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Alvar0mg rating:
5
2021
George Kay (Creator), François Uzan (Creator) ...
6.3
13,593
Language of the review:
- es
January 11, 2021
91 of 115 users found this review helpful
Netflix arranca el 2021 con una reinterpretación moderna, y muy libre, del “ladrón de guante blanco” más famoso de la literatura francesa, Arsène Lupin.
Más de un siglo después de la publicación de su primera aventura y tras varias adaptaciones, esta serie made in France retoma el mito literario para adaptarlo a nuestro tiempo. Así, llaman la atención los múltiples paralelismos entre el célebre personaje francés y la figura de Sherlock Holmes (creada menos de 20 años antes): además de su hábil uso de la observación, sus vestimentas icónicas y su proyección internacional (mayor en el caso de Holmes), ambos nacieron como protagonistas de relatos breves en revistas mensuales, su fama ha superado con creces a la de sus creadores y ambos han sido adaptados y reinterpretados en innumerables ocasiones…hasta el punto de estar el caballero ladrón francés siguiendo de nuevo los pasos del detective británico, con una serie que nuevamente adapta sus aventuras al siglo XXI, como ya lo hiciera la serie Sherlock hace unos años.
Eso sí, el protagonista de esta serie no es el personaje imaginado por Leblanc en 1905 sino Assane Diop, un admirador de Arsène Lupin marcado (como su héroe literario) por la pérdida de un ser querido a edad temprana. De ascendencia senegalesa, separado, padre de un hijo e inmerso en una situación profesional aparentemente inestable, la serie arranca con un Assane recién contratado como limpiador en el Louvre decidido, eso sí, a tratar de cambiar su suerte con el robo de un precioso collar, siguiendo claramente los pasos de su héroe literario. Sin embargo, las apariencias esconden más de lo que parece y rápidamente entendemos que Assane se inspira de los métodos y astucias del dandy literario para mucho más que un simple robo, tal y como los flashbacks al pasado nos hacen intuir desde muy pronto.
La serie logra resultar atractiva a base de buen ritmo y una intriga en la que los géneros se entremezclan con naturalidad: desde el thriller detectivesco al drama social, pasando por momentos cómicos muy propios de su actor protagonista. Además, su trama destaca también por su facilidad inicial para apuntar en una dirección, pero luego cambiar ágilmente de rumbo y sorprender al espectador. Sin embargo, esta magia se evapora antes de lo deseable y los golpes de efecto progresivamente se vuelven menos eficaces, predecibles y hasta poco creíbles.
Además, destaca el hecho de que, como decía, curiosamente Arsène Lupin no aparece en Lupin, o al menos no en carne y hueso (pues sí lo hace como objeto de fascinación, convirtiendo la obra de Leblanc en un personaje en toda regla de la serie). Se trata, en parte, de una idea astuta, pues permite muchas libertades para hacer avanzar la historia, al tiempo que se rinde homenaje al Lupin de los relatos. No obstante, puede que aquí radique también el “pecado original” de la serie: pues, a mi entender, parece probable que detrás de esta elección se encuentre la intención también de evitar la comparación directa con la exitosa Sherlock, de la que sería difícil no salir mal parada. Es decir, el planteamiento resulta novedoso y simpático; pero termina restándole potencial para resultar realmente audaz y brillante.
Así, la serie termina funcionando básicamente como entretenimiento (que no es poco), gracias a su intriga, a la buena puesta en escena de los robos y engaños, y a las ingeniosas referencias a la obra de Leblanc. Además, la serie introduce de forma inteligente componentes raciales y sociales, que sin duda invitan a la reflexión, pues resulta efectivamente creíble que Assane pueda aprovecharse de la “invisibilidad social” que sufren algunos por el color de su piel, oficio o condición social a la hora de pasar desapercibido y dominar el arte del disfraz. Sin embargo, creo que la serie también se aleja en exceso del canon literario, adquiriendo desde muy pronto tintes de historia de venganza y lucha contra poderosos (muchas veces antes vista); lo cual hace que Assane a menudo nos recuerde poco al pícaro ladrón con aires de dandy de las novelas, y sí más al Edmundo Dantes de Dumas.
Como personaje, Assane es capaz de engatusar a cualquiera a base de inteligencia, experiencia, astucia y buenas vibraciones, haciéndolo interesante y entretenido. Si a eso le sumamos la sonrisa encandiladora y el carisma natural de su intérprete, Omar Sy, estamos ante un personaje magnético al que sí o sí vamos a querer ver saliéndose con la suya, acercando así su personaje al Lupin literario. Eso sí, como explica Leterrier, uno de los directores, han buscado que este “gentleman moderno” sea educado e instruido y que transmita que sabe guiarse por un “código de valores”, siendo quizá ahí donde más se equivocan con el personaje. En efecto, sus valores nos quedan claros desde muy pronto (debido quizá a un uso excesivo de flashbacks), dando la sensación de que a Assane le faltan dosis de complejidad, imprevisibilidad, evolución e insolencia para lograr brillar como digno heredero del Lupin literario.
Además, en cuanto al resto de personajes, los guionistas caen a menudo en clichés manidos (ricachón chanchullero, matones bastante bobos, policías torpes,…). Es cierto que su ineptitud ayuda a que resulte creíble la facilidad con la que Assane logra engañarlos a menudo, pero resta también mucho potencial a la serie.
En cuanto a la puesta escena, es de alabar la aportación de Leterrier en los primeros episodios, imprimiendo el tono adecuado con el que enganchar al espectador y un ritmo ágil marca de la casa, dejando el primer episodio varios momentos para el recuerdo. Otro de los méritos de la serie radica en su ambientación y, en particular, en las localizaciones icónicas de las que se sirve: Louvre, Jardines de Luxemburgo, la banlieu parisina de Montreuil, la emblemática ciudad normanda de Étretat,…
En definitiva, una apuesta novedosa pero no brillante ni audaz; que entremezcla géneros y temáticas pero con regusto a “déjà vu”; y en suma, que entretiene pero no fascina.
Más de un siglo después de la publicación de su primera aventura y tras varias adaptaciones, esta serie made in France retoma el mito literario para adaptarlo a nuestro tiempo. Así, llaman la atención los múltiples paralelismos entre el célebre personaje francés y la figura de Sherlock Holmes (creada menos de 20 años antes): además de su hábil uso de la observación, sus vestimentas icónicas y su proyección internacional (mayor en el caso de Holmes), ambos nacieron como protagonistas de relatos breves en revistas mensuales, su fama ha superado con creces a la de sus creadores y ambos han sido adaptados y reinterpretados en innumerables ocasiones…hasta el punto de estar el caballero ladrón francés siguiendo de nuevo los pasos del detective británico, con una serie que nuevamente adapta sus aventuras al siglo XXI, como ya lo hiciera la serie Sherlock hace unos años.
Eso sí, el protagonista de esta serie no es el personaje imaginado por Leblanc en 1905 sino Assane Diop, un admirador de Arsène Lupin marcado (como su héroe literario) por la pérdida de un ser querido a edad temprana. De ascendencia senegalesa, separado, padre de un hijo e inmerso en una situación profesional aparentemente inestable, la serie arranca con un Assane recién contratado como limpiador en el Louvre decidido, eso sí, a tratar de cambiar su suerte con el robo de un precioso collar, siguiendo claramente los pasos de su héroe literario. Sin embargo, las apariencias esconden más de lo que parece y rápidamente entendemos que Assane se inspira de los métodos y astucias del dandy literario para mucho más que un simple robo, tal y como los flashbacks al pasado nos hacen intuir desde muy pronto.
La serie logra resultar atractiva a base de buen ritmo y una intriga en la que los géneros se entremezclan con naturalidad: desde el thriller detectivesco al drama social, pasando por momentos cómicos muy propios de su actor protagonista. Además, su trama destaca también por su facilidad inicial para apuntar en una dirección, pero luego cambiar ágilmente de rumbo y sorprender al espectador. Sin embargo, esta magia se evapora antes de lo deseable y los golpes de efecto progresivamente se vuelven menos eficaces, predecibles y hasta poco creíbles.
Además, destaca el hecho de que, como decía, curiosamente Arsène Lupin no aparece en Lupin, o al menos no en carne y hueso (pues sí lo hace como objeto de fascinación, convirtiendo la obra de Leblanc en un personaje en toda regla de la serie). Se trata, en parte, de una idea astuta, pues permite muchas libertades para hacer avanzar la historia, al tiempo que se rinde homenaje al Lupin de los relatos. No obstante, puede que aquí radique también el “pecado original” de la serie: pues, a mi entender, parece probable que detrás de esta elección se encuentre la intención también de evitar la comparación directa con la exitosa Sherlock, de la que sería difícil no salir mal parada. Es decir, el planteamiento resulta novedoso y simpático; pero termina restándole potencial para resultar realmente audaz y brillante.
Así, la serie termina funcionando básicamente como entretenimiento (que no es poco), gracias a su intriga, a la buena puesta en escena de los robos y engaños, y a las ingeniosas referencias a la obra de Leblanc. Además, la serie introduce de forma inteligente componentes raciales y sociales, que sin duda invitan a la reflexión, pues resulta efectivamente creíble que Assane pueda aprovecharse de la “invisibilidad social” que sufren algunos por el color de su piel, oficio o condición social a la hora de pasar desapercibido y dominar el arte del disfraz. Sin embargo, creo que la serie también se aleja en exceso del canon literario, adquiriendo desde muy pronto tintes de historia de venganza y lucha contra poderosos (muchas veces antes vista); lo cual hace que Assane a menudo nos recuerde poco al pícaro ladrón con aires de dandy de las novelas, y sí más al Edmundo Dantes de Dumas.
Como personaje, Assane es capaz de engatusar a cualquiera a base de inteligencia, experiencia, astucia y buenas vibraciones, haciéndolo interesante y entretenido. Si a eso le sumamos la sonrisa encandiladora y el carisma natural de su intérprete, Omar Sy, estamos ante un personaje magnético al que sí o sí vamos a querer ver saliéndose con la suya, acercando así su personaje al Lupin literario. Eso sí, como explica Leterrier, uno de los directores, han buscado que este “gentleman moderno” sea educado e instruido y que transmita que sabe guiarse por un “código de valores”, siendo quizá ahí donde más se equivocan con el personaje. En efecto, sus valores nos quedan claros desde muy pronto (debido quizá a un uso excesivo de flashbacks), dando la sensación de que a Assane le faltan dosis de complejidad, imprevisibilidad, evolución e insolencia para lograr brillar como digno heredero del Lupin literario.
Además, en cuanto al resto de personajes, los guionistas caen a menudo en clichés manidos (ricachón chanchullero, matones bastante bobos, policías torpes,…). Es cierto que su ineptitud ayuda a que resulte creíble la facilidad con la que Assane logra engañarlos a menudo, pero resta también mucho potencial a la serie.
En cuanto a la puesta escena, es de alabar la aportación de Leterrier en los primeros episodios, imprimiendo el tono adecuado con el que enganchar al espectador y un ritmo ágil marca de la casa, dejando el primer episodio varios momentos para el recuerdo. Otro de los méritos de la serie radica en su ambientación y, en particular, en las localizaciones icónicas de las que se sirve: Louvre, Jardines de Luxemburgo, la banlieu parisina de Montreuil, la emblemática ciudad normanda de Étretat,…
En definitiva, una apuesta novedosa pero no brillante ni audaz; que entremezcla géneros y temáticas pero con regusto a “déjà vu”; y en suma, que entretiene pero no fascina.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Momentos destacables, que me han parecido de lo más logrado:
- sin duda la escena del primer episodio en la que el coche se estrella contra la famosa Pirámide Invertida del Museo del Louvre
- escenas con el pulverizador (o flus-flus) de cloroformo
- casi todo el resto del primer episodio y, en particular, sus varios "cliffhangers"
- el resto de escenas en el Louvre, así como las de los Jardines de Luxemburgo con los policías
- como decía, el hecho de convertir la “invisibilidad social”, en razón del color de su piel y/o de su oficio (mozo de limpieza, repartidor,…), en el gran “súper poder” del protagonista, en el que efectivamente basa a menudo su capacidad para pasar desapercibido. De hecho, y no por casualidad, es al hacerse pasar por informático (al suponérsele por tanto una buena instrucción académica y/o clase social) cuando por un momento dejará de resultar tan “invisible” y empezará a levantar sospechas al comisario…las cuales logrará solventar utilizando el “racismo” (junto a un supuesto contenido pornográfico) como arma arrojadiza en contra del policía. Me ha parecido tronchante. Del mismo modo, es también al hacerse pasar por detective de policía cuando resulta menos creíble su aproximación a la anciana ricachona y que encima pueda lograr que ésta acceda a entregarle tan ricamente (doble sentido intencionado) todos sus objetos de valor más preciados…
Momentos más flojos y/o lagunas en el guión (más o menos perdonables en su mayoría al tratarse de una serie orientada al entretenimiento; pero que impiden que podamos tomárnosla más en serio):
- que el quid del maravilloso plan de Assane para robar el auténtico collar de la reina en el primer episodio radique en que a ningún policía o limpiador se le vaya a ocurrir mirar en la papelera tirada en el suelo a la vista de todos (me cuesta tragármelo)
- que Assane logre cambiar las esposas policiales profesionales de unas manos a otras como si nada y sin explicación aparente
- que, tras “ahorcarse” en la prisión, nadie del personal de la ambulancia se dé cuenta al descolgarle que lleva una red de baloncesto alrededor del cuello que le ha salvado la vida (con habernos mostrado que contaba con algún compinche que ayuda a desatarlo disimuladamente habría bastado)
- que el comisario se arriesgue a hablar por teléfono desde su casa cuando sabe que ha estado pinchado (por muchas cámaras que haya logrado encontrar y desactivar, no me acabo de creer que sea tan estúpido e imprudente como para tal descuido…). También, eso de que las cámaras que Assane había escondido en su casa estén tan mal disimuladas y sean tan fáciles de encontrar, me chirrío una barbaridad
- que no haga ninguna copia del VHS antes de acudir al programa de televisión. También, eso de que la ex-periodista no consiguiera llevarse del trabajo el VHS al ser despedida años atrás…o más evidente todavía, cómo es que nunca hizo público y difundió el contenido del VHS antes incluso de ser despedida si su objetivo era hacer “caer” al malvado señor Pellegrini a toda costa (además, se supone que encontró un editor que le publicase su libro en el que ponía a parir a este señor…¿pero no una forma de difundir o hacer público el vídeo? no cuela)
- que elija pseudónimos y anagramas de Arsène Lupin para cometer fechorías, cuando se inspira en él para cometerlas…me parece una imprudencia descabellada y un tanto incoherente para alguien que se supone que es un maestro en pasar desapercibido y no levantar sospechas...
- sin duda la escena del primer episodio en la que el coche se estrella contra la famosa Pirámide Invertida del Museo del Louvre
- escenas con el pulverizador (o flus-flus) de cloroformo
- casi todo el resto del primer episodio y, en particular, sus varios "cliffhangers"
- el resto de escenas en el Louvre, así como las de los Jardines de Luxemburgo con los policías
- como decía, el hecho de convertir la “invisibilidad social”, en razón del color de su piel y/o de su oficio (mozo de limpieza, repartidor,…), en el gran “súper poder” del protagonista, en el que efectivamente basa a menudo su capacidad para pasar desapercibido. De hecho, y no por casualidad, es al hacerse pasar por informático (al suponérsele por tanto una buena instrucción académica y/o clase social) cuando por un momento dejará de resultar tan “invisible” y empezará a levantar sospechas al comisario…las cuales logrará solventar utilizando el “racismo” (junto a un supuesto contenido pornográfico) como arma arrojadiza en contra del policía. Me ha parecido tronchante. Del mismo modo, es también al hacerse pasar por detective de policía cuando resulta menos creíble su aproximación a la anciana ricachona y que encima pueda lograr que ésta acceda a entregarle tan ricamente (doble sentido intencionado) todos sus objetos de valor más preciados…
Momentos más flojos y/o lagunas en el guión (más o menos perdonables en su mayoría al tratarse de una serie orientada al entretenimiento; pero que impiden que podamos tomárnosla más en serio):
- que el quid del maravilloso plan de Assane para robar el auténtico collar de la reina en el primer episodio radique en que a ningún policía o limpiador se le vaya a ocurrir mirar en la papelera tirada en el suelo a la vista de todos (me cuesta tragármelo)
- que Assane logre cambiar las esposas policiales profesionales de unas manos a otras como si nada y sin explicación aparente
- que, tras “ahorcarse” en la prisión, nadie del personal de la ambulancia se dé cuenta al descolgarle que lleva una red de baloncesto alrededor del cuello que le ha salvado la vida (con habernos mostrado que contaba con algún compinche que ayuda a desatarlo disimuladamente habría bastado)
- que el comisario se arriesgue a hablar por teléfono desde su casa cuando sabe que ha estado pinchado (por muchas cámaras que haya logrado encontrar y desactivar, no me acabo de creer que sea tan estúpido e imprudente como para tal descuido…). También, eso de que las cámaras que Assane había escondido en su casa estén tan mal disimuladas y sean tan fáciles de encontrar, me chirrío una barbaridad
- que no haga ninguna copia del VHS antes de acudir al programa de televisión. También, eso de que la ex-periodista no consiguiera llevarse del trabajo el VHS al ser despedida años atrás…o más evidente todavía, cómo es que nunca hizo público y difundió el contenido del VHS antes incluso de ser despedida si su objetivo era hacer “caer” al malvado señor Pellegrini a toda costa (además, se supone que encontró un editor que le publicase su libro en el que ponía a parir a este señor…¿pero no una forma de difundir o hacer público el vídeo? no cuela)
- que elija pseudónimos y anagramas de Arsène Lupin para cometer fechorías, cuando se inspira en él para cometerlas…me parece una imprudencia descabellada y un tanto incoherente para alguien que se supone que es un maestro en pasar desapercibido y no levantar sospechas...