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Voces Subalternas e Historia Oral
Voces Subalternas e Historia Oral
Voces Subalternas e Historia Oral
Cultura
ISSN: 0120-2456
anuhisto@gmail.com
Universidad Nacional de Colombia
Colombia
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La falta de adecuacin del estatismo para una historiografa propiamente india deriva de su tendencia a impedir cualquier interlocucin
entre nosotros y nuestro pasado. Nos habla con la voz de mando del
estado que, con la pretensin de escoger para nosotros lo que debe ser
histrico, no nos deja elegir nuestra propia relacin con el pasado.
Pero las narraciones que constituyen el discurso de la historia
dependen precisamente de tal eleccin. Escoger significa, en este
contexto, investigar y relacionarnos con el pasado, escuchando la
mirada de voces de la sociedad civil y conversando con ellas. Estas
son voces bajas que quedan sumergidas por el ruido de los mandatos
estatistas. Por esa razn no las omos.
Ranahit Guha3
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subalternos indios no poda ser inconsciente, pues el campesino saba lo que haca
cuando se sublevaba. 17 Por ello postula la existencia de una conciencia insurgente
por parte de los subalternos.
Esa conciencia subalterna fue silenciada no solo por los discursos estatistas
coloniales y nacionalistas, sino tambin por corrientes supuestamente simpatizantes de ella como el marxismo. En todos los casos, el subalterno termina siendo
expropiado en su subjetividad rebelde en aras de abstracciones construidas desde
fuera, sean stas el ser humano colonizado, nacionalista o proletario.18 Su mbito
propio es reducido a una forma incompleta del modelo eurocntrico, que se plantea
como universal. Por ello el poscolonialismo se propone provincializar a Europa,
es decir, ver la historia europea como una experiencia particular que, por los
poderes que desat y acumul, se mundializ. 19 La denuncia de Guha sobre el
silenciamiento de las voces subalternas ha sido asumida por muchos de sus
discpulos como un reto para avanzar en la desconstruccin de los discursos
elitistas de derecha e izquierda, para as encontrar al verdadero subalterno. Pero
en ello se corre el riesgo de pasar de considerar al subalterno como una condicin
social a un artefacto discursivo, con lo que se conecta con algunas corrientes
posmodernas del giro lingstico. Es el riesgo de cabalgar entre Gramsci y Derrida,
como oportunamente lo indicara Florencia Mallon.20
En esta tarea de or las voces subalternas es que la historia oral puede jugar un
papel sustantivo, aunque no exento de problemas. Veamos cmo y por qu.
Distintos entendimientos de la historia oral
Lo primero que salta a la vista al analizar los avatares de la historia oral, tanto
en el plano mundial como en Amrica Latina, es su coincidencia con algunos de
los momentos historiogrficos que hemos resumido en la seccin anterior. No es
por azar que ello haya ocurrido as. Los distintos entendimientos de la historia oral
hacen parte bien sea como apndice metodolgico o como alternativa
epistemolgica de la conformacin de corrientes de pensamiento histrico.
Siguiendo a Philippe Joutard se puede sealar que, si bien los padres
fundadores de la historia como Herodoto y Tucdides se apoyaron en fuentes
Guha, Las voces de la historia104.
Guha, Las voces de la historiacaptulo 3.
19
Dipesh Chakrabarty, Postcoloniality and the Artifice of History: Who Speaks for Indian
Pasts?, A Subaltern Studies Reader, 1986-1995, ed. Ranajit Guha (Minneapolis: University of
Minnesota, 1997).
20
The Promise and Dilemma of Subaltern Studies, American Historical Review, 99.5 (1994):
1491-1515. Para rescribir la historia desde la perspectiva de los subalternos, Guha sugiere cuatro
puntos: 1) desafiar la univocidad del discurso estatista; 2) reintegrar en la narracin el protagonismo
activo de los silenciados; 3) incluir otras voces silenciadas; y 4) hacer cambios en la narratologa
que rompan con la versin dominante incluso en trminos de la cronologa (Guha, Las voces de la
historia31).
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orales, cuando se institucionaliz la disciplina a comienzos del siglo XIX hubo una
profunda sospecha sobre la historia oral como indicio para conocer el pasado.21
Occidente haba privilegiado el documento escrito, lo que se reforz con la
invencin de la imprenta. Con un claro sello positivista se pensaba que lo escrito
fijaba en el tiempo un hecho y por tanto el documento escrito transmita ms
fielmente el pasado. Ni siquiera se consideraba la historia oral como una fuente
complementaria. Este tmido paso lo dio el romanticismo decimonnico, una de las
corrientes de la historia popular ya analizada. As Michelet, a juicio de Joutard,
es un precursor ms directo de una historia oral urbana y obrera al emprender la
escritura de su obra Le Peuple en 1846.22 Para el romntico francs or a la gente
comn era reconstruir mundos desaparecidos y aprehender el instinto del pueblo.23 Con todo, la historia oral sigui siendo ignorada por el grueso de los
historiadores hasta bien entrado el siglo XX.
Esa marginalidad ser superada en los pases centrales despus de la segunda
Guerra Mundial. As, en la Universidad de Columbia se gest el primer archivo de
historia oral en 1948, con el fin de hacer un estudio sobre la poltica en la ciudad de
Nueva York. El tipo de informacin que buscaba Alan Navin y sus colegas era
fctica, es decir, buscaban establecer con rigor los hechos desde la perspectiva de
las elites de la ciudad. En Estados Unidos se difunde rpidamente este enfoque
metodolgico y con el tiempo se gesta una Asociacin de cultores de la historia oral.
En los pases europeos el enfoque difera en cuanto a los sujetos entrevistados
y el tipo de informacin que se persegua. Los traumas de las guerras hacen que
muchos cientficos sociales acudan a las historias de vida o a una cierta etnografa
para sacar a la luz aspectos ocultos de la vida cotidiana de sus respectivas sociedades.
Este paso haca parte de la historia social, especialmente de la llamada desde abajo,
que ya se ha analizado. A su vez, reflejaba algn dilogo interdisciplinario especialmente en cuanto a la apropiacin de mtodos de la antropologa y la sociologa. Sin
embargo, aunque el nfasis fctico de la historia oral disminua por referirse a
aspectos de la vida cotidiana y de la cultura, el privilegio positivista por lo escrito
haca que sta siguiera siendo una fuente complementaria y de segundo orden. Ser
en los pases perifricos donde se producir otro tipo de aproximacin a ella, sin que
sea claro que haya conformado un nuevo paradigma historiogrfico.
En efecto, en Amrica Latina, si bien en los aos cincuenta y tempranos sesenta
se acudi a la entrevista para reconstruir la historia elitista, rpidamente tom otros
rumbos ms populares, cercanos a la corriente de la historia desde abajo.24 El
recurrir a la historia oral se debi a los problemas estructurales ligados con el
21
Philippe Joutard, Esas voces que nos llegan del pasado (Mxico: Fondo de Cultura Econmica,
1986).
22
Joutard, Esas voces que 79
23
Joutard, Esas voces que 81
24
Vctor Acua, La historia oral, las historias de vida y las ciencias sociales, Historia (teora y
mtodos), ed. Elizabeth Fonseca (San Jos de Costa Rica: CEUCA, 1989) 234.
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taba una postura que disputaba con la academia tradicional la lectura del pasado y,
al menos en el medio universitario, logr gran difusin en los aos ochenta y parte
de los noventa es decir con las generaciones ms jvenes de la nueva historia
en Colombia, sin que llegara a ser hegemnica.
Muy cerca de esta tendencia, se dio otro nfasis ms asociado con la literatura
y con ciertas formas de etnografa que con la historia disciplinaria como tal. Se trata
del uso del testimonio como una forma de acercamiento al mundo popular
contemporneo. De alguna forma se pluralizaba la realidad al incorporar ms
voces, especialmente de los subalternos. Cuando se usaba para reconstruir el
pasado era como una variante ms flexible de la historia social ya analizada
anteriormente. Flexible, en el sentido que se suprima el acartonamiento acadmico
de los marcos tericos y los pesados aparatos crticos que implicaban las citas
textuales y las notas a pie de pgina. En cierto sentido, esta tendencia coincidi con
lo que en los aos ochenta se llam el retorno a la narrativa. Sin gran problematizacin, se sugera la aparicin de la ficcin a veces llamada imaginacin en
el relato histrico. Aunque los practicantes del gnero testimonial puedan parecer
cercanos al posmodernismo, crean que sus relatos eran verdaderos e incluso ms
que los producidos por el mundo acadmico comprometido en un culto a la fuente
escrita la suya era la verdad de la denuncia.28 Por todos estos factores, a los que
se uni la buena pluma, el gnero testimonial tuvo gran difusin en el amplio
pblico, rebasando los muros de la academia y disputando la voz privilegiada de
los genios literarios del boom latinoamericano.29
Por supuesto, no faltaron las crticas. As, por ejemplo, Charles Bergquist en su
defensa del oficio del historiador sealaba que la ausencia del aparato crtico poda
aligerar la narracin pero pona serias dificultades para la comprensin del pasado.30
l aduca que al suprimir la referencia a las fuentes y al crear personajes colectivos
a partir de varios testimonios, se borraban los lmites entre la voz de los entrevistados
y la imaginacin del investigador. Curiosamente, agregaba el historiador norteamericano, as se infantilizaba al lector y se le impeda avanzar en el entendimiento del
pasado, pues no poda llegar a la fuente y menos contrastarla con el conocimiento
acumulado, sino que se le impona la verdad del testimonio que, sospechosamente,
pareca ser ms la del entrevistador que la de los entrevistados. Todo ello, a juicio de
Bergquist, no poda ser asumido como una contribucin democrtica a la historia. En
Florencia Mallon, Bearing Witness in Hard Times: Ethnography and Testimonio in a
Postrevolutionary Age, Reclaiming the Political in Latin American History, ed. Gilbert Joseph
(Durham: Duke University Press, 2001) 316.
29
Un texto paradigmtico de este gnero en Amrica Latina es el testimonio de Rigoberta Mench
recopilado por Elizabeth Burgos, Me llamo Rigoberta Mench y as me naci la conciencia
(Barcelona: Argos Vergara, 1983). En Colombia sobresalen los ensayos periodsticos de Alfredo
Molano y Alonso Salazar, as como el intento de novela histrica sobre el Bogotazo de Arturo Alape.
30
En defensa de la historia: Una crtica disciplinaria de la Historia doble de la Costa de Orlando Fals
Borda, Anuario colombiano de historia social y de la cultura 16-17 (Bogot, 1988-1989): 205-230.
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los trminos poscoloniales, con la literatura testimonial podra suceder que en aras
de empoderar al subalterno se terminara sustituyndolo.
Tal parece ser tambin la sospecha de algunos cultores del testimonio en los
aos de las ilusiones revolucionarias, quienes hoy, convertidos en posmodernos,
lo desechan porque ha perdido su autenticidad, su legitimidad original, su poder
de transgresin y hasta su esttica. 31 Es decir, parece que si antes hablaba el
subalterno por este medio, hoy ya no lo hace. La pregunta que brota es si el cambio
aducido fue en el gnero testimonial mismo que curiosamente hoy ha ganado
espacio en la academia y fuera de ella, o si la transformacin ocurri ms bien en
los horizontes polticos de sus defensores de antao, hoy convertidos en sus
crticos. El cuestionamiento que subyace a este debate es quin habla por los
subalternos cuando ellos aparentemente hablan, tema que desarrollar en la
seccin conclusiva de este artculo.
La Investigacin Accin Participante (IAP), el tercer nfasis en el uso de la
historia oral, trat de darle una respuesta a esta pregunta. Al contrario de lo que
considera Silvia Rivera, quien asume a la IAP como mero apndice de los proyectos
polticos de izquierda, esa metodologa de investigacin, sin abandonar el compromiso poltico, incursiona en crticas epistemolgicas a las ciencias sociales bastante
cercanas a la literatura poscolonial.32 Segn uno de sus tericos, el socilogo
Orlando Fals Borda, la IAP no es exclusivamente un procedimiento investigativo,
ni una tcnica de educacin de adultos, ni una accin poltica. Presenta a la vez todos
estos aspectos, como tres fases no necesariamente consecutivas que pueden combinarse en una metodologa dentro de un proceso vivencial.33 A su juicio, la IAP es
un contradiscurso participativo iniciado en el Tercer Mundo, que pretende ofrecer un
conocimiento diferente a las sociedades dominadas para que puedan articular y
defender su posicin sociopoltica y econmica con base en sus propios valores y
capacidades.34 Para ello, esta metodologa se apoya en la vivencia comprometida
o en la praxis concreta de la participacin que rechaza la tradicional relacin
asimtrica entre sujeto y objeto. Por supuesto, esto la distancia de la concepcin
Esta es la posicin que, segn Florencia Mallon, tiene el crtico literario John Beverley (Bearing
Witness 316). Debe advertirse que ellos dos han adelantado un debate muy inscrito en la lgica
acadmica norteamericana, pero por ello muy til para nosotros porque hay problemas similares con
nfasis distintos. Para dicho debate vase de Mallon la Introduccin a la edicin espaola de su
libro Campesino y nacin: La constitucin de Mxico y Per poscoloniales (Mxico: Cesas, 2003),
y el ensayo de Guillermo Bustos, Enfoque subalterno e historia latinoamericana: Nacin,
subalternidad y escritura de la historia en el debate Mallon-Beverley, Desafos de la
transdisciplinariedad, eds. Alberto Flrez, y Carmen Millan (Bogot: Ceja, 2002) 58-80.
32
Por los ejemplos que pone y la poca que rememora la Anuc de los aos 70, tal vez Rivera se
refiera ms a la fase de investigacin militante de Fals Borda que a la IAP propiamente dicha (El
potencial epistemolgico 20-22).
33
Orlando Fals Borda, Conocimiento y poder popular (Bogot: Siglo XXI, 1985) 125. El subrayado
es del autor.
34
Fals Borda, Conocimiento y128.
31
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Muy ligado al anterior conjunto de preguntas hay una que ha atravesado esta
ponencia: quin habla por los subalternos? El debate entre el crtico literario John
Beverley y la historiadora Florencia Mallon puede ilustrar parte del problema. 47
El primero, supuesto defensor del pensamiento poscolonial latinoamericano,
acusa a la historiadora de no dejar hablar a los subalternos. La acusacin no
parece nueva y siempre tendr algo de plausibilidad. Pero, cuando se ve el
trasfondo del debate las dudas se incrementan. Resulta que Beverley centra su
crtica en el hecho de que Mallon postula, a partir de un juicioso trabajo de fuentes
primarias, la existencia de un nacionalismo popular en algunas comunidades
indgenas de Mxico y Per, en la segunda mitad del siglo XIX. Y Beverley cree
que los subalternos son por esencia? crticos de todo nacionalismo. Mallon
a su vez responde que su antagonista niega, como en el pasado lo haca la
izquierda, que los subalternos tengan una posicin poltica autnoma. No es del
caso entrar aqu a sealar quin tiene la razn en este debate. El punto es que
ambos reclaman que hablan por el subalterno. Ante esta polmica entre acadmicos la salida parece ser la que plantea el Thoa, segn Silvia Rivera: slo los
subalternos, y si acaso los intelectuales seleccionados por las comunidades,
pueden hablar por ellos. La propuesta parece impecable, pero no es satisfactoria
porque de nuevo cae en la pregunta sobre el adentro y el afuera de las comunidades. En este caso, el cuestionamiento es si los subalternos pueden pronunciar
en forma pura su voz o si, as hablen ellos por s mismos, no habr siempre
cierta interferencia externa de un saber construido desde fuera. Por ejemplo,
un indgena que va a la Universidad para convertirse en un traductor cultural,
deja de pertenecer a la comunidad por haber tenido acceso al conocimiento
acadmico externo?, quin, entonces, puede hablar verdaderamente por los
subalternos? De nuevo, parece que el fantasma de la posesin de la verdad sigue
persiguiendo, aun a las mentes ms posmodernas.
El cuento de Borges sobre un etngrafo que decide guardar silencio ante lo que
descubri en su trabajo de campo, que Silvia Rivera pone al inicio del artculo
citado, sugiere el otro paquete de interrogantes: es el silencio la opcin del
investigador que ha escuchado a los subalternos, pues lo que conoci es irreductible
al conocimiento acadmico? es esa tambin la opcin de los subalternos para no
terminar siendo expropiados de su subjetividad? De ser as, la historia de una
comunidad no podra traspasar su mbito local y el conocimiento subalterno sera
siempre marginal, cuando no desconocido.
Salidas acadmicas al silencio hay muchas otras, y por supuesto su estudio
requerira otro ensayo, pero baste decir que suscribo las posturas comunicativas,
Remito al lector a la nota 31. Llama la atencin que ambos sean ciudadanos norteamericanos pero
nacidos en Amrica Latina: en Venezuela el primero, en Chile la segunda. La diferencia radica en
que Mallon vivi hasta edad adulta en Chile, mientras que para el primero el origen venezolano fue
ms circunstancial. Esto produce reflexiones sobre quin pertenece al centro y quin a la periferia,
pero por ahora dejo ah el asunto porque me llevara a terrenos geopolticos fangosos.
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sin desconocer las diferencias de poder que yacen en cualquier dialogo, incluido
el acadmico. Por supuesto, hoy se conoce que la academia es tambin un mundo
de poder y de reproduccin de saberes dominantes. Pero es slo eso? Como dice
Bourdieu, el campo acadmico adems de conflictos est atravesado por colaboracin y solidaridad.48 En un plano ms geopoltico, el pensamiento occidental no
solo representa dominacin y opresin, tambin ofrece dimensiones de emancipacin. No en vano el pensamiento crtico, incluido el poscolonial, se ha nutrido de
intelectuales occidentales como Marx, Nietzsche, Gramsci, Foucault o Derrida,
cuando no muchos de sus representantes ms conspicuos se han educado en pases
centrales y ejercen su actividad profesional all. Los estudiosos de la subalternidad
y del poscolonialismo se apresuran a sealar que ellos no se niegan a dialogar con
el saber acadmico occidental, pues eso sera negar lo que ellos son y adems
significara caer en un chovinismo paralizante, sino que la tarea es deconstruirlo,
descentrarlo o provincializarlo.49 De modo que aqu tambin se impone una
comunicacin basada en la diferencia.
Por ltimo, aunque he tenido siempre como teln de fondo el caso colombiano, conviene hacer una pequea reflexin final sobre nuestra situacin. Como lo
he sealado en otros escritos, aqu se ha vivido con ms premura que en los pases
centrales los avatares de la historia social, sin que haya existido siempre una
apropiacin crtica de esos desarrollos historiogrficos.50 Ante el reto poscolonial
y subalterno, as como el derivado de la historia oral, los colombianos no nos
podemos sustraer porque dejaramos de aprender mucho. Asumirlos exige una
actitud permanente de traduccin crtica no slo de lo que nos llega de los pases
centrales especialmente los anglosajones, convertidos por la magia de la globalizacin en verdaderas cajas de resonancia de las nuevas teoras, incluida la
poscolonial, sino incluso de los productos intelectuales del sudeste asitico, as
vengan en espaol o en lenguas nativas. Aqu tambin se aplica la advertencia de
que ante todo nuevo conocimiento la salida no es el silencio o el aislamiento, sino
un dilogo en donde el piso comn no oculte las diferencias.
Bibliografa
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Elizabeth (editora). Historia (teora y mtodos). San Jos de Costa Rica: Ceuca, 1989.
Archila, Mauricio. Fuentes orales e historia obrera, en Lulle, Thierry, Pilar Vargas y
Lucero Zamudio (editoras). Los usos de la historia de vida en las ciencias sociales,
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El oficio del cientfico: Ciencia de la ciencia y reflexividad (Barcelona: Anagrama, 2003).
Esta es la postura, por ejemplo de Chakrabarty en el ensayo ya citado Postcoloniality and the
Artifice of History
50
Vase, por ejemplo, la Introduccin a Idas y venidas, en la seccin pertinente a los estudios
colombianos sobre movimientos sociales.
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Vega, Mauro. Historiografa y poscolonialidad, en Historia y Espacio, No. 17. Cali,
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