14 Stengers
14 Stengers
14 Stengers
Plyade
NMERO 14 | JULIO-DICIEMBRE 2014 | ISSN: 0718-655X
DOSSIER:
Cosmopolticas
Israel Rodrguez-Giralt, Cosmopolticas
David Rojas e Ignacio
Faras
ARTCULOS INVITADOS
ARTCULOS
Martn Tironi, Pablo El prototipo como dispositivo cosmopoltico: Etnografa de prcticas de diseo
Hermansen y Jos Neira en el Zoolgico Nacional de Chile
Jos Manuel de Czar Una cosmopoltica de lo salvaje?: La composicin tcnica del mundo natural
Escalante
Ignacio Faras Planes maestros como cosmogramas: la articulacin de fuerzas ocenicas y
formas urbanas tras el tsunami de 2010 en Chile
Francisco Tirado, Enrique Cosmopoltica y biopoltica en los regmenes de bioseguridad de la Unin Europea
Baleriola, Andrs Gmez,
Tiago M. do A. Giordani y
Pedro Torrejn
Manuel Tironi Hacia una poltica atmosfrica: Qumicos, afectos y cuidado en Puchuncav
RECENSIONES
La propuesta cosmopoltica*1
Isabelle Stengers**2
Universidad Libre de Bruselas (Blgica)
17
La propuesta cosmopoltica
18
Isabelle Stengers
19
La propuesta cosmopoltica
20
Isabelle Stengers
21
La propuesta cosmopoltica
22
Isabelle Stengers
23
La propuesta cosmopoltica
24
Isabelle Stengers
Puede que este ejemplo ayude a percibir la razn por la cual enfatizaba
yo que el idiota no niega los saberes articulados, no los denuncia diciendo
que mienten, ni es la fuente oculta de un saber que los trascendiese. Las
coacciones propuestas son idiotas en el siguiente sentido: no designan
rbitro ninguno capaz de juzgar si son legtimas o no las urgencias que
alegan quienes experimentan, toman en serio, a ttulo hipottico (eso puede
no resultar), el hecho de que el ethos de los experimentadores, que los
adversarios de la experimentacin animal definen como cosa problemtica,
parece tener necesidad de un ambiente aseptizado, y les niegan el derecho
a un ambiente como ese: podramos aceptar escuchar sus argumentos una
vez que estemos seguros de que estn ustedes plenamente expuestos a sus
consecuencias.
El problema no son los saberes articulados, sino la pretensin que
los redobla: los que saben se presentan como pretendiendo saber lo que
saben, como capaces de saber independientemente de su situacin
ecolgica, independientemente de lo que su oikos les impone tomar en
cuenta o por el contrario les permite ignorar. Lo que el idiota murmura no
trasciende los saberes ni tiene por s mismo ninguna significacin. Lo que
puede hacer venir [faire advenir] esta significacin es la manera en que este
murmullo eventualmente [eventuellement] modificar (como acontecimiento
[vnement]) no las razones, sino la manera en que se presentan las razones
de los que discuten.
Me limitar aqu a una mera alusin, pero sera muy interesante
prolongar este ejemplo hacia otros casos en que la anestesia parece ser parte
interesada [partie prenante] de una situacin. Porque estamos saturados de
discursos que nos exigen que aceptemos que los cierres de fbricas y que los
despidos de miles de trabajadores son consecuencia dura aunque inevitable
de la guerra econmica. Si nuestras industrias no pueden hacer los
sacrificios que la competitividad exige entonces las van a vencer, y todos
habremos perdido. Muy bien, pero entonces hay que nombrar y honrar
a los cesantes como vctimas de guerra, ellos cuyo sacrificio nos permite
sobrevivir: ceremonias, medallas, desfiles anuales, placas conmemorativas,
todas las manifestaciones del reconocimiento nacional, en resumen, todas
las manifestaciones de una deuda que ninguna ventaja financiera bastar
para compensar: todo eso se les debe. Pero cuntas repercusiones habra si a
todos los sufrimientos y mutilaciones impuestas por la guerra (econmica)
se las celebrase de esta manera, se las recordara, activamente protegidas
del olvido y de la indiferencia, y no anestesiadas por los temas de la
flexibilidad necesaria, de la abrasadora movilizacin de todos en pos de
una sociedad de conocimiento en que todo el mundo tendr que aceptar
la rpida obsolescencia de lo que sabe, y asumir la responsabilidad de su
auto-reciclaje permanente. El hecho de que estemos metidos en una guerra
sin perspectiva de paz concebible quiz se volvera intolerable. Propuesta
25
La propuesta cosmopoltica
26
Isabelle Stengers
una transformacin del Estado, tiene como inters primario proponer una
forma de enfrentar los fracasos y los remedos del debate pblico, como
tambin la manera en que las buenas intenciones tienen consecuencias
perversas de una manera que se aleja de toda conclusin general, y que
remite a ineludibles generalidades (la ciencia, la experticia, el inters
general, las coacciones administrativas) la responsabilidad del fracaso, del
remedo o de la perversin. Se trata de suscitar un ambiente recalcitrante
ante generalidades fatalistas como esas: no hay lugar para decepcionarse,
como si vivisemos en un mundo en que las buenas intenciones proclamadas
pudieran tenerse por fiables. Pero s hay lugar para aprender a describir
con precisin la manera en que historias que uno habra pensado que eran
prometedoras viran hacia al fracaso, el remedo o la perversin, es decir que
se trata de constituir una experiencia y una memoria activas, compartibles,
creadoras de exigencias polticas. Para esto, evidentemente ser necesario
que los investigadores interesados corran el riesgo de construir sus
saberes de modo tal de volverse ellos mismos polticamente activos,
comprometidos con la experimentacin de lo que puede hacer la diferencia
entre xito y fracaso o remedo. Jams se construir ninguna memoria ni
ninguna experiencia bajo el auspicio de una neutralidad metodolgica.
Lo que no significa abandonar la ciencia. Nunca habra habido ciencia
experimental si los investigadores de laboratorio no se hubiesen interesado
apasionadamente por la diferencia entre lo que funciona [marche], lo que
crea una relacin pertinente, lo que produce un saber que importa, que
puede interesar, y una observacin metodolgicamente impecable pero
incapaz de crear diferencia o consecuencia ninguna.
Pero la apuesta eto-ecolgica asociada a la ecologa poltica supone
igualmente que las prcticas que producen saber no requieren de ningn
rbitro externo que tenga la responsabilidad de hacer prevalecer el inters
general. Sin lo cual la cuestin de la diferencia entre xito y fracaso o remedo
sera vaca, y la cuestin poltica no se planteara. Esta apuesta supone
entonces la posibilidad de un proceso en que la situacin problemtica en
torno a la que se renen los expertos, los que disponen de medios para
objetar y proponer, tenga el poder de obligarlos. Por eso es que desde el
comienzo avanc que nada de lo que proponga tiene el menor sentido si
aquellos a quienes me dirijo no han aprendido a alzarse de hombros ante el
poder de unas teoras que los definen como ejecutantes. Porque el poder de
las teoras consiste en definir toda situacin como mero caso, es decir que
les prohbe a sus representantes estar obligados a pensar, que tal o cual caso
los ponga en riesgo. La apuesta eto-ecolgica implica por lo tanto que el
ethos asociado al investigador que sea incapaz de abandonar la posicin
de portavoz de una teora (o de un mtodo) que se supone que hace de
l un cientfico no es en absoluto un problema grave o irremontable (del
tipo de problema, pues de esto se trata, en que recaeramos al nivel de la
27
La propuesta cosmopoltica
opinin). Es cosa del medio [milieu]. Este ethos, en el medio actual, permite
hacer carrera; pero si el medio cambia, de modo que lo transforme en un
hndicap risible, puede modificarse.
De manera que la ecologa poltica se sita en la perspectiva de lo
que podra llamarse utopa. Pero hay toda especie de utopas. Algunas
permiten ahorrarse [faire lconomie] este mundo en nombre de una promesa
que lo trasciende. Otras, y este es, me parece, el caso, incitan a abordar
[saddresser] este mundo con otras preguntas, a resistir a las consignas que
lo presentan como aproximadamente normal. La utopa, por tanto, no
autoriza a denunciar este mundo en nombre de un ideal, sino que propone
una lectura que indica por dnde podra pasar una transformacin que
no dejase indemne a nadie, es decir que ponga en cuestin todos los solo
bastara que que indican la victoria demasiado simplista de los buenos
contra los malos. Y la propuesta cosmopoltica exagera este tipo de utopa,
encargada de recordarnos que vivimos en un mundo peligroso en que nada
resulta obvio.
Recuerdo que Michel Callon vino a hablar aqu, en Crisy, de los foros
hbridos, esa figura emblemtica de la transformacin de una situacin en
asunto de interes colectivo. Todo lo que dijo caa justo, era muy pertinente,
muy bien pensado, pero eso no impidi el arreglo. Todo el mundo lo saba, lo
reconoca, lo practicaba ya. Un museo se poda presentar como foro hbrido,
una conferencia interdisciplinaria tambin, hasta las comisiones encargadas
del plan quinquenal. Y triunfalmente dijo un economista: Pero esto nosotros
lo conocemos bien: el frum hbrido por excelencia es el mercado! Y no es
acaso el mercado, en efecto, lo que rene a todos los concernidos, a todos los
que tienen un inters por la situacin, a todos cuyos intereses contradictorios
le dan su relieve a la situacin y que, finalmente, y sin arbitraje exterior, hacen
emerger la solucin que los articular a todos?
Yo ya haba tenido esta impresin de horror casi surrealista cuando
haba descubierto cmo un tema que yo tena asociado a las prcticas de los
activistas americanos (particularmente a los que aspiran a ser capaces de
acciones no violentas), el empoderamiento, desde entonces lo haban retomado
casi por todas partes. Se trataba desde entonces de restituirle a los
stakeholders, a los que tienen inters por una situacin, la responsabilidad
de decidir por s mismos, liberados de las pesanteces coactivas de reglas que
les impiden determinar lo mejor para ellos. Es intil precisar que las reglas de
las que hay que liberarse son lo que va quedando de unas creaciones polticas
destinadas a limitar las relaciones de fuerza, a impedir que las desigualdades
se profundicen, a crear una relativa solidaridad contra la plena explotacin de
las ventajas de una situacin. Tenemos derecho a mejorar nuestra situacin,
reclamamos que se nos restituya la posibilidad de sacar la mxima ventaja:
en esto fue que se convirti el empoderamiento, y no cabe duda de que el mismo
destino espera a cualquier otro cuestionamiento de la relacin entre Estado y
28
Isabelle Stengers
arbitraje que se haga en nombre del inters general. Del mismo modo que
una empresa privada fatalmente estar mejor administrada que una empresa
pblica, asimismo una buena gobernanza emerger fatalmente del hecho
de que el Estado renuncie a la inoportuna pretensin de mezclarse en los
asuntos de los stakeholders.
Vivimos en un mundo peligroso. Y aqu podramos pensar en el viejo
anlisis de Joseph Needham7, cuando se pregunta por qu, en Europa, las
invenciones tcnicas absorbidas por China podan ser consideradas como
origen de lo que se ha llamado la revolucin industrial. Muchos decan
esto, y lo he vuelto a escuchar hace poco: lo que hace la diferencia es la fsica,
el gran descubrimiento de la fecundidad de las matemticas a la hora de
describir el mundo. Needham no se detuvo ah: embrilogo, saba hasta qu
punto la fecundidad era limitada. Los trabajos de Galileo o de Newton no
explicaban nada: lo que haba que explicar es que hubiesen podido hacer
acontecimiento. Y la explicacin con que se qued es la que pone en escena
la libertad de la que entonces disfrutaban los emprendedores europeos, a
los que ms tarde Latour describiera activados en la construccin de redes
cada vez ms amplias, a despecho de toda estabilidad ontolgica, amarrando
sin temblar los intereses humanos con los de los no-humanos cada vez ms
numerosos y dispares. Galileo es, en efecto, un constructor de red: su saber,
a fin de cuentas, concerna ante todo a la manera en que algunas bolas bien
lisas ruedan a lo largo de un plano inclinado, y este saber, sumado a las
observaciones ayudadas con lentes, le permitieron aportar argumentos para
apoyar una hiptesis astronmica, pero todo eso lo puso en comunicacin
directa con la gran cuestin de la autoridad, de los derechos del saber que
emprenda frente a las tradiciones filosficas y teolgicas. Y nada fren su
condena en la Europa dividida entre estados rivales, mientras que en el
Imperio unificado que era China no cabe duda de que habran procurado que
no estuviese en condiciones de emprender lo que haca.
Los stakeholders, los interesados en un emprendimiento nuevo,
y a los que este emprendimiento conecta, no han de ser limitados por
nada exterior a sus empresas: el mundo emerge de la multiplicidad de
sus conexiones dispares, y esta emergencia tiene por sola mecnica los
inter-impedimentos que constituyen unos para los otros. A menudo se ha
hecho notar el vnculo entre esta concepcin de la libre emergencia, fuera
de la trascendencia, con la mecnica. Los emprendedores (y el consumidor
es igualmente un emprendedor) componen, a la manera de las fuerzas
mecnicas, por adicin, y la emergencia no es ms que la consecuencia de los
obstculos fcticos que constituyen unos para los otros. Cada emprendedor,
por tanto, se mueve por unos intereses bien definidos que son los suyos.
Ciertamente puede estar abierto a todo lo que pueda hacerlos avanzar
29
La propuesta cosmopoltica
30
Isabelle Stengers
31
La propuesta cosmopoltica
aquello de lo que depende la vida o la muerte del cuerpo. Se trata del arte de
los qumicos, que comprenden su quehacer a partir de aquello para lo cual
tienen medios para hacerle hacer.
Hablar del arte del qumico no es volverse hacia la qumica
contempornea, que por lo general se piensa como una especie de fsica
aplicada, sino hacia esa qumica del siglo XVIII que algunos pensadores de
la Ilustracin (Diderot en particular, y por cierto no Kant, que es ms bien la
persiana de esta aventura de las Luces) haban opuesto al modelo mecnico,
al ideal de una definicin terica de los cuerpos qumicos de la que habra
de deducirse la manera en que entrarn en reaccin (este ideal est lejos
de haber sido alcanzado por la qumica contempornea). Si es que hay arte
es porque los cuerpos qumicos estn definidos como activos, pero no es
posible atribuirle a ellos su actividad, sino que depende de las circunstancias,
y al arte de los qumicos pertenece crear el tipo de circunstancias en que se
volvern capaces de producir lo que el qumico quiere: arte de catlisis, de
activacin, de moderacin.
Si ustedes leen el bello libro de Franois Jullien La propension des choses9
van a descubrir un arte de lo emergente muy prximo al del qumico. Se
describe all la manera en que los chinos honran lo que nosotros despreciamos,
la manipulacin, el arte de la disposicin que permite obtener beneficios
de la propensin de las cosas, plegarlas de tal manera que cumplan
espontneamente lo que el artista, el guerrero o el poltico desean. Fuera de
la oposicin entre sumisin y libertad, un pensamiento cuyo eje es la eficacia.
Se dir que es un extrao modelo para lo poltico, pero este sentimiento
de extraeza traduce nuestra idea de que la buena poltica tendra que
encarnar una forma de emancipacin universal: Levantad la alienacin
que separara a los humanos de su libertad, y obtendris algo parecido
a una democracia. La idea de un arte, incluso de una tcnica poltica, se
vuelve anatema, artificio que separa a lo humano de su verdad. Referirse
al arte del qumico es afirmar que la agrupacin poltica no tiene nada de
espontneo. Lo que llamamos democracia es o bien la manera menos peor
de administrar el rebao humano, o bien una apuesta cuyo eje no es qu
sean los humanos, sino aquello de lo que pueden llegar a ser capaces. Es la
pregunta que John Dewey puso como centro de su vida: cmo favorecer,
cultivar, los hbitos democrticos? Y esta pregunta, dado que la referencia
a la qumica propone plantearla tcnicamente, puede ser prolongada por
la cuestin cosmopoltica: cmo, mediante qu artificios, mediante qu
procedimientos, ralentizar la ecologa poltica, conferirle una eficacia al
murmullo del idiota, a este hay algo ms importante tan fcil de ignorar
debido a que no es posible tomarlo en cuenta, debido a que el idiota no
9 Hay una versin castellana: JULLIEN, Franois. La propensin de las cosas: para una historia de
la eficacia en China (Barcelona: nthropos, 2000).
32
Isabelle Stengers
33
La propuesta cosmopoltica
34
Isabelle Stengers
35
La propuesta cosmopoltica
el poder de anticipar11. Pero el arte del qumico tiene otro aspecto que nos
puede guiar: es un arte de la heterogeneidad, de la puesta en presencia de
cuerpos en tanto que heterogneos. En el parlamentar se toma en cuenta
este aspecto (prohibicin de remontar hacia las intenciones del que habla, es
decir al en comn que permite que uno pretenda comprender al otro), y
ha sido objeto de mucha atencin en todos los grupos en que, como es el caso
de las brujas, est en juego el empoderamiento. Se han creado roles, cuyas
obligaciones crean las cortapisas que protegen la emergencia de los tipos de
alianza o de desacuerdo espontneos que dominan nuestras reuniones
de buena voluntad. Lo que voy a prolongar ahora es esta nocin de roles
heterogneos.
El artificio que constituye el rol que hay que tener hace que exista lo
heterogneo, y lo hace contra la tentacin, tan poderosa, de tomar posicin
en nombre de lo que autoriza la cuenta comn (inters general, racionalidad,
progreso, etc). Un rol tal no es una mentira, salvo si recordamos que todo
mentiroso se ve transformado por su mentira. Hay una eficacia propia del
rol, que los comediantes conocen bien: no es que meramente tenga uno un
rol, sino que el rol posee a quien lo encarna.
Cmo distribuir los roles? Aqu hay que evitar pensar en trminos
de roles estereotipados, porque, en los trminos de la ecologa poltica,
tienen que determinarse en torno de cada problema. En Para acabar con a
la tolerancia [Pour en finir avec la tolrance] propuse distinguir, ante todo, la
figura del experto de la del diplomtico.
El experto es ese cuya prctica no se ve amenazada por el problema
que est en discusin, y su rol va a exigirle que se presente, y que presente lo
que sabe, de manera tal que no prejuzgue de la manera en que se tomar en
cuenta su saber. Una coaccin como esta constituye una prueba [fait preuve],
porque se opone activamente al conjunto de las retricas que vinculan un
saber con pretensiones que usualmente hacen cortocircuito con la poltica,
con temas tales como definicin objetiva del problema, enfoque racional,
progreso, etc. Lo enfatizado ser el saber en el sentido en que se propone
como pertinente, susceptible de articular otros saberes, necesitado de
otros saberes para poder hallar un significado en relacin con el problema
planteado, que es acogido, y toda pretensin de conferirle una autoridad,
de presentarlo como aquello a partir de lo cual debiera poderse deducir
11 No es imposible que la categora de lo que se llama lo pblico pueda llegar a jugar un rol
importante aqu, ms o menos anlogo al rol del coro en las tragedias griegas. El coro le
haca eco a la situacin trgica, se interrogaba, se espantaba, pensaba con el despliegue
implacable de sus peripecias, y ello de una manera a veces aparentemente insulsa para los
amantes de la insuperable tragedia, una manera que haca existir activamente la ciudad [cit]
como aquello que ha de protegerse contra este tipo de tragedia. Podramos avanzar que los
jueces ciudadanos tienen un rol de este tipo: en la medida en que rechazan involucrarse en
las batallas de saber, su presencia le impone a los beligerantes que no se definan unos contra
otros, sino respecto de unas cuestiones que no le pertenecen a ninguna de las partes.
36
Isabelle Stengers
37
La propuesta cosmopoltica
38
Isabelle Stengers
artistas, porque se trata de hacer pasar algo que no es del orden de una
posicin, de darle su dignidad e importancia a lo que atae ante todo a la
sensacin.
No ms que la puesta en escena diplomtica, la presencia de las
vctimas evidentemente no garantiza nada: la propuesta cosmopoltica no
tiene nada que ver con el milagro de decisiones que ponen de acuerdo a
todo el mundo. Lo que importa en este caso es la prohibicin del olvido,
o, peor, de la humillacin. Sobre todo la que produce la idea indigna de
que una compensacin financiera tendra que bastar, el intento obsceno de
dividir a las vctimas, de aislar a los que son reacios y abordar primero a
los que, por una u otra razn, aceptan plegarse ms fcilmente. Quiz todo
termina con dinero, pero no debido al dinero, porque el dinero no cierra
la cuenta. Los que se renen tienen que saber que nada podr borrar la
deuda que vincula su eventual decisin con sus vctimas.
Al comienzo de este texto yo haba presentado el cosmos como un
operador de igualdad, por oposicin a toda nocin de equivalencia. Los
roles que acabo de caracterizar corresponden sumariamente a esta idea.
Ninguna situacin problemtica aborda a protagonistas definidos como
intercambiables, como si entre ellos pudiera haber alguna medida comn
que permitiera balancear los intereses y los argumentos. La igualdad no
significa que todos tienen voz pareja en el captulo, sino que todos tienen
que estar presentes de manera de darle a la decisin su mximum de
dificultad, que prohbe todo atajo, toda simplificacin, toda diferenciacin
a priori entre lo que cuenta y lo que no. As como figura en la propuesta
cosmopoltica, el cosmos no tiene representante, nadie habla en su nombre,
ni puede ser objeto de ningn procedimiento de consultacin. Su modo
de existencia se traduce por el conjunto de las maneras de hacer, de los
artificios, cuya eficacia es exponer a los que van a tener que decidir, a
obligarlos a este miedo que yo asociaba al grito de Cromwell. En resumen:
abrir la posibilidad de que el murmullo del idiota tenga respuesta. Pero que
no sea, claro, la definicin de algo ms importante, sino la ralentizacin
sin la cual no puede haber creacin.
Enfatizaba yo que la propuesta cosmopoltica no es ninguna propuesta
todo terreno, que pudiramos nosotros presentarle a todos como si fuera
igualmente aceptable para todos. Es ms bien una manera de civilizar, de
hacer presentable esa poltica que tenemos tendencia a pensar como un
ideal neutro, bueno para todos. Es harto evidente, y jams se lo subrayar
suficientemente, que esta propuesta no tiene nada que ver con un programa,
pero no es intil subrayar a su vez que todo lo que, harto evidentemente,
la obstaculiza, la remite a la utopa, es igualmente lo que obstaculiza la
politizacin, en sentido clsico, de nuestros problemas. Y quiz esa sea su
eficacia aqu y ahora. No es ninguna innovacin en el diagnstico de los
obstculos, de lo que destina a nuestra poltica a ser solo un arte (semejante
39
La propuesta cosmopoltica
ms bien a la magia negra) de dirigir rebaos humanos, sino que le pide a los
que luchan que no le den a la lucha el poder de definir una unidad por fin
lograda del gnero humano. El llamado, que sola erigirse, a la unidad de los
trabajadores del mundo, y que hoy se dirige a los ciudadanos de un nuevo
rgimen cosmopoltico de tipo kantiano13, hace comunicar precipitadamente
el grito otro mundo es posible! con la definicin de la legitimidad de
quienes habrn de ser sus fiables autores.
No somos fiables! Y eso sobre todo cuando pretendemos participar en
la creacin necesaria de un common sense cosmopoltico, de un espritu de
reconocimiento de la alteridad del otro, capaz de aprehender las tradiciones
tnicas, nacionales y religiosas, y de procurar que se beneficien de sus mutuos
intercambios14. Y eso sobre todo cuando la necesidad de esta creacin de un
buen mundo comn en que todo el mundo tendra aptitudes para ver con
los ojos del otro15 tiene como fundamento algo que deben aceptar todos:
no un inters general siempre discutible, sino el contundente argumento
que constituye la urgencia por excelencia, la sobrevivencia de la humanidad
misma.
lrich Beck, a quien he citado, lo presiente. El paso de un cierto miedo
resuena al final de su libro. Y se entiende. Este moralismo de la reciprocidad,
que cuando lo pensamos nos hace tan bien, acaso no est destinado a
denunciar a los malos, a aquellos para quienes, por ejemplo, ver con los ojos
del otro es robarle el alma? No acabar acaso, esta falsa simplicidad de una
buena voluntad sedienta de intercambios mutuos, denunciando y tratando de
pacificar lo que la obstaculiza? Pero es demasiado tarde, el intersticio se cierra
y el proyecto queda intacto, necesitado de que se lo distinga de la pesadilla que
sera el cosmopolitismo realmente existente, gobernado y tiranizado por sus
consecuencias secundarias, ni intencionales ni percibidas16. El autor se lava
las manos: el proyecto que ha presentado como dotado de razones valederas
para todos no habr que reescribirlo, inocente como es, aparentemente, de las
consecuencias secundarias no obstante perceptibles desde ya.
Pensar a partir de las consecuencias llamadas secundarias, con miedo
ante la idea de que algn sentido comn fuera capaz de allanar, de pacificar
la cuestin, delicada siempre, vacilante entre la guerra y la paz, que plantea
todo encuentro entre heterogneos: por cierto que eso no es responder
a la urgencia. Es hasta idiota, no solamente desde el punto de vista de las
movilizaciones que se proclaman en nombre de la urgencia, sino tambin
13 La autora menciona pasajes exactos que se corresponden con la versin francesa del libro
de lrich Beck. Ver BECK, lrich. Pouvoir et contre-pouvoir lre de la mondialisation (Paris:
Flammarion-Aubier, 2003). Existe tambin una versin en castellano: BECK, lrich. Poder y
contrapoder en la era global (Barcelona: Paids, 2004).
14 BECK, lrich. op. cit., 13.
15 BECK, lrich. op. cit., 12.
16 BECK, lrich. op. cit., 557.
40
Isabelle Stengers
Referencias Bibliogrficas:
41