dios. Pero
fjense cmo este buen y fiel hombre encar a Dios. "Y ahora, he aqu, oh Seor, no te enojes con
tu siervo a causa de su debilidad delante de ti; porque sabernos que t eres santo y habitas en los
cielos, y que somos indignos delante de ti." Imagnense! ste era uno de los ms grandes
profetas de todos los tiempos, y empez su oracin disculpndose por su debilidad y su
indignidad. Por cierto que de ninguna manera se jactaba de ser perfecto.
Y continu diciendo: "Por causa de la cada nuestra naturaleza se ha tornado mala
continuamente." Lo que esto quiere decir es que, como resultado de la cada de Adn, los seres
humanos estamos sujetos a las condiciones naturales de la vida mortal. Mientras permanezcamos
en la carne, tendremos que luchar con la carne, con nuestra naturaleza carnal y, de vez en cuando,
la carne triunfar sobre nosotros. Tal derrota es siempre reprochable y se nos har responsables
por ello, pero habr de sobrevenirnos de tanto en tanto.
Esta lucha es algo a lo que debemos estar preparados para enfrentar a lo largo de toda la vida.
Ningn ser humano se ve exento de este tipo de oposicin presentada por nuestra naturaleza
carnal. Por ejemplo, hay ocasiones en que le digo a mi naturaleza carnal, "Carne, hoy vamos a
empezar una dieta!" a lo cual sta inevitablemente responde algo as como: "Nilo suees!", y
despus empieza a susurrar despiadadamente, "Chocolate! Chocolate! Chocolate!" Esta
oposicin de la carne, de nuestra naturaleza carnal, no es algo que podemos vencer
definitivamente durante la vida mortal. A lo largo de toda nuestra vida mortal, la naturaleza
carnal estar continuamente sujeta a lo que es malo, parafraseando las palabras del hermano de
Jared.
Personalmente, creo que al resucitar al fin venceremos la oposicin de la carne. En la vida
mortal, el espritu y el cuerpo son dos entes separados obligados a coexistir en la misma persona.
El nexo mortal entre ellos es tanto reciente como pasajero, por lo cual estn en constante pugna.
Pero al resucitar, el cuerpo y el espritu pasan a ser una sola cosa; estarn inseparablemente
unidos, soldados el uno al otro, y hablarn con una misma voz -la voz de esa unin que
constituye el alma misma (ver D&C 88:15/. Pero hasta ese momento, debemos luchar con ese
otro ente que es la naturaleza carnal y, de vez en cuando, aun los mejores de entre nosotros, como
el hermano de Jared, perderemos alguna que otra batalla.
Pero sta no es la parte ms importante de lo que dice el hermano de Jared en ter 3:2. Lo
ms importante viene al final del versculo: "No obstante, oh Seor, t nos has dado el
mandamiento de invocarte, para que recibamos de ti segn nuestros deseos." A la larga, no tiene
importancia realmente el hecho de que el hermano de Jared sea indigno desde el punto de vista
celestial ya que, en ese respecto, es exactamente igual a todos los dems seres humanos. El

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asunto es que Dios nos ha mandado hablarle en oracin, por ms indignos que seamos, pues l ha
dispuesto la manera en que recibamos lo que anhelamos a pesar de nuestra imperfeccin.
Advirtamos que l dice: "segn nuestro deseo" y no estrictamente "segn nuestros mritos" o
"segn nuestras obras", ni segn otras condiciones que algunos de nosotros pudiramos esperar
ver D&C 137:9).
Lo que realmente importa es que mediante la expiacin de Jesucristo, no obstante nuestra
indignidad, podemos recibir lo que deseemos, lo que anhelemos -pero solo si en verdad es lo que
anhelamos. Entonces, qu es lo que deseamos? Qu es lo que realmente deseamos? En Mateo
5:6 el Seor dice: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos sern
saciados." A menudo malinterpretamos este versculo, pensando que quiere decir algo as como
"Bienaventurados los justos", pero de ninguna manera significa eso. Cundo tenemos hambre?
Cundo tenemos sed? Despus de una suculenta cena? No, tenemos hambre cuando no hemos
comido; tenemos sed cuando no hemos bebido, cuando nos vemos privados del objeto de nuestro
deseo.
Esta bienaventuranza se refiere a personas corno nosotros que desean hacer lo correcto, que
anhelan, que tienen hambre y sed de justicia la justicia pura de Dios, la justicia perfecta y la
inocencia absoluta del reino celestial. Bienaventurados aquellos que desean con todo su corazn
ser justos tal como Cristo es justo, ser perfectos como l es perfecto, que lo anhelan y lo buscan, y
que daran cualquier cosa por lograrlo. Cul es su recompensa? Por medio de la expiacin de
Cristo, lo recibirn conforme a sus mayores deseos. En las palabras de la bienaventuranza, "sern
saciados".
El ejemplo de Nefi. Veamos otro ejemplo proftico del Libro de Mormn. En 2 Nefi 4:17-19,
Nefi escribi: "Oh, miserable hombre que soy S, mi corazn se entristece a causa de mi carne.
Mi alma se aflige a causa de mis iniquidades. Me veo circundado a causa de las tentaciones y
pecados que tan fcilmente me asedian. Y cuando deseo regocijarme, mi corazn gime a causa de
mis pecados." Un momento; iniquidades? tentaciones' pecados? Ac tiene que haber un error.
El que habla en este pasaje debe ser Lamn o Lemuel, los hijos inicuos; por cierto que no puede
ser Nefi. Nefi era el hijo justo.
No, por supuesto que no hay ningn error. Este es Nefi, otro de los ms grandes profetas que
jams hayan vivido. Ni siquiera se trata del Nefi adolescente. Este pasaje proviene del 2 Nefi,
cuando la familia ya estaba en el Nuevo Mundo. Este es Nefi en su madurez, el Nefi de
experiencia y sabidura, que nos revela los sentimientos de su corazn. Y Nefi, al igual que el
hermano de Jared o que el Apstol Pablo (ver 1 Timoteo 1:15), no se jactaba de ser perfecto. Nefi
saba y lamentaba el hecho de que, a menudo, haba perdido su batalla contra la carne, que haba
sido fcilmente tentado y que haba pecado.
Pero tengamos otra vez presente que no tiene mayor importancia el hecho de que Nefi fuera
imperfecto, de que no pudiera alcanzar el reino de Dios en base a sus propios esfuerzos y mritos
y de que, en determinadas oportunidades, simplemente hubiera errado. Ningn ser humano, con
la sola excepcin de Jesucristo, ha guardado todos los mandamientos en todo momento. Es
posible que fallemos en diferentes grados, pero todos fallamos. Esa es la razn por la que todos
necesitamos ayuda, por la ,ene todos necesitamos un Salvador, y por la que el necesita ayuda y un
Salvador de ninguna manera es una deshonra. Pero he aqu lo ms importante que dijo Nefi: "No
obstante, s en quin he confiado . . . Me ha llenado con ,u amor hasta consumir mi carne" (2
Nefi 4:19, 21 ).
Aun cuando Nefi estaba descorazonado y deprimido ante la realidad de no poder vivir una
vida perfecta, confiaba en que el Seor de todos modos lo llevara hasta el reino. Confiaba en el
Salvador y tena confianza en el amor del Salvador. A1 combinar, entonces, los tres versculos y

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frases, Nefi dijo, "No, no soy perfecto. S, mis faltas me molestan y, s, quisiera haber sido mejor.
No obstante, tengo fe en Jesucristo; confo en l. l dice que puede llevarme a Su reino a pesar
de mis imperfecciones, y yo le creo. S que me ama, y confo en que continuar salvndome de
todos mis enemigos".
Lamentablemente, al contrario de la actitud de Nefi, muchos de nosotros simplemente no
confiamos en el Salvador. Creemos en l, pero no confiamos en l. Nuestras imperfecciones nos
intimidan y nos atemorizan tanto que no podemos ni imaginarnos cmo podra l salvarnos de
ellas y nuestra fe se debilita. Pero si estos magnficos profetas gozaban de una cabal percepcin
de sus propios pecados y debilidades, y aun as sostenan con plena confianza que haba para
ellos un lugar en el reino de Dios, no deberamos aprender de sus ejemplos de confianza y
seguridad de sus ejemplos de fe?
Adems del temor a las imperfecciones propias, hay otras razones por las cuales algunas
personas no logran confiar en el Salvador. Muchos suponen que si se entregan a l y tratan de
vivir el evangelio leal y fielmente, se privarn de algo importante que el mundo tenga para
ofrecer. A menudo temen que una dedicacin absoluta a Cristo y a la Iglesia les pondra en una
posicin de ser explotados o no les permitira sentirse realizados desde un punto de vista
emocional, intelectual o fsico. Hay quienes quieren a la Iglesia en su vida, pero tienen miedo de
abrazarla completamente. Cualquiera sea el caso, hay una sola realidad aun cuando es posible que
crean en l, no confan en l. Todava no tienen una fe genuina en Cristo.

CMO LLEGA LA PERFECCIN.

Parte de las buenas nuevas del evangelio es saber que la perfeccin llega por fin, a aquellos
que la desean, mediante la expiacin de Cristo, en vez de slo merced a sus propios esfuerzos.
Cuando llegamos a ser uno con Cristo en el convenio del evangelio, cobramos acceso a Su
perfeccin. Es como cuando dos personas con diferentes cuentas bancarias se casan y abren una
cuenta comn. Cuando lanas, y yo nos casamos, mi cuenta estaba sobregirada, pero mi esposa
tena dinero en la suya. Despus de la boda, fuimos al banco y combinamos las dos cuentas,
creando una sola. En lo que concerna al banco, yo ya no era simplemente Stephen Robinson, ni
ella lanas, Bowen. Ahora ramos Stephen y lanas, Robinson, dos personas que haban creado una
sociedad que abarcaba los bienes y las responsabilidades de ambas. Y puesto que los bienes pie
lanas, superaban mis responsabilidades, la nueva cuenta tena un saldo favorable. Fue cual un
milagro! Gracias al simple hecho de haber entrado en un convenio matrimonial y de haber
llegado a ser uno con lanas, yo estaba entonces sobre terreno firme, econmicamente, por
primera vez en meses.
sta es una excelente analoga de lo que sucede cuando entramos en el convenio del
evangelio. E1 Salvador, que posee bienes ilimitados, propone una sociedad con la persona, cuyas
responsabilidades son limitadas. Empleo la palabra "propone" en forma comparativa a aquel que
propone matrimonio, puesto que es algo tan ntimo y serio como un matrimonio. sta es la razn
por la cual a Cristo se le llama a menudo el Esposo (ver Mateo 25: 1-13; Juan 3:29) y por qu a la
Iglesia (o a Israel) a menudo se le llama la Esposa (ver Apocalipsis 21:2; D&C 109:74).
De la misma manera que un hombre y una mujer llegan a ser uno por medio del convenio del
matrimonio, tambin el Salvador y aqul a quien l salva llegan a ser uno por medio del
convenio del evangelio (ver 1 Corintios 6:15-17). A1 igual que una esposa renuncia a todas sus
lealtades y normalmente adopta el apellido de su esposo, tambin quienes entramos en este
convenio con Cristo renunciamos a todas nuestras lealtades, le ponemos a l primero, y tomamos
Su nombre sobre nosotros. A esta unin aportamos nuestros justos deseos y nuestras lealtades, y

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l Su perfeccin. En la unin del convenio, lo que es mo pasa a ser de El, y lo que es de l pasa
a ser mo. Es as que El se hace cargo del pago de mis pecados, y yo acepto Su justicia como
justificacin.
Cuando pasamos a ser uno con Jesucristo, formamos una sociedad espiritual con una cuenta
comn, en la que se entrelazan Sus bienes y nuestras responsabilidades. Puesto que l tiene ms
bienes quedas responsabilidades que nosotros tenemos (1 tiene un ocano infinito de bienes), la
nueva cuenta tiene un saldo favorable no bien se abre, y la sociedad queda consolidada, aun
cuando sus socios menores (nosotros) no podramos mantenernos solventes sin Su ayuda. A esto
es a lo que se refiere el Apstol Pablo cuando habla de ser "de Jesucristo" / 1 Corintios 1:1) y a lo
que Moroni llama ser "perfeccionados en Cristo" (Moroni 10:32).
Al producirse esa unin, Cristo y yo formamos una nueva criatura. La antigua criatura, el yo
imperfecto, deja de existir, ocupando su lugar una gloriosa nueva criatura, una sociedad perfecta.
Al integrarnos en una entidad individual, los dos, Cristo y yo, somos perfectos. Con esto no
quiero decir (he aqu algo muy importante) que podemos llegar a ser perfectos ms adelante. Lo
que esto significa es que desde el preciso momento en que se forma la sociedad de buena fe,
desde el instante en que tenemos fe sincera en Cristo, en que nos arrepentimos genuinamente de
nuestros pecados y recibimos el bautismo y el don del Espritu Santo -a partir de ese momento, la
sociedad es celestial. Los mritos del Socio Mayor la transforman en tal. Claro que no se trata de
la perfeccin individual que, por cierto, vendr ms adelante mucho ms adelante, no que se
trata de una perfeccin "en Cristo" (ver Moroni 10:32-33), mediante la cual nos beneficiamos
con.("mritos de nuestro socio. No obstante, a partir de ese momento, el reino es nuestro, siempre
y cuando mantenamos la integridad de la sociedad que formamos, observando el convenio del
evangelio (ver 3 Nefi 27:16, 19-21).
Es posible que se argumente que, a pesar de esa sociedad, sigo teniendo faltas y limitaciones,
y admito que si voy a ser juzgado individualmente y por separado, eso es verdad. Pero en la
relacin del convenio, no ser juzgado individualmente ni por separado sino como uno con
Cristo. Considermoslo desde el punto de vista matemtico: Si Cristo es infinito e ilimitado,
mientras que yo tengo fin y soy limitado, y llegamos a ser uno, cul es la suma de Cristo y yo?
Cul es la suma de una cantidad positiva infinita y una cantidad negativa limitada (- + -x)? Pues,
infinidad, por supuesto! Y la matemtica es la misma, ya sea que yo ala parte finita) fuera diez,
cinco 0 uno, ya sea que yo fuera un profeta o un presidente de estaca o un miembro comn y
corriente. Infinidad, ms cualquier cantidad, positiva o negativa, es igual a infinidad.
Lo que realmente importa no es nuestro valor en la ecuacin, sino que podemos formar parte
de la ecuacin al entrar en una relacin de convenio con un Cristo infinito, no obstante cun
grandes o pequeos nos consideremos a nosotros mismos. Dos personas cualesquiera que llegan a
formar una unidad por medio de un convenio, son perfectas, siempre y cuando una de ellas sea
Jesucristo.
En Doctrina y Convenios 76:68-69, Jos Smith describe a los habitantes del reino celestial en
los siguientes trminos: "Son aquellos cuyos nombres estn escritos en el cielo, donde Dios y
Cristo son los jueces de todo. Son hombres justos hechos perfectos mediante Jess, el mediador
del nuevo convenio, que obr esta perfecta expiacin derramando su propia sangre." (Cursiva
agregada.) Aquellos que heredan el reino celestial son hombres y mujeres justos, o sea, hombres
y mujeres que desean justicia, que tienen hambre y sed de justicia. Son personas buenas que
actan de la mejor manera posible. Esto les hace justos -buenas personas, que son hechas
perfectas por medio de la expiacin perfecta de un Cristo perfecto.
O sea que, en un sentido de la palabra, uno puede hacerse a uno mismo justo. Los esfuerzos
individuales bastarn para que sea una buena persona, aun una persona justa en trminos

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humanos relativos. Por cierto que uno no necesita el evangelio para ser una buena persona en lo
que tiene que ver con el estilo de vida personal (inclusive se puede demostrar una cierta
hostilidad hacia el evangelio y ser comparativamente bueno). Mediante los esfuerzos propios, uno
puede ser una persona honorable y, de ese modo, hacerse acreedor, por sus propios mritos, a una
gloria aproximada a la terrestre (ver D&C 76:75).
Pero uno no se puede hacer perfecto a s mismo; no puede hacerse libre de todo pecado y
digno de la presencia de Dios el Padre. No puede hacerse celestial, por ms intensamente que
trate, pues ya ha pecado, y el ser una persona sin mancha requiere no slo una actuacin perfecta
en el futuro, sino una actuacin tambin perfecta en el pasado. De no ser as, uno no est libre de
pecado, sino que es slo un pecador que no ha pecado recientemente. Muchos estudiantes han
aprendido la triste realidad de que una vez que reciben apenas un 9, no importa cuntos 10
obtengan de ah en adelante, ya no tendrn una calificacin perfecta por el resto de ese perodo.
La inocencia requiere perdn y pureza; requiere que el registro de calificaciones sea borrado y
vuelto a escribir, para que todos los hechos pecaminosos del pasado dejen de tenerse en cuenta -y
todas estas cosas se logran por medio de la expiacin de Cristo. Uno puede hacerse a uno mismo
justo y terrestre (en lo concerniente a la gloria) merced a sus buenas obras y esfuerzos propios,
pero slo Cristo puede hacerle perfecto y celestial.
Una analoga del mundo de los negocios. Algunos de mis estudiantes que estn en el
programa de administracin de empresas prefieren la siguiente analoga. Si dos compaas, una
sumida en la ms absoluta bancarrota y la otra extraordinariamente lucrativa, deciden fusionarse
para crear una nueva corporacin, 1 qu sucede con la deuda de la primera compaa? Es saldada
con las ganancias de la compaa ms solvente, y la corporacin resultante de la fusin, pasa a
ser considerada completamente firme en el aspecto financiero. Mientras que las ganancias de una
de las partes sea mayor que las prdidas de la otra, la corporacin es solvente, lucrativa y
financieramente justificada.
Lo mismo sucede en el aspecto espiritual. Cuando entramos en el convenio del evangelio y
llegamos a ser uno con Cristo, creamos una nueva entidad, una sociedad que pasa a ser
inmediatamente lucrativa e inmediatamente justificada por medio de los mritos infinitos del
Salvador (la nica empresa realmente lucrativa). Y mientras no disolvamos la sociedad,
estaremos justificados por Sus mritos en esa relacin tan singular. Es posible que,
individualmente, yo no tenga la ms mnima esperanza, pero como socio menor en una fusin
empresarial con Cristo, tengo las mximas garantas de lograr el xito.
Una analoga del mundo de los deportes. Algunos de mis alumnos se sienten ms cmodos con
ejemplos o ilustraciones extradas del mundo de los deportes que con aquellos de los negocios y
las finanzas, por lo cual a veces me gusta comparar la relacin del convenio con competencias
deportivas de equipo. En tales competencias, no importa cul de los jugadores anota los puntos.
Cuando uno hace un gol, encesta o lo que sea, es el equipo el que lo anota. En el caso del ftbol,
cuando un delantero hace un gol, no tiene ninguna importancia que el portero de su equipo no
haya tenido nada que ver en la jugada, ni que los suplentes estuvieran sentados en el banco fuera
de la cancha. No importa que el marcador de punta no hubiera estado cubriendo su sector; ni
siquiera importa que algunos de los suplentes no hayan jugado ni un minuto en lo que va de la
temporada. Cuando un jugador de un equipo hace un gol, todo el equipo hace el gol. En el
momento de . Celebrar la victoria, no tiene importancia que seamos Delanteros o defensas o
segundo suplente del portero; todo ;1 equipo sale victorioso, no slo el jugador que anota el gol
del triunfo.
A1 hacer el convenio del evangelio, pasamos a formar ;arte de un equipo cuyo capitn y
jugador clave es Jesucristo, un verdadero astro que en cada jugada hace un Gol. Si jugamos en Su

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mismo equipo, saldremos campeones invictos. Aun cuando no estemos jugando muy bien, v
hasta si me pide que est entre los suplentes la mayor fiarte del tiempo, mientras l est en la
cancha, nuestro equipo ganar. Pero debemos estar en Su equipo; no en el mo propio ni en
ningn otro.
En ciertos casos, el convenio del evangelio se podra comparar a una carrera de larga
distancia. Generalmente pensamos que hay un solo ganador en una carrera, pero en la carrera del
evangelio, todos los que terminan son ganadores. Adems, la diferencia en sus tiempos es
irrelevante. Habr quienes tendrn buenos tiempos y otros que no los tendrn, pero los nicos
perdedores sern aquellos que se hayan dado por vencidos y se hayan retirado de la carrera antes
de llegar a la meta final. En la carrera del evangelio no hay perdedores, sino quienes se dan por
vencidos. Aquellos que cruzan corriendo la lnea final en minutos, los que la cruzan caminando
en horas e incluso aquellos que lo hacen arrastrndose en das, todos merecen el premio. Todos
ellos perseveraron hasta el fin, conforme a sus talentos y destreza, con los ojos puestos en el
Salvador. Pablo emple esta analoga cuando escribi, "Corramos con paciencia la carrera que
tenemos por delante, puestos los ojos en Jess, el autor y consumador de la fe" (Hebreos 12:1-2).
Somos demasiados los que malgastamos nuestra energa preocupndonos por los tiempos en vez
de mantener los ojos puestos en la meta final, dando un paso a la vez y perseverando hasta el fin.

LA PARBOLA DE LA BICICLETA.

Cuando mi esposa y yo analizamos estas cosas aquella noche, hace ya algunos aos, pareca
que no haba nada que la convenciera. Entonces record algo que haba sucedido en nuestra
familia unos meses antes y a lo cual ahora nos referimos en nuestro hogar como la parbola de la
bicicleta.
Una tarde, estaba leyendo el peridico en casa, y nuestra hija Sarah, que en ese entonces tena
siete aos de edad, vino y me pregunt: "Pap, me compraras una bicicleta? Soy la nica en el
vecindario que no tiene una." Le contest algo afirmativo entre dientes, pero Sarah levant el
peridico y, mirndome a los ojos, me pregunt: "cmo y cundo?"
En ese momento en particular nuestras condiciones econmicas no nos iban a permitir
comprarle una bicicleta, as que fui un poco evasivo con ella. "Te dir lo que hacemos, Sarah", le
dije, "ahorra todas tus monedas y vas a ver que en poco tiempo tendrs el dinero suficiente para
tu bicicleta".
"Est bien", dijo, y se march y, por el momento, yo haba logrado salir del apuro. Pasaron
algunas semanas, y ::. buen da yo estaba otra vez en casa leyendo el periodo despus del trabajo.
Esta vez saba que Sarah estaba haciendo algunas tareas especiales para su mam, por las cuales
ella le estaba pagando. Desde su dormitorio oa el .,nido de las monedas.
"Sarah, qu ests haciendo?" le pregunt. Vino hasta la sala donde yo estaba, trayendo su
pequea alcanca, la cual ella misma haba hecho de lo que una vez fuera un ;rasco de jalea. En el
fondo de la alcanca haba unas cuantas monedas. Sarah me mostr el frasco y me dijo: "Me
prometiste que si ahorraba todas mis monedas, pronto tendra suficiente dinero para comprar una
bicicleta. Aqu estn, pap, ahorr todas las monedas que gan."
Pues bien, Sarah es mi hija y la amo. En realidad no le haba mentido, pues si ahorraba todos
sus centavos, con 1 tiempo habra tenido suficiente dinero para comprarse una bicicleta. Pero es
posible que para entonces quisiera un automvil. Por el momento, la pequea estaba haciendo
todo lo posible por seguir mis instrucciones, pero an le resultaba imposible cristalizar su deseo.
Me sent abrumado. "Muy bien, Sarah", le dije, "vamos al centro a ver bicicletas."
Recorrimos todas las tiendas de Williamsport y, finalmente, en uno de los comercios donde

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venden mercanca rebajada, la encontramos: la bicicleta perfecta (probablemente la que haba


tenido en la vida preterrenal). A pesar de estar del otro lado del saln, ella saba que sa era su
bicicleta. Corri hasta all y tras sentarse en el asiento dijo: "Pap, sta es la bicicleta que
quiero." No poda disimular su emocin.
De pronto, vio la etiqueta con el precio que colgaba del manillar y, con una sonrisa en el
rostro, extendi la mano y la dio vuelta. A1 principio, se qued mirndola fijamente y despus su
sonrisa fue desapareciendo. Se le ensombreci el rostro y empez a llorar. "Ay, papi", dijo con
voz quebrantada, "nunca voy a tener suficiente para una bicicleta." Esa fue su primera dosis de
realidad adulta.
Si mal no recuerdo, la bicicleta costaba ms de cien dlares, precio que estaba totalmente
fuera del alcance de sus posibilidades. Pero puesto que Sarah es mi hija y la quiero con toda mi
alma, lo que ms deseo es que sea feliz. As que le pregunt cunto dinero tena. Con voz tmida
y entre sollozos me contest: "Sesenta y un centavos."
"Te dir lo que haremos, cario. Vamos a ver si podemos llegar a un arreglo. Dame todo lo que
tienes, los sesenta y un centavos, un abrazo y un beso y la bicicleta es tuya".
Bueno, tonta mi nia nunca fue; as que me dio un abrazo, un beso y los sesenta y un
centavos. El viaje de regreso fue muy lento pues Sarah no quiso bajarse de la bicicleta, as que fue
en ella hasta la casa por la vereda (menos mal que eran unas pocas cuadras), mientras yo
conduca el automvil muy lentamente a su lado. Durante el trayecto se me ocurri que sta era
una parbola sobre la expiacin de Cristo.
El asunto es que todos anhelamos algo desesperadamente, aunque no es una bicicleta; lo que
anhelamos es el reino de Dios. Deseamos regresar dignos y sin mancha a nuestro hogar celestial.
Pero el tremendo precio un proceder perfecto est completamente fuera de nuestro alcance. En
determinado momento de nuestro progreso espiritual, nos damos cuenta de cul es el precio para
ser admitidos en ese reino, y tambin comprendemos que no lo podemos pagar, y entonces nos
invade la desesperacin.
Esa era la manera en que se encontraba lanas, aquella noche, desesperada ante la enorme
diferencia entre un rendimiento perfecto y lo que ella consideraba que poda hacer.
Cuando por fin comprendemos nuestra incapacidad de perfeccionarnos y salvarnos a nosotros
mismos, cuando nos damos cuenta de nuestra desesperante situacin en esta vida mortal y la
necesidad que tenemos de ser salvos por medio de una intervencin exterior, es en ese preciso
momento que llegamos a apreciar plenamente a ese Ser que viene a salvarnos.
Es entonces que el Salvador nos dice: "Has hecho todo lo posible y comprendes que no es
suficiente . . . pero no te desesperes. Te dir lo que haremos; vamos a ver si podemos llegar a un
arreglo. Cunto tienes? Cunto es lo que razonablemente se puede esperar de ti? Dame todo lo
que tengas (por insignificante que sea, como los sesenta y un centavos), y haz todo cuanto puedas
hacer y yo me encargar del resto por ahora. Dame lo que tengas y un abrazo y un beso (o sea,
hagamos de sta una relacin personal), y el reino es tuyo. La perfeccin seguir siendo nuestra
meta suprema, pero en tanto no la alcances por ti mismo, te dejar usar la ma. Qu te parece'
T haces todo cuanto puedas, y yo har todo lo que t no puedes hacer an. Entre los dos nos
haremos cargo de la situacin y t estars cien por ciento justificado."
Al analizar todas estas cosas con mi esposa aquella noche, por alguna razn esta ilustracin
particular le lleg al corazn. Cuando consider la Expiacin y el convenio del evangelio de esta
manera, comprendi cmo funcionaba, y tuvo lugar una maravillosa transformacin en su actitud.
Recuerdo que entre lgrimas dijo algo as: "Siempre he tenido un testimonio del Salvador y he
credo que l es el Hijo de Dios. Siempre he credo que l sufri y muri por m. Pero ahora s
que El puede salvarme, que me puede salvar de m misma, de mis pecados, de mis debilidades y

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de mi falta de talento."
Desde ese momento, la experiencia de lanas, ha ayudado a otras personas dentro y fuera de la
Iglesia. La experiencia nos ha enseado que no es la nica que se ha sentido de esa manera, que
hay muchas otras personas que desean servir a Dios y guardar Sus mandamientos, que tienen
hambre y sed de justicia, que debido a lo encomiable y noble de sus deseos, se desesperan ante la
realidad de su rendimiento. A todas y a cada una de esas personas declaramos: "Cristo es la
respuesta. l es el puente entre el lugar donde se encuentran ahora y el lugar a donde quieren
llegar. l es la solucin al Gran Dilema."
"Pedid, y se os dar; buscad, y hallaris; llamad, y se os abrir. Porque todo aquel que pide,
recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrir" Mateo 7:7-8). Por cierto que stas son
buenas nuevas.

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CAPTULO TRES.

EL CONVENIO.

Un convenio es un contrato, un acuerdo que consta de trminos y obligaciones que


comprometen a las dos partes. En la poca actual, validamos un contrato, establecemos la
obligacin y lo legalizamos haciendo que las dos partes lo firmen. En la antigedad, los
convenios eran validados y se estableca la obligacin por medio de la sangre de un animal
sacrificado. Es de ah que la expresin hebrea para referirse a un convenio es "cortar un
convenio". A la sangre de la vctima sacrificada se le llamaba "la sangre del convenio", y cuando
se le derramaba, los trminos del convenio se consideraban vigentes y se estableca la obligacin
entre las dos partes contratantes.
Una buena ilustracin de esto la provee el Antiguo Testamento cuando Dios hizo el convenio
del monte Sina con Su pueblo, por medio de Moiss. En ese caso se concret el convenio por
medio del sacrificio de becerros, y una vez que el pueblo estuvo de acuerdo con los trminos de
ese convenio, se esparci sobre ellos la sangre de los sacrificios/ver xodo 24:3-8).
Por definicin, un convenio es una obligacin mutua. Por consiguiente, no es posible tener un
convenio unilateral, un acuerdo que obligue slo a una parte. Una obligacin unilateral es
simplemente una deuda, o esclavitud, ms bien que una relacin de convenio. Una promesa
puede ser unilateral, pero un convenio debe contar con una obligacin mutua; "si t haces A, yo
har B". En el perodo del Antiguo Testamento, los convenios entre Dios y su pueblo siempre
tenan trminos especficos, y mientras que el pueblo escogido cumpliera con su parte del
contrato, Dios cumplira con la suya. Por otro lado, tambin suceda lo contrario, pues cuando el
pueblo quebrantaba el convenio, Dios ya no estaba obligado a l tampoco. Por ejemplo, en 2
Reyes 18:12 leemos que Dios no cumpli con su parte del convenio de salvar a Israel de sus
enemigos porque Israel ya haba invalidado su contrato al desobedecer los mandamientos que se
haba comprometido a cumplir, segn xodo 24: 3-8. Dios est obligado por Su propia palabra a
cumplir con los trminos de Sus convenios, siempre y cuando nosotros cumplamos con nuestra
parte del trato (ver D&C 82:10; 84:39-40).
En el Antiguo Testamento, el Seor le dijo a Israel que un da habra un nuevo convenio o
pacto una nueva relacin entre Dios y Su pueblo escogido superior al ofrecido mediante la ley de
Moiss (ver jeremas 31:31-33). Esa promesa fue cumplida cuando el convenio del evangelio
ocup el lugar del convenio hecho en el Sina; la promesa se cumpli con la muerte y la
resurreccin de Jesucristo. A1 igual que el antiguo convenio, este nuevo y sempiterno convenio
tambin tiene una vctima sacrificada el mismo Jesucristo, "el Cordero de Dios" /Juan 1:29) y
"cordero inmolado" (Apocalipsis 5:6, 9, 12). La sangre de Jesucristo, vertida en Getseman y
sobre la cruz, es la sangre del nuevo pacto que, al ser derramada, valid el acuerdo (ver Lucas
22:20; 1 Corintios 11:25).
As como Moiss roci la sangre del antiguo pacto sobre el pueblo escogido (ver xodo 28:8)
como muestra de aceptacin del convenio, tambin aquellos que aceptan el nuevo pacto deben
tornar sobre s la sangre del sacrificio de Cristo. Cuando tomamos sobre nosotros la sangre de
Cristo, cuando somos "emblanquecidos en la sangre del Cordero" (Apocalipsis 7:14), quedamos
sujetos al nuevo convenio de una manera similar a la que el pueblo de Israel lo estaba al antiguo.
Cuando se derram la sangre de Cristo, el nuevo contrato entre Dios y los seres humanos, el
convenio del evangelio, entr en vigencia para todos aquellos que han estado de acuerdo con sus
trminos.

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JUSTIFICACIN.

Cuando los seres humanos guardan sus convenios, cuando se ajustan a las condiciones de sus
acuerdos con Dios, se dice que estn justificados. Estar justificados quiere decir ser declarados
inocentes, quedar libres de todo cargo de mala conducta, presentarse sin culpa ante la ley. El
trmino justificado tiene un matiz jurdico y recalca el veredicto de "inocente". Por consiguiente,
ser justificado es ser declarado sin culpa por Dios, quedar libre de hasta la ms mnima mancha
de pecado y no tener ms obligaciones hacia l. Entonces, el ser justificado lgicamente equivale
a ser declarado digno del reino y de la presencia de Dios.
La justificacin es una aspiracin noble y una condicin necesaria para la exaltacin en el
reino de Dios. Tanto el antiguo pacto de la ley de Moiss como el nuevo convenio del evangelio
fueron diseados para justificar a la persona que entra en el convenio y lo guarda. Sin embargo,
el convenio de Moiss emple la ley de la justicia como base para lograr esto /justificacin por
medio de la ley), mientras que el convenio del evangelio emplea la ley de la misericordia
(justificacin por medio de la fe).

LA JUSTIFICACIN POR MEDIO DE LA LEY.

En teora, una manera de ser justificados, de recibir un veredicto de "inocente" de parte de


Dios, es guardar todos los mandamientos en todo momento no cometer pecados jams, no ser
culpables jams. A esto se le llama justificacin por medio de (la observancia de) la ley, o
justificacin por medio de las obras. Cualquier sistema que defina la rectitud exclusivamente
como una condicin que se obtiene y se merece gracias a haber obedecido un determinado grupo
de reglas, es un sistema de justificacin por medio de las obras o de la ley. En un sistema tal, se
considera que una persona se gana su propio acceso al reino de Dios al no pecar para nada. Esta
feliz solucin al problema del pecado elimina la necesidad del perdn, del arrepentimiento o de
una expiacin. Por consiguiente, no obstante, tampoco existe la necesidad de un salvador. En sus
escritos del Nuevo Testamento, el Apstol Pablo caracteriza el antiguo convenio de Moiss como
un sistema de justificacin por medio de la. ley o de las obras.
Los trminos del antiguo contrato, la ley de Moiss, eran, esencialmente, que si los hijos de
Israel guardaban los mandamientos, o sea, si observaban todas y cada una de las 613
imposiciones y prohibiciones de la ley de Moiss, Dios los salvara de sus enemigos y les
concedera la tierra prometida y una posteridad. Si las dos partes cumplan con lo convenido,
Israel sera el pueblo escogido de Dios, y El sera su Dios. Este convenio estaba basado en la
estricta obediencia y en la ley de la justicia.
En la prctica, los rabinos saban que nadie cumple con todas las reglas en todo momento.
Pero a pesar de que prcticamente carecan del fundamento doctrinal y teolgico para creerlo,
ellos confiaban en que la misericordia de Dios, de alguna manera, expiara sus pecados. Como
queda bien claro en Deuteronomio 27:26, si uno obedece la ley un cien por ciento, es justo, pero
si desobedece siquiera uno de sus componentes, es un pecador o un transgresor de la ley (ver
tambin Santiago 2:10/. No obstante, bajo el antiguo convenio de la ley de Moiss, las personas
podan, tericamente y merced a sus propios esfuerzos y mritos, ser contadas como dignas al
obedecer continuamente todas las reglas.
En teora, no haba nada de malo con el antiguo convenio y con su ley. Era la palabra de Dios
y era justo. Si el pueblo hubiera cumplido con su parte del acuerdo, habran sido justificados por
la ley. Despus de todo, aquellos que hacen absolutamente todo lo que Dios manda son justos,
an de acuerdo con la ms estricta de todas las definiciones.

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Lamentablemente, result que nadie poda cumplir de esa manera. As como el pedirle a mi
hija Sarah que ahorrara sus centavos para comprar una bicicleta pudo haber sido algo razonable
como teora aunque no como realidad, la justificacin por medio de la ley, a pesar de que tiene su
validez como teora, en la prctica no satisface la realidad del ser humano en su condicin actual.
Debido a nuestras debilidades humanas y a nuestro estado cado, el cumplimiento de los trminos
de la ley de Moiss, el antiguo convenio, est, sencillamente, fuera de nuestro alcance y, por
consiguiente, no nos justifican. En teora, podran hacerlo, pero en la realidad no lo hacen. La
justificacin mediante la obediencia a la ley, o la justificacin por medio de las obras es algo
inalcanzable puesto que todos los seres humanos, menos uno, hemos sido desobedientes en
alguna ocasin. Entonces no podemos esperar ser justificados por la obediencia si en ciertas
ocasiones somos desobedientes.
Como lo indica Pablo, el tratar de cumplir con los mandamientos no tiene nada que ver con
cumplirlos realmente. Segn l, cualquier persona lo suficientemente tonta como para confiar en
su propia capacidad de obedecer todas las reglas, hace que la expiacin de Cristo no surta ningn
efecto en su vida (ver Glatas 5:4/. Lo que es ms, a cualquier persona que quiera confiar
totalmente en su propia rectitud se le debe recordar que la rectitud por medio de la ley requiere
una actuacin perfecta: "Porque todos los que dependen de las obras de la ley estn bajo
maldicin, pues escrito est: Maldito -todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas
en el libro de la ley, para hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente,
porque: El justo por la fe vivir; y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas
vivir por ellas" (Glatas 3:10-13; cursiva agregada).
Pablo explica que cualquier alegacin de rectitud basada en esfuerzos personales por guardar
los mandamientos, requiere un historial perfecto. El ms mnimo traspi y se deja de ser perfecto,
se pasa a ser un pecador y en ese sentido, todos somos pecadores. "Pues ya hemos acusado a
judos y a gentiles, que todos estn bajo pecado. Como est escrito: No hay justo, ni aun uno . . .
por las obras de la ley ningn ser humano ser justificado delante de l; porque por medio de la
ley es el conocimiento del pecado" (Romanos 3:9-10, 20).
En otras palabras, puesto que todos hemos quebrantado la ley, nadie puede decir que es justo
en virtud de haber obedecido la ley. Para peor, la ley misma pronuncia la maldicin sobre todo
aquel que no es perfecto en el cumplimiento de todos los mandamientos (ver Deuteronomio
27:26). An as, pese a nuestra naturaleza cada, habra resultado francamente imposible para los
seres humanos guardar todos los requisitos del antiguo convenio. Por consiguiente, al menos
segn la opinin de Pablo en el primer siglo, Dios, en Su misericordia, ha ofrecido un nuevo
pacto, un acuerdo con trminos que podemos cumplir. Jesucristo es quien nos redime de la
maldicin de la ley de la exigencia de un comportamiento perfecto ofrecindonos una nueva va
de justificacin, no por medio de la ley (el obedecer todas las reglas en todo momento), sino
mediante la fe en Cristo. Aun cuando parece que muchos ingenuamente intentan ser justificados
por las obras, o ser auto justificados, tal intento constituye una va falsa. Tanto la Biblia como el
Libro de Mormn recalcan que la justificacin no se puede obtener de esa manera:
Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de [en]
Jesucristo, para ser justificados por la fe de [en] Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por
las obras de la ley nadie ser justificado (Glatas 2:16).Y los hombres son suficientemente
instruidos para discernir el bien del mal; y la ley es dada a los hombres. Y por la ley ninguna
carne se justifica, o sea, por la ley los hombres son desarraigados . . . ninguna carne puede morar
en la presencia de Dios, sino por medio de los mritos, y misericordia, y gracia del Santo
Mesas(2 Nefi 2:5,8)
A modo de resumen, entonces, no podemos justificarnos a nosotros mismos por nuestros

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propios medios. No podemos ganarnos nuestra entrada al reino celestial mediante la obediencia a
todos los mandamientos. En teora podramos, pero en la prctica no, porque ninguno de nosotros
ni nadie ha obedecido todos los mandamientos. Esto resulta tan increblemente evidente y
sencillo, que hay personas que no lo pueden percibir. Analicmoslo por un momento. Ya hemos
quebrantado algunos mandamientos en ciertos casos, por lo que no podemos decir que somos
justos debido a haber obedecido los mandamientos. Ya hemos sido descalificados! Puede
alguna persona, adems del Salvador, guardar todos los mandamientos en todo momento? Si
nuestra nica esperanza de heredar el reino celestial se basa en la observancia de todas las reglas,
de obedecer todos los mandamientos y de vivir todos los principios perfectamente, entonces
todos hemos perdido nuestra oportunidad hace mucho tiempo. Es cierto que el evangelio ofrece
arrepentimiento, perdn y expiacin, pero stos son remedios para la desobediencia en vez de
recompensas para la obediencia.
Muchos miembros de la Iglesia confunden la meta a largo plazo de la perfeccin individual
con la necesidad ms urgente de perfeccionarnos en Cristo, concluyendo, errneamente, que se
deben perfeccionar a s mismos

EL CONVENIO.

Mediante sus propios esfuerzos antes de tener la esperanza de recibir el reino de Dios. E1
lder Bruce R. McConkie se refiri a esta idea como una de las herejas ms trgicas de la Iglesia
contempornea.' Si nos resultara posible perfeccionarnos a nosotros mismos, hacernos a nosotros
mismos dignos del reino de Dios, merced a nuestros propios esfuerzos, no necesitaramos a
Jesucristo para nada: "No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces
por dems muri Cristo" (Glatas 2:21). Si pudiramos ser justificados por nuestros propios
esfuerzos, entonces no necesitaramos un salvador, y el infinito sacrificio de Cristo habra
resultado en vano.

LA JUSTIFICACIN MEDIANTE LA FE EN CRISTO.

La nica manera de ser justificados, de ser declarados sin culpa ante Dios, es admitir nuestras
propias imperfecciones, reconocer que no podemos ser perfectos por nosotros mismos ni
salvarnos por nuestros propios esfuerzos, y tener fe en Cristo, nuestro Salvador. Debemos aceptar
Su ofrecimiento de ayuda entrando en un convenio completamente nuevo en el cual Sus esfuerzos
se aaden a los nuestros y compensan nuestras deficiencias. A esto llamamos justificacin
mediante la fe en Cristo.
En el nuevo convenio de fe tambin se requiere perfecta inocencia, pero sta no se me
requiere a m, individualmente, sino al equipo o sociedad que formamos Cristo y yo. Puesto que
Cristo y yo somos uno en el convenio del evangelio, Dios acepta nuestra dignidad total
combinada, y juntos, Cristo y yo, somos perfectamente dignos. Como resultado de ello, en Cristo
yo soy limpio y digno hoy mismo. Mi actuacin perfecta en forma individual sigue siendo una
meta personal a largo plazo y llegar a ser el resultado final de la relacin de convenio, pero no es
un requisito para ser justificado a corto plazo mediante la fe en Cristo. " . . . sabemos que es
preciso que todos los hombres se arrepientan y crean en el nombre de Jesucristo, y adoren al
Padre en Su nombre y perseveren con fe en Su nombre hasta el fin, o no podrn ser salvos en el
reino de Dios. Y sabemos que la justificacin por la gracia de nuestro Seor y Salvador Jesucristo
es justa y verdadera" (D&C 20:29-30).

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En el Nuevo Testamento se hace referencia a las dos formas de justificacin, por medio de la
ley y por medio de la fe, como dos yugos o cargas separadas. La obligacin de la ley con su
exigencia de obediencia perfecta se compar a un "yugo de esclavitud" (Glatas 5:1; ver Hechos
15:10), mientras que a las obligaciones del convenio del evangelio con su arrepentimiento,
perdn y expiacin se les denomina "fciles" y "ligeras": "Venid a m todos los que estis
trabajados y cargados, y yo os har descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de m,
que soy manso y humilde de corazn; y hallaris descanso para vuestras almas; porque mi yugo
es fcil, y ligera mi carga" (Mateo 11:28-30).
No hay yugo ms pesado que la exigencia de la perfeccin el peso de la ley. Y muchos son los
miembros de la Iglesia que todava batallan bajo su carga. Pero las buenas nuevas consisten en el
hecho de que en Cristo quedamos libres de esa pesada carga. l la llev sobre Sus hombros por
nosotros, y Su actuacin perfecta, extendida y aplicada a nosotros, nos libera de un requisito
similar en este momento. En el convenio del evangelio, substituimos el peso del pecado por la
obligacin de amar a Dios y a nuestro prjimo, y de actuar de la mejor manera posible.

LA OBEDIENCIA A LOS MANDAMIENTOS.

Pero, no nos es requerido, entonces, obedecer los mandamientos? La respuesta es s -y no.


Cuando pregunto a mis alumnos si es necesario guardar los mandamientos para entrar en el reino
celestial, todos contestan que s con la ms absoluta certeza. Ellos saben que es as porque lo han
odo de lderes y maestros en la Iglesia toda su vida. Pero cuando les pregunto si alguna vez han
quebrantado algn mandamiento, o si hay un cierto mandamiento que no estn viviendo cien por
ciento en la actualidad, la mayora de ellos responde afirmativamente. Generalmente, no ven
mayor problema en responder que s a ambas preguntas.
Los Santos de los ltimos Das habitualmente usan la frase "guardar los mandamientos" de una
manera diferente a su significado tcnico e histrico fuera de la Iglesia. No se trata de que sea
incorrecto, pero s es diferente, y por esa razn "guardar los mandamientos" es a menudo una
frase ambigua y fastidiosa para los Santos de los ltimos Das, particularmente cuando hablan
con quienes no lo son. Generalmente nos referimos a "guardar los mandamientos" cuando en
realidad querernos decir "tratar en todo lo posible de guardar los mandamientos y tener xito la
mayora de las veces". Si se le define de esa manera, la frase describe. el intento de obedecer que
el nuevo convenio requiere como muestra de nuestra "buena fe". A1 definrsele de ese modo,
"guardar los mandamientos" es tanto posible como necesario; o sea, el tratar de guardar los
mandamientos, el hacer todo lo posible, es un requisito del convenio del evangelio, aun cuando
tener xito en este preciso momento en la obediencia de todos los mandamientos constantemente,
no lo es. sta es la razn por la que, adems de mandamientos, el convenio del evangelio ofrece
arrepentimiento y expiacin.
Sin embargo, desde el punto de vista terico, este uso tan tradicionalmente mormn, es
incorrecto. Si nos fijamos en los detalles, "guardar los mandamientos" quiere decir no
quebrantarlos -ni uno solo de ellos, jams. Quiere decir obedecerlos perfectamente y, en la
realidad, nadie lo logra. Tericamente, nadie puede afirmar que guarda los mandamientos en este
sentido si aun quebrantara uno solo de ellos. A esto se refiere Santiago cuando dice en el captulo
2, versculos 10 y 11: "Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se
hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometers adulterio, tambin ha dicho: No
matars.
Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley." La
ambigedad entre el significado tradicional y el uso que los Santos de los ltimos Das dan a

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"guardar los mandamientos" ha hecho que, en ciertas ocasiones, los mormones y otros cristianos
discrepen, llevando a algunos que no entienden nuestro vocabulario teolgico a acusarnos de
creer en la salvacin por las obras. Tambin ha hecho que algunas personas en la Iglesia piensen
incorrectamente que uno de los requisitos del convenio del evangelio es un proceder perfecto, aun
cuando todo se basa en establecernos las debidas metas y hacer todo lo posible por alcanzarlas.
De hecho, el verdadero propsito de la expiacin de Cristo es ofrecer la va para que aquellos que
no hayan guardado, que no estn guardando y que probablemente no guardarn todos los
mandamientos en todo momento, puedan igualmente ser exaltados en el reino celestial de Dios -
en donde continuarn progresando en la eternidad hasta alcanzar la perfeccin -siempre y cuando
sientan genuinamente hambre y sed de justicia.
En el Nuevo Testamento, cuando Pablo habla acerca de guardar los mandamientos o de ser
justificado por las obras, se refiere a guardar todos los mandamientos en todo momento. Por
consiguiente, l llega a la acertada conclusin de que nadie puede "guardar los mandamientos" en
ese sentido, que nuestra incapacidad para guardar perfectamente los mandamientos nos condena,
y que debemos buscar la salvacin por algn otro medio.
Claramente hablando, entonces, no importa cules mandamientos guardemos y cules
quebrantemos; si no los guardamos todos, somos transgresores -: culpables ms bien que justos.
Cuando se definen los trminos de esa manera, cualquiera que afirme ser susto por "guardar
todos los mandamientos", debe obedecer todos los mandamientos en todo momento. Buena
suerte!

LOS TRMINOS DEL NUEVO PACTO.

Mientras que los trminos del antiguo convenio, la ley mosaica, establecan una perfecta
obediencia a las reglas a cambio de la justificacin ante Dios, ser librados de las manos de los
enemigos y heredar la tierra prometida, los trminos del nuevo contrato son 11) fe en el Seor
Jesucristo -creer continuamente en l y dedicarle nuestra vida, (2) arrepentimiento -un proceso
continuo de rechazar nuestras faltas y de intentar una vez ms, y (3) bautismo -una ordenanza
simblica mediante la cual se nos libra de la culpa. Una vez que hayamos hecho todo esto,
seremos dignos de (4) recibir el don del Espritu Santo.
Al recibirse este don se verifica que el convenio es aceptado, que hemos quedado limpios de
nuestros pecados anteriores, y que, por lo tanto, somos dignos de la compaa de este tercer
miembro de la Deidad (ver 3 Nefi 27:19-21 ). Cuando guardamos el nuevo pacto tambin
recibimos justificacin ante Dios, quedamos libres de nuestros enemigos (nuestros verdaderos
enemigos -el pecado y la muerte), y heredamos una tierra prometida (el reino de Dios). De ese
modo, el nuevo pacto nos ofrece, en base a trminos que podemos cumplir, todas las bendiciones
prometidas, aunque inalcanzables, en el antiguo convenio.
Esta es una manera de entender el convenio del evangelio, lo que propone el Salvador -Su
propuesta a Sus hijos amados. El convenio es un acuerdo, un acuerdo de sociedad, entre nosotros
y nuestro Salvador. Debemos creer en Cristo y debemos creer en la justificacin por la fe en
Cristo. Debemos dedicarlo todo a ambas cosas. Al reconocer que no podemos hacer todo lo que
ley requiri de nosotros, por medio del convenio del evangelio acordamos hacer todo cuanto
podamos. Acordamos prestar nuestros mejores esfuerzos ante nuestro Salvador y darle todo lo
que tenemos. Aceptamos que la perfeccin es nuestra meta suprema y que nos esforzaremos
junto a El para alcanzarla. Es as que la idea de "guardar los mandamientos" sigue siendo un
componente vital del arreglo, pero "guardar los mandamientos perfectamente" no lo es, al menos
no por el momento. A cambio de esta maravillosa concesin, tambin acordamos arrepentirnos

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toda vez que no obedezcamos los mandamientos perfectamente y volver a tratar una y otra vez, si
es necesario, sin darnos jams por vencidos en el arrepentimiento y en tratar de ser como l.
A su vez, el Seor se compromete a hacerse cargo de nuestros errores mientras aprendemos y
progresamos. Aun cuando nuestra perfeccin privada e individual viene ms adelante, mucho
despus del final de esta vida, la perfeccin de nuestra sociedad, nuestra perfeccin en Cristo,
toma vigencia inmediatamente. Desde el momento mismo en que entramos en el convenio con el
Seor, El se hace cargo de nuestros errores -somos perfeccionados en l siempre y cuando
continuemos en la relacin del convenio, siempre que "perseveremos hasta el fin". Al ser
considerados inocentes, limpios y dignos por medio de la fe, el arrepentimiento y el bautismo,
podremos recibir el don del Espritu Santo, el cual Dios nos concede como "arras" (ver Efesios
1:14; 2 Corintios 1:22; 5:5), una especie de garanta y pago inicial o prenda por las maravillosas
bendiciones que heredaremos. junto con el don del Espritu Santo, Cristo tambin ofrece a Sus
socios menores una brjula que nos permita navegar mejor espiritualmente, con el consuelo de un
testimonio, y con la seguridad de que, por cierto, hemos sido justificados a travs de Su convenio.
Al igual que con el diezmo, los trminos de este convenio son, en cierto sentido, iguales para
todos, aunque en otro sentido son diferentes de acuerdo con la capacidad individual. Los trminos
de la ley del diezmo son universales -el pago de la dcima parte de nuestros ingresos anuales (ver
D&C 119:4). Sin embargo, esta misma frmula resulta en una cantidad de dinero diferente en
cada persona. Lo mismo acontece con el convenio del evangelio. El Seor requiere de cada uno
de nosotros un porcentaje especfico: todo cuanto tenemos, o el cien por ciento. Sin embargo, ese
cien por ciento ser una cantidad distinta de las respectivas de otras personas, en base al
conocimiento espiritual y a la madurez de cada una. Cun maravillosa flexibilidad -l nunca
requiere ms de lo que uno es capaz de dar, y lo que l requiere de m est siempre en proporcin
a mi conocimiento y circunstancias.
sta es la razn por la que uno no debe sentirse descorazonado si no ha alcanzado tanto
progreso como el hermano Fulano o la hermana Mengana. Mi responsabilidad es dar todo cuanto
yo tengo, no todo lo que alguien ms tenga, ser lo mejor que yo pueda ser, y no tan bueno como
alguien ms. En Doctrina y Convenios 10:4 el Seor mismo nos advierte que nunca debemos
correr ms rpido de lo que nos permitan las fuerzas: "No corras ms aprisa, ni trabajes ms de lo
que tus fuerzas y los medios proporcionados te permitan." Tengamos fe en Cristo; hagamos lo
mejor que podamos; no tratemos de hacer ms de lo que est dentro de nuestras posibilidades.
Los apstoles y los profetas son justificados por medio de la fe en Cristo dentro de
exactamente los mismos trminos que yo lo estoy, y cuando yo alcance el nivel de desarrollo y de
madurez en el evangelio que ellos hayan alcanzado, se requerir de m el mismo grado de
rendimiento que se requiere hoy de ellos, pero no sino hasta entonces. Por eso no debo desesperar
por el simple hecho de que no parece que estuviera haciendo las cosas tan bien como otros las
hacen, del mismo modo que no se puede pretender que yo pague la misma cantidad de diezmo
que otros pagan. Lo que Dios requiere en ambos casos es justo y apropiado para cada persona.
Por otro lado, lo contrario tambin es cierto. Del mismo modo en que no debo desesperar
porque a otras personas les va mejor que a m, tampoco debo mirar con displicencia a aquellas que
no les vaya tan bien como a m. Los trminos del contrato son iguales para ellos y para m:
"Dame todo cuanto tengas, por mucho o poco que sea, y yo me encargar del resto mientras t
aprendes." No importa que uno tenga sesenta y Un centavos, cien o slo dos -la oferta es la
misma: "Dame todo cuanto tengas, y yo me encargar del resto." Puesto que todos nos quedamos
cortos en cuanto a lo que necesitamos, aun cuando las cantidades difieran, todos estamos en la
misma situacin y necesitamos la misma salvacin. Por lo tanto, el convenio del Salvador es el
mismo para todos.

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LA ACTITUD.

Resulta obvio, entonces, que la consideracin crucial para determinar si tenemos o no un


convenio vlido no debera ser nuestro proceder, ni siquiera cun "buenos" seamos, sino ms bien
nuestra actitud -los deseos de nuestro corazn. Las Escrituras mismas aclaran este punto: "Por
tanto, la redencin viene en el Santo Mesas y por medio de l, porque l es lleno de gracia y de
verdad. He aqu, l se ofrece a s mismo en sacrificio por el pecado, para satisfacer las demandas
de la ley, por todos los de corazn quebrantado y de espritu contrito; y por nadie ms se pueden
satisfacer las demandas de la ley" (2 Nefi 2:6-7)
La actitud -la condicin de nuestro corazn -lo es todo. No importa cun orgullosos nos
sintamos de nuestra capacidad para guardar los mandamientos, mientras nuestra actitud no sea la
debida, en tanto que nuestro corazn no est quebrantado y nuestro espritu no sea contrito,
nuestra relativa bondad ser de escaso provecho. Por ms impresionante que sea el proceder
relativo de una persona, sin el Salvador, tal proceder no es suficiente para su salvacin; carece de
la perfeccin celestial que se requiere para estar en la presencia de Dios.
Por otro lado, una vez que nuestra actitud sea la debida -es decir, cuando seamos de corazn
quebrantado y de espritu contrito -nuestra relativa debilidad es igualmente irrelevante, siempre y
cuando aceptemos y guardemos el convenio. Cuando el costo de la bicicleta es de ms de cien
dlares, a la larga qu importa que a m me hayan faltado los cien dlares y que a usted le hayan
faltado slo noventa y nueve? Los dos somos mendigos que estamos a la misericordia de Dios.
Por lo tanto, no puedo sentirme superior ni siquiera al miembro que est pasando por mayores
problemas. Puedo sentir nicamente empata por alguien que est en la misma situacin que yo
ante Dios.

LA SANTA CENA.

Dado que la conversin y el arrepentimiento no son elementos definitivos, y puesto que no


podemos cumplir con todos los mandamientos continuamente, el convenio se debe renovar y
reafirmar en forma regular. A los seres cados como nosotros se nos debe recordar el convenio que
hicimos y el cometido que expresamos en el momento del bautismo. Necesitamos oportunidades
frecuentes para corregir el curso. En muchas sectas religiosas podra parecer extrao que se
ofreciera el sacramento del Seor todas las semanas. Sin embargo, los Santos de los ltimos Das
sabemos que los seres imperfectos deben reafirmar regularmente su meta personal de perfeccin,
siendo justificados mientras tanto por la expiacin del Seor.
Es por eso que todas las semanas vamos ante el Seor al prepararnos para la santa cena y, en
esencia, decimos: "Padre Celestial, esta semana tampoco he sido perfecto, pero me arrepiento de
mis pecados y reafirmo mi cometido de guardar los mandamientos. Prometo volver a tratar con
todo mi corazn, toda mi alma, mente y fuerza. Todava quiero y necesito la purificacin que
viene por medio de la fe, el arrepentimiento y el bautismo. Te pido por favor que extiendas mi
contrato, mi convenio del bautismo, y que me concedas las continuas bendiciones de la Expiacin
y la compaa del Espritu Santo."
El versculo 77 de la seccin 20 de Doctrina y Convenios, tal vez sea el ms conocido para los
Santos de los ltimos Das. Se ofrece esta oracin cada vez que los miembros de la Iglesia
renuevan su relacin de convenio con Dios: "Oh Dios, Padre Eterno, en el nombre de Jesucristo,
tu Hijo, te pedimos que bendigas este pan para las almas de todos los que participen de l, para
que lo coman en memoria del cuerpo de tu Hijo, y testifiquen ante ti, oh Dios, Padre Eterno . . . "

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Al renovar el convenio del evangelio por medio de la santa cena, naturalmente debemos
hacerlo en memoria del Hijo que hizo posible el convenio. Entonces, teniendo presente al
Salvador y Su sacrificio, testificamos ciertas cosas. Testificar quiere decir dar testimonio, jurar o
afirmar. Por consiguiente, el "testificar ante l" introduce las afirmaciones especficas, las
consideraciones legales, de la oracin: " . . . y testifiquen ante ti, oh Dios, Padre Eterno, que estn
dispuestos a tomar sobre s el nombre de tu Hijo, y a recordarle siempre, y a guardar sus
mandamientos que l les ha dado" (cursiva agregada).
Por qu razn son tan necesarias en este caso las dos palabras "estn dispuestos"? Son
importantes? Habra alguna diferencia si no se incluyeran estas palabras en la oracin y se dijera
solamente: " . . . y testifiquen ante ti, oh Dios, Padre Eterno, que ellos toman sobre s el nombre
de tu Hijo, y le recuerdan y guardan sus mandamientos que l les ha dado"? S, habra una
diferencia. La diferencia est en que yo no puedo hacer esto ltimo. No puedo testificar, afirmar
o jurar que siempre le recuerdo y guardo Sus mandamientos. Estara mintiendo a sabiendas -
quiero hacer lo debido, pero hay veces que no lo hago. Esto es precisamente lo que hace que la
expiacin de Cristo y el convenio del evangelio sean necesarios para m -que no puedo guardar
todos los mandamientos continuamente por ms esfuerzos que haga. Por lo tanto, no puedo
honradamente testificar ante Dios que cumplir todos los mandamientos, cuando s que, al menos
en cierto grado, no lo har.
No obstante, con la ms absoluta sinceridad puedo testificar que estoy dispuesto a hacerlo.
Puedo jurar que tal es el deseo de mi corazn. Puedo afirmar que tengo hambre y sed de hacer
estas cosas, que har todo lo posible por ser obediente. Entonces, aun de acuerdo con los
trminos tericos de la oracin de renovacin del convenio, Dios me hace saber que la resolucin
sincera de mi corazn y mis mejores esfuerzos son suficientes para dicho convenio a renovarse, y
que el convenio de fe es, por medio de la gracia en Cristo, suficiente para justificarme ante Dios.
LA ACEPTACIN DEL CORAZN RESUELTO.

Por sobre todas las cosas, Dios quiere nuestro corazn. El proceder imperfecto se puede
corregir, los pecados se pueden redimir, los errores se pueden borrar -pero Dios no puede hacer
nada con un corazn mal dispuesto y rebelde en tanto no se arrepienta. La debilidad se puede
salvar, la rebelin no. "He aqu, el Seor requiere el corazn y una mente bien dispuesta" (D&C
64:34).
En Doctrina y Convenios 46:9 encontramos otro pasaje que indica cmo nuestra buena
disposicin y nuestro deseo sincero son aceptables para Dios en la ausencia de un proceder
perfecto. Este versculo se refiere a los dones del Espritu recibidos por los miembros de la
Iglesia: "Se dan para el beneficio de los que aman y guardan todos mis mandamientos, . . . " Los
dones del Espritu son para aquellos que aman a Dios y guardan todos sus mandamientos? No
puede ser! Todos los mandamientos! Jams podr lograrlo! Pero, aguarde, hay una coma! " . . .
y de los que procuran hacerlo" (cursiva agregada). Demos gracias a Dios por lo que viene
despus de la coma! Aun los que no somos perfectos podemos recibir los dones y las bendiciones
del Espritu, siempre y cuando procuremos guardar los mandamientos hasta donde nos lo permita
nuestra capacidad.
De igual manera, en la Perla de Gran Precio leemos cmo el Espritu Santo le confirm a
Adn "que as como [haba] cado [poda] ser redimido; y tambin todo el gnero humano, s,
cuantos quieran" (Moiss 5:9/. Advirtase que no dice: "cuantos sean perfectos". Este punto est
claro: Adn no es perfecto; Adn es imperfecto y se encuentra en un estado cado (como usted y
como yo). Por tal razn necesitaba un Salvador (como usted y como yo/. La promesa es para
cuantos quieran -o sea, para todos los que realmente quieran ser redimidos de sus imperfecciones.

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Otra de las grandes promesas del nuevo convenio es que todos aquellos que realmente quieran
alcanzar el reino de Dios y estn dispuestos a dedicar todas sus fuerzas para ello, por ms grandes
o pequeas que stas sean, heredarn ese reino.
Esas s que son buenas nuevas.

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CAPTULO CUATRO.

SALVOS POR LA GRACIA.

A menudo les hago a mis alumnos la siguiente pregunta: "Cuando deban comparecer ante
Dios en el Da del juicio, cuntos de ustedes querran tener la seguridad de que Dios habr de ser
absolutamente justo con ustedes?" Normalmente todos levantan la mano. Despus los confronto
con una cruda realidad al decirles: "Mejor pinsenlo bien. El que Dios sea justo equivale a que les
juzgue segn la ley de la justicia y que les conceda estrictamente lo que merecen. Pero a los seres
imperfectos y mortales como nosotros no nos convendra recibir lo que merecemos; ms bien
deberamos anhelar ms que eso. No queremos que Dios sea simplemente justo cuando nos
juzgue -queremos que tambin sea misericordioso." La expiacin de Cristo provee una manera de
que Dios sea al mismo tiempo justo y misericordioso. Puesto que Cristo y yo somos uno en el
convenio del evangelio, y ya que en una sociedad de convenio no importa qu es lo que hace cada
uno de los socios, Cristo puede satisfacer las demandas de la justicia por m y yo puedo recibir
los beneficios de la misericordia de parte de l. Este es un arreglo que satisface tanto la justicia
como la misericordia.
No obstante, algunas personas son tan adictas a la ley de la justicia que tienen dificultad en
aceptar la ley de la misericordia o de la gracia. Se resisten a ciertos aspectos del evangelio y de la
misericordia que les parecen injustos (en otras palabras, misericordiosos en vez de justos). Por
ejemplo, en realidad no es justo que una persona sufra por los pecados de otros; no es justo que
haya personas que puedan cometer crmenes horribles y que ms tarde sean completamente
perdonadas y absueltas sin tener que sufrir por ellos. No es justo que aquellos que trabajan slo
una hora reciban la misma paga que los que trabajan todo el da (ver Mateo 20:1-16). No, el
evangelio a veces no es justo, pero eso es precisamente parte de las buenas nuevas. No es justo -
es misericordioso, y gracias a Dios que lo es, pues ningn ser humano puede resultar absuelto de
las demandas de la justicia absoluta. Desde el punto de vista de los seres mortales cados e
imperfectos como nosotros, el ser juzgados nicamente en base a la justicia sera una verdadera
tragedia.
Sin embargo, hay personas que parecen tener dificultades para desligarse de la ley de la
justicia. Muchas personas me han dicho: "Bueno, lo que usted dice de la misericordia y de la
gracia sera maravilloso si fuera cierto, pero a m no me parece factible. Es demasiado fcil -no
parece justo." En otras palabras: "No puedo aceptar la misericordia porque no es como la
justicia." Pero ah est la cuestin -sas son, precisamente, las buenas nuevas. El evangelio brinda
misericordia a aquellas personas que, de otra forma, seran condenadas por la justicia. Qu dicen
las Escrituras? "Oh, la grandeza de la misericordia de nuestro Dios, el Santo de Israel! Pues l
libra a sus santos de ese terrible monstruo, el diablo y muerte e infierno, y de ese lago de fuego y
azufre, que es tormento sin fin" (2 Nefi 9:19; cursiva agregada).
Pero no es de un destino injusto del que habrn de ser librados los Santos. No hay nada de
malo en que haya personas que vayan al infierno -lo merecen. Despus de todo, si se metieron en
deuda con el pecado, es propio que la salden: "Pero ay de aquel a quien la ley es dada; s, que
tiene todos los mandamientos de Dios, como nosotros, y que los quebranta, y malgasta los das de
su probacin, porque su estado es terrible!" (2 Nefi 9:27). En la situacin que se describe en estos
dos pasajes de las Escrituras, el diablo, la muerte y el infierno ejercen poder sobre ciertas
personas slo hasta el grado y la duracin necesarios para que stas salden por completo sus
deudas. El infierno no es un invento satnico, sino que es parte del plan de Dios, y es totalmente

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justo. Es cierto que Satans reina en ese lugar, pero nicamente porque Dios permite que lo haga.
La amenaza del infierno es la amenaza de recibir el peso de la justicia, de recibir lo que
merecemos y de pagar lo que debemos sin ninguna interferencia de parte de la misericordia.
Por otro lado, la expiacin de Cristo ofrece un medio para recibir misericordia en vez de
justicia, a fin de evitar un castigo justo en el infierno. No obstante, si rechazamos la justicia que
nos ofrece Cristo, entonces, el sufrir por nuestros pecados es debido y justo. La justicia jams
podra intervenir para salvarnos de un castigo justo -slo la misericordia puede hacerlo. " . . .
Mientras su brazo de misericordia se extienda hacia vosotros a la luz del da, no endurezcis
vuestros corazones . . . [de otro modo] segn el poder de la justicia, porque la justicia no puede
ser negada, tendris que ir a aquel lago de fuego y azufre, cuyas llamas son inextinguibles y cuyo
humo asciende para siempre jams, y este lago de fuego y azufre es tormento sin fin" (Jacob
6:5,10).
En esta vida hay slo dos seores y dos bandos. Debemos escoger si habremos de pertenecer
al Uno o al otro. Si no escogemos al Uno, recibiremos al otro por abandono. No hay trmino
medio ni una tercera opcin. Al igual que una computadora, la vida ofrece ciertos mecanismos
que automticamente entrarn en funcionamiento a menos que nosotros adoptemos una accin
afirmativa para evitarlos. Es as que si nos rehusamos a hacer a Cristo nuestro Seor, por medio
de los pasos afirmativos para entrar en Su convenio, entonces Satans pasar a ser nuestro seor
por abandono. Cristo por eleccin o Satans por abandono -no existen otras opciones.
Cristo "trae la salvacin a cuantos crean en su nombre; ya que es el propsito de este ltimo
sacrificio poner en efecto las entraas de misericordia, que sobrepujan a la justicia y proveen a
los hombres la manera de tener fe para arrepentimiento. Y as la misericordia satisface las
exigencias de la justicia, y cie a los hombres con brazos de seguridad" (Alma 34:15-16). La
alternativa ante nosotros es misericordia o justicia. Cualquiera de las dos cosas tienen cabida y
son totalmente compatibles con la naturaleza del plan de Dios, pero, al igual qu con la eleccin
entre el Seor y Satans, no hay una tercera opcin. Como ya dijimos, la vida tiene mecanismos
que estn fijados para la justicia. Podemos escoger la misericordia que se ofrece por medio del
convenio del evangelio, pero si rehusamos esa misericordia, recibiremos justicia.
Pero hay algo extrao en la naturaleza de la misericordia: por definicin, la misericordia
existe solamente si no la merecemos. Pues si merecemos algo, entonces pasa a ser un asunto de
justicia que lo recibamos, y as deja de ser un asunto de misericordia. Entonces, y nicamente en
este sentido, el dar o recibir misericordia resulta siempre un tanto injusto. Pero una de las grandes
bellezas del evangelio, una de las mejores de todas las buenas nuevas, es que a Jess no le
importa esta injusticia. El est dispuesto a sufrir injustamente y a compensar la justicia por s
mismo para extender misericordia a seres ms dbiles como nosotros. Esta disposicin de Su
parte de pagar ms de lo que le corresponde y de llevar sobre Sus hombros una carga ms pesada
de lo que es justo a fin de dar misericordia a los dems, es lo que constituye la gracia de Cristo.

LA GRACIA.

En la Biblia, el trmino gratin tiene varios significados. Las palabras en griego o hebreo que
generalmente se traducen como "gracia" (hen o charis, respectivamente), tambin se traducen
como favor, placer, agradecimiento, gentileza, o buena voluntad. El trmino tambin se emplea
para referirse a un obsequio, beneficio, o gesto, ofrecido como una muestra de las mencionadas
actitudes. En la sociedad contempornea, una propina o gratificacin (de la misma raz del latn
de la palabra gracia) representa casi lo mismo. Un cliente paga su cuenta -que es lo que demanda
la justicia -pero la gratificacin se basa en su buena voluntad. No hay ningn tipo de obligacin.

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En la Biblia, gracia puede tambin querer decir atractivo o belleza (Santiago 1:11), o el favor o
trato especial que una persona concede a otra a cambio de un buen servicio (ver Gnesis 33:8),
por mritos espirituales (ver 1 Samuel 2:18), o hasta por belleza fsica (ver Ester 2:15-17).
Sin embargo, en el Nuevo Testamento, "gracia" se refiere comnmente a la gracia o el favor
de Dios, y esto generalmente se entiende como una actitud de buena voluntad que predispone a
Dios a actuar positivamente hacia los seres humanos. El trmino operativo, en este caso, es
predispone. En otras palabras, antes de contar con mis propios antecedentes o historial, antes de
poder ser considerado atractivo o listo o encantador o aun justo, antes de hacerme merecedor de
ninguna recompensa o bendicin -antes de todo esto -Dios ya est predispuesto positivamente
para conmigo. La gracia, en este caso, no es algo que y o pueda generar, manipular, ganar,
merecer ni controlar, puesto que es un aspecto preterrenal de la actitud de Dios hacia m. Antes
de que yo pudiera siquiera responderle, El ya me amaba, quera ayudarme y deseaba que yo
tuviera xito (ver 1 Juan 4:191. Debido a esta predisposicin en mi favor, Dios tambin me ofrece
dones de tanto en tanto que contribuyen a mi xito. En algunos casos, las Escrituras hacen
mencin de tales dones como la gracia de Dios, puesto que son demostraciones de Su
predisposicin positiva hacia m.
Al igual que nuestro Padre Celestial, la mayora de los padres estn positivamente
predispuesto hacia sus hijos aun antes de que stos puedan hacer nada por retribuir el favor. Aun
cuando lo nico que una criatura puede hacer es llorar y mojar los paales, generalmente recibe
un gran caudal de amor, inters y atencin de parte de sus padres. Aun cuando los hijos consumen
mucho ms de lo que producen, la mayora de los padres estn predispuesto a tratarlos con favor
o, en otras palabras, a darles su gracia. Es as que hacen por sus hijos cosas que tal vez no haran
por otras personas.
Ms adelante, el "por favor" de un hijo, sirve para apelar a esa gracia paternal, a la buena
voluntad y favor de pap o de mam. "Por favor" no es una demanda; no presenta evidencia
alguna de que lo que se pide sea justo 0 merecido. No implica que aquello que se espera recibir
haya sido legtimamente ganado. Simplemente expresa: "Hazlo porque me amas y ests
predispuesto o en mi favor, o simplemente hazlo porque lo quiero o lo necesito, y a ti te interesan
mis deseos o necesidades. Hazlo como muestra de tu favor hacia m, como una expresin de tu
afecto por m. Hazlo porque nos pertenecemos el uno al otro." Esas dos palabras que empleamos
tantas veces al da sin pensar demasiado -por favor -quieren decir, literalmente, por la gracia o
por la buena voluntad de la persona a quien le suplicamos que haga algo por nosotros.
Teolgicamente, la gracia de Dios es Su buena voluntad hacia nosotros, Su predisposicin
para actuar de una manera que contemple nuestros intereses aun antes de que nos ganemos o
merezcamos tal consideracin. Los Santos de los ltimos Das entendemos que la gracia
incondicional de Dios ha sido expresada a Sus hijos de muchas formas. Por ejemplo, Dios nos
hizo Sus propios hijos espirituales en la vida premortal. sta fue una gran bendicin, a pesar de
que nosotros no la pedimos y de que no haba manera de que la hubiramos merecido o ganado ni
que pudiramos reclamar ningn derecho sobre ella antes de que nos hiciera Sus hijos. Dios lo
hizo pues tena la capacidad de hacerlo y porque nos beneficiara al hacerlo. Nuestro nacimiento
como hijos espirituales Suyos fue una expresin de la buena voluntad del Padre que no logramos
por nosotros mismos -una expresin de amor e inters genuinos. Eso es precisamente una gracia
pura. Lo que es ms, del mismo modo que los padres aman a sus pequeitos aun antes de que
stos puedan responder a ese amor, tambin Dios nos am a nosotros antes de que
desarrollramos la capacidad de amarle a l, y por cierto que muchsimo antes de que
estuviramos en condiciones de "ganarnos" Su amor por medio de un buen proceder.
La gracia de Dios tambin se extiende e incluye a los pequeos que mueren antes de alcanzar

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la edad de responsabilidad (ver D&C 29:46; 137:10). Del mismo modo, incluye a los
incapacitados mentalmente (ver D&C 29:5) y a los que genuinamente desconocen los
mandamientos de Dios (ver 2 Nefi 9:25-26). En todos esos casos, Dios est predispuesto a actuar
unilateralmente en favor de tales personas sin requerir de ellas ningn proceder que gane Su
inters. Las tales se salvan por la gracia. Los Santos de los ltimos Das tambin creen que Dios
quit el pecado de Adn (o el pecado original) de la posteridad de Adn por medio de Su gracia,
como un acto unilateral de buena voluntad (ver Moroni 8:8). De ese modo, todos los seres
humanos sern resucitados por medio de la gracia de Dios. Estos aspectos de la gracia de Dios
son dones (o ddivas) que no podemos manipular ni ganar. No obstante, hay veces que se emplea
el trmino gracia con un sentido diferente para describir una cualidad que es puesta de manifiesto
como reaccin a la conducta humana. Cuando se hace referencia a ella en este sentido, el favor o
la gracia de Dios no es una ddiva premortal, sino que es algo que se puede procurar, aumentar,
disminuir y hasta perder por completo segn el mismo proceder de la persona. Por esa razn, en 1
Pedro 5:5, Pedro indica que Dios da gracia a los humildes (en vez de a aquellos que carecen de
humildad). Tambin exhorta a los creyentes a crecer en la gracia (ver 2 Pedro 3:13; Lucas 2:52).
Juan explica que los creyentes reciben gracia por gracia o, en otras palabras, reciben un mayor
favor de Dios al reaccionar favorablemente (con gracia) a la gracia ya recibida (ver Juan 1:16; ver
tambin D&C 93:12, 19-20). Pablo incluso advierte a los Glatas en cuanto a alejarse o caer de la
gracia por medio de su propia insensatez (ver Glatas 1:6; 5:4).
Esta gracia reactiva se puede "multiplicar" (ver 1 Pedro 1:2), "abunda" dentro de ciertas
circunstancias, y se puede recibir "en vano" (2 Corintios 6:1). En Lucas 6:32-34 se le emplea en
el sentido de recompensa ("Qu mrito tenis?") y del agradecimiento que como humanos le
debemos a Dios. Este tipo de gracia es tambin el matiz que respalda la mayora de los pasajes de
las Escrituras en los cuales una persona se refiere a hallar "gracia en los ojos" de otra (ver gnesis
19:19; 1 Samuel 20:3/. Cuando el trmino gracia se emplea con este matiz, como una gracia de
reciprocidad, resulta fcil ver cmo se puede decir que una persona crece de gracia en gracia
hasta recibir "plenitud de gracia" (ver D&C 93:13, 19-20).
Como vemos, algunos aspectos del favor o de la gracia de Dios son unilaterales y sin
condiciones. Dios ya ha hecho estas cosas por nosotros sin tener en cuenta nuestra conducta
individual. Son dones dados a todos los seres humanos por igual en base al amor que l siente por
nosotros desde la vida preterrenal. Sin embargo, otros aspectos del favor o de la gracia de Dios
son condicionales y pueden crecer, disminuir y hasta ser quitados por completo de nuestra vida,
dependiendo de la manera como respondamos a su influencia. Pero en ambos casos, el amor y la
gracia fluyen de Dios a los seres humanos -se originan en El como parte de Su naturaleza y es El
quien toma la iniciativa. Dios nos ama, no porque seamos tan encantadores que l no pueda
evitarlo, sino que nos ama porque Su naturaleza es amorosa, porque Dios es amor (ver 1 Juan
4:8).

SALVOS POR LA GRACIA.

La expresin ms sublime del amor de Dios y de Su gracia unilateral e incondicional la


encontramos en el hecho de que envi un Salvador para aquellos que pecan. "Porque de tal
manera am Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unignito, para que todo aquel que en l cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). La expiacin de Cristo y Su oferta de
misericordia estn a disposicin de todos los seres humanos, seamos justos o no, la merezcamos
o no. Dicha misericordia se le ofrece tanto al inicuo como al justo (relativamente hablando). A
todos se nos ha extendido la invitacin de recibirla. Esta solucin para todos los problemas se nos

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ha dado gratis (por la gracia). No fue la justicia lo que requiri que el Padre proveyera un
Salvador, ni tampoco la justicia requiri que Jesucristo se ofreciera para ser ese Salvador, para
sufrir por nosotros y as redimirnos. Cuando l vio nuestra debilidad, nuestro peligro y nuestra
necesidad, Su amor y compasin por nosotros lo indujeron a ofrecerse a intervenir
voluntariamente.
E1 convenio del evangelio es, por consiguiente, un convenio de gracia, una expresin de la
buena voluntad de Dios. l no estaba obligado a ofrecernos este nuevo convenio o pacto, ni
Cristo estaba obligado a ofrecerse para dicha asignacin. Nosotros, los seres humanos, no nos
ganamos ni merecimos recibir la oferta de un nuevo convenio. Por el contrario; el convenio del
evangelio se hizo necesario, ante todo, debido a nuestra desobediencia y a nuestra incapacidad de
guardar los mandamientos. No fue algo que nos ganamos, sino algo que necesitbamos. De no
haber habido gracia, no habra habido un voluntario; sin un voluntario, no habra habido un
salvador; sin un salvador, no habramos tenido salvacin. La conclusin es irrefutable: somos
salvos por la gracia.
Sin embargo, por alguna razn, hay Santos de los ltimos Das que no llegan a aceptar
plenamente la doctrina de la gracia. Creo que esto se debe al hecho de que se han sentido tan
decepcionados ante ciertas interpretaciones de otras denominaciones religiosas sobre la gracia,
que han decidido rechazar el trmino por completo y, por as decirlo, junto con el agua del baero,
echaron fuera al beb. No obstante, dada la cantidad de pasajes de las Escrituras de los Santos de
los ltimos Das donde se ensea la doctrina de la gracia, no podemos negar su importancia
dentro del evangelio. Consideremos, por ejemplo, los siguientes pasajes del Libro de Mormn.
Reconciliaos con la voluntad de Dios, y no con la voluntad del diablo y la carne; y recordad,
despus de haberos reconciliado con Dios, que tan slo en la gracia de Dios, y por ella, sois
salvos (2 Nefi 10:24). Nosotros trabajamos diligentemente para escribir, a fin de persuadir a
nuestros hijos, as como a nuestros hermanos, a creer en Cristo y a reconciliarse con Dios; pues
sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos, despus de hacer cuanto podamos (2 Nefi
25:23).
Si los hombres vienen a m, les mostrar su debilidad. Doy a los hombres debilidad para que
sean humildes; y basta mi gracia a todos los hombres que se humillan ante m; porque si se
humillan ante m, y tienen fe en m, entonces har que las cosas dbiles sean fuertes para ellos
(ter 12:27).
Venid a Cristo, y perfeccionaos en l, y absteneos de toda impiedad, y si os abstenis de toda
impiedad, y amis a Dios con toda vuestra alma, mente y fuerza, entonces su gracias os es
suficiente, para que por su gracia seis perfectos en Cristo; y si por la gracia de Dios sois
perfectos en Cristo, de ningn modo podris negar el poder de Dios. Y adems, si por la gracia de
Dios sois perfectos en Cristo y no negis su poder, entonces sois santificados en Cristo por la
gracia de Dios, mediante el derramamiento de la sangre de Cristo, que est en el convenio del
Padre para la remisin de vuestros pecados, a fin de que lleguis a ser santos, sin mancha (Moroni
10:32-33).
No obstante, para los Santos de los ltimos Das, la doctrina de la gracia no quiere decir que
somos salvos nicamente por la gracia, o sea, sin participar de alguna forma en el proceso, ni
tampoco implica que la salvacin est totalmente exenta de condiciones. Si se fuera el caso, la
salvacin sera algo que nos cay del cielo y sencillamente nos sucedi -como el ser alcanzados
por un rayo o el ganar un sorteo de lotera. Los Santos de los ltimos Das no creen que la gracia
sea fortuita o irresistible, o que la salvacin sea una decisin unilateral de parte de Dios
(predestinacin). Es posible que Dios est predispuesto en nuestro favor, que ponga a nuestro
alcance aquello que una vez haya estado fuera del mismo, y quizs quite todos los obstculos que

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se interponen en nuestro camino hacia la salvacin, pero no nos obligar a transitar por ese
camino que ha despejado, ni nos salvar sin nuestro consentimiento. El convenio del evangelio se
nos concede por pura gracia, pero debemos entrar en l por decisin propia.
Algunos telogos han sugerido que cualquier condicin a que la gracia est sujeta, destruira
su naturaleza de gracia, pero yo no estoy de acuerdo con eso. Supongamos que un rico pariente
suyo le ofrece un viaje a Hawai con todos los gastos pagados, gratis (o sea, por gracia) y le pide
que responda a su invitacin antes de una determinada fecha. Hara esa condicin que el viaje
ofrecido dejara de ser un acto de buena voluntad y de favor basado en el amor? Dira usted que
despus de responder afirmativamente, su pariente le debe el viaje, o sea, que usted se lo ha
ganado al satisfacer la nica condicin que se le haba impuesto de aceptar la oferta antes de
cierta fecha? El que se requiera reconocer un regalo y afirmar su deseo de recibirlo, hace que su
naturaleza cambie de regalo a compromiso?
Por supuesto que no, y de una manera muy parecida, Dios, nuestro rico Pariente Celestial, nos
ofrece Su reino por la gracia, haciendo por nosotros lo que nosotros no podemos hacer. Pero
tambin requiere que reconozcamos y aceptemos la oferta por medio de la fe en Cristo, el
arrepentimiento, el bautismo y el don del Espritu Santo. Entonces, en tanto que guardemos el
convenio del evangelio, la gracia de Jesucristo es suficiente para que seamos redimidos y
justificados. Las Escrituras son claras -si observamos el convenio, la gracia de Cristo no slo es
necesaria, sino suficiente par nuestra salvacin (ver ter 12:27; Moroni 10:32-33 ).
Pero es menester que estemos de acuerdo con este arreglo. Cuando aceptamos a Cristo y
entramos en Su convenio, los requisitos de justicia, que lo son para una perfeccin que no
tenemos, se satisfacen por medio de la gracia de Dios, y somos salvos. Es as que los principios
salvadores del convenio del evangelio nos son ofrecidos como un favor, como un acto de gracia y
buena voluntad. Pero, aun as, podemos rechazar la gracia; podemos resistir el amor de Dios y
rechazar Su convenio. Cristo est a la puerta y llama, pero jams la abre por la fuerza. Somos
nosotros quienes debemos abrir la puerta.

FE VERSUS OBRAS

Por siglos, los telogos han discutido infructuosamente sobre el tema de si las personas se
salvan por la fe o por las obras. Pero ambas partes carecen de fundamento, ya que ni por la fe
solamente (definiendo la fe como una simple creencia pasivas) ni nicamente por las obras es que
somos salvos. La salvacin se logra por medio de una relacin de convenio en la cual tanto la fe
como las obras tienen importancia. El insistir en que la salvacin se logra slo por las obras, que
la podemos ganar sin necesitar la gracia de Dios, es un insulto a la misericordia de Dios y una
burla al sacrificio de Jesucristo por nosotros. Por otro lado, el afirmar que la salvacin resulta
solamente de una creencia y que Dios no impone ninguna otra obligacin sobre el creyente, es un
insulto a la justicia y transforma a Cristo en el ministro del pecado.
El concepto del convenio derivado de las Escrituras, un acuerdo entre seres mortales y Dios
que establece obligaciones a las dos partes y que satisface tanto a la justicia como a la
misericordia, elimina lo falso de la exclusividad de la fe o de las obras. En trminos sencillos, el
arreglo es el siguiente: nosotros hacemos lo que estamos en condiciones de hacer y Jesucristo, el
objet de nuestra fe, como producto de Su amor, misericordia y gracia, hace lo que nosotros
todava no podemos hacer. Y tenemos que creer que 1 puede hacerlo -debemos creerle a Cristo.
En la parbola de los talentos, no tuvo ninguna importancia que la persona que tena cinco
hubiera obtenido cinco ms mientras que aquella con tres talentos obtuviera slo tres. Los
esfuerzos de ambas fueron aceptados, a pesar de que una tena ms talentos y produjo ms

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resultados que la otra. Por cierto que aun aquel que tena slo un talento habra sido aceptado si
hubiera hecho lo que poda -pero ni siquiera decidi tratar.
Es cierto que no nos podemos salvar por nuestras obras, pero s podemos contribuir algo a los
esfuerzos de la sociedad. Para formar parte de una sociedad, para formar parte de una relacin de
convenio, debemos hacer algo. Aun cuando nuestros esfuerzos no sean suficientes para salvarnos
a nosotros mismos, son suficientes como muestra de buena fe para establecer un convenio con
nuestro Salvador. A pesar de que esa relacin de convenio es suficiente para redimir y justificar,
Dios requiere nuestra participacin. Sin nuestro consentimiento y nuestra participacin, la
salvacin no sera nada ms que predestinacin, un accidente feliz que arbitrariamente les ocurre
a ciertas personas y a otras no.
No, nosotros debemos participar lo ms que podamos en nuestra propia salvacin. Despus de
todo, formamos parte de una sociedad, y los socios menores deben contribuir con lo que puedan.
El rehusarse a ese tipo de participacin es rehusarse a aceptar la idea misma de una sociedad. Es
posible que dos personas que anden en una bicicleta doble no hagan el mismo trabajo, pero si la
ms dbil de las dos usa su debilidad como excusa y levanta los pies y deja de pedalear, entonces,
por definicin, el arreglo deja de ser una sociedad y se transforma en una explotacin. En el
lenguaje del evangelio, viola el convenio.
El tratar lo mejor posible de cumplir con los mandamientos y ser como Cristo es parte de
nuestra obligacin dentro del convenio, no porque estemos en condiciones de lograr las dos cosas
en esta vida, sino porque el intento, el cometido a tratar, demuestra nuestra sinceridad y nuestro
compromiso para con el convenio; es una declaracin de nuestras metas y deseos. Nuestros
valientes intentos demuestran que en realidad sentimos hambre y sed de justicia -aun cuando no
siempre tengamos xito. La fe est siempre dispuesta a intentar, a hacer el esfuerzo, una y otra
vez. Aun cuando el alcanzar el xito no es un requisito del convenio de fe, nuestro ms sincero
intento s lo es. El convenio del evangelio requiere este esfuerzo de "buena fe."
As que el viejo debate de fe versus obras carece de mrito; realmente, no se aplica a este
caso. No importa cul de las dos cosas escojamos, la fe por s sola o las obras por s solas, al
hacerlo destruimos el concepto de un convenio, de una sociedad entre cada persona y Dios.

LA RESISTENCIA A LA GRACIA.

Muchos se dicen a s mismos: "Una vez que lo logre, una vez que me perfeccione a m
mismo, una vez que llegue a ser absolutamente justo, entonces ser digno de la Expiacin. Y se
ser el momento en que Cristo podr hacer lo que tenga que hacer para exaltarme." Pero eso
nunca suceder porque ello significara alterar el orden natural de los acontecimientos. Es como
decir: "Una vez que desaparezca el tumor, llamar al mdico. se ser el momento en que estar
listo para que me atienda." Esta no es la manera en que se han diseado las cosas ni en la ciencia
mdica ni en el evangelio. "Los sanos no tienen necesidad de mdico, sino los enfermos" (Mateo
9:12).
Aun un profeta de la importancia de Moiss aprendi que l no poda hacer frente al poder de
Satans o expulsarle sino hasta que acudiera al poder de Dios en el nombre del Unignito (ver
Moiss 1:20-21). Del mismo modo, Juan vio que aquellos que van a recibir la salvacin, el
fortalecimiento y el reino, vencen a Satans por medio de la sangre del Cordero ms bien que por
sus propios esfuerzos (ver Apocalipsis 12:10).
Creo firmemente que, en la mayora de los casos, el credo de que debemos salvarnos a
nosotros mismos mediante nuestras propias obras no es slo resultado de estar mal informados,
sino que es pernicioso. En primer lugar, lo es porque impone una carga imposible sobre la gente la

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carga de ser perfectos y finalmente, la desesperacin les har darse por vencidos. Segundo, es
pernicioso porque hace que la gente no admita su necesidad de un salvador y que no acepte los
mritos y la misericordia del Santo Mesas. No les permite entender a Jesucristo en su funcin de
Salvador. Por ltimo, es pernicioso porque muchas personas son sencillamente demasiado
arrogantes para admitir su propia imperfeccin. Se niegan a considerarse pecadoras o a admitir
que hay cosas que no pueden hacer por s mismas. Dichos corazones jams sern quebrantados
pues son demasiado orgullosos. Tales personas consideran a Cristo y a Su expiacin simplemente
como un medio conveniente a ser usado en su propia salvacin, de la misma manera que un
carpintero utilizara un martillo y clavos para edificar una casa. El nfasis y el mrito lo ponen en
s mismos ms que en Cristo. Ningn carpintero da gracias a su martillo.
Nadie que piense que puede lograr su propia salvacin tiene la humildad necesaria para
recibir la purificacin de la expiacin de Cristo: "l se ofrece a s mismo en sacrificio por el
pecado, para satisfacer las demandas de la ley, por todos los de corazn quebrantado y de espritu
contrito; y por nadie ms se pueden satisfacer las demandas de la ley" (2 Nefi 2:7).
Esto es precisamente lo que recalca el Salvador en la parbola del fariseo y el publicano (ver
Lucas 18:9-14). El fariseo era uno de esos que "confiaban en s mismos como justos" (v. 9). A1
publicano, por otra parte, no le iba tan bien como al fariseo en lo concerniente a cumplir con los
mandamientos de Dios pero l lo sabia, y su corazn estaba quebrantado a causa de ello. Muchas
personas que leen esta parbola consideran que el fariseo era un hipcrita, pero en el texto no
encontramos ninguna evidencia de ello. El fariseo en realidad haca todas las cosas por las que se
senta tan orgulloso y superior, mientras que el publicano no las haca. Pero se no es el asunto.
Esta parbola no trata sobre la hipocresa, sino que se refiere al orgullo. De acuerdo con las ms
objetivas normas humanas, tomando en consideracin el nmero de reglas observadas y con
cunta regularidad se observaban, el fariseo en verdad era el ms justo de los dos. Sin embargo,
de acuerdo con el Salvador: "Os digo que ste descendi a su casa justificado antes que el otro;
porque cualquiera que se enaltece, ser humillado; y el que se humilla ser enaltecido" (v. 14).
Temo que, al igual que el fariseo de la parbola, algunos de nosotros, que somos
relativamente buenos para observar las reglas, tambin confiamos en nosotros mismos como
justos. Tales personas muestran desmedido orgullo hacia su propia bondad; se exaltan a s
mismas. Pero siempre que nos sentimos orgullosos de cun buenos somos en vez de sentirnos
humildes ante cun imperfectos somos (ver 2 Nefi 4:17-19), nuestro corazn no est quebrantado
ni nuestros espritu contrito.
Recuerdo a un misionero a quien conocimos en el Este (de los Estados Unidos) a quien no se
le poda ensear en cuanto a este tema. Una vez dijo: "Por supuesto que puedo hacerme perfecto
a m mismo. sa es la diferencia entre los Santos de los ltimos Das y otros cristianos. Ellos
creen que son salvos por la gracia, que Dios les sirve todo en una bandeja de plata, pero nosotros
sabemos que tenemos que hacerlo todo por nosotros mismos, que es nuestra la responsabilidad de
hacernos perfectos. Soy una persona muy hbil, y confo en que para cuando tenga treinta y
tantos aos, ya me habr hecho perfecto." Hoy debe tener unos treinta aos, y a menudo me
pregunto qu ser de su vida.
Gracias al mrito de quin alcanzamos el reino? Las buenas obras de qu persona nos hacen
perfectos? Aun los pasajes de las Escrituras que resultan familiares a los Santos de los ltimos
Das son claros en este asunto:
Y en vista de que el hombre haba cado, ste no poda merecer nada de s mismo; mas los
padecimientos y muerte de Cristo expan sus pecados mediante la fe y el arrepentimiento,
etctera (Alma 22:14; cursiva agregada).
Y tambin le doy gracias a mi Dios, s, a mi gran Dios, porque nos ha concedido que nos

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arrepintamos de estas cosas, y tambin porque nos ha perdonado nuestros muchos pecados y
asesinatos que hemos cometido, y ha depurado nuestros corazones de toda culpa, por los mritos
de su Hijo (Alma 24:10; cursiva agregada) . . . confiando solamente en los mritos de Cristo, que
era el autor y perfeccionados de su fe (Moroni 6:4; cursiva agregada) . . . y sepan de las promesas
del Seor, y crean en el evangelio y tengan confianza en los mritos de Jesucristo, y sean
glorificados por medio de la fe en su nombre, y se salven mediante su arrepentimiento (D&C
3:20;cursiva agregada).
Aquellos que planean entrar en el reino de Dios en base a sus propios mritos todava no
entienden cmo es que llega la perfeccin y a quin debemos atribuirla. Esas personas glorifican
sus propios esfuerzos y se atribuyen a s mismas la funcin de salvador. Lo que es ms, el profeta
Zens nos advierte en el Libro de Mormn que podemos llegar a incurrir en la ira de Dios al no
apreciar Su misericordia y gracia: "Ests enojado, oh Seor!, con los de este pueblo, porque no
quieren comprender tus misericordias que les has concedido a causa de tu Hijo" (Alma 33:10).
Claro est que el arquetipo o modelo de aquellos que quieren exaltarse a s mismos y atribuir
para s lo que nicamente el Seor puede hacer es Satans mismo. En Moiss 4:1 se nos dice que
Satans insisti diciendo: "De seguro lo har; dame, pues, tu honra." Considero que aquellos que
no quieren apreciar su total dependencia en el Seor y aseguran estar labrando su propia
salvacin, son culpables de la misma actitud satnica. Es mucho mejor ser cual el publicano
pecador que se amparaba humildemente en la misericordia de Dios que cual el autojustificado
fariseo que confiaba en que sus buenas obras le salvaran, porque el primero, por los menos,
aprendi que necesitaba un Salvador y estaba listo para aceptarlo y arrepentirse, mientras que este
ltimo no. (Por supuesto que la alternativa ideal sera combinar el corazn quebrantado y la
humildad del publicano con la obediencia del fariseo.

MI YUGO ES FCIL.

Hay personas que rechazan la idea de la gracia pues les parece que es demasiado fcil. Ellas
quieren que la salvacin resulte ms difcil de lo que es. Existe un cierto consuelo en decir: "La
salvacin es tan difcil que no haba manera de que pudiera alcanzarla, as que no tengo necesidad
de tratar." Esto ofrece una excusa conveniente para no hacer el ms mnimo esfuerzo. Esto me
recuerda un poco a la joven que rechazaba las invitaciones de salir en una cita, provenientes de
un hombre que con idntica persistencia se negaba a aceptar las excusas que ella le daba. Por
ltimo, la joven se vio obligada a admitir la verdad: "Mira, ya no tengo ms excusas, as que te
voy a decir las cosas como son: realmente no tengo ningn inters en salir contigo."
Algunos usamos tcticas evasivas similares con el Seor cuando El nos invita a Su reino. Le
damos excusa tras excusa de la razn por la que no podemos entrar en l. Pero la gracia de Dios,
que ha quitado todos los obstculos y allanado el camino, anula todas nuestras excusas. Por
medio de Su gracia se puede resolver cualquier problema, se puede tolerar cualquier
circunstancia, cualquiera se puede salvar -si tan slo anhelamos el reino. Decimos: "Realmente
quisiera ir contigo, pero no puedo cumplir con ste o aquel mandamiento en forma regular", y El
responde preguntando: "Podras cumplir con l aunque sea el noventa por ciento de las veces (o el
ochenta o el setenta)? Entonces, empieza all, por ahora, y lo iremos haciendo juntos."
Finalmente, al comprender todo lo que Dios ha hecho y est dispuesto a hacer por nosotros, una
vez que haya allanado todos los obstculos y estemos frente a la puerta abierta, debemos decir:
"S, quiero ir contigo", o "Mira, te voy a decir las cosas como son. Realmente no tengo ningn
inters en ir contigo." Nadie puede salir del paso diciendo: "Me gustara ir, pero no puedo." La
gracia ha eliminado todas las excusas menos una: "Simplemente no quiero ir; prefiero mis

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pecados antes que tu reino."


Cuando oigo a alguien quejarse de que la doctrina de la gracia hace las cosas demasiado
fciles, pienso en la ocasin en que el Seor trat de hacer una ilustracin de la gracia, del mrito
y de la misericordia de Cristo para con Israel cuando pecaron en el desierto: "Y los afligi en el
desierto con su vara, porque endurecieron sus corazones aun como vosotros lo habis hecho; y el
Seor los afligi a causa de sus iniquidades. Envi serpientes ardientes voladoras entre ellos; y
cuando los mordieron, dispuso un medio para que sanaran; y la tarea que tenan que cumplir era
mirar; y por causa de la sencillez de la manera, o por ser tan fcil, hubo muchos que perecieron"
(1 Nefi 17:41; ver Nmeros 21:4-9; Alma 33:20).
Temo que en la Iglesia de la actualidad tambin tenemos a aquellos que perecern antes que
aceptar la gracia de Dios porque les parece demasiado fcil. No le creern a Cristo. Pero como
Alma le dijo a su hijo Helamn: "No seamos perezosos por la facilidad que presenta la senda;
porque as sucedi con nuestros padres; pues as les fue dispuesto, para que viviesen si miraban;
as tambin es con nosotros. La va est preparada, y si queremos mirar, podremos vivir para
siempre" (Alma 37:46).
El relato del Antiguo Testamento sobre Naamn el leproso, tambin nos amonesta en cuanto a
negar las sencillas misericordias de Dios. Naarnn fue hasta el profeta Elseo, deseando ser
sanado, esperando que la cura fuera tanto difcil como cara. Cuando Elseo le dijo que fuera y se
lavara siete veces en el Jordn, "se volvi, y se fue enojado" (2 Reyes 5:12), sintindose insultado
ante tan simple receta. Afortunadamente, sus criados le convencieron de que pusiera a prueba ese
remedio "tan fcil". "Si el profeta te mandara alguna gran cosa, no la haras? Cunto ms,
dicindote: Lvate, y sers limpio?" (2 Reyes 5:13).
Y Naarnn se humill, hizo la cosa sencilla que se le haba pedido, y fue sanado. Fue
Naarnn en su enojo diferente a aquellos de nosotros que en la actualidad pensamos que las aguas
del bautismo y la gracia de Dios son demasiado "fciles" para limpiarnos de nuestros pecados?
Cuando Pedro dijo: "Aprtate de m, Seor, porque soy hombre pecador", probablemente deca la
verdad. Pero aparentemente Jess vio en Pedro algo til de todos modos.
Mi colega Leon Hartshorn relata una conmovedora historia sobre cmo aument la fe de su
padre en Cristo:
Mi padre era un buen hombre. Vel por mi madre por muchos aos durante su enfermedad
antes de que ella muriera. Nos ense a sus hijos a ser honrados y rectos. Siempre pag su
diezmo, pero no asista a las reuniones de la Iglesia. Mi padre trabaj en las minas la mayor parte
de su vida, en un ambiente que, por lo general, no daba cabida al Espritu de Dios, y tal vez por
esa razn pensaba que no poda ser completamente activo y recibir la plenitud de bendiciones que
se logran como resultado de la actividad en el evangelio.
A los dos o tres aos de haberme casado, volv al hogar de mi padre para visitarlo. Nos
sentamos a conversar y l me dijo: "He tenido un sueo, hijo. So que estaba de pie al borde de
un abismo y el Seor vino hacia m montado en un caballo. Tena una cuerda atada a la montura
y enrollada alrededor del borrn delantero. Extendi la cuerda hacia m y me dijo: 'Bob, quiero
que me bajes a m y a mi caballo por el abismo'. Le dije que eso era algo imposible; que no haba
forma de que un hombre pudiera bajar el peso de un caballo y su jinete por un abismo. Entonces
l me contest: 'Bao, bjame a m y al caballo por el abismo'. As que tom el extremo de la
cuerda y los baj. Para mi sorpresa, no result para nada difcil. Cuando el caballo y su jinete
llegaron hasta el fondo del abismo, el Seor me dijo: 'Bao, suelta la cuerda'. La solt, y l la
enrosc otra vez alrededor del barrera. Entonces, mirndome desde el fondo, me dijo: 'Bao, te
resultar igualmente fcil vivir los mandamientos si lo intentas.` Fue una leccin que mi padre
pudo entender, una leccin en trminos conocidos para l: jinetes, monturas y cuerdas. A partir de

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ese momento intent hacer todo lo que se le pidiera en la Iglesia y fue muy activo durante los
ltimos veinticinco aos de su vida.

ALGUNOS DE LOS FRUTOS DE LA GRACIA.

Hay un poder transformador en la gracia de Cristo para aquellos cuyo corazn se quebranta en
humilde reconocimiento de la necesidad que tienen de la gracia y la misericordia. Conoc a un
miembro de la Iglesia cuyo concepto de la justicia era tan fuerte que no poda aceptar la expiacin
de Cristo, aun cuando en ese momento no se daba cuenta de ello. Era un hombre duro-duro con su
esposa e hijos, duro con sus vecinos y amigos, y por sobre todas las cosas, duro consigo mismo.
No era injusto en realidad, pero rara vez perdonaba, y jams olvidaba. Buscaba la perfeccin en
todo lo que haca, y no tena la ms mnima tolerancia hacia el fracaso y hacia aquello qu
fracasaban. Para l un "buen intento" o un 'esfuerzo elogiable" eran simples eufemismos del
fracaso, y cuidado con que su esposa o sus hijos no cumplieran con 1o que se esperaba de ellos!
En realidad, ese hombre nunca pidi una tregua a nadie, pero tampoco concedi ninguna Para l,
la idea de que podamos ser perdonados de nuevo tros pecados a causa de lo que Cristo haba
hecho y que, por consiguiente, podamos salir del paso pagando una pena justa, resultaba
demasiado fcil. Sarcsticamente w refera a ella como la doctrina de la "gracia fcil", porque
pensaba que beneficiaba a las personas que merecan ser castigadas.
Tras varios aos de amistad, descubr que ese hombre esconda un gran secreto, un terrible
pecado del pasado del cual no poda perdonarse a s mismo. l consideraba ese pecado tan
horrible que la justicia seguramente le iba a mantener alejado del reino de Dios para siempre. No
abrigaba ninguna esperanza, y en su dura resignacin a lo que l consideraba un justo destino, se
haba endurecido, enfriado y muerto. El odio que senta para consigo mismo por sus
imperfecciones haba enmaraado a todos aquellos que a su alrededor daban muestras de
imperfeccin.
A1 referirnos al asunto en una ocasin, estuve de acuerdo en que probablemente tena razn
en cuanto a la ley de la justicia que tal vez le cerrara las puertas del reino en las narices. Pero
tambin le record que la misericordia poda abrir las puertas que la justicia cerrara. Despus me
arriesgu a decirle que no pensaba que sus ideas sobre la justicia tuvieran demasiado que ver con
el dolor y el sentido de culpabilidad, como l lo aseguraba, sino con el orgullo. Simplemente no
poda l tolerar la idea de que era como cualquier otro hombre; no poda tolerar la idea de que
necesitaba ayuda, ni poda rebajarse al punto de pedirla. Estaba dispuesto a aceptar el hecho de
que los dems eran espiritualmente ineptos, pero el aceptar que l no poda salvarse a s mismo,
que l necesitaba la ayuda de alguien ms eso era demasiado monstruoso, demasiado grotesco
para considerarlo. Su orgullo no se lo permita. De modo que rechaz la misericordia, aun cuando
no poda satisfacer la justicia. Por consiguiente. en lugar de tener el corazn quebrantado bajo el
peso del pecado, se le haba endurecido por completo. Prefera ser maldecido por la justicia que
pedirle misericordia a Dios.
Al principio le ofendi lo que le dije, y por un tiempo nuestra amistad se debilit, pero poco a
poco fue dndose cuenta de que su rechazo de la idea de la misericordia equivala a rechazar a
Cristo. Por fin, un da me dijo: "Ahora comprendo; soy demasiado orgulloso para admitir mi
debilidad y pedir ayuda. No quiero admitir mi imperfeccin ni siquiera ante m mismo, y mucho
menos ante el obispo o ante Dios. Mi orgullo me hara preferir ir al infierno y pagar la pena
completa de la justicia, a tener que humillarme y buscar la misericordia del Seor." Con el
tiempo, fue a ver a su obispo y, con considerable valor, confes un pecado que haba mantenido
en secreto por dcadas. Y al humillarse a s mismo, y al buscar misericordia en vez de justicia

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para su propia vida, aconteci algo maravilloso. Al descubrir que era perdonado por la gracia,
merced a los hechos de alguien ms, al comprender lo que alguien haba hecho por l como un
favor, al comprender la increble tregua que se le haba dado gratis, empez a actuar con
paciencia, misericordia y perdn hacia aquellos que lo rodeaban, y no volvi a ser un hombre
duro.
Mas por qu haras esto por m? Porque te amo. Pero no parece ser justo. Es verdad. No es
nada justo es misericordioso. Despus de todo, es un don. Pero, cmo es posible que merezca tal
don. No seas tonto. No puedes. No lo mereces. Te ofrezco este don porque te amo y quiero
ayudarte, no porque te lo deba. Pero, cmo podr llegar a pagarte? Otra vez con lo mismo. Es
que no te das cuenta? No puedes pagarme, ni t ni los millones de personas como t. Los dones
de esta magnitud nunca se llegan a pagar. A cambio de lo que he hecho por ti
por amor, lo nico que puedes hacer es amarme y tratar de ser lo que yo soy un dador de buenos
dones. Y sas son buenas nuevas.

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CAPTULO CINCO.

LA MALA INTERPRETACIN DE LA GRACIA.

La doctrina de la gracia se presta a que se le malentienda o se le distorsione de varias


maneras. Tal vez la distorsin ms seria es afirmar que debido a que, en la relacin del convenio,
Cristo compensa por lo que yo no tengo, ya no es necesario que deba esforzarme demasiado.
Puedo quedarme tranquilo y dejar que Jess haga todo por m. Basta con un pequeo intento
mientras me aferro a mis pecados predilectos porque, al fin y al cabo, voy a ser "salvo mediante
la gracia".
En los albores de la iglesia cristiana, el Apstol Pablo fue confrontado por aquellos que
enseaban que la gracia constitua una licencia o un escudo para pecar: "Qu pues? Pecaremos,
porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. No sabis que si os
sometis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecis, sea
del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? (Romanos 6:15-16).
La doctrina falsa de la salvacin slo por medio de la gracia sin un cometido o lealtad viola
las condiciones del convenio del evangelio al pedirle a Cristo que haga en mi favor lo que yo
muy bien podra hacer por m mismo pero no quiero hacerlo. Cualquiera puede aparentar estar
haciendo todo lo posible y aparentar ser justificado por la fe en Cristo y que disfruta la compaa
del Espritu Santo aunque, en verdad, permanece obstinadamente aferrado a sus pecados. Nadie
sino Dios sabe que est mintiendo. Quisiera estar en condiciones de ofrecer una prueba objetiva
que permita distinguir entre las personas sinceras de corazn que se esfuerzan por hacer todo lo
que pueden y aquellas que aparentan y esperan que se les lleve en brazos cuando bien pueden
caminar por s mismos, pero no s cmo hacerlo. Me conformo con saber que Dios puede
distinguirlas.
Por cierto que quienes dicen: "Hago todo lo que puedo", pero despus a sabiendas quebrantan
los mandamientos, tienen que aprender la diferencia entre anhelar la rectitud y soar con lo
mucho que les gustara anhelar la rectitud. Aun cuando Dios puede llegar a aceptar intenciones y
deseos justos en vez de un proceder perfecto, no es para nada tonto. l nunca aceptar, en lugar
de las intenciones y los deseos justos, los meros deseos de tenerlos. Esto ltimo no es un
cometido ni es fidelidad. No satisface las obligaciones del convenio del evangelio y, por
consiguiente, no merece ninguna promesa. En estos casos, las personas no tienen realmente
hambre y sed de justicia sino de pecado, y esperan que Jess lo tolere o aun que lo auspicie. Tales
personas han quebrantado su convenio. En Doctrina y Convenios 50:7-8 leemos: "He aqu, de
cierto os digo, hay hipcritas entre vosotros, los cuales han engaado a algunos . . . mas los
hipcritas sern descubiertos y desarraigados, sea en vida o muerte, segn mi voluntad."
Las personas que cometen el error moral y doctrinal de rehusar hacer lo que en realidad estn
en condiciones de hacer, por cierto pretenden ser salvas en sus pecados en vez de serlo de sus
pecados. Pero esto jams se puede lograr. Hay una diferencia abismal entre ver mis pecados
como un enemigo del que con dificultad estoy tratando de librarme, y verlos como buenos viejos
amigos de los que no tengo mayor deseo de deshacerme. Hay una diferencia entre no poder
despojarme de todos mis pecados en este preciso momento, en cuyo caso el convenio me promete
esperanza, y no estar dispuesto ni siquiera a intentarlo, en cuyo caso no hay otra salida que
enfrentarme a la justicia. El convenio ofrece gracia y perdn por medio de un arrepentimiento
continuo, tanto para quienes lo intentan y lo logran, como para los que lo intentan y no lo logran
pero vuelven a intentar. Sin embargo, no hay perdn para quienes no estn dispuestos a intentarlo

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0 que lo intentan una o dos veces sin xito y se dan por vencidos.

LA GRACIA "FCIL".

En una ocasin, estaba haciendo una presentacin sobre un tema relacionado a esto en una
pequea ciudad del estado de Nevada. Expliqu que no se nos requera alcanzar la perfeccin de
una sola vez, pero que estbamos obligados a hacer cuanto pudiramos y que el Salvador haba
prometido hacer el resto. Despus del discurso una dama se acerc y me dijo: "Dr. Robinson,
sabe lo que esto significa? Significa que no tengo que envasar melocotones este ao!" Su
comentario caus la risa de las personas que nos rodeaban, pero cuando sta ces, rpidamente le
contest: "No, mi amiga, usted me ha entendido mal. No es eso lo que ello significa. Si realmente
cree que Dios espera que usted envase melocotones (y eso queda sujeto a un serio argumento),
entonces debe envasar todos los melocotones que pueda envasar. Lo nico que esta doctrina
significa es que usted no debe sentirse culpable ni preocuparse por los melocotones que no pueda
envasar."
sta no es una doctrina de gracia "fcil". No hay ninguna virtud que, habindola posedo antes
de entrar en el convenio, uno pueda descartar o a la que pueda renunciar tras entrar en el convenio
sin violarlo. El convenio del evangelio no es un pretexto para hacer un esfuerzo inferior a nuestra
capacidad. El convenio requiere ms que simplemente desear que fusemos mejores; ms bien
tenemos que hacer lo que est dentro de nuestras posibilidades. Aun cuando la perfeccin
personal no es algo que se requiera de nosotros inmediatamente, s se requiere nuestro mayor
esfuerzo. Lo bueno es que Dios no nos exigir ms de lo mejor que podamos dar; lo malo es que
tampoco aceptar menos que eso.
Lo que es ms, no hay tal cosa como la gracia "fcil", ya que la sociedad con Cristo no es fcil
exige lo mejor y lo mayor de nosotros. El requiere que seamos leales, que sirvamos a Dios con
todo nuestro corazn, fuerza y mente. l requiere que nos arrepintamos y nos fijemos cometidos
continuamente. Y no ofrece ninguna prueba ni garanta ms que el testimonio personal del
Espritu, el cual nos hace saber que El cumple lo que promete. Nos pide que confiemos en El y
que aceptemos con fe Su palabra.
La actual ley de salvacin temporal del Seor (el programa de bienestar) funciona
esencialmente dentro de los mismos trminos que su equivalente espiritual. A las personas
necesitadas de ayuda temporal se les requiere contribuir con todo lo que puedan al objetivo
deseado. Se les requiere que agoten todos sus recursos, por ms grandes o escasos que sean.
Entonces el Seor, por medio de la Iglesia y sus miembros, aade todo lo que sea necesario.
Cuando se le administra debidamente, el arreglo temporal se constituye en un socio que satisface
las verdaderas necesidades de una persona, aunque al mismo tiempo exige sus mejores esfuerzos.
Lo que es ms, el arreglo da por sentado que se lograr un cierto progreso y tiene como meta
final hacer que la persona se vuelva autosuficiente.
El principio del bienestar espiritual es igual. En la medida que demostremos nuestra buena fe;
al hacer todo lo que podamos y consagrando todos nuestros recursos al propsito comn, la
gracia de Dios y la expiacin de Cristo son suficientes para satisfacer todas nuestras otras
necesidades, pero el convenio todava exige nuestros mejores esfuerzos, da por sentado que
lograremos un cierto progreso y tiene como meta final hacer que nos volvamos autosuficientes,
en lo que tiene que ver con la rectitud.

LOS SUPERLATIVOS DEL EVANGELIO.

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Una segunda distorsin muy comn de la doctrina de la gracia, tal vez menos siniestra que la
de la gracia "fcil" pero creo que ms generalizada en la Iglesia, es la idea de que el Salvador nos
concede Su gracia slo despus de que hayamos hecho todo cuanto estuviere a nuestro alcance.
De esto se deducira que, puesto que nadie realmente hace todo lo que posible y tericamente
podra haber hecho, entonces nadie puede jams ser digno de la gracia. Esta falsa lgica sigue ms
o menos el siguiente proceso:
1. La gracia y la misericordia se extienden slo a aquellas personas que son dignas de ellas, y
slo despus que hayan demostrado su dignidad.
2. Unicamente quienes cumplen con los mandamientos de Dios en todo momento son
realmente dignos.
3. Pero yo no puedo cumplir con los mandamientos en todo momento.
4. Por lo tanto, no soy realmente digno y jams puedo esperar recibir la gracia ni la
misericordia.
Este tipo de razonamiento se ajusta a la antigua exigencia de perfeccin absoluta, tratando de
filtrarse por la puerta trasera de la Iglesia con un disfraz evanglico, y lo nico que hace es
mofarse de la expiacin de Cristo, insistiendo en que debemos ser perfectos para salvarnos a
nosotros mismos antes de que el Seor pueda hacerlo, o sea, que debemos curarnos a nosotros
mismos antes de ser merecedores de llamar a un mdico. Tal lgica hara imposible que Cristo
salvara a nadie, jams. Lamentablemente, hay veces en que aun los conocedores de la doctrina
limitarn de esta manera el concepto que tienen de la gracia sin darse cuenta de que, a la larga,
ello transformar la doctrina de la gracia en una salvacin por medio de las obras. Del mismo
modo que la misericordia deja de ser tal si la merecemos, la gracia deja de ser gracia si nos la
ganamos.
En las Escrituras y en la Iglesia se emplean muchos superlativos para exhortar a los Santos y
describir sus obligaciones: todo nuestro corazn, nuestro mayor deseo, nuestros mejores
esfuerzos, despus de hacer todo lo que podamos, siempre, todos, nunca; y otros ms. Debemos
tener presente que cuando estos trminos se aplican a los seres mortales, son tan slo
aspiraciones en otras palabras, definen nuestros deseos y establecen nuestras metas y que en cada
caso, las circunstancias de la persona determinan el significado de "todo", "lo mejor", o de "lo
mayor", y que "nunca", "todos" o "siempre" son objetivos que podemos alcanzar con la ayuda de
Cristo y por medio de Su expiacin.

"DESPUS DE HACER CUANTO PODAMOS".

En mi opinin, parte de la culpa de que apliquemos mal ciertos superlativos del evangelio y
otros razonamientos obsesivos similares, proviene de la mala interpretacin de lo que leemos en 2
Nefi 25:23: "Porque nosotros trabajamos diligentemente para escribir, a fin de persuadir a
nuestros hijos, as como a nuestros hermanos, a creer en Cristo y a reconciliarse con Dios; pues
sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos, despus de hacer cuanto podamos" (cursiva
agregada).
Al leer este versculo, es posible que, en principio, lleguemos a creer que se nos ofrece la
gracia slo despus de que, cronolgicamente, hayamos hecho cuanto pudimos, pero eso es
comprobadamente errneo, pues ya habremos recibido muchas manifestaciones de la gracia de
Dios antes de llegar a este punto. Es por Su gracia que tenemos vida y aliento; es por Su gracia
que somos hijos espirituales de padres celestiales y que disfrutamos posibilidades divinas. Es por
Su gracia que se prepar un plan y se design a un Salvador para la humanidad cuando Adn y
Eva cayeron. Por Su gracia llegan a nosotros las buenas nuevas del evangelio para presentarnos

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nuestras opciones eternas. Por Su gracia tenemos el albedro de aceptar el evangelio cuando se
nos ofrece. Por la gracia que viene por medio de la fe en Cristo es que empezamos el proceso del
arrepentimiento; y por la gracia es que somos justificados y se nos hace parte del reino de Dios,
aun cuando no hayamos completado todava ese proceso. La gracia de Dios ha formado parte de
nuestro progreso espiritual desde el principio y seguir formando parte del mismo hasta el fin.
Por consiguiente, desestimamos la gracia de Dios cuando la percibimos como un simple toque
final agregado a ltimo momento a lo que ya hemos logrado sin la ayuda de Dios. En cambio, la
verdad est precisamente en lo opuesto: nuestros propios esfuerzos son un toque final agregado a
todo lo que Dios ya ha hecho por nosotros.
De hecho, interpreto el adverbio "despus" en el pasaje de 2 Nefi 25:23 como una indicacin
de separacin ms bien que de tiempo. Denota una separacin lgica en vez de una secuencia
temporal. Somos salvos por la gracia "aparte de todo cuanto podamos hacer", o "por encima de
todo cuanto podamos hacer", o aun "sin importar todo lo que podamos hacer". Otra manera
aceptable de parafrasear el sentido del versculo podra ser: "Somos salvos por medio de la gracia
an despus de echar todas las cartas."
Adems, aun la frase "todo cuanto podamos hacer" est supeditada a una siniestra
interpretacin equivalente a despus de toda buena accin que hayamos podido hacer jams. Eso
es una necedad. Si la gracia tuviera efecto slo en esos casos, nadie podra jams salvarse, ni
siquiera los mejores de entre nosotros. Es precisamente debido a que no siempre hacemos todo
cuanto podemos que necesitamos un salvador, as que, obviamente, no podemos crear una
condicin para recibir gracia y ser salvos slo en base a haber hecho todo cuanto pudiramos
haber hecho. Considero que el nfasis en el pasaje de 2 Nefi 25:23 tuvo como intencin caer en la
palabra podamos ("despus de hacer cuanto [nosotros] podamos", en vez de "despus de hacer
cuanto [l] pueda. Lo que es ms, "despus de hacer cuanto podamos", en este caso,
probablemente debera entenderse como "todo cuanto podamos hacer" o aun "lo que sea que
podamos hacer".
De ese modo, el sentido correcto de 2 Nefi 25:23 sera que tarde o temprano, somos salvos por
medio de la gracia por encima de lo que hayamos sido capaces de hacer. La gracia no es un mero
toque decorativo o un complemento de nuestros esfuerzos, sino que es la participacin de Dios en
el proceso de nuestra salvacin, desde el comienzo hasta el final. Aun cuando debo participar
ntimamente en el proceso de mi salvacin, a la larga, el xito de esa empresa depende de la
gracia de Cristo.

PERO, CUNDO HABR HECHO LO SUFICIENTE?.

Tengo un amigo que siempre pregunta: "Pero, cundo habr hecho lo suficiente? Cmo s
si lo he logrado?" Esta persona da una mala interpretacin a la doctrina de la gracia al formular la
pregunta equivocada. La pregunta debida sera "Cundo resulta mi ofrenda aceptable al Seor?
Cundo son mis esfuerzos aceptables por el momento?" La respuesta ala primera pregunta:
cundo habr hecho lo suficiente? ", es nunca en esta vida. Puesto que la meta es la perfeccin,
el Seor nunca podr aprobar incondicionalmente un proceder imperfecto. No importa cunto
hagamos en esta vida mortal, no importa cun bien procedamos, la exigencia de ser mejores, la
presin de progresar, siempre estarn presentes. Todava no hemos llegado.
En esta vida somos todos siervos intiles, o para usar un trmino ms de esta poca, somos
todos malas inversiones (ver, por ejemplo, Lucas 17:10; Mosah 2:21 ). Desde el punto de vista
del Salvador, cuesta ms salvar y mantener aun a los ms justos de entre nosotros, que lo que
podemos producir a cambio de ello. Entonces, si lo que esperamos es que el Seor diga: "Muy

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bien, has hecho lo suficiente. Has cumplido con tu obligacin. No tienes ms de qu


preocuparte", nos vamos a llevar una gran desilusin. Debemos aceptar el hecho de que en esta
vida, por ms encomiables que sean nuestros esfuerzos, jams llegaremos a estar a mano con el
Seor. Somos todos siervos intiles a quien el Salvador carga sobre Sus espaldas por Su buena
voluntad por medio de Su gracia.
No obstante, el Seor nos dice: "Dadas vuestras actuales circunstancias y vuestro actual nivel
de madurez, estis haciendo un esfuerzo bastante bueno. Claro que no es perfecto, pero por el
momento es aceptable. Estoy complacido con lo que habis hecho." Si bien todava no somos
siervos tiles en el sentido eterno, por lo pronto podemos ser siervos buenos y fieles en un sentido
limitado. As que, si hacemos lo que razonablemente se puede esperar de un discpulo leal en
nuestras presentes circunstancias, entonces podremos tener fe de que nuestra ofrenda ser
aceptada por medio de la gracia de Dios. Por supuesto que somos intiles -sin excepcin; sin
embargo, al amparo del convenio, nuestros sinceros esfuerzos son aceptables por el momento.
De hecho, hay una manera de determinar si nuestros esfuerzos son aceptables y si el convenio
que hacemos es reconocido y vlido ante Dios. Si recibimos los dones del Espritu o la influencia
del Espritu Santo, sabremos que estamos dentro de la relacin del convenio, pues a nadie ms se
le dan los dones y la compaa del Espritu Santo. sta es una de las razones por las cuales se
otorga el don del Espritu Santo como una muestra y seguridad del estado de nuestro convenio y
como una entrega inicial que se nos hace de las bendiciones y la gloria que nos aguardan si
somos fieles. Pablo se refiere al Espritu Santo como "las arras de nuestra herencia" (Efesios
1:14), una referencia a las arras (dinero que se entrega como prenda o sea de un contrato), las
cuales, aun cuando slo son una muestra, da legitimidad al trato al pasar de una mano a otra. De
ese modo, "las arras del Espritu en nuestros corazones" (2 Corintios 1:22; 5:5), nos aseguran la
validez y la legitimidad de nuestro trato, de nuestro convenio, con Dios.
Siente usted la influencia del Espritu Santo en su vida? Disfruta de los dones del Espritu?
En tal caso, sabr si Dios acepta su fe, su arrepentimiento y su bautismo, y si est de acuerdo con
que usted "siempre (pueda) tener su Espritu consigo" (D&C 20:77). Esta es, tal vez, una de las
razones por las cuales llamamos al Espritu Santo el Consolador, porque si recibimos ese don,
sabremos que nuestros esfuerzos son aceptables - por ahora -y que somos justificados ante Dios
por medio de nuestra fe en Cristo. Y por cierto que eso es consuelo.

A L DAMOS TODO.

Entonces, quiere eso decir que le damos todo? Algunas personas sencillamente tienen ms
habilidad, ms talento, que otras. A pesar de ello, de acuerdo con la parbola, no se espera que
quienes tienen slo un talento o slo tres talentos, ganen cinco. Solamente se espera que aquel
que tiene cinco talentos gane cinco.
Quisiera explicar esto con un ejemplo. Hace muchos aos, conoc a una dama que, por lo
menos a primera impresin, era una de las personas ms rsticas con las que jams haba tenido
contacto. De nia haba sido maltratada, lo cual la llev a escaparse de su hogar y vivir en las
calles por aos. Cuando era una adolescente, se haba unido a una pandilla de motociclistas con
los que viaj de un lado a otro. A1 llegar a su madurez, su belleza se le haba marchitado y
pasaba la mayor parte del tiempo en una taberna, y fue precisamente all donde un da la
conocieron los misioneros, quienes haban entrado a conseguir cambio para hacer una llamada
telefnica en la calle. Cuando la mujer se bautiz, muchos miembros teman que su conversin
no habra de durar, y por cierto que haba buenas razones para suponerlo.
Por bastante tiempo despus de su bautismo, esta hermana usaba un lenguaje vulgar, aun en la

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Iglesia, y no llegaba a cumplir completamente la Palabra de Sabidura. En una ocasin, durante


su primer ao como miembro de la Iglesia, perdi los estribos durante una reunin de la Sociedad
de Socorro y golpe a una de las hermanas. Su ex marido es un alcohlico y todos sus hijos han
estado presos alguna que otra vez.
La pregunta es si una persona como ella puede tan siquiera considerar la posibilidad de ser
salva. Qu tipo de esperanza puede tener una persona as, con tantas faltas y debilidades? Con
sus antecedentes y problemas, para qu molestarse en ir a la Iglesia?
"Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve sern emblanquecidos; si fueren
rojos como el carmes, vendrn a ser como blanca lana" (Isaas 1:18). Dios no miente. Quien
quiera venir, que venga. Todos son invitados; nadie est excluido. Aun cuando esa hermana tena
un trecho ms largo para recorrer que otras personas, se le ofreca el mismo convenio: "Haz
cuanto ms puedas. Mientras aprendes a hacerlo, yo me encargar del resto." Y ella era tan fiel
como poda serlo, dadas las circunstancias. Nunca dijo: "No, no lo har", o "Djeme en paz", o
"Por qu me viene con eso? Dgaselo a l; fue l quien empez." En cambio, lo que deca era:
"Lo s; lo siento. Tratar de mejorar." Y realmente trataba. A menudo no progresaba nada, pero,
poco a poco, con el paso de los aos, progres mucho. Para empezar, dej de tomar caf, t y
alcohol. Despus abandon sus vulgaridades; ms tarde dej de fumar y empez a controlar su
temperamento. Finalmente, despus de haber estado en la Iglesia por muchos aos, estuvo lista
para entrar en el templo. Puede una persona as realmente soar con heredar el reino de Dios? Por
supuesto que s.
Pero ahora viene la pregunta ms difcil. En qu momento se transform esta hermana en
candidata para el reino? Fue cuando finalmente dej de fumar, o cuando abandon sus
vulgaridades y empez a controlar su temperamento? Fue acaso cuando se hizo digna de recibir
una recomendacin para el templo? No. No fue en ninguno de tales momentos, aunque cada uno
de ellos represent un paso importante en su progreso. Fue justificada por medio de su fe en
Jesucristo el da que se arrepinti de sus pecados, fue bautizada y recibi el don del Espritu
Santo, pues entr en ese convenio de buena fe y con toda sinceridad. Crey en Cristo y le crey a
Cristo. Tal cual lo hizo la viuda pobre, dio todo cuanto tena sin quedarse con nada. Tal vez no
era mucho, pero representaba todo.
Particip de la santa cena todas las semanas, habindose arrepentido de sus errores y tras
resolver eliminarlos de su vida. Hubo cosas de las que le llev aos alejarse. De otras, tal vez no
se haya alejado an, pero sigue intentando, y no se dar por vencida. Y mientras contine
perseverando hasta el fin en el evangelio, esforzndose por llegar al reino, su recompensa es
segura. Dios conoce nuestras circunstancias y nos juzga conforme a ellas. El sabe quin est en
un pozo y quin est de pie sobre una silla, y El no juzga la altura sino que juzga el progreso.
Todos operamos a niveles de rendimiento distintos dentro del convenio. Los porcentajes
varan tanto de una persona a otra como dentro de la misma persona, en un cierto perodo de
tiempo. En mi caso, mis esfuerzos puede que me lleven hasta el veinte por ciento del camino a la
perfeccin. El Salvador cubre el ochenta por ciento restante. En su caso, es posible que sus
esfuerzos le lleven hasta el cincuenta por ciento -o aun el dos por ciento - del camino, y el
Salvador tambin cubre la diferencia. Pero en todos los casos, la suma de los dos esfuerzos es la
misma - los mejores esfuerzos de toda persona, ya sea que sumen mucho o poco, ms la
expiacin de Cristo suman el cien por ciento de lo que se necesita para entrar en el reino de Dios.

LA FALSA PERFECCIN.

Qu significa, entonces, ser perfecto? Y, por qu se nos manda en las Escrituras ser

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perfectos? (ver Mateo 5:48; 3 Nefi 12:48). A decir verdad, detesto la palabra perfecto pues a
menudo se le usa mal. Frecuentemente me siento molesto cuando la oigo en discursos o en
lecciones, porque en la generalidad de los casos se da su sentido filosfico de "inmejorable", y casi
nunca es se su significado en las Escrituras. Los Santos de los ltimos Das creen en el progreso
eterno. Nadie puede jams ser "inmejorable". Ms bien, el ser perfecto en esta vida es entrar en el
convenio del evangelio y recibir perfeccin en Cristo.
Hasta aqu, en este libro, he usado la palabra perfecto como sinnimo de sin error, falta o
mancha, pero aun as tiene un significado diferente del que se le da en las Escrituras. En el Nuevo
Testamento, la palabra griega para "perfecto" es teleios, y quiere decir maduro, listo, completo,
etc. Es posible que a una manzana en el rbol se le considere teleios cuando est madura o lista
para que se le arranque, pero eso no quiere decir que se trata de una manzana inmejorable. Y es
posible que todava tenga un gusano en ella.
Aqu tenemos otro de los grandes secretos: El ser perfectos equivale a estar haciendo cuanto
uno ms pueda bajo las circunstancias en que se encuentre. Como lo explic una vez Brigham
Young:
Todos ocupamos lugares diferentes en el mundo y en el reino de Dios. Quienes hacen el bien
y procuran la gloria del Padre que est en los cielos, por mayor o menor que sea su conocimiento,
o por ms o por menos que puedan hacer, si hacen cuanto ms estn en condiciones de hacer, son
perfectos . . . . "Sed cuanto ms perfectos podis", pues eso es todo lo que podis hacer, aun
cuando est escrito: "Sed vosotros perfectos como vuestro Padre que est en los cielos es
perfecto." El ser tan perfectos como estemos en condiciones de ser, de acuerdo con nuestro
conocimiento, es ser tan perfectos como lo es nuestro Padre que est en los cielos. El no puede
ser ms perfecto de lo que Sus conocimientos le permitan ser, y tampoco podemos serlo nosotros.
Cuando procedemos de la mejor manera que sabemos hacerlo en la esfera y el lugar que
ocupamos aqu, somos justificados.
Brigham Young puede decir que el hacer las cosas de la mejor manera que sepamos hacerlas
equivale a ser perfectos, pues de esa manera estaremos cumpliendo nuestra parte del convenio, y
al hacerlo, Jesucristo cumple con Su parte del convenio y nos hace perfectos por medio de Su
mrito y misericordia. La perfeccin que recibimos de esta manera, es una perfeccin en Cristo.
sta es tambin la perfeccin que nos permite entrar en el reino celestial. La otra perfeccin, la
que indica que nunca cometemos ningn error, viene despus -mucho despus.
Se dice que en una ocasin alguien desafi la obra de la Madre Teresa, la mujer santa que
ministra entre los ms pobres y desamparados seres humanos en Calcuta, India, basndose en que
nunca podra tener xito en la empresa que se haba trazado. No importaba cun arduamente
trabajara, insisti su antagonista, al da siguiente habra ms desamparados y enfermos de los que
haba ese da, y sus esfuerzos no estableceran la ms mnima diferencia en el problema. Puesto
que no poda siquiera soar con el xito, por qu malgastaba sus esfuerzos en una causa
perdida? La respuesta de la Madre Teresa fue memorable: "Dios no' me exige que tenga xito",
contest, "sino que haga todo lo que pueda". Y sa es la verdad del evangelio.

ENTONCES, POR QU SE NOS EXIGE MS?.

Lamentablemente, con frecuencia a las personas en la Iglesia se les pide que hagan ms de lo
que en realidad pueden hacer. Recuerdo un domingo en la reunin del sacerdocio en Durham,
Carolina del Norte, cuando a los lderes se les pidi que donaran slo un sbado ese mes a cada
uno de seis dignos y distintos proyectos. E1 mes en que se hizo el pedido contaba con slo cuatro
sbados, as que el cumplir con las seis asignaciones no le resultara fsicamente posible a nadie,

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pero cuando esto se trajo a colacin, ninguna de las obligaciones fue eliminada, sino que se
permiti que cada persona hiciera "cuanto ms le fuera posible".
Hace varios aos, al leer a una clase del Nuevo Testamento el pasaje de Mateo 11:28-30, que
dice que el yugo de Jess es fcil y Su carga ligera, desde el fondo del saln una alumna
interrumpi con una exclamacin. Cuando le ped que explicara su reaccin, dijo: "Que Su yugo
es fcil y Su carga ligera? Cualquier persona en esta iglesia que lo crea, o es un reciente converso
o no le funciona el cerebro."
Se trataba de una hermana divorciada con varios hijos a su cuidado, y que estaba estudiando
una carrera para proveer mejor para s misma y su familia. Entonces continu diciendo: "Yo sola
tratar de hacer todo cuanto la Iglesia quera que hiciera, pero finalmente me di por vencida.
Siempre queran ms de lo que tena para dar. No tengo la culpa de estar en la ruina, o de tener
que criar solo a mis hijos, trabajando en dos lugares y tratando de estudiar. No puedo hacer lo que
otros miembros de la iglesia pueden hacer, pero de todos modos siempre exigen ms de m -ms
tiempo, ms talento, ms dinero, ms compromisos -y ya no me queda ms para dar. Las
demandas de la Iglesia superan mi abastecimiento."
Por qu es que a veces la Iglesia parece exigir de nosotros ms de lo que somos capaces de
dar? Por qu existen siempre tantas presiones de que seamos, hagamos y demos ms? Muy bien,
ante todo debemos tener presente que el ser perfectos es la meta, una meta real, y debemos
trabajar en pos de ella con nuestros mejores esfuerzos. Simplemente debemos recordar al mismo
tiempo que nuestra salvacin no est en juego.
Por ejemplo, cuando yo cursaba la secundaria, sola ir a levantar pesas. En aquella poca,
siempre haba a mi lado un observador listo para sostener la barra si me fallaban las fuerzas.
Pero, invariablemente, haba un cierto rito o proceso, conocido por todos aquellos que hayan
levantado pesas, que funcionaba ms o menos de esta manera. Despus de efectuar todas las
repeticiones que poda con las pesas, casi al borde de desfallecer, le deca al observador:
"Agrrala!", a lo cual siempre me responda: "No, trata una ms!" Por lo general, llegando hasta
el fondo mismo de mi ltima gota de fuerza, lograba levantarla una vez ms, tras lo cual le deca:
"Ahora s, sostnla!" y una vez ms el observador me contestaba: "No, trata una ms." Debo
aclarar que no importaba cuntas veces hiciera "una ms", sacando fuerzas de no s dnde, el
observador segua dicindome: "Slo una ms!" Y el proceso continuaba hasta que los msculos
claudicaban, y entonces el observador sostena la barra.
Cuando llegaba a tal fin, no era tan ingenuo como para decir: "Me siento humillado,
avergonzado y ofendido. Queras que tratara una vez ms y no pude hacerlo. Pides demasiado de
m; siempre me pides ms de lo que soy capaz de dar. No puedo satisfacer tus exigencias. Me voy
para mi casa y jams volver a levantar pesas." No me senta de ese modo porque en un
gimnasio, tanto los observadores como los levantadores, entienden que la verdadera fuerza se
logra en la ltima repeticin, en esa delgada lnea que separa lo que uno puede lograr de lo que
no puede lograr. A1 coaccionarme a que me esforzara hasta el lmite de mi capacidad fsica, el
observador me ayudaba a desarrollar la fuerza que estaba procurando obtener. Nunca sera motiv
de vergenza el que no pudiera levantar las pesas esa ltima vez, y nadie realmente esperaba que
lo hiciera, pero s lograba la satisfaccin de saber que me haba esforzado hasta el lmite de mis
fuerzas y de que eso me estaba fortaleciendo.
Considero que el mismo principio se puede aplicar a las supuestas pesadas exigencias de la
Iglesia. Una de las misiones de la Iglesia es perfeccionar a los Santos. Puesto que alcanzamos
nuestro mayor progreso al trabajar al borde de nuestros lmites, no importa cunto hagamos ni
cuan bien lo hagamos, el Seor -al igual que el observador en el gimnasio -siempre nos pedir
ms, siempre buscar el progreso, siempre nos impulsar hacia la perfeccin. Ya que nuestra

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meta suprema es la perfeccin, las demandas del Observador pueden llegar a ser infinitas y
excedern la capacidad de cualquier persona. Lo que debemos tener presente es que nuestra
salvacin no est en juego, puesto que ese asunto est resuelto siempre que cumplamos con
nuestros convenios. No nos debera avergonzar el llegar a nuestro lmite, ni tendramos que
ofendernos si no podemos hacer todo lo que se pide de nosotros. Por el contrario, debemos sentir
satisfaccin al rendir hasta el lmite de nuestra capacidad (porque es all donde se logra la mayor
fuerza) y dejar que Dios se encargue del resto. Cuando nos sintamos presionados por las
exigencias de la perfeccin, debemos recordarnos a nosotros mismos que nuestros mejores
esfuerzos sern aceptables como pago completo -al menos por el momento.
Que el yugo del Salvador sea "fcil" no quiere decir que se nos vaya a eximir de las tareas
difciles de la vida o que seamos inmunes a sus duras realidades. (Pregntele a Job o a los
pioneros mormones en cuanto a eso.) Ms bien, Su yugo es fcil, (a) porque hace posible lo que
antes era imposible, y (b) porque l nos ofrece bendiciones compensatorias y Su gracia para
ayudarnos en los momentos difciles. El yugo de la ley de Moiss ni siquiera se poda levantar,
pero el yugo de Cristo se puede levantar y hasta cargar porque su peso se adapta individualmente
a nuestra capacidad y fuerza. En este sentido, "fcil" no quiere decir "que no requiere esfuerzo
alguno", sino que significa "que est completamente dentro de nuestras posibilidades". Lo que es
ms, todos los que estn dispuestos a tomar sobre s Su yugo en humilde obediencia y a
consagrarle sus esfuerzos, en poco tiempo aprendern que una mano invisible hace ms ligera la
carga en los tramos ms duros y deja bendiciones totalmente desproporcionadas con los esfuerzos
requeridos.

LA PERFECCIN INDIVIDUAL.

Pero, ser alguna vez perfecto al grado de no tener errores, faltas ni manchas? O sea, den
forma individual y por separado de mi convenio de perfeccin en Cristo? Creo que la respuesta es
afirmativa. Por ejemplo, imagino una escena dentro de aproximadamente un milln de aos,
despus de haber estado en el reino celestial por mucho, mucho tiempo. Me acercar al Salvador
y le dir algo as: "Pues bien, por fin lo logr. He vencido el deseo de comer fruta fuera de
estacin (o algo por el estilo). Ahora qu?" Y l me observar y me dir: "Eso es todo
Felicitaciones! sa era la ltima exigencia. Al fin has aprendido a cumplir continuamente con
todos los mandamientos!" Y supongo que invitaremos a todos los vecinos y tendremos una fiesta
en honor de Steve pues finalmente lo logr.
Pero eso acontecer dentro de un milln de aos, y mucho despus de la resurreccin de los
justos. Mientras tanto, mi nica esperanza es que Cristo me lleve sobre Sus hombros. Entre ahora
y entonces, mi nica esperanza de perfeccin es la perfeccin en Cristo que l comparte con los
que estn en el convenio del evangelio, porque es nicamente esa perfeccin en Cristo lo que me
permitir entrar en el reino celestial en el da del juicio.

EL CONSUELO DE SABER.

Hace muchos aos, mi esposa y yo tenamos una amiga que no entenda cmo funcionaba la
gracia y que con frecuencia deca algo as: "Bueno, pienso que ya ando por la mitad de mi vida, y
estoy a mitad de camino hacia el reino celestial, as que estoy dentro de lo programado." Un da
le pregunt: "Judy, qu sucedera si murieras maana, a dnde iras a parar en la eternidad?"
Aparentemente nunca se le haba ocurrido pensar en eso. Medit por un momento y me dijo:
"Veamos, a mitad de camino hacia el reino celestial equivale a . . . . ms o menos la gloria

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terrestre. No es suficiente, verdad,


No, no es suficiente. Tampoco constituye eso el evangelio. Es importante que sepamos que,
en esta relacin de convenio que tenemos con el Salvador, si muriramos maana, tendremos an
la esperanza de alcanzar el reino celestial. Y esa esperanza es una de las bendiciones que promete
la relacin del convenio: "Hagamos con buen nimo cuanta cosa est a nuestro alcance; y
entonces podremos permanecer tranquilos, con la ms completa seguridad, para ver la salvacin
de Dios y que se revele su brazo" (D&C 123:17; cursiva agregada. Ver tambin D&C 106:8;
Efesios 3:12). Cuando hayamos hecho todo lo que est a nuestro alcance, podremos tener y
deberamos tener "la ms completa seguridad" de la salvacin de Dios. Parte del consuelo que
brinda el Espritu Santo es saber que aun cuando sea imperfecto, si muero en el convenio,
heredar el reino de Dios. De hecho, puesto que todos moriremos mientras seamos imperfectos,
no podra ser de ninguna otra manera.
Entre todas las buenas nuevas, una de las mejores es que Cristo nos promete que nuestras
faltas no se nos tendrn en cuenta si, por lo menos, mantenemos la relacin del convenio a lo
largo de la vida. Ese Ser que no puede mentir nos promete que recibiremos el reino de Dios:
"Cualquiera que se arrepienta y se bautice en mi nombre, ser lleno; y si persevera hasta el fin, he
aqu, yo lo tendr por inocente ante mi Padre el da en que me presente para juzgar al mundo" (3
Nefi 27:16). Nefi confirma esto tambin, pues oy la voz del Padre decir: "S, las palabras de mi
Amado son verdaderas y fieles. Aquel que persevere hasta el fin, ste ser salvo" (2 Nefi 31:15).
Pueden el Padre y el Hijo mentir? Por cierto que no. Entonces, si tenemos fe en Cristo y nos
arrepentimos de nuestros pecados, si somos bautizados y recibimos el don del Espritu Santo, si
permanecemos dispuestos y guardamos nuestros convenios, cmo podemos acaso dudar que,
mediante la expiacin de Cristo, heredaremos el reino de Dios? Con promesas como stas, quin
se atreve a dudar su veracidad?
Cuando el profeta Ens oy la voz de Cristo decirle: "Tus pecados te son perdonados, y sers
bendecido", l respondi: "Yo, Ens, saba que Dios no poda mentir; por tanto, mi culpa fue
expurgada" /Ens 1:5-6). A menudo, aquellos que batallan con las cosas espirituales desean
"sentir" los resultados antes de creer que algo haya sucedido. Esto es al revs. Quieren sentir una
confirmacin, las bendiciones de creer, antes de creer. Advirtase que Ens no "sinti"
subjetivamente que su culpa le era expurgada y despus crey. Precisamente lo opuesto. l supo
que su culpa le haba sido expurgada porque Cristo se lo dijo, y l le crey a Cristo.
Lo que es ms, "perseverar hasta el fin" no quiere decir "perseverar en perfeccin". Ms bien,
quiere decir perseverar en el convenio de la fe y del arrepentimiento. As vemos que la fe en
Cristo, el arrepentimiento y la purificacin de la Expiacin no pueden suceder slo una vez en la
vida. Aun cuando es posible que empiecen en una ocasin particular, la fe, el arrepentimiento y el
perdn forman parte de un proceso continuo de rechazar nuestras faltas, reafirmar nuestros
deseos y nuestras metas, y realinear nuestra vida con Cristo en todo momento y en todo aspecto
en que nos encontremos fuera de trayectoria.

CONFA EN M.

Cuando nuestras hijas gemelas eran pequeas, mi esposa y yo llevamos a la familia a una
piscina pblica como actividad de una noche de hogar. Nuestra intencin era ensearles a
nuestras hijas a nadar. Despus de entrar en el lugar, tom a Rebekah de la mano y empezamos a
caminar por el borde de la piscina hacia la parte donde el agua era menos profunda. Mientras
entrbamos al agua, yo pens: "Vaya, qu buen padre que soy. Esta es una gran actividad de
noche de hogar." Pero a medida que mi hija empez a sentir el agua, lo que ella pensaba era: "Mi

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padre me va a hundir. Voy a morirme." El agua tena la escasa profundidad de un metro, pero eso
era precisamente lo que meda Rebekah. Estaba tan aterrorizada de lo que ella vea como aguas
muy profundas, que empez a patalear, a araarme y a gritar. En medio de su pnico, no haba
nada que se le pudiera ensear.
Finalmente, tuve que envolverla en mis brazos, sostenerla y decirle: "Becky, clmate! Soy tu
pap y te quiero mucho. No voy a dejar que nada te suceda. Ests totalmente a salvo. Qudate
tranquila y confa en m!" Entonces, la pobrecita se tranquiliz y confi en m. Y fue slo as que
pude poner las manos en su espalda y sostenerla en forma horizontal sobre el agua. Entonces le
dije: "Muy bien, mueve las piernas. Eso es. Ahora con ms fuerza." Y as fue que empez a
aprender a nadar.
Esto es muy parecido a lo que nos sucede a muchos con nuestra vida espiritual. Algunos nos
sentimos tan aterrorizados con nuestros pecados que no logramos aprender a superarlos. Hay
veces que estamos tan preocupados en cuanto a si vamos a vivir o a morir, o si vamos a poder
entrar en el reino o no, que no podemos lograr ningn progreso espiritual. Nuestra falta de fe en
Cristo hace que nos preocupemos en cuanto a nuestro estado espiritual y nos hace dudar de las
promesas de Dios. Conozco a algunas personas que a diario agonizan preguntndose: "Fui lo
suficientemente bueno hoy? Fueron mis buenas acciones ms notorias que mis pecados? Pas
la prueba? Estoy en el reino o no?" Como con la experiencia de mi hijita en la piscina, el miedo
se les interpone en el camino del aprendizaje y del progreso. El pnico espiritual los inmoviliza.
En momentos como sos, cuando el creciente pnico empieza a paralizarnos, debemos creerle
a Cristo. Debemos or Su voz llamndonos por nuestro nombre y decirnos: "Tranquilzate! Soy
tu Padre y te amo. No dejar que nada te suceda. Estoy sostenindote! Ests totalmente a salvo.
Ahora tranquilzate y confa en m, y yo te ensear lo que debes hacer." Entonces l nos
sostendr en Sus brazos y nos dir: "Muy bien, ahora paga tu diezmo. Eso es. Ahora paga un
diezmo ntegro." Y de ese modo empezamos a aprender en cuanto a la perfeccin. "Y as la
misericordia satisface las exigencias de la justicia, y cie a los hombres con brazos de seguridad"
(Alma 34:16/. "Con brazos de seguridad" -mi frase predilecta del Libro de Mormn. En el
convenio del evangelio, estamos ceidos con brazos de seguridad -Sus brazos. "Lo ests haciendo
bien. Lo vas a lograr. Confa en m."
Y sas son buenas nuevas.

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CAPTULO SEIS.

"SEOR, COMO SE LLEVA ESTO A EFECTO?".

Hasta ahora, hemos analizado la Expiacin desde el punto de vista de aquellos que se
benefician de ella. Hemos examinado en forma prctica lo que la Expiacin significa para
nosotros y cmo puede por ella cambiar nuestra vida. Ahora debemos considerar la Expiacin
desde el punto de vista de ese Ser que expa, desde la perspectiva del Salvador, en vez de la de
aquel que es salvo. Cmo es que Cristo puede extenderme mrito y misericordia tan
increblemente enormes? Qu le da el poder para salvar? Quin fue l exactamente, qu hizo
por m, por qu lo hizo y qu fue lo que le cost?.

LA DIVINIDAD DE CRISTO.

Ante todo, Jess fue Dios, no slo el Hijo de Dios o nuestro Hermano Mayor, sino Dios en Su
ms pleno derecho. Antes de tomar un cuerpo fsico, era conocido y adorado como Jehov; el
Seor Dios Todopoderoso; el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; el Dios de Israel. E1
Apstol Pablo explica que Jesucristo es el Creador de todas las cosas y que l es el poder que
mantiene el orden de todas las cosas en su estado de creacin: "Porque en l fueron creadas todas
las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos,
sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de l y para l"
(Colosenses 1:1G). El Apstol Juan declara prcticamente lo mismo, aunque recalca que
Jesucristo es la fuente de la vida y de la luz: "Todas las cosas por l fueron hechas, y sin l nada
de lo que ha sido hecho, fue hecho. En l estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres" (Juan
1:3-4).
Los profetas del Libro de Mormn tambin testifican de la divinidad de Jesucristo. Por
ejemplo, Nefi declara: "El Dios de nuestros padres, que fueron llevados fuera de Egipto, fuera de
la servidumbre, y a quienes tambin preserv en el desierto, s, el Dios de Abraham, y de Isaac, y
el Dios de Jacob se entrega a s mismo como hombre, segn las palabras del ngel, en manos de
hombres inicuos para ser levantado, segn las palabras de Zenoc, y para ser crucificado, segn las
palabras de Neum, y para ser enterrado en un sepulcro, de acuerdo con las palabras de Zens" (1
Nefi 19:10).
Durante los hechos relacionados con la Expiacin, Dios -en la persona de Dios el Hijo,
Jesucristo -se hizo moralmente responsable de todos los aspectos negativos -el sufrimiento, el
dolor y la muerte -que son una parte necesaria del plan de Dios. Este plan, defendido y auspiciado
por Jess antes de que el mundo fuese, nos pide que vivamos en un mundo imperfecto y cado, a
veces nos pide que suframos; a algunos de nosotros nos requiere sufrimientos espantosos. Es, por
consiguiente, justo que el Dios que administra dicho plan y que nos pide que vivamos en base a
l, estuviera dispuesto a sufrir dentro de sus confines mucho ms que cualquiera de nosotros. Y
eso fue lo que hizo precisamente en Getseman y en el Calvario. Fue ah donde Jesucristo
confirm Su derecho de pedirnos que sufriramos por l al verle dispuesto a sufrir, sangrar y
morir por nosotros. En el Evangelio de Jesucristo no hay "chivos expiatorios". Nadie se llevar la
peor parte de lo que Dios propone, pues aquel que propuso el plan es el que sufre ms dentro de
l. Eso es lo que le da el derecho moral de decir: "Es un buen plan; es lo ms apropiado".
De vez en cuando ha habido crticos que manifestaron que el cristianismo es simplemente otra
religin de sacrificio humano. Es factible que en parte tuvieran razn si Jesucristo no fuera Dios,

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si fuese tan slo otro ser humano. Despus de todo, si la Expiacin no es otra con que una
disposicin de Dios que demanda la sangre de una vctima humana para poder reconciliarse con
nosotros y perdonarnos, qu diferencia hay, en principio en tomar a una pobre virgen y arrojarla
adentro de un volcn para salvar una aldea, o quemar a nios en un altar para ganar el favor de
los dioses? La gran diferencia es que, en estos ltimos casos, el propsito es que sufran seres
humanos para reconciliar a Dios con la humanidad, mientras que en el cristianismo, el mismo
Dios Jesucristo sufre y muere para reconciliar a la humanidad con l y con Su Padre. No
estamos tratando de llegar a Dios y conmoverle con nuestros sacrificios; ms bien, Dios est
tratando de llegar y conmovernos a nosotros con Su sacrificio infinito. El Cordero de Dios que
fue sacrificado en el Calvario era Dios.

LA NATURALEZA HUMANA DE CRISTO.

Pero de acuerdo con las Escrituras, Jess no era solamente un ser divino, sino que estaba
dotado de todas y cada una de las caractersticas humanas: "Y aquel Verbo fue hecho carne, y
habit entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unignito del Padre), lleno de gracia y
de verdad" (Juan 1:14). "Por lo cual deba ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser
misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del
pueblo. Pues en cuanto l mismo padeci siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son
tentados" (Hebreos 2:17-18; cursiva agregada).
Aqu se ensea una doctrina extraordinaria. El mismo Jesucristo que es Dios el Hijo, es
tambin uno de nosotros. Era un ser humano en todo respecto ("en todas las cosas")-al punto de
ser tentado como cualquier otro ser humano. Y debido a que l ha sido personalmente tentado,
Cristo puede entender lo que es la tentacin. Gracias a Su propia experiencia de la condicin
humana, l entiende a qu nos enfrentamos en esta vida, y siente compasin de nosotros y nos
ayuda a vencer la tentacin de la misma manera que l la venci.
Pero, es posible que Jesucristo, el divino Hijo de Dios, en realidad haya sido tentado?
Plantear la pregunta de una manera ms explcita: Tena Jesucristo una naturaleza carnal y
deseos carnales? Sinti alguna vez que Su carne le deca "s!" y l tuviera que decir "no!"?
Sinti alguna vez la seduccin, el atractivo carnal del pecado?
Muchos cristianos quisieran responder: "No, Cristo era demasiado santo para estar sujeto a
tentaciones reales", pero considero que la respuesta correcta, la que encontramos en las
Escrituras, es que s. Jess era un ser humano como todos nosotros. Parte de lo que en el Libro de
Mormn se le llama la gran condescendencia de Dios, fue la disposicin de Cristo de tomar un
cuerpo mortal que le expondra a las tentaciones fsicas (ver 1 Nefi 11:13-32). La santidad y la
perfecta obediencia de Jess fueron el resultado de continuamente hacer caso omiso a las
seducciones de la naturaleza carnal, ms bien que de nunca tener que enfrentarse a ellas. La
rectitud de Jess se basa en que tuvo que enfrentarse a las mismas tentaciones, a los mismos
Deseos carnales, a las mismas distracciones y oposicin de la carne y de la mente a que todos nos
enfrentamos en esta vida, aunque l las rechaz todas instantneamente en todos los casos:
"Sufri tentaciones pero no hizo caso de ellas" (D &C 20:221.
Analicemos esto por un momento. Si Cristo no fuera como nosotros en lo que respecta a estar
sujeto a las tentaciones, si fuera un ser diferente con experiencias distintas, cmo es posible que
nos diera un ejemplo que pudisemos seguir' Cmo podra Su persona o Su conducta
corresponder a los seres humanos? No importa cun paciente sea un ave en mostrarme cmo
volar, o un pez en mostrarme cmo respirar debajo del agua, no tengo alas, ni branquias. Ninguno
de los dos puede ensearme por medio del ejemplo porque no somos el mismo tipo de creacin.

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Del mismo modo, si Jesucristo no fuera genuinamente humano, o si Su rectitud y obediencia se


debieran a un cierto don especial que yo no poseo, entonces no podra ensearme por medio del
ejemplo a ser como l es.
En pocas antiguas, haba una cierta teora hereje que enseaba que Jesucristo no era
realmente humano, que slo aparentaba o pareca ser humano. Influenciados por el modo de
pensar helnico, aquellos que sostenan dicha teora argumentaban que ser humano era
bsicamente incompatible con ser divino. Por hacerse necesario elegir entre la humanidad y la
divinidad de Jess, concluyeron que Jess era divino y no humano; y a pesar del testimonio de las
Escrituras, declararon que Su naturaleza humana era tan slo una ilusin.
Cuando alguien sugiera que la experiencia terrenal de Jess fue de una naturaleza distinta de
la que es comn en el resto de la raza humana, o que Su rectitud y perfeccin se basaban en
factores de los cuales no disponemos los dems, constituye, en cierto grado, una forma moderna
de esa teora que mencion antes. El Jesucristo mortal fue el mejor de entre todos nosotros -pero
era uno de nosotros, y ser tentado es parte de ser humano. Su carne era carne humana, y Su
experiencia fue una experiencia humana. Es por eso que el autor de la epstola a los Hebreos
insiste en que "[Cristo] mismo padeci siendo tentado" (2:18).
Lo que es ms, ser tentado, aun ser tentado sobremanera o por mucho tiempo, no constituye
en s un pecado. Rara vez elegimos aquello que nos va a tentar, o cun fuertes o frecuentes sern
nuestras tentaciones. No obstante, mientras las resistamos, seguiremos siendo inocentes. Es as
que cuando leemos en las Escrituras que "padeci siendo tentado", no debemos tomarlo como un
insulto al Salvador ni como una desviacin de Su perfeccin moral.
No me mal entienda. De ninguna manera estoy sugiriendo que Jess haya tenido
pensamientos malsanos, porque eso sera pecar, y El nunca cometi pecado alguno. No creo que
jams haya "batallado" con las tentaciones. Lo nico que quiero decir es que l era tan vulnerable
como cualquiera de nosotros a los impulsos que llegaban a Su mente de naturaleza mortal, la cual
haba heredado de Su madre mortal. La diferencia est en que l nunca prest atencin a esos
impulsos, y de inmediato los alej de su mente. La habilidad de la carne para incitar y para
seducir era igual para l como lo es para nosotros, pero, a diferencia de los dems, l nunca se
someti a ella. Nunca medit, pens ni contempl las opciones pecaminosas ni siquiera como
posibilidades tericas -sencillamente no les prest atencin.
"No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino
uno que fue tentado en todo segn nuestra semejanza, pero sin pecado" (Hebreos 4:15; cursiva
agregada). Puesto que "fue tentado en todo segn nuestra semejanza", nuestro Salvador entiende
nuestra situacin, conoce, gracias a Su propia experiencia, aquello contra lo cual luchamos y se
apiada y siente compasin por nosotros. Entonces, cuando soy tentado, no tengo que pedir la
ayuda de un ser distante que nunca haya tenido esa clase de experiencia. Puedo llevar mis
problemas a un sumo sacerdote, Jess, que s "se compadece de mis debilidades" -porque ha
pasado por lo que yo estoy pasando. Puedo compartir mis problemas con un Dios lleno de
compasin que sabe, por experiencia propia, a lo que me refiero, y entiende, tambin por
experiencia, por lo que estoy pasando. Es posible que haya ciertos aspectos de Su naturaleza que
el resto de nosotros no comparta plenamente, pero no hay ningn aspecto de nuestra naturaleza
humana que l no comparta. Y sas son buenas nuevas.

EL SUFRIMIENTO VICARIO.

Pero hay muchas personas que se sienten atormentadas por las tres ltimas palabras de
Hebreos 4:15: "pero sin pecado". Despus de todo, los seres humanos no son simplemente

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tentados a pecar -de hecho, pecan. Puesto que ha habido casos en que yo he cedido ante las
tentaciones y Jess nunca lo hizo, puesto que yo soy culpable y 1 nunca lo fue, cmo puede
comprender al pecador'
Cmo puede nuestro Salvador afirmar que es totalmente humano y que comprende a los seres
humanos, si nunca ha tenido pecado ni culpa? Cmo puede un ser perfecto y libre de todo
pecado entender mi agona personal de hombre indigno? Sabe El lo que es para uno mirarse al
espejo y no poder soportar la imagen de su propio rostro? Sabe acaso lo que se siente al
deambular entre los escombros de una vida destruida como resultado de malas decisiones? Los
seres humanos son, indefectiblemente, los incendiarios de su propia felicidad. Qu es lo que el
dulce y puro Jess puede saber en cuanto al aspecto negativo de ser humano?
De acuerdo con las Escrituras, l conoce mucho ms acerca de los aspectos negativos de
cualquiera de nosotros. De hecho, sabe mucho ms sobre el dolor, la angustia, la soledad, la
contradiccin, la vergenza, el rechazo, la traicin, la depresin y la culpa que todos nosotros en
forma combinada. Pues en el Huerto de Getseman y en la colina del Calvario, Jess tom sobre
S los pecados y los padecimientos de todo el mundo. "Ciertamente llev l nuestras
enfermedades, y sufri nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y
abatido. Ms l herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de
nuestra paz fue sobre l, y por su llaga fuimos nosotros curados" (Isaas 53:4-5).
Quisiera referirme a ciertos aspectos del sufrimiento vicario del Salvador, los que a menudo
no se advierten, pero que son importantes para entender nuestra relacin con l. Primero,
Jesucristo no slo tom sobre S el castigo por nuestros pecados, sino que tambin tom la culpa.
El pecado, la experiencia en s con todas sus consecuencias y ramificaciones negativas, y no tan
slo la sancin por el pecado, pas a ser Suyo. Esta es una distincin crucial. En la Expiacin,
Jess no solamente sufre el castigo por nosotros, sino que asume la culpa en nuestro lugar -l
llega a ser culpable por nosotros y sufre nuestra culpa: " . . . por nosotros lo hizo pecado, para que
nosotros fusemos hechos justicia de Dios en l" (2 Corintios 5:21).
En Cristo existe un verdadero traspaso de culpa a inocencia. Por medio de la unidad que
forma nuestra relacin de convenio, mi culpa pasa a ser la culpa de Jess, la cual l experiment
y por la cual l sufri. Al mismo tiempo, Su inocencia y perfeccin pasaron a ser mas, gracias a
lo cual se me considera limpio y digno. En Cristo, nuestros pecados dejan de ser nuestros, y en lo
que respecta a la justicia de Dios, jams los cometimos. Mediante la Expiacin, no slo se nos
perdona, sino que una vez ms se nos tiene por inocentes.
Si Jess hubiera tomado sobre S nicamente el castigo por nuestros pecados aunque no los
pecados mismos, entonces, cuando se pagara el castigo, seramos tan slo "culpables aunque
perdonados", en vez de ser santificados por medio de la Expiacin, de ser perfectos en Cristo, y de
ser inocentes y dignos del reino de Dios y de la presencia del Padre. Parte de las buenas nuevas
de la expiacin de Cristo es que nos deja libres de todo pecado, inocentes, perfectos y celestiales,
lo cual no podra suceder si obstinadamente insistiramos en sufrir por nuestros propios pecados.
En tal caso, aun cuando a la larga podramos pagar esos pecados, stos seguiran siendo nuestros,
como cheques cancelados. Sin la expiacin de Cristo, que quita la culpa y al mismo tiempo paga
su correspondiente sancin, jams podramos obtener la inocencia necesaria para morar en la
presencia de Dios (ver D&C 1:31; 19:4-19).
Al tomar sobre S tanto el castigo como la culpa, Jess aprendi vicariamente, por medio de la
Expiacin, lo que habra sentido al haber cometido los pecados que nunca cometi. Entonces, en
cierto sentido, sera correcto decir que, aunque Jess no cometi ningn pecado, ha sido culpable
de todos ellos y conoce ntima y personalmente el terrible peso de los mismos. Mediante
nosotros, al cargar nuestra culpa, ese Ser sin pecado padeci el horror pleno de la calidad

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pecaminosa humana, no slo los pecados de una vida, sino los de todas -los pecados del mundo.
Es as que por medio de Su expiacin vicaria, Jess conoce ms que nadie el aspecto negativo de
ser humano. Aun en ese sentido se destaca entre todos nosotros.
En un determinado momento de Su agona vicaria, Jess exclam: "Dios mo, Dios mo, por
qu me has desamparado?" /Mateo 27:46). Es acaso posible que cl Padre Celestial le hubiera
desamparado? Podra Dios haberle abandonado en ese momento tan sagrado y crucial? Por
supuesto que s. Porque Cristo haba pasado a ser culpable de los pecados de todo el mundo,
culpable en nuestro lugar. Qu nos sucede a nosotros cuando somos culpables de un pecado? El
Espritu de Dios se aparta de nosotros, los cielos se cierran y se nos deja solos para padecer en
nuestra culpa hasta que nos arrepintamos. En Getseman, el mejor de todos nosotros vicariamente
se transform en el peor de todos y sufri hasta lo ms profundo del infierno. Y tal cual sucede
con alguien que es culpable, el Salvador padeci por primera vez en Su vida la prdida del
Espritu de Dios y de toda comunin con Su Padre.
No haba para El ningn apoyo ni ayuda -ni de parte de Sus amigos, los que durmieron
mientras l agonizaba, ni del Espritu de Dios, el cual se apart de l. Nadie haba estado jams
tan solo como Cristo estuvo en esa ocasin en Getseman. se es precisamente el significado de
la frase de Isaas 63:3: "He pisado yo solo el lagar" (ver tambin D&C 76:107).
En hebreo, la palabra Get (gath) quiere decir "prensar", y Getseman (shemen) significa
"aceite" o "riqueza". Por consiguiente, Getseman quiere decir "prensar el aceite" o "prensar la
riqueza". Esto se refiere a los enormes tanques en donde se pisaban las olivas y las uvas para
exprimir el aceite o el vino, los que normalmente se encontraban en un huerto de olivos como
Getseman. Las olivas y las uvas se ponan adentro de las prensas y se expriman hasta que
empezaba a salir jugo de ellas.
Qu nombre tan apropiado para ese huerto donde Jess tom sobre S el infinito peso de los
pecados y las penas del mundo y fue "prensado" con esa tremenda carga hasta que empez a salir
sangre de sus poros! (ver Lucas 22:44; D&C 19:18/. Del mismo modo que las olivas y las uvas
son exprimidas en el tanque, Jess, la vid verdadera (ver Juan 15:1), fue exprimido en Getseman
hasta que Su riqueza, Su jugo, Su aceite, Su sangre, fueron derramados en favor de la humanidad.
Con razn el vino de la ltima Cena y del sacramento cristiano es un smbolo tan apropiado para
la sangre de Cristo, puesto que se obtienen mediante el mismo proceso.

DEBAJO DE TODO.

Sin embargo, por ms que tratemos de entender la experiencia de Getseman, siempre la


subestimamos. En una ocasin, cuando Jos Smith se quej ante el Seor a causa de sus muchas
pruebas y sufrimientos, el Seor le respondi diciendo: "El Hijo del Hombre ha descendido
debajo de todo ello. Eres t mayor que l?" (D&C 122:8. En otros pasajes de las Escrituras se le
describe a Jess como alguien que descendi debajo de todo: "Ascendi a lo alto, como tambin
descendi debajo de todo, por lo que comprendi todas las cosas y a travs de todas las cosas, la
luz de la verdad" (D&C 88:6; ver tambin Efesios 4:8-10).
En Getseman y en el Calvario, en Su horrible padecimiento y muerte, el Salvador descendi
debajo de todo, as como en Su resurreccin ascendi sobre todas las cosas. Entre esos dos
acontecimientos, Jesucristo tuvo, personal o vicariamente, la totalidad de posibles experiencias y
circunstancias humanas, desde lo peor hasta lo mejor. Ha estado ms abajo que los ms viles de
nosotros y ms arriba que los ms dignos, y es por eso que "comprendi todas las cosas". Tanto
espacialmente, cual la luz de la creacin, como por Su propia experiencia por ser el Expiador,
Cristo colma todas las cosas y est en todas las cosas. l lo ha sufrido todo.

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Entonces, cuando nos sentimos tentados a pensar que nuestros pecados nos han puesto por
encima de la comprensin o del alcance de Dios, estamos sencillamente equivocados y
subestimamos enormemente el alcance de la Expiacin. Por ms profundamente que caigamos,
nuestro Redentor ya ha estado all, y fue a ese lugar con el nico propsito de encontrar a Sus
ovejas perdidas y traerlas de nuevo al redil. En varias ocasiones he odo decir cosas tales como
stas: "Cmo puedo regresar a la Iglesia, u orar, o acercarme a Dios despus de haber hecho lo
que hice? He cado demasiado bajo; estoy fuera de Su alcance. No merezco ser salvo." A todo
esto, el Salvador esencialmente responde: "Conozco la situacin en la que te encuentras; yo he
estado donde t ests -y hasta en lugares peores. S qu es lo que sientes, pues yo lo he sentido.
Recuerdo mi propio dolor cuando pas por eso, y mi corazn sufre por ti. Pero quiero que
vuelvas; te cargar sobre mis hombros, si me lo permites." No importa cun perdidos estemos,
Jesucristo, el camino de regreso, la entrada al hogar, est siempre a nuestro lado.

UNA EXPIACION INFINITA.

El sufrimiento de Jesucristo en Getseman y en la cruz super el sufrimiento combinado de


todos los seres humanos. El padecimiento de Jess no fue slo el dolor y la muerte, ni tampoco
fue solamente la ms dolorosa de todas las experiencias y muertes humanas. El sufrimiento de
Cristo fue acumulativo; de hecho, fue infinito. Cuando Cristo descendi debajo de todo, cruz la
lnea de lo finito, o sea, de lo que se puede medir, y pas a lo infinito. Y del mismo modo que su
padecimiento fue infinito, tambin lo es Su gloria actual, e infinito es Su poder de salvar. "Por
tanto, es preciso que sea una expiacin infinita, pues a menos que fuera una expiacin infinita,
esta corrupcin no podra revestirse de incorrupcin" (2 Nefi 9:7). " . . . por tanto, no hay nada, a
no ser una expiacin infinita, que responda por los pecados del mundo" (Alma 34:12; ver tambin
2 Nefi 25:16; Alma 34:10, 14; DEC 19:10-19).
La naturaleza humana nos sugiere medir la expiacin de Cristo, pero Su experiencia no puede
medirse; va mucho ms all de lo que somos capaces de comprender. Jess no slo carg sobre
Sus hombros los pecados del mundo, sino tambin los padecimientos, los dolores y las
enfermedades del mundo: "l saldr, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases;
y esto para que se cumpla la palabra que dice: Tomar sobre s los dolores y las enfermedades de
su pueblo. Y tomar sobre s la muerte, para soltar las ligaduras de la muerte que sujetan a su
pueblo; y sus enfermedades tomar l sobre s, para que sus entraas sean llenas de misericordia,
segn la carne, a fin de que segn la carne sepa cmo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con
las enfermedades de ellos" (Alma 7:11-21).
Cuntas personas han sufrido inmenso dolor en este mundo solamente hoy? Cuntas
personas, en cuntos hospitales del mundo, en este preciso instante, suplican en medio del llanto
que se les d una inyeccin para calmar el dolor? Y eso slo hoy. Sin embargo, el sufrimiento de
Jesucristo en Getseman y en la cruz superaron el sufrimiento combinado de todos los seres
humanos, desde nuestros primeros padres hasta el ltimo Da, por este mundo y por todos los
dems mundos creados mediante Su poder.
Jesucristo absorbi todos los aspectos negativos de la existencia humana que ocasion la
Cada. En Getseman experiment, en forma vicaria, todas las angustias personales, todos los
sufrimientos fsicos, todos los pesares emocionales y las depresiones de la familia humana. El
conoce la soledad de aquellos que son rechazados o de los que no son bellos o atractivos. l sabe
lo que sienten aquellos a quienes se les elige ltimos al formar equipos. l conoce el desasosiego
de los padres cuyos hijos van por el camino equivocado. l conoce el infierno interior por el que
pasan aquellos a quienes se les maltrata. l conoce todas estas cosas personal e ntimamente, pues

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las vivi en la experiencia de Getseman. Habiendo vivido personalmente una vida perfecta,
escogi experimentar nuestra vida imperfecta. En esa infinita experiencia de Getseman, en el
meridiano de los tiempos, el centro de la eternidad, vivi millones de vidas de pecado, dolor,
inquietud y pena.
Dios no usa una varita mgica para borrar por completo las cosas malas. Los pecados que l
redime, los redime hacindolos Suyos y sufrindolos. Los dolores y las penas que l alivia, las
alivia sufrindolas El mismo. Estas cosas se pueden compartir y absorber, pero no pueden
simplemente eliminarse, sino que se tienen que sufrir. Por lo tanto, estamos endeudados para con
1 no slo por habernos librado espiritualmente del pecado, sino tambin por habernos sanado
fsica, mental y emocionalmente, pues l ha padecido estas enfermedades por nosotros. Todo lo
que la Cada complic, el Salvador con Su expiacin simplifica. Es todo parte de Su sacrificio
infinito -de Su don infinito.
Es por tal razn que, para estar en condiciones de tomar sobre S un peso infinito de agona,
Jess tena que tener un Padre infinito y divino. De Mara hered la capacidad de morir, de Su
Padre hered la capacidad de vivir si as lo decida. Por lo tanto, no se le hubiera podido quitar la
vida sin Su consentimiento -tena poder sobre la muerte (ver Juan 10:17-18). Si uno de nosotros
hubiera ido a Getseman para tomar sobre nuestros hombros esa carga de pecado y de dolor,
habramos sido aplastados como insectos en forma instantnea. Pero puesto que El era el hijo de
Dios y tena poder sobre la muerte, nadie habra podido quitarle la vida hasta que l la entregara
de Su propia voluntad.
En Getseman y en la cruz, El dijo, en esencia: "Yo he de sufrir esta agona; la aguantar,
perseverar en esto por el bien de ellos y me mantendr firme hasta que sean salvos." Como lo
expres el lder Neal A. Maxwell: "El peso acumulado de todos los pecados terrenales, pasados,
presentes y futuros, cay con toda su fuerza sobre aquella alma perfecta, inmaculada y sensible . .
. todas nuestras dolencias y enfermedades tambin formaron parte de la horrible realidad de la
Expiacin . . . Su sufrimiento -que era intensidad multiplicada por infinidad -provoc ms tarde
el clamor de su alma en la cruz, un clamor de desamparo".
Le tent Su agona infinita a entregar Su vida y a poner punto final a Su sufrimiento antes de
pagar totalmente el precio? Fue Su mayor tentacin el abandonar a Sus hermanos y hermanas
ms dbiles y buscar alivio de tan infinito dolor por medio de una muerte prematura? Tal vez.
Todo lo que tena que hacer era entregarse y el dolor habra cesado, pero nosotros estaramos
entonces perdidos. As que, segundo tras segundo, hora tras hora, acept Su agona; no poda
descansar, pero no habra de morir, hasta que no hubiera terminado, hasta que no nos hubiramos
salvado con l. Y as, cuando el Victorioso venga otra vez a la tierra, investido de poder y gloria,
los ngeles declararn Su victoria infinita y eterna: "Consumado es; consumado es! El Cordero
de Dios ha vencido y pisado l sobre el lagar, s, el lagar del furor de la ira del Dios
Omnipotente" (D&C 88:106).
La vctima divina ha respondido a las demandas de justicia en Getseman y en el Calvario, y
lo hizo sola, y lo hizo por usted y por m. Esto le da el derecho de tomar bajo Su ala a todos
cuantos entren en Su convenio y decirles: "He pagado por ste; ste es mo" - "Padre, ve los
padecimientos y la muerte de aquel que no pec, en quien te complaciste; ve la sangre de tu Hijo
que fue derramada, la sangre de aquel que diste para que t mismo fueses glorificado; por tanto,
Padre, perdona a estos mis hermanos que creen en mi nombre, para que vengan a m y tengan vida
eterna" (D&C 45:4-5).
Y sas son las mejores nuevas de todas.

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