Lo cierto es que, hoy por hoy, Tom Cruise resulta un sinónimo de entretenimiento. Siempre se deja la piel en lo que hace y se rodea de gente con oficio, especialmente guionistas. Por otro lado, entiende bien la importancia de un director solvente (está claro que lo suyo no es aparecer, poner la jeta, cobrar y largarse, como sí hace gente como Bruce Willis).

¿Y lo de aquí? Otro ejemplo de la eficacia de la metodología cruisesca: la premisa tiene su aquel, las set pieces son MÁS que decentes -a retener esas exochaquetas, que vistas en grandes cantidades le hacen a uno pensar cómo hubiera sido una adaptación literal del "Starship Troopers" heinleiniano). El humor es refrescante (gracias por recordar al personal que en la era de los blockbusters ceñudos nolanescos aún se puede hacer cine fantástico con momentos guasones, Tom). Por otra parte, la química con la Blunt es buena y da gusto ver a Paxton por fueros Cameronianos.

Aunque también hay pegas: la puesta en escena de cámara en mano de Liman se carga bastantes tomas, el tercer acto, en el que la cosa se pone seria y hay que resolver la trama al más puro estilo "Battle L.A." es más cansinsa y el final parece un tanto abrupto. Pero bueno. El largo se ha ido ganando tu simpatía durante bastantes minutos, así que es tercer acto más flojo acaba siendo una pega que se acaba perdonando.

En resumen: cine de entretenimiento solvente. No es un film redondo, pero seguramente sea una de las cosas más disfrutables que veamos este verano.