LA BRUJERÍA MASCULINA EN LA EDAD MEDIA
La creencia en la brujería es común a numerosas culturas desde la más remota Antigüedad, aunque las interpretaciones del fenómeno varían significativamente de unas culturas a otras. En el Occidente cristiano, la brujería se ha relacionado frecuentemente con la creencia en el Diablo, especialmente durante la Edad Moderna, cuando se desató en Europa una obsesión por estas prácticas que desembocó, bajo el epígrafe de “caza de brujas”, en infinidad de procesos y ejecuciones. La antropología moderna distingue entre la brujería simple, los supuestos cultos de brujas diabólicas de la Edad Media, y el moderno movimiento neopagano. Multitud de teorías relacionan la brujería en Europa con antiguas religiones paganas de la fertilidad, aunque estas tesis nunca pudieron ser demostradas. En cualquier caso, las brujas y los brujos tuvieron una gran relevancia en el folklore tradicional de muchos pueblos, formando parte destacada de su acervo cultural.
SIERVOS DEL MAL
Si nos detenemos en la Edad Media, podremos concluir que los brujos se definían básicamente como siervos del diablo. En compensación, y bajo contrato, los brujos recibían supuestamente ciertos poderes, en especial, producir o curar enfermedades; provocar lluvias y tormentas o, por el contrario, causar sequías; provocar la impotencia de los hombres y la esterilidad de las mujeres; originar la muerte del ganado o arruinar las cosechas. Se creía que los brujos eran capaces de despertar el amor por medio de filtros y pociones, o de destruirlo con hechizos y encantamientos; provocar grandes calamidades con el “mal de ojo” o causar un daño irreparable clavando alfileres en muñecos y estatuillas. Supuestamente, podían hacerse invisibles y volar con la ayuda de una escoba.
En cuanto
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