Cohesión social y transformaciones identitarias en la Edad Media
Por Fernando Ruchesi
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Durante las últimas décadas, los estudios sobre Antigüedad tardía y Temprana Edad Media experimentaron un auge, especialmente en lo que respecta a las cuestiones de identidad, solidaridad y cohesión. Varias de esas investigaciones se enfocaron, entonces, en los cambios que afectaron a la identidad romana, como también en los modos en que los bárbaros se integraron al mundo mediterráneo, y la pars orientalis del imperio se amoldaba a las transformaciones que generaron los procesos mencionados.
Este volumen pretende analizar el funcionamiento de las categorías de cohesión social e identidad en la Antigüedad tardía y la Temprana Edad Media. De tal manera, las contribuciones reunidas en este compendio buscan indagar acerca de cómo estas nociones eran entendidas por los autores de la época. Asimismo, los trabajos procuran caracterizar los procesos de construcción de cohesión social y la influencia que tuvieron en los cambios políticos, sociales y culturales acaecidos en las etapas históricas mencionadas, tanto en Europa Occidental como en Bizancio y el Oriente Próximo. Así, para llevar a cabo esta tarea se recurrió a los siguientes interrogantes: ¿Cómo construían cohesión los grupos gobernantes?, ¿cómo lo hacían aquellos que no pertenecían a los sectores de poder?, las identidades y sus aspectos relacionados: ¿tenían relación con la construcción de cohesión? En tal caso, ¿cómo influían estos factores en dichos procesos?, ¿y cómo eran caracterizados en las fuentes del período?
Escriben: Bárbara García Contrera, Fernando Ruchesi, Héctor Francisco, Victoria Casamiquela Gerhold, Emilio Nicolás Antonio Vallejos Zacarías, Vinicius Cesar Dreger de Araujo, Francesco Borri.
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Cohesión social y transformaciones identitarias en la Edad Media - Fernando Ruchesi
Edición: Primera. Febrero 2023
Lugar de impresión: Buenos Aires, Argentina / Barcelona, España
Ilustración de portada: Bible de Vivien, dite Première Bible de Charles le Chauve. Présentation du livre à l'empereur, Saint-Martin de Tours, 845. BnF, Manuscrits, Latin 1 fol. 423
ISBN: 978-84-18929-98-4
Depósito legal: M-3548-2023
IBIC: HBLC1 [Historia medieval]
Thema: NHDJ [Historia europea: período medieval, Edad Media]
Bisac: HIS037010 [Historia / Medieval]
© 2023, Miño y Dávila srl / Miño y Dávila editores sl
Armado y composición: Eduardo Rosende
Diseño: Gerardo Miño
Prohibida su reproducción total o parcial, incluyendo fotocopia, sin la autorización expresa de los editores.
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portadillaÍndice
Introducción
por Fernando Ruchesi
Capítulo I. La cohesión social como base de la legitimidaden el reino ostrogodo de Teodorico (493-526)
por Bárbara García Contrera
Capítulo II. Aspectos iniciales sobre la cohesión social y los grupos guerreros en los reinos merovingios
por Fernando Ruchesi
Capítulo III. La identidad cristiana en el Irán tardo-antiguo: entre la integración y la auto-exclusión
por Héctor Francisco
Capítulo IV. Constantino el Grande y el Martyrion de Jerusalén: ¿fundador imperial o santo patrono?
por Victoria Casamiquela Gerhold
Capítulo V. Integración e influencia de grupos eslavos en el periodo temprano bizantino
por Emilio Nicolás Antonio Vallejos Zacarías
Capítulo VI. Las Res gestæ saxonicæ de Widukind de Corvey (siglo X) y el proceso de reconstrucción del pasado sajón (siglos VI-VIII)158
por Vinicius Cesar Dreger de Araujo
Capítulo VII. Máscaras, cadáveres y otras cosas preciosas: dos reflexiones sobre el paganismo medieval
por Francesco Borri
Introducción
Fernando Ruchesi
Departament Història – Universitat de Lleida
Departamento de Historia – Universidad Nacional del Nordeste
Instituto de Investigaciones Geohistóricas (CONICET/UNNE)
El Liber Historiae Francorum –obra compuesta en el primer cuarto del siglo VIII– describe que el rey Clotario II (613-629) acudió en ayuda de su hijo Dagoberto, en el contexto de una campaña militar organizada para enfrentar al dux sajón Bertoaldo. El autor anónimo caracteriza a Clotario como un guerrero experimentado, ataviado con su armadura, y portando yelmo y cabello largo con canas. El texto señala que, en el enfrentamiento, Clotario debió atravesar un pantano pero, pese a ello, el rey cargó contra Bertoaldo otra vez, matándolo y sosteniendo su cabeza sobre su lanza. Entonces, él regresó a los francos. Aquellos que no sabían que el rey estaba a salvo, estuvieron tristes hasta que lo vieron y se regocijaron con gran alegría
.¹ La imagen del soberano victorioso, cargando con la cabeza de su enemigo, formaba parte de un ritual que moldeaba la cohesión entre sus subalternos, más allá de la aberración que pueda generarnos esta descripción en la época en que vivimos. A partir de este tipo de rituales, performances y decisiones, los gobernantes y los círculos asociados a ellos construían o imponían cohesión.
En otras ocasiones, dicha cohesión se producía no como resultado de una orden impuesta por parte de la autoridad, sino a partir de la unión de individuos que pertenecían a un mismo grupo social. El enfrentamiento entre los reyes francos Gontrán (561-592) de Burgundia y Childeberto II de Austrasia (575-596) por el dominio completo de la Galia, descrito en los Decem Libri de Gregorio de Tours, nos provee de un ejemplo para este caso. Se trata del amotinamiento de los soldados que estaban al mando de Childeberto, quienes no deseaban seguir combatiendo. Por ello, nos dice el obispo de Tours, se unieron y comenzaron a pedir, a los gritos, que el rey detuviese la guerra y que se deshiciese de su consejero, el obispo Egidio. Los guerreros tomaron las armas, a fin de dar muerte al prelado y a otros asesores del rey soberano. Egidio logró huir en su caballo y, aparentemente, el monarca tomó la decisión de detener la guerra.² De manera similar, un grupo de combatientes al mando de Teoderico II (587-613) de Burgundia se reunió y pidió al soberano que abandonase la contienda contra su hermano, Teodeberto II (595-612) de Austrasia, puesto que los subalternos no deseaban luchar contra los austrasianos. El episodio finaliza con el asesinato de Protadio –consejero principal de Teoderico II–, por parte de los mencionados guerreros.³
Como podemos apreciar, algunas de las fuentes narrativas del período presentan episodios en los que identificamos cuestiones vinculadas con la cohesión de estos grupos. Junto con la identidad, se trata de los dos aspectos que motivan el desarrollo de este volumen colectivo. En las páginas que siguen, intentaremos abordar los modos en que estas categorías funcionaban en el período mencionado y cómo eran entendidas por los autores de la época. De tal manera, nos proponemos caracterizar los procesos de construcción de cohesión social y la influencia que tuvieron en los cambios políticos, sociales y culturales acaecidos en la Antigüedad tardía y la Edad Media, tanto en Europa Occidental como en Bizancio y el Oriente Próximo. Para ello, intentaremos dar respuesta a los siguientes interrogantes: ¿cómo construían cohesión los grupos gobernantes?, ¿cómo lo hacían aquellos que no pertenecían a los sectores de poder?, las identidades y sus aspectos relacionados ¿tenían relación con la construcción de cohesión? En tal caso, ¿cómo influían estos factores en dichos procesos?, ¿y cómo eran caracterizados en las fuentes del período?
* * *
La noción de social cohesion, proveniente de los campos de la Sociología instrumental y de la Antropología, puede proporcionarnos las herramientas necesarias para analizar los cambios socio-culturales y políticos que experimentó la transición entre el mundo antiguo y el mundo medieval, arrojando luz a otros interrogantes vinculados con estas etapas históricas. Emile Durkheim ya había abordado, en cierta medida, las nociones básicas que caracterizan a este concepto. Con el rótulo de conciencia colectiva, el sociólogo francés describía la solidaridad que se generaba entre personas que eran similares, en dos aspectos principales: lo material (trabajo, vivienda y alimentación similar) y lo inmaterial (creencias, moralidad y sentimientos similares) (Durkheim y Coser, 1984: 219). Durkheim consideraba que las sociedades pre-modernas estaban dotadas de un alto grado de conciencia colectiva, que a su vez contaba con fuertes bases religiosas (Durkheim y Fields, 1995: 421-422). Se trataba de contextos en los que cualquier desviación de dichas normas suponía una transgresión religiosa. Así, las similitudes no-materiales eran mantenidas, en estas comunidades, a partir de normas sobre lo correcto e incorrecto. A ello se añadía un seguimiento constante, en relación al cumplimiento de tales normas, por parte de las autoridades.
Entre autores contemporáneos que trabajan con esta noción, Albrekt Christian Larsen define la social cohesion como la convicción que tienen los miembros de un Estado de que son parte de una comunidad moral, lo que les posibilita confiar unos en otros. Para este investigador, lo más importante no tiene que ver con que los integrantes de una comunidad participen en valores, religión u otras ideas sino, más bien, su creencia de que comparten la norma de que no deben engañarse entre sí (Larsen, 2013: 3, 11). Jan Delhey proporciona una definición similar: la cohesión social es el grado por el cual se hace manifiesta una sensación de unión, solidaridad o compañerismo
(a sense of togetherness) en la colectividad de un pueblo, del cual la confianza es un componente esencial (Delhey, 2018: 427). Tim Reeskens señala, citando a P. Bernard, que este concepto es multi-dimensional. Por ello toma, en primer lugar, la definición elaborada por el Consejo Europeo:
(…) la cohesión social es la habilidad de una sociedad moderna de asegurar el bienestar, a largo plazo, de todos sus miembros, incluyendo el acceso equitativo a recursos disponibles, el respeto a la dignidad humana en relación a la diversidad, la autonomía personal y colectiva y la participación responsable. (Reeskens, 2007: 2-3).
Asimismo, al mencionar las últimas contribuciones académicas sobre esta noción, Reeskens destaca la dimensión cultural del concepto, presente especialmente en el trabajo de Jenson y Kearns: las sociedades que cuentan con una cohesión elevada son aquellas cuyos miembros comparten valores comunes y normas y reglas pertenecientes a una unidad geográfica determinada.
Por su parte, Nils Weidmann y Christoph Zürcher se abocaron en estudiar los modos en los que el conflicto y las actividades bélicas pueden influir en la cohesión social en pequeñas comunidades. En su estudio How WarTime Violence affects Social Cohesion: The Spatial-Temporal Gravity Model
, abordaron estudios realizados en poblados pequeños y comunidades afectadas por conflictos bélicos en el norte de Afganistán. Los autores concluyeron que, ante un contexto bélico, existen dos posibilidades: la primera de ellas es el reforzamiento de la cohesión interna de un grupo a través del contacto con otro conjunto hostil. La segunda tiene que ver con la erosión de aquello que vincula a los miembros de una comunidad, debido a los cambios de fidelidad que normalmente ocurren en regiones que se encuentran en conflicto. Con ello, se producen nuevas lealtades y divisiones al nivel local (Weidmann y Zürcher, 2013: 3-5).
Finalmente, otro investigador que trabajó con la noción de social cohesion es Dick Stanley, quien la define como la voluntad de la gente en una sociedad para cooperar entre sí, en la diversidad de iniciativas colectivas que los miembros de una comunidad deben llevar a cabo para sobrevivir y prosperar. Entonces, para Stanley, una sociedad socialmente colectiva sería aquella en la que su población cuente con suficiente cohesión social como para sostener ese complejo juego de relaciones sociales más allá, al menos, de la esperanza de vida de los individuos de esa población (Stanley, 2003: 7-9).
En el ámbito de los estudios históricos, la corriente historiográfica de la Escuela de Viena fue una de las primeras en aplicar este concepto al estudio de las comunidades de la Antigüedad tardía y de la Temprana Edad Media. De tal manera, para el representante principal de dicha corriente, Walter Pohl, la cohesión social implicaría la capacidad que poseen las sociedades extensas para superar sus tensiones internas y contradicciones, y encontrar algún tipo de equilibrio que les permitiese desempeñarse. Por lo demás, la cohesión social no significa ausencia de conflicto o contradicciones internas: para Pohl, estos factores son necesarios para el éxito de un grupo en el largo plazo, porque le permite generar respuestas creativas contra las contingencias y las circunstancias cambiantes. El historiador indica que existen varios mecanismos que pueden contribuir a fomentar la integración de una comunidad o sociedad heterogénea. Esta integración puede ser el resultado de intereses comunes mantenidos por una mayoría o por élites poderosas. Puede ser alcanzado por mecanismos institucionales, tales como un gobierno exitoso, la administración burocrática o la participación regulada. Los valores e identidades compartidos pueden tener un efecto cohesivo, especialmente en una comunidad que se encuentra bajo presión por factores externos. Un perfil cultural común, por ejemplo, es esencial para la integración a largo plazo que va más allá de la cohesión por tareas
, de carácter temporal. Dicho perfil estaría influenciado por elementos como el lenguaje, creencias, símbolos, rituales y memorias sociales compartidas. Finalmente, Pohl añade que un buen indicador del grado de cohesión en una sociedad es, ciertamente, la frecuencia e inclusión de la comunicación e interacción, y la cantidad de flujos culturales dirigidos al interior de la comunidad local (Pohl, 2018: 23-24).
Los estudios sobre la cuestión identitaria en la Antigüedad tardía y la Edad Media –el otro punto conceptual de este volumen colectivo– experimentaron un auge en las últimas décadas. Sin embargo, no podemos dejar de mencionar las contribuciones de Reinhard Wenskus en su clásico Stammesbildung und Verfassung, puesto que representan la renovación de mediados del siglo XX sobre esta problemática. En ese trabajo, publicado en 1961, Wenskus propuso el carácter político –en lugar de biológico– para explicar el surgimiento de los pueblos que participaron en el período de las grandes migraciones y que influenciaron las transformaciones políticas, económicas y sociales que experimentó el Imperio romano de Occidente desde finales del siglo IV. En palabras de Wenskus, se trataba de pequeños grupos aristocráticos que conservaban el llamado Traditionskern: conjunto de tradiciones orales, creencias y valores compartidos de ese pueblo, que otorgaban legitimidad al grupo gobernante. En sus migraciones, estos contingentes fueron cooptando seguidores a través de conquistas o por el simple hecho de que los conjuntos que entraban en contacto con los grupos que migraban deseaban formar parte de la historia de un grupo más prestigioso. Wenskus participó de una renovación historiográfica en torno a estas problemáticas, puesto que presentó a estas sociedades con un carácter jerárquico. Esto supuso un cambio en cuanto a la concepción decimonónica que se tenía en la historiografía alemana sobre estos pueblos, en la que se resaltaba el carácter igualitario y libre de estas sociedades (Ruchesi, 2012: 247-248).
El discípulo de Wenskus, Herwig Wolfram, amplió estas ideas indicando los tres elementos que formaban parte de la creación de un núcleo de tradición: la construcción de un enemigo común, el llevar a cabo una gesta importante para la historia de ese pueblo, y el cambio de culto. Asimismo, Wolfram realizó una clasificación de los distintos tipos de etnogénesis, de acuerdo con la historia de cada pueblo que participó en este proceso de las migraciones.
Como se puede apreciar, las contribuciones de estos historiadores dejaron de lado el criterio biológico para describir los orígenes de estas comunidades. A partir de ese entonces, situaron dichos orígenes en la construcción y manipulación de las identidades, procesos en los que las tradiciones orales tuvieron un papel muy importante. De tal manera, los aportes de Fredrik Barth fueron fundamentales en esta renovación. Éste sostiene que un individuo puede cambiar sus adscripciones identitarias de acuerdo a sus intereses particulares (Barth, 1969: 22-24). Como resultado, los estudios realizados sobre estos pueblos señalaron que varios de los textos que narraban sus orígenes pasaron a ser considerados como portadores de un fuerte contenido ideológico (Pohl, 2002: 223).
Otros trabajos que parten de la misma línea fueron realizados por el mencionado Walter Pohl. Entre sus aportes se destacan textos como Die Awaren. Ein Steppenvolk in Mitteleuropa 567-822, en el que buscó aplicar el modelo de etnogénesis al estudio de los pueblos esteparios (Pohl, 1988 y 2018). Podemos mencionar, asimismo, su artículo Telling the Difference: Signs of Ethnic Identity
, en el que realiza un análisis y descripción de los términos empleados por los escritores de la Antigüedad tardía para describir y catalogar
a los pueblos bárbaros. A partir del estudio de dichos criterios (idioma, vestimenta, armas, estilos de peinado), Pohl concluyó que construir una clasificación de estas comunidades en torno a tales preceptos es una tarea prácticamente imposible, a causa de las transformaciones culturales que estas entidades políticas experimentaron, tanto a través del contacto con el Imperio romano como con otros grupos no romanos (Pohl, 1998: 67). Y finalmente, es preciso mencionar también su respuesta en el volumen On Barbarian Identity, editado por Andrew Gillett (2002), en la que estima que, en algunos casos, términos umbrella como godo
, podían llegar a ser utilizados por estos pueblos como autodesignación. Asimismo, Pohl toma en consideración el material pre-etnográfico: conjunto de nombres que no se repiten en numerosas fuentes, como Oium, Gepedoios, Gloaida, ansis, haliurunnae, entre otros. Se trata de