Obras completas de Fernán Caballero. Tomo XVII
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Obras completas de Fernán Caballero. Tomo XVII - Cecilia Böhl de Faber
Obras completas de Fernán Caballero. Tomo XVII
Copyright © 1914, 2021 SAGA Egmont
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ISBN: 9788726875263
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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POESIAS
POESIAS RELIGIOSAS
El poeta nace,
y el orador se hace.
CAMINO DE BELÉN
Caminad, Esposa,
Virgen singular,
que los gallos cantan,
cerca está el lugar.
Caminad, Señora,
bien de todo bien,
que antes de una hora
somos en Belén.
Allá muy bien
podréis reposar,
que los gallos cantan,
cerca está el lugar.
Yo, Señora, siento
que vais fatigada,
y paso tormento
por veros cansada.
Presto habrá posada
do podréis holgar,
que los gallos cantan,
cerca está el lugar.
Señora, en Belén
ya presto seremos,
que allí habrá bien
do nos alberguemos;
Parientes tenemos
con quien descansar;
que los gallos cantan,
cerca está el lugar.
¡Ay, Señora mía!,
si parida os viese,
de albricias daría
cuanto yo tuviese;
Este asno fuese,
holgaría dar;
que los gallos cantan,
cerca está el lugar.
II
Nuestra Reina de los cielos
se halla tan avanzada,
que no podía seguir
con su Esposo la jornada.
Le dice á su Esposo:
Me hallo cansada,
ve á un parador
y pide posada.
San José marchó adelante
á procurar la posada;
cuando llegó al parador
se halló la puerta cerrada.
Principió á llamar,
nadie respondía,
y San José afligido
le dice á María:
Esposa mía querida,
vamos marchando á Belén,
que he llamado al parador
y no han querido responder.
Le dice María:
Vuelve á llamar,
que si están los amos,
han de contestar.
Se aproximó San José
y entonces le respondieron:
¿Quién ha llamado á la puerta?
le gritaba el posadero.
Le decía José:
Es un pobre anciano
con su esposa en cinta
que va caminando.
¿A qué llaman á la puerta?
contestaba el posadero:
yo no recojo á los pobres,
y á deshora mucho menos.
La Virgen María
le dice á San José:
vamos caminando
muy pronto á Belén.
Vamos á salir al campo
y dejemos la ciudad,
con el Todopoderoso
nada nos ha de faltar.
Salieron al campo,
hallan un portal
y allí se metieron.
Empieza á limpiar
José los pesebres
para ir juntando paja
para que el Verbo divino,
su Madre lo calentara.
Ya se puso mala
la Virgen María
y San José la cuida
con mucha alegría.
A las doce de la noche,
entre un bello resplandor,
nació el Todopoderoso
y todo el mundo alegró.
Vienen los pastores
á cuidar el ganado
y encuentran á Dios
de frío temblando.
Unos le echan los capotes,
otros marchan por la leña
para calentar al Niño,
Criador de cielo y tierra.
Ya nació Jesús,
contentos están,
adoremos todos
al rey celestial.
El niño Dios ha nacido
en un portal entre pajas
por causa del posadero
que le negó la posada.
El niño de Dios
es tan poderoso
que convirtió aquel portal
en un paraíso hermoso.
Con guitarras y violines,
tambores y panderetas,
cantándole una coplita
queda su madre contenta.
Adoremos todos
al Rey celestial,
que es el que nos dió
el ser natural.
El que negó la posada
al bendito San José,
al meterse para adentro
se le descompuso un pie.
Tanto fué el dolor
que él ha recibido
que marchó saliendo
casi sin sentido.
Se ha metido en la cuadra
sin saber por dónde iba,
y las patas de las bestias
le han dejado sin costillas.
Esto sucedió
con el posadero
que negó la entrada
al divino Verbo.
III
Sale la luna tan alta
como el sol del Mediodía,
un pastor se fué á Belén
todo lleno de alegría
y preguntó á San José
que cuándo pare María.
A eso de la media noche
el parto le dió á María;
fueran tantas sus desdichas
que pañales no tenía,
y bajó un ángel del Cielo
á visitar la parida;
cinco pañales le trae,
mantillas de grana fina
para que envolviera al Niño
su Madre Santa María.
LA HUIDA A EGIPTO
La Virgen iba al Egipto
huyendo del Rey Herodes,
por el camino ha pasado
muchos fríos y calores.
Al niño lo lleva
con mucho cuidado,
porque el Rey Herodes
quiere degollarlo.
Caminaron adelante,
y á un labrador que allí vieron
la Virgen le preguntó:
Labrador, ¿qué estás haciendo?
El labrador dice:
Señora, sembrando,
unas cuantas piedras
para de aquí á un año.
Fué tanta la confusión
que el Señor mandó de piedras,
que parecía un peñón
y una hermosísima sierra.
Este fué el castigo
que Dios le mandó
por ser mal hablado
aquel labrador.
Caminan más adelante
y á otro labrador se vieron,
la Virgen le preguntó:
Labrador, ¿qué estás haciendo?
El labrador dice:
Señora, sembrando,
un poco de trigo
para el otro año.
Anda por la hoz á tu casa
y ven mañana á segarlo;
si pasasen por aquí
tres soldados á caballo
y preguntaren por mí,
di que lo estabas sembrando
cuando pasé por aquí.
Esto no se ha visto
ni se podrá ver,
entre día y noche
el trigo nacer.
Estando segando el trigo
vinieron tres á caballo,
por una mujer y un niño
y un viejo van preguntando.
El labrador dice:
Cierto que los vi
estando sembrando
pasar por aquí.
Y fué tanta la abundancia
que el Señor mandó de trigo,
que aquel año llenó enteros
los graneros del cortijo.
Y este fué el premio
que Dios le mandó
por ser bien hablado
á aquel labrador.
¿Qué señas tiene esa gente?
No me lo niegue usted, no.
Ella era muy bonita
y el Niño como una flor.
Y á mí me parece
que él era más viejo
y á ella le llevaba
veinte años lo menos.
Los soldados se volvieron
sin esperanzas de hallarlos,
y le dijeron á Herodes
que era imposible encontrarlos.
Aquel Niño era
el Mesías deseado
de todas las gentes
que estaba anunciado.
Y la noche ya llegaba
y la noche ya llegó,
y á su mujer le contaba
y á su mujer le contó.
Y después por la mañana
salió á buscar á un peón,
para acarrear el trigo
desde su campo al mesón.
EL NIÑO PERDIDO
Sin saber cómo ó por dónde
el Dios Niño se perdió,
quedando José y la Virgen
traspasados de dolor.
¡Oh, santos Esposos!
no tengáis cuidado,
que el placer completo
será al encontrarlo.
No estaba el Niño perdido,
porque con cuidado andaba
recorriendo sus ovejas
que no se le extraviaran.
Llegada que fué la noche
pedía el Niño posada,
por abrigarse del frío
buscando quien le hospedara.
A una puerta se llega
y desde fuera tocaba:
otro niño se la abre
y éste á su madre llamaba.
Madre, á la puerta hay un Niño
más hermoso que el sol bello,
arrecidito de frío
porque el ángel anda en cueros.
Voy á decirle que pase
y aquí lo recogeremos,
con nosotros dormirá
y de cenar le daremos.
Anda ve dile que entre
y aquí se calentará,
porque en este pueblo
ya no hay caridad.
Entró el Niño y se sentó
y mientras se calentaba,
haciéndole mil caricias
el ama le preguntaba:
Dime ahora, Niño hermoso,
¿hacia dónde cae tu patria
y quiénes tus padres son,
que acaso en tu busca andan?
El Niño responde:
Soy de luengas tierras,
mi patria es el Cielo
yo vengo á la tierra.
Mi Madre es una doncella
Virgen y Madre á la par,
porque el Cielo la ha librado
del pecado original.
Mi padre en la tierra
es un carpintero,
y en el Cielo empíreo
es el Dios eterno.
Niño, si quieres quedarte
con nosotros, habitando,
te amaremos como hijo
y éstos serán tus hermanos.
Con nosotros comerás,
estarás bien regalado,
nuestras ropas vestirás
y quedas á mi cuidado.
El Niño responde:
Mil gracias, señora,
yo os compensaré
lo que hacéis ahora.
Poned buena cama al Niño
y hacédsela con primor,
porque todo el mundo es poco
para obsequiar este Sol.
¿Cómo te llamas, Bien mío?
Dímelo ya, por tu amor,
y el Niño con mucha gracia
le contesta: Salvador.
Pues este es el nombre
que mi Padre quiere
tenga en este mundo
y en el que viniere.
El ama, con el buen Niño
toda la noche pasó
en coloquios amorosos
hasta que ya amaneció.
Con una risa graciosa
el Niño se despidió:
Señora, gracias por todo,
y nunca os faltará Dios.
Yo me voy ahora
á encontrar mis Padres,
que me irán buscando
por plazas y calles.
El Patriarca José
junto con la Virgen pura,
en busca va del Infante
traspasados de amargura.
Todo se les vuelve hacer
preguntas y más preguntas,
hasta que llegan al templo
y allí le ven, ¡qué ternura!
Está disputando
con doctores sabios,
y á todos confunde
cuando abre los labios.
¡Oh Virgen llena de gracia!
y vos San José bendito,
regocijaos del encuentro
de Doctor tan chiquitito!
II
Se perdió el Niño Jesús,
por el mundo anda pidiendo,
llegó á la puerta de un rico
y de allí salió diciendo:
No me han dado nada,
me azuzan los perros:
¿cómo no castiga
Dios á los soberbios?
Camina más adelante
y en la puerta de un pobrete
le ofrecieron al instante
de pan un grande rosquete.
Señora, la paga vendrá,
si no esta noche
por la madrugá.
Antes de que amaneciese
ya estaba el Niño en la puerta
con dos fanegas de trigo
y en la mano una peseta.
III
Cristo se vistió de pobre
y en casa de un rico entró
á pedir una limosna,
señor, por amor de Dios.
Señor, le dijo, por Dios,
por lo que tenéis de grande,
que me deis una limosna
porque me muero de hambre.
El rico alzó la cabeza
hizo que se sonreía
al ver que un gallardo mozo
una limosna pedía.
Señor, no tenéis oficio
ni cosa que trabajar,
sin duda vienes á ser
de ladrones capitán.
Mi Padre era carpintero
y aqueste oficio aprendí,
y á pedir una limosna
es á lo que vengo aquí.
El rico se ha arrodillado
el rico se arrodilló,
y el rico se ha condenado,
y el rico se condenó.
EL INCREDULO
Jesucristo caminaba
por los montes que solía,
se encontró con un mal hombre,
malo y de malas venías,
le pregunta que si hay Dios,
le dijo que no lo había.
Calla, hombre, que sí hay Dios
y también Santa María
que te puede dar la muerte
ó te puede dar la vida.
Otro día de mañana
la muerte por él venía:
déjame, muerte rabiosa,
déjame seguir la vida,
yo no le temo á la muerte
ni tampoco á quien la envía.
Volvió la muerte otra vez
y la guadaña traía:
Muerte, detente, detente,
déjame siquiera un día;
confesaré mis pecados
y entregaré el alma mía.
Hombre, no puedo dejarte,
que Jesucristo me envía
que te eche á los infiernos,
á los más hondos que había.
LA SAMARITANA
Un viernes salió el Señor
á la ciudad de Samaria;
antes de entrar en poblado
la calor lo fatigaba;
hacia un pozo que allí había
muy derecho caminaba,
sobre el brocal se recuesta,
como quien cansado estaba;
desde allí vido venir
á la misma que aguardaba,
con un cántaro en la mano,
y era la Samaritana.
Llenó el cántaro y al punto
á la ciudad se tornaba;
entonces dijo el Señor:
Aguarda, mujer, aguarda,
si quieres darme á beber
una poca de esa agua,
que yo en premio te daré
otra de más importancia,
que nunca has de tener sed
como llegues á probarla.
Pues si tanta virtud tiene,
dame, Señor, de esa agua.
Corre y busca tu marido;
venid los dos en compaña.
Señor, no tengo marido
y nunca he sido casada.
El Señor dijo: Es verdad,
dices bien, Samaritana:
cinco galanes tuvistes
dando escándalo en Samaria,
cinco galanes tuvistes
y sin ninguno te hallas,
y aqueste cántaro es
encubridor de tu infamia.
Entonces la pecadora
abrió los ojos del alma.
¿Sois, Señor, algún Profeta
que mis pecados declaras
y penetras mi interior
sin que se te oculte nada?
Si lo eres, dímelo.
Y Jesús así le habla:
No soy Profeta, le dice,
que soy de tierra más alta:
soy Hijo del Padre Eterno,
el Mesías que se aguarda
que desde el Cielo ha venido
para redimir las almas.
Entonces la pecadora,
puesta en tierra arrodillada,
le dice: Dulce Jesús,
perdonad aquesta ingrata,
que yo en el mundo he vivido
cometiendo grandes faltas.
Tiró el cántaro, y al punto
abrió los ojos del alma,
empezó una vida nueva
y al mundo volvió la espalda.
Así las volvamos todos
como la Samaritana.
SAN BARTOLOME
I
Una noche muy oscura
mi Dios por el mundo andaba,
se encontró á Bartolomé
que su ganado guardaba.
El lo agarró de la mano
y lo llevó á la posada.
Mientras la mesa ponían
y la cena se guisaba,
el Señor se entretenía
aderezando la cama.
Cuando cenaron los dos,
de la caridad hablaban,
y Bartolomé decía:
¿De dónde á mí tanta gracia?
El Maestro respondió:
Come, Bartolomé, y calla,
porque yo he venido al mundo
á dar ejemplo á las almas.
Acabaron de cenar
y Jesús se retiraba,
y Bartolomé se fué
á descansar á su cama.
El Señor pasó la noche
en oración sosegada,
pidiendo á su Eterno Padre
porque los hombres se amaran.
Luego que amaneció el día,
El lo viste y El lo calza,
y con su mano derecha
á sus pies lo santiguaba.
II
Mercedes, Bartolomé,
mercedes de caridad;
la gente va de viaje
y me deben de aguardar.
Allá en mitad del camino
volvió los ojos atrás,
y vido á Bartolomé:
Bartolomé: ¿dónde vas?
Señor, con vos he de ir
á los Cielos á subir.
Bartolomé, no vendrás
ni á los Cielos subirás,
que yo te daré un dón
que no se lo di á varón,
que yo te daré un dado
que no se lo di á vasallo.
En la casa que te nombren
no caerá piedra ni rayo,
ni entrará el demonio en ella,
ni mujer muera de parto,
ni criatura de espanto,
ni el gañán pierda sus bueyes,
ni el pastor á su ganado,
y todos los que te recen
tendrán en la gloria el pago.
LA PASION
I
Si supieras la entrada que tuvo
el Rey de la Gloria en Jerusalén,
que ni coche ni caballo quiso,
sino un jumentillo que alquilado fué.
Los hebreos luego que supieron
que Jesús venía á Jerusalén,
presurosos á su encuentro salen
con palmas y olivas llenos de placer.
Se presenta como Rey humilde
Jesús á las puertas de Jerusalén,
y alabanzas y cantos resuenan
por los aires al Rey de Israel.
Este pueblo que á Jesús recibe
con tanta alegría y tanto placer
es el mismo que á los pocos días
pidió furioso su muerte cruel.
II
Viendo Jesús de su Padre
declarada la sentencia,
le obedeció muy conforme,
y antes de partir ordena
hacer con toda su gente
una misteriosa Cena,
sirviendo un Cordero asado,
y para postre de mesa,
les lavó á todos los pies.
Y para que el mundo vea
su fuerza de amor tan grande,
entre nosotros se queda,
y en accidentes de pan,
su Cuerpo y Sangre nos deja.
III
Este es el gran sacrificio,
del amor divino inmenso,
firmado en el Consistorio
de los divinos decretos,
para redimir al hombre
prevaricador primero
y á todos sus descendientes,
pecadores sin remedio,
en el cual se ha decretado
que el Verbo divino