Hoy, mañana, ayer
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Basada en una realidad científica actual sobre la edición genética y el síndrome de Down, y una ficción no tan lejana, te hará plantearte quién eres o cómo quieres ser. Te hará reflexionar sobre los conceptos de la felicidad, la libertad de elección y el respeto.
Antonio Herrera - Merchán
Doctor en Biomedicina por la Universidad Autónoma de Madrid, Máster en Biotecnología por la Universidad de Córdoba y Experto en Asesoramiento Genético por la EADE, el Dr. Antonio Herrera Merchán escribe su primera novela tras recopilar información científica, jurídica, foros, asociaciones, prensa, radio y documentales. También ha podido entrevistar al que fue Presidente de Down España, D. Fabián Cámara, y a psicólogos que tratan a las personas con síndrome de Down. Todos ellos se mostraron intrigados por todo lo que se planteaba y les pareció de un gran interés para este colectivo. Así, Hoy, mañana, ayer se construye como una novela de ficción actual, crítica, sensitiva, polémica e intensa con un tratamiento adecuado para todo tipo de público. Los beneficios van a organismos relacionados con el apoyo e investigación hacia el colectivo del síndrome de Down.
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Hoy, mañana, ayer - Antonio Herrera - Merchán
Hoy, mañana, ayer
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Antonio Herrera Merchán
Hoy, mañana, ayer
Antonio Herrera Merchán
Esta obra ha sido publicada por su autor a través del servicio de autopublicación de EDITORIAL PLANETA, S.A.U. para su distribución y puesta a disposición del público bajo la marca editorial Universo de Letras por lo que el autor asume toda la responsabilidad por los contenidos incluidos en la misma.
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).
© Antonio Herrera Merchán, 2019
Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras
Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com
www.universodeletras.com
Primera edición: diciembre 2019
ISBN: 9788417926113
ISBN eBook: 9788417927103
Al cambio
Este proyecto y su idea principal respecto al colectivo de personas con síndrome de Down han sido presentados a Down España, familiares y al propio colectivo protagonista en el Encuentro Nacional de Familias de Down España, celebrado los días 6-9 de diciembre de 2017. Todos ellos han mostrado literalmente su apoyo y han considerado su contenido y argumento muy interesantes para el colectivo social de las personas con síndrome de Down.
Sinopsis
Luis camina con una nota inquietante sobre un descubrimiento científico que hará cambiar la historia de la humanidad, la ciencia y la propia evolución. Los periodistas Pablo y Sofía son invitados a casa de Manolo, investigador responsable de esa nota y ese descubrimiento. Encerrados en esa casa, a voluntad propia, se enfrentarán contra Manolo, contra sí mismos y contra la sociedad.
Una mezcla de absoluta y negra realidad sobre las personas con síndrome de Down, basada en una realidad científica actual y una ficción no tan lejana, te hará plantearte quién eres o cómo quieres ser. Te hará reflexionar sobre los conceptos de la felicidad, la libertad de elección y el respeto, hacia ti mismo y hacia los demás, y los límites que se están abordando en la actualidad en el campo de la ciencia y la bioética.
Capítulo I
Del desinterés a la llamada
Luis iba caminando de redacción en redacción y no podía dejar de pensar en lo que estaba a punto de comunicar. Era un descubrimiento histórico que lo cambiaría todo. Solo esperaba que no se estuvieran equivocando en la manera en la que lo estaban llevando a cabo. De hecho, esa también había sido una de las principales preocupaciones del Dr. Manuel Hernández.
La tarea que le había encomendado el investigador no estaba teniendo mucho éxito. En ninguno de los medios de comunicación habían sido recibidos ni él, ni el papel, con una pizca de interés. Pero así es como le manifestó el Dr. Hernández que deseaba que se hiciera.
Aquel día en el que todo había cambiado, en el despacho de la Universidad de Córdoba, el investigador miró a Luis para decirle muy claro:
—Luis, pienso que la sociedad no está preparada para esto; quizás sí lo estén algunos individuos, de manera única y bajo determinadas circunstancias. Pero otras personas tendrán una opinión totalmente contraria y desconozco cómo van a reaccionar. El día en que lo difundamos, es muy posible que nos enfrentemos a situaciones que no hemos previsto.
En aquel momento, Luis no supo cómo reaccionar. Sinceramente, él creía que estaba exagerando. Un científico como él vivía tan comprometido y tan vinculado con su investigación, que ésta podía llegar a nublar el sentido real de las cosas. Meses después del gran último resultado, Luis seguía sin vislumbrar con claridad hasta qué punto el investigador tenía razón.
Luís llevaba trabajando con él más de tres años y desde el primer día intuyó que era una persona excepcional. Se podía considerar un excéntrico, una persona con pocas amistades verdaderas, un humano controvertido y problemático. Pero también destacaba por ser un idealista, un hombre con fuertes convicciones morales y con una mente privilegiada.
Así que cuando decidió hacer público el descubrimiento a bombo y platillo, informando primero a la prensa y no publicando antes el correspondiente artículo científico en una de las revistas de mayor índice de impacto, no le sorprendió en exceso.
Meses después, ahí estaba, repartiendo una convocatoria de prensa en todas las redacciones de la ciudad.
«El próximo 21 de marzo, a las 12:00 horas, se les convoca en el salón de actos de la Universidad de Córdoba, para comunicarles un nuevo hito científico y médico».
—Demasiado simple, Manolo. No hay nada de información y aparentemente tampoco engancha.
—No te precipites, Luis. Hay que ser humilde y dar a la gente la oportunidad de decidir qué es simple o qué es lo que considera importante— respondió tranquilo Manolo.
El investigador, de sesenta y un años, tenía una barba canosa que rodeaba su mandíbula, unos ojos negros enmarcados por unas cejas muy pobladas y lucía, bien peinada, una melena canosa y corta. Poseía un carácter muy afable y era una persona con clara vocación comunicativa, a la que también le gustaba escuchar todo tipo de conversaciones. Cualquier tema le despertaba interés. Por otra parte, nunca se guardaba aquello que pensaba; no le importaba quiénes eran las personas que estaban delante cuando daba su opinión. Esta característica de su personalidad le había traído más de un problema y también algún que otro elogio.
Escuchar al Dr. Hernández siempre era contradictorio, aunque él nunca pretendía serlo y tampoco se percataba de sus profundas contradicciones. Por una parte, él mismo había tomado la decisión de difundir este avance de una manera excepcional pero, por otro lado, le quitaba al asunto toda la importancia que él mismo le había otorgado.
Luis respiró, se rearmó de ánimo y firme entró en la redacción. Se topó con un montón de periodistas que iban y venían, parloteando entre ellos. Otros trabajaban frente a ordenadores con miles de documentos, aparentemente desordenados en los escritorios. Nadie parecía haberse fijado ni lo más mínimo en su presencia. Sintiéndose igual que el hombre invisible, continuó andando unos pocos pasos hasta que se cruzó con un señor de mediana edad que parecía estar bastante ocioso. Sabía que no podía dejar escapar la oportunidad de entablar conversación.
—Buenos días— se dirigió a él con tono aséptico pero amigable.
—Buenos días, chaval. Dime, ¿qué quieres?— le contestó el hombre, girando la cabeza hacia otro lado mientras terminaba la frase.
En aquel momento, Luis estaba haciendo su segunda estancia postdoctoral y tenía treinta y seis años. Había trabajado en tres laboratorios diferentes, con sus respectivos jefes, y había disfrutado de su postdoctorado durante tres años en Estados Unidos. En resumen, tenía cierta experiencia y había tratado con muchas personas de lo más variopintas y extravagantes. Aunque Luis aparentaba menos edad de la que tenía estaba cansado de que lo trataran como un crío y con esa irritante actitud de cierto desdén. Ese «chaval» no le había hecho ninguna gracia.
—Hola. Mi nombre es Luis, trabajo para el Dr. Manuel Hernández de la Universidad de Córdoba. Traigo una nota para el director del periódico sobre una conferencia de un avance científico de su departamento. ¿Puedes decirme dónde puedo encontrar al director?
—Espera, espera, chaval— le cortó el amable periodista antes de que pudiera proseguir.
Luis ya intuía lo que iba a pasar a continuación; no era la primera redacción en la que le ignoraban descaradamente.
— ¿Una nota para el director? ¿Un avance científico? Creo que te has equivocado de edificio— le espetó mientras, con un ademán muy evidente, le invitaba a salir.
Luis ignoró las intenciones de echarle que, por supuesto, ya se esperaba. La ciencia y sus avances nunca han tenido la importancia que se merecen en estos canales de información. ¡Así nos va!
En ese momento, justo detrás de Luis apareció un hombre al que todos parecían