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"Apuestas en línea son la nueva droga de los menores de edad" advierte la psicóloga argentina Débora Blanca

Invitada por Fundación Agentes de Juegos Oficiales del Uruguay, la profesional especializada en ludopatía, dictará un taller en Montevideo.

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Adolescentes.
Adolescentes en sus redes sociales.
Foto: Freepik

Hace más de 20 años que la psicóloga argentina Débora Blanca —egresada de la Universidad de Buenos Aires— se dedica a ayudar a ludópatas.

Hoy su experiencia se transmite en talleres, libros y conferencias. Argentina, España, Italia, Polonia y también Uruguay son algunos de los destinos que ha visitado para alertar sobre una problemática que no solo crece, sino que engancha a personas jóvenes, incluso menores de edad.

“Cuando empecé a escuchar lo que vivían estas personas y sus familias, no sabía si realmente estaban hablando de su vida o si me estaban inventando una película, no lo podía creer”, recordó.

La psicóloga argentina Débora Blanca.

Las cifras de las que hablaban la sorprendieron, no solo en el monto apostado o de dinero perdido, también en la cantidad de horas, días, meses y años que le dedicaban al juego y no a otras actividades.

“Empecé a leer, a investigar y publiqué mi primer libro, voy por el cuarto. Me interpela el hecho de entender por qué las personas deciden perder porque —cuando el juego deja de ser algo lúdico y pasa a ser un problema— pierden todo”, dijo.

“Trabajo y trabajé con personas mayores de 18 años, que buscaban ayuda tras perder en la máquina tragamonedas o con el juego, en un casino o en un Bingo. Pero a partir del año pasado, empezaron a comunicarse conmigo instituciones de secundaria”, señaló. La alerta se encendió cuando Blanca constató la nueva realidad: los menores de edad juegan en línea, donde ni siquiera se les pide que comprueben su identidad.

“El 80% de los pibes de Argentina apuesta en sitios ilegales, ni siquiera les piden un DNI, para jugar no tienen que hacer ningún esfuerzo. Lo único que les piden que transfieran dinero desde una billetera virtual y empiezan a apostar”, advirtió. Y si en un par de días el joven no apostó, vía whatsapp, se encargan de recordarles que lo extrañan, le regalan un bono para que vuelva y juegue con menos plata o por más tiempo”, resumió.

Aunque los menores de edad tienen prohibido apostar o jugar en línea, la realidad es que Blanca atiende a jóvenes de 15 o 16 años, que llegan con deudas de juego.

“Esto es inaudito. Llegan con deudas y con toda la angustia y la vergüenza de estar endeudados, de haber robado los ahorros de los padres, de haber vendido objetos de la casa, es decir, hacen lo mismo que hace un adicto a cualquier sustancia. El juego online es la nueva droga, droga en el sentido de que altera el funcionamiento de una persona”, señaló y remarcó que no todas las personas que juegan son ludópatas, sino que hay jugadores sociales. Blanca lo equipara con el alcohol, “hay quienes toman cuando salen a comer con amigos, la bebida acompaña pero no es un problema.

“La ludopatía tiene que ver mucho con los duelos patológicos, con personas que no aceptaron que perdieron algo significativo en la vida. Porque cuando uno pierde a alguien o algo, debe hacer un proceso de duelo, aceptar que uno perdió eso y, en algún momento, dar vuelta a la página. Y hay personas que se quedan a mitad de camino”, sentenció.

“El ludópata, lo que más dice es: perdí, perdí, perdí. Pero lo tóxico no es el objeto, porque sin el juego esas personas se harían adictas a otra cosa. La clave es que la persona entienda por qué se daña. Puede dejar de jugar, pero el adicto necesita un tratamiento para recuperarse y poder entender qué le pasó y qué lo llevó a dañarse como se dañaba”, explicó.

En los grupos de ayuda, los jugadores repiten que un ludópata tiene como destinos posibles la cárcel o el cementerio. “Yo agrego que hay otro: la recuperación”, dijo esperanzada.

“En Argentina la ludopatía empezó a crecer cuando el país se llenó de bingos y casinos. A medida que el juego se acercó a los barrios, se hizo transversal. Imaginate ahora con el celular”, advirtió.

Si en el casino, los jugadores usaban pañales para no alejarse de una máquina, con el celular el juego es de continuo. “Se multiplica la cantidad de idiópatas”, dijo.

“El juego también es un negocio, como tal debe estar reglamentado, porque algo muy distinto es abrir la posibilidad de que cualquier chiquilín esté jugando”, manifestó.

En su opinión, “un marco legal asegura garantías, un negocio que se hace con conciencia, posición ética y un Estado presente, que regule, legisle y ponga condiciones”.

“En un casino o un bingo, uno sabe quién es un jugador social y quién es un ludópata. Basta hablar con los empleados, todos los conocen”, reflexionó.

“¿Pero en el celular? Lo que ves, es a tu hijo jugando jueguitos, por eso los adultos deben estar atentos”, aconsejó quien el próximo 16 de julio dictará un taller —para público general y psicólogos— donde tratará temas como: ludopatía y su contexto actual, qué sucede con los jóvenes y la tecnología, cuáles son las estrategias para la prevención y la recuperación.

Los signos que deben atenderse en familia.

El juego no es responsable ni irresponsable. La diferencia está en quien juega, si lo hace de un modo responsable o lo hace de uno patológico”, expresó la psicóloga Débora Blanca en una campaña de prevención que impulsa la Fundación Agentes de Juegos Oficiales del Uruguay.

Desde 1980, la ludopatía forma parte del Manual de psiquiatría, donde se inscriben todas las patologías de la salud mental. La adicción a los juegos está dentro del grupo de las adicciones comportamentales. Mientras que el jugador social hace un cálculo de cuánto dinero puede apostar o de cuánto tiempo quiere destinarle al juego, el ludópata pierde dinero, tiempo de vida, vínculos, el interés por el trabajo, por el estudio.

“El primer síntoma de detección es en la familia y tiene que ver con movimientos de dinero, o hay menos del que había o, por ejemplo, el ludópata dice que no cobró el sueldo o que le robaron. No puede decir dónde está el dinero o de repente aparece con mucha plata”, enfatizó y llamó a prestarle atención al asunto.

Otro síntoma son los cambios en el estado de ánimo. “A medida que pierde, ya no sabe de dónde sacar el dinero, se lo nota preocupado, desesperado, triste, enojado o contesta mal”, ejemplificó.

El momento crucial ocurre cuando alguien de la familia se da cuenta de que existe un problema con el juego y decide pedir ayuda. “La familia es fundamental para tratar todas las adicciones, difícilmente haya recuperación si no se involucra y no se arma un dispositivo terapéutico para contener la situación”, concluyó.

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