Chapter Text
Small salió tambaleándose de la oficina de su jefe. La cabeza le daba vueltas y sus piernas apenas podían sostenerlo. Se subió adecuadamente el pantalón y la tela de jean hizo que las heridas en sus nalgas palpitaran furiosamente.
"¿Que mierda acaba de suceder?" Se dijo a sí mismo; era un hombre adulto que acababa de recibir una paliza de nalgadas hasta que acabó pidiendo perdón llorando, debería sentirse humillado y furioso. Y así era. Pero de alguna maldita manera eso también lo había hecho sentir mas caliente y necesitado de lo que se había sentido jamas. Todo su cuerpo estaba caliente y sentía como si un millón de hormigas lo recorrieran por dentro.
-Mmmmnnnhh...
Salió torpemente por la puerta principal y avanzó por las calles, debía caminar varias cuadras hasta llegar a su van.
El sol se había ocultado por completo y el cielo comenzaba a oscurecerse.
Un extraño sonido llamó su atención y en el patio de la escuela vio a Julius medio escondido detrás de un árbol. Eso no era tan raro, lo inusual era que estaba sentado sobre el regazo de Darwin.
-Darwin y Julius juntos?- se preguntó desconcertado.
El chico bomba tenía la cabeza escondida en el cuello del otro niño mientras Darwin le acariciaba suavemente la espalda.
-Shhh, ya, ya pasó, no llores, estoy aquí para hacerte sentir mejor.
-Nunca me había sentido tan humillado en mi vida, todos en la escuela se enteraron de lo que pasó- se quejó mientras sollozaba profundamente.
- No veas esto como una humillación Julius, piensa en lo que pasó como una oportunidad de crecimiento personal.
-Jeje, tú siempre sabes como hacer que hasta algo horrible suene bien, niño- contestó con una risita.
-Sí, tengo ese don jaja- dijo divertido- aunque ese don solo funciona cuando estoy con la persona correcta- y sus ojos dejaron de estar llenos de risas para colmarse de sentimientos.
Las mejillas de julius se tiñeron de rosa, aunque esta vez por una razón diferente. Puso sus manos enguantadas en las mejillas del muchacho, y acercándose lentamente, unió sus labios con los del tritón.
-Te quiero mucho, julius- murmuró Darwin abrazándose a él con infinita dulzura.
-Y yo te quiero a ti, pequeño- contestó en un susurro, y devolviendo el abrazo, se volvieron a besar gentilmente.
-Que tierno- murmuró Steve sonriendo con dulzura, pero un potente rebote de su pene duro como una roca le recordó que tenía asuntos más urgentes que atender.
Continuó avanzando con movimientos de zombie anhelando llegar pronto a su vehículo para liberar algunas tensiones, y deseó con fuerza que nadie note su dolorosa erección. Tuvo suerte, pues las calles estaban prácticamente desiertas.
Finalmente llegó hasta Janice, y al meter la mano en su bolsillo trasero para tomar las llaves, su culo envió una descarga de electrizante dolor a todos sus rincones ocultos.
Dejó escapar un gemido necesitado mientras abría las puertas traseras y se lanzaba a su interior.
Ya en la oscura intimidad de su vehículo se quitó ansiosamente el pantalón y comenzó a juguetear consigo mismo. Una mano se fue derecho a su erección y la otra exploró cuidadosamente las heridas de sus blancas mejillas.
Hizo lo que hacía siempre, se acarició de la forma que lo había hecho toda su vida. Siempre había funcionado (él sabía de que manera reaccionaba su cuerpo, era consciente de las cosas que le gustaban), pero esta vez algo había cambiado. No se estaba sintiendo más complacido, y eso lo frustró.
Estimuló las heridas en su trasero pero todo lo que sintió fue un molesto escozor.
Steve comenzó a impacientarse.
Frustrado y cachondo, se sentó en su camioneta y se admitió algo a sí mismo: masturbarse no sería suficiente esta vez.
A medida que pasaban los años su cuerpo cambió en muchos aspectos, había suavidad en áreas donde antes había firmeza, ya no toleraba el alcohol y la comida chatarra como antes, necesitaba dormir más, siempre le dolía la espalda, y alcanzar el clímax se había vuelto todo un tema. De adolescente le avergonzaba lo rápido que se venía, ahora podría demorar una eternidad y a veces ni siquiera acababa. Y estaba harto de masturbarse. El resplandor post orgasmo era cada vez más breve y luego se sentía un perdedor ¿cuantas personas sólo en esta ciudad estarían disfrutando de una buena sesión de sexo salvaje mientras él tenía que conformarse con su propia mano y luego mirar la televisión hasta quedarse dormido?
"Bueno, eso se va a acabar hoy mismo!" pensó agitadamente, "esta noche declaro oficialmente finalizado el período de sequía. Esta noche, voy a tener la mejor noche de mi vida".
Y con una mirada voraz comenzó a recorrer las calles nocturnas en busca de una presa para devorar.
La ciudad parecía desierta a esa hora, no había ni un alma en ningún lado, y cuando empezaba a perder la esperanza escuchó el sonido de un motor.
Larry, en su pequeña motocicleta, se dirigía a entregar unas pizzas.
"Apuesto que está en muy buena condición física, es tan activo" se dijo a sí mismo Small.
Larry tocó a una puerta, esta se abrió, unas manos tomaron las pizzas, le dieron unos billetes y la puerta volvió a cerrarse.
El repartidor regresaba a su moto y Steve pensó rápidamente en una forma de acercarse. "No puedo simplemente lanzarme sobre sobre él, eso sería casi una violación" reflexionó incómodo.
-Cinco, seis, siete, ocho...
-EJEM, EJEM!!
Larry dejó de contar el pago recibido para mirar a quien obviamente intentaba llamar su atención.
-Hola Larry como estas!- lo saludó alegremente.
-Ah hola... tu nombre es Steve, verdad?- preguntó mientras se acercaba a la van.
El repartidor lo recordaba bien aunque nunca habían sido muy cercanos, era el psicólogo hippie que compraba regularmente en la tienda naturista donde él era el cajero.
Pero algo parecía diferente en él esta noche. Se veía agitado e inquieto.
-Sabes, esta noche estoy terriblemente hambriento, y creo que eres es único que tiene lo necesario para satisfacer mi apetito.
Larry tragó saliva. Si no conociera la naturaleza tan espiritual de Small, pensaría que se le estaba insinuando.
-La gente tiene la extraña idea de que llevo una pizza escondida debajo de la ropa a todos lados, jeje- bromeó rascándose la nuca algo incómodo- Mi turno en la pizzería ya terminó, pero en una hora entro a trabajar en Burger King, acabamos de añadir una nueva hamburguesa de NotCo, y...
-No quiero pizza, ni hamburguesa esta vez- lo interrumpió Steve sonriendole con ojos de gata.
-Uhh... papas fritas, tal vez?
El hombre esponjoso negó con la cabeza y comenzó a juguetear con el dobladillo de la camisa roja del repartidor.
-Que es específicamente lo que se te antoja, Steve?- indagó sintiendo un escalofrío en la columna vertebral.
-Deseo un poco de carne- respondió con una voz profunda.
Steve le acababa de posar su mano blanca en la cintura, debajo de la camisa.
Larry sintió que se le secaba la boca.
-Cre... creía que eras vegano.
-Lo soy.
Y se arrastró hacia el interior de la camioneta y se recostó sobre una colchoneta de Yoga. El aroma a patchouli y romero que emanaba del vehículo era tan penetrante que comenzó a sentirse mareado.
-Steve... tienes el cierre del pantalón abierto. Puedo ver tu ropa interior.
Small se miró y simplemente le mostró una sonrisa seductora.
-Que te parece si haces algo al respecto, campeón- y le indicó que se acerque con el dedo índice.
Larry sintió como su cuerpo se movía por sí mismo, entraba en la parte posterior de la van y se acercaba al muchacho blanco gateando lentamente, temblando como una hoja.
-No te asustes cariño, solo disfruta el amor libre- lo tranquilizó Steve acariciandole la mejilla.
Larry se dejó llevar y simplemente lo besó.
El no era así de impulsivo, y definitivamente no era el tipo de persona que tenía sexo casual en la parte posterior de una camioneta (eso sonaba como una de esas locas historias de las películas para adultos), pero llevaba tanto tiempo encerrado en una rutina agotadora y frustrante que esa invitación a una aventura caliente era una liberación.
Saboreó el interior de la boca del muchacho blanco con su lengua y pasó su mano angulosa por el costado izquierdo, arrancandole una risita.
-Lo siento, me hiciste cosquillas- se disculpó Small.
-Que tal si te hago cosquillas desde adentro?- respondió Larry, y lo giró sobre su estómago con un movimiento brusco.
Steve se quedó momentáneamente sin aliento por la brusquedad del giro y por la sorpresa. Larry parecía estar lleno de sorpresas. Y eso definitivamente le gustaba.
El repartidor enganchó sus dedos en la cintura del pantalón del psicólogo y comenzó a bajarlos.
-Oh, wow...
-Que? Que pasa?? Oh cierto...
Las cicatrices en su trasero.
Se había olvidado por completo de eso.
Era obvio que eran marcas frescas, estaban en un área muy íntima y no sabía como iba a explicarlas.
-Eeeh.... Larry, escucha... yo realmente...
-Estas heridas- murmuró pensativamente el repartidor- con cuantos hombres te acostaste solo esta noche?- preguntó en un tono muy intenso, y le apretó el culo suave pero firmemente.
Small se giró, le dirigió la mirada más provocativa que pudo reunir y le dijo:
-Me tiré a cada maldito soltero a lo largo y ancho de esta ciudad.
Era la mentira más absurda del mundo (él había estado en un celibato forzado durante mas tiempo del que le gustaría reconocer), pero algo en su interior le dijo que era eso lo que debía decirse.
Aparentemente su instinto estaba en lo correcto porque el repartidor se volvió loco de deseo.
-Entonces puedo tratarte como una puta y no notarás la diferencia!- exclamó lanzándose sobre el y mordiéndole apasionadamente el cuello- cuantos hombres te usaron? Diez? Quince? Los dejaste acabar adentro?
Una de esas pesadas y grandes manos le dió una violenta nalgada y Small gimió alto.
-Te gustó, eh? Te gusta rudo?
-Me encanta!
-Quieres otra? Quieres un par de nalgadas?
-Si! Por favor! Me lo merezco! Soy un chico tan sucio... WOW!!!
Larry lo tomó bruscamente del cabello, lo obligó a ponerse en cuatro y dejó caer una pesada y cruel tanda de azotes sobre su trasero.
SLAP
SLAP
SLAP
SLAP
SLAP
SLAP
SLAP
SLAP
SLAP
SLAP
SLAP
SLAP
SLAP
SLAP
SLAP
SLAP
Las cachetadas se sucedían una tras otra sin darle un respiro, las manos de Larry eran duras e implacables y lo castigaban en todos los lugares correctos. Small se retorcía de placer sin poder dejar de gemir. No podría aunque lo intentara. Pero no quería parar. Después de tanto tiempo de negar y reprimir sus necesidades sexuales se permitió admitirse a sí mismo le gustaban las nalgadas. Le gustaba que lo dominen y lo obliguen a someterse. Y Larry parecía estar feliz de proporcionale lo que necesitaba.
- Eres asqueroso, solo mírate, tan necesitado y patético.
- Mmmmnnnhh... Larry...
- Desearía tener algo para usar en tí, lo que sea para hacer que apenas puedas soportarlo. Quiero darte una buena paliza, y que te acuerdes de mí cada vez que te sientes- añadio dominantemente contra su oído- pero aquí no hay nada divertido- reflexionó echando un vistazo a su alrededor- excepto... jejeje.
En un rincón de la camioneta había una bolsa de compras.
El repartidor se acercó a la bolsa de papel madera y revisó los productos en su interior: había muchas verduras, leche de soja, legumbres, levadura nutricional... y algo allí pareció divertirlo más que las semillas de linaza.
- Vaya vaya, pero que tenemos aquí!- tarareo entre risitas levantando un frasco de vidrio en su mano afiliada.
- El aceite de coco?- inquirió extrañado Small- Mantiene sus propiedades intactas incluso después de cocinarlo a alta temperatura, disminuye el riesgo de enfermedades cardiovasculares y contiene antioxidantes que ayudan a mantener la salud celular y cerebral.
- Eso no es todo lo que hace- respondió con una gran sonrisa.
Un chorro espeso y aromático se deslizó lentamente desde el frasco y cayó suavemente sobre el maltratado culo de Steve.
-Larry acaso...- pero esas manos grandes y duras regresaron sobre él y no pudo acabar de hablar. El hombre sintió como las manos de Larry masajeaban el aceite por toda su parte trasera, aumentando su sensibilidad de su piel a niveles crueles. Unos dedos traviesos pusieron especial atención a su apretado orificio.
-Ey, espera un poco...
-Te dí permiso de hablar?- Lo regañó el repartidor.
-...No.
SMACK!
-No, que?
-No señor, perdón señor.
-Eso está mejor.
Small se quedó congelado al sentir que Larry le estaba mordiéndole el culo.
-Mmnnh, Larry, no conocía este lado dominante tuyo...
La única respuesta que obtuvo fue un nuevo azoteen su mejilla derecha, obligándolo a gritar nuevamente. Steve realmente esperaba que no haya personas cerca de allí que lo pudieran escuchar...
Los dientes y la lengua de Larry no tenían piedad de él, cada centímetro de su trasero era salvajemente marcado y lamido y poco podía hacer él además de retorcerse y gimotear. La boca hambrienta finalmente se alejó, Larry le dió unas nalgadas con su cinturón y se detuvo cuando notó que Small comenzaba a temblar.
-Suficientes juegos, hora de que la verdadera diversión comience.
-Espera, vas a...?
-Sólo relájate, cosa hermosa, y repárate para recibirme.
-Estoy preparado desde que te vi llegar en tu motocicleta y me hiciste temblar de deseo. Te necesito llenándome, ahora. Dámela.
Larry lo tomo de la cadera y entró en él lentamente. Se sorprendió de lo apretado que estaba que el músculo, mucho más de lo que esperaba; no cabía duda que el chico esponjoso era mucho menos travieso de lo que había presumido. Era estrecho, pero aún así fácil de manipular.
El hippie soltó unos gemidos largos cuando ese dotado miembro estuvo totalmente dentro de el. Se sentía increíble, tan invasivo y salvaje como lo había imaginado.
El primer empujoncito de cadera lo sacudió en su sitio, enviando impulsos eléctricos por todo su cuerpo. El ritmo empezó a subir, y el pene en su interior salía hasta la punta y volvía a entrar de golpe, una y otra vez.
-Mas fuerte… mas duro…
-Me encanta ese culo insaciable tuyo.
-No pares no pares…
Larry acelero el ritmo y sujetando las caderas de su dulce amante con firmeza comenzó a embestir enérgicamente, abriéndose paso a la fuerza a través de sus estrechas carnes y llevando al extremo la fricción. Small gemía ruidosamente, la sensación de estar en cuatro patas mientras Larry lo usaba como un objeto sexual lo hacía sentir tan sumiso, tan usado. Tan jodidamente bien.
-Larry… por favor…- balbuceo mareado.
-Por favor ¿Qué?
-Mas…
-Vamos pequeñito, puedes hacerlo mejor.
-¡Larry, puta madre…! – chilló desesperado- ¡quiero que me partas en dos, que me hagas arder las entrañas, que me des duro y hasta el fondo!.
El repartidor sonrió.
-Te lo ganaste, cariño- salió de él y lo dio vuelta rápidamente, dejándolo boca arriba; lo tomó de los tobillos y le flexionó las piernas contra el pecho para dejar su pequeña entrada totalmente expuesta, viéndose cara a cara por primera vez desde que comenzaron a tocarse hambrientamente. Se recostó sobre él.
–Aquí esta tu premio- dijo, y lo penetro de una sola estocada, violenta e invasiva.
Steve abrió los ojos y la boca de par en par, dejando escapar una brusca inhalación. Nunca en su vida había sentido algo así.
Larry comenzó a arremeter sin piedad, sus cuerpos desnudos se frotaban salvajemente en un glorioso frenesí sexual. Small sentía la larga y gruesa verga de Larry entrando y saliendo de su orificio caliente y resbaladizo.
- Oooouugh Larry... no pares... ese es el lugar...
Aunque siempre le había resultado muy vergonzosa la charla sucia de alcoba, supuso que su amante disfrutaría mucho de eso. Y no se equivocó, ya que lo escuchó temblar y gruñir profundamente sobre él.
- Mierda Steve... vas a hacer que me venga antes si sigues hablando así...
- Pero... no puedo evitarlo... aaaaah!... me gusta mucho- murmuró en su oído mientras le clavaba las uñas en su espalda.
Larry perdió poco autocontrol que aún poseía, se dejó caer con rudeza sobre Steve enterrando su rostro en su esponjoso cuello y comenzó a empujar con deseo animal. Sus caderas se sacudieron salvajemente contra su amado y sus angulosas manos recorrieron su piel.
La adrenalina se filtró a través de la piel de Small y arqueó sus caderas para abrirse lo más posible para recibir todo lo que el repartidor tenía para darle. Los caderazos eran tan poderosos y abrumadores que Small gritó dolorosamente mientras su orgasmo lo atravesaba como un rayo.
Sintió a Larry temblar sobre él, y luego de cinco estocadas veloces y superficiales, varios chorros calientes se dispararon en su interior llenándolo por dentro con la semilla caliente de Larry.
Ambos cayeron exhaustos y cubiertos de sudor, el silencio en el aire era interrumpido únicamente por el sonido de sus respiraciones agitadas. Permanecieron abrazados lo que se sintió horas, hasta que el psicólogo estuvo lo suficientemente recuperado como para volver a hablar.
-Larry, eso fue una locura.
-Lo sé, nunca había sentido algo así con nadie.
-Te gustaría ir a casa a tomar una ducha y dormir? No te sientas obligado, sé muy bien que esto es algo casual, no te estoy exigiendo nada.
-Me encantaría pero tengo que entrar a trabajar en una hora y...
Larry de levantó repentinamente horrorizado.
-¿Qué? Que pasa?- preguntó Small preocupado, apoyándose en los codos.
-¿Durante cuanto tiempo estuvimos...- hizo una pequeña pausa sonrojado- ...en tu camioneta?
Revisó entre su ropa olvidada en un rincón y tomó su celular. Por la expresión de su cara, parecía que le acababan de avisar que le quedaban 24 hs de vida.
-NO PUEDE SER, LLEVO 45 MINUTOS DE RETRASO A MI TRABAJO, DEBO IRME YA!!!!- se vistió a la velocidad del rayo, salió tropezando de la van y se subió su moto de un salto. De repente se quedó quieto y en silencio.
-Lamento mucho irme así, no quiero que pienses que solo te usé y por eso me voy tan rápido...
-No te preocupes- lo tranquilizó Steve- conozco tu ética de trabajo y sé que tus obligaciones y responsabilidades son una prioridad para ti. Esta ciudad es pequeña y trabajas en muchos negocios, no cabe duda que nos volveremos a ver.
-Gracias por tu comprensión, precioso. Espero que nos volvamos a ver pronto- respondió con una sonrisa, y desapareció en la oscuridad de la noche.
Small se vistió nuevamente. No estaba seguro de si lo que acababa de hacer fuera una buena decisión, "pero definitivamente no me arrepiento de nada" pensó para sí mismo satisfecho, y condujo de regreso a casa.