La aprobación de una farsa electoral tan grosera, o el silencio ante semejante estafa, implicarán complicidad con un régimen que intenta imponerle el terraplanismo político.

Era la crónica de una renuncia anunciada. Desde el naufragio en el debate, la posibilidad de que el presidente Joe Biden deje la candidatura creció velozmente.

Creer que el color de piel o la etnia establecen escalas de inferioridad es una forma cruel de la imbecilidad humana.

Los gazatíes entendieron que son la carne de cañón de la estrategia de Hamás. Una estrategia tan criminal que los bombardeos de Israel.

Más allá del ardor en su oreja herida, a Trump el demencial ataque le dio la mejor foto de campaña. Hilos de sangre sobre su mejilla y su cuello, pero en pié.

Que el Pacto de Mayo se haya firmado en julio le da un aire a película de los Monty Python, mientras que las escenas de Camboriú que lo antecedieron tienen un toque de sketch de Capusotto.

Falta ahora que Macron elija como primer ministro a Hollande u otro del Partido Socialista, pero no al líder de La Francia Insumisa.

Javier Milei decide actuar como si el Mercosur no existiera, sólo porque a él no le gusta ese espacio de integración comercial.

Lo mejor para el notable capítulo de Biden en la historia es apartarse y no ser derrotado en las urnas por el ególatra conservador al que él sacó de la Casa Blanca.

WikiLeaks nunca perforó los blindajes informáticos de China y de Rusia, que esconden infinitud de muertos en el placar.