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La primera vez que Alex se cruzó con Felipe no fue en una alfombra roja ni en un evento oficial. Fue en una biblioteca llena de estanterías antiguas y olor a cuero, durante una visita diplomática a Londres. Felipe estaba sentado en una esquina, tan quieto que parecía un retrato más entre las paredes decoradas con siglos de historia.
Alex, con su típica energía caótica, había irrumpido en la sala buscando algo interesante que hacer mientras su madre discutía política con el Primer Ministro. Lo encontró en forma de un príncipe británico.
Felipe era impecable: traje a medida, cabello perfectamente peinado, la espalda recta como si se hubiese entrenado para ello toda su vida (lo cual, probablemente, era cierto). Sin embargo, había algo en sus ojos, una chispa de melancolía que Alex no esperaba.
—"¿Siempre estás así de serio, o es solo por los paparazzi?" —Preguntó Alex con una sonrisa descarada.
Felipe levantó la vista, sorprendido por la interrupción, y por un segundo, sus labios parecieron curvarse en algo parecido a una sonrisa.
— "Alguien tiene que ser serio cuando los demás no lo son," —Respondió, su tono perfectamente neutro.
Alex, lejos de intimidarse por la respuesta impecablemente fría, se dejó caer en una silla frente a Felipe con la gracia de alguien que nunca se ha tomado un protocolo demasiado en serio.
—“Bueno, si te hace sentir mejor, yo nunca seré serio, así que estamos equilibrando el universo,”— Replicó con un guiño.
Felipe parpadeó, como si no estuviera acostumbrado a que alguien ignorara la barrera invisible que su título y compostura solían construir. Alex, sin embargo, parecía experto en saltar muros, tanto literales como metafóricos.
—“¿Qué estás leyendo?” —Preguntó Alex, inclinándose hacia la mesa como si estuviera a punto de robarle el libro.
Felipe dudó un segundo antes de girar el tomo ligeramente para que Alex pudiera ver el título. —“Poesía,” —respondió, sin más explicaciones.
—“¿Poesía? ¿Tú? Vaya, me esperaba algo más... aburrido, como un tratado sobre economía o algo de Shakespeare para mantener las apariencias.”
—“Shakespeare también es poesía, técnicamente,” —Respondió Felipe, alzando una ceja.
—“Touché,”— dijo Alex, señalándolo como si acabara de ganar un punto en un partido de ping-pong verbal.— “Pero... ¿te gusta de verdad o es para la imagen?”
Felipe cerró el libro con calma y lo dejó sobre la mesa, mirándolo con una expresión que, por primera vez, parecía genuinamente intrigada. —“¿Siempre haces preguntas tan personales a personas que acabas de conocer?”
—“Solo cuando me interesan,” —Respondió Alex sin pensarlo demasiado, pero la sinceridad de sus palabras lo tomó por sorpresa incluso a él mismo.
Por un instante, el aire entre ellos se tensó con una conexión inesperada, como un hilo invisible que ambos sintieron pero ninguno reconoció. Fue Felipe quien rompió el silencio primero, devolviendo su mirada al libro con un gesto calculadamente despreocupado.
—“¿Y tú? ¿Siempre entras a lugares privados sin invitación?”
Alex se recostó en la silla, cruzando los brazos con una sonrisa satisfecha. — “¿Siempre evitas las preguntas difíciles con respuestas elegantes?”
Felipe lo miró de nuevo, esta vez sin molestarse en ocultar el esbozo de una sonrisa. Fue breve, pero suficiente para que Alex decidiera que el príncipe británico era mucho más interesante de lo que aparentaba.
Felipe apoyó una mano sobre el libro cerrado, como si le sirviera de ancla.— “Digamos que prefiero mantener mis secretos intactos,” — Dijo, con esa dicción perfecta que solo alguien criado entre tradiciones y protocolos podría tener.
—“Eso es una confirmación,” señaló Alex con un brillo travieso en los ojos. “El príncipe Felipe, guardián de misterios. Ahora sí que tengo curiosidad.”
—“Si planeas quedarte, podrías al menos bajar la voz. Esto es una biblioteca, no un programa de entrevistas,” — Respondió Felipe, volviendo a su tono habitual. Pero el ligero rubor en sus mejillas no pasó desapercibido para Alex.
—“Ah, vamos, no me dirás que aquí nadie se atreve a hablarte con honestidad. ¿De verdad vives en ese nivel de solemnidad las 24 horas?” — Alex apoyó los codos en la mesa, inclinándose hacia adelante, su energía casi magnética.
Felipe, que rara vez permitía que alguien lo descolocara, sintió que las palabras no venían tan fácilmente como de costumbre. En vez de responder, tomó el libro, lo abrió de nuevo, y fingió leer.
—“Entendido, mensaje claro: el príncipe prefiere su poesía a las conversaciones interesantes.” — Alex se levantó, pero no sin antes lanzarle una última sonrisa. — “Nos vemos por ahí, Shakespeare.”
Se giró para irse, y Felipe, impulsado por un instinto que no entendió del todo, lo detuvo:
— “Es Rilke.”
Alex se volvió, claramente confundido. — “¿Perdón?”
— “El autor. Es Rilke, no Shakespeare.”
Por primera vez, la sonrisa de Alex se suavizó. — “¿Ves? Sabía que había algo más detrás de esa fachada perfecta.”
Y con eso, se fue, dejándolo con un libro en las manos y una mente que, por primera vez en mucho tiempo, no podía enfocarse en la poesía.
AlexRogersStark on Chapter 1 Thu 26 Dec 2024 01:23AM UTC
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Taime_Riddle on Chapter 1 Thu 26 Dec 2024 01:44AM UTC
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