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EL NACIMIENTO DE LA (UNIVERSALIDAD) UNIVERSIDAD

«Ningún asunto puede emparentar la Virtud con la Gloria: prosapia de la iniquidad que prospera en la incesante contienda entre los seres que creímos racionales y humanos, víctimas de pertrechos que adquieren en armerías primermundanas y de una agitación doctrinaria ininteligible para la mayoría» (Alberto JIMÉNEZ URE)

El espurio nacimiento de la (¿«universalidad»?) Universidad que ya «supura» «Ningún asunto puede emparentar la Virtud con la Gloria: prosapia de la iniquidad que prospera en la incesante contienda entre los seres que creímos racionales y humanos, víctimas de pertrechos que adquieren en armerías primermundanas y de una agitación doctrinaria ininteligible para la mayoría» «Antes de mi escisión física, jamás lo ocultaría: conf[i]eso haber sentido infinito amor intelectual por la casa de estudios superiores en la cual transcurrió gran parte de mi vida, universidad en cuyo sello está inscrito: El temor a Dios es el principio de la sabiduría [Initium sapientiae timor Domini]. Igual admito mi reproche a las manipulaciones de diócesis que distorsionarían ciertas categorías filosóficas como: la Libertad, Equidad, Fraternidad, Auxilio, Humildad, Veneración, Misericordia, el Perdón y la Paz entre los seres humanos. Durante el alba de su existencia, aparte de instruir, fue acomodaticia: con el Pudendo y de Facto Poder Militar, con el de la Sociedad Civil Pudiente y el Clerical Aristocrático e Inquisitivo: prejuzgó, persiguió para dar captura a presuntos impíos, enjuició y dio muerte. Ello la estigmatizaría tanto que logró colocar la Verdad en territorio cenagoso y donde el cultivo del conflicto es de altísimo celsius» Por Alberto JIMÉNEZ URE A las «Letras» y «Ciencias» se debe el nacimiento de la «Institucionalidad Universitaria». Empero, en el curso de la Era Postmoderna, la primera de las mencionadas es, con sevicia, preterida en tiempos de fascinación por las tecnologías. Qué no decir del socialmente «depreciado» [por la monstruosa «plus valía»] oficio de «Artista». Ello aun cuando algún erudito [profeso de la «prolepsis»] pudiera enervarse y decir que las «Letras», las «Ciencias» y «Artes» conforman la «tríada» de la cual en la Antigüedad Platón [428-347 a. C., junto a quienes en su rededor discernían en el gimnasio de un presunto héroe de la Épica llamado Academo] se basó para dar forma conceptual a la «Academia» [39]. «Mea sententia est»: la Universidad no mereció un Acta de Nacimiento Espurio, como la tuvieron la Historia, Política y Ejército. El empuje y pugilato intelectual entre los profesos de la epiqueya tuvo propósitos y consecuencias gravísimas, como el agravio a los anónimos hacedores a causa de la «legitimación» [ya transmutada durante siglos] de lo que conocemos como «Universidad»: quiero decir, se impuso el «unus-versum» [40] de Platón y sus discípulos o veneradores que no se sabe si más enamorados del «¿púgil?» o «gladiador» de esa especie de histriónica arisfofanesca que divertía a los atenienses [1] que de la Sabiduría. El Hombre ha sido más proclive a fatigar su ocio en canchas deportivas, convites dionisíacos y espectáculos circenses o sangrientos que a procurarse conocimientos. En ese írrito y cesáreo parto de la «Academia», Sócrates (470-399 a. C) no fue el epistemólogo del ungido «Filosofo de Oratoria» (al cual simuló admirar) ni hacedor de una Doctrina Personal, sino explícito «apógrafo» y redactor de textos con discursos o discernimientos «apocryphus» que atribuía al ya fenecido Platón. Mediante «Dictata o Dictatorum», arrogándose aires de «prolixus» o «Proiectus» (individuo próspero y prominente), publicó las lucubraciones de su maestro titulándolos Diálogos. La Institucionalidad Universitaria tuvo, infaustamente, un nada dignísimo advenimiento: y lo afirmo visto que, en su profundo, de «unus-versum» procede. Fue anatemática (instrumentos para «persecuciones» y «excomuniones», pero, con excesiva diligencia acudía a los llamados de la Corte del Rey: a quien, por paga, divertía con bufonadas [2] y también revelaba sus secretos científicos o premoniciones de la demencia alcohólica. Todavía, quien tiene «El Conocimiento de lo Oculto o Cábala» es reticente al instante de instruir y encofra la fórmula para la preparación de la pócima o dopamina que provoca la Gnóstica e Intelectual Euforia que tan infinitamente place y a la Civilización corroe como el salitre. Hasta los novísimos (engendros) «intellegit» de la «Ocultación y Sepultura de lo Oculto» que estaban por venir se apartaron y refugiaron en abadías, desiertos, cuevas o inhóspitas zonas montañosas. Mucho más tarde, prorrumpirían los de «Esvástica Comunicación» de la «Masonería» y otros: como los «templarios» y «pravos Ops» del Estado del Vaticano con la figura de The Pope of Deus Filius) A la «Universidad» no concedo la inflexión semántica de universalidad, que, por uso y costumbre, se asocia a la majestad presunta de una corva institución con instructores falaces y fraudulentos epistemólogos que dictaban la verdad «libementum» (sería mejor que descartásemos el término Universo para describir al «Cosmos»: mi moción es que mejor llamémoslo Helios). La «pluri-versión» es la necesaria antítesis fenomenológica de los más exactos fundamentos universitarios. Quizá por ello, en cátedras humanísticas, la «Vandálica Doctrina de Estado» ha logrado imponerse. Se han inexplicable, inexcusable y hasta imperdonablemente difundido y apoyado ideas que lesionan los «Inabolibles, Inalienables y de Helios Derechos Humanos». La Universidad debería ser un claustro para la pluri-versión del Conocimiento, y llamarse Luxquo («Luzguía»). Un lugar donde se defienda y custodie, con vehemencia, la Lógica: fundada en el Librepensamiento, Instrucción, discernimiento y discusión. En esas «perennis» categorías filosóficas Inmanentes, Inmutables y de la Razón. Amo a una todavía hipotético Claustro Mater que, personalmente y a partir de ahora, llamaré Luxquo. Es y será la «Luxquo institucionalidad» para el desarrollo de las Letras, Artes, Ciencias y Tecnologías que blindarían a la Humanidad de los «letales» y sus franquicias transnacionales que fomentan genocidios y propenden a criminar la diversidad de creencias políticas o cultos religiosos: que asumen, mediante fábricas de armas de guerra y la redacción de compendios apologéticos de inimaquillables delitos, el exterminio y segregación de la disidencia que desacata la «Non Iustitia» de forajidos con mando. A causa del insólito alejamiento de los académicos en perjuicio de la Sociedad Civil Progresista, del Proletariado (al cual morbosamente denigra) y de su igual distanciamiento de la Iconoclasia, cobarde el Claustro Mater eligió tener una «Representatividad de Estado» basada en la servidumbre frente a las espadas. Eso que fue Universidad, aun cuando de bastardo origen, ya ha sido severamente herida de muerte y «supura». Es de la «Fraternidad», «Socorro», «Misericordia» del «Conocimiento» y la «Libertad» mampara de eclessia y no el Palacio de Castalia y Castálidas. NOTAS.[41] Entre los adoradores de Platón o Aristocles hubo numerosos efebos, hijos de adinerados e influyentes en el gobierno de Dionisio II, a quien fallidamente tutoró en estudios filosóficos (370-360 a. C.) porque al tipejo la «Dictata Aristoclesca» no cambió su comportamiento. [42] Innecesariamente convertibles en truhanes, los sabios de la Antigüedad eran soberbios con el descalzo: empero rastreros y cómicos para el agrado de reyes e ignorantes cortesanos.