Taylor Flint - Estados Territoriales
Taylor Flint - Estados Territoriales
Taylor Flint - Estados Territoriales
1.1. El desarrollismo
En la primera mitad del siglo XX las analogas biolgicas eran moneda corriente
en todas las ramas de la geografa. El ciclo de la evolucin del paisaje fsico de
William Morris Davis era ms famoso incluso que la teora del Estado de Ratzel.
En geografa poltica se puede encontrar la influencia de Davis en la terminologa
de la teora de los ciclos del Estado de Van Valkenburg (1939). En esta teora se
formula un modelo de Estado segn el cual ste pasa, como los valles de los ros,
por cuatro etapas de desarrollo: juventud, adolescencia, madurez y vejez. En el
caso de Estados Unidos, la primera etapa se habra producido entre 1776 y 1803,
Los Estados territoriales 163
cuando consolid su estructura interna; la segunda etapa dur desde 1803 hasta
1918, cuando el pas ampli sus lmites, y desde entonces estaramos ante un pas
maduro, que procura promover pacficamente la cooperacin internacional. Se-
gn Van Valkenburg muchos Estados europeos haban llegado a la vejez y estaban
en plena decadencia en los aos treinta. De Blij (1967: 104) da una versin ms
moderna de la teora de los ciclos, en la que los Estados europeos han vuelto a la
madurez! Esto es evidentemente un caso extremo de desarrollismo, segn el cual
todos los Estados son entidades autnomas que discurren por senderos paralelos,
pero empiezan en distintas pocas y van a distinta velocidad. El resto del mundo
slo existe en tanto que interruptor potencial de la secuencia.
Lo que se puede apreciar en este modelo es que el pensamiento desarrollista
iba a aparecer en la geografa poltica y de hecho en la geografa humana en ge-
neral (vase Taylor, 1957) mucho antes de que se produjera el gran auge de
esas teoras en las ciencias sociales de los aos cincuenta y sesenta. Wallerstein
ataca a estas ltimas; pero nosotros vamos a concentrar nuestra atencin en los
ejemplos de la geografa poltica, de los cuales el ms influyente en los ltimos
aos ha sido el modelo del rea nuclear (core-area) de Norman Pounds.
La primera formulacin de este modelo fue realizada por Pounds y Ball (1964)
para explicar el desarrollo del sistema de Estados europeos. Empezaban por definir
dos tipos de Estado, arbitrario y orgnico, y aunque la utilizacin de este l-
timo trmino refleja sin duda la influencia de Ratzel, estos autores no pretenden es-
tablecer ninguna analoga orgnica, sino que tratan de hacer una distincin dentro
de las formas a partir de las cuales se constituy el territorio del Estado. En el tipo
arbitrario, el territorio se constituye en un marco geogrfico preconcebido, como
consecuencia de un asentamiento poltico; mientras que en el caso orgnico, el te-
rritorio se desarrolla lentamente por medio del crecimiento de un rea nuclear. Este
ltimo proceso es el que Pounds y Ball intentan describir en el caso de Europa.
Pounds y Ball (1964) argumentan que, para convertirse en el rea germinal de
un Estado moderno, las reas nucleares han de tener algunas ventajas de partida
respecto a otras reas prximas. Para llegar a ser una rea nuclear viable, un dis-
trito ha de ser capaz de generar excedentes econmicos comparativamente
pronto; stos le proporcionaran los recursos para, en primer lugar, defenderse de
posibles conquistas, y, en segundo trmino, para ampliar su dominio sobre veci-
nos que disfrutaran de menos recursos. En la Europa feudal esto implicaba que
esas reas disponan de suelo frtil para la produccin agrcola y de una ubicacin
nodal para el comercio de mercancas no disponibles in situ. Un ejemplo de este
tipo de argumento ambiental es el desarrollo expansivo de la autoridad de los re-
yes franceses a partir del ao 987, momento en que su dominio se restringa a la
zona que rodeaba Pars. El poder prctico de los reyes se ampli gradualmente
por diversos procedimientos militares y dinsticos, que les permitieron acumular
territorios ms all del rea nuclear, de modo que en 1360 la autoridad real ya ha-
ba llegado por el oeste al Atlntico y por el sur a los Pirineos; por el este la fron-
tera del Estado se fue trasladando poco a poco hasta alcanzar ms o menos su
ubicacin actual en 1789. Pounds y Ball (1964) consideran que este ejemplo de
crecimiento del rea nuclear es el prototipo de un proceso general que habran
experimentado diecinueve Estados europeos modernos (Fig. 4.1).
164 Geografa Poltica
Crtica
La crtica ms simple que se puede hacer a este modelo es que es una explicacin
a posteriori, puesto que, al saber qu Estados existen hoy, la identificacin de sus
reas nucleares no significa que dispongamos de una explicacin adecuada para
aclarar los procesos que ocurrieron en el pasado. Las reas nucleares de Pounds y
Ball no son las nicas zonas que tienen las caractersticas geogrficas precisas para
convertitse en reas embrionarias de los Estados modernos; de hecho, en otro
texto de Pounds (1963), las reas nucleares no eran exactamente las mismas. En
esa versin, Noruega, por ejemplo, no tena ninguna. Incluso el prototipo del
modelo ha recibido crticas; Burghardt (1973: 225) argumenta que no haba una
predestinacin a la unidad francesa convertida en realidad por los monarcas fran-
ceses, sino que fueron ellos precisamente los que la forjaron, y Finer (1974: 96)
llega a la conclusin de que territorialmente hablando, Francia es muy poco
probable!
Los Estados territoriales 165
Burghardt arguye que el inventario que hacen Pounds y Ball de reas nucleares
europeas confunde los ncleos centrales con los efmeros. Por ejemplo, las reas
nucleares de Polonia y Hungra nunca llegaron a ser el polo de un proceso de cre-
cimiento, aunque s constituyan los centros histricos de Estados modernos. Mu-
cho ms grave es la confusin que surge cuando Pounds (1963) y De Blij (1967)
aplican el modelo fuera de Europa. Burghardt (1969) critica su anlisis porque
confunden el concepto histrico con la nocin moderna de rea nuclear. Desde
nuestra perspectiva no slo confunden los procesos polticos en el tiempo, sino
que tambin confunden los procesos polticos en la estructura espacial de la
economa-mundo. La mayor parte de las reas nucleares de los Estados modernos
no europeos son las primeras zonas a travs de las cuales el territorio se incorpor
a la economa-mundo. Por ello, la gran mayora eran zonas costeras o estaban vin-
culadas a la obtencin de materias primas que atrajeron la penetracin europea.
Por tanto, son lo contrario de las primeras reas nucleares europeas: en vez de ser
las zonas donde se desarrollan procesos que dan lugar a Estados territoriales fuer-
tes, en el caso no europeo las reas nucleares son las reas vulnerables que ofrecen
oportunidades a los intereses externos. Pretender equiparar las reas nucleares eu-
ropeas con el desarrollo de Estados territoriales en otras partes del mundo es un
error tpico del desarrollismo, al que nos hemos referido anteriormente. La mayo-
ra de los Estados perifricos empezaron su historia como apndices coloniales de
los Estados imperiales, lo que constituye otro ejemplo de que se ha pasado por
alto el imperialismo en cuanto factor que ha contribuido a la creacin de nuestro
mundo. Los Estados modernos no europeos no estn repitiendo los procesos pol-
ticos que originaron el Estado en Europa; en el enfoque de los sistemas-mundo
sealamos dos conjuntos de procesos diferentes, una que corresponde al centro, y
otra a la periferia.
Ya hemos repasado algunos de los procesos que labraron los Estados de la pe-
riferia cuando tratamos el imperialismo en el captulo 3. Ahora retomamos el
tema de los procesos de centro en la construccin del Estado en Europa. Es evi-
dente que se necesita algo ms que condiciones geogrficas para que surja un Es-
tado moderno, como subraya Tilly (1975). Hace falta precisar cul es la natura-
leza de la sociedad existente en esas reas nucleares, de forma que podamos
entender los procesos que estaban detrs de sus logros polticos. Hechter y Brus-
tein (1980) han intentado hace poco realizar un anlisis de este tipo respecto a
Europa Occidental. Su argumento es que las reas nucleares principales de Es-
paa, Portugal, Francia e Inglaterra tenan una organizacin peculiar, que equili-
braba los intereses urbanos comerciales y los de los terratenientes; en tanto que en
el resto de Europa predominaban unos intereses o los otros. En las antedichas
cuatro reas nucleares principales, sin embargo, la autoridad central del Estado
166 Geografa Poltica
1.2. Elfuncionalismo
Hartshorne hace una lista de los dos tipos de fuerzas y analiza cmo funcionan,
tema del que nos vamos a ocupar brevemente a continuacin.
Las fuerzas centrfugas, en las que suele hacer hincapi la geografa poltica,
son las caractersticas fsicas del territorio de un Estado; por ejemplo, es posible
que el tamao y la forma de un pas tengan importancia. Pero De Blij (1967: 42-
5) analiza con cierto detenimiento esas cuestiones y parece que la importancia de
los factores fsicos en cuanto fuerzas centrfugas vara mucho; por ejemplo, aun-
que la separacin inicial de Pakistn en dos partes, oriental y occidental, tuvo
mucho que ver con la desintegracin final del Estado original (1971) en dos (un
nuevo Pakistn al oeste y Bangladesh al este), Estados Unidos, por el contrario,
ha sido capaz de integrar sin gran dificultad sus estados nmero cuarenta y nueve
y cincuenta (Alaska y Hawai). Asimismo, los Estados africanos que no tienen ac-
ceso al mar tienen graves problemas de dependencia que amenazan su viabilidad,
mientras que este factor parece afectar mucho menos a Suiza y Austria, que tam-
poco tienen acceso al mar. Evidentemente esos contrastes reflejan, una vez ms,
diferencias entre los procesos del centro y los procesos de la periferia de la
eco no ma-mundo, porque esas caractersticas espaciales no tienen el mismo peso
en unos que en otros. Hartshorne tiene razn cuando nos recomienda que tenga-
mos cuidado a la hora de asignar demasiado peso a esos factores per se, pues son
menos importantes en cuanto fuerzas centrfugas que lo que l denomina la di-
versidad de carcter de la poblacin de un Estado. sa diversidad se puede expre-
sar de muchas maneras: las diferencias lingsticas, tnicas y religiosas son las cau-
sas ms frecuentes de los conflictos territoriales de los Estados, pero otras
diferencias interregionales en temas como la filosofa poltica, la educacin y el
nivel de vida pueden producir rupturas bruscas. Short (1982) cree que la desi-
gualdad regional de bienestar material es la principal fuerza centrfuga en el
mundo actual. Volveremos sobre esta cuestin cuando analicemos las teoras ma-
terialistas del nacionalismo en el captulo 5.
Todos los factores diferenciales antedichos se han asociado en diversos Estados
a guerras civiles y, en ocasiones, a la divisin del pas. Pero no siempre se llega a la
divisin y, de todas formas, hay muchos Estados que nunca han tenido una gue-
rra civil a causa de diferencias territoriales. Por tanto, qu es lo que mantiene
unidos a los Estados? Hartshorne seala una fuerza centrpeta fundamental que
tiene una importancia extraordinaria: la idea de Estado (state-idea). Todos los Es-
tados tienen una raison d'tre y es la fuerza de esta idea la que contrarresta las
fuerzas centrfugas. En el mundo actual esta idea de Estado, al igual que la icono-
grafa de Gottmann, est estrechamente relacionada con el nacionalismo, del que
nos ocuparemos en el captulo 5. Podemos decir que es ms fcil definirla por de-
fecto; por ejemplo, se ha dicho, tanto de la Federacin de frica Central como de
la Federacin de las Indias Occidentales, que no han logrado mantenerse unidas
porque a las dos les faltaba una idea de Estado que fuera mayoritariamente com-
partida (Dikshit, 1971a; Muir, 1981: 109).
La teora de Hartshorne sobre la integracin territorial, que ofrece un modelo
para analizar casos concretos, ha sido reelaborada por Jones (1954) en su teora
del campo unificado de la geografa poltica. El concepto de idea de Estado de
Hartshorne se estira hasta formar una cadena de cinco conceptos relacionados:
idea polticadecisinmovimientocampo de accinterritorio poltico.
En el caso de los Estados modernos la idea poltica es la raison d'tre, y la deci-
sin es el tratado que reconoce la viabilidad de la idea. El movimiento es el con-
cepto de Gottmann que hace referencia a las acciones que son necesarias para pro-
168 Geografa Poltica
Crtica
Las ideas de Gottmann, Hartshorne y Jones dominaron el campo de la geografa
poltica durante ms de una generacin, y fueron reproducidas fielmente en mu-
chos libros de texto. No pueden ser desechadas sin ms por su intrascendencia;
tienen que ser revisadas y evaluadas para llegar a entender de un modo preciso sus
cualidades y defectos. El problema principal que tienen las teoras funcionalistas
en todos los campos de investigacin es que son de naturaleza esencialmente con-
servadora. Es decir que asumen el statu quo; no cuestionan cmo el sistema ha lle-
gado donde est ni cmo se podra cambiar. Burghardt (1973: 226) ha expresado
brevemente una crtica de las teoras que hemos revisado:
paricin de Estados constituyen una victoria para ciertos grupos sociales y una
derrota para otros. Por este motivo no podemos desterrar de nuestra geografa po-
ltica la integracin vertical de los grupos sociales, tal como propone Harts-
horne. El Estado slo puede entenderse considerndolo una respuesta a las nece-
sidades de ciertos grupos a expensas de otros grupos. La integracin es un proceso
al que los ganadores pueden volver la vista con orgullo, pero no deberamos olvi-
dar a los perdedores de este conflicto. Las teoras marxistas del Estado reconocen,
de un modo explcito, los conflictos sociales, por lo que ltimamente han empe-
zado a gozar de cierta popularidad en la geografa poltica. Introduciremos esas
teoras del conflicto del Estado cuando ms adelante analicemos con ms deteni-
miento la naturaleza del Estado, pero primero reconsideraremos algunos de los
temas importantes de la geografa poltica tradicional que han sido abordados de
una manera desarrollista o funcionalista.
Probablemente el mapa que nos resulta ms familiar es el que muestra los territo-
rios de los Estados del mundo. Este mapa poltico mundial no es nada ms que la
expresin geogrfica del sistema interestatal. Cualquier geografa poltica, como
mnimo, tiene que explicar este mapa; sin embargo el mismo mapa induce a con-
fusin, porque da una impresin de estabilidad que es totalmente falsa. A eso se
debe en parte la sorpresa de mucha gente ante los avatares del mapa poltico
mundial desde las revoluciones de Europa Oriental de 1989. No obstante, la in-
corporacin de Estados nuevos al mismo, tras el colapso de la URSS y de Yugos-
lavia, no es de ningn modo un hecho sin precedentes en la historia del sistema
interestatal. Lo que ocurre es que estbamos muy acostumbrados al mapa mun-
dial que tenamos en la atmsfera de la Guerra Fra antes de 1989. El hecho es
que, pura y simplemente, cualquier mapa poltico mundial, incluso el que tene-
mos hoy, slo ofrece una instantnea de los Estados en un momento concreto; la
realidad es que esa configuracin est cambiando continuamente. El mapa pol-
tico mundial debe ser interpretado como una serie de configuraciones que han
cambiado drsticamente en el pasado y que, sin duda, experimentarn cambios
igualmente importantes en el futuro. Lo que nos preocupa es entender cmo el
mapa poltico mundial ha llegado a tener la configuracin que tiene hoy. Esta
cuestin es tanto histrico-emprica como terico-conceptual, y nuestras respues-
tas mezclarn estos dos enfoques segn corresponda.
A veces nos resulta muy difcil imaginarnos un mundo poltico organizado sin
Estados. Los Estados forman parte del mundo que damos por sentado y casi
nunca ponemos en duda su existencia. Los Estados pueden incluso dar la impre-
sin de ser fenmenos naturales, de lo que Jackson (1990: 7) culpa al mapa pol-
tico mundial:
Cuando a los escolares se les ensea continuamente un mapa poltico del mundo
[...] es fcil que acaben por ver [a los Estados] con los mismos ojos que a los ros
170 Geografa Poltica
o a las cordilleras que a veces delimitan sus fronteras internacionales. [...] Lejos
de ser entidades naturales, los Estados soberanos modernos son productos total-
mente histricos, los ms antiguos de los cuales han existido con su forma y tra-
zado actuales slo durante los ltimos tres o cuatro siglos.
Europa en 1500
Los aparatos del Estado que se ocupan de las relaciones interiores y exteriores no
evolucionaron al mismo tiempo. Strayer (1970) explica que las instituciones polti-
cas interiores precedieron a las exteriores cerca de trescientos aos. Su razonamiento
es que la victoria medieval del Papado sobre el Sacro Imperio Romano Germnico
produjo un vaco de poder que el Papa no poda llenar. En toda Europa en el siglo
XIII el poder poltico se acumul en reinos de una extensin intermedia que llena-
ron ese vaco. Estos reinos, algunos de los cuales han sobrevivido (Portugal, Francia,
Inglaterra) y otros no (Navarra, aples, Borgoa), slo crearon instituciones que
se ocupaban de los asuntos interiores. Estaban realmente preocupados con la admi-
nistracin de propiedades a gran escala, de modo que las primeras instituciones per-
manentes fueron el Tribunal Supremo y el Tesoro. Strayer los denomina Estados
jurisdiccionales {law states), debido a lo restringido de sus competencias. Esta
forma de organizacin poltica sobrevivira a la crisis del feudalismo despus de
1350 y estaba disponible, como hemos visto, junto con otras entidades polticas
cuando, a partir de 1500, Europa empez a construir el mundo moderno.
172 Geografa Poltica
Jean Gottmann (1973: 16) ha descrito los orgenes del concepto de territorio.
La palabra deriva del latn y al principio designaba a la zona que rodeaba a una
ciudad y que estaba bajo su jurisdiccin. Se aplicaba a las ciudades-Estado del
Mundo Clsico y resurgi en referencia a la jurisdiccin de las ciudades medieva-
les italianas. Nunca se aplic a todo el Imperio romano o a la cristiandad medie-
val, que tena pretensiones de universalidad. El territorio supone una divisin
del poder poltico. En su acepcin moderna su aplicacin a las ciudades ha que-
dado anticuada; ahora se aplica a los Estados. El territorio es la tierra que perte-
nece al que gobierna un Estado. Este significado se remonta a 1494, aproximada-
mente al momento en que nace la economa-mundo.
El significado moderno de territorio est muy ligado con el concepto legal
de soberana. De hecho, as se le puede distinguir de la definicin original de
ciudad-Estado. La soberana supone que hay una autoridad final y absoluta en
una comunidad poltica (Hinsley, 1966: 26). Este concepto no se desarroll en el
mundo griego clsico: los territorios de las ciudades no eran soberanos. Hinsley
encuentra ese concepto en el Imperio romano, asociado a la autoridad absoluta
que tena el emperador sobre el Imperio. Es un dominio poltico personal, que no
tiene un vnculo territorial explcito, dada la pretensin de universalidad del I m -
perio. Este es el concepto que pas a la Europa medieval en el derecho romano y
Los Estados territoriales 173
Este primer mosaico de territorios soberanos fue consecuencia directa de las dis-
putas originadas a raz de las guerras religiosas que hubo en Europa tras la Re-
forma y la Contrarreforma. La cuestin poltica crucial del momento era la esta-
bilidad y el orden, que brillaban por su ausencia, y el Estado territorial surgi
como la solucin al problema de la seguridad (Herz, 1957). El concepto legal de
soberana fue respaldado por una suerte de coraza resistente formada por dife-
rentes elementos defensivos que convertan al territorio en impenetrable para los
ejrcitos enemigos, convirtindose de este modo en el elemento de proteccin de-
finitivo. Herz (1957) da una explicacin tcnica a esta sucesin de acontecimien-
tos: la revolucin que supuso la plvora en la guerra hizo que las murallas de las
ciudades se quedaran anticuadas, de forma que la coraza de la ciudad amura-
llada fue sustituida por el Estado soberano y por nuevas defensas basadas en re-
cursos de mucha mayor magnitud. Esta guerra de nuevo tipo precisaba una base
territorial firme, no la jerarqua personal de la poca medieval.
La explicacin de Herz es adecuada porque incorpora una dimensin impor-
tante en los orgenes de la formacin del Estado moderno, pero slo es una expli-
cacin parcial. Tilly (1975) introduce otros factores en la supervivencia de esos
Estados y del sistema interestatal: la seguridad proporciona una estabilidad en la
que los recursos de un territorio pueden movilizarse de un modo ms completo,
de forma tal que el Estado territorial se asocia a la aparicin de la monarqua ab-
soluta en Europa con su burocracia centralizada, sus impuestos y sus grandes ejr-
citos. Sin embargo, desde el punto de vista del anlisis de los sistemas-mundo te-
nemos que ir ms all de esos factores polticos. Para ello, nos basamos en
Gottmann (1973), que seala dos funciones bsicas del Estado territorial: seguri-
dad y oportunidad. La primera se relaciona con los orgenes del sistema interesta-
tal y la segunda con el incipiente mercado mundial.
La aparicin de la economa-mundo proporcionaba distintas oportunidades a
los empresarios de distintos lugares. En los comienzos de la economa-mundo,
descritos por Wallerstein (1974a; 1980a), los principales grupos que competan
por obtener ventajas en el nuevo mercado mundial eran, por un lado, los terrate-
nientes agrcolas y, por el otro, los comerciantes urbanos. Segn D . Smith (1978)
este conflicto est en relacin directa con la aparicin del Estado moderno, en el
174 Geografa Poltica
relaciones internacionales porque pone de manifiesto cules son las entidades te-
rritoriales que son adecuadas para participar en el juego (James, 1984: 2). De ah
que no todos los territorios sean Estados soberanos.
Antes del siglo XX cuando todava haba algunas zonas fuera de la economa-
mundo, a las entidades polticas de la regin exterior no se les reconoca ningn
derecho poltico. N i a los iroqueses en Amrica del Norte, n i a los zules en
frica del Sur, n i a los maratas de la India central se les reconoca como actores
legtimos en el sistema interestatal. Esta situacin tuvo como resultado que sus te-
rritorios estuvieran disponibles para incorporarse a Estados soberanos en expan-
sin. Small y Singer (1982) denominan extrasistmicas a las guerras que se pro-
dujeron en la regin exterior. Por consiguiente, ese imperialismo formal fue una
actividad legtima desde el punto de vista del derecho internacional, porque vio-
laba soberanas no reconocidas.
A l igual que ocurra en el pasado, tampoco ahora es posible ser soberano
simplemente proclamando la soberana propia. La soberana nunca es cuestin
de un solo Estado; es un convenio interestatal, porque la soberana slo puede
existir para los Estados que reconozcan recprocamente su existencia legtima
en el marco y las normas del sistema interestatal (Wallerstein, 1984a: 175).
Sudfrica declar la independencia de los bantustans de acuerdo con su pol-
tica de apartheid; pero a estas unidades polticas ningn otro Estado les reco-
noci su soberana, y nunca llegaron a formar parte del sistema interestatal.
Asimismo, la repblica que se estableci en la mitad norte de Chipre despus
de la invasin turca de 1974 slo ha sido reconocida por Turqua. Desde 1945
lo habitual es que la aceptacin como miembro de las Naciones Unidas haya
confirmado el reconocimiento de la soberana. Por ello, lo primero que hicie-
ron los Estados poscoloniales de Africa y Asia fue pedir su incorporacin a las
Naciones Unidas como prueba de su entrada en el escenario mundial. Los
nuevos Estados que han surgido a raz de la descomposicin de la URSS y Yu-
goslavia han repetido este proceso de reconocimiento. En definitiva, la sobera-
na otorga a los territorios una capacidad internacional en la e c o n o m a -
mundo.
James (1984) seala que la soberana territorial es una caracterstica del sis-
tema estatal moderno que lo diferencia de sistemas polticos anteriores. En opi-
nin de Wallerstein (1984a: 33) esto es esencial:
Las continuidades histricas que a veces se buscan entre los Estados modernos y
los modos de organizacin poltica medievales (Portugal, Francia e Inglaterra son
los principales ejemplos) son equivocadas, en el mejor de los casos, y engaosas,
en el peor; ya que, como hemos visto, estos ltimos al principio slo eran Esta-
dos jurisdiccionales y tenan slo soberana interna. En trminos legales, Por-
tugal en el siglo XIV no era un Estado soberano que operara en un sistema de Es-
tados soberanos, como tampoco lo eran Inglaterra o Francia. Efectuaban una
poltica diferente con normas diferentes en un sistema-mundo diferente. La sobe-
rana recproca slo se halla en la economa-mundo capitalista, en la cual los Esta-
dos miran tanto adentro como afuera.
176 Geografa Poltica
de los problemas que rodean este concepto en el captulo 5. Sin embargo, hay un
ejemplo, digno de mencin, de prioridad histrica que contrarresta las reclama-
ciones culturales: con pocas excepciones, los Estados africanos independientes tie-
nen en la actualidad las mismas fronteras que los territorios coloniales a los que
han sustituido; a pesar de que al delimitarse esos territorios se tuvieron en cuenta
poco, apenas, o nada, las pautas culturales africanas indgenas. Las fronteras traza-
das por los europeos a partir de 1848 han permanecido, en gran parte, intactas.
Este es un buen ejemplo de cmo el conservadurismo inherente al sistema inte-
restatal logra bloquear los cambios en la configuracin del mapa poltico mun-
dial. Por lo general, los nuevos Estados no apoyan la divisin de otro Estado, por-
que probablemente pondra en cuestin la integridad del territorio que ellos
mismos han heredado; por ejemplo, cuando Biafra intent separarse de Nigeria
en la guerra civil de 1969-71 tuvo poco o ningn apoyo de otros Estados africa-
nos. Por todo ello no es de extraar el hecho de que en la actualidad la mayora
de las fronteras africanas son ms antiguas que las europeas!
La utilizacin que los polticos han hecho de los diversos tipos de reclamacio-
nes territoriales ha ido variando con el tiempo. As, el Tratado de Versalles de
1919 suele interpretarse como el apogeo de la autodeterminacin nacional, mien-
tras que, segn arguye Murphy, desde 1945 se ha dado lo que denomina la pro-
liferacin de la justificacin histrica (1990: 534). Se trata del mismo principio
de restitucin que se relaciona con la propiedad privada. A juicio de Murphy, esta
equiparacin de propiedad y territorio se remonta a las primeras formulaciones
del derecho internacional del siglo XVII, y, segn seala, se ha convertido en algo
de especial relevancia desde que las Naciones Unidas han declarado ilegales todas
las guerras menos las guerras defensivas. El argumento de la restitucin puede
utilizarse como justificacin de que una guerra es defensiva, como demostr
Irak cuando atac a Irn y a Kuwait. Murphy est de acuerdo en que es probable
que las justificaciones que aducen los polticos en busca de territorios encubran
otros motivos; pero, a pesar de ello, pone de manifiesto que el argumento hist-
rico realmente influye en la configuracin geogrfica de las reclamaciones.
Los casos de las fronteras africanas y las agresiones iraques son buenas mues-
tras de la conclusin fundamental de este debate: la formacin del mapa poltico
mundial ha sido consecuencia, en ltima instancia, de la poltica de poder. Es un
mapa de la configuracin cambiante de ganadores y perdedores. El territorio pro-
porciona una plataforma, la soberana una justificacin, pero ninguna de las dos
constituye una defensa apropiada para un Estado contra las acciones de poltica
de poder de un rival empeado en eliminarlo del escenario mundial.
Antes de que dejemos el tema de las reclamaciones territoriales en competen-
cia debemos aludir a la importante cuestin de la soberana martima. En 1982
las Naciones Unidas elaboraron una nueva Convencin del Derecho del Mar que
fue firmada por 159 pases, pero no por Estados Unidos. Glassner (1986) y Blake
(1987) pueden servir como referencias para un anlisis de la geografa poltica de
la nueva ley.
la mayora de las personas rara vez tenan una experiencia directa con el Estado;
las actividades cotidianas se sucedan sin apenas interferencias por parte de ste.
Las fronteras y las capitales constituyen las dos excepciones principales a esta re-
gla; unas y otras se relacionaron con la propagacin de dos nuevas formas de
comportamiento (el contrabando y la diplomacia), y acabaron por originar dos t i -
pos peculiares de paisaje poltico. El mapa poltico mundial ofreca oportunida-
des diversas a los empresarios e intermediarios en su bsqueda continua de bene-
ficios; una de esas oportunidades consista en comprar mercancas baratas en el
territorio de un Estado y venderlas caras en otro, evitando pagar los derechos de
aduanas al pasarlas de uno a otro. El contrabando fue una faceta importante del
capitalismo desde los mismos inicios de la economa-mundo y significaba la con-
tinuacin de las prcticas fraudulentas tradicionales de los comerciantes que no
pagaban los impuestos aduaneros de las ciudades (Braudel, 1984). Las nuevas
fronteras dieron paso a un mosaico de mercados ms grandes y a varios niveles de
impuestos; por tanto, no es sorprendente que los contrabandistas hayan entrado
en el folclor de las reas fronterizas de la economa-mundo. Por otra parte, nos
encontramos con los diplomticos en las capitales de los nuevos Estados. Era caro
sobrevivir en el sistema interestatal, y la costumbre, propia de la Europa medieval,
de trasladar el Gobierno con la persona del rey tuvo que dejar paso a una ubica-
cin permanente. Adems los Estados principales del sistema necesitaban, para la
toma de decisiones en diferentes mbitos, obtener toda la informacin posible so-
bre las actividades de sus rivales. La diplomacia naci cuando los gobiernos envia-
ron representaciones permanentes a las capitales de sus rivales.
Con el tiempo las fronteras y las capitales se convirtieron en los dos lugares en
cuyo paisaje se vea la huella del Estado directamente impresa. Los paisajes fronte-
rizos, con las aduanas y los controles asociados a ellas y la variedad de estruc-
turas defensivas, han pasado a ser lugares caractersticos del mundo moderno.
Asimismo, las capitales han llegado a representar simblicamente a sus Estados,
con una serie de importantes construcciones arquitectnicas distintivas. En las
fronteras y en las capitales tenemos dos de los productos ms explcitos del sis-
tema interestatal.
N o podemos entrar en detalles sobre la variedad de los lmites y las capitales
que han surgido al irse haciendo el mapa poltico mundial. En lugar de ello, va-
mos a describir varias tipologas de estos dos elementos en la medida en que se re-
lacionan con el funcionamiento de la economa-mundo.
Las regiones de frontera y los lmites fronterizos han sido probablemente el tema
ms popular en la geografa poltica. Sin embargo, en 1963 Pounds ya observaba
un descenso del inters por ese tema, que reflejaba la disminucin de las disputas
fronterizas en las reas donde ms se haba desarrollado la geografa poltica: Eu-
ropa y Amrica del Norte. Esta situacin supone un contraste con la primera m i -
tad del siglo XX en Europa, en la que las cuestiones fronterizas ocupaban un lugar
central en la poltica internacional. Adems, muchos de los primeros gegrafos de
este siglo (por ejemplo, Sir Thomas Holdich) participaban en el trazado de las l-
neas fronterizas y el levantamiento de mapas de la divisin imperial de la perife-
ria. As pues, la preocupacin por los lmites fronterizos ha aumentado y dismi-
nuido segn variaban los intereses de los pases del centro. Evidentemente, las
Los Estados territoriales 179
mayor (Pounds, 1951; 1954). En cambio, la idea de los lmites fronterizos na-
cionales es la reaccin alemana a las ideas expansionistas francesas. Examinare-
mos esta reaccin con ms detalle en nuestro anlisis de la nacin ms adelante.
Estas dos ideas son racionalizaciones de ciertas actitudes de poltica de poder en el
centro y la semiperiferia de la economa-mundo. En la periferia, asimismo, sur-
gieron dos tipos de lmites fronterizos. En los escenarios no competitivos del siglo
xix, como la India e Indochina, los lmites fronterizos reflejan la expansin de un
Estado del centro a expensas de formaciones sociales precapitalistas; ah es donde
se extienden las regiones de frontera para convertirse posteriormente en lmites
fronterizos. A l final, se consigue fijar los lmites cuando los territorios de dos po-
tencias empiezan a acercarse; pero, en ocasiones, esta situacin puede causar la
formacin de un Estado tapn en la periferia, como en los casos de Afganistn
(entre Rusia y la India britnica) y Tailandia (entre la Indochina francesa y la I n -
dia britnica). En los escenarios competitivos los lmites fronterizos suelen ser
mucho ms arbitrarios, porque reflejan los acuerdos contractuales entre los com-
petidores. En estas reas es donde hacen falta lmites fronterizos claros para evi-
tar que se produzcan disputas, de modo que lo normal es que esos lmites fronte-
rizos se adapten a accidentes fsicos, como ros, y a veces no son ms que lneas
geomtricas trazadas normalmente sobre la longitud o la latitud. Ejemplos de este
tipo de lmites fronterizos contractuales son los lmites fronterizos occidentales
de EE U U al norte y al sur, a lo largo del paralelo 4 9 N y el ro Grande, respecti-
vamente. El escenario ms competitivo de todos, Africa a finales del siglo XIX,
tiene los lmites fronterizos internacionales ms contractuales. All los concep-
tos de lmites fronterizos naturales o nacionales no venan al caso, puesto que
los grupos tnicos y las cuencas de los ros estaban divididos, en abierto contraste
con los procesos de formacin de fronteras que se estaban produciendo en el cen-
tro. Una vez ms nos encontramos con procesos diferentes en el centro y en la pe-
riferia, lo que constituye el sello distintivo del enfoque de los sistemas-mundo.
Uno de las caractersticas de las reas nucleares es que la capital del Estado suele
estar situada en ellas. Pars y Londres son claros ejemplos de ello. Por este motivo
algunos gegrafos polticos distinguen entre capitales naturales y artificiales,
siendo las primeras las que se encuentran en reas nucleares. Como Spate (1942)
seal hace tiempo, hacer una distincin de este tipo es no haber comprendido la
naturaleza de la poltica en nuestra sociedad. Londres no es ms natural que Can-
berra: ambas son fruto de decisiones polticas, aunque en horizontes temporales
muy distintos. Spate descarta, con razn, esa vieja dicotoma; pero se refugia en
un enfoque analtico que no es ms que un estudio de casos, y aunque los estu-
dios de casos son de gran valor para comprender cmo son las capitales, no son
suficientes para entender en su conjunto el papel que tienen esas localidades en el
Estado territorial. A l fin y al cabo, son el centro de control del territorio, el centro
donde se toman las decisiones polticas, el centro simblico del Estado y a me-
nudo mucho ms. Adems de la complejidad que seala Spate y que le lleva a su-
brayar sus diferencias, hay similitudes importantes de las que nos ocuparemos a
continuacin.
Muchos observadores europeos han destacado que Washington es una capital
poco corriente porque no es una de las ciudades ms grandes de su pas, Estados
Los Estados territoriales 181
mientras que las estrategias semiperifricas han dejado otras ciudades capitales
como secundarias en tanto que ciudades mundiales: las principales ciudades de
EE U U , Canad y Australia son, respectivamente, Nueva York, Toronto y Syd-
ney. Evidentemente, estas ltimas no deberan menospreciarse en una geografa
poltica de los sistemas-mundo slo porque no sean los centros formales del po-
der del Estado.
Es posible que las capitales sean los centros de control del mapa poltico mundial,
pero los Estados territoriales, desde luego, no son el equivalente de las ciudades-
Estado del pasado. El territorio entre la capital y la frontera del Estado nunca ha
sido controlado del todo desde el centro, porque, sencillamente, los territorios del
sistema interestatal han tenido un tamao excesivamente grande para una organi-
zacin central tan elemental. Los territorios han tenido que ser divididos y la au-
toridad delegada en agentes del Estado en las comunidades y regiones fuera de la
capital.
En Europa los Estados heredaron las divisiones regionales y locales de sus an-
tecesores medievales. En Inglaterra, por ejemplo, los sbires o condados empeza-
ron siendo las zonas que controlaban los sheriffs (un shire era la jurisdiccin de
un sheriff). En Francia los incrementos de territorio del perodo medieval dieron
lugar a una gran variedad de unidades subestatales que tenan diferentes grados
de autoridad central. La revolucin poltica dio oportunidades para eliminar las
divisiones tradicionales y para reconstruir la estructura del Estado a imagen de los
nuevos gobernantes; de modo que los nuevos lmites tenan dos objetivos: esta-
blecer divisiones ms racionales y socavar las lealtades tradicionales. As en 1789
el abad Sieys traz una estructura espacial totalmente distinta para el Estado
francs, en ia que se basan los actuales dpartements, que borr de un plumazo to-
das las instituciones provinciales tradicionales: se crearon una serie de unidades
espaciales, de forma regular y rea igual, que no respetaban los patrones sociales
de vida anteriores. El trazado de estos dpartements era un ejercicio de ingeniera
socio-espacial para romper las lealtades respecto a las provincias antiguas. Para
que disminuyera an ms la identificacin local, los nombres de los dpartements
evitaron cualquier referencia a pautas histricas, sociales o econmicas, sino que,
por el contrario, recibieron nombres de accidentes fsicos neutrales, como ros o
montaas. Estratagemas de este tipo se utilizaron posteriormente en otros pases;
por ejemplo, Poulsen (1971: 228) se refiere a la disposicin del Gobierno yugos-
lavo en 1931 que estableca nueve regiones, con nombres neutrales de cuencas
fluviales para debilitar el nacionalismo de los grupos tnicos principales. Pero
probablemente la mejor muestra sea la reorganizacin de Rumania en diez distri-
tos totalmente nuevos, que hizo el rey Karol en 1938, con el objetivo concreto de
dividir las provincias histricas y tnicas tradicionales para que no hubiera cau-
sas que pudieran abrazar los regionalistas (Helin, 1967: 492-3); una vez ms es-
tos distritos recibieron nombres de ros, montaas, y mares para evitar que surgie-
ran identidades regionales nuevas. stos no son ms que ejemplos de cmo la
administracin local y regional contribuye al principio napolenico de un
Estado-nacin unificado e indivisible. Est claro que dividir el Estado no es
un ejercicio tcnico neutral sino un principio poltico esencial para todos los Es-
tados territoriales.
184 Geografa Poltica
dejado de ser esos ejemplos ideales de Estados unitarios. En segundo lugar, est
el caso de los Estados federales, que, como hemos visto, han dividido la soberana
entre dos niveles de Gobierno: en Estados Unidos los cincuenta estados y el Go-
bierno federal comparten la soberana. En los Estados federales la constitucin es
el documento que habilita la divisin del poder entre los dos niveles. En tercer l u -
gar, en las asociaciones confedrales, los acuerdos que vinculan legalmente a los
Estados son mucho ms laxos. La diferencia principal con el federalismo proba-
blemente est en la imposibilidad de los Estados de abandonar la unin federal,
lo que no ocurre en la confederal. En los acuerdos confederales los Estados re-
nuncian a parte de su soberana en favor de una autoridad supranacional; por
ejemplo, en la Unin Europea la Comisin ejecutiva toma habitualmente decisio-
nes vinculantes para los Estados miembros de la Unin. Sin embargo, la Unin
Europea dista mucho de ser los Estados Unidos de Europa que sus padres fun-
dadores pretendan. La limitacin ms importante a los poderes soberanos de la
Unin se produce en las cuestiones de defensa: los pases constituyentes conser-
van la funcin bsica de defender sus territorios. Por ltimo, el cuarto caso lo
constituye la particin, la cual se produce en aquella situacin en la que no es po-
sible mantener la soberana sobre un territorio. Histricamente la particin ms
famosa probablemente sea la escisin del Imperio austro-hngaro en varios Esta-
dos nuevos al finalizar la Primera Guerra Mundial.
N o todos los acuerdos federales han tenido xito. En las ltimas etapas del des-
mantelamiento del Imperio britnico los administradores coloniales intentaron
crear diversas federaciones, agrupando colonias que dieran lugar a Estados inde-
pendientes ms grandes y posiblemente ms viables. Pero en la mayora de los ca-
sos no dio resultado: las federaciones de las Indias Occidentales, frica Central y
frica Oriental fracasaron y Singapur se separ de Malasia. En trminos de la ge-
ografa poltica tradicional no haba una idea de Estado sobre la que ste pudiera
construirse, de modo que las fuerzas centrfugas acabaron con las federaciones de
nuevo cuo. Dicho de otro modo, si se prescinde del segundo trmino del lema
imperial britnico de divide y vencers, todo lo que queda es divide, y la ex-
presin ms dramtica de este proceso se iba a contemplar en la India britnica
donde la divisin de 1947 dio origen a Pakistn y a la India tras la prdida de un
milln de vidas y el traslado forzoso de doce millones de personas.
Desde 1989, con el derrumbamiento de los gobiernos comunistas en Europa
Oriental, se han producido nuevas divisiones. Empezando por los Estados blticos
(Letonia, Lituania y Estonia), la antigua federacin de la URSS ha sido desmn te-
Los Estados territoriales 189
Ministros
Secretarios de Estado
(a) Administracin
Secretarios Generales Civil
Subsecretarios
Generales
Generales de brigada y coroneles
(b) Administracin
Comandantes Militar
Oficiales de la Armada y del Ejrcito del Aire
cer era impulsar fuerzas centrpetas muy fuertes para sobrevivir con un territorio
separado en dos partes. Por tanto, cuando sobrevino la divisin no se interpret
como una consecuencia del tpico movimiento separatista, sino como una correc-
cin concreta y necesaria de las fronteras poscoloniales: Bangladesh era una ex-
cepcin que no afectara al statu quo; y tanto era as, que al cabo de tres aos el
nuevo Pakistn (el antiguo Pakistn occidental) reconoca al nuevo Estado de
Bangladesh (el antiguo Pakistn oriental).
Waterman (1984; 1987) ha analizado a fondo los procesos de divisin en geo-
grafa poltica. A partir del trabajo de Henderson y Lebow (1974), distingue dos
procesos que son muy distintos: la divisin de naciones y la particin de Estados.
En el primer caso, el Estado tiene una unidad lingstica y cultural antes de la di-
visin; ejemplos de ello son Alemania (1949-90), Corea, Mongolia, China y
Vietnam (1955-74). Estas divisiones eran fruto de fuerzas externas y sus habitan-
tes no las consideraban permanentes. Vietnam y Alemania se han reunificado, y
en los dems casos contina existiendo el concepto de una nica nacin a pesar
de los dos Estados.
En cambio, se suele pensar que los Estados partidos estn separados de forma
ms permanente. En este caso la particin es consecuencia de tensiones internas;
es una forma de resolver una diversidad destructiva en el seno de un pas. Los dos
ejemplos ms caractersticos son: la particin de India-Pakistn durante la ltima
transicin geopoltica y los pasos hacia la de Palestina-Israel en la actualidad. Las
divisiones que se produjeron en Europa Oriental a partir de 1989 son sin duda de
este tipo. Histricamente, la poca en la que esta modalidad de divisin se realiz
con mayor xito fue el perodo que sigui a la Primera Guerra Mundial, cuando
la autodeterminacin nacional era aceptada como criterio para la formacin de
Estados, con la consiguiente divisin de los antiguos imperios multinacionales.
Austria-Hungra, por ejemplo, fue dividida en siete nuevos Estados-nacin dis-
tintos (o en partes de los mismos). Trataremos este tema de la nacin y el Estado
ms a fondo en el captulo 5.
En los Estados del centro del sistema-mundo todos tenemos la experiencia de que
el Estado nos proporciona servicios pblicos (Clark y Dear, 1984: 18-19). Tietz
(1968) hace una lista breve del uso que hacemos del Estado desde el nacimiento
hasta la muerte, que pone de manifiesto lo mucho que depende la vida moderna
de los servicios pblicos: escuelas, hospitales, polica, bomberos, basuras, correos,
etc. Las teoras que consideran que la principal misin del Estado es proporcionar
servicios pblicos se preocupan de la eficacia de esa accin: los gegrafos polti-
cos, por ejemplo, se han ocupado de crear modelos de las reas ms adecuadas
para la provisin de servicios pblicos (Massam, 1975).
Igualmente importante para nuestra forma de vida moderna es el papel del
Estado como regulador y facilitador. Esta es la segunda teora que distinguen
Clark y Dear (1984: 19), en virtud de la cual el Estado pone en marcha polticas
macroeconmicas y de otro tipo para apoyar la economa en su territorio, a las
que Johnston (1982a: 13) aade la creacin de la infraestructura fsica para el
buen funcionamiento de la economa: carreteras, ferrocarriles, tendidos elctricos,
etc. Los gegrafos polticos se han ocupado de los aspectos de estos procesos rela-
cionados con la integracin espacial.
Suele asumirse que en el ejercicio de todas estas funciones el Estado es en tr-
minos generales neutral, y en el caso de la teora del Estado como arbitro esta
neutralidad se expresa explcitamente (Clark y Dear, 1984: 2 1 ; Johnston, 1982a:
12-13). En esta teora se considera que el Estado est por encima de los conflictos
endmicos de la sociedad y que, por tanto, puede actuar como arbitro neutral
para resolver las disputas. Esta teora se ocupa de la mayor parte de la actividad
poltica existente en los Estados del centro de la economa-mundo. Por ejemplo,
los partidos polticos de los pases en los que hay elecciones competitivas por lo
Los Estados territoriales 193
el objetivo principal de los piquetes secundarios, en tanto que la NCB , con la ayuda
de la polica, haca todo lo posible porque esas minas se mantuvieran en funciona-
miento durante la huelga. La polica impuso un sistema de bloqueo de carreteras
amplio y bien planificado, con lo que logr acordonar el espacio donde se produca
para evitar que los mineros de otras zonas llegaran a Nottinghamshire.
Analicemos ahora esta situacin desde el punto de vista del Estado y de la re-
trica que utilizaba para justificar las acciones que emprenda. Empezaremos se-
alando que, utilizando todos los criterios razonables de anlisis, el Estado de-
sempe un papel activo, y no slo porque esta industria fuera estatal y fuera el
Estado por tanto quien decida su gestin, sino que tambin otros elementos del
aparato del Estado ejercieron presin sobre los huelguistas, sobre todo la polica y,
en el caso de los detenidos, la judicatura, que respaldaba los mtodos policiales.
Sin embargo, el discurso de MacGregor y los polticos del gobierno describa al
Estado como arbitro neutral que impona polticas razonables contra los enemi-
gos internos, los mineros. E l Gobierno y el NCB hacan continuas referencias a
la definicin liberal del derecho al trabajo para justificar la dudosa legalidad de
los bloqueos policiales de las carreteras. Desde este punto de vista se interpretaba
que la intervencin de la polica se ajustaba estrictamente al papel del Estado de
arbitro justo: todo el mundo tena derecho a trabajar, y el Estado tena la obliga-
cin de intervenir para evitar las tcticas intimidatorias de los piquetes.
Este argumento era de un cinismo asombroso si tenemos en cuenta la poltica
del Gobierno de eliminar el derecho al trabajo de miles de mineros al cerrar las
minas. Una contradiccin de este estilo es tpica de una interpretacin liberal ex-
tremista (que gira en torno al individuo) del derecho al trabajo. Segn esta p-
tica cada trabajador es libre para elegir trabajo en un mercado laboral sin restric-
ciones (Blomley, 1994). Pero la sociedad no slo se compone de millones de
individuos que van a trabajar, sino que tambin supone la existencia de compro-
misos entre individuos en estructuras llamadas comunidades. ste constitua el
fundamento de la perspectiva ms colectiva del derecho al trabajo que mantena
el N U M . No obstante, al promover un discurso que subrayaba la importancia de
la perspectiva liberal del derecho al trabajo, se dio la imagen de que el Estado era
un arbitro neutral cuando lo que estaba haciendo en realidad era una reestructu-
racin que propiciaba la acumulacin de capital.
E l ejemplo de las polticas del Estado y los discursos del Gobierno durante la
huelga de los mineros britnicos nos da motivo para cuestionar la neutralidad del
Estado como facilitador, protector y arbitro. La polica puso en accin agentes de
todas las regiones del pas, haciendo caso omiso de las policas locales, por lo que
muchas comunidades experimentaron algo parecido a una fuerza de ocupacin
extranjera dentro de su propio pas. E n E E U U se tienen sensaciones parecidas
respecto a las agencias federales vase la reciente controversia provocada por
Andrew K irby (1997) . Todo se reduce al hecho de que considerar simplemente
que el Estado es neutral es pecar de ingenuidad. E l Estado en tanto locus de poder
no puede quedar al margen de la poltica, independientemente de que creamos
que acta para bien o para mal.
Elaborar una teora del Estado que sea ms poltica no ha sido tarea fcil. Puede
que los estudios empricos minuciosos, como el que acabamos de exponer, minen
196 Geografa Poltica
E n la ciencia social del mundo anglosajn se puede afirmar que el inters re-
ciente por las teoras marxistas del Estado se remonta a la obra de Ralph Mili-
band E l E stado en la sociedad capitalista (1969), escrita para contrarrestar la teora
pluralista del Estado en boga en la ciencia poltica para la cual el Estado es el
arbitro que decide entre intereses en competencia. Puesto que la sociedad mo-
derna se compone de muchos intereses superpuestos (los de obreros, agricultores,
empresarios, propietarios, consumidores, etc.), ningn grupo puede llegar a do-
minar el Estado, por lo que el equilibrio de intereses a los que se atiende vara con
los gobiernos, pero el Estado seguir siendo pluralista por naturaleza y podr res-
ponder a una gran variedad de intereses. Esto es a todas luces lo contrario de lo
que dice la teora marxista de las clases, que en esos trminos es estrictamente una
versin no pluralista del Estado.
La idea de neutralidad de la teora pluralista se inserta en la prctica de la pol-
tica electoral. Como veremos en el captulo 6, los partidos polticos tienen el pa-
pel de construir coaliciones de intereses para ganar las elecciones y tener as la op-
cin de un perodo de Gobierno. Este ltimo permite el acceso a las palancas del
poder, a los aparatos de Estado. Si stos no estuvieran por encima de la poltica
cotidiana de los partidos en liza, la victoria electoral carecera de significado. Esta
supuesta neutralidad es vital para las estrategias socialdemcratas de los Estados
europeos occidentales, puesto que da por sentado que, si un partido socialdem-
crata o socialista se hace con el control del Gobierno en unas elecciones, puede
utilizar al Estado para llevar a cabo sus reformas socialistas. E l Estado est li-
bre, como si dijramos, en la poltica electoral. Un corolario de esas teoras es
que, para ellas, la esfera poltica es independiente de la esfera econmica. E n ello
se basa el mismo concepto de ciencia poltica, naturalmente, por lo que no se
contemplan problemas de ningn tipo en las relaciones de la poltica y la econo-
ma. Son procesos independientes, aunque a menudo estn relacionados, y pue-
den ser estudiados adecuadamente como sistemas autnomos. Ya nos habamos
encontrado este argumento en el captulo 2 al analizar la poltica interestatal y se
repite en todas las escalas de anlisis. Desde el punto de vista de este estudio, las
teoras pluralistas del Estado constituyen un ejemplo importante de la pobreza de
las disciplinas cientficas.
E l economismo y la teora pluralista pueden ser vistos como los extremos
opuestos en una escala que midiese la autonoma de lo poltico respecto a lo eco-
nmico: en el extremo del economismo no existe autonoma entre ambas, mien-
tras que en el extremo de la ciencia poltica hay una autonoma total. E ntre am-
bos extremos se pueden distinguir diferentes grados de autonoma relativa, en
los que los procesos econmicos no determinan la poltica pero sta tampoco es
independiente de ellos. La mayora de los anlisis marxistas modernos se han si-
tuado en el sector de esta escala de relativa autonoma, y, desde esa posicin, M i-
liband (1969) lanz su ataque a la teora pluralista del Estado.
E l baluarte de la teora pluralista es la existencia de elecciones democrticas.
Puede que en 1848 el Estado se pareciera mucho a una institucin con una sola
clase, pero con las reformas del derecho al voto el Estado democrtico-liberal mo-
derno se parece mucho al modelo pluralista. Abordaremos el tema de la democra-
cia liberal en el captulo 5; en este apartado slo expondremos cmo Miliband in-
tenta destapar la naturaleza clasista del Estado aparentemente pluralista. E l
mtodo que utiliza Miliband es ordenar los datos sobre las lites sociales, polticas
y econmicas del Estado moderno, y demostrar que todos ellos tienen los mismos
antecedentes de clase. Poniendo de manifiesto los numerosos entrelazamientos en
198 Geografa Poltica
E l problema emprico bsico al enfrentarse a las teoras marxistas clsicas del Es-
tado es que el mismo sistema econmico (el capitalismo) era capaz de originar
formas de Estado muy distintas en un territorio. Por ejemplo, aunque Italia y Es-
tados Unidos son pases capitalistas, hacan polticas muy distintas. E l anlisis po-
ltico marxista moderno (Miliband, 1977; Scase, 1980) eligi como objeto de es-
tudio esta diversidad de polticas. Haba que romper con el economismo y
pareca que el postulado de la autonoma de la poltica y la economa era la va de
avance para realizar estos anlisis nuevos. Como hemos visto, los derivacionistas
han puesto muy en duda la validez de esta posicin, pero no han ofrecido ningn
medio sustitutivo para explicar la variedad de poltica que hay en el capitalismo.
El anlisis de los sistemas-mundo da una interpretacin alternativa de esa diversi-
dad poltica, que hace innecesario el concepto de autonoma relativa. E l paso cru-
cial es volver a considerar a los Estados instituciones de una importancia funda-
mental en la economa-mundo. Puesto que el Estado cualquier Estado es
una institucin, es susceptible de ser manejado para favorecer a determinados
grupos sociales (clases, pueblos, etc.) en detrimento de otros en el sistema-
mundo. E n definitiva sustituimos la nocin de autonoma relativa por la de ma-
nipulabilidad.
E l concepto de autonoma relativa se basa implcitamente en la idea de que el
Estado y la economa ocupan el mismo territorio; por ejemplo, Scase (1980)
aborda la cuestin de la relacin entre la economa y la poltica en Europa Occi-
dental Estado por Estado. Cuando se razona de ese modo es fcil ver cmo se
L os E stados territoriales 201
Estados
9 t
Economas
i i i i 9
i
(b) Correspondencia de una con muchos: fragmentos de la economa-mundo
Estados
A A A A A
f v 1 v u
Economa-mundo -(- H (-
(- ) e-
Centro !
M ) e- ^
Semiperiferia Periferia
I
Requiere un casi-monopolio
I
Requiere una organizacin
para reducir la competicin sindical dbil para incrementar
entre mercancas la competencia entre trabajadores
1
Poltica fiscal
1
Poltica social
y aranceles y bienestar
1
Relaciones externas:
1
Relaciones internas:
asuntos exteriores asuntos interiores
I 1
POLTICA INTRAESTATAL
POLITICA INTERESTATAL
INTERCLASISTA (CAPITAL
INTRACLASISTA (CAPITALISTA)
FRENTE A TRABAJO)
Mirando hacia fuera
Mirando hacia dentro
Estado con dos ejemplos de las reacciones polticas ante las reestructuraciones
producidas, primero, a raz de la depresin econmica de los aos treinta y, se-
gundo, a causa de la globalizacin econmica de los aos noventa.
La cada de la Repblica de Weimar en la Alemania de 1933 y el surgimiento
de un Estado nuevo, el TercerzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHG
Reich de Adolf Hitler, constituye un caso muy
claro de la manipulabilidad del Estado. La Repblica de Weimar se cre tras la
derrota sufrida en la Primera Guerra Mundial y sobrevivi a una guerra civil revo-
lucionaria que se produjo inmediatamente despus. Las cicatrices que dejaron
esos acontecimientos nunca desaparecieron, puesto que la neutralidad del Estado
era cuestionada continuamente. La derecha consideraba en su mayor parte que la
asociacin con el tratado de paz de Versalles supona una traicin a la nacin ale-
mana, lo que origin que muchas de las fuerzas reaccionarias, especialmente del
ejrcito, no ocultaran el desprecio que sentan por los polticos constitucionalistas
y sus partidos. Una de las consecuencias fue la aparicin del Partido Nazi como
fuerza electoral a principios de los aos treinta. E n la izquierda, la derrota en la
guerra civil dio lugar a una desconfianza parecida hacia el Estado que desemboc
en el aumento del respaldo electoral que obtuvo el Partido Comunista a princi-
pios de los aos treinta. Tachado, a la vez, de traidor nacional y opresor de clases
el nuevo Estado precisaba elaborar y consolidar una poltica de centro para triun-
far, pero una poca de reestructuracin econmica no es la ms adecuada para esa
va de en medio. Sin la legitimacin que otorga la neutralidad, slo era cuestin
de tiempo que la Repblica de Weimar fuera un desastre poltico.
La agitacin, en muchas ocasiones violenta, que se produjo en la Alemania de
Weimar fue un reflejo de la puesta en marcha en una situacin de necesidad
de las dos formas fundamentales de poltica que hemos mencionado: era funda-
mental que el Estado alemn derrotado tuviera capacidad de maniobra en la
economa-mundo capitalista. La poltica intraclasista de las lites econmicas gi-
raba en torno a las disensiones entre distintos sectores de la economa y sus rela-
ciones con el mundo exterior. Las industrias orientadas al exterior eran las que se
dedicaban a nuevas actividades caractersticas del centro (como las industrias qu-
micas y las electrnicas), que eran competitivas en el mercado mundial. Por otra
parte, las industrias orientadas al interior (como los latifundios agrcolas prusia-
nos) pretendan que las protegieran para evitar la competencia del mercado mun-
dial. As pues, los enfrentamientos intraclase que se producan en Alemania eran
la tpica expresin de la pretensin de los pases semiperifricos de que hubiera
ms procesos de centro y de evitar que se produjera un proceso de periferializa-
cin en los lmites de su jurisdiccin. No obstante, en este caso la situacin se
complic de forma decisiva por la poltica interclase que se origin en la guerra
civil. La revolucin fracasada se convirti en enconados enfrentamientos polticos
sobre la cuanta de los salarios y otras ventajas sociales, por lo que la acumulacin
del capital segua estando en peligro. E n esta situacin la poltica intraclase se
cruz con la poltica interclase: los intereses de las lites econmicas se dividieron
entre las industrias caractersticas del centro, que estaban dispuestas a hacer con-
cesiones a favor de la poltica social y de la subida de los salarios, y las industrias
nacionales tradicionales que queran mantener el antiguo orden social. Todo ello
result en la aparicin y desaparicin de gobiernos de coalicin que acabaron por
dar lugar a un Estado polticamente impotente (Abraham, 1986). E l partido nazi
explot la incapacidad de las diversas fuerzas para manipular adecuadamente al
Estado de Weimar en esos tiempos difciles por lo que pudo derrocarlo. La conse-
cuencia fue un Estado diferente, un reordenamiento del aparato del Estado que
L os E stados territoriales 205
ral. Aunque sea democrtico, el resultado guarda algunas similitudes con la mani-
pulacin del Estado alemn que expusimos anteriormente.
Podemos concluir que, en general, la verdadera naturaleza de la poltica de la
manipulabilidad del Estado y sus resultados son fruto tanto de los imperativos es-
tructurales de la acumulacin y la reestructuracin como de la manipulacin de
dichas situaciones por parte de los polticos. Al igual que el mapa poltico mun-
dial, el mercado mundial nunca permanece igual en la economa-mundo; es ob-
jeto de pugnas y reestructuraciones continuas que favorecen a unos grupos en
perjuicio de otros, y los Estados desempean un papel fundamental en este pro-
ceso. La globalizacin actual, pese a sus tendencias antiestatales, no es una excep-
cin. Ahora podemos volver a la cuestin de la diversidad de formas de Estado,
considerando que son instrumentos en la lucha por los excedentes mundiales.
La idea de que la autoridad del Estado se est debilitando es muy anterior a los
debates que se mantienen actualmente sobre la globalizacin. E n opinin de
Deutch (1981) el hecho de que el mundo hubiera entrado en la era nuclear en
1945 implicaba que los Estados ni siquiera podan seguir llevando a cabo su fun-
cin ms bsica: defender a su pueblo. Brown escribi un libro con el provocativo
ttulo de Mundo sin fronteras (1973) en el que presentaba un inventario de los
problemas que se le plantean a la humanidad, que van ms all del Estado territo-
rial, como la crisis medioambiental, el problema de la poblacin y el aumento de
las diferencias entre ricos y pobres. Pona de relieve la creciente interdependencia
econmica del mundo y afirmaba que la soberana nacional se est sacrificando
de una forma lenta pero segura en aras de la opulencia (1973: 187). Como la
globalizacin hoy, estos autores se preguntaban si est prximo el fin del Estado
territorial y del sistema interestatal. Falta poco para la desaparicin del Estado?
E n realidad, el mensaje de este captulo es que las aseveraciones de la desapari-
cin del Estado son una exageracin. Si usted an necesita que le convenzan y
suponiendo que no sea una empresa, intente no pagar impuestos! Pero el po-
der de los Estados se est renegociado. Los Estados se han percatado de que su so-
berana est sufriendo el ataque de la circulacin global del capital que se est
produciendo en la economa-mundo y han optado por transferir parte de su po-
der a otras instituciones. Por consiguiente, en muchos casos el debilitamiento de
la soberana del Estado ha sido la consecuencia de los procesos iniciados por los
propios Estados (Sassen, 1996).
La creacin de la Unin Europea (UE ) constituye un ejemplo de ello. Hay dos
pticas distintas a la hora de definir el papel de la UE . Los que desean conservar
el mximo de soberana estatal han propuesto una perspectiva intergubernamen-
talista. Tienen la imagen de una E uropa de naciones. E l intergubernamenta-
lismo considera que la UE no es ms que la suma de las partes, cuyas decisiones
requieren el consenso de todos los Estados miembro. Por otro lado, la postura su-
pranacionalista concibe un declive de la soberana estatal, y que las decisiones se
adoptan cada vez ms en el marco institucional de UE . Tienen la imagen de los
E stados Unidos de E uropa. Al principio los Estados miembro mantenan una
perspectiva intergubernamentalista, pero ltimamente se han transferido ms ta-
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Estados territoriales. Desde el fin del imperialismo formal las polticas de localiza-
cin econmica del Estado han sido internas, ya se trate de polticas de localiza-
cin regional para mantener la integridad territorial del Estado por motivos de le-
gitimacin, o de polticas de creacin de enclaves de libre comercio para fomentar
la acumulacin del capital en el territorio del Estado. E n cualquiera de los dos ca-
sos el procedimiento se limita a la puesta en marcha de polticas econmicas den-
tro de sus fronteras. Por el contrario, las empresas transnacionales pueden llevar a
cabo polticas econmicas en muchos territorios. Con sus decisiones de inversin
pueden hacer que un pas se enfrente a otro. Una vez que empieza la produccin,
pueden controlar la cuanta total de sus impuestos por el mrodo de transferir
los precios, lo cual supone manipular los precios de los componentes, que son
trasladados a fbricas de distintos pases pero que pertenecen a la misma transna-
cional: el objetivo es asegurarse de que los beneficios elevados se declaran en los
pases con impuestos bajos, y los beneficios reducidos o las prdidas en los Esta-
dos con impuestos elevados. Por ejemplo, Martn y Schumann (1997: 198) des-
criben como en 1994-5 la compaa alemana del sector electrnico Siemens tuvo
unos beneficios globales de 2.100 millones de marcos sin que tuviera que pagar
ninguna cantidad por impuestos en Alemania. Parecera como si los impuestos a
las grandes compaas estuvieran pasando a ser algo del pasado segn se va con-
virtiendo el capitalismo global en el mayor gorrn de la historia. De hecho, po-
dramos ir todava ms all: son las grandes compaas las que aplican impuestos
a los gobiernos que alguna vez se denominan subsidios por elegir su terri-
torio para la localizacin de alguna de sus actividades; por ejemplo, el gigante ale-
mn del automvil BMW declar prdidas en sus actividades en Alemania en
1993, logrando as una devolucin de impuestos por valor de 32 millones de
marcos. He ah una versin econmica nueva del divide y vencers. A la vista
de todo lo anterior, parece inevitable que la victoria acabe inclinndose del lado
de las empresas transnacionales.
Naturalmente, las cosas no son tan simples. Hay una caracterstica importante
de la que las transnacionales carecen, que es el poder formal, el derecho a elaborar
leyes. Por consiguiente, cuando el ejecutivo de una gran compaa sugiere que to-
das las compaas financieras con el tiempo tendrn sus sedes en un barco en
mitad del ocano (Martn y Schumann, 1997: 84) est perdiendo de vista un
elemento fundamental de la cuestin: en ltima instancia, la riqueza es algo ma-
terial, no virtual. Las propiedades de todas las transnacionales estn garantizadas
en ltima instancia por las leyes de la propiedad de los Estados en cuyos territo-
rios se asientan sus propiedades: el concepto de competencia entre el Estado y la
empresa transnacional slo atae a una parte de la relacin entre ambas. E n un
sentido ms general el Estado y la empresa transnacional existen en una especie
de relacin simbitica en la que se necesitan mutuamente: todos los Estados ne-
cesitan que haya acumulacin de capital en su territorio que les proporcione la
base material de su poder y todas las empresas transnacionales necesitan las con-
diciones para la acumulacin que proporciona el Estado.
Si la transnacional no est sustituyendo al Estado, cmo se explica el auge de
las transnacionales desde 1945? E n opinin de muchos marxistas constituye una
etapa nueva del capitalismo: hemos llegado a una nueva era de capitalismo global
en la que la produccin supera las barreras del E stado. E n el anlisis de los
sistemas-mundo la explicacin es que se debe a la tendencia secular de aumentar
la concentracin del capital, pero no supone ningn nuevo proceso o mecanismo
fundamental. E n la economa-mundo capitalista la produccin siempre ha trans-
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