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Epílogo
250 años después
La tierra ya no era como antes, los bellos paisajes que adornaron el planeta durante eones habían desaparecido por la avaricia del hombre, en aquellos tiempos era la supervivencia del más fuerte. Finalmente el hombre había cavado su propia tumba, la tecnología había superado a la humanidad y aceleró de una forma impresionante la destrucción del mundo, de nada sirvió la tan anhelada conciencia humana; el poner un granito de arena para impedir la destrucción del planeta, llegó tarde y la tierra colapsó.
Pero el hombre es persistente y el legado de este… sobrevive.
X-X
Aquellos tiempos no eran los mejores, la población mundial se había reducido considerablemente y obtener recursos no era una tarea sencilla. Dos niños de idéntica apariencia caminaban por un sendero de calles deshabitadas, a sus espaldas, llevaban grandes mochilas donde almacenaban comida y elementos que les servían para construir refugio en la noche. Eran un par de huérfanos de diez años, un niño y una niña, gemelos y nacieron en un mundo trágico, donde su padre se sacrificó para salvarlos a ellos, y su madre, murió cuando ellos apenas tenían 8 años.
En aquellos tiempos la supervivencia era lo primordial y antes de partir ambos padres habían entrenado y enseñado a sus hijos como defenderse y mantenerse vivos.
—¡Hermana ven! ¡Mira lo que encontré! —gritó el niño, su cabello era de un color turquesa y sus ojos azules brillaban con nobleza y tranquilidad.
—¡Excelente! —contestó la chica que al igual que su hermano tenía el pelo turquesa, largo hasta la cintura, pero sus ojos eran de un verde muy profundo—. Madre dijo que estas tienen propiedades curativas, las guardaré —continuó depositando entre una bolsa la flor.
Continuaron caminando, buscando entre las grandes edificaciones abandonadas cualquier cosa que les pudiera servir. Caminaban despreocupados, observando con atención todo a su paso y riendo. El sol estaba en lo más alto y el calor era sofocante por lo que después de mucho andar ambos estaban agotados y buscaban imperiosamente un lugar donde resguardarse.
—Créeme hermanita, yo alguna vez seré un santo de Athena.
—¿Sigues con eso? Esas historias nos las contaba nuestro padre para ilusionarnos sobre un mundo que jamás conoceremos.
—¿Y qué tal sea cierto? Puede ser cierto, papá siempre dijo que su bisabuelo fue un santo de Athena. ¡Nuestro tatarabuelo!
—Mira pequeñín, los santos de Athena no existen, eran solo cuentos de nuestro padre, él no fue uno, nuestro tatarabuelo tampoco lo fue y tú no lo serás. Vivimos en un mundo diferente al que él nos contaba y si sigues soñando así, no llegarás con vida al final del día.
—¿Por qué siempre tienes que ser tan pesimista?
—¡No más! Busquemos algo de sombra, estoy muy cansada.
—¡Miren nada más que tenemos aquí! —dijo un sujeto cortándoles el paso, cuando los niños quisieron correr dos más les rodearon.
—Pero si son los mocosos que nos robaron la otra vez —advirtió otro de los hombres sujetando un cuchillo en la mano.
—Les devolveremos todo lo que nos llevamos —se disculpó la niña.
—No bonita —dijo el que parecía ser el líder—. Nos devolverán todo. Nos darán esas mochilas con todo su contenido, y tú hermosa, jugarás con nosotros. —Todos aludieron a las palabras del hombre.
—¡No le pondrán un solo dedo encima! —gritó el niño protegiendo a su hermana.
—¿Y qué vas hacer mocoso? Vas a matarnos con tus cuentos —Soltaron la carcajada todos—. No te preocupes, para ti también tenemos un trabajo. Mientras tu hermosa hermanita nos atiende, tú te encargarás de cargar los bultos para nuestra bodega. —Finalizó empujando al niño al suelo, acto seguido se acercó considerablemente a la joven.
—¡Aléjate de mí! —se lo quitó de encima la niña.
—La putita tiene agallas —soltó el que los había reconocido—. Enséñale quien eres, Jhon.
—¡No le pondrás un solo dedo encima! —exclamó el peliturquesa arrojándose con fuerza al hombre logrando propinarle un golpe en la cara.
—¡Maldito mocoso! —dijo Jhon, de inmediato tomó al niño por la camisa para arrojarlo nuevamente al suelo—. ¡Eres un maldito imbécil! —acotó pateando al muchacho.
—¡Déjenlo! —pidió la niña siendo atrapada por otro de los chicos.
—Mira linda —le comentó Jhon volviendo hacia ella—. Si no te portas bien, te irá peor que a tu hermano.
—¿Se creen muy valientes atacando a dos niños? —les preguntó un tipo encapuchado que se acercaba pausadamente a ellos.
—¿Y tú quién eres? —quiso saber Jhon—. ¿Acaso quieres morir? —le advirtió mostrando el cuchillo.
—Vengan por mí, si pueden.
—Yo me encargo de este imbécil —volvió a decir el tipo arrojándose contra el extraño, el cual lo esquivó fácilmente—. ¡Maldición! —alcanzó a decir antes que el encapuchado en un ágil movimiento lo dejara inconsciente.
—¿Quien sigue?
—¡Maldito! —soltó Jhon arrojando a la niña al suelo—. ¡Vamos por él!
Los dos hombres que quedaban de pie, se tumbaron hacia el forastero, el cual no tuvo ninguna complicación para deshacerse de ambos sujetos.
—¿Están bien? —les preguntó a los niños que se habían quedado congelados ante los movimientos de aquel extraño—. Es curioso encontrarme con ustedes dos —les dijo acercándose a ellos.
—No nos hagas daño, por favor —pidió la niña—. Te daremos lo que quieras.
—No vine hacerles daño a ninguno, sólo vine a llevarlos conmigo.
—¿A dónde? —quiso saber el niño.
—Con la diosa Athena —les contestó quitándose la capucha para dejar ver su rostro senil y su cabello cubierto de canas.
—¿Es una broma? ¿Nos estás hablando de la diosa Athena? —preguntó muy contento el niño—. ¿La diosa de la guerra?
—¿Nos tomas del pelo? —acalló la niña a su hermano en un tono bastante serio.
—No les estoy tomando del pelo, ustedes están destinados para pelear al lado Athena. ¿Vienen conmigo? No tienen nada que perder.
—Estás loco, viejo —comentó la niña acomodándose la maleta—. ¡Vamos! —le pidió seriamente a su hermano, quien derrotado fue tras de ella.
—Porque no vienes conmigo y lo compruebas con tus propios ojos —le aconsejó el hombre con una carismática sonrisa—. Vamos, sí no estás convencida te volveré a traer aquí de regreso.
—Tengo una mejor idea —le dijo ella volviendo hacia él—. Si me das esa pulsera iremos contigo.
—Esta pulsera es un recuerdo de mi hermana —le explicó a la niña observando la joya hecha de plata.
—Ese no es mi problema —le retó ella.
—Si vienes conmigo, y no es lo que esperabas te la daré —le refutó.
—Vamos, hermana —le dijo al oído el niño—. Cualquier cosa, podemos escapar de ese viejo.
—Él viejo acabó con esos tres —le hizo ver la joven.
—Lo sé, pero nosotros somos muy rápidos.
—De acuerdo —aceptó la niña, acto seguido estiró su mano para firmar el acuerdo.
—Perfecto —continuó el hombre sosteniendo la mano de la niña, mientras extendía la otra hacia el pequeño—. Ven, debemos irnos. —El chico aceptó.
Una luz brillante rodeó a los tres individuos, bajo una fuerza divina los tres personajes desaparecieron sin dejar rastro.
X-X
—¿Dónde estamos? —quiso saber la niña quien estaba muy sorprendida.
El cielo en aquel lugar era de un color diferente al que haya visto antes, era como si se tratara de una pintura, con diferentes tonalidades de azul. Delante de ellos trece templos se levantaban majestuosamente, su arquitectura era perfecta, como si volaran en el aire sostenidos por la gracia divina, y al final de todo ese recorrido la gran estatua de la diosa se elevaba con vehemencia.
Eso era el Santuario Ateniense, un lugar de ensueño y fuera de la imaginación de cualquier individuo, pero no sólo el templo de la diosa adornaba ese paisaje maravilloso, muy cerca de allí siete pilares se alzaban pulcramente alrededor de un octavo pilar, este era mucho más grande que los otros y una estatua dedicada al valiente señor de los mares adornaba el resto del escenario.
—¡Poseidón! —Advirtió el niño muy ilusionado—. ¡Es Poseidón! —Siguió mirando al hombre que los había llevado hasta allí—. ¿Y tú quién eres?
—Eso mi amigo, debiste haberlo preguntado hace tiempo —contestó con una gentil sonrisa—. Mi nombre es Seiya, antiguo caballero de Pegaso, y antiguo santo de Sagitario. Tú por el contrario has nacido bajo la estrella de Géminis.
—¿Y yo? —quiso saber la joven.
—Eso es lo curioso —le contestó Seiya—. Tú eres una protegida de Poseidón.
—Y según han advertido las estrellas, podrías ser la sucesora de las escamas marinas de Dragón del Mar. Es curioso, ¿no Seiya? —inquirió un hombre llegando a ellos.
—No lo creo, creo que es perfecto Dohko.
—¿Cuál es tu nombre linda? —quiso saber el recién llegado.
—Alhena —contestó tímidamente, Dohko giró al ver al niño.
—Yo soy Wasat.
—Descendencia —comentó Dohko despreocupadamente.
—Parece ser que nuestros compañeros encontraron la forma de ayudar a la diosa, aun después de que el vínculo se rompiera —explicó Seiya—. Bueno niños, es hora de que los dioses los conozcan.
Templo de Athena
—Una nueva era comienza, una generación poderosa se levanta, nuestro deber es proteger al mundo y el universo entero. Nuestra misión, recobrar el brillo de la tierra y rescatar a los dioses que cayeron en el tártaro. Poseidón, juntos lograremos el milagro.
—Desde luego que sí, Athena.
Fin
Saint Seiya es una Obra de Masami Kurumada