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Dean despertó y miró los números del reloj de la mesilla, que relucían en la oscuridad. 10:37. ¿Cuánto habría dormido, 3, 4 horas? De todas formas, ya era más de lo habitual en él. Aunque la habitación permanecía en penumbra, pudo divisar la cama de al lado, en la que ya no se encontraba su hermano. Era hora de levantarse.
Se lavó la cara rápidamente, con la esperanza de no parecer tan cansado frente a los otros, pero fue inútil.
Salió de la habitación y se dirigió directamente a la cocina. Allí estaban Sam, Rachel y Emma, desayunando.
- Buenos días- le saludó su hermano, y en ese momento fue consciente del dolor de cabeza que tenía. Mil martillos golpeando cada mínima parte de su cerebro al mismo tiempo, lo que empeoraba cuando Sam había alzado la voz.
- Buenos días- contestó, sin prestar demasiada atención, atento a la nevera. Todavía quedaba un trozo de tarta. La cogió y la sacó.
- ¿Café?- preguntó Rachel.
- Sí, gracias.
Dean evitó mirarla a los ojos. Recordaba bastante poco de lo que había pasado la noche anterior, pero los flashes que le venían a la cabeza le revelaban que había hablado más de la cuenta, y que probablemente Rachel lo había presenciado.
Era evidente que en esa cocina el ambiente estaba tenso. Emma enfadada con su madre, con la que por cierto, todavía no había hablado; Dean y Emma, que no sabían cómo entablar una conversación; Dean y Rachel, que sabían que también tenían que hablar sinceramente de una vez por todas y aclarar las confusiones.
Lo más irritante era que todos hacían como si nada pasara.
Una vez acabaron de desayunar, los Winchester se vistieron para salir, ahora sí, al lugar donde supuestamente vivía la bestia, y para ver si algo más habitaba allí.
Mientras tanto, Rachel intentaba hablar con su hija, en vano, pues ella, molesta, se ponía los cascos a todo volumen y se sumergía en su mundo sin complicaciones.
Ya en el aparcamiento, Cas se apareció. Y a diferencia de como lucía normalmente, impasible, esta vez había una pizca de alarma en sus azules ojos.
- Dean, tenemos que hablar.
Sam se metió en el coche, y Dean guardaba las armas en el maletero, casi sin mirar al ángel.
- Habla.
- Es importante, este no es el lugar más adecuado. Alguien podría oírnos.
- Entonces me lo dices luego.- dijo Dean, caminando hacia la puerta del piloto.- Ahora tenemos que irnos.
- Pero...
El cazador cerró la puerta sin escuchar el final de la frase. No es que estuviera enfadado con Cas. Vale, quizá un poco, pues últimamente parecía que siempre tenía asuntos más importantes, y se veían menos que de costumbre. Aún así, el cabreo tampoco era para tanto. No era por eso por lo que se había comportado así con él, sino porque había prometido cuidar de Emma, y eso haría. Haría algo bien por una vez. Iría a ese lugar y acabaría con las amenazas para la que ahora sabía que era su hija.
Rachel le quitó los cascos, con cuidado pero sin avisar, y Emma la miró con cara de pocos amigos.
- Cinco minutos. No te pido nada más. Déjame cinco minutos para explicarte. Cronométralo si quieres y, cuando hayan pasado, si no te convence, te dejaré en paz - suplicó Rachel.
La joven se levantó del sofá y caminó hacia donde iba su madre, hacia la cocina, como si llevase zapatos de hormigón. Se sentó a la mesa en la que habían estado desayunando, en una silla en el extremo opuesto a donde estaba su madre.
- Habla.
El caso era que ahora que por fin tenía su atención, Rachel no sabía como empezar. Ordenó sus recuerdos y, justo cuando iba a comenzar, la niña le espetó:
- ¿Es verdad algo de lo que me contaste?
Rachel no pudo disimular su cara de nervioso asombro.
- No fue un rollo de una noche, si es lo que piensas.
- Ya, de eso ya me había dado cuenta. No conocería las costillas de la abuela si fuera un rollo de una noche - su intención era bromear, pero su tono salió más cortante de lo que había previsto.
- Es verdad que estuvimos juntos durante 3 años, cuando yo iba a la universidad. Es verdad que nos quisimos y que estuvo ahí cuando tu abuelo murió. Y es verdad que...- suspiró. No imaginaba cómo se lo iba a tomar, aunque de todas formas ya lo supiera- no sabía nada. Del embarazo, me refiero.
- ¿Porque tú no quisiste?- preguntó.
- No - calló un instante para preparar su respuesta. A pesar de que nunca le había caído demasiado bien John, tampoco quería que lo primero que Emma oyera de sus labios sobre su familia paterna fuese una crítica o una acusación. Además, también sabía que lo que ese hombre había hecho, aunque fuera muy distinto a lo que habría elegido Rachel, no era infundado. Había sufrido mucho tras la muerte de su mujer, hasta el punto de perder el juicio, a veces, pero nunca quiso nada malo para sus hijos. Y si no le había dicho una palabra a Dean sobre sus llamadas, qué le iba a hacer. Desde eso habían pasado ya 16 años. Aunque quizá su definición de 'bueno para sus hijos' fuera muy diferente a la del resto de la humanidad. Rachel apartó esos pensamientos de su mente y continuó-. Fue un cúmulo de casualidades. Justo antes de enterarme de que estaba embarazada Dean se tuvo que mudar. Le llamé, pero había perdido el móvil...
- Espera, espera. Algo no cuadra. Si cuando él se fue seguíais juntos, ¿no intentó ponerse en contacto contigo?
Rachel exhaló lentamente. Si continuaba por ese camino, tendría que contarle la verdad. No obstante, antes de articular respuesta alguna, la adolescente volvió a hablar.
- Y... tú sabías a lo que se dedicaba, ¿verdad? ¿Cuándo lo descubriste? No parece el típico problema de pareja que se soluciona con una conversación, y tampoco será fácil de creer si alguien te lo cuenta, por mucho que confíes en esa persona.
- Yo... Sí. Lo sabía. Aunque de ser por él... Mira, Dean nunca quiso ponerme en peligro, y por eso no me lo contó. En realidad me enteré por accidente. También fue esa una de las razones por la que se fue. Y, sé que no es lo más correcto pero... una parte de mi sintió incluso alivio cuando supe que Dean no iba a volver.
La expresión de la cara de Emma de pronto cambió. En principio era ella la que no quería hablar con su madre, le parecía que sus decisiones no habían tenido sentido y que había sido egoísta al arrebatarle la oportunidad de crecer con un padre, pero ahora sólo quería saber. Preguntar. Entender.
- ¿Por qué?
- Ya me lo dijo en más de una ocasión. La vida de cazador es dura. Y tener seres queridos te hace débil. Te hace tener un punto débil, que los enemigos pueden (y no dudarán) en aprovechar. Hablamos de huir, de dejarlo todo, pero él ya estaba metido de lleno en ese mundo. Por eso cuando se marchó no se puso en contacto conmigo. Por eso, cuando asumí que se había ido y que no sabría de tu existencia sentí alivio. Porque mi mayor prioridad desde entonces has sido tú, y no quise ponerte en peligro, ni quiero. Porque no soportaría que algo malo te pasara.
Emma se quedó sin palabras y, de repente, no pudo recordar las preguntas que habían estado volando por su cabeza tan sólo unos segundos antes. De golpe, lo comprendió todo.
Sam y Dean llegaron a la dirección que Cas les había proporcionado. Se trataba de un edificio de aspecto destartalado, que parecía llevar años abandonado, y en cuya azotea se apreciaba, a la luz de las últimas horas de la tarde, un cartel de 'Hotel' con las bombillas hechas añicos. A sus pies se extendía un enorme aparcamiento, donde en algún tiempo debieron haber aparcado sus vehículos los huéspedes.
El conductor estacionó el Impala frente a la puerta principal, por la que entraron tras armarse con lo que traían en el maletero. Quién sabe si la bestia vivía acompañada. Y más importante: si había compartido que Dean tenía una hija.
El hecho de que la entrada estuviera cerrada sin llave no pasó inadvertido. Al atravesar el umbral, la iluminación disminuyó notablemente. Sin embargo, no había ni tiempo ni ganas de intentar encontrar los interruptores o el cuadro eléctrico. No querían llamar la atención, en el caso de que hubiera algo allí. El factor sorpresa siempre era un punto a favor.
Aún así, el edificio se encontraba desierto. El dispositivo que percibía la presencia de criaturas sobrenaturales tampoco detectó nada.
Registraron todas las plantas del hotel en busca de la guarida. A la luz de dos linternas, dos sombras danzaban tenebrosas por las paredes.
Cuando estaban a punto de llegar a la conclusión de que se habían equivocado de lugar, Sam descubrió un cartel que indicaba el camino al sótano.
Bajaron con cuidado las húmedas y resbaladizas escaleras, a causa de innumerables goteras, y al ver lo que allí había, no dieron crédito.
Decenas de juguetes y pertenencias de niña pequeña apoyados en el suelo, metódica y enfermizamente ordenados. Y sobre ellos, las fechas en que habían sido robados, escritas en la pared. Sin ayuda de bolígrafos, sino hundidas en el muro como esculpidas con martillo y cincel.
- No me jodas- pudo decir Dean.
¿Era todo eso de Emma? ¿Cuánto tiempo, y con tanto interés llevaba la bestia observándola entonces?
O en cambio... ¿había allí además juguetes de otras niñas que también estaban en peligro?