SIN LÍMITES
CÓRCEGA
UNA VOZ meliodosa es alquímica: la maquinaria humana introduce una bocanada de aire que, por arte de magia, sale del cuerpo como una exhalación de música. Soy cantante y reconozco que puedo estar algo prejuiciada, pero me parece que aún no hemos diseñado un instrumento que pueda rivalizar con el que tenemos integrado.
El primer contacto que tuve con el grupo vocal A Filetta fue gracias a un espectador que asistió a uno de mis conciertos. Un hombre llamado Christian me escirbió un correo: “Cuando tengas un momento de tranquilidad, mira esto, por favor”. Un link me llevó al video de un hombre canoso con camisa negra abierta al cuello y una cadena de oro. Sostenía un diapasón contra su oreja derecha y luego lo dejó caer en el bolsillo de la camisa. Sus movimientos eran relajados, de una ligereza felina.
Como conectados por un circuito compartido, sus ojos se cerraron al mismo tiempo que abrió la boca y emitió un canto que coincidía con su apariencia. Es la voz de un boxeador, erosionada por el tiempo, el sufrimiento o ambos. La melodía era triste y urgente, como un canto fúnebre por alguien que no ha muerto del todo, con las modulaciones tensas y rápidas del trágico fado portugués o un muecín que convoca a la oración.
Al concluir la primera frase, media docena de voces masculinas se sumaron al canto. La
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