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Las Disputas de Galileo Con La Iglesia
Las Disputas de Galileo Con La Iglesia
Las Disputas de Galileo Con La Iglesia
rgidas exigidas para explicar fsicamente el movimiento de los astros, pues la rbita de
cualquier cometa visible tendra que atravesarlas. Adems, consciente de que el modelo
copernicano era superior al ptolemaico, lo adapt colocando a los astros orbitando
alrededor del Sol y a ste alrededor de la Tierra que continuara en el centro del
universo; de esta forma salvaba el problema, ms teolgico que fsico, de la centralidad
de la Tierra y slo se le ocurri recurrir a los milagros para explicar la generacin de
novas y cometas, y postular una ciencia infusa en los astros para que pudiesen recorrer
sus caminos en los cielos fluidos sin necesidad de orbes slidos ni otros principios
dinmicos.3
Cuando Galileo, en el otoo de 1609, dirigi su recin perfeccionado telescopio
hacia los cielos comenz a protagonizar una serie de nuevos descubrimientos: lo que
parecan ser montaas y otras caractersticas terrestres en la luna; un innumerable
nmero de nuevas estrellas, adems de que las estrellas visibles no aumentaban de
tamao, cosa que si pasaba con los planetas; y cuatro lunas orbitando alrededor de
Jpiter, los llamados planetas medceos. Dio noticia de ellos con la publicacin de La
gaceta sideral y prosigui con sus observaciones que le llevaron a descubrir que la
iluminacin del planeta Venus estaba sujeta a fases peridicas al igual que le sucede a la
Luna y manchas en el Sol que hacan parecer que posea un movimiento de rotacin
adems de hacer desaparecer la imagen de perfeccin e inmutabilidad postuladas hasta
entonces por la cosmologa oficialmente aceptada.
Estos descubrimientos resultaron problemticos en tanto en cuanto ponan de
manifiesto la verosimilitud del sistema copernicano adems de cuestionar la fsica
aristotlica, e incluso la interpretacin oficial de los textos bblicos.
As, mediante sus observaciones de la Luna, Galileo desarroll los siguientes
argumentos: el terminator apareca como una lnea quebrada y no como una lnea recta
como sera en el caso de una esfera perfectamente lisa; interpret las manchas oscuras
en la parte iluminada comparndolas con los valles en penumbra tras la salida del Sol o
antes de la puesta, y las manchas luminosas en la parte oscura mediante la comparacin
con los picos de las montaas iluminados tras la puesta o antes del alba en las zonas ms
bajas; midi la altura de las montaas mediante la relacin entre la distancia de sta con
el terminator en el plenilunio y el radio de la Luna; explic la luz cenicienta que ilumina
3 SOLS, 2001 pg. 359
podemos negar su gran desigualdad, pero el padre Clavio cree probable que no se trate
de que la superficie lunar sea realmente irregular, sino que se ve as debido a la diferente
densidad de sus distintas partes. Otros creen que es realmente irregular: pero finalmente,
respecto a esto no tenemos ahora tanta certeza como para poder afirmarlo como
indudable.6 Clavio propone que la superficie de la Luna es lisa y cristalina y que las
manchas son producidas por la diferente densidad de la materia lunar; que las montaas
que ve Galileo son valles cubiertos por una materia sutil y rara y que la apariencia real
de la Luna se asemejara ms a una bola de cristal con manchas blancas en su interior.
Por ltimo, convienen que en torno a Jpiter orbitan ciertamente cuatro satlites.
En su caso, como sabemos, la ciencia siempre estaba supeditada a otros fines y
finalmente decidieron admitir las evidencias que las observaciones a travs del
telescopio mostraban, pero sin aceptar el significado terico que les atribua Galileo. Al
menos pblicamente no aceptaron que fueran una prueba o un apoyo a la teora
copernicana.
Aunque en el mbito de la astronoma, Galileo poda confiar en la terquedad de
los hechos, su intencin no era meramente sealarlos, fueran el aspecto terrqueo de la
Luna, las fases de Venus o las manchas solares; lo que aspiraba conseguir era que se
aceptara su significado terico. Y eso consista no slo en ensear cosas a travs del
telescopio, sino en ensear a pensar de otra forma:
A partir de la segunda dcada del siglo, era inevitable la decisin
procopernicana de los astrnomos matemticos sin ataduras ideolgicas como las de los
jesuitas, pues de ese modo se aclaraba el orden de los planetas, se eliminaban epiciclos
y deferentes atribuidos a los planetas interiores y exteriores por el movimiento de la
Tierra, y se explicaban trivialmente muchos detalles misteriosos de los modelos
ptolemaicos, como la retrogradacin de los planetas exteriores en la oposicin y la
dependencia de la Luna y todos los planetas del Sol.7
As, aunque en la prctica todos acabaron aceptando la realidad de sus
descubrimientos, fueron muy pocos quienes los aceptaron como pruebas en favor de las
5 FAVARO, XI: 93
6 Ibd.
7 SOLS, 2014 pg. 12
tesis copernicanas. Al menos en principio eso constitua un paso adelante, porque la sola
aceptacin de los nuevos hechos aseguraba el colapso de la cosmologa tradicional, pues
la gran cantidad de hiptesis ad hoc que requera la explicacin de cada uno de los
nuevos descubrimientos arruinaba psicolgica y tericamente a los defensores de la
tradicin cosmolgica. Y aunque quiz no hubiera que aceptarlos como pruebas
confirmadoras del modelo copernicano, era cada vez ms difcil no considerarlos
falsadores de la teora tradicional. As, a cada nuevo descubrimiento surga una nueva
dificultad para la filosofa tradicional, y su efecto acumulativo daba cada vez ms fuerza
a las nuevas ideas. En astronoma, los meros hechos podan tener un enorme valor
persuasivo.
Pero en el mbito de la fsica las cosas eran distintas, prcticamente contrarias.
Los adversarios de Galileo confiaban en la terquedad de la realidad y se empeaban en
sealar los hechos como pruebas de sus teoras.8
Argumentos fsicos.
Ante la dificultad que Galileo encuentra en la aceptacin de sus argumentos
astronmicos como confirmacin de las tesis copernicanas trata de conseguirla a travs
de nuevos argumentos, basados en sus estudios de mecnica, con los que intentan
demostrar el movimiento de la Tierra, considerada hasta ahora centro del universo y por
tanto inmvil.
En su Dilogo sobre los dos mximos sistemas del mundo da cuenta de los que
se pueden considerar como los tres grandes argumentos de Galileo a favor del
movimiento terrestre: En la tercera jornada, las retrogradaciones de los planetas y sus
variaciones de distancia respecto de la Tierra (Favaro VII: 370-372), y el modelo
estacional del movimiento de las manchas solares (374-381) y en la cuarta jornada, las
mareas y los alisios (450-466). Se trata de demostrar que el origen de estos tres tipos de
efectos es el movimiento terrestre. Pero, con la salvedad de que esos efectos no
demuestran nada si no queremos cometer la falacia de afirmacin de consiguiente y
negar que Dios pueda hacer lo mismo de otra manera. Por ejemplo, en el caso de las
mareas, no cabe dudar de que Dios con su infinito poder y sabidura podra conferir al
elemento del agua el movimiento recproco que comprobamos en l de una manera
distinta que moviendo el vasto recipiente. Negarlo sera limitar y coartar la potencia y
sabidura divinas a una fantasa particular suya (Favaro VII:487- 488)9.
La armona interna es la gran virtud del sistema heliocntrico que ya Coprnico
defenda. En el sistema ptolemaico el hecho de que las retrogradaciones de Marte
fueran mayores que las de Jpiter o Saturno, y las de Venus mayores que las de
Mercurio, no tena explicacin alguna y apareca como un hecho arbitrario; en cambio,
en el sistema copernicano se desprenda necesariamente del hecho de que Marte y
Venus estaban ms cerca de la rbita de la Tierra que Jpiter y Mercurio,
respectivamente. 10
Los planetas superiores retrogradan cuando estn en oposicin y a la sazn su
brillo se nos aparece ms intenso, mientras que cuando estn en conjuncin con el Sol
parecen brillar menos. Mientras que para el sistema geocntrico no haba explicacin
precisa de este hecho,
sencillamente por la posicin de la rbita terrestre. As, estos planetas superiores estn
ms prximos a la Tierra cuando sta se sita entre el planeta y el Sol, es decir, estn en
oposicin y por ello su brillo es superior; y se distancian ms cuando el Sol est entre la
Tierra y el planeta, en conjuncin, y entonces brillan menos.
Por otra parte, la peculiar elongacin limitada de los planetas inferiores, el hecho
de que Mercurio y Venus no se alejan del Sol ms de unos 28 y 45, respectivamente,
que se explica patentemente en el sistema heliocntrico porque estn en el interior de la
rbita terrestre, obligaba en el sistema ptolemaico a establecer una condicin
evidentemente arbitraria consistente en que el centro del epiciclo del planeta deba estar
siempre en la lnea que una a la Tierra con el Sol.
Tambin en el caso de los planetas superiores, el sistema ptolemaico necesitaba
introducir una condicin arbitraria. A fin de que la terica resultara lo suficientemente
satisfactoria y los planetas retrogradaran en la oposicin, tena que introducir la
exigencia de que la lnea que una al planeta con el centro de su epiciclo deba ser
paralela en todo momento a la lnea que una a la Tierra con el Sol medio11.
9 SOLS, 2014 pg. 17
10 BELTRN, 2007 pg. 82
11 BELTRN,2007 pg. 83
Estas dos arbitrariedades del sistema ptolemaico muestran una relacin del
movimiento de los planetas con el Sol, mientras que en el sistema heliocntrico, las
caractersticas del movimiento de todos los planetas quedan unitariamente explicadas
simplemente por la posicin y el movimiento de la Tierra.
La polmica sobre las manchas solares marca un punto de inflexin en su
relacin con la Iglesia, pues supuso el inicio del distanciamiento oficial entre Galileo y
los jesuitas.
Casi simultneamente a las primeras observaciones de Galileo de las manchas
solares, el jesuita Scheiner, bajo el pseudnimo Apeles, expona las suyas sobre la forma
y movimiento de estas manchas de las que conclua que se deban de tratar de
aglomeraciones de pequeos planetas que giraban alrededor del Sol, como Mercurio o
Venus, y que, al interponerse entre este y la Tierra, hacan que la superficie solar se
oscureciera de forma discontinua. (Favaro V: 26)
Galileo atribuye a Scheiner un fuerte apego a la tesis aristotlica de la perfeccin
del mundo celeste como explicacin a su resistencia hostil a la teora de que las
manchas se hallan en el cuerpo del Sol, y responde a sus tesis demostrando que las
manchas no poseen forma esfrica adems de que su periodo no se corresponde con la
regularidad que habra de tener cualquier planeta con un perodo inferior al de
Mercurio; en cualquier caso, las manchas seran comparables en su comportamiento
ms a nubes que a astros.
Galileo escribe una carta al editor Welser, fechada el 21 de septiembre de 1612
(Favaro, XI,: 296), en la que muestra su teora de que las manchas eran adyacentes a la
superficie del Sol, en donde se formaban y diluan continuamente al igual que ocurre
con las nubes terrestres. El Sol las arrastraba consigo en un necesario movimiento de
rotacin sobre s mismo que completaba ms o menos en un mes lunar.
De esta forma, con la presentacin de demostraciones matemticas consistentes
que confirmaban las observaciones, a la vez mostraba las debilidades de los argumentos
de Scheiner.
Aunque parece evidente que las manchas solares desmantelaban la teora
aristotlica de la inmutabilidad de los cuerpos celestes, los jesuitas haban decidido
asumir colectivamente la defensa de la tesis de Scheiner sobre las manchas y la de la
inalterabilidad de los cielos.
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las mismas leyes, se rigen por una aceleracin variable del agua procedente de la
combinacin de la rotacin diurna de la Tierra, adems de su revolucin anual alrededor
del Sol. Segn esta teora, si slo uno de estos movimientos existe y no el otro, el
ocano estara en equilibrio.
Estos movimientos, cuando se combinan, producen el mismo tipo de
desplazamientos como la del agua en un recipiente. Para un punto dado en la
circunferencia de la Tierra, las dos velocidades debido a la rotacin y la revolucin a
veces se suman, a veces se restan entre s. Por lo tanto las masas de agua se desplazan
alternativamente a lo largo de las costas orientales y occidentales, causando una marea.
As, para Galileo el origen de las mareas se debe encontrar exclusivamente a partir de la
combinacin de los movimientos terrestres, y no tiene ninguna relacin en absoluto con
la influencia de la Luna o del Sol. En retrospectiva esta teora no parece realista. Sin
embargo, la realidad del efecto sugerida por Galileo merece un poco de atencin.
Para l, a veces se aaden los dos movimientos de rotacin y traslacin, a veces
se restan. As, los puntos de la superficie adquieren una velocidad no uniforme, lo que
implica una activacin de movimiento del agua. Hay que tener en cuenta que la idea de
Galileo se puede asociar con el concepto que permiti a los astrnomos de la antigedad
explicar el movimiento no uniforme del Sol, la Luna y los planetas en el cielo a travs
de una combinacin de movimientos con la ayuda de un deferente y epiciclos .
As, el momento de aceleracin para un punto de la Tierra dado tiene una
componente normal y una componente tangencial. La componente normal no tiene
ningn efecto significativo, porque acta en la misma direccin que la gravedad y en
comparacin es insignificante. La componente tangencial, aunque de tamao muy
pequeo, tambin acta perpendicularmente a la gravedad y puede tener un efecto
visible. Este componente tangencial proviene nicamente del movimiento orbital.
Debido a la rotacin diurna, se dirige alternativamente hacia el este o hacia el oeste.
No obstante conviene reflexionar sobre las actitudes hacia esta teora, como hace
Souffrin: Con escasas reservas, la teora galileana ha sido considerada como un
lamentable error, comprensible en su contexto histrico, pero que merece ser olvidada,
por bien de su autor. No deja de chocarnos el que este juicio negativo no haya sido casi
nunca apoyado por alguna evidencia, incluso vaga, de su falsedad; el juicio de
Finocchiaro, que aventura este atrevido comentario, es tpico de la literatura actual sobre
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discusin, se acord que la Vulgata, junto con los escritos de los padres de la iglesia, iba
a ser la autoridad final en todos los asuntos de fe y disciplina. La Vulgata fue el texto
infalible; todas las cuestiones de hermenutica se remitiran a la tradicin de la
interpretacin patrstica. Cualquier interpretacin contraria aparecera como un error
que deba ser atribuido a copistas y de ninguna manera admitido si afectaba el sentido
bsico del texto.18
As, desde finales del siglo XIII, y especialmente desde el Concilio de Trento, la
cosmologa tradicional se haba transformado y fortalecido mediante su fusin con los
principios de la fe catlica, que introduca criterios de autoridad ajenos a la ciencia,
como el principio de la omnipotencia divina, cuyas posibilidades fueron exploradas por
los filsofos y telogos, pero las autoridades eclesisticas lo usaron, de modo
eficazmente simplista, como un medio de control de la filosofa natural.
Urbano VIII no tena demasiado inters por los distintos aspectos de la cuestin
terica; lo que le preocupaba era el control de las novedades y la proteccin del status
quo sancionado por la Iglesia en su momento. Por esta razn, aunque anteriormente se
haba utilizado el tema de la omnipotencia divina para conjurar los peligros del
aristotelismo, Urbano VIII, tras la entronizacin del aristotelismo cristiano radicalizado
despus del Concilio de Trento, lo emplea como un instrumento represivo de la teora
copernicana, que vena a competir con la aristotlico-ptolemaica, y slo de ella. Como
en el caso de Bellarmino en 1615, quien daba fuerza y contundencia al argumento era el
poder, lo que haca fuerte al papa.19
Respecto a la astronoma se pueden considerar cuatro clases especficas de
pasajes bblicos que eran relevantes para el tema del heliocentrismo: los referentes a la
estabilidad de la Tierra, al movimiento del Sol con respecto al horizonte terrestre, a la
inmovilidad del Sol, y al movimiento de la Tierra. Los geocentristas, tanto protestantes
como catlico, habitualmente se refieren a citas de las dos primeras clases,
interpretndolas para referirse literalmente al mundo fsico. Consideremos, por ejemplo,
Salmos 93: 1: El mundo tambin est establecido que no se puede mover; o
Eclesiasts 1: 4: Generacin va, y generacin viene: mas la tierra permanece para
18 WESTMAN, 1986 pg. 86
19 BELTRN, 2007, pg. 419
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parte del ser humano. Para Galileo, aquellos que en cuestiones que no son de fe recurren
en primer lugar a las Escrituras, no hacen sino introducir desorden, pues si estuvieran
realmente seguros de poseer la teora verdadera, dispondran de experiencias y
demostraciones de las que careceran los defensores de la teora falsa y por tanto, no
tendran inconveniente en discutir los trminos naturales de la cuestin sin necesidad de
recurrir a las Escrituras. Galileo los considera tan aterrados que no quieren ni siquiera
tratar la cuestin en el mbito racional.
En la Carta a Castelli, Galileo explica su interpretacin del pasaje bblico donde
se narra que Josu hizo detenerse el Sol y alarg el da, consiguiendo as la victoria de
su ejrcito.
El argumento es el siguiente: El adversario tendr que aceptar desde su
propia teora que el Sol tiene dos movimientos, uno anual de poniente hacia levante,
propio del Sol, y otro diario, de levante a poniente, que pertenece al cielo altsimo y es
provocado por el primer motor que arrastra a todos los cuerpos cada 24 horas alrededor
de la Tierra. El da y la noche son debidos a este movimiento comn y no propio del
Sol. Si esto es as, es obvio que, si Dios hubiese detenido el Sol, es decir, su movimiento
anual, lo que hubiera sucedido es que el Sol no se habra retrasado un grado, hacia
oriente, respecto a la bveda celeste, como hace cada da debido a su recorrido anual
propio. Es decir, el da solar resultara igual al da sideral, y por tanto se habra acortado
unos cuatro minutos.21
Por otra parte, es increble que Dios detuviera slo el Sol, porque en el caso de
que las dems esferas hubiesen seguido su curso se habra cambiado todo el orden,
aspectos y disposiciones de los planetas respecto a ste, provocando un gran desorden
csmico. Lo razonable es que detuvieran todas las esferas y que, despus del intervalo,
las pusiera en marcha otra vez. Galileo propone, en otro sentido, que el Sol gira sobre s
mismo con un perodo aproximado de un mes lunar y que tambin es el responsable del
movimiento de los planetas. Si adems se atribuye el movimiento diurno a la Tierra,
como propone Coprnico, para detener todo el sistema sin alterar sus relaciones sera
suficiente con parar el Sol, como dicen precisamente las Escrituras. As, sin cambiar el
sentido literal de las palabras de las Escrituras se puede, parando la rotacin del Sol
15
sobre su eje, alargar el da en la Tierra sin que se produzca desorden alguno en el resto
del cosmos. (FAVARO, V: 287-288).
El problema, en aquella poca, no era si las tesis exegticas de Galileo eran
mejores o peores que las de sus adversarios que, naturalmente, contaban tambin con
una tradicin no menos larga y respetable, y autoridades y coherencia interna que
ofrecer.22
La obra de Coprnico no haba sido declarada hertica, aunque inclua tambin
exgesis particulares del autor, pues slo se tom como una hiptesis instrumental y no
fue considerada cuestin de fe o de costumbres por la Iglesia que por tanto no se haba
pronunciado sobre la correccin de las tesis all expuestas ni de las interpretaciones
bblicas del autor. Posteriormente, cuando Galileo mostr la realidad de las pruebas que
intentaban demostrar el sistema copernicano, la Iglesia actu prohibiendo la difusin del
libro de Coprnico y las tesis que contena. En ese momento coincidieron dos
cuestiones, cada una tan importante como la otra: la cuestin de fe respecto a la
interpretacin correcta de las Escrituras y la cuestin de autoridad respecto a que era lo
relativo a la fe y que no, y a quien tiene la capacidad o el permiso para interpretar las
citas bblicas. El desenlace fue que la prioridad de la teologa sobre la cosmologa y la
astronoma tuvo efectos ms drsticos en cuanto a la exigencia de fidelidad y unidad
doctrinal tras la condena del copernicanismo en 1616.
Lo curioso es que el decreto publicado por la Congregacin del ndice ordenaba
que las obras De Revolutionibus de Coprnico y el Comentario sobre Job de Zuiga
fueran suspendidas hasta ser corregidas y la obra de Foscarini directamente
totalmente prohibida y condenada, mientras que el nombre de Galileo Galilei no
aparece por ninguna parte en el decreto.23
Los escarceos copernicanos realizados por Galileo en el terreno de la exgesis
bblica reflejados en la Carta a Cristina de Lorena provocan una situacin que a la larga
ser perjudicial para l. El protagonista es el cardenal Bellarmino, quien solicita que le
sea enviada una copia de la carta para ver gustoso las interpretaciones que hace en
ella Galileo de las citas bblicas. De esta forma, los enemigos de Galileo haban
22 BELTRN, 2007 pgs. 187-188
23 WESTMAN, 1986 pg. 103
16
manifiestamente
copernicanas,
de
las
Escrituras;
las
peligrosas
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