Naturalismo, Revision Critica Del Naturalismo
Naturalismo, Revision Critica Del Naturalismo
Naturalismo, Revision Critica Del Naturalismo
' Eduardo Lpez Bago escriba en 1884, aludiendo al naturalismo, que la polmica [...]
va revistiendo ya los caracteres de reida lucha, en que est concentrado todo el inters de
los literatos esparioles. En el Ateneo, en los saloncillos de los teatros, en las Academias y has-
ta en las mesas de los cafs, no hablamos de otra cosa (Naturalistas e idealistas. Contestacin
a una carta del serior don Vctor Balaguer, La Rustracin Militan 20 jul. 1884, pg. 456). Si
nos retrotraemos a tiempos ms prximos resultar tambin posible localizar muestras de ar-
dor combativo como la de Pierre Cogny en su libro de 1953 Le naturalisme (he consultado la
42 edicin, de 1968; Pars: Presses Universitaires de France).
2 Las actas del primero se publicaron en 1978 (L,e naturalisme. Colloque de Cerisy, Pars: Union
Gnrale d'ditions); las del tercero, en 1984 (Yves Chevrel (ed.), Le naturalisme en question,
Pars: Universidad de Pars-Sorbona); las del cuarto, en 1988 (Naturalismo e verismo. I generi:
poetiche e technique, Catania: Fundacin Verga); las del quinto, con Yvan Lissorgues como edi-
tor, en el mismo ario (Realismo y naturalismo en Espaa en la segunda mitad del siglo xix, Barce-
lona: Anthropos).
Nmero monogrfico sobre el naturalismo, en his (Montpellier), 1988/1; Reaproxima-
cin al naturalismo espaol , Letras Peninsulares, n2 5 (prim. 1989); El estado de la cuestin.
El naturalismo en Esparia, nsula, n2 514 (oct. 1989).
[55]
4 Cf Ignacio Javier Lpez, En torno a la recepcin del naturalismo en Esparia (los Or-
tega Munilla, Leopoldo Alas, Toms Tuero, Luis Alfonso y las reserias de La desheredada de Gal-
ds), Nueva Revista de Filologa Hispnica, xxxix (1991), pgs. 1005-23.
5 Cf Laureano Bonet, El naturalismo en Esparia: un texto olvidado de Jacinto Octavio Pi-
cn, en vv. AA., Homenaje al profesor Antonio Vilanova, Barcelona: PPU-Universidad de Barcelo-
na, 1989, 1,, pgs. 73-88.
tat present des tudes sur le naturalisme, en Naturalismo e verismo, 1, pgs. 39-78.
7 Introduction a Naturalism in the European Novel. New Critical Perspectives, Nueva York-Ox-
ford: Berg, 1992, pg. 5.
8 En Emilia Pardo Bazn, La cuestin palpitante, Barcelona: Anthropos, 1989, pg. 20.
9 The Critical Reception of Naturalism in Spain before La cuestin palpitante, Hispanic Re-
view, xxn (ab. 1954), pgs. 97-108; del mismo autor, The coletilla to Pardo Bazn's La cuestin
palpitant e , ibid., xxlv (en. 1956), pgs. 50-63.
' Cf Una polemica letteraria in Spagna: il romanzo naturalista, Pisa: Universidad, 1963.
"Cf El naturalismo espaol. Historia externa de un movimiento literario, Madrid: Gredos, 1965.
REVISION CRTTICA DEL NATURALLSMO. ACTUALIZACION DE UN DEBATE HISTORICO 57
pez Jimnez 12 se mostraron tan diligentes situ el tema en los lmites del es-
tudio cientfico. Contbamos ya, desde los aos sesenta (y aun antes, si re-
cordamos aportaciones acotadas, como la de Davis), con lo ms sustancial
de la informacin, repetida (Eduardo Godoy Gallardo 13 ) o en trance de ser
interpretada (Jos Antonio Gmez Marn") en los arios setenta'3.
La conferencia que puso el broche final al Congreso de Toulouse era mu-
cho ms que un mero resumen de aportaciones anteriores. En ella Gonzalo
Sobejano hablaba ya de El lenguaje de la novela naturalista, enumerando
un conjunto de notas formales distintivas que podran servir de base para
un estudio global de ms amplias miras que supere el n mero de las seis
obras diseccionadas en el trabajo16.
Parece, pues, que el tema del naturalismo espariol se encuentra en una
nueva fase del anlisis crtico, en la que se detecta un progresivo inters por
acceder a tres espacios complementarios. En el primero de ellos se situara
ese intento de acotacin formal a que aluda hablando de la ponencia de
Sobejano. Se trata en un caso como este de partir de lo individual (el estu-
dio de la obra concreta) para llegar a lo general (los rasgos definitorios del
naturalismo globalmente entendido). Es la aplicacin a lo formal de un
procedimiento seguido no hace tantos arios por Juan Oleza para lo temti-
co. La diferencia entre uno y otro acercamiento es que el primero atiende
en mayor medida la autosuficiencia esttica del texto, mientras que el se-
gundo presta atencin sobre todo al contexto, para deducir de la lectura de
la novela naturalista unas consecuencias de orden sociolgico. El naturalis-
mo es para la interpretacin de Oleza la expresin de una cierta burgue-
sa liberal, de una vanguardia burguesa 17 ; en definitiva, un paso ms en un
proceso histrico que conduce el equilibrio propio del realismo a un calle-
jn sin salida que deviene desengario y que literariamente se manifiesta en
forma de naturalismo.
El segundo gran espacio crtico abierto en estos ltimos arios ha ido en-
sanchando sus fronteras, originando una reorientacin de los estudios sobre
recen ms fundadas las ideas expuestas por Maurice Hemingway y Dario Vi-
llanueva en sendos trabajos en que se cuestionaba (en 1983 y 1984, respec-
tivamente) el naturalismo de Insolacin y Los pazos de U11oa28 Es inevitable,
adems, recordar la rotunda afirmacin de Mariano Baquero Goyanes, se-
gn el cual La madre naturaleza es uno de los ms artificiosos y menos na-
turalistas relatos del siglo xix 29 . 0, despus, la tesis de Claire Nicolle Robin,
que estudiando Le naturalisme dans La desheredada de Prez Galds habia Ilega-
do a la conclusin de que on peut dire qu'il n'y a pas de thorie natura-
liste chez Galds, mais une pratique naturaliste30.
Falta hablar de un tercer espacio critico, lindante con teorias sociopol-
ticas de moda (sobre todo en Estados Unidos) en el final de siglo. Es este
un espacio cuya atractiva presentacin actual viene favorecida por el auge de
un pensamiento politico que ha hallado su proyeccin literaria en la pala-
bra ginocrtica. El libro de Mary Lee Bretz Voices, Silences and Echoes ejempli-
fica la aportacin a nuestro tema del feminismo norteamericano, proclive a
la lectura ideolgica y poco propicio a la estticam.
Es obligado partir del naturalismo de Zola para tratar del espariol. Pocos
casos en la historia de nuestra literatura mostrarn de manera tan clara como
este la interrelacin entre sucesos histricos acaecidos en diferentes paises.
32 Les trois langages du naturalisme, en Y. Lissorgues (ed.), Realismo y naturalismo, pg. 22.
33 Zola, Galds, Clarn. El naturalismo en Francia y Espaa, Madrid: Universidad Autnoma,
1995, pg. 38.
REVISION CFTICA DEL NATURAIJSMO. ACTUALIZACION DE UN DEBATE HISTORICO 61
lo en plano de igualdad con respecto a ellos. eQu mejor idea que ampliar
el espacio con objeto de que hallen cabida en l otros autores, y asi eludir
el peligro de que llegue a identificarse el naturalismo con su propia perso-
na? De ahi sus frecuentes referencias a ese plural nosotros, escritores natura-
listas, que tan poco dice al historiador. Y no solo al actual, sino tambin al
que enjuici el fenmeno de manera inmediata. Basta repasar los nombres
incluidos por Ferdinand Brunetire en su capitulo Les petits naturalistes,
incluido en la segunda edicin de su libro sobre Zola y su escuela (1892),
para percatarse de que los nombres a ella adscritos son figuras secundarias
o bien creadores demasiado personales (Maupassant, por ejemplo) para
admitir el fcil encuadramiento34.
Sin embargo, en la Carta a la juventud fechada en mayo de 1879 y
reproducida por Laureano Bonet en su edicin de los escritos de Zola hay
ya una muestra de esa ampliacin del concepto de naturalismo", ampliacin
que reitera en la misiva enviada por l al traductor al francs de La papa-
llona, de Narcis 011er (carta fechada el 15 de octubre de 1885); una amplia-
cin, en fin, no muy certera, si hemos de ceriirnos a la realidad espariola,
porque el naturalismo francs fue para nuestros escritores Zola, y prctica-
mente nada ms. Tal vez el propio novelista francs era consciente de su vo-
luntaria manipulacin de los datos de la realidad cuando justificaba (muy
poco convincentemente, por cierto) la inexistencia de escuela naturalista y
la falta de jefe de esta por el hecho de que la tendencia dejaba campo
bre a todas las individualidades36.
Si, como han puesto de manifiesto David Baguley y Colette Becker, la
existencia del naturalismo como tal corriente organizada es discutible en el
mbito francs", resulta evidente que nunca pudo hablarse en Esparia de un
grupo organizado, aunque si de una novela, La desheredada, y de un autor,
34 Cf. Le roman naturaliste, Pars: Calmann Lvy, 21892. Hans Hinterhuser afirma: En el
fondo, el naturalismo francs fue una corriente nutrida por un solo hombre. Zola tena una
fuerte tendencia ingnita a formar y guiar grupos, pero los diriga luego de forma tan aplas-
tante que todos los talentos le abandonaban antes de palidecer a su sombra (Notas sobre el
naturalismo de antao y de hogao, en vv. AA., Homenaje a Alonso Zamara Vicente, Madrid: Cas-
talia, 1994, rv, pg. 210).
35 . Zola, El naturalismo, Barcelona: Pennsula, 21989, pg. 107.
36 Car ta a la juventud, en El naturalismo, pg. 99.
37 If [...] we look at the same relations from the point of view of a number of detailed,
Nvell-researched studies of individual naturalist writers, the sense of unity virtually disintegra-
tes (D. Baguley, Naturalist Fiction. The Entropic Vision, Cambridge: Universidad, 1990, pg. 20;
adaptacin al francs: Le Naturalisme et ses genre.s, Pars, Nathan, 1995). Le mouvement natu-
raliste n'a jamais constitu une cole au sense strict du terme. Quelques grandes dates, pu-
blications ou vnement ponctuent l'histoire d'un groupe fluctuant, qui se fait et se dfait au
gr des amitis et des inimitis, rassembl non par une doctrine rigoureuse, mais par quelques
g-rands principes (Lire le Ralisme et le Naturalisme, Pars: Dunod, 1992, pg. 60).
62 OSCAR BARRERO PREZ
46 The Spanish Debate over Idealism and Realism before the Impact of Zola's Naturalism,
Papers of the Modern Language Association of America, L'oouv (oct. 1969), pgs. 1649-56.
47 Le discours naturaliste thorise un roman qui n'a pas t crit (H. Mitterand, Zola et
le naturalisme, Paris, Presses Universitaires de France, 1986, pg. 19). Cf., de Beyrie, A prop15-
sito del naturalismo: problemas de terminologa y de perspectiva literaria en la seg-unda mitad
del siglo xix, en Y. Lissorgues (ed.), Realismo y naturalismo, pgs. 33-46.
48 Au contraire: Zola-thoricien et Zola-crateur no font qu'un: il y a cohrence profon-
de entre l'auteur des Rougon-Macquart et celui du Roman exprimental (Le naturalme. tude
d n mouvement littraire international, Pars: Presses Universitaires de France, 21993, pg. 217).
46 El naturalismo y la novela, en Francisco Rico e Iris M. Zavala, Historia y crtica de
teratura espaola, 5/1. Romanticismo y realismo. Primer suplemento, Barcelona: Crtica, 1994,
pg. 244.
66 OSCAR BARRERO PREZ
imposible que al propio Zola habra de sorprender, aunque haya quien su-
giera que su intento de salvar las apariencias desde el catolicismo no resulta
tan contradictorio como en ocasiones se ha serialado 52 . Sin duda que a la
escritora gallega la satisfara en grado sumo aquella reseria de Jes s Murais
(El Imparcial, 27 de febrero de 1882) que serialaba Un viaje de novios como
punto intermedio entre idealismo y naturalismo. A fin de cuentas, esa inte-
gracin de elementos no precisamente homogneos fue su caballo de bata-
11a, aunque la crtica posterior haya dejado claro que, como escribi Robin,
el eclecticismo est certainement l'oppos de naturalisme". En cualquier caso,
no es a Pardo Bazn a quien ha de atribuirse la originalidad de la idea sintti-
ca; si acaso, la insistencia en ella. En 1880, por ejemplo, ya Julio Nombela
haba reprochado al naturalismo exactamente lo mismo que censurara de l
Pardo Bazn muy poco tiempo despus: su olvido de la realidad no material,
de la realidad espiritual (El Demcrata, 24 de abril). No pasara un ario antes
de que la escritora recogiera la idea en su prlogo a Un viaje de novios.
Si, como parece evidente, sin la aceptacin del determinismo no es po-
sible jugar con las cartas naturalistas, ni siquiera Pardo Bazn (o, si se pre-
fiere, ella menos que nadie) podra iniciar la partida reclamada por el de-
bate sobre la nueva tendencia. Cuando la sintesis de discurso y novela pudo
por fin encontrarse, la discusin haba perdido sentido, porque Zola ya no
era el punto de referencia, sustituido a esas alturas (1888, ario en que pa-
rece que se introduce en Esparia la literatura rusa, aunque ya en 1887 Par-
do Bazn haba publicado La revolucin y la novela en Rusia) por nombres
como los de Dostoyevski o Tolstoi. Fue entonces (desde el captulo ci de For-
tunata y Jacinta, y no desde arios atrs, como quiere la interpretacin de
Mariano Lpez Sanz 54 ) cuando se pudo hablar de naturalismo espiritual o, en
su defecto, de idealismo, moralismo, espiritualismo, novela de ideas, psicologismo55.
52 Delfin Garca Guerrero, La condicin humana en Emilia Pardo Bazn, La Gorua: Xun-
tanza, 1990, pg. 336. En sentido similar se pronuncia N. Clemessy, para quien la paradoja
existente entre las convicciones religiosas de doa Emilia y sus ideas sobre el naturalismo es
[...] solo aparente. La autora de La cuestin palpitante profesaba un catolicismo enrgico pero
tolerante; su fe era sincera y firme, pero en absoluto militante como crea Zola (Emilia Par-
do Bazn como novelista (de la leora a la prctica), Madrid: Fundacin Universitaria Espaola,
1981, pg. 109).
Pour une dfinition du naturalisme en Espagne, en NT. AA., Aspectes du XIx". sicle ibri-
que et ibro-amricain. Actes du xx Congres de la Societ des Hispanistes Franais de l'Enseignernent Su-
perior, Lille: Universidad, 1977, pg. 49.
Cf Naturalismo y espiritualismo en la novelstica de Gakls y Pardo Bazn, Madrid: Pliegos,
1985.
55 Como escribe Inmaculada Ballano, en cualquiera de los casos, se trataba de la manifes-
tacin de un sentimiento de repulsa hacia la exagerada pintura naturalista de la realidad ex-
terna al sujeto (El psicologismo francs de fin de siglo y Emilia Pardo Bazn, en Francisco
Lafarga (ed.), Imgenes de Francia en las letras hispnicas, Barcelona: PPU, 1989, pg. 338).
68 SCAR BARIZERO PREZ
56 Como recuerda Oleza, en Espaa el modelo ruso no fue visto siempre como un mo-
delo alternativo al francs, sino al naturalista; [...] en Francia hubo asimismo un movimiento
literario convergente con el espiritualismo ruso, de una importancia decisiva para el fin de si-
glo (Espiritualismo y fin de siglo: convergencia y divergencia de respuestas, en F. Lafarga
(ed.), Inidgenes de Francia, pg. 78).
57 Del realismo/naturalismo al modernismo: Galds, Zola, Revilla y Clarin (1870-1901), Las Pal-
mas: Cabildo Insular de Gran Canaria, 1993, pg. 27.
58 El folleto de Savine lo comenta Pattison.
59 Tambin Ignacio Elizalde, El naturalismo de Prez Galds, en Y. Lissorgues (ed.), Rea-
lismo y naturalismo, pg. 470.
REVISION CITICA DEL NATURALISMO. ACTUALIZACJON DE UN DEBA7E HISTORICO 69
talismo. Pero Gonzlez Serrano hablaba del idealismo de los naturalistas, que bordan con fili-
granas de forma el asunto de sus creaciones, satisfacen quizs los anhelos de protesta contra
necias convenciones sociales; pero en medio de todo, no son realistas, como pretenden, sino
idealistas, aun renegando el idealismo (La novela naturalista, La Rustracin Ibrica, 9 feb.
1884). Remachaba en otro artculo: Zola tiene vestidura emprica que oculta su exaltacin
idealista (El arte naturalista, Revista de Espaa, 15 jul. 1885). Cf, en un sentido similar, Au-
gusto Charro-Hidalgo Daz (Don Jos Mara de Pereda, Revista Conternpornea, 15 ab. 1884).
61 Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 1896.
70 (5SCAR BAFIRERO PREZ
62 Semitica y morfologa textual del cuento naturalista, Madrid, Gredos, 1989, pg. 21.
63 El naturalismo francs, Buenos Aires: Huemul, 1967, pg. 33.
64 Art. cit., pgs. 584-85.
63 Cl El romanticismo como hipotexto en el realismo, en Y. Lissorgues (ed.), Realismo y
naturalismo, pgs. 90-97.
66 E. Gmez Ortiz, en la memoria leda en el Ateneo madrilerio y publicada en 1882 (La
Amrica, 8 y 28 en. y 8 feb.), dejaba entrever la existencia de la deuda romntica del natura-
lismo, sobre todo el de Daudet.
REVISION CRITICA DEL NATURALISMO. ACTUALIZACJON DE UN DEBATE HISTORICO 71