La Mano Negra: Todo lo que usted quería saber sobre conspiraciones, masones, francmasones, templarios, iluminnatis, satánicos y similares
Por Javier Tapia
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Ellos deciden quién triunfa y quién no, qué se come y qué se desecha.
Ellos ya son dueños de todo, y no necesitan de secta alguna para llevar a cabo sus planes, cualesquiera que estos sean, y el día que quieran o en el momento que se les ocurra, pueden borrarnos al resto de la faz de la Tierra.
Esa es la verdadera Mano Negra que mueve los hilos del mundo.
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La Mano Negra - Javier Tapia
© Plutón Ediciones X, s. l., 2020
Diseño de cubierta y maquetación: Saul Rojas
Edita: Plutón Ediciones X, s. l.,
E-mail: contacto@plutonediciones.com
http://www.plutonediciones.com
Impreso en España / Printed in Spain
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I.S.B.N: 978-84-18211-27-0
A la humanidad desobediente,
sobreviviente
de todas las calamidades
y conspiraciones.
Introducción:
Planeta Tierra, ¿cárcel o manicomio?
Una conspiración es un acuerdo o pacto secreto para actuar contra algo o contra alguien, y aunque algunas de ellas se disfracen de buenas intenciones porque lo que pretenden es una supuesta mejora para la humanidad, generalmente no tienen nada de bueno ni siquiera para el grupo que las promueve.
Suena romántico, a la vez que amenazador, que un grupo, secta, partido político, élite, religión o club hagan planes en la oscuridad para derrocar a un poder, a un gobierno, a una empresa o a otro grupo que también se dedique a conspirar, como hicieron jesuitas y jacobinos en la Francia de los siglos XVIII y XIX, justificando ambas partes sus crímenes con sus ideales de desarrollo humano y libertad, cuando en realidad buscaban el poder en el gobierno de Francia.
Conspirar para robar, conspirar para matar, conspirar para conseguir el poder, conspirar para implantar una religión, una cultura, una política o un estilo de vida, sin importar los sacrificios propios ni las bajas ajenas.
Guardar el más estricto secreto, abonar el odio y el resentimiento, arrogarse la razón, conseguir adeptos y crear fanáticos, propagar la alarma, el rechazo y el miedo, todo con el fin de lograr los objetivos de unos cuantos, que pueden parecer buenos y razonables, pero que son privativos y exclusivos en su uso y disfrute de los que mandan en el grupo, los cuales, por supuesto, son susceptibles de traición y asesinato por sus más allegados, que también conspiran entre ellos para hacerse con la dirección del grupo, y así poder disfrutar de los beneficios que se consigan.
También se pude ser patrocinador o consejero en la sombra de los grupos que conspiran, una especie de socio capitalista o industrial que aporta capital, medios materiales, secretos de la competencia, experiencia estratégica para llevar planes a cabo, o influencia con los medios de comunicación, élites y otros grupos y sectas que persigan similares objetivos, en la sempiterna lucha de hacerse con el poder, o de mantenerlo para unas cuantas familias.
Ambición y codicia, desprecio hacia la humanidad en su conjunto, mesianismo, idolatría, autoritarismo, tiranía, con deseos no solo de ganar, sino de ver destrozados a los adversarios, a los enemigos, a los otros.
Grupos de poder que luchan entre sí o que pactan temporalmente, para luchar contra otros grupos de poder.
Mafias contra mafias, partidos contra partidos, naciones contra naciones, religiones contra religiones, ideologías contra ideologías y creencias contra creencias.
Toda una locura donde casi todos toman parte y partido, incluso sin tener conciencia de pertenencia o de acto lesivo, como el patriotismo y el machismo, o ser fan de un equipo o defensor de una ideología que parece positiva y buena, donde a menudo la indiferencia favorece a unos y destruye a otros, y la moral cultural es solo una burda conveniencia.
Todos quieren manipularnos, todos quieren sacar provecho de nosotros, todos apelan a nuestras emociones y a nuestros sentimientos, e incluso a nuestras falsas razones, a nuestras creencias, a nuestra cultura y a nuestras tradiciones, para que pensemos de una o de otra manera, para que elijamos y legitimemos a unos gobernantes que van a vivir de nosotros y que además nos van a reprimir, encarcelar o matar; o para que tomemos una bebida refrescante en lugar de cualquier otra.
Todos conspiran contra nosotros para poder usarnos a su conveniencia y encarcelar nuestras emociones y nuestros pensamientos, cuando no hemos cometido otro delito que nacer.
Hay tal diversidad de mensajes de diferentes fuentes e intereses, y tan contradictorios, como tan seductores y tan disuasorios, que apelan a nuestra nacionalidad, a nuestro idioma, a nuestra raza, a nuestra familia, a nuestras tradiciones, a nuestra forma de vida, a nuestra cultura, a nuestro sentido común, a nuestra educación y supuestos conocimientos, a nuestros sueños, a nuestros deseos ocultos o manifiestos, intentando pescar o cazar nuestro dinero, nuestro apoyo, nuestra aceptación y nuestro consenso, que hablar de disonancia cognitiva sabe a poco, porque lo que se nos ofrece es tan variado y tan contradictorio, tan inmoral, poco ético, pecaminoso como positivo, garante de la felicidad y correcto, que terminamos secos, locos, zombis, necios, salvando a los toros mientras comemos cerdo y plantando un árbol en el campo, pero a bordo de un vehículo de combustión interna que lo contamina todo.
Estamos emocional y mentalmente presos de los múltiples conspiradores, o somos una especie de orates que los seguimos hasta nuestra muerte o destrucción, como algunos insectos siguen al fuego.
Nos utilizan, nos lastiman, nos enferman, nos amedrentan, nos engañan, nos traicionan, y a pesar de todo ello los defendemos, los promocionamos, les damos nuestro voto, les compramos sus productos y les hacemos publicidad para que otros sigan nuestro ejemplo.
En este sentido y sin duda alguna, este planeta, la pequeña Tierra, es tanto una cárcel como un manicomio del que no podemos escapar físicamente, nuestros manipuladores y conspiradores, tampoco, condenados todos al sinsentido de la existencia, a menos que nos neguemos a seguir el juego, aceptando el repudio de los que nos rodean, y que tienen el poder, las herramientas y las leyes para ingresarnos en un manicomio, o condenarnos a unos cuantos años de encierro.
En las próximas páginas iremos dilucidando a conspiradores reales, y a conspiraciones ilusorias, tan potentes unas como otras, intentando que lo escrito nos ayude escapar de la prisión y de la locura sin que nuestros allegados nos tomen por criminales, orates o raros, merecedores del infierno por no dejarnos seducir o disuadir por la supuesta Mano Negra que mueve los hilos de este planeta.
I: Los Sistemas Jerárquicos:
del Humano Alfa al Humano Parásito
Todos los sistemas jerárquicos están basados en la desigualdad, se llamen como se llamen, comunismo, socialismo o capitalismo, y en todos ganan todos, solo que unos muy poco o nada, y otros mucho, teniendo además el privilegio de mandar. La anarquía nihilista (y no la obrera de Bakunin), sin patria ni dios ni gobierno ni jerarquías, y mucho menos dinero o ganancias
, sería un buen experimento social.
Que nadie goce de lo superfluo mientras alguien carezca de lo estricto
, escribió el anarquista mexicano Ricardo Flores Magón a finales del siglo XIX, bajo la dictadura de Porfirio Díaz.
A finales del siglo XIX prácticamente en todo el mundo no había democracia, si acaso la de Estados Unidos de Norteamérica y poco más, así que la inmensa mayoría de los sistemas políticos era monárquicos o autocráticos, tiránicos y déspotas.
La represión a sangre y fuego era habitual, con los poderes eclesiásticos, gubernamentales y económicos en pugna y repartiéndose el pastel, mientras las ideologías emergentes, entre ellas la democracia, la anarquía y el comunismo, intentaban hacerse con algo de poder para seguir ascendiendo y derrocar a las élites tradicionales.
Los cambios sociales, económicos y políticos estaban a la orden del día y eran inevitables, pero a casi nadie se le ocurrió pensar en un mundo sin jerarcas o sin jerarquías.
¿Cómo pensar en un mundo donde no hubiera quien mandara y quien obedeciera?
Lo más natural del mundo parecía que siempre tenía que haber alguien al mando, que un grupo humano no podía mandarse solo, que necesitaba de un guía, de un jefe, de un hombre o de una hembra alfa valiente y fuerte que dirigiera los destinos del grupo, que le dijera cómo y cuándo cazar, recolectar, comer y descansar.
Así lo hacían los animales sociales, desde las hormigas y las abejas, hasta los monos y los lobos, con el más fuerte y el más hábil a la cabeza, y los demás haciendo de gregarios temerosos y obedientes.
Solo cuando el hombre o la hembra alfa perdía fuerza y facultades, se le mataba, exiliaba o se le mandaba a la cola de la manada, para ser sustituido por un nuevo alfa, fuerte y joven, hábil y valiente.
Alguien tenía que ser el líder siempre, mientras el resto se sometía a sus mandatos so pena de ser reprimido, golpeado, asesinado o exiliado.
Las primeras agrupaciones humanas más o menos civilizadas copiaron el modelo, y el exilio y el repudio del grupo se convirtieron en un terrible castigo, incluso peor que la muerte. Sócrates, en una Atenas ya del todo civilizada, prefiere suicidarse antes que sufrir el exilio.
Obedecer o perecer, obedecer o ser abandonado, repudiado y exiliado, condenado a perder a los seres queridos y el lugar que ocupaba en el grupo, lo que le daba sentido a su existencia.
La soledad y el rechazo como castigo doloroso y ejemplar.
¿Cómo imaginar un orden social sin esa división de clases y tareas que obedecían a una jerarquía bien definida?
La democracia ateniense prescinde de un solo poder, de un monarca que toma todas las decisiones y crea la asamblea de los ciudadanos, donde a algunos de ellos les toca ejercer el poder durante un tiempo determinado tras una elección azarosa, pero poder al fin y al cabo, al que debe someterse el resto de la población: esclavos, extranjeros, ciudadanos campesinos, ciudadanos urbanos y ciudadanos administradores, con una ciudad amurallada que no permitía la entrada a cualquiera, y que dejaba fuera de ella a los mendigos, las hetairas (prostitutas) vulgares, los pequeños comerciantes extranjeros y todo tipo de personajes marginados.
Solo los ciudadanos de primera clase tenían voz y voto en la asamblea, y solo entre ellos se podía votar para detentar el poder, decidir sobre los impuestos, la guerra, los cultos, las enseñanzas y las artes.
Al resto no le quedaba otra opción que obedecer, pagar, trabajar e ir a la guerra cuando así se les indicara.
El modelo ateniense dura hasta nuestros días en muchas naciones, y si bien ya no hay esclavos y tiene derecho a voto cualquier mayor de edad, el poder queda en las manos de unos cuantos y al resto le toca pagar impuestos, trabajar, estudiar, obedecer e ir a la guerra si es necesario.
El servicio militar obligatorio, la guardia nacional, las escuelas y academias policiacas y militares, así como la milicia oficial y reglamentada, están presentes en muchas de las sociedades modernas, listas para obedecer órdenes y lanzarse a la guerra si así se les demanda.
La jerarquía militar que va desde el soldado raso hasta el general, tiene una disciplina ciega donde los rasos obedecen en línea ascendente a los cabos, los sargentos, los tenientes, los comandantes y los generales, sin cuestionar nada.
No importa si la orden es una locura suicida o asesina, o si es racional, si es que dentro de la guerra y la milicia algo pueda ser racional, porque la obediencia es lo que prima. El jefe manda y el subalterno obedece sin más.
Muchas de nuestras sociedades están militarizadas abiertamente, como la estadounidense o la suiza, mientras que otras lo están sin que la población sea consciente de su subrogación al ejército, y creen que el servicio militar obligatorio solo es un requisito más de ciudadanía, cuando en realidad los está convirtiendo en soldados más que rasos en el caso de que haya que entrar en guerra.
Los himnos nacionales de tintes bélicos son solo expresiones emocionales y patrióticas cuando no hay un conflicto bélico real, pero cualquier adulto puede ser obligado a sumarse a las filas del ejército si eventualmente llega a surgir un conflicto de armas con un país vecino.
Costa Rica es uno de los pocos países que no tiene ejército en el mundo, pero el Estado sigue siendo policiaco, capaz de reprimir a su propio pueblo si lo cree necesario.
Mientras exista un solo policía o un solo militar en el mundo, no valdrá la pena ser humano, y no solo porque sean la garantía del monopolio de la violencia que detentan los Estados, sino porque son base de jerarquía y consecuente desigualdad, donde hay represión y castigo para la población en general, e impunidad para las élites, porque la milicia y la policía sirven al poder, no a la ciudadanía.
Mientras existan las jerarquías, la igualdad de oportunidades para todos y cada uno de los seres humanos será una mentira, una falsa ilusión para motivar a los votantes y a los consumidores, porque al fin y al cabo quien asciende económica y socialmente deja atrás a los que se estancan y a los que descienden, y no tendrá la menor consideración para ellos, sino que intentará sumarse a las élites para poder explotarlos y gozar de fuero o impunidad ante las leyes.
Así es y así ha sido casi siempre, pero eso no quiere decir que así vaya a ser eternamente, porque los seres humanos pueden cambiar y construir socialmente todo tipo de sistemas de organización e intercambio, de relaciones y de ser y estar sobre el planeta.
Los seres humanos podemos ser mucho más de lo que somos ahora.
Los Alfa
Ciertamente muchos animales sociales, entre ellos los humanos, han contado con seres excepcionales entre sus fila, con seres normales y con seres marginales, donde los Alfa toman las responsabilidades, los Beta los secundan y obedecen, y los Gamma se aprovechan, medran, molestan y desobedecen.
Los Alfa son mandatarios, jefes.