Lorenzo Trujillo. Evolución Sacerdotal
Lorenzo Trujillo. Evolución Sacerdotal
Lorenzo Trujillo. Evolución Sacerdotal
Querido amigo:
Hace unos meses, cuando me pediste la redaccin de este artculo, te expuse con toda
sinceridad mi casi imposibilidad de hacerlo. Aparte de otras razones ms coyunturales
que ahora no vienen a cuento, te expliqu que no tengo ni posibilidad ni capacidad de
examinar datos de tipo sociolgico (edades, secularizaciones, estudios, etc.), cosa que
me parece imprescindible para enhebrar algo medianamente digno; adems te record
que en este momento (desde hace seis aos) estoy bastante distante de los lugares de
observacin y vigilancia naturales. Termin mi larga etapa de rector en el seminario, y
no he vuelto a asistir a reuniones nacionales de formadores, a encuentros diocesanos.
No estoy al da, te dije; cuando un trabajo as lo exige ineludiblemente. Tampoco estoy
en condiciones de afrontar un estudio serio y comparado de la documentacin sobre el
sacerdocio en estos veinticinco o treinta aos.
Ante tu insistencia la amistad personal contigo y la gratitud personal e institucional a
la Hermandad de Operarios Diocesanos me impedan una negativa te ofrec, sin
mucha conviccin, lo nico que me atreva a intentar. Deseo explicarlo al posible lector
para que no tome estas letras por un estudio que no es.
Te dije que procurara algo as como un ejercicio de memoria, o un testimonio personal,
o un artculo de opinin; con toda la carga de subjetividad, de parcialidad, que estos
gneros llevan consigo. Puedo estar muy atrapado por mi poca, por mis aos, por mi
pasado sacerdotal. Y muy limitado en el conocimiento del presente como te digo.
Seguro que tomo la pars pro toto dada la falta de datos reales que manejo; puedo dar
como extensas e importantes por el impacto causado en mi sensibilidad, conductas que
he visto pero que son ms limitadas o superficiales de lo que he credo; o al contrario.
Lo que voy a escribir y lo advierto seriamente no tiene ms rigor que el de una
intervencin amistosa en una conversacin de amigos. No es un escrito conclusivo sino
exploratorio.
De una manera muy simple adelantara una visin, simplista ciertamente, pero que
pudiera orientar la lectura posterior. Mi impresin es que continan las dos grandes
tendencias o tipologas de tiempos anteriores, pero ahora la mayoritaria antao
decrece en nmero y peso eclesial, mientras la entonces casi testimonial emerge como
dominante y triunfadora. Con otro matiz no menos importante: creo que ha avanzado
mucho el individualismo y la divisin de orientacin o modelo se subordina ms que
antes al arbitrio del individuo. Las formas externas (vestido, celebracin,
posicionamiento ante el Pueblo de Dios...) parecen manifestar las dos tendencias, pero
luego uno observa que los bloques son ms aparentes que reales por el individualismo
creciente. En consecuencia, habra que ser prudentes y no dejarse engaar por las
apariencias. Entramos en materia.
-I1
giro o cambio de perspectiva. De un modo muy sencillo, y quiz muy simplificado, dira
que la recepcin de la doctrina conciliar sobre el presbiterado, en un sector del clero
creciente hasta ser mayoritario a finales de los setenta, tuvo dos rasgos que marcaron
esos aos y la dcada siguiente:
Un desequilibrio a favor de la concepcin eclesiolgica (muy variada
pero cada vez ms estrecha) del ministerio con cierto olvido de su raz y
fundamento cristolgico, y
Un deseo intenssimo de encarnacin, o sea, de compartir realmente
las condiciones de vida de los fieles; de estar con ellos y entre ellos, sin
distancias ni diferencias sociales.
El Concilio tena un marcado carcter de revisin y reforma de la Iglesia, por supuesto
muy centrado en Cristo, pero yendo siempre a las consecuencias eclesiales, pastorales.
He comparado, y volver a hacerlo ms adelante en estas lneas, las dos grandes
constituciones LG y GS con la definicin calcedonense de las dos naturalezas de
Cristo, quiz con el mismo hueco que aquel gran concilio cristolgico no pudo de
momento cerrar del todo: la sntesis ntima de ambas en la nica persona. Fue necesario
el trabajo de los concilios posteriores y la obra de Mximo el Confesor. Aun no se ha
dado esa perijoresis (perdn!) entre ambas visiones de la Iglesia: ni se lee LG
integrando en su interior GS, ni al contrario; por eso la visin eclesial se vivi y se vive
con cierta unilateralidad; entre nosotros (con eco en Amrica Latina) a favor sin duda de
GS (que no es la del Concilio si no tiene dentro LG!).
La eleccin del trmino presbtero como referencia primera (Presbiterorum Ordinis),
dejando en un segundo lugar el de sacerdote es muy significativa. Presbtero es el
miembro de un presbiterio diocesano, muy en lnea con el redescubrimiento de la Iglesia
particular como algo ms que la demarcacin administrativa que llambamos dicesis.
Desde el predominio de la eclesiologa y de esta eclesiologa empequeecida, se desat
apasionadamente el deseo de compartir la vida gozos y angustias de los fieles y de
los hombres en general. El Concilio es, sin duda, el punto de arranque de la Nueva
Evangelizacin, y el sacerdote, como todo fiel, es llamado a salir de los refugios
clericales para mostrar a todos la misericordia divina. Una consecuencia preciosa que
condujo a la santidad a muchos hermanos, fue la renuncia a privilegios en aquellas
sociedades de cristiandad, la adquisicin de un modo de vida sencillo, austero
econmicamente, incluso pobre. Dios quiera que no se pierda este don y que renazca
con ms fuerza. La bajada del pedestal condujo a no comprender lo que de santo haba
A. Hay que dejar claro que la figura anterior sigue viva. En la Iglesia no hay
revoluciones porque el Acontecimiento, siempre vivo y activo, lo impide; hay
correcciones de rumbo, recuperacin de dimensiones olvidadas o descuidadas,
conversiones... La receptio de los aos 90 introduce como venimos diciendo un giro
para restaurar dimensiones esenciales del sacerdocio.
a. Ha influido bastante fue el cambio global de rasgos de los llamados al
esenciales como la confesin de fe. Deseaban (en general) dejar atrs dignidades
impropias de la misin, apariencia de gobernantes mundanos. Muchos
abandonaron sus palacios (con deterioro de los mismos). Quiz algunos
estuvieron excesivamente pendientes de los medios de comunicacin y se
dejaron presionar por pastoralistas avanzados. Da la imprensin de que Juan
Pablo II busc hombres ms piadosos, ms preocupados por el orden eclesial
que por el dilogo con el mundo. Claro, que tambin puede ser que este dilogo
est imposibilitado porque ese mundo se ha cerrado al mismo a pesar del
deseo de muchos obispos. Y, adems, especialmente obedientes a Roma
mediante las congregaciones de la curia. Ni mejores ni peores. Fuera de los
casos, muy excepcionales y tambin existentes en la etapa anterior, de personas
ineptas o descentradas, la seleccin de candidatos siempre ha buscado personas
creyentes, honradas, valiosas y dignas. Y en este momento histrico, a pesar de
las deficiencias, la eleccin desde Roma ha garantizado la independencia de la
Iglesia frente a los nuevos feudales de esta nueva Edad Media. Dos generaciones
episcopales que merecern la alabanza de futuros historiadores. En esta segunda,
creo que ha tenido importancia la entrada en nmero significativo de miembros
de movimientos internacionales (incluyo en esta denominacin genrica la
Prelatura del Opus Dei), simpatizantes de los mismos, y sacerdotes que han
trabajado en Congregaciones romanas. El tipo episcopal, real o fabricado por
los medios, tiene influencia en el estilo de los candidatos al orden y de los
sacerdotes, y no solo de aquellos que puede aspirar al episcopado, sino en
general.
b. El descenso de vocaciones en la casi totalidad de los seminarios fracaso
postconcilio sigue vigente y viva. Quiero decir algo sobre ella, sobre todo en su
actualidad. Hasta qu punto y con qu fuerza? Ya me gustara saberlo con
aproximacin y cierta objetividad. Me limito a expresar intuiciones derivadas de
impresiones muy limitadas.
Los que vivieron las grandes asambleas postconciliares y ayudaron a configurar un
ministro ms sencillo, ms encarnado, ms secular y ms colegial, o han desaparecido
(en fidelidad o en abandono), o estamos en edades cercanas al retiro. Con una carga de
cansancio nada despreciable, a veces con un tris de tristeza o de desengao, pero en
general con esperanza y con ilusin. Sobre todo, con una obediencia teologal y un amor
a la comunin que no se ha sabido valorar. Las posturas, no obstante, son muy variadas:
desde quienes se sienten injustamente tratados o preteridos y manifiestan amargura y
distanciamiento con los nuevos dirigentes, hasta quienes han asumido lealmente su
derrota alabando a Dios que bendice siempre a quien no lo espera y colaborando para
que las correcciones actuales sean asumidas por todos en comunin plena. Hay quienes
mantienen sus posturas pastorales sin hacer revisin de las mismas a la luz del Espritu,
y hay quienes mantienen en su corazn y en su actuacin la luz del Concilio pero
examinando errores que no debieron darse y pidiendo perdn por ellos. Creo que antes
de cualquier crtica a la marcha actual, es imprescindible hacer una revisin personal,
una confesin de culpa, y una conversin; si esto no se da, se revela, simplemente, la
decepcin de quien tena miras demasiado humanas y ha perdido.
8
sale a la luz plenamente. Lo considero solamente un pequeo signo, pero creo que sirve
como indicio: durante estos veinte ltimos aos, todos hemos podido observar, como el
su alma, desde su interior habitado por Dios. Recuperar sin pudor palabras
que concentran la historia de la salvacin como pecado, alma, gracia,
cielo, infierno, siempre que se sepa lo que se dice y no se diga vaciando
su humanidad, es salir de un secularismo empobrecedor.
He de confesar que tambin tengo mis miedos con relacin a esta tipologa en
emergencia creciente. Quiero decirlo con sinceridad y con afecto.
Me da miedo el hieratismo que, a veces y en algunos, he observado. Se puede llevar
traje eclesistico con sencillez y se puede vestir como ejecutivos de una gran empresa
religiosa. No es igual, a mi juicio. Dado que la figura sacerdotal se ha sembrado, sobre
todo, en grandes seminarios de grandes dicesis cuyos obispos tienen peso en la curia
romana, advierto de la tentacin de buscar esos ambientes, de estar informados de
10
todo rumor de poltica eclesistica, de dejar que la ilusin legtima de ser considerados y
valorados se deslice a preparacin para el cursus honorum. Convertira todo lo anterior
en algo vano e hipcrita, y a la larga apareceran corruptelas quiz ms graves que las
que hemos padecido. Si esa recuperacin de la oracin, de la seriedad litrgica, del
amor a la Iglesia universal, de la salvacin en Jesucristo, no fueran vividos en sencillez
y pobreza sino de modo funcionarial y exigiendo derechos laborales, de nada
valdran; se derrumbaran antes o despus... y quiz con ms estrpito y escndalo que
la figura anterior.
Algo que he comprobado en algn sector me preocupa: su menosprecio a la
concelebracin eucarstica como si nicamente la presidencia de la misma realizara su
sacerdocio. Es que temen compartir el poder de transustanciar el pan y el vino? Creo
que es un indicio negativo que podra expresar una comprensin y vivencia unilateral de
ese sacerdocio, excluyendo casi la condicin presbiteral del mismo, episcopalizndose.
En efecto, el ministerio sacerdotal no se confiere en un solo grado o modalidad. Su
plenitud sacramental reside en el episcopado, mientras que el presbiterado es una
modalidad de cooperacin necesaria. El presbtero no es un mero auxiliar del obispo,
como lo es el dicono (sacramento pero no sacerdocio); es obispoauxiliar (tampoco
obispo en situacin de auxiliar) y participa directamente del sacerdocio del Seor; pero
como cooperador. Por tanto, si radicalmente la presidencia plena de la eucarista
pertenece al obispo, si en la etapa constituyente de la Iglesia el presbtero concelebraba
y acompaaba, si todas las eucaristas diocesanas son, en el fondo, la nica eucarista,
qu disminuye el sacerdocio del presbtero el hecho de concelebrar cuando hay varios
sin misin propia? Es correcto que en una parroquia se celebren tres o cuatro misas
individuales sin pueblo? Tampoco Greshake entiende que un presbtero concelebre y
prefiere que participe como fiel cuando no ha de presidir; en el fondo es lo mismo:
incomprensin de la concelebracin como signo de la naturaleza cooperadora del
presbtero, como emergencia del presbiterio a la luz, como vivencia eucarstica del
profundo vnculo que une a los presbteros entre s.
Y si el fracaso de la recuperacin del presbiterio unido a las pertenencias fuertes a
asociaciones clericales tuviera al final el efecto de un individualismo clerical nocivo
para la vida y el ejercicio pastoral? Se lo ha planteado alguien?
11
viviendo el equivalente en iglesia de las crisis cristolgicas de los primeros siglos, pero
con honda repercusin en la misma cristologa ya tradicionalmente recibida tras
aquellos concilios de los primeros siglos. Entonces, de algn modo, todos admitan la
doble condicin (divina y humana) de Jesucristo as como su unicidad como sujeto,
pero lo expresaban tan mal que terminaban negando o dejando en la duda una de sus
naturalezas o la unidad personal entre ambas. He comparado el Vaticano II, a nivel
eclesiolgico, con Calcedonia: Iglesia en s misma, Iglesia para el mundo. La doble
dimensin est clara, desarrollada, recibida; pero no es tan fcil ver y expresar que se
trata de la misma Iglesia. Al definir la Iglesia (sacramento) se tiene muy presente la
referencia intrnseca al Seor (es en Cristo, Luz de las Naciones...) como Iglesia de la
Trinidad que es. Se insiste en la unidad entre la dimensin visible y la invisible. Y sin
embargo... Aun se opone la iglesia institucional al pueblo de Dios, o los ministerios
a los carismas. Quin nos librar de este lenguaje de muerte?
Aplicndolo al sacerdocio, la diferencia de acentos no tiene por qu ser negativa. Pero
es preciso sanarla de oposicin dialctica y de autarqua unilateral. A mi juicio, cuando
se produce ese corte u oposicin, hay debajo una deficiente teora sobre el sacramento
del Orden. Antes de cualquier planteamiento pastoral, antes de cualquier eleccin de
compaa sacerdotal, antes de cualquier opcin por sectores de fieles, antes, ha de
haberse recibido una concepcin integral, unitaria, verdaderamente catlica del
sacerdocio. Las lagunas producen las deformaciones que hemos visto. Ha aqu algunas
cuestiones importantes en la prctica:
a. La afirmacin sin coartadas del sacerdocio del Seor como fundamento del
sacramento del ministerio sacerdotal es algo decisivo, irrenunciable. La recuperacin
de Hebreos y del trmino que introduce en el Nuevo Testamento, ha sido un gran regalo
para nuestra poca. Pero conviene no olvidar dos matices importantsimos:
12
que yo; y mi nombre gan a los dados por voluntad de Dios, de qu puedo gloriarme?
De ser sustituto y por sorteo? No somos todos en el fondo Matas?
b. La ministerialidad conlleva necesariamente la colegialidad en cualquiera de
social. La vinculacin sacramental con Cristo Cabeza y Pastor elimina cualquier flirteo
con teologas del Pueblo de Dios que disuelven el ministerio en la comunidad y
pretenden una iglesia construida desde la base imitando la democracia poltica. Esto
est bien. Pero si es a costa de volver a una concepcin del Pueblo de Dios como masa
amorfa y sin voz, o a un modelo de laicado sin presencia en el interior de la Iglesia,
sera una desgracia para la Iglesia. Incluso, conviene sealar que esta actitud hiertica
en los momentos actuales impide un verdadero dilogo con la mujer, cosa esencial dada
la crtica de ciertos sectores al patriarcalismo eclesial. Aqu entra la sencillez en el
modo de vida, el distanciamiento cordial de los poderes civiles y la renuncia a
protecciones interesadas sobre la fe; basta la libertad religiosa reconocida en los mbitos
pblicos y privados. Y entra el amor apasionado a los pobres en un momento muy difcil
de la historia.
13