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En Ausencia del Sol

Chapter 6: Confianza

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Chapter Text

Capitulo VI

Confianza

 

El deshielo pronto comenzaría a resurgir en una gran parte de los glaciares de la zona montañosa, las persistentes erupciones pasivas ayudaban a los procesos naturales y en el aire se sentía una nueva esperanza a sobrevivir dentro de las hordas de libertos guarecidos entre tal inhóspita región, cediendo al impetuoso cambio de clima.

Movilizar un grupo de elementos de tan primitiva estabilidad era una titánica tarea que solo la más brillante mente podía concretar. Para fortuna de los olvidados del destino, poseían dos talentosos ingenios todavía a su disposición y era tiempo de utilizar a vastedad uno de ellos al que, de saber su verdadero origen, nadie habría respetado en absoluto.

Después de una larga temporada de evasión y caza de mecanoides de captura, el jefe de esa inusual tribu consiguió hacerse de un refugio mucho más adecuado para proteger y acondicionar el enorme grupo al que dirigía. Un antigua apeadero abandonado de los primeros hangares tsufur. Quitándose la densa nieve a sacudidas, el lider avanzó hasta un sitio más privado, colocando el contenedor metálico que cargaba en el interior de una de las estaciones subterráneas. Una vez lejos de la vista del resto se decidió a entrar y verificar el estado de la carga que ahí transportaba, saliendo de inmediato la guardiana de ese tesoro con un semblante sumamente preocupado.

—Rida Vegeta— Fasha habló reverenciando a su líder —Este lugar es un cementerio, como pretende que…

—Es la mejor opción que tenemos— Denegó el más alto —La bruja necesita todo el material que estos bastardos han dejado atrás para construir lo que quiero. Es la ultima temporada de luna. Necesito que todos incrementen su fuerza.

No alcanzó la omega a replicar, cuando en el exterior se escuchó un pequeño tumulto, recibiendo todos entre guturales rugidos a otro de los alfas a quien nadie pretendía cuestionar. Sin que así fuese su deseo, el jefe del grupo recibió a su similar con la usual pose defensiva el bajo gruñido que de inmediato ambos bajaron junto con las ínfulas de su desdén, controlados por el mutuo beneficio de mantenerse como aliados y no enemigos.

—Rida —Espetó cual si esa palabra le confiriera un amargo sabor — Hemos deambulado en las montañas de fuego por mucho tiempo ¡Ya no hay presas y los nuestros pierden condición! ¿Cuándo podré preguntar a la bruja sobre lo que…

—Nunca— Externó el jefe, tensando al instante el rostro de aquellos en cercanía escuchando el desacuerdo, los ojos bien fijos sobre el par temiendo esto terminara en otro de esos cortos conflictos donde algún entrometido resultaría lesionado.

Paragus bufó, el bajo y casi nulo bramido colándose sin así desearlo bajo su garganta. Las colas tensas en toda cintura observando la menor seña de agresión en el otro.

—Todos estamos del mismo lado — Externó Paragus, como el único signo de civilidad que pretendería mostrar, entendiendo el otro la desconfianza que su oculto proceder despertaba en el resto, desistió de mostrar la insistente cautela para reemplazar sus facciones tensas con un rostro de consternación.

—No voy a arriesgar la seguridad de mis mejores aliados en manos de una potencial embaucadora — Apresuró la explicación, hablando en un tono mucho más alto al acostumbrado para sembrar la duda entre los oídos dispersos —Me fue advertido que su mente no es la única arma que posee, todos podrían ser un blanco de sus trucos. Entre todos nosotros he probado ser el mejor estratega del grupo, lo que me hace ser el único adversario al que esa hembra respetará ¿Alguno de ustedes quiere dudar de mi juicio?

Todos los curiosos voltearon sin animo de embarcarse en una contienda que seguramente perderían, incluyendo aquel receloso análogo quien después de un displicente resoplido se dio la vuelta. Comandando ordenes al resto de los entes ingresando de forma desordenada. Era tarde y debían levantar el campamento de vigías antes de que el frío se incrementara.

Satisfecho con la resolución temporal, el líder pretendió ingresar a la jaula para ser estorbado por el cuerpo de la omega que necesitaba con toda urgencia transmitir un mensaje que había sido imposible otorgar frente a todos.

—¡A un lado! — El molesto jefe recusó —¿Qué sucede contigo? ¡Quítate de una vez!…

—Es la bruja, Rida— Hizo el mas sumiso ademán, intentando no provocar la ira de aquel a quien tanto admiraba —No es debido interrogarla en este momento, ella no está bien.

—¿De que hablas?

La saiyana lo ingresó con celeridad, cerrando la hermética portezuela de inmediato y al estar seguros de que nadie más podría escucharlos, se acercó a la prisionera aun atada, quitándole la dura mordaza para permitirle respirar con libertad.

—¡No soy tu esclava, desgraciado! — Fueron las rudas replicas escuchadas en esa fiera voz, inconsecuente a su miserable poder de defensa — ¡CRETINO INFELIZ! ¡NO PUEDES MANTENERME COMO UN ANIMAL! ¡NO PUEDES OBLIGARME ASÍ!

El ímpetu con que ese acalorado rostro de suaves facciones lo retaba era desconcertante, de no ser por su coloración y absurda debilidad, el mismo jefe del clan pensaría que esa mujer era en realidad una alfa de la peor calaña.

—¿Qué está diciendo? — Preguntó a la contrariada omega, preocupada por el rojo color de esas mejillas ardiendo en fiebre que resistían el dolor con el tesón de un guerrero de valía.

—Ella…— Decidió no externar los variados insultos que seguían desbordándose de esa temible boca —Ella necesita ciertas cosas, para su salud

—¡Dile que no obtendrá nada si no me da el mínimo de respeto que requiero! ¡Debe darme una instrucción clara de lo necesario para hacer esa bóveda de la que habló!

—Rida Vegeta— La mujer madura intentó razonar con la necedad de su iracundo líder —Ella padece la escarcha, entre los nuestros es inofensiva, pero no sé qué tan grave pueda ser en la suya. Si dejamos que empeore podría ser perjudicial y …

No había terminado de compartir el diagnóstico cuando el amedrentado hombre la levantó de brusca manera, quitándole de encima todas las coberturas con la que la mantenían aislada del frio. Únicamente para constatar que lo dicho era verdad y se encontraba en peor estado de lo imaginado. Su brazo y pierna derecha completamente infestados de rojas laceraciones con laminillas de piel levantada, el calor de la blanca piel indicaba que estaba a un paso de delirar y recibió como recompensa las uñas enfurecidas de esa mujer pretendiendo apartarlo con todo el rencor posible.

—¡NO ME TOQUES! — Exigió, por milagro consiguiendo que aquel obedeciera.

—¿Por qué no me habías informado? — El rostro pálido interrogó a la otra mujer, quien no podía confesar la verdadera causa sin delatar al culpable de ello.

—Es difícil notarlo… cuando ella está permanentemente cubierta — Le miró sin querer externar que esa absurda regla habría provocado un posible declive sin retorno.

—Llévala a las pozas de las cumbres— Disuadió el culpable su responsabilidad, quitándose la propia capa de piel en su vestimenta para envolverla, la mejor forma de evadir indeseables usurpadores era otorgarle el propio olor del jefe del clan —Mantenla dentro hasta que el agua cambie su color, las sales ayudarán a curarla.

—Yo…— Fasha titubeó, nerviosa por la implicación y enorme riesgo —No creo sea una buena idea, mi señor — Tragó, de nuevo inclinándose en total sumisión —De hacerlo, a pesar de portar su rastro, ella podría provocar que alguien nos siguiera. Es una hembra humana y si alguno de los machos la olfateara…o a mí.

Entendió entonces el jefe de la primitiva tribu que no tenía opciones para hacer lo que debía hacer. En el mismo predicamento, no podía ausentarse sin causar un mayor problema en la nueva colonia y no podía dejar correr un día más la enfermedad sin arriesgar un punto sin retorno.

—Entonces enviaré a Vegeta a vigilarlas— Externó el líder, sobrellevando el tener como arma secreta un ser de tal delicadeza ¿Es que en el mundo de donde provenía no había las mismas clases de enfermedades? Todo cachorro saiyan padecía la escarcha sin más consecuencia que picazón y molestias. Se dio la vuelta para concretar de inmediato la segunda parte de su plan — Llévenla de inmediato, no podemos perder un día más, no tengo idea como pueda su especie reaccionar a las enfermedades de nuestro mundo.

…..

Afuera de las picas levantadas para alejar a las escasas fieras capaces de darles problemas, un grupo de jóvenes levantaba el resto de los gigantescos troncos sin prestar verdadera atención a su tarea aquellos negándose a cumplir la orden por atender asuntos de índole más divertida. Un par de betas peleaban buscando dominar al otro, modo en que podían disuadir un poco de la tensión hormonal que su primera madurez les daba. Más entre ellos se encontraba otro joven que no vería con buenos ojos la más mínima desobediencia y para su desgracia, hallaba un gran placer en brindar salvajes demostraciones de su absoluto dominio sin que alguno pudiese contraponerse.

Sin siquiera preguntar lo ocurrido, saltó en medio de la dura contienda, separando a los mucho mas grandes rivales con una sola mano, mientras con la cola prendía el cuello de aquel a quien dio la espalda y lo azotó contra el suelo.

El beta capturado intentó defenderse, únicamente para recibir un brutal cabezazo que le hizo pegar un aullido de dolor.

—¿Alguien más viene a divertirse? — Bañado su torso desnudo en la sangre de su víctima, el hijo mayor del Rida sonreía a los casi desfallecidos betas lloriqueando por el duro trato mientras eran arrojados al suelo.

—¡Eres un insensato! — Uno de los gammas mas viejos acudió en ayuda de la peor víctima de ese vil arrebato abusivo —¡Has roto la regla de tu padre!

—No morirá— Se carcajeó el culpable, lustrando la comisura de su propio labio con la lengua, la sed de poder clamando la adrenalina impuesta y el resto de testigos rodeándolo siseaban ansiosos—Pero todos ustedes aprendieron una valiosa lección hoy. Si alguien más pretende perder el tiempo, les diré: yo no soy tan benévolo como mi padre.

A pesar de la densa nevada cayendo, no habría la inclemencia del tiempo producirles tal escalofrío como la que esa mirada oscura amenazaba entre ellos. El joven alfa era una fiera sin igual, el más temido entre los existentes, quien afianzaba su indiscutible estado como la más letal promesa entre los libertos. Mantenerlo entre sus filas era en la misma medida alentador como aterrador.

Independientemente a la estatura menor al resto, su poderosa fisionomía exigía el mas devoto respeto. Completamente invulnerable se pavoneaba descubierto en ridículamente erguida postura al pasar entre ellos. Todos bajando el rostro y esquivando su vista para dejar en claro su total sumisión. Vegeta ni siquiera volteaba a verlos, las puntas de su cabello desafiaban la humedad y viento, al igual que el majestuoso arreglo de un ave de presa remontada en vuelo. Pero había solo un rostro entre todos aquellos que no le veía con la misma admiración ciega, uno que entendía que esa clase de soberbia solo le traería a la larga terribles problemas.

Apareció el viejo líder entre el tumulto, observando a los heridos retornar hasta el refugio invadido en busca de encontrar alivio. Miró a los demás seguir con su trabajo, temiendo recibir otra reprimenda y el jefe del clan sacudió el rostro sin un solo grado de orgullo por la insolencia de su vástago, un temible rival que día a día se volvía más difícil de controlar. Rogaba a los dioses en algún momento llegara su hora de redimirse.

—Vegeta— Llamó a su hijo, quien a pesar del helado paraje ni siquiera parecía ser vulnerable a las congelantes temperaturas bajo cero —¿Qué estás haciendo?

El otro le dio un vistazo indirecto, todavía ensimismado en las pleitesías que el resto rendía a apartarse de su paso.

—Un ajuste de jerarquías —Dio una pequeña risita, sacudiéndose la nieve acumulada en su cabello —No hay cabida para holgazanes en este lugar.

La bravuconería del joven debía ser confrontada después, pues presentía que en un par de horas sería imposible sacar a la intemperie el cuerpo de la debilitada humana

—Necesito tu ayuda para una misión especial— Le llamó a ingresar y minutos después estaban los dos en el ala más abandonada de los túneles subterráneos donde explicaba la emergencia y el plan a seguir sin muchos detalles.

—¿Qué? — Cuestionó después de escuchar el plan y no era la pregunta, sino el tono de molestia lo que hizo a su progenitor arquear una ceja.

—¿No puedes hacer algo tan simple cachorro? —Le provocó el líder al haber expresado su demanda.

—Yo no soy niñera de criaturas inferiores —Gruñó en torno a la jaula sin querer esclarecer a quien se refería — Si tanta es tu necesidad de restaurar a la humana, llévala tu mismo.

La rebeldía del chico era una peligroso rasgo que su sabio padre entendía como manipular en su favor. Dio un largo suspiro para soltar una risilla que puso al otro a la defensiva.

—No creí que tuvieras miedo de una tarea tan facil— Espetó la burla con ambos brazos enfardados para levantar el presuntuoso rostro —¿Todavía le temes a los Groks, Vegeta?

—No le temo a nada, viejo tonto — Rugió de inmediato ante tal sorna  — Pero no cumpliré ordenes menores que deberían ser designadas a seres de menor importancia que la mía.

—¿Te parece que sería prudente confiar una valiosa herramienta a cualquier imbécil sin criterio para actuar? — Esclareció con absoluta paciencia —¿Es que ya te sientes con el nivel suficiente para suplantar mi criterio y mando?

El menor guardó silencio.

No era su titubeo a causa de la fuerza superior que desde cachorro superó el promedio de su padre, sino el claro apego formado hacia su padre al ser el único progenitor que fungió como su cuidador después de la misteriosa muerte de su madre. Y sin dejar de emitir el gutural gruñido viró el semblante hacia el suelo.

—Eso creí— El padre asintió entendiendo la declaración —La fuerza viene en muchas presentaciones, pero ser un lider se consigue en cohesión con la inteligencia y lealtad de los tuyos Si pretendes algun día ser el Rida de todo saiyan existente, más te vale recordar eso, cachorro. Váyanse de una vez, no queda mucho tiempo para moverse.

Gruñó el joven alfa sin dar la cara a su líder, acompañándolos hasta el borde del complejo para darles cobertura de posibles mirones y al despedirles el joven dio un vistazo atrás con una mueca de hartazgo y ambos brazos cruzados, preguntándose por qué demonios siempre terminaba haciendo esa clase de trabajos odiosos.

—¡Muévete Fasha! mi paciencia se agota — Gruñó a la otra hembra cargando a la bruja desmayada con una risible delicadeza.

Ese sería un largo e incómodo viaje.

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Después del inminente escándalo de su llegada, un enorme silencio se asentó en la colonia de humanos por horas. Un par de destrozos sin importancia y el más feliz era ese joven alfa dando libertad a sus siempre silenciadas habilidades durmientes. Encendía su aura arremolinando tremendas tolvas del sustrato, subía y bajaba la intensidad de sus propias descargas probando el resquemor vivo en la piel del tamaño de su poder y congeló de inmediato el alma de todos aquellos aterrados testigos que, incluso sin entrenamiento alguno, podían sentir la tensión del ambiente electrizando destellos por un ser de tan inmenso poder deambulando entre ellos.

Bulma salió del contenedor tambaleándose por las furiosas ráfagas, reprendiendo a gritos a su compañero por el desastre potencial a ser causado, no habría de extrañarle la renuencia de su gente a interactuar después de esa terrible demostración intimidante.

Y su pareja le dio un imperceptible gruñido reemplazado por una mueca de insolente complacencia. Dio un par de zancadas hasta ella y a pesar de las protestas la cargó en el hombro en busca de recuperar a su cachorro y encontrar un lugar donde asentarse.

—¡No! —Ella le reprendió intentando en vano lograr que la bajase —¡Debemos quedarnos aquí por un par de días! ¡No podemos entrar a la colonia sin más!

Al escucharla la dejó caer al suelo, irguiéndose con toda su altura sobre esa embustera que sentía le debía una explicación y cruzándose de brazos la miró con una ceja bien arqueada.

—Todo este tiempo has sido capaz de entenderme — Externó en su propia lengua, haciendo a la otra doblar una mueca de hartazgo — Nos habríamos ahorrado muchas cosas…

—No es así —Tomó la palabra en ese mismo rígido idioma — Aprendí gracias a…lo que intentas enseñar a Trunks. Se lo que piensas, pero aquí debemos hablar la lengua de mi gente. Los Tsufur quieren que seas tu quien vigile la colonia, por lo que el hecho de que uses su idioma te traerá muchos mayores beneficios.

—No necesito hablar con ellos— Se encogió de hombros en camino a recuperar a su cría en el contenedor—Ellos me seguirán porque soy más fuerte.

—¡No! ¡Eso no funciona así! —Bulma le alcanzó al paso intentando hacerle razonar —Los humanos somos diferentes ¡Nadie te seguirá a menos que te ganes su confianza!

—Confianza —Chistó dando una carcajada —Eso es una tontería. ¿Por qué confiar en alguien que no sea capaz de vencerte?

Desistió ella de seguir con la explicación ¿Cómo hacer entender complicadas líneas de poder a un ser cuya jerarquía primitiva se basaba en la capacidad de matar a otros? Sin embargo, podía también presentir la duda instaurada en sus propias creencias y decidió no habría de hurgar en esa vulnerabilidad que seguramente le sería mucho más incomoda al lidiar con sus semejantes quisquillosos.

—¿Crees que me rechacen? — Volteó de pronto tan serio como inicialmente ingresó y su pregunta la hizo dar un sorpresivo semblante ¿Ese vínculo le permitía leer su mente?

—No te atrevas a….

—No debes temer por esto — Le dio una media sonrisa — Nunca te dañaría, Bulma mía.

Estaba a punto de replicar, pero el apelativo dicho en ese seguro tono una vez mas adquiría por completo otro significado. Se levantó, sin saber cómo proceder, pues a pesar de la pureza de sus acciones no creía adecuado el mantener tal nivel de conocimiento del otro. Por muy duro que fuese para él entenderlo era indispensable mantener cierto nivel de privacidad en sus pensamientos.

—No será siempre — Él explicó — Es el vínculo reciente, después desaparecerá y no podré leerte más.

—¿Por qué yo no puedo hacerlo? —Soltó a pesar de saber que él entendía esa duda, simplemente era difícil acostumbrarse a permanecer en silencio.

—No eres saiyan — Dijo sin más, dándose la vuelta para finalmente recoger del suelo a su hijo mordisqueando los bordes de sellado en el contenedor. El niño protestó, realmente necesitaba un descanso a sus encías ahora con dentadura completa.

—Por favor, necesito que creas en lo que digo— Prosiguió ella insistente en su plan —Yo seré quien hablará con ellos, por lo mientras debemos permanecer aquí. Si queremos una convivencia tranquila no puedes solo llegar y obligarlos a hacer lo que consideres mejor.

—Esta jaula no me gusta. No quiero a mis cachorros aquí — Refunfuñó, sentándose en el suelo para jugar de forma brusca con el crio ahora intentando mordisquear la cola de su padre —Prefiero uno de los refugios que ellos tienen, es mi derecho escoger donde…

—¡No! —Bajó de inmediato hasta él, retomando de nuevo su propio idioma para hacerle entender la inflexión de este hecho. Tomó su cara con un pánico implícito, que era difícil entender para él —Sólo déjame solucionar esto a mi, por favor, solo escúchame…

Levantó él su rostro con una risilla osada. Disfrutando el evidente nerviosismo que a ella ocasionaba ese posible desenlace. No obstante, él estaba seguro de que a ella tampoco le gustaba la idea de parir en ese lugar, más dada la insistencia de su hembra pensaba que quizá lo mejor sería dejarla seguir con la idea original ¿Qué podría costarle? A esas alturas de su relación entendía que esa fastidiosa mujer no descansaría hasta salirse con la suya.

Y así lo hizo.

En un principio, la chica no tomó represalia alguna por la manera en la que ninguno de sus congéneres pareció tomar interés en su presencia. Al acercarse a las pilas públicas de agua observaba a los curiosos desaparecer detrás de sus casas y día tras día se encontró con el mismo escenario al intentar conseguir otro tipo de interacción. No tuvo que tomar preocupación alguna por el suministro alimenticio a su familia, pues a su regreso se encontró con mecanoides encargados de provisionar el suficiente amonto de comida para el saiyan entre ellos.  A todas luces esto era un caso perdido. Al regresar al contenedor la oscuridad artificial se cernía y ella se acurrucaba con su bebé en el frio suelo del metal, únicamente resguardada por el calor de su compañero quien la abrazaba todos los días de protector modo hasta quedarse dormidos.

Después de la segunda semana de estadía en la colonia, un aspecto cambió y no para bien.

—¿Goku? —Preguntó tallándose los ojos, observándolo mirar la profunda oscuridad afuera con gran interés —¿Por qué estás despierto?

No obtuvo de él otra respuesta más que esa obsesiva mirada oteando el exterior con especial intensidad, se levantó con los hombros al frente, dando sonoros pasos en la entrada meneando la cola de un lado a otro. A pesar de estar vestido, podía ella constatar todos los músculos tensos en su espalda, cual si una amenaza le esperara detrás.

—Dime ¿Qué está sucediendo? — Preguntó de nuevo y su tensión incrementó al verlo salir sin explicación alguna, desapareciendo en la negrura de la impuesta noche.

La nerviosa madre retrocedió, acunando a su hijo intentando regular su intranquilidad puesto que de ocurrir algo malo, estaba segura de que su saiyan les protegería. Y pasó así varias horas sin caer en cuenta de haberse quedado dormida en algún momento, hasta que el calor infernal del contenedor, sobrecalentado de radiación por las luces directas, la trajo de vuelta. Parpadeó, buscando de inmediato a su crio para observar que compartía merienda con su padre, arrebatándose ambos en risibles peleas infantiles fragmentos de la carne dispuesta por los droides.

Sin embargo, algo diferente llamó su atención, un elemento que estaba segura no se encontraba antes allí.

Un envoltorio en la entrada.

Se acercó con cierto recelo, estirando las manos hasta deshacerlo y comprobar lo que había adentro: Ropa, insumos menores de salud y…un jabón.

La chica no pudo evitar dar la sonrisa más grande, cual vagabundo que se ha topado el boleto del mayor premio de lotería.

—¡OH CIELOS! —Abrazó la pequeña pieza entre manos, completamente encantada —¿Cómo lo has conseguido? —Preguntó a su compañero, quien solo le dio un vistazo fugaz y retomó la absurda riña con su vástago sin tomarla en cuenta.

Evidentemente él no era el responsable de ello. Salió ella en busca de huellas o cualquier indicio de su silencioso benefactor, pero nada ocurrió toda la tarde o el día siguiente. Era momento de investigar por su cuenta. Este obsequio servía como suficiente incentivo para presentir emerger toda su gratitud, quizá después de todo, esta comunidad no era tan desagradable como pensó.

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La caminata a paso saiyan era corta sin embargo, las inclemencias de esas temperaturas estaban poniendo en mayor estado de decadencia el cuerpo de la humana, quien ya ni siquiera tiritaba por el frio.

—Alfa Vegeta —Fasha externó cansada de proyectar su propia energía para mantener a la humana en una fuente de calor constante —¡La bruja no me responde!

—Es detrás de esa colina —Gritoneó el otro, casi nublada su voz por el terrible estado de la tormenta cubriendo el paraje, el furioso rugir del viento helado disminuía la visibilidad, así como en el horizonte se insinuaba la caída del día para dar paso a la larga noche que tomaría el resto de la temporada —¡Apresúrate ya!

Detrás de la rápida carrera los tres se encontraron en la boca de un fascinante escenario improbable. Ardientes cascadas de lento magma, rodeadas por nubes entre titánicos glaciares gélidos refractando el fuego entre hielo de toscos bordes. El espectáculo natural de mayor belleza en el planeta, tan contrastantes elementos como la misma naturaleza interna en el alma cada agreste saiyan, de frio pensamiento y apasionadas respuestas. Era ese un lugar sagrado para los de su especie, no tan solo por ser la fuente de materias curativas para la gran mayoría de sus dolencias, sino por ese inusual brillo refulgente en vivos tonos rojo y azafrán, enmarcados de un azul de tal magnificencia, que le daba nombre a toda la región conocida como Cumbres de Tsafir.

Producto de la colisión entre el calor y el hielo, las pozas permanecían siempre en estruendoso ruido colosal, con la misma cálida temperatura, permitiendo a minerales diversos fundirse para brindar a los acuíferos ese color particular.

Fasha se acercó a la orilla y deshizo pronta el envoltorio con la inerte mujer dentro, una vez parcialmente descubierta se metió en el agua con todo y su protegida, esperando paciente ocurriera el milagro que todos deseaban ver cumplido.

—Debes dejar que el agua toque su piel, imbécil — El vigía le gruñó, al ver la torpe manera en que esa cuidadora la mantenía flotando en el agua con tantas capas impidiéndole moverse.

La omega mordió su propio labio, a sabiendas de que una encrucijada debía resolverse; descubrir a la humana frente a cualquier macho había sido desde un principio la prohibición absoluta de su líder. Más, había verdad en las palabras del joven, pues lo que ellos consideraban la magia de contenido sanador en esas aguas debía lavar de forma directa el daño a reparar. Exhaló vencida, no habría ella de cuestionar al alfa que le exigía actuar conforme él creía mejor y con rapidez hizo lo solicitado, consiguiendo ganar el arrepentimiento de su atento vigilante.

La descubrió, develando por completo lo que todo ese tiempo las diversas vendas ocultaban del resto. No era su prisionera en absoluto una humana como la que esperó encontrar, pese a la forma madura en la que se expresaba y los vastos conocimientos que tenía, esta no era la figura esperada para una mujer de la edad que presentía ella debía tener.

Era una humana joven, de una belleza extraordinaria.

Victima de su primer impulso por admirarla, volteó él sin querer permanecer más tiempo contemplando lo que nunca debió en su mente grabar. Si esta era una bruja, debía ser la peor de todas las existentes, pues cada porción de esa mujer contenía la dosis exacta que sabía en algún momento le hubiese parecido irresistible. El sonrosado rojo de su fiebre otorgándole en peor medida un brillo de intolerable misticismo, los labios tan rojos como los vivos colores del fuego. Nunca en su vida entera, el joven alfa habría visto atributos de ese vistoso tamaño deseable, en menor grado su silueta sutil exudaba femineidad, sin los duros rasgos y marcas de las hembras de su especie. Esta delicada humana hacía que incluso Fasha considerada por cientos como una muy atrayente hembra, se viese como otro de sus compañeros de casta. ¿Cómo era posible que un ser tan insignificante tuviese tal esplendor? O quizá era esta visión producto de la brujería que sospechaba estaba actuando sobre él, aunque en ese momento no podía en absoluto presentir el llamado que siempre escuchaba al intentar la muy miserable comunicarse con él.

Más otro tipo de llamado menos agradable se colaba entre la negrura del bosque.

El infrasónico retumbar de un grupo en salvaje animo de destrucción. El coro inconfundible de las únicas criaturas salvajes que podía poner en problemas a un saiyan al poseer casi la misma fuerza y uso de ki. Entre las tenues luces del agua, brillaban los enormes ojos negros del peor augurio de muerte para esos tres infortunados invasores.

—¡Maldición! — El encrespado alfa se colocó en guardia, mientras en la distancia veía fulgurar el pequeño rastro de luz de la primera llama que habría de lanzarse en contra de las elegidas presas de esa jauría —¡Fasha sumérgete!

Ella obedeció, justo a tiempo para evitar el letal disparo proveniente del enorme monstruo revelando su faz.  

—¿Dónde están? — Interrogó ella verificando no hubiese entrado agua a los pulmones de la humana que aun protegía —¡Vegeta! ¡¿Dónde están?!

Y escuchó el estruendo del joven, confrontando sin temor la horda de las espeluznantes fieras de fina piel grisácea y filosos dientes del tamaño de su antebrazo.

—Bestia estúpida— Otorgó un golpe a la enorme cabeza que venía a darle caza —Elegiste la presa incorrecta — regresó el gancho evitando el brillo del rayo al fondo de esa garganta, sin poder evadir al siguiente contendiente que se abalanzaba con garras de frente para asesinarlo.

Pese al uso de ki para herirlos, los Groks disuadían el impacto con sus propios disparos neutralizando cada intento del joven por ahuyentarlos, más no podía el alfa atentar contra sus vidas en un lugar que su gente consideraba sagrado. Las creencias de su propia gente dictaban que de hacerlo, un mal augurio perseguiría por siempre su existir.

La mala suerte sin embargo estaba en ese preciso lugar, pues el vulnerable cuerpo desnudo de la terrícola temblaba ahora de modo incontrolable y su cuidadora pensó se acercaba el final.

—¡Demonios! — Intentó infusionar su propia energía  —No te rindas ahora humana ¡Resiste!

Miró entonces a su derecha que las cosas estaban a punto de empeorar, la horrible mueca de otro de esos animales parecía sonreír de una macabra forma en su dirección, los enormes ojos negros saboreando la presa que habría de degustar.

—¡Largo! — Fasha entendía que disparar sería en vano, caminando en reversa para descubrir a otro atacante a su izquierda —¡Lárguense de aquí! ¡VEGETA!

Cerró los ojos al presentir que le saltaba encima, pero la enorme bestia fue repelida con todo y el otro bravío cuadrúpedo por el ahora cansado alfa resguardándolas, cubierto de la sangre de sus previas victimas y sus propias heridas al haber intentado por todos los medios perdonar la vida de los empecinados seres que trataban de matarles.

Más el olor de la sangre a la distancia atrajo a un mayor numero de esas bestias hambrientas, a quienes el duro invierno habría dejado en famélica estampa reaccionaria, aglomerándose una docena de nuevos depredadores dispuestos a morir por venganza.

Los rugidos se incrementaron, una enorme hilera de carniceros con las largas filas de dientes expuestas prometiendo muerte a sus acorralados entes atados de manos.

—¡DAMELA! — Exigió Vegeta tomando de brusco modo el frágil cuerpo de la chica  — ¡SUBE A ESA CUESTA!

Señaló, empezando los dos a escalar a saltos el límite de las cumbres, perseguidos por el furioso grupo de cazadores avanzando a la misma velocidad que ellos y aunque entendía Vegeta que él no corría un verdadero peligro, no podía arriesgarse a perder a cualquiera de las dos hembras que dependían de su cuidado. Presintió bajo los dígitos el estado frio del cuerpo de su rehén e inició el proceso de transferirle su propia energía. Al momento de hacer ese intercambio, una intolerable sensación corrió en sentido opuesto por sus nervios.

Él la conocía.

No tan solo en una forma física, era la energía de esa mujer algún modo parte de la propia, vino a su juicio un entramado inextricable de memorias pasadas y presentes, de las que no podía poner en orden o entendimiento, cual si un fantasma de su propio espíritu permaneciera dormido en el fondo del alma que entre sus manos sostenía.

Vuela— La escuchó el llamado en su mente, el sonido de la manada de bestias anunciando el tiempo de misericordia había expirado al igual que la cúspide del peñasco en por el que pretendían escapar —¡Vuela!

—¡¿Qué tontería estás diciendo?! — Externó, haciendo a la confundida omega detrás mirarlo con desconcierto.

—¡¿Qué?! — Fasha se detuvo, arrinconados en la punta del risco.

Tu… tu puedes.. — Presintió el débil brazo de la humana aferrarse a su cuello— Tu puedes volar…

Debajo de su toque, un recuerdo invadió su pensamiento, un minúsculo instante en otra vida, en otro tiempo, donde se veía a si mismo al lado de ella, lejos de su agresivo talante despiadado y solitario existir.

No podría enseñarte ni aunque lo quisiera — escuchó su propia burla en una voz mucho más madura de la que ahora tenía, la experiencia completa a través de los ojos de ella —Tonta mujer, no tienes control alguno de tu propia energía ¿Cómo pretendes siquiera entender lo necesario? Para poder hacerlo primero debes aprender a concentrarla y liberarla en su punto máximo.

Vislumbraba en la experiencia de la hembra su propia imagen, el truco que todo ese tiempo pensó proveniente de los parásitos de los amos que había estado en su poder desde el principio de los tiempos y apabullado por todo lo implicado, volteó a beber del rostro decaído de la mujer entre sus brazos, mirándolo con el mismo gesto esperanzado.

—¡NO! —Escuchó a la omega advertirle, uno de los groks había conseguido ya alcanzarles y comprendió que lo único que quedaba por intentar era confiar en la enseñanza de la humana. Y se lanzó con ambas hacia el vacío.

El vórtice del helado viento sacaba lágrimas de los ojos de la omega en aterrada estampa, al cerrarlos presintió que el sentido en que caía era opuesto a lo esperado y en vez de acercarse al suelo se alejaba con inmedible rapidez.

Sin poder mas que mantener la boca abierta vio a su salvador sostenerla como una presa, manteniendo sobre si el cuerpo de la humana en un pálido estado casi azulado. Entonces se detuvo en el aire, descendiendo en torpes movimientos sin un rumbo constante, estando ahora demasiado lejos del sitio donde todo comenzó.

—¡¿Cómo estas haciendo esto?! — Interrogó sin poder creer lo que sucedía, sin siquiera querer indagar porque el mismo alfa parecía no comprender lo que el hacía, utilizando toda su concentración por no perder el control de su energía mientras encontraba la forma de bajar sin suponer un riesgo a las pasajeras de ese primer intento de vuelo consciente.

—Cállate ya — Gruñó el joven presintiendo que la bajada no sería tan agradable al ver el suelo tan cerca —…No vayas a gritar.

Finalmente, el trio se estrelló en tierra firme, pero mientras la saiyana recriminaba el dolor en sus huesos por el terrible aterrizaje, comprobó que la carga más valiosa estaba asegurada y aún viva, en los sospechosamente protectores brazos del hombre que no podía dejar de mirarla con un indiscutible brillo de asombro.

 

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Después de una breve caminata, finalmente la nueva residente humana de esa colonia estaba de vuelta en la pila de agua central, con su pequeño tesoro entre manos miró el rededor, de nuevo desprovisto el lugar de un solo indicio de vida a la redonda. Decidida a no tomar otro rechazo como respuesta, tomó una iniciativa diferente y más activa.

Se sentó al borde del corroído metal, los pies descalzos descansando sin descaro alguno por el modo en que su improvisada vestimenta le subía por las piernas. Y con un insolente mohín en demasía confiado gritó a quien fuese que escuchara su voz.

—¡Sólo quería agradecer a quien quiera que me ha auxiliado! ¡Muchas gracias por esto! — levantó en manos su obsequio para sacar un poco de agua en un balde abandonado y disponer a bañarse ahí mismo. Mojo su cabello y rostro iniciando sin tardanza su labor de limpieza y al momento de empezar con otra clase de lavado una testa curiosa la interrumpió.

—¡¿Estas completamente loca?! —La escondida observadora la reprendió impidiéndole empezar a mojarse las piernas—¡No puedes darte un baño aquí afuera!

La brillante joven sonrió, sabía que la insistente recatada actitud de los suyos no podía haber mermado tanto con los años que estuvo lejos. Era esperable que los humanos restantes pretendieran conservar su civilidad debajo de la pudorosa moral que los hacia tan diferentes a los saiyan que detestaban.

Detuvo lo que hacía y corrió hasta esa chica, consiguiendo que esa misteriosa joven se pusiese a la defensiva, más no mantuvo por mucho su recelosa actitud, pues la otra tomó sus manos con tan genuina alegría que era difícil rechazarla de lleno.

—¡Sabia que estaban viéndome! — La nueva integrante sonrió completamente emocionada — Por favor ¡No deben temer! No estamos aquí para dañar a nadie, yo les puedo asegurar que el saiyan que viene conmigo es por completo …

—¿Tú puedes asegurar? —La otra desistió de mantener el anonimato, descubriendo el rostro del velo de gasa que parcialmente difuminaba sus facciones. Bulma pudo constatar que se trataba de una chica muy hermosa rubia, bellos ojos rasgados del mismo color del hielo en su planeta, altos pómulos blancos y una severa mirada que haría a cualquiera rendirse de rodillas por la intensidad—¿Quieres decirme que demonios crees que haces aquí? Si ese animal que viene contigo y nos descubre podría...

—Él no es un animal — Ella frenó las horribles palabras para de inmediato reformular el hostil tono buscando congraciarse —Él es…mi esposo.

Tragó, sin saber que termino parecía menos agresivo a oídos de esa quisquillosa chica, pero todo lo que pensó sonaba mucho más ridículo que esa inadecuada selección de palabras.

La rubia levantó una burlona risita.

—Ahora comprendo — Asintió presuntuosa —Entonces lo que dicen es cierto, los Tsufur te hicieron perder por completo la razón.

—Por supuesto que no —Bulma aseguró igualando el presuntuoso tono de la otra —Escucha, yo solo quería agradecer a quien me haya brindado esta pequeña ayuda…

Al dar un vistazo su oyente a lo que traía entre manos, reconoció de inmediato la hechura del responsable de hacer esa clase de instrumentos tan codiciados.

—Maldita sea…¡KRILLIN!

Se dio la vuelta con una increíble rapidez y Bulma no esperó para seguir las grandes zancadas de la furiosa mujer a la que por los estrechos pasillos de esa desordenada estructura persiguió. Viviendas simples de materiales viejos del encierro, telas viejas y el persistente olor de suciedad diversa. La vio doblar por un estrecho pasadizo, más antes de lograr entrar en una de las minúsculas moradas, la molesta testa dorada puso un alto a la confianzuda foránea acercándose de tan impertinente manera.

—Regresa a tu sitio, entrometida —Recusó plantándole frente, impidiéndole diera un paso más a la privacidad de su propia morada

—Espera, yo no tengo intención de…

—Que sucede aquí? —Salió a encontrarlas una voz masculina, un humano de baja estatura y cabello castaño, cargando en brazos a una pequeña niña del mismo tono de cabello que esa chica pretendiendo intimidarla.

—¿Por qué lo hiciste? — La imperiosa humana que le conocía lo interrogó.

—Vamos, Lazuli — el joven se encogió de hombros apenado, reconociendo a la forastera que ahora tenia frente a la minúscula entrada de su hogar —¿Qué debía hacer? ¡Tiene un bebé! No importa que sea uno de ellos, no deberíamos ser tan inhumanos con el resto.

El empecinado ceño de la furiosa mujer permaneció clavado en su víctima y después de mirar de soslayo a la otra nerviosa mujer dio un largo suspiro. Guardó silencio cruzándose de brazos rendida. No había de replicar lo sucedido, pues bien conocía que esto sucedería después de todos los rumores crecientes respecto a la precaria situación de los nuevos moradores del recinto. Debió adivinar que su pareja haría algo así, después de todo esta era la razón por la que lo eligió del resto.

—Márchate ya— Lazuli musitó sin voltear a ver a la otra chica —No queremos problemas con tu…lo que sea que ese ser es tuyo.

—No los tendrán —Intentó transmitirles Bulma su propia seguridad al notar otro par más de testas curiosas asomándose entre las roídas cortinas de sus hogares improvisados —No estamos aquí para hacer daño a nadie, él no es como el resto de saiyajin que…

Antes de terminar de hablar un temblor sacudió el polvo de los techos en esas oscuras viviendas amontonadas.

—¡¿Qué fue eso?! — Krillin vociferó, tomando el brazo de su pareja para hacerla retroceder

—¡Es el invasor! — Escucharon el grito de otro sujeto en la distancia y el griterío entre los testigos comenzó a tensar la conmoción del ambiente.

Bulma corrió hacia el sitio del que todos pretendían alejarse. El pulso ahogando su propia garganta al comprender que su aseveración estaba a punto de quebrarse en mil pedazos.

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Los contenedores de diferentes sectores liberaban de su interior una gran cantidad de elementos de lucha en las áreas de asignaciones de confinamiento y determinación. Los escáneres corporales evaluaban el estado de la pequeña flotilla de híbridos y purasangre que de inusual modo habían permanecido en desuso por un largo tiempo. Mientras los dueños de dicha cosecha habrían de seleccionar a unos de otros en la recategorización de los mas jovenes para distinguirlos del resto como elites de su propia casta. Detrás de las acorazadas murallas donde los amos les observaban, comerciantes de otro tipo de entretenimientos negociaban la venta de híbridos para el sector privado, entre ellos muchos interesados en el negocio de las batallas consideradas deportivas.

—¿Bandas verdes? —El misterioso incognito en la tunica gris se quejó, observando debajo el modo en que los encargados apilaban unos cuantos jóvenes híbridos gammas de la mejor denominación entre los disponibles — Esto no es lo que acordamos, ¡Yo solicité rojos! Pagué una fortuna a tus lideres por mis gladiadores ¿Qué se supone que presente a mis competidores que incluso tienen herajin entre ellos? ¡Estos pobres diablos no durarán vivos ni dos de las diez rondas de la arena!

—No hemos tenido una buena producción de betas de nivel esta temporada— Explicó en el mas meloso tono ese ilusoriamente apenado proveedor.

—Ustedes encarecen los precios en medidas abusivas— inició el reclamo  —Nuestras contribuciones no son perdonadas cada sesión interplanetaria y ahora no tenemos siquiera derecho a…

La protesta se vio interrumpida por un pequeño tumulto debajo del área de selección, una pequeña contienda se levantaba entre los grupos de betas de mediana edad, mas no habría ese hecho de levantar una sola ceja de los expertos, pues entendían que en cierto modo debian dejarlos expresar sus conductas primitivas para alentar las respuestas agresivas.

—¿Tienen un motín? —El acompañante del comerciante interrogó a sus anfitriones.

—en absoluto, es simplemente una problemática de rutina— Apaciguó el tsufur los ánimos de sus huespedes  —muchas hembras están atravesando el periodo de celo, la luna llegará a su fin y es el periodo más óptimo para tener a sus crías.

—Pero… están golpeando a esa hembra ¿No deberían separarla?

—No es necesario intervenir — Informó con una amable sonrisa puesta y los sorprendidos visitantes detuvieron el juicio interno al ver que la pequeña trifulca cedía su salvaje despliegue al llegar al sitio un joven portando en su sencilla vestimenta el notorio cintillo del color de la casta mas alta. Sin tardanza apaciguó el animo de los contendientes sometiéndolos con la facilidad de un movimiento y a pesar de que la hembra por la que la pelea inició intentó ofrecerse con plena desesperación al guardián del orden, recibió como recompensa una patada del alfa en claro signo de desprecio —Ahí está su respuesta. Nada sucede sin que los más fuertes impongan el orden correcto.

—¿Qué? — Se levantó el comprador mas acaudalado al notar de que clase de saiyan se trataba ese individuo —¿Cinta azul? ¡¿Tienen alfas nuevos?!

—Así es, dos machos — Aseguró el criador —Pero ustedes saben que esos cintos no entran en ningún tipo de negociación.

—Yuzu — El ofendido magnate de los esclavistas le dio un duro semblante —Hemos sido sus mejores clientes por años, no es posible que a pesar de nuestra lealtad no concedan un solo beneficio a sus clientes, con estas medidas absurdas ¡solo conseguirán que su clientela recurra a la búsqueda de especímenes en el mercado negro!

El imperturbable tsufur mantuvo la amable sonrisa sin un solo gramo de preocupación, esas amenazas eran tan vacías como las arcas de híbridos adultos en óptimas condiciones de reproducción.

—Pueden intentar conseguir especímenes del mercado negro — Asintió de amable modo —Maltrechos, viejos y descuidados especímenes del mercado negro. Pero les aseguro en sobremanera que ninguno de esos elementos posee la capacidad de los nuestros. Nosotros les mantenemos en su mejor primicia como puede constatar. Ni siquiera los supuestos criadores del planeta Bhakar han podido replicar más que meros efímeros clones. Nosotros somos los únicos que han podido reproducir con éxito a la especie, la compatibilidad genética es muy limitada entre los pocos homínidos existentes.

—Ningún monopolio vive para siempre — El petulante individuo siseó —Tampoco tendrán por siempre el alfa de banda negra que creen mantener fuera del conocimiento público

—Todos sabemos que aun tienen un Rida de la sangre del legendario…— El otro comerciante asintió —… se sienten muy seguros de su supremacía, pero los oídos de este universo no han pasado por alto el hecho de que poseen también elementos fugados…Tarde o temprano, otro comerciante va a encontrarlos y capturar lo que ustedes no pudieron.

—Lo dudo mucho — Dio el joven Yuzu una engreída risilla. Antes de que los pretensiosos compradores intentaran alegar algo más, otro estruendo en el recinto secuestró la atención de todos los implicados, donde un enorme estallido a la distancia levantaba densas nubes de humo oscuro.

—¿Qué significa esto? — El ahora nervioso tsufur habló a su intercomunicador —Seguridad ¡Envía mecanoides al escaner de la 2077!

La asonada general tenía un motivo y nombre. Restaurada en su totalidad, tras salir del confinamiento en su capsula, la hembra más poderosa entre ellos emergía en completa salud…y en completo ciclo estral despierto. A ella misma ese hecho le era insoportable, habiendo ya sufrido el curso de cinco celos a lo largo de su vida, aguantar el penúltimo era un imposible castigo que en ese momento no sabía si podía perdurar. Su cuerpo dolía producto de la fiebre interna de su instinto obligándola a ceder a un compañero toda costa y era ese hecho suficientemente claro para todos los machos a la redonda, cegados por el atrayente aroma que comenzaba a sacarlos de sus casillas en idéntica forma que a su atormentada dueña.

Una pequeña multitud de elementos turbados por la promesa carnal se acercaban a una prudente distancia temiendo por sus vidas, más la ineludible fuerza de ese instinto les mantenía con los pies pegados al suelo. Simplemente esperanzados a una señal de aprobación y las peleas no tardaron en aparecer.

—¡Largo de aquí escorias! — Un enorme beta de larga melena se dio aparición entre el pequeño grupo, consiguiendo erizar el cabello del resto de sus congéneres demasiado entusiasmados para importarles el nivel de fuerza sostenido por los mejores contendientes dándose cita en el lugar.

Los ánimos se sobrecalentaron, los furiosos combatientes listos para probarse merecedores del premio que suponían obtener al destacar su valía y el primer destello de energía surgió entre los dedos de uno de los contrincantes, listo para pelear por el derecho de acercarse a la afectada fémina, la lívido presente, más no la intención de hacerla su compañera. Todos sabían que vincularse a una alfa era un punto sin propósito.

El estallido de la batalla campal detonó al mismo tiempo que las alarmas del complejo, el selecto grupo de sangres puras en bandas rojas y verdes probando suerte enloquecidos por la adrenalina de exhibirse y la señal química en el ambiente. Un par de híbridos en la primera edad de su propia madurez incluso atreviéndose a tomar parte pues ¿quien habría de rechazar poder someter a sus deseos al ser más poderoso entre ellos? Más entre rugidos, golpes excesivos y disparos cercenando la estructura, la batalla avecinada solo tendría un claro ganador.

De un salto llegó a escena el único posible vencedor entre ellos, unos contra otros quedando congelados en el acto al percibir la demanda que el más alto rango de sus castas exigía con total respeto. Un instante de silencio entre los ojos atentos, todo par de colmillos desplegado con la espalda tan arqueada como las ínfulas de grandeza del nuevo retador.

Más no habría ninguno de ellos de dar un movimiento en falso, pues cada uno entendía el motivo por el que ese alfa estaba ahí. Ondeando la cola con perezosa languidez miró aquí y allá, sin encontrar mirada alguna que le mantuviera la vista, exceptuando uno.

—Maldito seas, cachorro Turles —el enorme y veterano beta gruñó, el cabello erizado en muestra de toda intimidación poseída expelida al máximo — Tu padre era un beta de segundo grado ¡Yo lo entrené! y no creeré los cuentos que los demás han tragado —Escupió a sus pies haciendo al resto de la multitud batir la cola demasiado ansiosos por el desafío otorgado — No importa cuantos trucos pretendas hacernos creer ¡Los amos usaron su magia para cambiarte! para mí no eres más que otro petulante imbécil sin casta.

Cegado por la sangre corriendo a tope, el poderoso beta rodeó al joven sin una sola muestra de respeto, mal aconsejado por el creciente descontento, las feromonas en el ambiente y las dudas insistentes al jamás haber sido testigo de la fuerza del confiado guerrero mirándolo con presuntuoso interés. En los ojos de cada viejo saiyan del vasto planeta, no había mayor infamia que ser confrontados por meros críos de primera monta.

Bajo un grito el retador electrizó toda su aura, todo el potencial insistente con el que pretendió poner fin a ese descarado rival. La valentía de su acto opacado por los mecas que en ese instante ingresaron para intentar amortiguar las señales del parasito sin éxito. Todo elemento material fue pulverizado por la misma mano de la hembra en discordia quien, sofocada en su propio sudor, les daba una risa despectiva disfrutando el espectáculo que consideraba en demasía entretenido. Agotada por su propia febril respuesta, se recargó en el límite de la destruida carcasa de lo que fue la estación de recuperación y les dejó proseguir el duelo eliminando distracciones.

Otro atrevido sujeto cayó presa del candor de la situación, irrespetando al alfa al saltarle encima sólo para ser cercenado en tres partes por un rápido giro en los letales cortes precisos del poderoso líder. Al tiempo en que los pedazos caían al suelo les dio un espeluznante siseo y el resto de los testigos de la carnicería inflamaron el ánimo de resarcimiento. Cada macho envalentonado se lanzó a cobrar la orden impuesta en sus subconscientes, jugándose el todo por el todo, la inevitable sensación animal de probarse en contra de aquel a quien todos temían confrontar. ¿Quién de ellos podría ir en contra de lo que su sangre ansiaba? Todos sosteniendo la estúpida creencia de que la confianza en sus habilidades bastaría para ser elegidos de algún milagroso modo.

Y el espectáculo sangriento transcurrió tal como se esperaba. Casi ninguno logró atinar mas allá de un par de golpes, recibiendo el brutal exceso de los viles castigos que ese ágil joven propinaba, la sangre y descargas de energía manchando la espontánea arena de combate y los amos decidieron intervenir antes de perder a todos sus mejores elementos en manos de ese en extremo agresivo contrincante invencible.

—¡Maldita sea! ¡¿Por qué pelean contra el alfa?! ¡¿que es lo que están haciendo los mecas?! —El jefe de operaciones ladró a sus lacayos

—¡No responden! —Explicó el especialista —¡Quizá deberíamos neutralizar a todos en…

—¡Espera! —el atento líder miró abajo la batalla finalizada —…¡IDIOTAS! ¡¿Es que nadie suprimió el celo de la 2077?!

Corrió de inmediato al área de emergencia, pues temía este tremendo error le costara la cabeza al ver como el joven alfa se daba paso hasta ella…como el inequívoco vencedor.

—Te advertí que este momento llegaría —Turles jadeaba cubierto en los restos de sus presas, fascinado por el raudal de adrenalina proyectado en sus músculos, sosteniendo a rastras el inmóvil cuerpo de aquel que inició la contienda; más la tentadora imagen al frente no le dejó recordar que debía acabar con la vida de ese rival menguado, pues la boca de esa manzana de la discordia le sonreía con la más abierta invitación latente.

Y él sabía no tenía tiempo que perder.

Tiró al vencido de inceremoniosa forma y de dominante modo capturó a la hembra sin demora, no hubo un solo instante de cortesía para su añorada elegida, pues no tardó mas que un mero segundo en despojarla del uniforme de categorización con rudo desespero, descubriendo el premio que siempre sospechó tendría tal magnificencia, no había una zona invulnerable en ese increíble arsenal de femenina fuerza. Antes de que ella pudiese replicar la tomó del cabello, sometiéndola en el suelo con toda la fuerza de su cuerpo, robándole la posibilidad de siquiera moverse, respirar o responder, mientras ella ya entendía lo que el hacia al colocarse detrás de esa burda manera.

—Quedate quieta— Gruñó en su oído presionando su cadera contra la de ella —Voy a darte lo que tanto deseas…

No esperó, no la preparó siquiera como su especie acostumbraba al probar el estado de madurez en su celo, simplemente la irrumpió en un solo movimiento y ella lanzó un quejido para de inmediato cerrar los ojos adolorida a la vez que fascinada por la desconocida sensación de ser montada, todo aquel presenciando el acto lo hacia con la mandíbula hasta el suelo, pues nadie podía creer que algún día el ente más temido llegara a ser reducido de ese patético modo por las manos de un mero alfa novato entre ellos.

El joven no detuvo su brutal actual, anonadado por la sobrecogedora sensación grata, resonando ansiosas carcajadas mientras apretaba el ritmo con que entraba y salía de la doblegada mujer, presintiendo la deliciosa tensión concretada al haberla anudado, a sabiendas que su suerte acabaría en el momento en que ella recobrara la conciencia. Era esa experiencia tan fascinante que él mismo chirriaba los apretados dientes intentando mantener el control sobre la fuerza que debía imprimir para someterla y la soltura con la que acrecentaba el sonoro choque de su carne contra la de ella, la emoción era irrefrenable y debajo de un audible gemido, su primera descarga explotó. Ambos cayeron presas del inigualable efecto de recibir el abrasador detonante del otro.

La sentía constreñirlo, vaciándose por completo a la señal de ese inesperado placer imposibilitándole la razón, todo capilar o célula vertiendo a mares las dosis de ese abundante afrodisiaco y el placer se transformó vertiginosamente en dolor, haciéndole desfigurar el rostro por su propia anatomía anunciando sería desgarrada, causa de la estructura de su casta comenzando a romper su propia cubierta natural. Escuchaba a su pareja gemir descontrolada, cuando él estaba viviendo enteramente lo opuesto.

Más sabiendo el límite cerca de lo que ya vendría a concretarse, un cruel giro de eventos llevo a convertirse ese delicioso paraíso en el peor tormento. A tiempo para evitar concederle el mayor triunfo y ser marcada; Sadrah lo volteó incrustándolo en el suelo. La poderosa mano en su garganta pretendía asfixiarlo y sin obtener el miedo que deseaba, su furioso compañero le lanzó un gruñido para buscar fijarla con más fuerza a él, sin detener el ritmo de sus embestidas en absoluto. No le iba a conceder desistir, no cuando estaba tan cerca de engancharla. Entonces ella lo separó de su interior por la fuerza, en el previo momento exacto de su culminación.

El dolor para ambos era insoportable, rodando por el suelo la temeraria hembra se miró a si misma rasgada en girones por el atrevimiento de tal salvajismo, pero no habría de lloriquear por la viva herida y sangre corriendo, pues en peor medida lo veía a él padecer en horrendos temblores el precio de ese tosco arrebato, ardiendo la brutalidad del trato a su miembro y resintiendo el costo de su casta con el arpón desflorando su propio tejido.

A pesar de lo que eso implicaba, Turles no lloriqueó un solo lamento. Sin embargo, el dolor era suficiente para mantenerlo inmovilizado y en seguida le cayó encima un castigo mayor al ya sufrido. La temible ozaru negra se decidió a demostrarle porqué era la peor amenaza entre ellos. A pesar de sus propias heridas abiertas corrió hasta su presa, sin tardanza comenzó el duro contrataque que el joven pensó le costaría la vida, lo sostuvo en el aire dándole el implacable gancho más duro jamás proferido, arrojándolo hasta el límite de las jaulas de contención y áreas de censo. Los testigos de pie se aglomeraron en zonas fuera de peligro y entre ellos el hermano mayor de la principal víctima quien veía con horror como un destrozado Turles se levantaba con la defensa en alto, apenas bloqueando el puñetazo que sobrevenía de la otra alfa en brutal contienda.

—¡Enfréntame basura cobarde! —La enloquecida mujer exigió, su orgullo clamando resarcimiento mientras su cuerpo rogaba fuera ese elemento digno de merecer lo que por desesperación había osado concederle, como el primer hombre al que cedía un celo.

—¡Perra traicionera! —Turles rugió al límite de su cólera —¡Vas a llevar mi marca aunque no lo quieras!

Colisionó en sentido opuesto, su entera fuerza apostada en vencerla, más ella recibía el intento como un decepcionante halago a falta de lo que verdaderamente sentía necesitar. Lo torturó con todo el poder de su privilegio innato, se decantó en romper los huesos con los que pretendía bloquear sus peores golpes, el rostro del alfa sacudido de un lugar a otro por los duros reveces con que ella le demostraba su superioridad sin tegua. No tenía esa Rida intención de mostrar piedad alguna, pues este contendiente no poseía ninguna de las señales que su cuerpo ansiaba para saciar su entrega. No había en el joven la química correcta que alguna vez soñó encontrar en el macho al que se uniera. Sin embargo, no poseía otra mejor opción a la cual apostarse, pues sospechaba este sería el ultimo celo que habría de cursar.

Su pelea no concluiría ese día, pues la imperiosa necesidad de aletargar sus fuerzas se cernió sin que ninguno así lo buscara. Cayeron de rodillas, luchando contra su propia voluntad que los obligaba a regular la respiración lenta y bajar el ritmo cardiaco. Cuando pusieron atención a su medio determinaron la causa de ello. Mecanoides en todas direcciones, los cuales bajo el descuido de esa distracción habían permitido acercarse demasiado. Sadrah fue puesta de inmediato bajo control, había que ingresarla de vuelta al área de recuperación y suprimir su estado. El otro quedó parcialmente inmovilizado gruñendo a voz de toda maldición conocida su gran descontento, pues sabíaa su oportunidad de oro no volvería a repetirse en los próximos años o quizá, nunca más.

—¡AMOS MALNACIDOS! —Gritó el joven rendido, por completo destruido y mirando con absoluto desencanto como su ansiado trofeo se le escapaba de las manos.

—¡Eres un idiota!—Escuchó la voz de Raditz detrás, pretendiendo inmovilizarlo antes de que el tonto terminara de romperse más huesos intentando luchar— Te dije que Rida Sadrah no aceptaría ¡Mira el estado en que te dejó! No hagas algo estúpido ¡quédate quieto!

Podía Turles ver la consternación en su hermano quien, presintiendo que alguno de los seres a los que laceró tomara venganza de su terrible estado, se colocó a la defensiva  intentando servirle de escudo mientras los amos lo liberaban del control. Pasados unos instantes, los droides se lo llevaron y nadie más peleó por ese día.

El joven cerró los ojos al presentir que otro par de mecanoides lo ingresaban al tanque para restaurarlo y dejó a la somnolencia ganar su atención. Esto no sería una total derrota, ya encontraría la forma de volver a seducirla o…someterla por la fuerza.

 

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Después de haber visto a Bulma partir, él se quedó al resguardo de su única cría. Mas cierta impaciencia imperaba en su conducta, ya que una sensación de nuevo flotaba en el aire. Sus atentos sentidos podían ya percibir en toda regla lo que noches anteriores sospechó; ahora lo tenía de cierto…otro ente de su propia especie merodeaba ese mismo lugar y la coincidencia no podía ser más fascinante.

Una altiva sonrisa se dibujó reluciendo los colmillos, pues estaba completamente seguro de percibir la casta que menos esperó encontrar en ese particular sitio. Levantó la vista al horizonte cercano, el punto exacto donde percibía ese olor provenía. Dio un vistazo a su cachorro, al que había acomodado dormitando en las telas que su madre consiguió y decidió que una pequeña investigación no le haría daño a nadie que de verdad le importara.

Desfiló rumbo a su objetivo, sin importar la evidente desobediencia que hacía sobre el criterio de su hembra, traspasando los límites de la colonia humana en dirección a donde ese olor se intensificaba, era un rastro inconfundible y el instinto de confrontarle ganó sobre la mesura con la que habría prometido a Bulma conducirse.

Tan solo un segundo después de su veloz carrera, distinguió aquello que habría venido a buscar, más una clara conmoción lo invadió al distinguir la infamia a la que ese particular elemento había sometido su fisionomía, un lisiado en todo aspecto social y físico, quien pese a todo ese peligro que irradiaba su presencia, ni siquiera se había tomado la molestia en seguir ocultándose. De espaldas a su competidor, se encontraba de pie un inequívoco rastro omega y su poseedor era nada menos que un macho.

Otro joven macho saiyan…sin cola.

Kakaroto gruñó, los ojos sorprendidos tornados en visible descontento, aguzando el ceño en contra de esa apocada presencia, pretendiendo ese tonto imponer su poco estado de fuerza frente a él. No era tan solo la peor falta de respeto y clara irreverencia, sino un acto tan inusual como ver de pronto el aire tornarse agua.

—No voy a luchar —El chico musitó en baja voz, los antes puños tensos, adquiriendo un vencido ademan complaciente —Tan solo te pido…que perdones la vida de los míos.

—Ya no habla mi lengua— Externó en mala dicción humana su oyente, bajando la pequeña cuesta con la cola suelta —Omega traidor, olvida su especie y me reta.

—No lo he olvidado — El otro externó en amargo reproche—Simplemente no me considero más uno de los de tu primitiva especie injusta.

Su aseveración le concedió un horrible rugido de advertencia, el alfa le rodeó amenazante, sacudiendo su negro cabello intentando regular su enojo por el sacrilegio, los colmillos visibles sin dejarle adivinar el estado de animosidad que su afirmación le provocaba ¿Quién demonios se creía este tonto para hablarle de ese modo? En peor medida se preguntaba ¿Cómo había hecho para hacerse pasar por uno de los humanos con éxito?

—En rodillas, solaz —Siseó sin que el otro pretendiera oponerse, el instinto de ese misterioso joven lo gobernaba en un sentido mucho mayor al miedo, de sumiso modo se arrodilló bajando la vista y exponiendo de modo irreflexivo su cuello ante el otro — ¿Qué hace aquí? ¿Cómo llegas?

—He residido aquí por mucho tiempo —Externó sin ánimo de ocultar la verdad, pues presentía la imposición telepática de su superior obligándolo. La tortura a la que sería sometido no era un secreto entre los suyos; el ser hallado por un alfa macho solo podía significar dos cosas, una muerte rápida o una humillación vergonzosamente lenta —Si has de imponer tu derecho de dominio te ruego sea mi castigo la muerte y no…

Intentó, pero no pudo terminar. Una fría risa detrás haciéndole entender que aquel sabía a la perfección cuál era su mayor temor inscrito y se lo iba a hacer pagar.

—Solaz teme cobre mi derecho — Farfulló en oscura nota, dando una risilla insolente hasta ponerse detrás de su víctima, muy cerca, en completa contravención al insistente tremor de aquel al que intimidaba — Agáchate.

Ordenó y el chico obedeció, temblando por saber que no habría salida a vivir el peor castigo proferido a los de su clase. No tenía escapatoria alguna a lo que supondría ocurriría, cerró los ojos tiritando por la impotencia de no poder negarle lo que suponía haría para humillarlo, pero antes de sentir el primer indicio de su castigo perverso, otra clase de risa mucho más ácida le brindó un escalofrío.

—Nunca obtendrá de mi ese gusto — zumbó en su oído, para de inmediato presentir la terrible patada en el torso que lo envió a sepultarle debajo del terruño en el que su hogar se erigía. El tamaño del golpe levantando el sustrato, alertó a todos los lugareños que pretendieron en su mayoría huir, mientras pocos curiosos se quedaban a investigar lo ocurrido en resignado terror por lo profetizado entre ellos.

El perpetrador de ese ataque se encrespó, loco de contento, simplemente relamiendo los dientes por la diversión tan impensada que había encontrado escondida en ese lugar. Sin pausas saltó hasta su víctima, para sacarlo del suelo como la cosecha que de tan ansiosa forma pretendía segar.

—Este es ahora mi territorio — Anunció a la controvertida cara escupiendo arena. No podía el invasor poner un freno consciente a lo que su instinto reclamaba para imponer su primal dominio, arrojó de nuevo al suelo al chico e iba a cobrar otro revés, cuando un par de ojos azules le detuvieron sin pensar en las posibles catastróficas consecuencias de interferir.

—¡No lastimes a papá! — Intercedió una criatura, de apenas un par de lunas de vida, cerrando sus diminutos puños con toda la intención de hacerle frente a aquella colosal amenaza contra la que no tenía una sola posibilidad. Y fue ese hecho lo que terminó abstrayéndolo del asesino trance instintivo, pues dos hechos inverosímiles se solidificaban justo frente a él en ese nefasto instante.

Esta valiente mini fiera de oscuros ojos índigo, era sin lugar a dudas un hibrido, lo que conllevaba a la segunda imposible situación descubierta: Ese miserable omega había conseguido de algún modo preñar a una humana.

—Vuelve a casa Kyuri —El otro sangre pura comandó al menor, pretendiendo escudarlo —¡VUELVE YA!

—¡No papá! — El pequeño se impuso sin rastro de temor alguno y el agresor se sintió por completo avergonzado, recordando en ese tierno semblante de cabello oscuro su propio pasado, la misma desesperación recibida en su subconsciente al haber pretendido defender a su madre de las garras de su negra suerte. Retrajo los colmillos pretendiendo encontrar raciocinio en sus absurdos actos, mas no había de lograr imponerse por completo a lo que su instinto comandaba de modo tan incipiente ¿Cómo es que él mismo habría caído en lo que juró jamás cometer? ¿Qué clase de maldad innata poseían los suyos para haber él olvidado de tan traicionera forma la causa de su total desconsuelo?

—¡Tarble! —Escuchó entonces otra voz correr a ellos, una jovencita de oscuro cabello largo, quizá menor a ese omega. Poseía la chica el idéntico arrebato férreo de su propia hembra. La fiera mirada índigo puesta sobre él —¡No te atrevas a tocarlo! — Apresuró el paso confrontándolo, abrazó a su pequeño para ponerse a resguardo del otro saiyan con el rostro en un blanco de muerte. Rogando ese omega en silencio una misericordia que sospechaba no obtendría de un ser que era infinitamente más poderoso que él.

Y el contrariado verdugo dio un trago amargo, sin poder sopesar el cargo de su arrepentimiento al retornar el sentido moral de lo hecho.

—¡Videl, vuelvan a casa! —Ordenó el de menor casta a los suyos, intentando colocarlos detrás —No es momento de discutir ¡aléjense de aquí!

—¡¿Por qué haces esto?! —La muy joven humana preguntó, sin poder mover un solo milímetro de su rostro debido al inmenso temor —¡¿Qué es lo que él te ha hecho?!

El controvertido agresor resopló, furioso de nueva cuenta por soportar tal desplante de irreverencia y vulnerabilidad, nublada su previa flama hostil por no poder disociar de los ojos de sus presas a su propia familia inusual. Dio un par de pasos atrás sin dejar de erizar cada cabello en su fisionomía. Sin embargo, pese a lo que esto indicaba a los ojos de un inexperto, el saiyan en el suelo comprendió con ello que la contienda había acabado. Se preguntó por un instante si estaría en presencia de alguna clase de fenómeno natural como él mismo lo era. Las probabilidades que abogaron en contra de su supervivencia se encontraron cegadas ante ese gesto de apabullante condescendencia. Un alfa permitía seguir su camino a un omega sin consecuencias. Era un acto completamente anormal.

Más una mirada encolerizada observaba toda esa situación desde la ignorancia de su percepción equívoca.

—¡GOKU! —La femenina voz corrió adelantándose a los cientos de semblantes escondidos y acongojados —¡No lo hagas! ¡¿Te has vuelto loco?!

Bajó la pequeña cuesta a toda carrera consiguiendo de su oyente otra clase de respuesta feral que por un momento le causó un irremediable miedo. Se detuvo a unos pasos evaluando el estado casi animal del aura de su pareja, mostrándole los colmillos en la misma hosca manera que habría hecho contra Tarble y su familia. La cola casi muerta en el suelo donde solo la punta parecía no encontrar estado alguno de sosiego. Se adelantó con fuertes zancadas hasta ella y antes de estar en cercanía dio un ultimo vistazo por encima del hombro hacia el joven poniéndose de pie. Siseó una nota baja y sin demora alguna tomó el cuello de su humana y la marcó bajo la vista del otro.

Bulma dio un grito, apartándose encolerizada al proferirle toda maldición recordada, a pesar de que él lamió su herida de inmediato, miró incrédula como su pareja ni siquiera pretendió voltear a verla, los ojos clavados en el otro saiyan mientras se limpiaba con la lengua los restos de sangre en la boca. Entonces dio la vuelta sin una sola explicación y desapareció con la velocidad de un pensamiento.

La nueva recluta humana se quedó ahí, con la mano en la marca abierta, resintiendo todo el ánimo confuso en su compañero sin querer permitirle hacer contacto con ella. Cerró los ojos intentando bloquear su insistencia, estaba demasiado avergonzada y adolorida para dejarle pasar esa salvaje conducta como usualmente hacía. Más su renuencia a moverse fue confundida por las otras mujeres con dolor y aquella que antes la despreció, encontró bajo ese encuentro la voluntad de abandonar la previa hostilidad con que la trató.

—¿Estas bien? — Lazuli se acercó intentando servir de ayuda —Déjame ver esa herida…

Extendió una mano hasta tomar la que cubría la mordida, pero rápidamente obtuvo una negativa, cargada de un resignado suspiro.

—Estoy bien — Se apartó de inmediato —Es… es algo normal para un saiyan.

Explicó al tiempo que otro pequeño grupo de curiosos se atrevía a acercarse a la causa de desconcierto en toda la colonia. No notó Bulma el semblante estupefacto de la otra chica a la que pretendió salvar, quien nerviosa tallaba su propio cuello mirando con cautelosa furtividad el rostro de su pareja curtido de alguna especie de reflexión interna. Sin tardanza los tres pretendieron desaparecer entre el gentío que pronto sublevó el incidente. Los incognitos habitantes de ese mundo no necesitaban levantar mas sospechas de las ya establecidas y desaparecieron de la escena sin dejar rastro alguno.

Respondió Bulma por un largo rato las preguntas que cada uno de los habitantes pretendió hacerle, todos demasiado sorprendidos por la forma en que la humana pareció controlar al que todos consideraban el peor demonio que alguna vez hubiese habitado sus tierras.

La joven intentó deshacerse de las interacciones diversas sin poder adivinar si su hijo se encontraba en algún sitio seguro o ese desagradecido se había atrevido a venir a buscar problemas dejándolo a su suerte. Cuando corrió de vuelta a su pequeño bunker, otra clase de malas noticias se anunciaban, pues a pesar de encontrar a su hijo plenamente dormido y a salvo, no pudo localizar a su pareja en ningún sitio. Mas no había de adivinar lo sucedido con dificultad, en cercanía una fila de mecanoides resguardaba la entrada lateral, los rastros visibles de otro contenedor de captura eran restaurados por los robots y ella entendió el motivo por el que no habría de hallarlo.

Una misión le había sido asignada.

Se quedó sentada en el sitio, recordando ese terrible encuentro mientras tallaba la herida obtenida con un amargo resentimiento. Trajo a su mente los ojos bajo los que la dominó, el trato cruel que vio otorgarle a ese pobre chico y se preguntó si el amor que por él sentía era legítimo o el mero producto de un vinculo bajo el que ninguno podía mandar de manera consciente. Cuestionándose la legitimidad de los sentimientos que a él le atribuía, la enorme confianza que en sus manos ponía, había sido esa breve respuesta salvaje suficiente para recordarle la clase de seres que los saiyan eran en realidad ¿Y si no la amaba y era todo un truco instintivo conducido por su marca? ¿Estaba apostando el alma en torno a un ser que jamás la vería como un igual sino una propiedad? ¿y si verdaderamente era en mucho mayor medida un ser salvaje sin capacidad de cambiar?

Poco sospechaba la triste humana que su compañero podía sentir en sí mismo la tribulación detrás de sus dudas y dolían en la misma medida en que ella dudaba de su verdadero sentir. Se recargó el amordazado ente en su jaula, resintiendo el resquemor de su previo acto y es que ¿Cómo habría de explicarle sus razones si ella no le permitía traspasar su barrera de confianza? Si hubiese de fluctuar su sentir en tal instancia cada vez que su necesidad instintiva lo obligara a actuar ¿Cómo iba a convencerla de lo mucho que él sentía amarla? La había elegido a pesar de lo incorrecto, a pesar de todo lo opuesto y su sentido de la propia preservación. La admiraba y respetaba como el eco de su inalcanzable bruja Tsafir que desde un principio lo fascinó ¿Por qué no era para ella suficiente razón? Perdió la voluntad de exigir el respeto de sus captores sin hacer un solo gruñido de advertencia, pues el dolor interno de él mismo ser lo que era, se instalaba en una pesada consecuencia que no podía de ninguna forma evitar. Por un momento envidió la suerte de ese omega a quien su casta permitía dilucidar la correcta selección entre el bien y el mal, quien jamás sería victima de su propia moral por causa de la irresoluble necesidad de dejar salir a su instinto. Pues, empezaba a asomarse una cruel idea que no había tomado el tiempo de explorar debido a su fatal enamoramiento ¿Qué tanto una humana sería capaz de perdurar la difícil tarea de amar a un saiyan?

Y calcular una probabilidad, era una dolorosa agonía que no deseaba averiguar.

 

Notes:

Muchas gracias por la paciente espera, espero haya sido de su agrado, mil gracias por todos sus hermosos comentarios, kudos y apoyo.
Lo valoro muchísimo.

Notes:

Gracias por leer, me tiene un poco insegura pero espero haya sido de su agrado.