Poder redimido
Por Diane Langberg
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Información de este libro electrónico
El poder tiene un rol dado por Dios en las relaciones humanas e instituciones, pero puede llevar al abuso cuando se usa de manera incorrecta. Este libro habla a las conversaciones actuales #yo también y #la iglesia también y muestra que el cuerpo de Cristo necesita desesperadamente entender las formas que toma el poder, cómo el poder es abusado y cómo responder a los abusos de poder.
A pesar de que muchos cristianos quieren prevenir el abuso en sus iglesias y organizaciones, les falta un entendimiento profundo y claro de cómo funciona realmente el poder. La psicóloga internacionalmente reconocida Diane Langberg ofrece un marco clínico y teológico para entender cómo opera el poder, los efectos del abuso de poder y cómo el poder puede ser redimido y restaurado a su lugar dado por Dios en las relaciones e instituciones.
Este libro no solamente ayudará a los líderes cristianos a identificar y resistir los sistemas abusivos, sino que también muestra cómo pueden usar el poder para proteger a los vulnerables en medio de ellos.
Redeeming Power
Power has a God-given role in human relationships and institutions, but it can lead to abuse when used in unhealthy ways. Speaking into current #MeToo and #ChurchToo conversations, this book shows that the body of Christ desperately needs to understand the forms power takes, how it is abused, and how to respond to abuses of power.
Although many Christians want to prevent abuse in their churches and organizations, they lack a deep and clear-eyed understanding of how power actually works. Internationally recognized psychologist Diane Langberg offers a clinical and theological framework for understanding how power operates, the effects of the abuse of power, and how power can be redeemed and restored to its proper God-given place in relationships and institutions.
This book not only helps Christian leaders identify and resist abusive systems but also shows how they can use power to protect the vulnerable in their midst.
Diane Langberg
Diane Langberg is a psychologist in private practice in suburban Philadelphia. In addition to her counselling she is engaged in speaking and lecturing on various topics related to marriage, Christian living, and the realities of life in the ministry. She received her BA in Psychology from Taylor University and her MA and PhD from Temple University. She is a regular columnist for Partnership Magazine in which this material was first published in an abbreviated form.
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Poder redimido - Diane Langberg
PARTE 1
La definición
de poder
uno
La fuente y el propósito del poder
Las dinámicas del poder siempre están presentes en mi práctica de psicología cristiana. El poder puede ser una fuente de bendición, pero cuando se abusa de él, se produce un daño incalculable al cuerpo y al nombre de Cristo, y a menudo se realiza en nombre de Cristo. Por el bien de ese cuerpo y ese nombre maravilloso, creo que debemos luchar con la cuestión del poder y entender que se puede usar para sanar o herir, para bien o para mal. Lo invito a mirar más de cerca qué es el poder, de dónde proviene y el impacto que tiene en todos nosotros. El poder es inherente al ser humano. Incluso los más vulnerables entre nosotros tienen poder. La forma en que lo usamos o no lo ejercemos determina nuestro impacto en los demás.
Sara es pequeña y frágil, solo tiene cuatro días de vida. No sabe nada de sí misma ni del mundo en el que ha aterrizado. No tiene palabras. No puede usar su cuerpo de manera efectiva para ir a algún lugar. Algo no se siente bien. No sabe qué está mal o por qué está mal, ni cómo atender su propia angustia. Sola en la oscuridad, llora. Y tiene poder.
Dos adultos agotados y dormidos, sobresaltados se levantan de sus cómodas camas y de su muy necesitado descanso y rápidamente acuden al llanto. Ella ha interrumpido a dos personas que pueden usar las palabras, que saben lo que quieren y lo que ella necesita, y que pueden mover sus cuerpos como les plazca. Ellos entienden el llanto de la pequeña y responden, dejando de lado cómo se sienten y su preferencia por dormir. Eligen levantarse y consolar a la pequeña y nutrirla con atención, amor y leche. A diferencia de Sara, estos adultos tienen una cantidad increíble de poder y eligen usarlo para bendecirla con su cuidado.
Nuestra palabra española «poder» (del latín posse, que significa «ser capaz») quiere decir «tener la capacidad de hacer algo, actuar o producir un efecto, influir en personas o sucesos, o tener autoridad». También tiene significados más severos: controlar, dominar, coaccionar o forzar. Por nuestra mera presencia en este mundo, nosotros, los portadores de la imagen de Dios, tenemos poder. La bebé de cuatro días tiene el poder de despertar a adultos independientes de un sueño deseado y muy necesario. Lo opuesto también es cierto: esos adultos tienen un poder evidente sobre la niña. Pueden responder con atención y cuidado o con enojo por haber sido molestados. Pueden negar el cuidado y responder con negligencia y silencio. La niña influye en los adultos. Las respuestas de los adultos afectan a la niña. El poder de la vulnerable niña para expresar sus necesidades expone los corazones de los adultos que tienen más poder. Con el tiempo, su respuesta habituada a la niña moldea no solo la personalidad de la bebé, sino también los corazones de los adultos. Nuestras respuestas a los vulnerables exponen quiénes somos. Este es un principio importante para tener en cuenta cuando consideramos el uso y el mal uso del poder.
Cualquier persona que esté remotamente en contacto con las noticias de hoy en día tiene algún conocimiento de cómo se puede usar el poder para bien y para mal. Leemos sobre tiranos autoritarios y sobre personas torturadas y encarceladas por su fe o por criticar a su gobierno. También leemos sobre personas que dan con sacrificio a quienes necesitan ayuda y pasan días buscando a un niño perdido o dedican tiempo, dinero y esfuerzo a rescatar a las víctimas de trata. Ambas listas son interminables. Cada vida humana es una fuerza en este mundo. Nuestra influencia se derrama de manera continua. Sin embargo, si los que tienen autoridad se niegan a ayudar a otros, hacen oídos sordos y se endurecen ante las necesidades de los demás, entonces el rechazo, no el cuidado, se convierte en la influencia predominante.
El poder en la historia de Génesis
¿Cuál es la fuente de nuestro poder como humanos? En Génesis, leemos que Dios invistió a los humanos con poder. «Y dijo Dios: Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra
. Dios creó al hombre a imagen Suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (1:26-27, NBLA). Dios creó a los humanos a Su semejanza y les dijo que ejercieran dominio. En hebreo, la frase «ejercer dominio» significa «tener dominio» o «dominar». ¿Sobre qué les ordenó Dios que ejercieran dominio? Sobre los peces, las aves, los ganados, sobre toda la tierra y sobre todo reptil. Observe la sorprendente omisión en la orden de Dios: ¡en ningún lugar les ordena a los humanos a ejercer dominio entre sí! No le ordena al hombre que ejerza dominio sobre la mujer y no le ordena a la mujer que ejerza dominio sobre el hombre. Ellos deben ejercer dominio juntos, a dúo, sobre todo lo demás que Dios ha creado. Deben tomar el poder que Dios les concedió y usarlo para el bien. Juntos. En Génesis 1:28, Dios continúa diciéndoles a los humanos: «… Llenen la tierra y sométanla». «Someter» significa «conquistar», «subyugar», «mantener bajo control». Dios creó una unión de una sola carne y le ordenó a esa unión de hombre y mujer que ejerciera dominio, no entre sí, sino sobre la tierra y que la sometiera.
Génesis 1 también nos dice que Dios les ordenó a Adán y Eva que fueran fecundos. «Dios los bendijo y les dijo: Sean fecundos y multiplíquense…
» (v. 28, NBLA). ¿Cómo hacemos eso? Obviamente, los humanos que son fecundos aumentan su poder simplemente al crear más humanos. No obstante, los humanos también deben ser fecundos en todas las áreas de la vida. En esencia, Dios nos creó para que multipliquemos Su imagen y semejanza en todo lo que hacemos. Él creó a los humanos a Su propia imagen, a Su semejanza. Les dio poder a los humanos, y estos debían reflejar al Dios que los creó. ¿Y qué sabemos de este Dios? Él es bueno, fiel, un refugio, la verdad, amor.
Entonces, Dios les dio a los seres humanos el poder para que pudieran llevar el carácter de Dios al mundo. Y Dios los bendijo; pronunció una bendición sobre ellos y les ordenó que fueran fecundos y se multiplicaran, que llevaran Su semejanza y que bendijeran la tierra. Juntos.
Todos sabemos lo que pasó después de eso. Una criatura astuta y engañosa que había rechazado por completo el poder de Dios y cualquier semejanza con Él vino y engañó a los humanos usando las mismas palabras de Dios. «¿Quieren ser como Dios? ¿Quieren ser semejantes a Él? ¿Quieren tener la capacidad de juzgar entre el bien y el mal? Pueden hacerlo si eligen lo que Él les ha negado». Y al igual que el enemigo, los humanos ejercieron su poder para elegir en contra de Dios; tomaron lo que les pareció bueno y se alimentaron con ello. El engaño del bien prometido los llevó a elegir la desobediencia a Dios. Usaron su poder para elegir el mal cuando ese poder debería haber transmitido la semejanza a Dios y debería haberse usado para elegir el bien. Quisieron lo que debían tener: la semejanza a Dios. Quisieron discernir el bien del mal. Lo que vieron con sus ojos fue atractivo para sus deseos y su objetivo más alto. Tomaron el poder que Dios les había dado y lo ejercieron en Su contra, engañados y creyendo que lo estaban eligiendo a Él.
Los que tenían el carácter de Dios usaron el poder de una manera que les dio una semejanza con el enemigo de Dios. Como el rey de Babilonia, dijeron: «Subiré a la cresta de las más altas nubes, seré semejante al Altísimo» (Isa. 14:14, NVI). Se olvidaron de que cualquier semejanza con Dios fue dada por Dios mismo. Los seres humanos no pueden crear esa semejanza. Usaron su poder no para bendecir, sino para lastimar, no solo a otros, sino también a ellos mismos. El poder abusado del hombre y la mujer produjo resultados que se han transmitido de generación en generación, y nos han infectado a todos.
El poder del ser humano
Para comprender el impacto del poder, debemos entender lo que es un ser humano. Aquí pueden ser útiles algunos conceptos que han surgido de mi trabajo con las víctimas por trauma.¹
En primer lugar, ser humano es tener voz. La voz de Dios lo creó todo. Ser creados a Su imagen significa tener un ser, una voz y una expresión creativa. El abuso del poder silencia ese ser y las palabras, los sentimientos, los pensamientos y las elecciones de la víctima. Sus deseos se ignoran y son irrelevantes. El abuso de cualquier tipo siempre daña la imagen de Dios en los seres humanos. El ser se ve destrozado, fracturado y silenciado, y no puede decirle al mundo quién es.
En segundo lugar, ser humano es estar en una relación. Fuimos creados en una relación con Dios mismo y con otros humanos. Dios se hizo hombre y entró en este mundo para restablecer una relación que estaba rota. Su imagen se refleja en esa relación. Los humanos anhelan una relación segura. El poder abusivo quebranta y destroza esa relación. Trae traición, miedo, humillación, pérdida de dignidad y vergüenza. Aísla, pone en peligro, crea barreras y destruye vínculos. Hace añicos la empatía, despedaza la seguridad y rompe la conexión. El poder abusivo tiene un impacto profundo en nuestra relación con Dios y con los demás. Las víctimas de abuso a menudo ven a Dios a través de una lente gravemente distorsionada y lo ven como la fuente del mal que sufren. La violación y la destrucción de la fe en momentos de tremendo sufrimiento es una de las mayores tragedias del abuso del poder.
En tercer lugar, ser humano es tener poder y moldear el mundo. Como hemos visto, nuestro Creador nos llamó a ejercer dominio y someter. Esas son palabras de poder. «Vayan y tengan un impacto, hagan crecer las cosas, cámbienlas». El abuso anula y quita el poder. La víctima se siente inútil, incapaz e incompetente, y la pérdida de dignidad y propósito es profunda. Debemos trabajar, hacer que las cosas sucedan, que cambien simplemente porque estamos aquí. Estos aspectos de la voz, la relación y el poder se originan en el carácter de Dios.
Tipos de poder humano
Existen muchos tipos de poder. El poder verbal implica el uso de palabras, a menudo de manera ingeniosa, para manejar situaciones y controlar a otros. Los humanos que tienen un don verbal pueden usar las palabras para bendecir a los demás o para hacer un daño terrible y duradero. Un tipo de poder relacionado en el que rara vez pensamos es el silencio. El silencio puede ser un regalo maravilloso, pero también puede ser un arma. El aguijón del silencio usado para castigar o para ignorar penetra hondo.
El poder emocional se combina con frecuencia, aunque no siempre, con el poder verbal. Podemos usar las emociones para consolar a otros con empatía o para controlar lo que las personas dicen y hacen, a menudo, intimidándolas y silenciándolas. El poder del enojo o la ira pueden aterrorizar a una persona, con o sin palabras.
El poder puede manifestarse en tamaño o fuerza física. Si una persona pesa 99 kg (220 libras) y otra pesa 38 kg (85 libras), la diferencia de poder es evidente. La persona más pesada puede herir o aplastar con facilidad a la más pequeña. La presencia física también puede ser poderosa de otras maneras. Todos hemos conocido a alguien que no era más grande que los demás, pero cuya presencia podía llenar la habitación. Ese poder de personalidad puede controlar una sala, una empresa e incluso un país.
Las personas con conocimientos especializados pueden ejercer un gran poder, hablan con autoridad y esperan que lo que dicen sea aceptado porque ellos «saben». Los puestos de autoridad confieren poder. Si soy presidente, instructor, médico o profesor, mi trabajo me da el derecho de decir y hacer muchas cosas; mi círculo de «ejercer dominio y someter» es más grande que el de la mayoría. Dependiendo de mi posición y de cómo se entienda, puedo usar ese poder para justificar muchas cosas incorrectas y extralimitarme ampliamente, en especial si se respeta mi figura de autoridad.
Al igual que el silencio, la ausencia también tiene gran poder. ¿Recuerda cuando jugaba al juego de la confianza cuando era niño? Su amigo se paraba detrás de usted, y usted debía dejarse caer hacia atrás y confiar en que su amigo lo atraparía. Daba un poco de miedo. La ausencia de su amigo, si no lo atrapaba, podía significar una lesión. Un padre que le da la espalda al abuso sexual está ausente cuando más se lo necesita. El resultado será un profundo daño. La ausencia emocional de un cónyuge hiere profundamente. Por otro lado, el rechazo a unirse a un grupo de violentos es una ausencia poderosa y positiva para el que está siendo atacado.
Otro tipo de poder que algunas personas ejercen es el económico. El dinero puede comprar muchas cosas en este mundo, y el poder es una de ellas. Ese poder puede usarse con sabiduría y gracia, o puede usarse para manipular, controlar y atemorizar.
El poder espiritual es otro tipo de poder que puede ser peligroso a menos que se ejerza en obediencia a Dios. Esta forma de poder se usa para controlar, manipular o intimidar a otros para que satisfagan nuestras propias necesidades o las necesidades de una organización en particular, a menudo mediante el uso de palabras envueltas en un vocabulario y conceptos espirituales que suenan agradables.
Finalmente, nuestras culturas, familias, tribus, comunidades seculares y religiosas, y naciones tienen un enorme poder para moldear nuestras mentes y vidas. La cultura es como el oxígeno, siempre está allí, pero no la vemos; simplemente es lo que es. Experimentar una cultura diferente de adoración, comida o vestimenta puede ser sorprendente. La cultura puede ser muy enriquecedora, pero también puede estar llena de arrogancia, prejuicio y división, por eso, debemos prestar mucha atención y usar nuestro poder y habilidades para ver y pensar antes de aceptar por completo los mensajes de nuestra cultura.
A lo largo de este libro, analizaremos estos tipos de poder con mayor profundidad. Por ahora, simplemente tenemos que entender de dónde viene el poder y cuál es su propósito original. También debemos ser conscientes de los tipos de poder que todos tenemos en diferentes grados y que podemos usarlos o no ejercerlos para bien o para mal. Finalmente, necesitamos ver cómo se usa el poder dado por Dios para bendecir.
El poder es derivado
Dos pasajes de la Escritura guiarán nuestra comprensión del uso piadoso del poder. En Mateo 28:18-19, Jesús declara: «… Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id…». Jesús tiene toda potestad. Eso significa que cualquier poquito de poder que usted y yo tengamos es derivado; somos enviados bajo Su potestad. Jesús no nos da la potestad a nosotros; Él la retiene y nos envía bajo Su potestad para llevar a cabo Su tarea a Su manera. Cada gota de poder que usted y yo tenemos es un poder compartido, dado por Aquel que lo tiene todo. No es nuestro. Es Suyo. Él ha compartido con nosotros lo que es legítimamente Suyo.
¿Es usted poderoso verbalmente? El Verbo le dio ese poder. ¿Es usted poderoso físicamente? El Dios poderoso, que derriba fortalezas y sostiene el universo, le dio ese poder. ¿Tiene usted una posición de poder? Proviene del Rey de reyes y Señor de señores. ¿Su poder se encuentra en su conocimiento o habilidad? El Dios creador, cuyos caminos no se pueden descubrir, le dio ese poder. ¿Tiene usted poder emocional sobre otros? Ese poder proviene del Consolador, el maravilloso Consejero. ¿Tiene usted gran poder financiero? Si es así, apenas es una pequeña porción de Aquel que posee todas las riquezas. Cualquier poder que usted y yo tengamos es de Dios, y Él nos lo ha dado con el único propósito de glorificarlo a Él y bendecir a otros. Si todo poder es derivado, entonces los cristianos deberían ejercerlo con gran humildad. Somos criaturas, ni más ni menos. Seguimos a Aquel que se hizo hombre. Jesús es nuestro ejemplo de la humildad del poder.
En el segundo pasaje, vemos que cuando Jesús estuvo en la tierra, dijo: «Ciertamente les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que su Padre hace…» (Juan 5:19, NVI). El estado del corazón del Padre que el Hijo manifestó debe abundar en aquellos que lo seguimos. Nosotros promocionamos nuestras propias enseñanzas, nuestros propios escritos, nuestras propias organizaciones y reputaciones. Sin embargo, Jesús no hizo nada por el estilo. Nosotros buscamos una parte de la gloria y del poder para nosotros mismos. Él se humilló ante Dios y los seres humanos, y se convirtió en siervo. Nosotros buscamos construir nuestros pequeños reinos. Él vino a edificar el reino del Padre. Dios nos ha confiado Su poder a nosotros, Sus criaturas. El propósito del poder es bendecir. Si entendemos la naturaleza del poder, tanto su fuente como sus peligros, caminaremos en humildad delante de otros, porque nuestro Maestro dijo que, si íbamos a ser líderes, si íbamos a guiar e impactar a los demás, entonces debíamos servir. Antes de enviar a Sus discípulos, Jesús dijo: «Miren mis manos. Miren mis pies…» (Luc. 24:39, NTV). Estas son las marcas de Su humildad, la insignia de Su autoridad, la evidencia visible de que vino a servir y no a ser servido. Los que lo siguen, investidos con Su poder, deben seguir el camino de la cruz.
El poder viene de nuestros corazones
El poder piadoso comienza en el reino de nuestros corazones, se expresa en la carne y luego se traslada al mundo. Cometemos el error de ver el poder como una fuerza externa, pero el poder no se trata de dirigir una iglesia, una parroquia, una institución o un país. Es interno, no externo. El reino de Dios es el reino del corazón, no el reino de nuestras iglesias, instituciones, misiones ni escuelas. Dios construye Su reino, no el nuestro, y lo hace al ejercer autoridad sobre el corazón humano en la medida en que esté lleno del Espíritu de Cristo. Ese es el poder piadoso. Y cuando nuestro interior está lleno del poder de Dios, llevamos vida, luz, gracia, verdad y amor a todas nuestras tareas externas, ya sean grandes o pequeñas. El reino de Dios crece, y Él es glorificado.
Cada vez que usamos el poder para lastimar o usar a una persona de una manera que deshonra a Dios, fallamos en nuestro manejo del regalo que nos ha dado. Cada vez que usamos el poder para alimentarnos o elevarnos a nosotros mismos, fallamos en nuestro cuidado de ese regalo. Nuestro poder debe ser gobernado por la Palabra y el Espíritu de Dios.
Todo uso que no esté sujeto a la Palabra de Dios es un uso incorrecto. Todo uso del poder que se base en el autoengaño, cuando nos decimos a nosotros mismos que lo que Dios llama malo es, en realidad, bueno, es un uso incorrecto. Recuerde, Adán y Eva, hechos a semejanza de Dios, quisieron ser como Él y comieron lo que Él había prohibido. El ejercicio del poder en la elección de «ser como» Dios requería desobedecer a Dios. Por lo tanto, fue un uso incorrecto del poder. El ejercicio del poder de un cargo para exigirles demasiado a los obreros del ministerio «por el bien del evangelio» también es un uso incorrecto del poder. Usar el poder emocional y verbal para lograr nuestra propia gloria cuando Dios dice que Él no compartirá Su gloria con