Chapter Text
"Como hermana mayor, siempre supe que era la favorita de mi padre, su orgullo y su debilidad, pero cuando vi cómo esa misma persona que me amaba incondicionalmente lastimaba y humillaba a mis hermanos, no pude cerrar los ojos; elegí protegerlos a ellos, porque el amor verdadero no se mide por favoritismos, sino por la capacidad de defender a quienes más lo necesitan, incluso si eso significa enfrentarse a quien más amas."
Una parte de mí está atrapada en una encrucijada emocional respecto al destino de Mikael Mikaelson. Por un lado, sé que Freya siente un amor profundo y complicado hacia su padre; por otro, estoy segura de que los hermanos Mikaelson merecen justicia por todo lo que él les ha hecho.
Con un peso en el pecho, camino hasta la puerta de la habitación de Freya. Dudo por un segundo, pero finalmente toco con suavidad.
-Adelante -dice su voz desde adentro, tranquila y segura. Cuando entro, me recibe con una cálida sonrisa maternal. -Oh, Caroline, ¿necesitas algo?
-Freya, necesitamos hablar. -Mi tono es firme, directo. Lo suficientemente serio como para que su sonrisa se desvanezca y una ligera tensión cruce su rostro.
-¿Sucede algo? -pregunta, y puedo notar la preocupación creciente en su mirada.
Respiro profundamente antes de soltarlo.
-Es sobre tu padre. -Mi voz no tiembla, pero siento el nudo en mi garganta. Esto tiene que salir de mí antes de que me consuma.
Freya se pone alerta de inmediato, su cuerpo se tensa.
-¿Qué sucede con él?
-Sé dónde está. -Lo digo rápido, sin rodeos.
La incredulidad se refleja en su rostro mientras sus ojos se abren con sorpresa.
-¿Qué? -exclama en un susurro, casi como si no quisiera oír la respuesta.
-Mikael está sepultado en un cementerio en Carolina del Norte -continúo, tratando de mantenerme calmada. -Está junto a una estaca de roble blanco.
Freya se queda en silencio, procesando mis palabras. La mezcla de emociones en su rostro es desgarradora: amor, culpa, rabia y una tristeza que parece infinita.
-¿Quién más lo sabe? -pregunta finalmente, con una voz apenas audible.
-Bonnie, Kol y yo. Pero nadie más, al menos por ahora. -Hago una pausa, buscando sus ojos. -Freya, necesitamos actuar antes de que alguien lo encuentre. Si lo liberan... no sé si podremos detenerlo.
Ella baja la mirada, sus manos se tensan contra sus muslos. Parece debatirse consigo misma, dividida entre el amor filial y el peso de los hechos.
-Es mi padre, Caroline -murmura, como si tratara de justificarse a sí misma.
-Y sé que lo amas, Freya. No estoy aquí para juzgar eso. -Mi voz suaviza, pero no pierdo la determinación. -Pero también es un peligro para todos, especialmente para tus hermanos.
Freya asiente lentamente, sus ojos ahora fijos en mí con resolución.
-Mañana iremos por él. -Su tono es firme, aunque puedo notar el dolor escondido detrás de sus palabras. -Pero quiero ser yo quien lo maneje.
Asiento, sabiendo que esta decisión no fue fácil para ella.
-De acuerdo. Lo haremos juntas.
Freya me dedica una pequeña sonrisa, débil pero agradecida. Ambas sabemos que mañana no será sencillo, pero es un paso necesario para proteger a todos los que amamos.
Cuando Caroline me dijo que sabía dónde se encontraba mi padre, una tormenta de emociones me invadió. Amor, ira, desesperación... e incluso una chispa de esperanza. Pero aunque lo amo, aunque una parte de mí añora al hombre que una vez fue, sé que no puedo ser hipócrita. Del mismo modo que odio a mi madre Esther por todo lo que nos hizo, sé que mis hermanos odian a mi padre por las cicatrices que dejó en ellos. Y aunque me duela, aunque este peso parezca insoportable, debo elegir. Elijo a mis hermanos.
Con el corazón roto, cierro los ojos y dejo que los recuerdos de mi padre floten en mi mente. Siempre lo recordaré como el hombre bueno y alegre que solía ser, el que me enseñó a cazar, el que me protegió cuando era niña. Pero también sé que para mis hermanos, él es un monstruo, un villano en sus historias.
-Lo siento... -murmuro, sintiendo las lágrimas correr por mis mejillas.
El nudo en mi garganta se hace insoportable, así que conjuro un hechizo de silencio para que nadie escuche lo que está por venir. Y entonces dejo salir el grito que llevaba conteniendo, un alarido de puro dolor que rasga mi pecho. Me desplomo en el suelo, abrazando mis rodillas mientras las lágrimas caen sin cesar.
El eco de la soledad llena la habitación, hasta que escucho a alguien llamar a la puerta. Pero no tengo fuerzas para responder. No puedo hablar, no puedo moverme. Solo quiero desaparecer en este abismo de dolor.
La puerta se abre lentamente, y siento una presencia entrar.
-Freya, Dios, ¿qué te pasa? -La voz de Enzo atraviesa la niebla de mi mente.
Lo escucho cerrar la puerta y asegurarla con el pestillo antes de que se acerque a mí. Enzo se arrodilla a mi lado y me envuelve en sus brazos, fuertes y protectores.
-Ya está bien, Freya. Llora todo lo que necesites. Estoy aquí contigo -susurra, su voz cálida y reconfortante.
Un sollozo desgarrador escapa de mis labios, y siento que su abrazo se estrecha.
-Duele... duele tanto... -logro decir entre lágrimas, mi voz quebrada.
-Lo sé -responde con suavidad, mientras su mano acaricia mi cabello en un gesto tranquilizador. -Pero no estás sola. Estoy aquí.
Cierra los ojos y empieza a tararear una melodía suave, casi como si intentara calmar el caos que llevo dentro. Su voz es un ancla, un recordatorio de que, incluso en mi peor momento, hay alguien dispuesto a sostenerme.
Lloro hasta que siento que ya no tengo lágrimas, hasta que el dolor se convierte en un peso sordo que se instala en mi pecho. Enzo no dice nada más, solo se queda conmigo, como una constante, como un faro en medio de la tormenta. Y aunque sé que la herida tardará en sanar, en ese momento, me aferro a su presencia y permito que su apoyo sea suficiente para mantenerme en pie.
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Abro lentamente los ojos, pesados y adoloridos, como si hubiera llorado durante días enteros. La habitación está en silencio, salvo por la respiración constante de alguien más. Es entonces cuando noto que estoy acostada sobre el pecho de Enzo. Parece que, después de quedarme dormida, me llevó a la cama.
-¿Te sientes mejor? -escucho su voz profunda, cargada de suavidad.
Asiento débilmente, aunque sé que todavía queda un vacío dentro de mí.
-Me siento mejor... Gracias por todo, Enzo -murmuro con voz ronca por el llanto.
Él se mueve ligeramente, pero no me suelta.
-¿Qué sucede, Freya? -me pregunta con una preocupación palpable.
Sus palabras me hacen recordar el peso que llevo sobre los hombros, y siento una punzada en el pecho. Suspiro profundamente, tratando de encontrar la manera de explicarle todo.
-Es mi padre... -le digo, con el corazón en la garganta. Y entonces, poco a poco, le resumo lo que Caroline me contó, los recuerdos que me atormentan y la maraña de emociones que siento.
Hablar con Enzo siempre ha sido tan fácil. No hay juicios, solo escucha, paciencia y comprensión.
Cuando termino, él me mira con una expresión suave pero firme.
-Estoy aquí para lo que necesites, Freya. Siempre. Y sé que los demás también están de acuerdo conmigo: eres parte de nuestra familia. -Hace una pausa, y veo un destello de ternura en sus ojos antes de que continúe-. Lo que estás haciendo requiere muchísima valentía y fuerza, más de lo que la mayoría de las personas podrían reunir.
Sin decir nada más, Enzo se inclina y deposita un beso en mi frente. Es un gesto tan simple, pero lleno de consuelo, como si quisiera sellar sus palabras en mi alma.
-Estoy orgulloso de ti, Freya. Sé que harás lo correcto, porque hacer lo correcto nunca es lo más fácil.
Sus palabras calan hondo en mí, y por primera vez en lo que parecen días, siento una pequeña chispa de paz. Aunque mi corazón aún está roto, aunque la decisión que debo tomar pesa como una montaña, sé que no estoy sola. Y eso, al menos por ahora, es suficiente.
-Creo que hice algo terrible-. Entro a la habitación de Bonnie con las manos temblando y el corazón apretado. Ella me mira desde su cama, dejando el libro que estaba leyendo a un lado.
-¿Qué hiciste? -me pregunta con suavidad, como si supiera que cualquier palabra brusca me rompería más de lo que ya estoy.
-Le conté a Freya sobre Mikael -respondo al borde de las lágrimas, y cuando el primer sollozo se escapa de mis labios, siento las gotas calientes recorrer mis mejillas. Bonnie se levanta inmediatamente, cerrando la distancia entre nosotras. Sus manos cálidas se posan en mi rostro, limpiando mis lágrimas con delicadeza.
-Hiciste lo correcto al decírselo. Freya es parte de nuestra familia, Caroline. De nuestro aquelarre. Es una de nosotros, y tiene derecho a saber lo que vamos a hacer. Mikael es su padre, después de todo -susurra mientras me envuelve en un abrazo que no sabía cuánto necesitaba.
-¿Y si me odia? -pregunto con la voz rota, aferrándome a ella como si fuera mi salvavidas. Las palabras fluyen entre sollozos descontrolados-. Sé que Mikael fue un buen padre para ella. Pero también sé lo que vivieron Finn, Elijah, Kol, Rebekah y, sobre todo, Klaus. Sé cuánto daño les causó. Mikael no fue solo un mal padre para ellos, Bonnie, fue su peor pesadilla, y los ha cazado como si fueran animales durante siglos. Pero no quiero perder a Freya... No quiero que me odie por esto.
Bonnie acaricia mi cabello con ternura, y su voz es un ancla que me trae de vuelta del borde del abismo.
-No la vas a perder, Line. Freya entenderá. Ella sabe diferenciar entre el padre amoroso que recuerda y el hombre que lastimó a sus hermanos. Hasta Kol está de acuerdo conmigo en esto.
-¿Kol? -pregunto con un atisbo de incredulidad mientras me separo ligeramente para mirarla a los ojos.
-Sí. Kol está aquí conmigo y está de acuerdo. Dice que hiciste lo correcto -responde Bonnie, mostrándome una sonrisa tranquila que alivia un poco la carga en mi pecho.
-Pero... ¿y si Freya no lo ve de esa manera? -murmuro, secándome las lágrimas con la manga.
Bonnie sacude la cabeza con paciencia.
-Hiciste lo correcto, Caroline. Ahora lo único que queda es esperar la decisión de Freya. Ella es más fuerte de lo que crees y también más justa.
-Gracias, Bonnie -susurro después de un momento, dejándome caer en su abrazo otra vez-. Gracias por siempre estar cuando te necesito. Y gracias a ti también, Kol.
-Siempre y para siempre, por los siglos de los siglos -me susurra Bonnie al oído con voz suave y reconfortante.
-Siempre y para siempre, por los siglos de los siglos -repito, aferrándome a esas palabras como si fueran un juramento sagrado mientras abrazo a Bonnie con más fuerza.
-Kol dice que de nada -añade Bonnie, su tono adquiriendo un matiz divertido antes de continuar-. También dice que esperemos a matarlo hasta que esté libre de la daga, para que pueda unirse a la "reunión familiar".
No puedo evitar reírme entre lágrimas ante la ocurrencia de Kol.
-Está bien, Kol. Será una reunión familiar -respondo con una sonrisa temblorosa, sintiendo cómo, poco a poco, mi alma comienza a respirar de nuevo.
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Cuando abro los ojos, me doy cuenta de que no estoy en mi habitación. Estoy en la de Bonnie. Suspiro mientras me siento lentamente, tratando de no despertarla. La observo un momento; su expresión tranquila me reconforta un poco. Miro el reloj: son las seis de la mañana. Con cuidado, me levanto y salgo de la habitación sin hacer ruido.
Bajo a la cocina en busca de algo que calme el nudo en mi pecho. Pero, al llegar, me detengo de golpe al encontrarme cara a cara con Freya.
-Buenos días -murmuro tímidamente, desviando la mirada hacia cualquier punto de la habitación que no sean sus ojos.
-Buenos días, Caroline -responde Freya con suavidad. Entonces su tono cambia, volviéndose más maternal-. Caroline, cariño, mírame.
Dudo unos instantes. Mis manos tiemblan, y el miedo a lo que pueda ver en sus ojos me paraliza. Pero finalmente levanto la cabeza y la miro.
-Está bien, corazón. Sé que no es tu culpa, y te agradezco que me lo hayas dicho -me dice con una calma que me rompe por dentro.
Una lágrima silenciosa cae por mi mejilla, y cuando intento hablar, mi voz apenas sale como un susurro ahogado.
-Lo siento, Freya... Lo siento tanto.
Antes de que pueda derrumbarme del todo, ella cruza la distancia entre nosotras y me abraza con fuerza, sosteniéndome como si al hacerlo pudiera reconstruir las piezas rotas de mi alma.
-Está bien, cariño... Todo estará bien -me susurra. Su voz tiembla un poco, y en su abrazo siento que no solo intenta consolarme a mí, sino también a sí misma.
Estamos así, envueltas en nuestra propia tristeza, hasta que escuchamos pasos detrás de nosotras. Al voltear, Davina está en la puerta, observándonos con una mezcla de duda y preocupación.
-Buenos días... -dice con suavidad, aunque su tono se quiebra al final de la frase-. ¿Está todo bien?
Freya asiente, pero no me suelta.
-Ya está todo bien, pequeña. Más tarde te explicaremos todo -le dice con una sonrisa cansada. Luego abre los brazos hacia ella, y Davina, sin dudarlo, se une al abrazo.
-¿Hoy es día de abrazos grupales? -pregunta Bonnie desde la entrada, su voz algo adormilada. Sin esperar respuesta, se une al abrazo. Puedo sentir a Enzo detrás de ella, envolviendo a todos con su calidez silenciosa.
-Kol, no me abraces tan fuerte -se queja Bonnie de repente, mirando al vacío como si pudiera ver al Mikaelson que solo ella percibe.
El comentario nos toma por sorpresa, pero, poco a poco, las risas comienzan a llenar la cocina. Es un sonido pequeño, roto, pero es suficiente para recordarme que, a pesar del dolor, seguimos juntos. Y mientras me dejo llevar por ese instante de alivio, siento que tal vez, solo tal vez, todo estará bien.
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Tuvimos que dividirnos en dos vehículos, ya que olvidamos que Elena y Jeremy iban a pasar el día en nuestra casa. En el primer auto iban Enzo, Freya, Jeremy y Davina, mientras que en el segundo íbamos Elena, Bonnie, Kol, nik y yo.
-Wow, eso es mucho -dice Elena después de que le explicamos lo que íbamos a hacer-. En parte me siento mal por Freya, porque, al final, es su padre, y ella conoció una parte más humana de él. Pero también puedo entender a los otros hermanos. Ellos tienen derecho a sentir todo el odio que cargan y a buscar justicia.
-Kol, no llames así a Elena. Su nombre es Elena -dice Bonnie, remarcando con énfasis y fuerza el nombre, claramente frustrada.
-¿Qué dijo? -pregunta Elena con curiosidad, girando la cabeza hacia Bonnie.
-Que gracias, doppelgänger -le responde Bonnie con un toque de molestia.
Elena, en lugar de enojarse, sonríe. Gira un poco hacia atrás, donde debe estar Kol, y le dedica una mirada cómplice.
-De nada, Kol -dice, entre risas contenidas.
-Eres un ridículo -comenta Bonnie, aunque no puede evitar sonreír.
Un silencio breve se instala, pero Elena lo rompe rápidamente.
-¿Y qué ha pasado con Damon? -pregunta, cambiando el tono a uno más reflexivo.
-¿Por qué lo preguntas? -le contesto, algo curiosa.
-Bueno, nunca lo he visto, y desde lo de Vicki no ha vuelto a aparecer. Según lo que me han contado de él, eso no es normal en Damon. -Elena se ve pensativa, como si tratara de encajar las piezas de un rompecabezas invisible.
-Él y Enzo se encontraron, y creo que tuvieron una pelea -respondo, encogiéndome de hombros.
-Tal vez por eso ha estado en silencio. Y más considerando que Enzo parece estar instalándose permanentemente en Mystic Falls... por ahora, al menos -dice Bonnie, reflexiva. De repente, su atención cambia, y se dirige al aire, donde debe estar Kol-. Vale, te cuento, pero no interrumpas.
Bonnie comienza a relatar la historia entre Enzo y Damon, su complicada relación y los roces que inevitablemente han surgido entre ellos. Es como si estuviera compartiendo un chisme jugoso con Kol, quien, estoy segura, no deja de hacer comentarios sarcásticos que Bonnie ignora con maestría.
Elena y yo nos miramos, y sin necesidad de decir nada, una suave risa se nos escapa. Este grupo puede ser caótico, pero de alguna forma siempre encontramos pequeños momentos para reírnos, incluso en medio de los problemas más oscuros.
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Hicimos una parada para comer antes de continuar nuestro camino. Después de eso, comenzamos a caminar hacia los coches para seguir con nuestro plan. El trayecto fue tranquilo hasta que finalmente llegamos al cementerio donde se encontraba sepultado Mikael.
-¿Y cómo sabremos exactamente dónde está enterrado Mikael? -preguntó Jeremy mientras miraba a su alrededor, claramente incómodo con la idea de buscar un ataúd en un lugar tan lúgubre.
-Muy fácil -respondió Davina, calmada-. Hemos modificado el hechizo de localización para que sea más sencillo. Solo necesitamos la sangre de Freya. La sangre se transformará en un pequeño fénix que nos guiará hasta él.
Freya, sin decir nada, tomó una navaja y se cortó la palma de la mano con un movimiento decidido. Davina comenzó a recitar el hechizo,
"Sangre del lazo más fuerte, toma forma de guía ardiente.
Fénix eterno, muéstranos el camino hacia lo oculto.
Por la luz del fuego y la fuerza del espíritu, guía nuestros pasos a lo que deseamos encontrar."
"Sanguis vinculi fortissimi, formam ducis flammantis cape.
Phoenix aeternus, viam nobis ostende ad occultum.
Per lucem ignis et spiritus vires, nostros gressus ad id quod invenire desideramus duc."
Todos observamos en silencio cómo la sangre goteaba lentamente en el suelo, transformándose ante nuestros ojos en un pequeño fénix rojo que comenzó a batir sus alas.
-Pues, parece que ya tenemos nuestra guía -comentó Enzo con una sonrisa mientras el fénix empezaba a volar, llevándonos por el cementerio.
Seguimos al pequeño pájaro por los oscuros y serpenteantes caminos del cementerio hasta que nos llevó a una mausoleo antigua. Dentro, el mausoleo era frío y silencioso. En el centro, había un ataúd de piedra imponente, cubierto de inscripciones desgastadas por el tiempo.
-Enzo, ¿nos haces los honores? -preguntó Bonnie, rompiendo el silencio tenso con un ligero tono de humor.
Enzo solo sonrió y, con un movimiento fuerte, levantó la pesada tapa de piedra. El aire se llenó de un aroma antiguo y denso. Dentro del ataúd, allí estaba él: Mikael Mikaelson, el primer cazador de vampiros, el hombre que tanto había atormentado a sus hijos y que, de alguna manera, seguía sembrando caos incluso en su muerte.
-Kol, no voy a traducir eso -dijo Bonnie con un suspiro mientras negaba con la cabeza-. En serio, debemos hacer el hechizo para que puedas ser visible para los demás miembros de la familia. Me estoy perdiendo de tus comentarios.
-¿Qué dijo? -preguntó Elena, con una mezcla de curiosidad y nerviosismo.
-Está burlándose de Mikael, diciendo que ahora ya no parece tan poderoso. Aunque, para ser honesta, lo parafraseé mucho... y suavicé las cosas. Lo siento, Freya -admitió Bonnie con cierta culpabilidad, mientras pasaba una mano por su cabello.
Freya, sorprendentemente tranquila, sonrió con dulzura.
-Está bien, Bonnie. No tienes que disculparte.
El silencio fue interrumpido por los ladridos de Nik, quien comenzó a comportarse de manera agresiva, mirando el ataúd como si pudiera sentir la presencia de Mikael y no le gustara.
-Nik, por favor, tranquilízate -le pedí mientras acariciaba su pelaje para calmarlo.
-¿Está todo bien? -preguntó Elena con preocupación.
-No, Nik está muy alterado. Creo que percibe algo -respondí, aunque intenté mantener la calma en mi voz.
-Vale, ¿y ahora qué hacemos? -preguntó Jeremy, rompiendo el incómodo silencio.
-Nos llevaremos el cuerpo de mi padre -respondió Freya con firmeza, aunque cerró los ojos durante unos segundos como si intentara reunir fuerzas-. Lo llevaremos a la vieja casa de las brujas. Ellas prometieron cuidar el cuerpo y asegurarse de que nadie lo libere.
Sus palabras terminaron con un suspiro tembloroso, y todos nos quedamos en silencio, respetando el peso de su decisión. Enzo la miró por un momento antes de colocar una mano reconfortante en su hombro.
-Se ha decidido que esperaremos a que todos los Mikaelson estén reunidos para decidir qué hacer con él -añadió Enzo, abrazando ligeramente a Freya, mientras Davina le tomó la mano en señal de apoyo.
Elena y Jeremy estaban tomados de la mano, compartiendo el peso de la situación. Podía notar que Bonnie sostenía la mano de Kol, aunque él no era visible para el resto. Mientras tanto, yo acariciaba a Nik, intentando calmarlo y también a mí misma.
Después de unos momentos de introspección, Enzo levantó el cuerpo de Mikael, y justo antes de que lo colocara en el suelo, lo detuve.
-Espera -susurré. Con rapidez, recité un hechizo de invisibilidad para el cuerpo de Mikael, asegurándome de que solo nosotros pudiéramos verlo-. Ahora está mejor. No queremos que alguien nos vea y llame a la policía. Mamá se enfadaría mucho.
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Cuando llegamos a los vehículos, Enzo colocó cuidadosamente el cuerpo en la cajuela del coche. Antes de subir, se giró hacia Freya, le susurró algo al oído, y luego la abrazó con ternura.
-¿Volveremos a Mystic Falls? -preguntó Elena mientras abría la puerta del auto.
-¿Quieren salir un rato antes? -propuso Enzo, intentando aliviar la tensión que se había acumulado en el ambiente.
Todos asentimos, y aunque el momento era sombrío, una pequeña sonrisa apareció en nuestros rostros. Quizás, después de todo, necesitábamos un respiro antes de enfrentar lo que venía.