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Hay que mirar a Venezuela

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La semana pasada comenzó formalmente la campaña electoral en Venezuela. Más allá de una decena de candidatos nominales, esta elección se definirá entre dos bloques: el que sostiene al régimen actual, liderado por Nicolás Maduro, y el desafiante, que postula a Edmundo González.

Todas las encuestas, a las que es difícil creer demasiado en un país con un régimen autoritario y dictatorial como el que padece Venezuela hace muchos años, afirman que la candidatura de González debería arrasar en las urnas. Pero ahí está el eje del problema.

Venezuela no es una democracia. La candidata preferida por la oposición María Corina Machado, no puede competir en la elección, debido a manejos turbios del régimen que le impiden competir. También ha debido padecer el arresto de varios de sus más cercanos asesores, algunos de los cuales se encuentran hace meses asilados en la embajada argentina en Caracas.

Si Venezuela es una dictadura, ¿cómo es que hay elecciones?

La respuesta tiene que ver con el ahogo económico y político que padece el régimen de Maduro. En particular, el acoso sobre los negocios y cuentas en el exterior que mantienen los cabecillas de la dictadura, los han forzado a sentarse a una mesa de negociación con Estados Unidos y Europa, y prometer una elecciones justas y aceptar su resultado.

La realidad es que pocos creen que Maduro vaya a entregar el poder pacíficamente solo por haber perdido una elección. En la mentalidad de ese tipo de liderazgos, la voluntad popular no pasa de una consigna hueca, a utilizar cuando conviene, y descartar a los 10 minutos.

Pero, como bien decía María Corina Machado en una entrevista publicada por El País el pasado domingo, la situación de Venezuela es tan terrible, que el régimen empieza a tener fisuras. “El régimen no es monolítico, y su mejor apuesta es negociar”, dijo Machado.

Habrá que ver hasta dónde eso es verdad, y qué tipo de victoria arrolladora precisa la oposición para imponer una transición que logre encauzar al país en el camino de la democracia.

En este sentido, hay dos cosas relevantes a las que hay que prestar atención. Primero, cuál será la postura de las potencias globales. Porque si bien han ejercido una presión positiva para facilitar el regreso de la democracia a Venezuela, las necesidades energéticas que surgieron en Occidente tras la guerra de Ucrania, han hecho que muchos líderes pongan los principios a un lado, y legitimen ciertas posturas de Maduro, a cambio de ver fluir el petróleo venezolano.

En nuestra región, es clave la postura de gobiernos de izquierda como los de Brasil y Colombia. A diferencia de otros casos como el de Gabriel Boric, a quien nadie puede negar sus credenciales izquierdistas, pero que ha dicho las cosas como son en referencia a Venezuela, tanto Lula como Gustavo Petro han tenido un papel penoso en el proceso venezolano. Priorizando viejas coincidencias ideológicas, e intereses políticos de corto plazo, a cambio de sacrificar la libertad y prosperidad del pueblo venezolano.

En ese sentido, no es menor lo que ocurra en las elecciones en Uruguay. Yamandú Orsi no ha opinado del asunto (como de casi nada), pero su sector político tiene fluidos vínculos con el régimen venezolano. De los cuales ha sabido beneficiarse económicamente.

Asimismo, el referente en materia de política exterior de Orsi, el senador Caggiani, es un consuetudinario adulón tanto de la dictadura de Maduro, como de los designios en materia de política exterior de Lula y la estrategia de Brasil.

¿Será que este bloque de izquierda paleolítica apoyará a Maduro en caso de que se niegue a entregar el poder?

La situación de Venezuela, y de los venezolanos, bajo el régimen chavista, es por todos conocida. El éxodo de más de 10 millones de venezolanos, azotados por el hambre y el autoritarismo del proyecto del llamado “socialismo siglo XXI”, es notorio no solo por las noticias. Sino porque muchos de estos exiliados han recalado en nuestras costas, y es muy fácil cruzarse con ellos y que nos expliquen en carne viva lo que se padece en aquel país caribeño. Que pese a contar con todas las riquezas naturales imaginables, vive en una espiral de derrumbe económico sin parangón en la historia reciente de la civilización.

Lo que pase en los próximos meses en Venezuela, no solo será clave para estabilidad de la región. Sino que hablará mucho sobre los principios democráticos de mucha gente y de muchos líderes.

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