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Red Velvet
Capítulo 163: Obediencia
…
Se encontraba sentada en el sillón, y tragó pesado, sintiendo el rostro ardiendo.
Observando, fijamente, al frente.
Ruby estaba, literalmente, a cuatro patas frente a ella, los ojos grisáceos observándola, húmedos, así como su rostro, húmedo por el sudor y por la saliva, y en su boca, como el buen cachorro que era, tenía su mordaza, una bola con agujeros que había encontrado, y por supuesto que aprovecharía de usarla, su otra opción era el mango del fuste.
Pero le gustaba usar algo nuevo, y era perfecto.
“¿Se siente bien?”
Preguntó, sin poder ocultar la sonrisa que tenía en el rostro, retorcida como ninguna, y Ruby asintió, sin poder negar lo evidente, porque lo veía en su rostro, así como escuchaba la vibración aquella resonando por la habitación. No tenía idea que Ruby tenía un dildo que vibraba, y también decidió usar algo nuevo a su favor. Además, no quería quitarle el traje naranjo a Ruby, aun no, así que dejó el juguete atrapado en su ropa interior, y al tener las manos esposadas, no podía hacer mucho más para evitarlo.
Aunque fuese demasiado.
Pero Ruby no lo quitaría, no rompería las esposas, no, sería una buena chica.
Debía de serlo.
Oh.
Un momento, ¿Acababa de olvidar que eso era un castigo?
Le pareció algo bueno el dejar aquel juguete dentro de Ruby, para torturarla, para que estuviese estimulada de manera permanente, sin embargo, eso era sin duda bueno, ¿No? Oh no, estaba haciendo un pésimo trabajo, y por lo mismo, negó, decepcionada de sí misma.
Ese no era un castigo.
Y sabía bien que era lo que a Ruby más le dolía.
“Siéntate.”
Ordenó, y Ruby le hizo caso, sentándose sobre sus piernas, de rodillas, su cuerpo entero temblando al cambiar la posición, el dildo ahora empujando en una parte diferente. Pero no le dio tiempo para que se acostumbrase a la sensación, o que la digiriese del todo. Se levantó del sillón, solo para moverse, para llevar las manos por debajo de su falda, hacia su ropa interior, sujetándola, y antes de que pudiese bajarla, sacarla de su lugar, Ruby la miró con un toque de absoluto error, sabiendo exactamente porqué tortura la haría pasar.
Esa era, sin duda, un arma de doble filo que había usado varias veces, pero era adicta a la mirada que Ruby le daba, a la sed, a la necesidad que mostraba cuando la veía, y no podía tocarla. Y sí, eso también le afectaba a sí misma, porque esa mirada, era demasiado para ella, y por más que quería aguantar lo más posible, aumentar la tortura, la frustración, ella misma tenía límites.
Y también quería, no podía negarlo.
Pero por ahora, con hacerlo, ya sería suficiente.
Lo que aguantasen, eso dependía de ellas y de su fuerza de voluntad.
Dejó que su ropa interior cayese al suelo, y se volvió a sentar, no sin antes levantar su falda, lo suficiente para que, al sentarse y abrir un poco las piernas, Ruby pudiese ver sin problema, sin la oscuridad censurándole todo. No, quería que Ruby pudiese ver lo que no podía obtener, y su sonrisa reapareció al pensar en eso.
Escuchó como Ruby soltaba un sollozo. Si bien los sonidos no se escuchaban del todo claros al tener la mordaza puesta, si podía escuchar lo suficiente, incluso si hablaba, entendería ligeramente, pero aquel sonido triste, fue totalmente reconocible, sobre todo al ver esa expresión de absoluto sufrimiento.
Ni siquiera el placer perpetuo que sentía, era suficiente para ahogar el sufrimiento.
Pobre de su cachorra.
Tan hambrienta, de ella.
“Recuerda, este es un castigo, es lo que querías después de todo.”
Fue la idea de Ruby, así que ahora debía de aceptar las consecuencias.
Apenas terminó de hablar, Ruby volvió a sollozar, bajando el rostro, como si quisiese evitar verla, y tenía claro cuál era la razón, porque que agobio era el no poder lamerla, el no poder tocarla, porque no era lo correcto, por algo tenía sus manos amarradas y su boca inutilizable.
La tentación ahí mismo.
El fuste, estaba aún ahí, al alcance de su mano, no lo dejó ir, así que lo tomó, ubicando la punta en el mentón de Ruby, llamando su atención.
“No dejes de mirarme, o tendremos que alargar aún más esto.”
Y eso Ruby no lo querría.
Esta de inmediato asintió, tragando pesado, mirándola a los ojos, pero de inmediato yéndose a su entrepierna, y notó como a pesar de que tragó, en esa posición, con la mordaza, no podía tragar todo, un poco más de saliva cayendo por el borde de su boca, bajando por su mentón, mojando su pecho descubierto, este aun con las marcas del castigo anterior.
Hambrienta de ella, así como salivando en anticipación, como un animal.
Como le gustaba verla así.
Y ahora que notó la saliva, notó también una mancha en el traje naranjo, una mancha oscura, justo en la entrepierna de Ruby, y al estar en cuatro, debió mojarse lo suficiente para que pasase la barrera de su ropa interior y llegase al traje. Eso significaba, que con mayor razón le dejaría el traje puesto, para que este siguiese manchándose.
Ruby siguió su orden, continuó mirándola, jadeando, gimiendo, temblando, salivando, sin despegar los ojos de ella, cumpliendo a la perfección la tarea. Y a pesar de todo, le sorprendía el rato que había pasado desde que pudo aquel juguete dentro de Ruby, y esta aún no se venía, pero parecía estar, desde hace un rato, en el límite.
Ahí, observándola.
Pero sin ser suficiente, porque no lo era.
Y ella misma, quien, cada segundo que pasaba se mojaba más ante la mera anticipación, ante la mirada ajena, sabía bien que tampoco era suficiente.
De hecho, no creía ser capaz de esperar mucho más.
Pero se contuvo.
Comenzó a contar, de cien para atrás, lentamente, intentando calmarse, aunque no la calmaba del todo, por el contrario, solo la hacía sentir más ansiosa, impaciente, pero continuó, susurrando los números, uno tras otro, en orden, concentrándose en no equivocarse, pero con la cabeza así de nublada, probablemente no había hecho un trabajo perfecto.
Y aunque así fuese, Ruby no se lo diría, menos con la boca silenciada.
Ruby por su parte, continuaba temblando, removiéndose, con las manos firmes en sus rodillas, sujetando el material del overol, arrugándolo, dejándolo en peor estado del que ya estaba. Si, eso sin duda le gustaba. Pero al verla así, falló en su cuenta atrás.
Era demasiada tentación, no podía mucho más.
“A la mierda.”
Insultó, notándose la frustración en el rostro, y creía que la de Ruby, así como la propia, la habían poseído, y ahora estaba doblemente frustrada. Su pobre cachorra llegó a saltar con su insulto, con lo fuerte que sonó su voz, tanto así, que se removió, a punto de caer, pero logró afirmarse del suelo con sus dos manos, para no caer, simplemente quedando ligeramente acostada en el suelo.
Y esos ojos, la miraban con un total miedo.
Había asustado a su mujer, realmente era peligrosa en esos momentos, ambas lo eran.
Apuntó hacia el closet, sintiendo el rostro ardiendo con locura, jadeando, sin poder ocultar lo mucho que necesitaba a Ruby, pero, aun así, debía continuar con su castigo.
“Es tu castigo, así que no puedes tocarme ni con tu boca, ni con sus manos, así que ve a buscar algo, porque ya no aguanto más.”
A pesar de que Ruby antes de dejarla terminar volvió a sollozar, notando el sufrimiento una vez más explícito en su expresión, al darle una oportunidad, de inmediato se levantó, y la pobre hizo el movimiento tan brusco, que la vio llevar ambas manos atadas a su entrepierna, y por su rostro, no sabía si eso le había dolido o le había gustado, y creía que ambas opciones podían ser buenas en ese aspecto.
Ruby jadeó, agachando el rostro, recuperando el aire que el movimiento le quitó, un poco más de saliva cayendo, ahora a la moqueta. Pero rápidamente se levantó erguida, y tuvo el impulso de decirle que fuese ahí gateando, pero al verla sufrir tanto al levantarse, no fue capaz de hacerle más difícil esa situación.
Era benevolente, al menos un poco.
Ruby le dio la espalda, y pudo notar como esta parecía pensativa, dudando, y creyó que esta estuvo más tiempo ahí del normal, pero como por su parte estaba atenta a su traje naranjo, el cual tenía toda la parte de la entrepierna mojada, pues, tenía distracción suficiente.
Solo le tomó por sorpresa cuando Ruby la miró de reojo, dudando, y a pesar de que Ruby dudase, no pudo hacer nada más que asentir, que aceptar lo que sea que esta tenía en mente. De inmediato, esta salió de la habitación, y le tomó por sorpresa, sin esperarlo ¿Estaba huyendo? Se quedó por completo estupefacta, y creyó que debía bajarse la falda e ir en su búsqueda.
Pero Ruby volvió rápidamente, y le sorprendió el ver una caja en su mano, y un juguete en la otra, un arnés, similar al que ella le había regalado a Ruby tiempo atrás, pero este era diferente. No era doble, solo era un dildo, y tenía muchas correas. Poco a poco, Ruby caminó en su dirección, tirando la caja vacía a un lado, y sosteniendo el juguete con la otra, y ahí, frente a ella, se lo ofreció.
Y no lo entendió, no hasta que se dio cuenta de lo evidente, Ruby no podía ponérselo, no en su estado. Así que miró la caja que quedó lejos, pero no lo suficiente para no ver el dibujo, y observó las correas. De acuerdo no era tan difícil. Ruby levantó las manos, ofreciendo su cuerpo para ella, y se sintió profundamente más excitada de lo que pensaba, y era mucho más consciente de eso, porque tenía que usar su cabeza.
Jadeó, acercándose a Ruby, al cuerpo caliente que tenía en frente, donde veía el sudor en su piel, saliva, así como lubricación, y el aroma era intoxicante. Y se obligó a mantener la compostura, a pesar de que el zumbido del vibrador no hiciese nada más que distraerla. Tomó ambas puntas de la correa, y rodeó la cadera de Ruby, pasando a través del traje, entrando dentro de este, prácticamente abrazándola, intentando poner la correa correctamente, como un cinturón.
Y ahí, le quedaban dos correas más, que iban en ambos muslos, y como sufrió en ese momento, enterrándose dentro del overol, sintiendo la piel de Ruby, esta húmeda, caliente, hirviendo, mientras que intentaba con todas sus fuerzas el hacer correctamente el trabajo.
Luego de segundos llenos de tentación y frustración por igual, acabó, teniendo ahora en frente, a aquel nuevo juguete que no había visto, de un color más realista, más color piel, diferente al que solían usar, así como el que Ruby tenía puesto, siendo más rosado.
Le gustaba también la variedad.
Ruby la observó al terminar, sus manos bajando, a punto de tocarla, pero aguantándose. Y se olvidaba que aun esta estaba en esa posición, sin poder hacer demasiado. Y sin duda disfrutaba su entusiasmo. Asintió, jadeando, moviéndose, subiéndose al sillón, sentándose en el respaldo, solo para indicarle a Ruby que se pudiese de rodillas en el lugar donde ella estuvo hace un momento, frente a ella.
Y Ruby hizo caso, acomodándose, y no se había dado cuenta lo abierta que ella había quedado en esa posición, hasta que los ojos grisáceos la observaron, prácticamente sin pestañear.
Ups.
Por su parte, sin aguantar más, se afirmó del respaldo, para bajar su cuerpo, para acercarse, poco a poco, a Ruby, a aquel juguete que quería adentro, que necesitaba adentro. Ruby usando sus manos para acomodarse, para acomodar la punta, y ahogó un gemido, sintiéndolo. Se posicionó sobre Ruby, el juguete entrando, y gruñó de puro alivio, la presión dentro siendo suficiente para mermar el calor que la agobiaba, la sed que le afectaba.
A pesar de sentir aquel golpe de satisfacción, lo primero que oyó, fue a Ruby, sollozando, lo que le tomó por sorpresa, sin ser el sonido que esperaría de esta, y cuando la miró, notó como tenía las manos frente a su pecho, sin poder hacer nada con estas, sin poder sujetarla de la cadera, sin poder hacer absolutamente nada.
Y Ruby quería, como quería.
Y le pareció la súplica más adorable y silenciosa que había visto y oído.
¿Podía sacarle las esposas? Si.
¿Era mucho más fácil el acabar con el castigo y simplemente hacerlo? También.
¿Quería hacerlo? Absolutamente no.
Así que pensó en algo más.
“Abrazame por el cuello y solucionemos este problema.”
Y Ruby lo hizo, dudando un poco, pasando las manos encadenadas por sobre su cabeza, y ahí, ella, levantó un brazo, y luego otro, y Ruby entendió de inmediato al verla pasando por sus brazos como un aro, y en solo un momento, Ruby la estaba abrazando de la cintura, y si bien no podía hacer mucho, la cadena sin permitírselo, la sujetó con firmeza por la parte baja de su espalda.
Y sin perder tiempo alguno, Ruby usó la fuerza de sus brazos, así como su cadera, para embestirla.
Soltó un grito, por la sorpresa, y por el placer tan repentino.
Ruby estaba incapacitada, pero, aun así, siempre se las arreglaba para hacer de las suyas.
Y no podía quejarse, ya que era la principal beneficiada de ese intercambio.
Se sentía diferente a lo usual, pero no parecía ser un problema, nunca lo era, se acostumbraba rápidamente, el placer y la calentura que experimentaba impidiendo que lo ajeno le generase cualquier tipo de molestia. Y Ruby, con esos movimientos, con esas embestidas, con esa intensidad, podía hacer que lo que sea que tuviese adentro se sintiese bien, incluso cuando no había nada adentro, aun así, la hacía llegar al límite.
Sus piernas temblaron, y las tenía en una posición extraña, para evitar poner todo su peso en Ruby, pero le importó bien poco, rodeándola de la cintura, abrazándola con sus piernas, sujetándose, moviendo la cadera, sin poder controlarse, el alargar la espera no hacía nada más que volverla más un animal.
Y quería disfrutar del momento, en serio quería, alargarlo lo más posible, pero fue consciente de sus gemidos, como salían cada vez más intensos, como el calor emergía rápidamente en su pelvis, ardiendo, como su cuerpo temblaba, no dudaría mucho. No creía haber durado mucho el día anterior, pero ahora, con este calor que ya sentía de antemano, era de esperarse que su cuerpo estuviese al filo de venirse.
Así que abrazó a Ruby por el cuello, sujetándola, escuchando tanto sus propios jadeos como los ajenos.
Se sentía muy bien.
Le encantaba.
Ruby se apoyó en su hombro, las manos dejando su cadera, pero supo que quedaron en el respaldo del sillón, usándolo para darse más fuerzas, para tener un punto de donde sujetarse y así poder embestir más rápidamente.
Solo para hacerla venir más pronto, más pronto aún.
Uno.
Dos.
Tres embestidas, y soltó un grito, su cuerpo temblando, hirviendo, el placer consumiéndola de golpe, arrebatándole cualquier pensamiento que pudiese tener en su cabeza, dejándola completamente en blanco, o en rojo, más bien. Y junto a su grito, a su fuerte gemido, escuchó a Ruby, gruñendo, temblando, y sonrió al darse cuenta de que eso era lo que necesitaba Ruby para venirse, el hacerlo con ella, el que ambas pudiesen llegar al éxtasis juntas.
Y le encantaba que así fuese.
Así era su forma favorita, el venirse junto a su mujer.
Tiró la cabeza hacia atrás, recuperando el aliento, su cuerpo aun sufriendo por los espasmos de su orgasmo, y lo único que podía sentir en ese instante, era el pecho húmedo, y tenía claro que era la saliva de Ruby que se le escapaba ante los fuertes jadeos que la escuchaba hacer.
Ahora tenía claro que no dejaría que esa mordaza llegase a su boca, porque se rehusaba a salivar como un animal.
Quería mantenerse, al menos si podía, lo suficientemente digna.
Ruby en cambio tenía permitido el salivar como el lobo hambriento que era hasta que se quedase sin una gota más de saliva en la boca.
…
Jadeó.
Su cuerpo, como siempre, desafiándose a sí mismo.
O tal vez ella, desafiando a su cuerpo, cada día más.
Se sentía llena por dentro, sobre todo en esa posición, sobre Ruby, disfrutando teniéndola dentro, teniendo el poder de moverse, el control, le encantaba tener el control, no podía negarlo. Le gustaba, aún más, la dualidad de tener el control total de la mujer que amaba, así como Ruby podía destriparla de cualquier control.
Confiaban en la otra lo suficiente para permitir que la otra hiciese lo que quisiese.
“Weiss”
Ruby dijo su nombre, en un jadeo, en un gemido, avisándole, advirtiéndole, y asintió, sintiendo el calor en su pelvis tan intenso, que ella también creía difícil el poder contenerse durante meros segundos. Y por lo mismo, decidió mover aún más las caderas, mover aún más su cuerpo, saltar aún más sobre Ruby, solo para que su éxtasis fuese aún más intenso, más memorable, y teniendo los ojos grises aquellos mirándolas con esa sed, era obvio que así sería.
Se sujetó al pecho de Ruby, afirmándose, sus manos rozando las líneas que había dibujado, el sudor y la fricción borrándolas un poco más, a pesar de que dijese que era tinta permanente, no era lo suficientemente permanente para ese tipo de situaciones. Pero no podía negarlo, de cierta forma, le gustaba que se borrase ante sus movimientos, ante la forma en la que ardían sus cuerpos al rozarse entre ellos.
Mirando a Ruby, mirando su rostro engullido en placer, tal y como el propio, sus mejillas rojas, su piel húmeda, su pecho marcado con rojo y negro, con los sonidos de las vibraciones y sus propios movimientos resonando en la habitación, llegó una vez más, gritando, y junto a su grito apasionado, escuchó el gruñido de Ruby, los cuerpos de ambas removiéndose, convulsionando de placer, temblando, tensándose, por segundos eternos.
Comenzó a luchar para recuperar el aliento, apoyándose en Ruby, jadeando, su espalda curvándose hacia adelante, cansancio en cada ápice de su existencia. No fue hasta que ambas recuperaron la cordura, que fue capaz de sujetar el marcador que dejó olvidado sobre la cama, sacándole la tapa, y buscando el grupo de líneas que había trazado con anterioridad, todas ligeramente borrosas, y ahí, puso una más.
Todas las veces que se habían venido.
Obviamente tuvo la idea apenas decidieron ir a la habitación para continuar más cómodas, y vio en el escritorio de Ruby algunos lápices y artículos de papelería, así que tomó lo que necesitaba. Buena idea tuvo, el contar las veces, era sin duda divertido, aunque ella sin duda iba ganando, o perdiendo, quien sabe.
Era demasiado sensible, y creía que Ruby, cada vez, se le hacía más fácil el hacerla venir, rompiendo un récord cada vez.
No sabía cómo sentirse al respecto, le bajaba el ego de cierta forma, y no le gustaba perder.
Pero lo aceptaba, porque se sentía bien.
Solo por eso.
Por ahora, creía que ya estaba en su límite, para retomar las sesiones luego de un mes, creía que esas veces ya eran suficientes, así que se levantó para sacar aquel dildo desde dentro suyo, sus interiores de inmediato extrañando la sensación, pero fue fuerte, no quería descuidar su salud por su calentura.
Aunque usualmente, eso hacía.
Ya ahí, bajó la mano, llevándola hacia Ruby, quien aún tenía aquel vibrador dentro, así que lo apagó, sacándolo, y esta soltó un suspiro de alivio, llevaba mucho tiempo así, vaya castigo más grande, el cual sin duda disfrutaron, por lo mismo, no se arrepentía de nada.
Sin nada interrumpiéndola, tomó el marcador, y comenzó a delinear las marcas que había provocado anteriormente, aun visibles, pero ligeramente, y si, las había delineado antes, pero ya no se notaba lo suficiente, así que se esmeró más esta vez, marcando los corazones en el pecho de Ruby, su mano ya menos temblorosa.
Había tenido varias clases de caligrafía cuando era niña, así que su letra era tan perfecta como debía de ser, como podía ser, y a pesar de que los dibujos no eran exactamente lo suyo, tenía un buen pulso, así que sin problema hizo un corazón perfecto. Tal vez el haberlo hecho mal antes, al bueno, estar llena dentro, le obligaba a demostrar que podía hacerlo mejor.
Soltó una risa al pensarlo, era competitiva incluso consigo misma, sobre todo, consigo misma.
Se entretuvo ahí, dibujando, corazón tras corazón, algunos sobre otros, hasta que no le quedó marca, por más leve que fuese, sin ser delineada, y mientras estaba en eso, Ruby la observaba, en silencio, simplemente mirando lo que hacía, para luego mirarse a sí misma, con el pecho lleno de tinta negra, y tenía claro que no era su primera vez.
Y al pensarlo, apretó los labios, teniendo en cuenta, recién ahora, que alguien tuvo que estar sobre el pecho de Ruby, trabajando por horas, entintándola, dibujando las rosas, delineando las rosas, pintando las rosas, e incluso las que estaban en su costado, cuantas horas ahí, trabajando desde su estómago hasta su rodilla.
Ruby la miró, notando su mal humor, confundida, sin entender que había ocurrido, ese día, era un baúl lleno de sorpresas para su mujer, pero era inevitable. Su cabeza simplemente daba demasiadas vueltas.
“¿Qué pasa?”
Finalmente, Ruby le preguntó, sin soportar la curiosidad.
Ante la pregunta, soltó un suspiro, pero tenía claro que su enojo, su molestia, evidente en su rostro, no mermó ni un poco.
“Me diste permiso para tatuarte, ¿No?”
Ni siquiera la miró a los ojos, su vista aun fija en el tatuaje aquel, sintiendo el golpe de envidia y de celos llenando sus venas, pero si notó como Ruby asintió, algo dubitativa.
“Y te dije que iba a practicar, para marcarte por completo…”
Y Ruby, ante sus palabras, asintió, recordando aun lo que dijo poco tiempo atrás. Y no pudo evitar el mover su mano, con el marcador, anotando su nombre en el cuerpo ajeno, sonriendo a pesar de su molestia, su nombre marcado en su mujer, tanto como el en collar que tenía aun en el cuello.
“Porque no quiero que nadie más toque tu cuerpo, que marque tu piel, aunque sea un profesional, así que, si quieres manchar tu cuerpo una vez más, solo puedo ser yo quien lo haga.”
Habló, como un gruñido, esa posesividad en ella siempre sacando el lado más animal que tenía dentro, tan iracunda como sedienta, era algo que le era imposible de describir, a pesar de haberse sentido así tantas veces.
Ruby simplemente había sacado el peor lado de sí misma, el lado más retorcido.
Y a pesar de que Ruby bien podría negarse, dejar de ser obediente y simplemente rebelarse ante su dictadura, siendo que ella no tenía experiencia alguna en aquel tema, no era ninguna profesional, y le tomaría tiempo el serlo, esta le sonrió, asintiendo, y ante esa sonrisa, tuvo que mirarla, tuvo que observarla y engullir esa expresión que adoraba, marcándola con tinta en su cabeza, en sus recuerdos, para luego rememorar esos momentos importantes en su vida.
Que le daban tanta felicidad, como tanto, pero tanto calor.
Los ojos plateados brillaban, así como adoraba verlos brillando, despreocupados, relajados, sin peso sobre sus hombros, no, porque si ella existía en ese mundo, Ruby podía vivir en paz, podía incluso dejar de pensar, dejar de luchar, dejar de fingir, con ella a su lado, Ruby podía al fin descansar, porque era su roca, siempre lo sería, sería el apoyo que su mujer necesitaba con tanta urgencia.
Si Ruby tenía una pregunta, ella siempre tendría la respuesta.
Y planeaba que siguiese siendo así, que siguiese sumergiéndose en esa relación que tenían, y que prevaleciese, mientras viviesen.
Ruby, mirando su pecho, para luego mirarla a ella, su sonrisa creciendo incluso más.
“Ya tengo algunas ideas para que empieces a marcarme.”
Y siguió la mirada, notando los corazones en su pecho, con marcador, más de alguno pidiendo el permanecer ahí para siempre, imborrable, y sonrió tanto como su mujer.
Ya quería que llegase el día.
Ya quería marcar como suya esa piel, una vez más.
Capitulo siguiente: Paz
N/A: Weiss posesiva y dictatorial ataca de nuevo, que gusto, agradecida estoy, aunque sea mi creación. El AU de esta historia que estoy subiendo en el Multiverso, tendrá algo referente a esto, no lo he escrito aun, pero estaba en mi mente hace rato, ligero spoiler.
Sea como sea, luego de esta sesión, tendremos algunos momentos amorosos, familiares, y cosas así, para acabar con esta historia, que está rogando por un final desde hace un año. Espero lo hayan disfrutado tanto como yo.
Nos leemos pronto.
Ah, sí, ¡Feliz navidad!