Chapter 1: Buenos días, Kacchan
Summary:
"Usualmente quien despierta primero es Izuku. Es mucho más tolerante por las mañanas y sabe hacer un té sin quemar la cocina, así que Katsuki no se preocupa demasiado. Revuelve las cobijas para él y oye el ruido en el baño y en la cocina."
Chapter Text
Preludio
Buenos días, Kacchan
When heroes go down
They go down fast
So don't expect any time to
Equivocate the past
Suzanne Vega
Si alguien les hubiera preguntando a los catorce años como iba a ser su vida, la respuesta hubiera estado cerca y a la vez muy lejos de la realidad.
A ninguno de los dos se les hubiera ocurrido que iban a pasar sus días despertando a un lado del otro y que las noches en las que faltaba un cuerpo en la cama se hacían largas y difíciles.
Usualmente quien despierta primero es Izuku. Es mucho más tolerante por las mañanas y sabe hacer un té sin quemar la cocina, así que Katsuki no se preocupa demasiado. Revuelve las cobijas para él y oye el ruido en el baño y en la cocina.
Puede descansar hasta que se acerca peligrosamente la hora en la que uno de los dos se tiene que ir a la agencia porque tienen turnos en la mañana y apenas si queda tiempo para hacer un desayuno para los dos. La cocina es su reino.
Pero antes de levantarse Izuku vuelve a la cama y se sienta a su lado. Sobre el buró deja una taza de té lista para él. Casi siempre se inclina y le da un beso en la sien. A veces tiene que mover las sábanas para hacerlo. A veces Katsuki simplemente está esperando para atraparlo en el acto y robarle un beso en los labios, para arrastrarlo de nuevo a la cama. Otras veces sólo se incorpora sin decir nada y sorbe el té poco a poco.
Izuku lo acompaña hasta que se levanta y se dirige al baño y después a la cocina.
Todos los días se queja de que sus turnos empiezan demasiado temprano mientras busca entre la alacena e Izuku pone la mesa.
La vida doméstica está llena de los pequeños momentos. Él recoge la correspondencia mientras Izuku lava los platos. Pasa su mano por el cabello de Izuku y lo desordena cada vez que está cerca.
Pero su vida también está llena de llamadas de emergencia.
«Volveré tarde».
«No me esperes despierto».
«Al menos serán dos días en esta misión. En Hokkaido».
También llamadas desde el hospital, porque ambos son el contacto de emergencia del otro. Tanto Katsuki como Izuku han perdido la cuenta de las noches que han gastado en las sillas incómodas de un hospital, en todo Musufatu y en todo Tokyo y a veces en ciudades mucho más lejos. Izuku siempre tiene una sonrisa para asegurarle que todo está bien cuando acaba herido. Katsuki siempre le dedica una mueca que parece sonrisa a medias cuando es él el que está en la cama de un hospital.
A los catorce años ninguno de los dos se hubiera imaginado despertando al lado del otro.
Y sin embargo.
—Buenos días, Kacchan.
Un beso se posa en su sien.
Notes:
1) Esto fue un afterthought al fic completo. Este fic son los prompts de día 2, día 4 y día 7 de la Twin Stars Week. Salió mucho más largo de lo que esperaba y además, ¡agregué un pequeño preludio! Espero que les guste si es que les gusta el bkdk.
2) Aproveché el free day para escribir un snippet pequeñito sobre su vida doméstica, que es un poco de lo que se trata todo el fic. La vida tras los reflectores y el trabajo de héroes
Chapter 2: El número uno
Summary:
"Recuerda que Inko le ofreció sacar el futón para él, pero al final él e Izuku la convencieron de que cabían los dos en su cama. Recuerda a Izuku, orgulloso de sí mismo, poniendo su almohada con funda de All Might en la mitad de la cama que le correspondía a Katsuki.
«¡Puedes usarla hoy tú, Kacchan!»
Enterró esa memoria muchos años en su cabeza. Hasta que se mudaron juntos después de graduarse de UA e Izuku apareció con todo un set de sábanas de All Might."
Chapter Text
Primer acto
El número uno
When heroes go down
They land in flame
So don't expect any slow and careful
Settling of blame
Suzanne Vega
—¿No vas a usar una corbata?
Bufido.
—¿Sabes poner una corbata, Izuku? ¿Acaso?
—Tienes un punto.
Le revuelve el cabello.
—¡Kacchan! ¡Ya me había peinado!
Sí, claro, se había echado todo el cabello para atrás y había intentado parecer un adulto. Después de que Katsuki lo desordena, tiene unos cuantos mechones en la frente.
—Me gusta más así.
—¡Kacchan!
Katsuki lo agarra por la barbilla. Los años han reducido la diferencia de estatura, pero todavía se las arregla para ser unos centímetros más alto. Lo besa. Cuando se separan, Izuku está sonriendo. Estira la mano y la hunde en su cabello.
Sonríe.
Carajo. La sonrisa de Izuku siempre lo pierde.
Y pensar que en algún momento la había odiado. Cumplen diez años de haberse graduado. No parece. Parece que fue ayer, pero ya tienen veintiocho años los dos. Katsuki se acerca a los veintinueve y a Izuku le queda un poco más de medio año.
Izuku ve el reloj.
—¡Vamos a llegar tarde!
Katsuki gruñe.
—Deja de los extras lleguen antes.
—¡Kacchan son nuestros ex compañeros de…!
—Tsk. Extras.
Izuku intenta moverse, pero Katsuki lo agarra por los hombros e intenta arreglarle la tragedia que hace llamar corbata, ya que intentó ponerse una. No lo logra y sólo hace que se la ponga un poco más informal, para disimular que ambos son unos imbéciles en ese respecto. Cada que cualquiera de los dos se pone una es porque Kirishima o Todoroki se las acomodaron.
—Ahí está.
—Gracias.
Suena el teléfono del interfono. Izuku contesta.
—El taxi está abajo.
Katsuki asiente.
—Vamos.
Diez años fuera de la UA. Diez años siendo héroes profesionales. Bien pueden tomarse un descanso. Además los rankings de la segunda mitad del año están a punto de salir y Katsuki está seguro que uno de los dos es el número uno. Llevan años persiguiéndose por el top cinco. Están a punto. Además, Endeavor anunció su retiro tiempo atrás y, objetivamente, la única que podría mantenerlos debajo de ese puesto es Miruko.
—Kacchan, tienes que prometer algo —dice Izuku cuando está tomando las llaves de la mesita a un lado de la puerta y mientras se sienta en el escalón que hay en el recibidor para ponerse los zapatones.
—Qué.
No lo dice como pregunta. Le sale la palabra como un ladrido.
—No puedes intentar explotar el trasero de Mineta, como… ehm.
—¡ESE IDIOTA SE LO MERECÍA!
Era cierto, lo había intentado el año anterior, en el noveno aniversario. Jirou lo había detenido, pero sólo porque estaba gritando ella misma iba a matar a ese pedazo de estiércol morado con sus propias manos. No porque quisiera detener una pelea.
Izuku suelta un suspiro.
—Lo sé. Pero. No quiero que te amenacen con quitarte la licencia o suspenderte por atacar a otro héroe. O algo así.
Katsuki gruñe mientras él mismo se pone los zapatos.
—Se lo merece.
—Lo sé, Kacchan. Lo sé.
Ya no son adolescentes y ya no pueden jugar a que son capaces de ignora las actitudes de Mineta. Carajo. Ni siquiera entonces. Las chicas nunca lo hicieron.
—Kacchan, sólo evita los golpes, ¿sí? —pide Izuku—. Si hace alguna tontería puedes gritarle o dejar que otro lo pulverice o…, lo que sea.
Katsuki bufa, pero accede. Entiende por qué Izuku se lo está pidiendo: están demasiado cerca del número uno como para cambiar la percepción del público sobre ellos. Eso es pura mierda. Como los percibe el resto de la gente es únicamente por la imagen que se crean de ellos. No tiene nada que ver con sus vidas privadas. Héroes que son una mierda cuando el público no los ve llevan años subiendo al top diez y nadie los detiene ni les quita la licencia. Nadie les pide explicaciones sobre las pendejadas que hacen: pendejadas que harían a otro agarrar a etiqueta de villano y no quitársela nunca.
—Bien —responde.
—Gracias.
Izuku pone la mano sobre la suya y la aprieta.
Katsuki espera un momento antes de apartarse del contacto.
—Vamos —se pone en pie y le ofrece una mano. Diez años y parece que fue ayer.
—¡¿Por qué demonios estás llorando?!
Y eso sólo lo hace llorar más. Por supuesto. Kacchan siempre es así. No soporta sus lágrimas y no sabe qué hacer con ellas. No, no sólo las de Izuku. Es general. Odia las suyas propias también y las esconde tanto como puede. En varios años, sólo Izuku las ja visto.
Una vez.
—Kacchan…
Estira una mano, pero Kacchan se aparta.
Es tan obvio y aún así le está pidiendo que se explique. Izuku sólo quiere hundirse en la tierra y no volver a salir nunca más. Alza la mirada.
—Estuvo… —Hipa y se corta. Acaba tosiendo—. Estuvo a punto de… tocarte.
Todos saben a quién se refiere. Meses huyendo y evitando a Shigaraki. A veces no han estado tan cerca.
—Estoy vivo, idiota —espeta Kacchan—. ¡A menos de que quieras empezar a planear mi funeral!
Izuku sólo llora más.
—¡Deku, carajo!
—Kacchan…
Se sorbe los mocos y esa vez no puede evitarlo. Se lanza contra él. Kacchan no puede hacer nada porque todavía tiene las granadas puestas, no puede evitarlo. Sólo puede quedarse allí, parado, con los ojos muy abiertos cuando Izuku lo abraza. Es la primera vez que lo intenta. Llevan meses y meses manteniendo conversaciones más o menos amables, pero Izuku que todos modos tiene cuidado. «No lo veas demasiado aunque quieras grabarte su imagen en la mente». Kacchan es volátil; puede explotar en cualquier momento.
Pero en ese momento lo aprieta.
—Kacchan… —Ahoga un sollozo—. No puedes. ¡No puedes perder antes de ser el número uno! ¡Dices eso siempre! ¡Los héroes ganan!
Alza la mirada, todavía aferrado a él.
Lo ve sonreír con esa sonrisa de depredador que tiene, enseñando los dientes, de medio lado.
—Sí, tienes razón, eso digo. —Hace una pausa. Kacchan no se mueve. Izuku no sabe decir si está incómodo o no. Simplemente no se mueve ni intenta zafarse y eso, tratándose de Kacchan, ya es toda una novedad.
«Te quiero», es en realidad lo que quiere decir, pero se lo guarda. «Tuve miedo y te quiero y no quiero perderte antes de que pueda decírtelo. Pero necesito, valor, Kacchan».
Kirishima les salta encima prácticamente en la entrada y luego Uraraka jala a Izuku porque tiene algo importante que decirle, así que Katsuki es el que recibe el sermón de Iida sobre las corbatas.
—¡Acabo de llegar y no puedes pasar ni un momento sin…! —Gruñe—. Da igual.
Ignora a Iida muy diplomáticamente (o sea, simplemente se da la vuelta y camina en la dirección contraria, con Kirishima persiguiéndolo detrás). Ashido acaba por unírseles porque Uraraka está con Izuku y la maldita alien no sabe qué hacer si no pasa todo el tiempo colgada del lado de su novia. El chat que tienen vive lleno de fotos de Uraraka con mensajes que dicen cosas como «ES MI NOVIA», «NO PUEDO CREER QUE SEA MI NOVIA». La luna de miel les está durando mucho. Ya llevan seis meses de pasteladas que Katsuki apenas si puede soportar. (Pero no dice nada porque Kirishima lo tiene amenazado con enseñarles las fotos que tiene de él con cara de idiota mirando a Izuku a lo lejos).
Kirishima jala a todo el grupo lejos de la entrada cuando aparece Monoma —Katsuki supone que para evitar una confrontación—. Unos minutos más tarde, la única que aparece para saludarlos es Itsuka Kendo, la novia —o la esposa, Katsuki no está muy segura de si ya se casaron, pero está convencido de que nadie lo va a invitar a esa boda.
(Por supuesto, Ashido es la que le recuerda de su nombre: él no tiene ni idea).
(«No puedo creer que sigas sin aprenderte los nombres de la gente, Kat». «¡ME SÉ LOS SUFICIENTES!». Pausa. «¡Y no te di permiso de decirme así!»).
Su historia con Monoma es una historia de baches. El último es que le rompió la nariz tres años atrás por arruinarle una misión.
(Izuku estuvo gritándole tres días, no necesita recordarlo).
Después, en la ronda de saludos, aparece Todoroki.
—Vi tu última misión —le dice, en vez de un «hola», como la gente común y corriente—. Felicidades, Bakugo.
Sólo le dedica un bufido.
—¡BAKUGO!
Katsuki tiene la tentación de cerrar los ojos.
—No me digas que lo trajiste —sisea, en dirección a Todoroki, que finge su mejor cara de inocencia.
—¿A quién?
—A tú… —No acaba de contestar porque ya lo tiene encima.
—¡BAKUGO!
—¡No tienes que actuar tan sorprendido! —espeta Katsuki—. ¡Es obvio que estaría aquí! ¡ES EL ANIVERSARIO NÚMERO DIEZ DE NUESTRA GRADUACIÓN, TÚ ERES EL QUE NO…!
—Bakugo, es mi novio —apunta Todoroki.
—¡No se me olvidó desde el año pasado! ¡O desde la semana pasada! ¡Cuando los vi la última vez!
Le estrecha la mano a Inasa (es un milagro que recuerde aunque sea su apellido, porque realmente nunca pone atención) y deja que Kirishima se encargue de la plática sin importancia en la que todo el mundo da vueltas y vueltas inútiles. «Cómo te fue en la última misión», «estás saliendo con alguien», «y vas a abrir una agencia propia».
—¿Midoriya y tú han estado bien? —pregunta Ashido.
Katsuki asiente.
—¡¿Y por qué no estaríamos bien?! —es su respuesta.
—Sólo es una pregunta. No te mataría formar parte de las cordialidades, Kat.
—¡No te he dado permiso de que me llames así!
—¿Le estás diciendo Kat otra vez, Ashido?
—¡Sero!
Por supuesto, a él nadie le hace caso. Kirishima se entretiene con Inasa y Todoroki y Ashido y Sero se están poniendo al corriente, porque él lleva siete meses estacionado en Hokkaido.
—¡Kacchan!
Sabe que no es Izuku porque además de que no es su voz, Denki siempre alarga la primera a más tiempo, para hacer el sobrenombre más dramático. Si no le dijo nada estando todavía en UA, menos se lo va a decir ahora. (Pero todo menos «Kat», carajo).
—Ey.
—¡Kacchan! —Ese si es Izuku—. ¡Oh, Kaminari! ¡Vimos las noticias! ¡Vimos que atraparon a ese villano que amenazaba con inundar Yokohama! ¡Salió tu conferencia en la tele!
Kaminari asiente, encantando de recibir atención. Katsuki sólo le dedica una media sonrisa. Que se conforme con eso.
Izuku luego se concentra en Shinsou y Katsuki tiene que esperar hasta que acaba para que le vuelva a poner atención. El nerd nunca ha dejado de ser un fanboy de los héroes, sólo que ahora se mueve entre ellos. Sigue siendo adorable.
Cenan sin ningún incidente. Alguien les ofrece vino. Katsuki dice que no con un gruñido, Izuku acepta media copa.
(Excepto que Jirou se niega a sentarse cerca de Mineta e intenta clavarle una de las entradas de los audífonos en el ojo derecho).
Luego alguien ayuda a quitar las mesas y alguien más pone música.
Izuku sonríe.
«Oh, no».
—¡Kacchan!
«Oh, no, no, no».
—¡Ven!
Izuku lo jala de un brazo sin preguntar nada.
—¡Ey, déjame en…!
—¡Pero quiero bailar!
Katsuki Bakugo no sabe bailar. Eso es un hecho sobre su vida. Podría aprender si lo intentara y podría ser el mejor bailando. De eso no hay duda alguna. Pero no sabe. Izuku, en cambio se defiende.
—Anda —insiste Izuku, haciendo un puchero.
—Izuku… —amenaza.
Pero el maldito se acerca a su oído y dice algo que lo hace ponerse rojo y gruñir más y decirle que no se atreva a decir nada sobe su vida sexual en voz alta. Izuku tiene una expresión que es el término medio perfecto entre un puchero y una sonrisa traviesa.
Katsuki lo odia en ese momento, pero pone la mano en el hombro de Izuku.
—Sabía que dirías que sí.
—Siempre me haces decir que sí —se queja Katsuki.
Izuku asiente, muy consiente de cómo es que lo logra. Katsuki siente sus dedos en la cintura, siente como lo acerca hasta sí para que queden pegados.
—Te quiero, Kacchan.
—Lo sé, idiota.
Izuku sabe moverse al ritmo de la música. Las lecciones de Ashido durante sus tiempos en UA al menos le funcionaron para algo. Katsuki lo intenta, sin pisarlo.
—No te mataría contestarme algún día, Kacchan.
—Lo sé.
Nunca se lo dice en público.
Se lo guarda para cuando están los dos solos y nadie más puede oírlos.
—¡¿POR QUÉ TIENES QUE ESPERAR HASTA QUE ESTOY EN LA CAMA DE UN HOSPITAL PARA HABLAR DE TUS SENTIMIENTOS?!
Kacchan tiene razón, por supuesto.
Tiene una pierna rota y están buscando a alguien que pueda curársela, pero aun así grita, se mueve, prácticamente intenta estrangularlo.
Es natural que empiece a llorar.
—No, Deku…, carajo, no…
—Sólo es «Deku» con el traje puesto.
«Para ti».
Es un trato que hicieron. No le molesta que el resto se lo diga. Después de todo, ahora sólo significa lo que Uraraka le dijo la primera vez que se refirió así a él. «¡Te da una vibra de que puedes hacer lo que quieras!». Pero con Kacchan todo es más complicado, claro. Creyó que no le molestaba, que habían superado esa etapa. Hasta que Kacchan explotó y dijo «Lo siento» la última vez que los atacó Shigaraki, cuando estaba a punto de tocarlo.
Izuku no respondió y nunca han vuelto a tocar el tema. No está seguro realmente de si esas disculpas existieron.
—Todavía lo tienes puesto, idiota —dice Kacchan, señalándolo. Tiene razón. Está roto y tiene una manga completa quemada, pero lo tiene puesto—. ¡NO ME DISTRAIGAS! ¡ESTABA GRITÁNDOTE LO INJUSTO QUE ES QUE ME AHOGUES EN TUS ESTÚPIDOS SENTIMENTALISMOS SÓLO EN ESTAS SITUACIONES!
Más lágrimas.
—¡Carajo, odio que llores! ¡Sabes que tengo razón!
Más lágrimas.
Una tras de otra tras de otra tras de otra. Ojalá Kacchan fuera más fácil y no el rompecabezas más difícil del mundo.
Sólo lo que tiene que ver con ser un héroe ha acabado con casi un cuaderno entero de Izuku y aunque cree tenerlo descifrado, Kacchan siempre lo sorprende. No siempre para bien.
—¡PORQUE NO SÉ CUANDO MÁS DECIRLO! —explota.
Todo el hospital está demasiado ocupado, así que nadie se asoma a ver qué ocurre y ellos dos tienen la suerte de estar solos en una habitación con cuatro camas más.
Cierra los ojos y se los cubre con las manos. Sólo tiene una venda en un brazo y otra sobre el vientre, sus heridas no son demasiado graves.
—¡No es cómo… si… lo hicieras… fácil! —Odia cómo se le corta la voz.
Le recuerda a cuando era el saco de boxeo de Kacchan y no quiere volver a sentirse así nunca más.
—Demonios… odio… Yo también… odio esto… —Se talla los ojos. Solloza. Kacchan no responde y él no lo ve porque sus lágrimas lo nublan todo y tiene las manos en la cara—. Odio que seas capaz… de… ha-hacerme es-esto.
«Respira, Izuku, respira, tú puedes…».
—Es injusto, ¿sabes?
Es lo más calmado que ha dicho Kacchan en todo el rato.
—Tengo una pierna rota y duele como los mil demonios y de todas maneras estoy manteniendo una conversación contigo, carajo. —Bufa y por fin Izuku se atreve a mirarlo. Parece más tranquilo, pero sus ojos ven a las sábanas de la cama del hospital y no hacia él, que está parado enfrente de su cama—. No puedes… Argh. Sólo. Dame tiempo.
A veces, las declaraciones de amor son anticlimáticas.
Izuku se le declaró un día en el hospital. Dijo demasiadas cosas y Katsuki sólo recuerda que empezó a gritar.
Es lo que piensa mientras están oyendo una canción de amor adolescente ridícula a más no poder e Izuku insiste en arrastrarlo por el piso porque si hay algo en lo que sea superior a él es bailando. Mediocre, pero superior.
«Un héroe no necesita saber bailar», sentenció Katsuki un día y sigue sin aprender.
Pero deja que Izuku le ponga las manos en la cintura y lo acerque hasta pegar sus caderas con las suyas y se balancee al ritmo de la música.
—Gracias por no explotar a nadie, Kacchan —dice Izuku.
—¿Ves? Sé comportarme.
El público lo juzga por los gritos y la actitud, pero Katsuki hace su trabajo. Lo juzgan también por no dar prácticamente ninguna entrevista y negarse a hablar de su vida personal con los medios —aunque es del dominio público que él e Izuku tienen una relación—. Los años lo han enseñado a manejar al público. Prefiere a los niños —aunque antes muerto que admitirlo— porque le recuerdan a él mismo y a Izuku en tiempos mejores; los ojos de asombro le recuerdan a una de las últimas fotografías que Inko Midoriya les tomo de niños, ambos enseñando sus tarjetas de All Might.
La gente que pretende conocerlo lo agota. «No conocen a los héroes», quiere gritarles en la cara. «Dejaron a una persona como Endeavor subir a la gloria y nunca le exigieron rendir cuentas».
No es que odie a Enji Todoroki.
Es un buen maestro.
Un horrible padre, también. Al final Todoroki hizo las paces con eso a su manera y Katsuki no pretende saber los detalles, pero el público siguió haciendo la vista gorda por siempre.
A Katsuki no le importa la opinión del resto.
Sólo quiere ser un héroe.
Ganar.
—Estás pensando muy fuerte, Kacchan.
—¿Eh? Usualmente eres tú el que hace eso.
—Por eso, lo siento. —Izuku sonríe. Parece que va a decir algo más pero suena su celular con un tono que Katsuki odia oír. El del trabajo—. Espera.
Se separa de él, busca el celular y lo contesta. La mano que no lo está sosteniendo, se pone sobre uno de los brazos de Katsuki y lo jala hasta una de las orillas.
Katsuki lo ve decir «sí», «no», «bien». No sabe que ocurre.
Cuando cuelga y voltea a verlo, ya sabe que va a dejarlo solo.
—Tengo que irme —dice. Se acerca para abrazarlo y se estira un poco para que sus frentes choquen. Una de sus manos se posa sobre una de las mejillas de Katsuki—. No me extrañes, ¿está bien? Hay un problema. Necesitan mi singularidad. —Lo acaricia y Katsuki ni siquiera tiene tiempo de enojarse porque lo está dejando con un montón de extras—. Volveré. —Una pausa. Lo oye respirar hondo—. Lo prometo.
Siempre dice eso.
Estúpido cursi.
Son casi las once cuando llama a su puerta. Al principio cree que no va a abrirle, pero al final lo hace. Parece despierto.
—Tenías razón, era injusto. —Las palabras le salen atropelladas.
—¿Y?
—Quiero hacerlo bien.
—Carajo, nerd…
—¡Sólo escúchame!
Intenta mantener su voz baja, para no despertar a nadie más.
—Tienes un minuto. Antes de que cierre la puerta. No puedes sólo llegar a estas horas e intentar que… —Gruñe—. Empieza.
—Tenías razón. Era injusto —repite sus primeras palabras para que lo que quiere decirle tome curso—. Pero es porque tengo miedo, Kacchan. Siempre algo explota en mi cuando estás en peligro. —Kacchan abre la boca, pero Izuku alza una mano. No. Le dijo que tenía un minuto, va a usarlo—. Me pasa desde que entramos a segundo. Supongo que antes también… —Suspira—. No sé cuándo empezó. Sólo sé que el miedo rompe cosas en mí y no puedo evitarlo, aunque objetivamente sepa que eres fuerte y lucharás hasta el final, hasta ganar. Así que sí, es injusto. —Intenta mantenerle la mirada a Kacchan, pero no puede y acaba viéndose las manos—. Lo de vomitarte todo lo que siento encima cuando estás herido. Intenté no hacerlo. ¡Lo juro, Kacchan! Siempre decía que esperaría otro momento para hacerlo. Total, nuestra relación está mejorando, pensaba, habrá un tiempo ideal para… Pero nunca lo encontré y exploté. Lo siento. Por eso. —Alza la vista—. Pero es verdad. Lo que dije. Así que me gustaría volverlo a intentar: «Me gustas, Kacchan». Eso es todo.
El silencio se extiende y él no se atreve a levantar la vista. Está a dos segundos de salir volando contra la pared de enfrente, está convencido.
Pero se oye un reloj en el fondo y nada pasa.
—Kacchan…
Todavía no puede alzar la vista. No quiere enfrentarse a los ojos incrédulos de Kacchan, ni al desagrado. Mucho menos al rechazo. Y lo siente venir.
—Di algo —suplica.
Lo dice con una voz que odia, porque es la del miedo. Pero no puede evitar que le llegue por todos lados, que lo inunde, lo ahogue.
—Carajo, Deku, no… puedes… Carajo. Sólo. Entra.
Kacchan se hace a un lado e Izuku entra en su habitación sin saber qué ocurre. No hay ninguna luz predida. Sólo se alcanza a ver el reloj de Kacchan en la oscuridad.
—No me veas, no digas nada. No… Sólo no. ¿Está bien?
—¿Kacchan?
—Déjame hablar —espeta y, cuando Izuku no responde, continúa—: No sé qué parte de tu cerebro te convenció de que… Da igual. Nerd, a la gente no suelen gustarle los desgraciados. Está… está mal. Supongo. —Izuku no lo ve y sólo puede adivinar—. Argh. Siempre pensé que habría un momento y un lugar, pero. No sé qué pensaba. No sé por qué. Argh. —Deja salir un gruñido de pura frustración—. Sigue siendo injusto. Nerd, fui un desgraciado contigo, no puedo… No puedo responder a eso… No. Simplemente… —Hay una pausa muy larga—. No. No sé. Lo siento. Por todo. Por… Carajo. Tengo que disculparme antes de que sigas teniendo sentimientos por mí. Me haría un imbécil aún más grande si no…
—Kacchan, ya te perdoné —interrumpe e Izuku.
Y es completamente cierto.
No sabe cuándo o cómo.
Sólo despertó un día con la seguridad de que ya había hecho las paces con su pasado.
—¡No! Espera. Carajo. Eres el epítome de la injusticia. —El tono enojado de Katsuki le suena fuera de lugar no lo entiende—. No puedes hacer las paces con nuestro pasado y pretender que yo no cargo nada por… ¡Argh! ¡Carajo! Lo siento, ¿está bien? Tengo que decirlo. Frente a ti, algún día.
Siguen parados, como saleros entre la puerta y el escritorio. Hay distancia entre ellos porque Kacchan la puso, nada más.
Izuku empieza a llorar.
Nunca creyó que oiría esas palabras.
—Lo siento —repite Kacchan—. Las cosas crueles que dije. Nunca debí. Estuvieron mal. —Se le traban todas las palabras. Ni siquiera parece que haya pausas o puntos suspensivos en su manera de hablar. Lo escupe todo, como puede—. Especialmente cuando.
—Kacchan.
Izuku intenta acercarse.
Da un paso, otro.
Kacchan estira los brazos. Agarra su playera. Es más alto todavía, aunque Deku ha acortado la distancia y aun así se encorva hasta que su frente está sobre el pecho de Deku.
—Sobre todo esa vez. Cuando te dije que rogarás por nacer con una singularidad en tu siguiente vida. ¿Cómo carajos puedes decirme que te gusto si ni siquiera tengo el valor necesario de…? Carajo, Izuku. Carajo.
—No importa cómo.
—Sí importa. Lo siento. Lo siento. Lo siento.
Es como si las palabras se hicieran más fáciles una vez que las dices por primera vez. Había una frase, piensa Izuku. Sobre que la primera frase de la verdad era siempre la más difícil.
Intenta abrazarlo.
—Me gustas, Kacchan —repite. «Eso no cambia», quiere decirle, «eso no cambia nada».
Quizá su corazón no tenga sentido. No le importa. Ya se ha resignado. Nada nunca es fácil con ellos, nada nunca tiene el sentido que debería tenerlo. Kacchan alza la mirada y esa es la tercera vez que Izuku es plenamente consciente de que lo está viendo llorar.
—¿Por qué?
—¿Te dejaron solo?
Katsuki hace un ruido que puede significar «sí», «no», «quizá» o algo completamente diferente, pero Kirishima lo entiende. Debe tener un traductor instalado para captar cada cosa que sale de la boca de Katsuki. Es lo que tiene ser tan terco.
—Lo dices como si fuera una multitud.
—¿Trabajo?
—Un problema —explica Katsuki.
«Un problema», dicho entre héroes es un eufemismo. Puede ir desde un simple asunto con el papeleo hasta algo que involucra muertos. Acostumbran decirlo para enmascarar las partes más feas de su trabajo cuando no es necesario dejar que los demás las vean. Se dice «un problema» para no preocupar al otro. Puede ser algo que se resuelva en una hora o puede ser que reciban una llamada desde el hospital a las tres de la mañana. Siempre es diferente. Katsuki lo sabe.
—Bueno. —Kirishima asiente—. Si quieres te llevo. Traje el carro. Y creo que vas a perder el último tren.
Katsuki hace un ruido que, de nuevo, puede significar «sí», «no» o «quizá». Kirishima se pone en pie.
—Voy por mi abrigo, entonces.
Sí, tiene un traductor.
Katsuki se despide de la mayoría. Al menos de la mayoría de los extras que le importan. Ashido lo abraza y él se deja porque ha aprendido, con el tiempo, a que no tiene sentido pelear contra sus abrazos. Kaminari le dice «Kacchan» alargando mucho la «a» y le guiña un ojo. Katsuki sólo sacude la cabeza mientras Eijiro lo hace caminar hasta donde estacionó su coche. Piensa por enésima vez que debería aprender a usar uno. Que debería usar uno. Pero prefiere el tren, aunque tenga que cubrirse siempre la cabeza para no delatar su identidad con su cabello rubio en picos. O mejor, prefiere usar las explosiones. O mejor aún: prefiere que Izuku sea quien lleve las manos en el volante.
Todo es más sencillo.
Se sube en el asiento del copiloto y deja que Kirishima haga el resto.
—Te ves preocupado.
—Pregunta lo que quieras preguntar y no me trates como a una bomba de relojería —espeta Katsuki—. No des vueltas.
Para ser justo con él: Kirishima sólo da vueltas cuando se trata de dos temas. Es el ranking o es Izuku. El primero porque cada paso de Katsuki rumbo al número uno los empieza a convencer de que todos esos sueños durante sus años en UA son reales. El segundo porque Kirishima siempre ha apoyado incondicionalmente esa relación, pero eso no evitó que lo arrastrara lejos de cualquier otro ser humano y le pusiera los puntos sobre las íes. «Sé que tú y Midoriya tienen historia, Bakugo. Y él no dice nada. Él nunca ha dicho nada. Pero uno tiene que ser un imbécil para no darse cuenta. Así que sólo quería asegurarme de que él sabe que no le harás daño».
—Estás preocupado. —Eso no es una pregunta.
Katsuki bufa.
—¿Es el ranking o es Midoriya? —termina Kirishima.
Katsuki abre la boca. Y luego la cierra.
No lo sabe.
—Bakugo…
—Las dos. Creo.
No quiere explicarle sus preocupaciones con el ranking. Siempre se pregunta si acaso no hace lo suficiente, mientras se queja por enésima vez lo estúpido que es tener que hacer publicidad. No se hizo héroe para vender productos a un montón de imbéciles, se hizo héroe para ganar. No es idiota: sabe que el público lo aprecia más porque Izuku casi siempre está a su lado. Izuku habla, sonríe, da las entrevistas, se pone al frente de las conferencias de prensa, bromea, tiene más facilidad de trato. Aunque todas esas tonterías lo agotan tanto como a Katsuki, las hace a cambio de que, al final del día, encontrar unos brazos firmes en los que esconderse y una cena caliente sobre la mesa.
—Uno de ustedes se quedará con el número uno. Todo el mundo está seguro. —Kirishima sonríe y Katsuki está convencido de que cree que eso es tranquilizador, pero no—. Y sobre Midoriya, siempre sale vivo. Y hace años que no se rompe ningún hueso importante.
«Importante» es la palabra clave. Volvió a romperse un par de dedos menos de dos meses atrás y ahora todo el tiempo los lleva protegidos.
«Ya no vas a poder moverlos si sigues así», le había advertido Recovery Girl e Izuku había asentido y sonreído y asegurado que tenía cuidado.
—Ya sé. —Katsuki gruñe y se recarga contra la ventana. Musufatu de noche siempre tiene luz.
—¿Entonces?
—Tsk.
—Bueno, no pregunto más. —Sí. Todavía le sorprenda que Kirishima entienda prácticamente hasta lo que no dice—. Midoriya va a estar bien. Siempre está bien.
No dice «seguro no es nada grave» porque en su profesión nadie tiene manera de saberlo.
—Tsk.
—Bueno, si no vas a hablar de ti…, hablaré de mí. —Kirishima sonríe. Katsuki no dice nada, porque está seguro que va a oír algo importante y, al contrario de lo que la mayoría de la gente cree, es capaz de escuchar—. Estoy viendo a alguien, Katsuki.
Casi nunca usan sus nombres de pila. Son «Kirishima» y «Bakugo» para el otro. Cuando uno de los dos lo usa, es una señal.
Katsuki supone que no pueden tener esa conversación a base de sus onomatopeyas.
—¿Ah, sí?
—Sí.
—¿Es serio?
—No sé.
—Tsk.
Silencio.
—¿Sé quién es, Eijiro?
—Creo que sí. —Kirishima se ríe y la carcajada es corta y nerviosa—. ¿Recuerdas a Tamaki?
—¿El de los dedos de pulpo?
—Ajá.
—Volvió a Japón —dice Kirishima. Y esa, junto a su sonrisa tranquila, es toda la explicación. Nada le dice a Katsuki cómo se reencontraron o cómo empezó la historia. Pero son los detalles que no necesita. La sonrisa tranquila de Kirishima es suficiente.
—¿Los demás saben?
Kirishima niega con la cabeza.
—No me dejarían en paz y…, Tamaki…, lo conoces.
—Es una bola de nervios insoportable. —Eso es lo único que Katsuki puede recordar sobre él, además de los dedos de pulpo y las ocasionales patas de pollo. Eijiro hizo casi todas sus pasantías en la agencia de Fatgum, con él—. No diré nada.
—Gracias.
Después de eso, siguen el camino en silencio.
Kirishima lo deja ante la puerta de su edificio e insiste en esperar a que Katsuki entre, aunque literalmente no haya un movimiento y Katsuki no haya probado tampoco ni media gota de alcohol. No lo oye arrancar hasta que no cierra la puerta del recibidor del edificio. Sube y, al abrir la puerta, siente la soledad.
Siempre es lo mismo cuando Izuku no está por las noches.
(Aunque, pensándolo bien, nunca le ha preguntado a Izuku como se siente cuando el que está ausente es él).
Se sirve un vaso de agua que deja a medio terminar sobre la barra y se dirige a la cama. Se quita el saco, la camisa, los pantalones. Es invierno, así que tiene que buscar cualquier playera con manga larga para poder dormir, especialmente si no está Izuku. Odia el frío.
Y de todos modos no duerme.
Siempre es lo mismo.
Nunca creyó que pudiera acostumbrarse a dormir con alguien, menos si ese alguien era Izuku, que insistía en tener una colcha de All Might y una almohada de All Might desde que ambos tienen uso de consciencia. Katsuki recuerda vagamente una noche que su padre estaba de viaje y su madre tenía un compromiso de trabajo que no podía dejar pasar, cuando lo dejaron en la puerta de Inko Midoriya con una mochila pequeña con su pijama, un cambio de ropa y uno de sus juguetes favoritos. Recuerda que su mamá le extendió un papel a Inko, seguramente donde había anotado el número de su celular, por si necesitaba llamarle. Algo así. Tenía cuatro años recién cumplidos, aún no aparecía su singularidad. Izuku aún no era Deku.
Recuerda que Inko le ofreció sacar el futón para él, pero al final él e Izuku la convencieron de que cabían los dos en su cama. Recuerda a Izuku, orgulloso de sí mismo, poniendo su almohada con funda de All Might en la mitad de la cama que le correspondía a Katsuki.
«¡Puedes usarla hoy tú, Kacchan!»
Enterró esa memoria muchos años en su cabeza. Hasta que se mudaron juntos después de graduarse de UA e Izuku apareció con todo un set de sábanas de All Might.
Una de las muchas cosas no negociables de su relación.
Honestamente, es todo un milagro que todo el departamento no parezca una convención dedicada a héroes profesionales —con especial énfasis en All Might y desdén a Endeavor—, pero Katsuki se hace responsable de eso. Mantiene el caos a raya y a veces hace concesiones. Como los muñecos en el librero de Izuku. Uno de Deku, otro de Ground Zero, juntos, prácticamente agarrándose las manos.
Katsuki no planea reconocerlo ante nadie, pero siempre sonríe al verlos.
Se queda en un estado de duermevela hasta que escucha la cerradura de la entrada moverse. No se levanta, ni se quita las cobijas de encima. Espera a que Izuku vaya dejando por ahí todos los pedazos de su traje, como hace siempre —ya será tiempo de recoger la mañana siguiente—; los tenis rojos, el soporte de las piernas, los guantes. Lo oye ponerse la pijama intentando no hacer ruido. Al final se desliza en la cama y se acurruca contra Katsuki. Le pasa un brazo por encima.
—¿Estás despierto?
—Mmm.
Siempre lo está. Al menos está «no-dormido».
—Ya regresé.
—Mmm.
Katsuki acomoda su espalda contra el pecho de Izuku. Si le hubieran preguntado tiempo atrás, hubiera dicho que no podía entender como la gente podía dormir con compañía. Pero luego había ocurrido Kamino y habían llegado las pesadillas. (Bueno, regresado: las primeras habían aparecido con el maldito villano del que Izuku había intentado salvarlo). Con Kirishima había aprendido a compartir el espacio, a sentir el peso de otro cuerpo sobre la cama. Había aprendido a abrazar a alguien en medio de una pesadilla, aunque luego fingiera que nunca jamás había pasado y Kirishima se pasara una mano por la cabeza y le dijera que no importaba, que sólo quería ayudar, que entendía. Después de eso, la primera vez que había dormido con Izuku, se había acurrucado en sus brazos como si siempre hubieran estado esperándolo.
Ahí, con la respiración de Izuku tan cerca, no le cuesta regular la suya propia.
No tarda en quedarse dormido.
«Puedo esperar», dijo y fue verdad. No quería presionar a Kacchan, especialmente cuando le costaba tanto entender lo que Izuku sentía y en sus ojos rojos se veía la confusión.
Está esperando el día que Kacchan llega con un plato de katsudon recién hecho y se lo ofrece. No hay nadie más cerca de ellos.
—Ten, idiota.
Izuku lo agarra.
—¿Qué es?
—Una ofrenda. Un regalo. Es…, es katsudon.
—Puedo verlo. —Izuku alza la vista—. ¿Hay una razón o…?
—Está bien —dice Kacchan. Izuku está a punto de preguntar qué, pero el otro se adelanta—. Lo que sientes. Lo que… quieres. Está bien.
Izuku no sabe si oyó bien.
—Pero… tienes que decirme si la cago —sigue Kacchan—. No quiero arruinarlo. No quiero… No entiendo tu cerebro. Pero. Está bien. Si eso es lo que sientes, está bien.
—¿Y tú? —pregunta Izuku, dejando el plato de katsudon a un lado—. Kacchan, ¿qué sientes?
Kacchan extiende sus manos. Se las ofrece, para que las agarre.
—Está bien, idiota. Es lo que estoy diciendo…
No falta demasiado para que se gradúen. Acaban de ser los exámenes finales de la mitad del año. Otra mitad y estarán fuera.
—Kacchan, ¿qué sientes?
Los ojos rojos se clavan en el suelo.
—Me gustas.
Así empieza todo.
Con las invitaciones para la gala oficial de los rankings empiezan los nervios. Izuku para mucho tiempo hablando para sí mismo y Katsuki lo deja. Ya lo conoce. Escribe en sus cuadernos que, con el tiempo, ocupan una parte entera del estudio del departamento. Estudio: una estancia pequeñita donde hay una mesa llena de papeles, algunos libros, todos los tomos de mangas que acumulan entre ambos y la colección de cuadernos de Izuku. A veces Katsuki la ve y piensa que con eso se podrían dictar clases de heroísmo y hacer investigaciones enteras sobre distintos héroes. Izuku sigue siendo el mayor fanboy de la historia.
Es, de hecho, adorable. Héroes novatos que lo saludan porque lo admiran y le piden un autógrafo porque eso suelen hacer los fanáticos acaban siendo interrogados sobre sus singularidades y firmando alguno de sus cuadernos. Ese departamento todavía parece una convención dedicada a los héroes profesionales. Katsuki mantiene a raya la cantidad de memorabilia que tienen, pero siempre aparece algo más, porque se los regalan. Los contactan empresas todo el tiempo y es agotador. Con el tiempo, han descubierto que la popularidad no es una de las ventajas de ser un héroe. Muchas personas admiran sólo la imagen que se vende de ellos. A veces la gente olvida que son personas detrás de los trajes. Personas que sufren heridas y cometen errores.
No sólo un pedazo de memorabilia, una imagen en un poster, un ideal. Son mucho más que eso.
Una mañana, Katsuki encuentra otra propuesta de marketing en el buzón. La explota sin remordimientos. El resto del correo llega sano u salvo al departamento.
—¡Ey, idiota! ¡Otros extras encontraron nuestra dirección!
Pone los sobres en la mesa y se dirige a la cocina. No viven en un lugar muy grande, pero al menos es agradable y pueden pagarlo.
—Es muy temprano para que grites, Kacchan.
—¡No puedo no gritar si la gente no puede respetar nuestra privacidad! —espeta Katsuki. Se dirige a la cocina a hacer el desayuno y deja que Izuku se encargue de revisar el correo. Unas por otras.
Saca un sartén, pero nunca llega a sacar ningún ingrediente.
—¡Kacchan!
Hay un tono ansioso en la voz de Izuku.
—¡¿Qué?!
—¿Revisaste… revisaste los sobres?
—No, claramente. Eso te toca a ti.
—Kacchan. —Izuku aparece en la puerta de la cocina y levanta dos sobres grandes, membretados a los que él no les había dedicado más que una mirada. Le extiende uno—. Mira el membrete.
Traga saliva cuando lo ve.
—El ranking —comprende.
La gala es en tres días.
Izuku intenta abrir el suyo, pero le tiemblan tanto las manos que Katsuki lo agarra de una muñeca y lo hace caminar hasta la sala.
—Siéntate y respira, carajo —espeta—. No vas a tener un paro tres días antes de la gala porque no eres capaz de ver el número, idiota.
Izuku asiente.
—¡Lo siento! ¡Pero! ¡Los nervios!
Es todo lo que han estado esperando los últimos años. Lo que esperan desde el día que entraron a UA o quizá incluso antes. Mucho antes. A los cuatro años. «¡Seremos como All-Might, Kacchan!». Están demasiado cerca. Endeavor todavía está en el puesto número uno sólo porque todavía no había anunciado su retiro seis meses atrás. Izuku está justo detrás de él. Y Katsuki después.
La cosa más difícil que ha hecho en su vida es arrastrarse hasta el límite para perseguir a Izuku. Ha hecho las paces con el hecho de que es él quien suele ir detrás, pero a la vez está orgulloso que su singularidad sea capaz de ir tras el poder monstruoso que tiene Izuku y ponerse a la par con un esfuerzo similar.
Nunca han hablado de qué pasará cuando uno de los dos llegue al número uno.
Ambos quieren el puesto y ese asunto está guardado en el cajón de las cosas incómodas con las que lidiar cuando pasen.
Así que Izuku se sienta, respira hondo y abre su sobre. Katsuki hace lo mismo. No tiene caso retrasarlo más de lo obvio. Uno de los dos es número uno. Sólo un absoluto milagro sería capaz de mantenerlos debajo de ese puesto. (Un milagro llamado Miruko, porque Katsuki la considera perfectamente capaz de saltar del cuarto puesto al primero).
Quién, es la primera.
Katsuki está casi seguro de que es Izuku, así que asume que la carta dentro de ese maldito sobre lleno de sellos de «Confidencial» trae el número dos. Lo abre sin prisa, preparándose para cualquier decepción. (Con el tiempo ha aprendido a lidiar con las expectativas que tiene sobre el mismo, a aceptarlas, a aceptar su propio ritmo).
Pero no. «Número uno en el ranking» son las únicas palabras en las que Katsuki puede concentrarse.
No levanta la mirada por un momento, pero tampoco mueve sus ojos. No lee más. Llevan años recibiendo esa clase de sobres, sabe lo que dicen. La información no se puede compartir hasta el día de la gala. Ellos no pueden participar en ninguna clase de apuestas —y tampoco ninguna persona ligada a ellos—. Están obligados a acudir a la gala a menos de que sus circunstancias no lo permitan.
No necesita que le repitan todo eso por enésima vez.
—Kacchan…
Cuando alza la vista, Izuku está llorando.
¿Eso es bueno o malo? Nunca se sabe, pero después de analizar su expresión un momento, descubre que es la clase de lágrimas que hablan de felicidad.
—Nerd…
No sabe ni qué va a decir o preguntar, pero Izuku no le da tiempo a ordenar sus pensamientos: le restriega en la cara la hoja membretada que estaba dentro de su sobre y Katsuki no entiende qué es exactamente lo que quiere que vea. Está demasiado cerca de sus ojos y tiene que alejarse para poder enfocar.
Entonces lo entiende.
«Número uno en el ranking».
—¿Qué?
Sus pensamientos se verbalizan sin que pueda detenerlos.
E Izuku llora más y dice algo, pero Katsuki no lo registra y sólo alcanza a reaccionar cuando Izuku se mueve de un sillón a otro para intentar abrazarlo.
—¡Ey, espera! ¡Idiota! ¡Mira esto! —y le pone su hoja enfrente. Son exactamente iguales. Palabra por palabra. Excepto que una va dirigida a Izuku Midoriya, «Deku», y la otra a Katsuki Bakugo, «Ground Zero»—. ¡Mira!
Izuku se tarda un momento en encontrar lo que Katsuki que vea, pero en el momento en que lo lee, sus ojos se abren.
—¿Qué? —Lo dice por lo bajo, dirigido para nadie en particular. Frunce el ceño un poco, en confusión, pero cuando Katsuki intenta quitarle de enfrente la hoja, lo detiene, porque sigue leyendo, por lo bajo. Lo oye murmurar para sí—. Oh. —Una pausa—. Oh. —Consulta la suya—. Oh.
—¡¿Qué?!
Katsuki no tiene paciencia como para aguantar cuarenta momentos de iluminación.
—¡Kacchan! ¡Aquí! —Izuku prácticamente atraviesa la hoja con su dedo—. ¡Aquí! Lee. «Debido a circunstancias especiales…». Esa parte. Lee esa parte.
Katsuki le hace caso.
«Debido a circunstancias especiales este año tomamos la decisión de que el número uno será…»
—Compartido —completa Katsuki. Se queda viendo la hoja.
Deja que Izuku lo abrace mientras su cerebro procesa el hecho de que él e Izuku de alguna manera obligaron a la comisión a hacer la mayor excepción de su historia. Entierra la mano en el cabello de Izuku, que suelta todas las lágrimas y todos los sentimientos que le quedaron atorados a Katsuki en alguna parte entre el corazón y la garganta.
Por supuesto que es Momo Yaoyorozu quien da el discurso de graduación. Es consistentemente la mejor de la clase durante tres años seguidos. Iida y Kacchan están justo detrás. Luego hacen una fiesta, porque es la última noche que van a pasar en los dormitorios. Casi todos tienen sus licencias. (Casi todos quiere decir que Mineta fue suspendido del examen por hacerle comentarios inapropiados a una examinadora). Serán profesionales. Izuku no sabe muy bien todavía qué harán. Kacchan aceptó una oferta de Miruko. Izuku quiere trabajar un poco con alguien más antes de abrir su propia agencia, así que termina firmando para la agencia de Endeavor.
Por lo pronto, tienen una última noche.
Mira al techo de la recámara que lo ha acompañado los últimos tres años, llena de toda la memorabilia de All-Might que tiene y ese poster de Sir Nighteye que fue la herencia que le dejó después de morir. Tienen una última noche.
Alguien llama a la puerta.
Se pone en pie y abre. Es Kacchan, arrastrando una almohada.
—Déjame dormir aquí.
Es exigencia, prácticamente. No pregunta ni tampoco pide permiso porque ya sabe que Izuku es incapaz de decirle que no cada vez que pide eso.
Se acomodan en la cama, arreglándose para que no les quede pequeña. Están muy juntos.
—Ya no vamos a vivir en el mismo edificio, idiota —dice Kacchan.
Será diferente.
Al menos ambos van a trabajar en Musutafu. Ninguno se irá lejos, no como Tokoyami, que se marcha a Fukouka o Kirishima que irá hasta Esuha City una temporada.
—No, ya no —concuerda Izuku.
Y no sabe que más decir. Hay tantas cosas que se le atoran en la garganta todas. Se quedan pegadas en las cuerdas vocales y no sabe como sacarlas. «No, ya no» es una de las cosas más estúpidas que puede decir en ese momento, pero el mundo se ve tan vasto en ese momento y él está parado en él y no sabe lo que va a pasar.
—Tsk. Podríamos buscar algo. Para vivir en el mismo edificio —dice Katsuki—. Otra vez. Cuando tengamos un sueldo decente.
«Vive conmigo».
A Kacchan hay que leerlo entre líneas.
Izuku sonríe.
—Sí, podríamos.
Cuando Kacchan responde la sonrisa, ya le queda claro que ese es el plan que van a seguir.
—Estás pensando muy fuerte en algo, puedo oírte.
La gala todavía no empieza y Kirishima está poniéndose al corriente con todo el mundo. Hasta hace cinco minutos, tenía a Amakiji Tamaki colgado del brazo, pero Katsuki supone que le sugirió que fuera a saludar a alguien para poder acorralarlo contra esa pared y decirle que piensa muy fuerte. Bueno, ganó. Katsuki ni tienen ningún otro lugar a donde escapar.
—Qué.
—Sé amable, eres el número uno. Estoy seguro de que se supone que debes ser amable…
Katsuki bufa.
—No digas estupideces.
—No pienses tan fuerte, Bakugo —espeta Kirishima. Hace una pausa y sonríe—. O podrías decirme.
—¿Y si no hubiera ocurrido… lo que ocurrió? Los dos. Digo. ¿Habríamos reaccionado igual? —suelta Katsuki. Lo vomita. Las palabras se le escapan sin que pueda detenerlas. Kirishima suele tener ese efecto en él—. Nunca discutimos eso. Qué pasaría si… uno lo lograba y el otro no.
—Estás pensando demasiado.
—Siempre supusimos que pasaría eso —dice Katsuki. Puede oír sus pensamientos martillándole el cerebro. Toc. Toc. Izuku y él no han hablado de que ambos comparten ranking, de que son el número uno juntos. No más que Izuku llorando de emoción y abrazándolo tan fuerte que Katsuki jura que es capaz de romperle dos costillas o tres o cuatro. No han terminado de procesar lo que significa. Ser el número uno—. O sea. Que uno lo lograría primero.
—Pero eso no fue lo…
—¡No me repitas obviedades, sé lo que pasó!
—Nunca lo hablamos. Siempre temí no tomármelo bien si él…
—No te ofendas, pero tu orgullo apesta.
No se ofende. Para eso ya tiene a Kaminari preguntándole si su personalidad ya no es la de un bote de basura en llamas.
—Nunca había pasado que alguien tuviera que compartirlo —sigue Katsuki—. La gente hablará.
—Siendo sinceros, ¿cuánto te ha importado lo que la gente diga? —pregunta Eijiro. Tiene un punto—. ¿Cómo dices tú? Ah, sí, los extras.
—A Izuku le importa —apunta Katsuki.
Eijiro abre la sonrisa.
—¡Oh, que tierno! ¡Te preocupas por él!
Katsuki pone los ojos en blanco. Ese gesto para él es puro instinto. Pero sí, Eijiro tiene razón. Se preocupa por Izuku.
—Oh, es algo sin precedentes. —Kirishima sonríe. Katsuki está convencido de que odia esa sonrisa porque es tan abierta y tan franca que consigue tener a todo el mundo a sus pies. Kirishima es sólo así. Capaz de ser amigo de la peor persona del mundo sólo por puro carisma—. Puedo asegurarte que será interesante. Midoriya y tú estarán bien.
Katsuki no alcanza a contestar.
—¡Kacchan!
Es Izuku.
—Necesitan que vayamos… Atrás.
Parece no tener respiración, observa Katsuki. Le ha pasado mucho en los últimos días, especialmente cuando se queda pensando observando la pared, pensando en que cumplió su sueño.
—¡Te veo después, Bakugo! —dice Kirishima y ya se está alejando antes de que Katsuki pueda hacer algo para evitarlo.
Izuku lo jala del brazo y él no puede hacer nada más que seguirlo, en total desconcierto. No trae puestas las granadas. Están «atrás». En alguna parte. Estorban demasiado, pero nunca han dejado de ser útiles. Aunque quizá le convendría actualizar todo el traje, en algún momento. No. No. Espera, Katsuki, se dice. No es momento de pensar en esto. Es la ceremonia del ranking semestral. Debería estar disfrutándolo, no con la cabeza en todas partes. Izuku lo lleva detrás del escenario. El resto ya está allí. Genial, así que son los últimos.
—Hola, chichos guapos. —Miruko les guiña un ojo. Se acerca a los cuarenta ya y es prácticamente la única heroína de su época de estudiantes que mantiene su posición en el ranking. Edgeshot ha bajado puestos, pero sigue aferrándose al top diez. El resto son casi todos nuevos. Mt. Lady también está allí y, por supuesto, el idiota de Mitad y Mitad, «Shouto». Quién chingados usa su nombre de pila como su nombre de héroe. Quién—. Llegan tarde.
Katsuki se dirige hasta donde están las granadas apoyadas contra la pared. Se pone sólo una. De momento. Su mirada vuelve a dirigirse hasta Izuku. Está mucho más callado que usualmente. Mira al piso y apenas si puede quitarse los nervios de encima. Edgeshot le está diciendo algo, pero en ese momento da lo mismo que si le hablara a una pared de ladrillo. Izuku está en otro mundo y nadie puede acceder a él. Aunque a veces Katsuki puede considerarse como un invitado.
—Izuku —llama.
Está a unos pasos.
«Ven», dice.
Algo lo tiene más nervioso que de costumbre.
Izuku se acerca y él levanta la mano que todavía no tiene la granada.
—Parece que te vas a deshacer en el escenario, idiota —le dice y su mano se acerca a la mejilla de Izuku—. Mantén la compostura, eres el número uno.
Su preocupación siempre le sale en forma de esas frases medio bruscas, pero Izuku la entiende, siempre la entiende.
Qué paciencia le tiene.
—¿Crees que esté viendo?
No necesita aclarar quién. Katsuki lo sabe.
—Sí.
Si hay un lugar después de la muerte a través del que se pueda ver, por supuesto que sí. All Might está mirándolos en ese momento. No se permite ni un poco de duda en su voz porque Izuku no lo toleraría. Sí. Y punto.
Izuku lo abraza en un impulso. Entierra su cabeza en su cuello. Katsuki siente las lágrimas. Lo deja quedarse allí todos los minutos necesarios. Quizá no quiere que el resto lo vea llorar aun cuando todos saben de la fama que tiene de soltar lágrimas como el chorro de una manguera.
Hasta que alguien les dice que van a anunciarlos y Katsuki lo agarra por los hombros para apartarlo.
—Ey, idiota. Ya es hora. Tienes que deslumbrar al mundo o alguna tontería parecida.
Izuku sonríe y se sorbe los mocos mientras Katsuki se acomoda la segunda granada del traje.
—Tenemos —corrige.
«Pero tú eres el de las palabras», agrega Katsuki en su mente.
—Tenemos —asiente.
Son el número uno.
Notes:
1) Bueno, este fic contiene tres prompts de la Twin Stars Week que se van a publicar en sus respectivos días. El de hoy, como vieron allá arriba, le corresponde a Proheroes/Future y es porque aquí pude encajar perfectamente mi idea de que Izuku y Kacchan lleguen al número uno los dos juntos. Já. Tengo una cantidad de ideas bakudeku que ni yo puedo con ellas. No sé cómo me salieron más de 8K de este capítulo solamente, pero bueno, lo dejaré ser monstruoso.
2) Sobre los side pairings soy bastante apasionada por el Minachako. También el Shinkami. El Kiri/Tamaki es un experimento porque la verdad es que ambos me gustan mucho también, hay les encargo que me perdonen la vida por separar a Tamirio. Sólo soy una simple girl multishipper.
3) Odio a Mineta. Cada que tengo que pretender que sí existe pasan las cosas que en este fic.
Chapter 3: Llamada de emergencia
Summary:
"En realidad, no es una pregunta, entiende.
Le están pidiendo que diga que sí porque es la única manera de salvar a Kacchan. Y él dice que sí.
Cuando vuelve a la silla a un lado de Uraraka suelta un suspiro cansado y se hunde en la silla. Uraraka no pregunta nada.
—Háblale a Mei Hatsume —pide Izuku."
Chapter Text
Segundo acto
Llamada de emergencia
When heroes go down
Man or woman revealed
You can't expect any kind of mercy
On the battlefield
Suzanne Vega
Ser el número uno nunca llega fácil. Kacchan adora el título porque es lo que se propuso desde siempre: no todos tienen su plan de vida hecho a los cuatro años. Izuku puede ver lo mucho que lo llena, verlo decir «soy el número uno» y también el vacío que se siente después. Para qué. Es sólo un número. Ya no es como antes, como cuando All-Might, cuando el mundo entero dependía de un símbolo de la paz. Ya aprendieron. (Algo). No pueden cargarle la paz a una sola persona, como al titán Atlas le cargaron el cielo. No han aprendido del todo. Muchos héroes todavía se desviven mucho más por su popularidad que por hacer el trabajo. El que la imagen pública pese tanto todavía hace rabiar a Kacchan cuando, en la calle, alguien le grita que parece un villano.
Para los civiles es una suerte que Kacchan siga las reglas al pie de la letra, porque si no, Izuku supone que habría demasiados traseros explotados. Y él tiene que volver a la casa de un héroe enojado y evitar que queme las cobijas.
—¿Kacchan?
Siempre es lo primero que dice cuando sabe que lo va a encontrar en casa porque su turno fue más temprano.
Son rotativos e impredecibles. Kacchan odia especialmente los nocturnos, pero no le molestan ni las mañanas —aunque le cuesta salir de la cama— ni las tardes —aunque muchas veces, en medio de una persecución, las horas se difuminan y acaban trabajando el doble—. A Izuku no le gustan las tardes porque siente que pasa menos tiempo con Kacchan, pero quizá es sólo su cerebro jugando juegos con él.
—¡Cocina! —grita la voz de Kacchan.
Bien, porque está muy hambriento.
Hay algo en una cacerola. Izuku levanta la tapa e intenta agarrar un poco de lo que sea que Kacchan está preparando, pero un manotazo se lo impide.
—Todavía no está listo.
—¡Tengo hambre!
—¡Pues te esperas cinco minutos y me saludas como se debe y…!
Cierto. Eso también.
Lo besa antes de que pueda seguir gritando. Kacchan lo atrae hacia sí por la cintura y sonríe.
—Sólo cinco minutos.
Izuku decide que puede esperar.
—¿Cómo te fue hoy?
—Un imbécil intentó robar un banco —responde Kacchan y luego, nada más. Asume que lo arrestaron—. ¿Tú?
—Nada. Sólo patrullamos. Fue un día tranquilo.
Kacchan asiente y se queda mirando a la nada.
Los periodistas dicen de él que es lacónico, pero es más porque se queda callado para no gritarles. Aunque ha explotado algunas veces, como esa vez que les sacaron fotos a él y a Izuku en una cita o esa mítica entrevista en la que no dejaron de preguntarles sobre sus vidas privadas.
Kacchan es demasiado protector de lo que pasa tras las paredes de ese departamento e Izuku lo agradece. Aunque es irónico que no le importe aparecer con chupetones —«son de Deku», se excusa, haciendo especial énfasis en el nombre de héroe cada que Izuku le pregunta por qué— y le grite al primero que le pregunta por su vida romántica.
—Ha habido demasiados días tranquilos. —Suelta un gruñido tras eso y aparta a Izuku para ir a moverle a la cacerola.
No lo dice como algo bueno.
Ambos saben que las desgracias tienden a juntarse y a caerles encima. Llevan cinco meses en el puesto número uno y están bastante seguros de que allí se van a quedar. Por lo menos, uno de ellos lo hará —porque no dudan que haya quien esté intentando encontrar el motivo perfecto para provocar un desempate—. Quizá sea la primera vez que pueden pasar seis meses sin una o cinco crisis mayores desde que entraron a la preparatoria. Quizá.
Ninguno de los dos está tan seguro.
—¡No te quedes parado como idiota! ¡Ve a poner la mesa!
Kacchan cocina. Desayuno, comida, cena, lo que haga falta. Empaca lo que sea que se necesite para pasar un día de trabajo. Izuku pone la mesa y lava los trastes —todos los trastes—. Kacchan lava el baño e Izuku se encarga de desempolvar la recamara. Kacchan recoge el correo e Izuku lo revisa. Unas por otras. Han encontrado una rutina después de todos los años que llevan viviendo en ese lugar.
Es pequeño, pero es acogedor.
No está nada mal.
—Tienes que elegir un departamento —le dice Izuku—. Si no seguiremos viviendo con nuestros padres para siempre.
—El último era un asco.
—No estaba mal, Kacchan.
—¡Tenía humedad! ¡No vamos a vivir con humedad!
—¡Kacchan, baja la voz!
Una agente de bienes raíces había accedido a enseñarles aquel. Era el décimo. El primero había resultado muy grande y el segundo demasiado pequeño para los dos; el tercero, demasiado caro aun con sus sueldos de profesionales; en el cuatro no querían héroes porque tendían a destrozar todo —Katsuki no los culpaba, pero por si acaso había hecho explotar la puerta y luego había mandado el cheque de la reparación—; en el quinto los habían visto mal cuando había sido obvio que eran pareja, no dos compañeros buscando compartir renta, así que Katsuki sólo se había largado después de explotar la puerta —y se había negado a mandar un cheque para la reparación—; en el sexto había plaga de hormigas y el séptimo era el último piso de un edificio tan viejo que no tenía elevador; el octavo no había estado mal, pero les habían rechazado la solicitud alegando que eran muy jóvenes y en el noveno había humedad.
En opinión de Katsuki, tomarse el tiempo necesario no era una terquedad. No pretendía firmar un contrato de arrendamiento y luego vivir un año o un año y medio en un estercolero.
Ese no estaba mal. Dos habitaciones. Una era muy pequeña, pero podía ser acondicionada como estudio o un lugar donde Izuku pudiera poner toda su basura. La cocina era amplia y parecía cómoda. Lo demás estaba bien.
—Me gusta —declara Izuku. Están en la habitación principal. Es amplia y tiene una ventana. Izuku se acerca hasta ella y mira había abajo. Están en un tercer piso—. Me gusta —repite, aunque esa vez lo dice más para sí que para su única audiencia: Katsuki.
—No está mal —concede Katsuki.
La agente de bienes raíces sigue en la sala después de decirles que podían tomarse su tiempo.
—Me gusta —repite Izuku—. Ven.
Katsuki se acerca. Izuku señala hacia abajo.
—Mira, tenemos un parque enfrente. ¿Te gusta?
Katsuki gruñe.
—Creo.
—Es el mejor que hemos visto.
Katsuki lo abraza por detrás y coloca su barbilla en el hombro de Izuku, aunque tiene que inclinarse para hacerlo. El parque se ve bien. Le recuerda a donde solía jugar con Izuku muchos años antes.
—Me gusta —concede.
Patrullan cuatro días a la semana y revisan todo el papeleo dos —y todo el resto de las cosas que hay que hacer para mantener una agencia a flote—. Tienen un día libre y a veces —sólo a veces— coincide el de ambos. A veces hay una emergencia y su día libre queda en pausa. Y eso sin contar misiones y todas las veces que acaban viajando lejos de Musufatu porque hay problemas en otras partes del país. Al menos tienen su propia agencia.
Les tomó años, pero ya eran conocidos cuando decidieron que no sería mala idea unir fuerzas para abrir una.
Comparten oficina porque nunca están suficiente tiempo en el edificio como para desperdiciar el espacio en dos. A veces ni siquiera comparten turnos. Uraraka se encarga de ordenar los turnos de la gente, las rutas que patrullan y vigilar que nadie se desmaye de cansancio. (Decidió que tendría ese trabajo después de que Katsuki asustara a un montón de estudiantes e Izuku casi se desmayara de cansancio). Izuku tiende a sonreír cuando los pocos estudiantes que llegan a su agencia —dispuestos a convivir con el mal humor de Kacchan — subestiman a Uraraka porque «solo es Uravity». No le cabe en la cabeza que un montón de adolescentes crean que la heroína en el puesto doce del ranking no sea algo amenazante.
Kacchan dice que es porque Uraraka sonríe.
Izuku se ríe y le responde que el también sonríe y a él le tienen mucho más respeto.
«¡Entonces porque sonríe y es una chica!», es lo que siempre acaba diciendo Kacchan, a quien nunca le ha temblado la mano —y mucho menos la voz— para recordarles a los estudiantes que hacen sus prácticas en su agencia que si alguien habla mal de Uravity o «cualquier heroína» puede ir de regreso «a la coladera de la que salió». Sin por favor y mucho menos gracias.
Cuando Izuku entra en la oficina, encuentra a Kacchan sentado, con el sello fruncido, a dos segundos se volar la computadora que tiene enfrente en pedazos.
—¡Creí que te habías ido ya!
—Hay un problema con los expedientes. — Kacchan gruñe—. Un idiota los estuvo guardando mal y ahora tenemos un desastre. Lo siento por el idiota que tiene la culpa, porque hace cinco minutos pude escuchar los gritos de Uraraka hasta acá.
Izuku sonríe.
—¿Sabes quién fue?
—¿Crees que Uraraka me dijo? — Kacchan alza la vista, todavía con el ceño fruncido—. No, por supuesto que no. Dice que no quiere que explote el escritorio de nadie.
Izuku asiente, conforme.
No necesitan gastar más en seguir reponiendo mobiliario.
Está quitándose los guantes cuando suena el teléfono. Agarra el celular. Es Todoroki.
—¿Sí?
Katsuki no vuelve a su trabajo, le pone atención cuando contesta. No reciben muchas llamadas y si no es de ninguna de sus familias, no suelen ser llamadas de cortesía.
—Deku, tenemos un problema. Te mando las coordenadas. —La voz de Todoroki tiene un timbre alarmado y es extraño que Todoroki suene así.
—Está bien.
Todoroki cuelga y sólo queda detrás el «pi, pi, pi» del timbre. Lo siguiente que llega es una ubicación.
—Kacchan, tenemos que irnos.
Lo dice con la calma de quien está acostumbrado a las llamadas de emergencia, a los turnos infinitos, a los problemas que no se acaban y Katsuki se pone en pie con la misma tranquilidad de quien está acostumbrado a lidiar con veinte crisis por día. Es lo que tiene la vida de un héroe profesional.
Las primeras noches en la nueva casa son extrañas. Izuku parece querer ahorcarlo cuando duermen y hay cajas que deben desempacar por todas partes. No parece todavía un hogar.
—Ey, nerd —intenta Katsuki—. Nerd.
—… qué…
—Deja que me acomode.
Está asustado y no lo culpa. Katsuki está listo para calificar a esa mudanza como la peor mudanza de la historia. Se suponía que se habían tomado el día para vaciar la mayor cantidad posible de cajas y dejar la cocina presentable. Pero todo acabo con un ataque y villanos y mucha mierda y una herida en el cuerpo de Katsuki. No demasiado grabe, pero definitivamente va a dejar una cicatriz en la pierna que tiene vendada en ese momento.
Izuku se mueve más dormido que despierto.
—Kacchan…
Katsuki se acomoda para que la pierna herida no lastime. Los doctores dijeron que no era nada grave, pero aun así.
—Promete que…
—Nerd, estás más dormido que despierto, para.
—Promete que siempre volverás a casa —termina Izuku.
Y por primera vez parece realmente despierto y también triste. No se suponía que así sería su mudanza. No se suponía que iban a atacar a Katsuki y luego intentar atraer a Izuku asegurando que tenían a su novio. Esos no eran los planes. Quizá ya deberían haber aprendido que los planes no existen. Carajo. Carajo.
Quiere decirle a Izuku que no tiene que hacer eso la primera noche.
—Kacchan —insiste Izuku, cuando no obtiene respuesta. Tiene los ojos todavía cerrados.
—Nerd, no puedo…
—Kacchan. —El tono de voz es más agudo, más desesperado. Katsuki quiere creer que no le hace daño, pero sí lo perfora por dentro.
¿Así van a ser siempre sus vidas? ¿Llenas de las lágrimas de Izuku? ¿Llenas de su propia preocupación que le voltea el estómago?
«Somos héroes profesionales…, no puedo…»
—Nerd, sabes que…
—Promételo. —Más agudo, más desesperado.
—Izuku.
—Por favor.
Izuku se acurruca contra él, aferra la playera de Katsuki.
—Promete que siempre volverás a casa —sigue—, para que pueda dormir así contigo.
Acaba rindiéndose, aunque sabe que nadie debería hacer una promesa así. Pero Izuku se la saca a la fuerza.
—Lo prometo, Izuku.
Lo ve abrir los ojos.
—¿Contento? —insiste—. Prometo siempre volver, nerd. Si eso te hace feliz.
Izuku sonríe y Katsuki piensa lo mucho que adora esa sonrisa.
Es un caos. Lo ven a la distancia. Hay varios edificios destruidos. Burnin es la que los ve primero, mientras recorre el peligro del desastre alejando a todos los civiles.
—¡Ground Zero! ¡Deku! —grita.
—¡Uravity viene justo detrás! —es lo primero que grita Izuku. En esas circunstancias nunca hay tiempo para saludos o para cortesías.
—¡Gracias, necesitamos ayuda con los derrumbes! —Burning apenas alcanza a pasarles un equipo de comunicación antes de que Kacchan salga volando, con Izuku justo detrás de él—. ¡Shouto necesita ayuda con el Demoledor! Está donde… —e Izuku oye lo siguiente ya en su oído, gracias al equipo de comunicación—. ¡Está en el epicentro! —Casi se queda sordo con el grito de Burnin en su oído—. ¡Vine está con él, también necesita ayuda!
Después de eso, todo es un desastre.
Kacchan es el primero que llega con Todoroki porque Izuku ayuda a sacar a todos los inquilinos del edificio que Vine —Ibara Shiozaki, ex compañera de UA y mano derecha de Todoroki por una serie de largas casualidades— está intentando detener. Hay demasiados civiles por todos lados todavía y Todoroki sólo puso una pared de hielo para evitar que más gente de la deseada se acercara al peligro. Izuku no alcanza a ver bien lo que ocurre.
El Demoledor es malas noticias.
La agencia de Todoroki lleva teniendo problemas con él meses enteros, pero nunca algo tan grande como eso. Izuku ni siquiera tenía idea de que su singularidad se había fortalecido tanto.
—¡Ya no queda nadie! —le avisa a Ibara después de revisar de nuevo—. ¡Puedo usar un golpe para que no se derrumbe en dirección a Kach… Ground Zero y Shouto! —Siempre se equivoca. Una vez le preguntaron a Kacchan en una entrevista por qué «Kacchan» no era su nombre de héroe si después de todo Izuku siempre usaba ese al referirse a él. E Izuku había tenido que vivir con miradas asesinas una semana.
—¡Perfecto!
Un edificio se derrumba sobre otro edificio. Cuánta gente se acaba de quedar sin casa o sin oficina o sin lo que sea. No duda que algún periódico querrá echarle la culpa a los héroes, pero con el Demoledor es difícil evitar los daños. Es un villano que hace temblar la tierra. Lo primero fue derrumbar casas. Pero al parecer ahora se dedica a múltiples edificios, construidos para sobrevivir en caso de terremotos. Izuku no duda que ya sea un experto para detectar los puntos débiles y saber a qué intensidad se causa un derrumbe. O tener la paciencia suficiente para averiguarlo.
Ibara va a ayudar con el resto de los derurmbes. Los equipos de rescate todavía están buscando supervivientes entre los escombros de los primeros. Izuku se dirige hasta Todoroki y Kacchan.
Y entonces toco ocurre demasiado rápido.
Al verlos entrar en el campo de su visión, ve como el Demoledor golpea a un Todoroki ya demasiado cansado y lo hace estrellarse contra su propia pared de hielo. Kacchan está intentando atacarlo desde arriba, con una pierna en un balcón de uno de los edificios aledaños, que siguen sin derrumbarse, donde ya no hay inquilinos porque todos fueron evacuados.
—¡DEKU, MALDITA SEA, YA ERA HORA!
—¡Estaba ocupándome de los civiles! —grita.
Todavía no está a una distancia prudente para atacar al Demoledor, al que ve sonreír. Y entonces, cuando da un salto, con las piernas hacia adelante y las manos entre ella (esa posición que en los periódicos tanto han bautizado como Deku Conejo), la tierra tiembla. Muy fuerte. Kacchan ve un edificio derrumbándose encima de él. Izuku intenta alcanzarlo mientras Kacchan intenta propulsarse hacia afuera.
Cuando no lo logra, sólo hace un disparo para que la ola de rebote evite que Izuku se acerque más, porque el edificio va en su dirección.
Izuku tiene consciencia de gritar, pero no reconoce el alarido que sale de su garganta como suyo.
La trayectoria cambiada lo hace acabar justo donde está el demoledor y, tan cerca, no es tan difícil darle un puñetazo para dejarlo inconsciente. Hasta entonces, el problema había sido acercarse a él. Pero Izuku va en el aire, puede flotar si hace falta. No siente el temblor de la tierra.
Se lo carga a cuestas para alejarse del derrumbe y entre el polvo espera ver a Kacchan. Encuentra a Todoroki.
El edificio termina de caer y él, lleno de polvo, con Todoroki y un villano a cuestas, sigue esperando ver aparecer a Kacchan.
No es el quien lo encuentra, quince minutos después, con una varilla atravesándole el vientre, escombros sobre una pierna, lleno de sangre e inconsciente. No piensa nada. Apenas si reacciona cuando le dicen que Kacchan respira, cuando la policía aparece para esposar al demoledor —con unas esposas que cancelan su singularidad— y cuando los paramédicos aparecen para atender a Todoroki, que tiene una herida no muy grave en la mejilla y una un poco más grave en la espalda tras impactar con el hielo.
Él está bien.
Lleno de ceniza de la explosión de Kacchan, de polvo de los derrumbes. Apenas si nota que una de sus mejillas está raspada.
Está bien.
No reacciona, pero está bien. Alguien le pone una manta en la espalda, pero Izuku no nota quien. Es hasta que Uraraka se acerca, con los ojos llenos de lágrimas ya secas, otros quince minutos después, y le tiende una mano, que se mueve por voluntad propia.
Nunca antes se había congelado tanto.
Nunca antes había perdido a Kacchan en una situación así.
—Vamos, Izuku —dice ella—, tenemos que ir al hospital.
Uraraka siempre le dice Deku. Con ella, «Izuku» es significado de malas noticias.
Hay muchas noches sin dormir para los héroes profesionales. Unas veces son los patrullajes nocturnos, otras veces las misiones que se alargan. La mayoría es a causa de los malos sueños y las dudas. No es raro que Izuku se despierte gritando durante los primeros tres años de su carrera. Todavía tienen cerca el último enfrentamiento con Shigaraki y Katsuki sabe que las pesadillas no simplemente desaparecen. Duran meses. La primera vez que lo experimentó realmente fue tras Kamino. Meses y meses y meses viendo a All-Might terminar su carrera, sabiendo que ese punto iba a estar siempre irremediablemente pegado a su vida. Meses y meses sintiendo la mano de Dabi en el cuello, repentinamente y gritándole a Izuku que no fuera tras él. Meses oyendo hablar a Tomura Shigaraki. Después, sólo se volvió una rutina.
Como esa vez que Shigaraki los hizo enfrentarse a las visiones de su muerte.
A veces despierta él primero, sobre todo en los días difíciles. A veces Izuku no despierta gritando, sino conteniendo la respiración y él tiene que convencerlo de volver a respirar. Se va haciendo más fácil. Ya no son extraños a las consecuencias de ser héroes ni a la citas con psicólogos, psiquiatras, ni a las pastillas para dormir. Todo eso no se ve desde afuera y ellos empiezan a conocerlas.
A veces se levanta y pone agua a hervir y saca los tés y prepara uno y lleva las dos tazas hasta la cama e Izuku se sienta al borde y abraza la suya con las manos hasta que está tibia —un té infame, lo califica Katsuki— para después tomársela a sorbos. Hay mejores noches que otras.
Katsuki sabe cuándo muere alguien en los brazos de Deku porque esos son los días difíciles. Apenas habla cuando llega y se recarga un momento contra la puerta cerrada, la cabeza hacia arriba, los ojos cerrados. Un suspiro largo y deliberado.
Eso es lo que oye Katsuki y lo que lo hace acercarse.
—Bienvenido —dice siempre.
Nunca pregunta «¿Estás bien?» porque la respuesta es obvia y está entre ellos dos.
Siempre apaga antes el fuego de la cena si es que apenas está preparándola. No importa que se enfríe, ya la calentará después. Prende el agua caliente y lleva Izuku hasta el bajo y el ayuda a quitarse el traje y los guantes y lo deja todo en el suelo. A veces tiene sangre. A veces sólo es mugre. Izuku se mete en la bañera y deja que Katsuki entierre las manos en su cabello mientras él se pierde en la espuma y respira.
Katsuki nunca pregunta «¿Qué ocurrió?» tampoco. Ya se enterará más tarde en las noticias. Izuku no tiene por qué revivir horrores cuando apenas está procesándolos dentro de sí.
Se conforma con estar allí, sin decir nada. Con salir un momento mientras Izuku se seca y busca unos pants y una playera vieja que ponerse y poner a hervir agua para hacerle un té.
Izuku casi siempre después de eso se asoma por su propio pie al comedor.
—¿Quieres cenar? —pregunta Katsuki.
A veces Izuku asiente. A veces no.
Siempre le da el té. Siempre, después de la cena o antes, lo obliga a meterse entre las cobijas y a dejar que lo abrace.
—Te quiero —murmura siempre.
Izuku respira con más tranquilidad siempre que lo hace. Katsuki ya sabe que los espera una noche larga, esas llenas de silencios en los que nadie dice prácticamente nada y que todo se trata simplemente de estar allí.
Kacchan está en cirugía. Uraraka es quien se acerca al mostrador, con expresión cansada, quien pregunta. Les dicen que les avisarán cualquier avance, pero el tiempo parece detenerse allí y no avanza.
Uraraka se acerca a la máquina de los refrescos y compra algo para ella y para Izuku, a quien todavía le cuesta entender lo que ocurrió. Podría haber salvado a Kacchan. Estaba cerca. Si Kacchan no lo hubiera alejado. No, no, Kacchan lo había alejado por algo. Quizá hubieran acabado los dos malheridos. Si hubiera sido más rápido Kacchan no habría tenido que alejarlo y no lo habrían encontrado atravesado por una varilla. Sabía los detalles porque había oído gritar el equipo de rescate pero nada más. Apenas había visto un pedazo de cabello rubio de Kacchan cubierto de sangre cuando se lo habían llevado.
Le da un trago al refresco que le ofrece Uraraka. Sabe a azúcar, a saborizante y a nada. Su compañera parece darle tiempo y, cuando Izuku por fin suelta la lata, le pone una mano sobre la suya.
—Deku —le dice—, tienes que hablarle a los papás de Kacchan. El hospital sólo se encarga de llamar al contacto de emergencia y… tú… ya estás…
Izuku asiente pesadamente.
Kacchan se negó a poner a ninguno de sus padres como contacto de emergencia. No quería que les hablaran cada herida menor que lo hiciera acabar en el hospital. En vez de eso, era Izuku quien siempre había recibido las llamadas de que Kacchan estaba en el hospital, con expresas instrucciones de sólo contactar a sus padres si era demasiado grave o necesitaban saber que estaba bien. A cambio, Kacchan era quien levantaba el teléfono cada que Izuku terminaba en el hospital y quien llamaba a Inko cada vez para asegurarle que su hijo estaba en perfecto estado.
—No tengo mi celular —murmura.
Probablemente lo dejó en la oficina. No hace un hábito el llevarlo a una pelea.
Uraraka le pone una tarjeta en la mano, para que use el teléfono del hospital. Ella es la que siempre piensa en esas cosas y siempre tiene una que está cargada.
—Si me dices el número puede llamar yo —ofrece, también.
Pero Izuku se pone en pie y niega con la cabeza.
—Lo haré yo —dice.
El camino hasta el teléfono es quizá el más largo que hace en su vida, porque es consciente de que nunca antes ha tenido que hacer esa llamada para decir «no sé cómo está, pero está vivo». Kacchan todavía respira porque nadie les ha dicho lo contrario y eso es lo que importa. Pero no sabe nada más.
Marca el número de la casa de sus padres. No sabe si prefiere que le conteste Masaru o Mitsuki. Cualquiera de las dos opciones es terrible.
—¿Diga?
Mitsuki.
A Izuku casi se le olvida como hablar. Balbucea un momento antes de encontrar las palabras de nuevo.
—¡Mitsuki! Soy Izuku y…
—¡Ah, Izuku! Como el identificador ponía un número desconocido…
—Es que no tengo mi celular. —«Idiota, para qué dices eso, ella que tiene que saber». Toma aire—. Estoy en el hospital.
—¿Todo está bien? —pregunta Mitsuki. Su voz todavía suena tranquila, pero ya hay un tinte de alarma en ella.
Le ha hablado exactamente cuatro veces —cinco con esa— y todas las pasadas fue para decirle que Kacchan tenía una herida, pero que estaba bien y que estaba estable y que podía ir a verlo, si quería, aunque todavía no despertaba. Había sido tan rápido todo que no había existido ningún motivo real de alarma —fuera de a lo que los héroes ya estaban acostumbrados.
—Eh. —Izuku no sabe que decir. Ni Uraraka ni él tienen muchos datos—. Kacchan está en cirugía. —Lo suelta de golpe, da igual como sea, el dolor se le oye en la voz y apenas si puede aparentar que está tranquilo—. No sabemos… —Respira hondo, porque siente que se le va a quebrar la voz en cualquier momento—. No sabemos nada más. —Contiene las lágrimas, porque no quiere que Mitsuki lo oiga deshacerse en el teléfono.
—Pásame la dirección.
Agradece que Mitsuki siempre sea directa. No podría soportar que no lo fuera.
—S-Sí… —El problema es que no sabe exactamente dónde está y ya se le quebró la voz porque no puede dejar en cómo está Kacchan—. Espera… no…
Le hace una seña a Uraraka.
—Mándame un mensaje si hace falta.
—Un mo-momento, sólo… —Uraraka se acerca y él por fin puede alejar el teléfono de sí mismo, porque le quema—. La dirección —dice.
Uraraka habla con un tono tranquilo, más suave, capaz de mantenerse con los pies en la tierra. Izuku no, Izuku se siente muy lejos. Siempre se pone demasiado nervioso cuando Kacchan acaba en el hospital. («Es cualquier cosa, idiota», dice siempre, «somos héroes»). Debería estar acostumbrado, pero no saber es lo peor y algo dentro de él le dice que es más grave que cualquiera de las veces anteriores.
Uraraka cuelga el teléfono.
—Viene para acá, aunque le ofrecí avisarle cuando nos hubieran dado información —le dice. Lo jala de un brazo para llevarlo hasta las sillas. La gente se les queda viendo, con los trajes puestos—. Pero dijo que venía para acá si era grave. ¿Necesitas algo? —pregunta, cuando Izuku se sienta. Él niega con la cabeza—. Voy a hablar a la agencia. Necesitamos un cambio de ropa y… Quizá tu celular y… Evitar a la prensa y…
Izuku asiente.
La deja manejarlo todo.
Uraraka suspira.
—Le avisaré a Mina, también —dice, con la voz suave—. Para que el resto sepa.
El resto. Los amigos de Kacchan.
Izuku asiente, viendo al piso. Después de un suspiro que le duele hasta el alma, deja salir las primeras lágrimas.
La primera vez que llegan al top diez del ranking, Katsuki se sorprende. Él lo hace en el puesto número ocho, después de brincar desde el doce. Izuku queda en el diez, después de sólo brincar desde el once. Para entonces todos los programas de chismes y las revistas y los blogs de internet ya saben de su relación porque, aunque no la hacen pública, tampoco la esconden y todos intentan agarrar un pedazo.
Les llaman para entrevistas todo el tiempo. Les preguntan en las conferencias de prensa sobre el otro. Les preguntan por qué no trabajan en la misma agencia. Les preguntan si van a casarse. Si tienen planes.
Hasta que Katsuki insulta a un periodista de manera deliberada y todo el mundo, en todas partes, tiene una opinión sobre eso.
—Kacchan…
Izuku suena decepcionado.
—Son unos imbéciles —espeta él. No lo siente en lo absoluto.
—Tu nombre está en todos lados —dice Izuku—. Muchos se preguntan por qué tienes derecho a insultar a un periodista tan…
Sí, le había dicho de qué se iba a morir él y toda su descendencia. Probablemente no su mejor momento. Siempre se había caracterizado por sus respuestas cortas, sus gritos, su cara de que creía que todos eran unos estúpidos sin decirlo, por soltar algunas groserías. Pero nunca por un insulto tan claro.
—Tienes que disculparte.
—No lo voy a sentir en lo más absoluto y lo sabes.
Están sentados en el comedor y Katsuki está seguro de que alguien —probablemente el equipo de relaciones públicas— sobornó a Izuku para que hablara con él.
Izuku suspira.
—Al menos asegurar que nunca va a volver a pasar.
—Sabes que eso es mentira si siguen preguntando por nuestras vidas privadas. Sobre Ground Zero y Deku pueden preguntar lo que quieran, pero…
Antes de conocer todo lo que implicaba el trabajo de un héroe no le habría molestado tanto la atención. Pero ahora es demasiado celoso de su privacidad y va a protegerla con uñas y dientes. Ground Zero es el ideal que todos ven, pero Katsuki Bakugo está detrás de la máscara y siente y se enfurece y llora aunque nadie más que Izuku lo vea y no duerme y es un ser humano y la gente sólo lo ve como el héroe y nadie está dispuesto a nada más.
La frase muere en sus labios, no sabe cómo expresarlo. Señala entre el e Izuku con un movimiento de las manos.
—Esto… Esto no es suyo. —Lo dice con una furia fría y atrapada en su garganta—. No tienen derecho a preguntar. A meterse. No lo escondemos, pero… No tienen derecho a… Esto no es suyo —dice y la frustración es palpable en su voz.
Izuku estira una mano, buscando la suya.
—Lo sé.
—No lo siento. Voy a defender que esto es sólo nuestro las veces que haga falta.
—Lo sé.
«Pero estás en un problema con el público, Kacchan», parecen decir sus ojos.
—Carajo, Izuku…
—Una vez —interrumpe Izuku—. Sólo una vez. Hablamos de esto. Sin detalles. Sólo… se los confirmamos…
—Ya lo saben.
—Ya lo sé, Kacchan, escucha —pide Izuku—. Una vez. Solo una. Para decir que no toleraremos preguntas sobre nuestra relación, para decir que nuestras vidas privadas no existen para el entretenimiento público. Una vez —pide.
Katsuki asiente.
Para cuando Mitsuki aparece con toda su furia y toda su desesperación en la sala de espera Izuku ya no tiene el traje puesto y Uraraka sigue fielmente al lado de él. Se para cuando la ve aparecer, porque necesita a otro soporte y porque tiene miedo de que cause una escena. Masaru no llega con ella e Izuku supone que aparecerá un poco más tarde.
Sólo basta una mirada entre ambos para que Izuku sea incapaz de contener el miedo. Las patas de gallo en los ojos de Mitsuki se vuelven más grandes cuando se acerca y abre los brazos y con ello pide un abrazo.
Mitsuki Bakugo es su segunda madre. La que se aseguró que tuviera qué comer cuando Inko no estaba al volver de la escuela, la que lo aceptó en su casa aun cuando Kacchan lo rechazó. La que siempre sonrió al verlo y la que le dijo a Kacchan que hizo algo bien cuando le dijeron que estaban juntos. Así que le pide sus brazos.
Mitsuki Bakugo le heredó a su hijo la personalidad entera. No se le da el contacto.
Pero esa vez abre los brazos y deja que Izuku lo abrace.
No tienen nada que decir. Nadie los ha llamado y no saben nada más de Kacchan. Izuku confía en que si no les dicen nada es porque sigue respirando.
Eso es bueno.
Cuando por fin se siente con fuerzas para dejar ir el abrazo, se sienta de nuevo a un lado de Uraraka. Mitsuki toma posesión de la silla al otro lado de él, le pone la mano en la cabeza y le revuelve el cabello.
—Estará bien —dice—. Katsuki es… —Respira hondo—. Ya sabes cómo es. Estará bien. —Izuku asiente y luego hay una pausa—. Masaru estaba trabajando. Yo dejé de… bueno… vendrá tan pronto como pueda.
Después, el silencio.
En las salas de los hospitales todo el mundo evita mirar a los desconocidos todo el tiempo. La gente parece cansada y se distrae con cualquier cosa. Una mujer lee en un lector electrónico y mira constantemente el reloj. Un hombre duerme en una silla. Alguien más se mira los pies. Mitsuki deja que Izuku se recargue en su hombro cuando pasa más tiempo.
Nada pasa.
El tiempo se detiene hasta que alguien abre una puerta alguien habla.
—¿Familiares de Katsuki Bakugo?
Mitsuki es la primera en llegar hasta el doctor o enfermero o lo que sea. Izuku llega justo detrás de ella.
—¿Está bien?
—¿Está estable? —pregunta Izuku.
—¿Quién de ustedes puede tomar decisiones? —pregunta, a su vez.
A Izuku se le hunde el estómago. Pero respira hondo. Mitsuki lo mira. Sabe que tiene que ser él. Hace mucho tiempo que hablaron de eso.
«Tú sabes lo que significa», dijo Kacchan, «el trabajo. Tú sabes lo que… Sabrás que hacer».
«Sólo si haces lo mismo por mí».
Izuku asiente. Pueden no estar casados legalmente pero viven juntos. «Contrato de convivencia», le dicen. «Unión libre». Lo que sea. Ya son más de diez años de estar juntos, poco menos de vivir en la misma casa. Seis años con una agencia propia. Así que deja que Mitsuki vuelve a su lugar después de que le aseguran que su hijo aun respira e Izuku escucha.
Izuku es quien dice que sí cuando los doctores hablan. Izuku es quien entiende las consecuencias de su afirmación. Izuku es quien entiende lo que significa para Kacchan, incluso cuando todos a su alrededor le asegura que su carrera no está perdida. Izuku es quien entiende que no hay otra respuesta posible a la que le están preguntando, más que sí.
En realidad, no es una pregunta, entiende.
Le están pidiendo que diga que sí porque es la única manera de salvar a Kacchan. Y él dice que sí.
Cuando vuelve a la silla a un lado de Uraraka suelta un suspiro cansado y se hunde en la silla. Uraraka no pregunta nada.
—Háblale a Mei Hatsume —pide Izuku.
Uraraka lo abraza. Entiende.
La primera vez que secuestran a Izuku, Katsuki pasa tres noches durmiendo en una cama fría. Cuando lo encuentran y le hablan, sabe exactamente lo que tiene que hacer.
Él no atrapó al villano, pero le hubiera gustado hacerlo. En vez de eso, se encuentra con Izuku sentado en una silla de la estación de policía y una cobija en su espalda.
No le pregunta si está bien.
Ya sabe que no.
Le extiende la mano, como lo hace siempre cuando Izuku está en problemas.
—Vamos a casa.
No hablan del secuestro, del villano, no hablan de lo que querían. Ya habrá tiempo para discutir todo eso. Acaban de abrir su propia agencia y están empezando a tomar mucha más importancia de la que tenían antes. Izuku se recarga contra él en el taxi que Katsuki paga sin quejarse del precio y cuando llegan a su departamento se quita el traje sucio, rasgado y lleno de mugre sin decir nada. Se va desprendiendo de cada pieza mientras Katsuki calienta el agua. No llora, lo cual es extraño; casi esperaba ser ahogado con las lágrimas de Izuku. Sigue sin decir prácticamente nada hasta que están en la cama y Katsuki lo aprieta contra sí para asegurarse de que realmente está en sus brazos.
Entonces, al pronunciar la primera palabra, su nombre, se le quiebra la voz.
La K sale rota de sus labios.
—K-Kacchan…
Es la primera vez que lo oye en tres días. Ese nombre que es sólo de él y de Izuku.
—Te extrañé —dice Izuku, apretado contra su pecho.
Katsuki lo abraza. Más. Pone atención a la manera en la que Izuku reacciona, intentando adivinar qué es lo que necesita. No le dice que es muy fuerte por haber sobrevivido sin casi rasguños. No se atreve.
Siempre recuerda Kamino. Lo que le dijeron, lo que le hubiera gustado que otros vieran. Lo que se anidó en su estómago esa noche. «No soy suficiente». «Yo tengo la culpa».
Así que no le dice a Izuku lo fuerte que es. No. Tiene derecho a ser débil y nunca se ha molestado en ocultar su vulnerabilidad. La deja salir con mucha más facilidad ante Kacchan.
—Yo también, nerd —contesta Katsuki.
No hay más palabras.
No las necesitan.
Y ya tienen paciencia suficiente como para entender que el tiempo lo va sanando todo, poco a poco. Sólo hay que confiar en él.
(Y no saltarse ninguna sesión de terapia).
—Ya puede pasar a verlo. Una persona. No… No ha despertado.
Izuku quiere decirle a Mitsuki que vaya ella, pero no tiene ocasión. Su suegra lo empuja a él y Uraraka asiente y de repente está caminando por los pasillos de un hospital, muchas horas después de todo, apenas despierto, pero ya mucho menos aturdido que antes.
Hay tres camas más en el cuarto al que lo conducen. Sólo una está ocupada. La de más al fondo es la de Kacchan y hay una cortina que le da un poco de privacidad. La enfermera la corre un poco para que Izuku pueda pasar.
—Está inconsciente aún. Puede tardar en despertar —le dice e Izuku asiente.
No se atreve a ver las piernas.
Se atreve a ver su rostro, magullado. Uno de sus brazos está cubierto por un yeso que seguramente le curaran más tarde. Todo su vientre está vendado. Quitando todo, a Izuku le parece que se ve apacible. No tiene el respirador puesto. Tiene la aguja del suero y en el dedo está esa cosa que monitorea sus signos vitales de la que Izuku siempre olvida el nombre.
Acerca la única silla que hay al lado de la cama lo más que puede y se sienta ahí.
Pone su mano sobre la de Kacchan y dibuja círculos con uno de sus dedos sobre el dorso.
—Lo siento, Kacchan —dice, aunque sabe que en realidad nadie lo está oyendo—. Tengo miedo de que despiertes y me eches la culpa y… Lo siento. Sólo… lo siento mucho. —Suspira. Ya no puede evitar las lágrimas. Le llenan los ojos y le nublan la vista—. De todos modos me alegra que respires. No sé qué hubiera hecho si… —Se corta—. Nunca antes habías… Nunca. No. Nunca había sido tan… —Ya no sabe lo que está intentando decir. Las palabras se le hacen un pantano en la garganta y él sólo se hunda—. Aun así me alegro que estés vivo.
No dice bien.
Sigue sin mirar las piernas.
Kacchan no despierta en las siguientes veinticuatro horas. Mitsuki y él hacen guardias después de que él deja que los doctores le expliquen todo lo que ocurrió con Kacchan punto por punto. Mitsuki asiente y no lo culpa por nada. Uraraka lo lleva a cambiarse a dormir un rato, cuando cae se acerca la medianoche y Mitsuki se queda. Izuku le ruega que le hable si Kacchan despierta. Quiere estar allí cuando Kacchan despierte y lo note y explote. Quiere ser él quien sea su escudo con el resto del mundo. Supone que no es sano, pero se van a enfrentar a terreno nuevo. Uraraka duerme en el sillón, incapaz de irse a su casa. Se merece el cielo.
Despierta a las seis de la mañana. Mitsuki no llamó.
Uraraka está en la sala.
—Mei me respondió los mensajes —comenta, cuando lo oye aparecer detrás de él—. Dice que si Katsuki está de acuerdo a ella no le importaría… Si… Izuku, ¿qué…?
—La izquierda, es la izquierda.
Uraraka asiente. Escribe algo en su celular y después vuelve a alzar la mirada.
—Es muy temprano, ¿quieres un té? —le pregunta.
Izuku asiente y ella se pone en pie.
—Vamos, pues; me tendrás que decir donde está.
Toma el té en silencio.
—Puedes irte a casa, Uraraka. Si quieres. Tomarte el día.
—¿Y que ninguno de nosotros tres vaya a la agencia hoy? —La joven se niega—. Iré yo después de dejarte en el hospital. Hay que arreglar el horario. Tú… tómate unos días. Los que necesites. —Izuku sabe que eso último es por cortesía. No puede darse el lujo de tomarse demasiados—. Yo arreglaré los turnos. Pediré ayuda, si hace falta. Me encargaré de que los tuyos estén cubiertos. Al menos lo siguientes tres días.
—¿Y los de Kacchan?
Uraraka suspira.
—¿Cuándo dijeron que podía ser de baja?
—¿Meses? Depende de que tan bien se recupere —murmura Izuku—. Con las singularidades de ahora podrían ser sólo dos meses, pero… No lo sé.
—Empecemos en dos meses —murmura Uraraka.
No dicen nada más. Toman el té y, cuando se acercan las nueve, Izuku toma las llaves del carro. Él es quien maneja, pero en esa ocasión Uraraka no se lo permite. Maneja ella y lo deja en el hospital y le promete devolverle su carro al final del día.
Izuku encuentra a Mitsuki y a Masaru en el cuarto del hospital. Dos camas siguen desocupadas.
Suspira cuando se acerca.
—Si quieren pueden ir a desayunar. Yo me quedaré aquí. —Los mira. Está increíblemente cansado, pero al menos ya no se queda aturdido a media frase—. Les llamaré si algo ocurre. Cualquier cambio.
Mitsuki asiente y le da un abrazo corto. Masaru le estrecha la mano. Después se van juntos a desayunar e Izuku se queda a allí, con toda su soledad y la mano de Kacchan aferrada entre las suyas.
Kacchan está estable. Debería ser sólo cuestión de tiempo que despierte.
Izuku se queda como está mucho rato.
«Despierta, por favor».
En algún momento le parece quedarse dormido. Lo despierta una voz rasposa.
—¿Izuku…?
—¡TODOS TUS CUADERNOS EN TODAS PARTES! ¡TODOS! ¡TIENES UNA REPISA COMPLETA PARA ELLOS Y AÚN ASÍ…!
Katsuki Bakugo acaba de encontrar un cuaderno de Izuku en refrigerador. Cuaderno que, seguramente, se quedó allí después de que fuera a sacar el jugo con un vaso en una mano, la pluma en la boca y el cuaderno en la otra mano.
—¡Oh, me preguntaba donde lo había dejado! —Izuku llega prácticamente corriendo a la cocina y le arrebata el cuaderno de las manos. Tiene una vida de práctica para esquivar la furia de Kacchan que no es tan grave, esa que es sólo furia por serlo—. ¡Gracias, Kacchan!
—¡¿GRACIAS?!
—¡No sabía dónde lo había dejado! —Izuku lo abre e ignora que está frío y medio mojado y que estaba encima de la comida—. ¡Estaba escribiendo un análisis sobre la última pelea de Miruko!
Katsuki suelta un bufido hastiado.
Eso es vivir con Izuku.
Cuadernos en la mesa de la cocina, en el baño, en la barra de la cocina, en la cama, en todos los lugares donde no van esos malditos cuadernos. Y ahora, el refrigerador. Eso es una primera vez.
—Cuéntame de esa pelea de Miruko, anda —pide, mientras sigue sacando los ingredientes para hacer la cena—. Qué descubriste sobre ella.
Izuku no sabe qué esperaba, pero el silencio cuando Kacchan descubre la pierna que se detiene en el muslo está mal. No puede explicar por qué, pero el ambiente se tensa, se vicia. Hay algo que huele mal en el aire. Preferiría un grito y una enfermera corriendo para ver qué es lo que ocurre. Pero eso no es lo que obtiene. Se queda con una mano que se le escapa de entre los dedos y la mirada de Katsuki.
—Lo… suponía… —dice Kacchan, finalmente, todavía viendo hacia abajo, hacia las piernas, con la izquierda cortada justo arriba de la rodilla—. Lo último que sentí fue que se aplastaba.
Izuku comprende todo lo que duele sacar esas palabras, pero le suena extraño. Quien las dice no es Kacchan. Izuku espera furia, enojo, espera un grito. No sabe cómo reaccionar ante la calma.
Se mira las manos.
—Yo tuve que… decir que sí… —murmura.
—Lo siento.
—Me dijeron que habían hecho todo lo posible, pero… que… ni siquiera… Nadie… —Suspira y aleja la mirada.
—Izuku, con todo el puto respeto del mundo, cállate. No quiero saber.
—Mei Hatsume dijo que va a ayudarte…
—Por supuesto que le hablaste. —Y ahí el tono de Kacchan se vuelve más ácido, más difícil—. Por supuesto.
—Tenía que hacerlo.
—Déjame procesarlo, Izuku. Carajo. ¡No llevo ni un minuto despierto!
—Lo sé, lo sé, lo siento, Kacchan.
Claro que tiene razón. Sólo está demasiado nervioso y cuando está muy nervioso tiende a hablar, a soltar cualquier cosa que esté en su mente. Quiere arreglarlo todo con palabras y estrategias y a veces hay cosas que no se pueden arreglar así. Como perder una pierna.
—¿Tú estás bien?
Izuku asiente. Los paramédicos sólo lo revisaron un momento, para asegurarse de tuviera todos sus signos vitales, antes de concentrarse en Todoroki.
—Sí, Kacchan.
—Bien.
Kacchan deja caer la cabeza hacia atrás y dice algo que se le clava a Izuku en el corazón.
—Entonces valió la pena.
A Izuku se le encoge el estómago, todo le da vueltas. El piso le tiembla debajo de los pies; sabe que no se mueve, pero todo tiembla.
«No me hagas esto, Kacchan», piensa. «No me lo cargues a mí encima, no más del sí que tuve que dar para permitir esto. No puedo cargarlo, Kacchan. No así. Por favor. No todo lo pongas sobre mí».
Pero no dice nada, porque él está ahí, sentado, a un lado, con todas sus extremidades.
Kacchan soltó la explosión para alejarlo del edifico colapsando. Izuku lo vio intentar liberarse y luego ya no recuerda nada. Al final, Kacchan acabó aceptando que el edificio se derrumbara sobre él si Izuku estaba a salvo, si era sólo él.
Se le vuelve a olvidar cómo respirar.
—Ey, idiota. Todoroki también está bien, ¿verdad?
La pregunta lo hace concentrarse en algo.
—Sí. Uraraka sabe mejor que… Sí. Creo que sólo estuvo un rato en el hospital —responde. Cree, no tiene la certeza. Su mente se apagó el día anterior y apenas está volviendo en sí, poco a poco. Entonces recuerda a los padres de Kacchan—. Ey, tu madre quiere que les avise si despiertas, fueron a desayunar.
Kacchan abre mucho los ojos.
—¿Estaban aquí?
Izuku asiente.
—¿Puedo avisarles? —pregunta.
Pasan muchas en un momento sobre el rostro de Kacchan. Izuku no comprende todas pero al final hay sólo un suspiro cansado.
—Espera. Un poco más. Van a venir y van a… ugh. No quiero… Estarán encima de mí y… Espera un momento.
Izuku asiente. Busca la mano de Kacchan.
«Aquí estoy, quiere decir».
—¿Y el brazo? —pregunta, levantando el yeso.
—Roto —responde Izuku—. Te curaron y no creo que tengas eso más que unos días pero el hueso estaba en tres partes. Y… el vientre… Bueno, te perforó una varilla. Perdiste mucha sangre.
Kacchan asiente. Todo parece nada al lado de la pierna. Izuku lo ve parpadear muy rápido un par de veces.
—Oh, Kacchan…
No puede abrazarlo sin hacerle daño, no todavía.
—Cállate, no estoy llorando.
Pero las lágrimas caen y después de unos cuantos parpadeos furiosos nada puede detenerlas. Izuku no se imagina todas las cosas que se esconden en ellas.
—Está bien, Kacchan —responde.
—Carajo…, Izuku.
Su voz sale rota, deshecha, en pedazos. Izuku acaba llorando, también, nada más por contagio. Kacchan no dice nada pero su furia al intentar dejar de llorar lo dice todo.
La cortina de la cama está corrida y nadie los molesta. El otro paciente no hace ruido.
Eventualmente, Kacchan deja de llorar y aparta su mano para limpiárselas con el dorso de la mano. Izuku lo evita y lo hace con sus propios dedos. El otro no dice nada.
—Nunca dudé que algo así de grave podría pasar, Deku. —A Izuku no se le escapa que no le dice «Izuku», pero Kacchan no parece darse cuenta—. Sólo no creí que sería tan… —No termina. Izuku no le pide que continúe. Le da miedo oír lo que sea que vaya a decir, porque siente que Kacchan piensa que debió ser más grande—. Pero estás bien, Izuku… Al menos… Estás bien.
Izuku acaba llorando.
«No cargues todo eso sobre mí, Kacchan», le ruega. Y aun así siente que debería poder cargarlo. «Al menos podrías hacer eso», le dice una voz en su cabeza, «si Kacchan lo necesita, deberías…»
—No llores, carajo —dice Kacchan. Lo dice entre el enojo y la tristeza—. Tú no.
«¿Cómo quieres que no llore, Kacchan?»
—Tú no… —y se le vuelve a romper la voz.
Izuku está firmándole un autógrafo a un niño cuando Katsuki se acerca. Al principio el niño no se da cuenta de que está allí, porque está muy concentrado en lo que Izuku está escribiendo en uno de sus cuadernos de la escuela. Sin embargo, cuando Izuku le devuelve el cuaderno junto a la pluma y sonríe, el niño alza la mirada y ve a Katsuki al lado de él en todo su esplendor. Ambas granadas en las manos, antifaz, todo el traje y esa cara de que el mundo le viene debiendo todos los favores.
Al principio Katsuki cree que se va a echar a llorar porque su expresión parece miedo, porque Ground Zero no suele ser tan famoso con los niños como Deku —aunque no está en el nivel de Endeavor, cuyos juguetes acababan en las rebajas todos los años—. Algunos lloran, otros no dicen nada y sólo vuelven corriendo a esconderse entre las piernas de sus padres. No le piden demasiados autógrafos.
Pero este niño le extiende la pluma y el cuaderno.
«Por favor», parece decir su cara.
Katsuki nunca sabe qué decir. Le gustaría ser mejor con los niños. Si lo viera Gang Orca en ese momento estaría decepcionado.
—¡Oh! ¡También conoces a Ka…! —Izuku se da cuenta a tiempo de que está a punto de decir «Kacchan», como siempre, cuando no debe—. ¡A Ground Zero! —corrige. Tiene una sonrisa enorme pintada en la cara. Por eso lo adoran, carajo—. Estamos patrullando juntos. Y sí también puede firmarte tu cuaderno, si quieres… —Con eso, voltea a ver a Katsuki y alza la ceja.
Agarra el cuaderno y escribe justo debajo de donde lo hizo Izuku. Justo debajo de ese «Deku!» y la fecha.
Para devolverle el cuaderno, se pone en cuclillas. Izuku siempre hace eso. Katsuki lo imita usualmente para poder ver a los niños a los ojos.
—Ten —le dice, intentando que no salga brusco. Tiene un uniforme de preescolar increíblemente parecido al que usaron él e Izuku, aunque el delantal es verde.
El niño mira al piso y se le atoran las palabras que siguen.
—Son mis héroes favoritos.
Lo oye más el piso que ellos, pero las palabras se quedan allí, en el aire.
—Gracias —agrega, más seguro y luego se va corriendo a esperar a su madre, unos pasos más allá, que les sonríe y les da las gracias con la cabeza.
A veces los días son así. Ningún villano especialmente fuerte: sólo niños que les dicen «hola» al volver de la escuela o al acompañar a su madre a las compras, adolescentes a los que hay que vigilar para que no acaben atropellados por cruzar corriendo, carros que ayudan a llegar a algún taller porque se quedan a media calle.
Por supuesto esa es la excepción cuando se trata de Ground Zero y Deku. Ya llaman demasiado la atención y atraen a una cantidad inaudita de villanos. Pero a veces todavía pueden permitírselo. Un niño que les extienda un cuaderno y les diga: «¡Son mis héroes favoritos!»
El tiempo se hace eterno hasta que Kacchan lo deja que llame a sus padres y a las enfermeras. Todo el mundo se tiene que quedar afuera mientras los doctores están dentro de la habitación, pero después de eso Izuku acompaña a Mitsuki y a Masaru. El padre de Kacchan no dice nada, Mitsuki le dice «qué bueno que estás vivo». Hay más palabras intercambiadas, pero a Izuku no se le queda ni una sola grabada, hasta que finalmente Katsuki los corre a todos y dice que quiere quedarse con Mitsuki un momento. A solas. Es muy enfático, así que Izuku y Masaru acaban en el pasillo.
Izuku conoce a Mitsuki Bakugo de toda la vida, pero no se imagina lo que supone vivir y crecer con ella. Nunca lo ha visto desde el lado de Kacchan.
No sabe de lo que hablan.
El silencio entre él y Masaru se extiende hasta que resulta insoportable.
—Me salvó —dice, sin dirigirse a nadie en particular—. Kacchan, cuando… Me salvó. Hubiera caído ese edificio también sobre mí.
«Si me hubiera empeñado en salvarlo quien sabe que hubiera pasado. Pero él lo adivinó antes y se sacrificó a sus propios medios antes de condenar a todos».
—Sí. Ese es Katsuki —dice Masaru—. Te adora, ¿sabes?
Izuku asiente. En la garganta se le hace un nudo y ya no puede decir nada. Masaru, tan apacible como siempre, tampoco agrega otra cosa y se conforma con quedarse ahí al lado, haciéndole compañía.
Y poco a poco, el tiempo avanza.
Kirishima habla por la tarde.
—Pregúntale a Bakugo si tiene ganas de recibir visitas —le dice.
E Izuku le dice que no hay problema, pero Kirishima insiste. Así que va y le pregunta a Kacchan, que lo piensa y luego asiente. «Pero sólo porque es él», agrega. E Izuku se lo dice al teléfono y Kirishima aparece en cuanto termina su turno con un tupper de katsudon caliente para Izuku —«¡porque seguro te estás alimentando mal mientras estás aquí!»— y se acerca Kacchan con una sonrisa. Sin una pizca de lástima en los ojos, lo que parece sentarle bien. Le cuesta cosas de Tamaki, de su trabajo, se esfuerza en distraerlo mientras sigue en la cama del hospital e incluso logra que Izuku se ría un par de veces y Kacchan sonría levemente.
Todavía está allí cuando entra una llamada de Uraraka.
—¿Diga? —contesta Deku, alejándose unos pasos de la cama de Kacchan.
—Televisión, ahora. Ya se filtraron los noticias —le dice Uraraka, sin delicadeza alguna—. Tuvieron la cordialidad de avisar antes a la agencia sólo porque querían una entrevista contigo…
—Cómo carajo…
No es usual que Izuku suelte una grosería. Eso es lo que hace que Kacchan y Kirishima alcen la mirada.
—Lo sé, lo sé, les dije que ni mierda —responde Uraraka, a quien las groserías a veces se le pegan por el contacto continuo con Kacchan—. Pero dile. Ustedes dos están a punto de verse sumergidos en una pesadilla periodística.
—Si vuelven a llamar diles que no tenemos ningún comentario.
—Me aseguraré de que ningún idiota se haga con ninguno de sus números personales. Pero ya sabes que tienen su dirección, quizá reciban cosas —advierte Uraraka—. Cuídate. Y dile a Bakugo que le mando buenos deseos. Iré más tarde a dejarte el carro.
—Gracias. —Se lo dice de todo corazón.
Y así el tiempo que antes parecía no avanzar se vuelve en su contra. Izuku consigue que prendan la tele después de colgar con Uraraka y advertirle a Kacchan sobre lo que está ocurriendo. En la primera nota que ven el reportero del noticiero sólo informa que Ground Zero está en el hospital tras un terrible accidente, apenas da unos detalles de su condición y no comenta nada más. Pero luego, conforme pasan los programas y la farándula da paso a los noticieros, Izuku nota como empiezan a cuestionar la capacidad de uno de los «número uno» para seguir en su carrera. Kacchan aguanta un par de reportajes antes de pedir el control y apagar la tele. «Basta», dice y vuelve a ponerle atención a las historias estúpidas de Kirishima hasta que tiene que irse. Mina llama y pide hablar con él. Izuku le pasa el teléfono. Al final, asegura que tiene un tiempo libre al día siguiente a la hora de la comida e Izuku la oye como le dice a Kacchan que irá a verlo tanto si quiere como si no. Miruko los contacta más tarde, al teléfono del hospital.
—¿Qué dice? —pregunta Izuku, cuando Kacchan cuelga.
—Que quiere hablar conmigo.
Izuku asiente. Tiene sentido.
—Y que no se me ocurra pensar que es el final de mi carrera —dice Kacchan—. Que me matará si se me ocurre.
Miruko fue la primera heroína con la que Kacchan trabajó profesionalmente, la que nunca le dijo que tenía que cambiar nada de su personalidad y lo animo a seguir siendo él. Son parecidos. Para entonces Miruko ya tenía la prótesis del brazo y de la pierna y una reconstrucción de la oreja y seguía en el top diez, amenazando a los mejores.
Kacchan acerca que vaya a verlo y luego prácticamente corre a Izuku, diciéndole que no puede dormir en una silla.
Los días pasan uno tras otro. Uraraka deja que Deku se tome cinco días. Inko Midoriya empieza a aparecer en el hospital a la hora del desayuno y la cena y le lleva galletas a Kacchan. («De contrabando», dice siempre, «se supone que no puedo traer comida para él»). También obliga a que Izuku la acompañe a cualquier cafetería cercana para asegurarse de que coma bien y a veces se ofrece a pagar aunque Izuku le diga que no hay ningún problema. («¡Mamá, soy el número uno, déjame invitar!». «Bueno, pero yo soy tu madre, a veces quiero regalarte algo»). Mina llega con Uraraka al día siguiente, después del turno de ambas. Kaminari también va a verlo; para entonces Kacchan ya tiene su celular, así que pasan media hora decidiendo que pokemon van a intercambiar (y Kaminari vuelve a burlarse de que tenga varios magicarp llamados Deku). Miruko llega con todo y el traje puesto, sin molestarse en ocultar su identidad. («Todos saben que estás aquí de todos modos»). En la recepción detienen a periodistas un par de veces e Izuku baja para pedirles que se retiren y reiterarles que no tienen comentarios. En un periódico salen las declaraciones de Uraraka: «Déjenlos en paz, la desgracia no es circo para el público». («No lo dije en ninguna entrevista oficial, Deku, me hicieron enojar esos cabrones»). Mitsuki no le da ni un respiro a Kacchan y eso parece mantenerlos anclados a la normalidad.
Al tercer día aparece Mei Hatsume con bocetos y planos e ideas y se sienta a un lado de Kacchan a explicarle lo que pretende. Nunca lo mira con lástima y en vez de eso escucha todo lo que quiere y se emociona por todas las posibilidades. Se va gritando que le hará una pierna magnífica y abraza a Izuku como agradecimiento por haberle hablado. («¡Nunca le había hecho una pierna a nadie, Deku, esto es maravilloso!»). Parece insensible, pero Kacchan suelta una risita ante la car avergonzada de Izuku.
Ellos dos no hablan realmente. Hablan de cosas banales o que tienen que ver con la agencia. Kacchan pregunta por los estudiantes en prácticas. Izuku le asegura que Uraraka se está haciendo cargo de todo y luego le llama para agradecerle y preguntarle si no necesita ayuda. Kacchan pregunta si ya comió e Izuku contesta que no y que sí, según sea el caso. No hablan realmente hasta el quinto día, cuando Izuku le dice que volverá a trabajar, pero que todavía estará en el hospital todo lo que pueda, porque va a empezar su rehabilitación e Izuku quiere ser su apoyo.
Entonces Kacchan respira hondo, cierra los ojos, busca su mano (ya no tiene el yeso en el brazo) y la aprieta.
—Gracias —dice.
—¿Por?
Izuku no entiende a qué viene en ese momento particular.
—Todo. Estar… Eso.
Izuku asiente.
—Siempre, Kacchan.
Sonríe y espera que en esa sonrisa estén todas las cosas que no se han dicho y todas las que están escondidas en los cómo te sientes, ya comiste, qué tal la comida del hospital. Todo lo que lo quiere y que siempre estará allí.
—¿Puedo besarte? —pregunta.
—No lo has hecho desde…
Cierto.
Izuku se propone solucionarlo y se acerca a sus labios y los atrapa entre los suyos. Usualmente Kacchan besa más rápido, como si fuera una pelea, pero esa vez deja que Izuku marque el ritmo. Más lento, más con calma.
—Estaremos bien —le dice, cuando se separa.
Kacchan asiente.
Estarán bien aunque ahora mismo no puedan ver la salida.
Notes:
1) En mis planes no estaba que toda esta parte de la historia ocupara 10K palabras, pero así pasan las cosas cuando suceden, así que nada. Mucho angst. No es el último capítulo, no se preocupen. ¡Todavía usaré otro prompt de la Twin Stars Week para terminar la historia de mis dos héroes profesionales favoritos!
2) Quería mostrar a Uraraka en este capítulo y obvio el enorme trabajo que hace. Deku y Kacchan le debe sus vidas enteras (y se las pagaran, no se preocupen). También me entró la duda de si existía Minachako sin ser sidepairing, así que ahora están en mi lista de fics pendientes).
3) La idea hijoputesca del capítulo viene de un fanart en el que Mei regaña a Bakugo: «¡Es la tercera vez que arreglo tu brazo!». En ese fanart la prótesis era un brazo. Aquí es una pierna porque también vi un fanart así y acabó de cimentar la idea. Más apariciones de Mei Hatsume más adelante. Me encanta ese personaje.
Chapter 4: Deku y Kacchan
Summary:
"—Escucha, Kacchan. —Izuku lo dice de manera firme—. No estoy dando vueltas. Llevamos diez años en esto, confía en mí, ¿quieres? —Izuku extiende una mano y Katsuki a toma—. Confía en mí. Eres la persona más especial de mi vida. Creo que siempre lo has sido de una manera u otra.
—Eso es simplificar nuestro pasado. —Katsuki bufa.
Izuku sonríe.
—Hazlo por un momento. Eres la persona más importante de mi vida. Siempre hemos estado uno alrededor de otro. En lo bueno y en lo malo. Y en lo peor. Y quiero que eso siga. —Izuku sonríe. No suelta su mano y a Katsuki le parece que con la otra saca algo de la bolsa de su pantalón—. No tenía un plan. Sólo lo decidí un día que estábamos cocinado. Pensé que era algo que tenía que preguntarte y que sería un cobarde si no lo hacía."
Chapter Text
Tercer acto
Deku y Kacchan
When heroes go down
Man or woman revealed
Do you show any kind of mercy
On the battlefield?
Suzanne Vega
Cuando llega, oye el murmullo de Izuku en la sala. También está la televisión puesta, de fondo. Las noticias, como siempre. Necesitan saber qué está pasando todo el tiempo, aunque a veces a Katsuki le gustaría poder apagar el mundo y no preocuparse de nada. Pero no pudo hacer eso ni siquiera las semanas que pasó en rehabilitación, con Mei Hatsume ajustándole la pierna, mucho menos lo puede hacer cuando lleva meses de vuelta en servicio y su ranking sigue intacto. No va a negar que le incomoda que lo usen como historia «inspiracional». Pasan y pasan los meses y la gente lo sigue haciendo. «¡Oh, siento por todo lo que has pasado, gracias a ti me he dado cuenta de que…!», e inserte allí un montón de estupideces. Katsuki perdió su pierna izquierda —de la rodilla para abajo— haciendo su trabajo. Y punto. Lo odió muchas veces y maldijo muchas veces, pero no es el primero que pasa por una herida similar. Miruko tiene tres prótesis y está en el tercer lugar del ranking. Carajo, All-Might pasó los últimos años de su carrera peleando con una herida que lo debilitaba cada vez más. Y Katsuki lo entiende: son héroes, hacen lo que tienen que hacer.
Llevan sus cuerpos al límite si es necesario. La gente no se da cuenta porque Izuku usa guantes y un traje que apenas muestra su piel, pero sus brazos están llenos de cicatrices que parecen las rayas de un tigre.
Es algo interesante. El cuerpo de los héroes después de años en el trabajo. No hay nadie que no tenga al menos una cicatriz, una herida, una pesadilla. Cada año que pasa y se acerca a los treinta —Izuku y él ya van a medias de los veintinueve— entiende por qué Aizawa estaba cansado todo el tiempo. A veces le pasa que lo llena el agotamiento y sólo quiere dormir. A los dieciocho juraba que ese punto de su vida no llegaría nunca, pero la vida de los héroes no perdona a nadie.
—¿Izuku? —llama. No trae ya el traje puesto y puede dirigirse a la cocina, para empezar con la cena. Así pueden aprovechar las horas antes de que Izuku tenga que irse.
Se dirige a la cocina, buscando el delantal.
—¡Kacchan! —Izuku sonríe—. ¿Te ayudo?
—Saca las cosas. ¿Qué quieres cenar? Y no te atrevas a decir que el ramen instantáneo está bien —amenaza Katsuki.
—¿Katsudon…?
—Por supuesto que ibas a decir Katsudon. —Katsuki rueda los ojos—. Saca las cosas.
Tantos años e Izuku no sabe cocinar decentemente. Tiene los conocimientos necesarios para no morirse de hambre y ya.
Lo acompaña mientras cocina, le cuenta las noticias. Mt. Lady tuvo un accidente en un rescate. Miruko hizo papilla a unos ladrones en un banco, que tenían rehenes. Todoroki fue premiado como el héroe más guapo en una revista para adolescentes. Consiguieron que Kaminari por fin filmara un comercial para una marca de pilas (Izuku agrega que es muy gracioso). Se acerca la reunión anual de su generación en el curso de héroes. Izuku está emocionado por ir. Katsuki no puede creer que también falten meses para cumplir un año como los héroes número uno. Con todo y su accidente.
Voltea a ver a Izuku mientras corta las verduras.
Su pareja sonríe para sí. Murmura algo que Katsuki no acaba de entender.
—Estás feliz —hace notar.
Izuku hace la sonrisa más amplia.
—Sí, Kacchan, estoy feliz.
Lleva dos días sin preguntarle a Katsuki «¿cómo te fue?» porque lo único que recibe son gruñidos. Lo entiende. Por supuesto que comprende lo que ocurre. A él tampoco le gustaría que le estuvieran preguntando cómo le fue cuando está atado a una cama y necesita ayuda para casi todo.
No falta mucho para que lo den de alta y entonces sólo tenga que ir a las citas de rehabilitación. Uraraka le aseguró que no habría problema para ajustar sus horarios para que pudiera acompañar a Kacchan. «Podemos sobrevivir si tomas dos días de descanso a la semana en vez de uno y está perfectamente bien si haces más turnos por la noche para que puedas… acompañarlo. Si quieres». Izuku le había dicho que lo verían llegado el momento, pero que era muy probable que tuvieran que hacer ajustes al calendario.
Tiene un mensaje de Mitsuki en su teléfono. «No lo dejé precisamente de buen humor, pero la chica loca del cabello rosa iba a ir a verlo por la tarde. Quizá eso lo haya puesto de buen humor». Seguido de otro: «Masaru irá mañana y yo hasta el viernes».
Izuku suspira.
Saluda a las enfermeras cuando llega. Después de días ya lo conocen y le tienen paciencia. Lo dejan quedarse todo el tiempo posible y se aseguran de que la prensa nunca los moleste.
Cuando entra al cuarto donde está Kacchan encuentra a Mei Hatsume sentada y a Kacchan con un cuaderno bastante grande en las manos.
—El prototipo será resistente. Como los que tiene Miruko —está diciendo Mei—; una lástima que ella no me contrató para hacer sus actualizaciones, pero… —Chasquea la lengua—. Una pena. Podrían haber sido más espectaculares. Le hice los cambios que querías. Y el metal será especial para poder soportar las explosiones. —Izuku carraspea. Kacchan levanta la mirada primero y Mei se da la vuelta—. ¡Deku! Oh, tienes que ver los planos para mi bebé…
—Es mi pierna… —murmura Kacchan. Probablemente encuentra perturbador que Mei se refiera a ella como «su bebé». Izuku también, pero ya se acostumbró a la manera de hablar de Mei.
—¡Mira, mira! —No le quita el cuaderno a Kacchan, pero le indica que se acerque a la cabecera de la cama—. Es la más alta tecnología. Se conecta a los nervios y se puede mover como una extremidad normal.
Izuku se queda viendo el boceto. Es impresionante y no entiende nada, pero nota como Mei incluyó en el diseño exterior algunas referencias a la «x» del traje de Kacchan.
Kacchan alza la mirada, buscando sus ojos.
—¿Te gusta? —pregunta.
En sus ojos hay algo que Izuku no puede interpretar y eso le asusta. Usualmente entiende a Kacchan a la perfección. Quizá es preocupación, inseguridad, una mezcla de ambas.
—Sí —asegura.
Mei sigue listándoles todas las ventajas que tiene esa prótesis respecto a otras en el mercado. Kacchan sonríe un poco, sólo levemente, a modo de agradecimiento por la respuesta positiva de Izuku y él entierra la mano en su cabello.
«Aquí estoy, cada paso del camino, aquí estoy».
—¡Oh, estoy tan feliz, Deku! ¿Tienes un plan?
—No grites, Uraraka, sólo es…
Izuku se pone rojo cuando Katsuki entra a la oficina y deja de hablar. ¿De qué demonios están discutiendo? Uraraka también parece sorprendida por su aparición, pero al menos no es del color de un jitomate. Patético. (Y adorable, piensa).
—¡Kacchan!
—¿Cuál es el chisme del día?
—¡Mina y yo vamos a celebrar nuestro aniversario! —Uraraka lo dice demasiado emocionada. Katsuki sabe que no estaban hablando de ello, oyó lo último que dijeron. Pero no va a insistir.
—¿El primero? —pregunta Izuku, mucho más interesado que él en la vida amorosa de Uraraka.
—¡Sí!
Katsuki gruñe.
—¡Oh, no seas así! ¡No porque ustedes vayan persiguiendo el décimo aniversario significa que todos los demás…!
—No me interesa tu vida amorosa, Mina me la restriega cada dos segundos en el celular. —Lo saca, sólo para probar un punto. Busca entre los mensajes del grupo de chat de sus amigos hasta que encuentra uno, cuatro horas antes—. «¡Ochako y yo celebraremos nuestro primer aniversario!». Y luego un montón de tontería. Y luego una foto tuya. Y luego: «¡¿Pueden creer que sea mi novia?!» —Prácticamente le embarra el mensaje en la cara a Uraraka—. Por favor, convéncela. No puedo seguir leyendo estas pendejadas todos los días.
Uraraka está sonriendo.
De hecho está sonriendo.
Enseña los dientes y está emocionada y su sonrisa se dirige a Katsuki.
Tiene el impulso de dar un paso para atrás sólo por que sí.
—¡¿Aún manda fotos mías?! —Intenta agarrar el celular para verla mejor, pero Katsuki lo levanta—. ¡Es adorable!
Rueda los ojos.
Izuku se ríe y Kacchan voltea a verlo.
—¿Quieres ir a cenar? —le dice—. Invito yo.
Uraraka todavía está intentando alcanzar el celular para ver cuál fotografía es la que mangó Mina al grupo. Katsuki sonríe y mira a Deku.
—¿Por qué no? No cocinar es buena idea.
—¿Cuánto tiempo?
—Depende de…
—Hatsume, no des vueltas. ¿Cuánto tiempo?
—Pueden ser hasta seis meses, Bakugo.
—¡No puede ser tanto!
Están discutiendo. Se la pasan discutiendo. Han pasado unas pocas semanas y los médicos no han aprobado la prótesis todavía, aunque Kacchan está casi curado. Es la virtud de que existan las singularidades. Todos los procesos médicos son más rápidos. Izuku no podría haber sobrevivido a UA sin Recovery Girl y todos los doctores que, con el paso de los años, tuvieron que enfrentarse a sus huesos rotos y a sus múltiples heridas.
Lo último que Kacchan mencionó después de una de las citas de rehabilitación es que era posible que aprobaran todo el asunto de la prótesis. Nunca habla mucho de ellas. «¿Quieres que vaya contigo?», fue la primera que Izuku le hizo sobre ellas. Y al principio aceptó. Fue un fracaso y acabó corriéndolo y diciéndole que esperara afuera. No lo culpa. A Kacchan no le gusta enfrentarse a su propia vulnerabilidad.
—Pueden ser hasta seis meses —repite Mei Hatsume—. Es posible que se necesiten ajustes. O puede ser menos.
Están en la sala. Hay un montón de papeles y un par de prototipos que la ingeniera construyó.
—No quiero que sea…
—Estoy orgullosa de mi bebé, Bakugo. —Sigue siendo muy perturbador que se refiera así a la prótesis, piensa Deku, mientras se quita los protectores de las piernas—. No voy a dejar que tu terquedad arruine algo tan bello.
Kacchan bufa.
—Puede que no sean seis meses. Pero va a doler. Esa cosa se conecta a tus nervios. No es tan fácil como crees.
—No me subestimes.
—¡No subestimes mi trabajo!
Discuten demasiado, piensa Deku, mientras se quita los guantes y se acerca a la sala.
—Hola —dice, llamando su atención. Kacchan es quien voltea primero y medio sonríe—. ¿Qué están haciendo?
—Hatsume trajo los últimos prototipos —dice Katsuki.
—¡Y ya me tengo que ir! —declara—. ¡No trabajo horas extras y si Deku ya está aquí significa que es tarde! —Empieza a recoger—. Volveré mañana y repasamos los últimos cambios —le dice a Kacchan.
Izuku es quien la acompaña a la puerta y se despide de ella. Kacchan ni siquiera hace el intento de levantar las muletas y moverse de la sala mientras él termina de cambiarse y ponerse unos pants y una camiseta.
—¡La comida está en el refrigerador!
—Oh, pensaba pedir algo si…
Suele pedir cosas si para cuando llega Kacchan no ha podido cocinar gran cosa. Hace el esfuerzo, pero las muletas lo cansan y la cocina no está adecuada para él; siempre es más fácil cuando Izuku está allí a la hora de la cena y se presta a ayudar. Nunca pensaron que un día necesitarían una casa más accesible.
—Hatsume ayudó —espeta Kacchan—. Tuve que sobornarla, pero es más rápido cuando alguien me pasa las cosas. —Hace una pausa—. Sólo tienes que calentarlo.
—Gracias, Kacchan.
Calienta la cena y se dirige hasta la sala. No quiere cenar solo en el comedor y está bastante seguro de que Kacchan no va a moverse. Se mueve poco con las muletas. Las odia pero no lo dice; Izuku puede verlo. Cenan en silencio, con el sonido de la tele de fondo, que Kacchan prende. La ve demasiado los días que se queda en el departamento. Izuku supone que es su manera se saber lo que ocurre mientras él está de baja.
—¿Hoy dormiremos juntos? —pregunta.
Izuku asiente.
—Tengo turno nocturno hasta pasado mañana. Para poder acompañarte por la mañana —le dice.
—Gracias.
Izuku lleva los platos de la cena y los lava él. Limpia las cosas. A veces siente que Kacchan se siente inútil sin poder hacer muchas cosas. Pero es sólo temporal.
—Vamos a la cama —dice Kacchan.
—Es temprano.
—¿Y? Tengo sueño.
Es imposible convencerlo de que se quede despierto más allá de la hora —siempre demasiado temprano— en la que le da sueño. Izuku sonríe y se acerca. Kacchan resopla y estira una mano para alcanzar el par de muletas que lo ayudan a ir de un lado a otro. Frunce el ceño al agarra una e Izuku lo ve. Toda la frustración acumulada.
—Ey, espera —le dice—. Te ayudo.
—¿Qué planeas ha…?
Izuku lo levanta en el aire antes de que Kacchan pueda quejarse.
—Pasa tu brazo por mis hombros.
—¡Carajo, Izuku…!
Izuku sólo lo calla con un beso en la mejilla.
—Está bien, Kacchan, no pesas mucho —dice.
—Claro, porque tienes one-for-all, imbécil. —Hace un puchero y su ceño fruncido aumenta, pero no hace comentarios—. Así es como cargan a las damiselas indefensas.
—Kacchan… —Izuku frunce el ceño.
No hay nada malo en admitir debilidad, quiere decirle. Pero no insiste. Kacchan ya tiene suficientes cosas en las que pensar. Lo deja en la cama y luego vuelve a la sala, por todo lo que dejaron olvidado. Cuando vuelve lo encuentra cambiándose. Izuku pone las muletas del lado de Kacchan de la cama, para que sólo necesite extender los brazos si quiere tomarlas.
—Izuku.
—¿Qué?
—¿Crees que todo sea como… antes?
Izuku suspira. No quiere mentirle.
—No —dice—. Eso no significa que sea malo. Será diferente.
—Quiero saber si crees que voy a mantener el ranking —dice Kacchan. Aprieta los dientes tras decir eso. Le cuesta. Izuku se acerca y lo abraza por detrás mientras Kacchan está todavía sentado al borde de la cama.
—Oh, eso sí. —No es una mentira—. Eres el mejor, Kacchan. Tú y yo, siempre, en la cima, de eso no hay duda.
Una de las manos de Kacchan buscan las manos de Izuku, que se cierran en torno a su cintura y las aprietan.
—Idiota —dice.
Izuku a veces sabe que así es como Kacchan dice «te quiero».
Izuku lo lleva a su ramen favorito, donde hacen ese que es tan picoso que nadie que no sea él puede comer.
Eso ya es sospechoso desde un principio.
Pero Katsuki no piensa demasiado en ello porque antes de que pasen diez minutos sentados tienen la primera interrupción. Es una niña seguida de su madre, que está completamente roja y avergonzada.
—¡Ritsuko!
La niña sonríe y señala a Katsuki:
—¡Kacchan!
Izuku se ríe por lo bajo. Claro, piensa Katsuki, eso es su culpa. Un montón de gente le dice «¡Kacchan!» en la calle porque Izuku se refiere a él así todo el tiempo por error. Nunca usa el «Ground Zero» primero.
—Ground Zero, lo siento… —dice la mujer. Pero Katsuki apenas si le pone atención. Está viendo a la niña.
—No hay problema —asegura Izuku—. Estamos acostumbrados.
—¡Kacchan! —repite a niña.
La madre se avergüenza un poco más.
—Es una de sus palabras favoritas —dice—. En serio lo siento.
Pero Katsuki mira a Izuku.
—¿Tienes una pluma? Tú siempre tienes una pluma… —Izuku se la pasa con una sonrisa y Katsuki agarra la servilleta. Mira a la niña—. Te llamas Ritsuko, ¿no?
La niña asiente.
—¡Sí! ¡Ritsuko!
Katsuki firma en la servilleta. «Para Ritsuko, Ground Zero», debajo la fecha. Y antes de entregárselo piensa un momento y agrega, más pequeño: «Kacchan». La niña se queda mirando la servilleta un momento.
—Todavía no sabe… —empieza la madre
Katsuki se adelanta y señala los últimos caracteres.
—Kacchan —le dice.
Y la niña tiene una sonrisa tan grande que Katsuki sonríe de medio lado. Es raro cuando se acercan a él primero.
—¡Kacchan! —repite la niña. Es diminuta. Probablemente apenas está en preescolar.
—También puedes pedirle a Deku que te la firme —dice Katsuki, que no sabe qué más hacer con la atención que le están dedicando.
—Lo siento, juro que no planeaba interrumpir.
—No es ningún problema —responde Katsuki—. En serio. Pasa todo el tiempo.
Si son niños nunca le molesta.
Izuku también le firma la servilleta y le señala los caracteres de «Deku». Ritsuko sonríe y acaba posando en una foto con ellos. Su madre se disculpa más veces antes de volver a su mesa. Para entonces ya atrajeron la atención de la mitad de los comensales a pesar de estar en la mesa más alejada. Pero nadie más se acerca mientras cenan.
Sólo les dirigen miradas y eso pone nervioso a Izuku por alguna razón.
Izuku, que nunca se pone nervioso con la atención. Qué demonios.
No hay mucha plática mientras cenan. Izuku comenta sobre la reunión anual y le dice la fecha, aunque Katsuki siempre la olvida. Menciona que Mineta no asistirá porque está en Australia. «Bien», piensa Katsuki. Quizá algún día ponga en orden su vida, pero sólo vive lleno de escándalos y las mujeres lo odian. Nadie en la industria pasa dos segundos sin oír que alguien se quejó de Mineta.
Antes del postre otro niño —esa vez de unos diez años— vuelve a interrumpirlos, con un cuaderno. Izuku lo firma primero y luego es el turno de Katsuki (al que le pregunta si puede ver «la pierna» y se pone rojo al decirlo y mira al piso y Katsuki, después de gruñir, se levanta el pantalón del lado izquierdo y el niño sonríe al ver la prótesis y le dice que se ve temible con ella). Katsuki sonríe, a su pesar. Los hace posar para una selfie en el celular de sus padres y desaparece. Los adultos no se atreven a acercarse. El restaurante se vacía poco a poco hasta que sólo Y entonces Izuku carraspea.
—Tengo algo importante que decirte, Kacchan. —Eso llama su atención. Izuku carraspea cuando el levanta la cabeza—. No tengo idea de cómo hacerlo pero… Aquí va.
—¿Qué?
—Sólo escucha —pide Izuku—. No quiero que te sientas presionado. Puedes responder lo que sea. Sólo quería que fuera especial y este es tu restaurante favorito y… —Suspira—. Quería que fuera especial —repite.
—Izuku, carajo, llega al punto.
—Escucha, Kacchan. —Izuku lo dice de manera firme—. No estoy dando vueltas. Llevamos diez años en esto, confía en mí, ¿quieres? —Izuku extiende una mano y Katsuki a toma—. Confía en mí. Eres la persona más especial de mi vida. Creo que siempre lo has sido de una manera u otra.
—Eso es simplificar nuestro pasado. —Katsuki bufa.
Izuku sonríe.
—Hazlo por un momento. Eres la persona más importante de mi vida. Siempre hemos estado uno alrededor de otro. En lo bueno y en lo malo. Y en lo peor. Y quiero que eso siga. —Izuku sonríe. No suelta su mano y a Katsuki le parece que con la otra saca algo de la bolsa de su pantalón—. No tenía un plan. Sólo lo decidí un día que estábamos cocinado. Pensé que era algo que tenía que preguntarte y que sería un cobarde si no lo hacía.
Pone algo en la mesa y entonces Katsuki deja de ver sus ojos para ver la caja sobre la mesa.
Traga saliva. Sabe lo que hay dentro.
—Katsuki Bakugo, cásate conmigo.
Es de madrugada cuando llega, con el traje puesto. No acaba de quitárselo cuando oye el grito.
Corre hasta la recamara sin quitarse ni siquiera la capucha y todavía con uno de los guantes puestos.
—¡Kacchan!
Nada que Izuku comprenda sale de los labios de su novio dormido. Tiene las manos apretadas y les salen chispas.
Le da miedo que exploten y se haga daño, así que lo agarra por un hombro y aprieta.
—¡Kacchan! —insiste.
La pesadilla sigue.
—¡Kacchan!
Por fin despierta. Abre mucho los ojos y cuando ve a Izuku se lanza hasta él y lo abraza tan fuerte que podría romperle las costillas de verdad.
Hay un momento de silencio.
Es eterno. En el caben todos los horrores del mundo, todas sus pesadillas, todas sus lágrimas, incluso las que están por derramarse.
Y después algo se rompe dentro de Katsuki.
Empieza a llorar.
—Kacchan… —Izuku le pasa una mano por la cabeza. Sólo oye sus sollozos—. ¿Un mal sueño?
No hay respuesta.
—No tienes que decírmelo, si no quieres.
Un gruñido, Izuku lo alcanza a distinguir de entre los sollozos.
—Siempre es… —Kacchan se sorbe los mocos—. Siempre es el mismo sueño.
—¿El edificio?
Asiente. Izuku siente el movimiento de la cabeza contra su pecho.
—No pude salvarte.
Y lo aprieta más contra sí.
—Estoy aquí, Kacchan —asegura Izuku—. Me salvaste, estoy aquí. —Ya puede cargar sobre sus hombros el peso de las decisiones de Kacchan. Ha aprendido a llevarlo con él a todas partes. Igual que Kacchan carga con el peso de las suyas—. Estoy aquí. —Puede repetirlo hasta que se lo crea—. Seguiré aquí.
Poco a poco, la respiración de Kacchan se normaliza.
Se separa un poco para limpiarse las lágrimas con el dorso de la mano, pero Izuku no lo dice.
—Espera.
Se las quita con los labios y con las yemas de los dedos.
Las lágrimas de Kacchan son sólo suyas. Es una de las mayores pruebas de su intimidad.
—Te quiero, Kacchan.
Vuelve a sorberse la nariz.
—Necesito poder salvarte, carajo.
Izuku recorre los labios de Kacchan con la yema de uno de sus dedos.
—Pronto —asegura. La cita para que le pongan, por fin, la prótesis, es en unos días. Después de eso sólo es rehabilitación.
Kacchan se acomoda contra su pecho.
«Pronto».
Las palabras se le van. Se queda viendo la caja y al interior hay un anillo. Izuku la abre y deja que lo vea. Katsuki apenas si puede concentrarse en cómo es porque las últimas palabras de Izuku siguen en el aire.
«Katsuki Bakugo, cásate conmigo».
Al final consigue alzar la vista y clavar sus ojos en los ojos de Izuku.
¿Algún día de su adolescencia pensó en estar sentado frente a ese nerd, con un anillo enfrente? Probablemente no. Pero no importa, porque lo está.
—Sí.
No hay otra respuesta posible.
No es común que los héroes profesionales se casen. A veces ocurre como con Nana Shimura, que abandonó a su familia para mantenerlos a salvo. Como con los padres de Kota, que murieron y lo dejaron huérfano. Los villanos no perdonan ni una. Muchas veces los matrimonios o las relaciones son secretas. Nadie en el público tiene idea de Aizawa y Yamada, por ejemplo.
Katsuki sabe que serán una excepción a la regla.
Y no puede seguir en el curso de sus pensamientos porque Izuku está llorando.
—Ey, idiota. —Le extiende la mano izquierda—. Las lágrimas no te van a dejar ver dónde vas a ponerme ese anillo.
En realidad planea llevarlo en el cuello. Mucho más seguro, por su trabajo. Pero una noche en el dedo anular está bien.
—¡Cierto, Kacchan!
Pero las lágrimas no se detienen ni cuando Izuku agarra el anillo. Las manos le tiemblan y apenas si puede ver bien cuando intenta ponérselo a Kacchan, que acaba por ayudarlo.
—Lo siento, soy un desastre.
—No te disculpes, imbécil. —Por fin, con el anillo en el dedo, acerca su mano hasta sus ojos. No lo examina demasiado, no le interesa. Pero entiende lo que pesa una relación tan larga—. Sólo quiero… —carraspea—. ¿Cuándo lo decidiste?
—No sé. Un día estabas cocinando y creo que lo pensé. —Izuku mira para otro lado—. No fue nada de vida o muerte. De eso ya tenemos suficiente como para además tener una revelación de ese tamaño y… No. Estoy seguro de que fue mientras cocinabas.
Katsuki sonríe.
—Maldito cursi. ¿Sabes que probablemente alguien tomó una foto y mañana esto estará en todas las revistas de chismes hasta que la gente pueda confirmarlo?
Izuku asiente. Llora otra vez. No para.
—No ha despertado, así que no lo han subido a piso —es lo primero con lo que lo ataca Mitsuki cuando llega corriendo al hospital—. No quiere a nadie ahí más que a ti cuando despierte.
Izuku asiente. Todavía tiene mugre en el traje y las enfermeras lo están mirando con una ceja alzada, cuando se atreve a meter tanta mugre en un lugar tan limpio.
—Dijo también que se suponía que llegarías antes de que le pusieran la anestesia —sigue la madre de Kacchan—. Y pareció decepcionado cuando no lo hiciste, pero no dijo nada.
—Lo siento. Trabajo; hubo un accidente. Era una escuela primaria.
—¿Todos están bien? —pregunta Mitsuki.
Izuku asiente, mecánicamente.
—Sí —agrega—. Todos están bien.
—Bien, me voy. Me avisas cuando despierte, Izuku —espeta—. Más te vale—. Hablaré más tarde. Mi hijo idiota cree que no necesita a nadie, pero… —Se encoge de hombros—. Vendré mañana con Masaru. O cuando quiera verme.
Izuku vuelve a asentir, mecánicamente.
Mitsuki lo deja sólo y él solo se dirige hasta los baños para cambiarse. Con el traje llama demasiado la atención y la gente lo ve. Aprovecha también para lavarse la cara y luego espera en el cuarto que tiene asignado Kacchan. Esta vez es uno individual. Pagaron extra para no tener compañía.
Espera hasta que lo llevan, todavía medio adormilado de anestesia. No despierta realmente hasta que pasa una media hora y lo primero que hace es apretar los dientes.
—¿Duele? —pregunta Izuku.
Se levanta inmediatamente y se dirige hasta él. Busca su mano.
—Carajo.
Kacchan lo dice sin fuerza.
—Se está pasando el efecto —dice Izuku.
—Carajo —repite Kacchan—. Lo sé.
Le habían advertido lo que dolía fijar las prótesis. Iban conectadas a los nervios y a veces eso era demasiado.
—Puedo preguntar si pueden darte algún analgésico.
Kacchan sacude la cabeza.
—Quédate. —Le cuesta hablar, también aprieta los ojos—. Dijeron que hasta que no pasara la anestesia completamente no podrían… —Las palabras salen poco a poco, con dificultad. Izuku siente el dolor en ellas—. Déjalo.
Izuku pasa su mano por una de sus mejillas.
«No quiero que sufras», quiere decir. En vez de eso le da un beso en la sien y se asegura de apretar su mano.
—Estoy aquí, estoy aquí.
La respiración agitada de Kacchan se lo agradece.
—Casi nunca visitas, niño malcriado.
—¡Voy a cumplir treinta!
—Nunca dejarás de ser un niño malcriado a mis ojos, ¡acostúmbrate!
—Mitsuki, estamos en el recibidor… —Masaru Bakugo intenta, sin éxito, por enésima vez en su vida, evitar que él y Mitsuki colisionen como siempre lo hacen. Izuku espera detrás, acostumbrado a esas mismas escenas cada vez que van por allí. Ellos son la primera parada. Inko la segunda, porque una vez que estén dentro de su casa no saldrán hasta que acaben con todas sus lágrimas o coman lo que sea que les prepare. En ese sentido, Mitsuki es mucho más práctica—. Pasen, pasen.
Acaban acomodándose en la sala. La casa de la infancia de Katsuki sigue exactamente igual a como era hace años. Lo único que aumenta son las fotos. El reconocimiento de que se graduó con honores de UA. La foto enseñando su licencia de profesional, donde no pudo enmascarar la sonrisa con una mueca. Un recorte del periódico que los muestra a él y a Izuku en sus trajes, después de detener a un villano. También hay fotos de su niñez. Mitsuki insiste en mantener colgada una en donde sale con un pijama de All-Might, sonriendo.
Se acomodan en la sala. Él lleva el anillo colgado al cuello, debajo de la camisa, donde no se ve. Quiere decirles antes de que lo descubran.
—Izuku, querido, nos alegra que nos visiten…
—¡A él le hablas bien y a mí me regañas por no venir!
—¡Porque no vienes! —espeta su madre, desviando un momento la atención hacia él. Después vuelve a Izuku—. ¿Podemos ofrecerles té? ¿Algo más?
Izuku niega con la cabeza.
Está nervioso y apenas si puede hablar.
Katsuki sólo quiere hacer todo lo más rápido posible. Antes de que sus padres se enteren por otra vía y la prensa seria encuentre los cinco blogs en los que seguramente ya están especulando con todo y fotografías. La gente conoce sus caras fueras de los trajes. El cabello y los ojos de Katsuki son perfectamente reconocibles e Izuku nunca se molesta en tapar su rostro.
—De hecho, tenemos noticias —dice Izuku, finalmente. Voltea a verlo.
«Sálvame», dicen sus grandes ojos verdes.
Como si alguna vez Katsuki pudiera negarse a ellos. Así que carraspea y lo suelta sin ninguna clase de anestesia.
—Vamos a casarnos.
—¡Kacchan! —Izuku voltea a ver a sus padres. Hay un segundo entre ese momento en el que todavía tienen sus rostros completamente serios y otro donde Mitsuki tiene muy abiertos los ojos y Masaru abre la boca con sorpresa y en ese segundo es cuando Deku se pone rojo como un jitomate—. Quiere decir si… si… ustedes… están de acuerdo… y…
—¡¿Cómo demonios no íbamos a estar de acuerdo?!
Iuzku da un respingo. No está acostumbrado a que Mitsuki pegue gritos dirigidos hacia él.
—¡Velo! ¡Lo haces mejor! ¡Y llevan diez años juntos!
—Lo que Mitsuki quiere decir es que…
—¡Masaru, sé perfectamente lo que quiero decir!
Katsuki suspira. Mitsuki Bakugo es una presencia avasalladora.
—¡Oh, Katsuki! ¡Estamos encantados con la noticia! —Sonríe y parece a la expectativa de que le cuenten algo más, pero cuando ninguno lo hace, pregunta—: ¡¿Quién le propuso matrimonio a quién?!
—Yo. —Izuku lo dice con tal hilo de voz que apenas si se oye.
—Él, mamá.
—Claro, no ibas a ser tú…
—¡¿A qué demonios te refieres con eso, arpía?!
—¡No me digas arpía! —Su madre es demasiado rápida para estirar su brazo y alcanzarlo en la nuca. Por si necesitaba un recuerdo de los viejos tiempos—. ¡Vete al espejo! ¡A los quince años todavía creías que para llamar la atención del chico que te gustaba tenías que insultarlo!
—¡Mamá!
Tiene razón. No en que Izuku le gustaba a los quince años, porque eso no empezó hasta mucho después, pero tampoco es como si alguien le hubiera enseñado cómo expresar lo que siente. Mitsuki a veces dice, entre dientes, que debió de haberle enseñado eso. Masaru siempre se ríe por lo bajo cuando eso sucede y pregunta: «¿Cómo, mujer? Si es igual a ti».
—¡Tengo razón! ¡Aprendes lento, Katsuki!
Después de eso sólo contestan si quieren una boda de primavera o de otoño —nada de invierno o verano—, qué planean hacer, quienes serán los invitados. Katsuki sabe que será una boda grande, pero se niega a que sea pública. Va a ser privada, como lo es todo en su vida sentimental y punto. Eso no está dispuesto a negociarlo. La noche anterior discutió con Izuku que quizá pueden dar alguna entrevista, pero nada de sesiones de fotos exclusivas para ninguna revista ni ningún reportaje sobre la vida privada de los héroes. Eso es privado y así quiere mantenerlo.
Mitsuki aprueba y luego sigue preguntando más cosas, hasta que Izuku le dice que irán a casa de su madre y los manda a ambos con una caja de chocolate en las manos, como si tuvieran quince años. «Una para ustedes y otra para Inko», les dice, en la puerta.
Caminan todo el trayecto hasta la casa de la madre de Izuku, que no está lejos.
Katsuki tiene razón en haber preferido ir después allí. Apenas le entregan la caja de chocolates, la sientan en la sala y le dicen sobre el anillo y la propuesta y mencionan el verbo con «c», los ahoga en sus lágrimas. Katsuki apenas tiene tiempo de pedir su consentimiento para casarse con su hijo e Inko Midoriya, incapaz de decir nada, sólo dice que sí con la cabeza.
Izuku se contagia de las lágrimas cuando le cuenta sobre la propuesta de matrimonio e Inko lucha por controlarse para hacerles algo de comer.
—Katsuki, ¿me ayudas? —le pide.
Él asiente y se dirige a la cocina tras ella.
—Gracias, querido.
Es mucho más pequeña que él, pero siempre la ha sentido mucho más grande. Siempre tranquila, siempre sonriente, tan parecida a Izuku.
Katsuki le está ayudando a cortar los vegetales cuando ella abre la boca:
—Me alegro, por ustedes.
—Gracias —responde, sin saber qué más decir.
—Cuidarás de Izuku, ¿verdad? —pregunta.
A Katsuki le parece una pregunta idiota. Porque lleva diez años haciendo eso y a cambio Izuku cuida de él. Pero es Inko Midoriya, necesita una respuesta.
—Sí —responde—, siempre.
—Más te vale —responde ella—. Izuku se merece la mejor versión de ti, Katsuki.
—Lo sé.
—No lo olvides. Nunca.
Parece una amenaza, pero Katsuki sonríe.
—Lo prometo. Nunca.
Inko sonríe. Luego lo abraza y Katsuki siente que su corazón se detiene un poco. Ya está hecho, pies. El resto del mundo puede enterarse de la boda.
—No necesito ayuda, carajo.
La manera en que aprieta los dientes le da la pista a Izuku del dolor que siente. Acaban de darlo de alta. Le dijeron que tenía que tomarse las cosas con calma. Pero, por supuesto, ¿cuándo Kacchan no ha sido Kacchan?
—Lo sé —responde Izuku.
Pero no lo suelta. Kacchan intenta no recargarse en él, pero no lo logra. Todavía está acostumbrándose a la prótesis. Izuku sabe que está conectada a sus nervios. O algo. No lo entiende del todo.
—Carajo, se suponía que esto sería…
Acaba cargando parte de su peso en Izuku.
—Es patético.
—No, Kacchan.
Deja que Izuku lo ayude a caminar. Es la mayor calma con la que se puede tomar las cosas. Soporta todas las sesiones de rehabilitación, pero después sólo deja que Izuku lo ayude. A veces, si está de buen humor, Mitsuki.
Izuku le preguntó por qué.
«Sólo tú ves esta parte».
—No intentes hacerme sentir mejor con…
El trayecto hasta la cocina se hace eterno todas las mañanas. Al baño, en las noches. A Izuku no le molesta, aunque veces quisiera que Kacchan no se llevara tanto al límite, que admitiera su propia vulnerabilidad. Pasan los años y todavía le cuesta trabajo. Quizá sea de esas cosas con las que Kacchan vaya a pelear toda su vida.
—No es eso, Kacchan —asegura Izuku. Sonríe—. Pero está bien. Si necesitas ayuda, digo.
—Idiota.
—Estoy aquí —le recuerda—. Y no te hace débil necesitar ayuda.
—¿Eres mi maldita terapeuta? —Kacchan gruñe—. Dice eso todos los días que voy a verla.
Izuku sonríe.
—Vamos. ¿Qué vas a cocinar hoy?
A pesar de todo, Kacchan cocina. En los momentos más oscuros. La primera vez que Izuku pasó más de una semana en el hospital. En el primer momento en el que pudo sostenerse en las muletas después de perder la pierna. Todas las noches de pesadillas. No importa. Siempre es capaz de agarrar un cuchillo, una olla o un sartén y crear algo. Pero también en los momentos más claros. La primera vez que entraron a ese departamento. El día que se enteraron que ambos eran número uno.
No importa el momento. Kacchan siempre cocina.
Hace el camino hasta Esuha City él solo. Izuku se ofrece a ir con él, pero esto es algo que necesita hacer él. Además tiene algo que preguntarle a Kirishima.
Se encuentran en un restaurante. Tamaki acompaña a Kirishima y lo ve como si fuera el sol o algo así de ridículo. Se ponen al corriente mientras comen y después Tamaki dice que tiene que volver a la agencia por algo de papeleo y huye.
—¿Podemos ir a un lugar más privado? Necesito hablar.
Kirishima alza las cenas y asiente. Su departamento no queda demasiado lejos. Allí nadie los va a detener en la calle y pueden hablar con tranquilidad. Katsuki no sabe cómo sacar el tema. Con sus padres fue fácil. Dejarles caer las noticias como bombas encima de ellos era el procedimiento adecuado. Con Inko había dejado que Izuku llevara la batuta.
Con Kirishima es diferente. Las buenas noticias siempre le cuestan un poco más.
—¿De qué quieres hablar?
—Es importante.
—Eso me quedó claro cuando dijiste «necesitamos hablar». —Kirishima lo acompaña hasta la sala—. Tú nunca dices eso, sólo sueltas las cosas.
Katsuki gruñe.
—Supongo que lo mejor es si te lo muestro.
Jala la cadena de su cuello, que siempre esconde bajo la camisa y saca el anillo.
Kirishima abre mucho los ojos al verlo.
—¡Oh! ¡¿Es en serio, Bakugo?!
Asiente. No dice nada.
—Te lo pidió él, ¿verdad?
De nuevo, otro asentimiento.
—¡¿Cuándo será?!
—Carajo, no te adelantes, idiota. No hemos puesto ninguna fecha. Sólo… Hay un anillo. —Se encoge de hombros—. Nadie lo sabe. Sólo nuestros padres. Izuku me lo pidió en un restaurante, así que algunos blogs de chismes están especulando, pero ninguno tiene una foto super clara, así que la prensa seria no lo ha filtrado. Esto todavía no puede salir de aquí.
Kirishima asiente.
—Oh, joder. Creí que este momento nunca llegaría.
—¿Este momento?
—¡El momento en el que te felicito porque vas a casarte, Bakugo!
Oh.
Oh.
Cada vez que lo dice se hace más real. En un futuro, probablemente cercano, él e Izuku estarán casados. Todavía no se lo imagina. Si cambiara algo o si su vida doméstica será igual. El matrimonio es sólo un papel al final. Quién sabe qué significará para ellos.
Kirishima extiende los brazos y él se levanta para aceptar el abrazo.
No ha mejorado todavía a la hora de aceptar abrazos, pero ya no huye de todos ellos. Al menos, los de Kirishima son bienvenidos la mayoría de las veces, siempre y cuando no duren demasiado.
Cuando se despegan, Katsuki carraspea.
—También quería preguntarte otra cosa.
Kirishima se queda callado, esperando a que continúe.
—Necesito un padrino de bodas —dice Katsuki. No pregunta. Pero Kirishima entiende y vuelve a abrazarlo y Katuski jura que nunca ha visto tantas estrellas en sus ojos.
—Sí, Bakugo, por supuesto, sí.
—¡Estás arruinando mi primer día de vuelta en la agencia!
—Bakugo, no sé de donde sacaste esa idea.
—¡¿Cómo demonios no puedo patrullar?! ¡Es mi gran vuelta y…!
—No vas a patrullar hoy. Es tu primer día después de tres meses y poco de baja.
—¡Técnicamente soy tu jefe!
—¡Sólo me preocupo por ti! —espeta Uraraka. Es fiera y suele mantener a Katsuki a raya cuando lo necesita. Izuku lo agradece porque esta es una pelea que no puede tener con Katsuki. Ya discutieron el tema mil veces—. Y antes de que salgas a patrullar y le explotes el trasero a alguien necesitas saber quiénes son los nuevos pasantes y en qué estamos trabajando. Así que te vas a poner al corriente, señor jefe.
Izuku sonríe un poco.
—Podemos quedarnos juntos, Kacchan. Tampoco tengo patrulla hoy.
—¡Si los encuentro haciendo cosas sobre el escritorio, se arrepentirán de haber nacido! —amenaza Uraraka antes de irse.
Kacchan hace un sonido de queja mientras prende la computadora delante de él.
—No será tan malo, Kacchan —intenta Izuku.
—No entiendo. Por qué demonios… Argh. Por qué. No tendría que tomarme otro día más con calma después de meses en calma absoluta. —Izuku piensa que desea matar a su computadora sólo de ver la mirada que le dirige—. Se supone que…
—Un día más no te matará.
—¡Y los villanos allí afuera!
—Hay muchos héroes, Kacchan.
Gruñe. Izuku sonríe. Después de semanas de maldiciones, Katsuki ha completado la mayor parte de la rehabilitación con la prótesis. Parece realmente una extensión de su pierna. Todo el mundo está esperando su reaparición en el público.
Kacchan está impaciente.
—Sólo un día más —asegura Izuku.
—¡Si son más explotaré el trasero de Uraraka de aquí al edificio de enfrente!
—Como digas, Kacchan. —Sonríe.
Pobre de él si intenta algo con Uraraka. Nadie intenta nada con Uraraka.
Para sorpresa de nadie, el padrino de bodas de Izuku es Ochako Uraraka. Bueno, madrina. No exactamente tradicional, pero la suya nunca iba a ser una boda tradicional. La prensa acaba por enterarse porque alguien le toma una foto a Katsuki en la que se alcanza a ver el anillo así que, finalmente, hacen la pregunta. «¿Van a casarse?». Izuku sonríe, pero Katsuki es quien responde. «Sí». «¿Tienen algún comentario más para…?». Deja de oír a media pregunta, aunque deja que el periodista acabe, nomás por pura educación. «No».
Pasan los días siguientes dejando en claro que no van a hablar de la boda en público y, eventualmente, el tema deja de salir como pregunta en las entrevistas. En las redes sociales las cosas nunca se calmaron, pero tampoco es como que alguno de los dos tenga tiempo de ponerles atención, así que lo ignoran.
Hablan de la fecha sin decidir nada exacto, aunque ya saben que será una boda en primavera. Van a la reunión anual de su generación de egresados del curso de héroes de UA y casi todo el mundo pregunta por el compromiso. Izuku es quien pone a todo el mundo al corriente, porque Katsuki les grita que qué es lo que no entienden de un anillo de compromiso, si es obvio.
Vuelven a llegar los sobres de la comisión. Número uno, de nuevo. A Katsuki le sorprende mantener el ranking, pero al parecer es porque sus niveles de aprobación han subido. No evalúa eso demasiado.
Y una noche está sirviendo la cena, él solo, cuando oye la puerta abrirse y luego un suspiro pesado.
Fue un mal día.
Lo puede oír hasta donde está. No se quita el delantal para cuando se acerca a la puerta. Y encuentra a Izuku recargado contra ella, con la cabeza hacia abajo, respirando pesadamente. Le da un momento para tranquilizarse y luego se acerca. Izuku tiene lágrimas en los ojos.
Katsuki no pregunta.
Las noticias le contarán más tarde.
—¿Quieres cenar o…?
Izuku lo abraza.
—Kacchan.
Se recarga contra sí y Katsuki no dice absolutamente nada. Espera un momento, hasta que Izuku lo suelta poco a poco y empieza a quitarse los guantes.
—Puedo llenar la tina —ofrece.
Izuku sacude la cabeza.
«Espera», quiere decir.
—Fue una familia —empieza Izuku y para entonces Katsuki sabe que no quiere oír lo que sigue. Pero no puede elegir no hacerlo. Hay veces en las que sí quieren contar lo que ocurre en los malos días y ese es uno de ellos—. Nadie llegó a tiempo. Arrestamos al villano, pero… —Izuku estira las manos y aferra su playera—. Nadie llegó a tiempo, Kacchan, una familia entera. Kacchan.
Su voz se rompe.
Katsuki espera para ver si quiere seguir hablando, pero Izuku no se puede. Su respiración vuelve a descontrolarse.
—Ey, estoy aquí, Izuku. Carajo… —Le pasa una mano por el cabello—. Respira, tienes que respirar.
—Kacchan…
Tiene la voz completamente rota.
—Respira, Izuku.
«Por favor».
Al final lo hace. Esa no es la primera vez que lidian con algo así ni será la última. Saben hacerlo. A veces, solamente cuesta más trabajo. La respiración de Izuku va haciéndose más estable poco a poco.
—Ahora no estaría mal que llenaras la tina, Kacchan.
—¿Y después cenamos?
Izuku asiente.
—Vamos, entonces. —No le cuesta nada cargarlo en su espalda e Izuku no se queja, sólo le abraza el pecho—. Habló Mina hace rato —le dice, en un intento de distraerlo. Pero casi nada puede distraer a un héroe de un fracaso—. Gastó cinco minutos de seis hablando de Uraraka, pero… —Se encoge de hombros. Mina quería discutir cosas de la boda, pero ese tema puede esperar.
Hay un corto silencio entre ambos.
—Gracias, Kacchan —murmura Izuku.
«Para eso estamos juntos».
Meses antes Izuku había cargado con todos sus demonios sin decir nada. Le había ayudado cada que él había dicho que no necesitaba ayuda. Había limpiado todas sus lágrimas. Tiene diez años a sus espaldas. A Katsuki a veces todavía le cuesta aceptar que no puede ser fuerte todo el tiempo.
—Te quiero, idiota.
El amor no lo puede todo. En diez años, sin embargo, Katsuki ha aprendido que ayuda.
—¡Ey, yo te conozco! —Es un niño. Izuku es el primero se da la vuelta, pero el niño se lanza hasta Kacchan—. ¡Te he visto! ¡Tienes una pierna de acero!
Kacchan lo mira alzando una ceja un momento. No sabe que decir. Es la primera vez que le ocurre.
—¿Puedo verla? —El niño abre mucho los ojos. Parece que le hace mucha ilusión, pero Katsuki gruñe.
—Es una prótesis, no una atracción —le responde—. No se puede ver con el traje puesto. —El niño no dice nada, sólo frunce los labios—. ¿Quieres una firma? ¿Una foto?
Asiente.
Izuku nota el alivio de Kacchan cuando el niño acepta y saca una libreta en la que firma. Después le pasa el celular a Izuku para que les tome una foto.
Se va corriendo, probablemente a alcanzar a sus amigos o a su familia.
Izuku sonríe.
—Tienes un fan de tu pierna de acero.
—Es una prótesis. —Kacchan frunce el ceño. No sabe si la idea le agrada o no—. Sólo es una prótesis.
—Te da personalidad.
Kacchan gruñe.
—«Personalidad», cómo no.
—¡Es verdad!
Kacchan empieza a caminar e Izuku tiene que perseguirlo.
Esto es para ellos. Izuku dijo un día que le gustaría tener una sesión de todos. «¿Para qué?». Katsuki no le veía el caso. La mayoría de las celebridades lo hacían para vender las sesiones a revistas. Ellos estaban manteniendo toda su vida privada tan lejos como podían de la prensa. Pero Izuku insistió. «Es un recuerdo para nosotros». Katsuki siguió sin entenderlo porque no estaba en sus planes acabaran con un traje blanco frente a un fotógrafo pidiéndole que sonría más, pero por Izuku dijo que estaba bien.
Mina eligió a los fotógrafos. No iban a decir nada ni iban a filtrar las fotos (a riesgo de comerse una de las peores demandas de su carrera) y solían hacer sesiones para parejas que se iban a casarse.
Es todo muy ridículo, en opinión de Izuku.
Pero está sonriendo y a veces Katsuki simplemente hace las cosas porque Izuku sonríe.
No es lo peor del mundo pararse enfrente de un fotógrafo y gruñir cada que le dicen que sonría un poco más.
Llevan ya un rato allí y ya nadie sabe qué pose probar, qué ángulo. Hasta que Izuku ve el velo de novia colgado de unos ganchos en racks llenos de ropa y corre hasta él.
—¿Puedo? —pregunta.
El fotógrafo se encoge de hombros.
No puede importarle menos lo que sea que Izuku vaya a hacer. Katsuki quiere estrellar la cara en la pared cuando, unos minutos después, Izuku tiene puesto un velo de novia. Es sencillo. No muy largo y tiene un broche de flores blancas que ajusta en su cabello. Cuando voltea a verlo y sus labios se estiran tanto como pueden para mostrar una sonrisa, Katsuki no puede evitar sonreír un poco también. Se ve adorable. Su prometido —aunque realmente nunca piensa en él así, Izuku es Izuku— es la persona más adorable del planeta en ese momento, con las mejillas llenas de pecas y esa sonrisa enorme.
Se acerca.
—¿Te gusta, Kacchan?
—Idiota —dice.
«Sí». Izuku lo entiende. Tiene un maldito traductor Katsuki a humano desde que empezaron a salir juntos.
El clic de la cámara se oye lejano.
Toda esa escena es surrealista. Katsuki no puede creer todavía que esté en ella. Pero Izuku está sonriendo.
Izuku alza su mano, la lleva hasta su cabeza y se quita el broche del velo después de unas cuantas fotos, se lo extiende y dice, sin pudor alguno:
—Tu turno, Kacchan.
—Oh, no. No, no. Por supuesto que no. —Tiene la noción de agitar los brazos y negarse, pero Izuku es mucho más rápido atacando por detrás y parándose en las puntas de los pies para ponérselo y de repente Kacchan está allí, parado, con una expresión de furia y un velo de novia puesto—. ¡No! ¡Izuku!
Intenta quitárselo, pero Izuku lo impide y acaban en el suelo.
Katsuki ni siquiera voltea a ver al fotógrafo, simplemente intenta no imaginarse la cara que tiene en ese momento.
Izuku recarga una parte de su peso en las piernas de Kacchan para que no pueda levantarse y con sus manos atrapa sus muñecas.
—Juega limpio, Kacchan —le dice, con una sonrisa.
—Haz que valga la pena, entonces.
Izuku se inclina y murmura algo en su oído:
—Oh, lo haré. Definitivamente lo haré. Más tarde, Kacchan.
Un escalofrío lo recorre entero y después, con la promesa de Izuku todavía grabada en su piel, acaba jugando limpio. Izuku lo deja medio incorporarse mientras él se sienta en el piso —blanco, inmaculado—. Katsuki acaba recargado en sus piernas.
Se oye el clic de la cámara.
Al menos nadie que no sean ellos —y unos cuantos elegidos— va a ver esas fotos. Izuku entierra su mano entre el cabello rubio de Katsuki y le sonríe.
Por Izuku, Katsuki puede jugar limpio. Ponerse un velo. Por ejemplo.
Izuku nota cómo le tiemblan las manos cuando abre el sobre. Podría ser el número dos o el número tres. Acaba de regresar a la vida pública y a pesar del apoyo, podría no ser suficiente.
—Kacchan —lo interrumpe, cuando todavía está abriendo el sobre.
El otro alza la mirada.
—Va a estar bien.
—Cállate, idiota —dice Kacchan.
—Estoy seguro de que todo va a estar bien —repite Izuku y extiende su mano, buscando la de Kacchan. Izuku se conforma cuando no la aleja—. Todo estará bien. Lo juro. El número no nos define.
Kacchan bufa.
—Es todo lo que he querido desde los cuatro años, Izuku, no…
—Kacchan, mírame.
No lo está pidiendo, es casi una exigencia.
—El número no te define y ya lo alcanzaste una vez. Si esta vez no es el mismo… y no estoy diciendo que no lo sea, Kacchan, lo alcanzarás de nuevo.
—¿Y si nunca vuelven a hacer una excepción?
Le cuesta entender lo que Kacchan está implicando. Es un halago hacia Izuku y a la vez su peor pesadilla. Reconocer que no puede alcanzarlo.
—No digas eso.
—¿Por qué no? —El sobre sigue a medio abrir. Kacchan maltrata la parte de arriba al apretarla demasiado fuerte y no lo mira.
Eso es lo que le duele, que no lo mire.
Lleva su mano hasta la barbilla de Kacchan y lo obliga a hacer la mirada.
—Porque puedo oír el rencor en tu voz —dice Izuku. Intenta que no se le llenen los ojos de lágrimas, pero siente que falla—. Y eso duele.
—Lo siento.
—Está bien.
—No, Izuku, no…
Pero Izuku entiende. La obsesión con el número uno a veces lo come, lo consume. Y a veces Kacchan la deja, como en ese momento, que puede ver sus manos tensas en el sobre de la comisión. Izuku ya abrió el suyo. Ninguna sorpresa. Número uno. Kacchan sonrió. Y luego empezó todo.
—No está bien. —Respira hondo—. Acabemos con esto.
Izuku baja la mano; entiende. Kacchan prácticamente destroza el sobre y saca la hoja. Se queda mirándola e Izuku tiene que esperar antes de preguntar:
—¿Y bien, Kacchan?
—Número uno.
«Lo sabía», quiere decirle.
Pero sonríe.
—Felicidades.
Kacchan alza la vista.
—Lo siento. Yo no te lo he dicho. Carajo. Soy un imbécil. —Izuku no lo niega—. Felicidades, Izuku. Te lo mereces. No creo que haya nadie más que…
—Tú también, Kacchan —interrumpe Izuku—. Nadie está haciendo una excepción por ti.
«Te lo ganaste a pulso», es lo que no dice. «A mi lado, todo este tiempo. Y yo contigo».
—Gracias. —Kacchan sonríe. Han sido meses terribles. Pero como siempre, las piezas empiezan a acomodarse poco a poco.
Tiempo al tiempo, piensa Izuku.
No queda más que mirar adelante.
Eijiro se asoma al cuarto donde están. Le sonríe a su madre, a la que ya saludó horas atrás y luego voltea hasta Katsuki.
—Ya están todos listos abajo. Uraraka fue por Izuku.
Y luego se va, sin esperar ninguna respuesta. La organización en general fue una pesadilla. La lista de invitados fue un dolor de cabeza. La comida —que no podía ser tan picosa como Katsuki quería— también. Las preguntas indiscretas sobre si alguno iba a adoptar el apellido del otro («no», respuesta de ambos) estuvieron a punto de desesperarlos. Pero están ahí, en una maldita boda en primavera.
Katsuki apenas si se ve al espejo.
En realidad quiere ver a Izuku.
Con su cara llena de pecas y su sonrisa y el «Kacchan» en los labios, a punto de ser pronunciado.
—¿Estás listo, niño?
Va a cumplir treinta muy pronto. Apenas unas semanas.
Es el héroe número uno, con Izuku a su lado.
Los niños siguen pidiéndole que les enseña la prótesis de la pierna izquierda, porque la idea de una pierna de metal les fascina por alguna razón.
Mucho tiempo atrás le costó aceptar lo que sentía por Izuku y le costó decirle «lo siento». Ve para atrás y el camino recorrido se siente en sus huesos.
Mitsuki le ofrece el brazo. Está increíblemente orgullosa de llevarlo hasta el altar. Katsuki, casi por primera vez en su vida, la toma del brazo sin pelear. Ella le agarra la mejilla y la aprieta.
—Katsuki, ¿estás listo?
Él gruñe.
—Sí. Maldita sea, acabemos con esto de una vez. —Rueda los ojos y Mitsuki se ríe. Supone que sabe que está fingiendo. En realidad es una masa de nervios y no sabe cómo controlarlos.
—Le dije a tu papá que grabara cada segundo. No quiero perderme tu cara adorable cuando veas a Izuku…
—¡Mamá!
—… porque no la pones casi nunca, Katsuki. —Mitsuki finge no haber oído su queja.
Izuku entró primero, del brazo de Inko Midoriya, que probablemente dejó un camino de lágrimas.
Y de repente están frente a todo el mundo.
Suena la música y Katsuki ni siquiera sabe qué música es porque no le importa e Izuku se voltea. Y está allí, esperándolo.
Arte comisionado a YukarietD.
Notes:
Notas finales:
1) A este fic lo llamo: cuando los fics se salen de control. Yo no esperaba escribir tantas pero tantas palabras para estos prompts de la Twin Stars Week, pero es que juntos quedaban perfectos.
2) Espero que hayan disfrutado la historia. La describí hace poco en un chat como domestic fluff pero en el capítulo dos alguien pierde una pierna y sí. Es un poco así. Pero Katsuki está bien, con mucha rehabilitación y ayuda de Deku y una prótesis maravillosa de Mei. No se preocupen.
3) Del resto de los fics de este evento, el Angel/Demon —A través de tiempo— se va a seguir actualizando varios días hasta que complete las viñetitas y Ojos verdes, ojos rojos, va para largo. Tengo ocho capítulos escritos y actualizo cada cinco días. Digo, si están aquí, asumo que les gusta el bakudeku.
4) ¡Me divertí mucho este evento! ¡Gracias por leer! (Ahora voy a dormir, porque lo necesito).
Andrea Poulain
a 24 de julio de 2020