G-2 en el ojo del huracán
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G-2 en el ojo del huracán - Manuel Hevia Frasquieri
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Edición y corrección:
Olivia Diago Izquierdo
Diseño de cubierta e interior:
Francy Espinosa González
Realización:
Francy Espinosa González
© Manuel Hevia Frasquieri, 2022
Pedro Etcheverry Vázquez
© Sobre la presente edición:
Editorial Capitán San Luis, 2022
ISBN: 9789592116160
Editorial Capitán San Luis.
Calle 38 no. 4717 entre 40 y 47, Kohly,
Playa, La Habana, Cuba.
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Sin la autorización previa de esta Editorial queda terminantemente prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, incluido el diseño de cubierta, o trasmitirla de cualquier forma o por cualquier medio.
Índice de contenido
Página Legal
Palabras necesarias
Cuba y la pretendida amenaza comunista
Génesis histórica
El anticomunismo como arma predilecta contra Cuba
Las covert actions y el golpe de Estado
¿Quién es Fidel Castro Ruz?
El peligro de una «amenaza comunista» según la CIA
Salvar la esperanza, la libertad y el pensamiento revolucionario
Reforzar la asistencia militar al régimen de facto
La CIA y la persecución de exiliados revolucionarios
De nuevo en la patria de Martí
Simiente de los órganos de la Seguridad
Incertidumbre en la CIA y su gobierno
El minotauro en su laberinto. Errores y desaciertos
La Revolución en el poder
Primer Consejo de Ministros
Retirada de las misiones militares estadounidenses
Servicios de Inteligencia yanquis evalúan la Operación Verdad
Nuevos conceptos de seguridad de la nación
Fidel Castro priorizó la defensa y seguridad de la nación
Visita de Fidel a Estados Unidos
La Estación Habana en los primeros días de 1959
Cronistas excepcionales
Debilidades operativas de la CIA
Primeras redes de espías
Amenaza comunista en el hemisferio. Alta prioridad de la CIA en 1959
Temprana animosidad
Hostilidad manifiesta en los estimados de Inteligencia
Cuba en el nuevo contexto de la guerra fría
Intento de eliminar a un alto dirigente
La CIA conspira con batistianos y trujillistas
La traición de Huber Matos y la solidaridad de la CIA
Tolerancia y complicidad con los ataques aéreos
Creación del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias
Pasos iniciales de un programa encubierto
Guerra sucia de la CIA
Aliento a la guerra fría
Visión de la CIA del programa encubierto
La propaganda subversiva se expande
El gobierno yanqui y la CIA denuncian a Cuba como amenaza comunista y exportadora de revoluciones
El mito de una oposición autónoma
Génesis del bandidismo
Crecen las redes de espías
WH/4 se expande. Comienzan las dificultades
Se disparan las alarmas en WH/4
Cuba vista como amenaza militar en el continente
Los yanquis confiaban en un levantamiento popular prometido por la CIA
La CIA modifica su concepción de entrenamiento paramilitar
AMOTS, AMFAST, AMCHEERS en las sombras
La Estación Habana se despide de sus espías y los deja a buen recaudo
Terror contra la población civil previo a la invasión por Playa Girón
Planes de asesinato, revueltas y autoagresión. La invasión es aplastada
Testimonios de una leyenda
El G-2 brinda testimonio
El arte operativo cubano
Penetración del G-2 a las redes de espionaje
Últimos años de la década del sesenta
El doble agente cubano
Lucha contra organizaciones contrarrevolucionarias
Una agente del G-2 en el Movimiento Demócrata Cristiano
Luchar contra el terrorismo desde su condición religiosa
Amigo y compañero inolvidable
La paternidad de la CIA
Espíritu de sacrificio de los agentes
La penetración a la CIA era lo esencial
Importancia del agente secreto
Una cuestión de ética
Revancha de la CIA
Organizaciones terroristas en el exterior
Bandidismo, derrota de la CIA en Cuba
Fidel y Raúl Castro en la persecución de las bandas alzadas
Esmeralda, una agente de corazón valiente
Triste experiencia
Los agentes Tito y Tato no tenían medios de enlace
Operación Exterminio
Capturar a Cara Linda
En el quinto piso de la embajada yanqui
Operación Comando
El ocaso del bandidismo
Bibliografía
Datos de los Autores
Palabras necesarias
Para nuestro pueblo el G-2 no es solo una vieja nomenclatura militar. Es todo un símbolo surgido al calor de la lucha contra la subversión y el espionaje de los servicios especiales yanquis desde los primeros momentos del triunfo revolucionario de 1959. Sucesivos cambios de nombres y estructuras de los servicios de seguridad cubanos no olvidaron aquel calificativo que permaneció varias décadas en un cuño indeleble de color verde olivo sobre la carátula de los carnés de sus combatientes o en las puertas de los autos de patrulla de Villa Maristas, sede de los órganos de instrucción de los delitos contra la seguridad del Estado.
A pesar de los años transcurridos, la contrarrevolución en el extranjero identifica al G-2 como el servicio secreto cubano y lo incorpora a sus campañas subversivas acusándolo falsamente de cualquier patraña o injerencia foránea tan ridícula y disparatada que hace reír al más incrédulo en las redes sociales.
Este libro se inserta en un escenario histórico anterior a la invasión mercenaria por Playa Girón y ofrece una reseña del nacimiento de los Órganos de la Seguridad del Estado junto a un pueblo en revolución, frente a una guerra sucia encubierta tenaz e implacable perpetrada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) contra un empobrecido país que recién había derrotado una atroz dictadura.
La narración se mueve entre dos visiones contrapuestas ajenas a cualquier ficción, fundamentada en documentos desclasificados, materiales bibliográficos y testimonios de autores presentes en aquella conflagración.
Un primer capítulo muestra de manera sucinta la génesis de la confrontación y el sustento ético y moral de sus contendientes, la lucha de liberación en la Sierra Maestra y los intentos de Estados Unidos por impedir el triunfo revolucionario.
El segundo ofrece la mirada agraviosa de un enemigo ofuscado que agrede sin piedad a un adversario que se resiste a ser humillado, ante un horizonte que presagiaba, a juicio del imperio, el nacimiento de una amenaza a sus intereses económicos, dentro de una nación considerada históricamente su traspatio, que presuntamente había abierto una brecha al comunismo en América Latina. Tal asidero le despertó un pensamiento irreflexivo que justificó los crímenes más atroces contra una población indefensa a manos de mercenarios que actuaban dentro de organizaciones, grupos terroristas y bandas alzadas, provistos de armas y explosivos que entraban por las costas en lanchas V-20, surcando el mar veloz y silenciosamente en la noche, acortando la distancia que los separaba de los cayos floridanos o de los buques nodrizas de la CIA, estacionados a veinte millas.
¿En qué momento floreció entre los estrategas yanquis la idea de liquidar una molesta Revolución que había surgido a solo noventa millas de sus puertas? Los historiadores de la Agencia Central de Inteligencia confirman que todo surgió antes del triunfo revolucionario, cuando a principios de 1958 la CIA estuvo tan «preocupada por la orientación pro comunista» de las fuerzas guerrilleras de Fidel Castro Ruz, que la penetración operativa del Partido Socialista Popular se hizo una prioridad en el terreno. El presidente Dwight Eisenhower y la Agencia asumieron erróneamente que el modelo sedicioso convertido en golpe de Estado en 1954 contra el gobierno popular de Jacobo Arbenz Guzmán en Guatemala, bautizado como Operación PBSUCCESS, tendría posibilidades también en la Cuba revolucionaria que se alzaría imponente frente al estrecho de la Florida a partir del 1.o de enero de 1959.
En este segundo capítulo intentamos razonar cómo la CIA logró convencer a su gobierno de que Cuba se había convertido en su principal amenaza en el hemisferio. Los estimados y reportes de Inteligencia sobre la naciente Revolución que la Agencia suministraba en secreto a su gobierno, permiten apreciar un alto grado de manipulación política y negatividad contra la Revolución, muy lejos del criterio equilibrado como podría esperarse en cualquier análisis de Inteligencia a tal nivel. Una simple lectura de esos documentos lo demuestra; de ahí nuestro propósito en reproducir algunos fragmentos o al menos destacar sus ideas o enfoques más importantes, que inviten al lector a seguir más de cerca el pensamiento de sus autores, bebiendo del propio texto.
La CIA era la responsable del programa subversivo aprobado por el presidente D. Eisenhower el 17 de marzo de 1960 y su principal ejecutor, lo que implicó un compromiso histórico para la Agencia. Nada podría interponerse a esta misión.
Demostrar ante el gobierno yanqui y el mundo que Cuba era una nueva amenaza del comunismo en el continente y, en consecuencia, un peligro de subversión y poderío militar contra algunos de esos países y contra la seguridad nacional de Estados Unidos, se convirtió para la CIA en un objetivo trascendental en el diseño de la operación encubierta.
La otra visión de tan complejo escenario se introduce en el tercer capítulo; la brindan los jóvenes, hombres y mujeres del G-2, a quienes está dedicada esta obra, autores de extraordinarias proezas, más por instinto que por la experiencia que aún no contaban y, sobre todo por el permanente esfuerzo y tesón. Se trata de testimonios de vida de compañeros —muchos ya no están entre nosotros—, que en sus años precoces lucharon contra aquel huracán de fuego rindiendo honor a la lealtad y confianza en Fidel, dotados de inteligencia y habilidad innatas, y junto a su pueblo pusieron de rodillas el programa encubierto de D. Eisenhower, finalmente sepultado en las arenas de Playa Girón por las balas del Ejército Rebelde, las Milicias Revolucionarias y el batallón de aguerridos combatientes de la Policía Nacional Revolucionaria.
Sin embargo, esta memoria histórica no aborda el desarrollo de esa victoriosa batalla, cuya riqueza y grandeza rebasan el marco apretado de esta obra.
Muchos libros y documentos publicados en el exterior sobre este acontecimiento trascendente en el continente requieren de una adecuada refutación y precisión histórica. Sirva esta narración a ese necesario designio en estos tiempos.
Cuba y la pretendida amenaza comunista
Capítulo I
Génesis histórica
Entender las relaciones con Estados Unidos a la luz de las agresiones que mantiene contra Cuba por seis décadas impone acudir a elementos fundacionales como el desarrollo histórico y el contexto ideológico que preside la actuación del imperio por más de dos siglos. Los padres fundadores de esta nación, autotitulados «elegidos de Dios», intentaron justificar desde el siglo xix ante la opinión pública un basamento legal que justificara sus pretensiones de adueñarse de Cuba. Los gobernantes que les sucedieron continuaron sedimentando esta idea, que con el paso del tiempo se ha convertido en la plataforma de una política hostil y enfermiza.¹
El Gobierno de Estados Unidos ha esgrimido múltiples pretextos para agredir al país y acudido a mecanismos hemisféricos como instrumentos de agresión para influir en la opinión pública norteamericana e internacional y sumar apoyo a sus fines. Con ese objetivo concurrían subterfugios y doctrinas. Son conocidas la Doctrina Monroe, la Teoría de la Gravitación Política, el Destino Manifiesto o el Fatalismo Geográfico, además de la incorporación a finales del siglo xix del Panamericanismo tutelado, para involucrar a otros gobiernos latinoamericanos en sus fechorías expansionistas. La historia registra otros pretextos esgrimidos por sucesivas administraciones norteamericanas para frustrar los procesos independentistas y emancipadores en la Isla.
De esta forma fue utilizada en 1898 la explosión del acorazado Maine para intervenir en la guerra librada por el Ejército Libertador cuando ya se avizoraba la victoria de los independentistas cubanos. En este largo camino, hasta mediados del siglo xx se produjeron cuatro ocupaciones militares, el decisivo apoyo a los golpes de facto y la imposición de políticos serviles a sus intereses.
El anticomunismo en el mundo fue el fundamento ideológico rector de la política exterior de Estados Unidos en la posguerra, materializada en la política de contención —término acuñado por el político George Kennan— que encontró su expresión en la Doctrina Truman de 1947. Más tarde, tuvo agudas manifestaciones en el interior de su propio país como la «cacería de brujas», que encabezó el entonces célebre senador Joseph R. McCarthy en el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes.
Existe un antecedente histórico de sumo interés para los que han estudiado la intensificación de la guerra fría inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, como fue la presencia de oficiales y agentes del servicio secreto nazi fascista en la actividad de Inteligencia contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y los países socialistas en los primeros años de posguerra, dirigidos por el G-2 del Ejército norteamericano y más tarde por la CIA.
Académicos estadounidenses como Carl Oblesky acusan a Estados Unidos por haber comprado en los días finales de la Segunda Guerra Mundial los servicios de una organización de Inteligencia nazi creada a exprofeso por el general Reinhard Gehlen, exjefe de la sección de ejércitos extranjeros del este de Europa y de la Unión Soviética en el cuartel general del Ejército alemán durante la guerra.
El Ejército de Estados Unidos proporcionó un alto financiamiento al general nazi, el que empleó exoficiales alemanes SS y agentes que habían operado en Europa del Este, creando un servicio de Inteligencia conocido como Organización Gehlen, predecesora del BND, el Servicio Federal de Inteligencia de Alemania Occidental en 1955.²
Un peso importante de la información secreta sobre la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia sería suministrado durante años a la CIA por una red internacional totalmente reconstruida por agentes SS nazis. Todo aquello contribuyó a agudizar aún más la guerra fría desde sus inicios.
El anticomunismo marcó la guerra fría en América Latina mediante el respaldo a regímenes de extrema derecha, la creación de escuadrones de la muerte y la represión a los partidos comunistas, obreros y progresistas, según dictados de Washington. El dominio estadounidense sobre el continente se vio reforzado con los acuerdos militares amparados en el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y la creación en 1948, de la Organización de Estados Americanos (OEA). La CIA fue creada en 1947 como parte del esquema de dominación imperante.
El anticomunismo como arma predilecta contra Cuba
La manipulación del fantasma del comunismo fue utilizada contra nuestro país con diferentes enfoques, como veremos más adelante en el contenido de los reportes y estimados de Inteligencia de la CIA dirigidos a sus órganos de poder, desde la temprana referencia sobre la supuesta presencia de comunistas en el Ejército Rebelde en la Sierra Maestra y en el nuevo Gobierno Revolucionario, hasta la llamada amenaza comunista cubana en el Caribe y la exportación de sus ideas en el continente. Con esta arma intentaron justificar las acciones agresivas que el Gobierno de Estados Unidos realizaba contra un pequeño y empobrecido país vecino, que recién se había liberado de una cruenta dictadura.
La supuesta influencia comunista en el hemisferio marcó la preeminencia de la política yanqui desde antes de enero de 1959, encaminada a acusar a Cuba de su pretendida responsabilidad en «la inestabilidad en el Caribe», su «incompatibilidad» con el sistema regional, el «peligro» a la seguridad hemisférica, la «exportación» de la revolución y consecuentemente el peligro para la propia «seguridad nacional estadounidense».
Cuba fue presentada como una revolución que entregó el poder a los comunistas, fundamento al que llamaron «La revolución traicionada», como lema escogido entre otros, para justificar su política agresiva contra la Isla. No faltó el supuesto influjo de la Isla y de sus ideas marxista-leninistas en países latinoamericanos como una ideología ajena al sistema interamericano, argumento que fue utilizado para separarla de la OEA en 1962.
Cualquier pretexto fue válido para agredir o justificar aquella política en todos los frentes bajo el principio de la «negación plausible», una forma de encubrir la responsabilidad del Gobierno de Estados Unidos ante tales actos.
La manipulación del fantasma del comunismo alcanzó nueva dimensión al establecerse las relaciones diplomáticas entre Cuba y la Unión Soviética el 8 de mayo de 1960, las que fueron calificadas como una amenaza para Estados Unidos. A partir de entonces se le calificó como un satélite soviético, propagador de sus ideas y encargado de instigar procesos transformadores en América Latina, lo que ha sido el basamento de una política agresiva que se extiende en el tiempo.
Las covert actions y el golpe de Estado
Entender a fondo cómo la CIA logró involucrar a Washington en un programa encubierto que promovió una guerra sucia a gran escala contra un pequeño país como Cuba, con el objetivo de cambiar en un año un gobierno por otro que fuera del agrado de Estados Unidos, requiere una explicación que solo la historia puede brindarnos.
Con anterioridad, la doctrina del presidente Harry Truman había sonado las alarmas del Congreso en 1947 ante la inminencia de una supuesta expansión soviética de consecuencias incalculables para la propia seguridad nacional. En esos momentos se estaba produciendo una crisis interna en Grecia, donde existía la supuesta amenaza de los comunistas de tomar el poder, también sucedió en otras regiones europeas y aquel presidente exageró el peligro ante el Congreso estadounidense, pues se dice que su objetivo era potenciar financieramente con fondos ilimitados una oposición interna en Grecia y otros países del continente para detener tal «amenaza».
El manido pretexto de «frenar el avance del comunismo» le permitió después a la CIA desarrollar con recursos millonarios una maquinaria colosal subversiva, en la que su principal fuerza motriz serían las acciones encubiertas y el espionaje, con el uso ilimitado de la penetración de agentes a escala global. La CIA había nacido al mundo en 1947 como un órgano recolector de inteligencia y elemento coordinador entre distintas agencias de actividades relacionadas con la seguridad nacional de Estados Unidos. Pero su capacidad expansionista requería de nuevos instrumentos al servicio de la guerra fría.
El momento más trascendente en el orden estructural llegó para la CIA cuando organizó sus operaciones encubiertas a cargo del veterano oficial del OSS Frank Wisner, bautizado con el nombre de Oficina de Coordinación Política, encargada del sabotaje, la propaganda negra y el apoyo a grupos de resistencia clandestinos y elementos anticomunistas.
Las denominadas covert actions incorporaron el complot y la guerra sucia, el sabotaje económico, el entrenamiento de terroristas, los secuestros, asesinatos de líderes políticos y los golpes de Estado a su accionar en el mundo, lo que se convirtió en expresión de un verdadero terrorismo de Estado. En 1952 esta oficina era ya conocida como Directorio de Planes de la CIA con el control del 75 % del presupuesto de la Agencia.
Según Howard Hunt, oficial de alto rango de la CIA, «[…] la Oficina de Coordinación Política […] había sido proyectada para que fuera el brazo ejecutor de la actuación clandestina de nuestro gobierno […] El enemigo era, desde luego, el comunismo internacional en todas sus manifestaciones […] Formó equipos de operaciones paramilitares, guerra política y psicológica y guerra económica […]».
El año 1953 recoge una de las primeras operaciones encubiertas en «tiempo de paz», bajo el principio de la negación plausible. Trata del derrocamiento del primer ministro iraní Mohamed Mossadegh, a raíz de la nacionalización de yacimientos petroleros en esa nación. Los gobernantes incorporaron en su arsenal agresivo contra otros países «hostiles» a Estados Unidos una nueva variante de agresión, lo mismo en tiempos de paz o de guerra o cuando el surgimiento de esta última fuera considerado inminente.
Allen Dulles se convirtió en el primer director civil de la CIA, ya que hasta ese momento la jefatura había estado en manos de entorchados generales. La «era Dulles», según investigadores del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado (CIHSE), se caracterizó por el desenfreno de la CIA en realizar actividades encubiertas por doquier, con una enorme plantilla de operativos y analistas extraídos de la élite estadounidense, presupuestos ilimitados y bajo una débil supervisión legislativa y presidencial.³ Estas operaciones serían una parte esencial de la política de seguridad nacional del presidente D. Eisenhower. Desde entonces, la CIA desarrolló ilegales operaciones ultra secretas dentro y fuera de Estados Unidos a espaldas del Congreso estadounidense.
En 1954 organizó el golpe de Estado contra el gobierno popular de Jacobo Arbenz Guzmán, bautizado como Operación PBSUCCESS. La sediciosa operación contra un pequeño país centroamericano marcó el inicio de un proceso de represión y torturas que llevó a la muerte a más de 200 mil guatemaltecos en los años siguientes. Según la revista norteamericana Nation, el Departamento de Estado yanqui exigió al gobierno golpista que limpiara de comunistas el país. Otras fuentes señalan que personal vinculado a la CIA había elaborado una lista de 75 mil «comunistas peligrosos» que debían ser eliminados. El golpe de Estado devenido en genocidio en Guatemala constituyó el punto de partida de una espiral ascendente de crímenes y atropellos.
Desde entonces, la CIA se vería asociada a los proyectos y operaciones secretas más insólitas y brutales: Pluto, Mangosta, Múltiple Vía, JMWAVE, Cuerpos de Paz, Camelot, MKultra, Mockingbird, Phoenix, Cynthia, Canal I y II, Operación Chile, Irán-Contras, entre otras. Pero no es propósito de este libro abordar estas operaciones, sino invitar al lector al conocimiento de este inframundo creado por la CIA el pasado siglo xx.
¿Quién es Fidel Castro Ruz?
La CIA identificó a Fidel Castro en uno de sus primeros informes secretos como «uno de los jóvenes estudiantes en Cuba que consigue involucrarse en muchas cosas que no le importan».⁴ Según historiadores de la Agencia «[…] a inicios de 1948, las actividades de Fidel Castro llegaron a preocupar considerablemente a la Agencia Central de Inteligencia y al Gobierno de los Estados Unidos – USG [United States Goverment]. A principios de 1960 el USG oficialmente adoptó un programa de acción encubierta designado a derrocar el gobierno de Castro y eliminar su control de la Isla. La política del USG sería llevada a cabo por la CIA y culminaría en las operaciones de Bahía de Cochinos entre el 17 y 19 de abril de 1961 […]».⁵
De acuerdo con estas fuentes, desde inicios de 1958 y aún después de que Estados Unidos hubiera formulado su política oficial para tratar de sustituir a la Revolución, las principales preguntas a las que se enfrentaron la División del Hemisferio Occidental de la CIA, el Departamento de Estado y otros jefes preocupados en Estados Unidos fueron: ¿Qué es Fidel Castro? ¿Quién lo controla? ¿Qué representa? ¿Es o no comunista?
La naturaleza del interés de la Agencia al responder estas preguntas se refleja en varios archivos para el periodo que se inicia a mediados de los años cincuenta cuando parecía que la CIA dependía en gran parte de lo que informaban las oficinas de la embajada norteamericana en La Habana.
Es de interés otro comentario de la CIA sobre el informe «Actividades y antecedentes antidemocráticos de Fidel Castro» preparado por el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) del dictador Batista, supuestamente en respuesta a una solicitud del Buró para la Represión de Actividades Comunistas (BRAC).
El entonces consejero de la embajada norteamericana en La Habana, Lincoln Vinton Chapin, le dijo al representante de la CIA: «[…] el informe del SIM no es más que un resumen de las alegaciones y acusaciones hechas contra Fidel Castro durante el periodo 1948-1950. Este resumen aparentemente ha sido preparado en un esfuerzo por hacer aparecer a Castro como rojo
, pero el resultado es bastante pobre».⁶ Este funcionario «[…] refutó, párrafo por párrafo, todas las acusaciones que indicaban que Castro había estado vinculado con los comunistas, o simpatizantes de los comunistas, desde sus días universitarios; y al presentar el informe al jefe de la División del Hemisferio Occidental de la CIA, el jefe de Estación Habana indicó que él estaba trasmitiendo la información debido al renovado interés por el Departamento de Estado sobre Fidel Castro […]».⁷
Durante un encuentro de trabajo secreto celebrado en La Habana en 1956 en el que participó un numeroso grupo de jefes de estaciones de la CIA en países de América Latina, al mencionarse el nombre de Fidel Castro, el embajador yanqui en Cuba Arthur Gardner, invitado a la reunión de espías, preguntó al alto funcionario que presidía la reunión: «[…] ¿No estuvo Castro involucrado en las revueltas de Bogotá? […]». Aquel le respondió: «[…] Profundamente involucrado… El famoso Bogotazo […]».
Según fuentes de la CIA, el tono de los informes del Departamento de Estado relacionado con Fidel Castro continuó de forma similar en 1957, pero las acusaciones de que era comunista «no podían ser sustanciadas».⁸
Los informes de la embajada en La Habana también reflejaron otro de los problemas de continua preocupación para la comunidad de inteligencia de Estados Unidos: «[…] ¿Tendría Castro fuerza suficiente para derrocar a Batista y serían amistosos sus sentimientos básicos hacia los Estados Unidos? […]».⁹
El Gobierno norteamericano dependía entonces en gran medida de su embajada para trazar su política sobre un país sobre el que ejercía una tutela absoluta en lo económico y político a lo largo de ese siglo. Otros documentos desclasificados de la etapa 1951-1961, en especial los posteriores a 1959, indican una gran dependencia del Gobierno yanqui a la información cosechada por sus servicios especiales desde su Estación Habana de la CIA para la elaboración de la política contra un país al que consideró desde 1959 un peligro y consiguiente prioridad en el continente, ante la eventualidad de una penetración comunista.
Se trataba de evaluaciones o estimados de Inteligencia muy prejuiciados sobre la realidad social de un país cuya población en su mayoría era considerada inferior por los servicios estadounidenses. Dicha información estaba dirigida a una élite política visceralmente anticomunista en Washington que desempeñó un activo papel en el sostenimiento del régimen de Batista y después contribuyó de forma muy activa para derrocar la dirección de un gobierno revolucionario dirigido por Fidel Castro, del que desconfió de sus ideas emancipadoras desde que luchaba en la Sierra Maestra.
El propio Fidel recordó años después que, en los tiempos del bogotazo, él apoyaba la independencia de Puerto Rico, la recuperación de las Malvinas por Argentina, el derrocamiento del dictador Trujillo en Santo Domingo, entre otras luchas: «[…] Esos eran nuestros programas, más bien antimperialistas y antidictatoriales, no socialistas todavía […]».¹⁰
Refiriéndose a aquellas experiencias de lucha, Fidel ha expresado que las ideas marxistas, todavía muy incipientes, no tuvieron nada que ver con su conducta, y