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Voto de nachete:
6
6.4
212
Musical
"Invitación a la danza" es un arriesgado experimento cinematográfico de la Metro compuesto por tres historias, completamente diferentes entre sí, en las que no se uilizan las palabras, sólo la música. Gene Kelly es el protagonista de las tres historias que se titulan Circus, Ring Around the Rosy y Simbad. (FILMAFFINITY)
7 de noviembre de 2008
11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Invitación a la danza es una película realmente arriesgada: podríamos considerar factible que, hoy en día, una productora independiente y con redaños se plantease realizar un musical tan químicamente puro como el que nos ocupa, pero lo que estaría fuera de todas las quinielas es que una gran productora (como en su momento fue la MGM) invirtiera dinero, esfuerzo y un buen reparto en llevar a cabo un proycto así. Aún considerando que la década de los 50 fue muy proclive al género, la opción de prescindir de diálogos, de contar historias sólo con la música y el baile, es una apuesta fuerte que pocos hubieran asumido.
Eran otros tiempos, supongo. Lo importante es el resultado, que en el film de Kelly tiende a lo irregular. Su dirección artística es brillante, Gene sigue está espléndido, y las historias más o menos funcionan dentro de su independencia, pero se acaba quedando corta. Quizás a Kelly le faltó el control del tono de un tipo como Stanley Donen, alguien que detectara y paliera fallos y pudiera, a su vez, amplificar virtudes, dotar de grandeza a toda la película. Invitación a la danza es un pequeño dulce para los amantes del musical: se disfruta, pero no alimenta demasiado.
Me quedo con las dos primeras historias: en la primera el protagonista de Cantando bajo la lluvia se mueve con credibilidad bajo la máscara del clásico payaso que llora por dentro; no alcanza el nivel de Lon Chaney, pero convence. La historia, de corte trágica, está bien aliñada con números de máscaras, teatro, equilibrismo y un clímax romántico redentor. La segunda, más original, se mueve en parámetros similares a los de La ronda, de Ophüls: vemos viajar el amor (representado en una pulsera) de mano en mano, hasta cerrar un círculo. Tiene buenas mujeres y la mejor música de todas. El último, a mi juicio menor, destaca por el gran trabajo animado de Hannah y Barbera y por la sabia combinación de imagen animada e imagen real, que luego incluirían otras películas, pero también cuenta con un niño cargante y un argumento inocentón y bobo que se acaba haciendo pesado.
El caso es que, en una película que debió explotar sus números musicales como si cada paso de baile y cada compás fuera decisivo, estos nos parecen menores, correctos y fríos. A ratos su ejecución es brillante, pero lo que prima es el desapasionamiento. Yo llegué a echar en falta la palabra, y eso, en una obra con un planteamiento como el de esta, resulta inadmisible.
Lo mejor: los ambientes, Gene Kelly.
Lo peor: se hace un poco pesada, especialmente en su tercer relato.
Eran otros tiempos, supongo. Lo importante es el resultado, que en el film de Kelly tiende a lo irregular. Su dirección artística es brillante, Gene sigue está espléndido, y las historias más o menos funcionan dentro de su independencia, pero se acaba quedando corta. Quizás a Kelly le faltó el control del tono de un tipo como Stanley Donen, alguien que detectara y paliera fallos y pudiera, a su vez, amplificar virtudes, dotar de grandeza a toda la película. Invitación a la danza es un pequeño dulce para los amantes del musical: se disfruta, pero no alimenta demasiado.
Me quedo con las dos primeras historias: en la primera el protagonista de Cantando bajo la lluvia se mueve con credibilidad bajo la máscara del clásico payaso que llora por dentro; no alcanza el nivel de Lon Chaney, pero convence. La historia, de corte trágica, está bien aliñada con números de máscaras, teatro, equilibrismo y un clímax romántico redentor. La segunda, más original, se mueve en parámetros similares a los de La ronda, de Ophüls: vemos viajar el amor (representado en una pulsera) de mano en mano, hasta cerrar un círculo. Tiene buenas mujeres y la mejor música de todas. El último, a mi juicio menor, destaca por el gran trabajo animado de Hannah y Barbera y por la sabia combinación de imagen animada e imagen real, que luego incluirían otras películas, pero también cuenta con un niño cargante y un argumento inocentón y bobo que se acaba haciendo pesado.
El caso es que, en una película que debió explotar sus números musicales como si cada paso de baile y cada compás fuera decisivo, estos nos parecen menores, correctos y fríos. A ratos su ejecución es brillante, pero lo que prima es el desapasionamiento. Yo llegué a echar en falta la palabra, y eso, en una obra con un planteamiento como el de esta, resulta inadmisible.
Lo mejor: los ambientes, Gene Kelly.
Lo peor: se hace un poco pesada, especialmente en su tercer relato.