Una Metafísica Crítica Podría Nacer Como Ciencia de Los Dispositivos
Una Metafísica Crítica Podría Nacer Como Ciencia de Los Dispositivos
Una Metafísica Crítica Podría Nacer Como Ciencia de Los Dispositivos
Al inicio, habra una visin, en uno de los pisos de aquellas siniestras colmenas
de vidrio ubicadas en el sector terciario; la visin interminable, a travs del espacio
panoptizado, de decenas de cuerpos sentados, en fila, distribuidos de acuerdo con
una lgica modular; decenas de cuerpos sin vida aparente, separados por delgadas
paredes de vidrio, tecleando en sus computadoras. En esta visin, a su vez, habra
una revelacin del carcter brutalmente poltico de semejante inmovilizacin
forzada de los cuerpos. Y la evidencia paradjica de cuerpos que estn tanto ms
inmviles cuanto sus funciones mentales resultan activadas, cautivadas, movilizadas;
funciones que borbotean y responden en tiempo real a las fluctuaciones del flujo
informacional que atraviesa la pantalla. Tomemos esta visin, o ms bien lo que en
ella encontramos, y dmosle un paseo ahora a travs de una exposicin del MoMa en
Nueva York, donde unos cibernticos entusiastas, conversos recientemente a la
coartada artstica, han decidido presentar al pblico todos los dispositivos de
neutralizacin, de normalizacin a travs del trabajo, que tienen en mente para el
futuro. La exposicin se titulara Workspheres: se expondra en ella el modo en que
un iMac transforma el trabajo que ha devenido en s mismo superfluo e
insoportable en ocio, y cmo un ambiente de fcil manejo prepara al Bloom
promedio para que soporte la existencia ms desolada y maximice de esta manera
su rendimiento social, o cmo le desaparecer toda disposicin a la angustia, a este
Bloom, cuando SE hayan integrado en su espacio de trabajo personalizado todos los
I
En qu consiste, exactamente, la Teora del Bloom? Consiste en un intento
de historizar la presencia, de tomar nota, para comenzar, del estado actual de
nuestro ser-en-el-mundo. Otros intentos de la misma naturaleza han precedido a
la Teora del Bloom, entre los cuales el ms notable, despus de Los conceptos
fundamentales de la metafsica de Heidegger, resulta definitivamente El mundo
mgico de De Martino. Sesenta aos antes de la Teora del Bloom, la antropologa
italiana ofreca una contribucin, hasta el da de hoy inigualada, en torno a la
historia de la presencia. Pero mientras que filsofos y antroplogos desembocaban en
este resultado, en la constatacin del sitio donde somos con el mundo, en la
constatacin de nuestro propio colapso, fue de all que nosotros partimos, as que
aqu consentiremos.
Hombre de su poca en esto, De Martino pretenda creer en toda la fbula
moderna del sujeto clsico, del mundo objetivo, etc. Luego distingui entre dos
pocas de la presencia, la que tiene curso en el mundo mgico, primitivo, y la del
hombre moderno. Todo el malentendido occidental con respecto de la magia y,
ms generalmente, de las sociedades tradicionales, dice en resumen De Martino,
se debe al hecho de que pretendemos comprenderlas desde afuera, a partir del
presupuesto moderno de una presencia adquirida, de un ser-en-el-mundo
asegurado, apoyado en una clara distincin entre el yo y el mundo. En el universo
tradicional-mgico, la frontera que constituye al sujeto moderno como un sustrato
proteger o restaurar la presencia mermada. Por tanto, ese conjunto est dotado de
una eficacia propia, de una objetividad inaccesible al sujeto clsico. Una de las
maneras que tienen los indgenas de Mota para vencer la crisis de la presencia
provocada por alguna reaccin emocional intensa, consistir as en asociar a aquel
que ha sido su vctima con la cosa que la ha ocasionado, o algo que la represente.
En el curso de una ceremonia, dicha cosa ser declarada atai. El Chamn instituir
una comunidad de destino entre esos dos cuerpos que estarn, a partir de ahora,
indisoluble y ritualmente unidos, a tal punto que en el idioma indgena atai significa
simplemente alma. La presencia que se arriesga a perder todo horizonte se
reconquista incorporando su unidad problemtica a la unidad problemtica de la
cosa, concluye De Martino. Esta prctica banal (la de inventarse un alter
ego objetal) es aquello que los occidentales recubrirn con el apodo de fetichismo,
rechazando comprender que el hombre primitivo se recompone, al reconquistar
una presencia, mediante la magia. Reproducindose el drama de su presencia en
disolucin, pero esta vez acompaado y apoyado por el Chamn en el trance,
por ejemplo, pone en escena dicha disolucin de tal manera que vuelve a ser su
amo. Lo que el hombre moderno reprocha tan amargamente al primitivo,
despus de todo, no es tanto su prctica de la magia, sino la audacia que tiene para
otorgarse un derecho que es juzgado obsceno: el de evocar la labilidad de la
presencia y, con ello, volverla participable. Y es que los primitivos se han dado
los medios para vencer ese tipo de desamparo, cuyas imgenes ms familiares para
nosotros son el moderno despojado de su porttil, la familia pequeoburguesa
privada de tele, el automovilista con el coche rallado, el ejecutivo sin oficina, el
intelectual sin la palabra o la Jovencita sin su bolso.
Pero De Martino comete un error inmenso, un error de fondo sin duda
inherente a toda antropologa. De Martino ignora la amplitud del concepto de
presencia, ya que la concibe todava como un atributo del sujeto humano, lo cual le
lleva inevitablemente a oponer la presencia al mundo que se hace presente. La
SE
ha
hecho todo lo posible para aislarlo, para neutralizarlo. Muy a menudo, y ya muy
biopolticamente, se le ha tratado como una enfermedad: primero se
llam psicastenia, con Janet, y luego esquizofrenia. Hoy en da SE prefiere hablar
de depresin. Las calificaciones cambian, ciertamente, pero la maniobra es siempre
la misma: reducir las manifestaciones del Bloom que son demasiado extremas a
puros problemas subjetivos. Circunscribindolo como enfermedad, SElo
individualiza, SE lo localiza y SE lo reprime, de tal manera que ya no pueda ser
asumible colectivamente, comnmente. Si lo vemos bien, la biopoltica nunca ha
tenido otro propsito: garantizar que nunca se constituyan mundos, tcnicas,
dramatizaciones compartidas, magias, en el seno de las cuales la crisis de la
presencia pueda ser vencida, asumida, pueda devenir un centro de energa, una
mquina de guerra. La ruptura de toda transmisin de la experiencia, la ruptura de
la tradicin histrica est ah, salvajemente mantenida, para asegurar que el Bloom
se mantenga siempre entregado, remitido a s mismo, a su propia y solitaria burla,
a su aplastante y mtica libertad. Existe ante todo un monopolio biopoltico de los
remedios para la presencia en crisis, que siempre est dispuesto a defenderse con la violencia
ms lejana.
La poltica que desafa este monopolio toma como punto de partida, y como
centro de energa, la crisis de la presencia: el Bloom. A esta poltica la calificaremos
como exttica. Su propsito no es rescatar abstractamente, a fuerza de
re/presentaciones, la presencia humana en disolucin, sino en la elaboracin de
magias participables, de tcnicas de habitacin, no tanto de un territorio, sino de
un mundo. Y es esta elaboracin, la del juego entre las diferentes economas de la
presencia, entre las diferentes formas-de-vida, lo que exige la subversin y
la liquidacin de todos los dispositivos.
II
Durante mucho tiempo he credo que lo que distingua a la teora de,
supongamos, la literatura, era su impaciencia para transmitir contenidos, su
vocacin para hacerse comprender. Efectivamente, esto especifica a la teora, a la
teora como la nica forma de escritura que no es una prctica. De ah el infinito
impulso de la teora, que puede decir lo que sea sin que esto arroje nunca,
finalmente, alguna consecuencia; para los cuerpos, evidentemente. Veremos muy
bien que nuestros textos no son teora ni su negacin, sino simplemente otra cosa.
Cul es el dispositivo perfecto, el dispositivo-modelo a partir del cual ningn
malentendido podra subsistir sobre la nocin misma de dispositivo? El dispositivo
perfecto, me parece, es LA AUTOPISTA. En ella, el mximum de la circulacin coincide
con el mximum del control. Nada se mueve en ella que no sea incontestablemente
libre y, a la vez, estrictamente registrado, identificado e individuado en un
registro exhaustivo de matriculaciones. Organizado en red, dotado de sus propios
puntos de abastecimiento, de su propia polica, de espacios autnomos neutros,
vacos y abstractos, el sistema de autopistas representa directamente el territorio,
como descargado por bandas a travs del paisaje; una heterotopa, la heterotopa
ciberntica. En l, todo ha sido cuidadosamente parametrizado para que no suceda
nada, nunca. El flujo indiferenciado de lo cotidiano slo es evaluado por la serie
estadstica, prevista y previsible, de los accidentesque SE nos tiene tan informados
porque nunca somos testigos de ellos, y que no son, por tanto, vividos como
acontecimientos, como muertes, sino como una perturbacin pasajera de la que todo
rastro ser borrado en poco tiempo. Por otra parte, nos recuerda la Seguridad
Vial, SE muere mucho menos en las autopistas que en las carreteras nacionales; y
son apenas los cadveres de los animales aplastados, que se advierten por la ligera
dislocacin que inducen en la direccin de los coches, los que nos recuerdan qu
es lo que significa PRETENDERVIVIR ALL DONDE LOS DEMS PASAN. Cada tomo del
flujo molecularizado, cada una de las mnadas impermeables del dispositivo, no
tiene, de cualquier modo, ninguna necesidad de que se le recuerde que el fluirest
dentro de sus intereses. La autopista est hecha completamente, con sus largas
curvas y su uniformidad calculada y sealizada, para reducir todas las conductas a
una sola: la cero-sorpresa, prudente y alisada, orientada hacia un lugar de llegada y
recorrida completamente a una velocidad media y regular. A pesar de todo, existe
un ligero sentimiento de ausencia, de un extremo a otro del trayecto, como si la
nica forma de permanecer en un dispositivo fuera atrapado bajo la perspectiva de
salirse de l, sin nunca haber estado verdaderamente ah. Al final, el puro espacio
de la autopista expresa la abstraccin de todo lugar ms que la de toda distancia. En
ninguna parte SE ha realizado tan perfectamente la sustitucin de los lugares a partir
de sunombre, a partir de su reduccin nominalista. En ninguna parte la separacin
habr sido tan mvil y convincente, e incluso armada de un lenguaje (la sealizacin
vial) menos susceptible de subversin. La autopista, por tanto, como
utopa concreta del Imperio ciberntico. Y pensar que existe gente que ha podido
or hablar de autopistas de la informacin sin presentir la promesa de un vigilancia
policaca total!
El metro, la red metropolitana, es otra clase de megadispositivo, subterrneo
en esta ocasin. No cabe duda, vista la pasin policaca que la RATP nunca ha
abandonado desde Vichy, de que una cierta consciencia de este hecho se ha
insinuado en todos sus pisos, e incluso en sus entresuelos. Es as como se poda leer
hace algunos aos, en los pasillos del metro parisino, un extenso aviso pblico de
la RATP, adornado con un len que ostentaba una pose real. El ttulo de la noticia,
escrito en caracteres gruesos y extraordinarios, estipulaba que: AMO DE LOS
LUGARES ES AQUEL QUE LOS ORGANIZA.
La cuestin suprema ya no es la
extraccin de plusvala, sino el Control. El nivel de extraccin de la propia plusvala
ya no indica sino el nivel de Control que es localmente su condicin. El Capital ya
no es sino un medio al servicio del Control generalizado. Y si an existe un
imperialismo de la mercanca, se hace sentir ante todo como imperialismo de los
dispositivos; imperialismo que responde a una necesidad: la de la NORMALIZACIN
TRANSITIVA DE TODAS LAS SITUACIONES. Se trata de extender la circulacinentre los
III
Lo que puede ser mostrado no puede ser dicho.
Wittgenstein
El decir no es lo dicho.
Heidegger
Existe un enfoque materialista del lenguaje que parte de que aquello que
percibimos nunca es separable de aquello que sabemos. La Gestalt ha mostrado
desde hace mucho tiempo cmo, frente a una imagen confusa, el hecho de que se
nos diga que tal imagen representa a un hombre sentado en una silla, o una lata de
conservas semiabierta, es suficiente para hacer aparecer una u otra cosa. Las
reacciones nerviosas de un cuerpo y, ciertamente por ello mismo, su metabolismo,
estn estrechamente unidas si acaso no dependen ya directamente al conjunto
de sus representaciones. Hay que admitir esto para establecer, no tanto el valor,
sino la significacin vital de cada metafsica, su incidencia en trminos de forma-devida.
Imaginemos, despus de esto, una civilizacin cuya gramtica llevara en su
ncleo, especialmente en el empleo del verbo ms corriente de su vocabulario, una
clase de vicio, defecto tal que conlleve a que todo sera percibido de acuerdo a una
perspectiva, no solamente falseada, sino en la mayora de los casos mrbida.
Imaginemos qu ocurrira entonces con la fisiologa comn de sus usuarios, con las
patologas mentales y relacionales, con la disminucin vital a la que stos estaran
expuestos. Tal civilizacin sera ciertamente inhabitable y producira solamente,
en cualquier sitio que se extienda, desastre y desolacin. Esa civilizacin es la
civilizacin occidental, y ese verbo es sencillamente el verbo ser. Y el verbo ser no
en sus empleos de auxiliar o de existencia esto es, los cuales son relativamente
inofensivos, sino en sus empleos de atribucin esta rosa es roja y de identidad
la rosa es una flor, que autorizan las ms simples falsificaciones. En el
enunciado esta rosa es roja, por ejemplo, presto al sujeto rosa un predicado que
no es el suyo, que es ms bien un predicado de mi percepcin: soy yo, que no soy
daltnico, que soy normal, quien percibe esta longitud de onda como rojo.
Decir yo percibo la rosa como rojo resultara ya menos capcioso. En cuanto al
enunciado la rosa es una flor, me permite borrarme oportunamente tras la
operacin de clasificacin que yohago. Por tanto, convendra ms bien decir: yo
clasifico la rosa entre las flores (que es la formulacin comn en las lenguas
eslavas). Sin duda es evidente, a continuacin, que los efectos del es de identidad
tienen un alcance emocional muy distinto cuando permiten decir de un hombre
que tiene la piel blanca, es un Blanco, de alguien que tiene dinero, es un rico,
o de una mujer que se comporta algo libremente, es una puta. Y esta cuestin de
ninguna manera consiste en denunciar la supuesta violencia de tales enunciados,
preparando as el advenimiento de una nueva polica de la lengua, de una political
correctness ampliada, que esperara que cada frase lleve consigo su propia garanta
de cientificidad. De lo que se trata es de saber lo que se hace, lo que
cuando hablamos; y de saberlo juntos.
SEnos
hace,
La lgica subyacente a estos empleos del verbo ser es calificada por Korzybski
como aristotlica; nosotros la llamaremos simplemente la metafsica y de hecho
no estamos lejos de pensar, como Schrmann, que la cultura metafsica en su
conjunto revela ser una universalizacin de la operacin sintctica que es la
atribucin predicativa. Lo que se juega en la metafsica, y especialmente en la
hegemona social del es de identidad, es tanto la negacin del devenir, como
del acontecimiento de las cosas y los seres Estoy fatigado? Esto, desde luego, no
quiere decir gran cosa. Ya que mi fatiga no es ma, no soy yo quien est fatigado.
Hay lo fatigante. Mi fatiga se inscribe en el mundo bajo la forma de una
consistencia objetiva, de un suave espesor de las cosas mismas, del sol y la carretera
que sube, del polvo y las piedras. (Deleuze, Decires y perfiles, 1947) En lugar
del acontecimiento hay lo fatigante la gramtica metafsica nos forzar a
pronunciar un sujeto para despus referirle su predicado: yo estoy fatigado
esto es: el acondicionamiento de una posicin de retirada, de elipsis del ser-ensituacin, de borrado de la forma-de-vida que se enuncia tras su enunciado, tras la
pseudosimetra autrquica de la relacin sujeto-predicado. Y es, naturalmente, con
la justificacin de este escamoteo que se abre la Fenomenologa del espritu, piedra
angular de la represin occidental de la determinidad y las formas-de-vida,
verdadera propedutica para toda ausencia futura. A la pregunta: qu es el
ahora? escribe nuestro Bloom jefe respondemos, pues, por ejemplo, el ahora
es la noche. Y para examinar la verdad de esta certeza sensible, basta con un sencillo
la pobreza de nuestro arte de percibir, nos hace experimentar todo como sin
cualidades, nos hace producir el mundo como desprovisto de cualidades. En este
derrumbamiento histrico, las cosas mismas, libres de todo apego, vienen cada vez
ms insistentemente a la presencia.
En realidad, es como dispositivo que nos aparece cada detalle de un mundo que
nos ha devenido extranjero, precisamente, en cada uno de sus detalles.
IV
Nuestra razn es la diferencia de los discursos, nuestra historia la diferencia de los tiempos, nuestro yo la
diferencia de las mscaras.
Michel Foucault, Arqueologa del saber
En todas partes, la libertad de juego que acarrea la adquisicin de un saberpoder es algo que colma de terror. Ese terror, el terror del crimen, es destilado
indefinidamente por el Imperio entre los cuerpos, asegurndose as de conservar
el monopolio de los saberes-poderes, esto es, a la larga, el monopolio de todos los
poderes. Dominacin y Crtica conforman desde siempre un dispositivo
inconfesablemente dirigido contra unhostis comn: el conspirador, aquel que
obra encubierto, que hace uso de todo lo que SE le da y le reconocecomo una mscara.
El conspirador es odiado en todas partes, pero nunca SE le odiar tanto como
el placer que l obtiene de su juego. Con toda seguridad, una cierta dosis de aquello
que llamamos comnmente perversin entra en el placer del conspirador, porque
aquello de lo que goza es, entre otras cosas, de su opacidad. Mas sta no es la razn
por la cual no SE deja de impulsar al conspirador a volverse crtico,
a subjetivarse como crtico, ni tampoco la razn del odio que SE mantiene tan
corrientemente hacia l. Esa razn consiste sencillamente en elpeligro que l
encarna. El peligro, para el Imperio, son las mquinas de guerra: que uno o varios
hombres se transformen en mquinas de guerra, ENLAZANDO ORGNICAMENTE SU
GUSTO POR VIVIR Y SU GUSTO POR DESTRUIR.
El moralismo de toda crtica no es, a su vez, algo a criticar: para nosotros
resulta suficiente conocer la poca inclinacin que tenemos por lo que se trama
verdaderamente en l: amor exclusivo de los afectos tristes, de la impotencia, de
la contricin, deseo de pagar, de expiar, de ser castigado, pasin por el proceso,
odio del mundo, de la vida, pulsin gregaria, espera del martirio. Todo ese asunto
de la consciencia nunca ha sido realmente comprendido. Existe efectivamente
una necesidad de la consciencia que no consiste de ninguna manera en una necesidad
de elevarse, sino en una necesidad de elevar, refinar y estimular nuestro goce, de
multiplicar nuestro placer. Una ciencia de los dispositivos, una metafsica crtica,
es por tanto absolutamente necesaria, pero no para plantar alguna bella certeza tras
la cual poder borrarse, ni siquiera para agregar a la vida su pensamiento, como
SE
Con respecto a los dispositivos, la burda propensin del cuerpo que ignora la
alegra, consistir en reducir la presente perspectiva revolucionaria a la de la
destruccin inmediata de ellos. Los dispositivos proporcionaran entonces una
especie de chivo expiatorio objetal sobre el cual todo el mundo se pondra de
acuerdo de manera unvoca. Y se restablecera as el ms viejo de los fantasmas
modernos, el fantasma romntico que cierra El lobo estepario: el de una guerra de
los hombres contra las mquinas. Reducida a esto, la perspectiva revolucionaria ya
slo sera, nuevamente, una frgida abstraccin. Ahora bien, el proceso revolucionario
es un proceso de crecimiento general de la potencia, o no es nada. Su Infierno es la
experiencia y la ciencia de los dispositivos, su Purgatorio el compartir dicha ciencia
y el xodo fuera de los dispositivos, su Paraso la insurreccin y la destruccin de
ellos. Y corresponde a cada uno recorrer esta divina comedia, como una
experimentacin sin retorno.
Pero por el momento reina an uniformemente el terror pequeoburgus del
lenguaje. Por un lado, en la esfera de lo cotidiano, SE tiende a tomar las cosas por
palabras, es decir, supuestamente, por lo que son un gato es un gato, un centavo
es un centavo, yo soy yo y por el otro, desde que el SE es subvertido y el
lenguaje se desarticula para convertirse en agente de desorden potencial en la
regularidad clnica de lo ya-conocido, SE proyecta al lenguaje hacia las regiones
nebulosas de la ideologa, de la metafsica, de la literatura o, ms
corrientemente, de los sinsentidos. No obstante, hubo y habr momentos
insurreccionales en los que, bajo el efecto de un rechazo flagrante de lo cotidiano,
el sentido comn vence ese terror. Y SEadvierte entonces que lo que hay de real en
de Brosses. Desde su famoso artculo sobre los robos de madera, Marx compara
el oro con un fetiche, apoyando esta comparacin en una ancdota extrada del
libro de De Brosses. Este ltimo es el inventor histrico del concepto de
fetichismo, el que extendi la interpretacin iluminista de ciertos cultos africanos
a la totalidad de las civilizaciones. Para l, el fetichismo es el culto propio a los
primitivos en general. Tantos hechos similares, o del mismo gnero, establecen
con la mxima claridad que tal como es hoy en da la Religin de los Negros
africanos y otros Brbaros, tal era en otro tiempo la de los pueblos antiguos; y que
en todos los tiempos, as como por toda la tierra, se ha visto reinar ese culto
directo, rendido sin forma, a las producciones animales y vegetales. Lo que ms
escandaliza al hombre de la Ilustracin, y especialmente a Kant, en el fetichismo,
es el modo de ver de un africano, el cual relata Bosman, en su Viaje de
Guinea (1704): Hacemos y deshacemos Dioses, y [] somos los inventores y los
amos de aquello a lo cual hacemos ofrendas. Los fetiches son esos objetos o esos
seres, esas cosas en todo caso, a los cuales el primitivo se relaciona mgicamente
para restaurar una presencia que tal o cual fenmeno extrao, violento o tan slo
inesperado, hizo vacilar. Y efectivamente, esa cosa puede ser cualquiera que el
Salvaje divinice directamente, como lo explica el Aufklrer conmocionado, que
tan slo ve all cosas y no la operacin mgica de restauracin de la presencia. Y si
no puede verla, esa operacin, se debe a que para l, as como para el primitivo
fuera del brujo, por supuesto, la vacilacin de la presencia, la disolucin del yo, no son
asumibles; la diferencia entre el moderno y el primitivo consiste solamente en que
el primero se prohibi la vacilacin de la presencia, se ha fijado en la denegacin
existencial de su fragilidad, mientras que el segundo la admite a condicin de
remediarla por todos los medios. De ah la relacin polmica, todo menos
tranquila, del Aufklrer con el mundo mgico, cuya nica posibilidad le llena de
pavor. De ah, tambin, la invencin de la locura para aquellos que no pueden
someterse a tan ruda disciplina.
V
Una ciencia de los dispositivos slo puede ser local. Slo puede consistir en la
lectura regional, circunstancial y circunstanciada, del funcionamiento de uno o
varios dispositivos. Ninguna totalizacin puede sobrevenir a espaldas de sus
cartgrafos, porque su unidad no reside en una sistematicidad arrebatada, sino en
la pregunta que determina cada uno de sus adelantos, la pregunta cmo funciona?.
La ciencia de los dispositivos se ubica en una relacin de rivalidad directa con
el monopolio imperial de los saberes-poderes. Es por ello que su compartir y su
comunicacin, la circulacin de sus descubrimientos, resultan
esencialmente ilegales. En esto se distingue, antes que nada, del bricolaje, el
bricolador siendo aquel que slo acumula saber sobre los dispositivos para
acondicionarlos mejor, para fabricar su perrera en ellos, que acumula, pues, todos
los saberes sobre los dispositivos que no son poderes. Desde el punto de vista
dominante, lo que llamamos ciencia de los dispositivos o metafsica crtica no es
finalmente sino la ciencia del crimen. Y aqu como en otras partes, no hay iniciacin
que no sea inmediatamente experimentacin, prctica. NUNCA SE EST INICIADO EN
UN DISPOSITIVO, SINO SOLAMENTE EN SU FUNCIONAMIENTO. Los tres estadios sobre
lmite de su propia presencia, asumir ese lmite como el objeto por venir de
una praxis definida; colocarse en el corazn de la limitacin y hacerse su amo;
identificar, representar, evocar los espritus, adquirir el poder para convocarlos
a voluntad y para aprovechar su labor en beneficio de una prctica profesional. El
brujo sigue precisamente esta va: transforma los momentos crticos del ser-en-elmundo en una decisin valiente y dramtica, la de situarse en el mundo.
Considerado en tanto que dato, su ser-en-el-mundo corre el riesgo de disolverse:
no ha sido todava dado. Con la institucin de la vocacin y de la iniciacin, el mago
deshace a continuacin ese dato pararehacerlo en un segundo nacimiento; vuelve a
descender hasta el lmite de su presencia para restituirse a s mismo bajo una forma
nueva y bien delimitada: las tcnicas exactas para favorecer la labilidad de la
presencia, el trance mismo y los estados parecidos, expresan precisamente ese serah que se deshace para rehacerse, que vuelve a descender a su ah para
reencontrarse en una presencia dramticamente sostenida y garantizada. Por otra
parte, el dominio al cual ha llegado permite al mago sumergise no solamente en su
propia labilidad, sino tambin en la de otro. El mago es aquel que sabe ir ms all
de s mismo, pero no en el sentido ideal, sino verdaderamente en el sentido
existencial. Aquel para quien el ser-en-el-mundo se constituye en tanto que
problema y que tiene el poder para procurarse su propia presencia, no es ya una
presencia ms entre otras, sino un ser-en-el-mundo que puede volverse presente
entre todos los dems, descifrar su drama existencial e influenciar el curso del
mismo. Tal es el punto de partida del programa comunista.
El crimen, contrariamente a lo que insina la Justicia, nunca es un acto, un
hecho, sino una condicin de existencia, una modalidad de la presencia, comn a todos
los agentes del Partido Imaginario. Para convencerse de ello basta pensar en la
experiencia del robo o el fraude, que son las formas elementales, y de las ms
corrientes HOY EN DA, TODO EL MUNDO ROBA, del crimen. La experiencia
del robo es fenomenolgicamente algo distinto a los supuestos motivos que son
considerados como lo que nos empuja a cometer un robo, y que nosotros mismos
nos alegamos. El robo no es una transgresin, slo lo es desde el punto de vista de
la representacin: es una operacin sobre la presencia, una reapropiacin, una
reconquista individual de sta, una reconquista de s como cuerpo en el espacio.
El cmo del robo no tiene nada que ver con su hecho aparente, legal. Ese cmo es
la consciencia fsica del espacio y del entorno, del dispositivo, hacia el cual me
conduce el robo. Es la extrema atencin del cuerpo fraudulento en el metro,
alertado por el menor signo que podra sealar la presencia de una patrulla de
controladores. Es el conocimiento casi cientfico de las condiciones en las cuales
opero que exige la preparacin de algn crimen de gran amplitud. Existe toda una
incandescencia del cuerpo, una transformacin de ste en una superficie de
impacto ultrasensible que yace en el crimen y que es su experiencia verdadera.
Cuando robo, me desdoblo en una presencia aparente, evanescente y sin espesor,
absolutamente cualquiera, y una segunda, entera, intensiva e interior en esta
ocasin, en la que se anima cada detalle del dispositivo que me rodea, con sus
cmaras, su vigilante, la mirada de su vigilante, las lneas de visin, los dems
clientes, el andar de los dems clientes. El robo, el crimen y el fraude son las
condiciones de la existencia solitaria en guerra contra la bloomificacin, contra la
bloomificacin mediante los dispositivos. Es la insumisin propia del cuerpo aislado,
la resolucin de salir, incluso a solas, incluso de manera precaria, mediante una
puesta en juego voluntarista, de un estado particular de sideracin, de semisueo,
de ausencia de s que conforma el fondo de la vida en los dispositivos. La cuestin,
a partir de ah, a partir de esa experiencianecesaria, es la del paso al complot, a la
organizacin de una circulacin verdadera del conocimiento ilegal, de la ciencia
criminal. Es este paso a la dimensin colectiva lo que debe facilitar la S.A.S.C.
VI
El poder habla de dispositivos: dispositivo Vigipirate, dispositivo
RMI,
El hecho de que cada ente, en tanto que ente determinado, sea a partir de ahora
producido por dispositivos, define un nuevo paradigma del poder. En Los anormales,
Foucault proporciona la ciudad en estado de peste como modelo histrico de este
nuevo poder, del poder productivo de los dispositivos. Es por tanto, en el propio
seno de las monarquas administrativas, donde habra sido experimentada la forma
de poder que deba sustituirlas; forma de poder que ya no procede por exclusin,
sino por inclusin, ni por ejecucin pblica, sino por castigo teraputico, ni por
extraccin arbitraria de bienes, sino por maximizacin vital, ni por soberana
personal, sino por aplicacin impersonal de normas sin rostro. El emblema de esta
mutacin del poder, de acuerdo a Foucault, es la gestin de los apestados en
oposicin al destierro de los leprosos. En efecto, los apestados no son excluidos de
la ciudad, relegados en un afuera, como lo eran los leprosos. Por el contrario, la
peste permite desplegar todo un equipamiento imbricado, todo un
escalonamiento, toda una gigantesca arquitectura de dispositivos de vigilancia, de
identificacin y seleccin. La ciudad, cuenta Foucault, se divida en distritos, los
distritos en barrios, y luego en ellos se aislaban las calles, y en cada calle haba
vigilantes, en cada barrio inspectores, en cada distrito responsables de distrito, y
socialdemcrata aparece entre otro de los Bloom, que desempear su parte con
mayor o menor placer, etc. etc. Aqu, no son cuerpos los que hablan, sino que es
un dispositivo que funciona. Cada uno de los protagonistas activa en serie las pequeas
mquinas significantes listas para usar, y que estn siempre-ya inscritas en el
lenguaje corriente, en la gramtica, en la metafsica, en el SE. La nica satisfaccin
que podemos extraer de esta clase de ejercicio es haber actuado brillantemente en
el dispositivo. La virtuosidad es la nica libertad irrisoria que ofrece la sumisin a los
determinismos significantes.
Quienquiera que hable, obre o viva en un dispositivo est de alguna
manera autorizado por l. El dispositivo se vuelve autor de sus actos, sus palabras y
sus conductas. Asegura la integracin, la conversin a la identidad, de un conjunto
heterogneo de discursos, gestos y actitudes: de haecceidades. La reversin de todo
acontecimiento a la identidad es aquello por lo cual los dispositivos imponen un
orden local tirnico sobre el caos global del Imperio. La produccin de diferencias,
de subjetividades, tambin obedece al imperativo binario: la pacificacin imperial
descansa completamente sobre la puesta en escena de tantas falsas antinomias, de
tantos conflictos simulatorios: A favor o en contra de Miloevi, A favor o en
contra de Saddam, A favor o en contra de la violencia Su activacin tiene el
efecto bloomificante que conocemos y que obtiene finalmente de nosotros la
indiferencia omnilateral sobre la cual se apoya a toda marcha la injerencia de la
polica imperial. Es la misma sensacin que sufrimos ante cualquier debate
televisado, a pesar de que los actores tengan poco talento: la pura sideracin ante
el juego impecable, la vida autnoma, la mecnica artista de los dispositivos y las
significaciones. De este modo, los antimundializacin opondrn sus argumentos
previsibles a los neoliberales. Los sindicatos reproducirn interminablemente
1936 frente a un eterno Comit des Forges. La polica combatir a la escoria social.
Los fanticos confrontarn a los demcratas. El culto de la enfermedad creer
desafiar al de la salud. Y toda esta agitacin binaria ser el mejor garante del sueo
menor.
REGLA N 3:
REGLA N
VII
Lo posible implica la realidad correspondiente con, adems, algo que se le aade, ya que lo posible es el efecto
combinado de la realidad una vez aparecida, y de un dispositivo que la proyecta hacia atrs.
Bergson, El pensamiento y lo moviente
como pura contingencia de sta. Aquello que ocurre no es ms real por el hecho
de haber ocurrido. Es as que el dispositivo excluye el acontecimiento, y lo
excluye bajo la forma de su inclusin: por ejemplo, al declararlo posible
posteriormente.
Lo que los dispositivos materializan es solamente la ms notoria de las
imposturas de la metafsica occidental, que se condensa en el adagio la esencia
precede a la existencia. Para la metafsica, la existencia es tan slo un predicado
de la esencia; incluso, de acuerdo a ella, toda cosa existente no llevara a cabo otra
actividad que la de actualizar una esencia, esencia que le sera primera. De acuerdo
a esta doctrina aberrante, la posibilidad es decir, la idea de las cosas les
precedera; cada realidad sera un posible que por aadidura ha adquirido la existencia.
Cuando se pone de pie al pensamiento, obtenemos que es la realidad plenamente
desarrollada de una cosa lo que plantea su posibilidad en el pasado. Desde luego, es
necesario que un acontecimiento haya advenido en la totalidad de sus
determinaciones para aislarle algunas, para extraerle la representacin que le har
figurar como habiendo sido posible. Lo posible dice Bergson no es sino lo real
con, adems, un acto del espritu que proyecta su imagen en el pasado una vez que
se ha producido. En la medida aade Deleuze en que lo posible se propone
a la realizacin, es l mismo concebido como la imagen de lo real, y lo real, como
la semejanza de lo posible. Por ello, se comprende tan mal qu es lo que la
existencia agrega al concepto al duplicar lo semejante por lo semejante. sa es la
tara de lo posible, tara que lo denuncia como producto posterior, l mismo
fabricado retroactivamente a imagen de lo que se le asemeja.
Todo lo que es, en un dispositivo, se ve reconducido o hacia la norma o hacia
el accidente. Mientras el dispositivo contenga, nada puede sobrevenir. El
acontecimiento, ese acto que custodia junto a s su propia potencia, slo puede venir de
fuera, como lo que pulveriza aquello mismo que tena que conjurarlo. Cuando la
msica noise estalla,
SE
irrupcin,
SE
elevarse bastantes voces que deploran esta poca tan detestable. Algunos denuncian
una prdida de sentido, devenida por todas partes constatable, mientras que
otros, los optimistas, juran todas las maanas que van a dar sentido a tal o cual
miseria, para, invariablemente, fracasar. Pero todos, de hecho, concuerdan
en querer el sentido sin querer el acontecimiento. Fingen no ver que los dispositivos son
por naturaleza hostiles al sentido, y que tienen, ms bien, vocacin para administrar
la ausencia. Todos aquellos que hablan de sentido sin darse los medios para hacer estallar
los dispositivos son nuestros enemigos directos. Darse los medios consiste solamente a
veces en renunciar a la comodidad del aislamiento bloomesco. La mayor parte de
los dispositivos son en efecto vulnerables a cualquier insumisin colectiva, al no
haber sido preparados para resistir tales situaciones. Hace algunos aos, bastaba
con ser una decena de personas decididas, en una Caja de Accin Social o en una
Oficina de Ayuda Social para arrebatarles sin demora una ayuda de un millar de
francos para cada persona inscrita. E incluso hoy en da, no hace falta ser muchos
ms para llevar a cabo una autorrebaja en un supermercado. La separacin de los
cuerpos, la atomizacin de las formas-de-vida, son la condicin de subsistencia de
la mayor parte de los dispositivos imperiales. Querer el sentido, hoy en da,
implica inmediatamente los tres estadios de los que hemos hablado, y conduce
necesariamente a la insurreccin. Ante las zonas de opacidad y de la insurreccin,
se extiende el reino nico de los dispositivos, el imperio desolado de las mquinas
productoras de significacin, de las mquinas que hacen significar todo lo que pasa en
ellas de acuerdo al sistema de representaciones localmente en vigor.
Algunos, que se consideran muy astutos los mismos que tenan que
preguntar, hace un siglo y medio, qu cosa sera el comunismo, nos preguntan
hoy en da a qu se pueden parecer nuestros famosos encuentros ms all de las
significaciones. Hace falta que tantos cuerpos, de este tiempo, nunca hayan
conocido el abandono, la ebriedad del compartir, el contacto familiar con los otros
cuerpos ni el perfecto reposo en s, para poder plantear tales preguntas con ese aire
Este texto constituye el acto fundacional de la S.A.S.C., la Sociedad por el Desarrollo [Avancement]
de la Ciencia Criminal. La S.A.S.C. es una asociacin sin nimo de lucro cuya vocacin consiste en
reunir annimamente, clasificar y difundir todos los saberes-poderes tiles a las mquinas de guerra
antiimperiales.