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Críticas ordenadas por utilidad
19 de julio de 2023
918 de 1155 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay directores que adaptan su estilo a las películas que dirigen, y hay directores que adaptan las películas que dirigen a su estilo. Christopher Nolan es claramente de los segundos, siendo lo que se dice un director, autor y/o cineasta con personalidad de serie y mucho amor propio: Cuesta no reconocer una de sus películas en unos pocos segundos, incluso aunque puedan ser los segundos menos representativo de toda la película.
'Oppenheimer' es claramente una película de Nolan, quien emplea en ella todos los habituales recursos con los que se ha labrado un nombre para contarnos una historia que sin embargo, en esta ocasión, no encaja tan bien con su estilo. Un estilo narrativo "a la carrera" que se adapta muy bien a todo tipo de thrillers, no tanto a un drama "basado en hechos reales" con fondo, trasfondo y un fuerte componente ético y dramático.
Nolan no sale de su zona de confort, sino que mete en ella a J. Robert Oppenheimer, Leslie Groves, Lewis Strauss y a todos los demás para lo que en mi cabeza es una especie de 'Una mente maravillosa' rodada como si fuera 'El caballero oscuro'. En las distancias cortas funciona, por momentos hasta muy bien, y no es difícil sobrevivir a tres intensas y persistentes horas de metraje, largas pero no del todo pesadas.
Ahora bien, su impacto y calado emocionales son cercanos a cero, estando demasiado ahogados por el "machacón" estilo de un Nolan que no concede ni media. 'Oppenheimer' es, básicamente, un biopic oscarizable forzado a ser un thriller épico. Es... el estilo de Nolan, es lógico y esperable, pero enmarcado en una historia, para variar, con un fuerte componente dramático y mayores dobleces deviene en algo no tan efectivo... y sí más efectista.
Que es lo que en realidad es Nolan, sin por ello menospreciar su talento como cineasta. Cuando se trata de jugar con el espectador, pocos mejores que él. Y eso es lo que hace en 'Oppenheimer', convertir la vida real en una especie de juego, tal y como hizo en 'Dunkerque'; en comparación, una película más pequeña, simple, centrada y compacta. Una película más directa y que iba de frente a lo suyo sin meterse en nada más.
Sin embargo 'Oppenheimer' es más compleja y abarca bastante más, con muchas más connotaciones y personajes. Y en esta ocasión Nolan se dispersa y no aprieta, metiendo "en tan solo" tres horas demasiadas "cosas" que no desarrolla. "Cosas" que parece meter por obligación, apenas unos segundos. "Cosas" que aportan su presencia (o sus tetas), no más que su presencia como simples y funcionales recursos de guión.
Quiere ser "importante" en todo momento, pero la grandilocuencia, pirotecnia y falta de sutileza habituales de Nolan enmarañan sus buenas intenciones; empezando por el atronador y hostigador uso del sonido y la música y terminando con un montaje atropellado y frenético, incapaz de aguantar un plano más de cinco segundos y encadenando escenas y acontecimientos sin dejar que la película, los hechos y las emociones respiren.
De esta manera, 'Oppenheimer' acaba resultando una película superficial que de igual modo que la mayoría de Nolan, persiste en su obsesión por el impacto antes que por la sustancia. Una obra pomposa y de tintes efectistas que funciona e incluso intimida en las distancias cortas, pero que transmite una sensación de oportunista fuego de artificio vacío y apátrida. De marear mucho la perdiz pero en realidad tener poco que decir.
Nolan no ancla su película en un punto fijo, y esta divaga de principio a fin sin armar un auténtico discurso, ni mucho menos tan contundente como el de sus trabajos previos. Los personajes van y vienen, las cosas pasan porque así está escrito y la película está rodada en IMAX como podría estarlo en VHS, que no habría gran diferencia. Todo es muy Nolan, absolutamente todo: Tres horas incesantes y apabullantes de Nolan.
Tanto, que entre tanta épica parece no quedar demasiado espacio para conocer a J. Robert Oppenheimer, su historia y sobre todo, la de los títeres (científicos y mujeres) que le rodearon.
'Oppenheimer' es claramente una película de Nolan, quien emplea en ella todos los habituales recursos con los que se ha labrado un nombre para contarnos una historia que sin embargo, en esta ocasión, no encaja tan bien con su estilo. Un estilo narrativo "a la carrera" que se adapta muy bien a todo tipo de thrillers, no tanto a un drama "basado en hechos reales" con fondo, trasfondo y un fuerte componente ético y dramático.
Nolan no sale de su zona de confort, sino que mete en ella a J. Robert Oppenheimer, Leslie Groves, Lewis Strauss y a todos los demás para lo que en mi cabeza es una especie de 'Una mente maravillosa' rodada como si fuera 'El caballero oscuro'. En las distancias cortas funciona, por momentos hasta muy bien, y no es difícil sobrevivir a tres intensas y persistentes horas de metraje, largas pero no del todo pesadas.
Ahora bien, su impacto y calado emocionales son cercanos a cero, estando demasiado ahogados por el "machacón" estilo de un Nolan que no concede ni media. 'Oppenheimer' es, básicamente, un biopic oscarizable forzado a ser un thriller épico. Es... el estilo de Nolan, es lógico y esperable, pero enmarcado en una historia, para variar, con un fuerte componente dramático y mayores dobleces deviene en algo no tan efectivo... y sí más efectista.
Que es lo que en realidad es Nolan, sin por ello menospreciar su talento como cineasta. Cuando se trata de jugar con el espectador, pocos mejores que él. Y eso es lo que hace en 'Oppenheimer', convertir la vida real en una especie de juego, tal y como hizo en 'Dunkerque'; en comparación, una película más pequeña, simple, centrada y compacta. Una película más directa y que iba de frente a lo suyo sin meterse en nada más.
Sin embargo 'Oppenheimer' es más compleja y abarca bastante más, con muchas más connotaciones y personajes. Y en esta ocasión Nolan se dispersa y no aprieta, metiendo "en tan solo" tres horas demasiadas "cosas" que no desarrolla. "Cosas" que parece meter por obligación, apenas unos segundos. "Cosas" que aportan su presencia (o sus tetas), no más que su presencia como simples y funcionales recursos de guión.
Quiere ser "importante" en todo momento, pero la grandilocuencia, pirotecnia y falta de sutileza habituales de Nolan enmarañan sus buenas intenciones; empezando por el atronador y hostigador uso del sonido y la música y terminando con un montaje atropellado y frenético, incapaz de aguantar un plano más de cinco segundos y encadenando escenas y acontecimientos sin dejar que la película, los hechos y las emociones respiren.
De esta manera, 'Oppenheimer' acaba resultando una película superficial que de igual modo que la mayoría de Nolan, persiste en su obsesión por el impacto antes que por la sustancia. Una obra pomposa y de tintes efectistas que funciona e incluso intimida en las distancias cortas, pero que transmite una sensación de oportunista fuego de artificio vacío y apátrida. De marear mucho la perdiz pero en realidad tener poco que decir.
Nolan no ancla su película en un punto fijo, y esta divaga de principio a fin sin armar un auténtico discurso, ni mucho menos tan contundente como el de sus trabajos previos. Los personajes van y vienen, las cosas pasan porque así está escrito y la película está rodada en IMAX como podría estarlo en VHS, que no habría gran diferencia. Todo es muy Nolan, absolutamente todo: Tres horas incesantes y apabullantes de Nolan.
Tanto, que entre tanta épica parece no quedar demasiado espacio para conocer a J. Robert Oppenheimer, su historia y sobre todo, la de los títeres (científicos y mujeres) que le rodearon.
19 de mayo de 2024
210 de 290 usuarios han encontrado esta crítica útil
Era difícil estar a la altura de una película que en nueve años se ha consolidado como una de las más prominentes y respetadas del siglo XXI. Y casi por inercia o defecto de la historia del cine, al menos para muchos que aún siguen incluso sin saber que Mel Gibson fue durante mucho tiempo el único Max Rockatansky. Películas tan especiales como 'Mad Max: Furia en la carretera' son una minoría por una sencilla y simple razón: Son el equivalente cinematográfico a un milagro. Y los milagros suceden, no se pueden reproducir.
Conviene aclararlo de inicio: Puede que, como habrán intuido, 'Furiosa: De la saga Mad Max' no esté al mismo nivel que 'Mad Max: Furia en la carretera'... pero eso no quiere decir que no esté a la altura, ni tampoco que no sea un filme (casi) tan disfrutable como el de 2015. La diferencia fundamental es que aquella fue un milagro, mientras que la de 2024 es la reproducción de dicho milagro. En la práctica podríamos decir, para entendernos, que es como si la obra de Dios fuera hecha por un humano. Aún más imperfecta.
La reproducción de un milagro que además esperamos que sea también un nuevo milagro, un listón tan alto que anima por otro lado a no juzgar en caliente a esta 'Furiosa: De la saga Mad Max', más "película" pero menos "experiencia" que su antecesora. Con mucho más cuerpo y una narrativa discontinua con elipsis y saltos temporales, lo que influye en su intensidad de manera inevitable. No es un sprint continúo, sino una carrera de fondo con cambios de ritmo que (muy) por encima de las dos horas se dejan notar.
No puedo sino pensar en 'El caballero oscuro: La leyenda renace' respecto a 'El caballero oscuro' con todo lo que eso nos pueda sugerir, ni tampoco en las dos primeras secuelas de 'Matrix' respecto al original de 1999. Tanto en dichas secuelas como en 'Furiosa: De la saga Mad Max' echamos algo en falta de sus originales: Esos sucios y rasposos fotogramas impregnados de sudor y sangre, fruto de la rasmia vital de quien ha sobrevivido a mil y una batallas peleando con indómita fiereza y tozudez por su derecho a existir.
George Miller se muestra más acomodado, en especial en el empleo (y abuso) de unos efectos CGI más prominentes y que no pasan tan inadvertidos como en 'Mad Max: Furia en la carretera'. Tampoco la banda sonora de Junkie XL suena con la misma notoriedad, siendo que esto define un poco a "Furiosa": Son los mismos ingredientes pero en pantalla no se muestran tan contundentes, ni tan intimidantes ni tan auténticos a pesar de que en gran medida conservan su incontestable y rotunda significancia audiovisual.
Es inevitable sentir una ligera desilusión: 'Furiosa: De la saga Mad Max' es una precuela que no mejora a un original que le había puesto el listón muy alto. Prácticamente inalcanzable sin el factor sorpresa de 2015 de su parte. Más, lo uno no quita lo otro: Es un estupendo derivado que puede no brillar de igual manera o con la misma intensidad, contundencia o fisicidad en su conjunto, si bien si lo hace y con furia más que de sobra en no pocos momentos como por otro lado muy pocas películas son capaces de hacer.
Le falta ese punto de magia, esa chispa irreplicable, intangible e insondable que da vida a los milagros. El principal problema de 'Furiosa: De la saga Mad Max' es, de primeras, no ser el nuevo milagro que esperábamos que fuera. Aunque cuente con aptitudes para aceptarlo como tal, con el tiempo. Hasta el punto de que aún con un acabado digital demasiado evidente y mucho menos artesanal, de haberse estrenado en 2015 hubiera podido ser considerado el milagro que fue 'Mad Max: Furia en la carretera'.
Conviene aclararlo de inicio: Puede que, como habrán intuido, 'Furiosa: De la saga Mad Max' no esté al mismo nivel que 'Mad Max: Furia en la carretera'... pero eso no quiere decir que no esté a la altura, ni tampoco que no sea un filme (casi) tan disfrutable como el de 2015. La diferencia fundamental es que aquella fue un milagro, mientras que la de 2024 es la reproducción de dicho milagro. En la práctica podríamos decir, para entendernos, que es como si la obra de Dios fuera hecha por un humano. Aún más imperfecta.
La reproducción de un milagro que además esperamos que sea también un nuevo milagro, un listón tan alto que anima por otro lado a no juzgar en caliente a esta 'Furiosa: De la saga Mad Max', más "película" pero menos "experiencia" que su antecesora. Con mucho más cuerpo y una narrativa discontinua con elipsis y saltos temporales, lo que influye en su intensidad de manera inevitable. No es un sprint continúo, sino una carrera de fondo con cambios de ritmo que (muy) por encima de las dos horas se dejan notar.
No puedo sino pensar en 'El caballero oscuro: La leyenda renace' respecto a 'El caballero oscuro' con todo lo que eso nos pueda sugerir, ni tampoco en las dos primeras secuelas de 'Matrix' respecto al original de 1999. Tanto en dichas secuelas como en 'Furiosa: De la saga Mad Max' echamos algo en falta de sus originales: Esos sucios y rasposos fotogramas impregnados de sudor y sangre, fruto de la rasmia vital de quien ha sobrevivido a mil y una batallas peleando con indómita fiereza y tozudez por su derecho a existir.
George Miller se muestra más acomodado, en especial en el empleo (y abuso) de unos efectos CGI más prominentes y que no pasan tan inadvertidos como en 'Mad Max: Furia en la carretera'. Tampoco la banda sonora de Junkie XL suena con la misma notoriedad, siendo que esto define un poco a "Furiosa": Son los mismos ingredientes pero en pantalla no se muestran tan contundentes, ni tan intimidantes ni tan auténticos a pesar de que en gran medida conservan su incontestable y rotunda significancia audiovisual.
Es inevitable sentir una ligera desilusión: 'Furiosa: De la saga Mad Max' es una precuela que no mejora a un original que le había puesto el listón muy alto. Prácticamente inalcanzable sin el factor sorpresa de 2015 de su parte. Más, lo uno no quita lo otro: Es un estupendo derivado que puede no brillar de igual manera o con la misma intensidad, contundencia o fisicidad en su conjunto, si bien si lo hace y con furia más que de sobra en no pocos momentos como por otro lado muy pocas películas son capaces de hacer.
Le falta ese punto de magia, esa chispa irreplicable, intangible e insondable que da vida a los milagros. El principal problema de 'Furiosa: De la saga Mad Max' es, de primeras, no ser el nuevo milagro que esperábamos que fuera. Aunque cuente con aptitudes para aceptarlo como tal, con el tiempo. Hasta el punto de que aún con un acabado digital demasiado evidente y mucho menos artesanal, de haberse estrenado en 2015 hubiera podido ser considerado el milagro que fue 'Mad Max: Furia en la carretera'.
14 de agosto de 2024
175 de 238 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mi crítica de 'Borderlands' comentaba que uno ya se predispone a lo peor cuando acude a un pase de prensa sabiendo que no podrá hablar de la película hasta las 21:00 del día anterior a su estreno. Ni parece ni suele ser una buena señal...
'Alien: Romulus' me produce fuertes sentimientos encontrados, y una incómoda y lastimosa sensación de "ni contigo ni sin ti" aún mucho más acusada que 'Alien: Covenant'. O que 'Alien Resurrection', a la que remite claramente en su tercer acto... aunque a decir verdad la película de Fede Álvarez remite a todas las de la saga, enlazando múltiples y constantes referencias a las seis entregas previas de una franquicia de las que actúa como una "secuela legado", y a su vez, como una especie de nexo de unión o puente entre las producidas en el siglo XX y las estrenadas en el siglo XXI.
Es inevitable no percibirla a grandes rasgos como un "más de lo mismo" a veces demasiado pendiente de sus vínculos de sangre. Lo es en la práctica, siendo otra clásica historia espacial de una tripulación enfrentada a un bicho que no tendría por qué ser un xenomorfo. Pero lo es, algo que la condiciona y nos estimula a partes iguales. Como producción del siglo XXI carece del temple de las películas del siglo XX, estando menos refinada y sintiéndose más frívola. De hecho ni la historia ni sus personajes se sobreponen, ni tampoco se imponen al efectista pero resultón leitmotiv de la cacería humana.
Salvo de nuevo el de un sintético. Causalidad o no. La atmósfera y personalidad tan acusada de los filmes anteriores desaparecen en gran medida para ofrecer un acercamiento más neutro y menos expresivo, en cierto sentido amaestrado y bastante comedido -para lo que cabría esperar- que destaca por su buena apariencia de serie B y una fisicidad latente que no obstante realza sus vergüenzas (y efectismos) digitales. Álvarez plantea algunas ideas y alternativas interesantes que sin embargo no acaba de poner en valor, como si no se lo terminase de creer... o no se lo pudiera creer.
Es lo que marca a 'Alien: Romulus': Amaga pero no rompe, sugiere pero no explota. Y aunque abre nuevas vías de cultivo para la saga no deja de sentirse como una variación algo dependiente, contenida y atropellada a la que le falta incertidumbre, alguien que nos importe, nervio que alimenten la tensión o rematar unas escenas de impacto poco impactantes. De ahí la sensación de ser más de lo mismo, un poco a la manera lúdica de 'Predators' respecto a 'Depredador', llegando incluso a reducir la sensación de amenaza de una versión de la criatura poco temible por sí misma.
No obstante lo realmente controvertido llega cuando trata de abandonar el cauce del legado y busca encontrar un discurso propio, lo que de manera inevitable nos enfrenta al dilema de todo fan (y cineasta): Respetar o romper la tradición. Fede Álvarez abraza lo primero para intentar llegar a lo segundo, un poco a la manera que lo hizo Jean-Pierre Jeunet pero sin tanta personalidad ni actores fetiche: Haciendo que lo conocido parezca más confortable cuando llega lo desconocido. Al fin y al cabo hablamos de 'Alien', de un xenomorfo, de Ripley. Y alejarse de ello es alejarse de la franquicia...
... y al mismo tiempo darle vida.
'Alien: Romulus' se mueve sobre ese difícil equilibrio de 'Alien: Covenant' de tratar de convencer a todos sin estar claro qué se ha ganado y qué perdido. No es contundente o irrefutable como 'No respires' o el remake de 'Posesión infernal', sino una película voluntariosa pero inestable que nos deja con la misma sensación de imitación que el "Millennium" del propio Álvarez. O con las mismas dudas de la citada 'Alien: Covenant'. Disfrutable y frustrante por igual, y que aún siendo capaz de marcar su territorio dentro de la saga, nos deja tan (in)satisfechos como excitados y desconcertados.
'Alien: Romulus' me produce fuertes sentimientos encontrados, y una incómoda y lastimosa sensación de "ni contigo ni sin ti" aún mucho más acusada que 'Alien: Covenant'. O que 'Alien Resurrection', a la que remite claramente en su tercer acto... aunque a decir verdad la película de Fede Álvarez remite a todas las de la saga, enlazando múltiples y constantes referencias a las seis entregas previas de una franquicia de las que actúa como una "secuela legado", y a su vez, como una especie de nexo de unión o puente entre las producidas en el siglo XX y las estrenadas en el siglo XXI.
Es inevitable no percibirla a grandes rasgos como un "más de lo mismo" a veces demasiado pendiente de sus vínculos de sangre. Lo es en la práctica, siendo otra clásica historia espacial de una tripulación enfrentada a un bicho que no tendría por qué ser un xenomorfo. Pero lo es, algo que la condiciona y nos estimula a partes iguales. Como producción del siglo XXI carece del temple de las películas del siglo XX, estando menos refinada y sintiéndose más frívola. De hecho ni la historia ni sus personajes se sobreponen, ni tampoco se imponen al efectista pero resultón leitmotiv de la cacería humana.
Salvo de nuevo el de un sintético. Causalidad o no. La atmósfera y personalidad tan acusada de los filmes anteriores desaparecen en gran medida para ofrecer un acercamiento más neutro y menos expresivo, en cierto sentido amaestrado y bastante comedido -para lo que cabría esperar- que destaca por su buena apariencia de serie B y una fisicidad latente que no obstante realza sus vergüenzas (y efectismos) digitales. Álvarez plantea algunas ideas y alternativas interesantes que sin embargo no acaba de poner en valor, como si no se lo terminase de creer... o no se lo pudiera creer.
Es lo que marca a 'Alien: Romulus': Amaga pero no rompe, sugiere pero no explota. Y aunque abre nuevas vías de cultivo para la saga no deja de sentirse como una variación algo dependiente, contenida y atropellada a la que le falta incertidumbre, alguien que nos importe, nervio que alimenten la tensión o rematar unas escenas de impacto poco impactantes. De ahí la sensación de ser más de lo mismo, un poco a la manera lúdica de 'Predators' respecto a 'Depredador', llegando incluso a reducir la sensación de amenaza de una versión de la criatura poco temible por sí misma.
No obstante lo realmente controvertido llega cuando trata de abandonar el cauce del legado y busca encontrar un discurso propio, lo que de manera inevitable nos enfrenta al dilema de todo fan (y cineasta): Respetar o romper la tradición. Fede Álvarez abraza lo primero para intentar llegar a lo segundo, un poco a la manera que lo hizo Jean-Pierre Jeunet pero sin tanta personalidad ni actores fetiche: Haciendo que lo conocido parezca más confortable cuando llega lo desconocido. Al fin y al cabo hablamos de 'Alien', de un xenomorfo, de Ripley. Y alejarse de ello es alejarse de la franquicia...
... y al mismo tiempo darle vida.
'Alien: Romulus' se mueve sobre ese difícil equilibrio de 'Alien: Covenant' de tratar de convencer a todos sin estar claro qué se ha ganado y qué perdido. No es contundente o irrefutable como 'No respires' o el remake de 'Posesión infernal', sino una película voluntariosa pero inestable que nos deja con la misma sensación de imitación que el "Millennium" del propio Álvarez. O con las mismas dudas de la citada 'Alien: Covenant'. Disfrutable y frustrante por igual, y que aún siendo capaz de marcar su territorio dentro de la saga, nos deja tan (in)satisfechos como excitados y desconcertados.
12 de noviembre de 2024
189 de 296 usuarios han encontrado esta crítica útil
Partamos de una base: las posibilidades de que 'Gladiator II' fuera tan buena como 'Gladiator' eran prácticamente nulas. Y, de hecho, 'Gladiator II' no es obviamente tan buena como 'Gladiator'... y es más que posible que le cueste adquirir esa especie de aura mágica que como clásico tiene el film de 2000. El mundo ha cambiado, y como suele ocurrir con secuelas como la presente, producidas tantos años después, es muy difícil que sorprenda cuando, a diferencia del ahora primer film, la estamos viendo venir y cuenta con un legado y una memoria ante las que rendir cuentas...
"... lo que hacemos en la primera tiene su eco en las secuelas".
Una secuela por otro lado innecesaria, podemos dar por sentado, como no obstante lo son la mayor parte de las películas; en especial, las concebidas como un espectáculo como sin ir más lejos lo es 'Gladiator II'. Al fin y al cabo se trata, se trataba y se tratará siempre de pan... y sobre todo de circo. De un circo como el que monta un Ridley Scott que parece rodar este tipo de producciones como quien baja a comprar el pan. Grandes producciones históricas, como también lo son, por ejemplo, las por otro lado más sólidas, completas y redondas 'El último duelo' o 'Napoleón' (en su "Director's Cut").
No es que 'Gladiator II' no sea una película también muy sólida, que lo es como lo son todas las de Scott. Pero no se siente ni tan completa ni tan redonda; tampoco apegada a un relato preestablecido o histórico, siquiera a una predecesora cuya herencia retuerce un poco para poder encajar. Es, quizá, esta libertad aparente para antojarse lo que quiera, lo que hace que este nuevo y épico péplum moderno no de la sensación de apretar y encauzarse de manera tan contundente como tal vez lo pueda parecer sobre el papel. De no sentirse tan real y auténtica como película, sino más bien una ficción.
Una ficción puede que algo funcional y mecánica aunque también efectiva, y que en cualquier caso promete lo que ofrece con rigurosa irregularidad: un ágil y muy entretenido espectáculo que vibra sobre todo cuando pisa la arena del Coliseo. Scott rueda con su solvencia habitual aunque, en su conjunto, le falta algo de esa fuerza, ingenio o temeridad que puede imprimirle un cineasta con algo por demostrar, siendo esta, posiblemente, la principal diferencia respecto a la primera película. No hay más que ver cómo en 2020 Scott nos presentaba el Coliseo desde la arena con un emocionante plano circular...
... y aquí aparece sin más, como si fuera otro día en la oficina. Es esto lo que más marca a 'Gladiator II', que a pesar de su solidez incuestionable a todos los niveles, desde lo técnico hasta por supuesto lo interpretativo, y de su eficacia como un gran espectáculo cinematográfico "de la vieja escuela", no se siente especial. No es una secuela como las que hacen James Cameron, Christopher McQuarrie o Chad Stahelski. No es un intento por hacer más y mejor, por superarse. Es tan sólo más servido de manera algo desapasionada, no por ello menos efectivo ni vibrante, pero sí menos emocionante.
Menos completo y redondo. Menos contundente. Y a la sombra siempre de Máximo Décimo Meridio y Cómodo, tanto a nivel espiritual como interpretativo, sin que Paul Mescal ni Denzel Washington alcancen cotas tan... icónicas.
Puede ser en parte por el peso del legado, de ese II de su título al que recurre para llamar nuestra atención pero que también sitúa las expectativas en un exigente nivel mínimo. 'Gladiator II' cumple, de sobra y con solvencia aun sin ese brillo de las mejores ocasiones por más que, salvo por su más que probable inexactitud histórica, no se le pueda poner grandes peros. Si acaso, que como él mismo ha dicho en varias ocasiones, que a Ridley Scott se la suda todo un poco ya. Sólo quiere rodar, rodar y rodar. Bienvenido sea si el resultado sigue siendo como los de 'El último duelo', 'Napoleón: Director's Cut'...
... o esta 'Gladiator II' por encima de la media de este tipo de "panes y circos", por más que habiendo tanto entre donde elegir, no vayan a ser estas las que aparezcan en su epitafio. Por más que sigan contribuyendo a su leyenda.
Por más que sigan contribuyendo a nuestro placer y deleite ni pretenciosos ni históricamente relevantes.
"... lo que hacemos en la primera tiene su eco en las secuelas".
Una secuela por otro lado innecesaria, podemos dar por sentado, como no obstante lo son la mayor parte de las películas; en especial, las concebidas como un espectáculo como sin ir más lejos lo es 'Gladiator II'. Al fin y al cabo se trata, se trataba y se tratará siempre de pan... y sobre todo de circo. De un circo como el que monta un Ridley Scott que parece rodar este tipo de producciones como quien baja a comprar el pan. Grandes producciones históricas, como también lo son, por ejemplo, las por otro lado más sólidas, completas y redondas 'El último duelo' o 'Napoleón' (en su "Director's Cut").
No es que 'Gladiator II' no sea una película también muy sólida, que lo es como lo son todas las de Scott. Pero no se siente ni tan completa ni tan redonda; tampoco apegada a un relato preestablecido o histórico, siquiera a una predecesora cuya herencia retuerce un poco para poder encajar. Es, quizá, esta libertad aparente para antojarse lo que quiera, lo que hace que este nuevo y épico péplum moderno no de la sensación de apretar y encauzarse de manera tan contundente como tal vez lo pueda parecer sobre el papel. De no sentirse tan real y auténtica como película, sino más bien una ficción.
Una ficción puede que algo funcional y mecánica aunque también efectiva, y que en cualquier caso promete lo que ofrece con rigurosa irregularidad: un ágil y muy entretenido espectáculo que vibra sobre todo cuando pisa la arena del Coliseo. Scott rueda con su solvencia habitual aunque, en su conjunto, le falta algo de esa fuerza, ingenio o temeridad que puede imprimirle un cineasta con algo por demostrar, siendo esta, posiblemente, la principal diferencia respecto a la primera película. No hay más que ver cómo en 2020 Scott nos presentaba el Coliseo desde la arena con un emocionante plano circular...
... y aquí aparece sin más, como si fuera otro día en la oficina. Es esto lo que más marca a 'Gladiator II', que a pesar de su solidez incuestionable a todos los niveles, desde lo técnico hasta por supuesto lo interpretativo, y de su eficacia como un gran espectáculo cinematográfico "de la vieja escuela", no se siente especial. No es una secuela como las que hacen James Cameron, Christopher McQuarrie o Chad Stahelski. No es un intento por hacer más y mejor, por superarse. Es tan sólo más servido de manera algo desapasionada, no por ello menos efectivo ni vibrante, pero sí menos emocionante.
Menos completo y redondo. Menos contundente. Y a la sombra siempre de Máximo Décimo Meridio y Cómodo, tanto a nivel espiritual como interpretativo, sin que Paul Mescal ni Denzel Washington alcancen cotas tan... icónicas.
Puede ser en parte por el peso del legado, de ese II de su título al que recurre para llamar nuestra atención pero que también sitúa las expectativas en un exigente nivel mínimo. 'Gladiator II' cumple, de sobra y con solvencia aun sin ese brillo de las mejores ocasiones por más que, salvo por su más que probable inexactitud histórica, no se le pueda poner grandes peros. Si acaso, que como él mismo ha dicho en varias ocasiones, que a Ridley Scott se la suda todo un poco ya. Sólo quiere rodar, rodar y rodar. Bienvenido sea si el resultado sigue siendo como los de 'El último duelo', 'Napoleón: Director's Cut'...
... o esta 'Gladiator II' por encima de la media de este tipo de "panes y circos", por más que habiendo tanto entre donde elegir, no vayan a ser estas las que aparezcan en su epitafio. Por más que sigan contribuyendo a su leyenda.
Por más que sigan contribuyendo a nuestro placer y deleite ni pretenciosos ni históricamente relevantes.
8 de agosto de 2024
96 de 117 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando acudes a un pase de prensa, por ejemplo al de 'Borderlands', y en la puerta te hacen firmar un papel por el cuál te comprometes a no hablar de la película hasta las 21:00 del día anterior a su estreno... uno ya entra a la sala con el ceño fruncido y la mosca detrás de la oreja. No siempre se cumple lo peor aunque por lo general es muy sospechoso. Porque, obviamente, si crees que tienes una gran película entre manos te interesa correr la voz cuanto antes...
No siempre se cumple lo peor aunque por lo general, también, te predispone a lo peor. Algo que por otro lado puede ser de agradecer, como en el caso de esta 'Borderlands' cuyo juego en el que se inspira ni tengo el gusto de conocer, ni la película me ha hecho querer conocer. Una película vamos a decir bastante justita, plana y rutinaria que a bote pronto recuerda un poco a la infame 'Dragonball Evolution' de 2009. La comparación, lo sé, no es alentadora.
Tengo que decir que a mí me parece más decente que aquella, si bien tengo la sospecha (fundamentada) que la recepción de 'Borderlands' será, en líneas generales, la misma. Exagerada, pero no del todo inmerecida. Ahí está por ejemplo la estupenda adaptación de 'Fallout' de Amazon para reflejar las auténticas vergüenzas de la última película de Eli Roth, director al que sigo viendo más como el amigo de Quentin Tarantino que como, ejem, cineasta.
Y 'Borderlands' no me quita la razón, sino que me la da convirtiéndose ya de paso y muy a su pesar en un hermoso ejemplar de buena parte de los males de una industria como Hollywood; el principal, su confianza ciega en marcas cuyo trasfondo e idiosincrasia ni entienden ni se molestan en intentar entender. 'Borderlands' es un hermoso ejemplar de película que parece hecha por alguien como yo, que lo más que sabe del juego es lo que ha leído de él en Wikipedia.
La comparación con la citada 'Fallout' duele, por cuanto todo el suntuoso cariño que se aprecia en ella brilla por su ausencia en 'Borderlands', una producción de mínimos que vista sin pretensiones (y temiéndose lo peor) resulta vagamente entretenida. Aunque duela ver a Cate Blanchett malgastando su presencia en una película tan tonta, ramplona, impersonal y mecánica que parece un cruce barato y a lo pobre de por ejemplo 'Mad Max: Furia en la carretera', 'Valerian y la ciudad de los mil planetas', 'Serenity' y 'Guardianes de la Galaxia'.
Cuatro películas que ya gustarán más o menos, pero que están hechas con cariño, respeto, pasión, vocación... y talento. O al menos lo parecen, siendo que nadie puede dudar del talento de una Cate Blanchett que hasta parece sobresalir en 'Borderlands', en la que aún así no encontramos nada de valor. Nada que reseñar o recordar. Más de 100 millones tirados a la basura en una película que podría haber dirigido Albert Pyun en un fin de semana y por dos duros.
Y hubiera tenido más gracia que la de Jack Black. O algo de gracia.
Creo que más o menos ya queda claro, probablemente desde la mención de 'Dragonball Evolution'. A mí 'Borderlands', previa firma de un embargo 5 minutos antes, me distrajo. No me parece un absoluto desastre (aunque en esencia lo sea), tan sólo uno de tantos filmes cutrepijos dedicados a salvar los muebles de una casa a la que previamente han prendido fuego. Plana y apática rutina orgullosa de no cagarse encima cada vez que da un mero paso...
... aunque por oler, huela a mierda igual.
No siempre se cumple lo peor aunque por lo general, también, te predispone a lo peor. Algo que por otro lado puede ser de agradecer, como en el caso de esta 'Borderlands' cuyo juego en el que se inspira ni tengo el gusto de conocer, ni la película me ha hecho querer conocer. Una película vamos a decir bastante justita, plana y rutinaria que a bote pronto recuerda un poco a la infame 'Dragonball Evolution' de 2009. La comparación, lo sé, no es alentadora.
Tengo que decir que a mí me parece más decente que aquella, si bien tengo la sospecha (fundamentada) que la recepción de 'Borderlands' será, en líneas generales, la misma. Exagerada, pero no del todo inmerecida. Ahí está por ejemplo la estupenda adaptación de 'Fallout' de Amazon para reflejar las auténticas vergüenzas de la última película de Eli Roth, director al que sigo viendo más como el amigo de Quentin Tarantino que como, ejem, cineasta.
Y 'Borderlands' no me quita la razón, sino que me la da convirtiéndose ya de paso y muy a su pesar en un hermoso ejemplar de buena parte de los males de una industria como Hollywood; el principal, su confianza ciega en marcas cuyo trasfondo e idiosincrasia ni entienden ni se molestan en intentar entender. 'Borderlands' es un hermoso ejemplar de película que parece hecha por alguien como yo, que lo más que sabe del juego es lo que ha leído de él en Wikipedia.
La comparación con la citada 'Fallout' duele, por cuanto todo el suntuoso cariño que se aprecia en ella brilla por su ausencia en 'Borderlands', una producción de mínimos que vista sin pretensiones (y temiéndose lo peor) resulta vagamente entretenida. Aunque duela ver a Cate Blanchett malgastando su presencia en una película tan tonta, ramplona, impersonal y mecánica que parece un cruce barato y a lo pobre de por ejemplo 'Mad Max: Furia en la carretera', 'Valerian y la ciudad de los mil planetas', 'Serenity' y 'Guardianes de la Galaxia'.
Cuatro películas que ya gustarán más o menos, pero que están hechas con cariño, respeto, pasión, vocación... y talento. O al menos lo parecen, siendo que nadie puede dudar del talento de una Cate Blanchett que hasta parece sobresalir en 'Borderlands', en la que aún así no encontramos nada de valor. Nada que reseñar o recordar. Más de 100 millones tirados a la basura en una película que podría haber dirigido Albert Pyun en un fin de semana y por dos duros.
Y hubiera tenido más gracia que la de Jack Black. O algo de gracia.
Creo que más o menos ya queda claro, probablemente desde la mención de 'Dragonball Evolution'. A mí 'Borderlands', previa firma de un embargo 5 minutos antes, me distrajo. No me parece un absoluto desastre (aunque en esencia lo sea), tan sólo uno de tantos filmes cutrepijos dedicados a salvar los muebles de una casa a la que previamente han prendido fuego. Plana y apática rutina orgullosa de no cagarse encima cada vez que da un mero paso...
... aunque por oler, huela a mierda igual.
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