IT’S PIZZA TIME!
“Cowabunga... It’s pizza time!”. ¿Quién no recuerda ese mítico grito que hace 30 años marcó (y sigue marcando) a toda una generación gracias a Leonardo, Donatello, Rafael y Miguel Ángel? Las simpáticas y aguerridas Tortugas Ninja, quienes después de salvar a Nueva York regresaban a sus cloacas a devorar un delicioso y gratinado pedazo de pizza.
Este platillo de origen italiano (al menos como la conocemos hoy en día) es, sin duda, uno de los favoritos y más consumidos a nivel global, no sólo por su practicidad y gran sabor, sino por todas las posibilidades, modalidades, formas y combinaciones que permite.
Sin embargo, y contrario a lo que se puede creer, el verdadero origen de la pizza se atribuye a Grecia, con un pan plano con aceite de oliva y especias, llamado plakuntos, al que posteriormente los nómadas le fueron añadiendo ingredientes como quesos de oveja o cabra, aceitunas, etc., pues era un plato sencillo de transportar sin perder sabor ni alimento.
Aunque desde luego, el origen de la pizza que hoy en día es tan famosa: masa de harina de trigo, con un espejo de salsa usualmente de tomate, queso e ingredientes encima, se remonta al siglo XVII, en Nápoles, Italia. De hecho, el gran escritor Alejandro Dumas, uno de los primeros foodies, narra en una de sus crónicas sus andanzas culinarias, y dice que la pizza era el único “alimento digno” durante el invierno para la gente humilde de Nápoles. De hecho, la primera pizzería del mundo es la Port’Alba, ahí, en Nápoles.
Ya posteriormente, hacia 1889, Raffael Esposito uno de los primeros pizzaiolos (nombre que se le da a los que preparan pizza) , dueño de un pequeño local llamado Brandi, se enteró que la reina Margherita de Savoya, aburrida de la comida del palacio, saldría a las calles a probar la “comida del pueblo” y visitaría su establecimiento.
Para la ocasión, Esposito creó la famosa Pizza Margherita, a base de masa, salsa de tomate, mozzarella de búfala y albahaca. La reina quedó fascinada, y llevó ese manjar al palacio. Lo demás es historia: hoy es uno de los alimentos más democráticos del mundo; a tal grado, que la Unesco declaró al arte de los pizzaioli
