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Las rubias están todas locas

Summary:

Nacho y Martín se desconocen.

Fanfic dedicado a mi mejor amigo calamar Leito, gracias por mostrarme a estas rubias hermosas, te debo todo <3

Notes:

Buenaasss, ya sea que estés acá por que te gusta Palermo, los ships falopa, sos hincha del CAP o por que me seguis, espero que disfrutes mucho este fanfic por que lo hice con amor (amor por los hombres trola)
TARDÉ TANTO EN ESCRIBIR ESTO QUE YA SE FUERON LOS DOS DEL CLUB una pena, pero acá está y vamos a actuar como que esto tiene total y absoluto sentido.

(See the end of the work for more notes.)

Chapter 1: Elegir, apuntar, patear.

Chapter Text

Una pelota mal recibida, un penal errado, una oportunidad de gol desperdiciada, una derrota por culpa suya .

Estas eran las cosas que estresaban a Nacho y que lo llevaron a estar donde está: pateando pelotas como un desquiciado mental dos horas después de haber terminado el entrenamiento. Ya hacía un rato que había caído el sol, la cancha no estaba iluminada por nada más que la luna y las estrellas, normalmente lo estaría, pero no se suponía que Ignacio estuviera ahí, así que nadie se había molestado en mantener encendidas las luces. Seguramente en un rato vendría alguien del personal de limpieza o de seguridad a echarlo a patadas, como siempre.

Se hacía sentir un viento frío bien invernal que de a ratos le daba escalofríos, el pasto estaba húmedo por una lluvia ligera que había mojado a los jugadores del calamar en su entrenamiento, la noche estaba callada y tranquila.

Bueno, al menos así podría estar, pero para Schor esto estaba lejos de ser un “entrenamiento personal” tranquilo. Se estaba descargando, pelotazo tras pelotazo, ni siquiera estaba apuntando, solo pateaba con toda su fuerza y rezaba porque así se disipara un poco esa ansiedad constante que lo perseguía.

Le decían que no se apure, que recién había vuelto de una lesión, que era normal estar fuera de forma. Se lo decían sus compañeros, su familia, el cuerpo técnico; pero él no lo soportaba más. Se notaba lento, impreciso, a veces se sentía más como una molestia para el equipo que como un jugador más. Se esforzaba por mostrarse alegre y despreocupado, pero siempre había algo adentro suyo que le gritaba que estaba haciendo todo mal; si había llegado a primera había sido puramente por su ansiedad y por ese deseo que le crecía desde adentro de ser el mejor . Y de hecho, a pesar de no ser ningún Maradona, sí que era halagado en su club, presentado como "la promesa" del calamar y uno de sus jugadores más importantes, aún así no podía evitar su frustración. Los hinchas lo querían, pero estaban de acuerdo en que todavía no había logrado su pleno potencial. Podía mejorar, tenía que mejorar.

 

–¿Schor? –escuchó como lo llamaban desde el arco contrario, a sus espaldas, una voz fuerte y masculina hacía eco en el campo vacío, él la conocía bien y le hacía poner los pelos de punta.

Si algo, o mejor dicho alguien, lo motivaba a seguir, era ese tipo . Ídolo absoluto del fútbol argentino, ya hacía bastante tiempo retirado, que lo empujaba hasta sus límites y lo ponía tan nervioso que se esforzaba el triple por hacer todo bien. Cada vez que lo felicitaba o iba a preguntarle cómo estaba, era una caricia al alma, recordaba distintivamente cada conversación que habían tenido, cada apretada de hombro, cada palmada y cada halago.

—¿Qué haces acá? Hace dos horas terminó el entrenamiento, pibe – ”pibe” , a Ignacio le encantaba cuando Palermo lo trataba de pendejo, claro que para el hombre de casi cincuenta años él era un pendejo .

Era difícil explicar lo que Ignacio sentía por ese exjugador; una mezcla de admiración y deseo absoluto que no paraban de crecer desde que ese señor que tenía la edad para ser su propio padre , había tomado el cargo de director técnico en Platense.

Lo seguía desde chico, siempre tuvo una extraña afición con ese hombre sin entender por qué, si ni siquiera era jugador del equipo del que era hincha, incluso llegando a verlo jugar en Boca mientras el mismo Schor jugaba en las inferiores de River.

Con siete años lo había visto campeón de la Libertadores, vio su retiro, los inicios de su carrera como entrenador y luego le perdió el rastro hasta el día que empezaron los rumores de que vendría a dirigir la mayor de Platense.

Ese día su corazón dio una vuelta y su adicción con el hombre de La Plata se intensificó a tal nivel que ya no sabía qué hacer con tantos sentimientos por ese Bostero inalcanzable.

Ese primer día que vio al mayor con el uniforme entero de platense, que lo apretaba en los lugares justos y cuyos colores realzaban de una forma hermosa sus canas y su sonrisa brillante; ese día descubrió que su “obsesión” era un enamoramiento enfermizo más que otra cosa.

Era mirarlo y sonrojarse, no poder prestar atención en las charlas técnicas que les daba por estar demasiado concentrado en el más mínimo detalle en la cara del técnico, no poder quitarle la vista de encima en los entrenamientos, y por supuesto, ese sentimiento horrible en el estómago cuando Martín abrazaba amistosamente a alguno de sus compañeros o cuando le sonreía a otro al pasar mientras ellos charlaban.

Schor no podía evitar sentir celos con ese hombre, por más que parezca un loco, al final del día él ni siquiera tenía una conexión tan cercana con Palermo (nunca se había permitido a sí mismo acercarse por miedo a que el mayor se diera cuenta de sus sentimientos), aún así lo sentía como suyo, no quería que nadie se le acercara.

 

Todos esos sentimientos de amor se juntaron en su estómago cuando lo vió llamándolo del otro lado del campo, de repente la noche no era tan oscura y se había vuelto infinitamente mejor.

 

Martín –el mayor había caminado tranquilamente hasta él, que esperaba un reto o un sermón sobre "no autoexigirse tanto" o un interrogatorio sobre que carajo estaba haciendo a estas horas todavía pateando penales , tal vez una advertencia sobre  la posibilidad de volverse a lesionar, pero nada de eso llegó. Por el contrario, se quedaron ambos callados unos segundos, hasta que Martín volvió a hablar.

–Soltá el pie, estás demasiado tenso, si seguis así solo te vas a sentir peor –Palermo se colocó para quedar detrás del joven y posicionó las manos en sus hombros, que se veían como los de un nene a comparación de las manos enormes del canoso, y empezó a masajearlos con fuerza, tal vez demasiada.

Ese simple toque, una muestra de afecto mínima, envió un escalofrío a través de la columna de Nacho y lo tensó incluso más de lo que estaba antes– relajate, elegí un palo, apuntá y pateá con decisión, no al boleo.

Hizo todo lo posible por no cagarla , siguiendo las instrucciones de su técnico. Elegir, apuntar, patear , tan difícil no podía ser... Fue afuera. Que decepción, por Dios, agradecía no ser nueve porque si lo fuese, se moriría de hambre. Y encima errarlo con Martín Palermo atrás suyo, se sentía humillado y no pudo evitar mirar al piso, avergonzado de mirarlo a los ojos.

–Te entiendo, me recordás a cuando era chico, hacía lo mismo que vos en mis primeras épocas en Estudiantes, esto de entrenar solo por horas y horas...

–Pero usted tenía demasiado talento, no tenemos comparación, Señor –ciertamente tenía un gusto culposo por tratarlo de usted, marcar esa diferencia de edad lo excitaba terriblemente, y nunca había parado a pesar de las decenas de pedidos del mayor para que lo tuteara. En algún momento Martín se terminó de acostumbrar, entendiendo que Schor no pensaba dejar de hacerlo, y secretamente le empezó a gustar también. Lo hacía sentir respetable y le generaba una sensación de autoridad alrededor del menor que alimentaba su ego de manera perfecta.

–El talento juega una gran parte, sí, pero no es todo. Dejame ayudarte —su voz se escuchaba suave, casi como un susurro cerca del oído del siete, que no paraba de tener escalofrío tras escalofrío. Podía ser por el viento helado golpeando su piel y su ropa transpirada o por la excitación de tener al dueño de su joven corazón agarrándolo con fuerza desde atrás.

Sin pedir permiso el mayor lo tomó por las caderas para arreglar su postura y posicionó sus propias piernas, mostrándole cómo se debía poner y quedando pegado a su cuerpo, exponiendo la diferencia de tamaños que esa pose hacía más que evidente. Un sonrojo apareció repentinamente en la cara del más chico, aunque debía admitir que la situación no le incomodaba tanto, por el contrario, le gustaba bastante.

No sabe si pensaría lo mismo si las luces estuvieran prendidas y el nueve pudiera ver su piel enrojecida.

Una respiración caliente en su oído, un susurro con las mismas instrucciones de antes, el sonrojo que sube hasta sus orejas y la ausencia del cuerpo detrás suyo, preparándose para patear, ahora aún más nervioso que antes. Elegir, apuntar, patear . Adentro. Se imaginó el estallido de la hinchada marrón si metiese un gol como este en un partido, el barullo de gente, el festejo y la mirada de aprobación de su director técnico, claro. Se le llenó el pecho de alegría por una simple fantasía.

–¿Ves que cuando querés, podés?– Schor se acercó solo un par de pasos al más alto, que había quedado detrás suyo, hasta casi chocar sus torsos, y le puso una mano en el pecho.

 

¿Estaba siendo una trola regalada? Puede ser, pero le tenía tantas ganas al canoso que haría lo que sea por un poco de atención, al fin y al cabo no era boludo, sabía los rumores de como Palermo en su juventud apenas llegado de estudiantes, y aprovechando que ya lo conocía de los partidos contra gimnasia, se había encamado con el número siete de su propio equipo, Boca Juniors, así que Schor tenía chances con El Loco también.

 

–Gracias, Martín, en serio, por todo –lo miró desde abajo, con claras intenciones y haciéndole ojitos, moviendo tiernamente la mano en el pecho del platense y poniendo la otra en su cadera.

 

Ah no, era demasiado trola.

 

–...Ignacio... creo que te estás confundiendo –el mayor esperó para decir esto, claramente más concentrado en los labios del mediocampista, mientras volvía a poner las manos en sus hombros. Sabía que no debía, una diferencia de treinta años no era poco y definitivamente no sería bien visto por nadie la relación entre un entrenador y un jugador. Lo vieras desde donde lo vieras: esto estaba muy mal.

–¿Me estoy confundiendo yo o usted? No hace falta que le recuerde quién fue el que me agarró de las caderas y se pegó a mí –retrucó el más chico jugueteando con el cuello de la camisa del exjugador para evitar mirar esos ojos claros que lo enloquecían.

 

Fue un movimiento lento y premeditado, Palermo subió una de sus manos para acuñar la nuca del número siete y se acercó cautelosamente, analizando lo que iba a hacer. Nacho puso su mejor cara de sobrado como si no se estuviera muriendo por dentro de la emoción, y esperó ese beso con el que había soñado tantas miles de noches. Esa fingida tranquilidad le duró muy poco.

En cuanto sus labios se juntaron empezó con bastante fuerza, especialmente de parte de Schor, que solo se podía contener hasta cierto punto e hizo todo lo posible para profundizar ese beso rápidamente; se sentía desesperado y sabía que tal vez esta sería la única vez que podría hacerlo, decidió aprovecharla al máximo.

A Martín le dio gracia esta actitud, eso de hacerse el canchero y después derretirse con un solo beso, intentó regular la velocidad del encuentro, ya era un tipo grande y no estaba para chapes alocados. De todas formas, quien sabe, tal vez este pendejo le podría avivar esa chispa que creía apagada.

Nacho guió una de las manos de Palermo desde sus hombros hacia abajo, dándole rienda suelta y dejándolo explorar a su gusto su cuerpo, deseando que haga una parada en su culo al menos. Deseo que Martín no tardó en cumplir, pensando algo muy parecido a su acompañante: que tal vez esta sería su única oportunidad de tocar a este pibe que lo volvió loco desde el primer día.

 

Afortunadamente para ambos, su encuentro no terminó ahí.

Notes:

jijiji cliff hangerrr... chan chan.
Dentro de poquito subo el siguiente capítulo que es todo smut!!!