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AMOSSY - Entre Logos y Pathos, Las Figuras (Cap. 7 en L'Argumentation Dans La Langue)
AMOSSY - Entre Logos y Pathos, Las Figuras (Cap. 7 en L'Argumentation Dans La Langue)
AMOSSY - Entre Logos y Pathos, Las Figuras (Cap. 7 en L'Argumentation Dans La Langue)
(Sem. Vitale)
Argumentatividad y figuralidad
Figuras y pathos
Los poderes del clich
Lo nuevo y lo inesperado
Figuras, coherencia textual y argumentacin
1. Argumentatividad y figuralidad
Uno se podra sorprender del lugar restringido reservado aqu a las figuras, a menudo
percibidas como lo esencial de la retrica. No se trata de despreciarlas, sino de repensar
su estatus, operacin que la inflacin de los tratados centrados en la elocutio y la fiebre
taxonmica que sigue atrapando a los retricos vuelve particularmente saludable.
Cuntas generaciones se han descorazonado ante las listas de tropos con nombres
extranjeros: la aposiopesis, la hendadis, el hiprbaton, la tmesis, etc. En la perspectiva
que nos interesa, el catlogo tiene una importancia secundaria. Las figuras son formas
verbales cuyo valor argumentativo se busca estudiar en contexto. Es necesario, por lo
tanto, considerar las potencialidades de la comparacin, de la hiprbole o del zeugma,
teniendo en cuenta el hecho de que slo el uso que se produce en el curso de una
interaccin comunicativa singular les confiere su peso y su impacto. Slo podremos
presentar aqu algunos ejemplos de explotacin de las figuras, remitindonos al depsito
razonado que constituyen las retricas clsicas y los tratados de los tropos. Se puede
consultar en particular las obras de Du Marsais y de Fontanier y, en muchos de los
diccionarios contemporneos de figuras y de tropos, la excelente sntesis de Catherine
Fromilhague (1995).
A los que consideren que hemos reservado a las figuras una parte mnima, les
responderemos que es un tema presente en todos los captulos y que en este buscamos
escudriar los caminos del logos y del pathos. Ya Perelman y Olbrechts-Tyteca, en su
Tratado, limitan sus consideraciones sobre las figuras a un subconjunto titulado
Figuras de retrica y argumentacin, insertado en un captulo sobre la Presentacin y
forma del discurso, al tiempo que desglosan una cantidad importante de figuras en las
diferentes partes del libro (como bien lo testimonia el ndice). No se trata de un simple
tema de presentacin. El enfoque de la nueva retrica lleva de hecho a separar las
metforas, las comparaciones, las hiprboles o las ltotes, tomadas en su dimensin
argumentativa, de la unidad artificial que les confiere la nocin de figuralidad. En la
perspectiva del anlisis del discurso, que es la nuestra, esta actitud puede ser muy
fecunda. Por qu, en efecto, clasificar en un mismo espacio la alusin y la metfora
alegando que ambas constituyen efectos de estilo? Su funcionamiento muy diferente
hace que una, la alusin, apunte a un estudio de lo implcito, mientras que la otra, la
metfora, participe de un anlisis de la analoga. Por otra parte, C. Perelman ubica la
metfora en el captulo sobre los funcionamientos de la analoga en la argumentacin.
Por su parte, la alusin, al igual que la irona y la ltote, participa de una reflexin sobre
el funcionamiento y las virtudes argumentativas de lo sobreentendido. Las figuras de
repeticin entre las que se encuentra el paralelismo sintctico o la anfora retrica
apuntan esencialmente a suscitar la emocin, como lo hemos visto en el estudio del
pathos. Vemos, por lo tanto, que el examen de las figuras en trminos de anlisis
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Se observar, sin embargo, que para Lamy las figuras no tienen un efecto pattico
intrnseco, sus virtudes dependen de la situacin de discurso. Como se trata de
Este punto de vista es retomado en la Retrica general del Grupo , que relaciona el efecto de la figura a
lo que curiosamente denominan ethos, tomado de hecho en el sentido de pathos, un estado afectivo
suscitado en el receptor (1982: 147). Sin embargo, la obra slo plantea esta relacin en trminos vagos,
subrayando que no hay relaciones necesarias entre la estructura de una figura y su ethos (Ibd.: 148).
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ennegrecer el crimen la anttesis aporta su ayuda, como hay que marcar el horror de la
crueldad, el ejemplo y la comparacin pueden servir de ilustracin.
La cita de Lamy lleva a dos observaciones importantes que conciernen al papel de
las figuras en la argumentacin. En primer lugar, no hay que concluir del texto que las
figuras no acten sobre el espritu, ni que ellas no sirvan al razonamiento. Hemos
hablado mucho de las virtudes cognitivas de la metfora, cuyo esquema analgico
subyacente entraa tanto un potencial pedaggico como persuasivo. Recordemos que la
analoga puede hacer ver una relacin oculta tanto como ilustrarla (II, 4, 3). Distintas
corrientes han tomado prestado el poder heurstico de la analoga que permite
comprender relaciones que escapan al ojo desnudo y a la razn pura. Los movimientos
literarios desde los Romnticos hasta Baudelaire y hasta los surrealistas han elaborado
sistemas donde las figuras de analoga son centrales. Otras figuras, llamadas de
pensamiento, apuntan de manera evidente a una argumentacin que no se limita a las
pasiones. La irona, la paradoja no slo conmueven el corazn, se dirigen tambin a la
mente. En suma, las figuras permiten una alianza de la razn y de la pasin en funcin
de una dosificacin variable, y adems difcilmente cuantificable.
En segundo lugar, es interesante ver que Lamy presenta las figuras en funcin de
un gnero de discurso que comprende sus propios objetivos argumentativos: se trata de
conmover al juez para llevarlo a que condene severamente a un criminal, tarea que se
asigna por definicin a la acusacin. Podemos entonces formular la hiptesis fuerte de
que algunos gneros hacen uso de determinadas figuras antes que de otras en funcin
de su rentabilidad en el marco interactivo en cuestin. Se puede tambin, ms
modestamente, estudiar la funcin de determinadas categoras de figuras en un gnero
dado. En la primera categora, se pueden mencionar los trabajos de Roman Jakobson
(1963) quien considera la metonimia como la figura por excelencia de la novela
realista. Marc Angenot se ubica ms bien en la segunda, ya que estudia la explotacin
de las figuras que caracterizan el panfleto, gnero polmico que posee su propio arsenal
de figuras as como su propia tpica. Angenot examina la utilizacin que hacen los
panfletarios del procedimiento de la antfrasis, que consiste en enunciar lo opuesto de lo
que tenemos en mente, y que se conecta con la concesin retrica por la que se finge
estar de acuerdo en algo con el adversario para impulsar la ventaja propia, o del
cleuasmo donde el polemista finge acusarse a s mismo (Angenot 1982: 275-276).
3. Los poderes del clich
La retrica clsica diferencia las figuras de los tropos, que son figuras de palabras: hay
tropo cuando el trmino no reenva a su sentido habitual, como en la metfora. Las
figuras de palabras se oponen generalmente a las figuras de pensamiento, puesto que se
basan en una relacin entre ideas: la pretericin, la concesin, la irona La
fluctuacin de las divisiones retricas muestra, sin embargo, que no son esenciales en la
perspectiva de la rentabilidad de las figuras. En lugar de las divisiones clsicas, se
retomar aqu la oposicin entre figuras vivas y figuras muertas, que data de la poca
moderna, para insistir en la diferencia de su potencial argumentativo. En efecto, las
figuras de estilo lxicamente llenas y petrificadas llamadas clichs marcan una
pertenencia a la doxa que tiene un papel al menos tan determinante como su carcter
figurativo. Los clichs provocan efectos de familiaridad o de desgaste que permiten
entablar con el alocutario una interrelacin que puede gratificarlo presentndole algo
conocido o irritarlo imponindole algo banal. Todo depende, por supuesto, del tipo de
pblico al que nos dirijamos, de sus reacciones habituales frente a lo ya dicho y del
gnero de discurso en el que aparecen los clichs (determinados gneros son ms
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refractarios que otros a la explotacin de las expresiones hechas). Hay que considerar,
no obstante, que los clichs son ineludibles, y que siguen produciendo efectos a pesar
de la condena de la que han sido muchas veces objeto. Esto es lo que han demostrado
hace ya mucho tiempo Las flores de Tarbes de Paulhan y los trabajos ya clsicos de
Michael Riffaterre. Desde esta perspectiva, una primera tentativa para analizar la
funcin argumentativa de los clichs en el sentido indicado por Perelman y OlbrechtsTyteca ha sido realizada en Les Discours du Clich (Amossy & Rosen, 1982) a
propsito del texto literario. Reconocibles en la superficie del texto en razn de su
fijacin, los clichs en el texto novelesco o potico, como en todo otro tipo de discurso,
se acoplan necesariamente a un discurso social del que arrastran sus valores. Pueden
actuar mucho mejor sobre el lector en tanto pasan desapercibidos o en tanto transmiten
valores bajo una apariencia de familiaridad y de natural. Funcionan, por lo tanto, como
elementos dxicos, y no slo como metfora o hiprbole, en la argumentacin de la
novela de tesis (como La infancia de un jefe de Sartre) o en la puesta en escena de la
argumentacin que realizan determinados textos literarios (como La cada de Albert
Camus). La depreciacin de los efectos de estilo gastados fundados sobre lugares
comunes puede, por otra parte, contribuir a efectos persuasivos fundados sobre su
denuncia irnica. Se puede releer con este propsito el bello anlisis que propone Anne
Herschberg Pierrot (1979) de la retrica de Lieuvain en la escena de las elecciones de
Madame Bovary. Parece que incluso en el discurso literario, refractario a lo banal ms
que cualquier otro, la desconfianza a las frases hechas que acarrea la doxa no impide
que se utilice el clich con enorme eficacia (y esto tanto en la poca moderna como en
la poca clsica, cuando la crtica al clich como marca de repeticin y de usado no
estaba, lo sabemos, en vigor).
4. Lo nuevo y lo inesperado
Si el clich persuade por su familiaridad, la figura indita logra, por el contrario, su
objetivo gracias a una ruptura ms o menos violenta. Al trastornar las expectativas, al
reorganizar el orden del discurso, hace sentir y reflexionar. Tomemos un ejemplo
concreto, sacado de un relato de Jean Giono, El gran rebao, donde la escritura
metafrica confiere un gran vigor a una descripcin de guerra cuya abundancia en la
literatura de las dcadas de 1920 y 1930, al embotar la sensibilidad de los lectores,
amenazaba con debilitar el impacto. En este pasaje, los soldados intentan atravesar un
canal sobre una pasarela que el enemigo ametralla:
La ametralladora estaba masticando la madera de la pasarela y la carne de los
muertos.
Rpido! Rpido! Por Dios! Por Dios! resopla Joseph.
Rpido!
Y ahora la ametralladora come algo caliente y vivo; ronronea en la carne blanda.
(Giono 1931: 115)
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Sntesis
Las figuras de estilo, que durante mucho tiempo han constituido el dominio de la
retrica restringida, son examinadas aqu en su funcin argumentativa. Dentro de este
marco, lo figurativo rene categoras de fenmenos muy diversos, que apuntan en
realidad a funcionamientos lgico-discursivos heterogneos, como lo implcito y la
analoga. Las figuras de palabras intervienen en la argumentacin ya sea en calidad de
clichs (es la familiaridad entonces la que les otorga un impacto importante), ya sea a
ttulo de innovacin y de ruptura (son entonces la conmocin de las categoras y la
sorpresa provocada las que les confieren un poder heurstico y persuasivo). En
determinadas categoras de textos, las redes metafricas y los juegos asociativos pueden
constituir el sostn esencial de una argumentacin potica. Hay que subrayar, no
obstante, que contrariamente a un punto de vista largo tiempo compartido, las figuras
no se ubican del lado de la afectividad pura. Estas cumplen generalmente funciones
argumentativas al aliar logos y pathos.
Traduccin de Paulina A. Bettendorff para el
Mdulo Argumentacin, ideologa y anlisis del discurso, dictado por la Dra. Mara
Alejandra Vitale en el marco del Seminario Teora de la argumentacin y anlisis de los
discursos sociales, Universidad Nacional de Crdoba, 2009.
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