Luisa González-Reiche
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Cultura de Guatemala, cuarta época: año XLI, vol. II, julio-diciembre de 2020: 47-62
María Zambrano: De una práctica poética a una
práctica pedagógica
Luisa González-Reiche1
Resumen
Este ensayo sigue la pista de la reflexión acerca de una práctica poética en la
obra temprana de María Zambrano, específicamente en sus obras Filosofía y
poesía, El hombre y lo divino y los ensayos reunidos en Hacia un saber sobre
el alma, para revelar su relación con lo que podría considerarse una práctica
pedagógica encarnada. Más que desarrollar un análisis de las afirmaciones de
la filósofa española acerca de la pedagogía, se busca identificar las aperturas
generadas por sus planteamientos, como ella misma lo ha hecho con la
música, la pintura, la poesía y la filosofía, y a partir de ello posibilitar una
práctica crítica y decolonial.
Palabras clave: poesía, pedagogía, localización, decolonialidad, transdisciplina
1
(1982). Educadora y artista. Estudió arte y diseño en el Art Institute of Philadelphia y un BA en Historia del
Arte. Es licenciada en Psicopedagogía y Educación. Posee un posgrado en Neurociencia Educativa y una
especialización en educación a través del arte en la Escuela de Posgrado en Educación de la Universidad
de Harvard. Ha realizado estudios de maestría en Historia y Filosofía. Cofundadora y editora de la revista
de arte y arquitectura RARA. Fue coordinadora académica y docente en la escuela de fotografía La
Fototeca. Ha publicado artículos académicos y columnas en diversos medios, tres guías pedagógicas sobre
enseñanza a través del arte y una guía para la incidencia política desde estrategias creativas. Ha diseñado
programas de mediación artística para centros culturales y museos locales y en el extranjero. Su trabajo
teórico y artístico versa sobre prácticas situadas, pedagogías críticas/decoloniales, nuevos materialismos
y narrativas multiespecie. Catedrática universitaria de Pedagogía, Teoría de la imagen, Metodología de
la Investigación y Filosofía. Participa de revisión ciega a nivel académico y en publicaciones artísticas
internacionales. Ha estado a cargo de visionados de portafolios, entre ellos el del festival FotoRio (Brasil).
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Especial sobre María Zambrano
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La amplitud y complejidad del pensamiento de María Zambrano puede tanto
emocionar, con una intensidad capaz de tocar de las entrañas, como abrumar
a quien se adentra en su obra. En diálogo con tradiciones filosóficas, artísticas
y míticas occidentales y orientales, sus reflexiones y difracciones2 escapan a
la categorización. Por lo mismo, moverse en su obra no es fácil. La riqueza
metafórica de sus escritos genera aperturas para quien no es presa de la lógica
racional moderna, expresiones que se presentan como llamados en forma de
destellos que deben seguirse persiguiendo sin pretender nunca capturarlos o
pretenderlos solución o respuesta, algo que fácilmente pueda convertirse en
doctrina. Ella misma escribe: «He preferido la oscuridad que en un tiempo ya
pasado descubrí como penumbra salvadora, que andar errante, sola, perdida,
en los infiernos de la luz» (Zambrano, 2019a, p. 13).
Adentrarse en Zambrano y su logos subterráneo implica suspender el
impulso de un hacer sentido pues el enigma –la vida en su profunda oscuridad,
la que trasciende al concepto– se presenta como resistencia a la luz cegadora
de una verdad construida, forzada, esa que es más justificación que revelación;
claridad que «destruye el enigma» (Zambrano, 2012, p. 64). En ese sentido,
su pensamiento no se cierra en afirmaciones o reflexiones (como reflejos de
lo mismo) sino se abre a nuevos espacios y posibilidades de pensar; entrar
en la realidad, hacerle fisuras al silencio, generar una activa pasividad, una
imaginación creadora, la razón poética.
Lo que el pensamiento de María Zambrano nos revela surge como reacción
a lo que ella misma señala como la crisis de la modernidad. Es esta crisis la que
produce la necesidad de un abrirse a pensamientos-otros y con ello a la alteridad
que la tendencia totalizadora del pensamiento occidental ha ocultado.
2
El concepto de difracción, planteado por el nuevo materialismo feminista va más allá de la noción de
reflexión como fenómeno físico y como metáfora propia de la epistemología occidental. Mientras que la
reflexión se refiere al reflejo y por ende al ejercicio interno del sujeto de conocimiento (en una posición
considerada externa y neutral) que busca capturar lo que busca conocer tal cual es, la difracción, como
la luz que atraviesa un prisma, parte de la realidad de que la materialidad nunca es fija o estable y por
ende no puede ser capturada objetivamente, sino que esta siempre está en proceso de transformación,
flujo y diferenciación. Lo mismo sucede con el pensamiento, uno que al pasar por el cuerpo de quien se
enfrenta a este (siempre situado, influido e influyente) se descompone en múltiples posibilidades y genera
diferencias. Véase Karen Barad (2014) y Donna Haraway (1999). De manera similar, Zambrano se refiere
al enigma no como algo capturado en el lenguaje, las ideas o los conceptos, sino como realidad que exige
ser desvelada, como un llamado que requiere atención pero que no puede reducirse al discurso filosófico.
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Reconoce así que no existe una sola manera de hacer filosofía, un
solo método o sistema capaz de capturar la amplitud y complejidad de la
(pre)existencia3. Nos habla así de una práctica ética del pensamiento, uno
que no puede seguir rigiéndose por una sola epistemología. Y si bien su
pensamiento está situado en un contexto y momento histórico del que la
autora es enteramente consciente no se queda atrás en el tiempo y su lente
resulta relevante en otros tiempos y contextos atravesados por otras crisis
políticas y sociales e incluso espirituales, como la actual. «Una de las más tristes
indigencias del tiempo actual es la de metáforas vivas y actuantes; esas que
se imprimen en el ánimo de las gentes y moldean su vida» (2019a, p. 81),
escribe la filósofa en los años cuarenta del siglo pasado. Hoy, que estamos
sumergidos en un capitalismo avanzado caracterizado tanto por el desarrollo
acelerado de la tecnología como por la crisis climática resultante (que a su
vez afecta principalmente a las poblaciones más vulnerables en los países
atravesados por la herida colonial) esas metáforas vivas y actuantes se hacen
urgentes, sobre todo para abrirnos a otros saberes capaces de nutrir nuestra
posibilidad de imaginar otros mundos posibles, y encaminarnos hacia ellos
sin caer presas del afán que las crisis pueden imponer. Como escribe la autora,
y a modo de cautela: «No parece demasiado necesario justificar que creamos
estar viviendo en crisis; es ya un lugar común de nuestros días, y como tantos
lugares comunes nos hace correr el peligro de que resbalemos sobre él, sin
adentrarnos» (2019a, p. 121).
La práctica pedagógica, como práctica constitutiva de saberes que
guían otras prácticas, resulta un espacio fundamental para la generación
de aperturas a otras realidades. No obstante, la disciplina educativa ha sido
moldeada por la misma razón moderna occidental que Zambrano cuestiona.
Es por ello por lo que su crítica resulta imprescindible. A lo largo de su
obra, en la que puede verse la puesta en práctica de una resistencia a la
transparencia y universalidad del saber pretendida por la filosofía moderna,
3
Zambrano piensa la existencia desde una especie de ontología relacional y por ello plantea que la
existencia como tal surge: «De la pretensión de ser por separado [que] deslumbra y ofusca al individuo
naciente que, sin ella, sería como la aurora». El «obstinado sólo [sic] en existir» descubre solo una libertad
inmediada y «la usa como coraza». Es una libertad «que no se comparte» (Zambrano, 2019, pp. 40-41).
La preexistencia, en cambio, tendría que ver con la dimensión del oscuro sentir, con un a priori humano
similar al Deus sive natura de Spinoza.
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es posible identificar la aparición gradual de múltiples grietas4 –la manera
como el ejercicio mismo del sentido pensar de la autora se va difractando–;
aperturas que nunca alcanzan un final, que no se han establecido previamente
cual metas o propósitos concretos, que existen ya para seguir reverberando.
En la práctica de la que estas posibilidades se derivan es posible identificar
movimientos clave a partir de los cuales considerar no una metodología como
estructura –siempre ejercicio de poder–, sino como dice la misma autora,
un catecismo o manual5 pedagógico, su método como camino de vida. Así,
en textos como Filosofía y poesía (2019b), Hacia un saber del alma (2019c)
y El hombre y lo divino (2012), María Zambrano parte de la observación
participativa de lo que podemos llamar una práctica poética –incluso en
general artística– en la que es posible encarnar los saberes y habitar un proceso
performativamente, interrumpiendo los mandatos epistemológicos y por ende
pedagógicos de alcanzar fines establecidos desde una posición privilegiada
con respecto a los otros, el mundo y los fenómenos de estudio. Estas son en
gran parte las bases sobre las que se irá constituyendo a lo largo de su obra
su razón poética, una práctica afectiva y localizada que va más allá de las
fronteras disciplinares; es, si se quiere, transdisciplinar. La misma Zambrano
diluye los límites tradicionalmente creados entre misticismo, poesía, ciencia y
filosofía. Es un espacio y una experiencia ético-epistemológica donde el saber
se revela, no se impone, pues cada cuerpo involucrado tiene voz y participa
de una negociación transversal abierta, dada, a la vida, desde una «mirada que
contempla y no [una …] palabra que interroga»6.
4
Se hace referencia aquí a las grietas como las propone Holloway, quien escribe que: «Las grietas son de
muchos tamaños diferentes. Su esencia es la lucha por la dignidad, es decir, la lucha por negar-y-crear,
de negar el mando del capital y crear relaciones sociales alternativas, otras formas de hacer, la lucha
por negar el poder sobre del capital y por desarrollar, social y conscientemente, nuestro poder-hacer. El
mundo está lleno de estas dignidades, de grietas que se van extendiendo». Holloway, J. (s. f.). Grietas de
la dominación capitalista: Unas tesis sobre la Revolución. Instituto de Investigaciones Sociales, BUAP.
5
«[Los pensadores de inspiración pitagórica] hacen “catecismos” o “manuales” porque el método que
ofrecen no es sólo [sic] de la mente sino de la vida; la vida toda es camino de sabiduría». Zambrano, M.
(2012). El hombre y lo divino. México: Fondo de Cultura Económica (p. 86).
6
Zambrano, M. (2012). El hombre y lo divino. México: Fondo de Cultura Económica (p. 100).
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Los límites de la razón occidental y la institución educativa
La crítica al pensamiento occidental desarrollada por Zambrano señala que
este puede ser entendido como un proceso de racionalización de la realidad,
responsable de la constitución de estructuras de poder generadoras de desigualdad
y la sujeción de unos a otros. Como lo plantea en Persona y democracia:
El hombre al afirmarse a sí mismo ha tropezado consigo mismo, se ha
enredado con su propia sombra, con su propio sueño, con su imagen;
el sueño de su poder y aún de su poder llevado al extremo, convertido
en absoluto (Zambrano, 1996, p. 77).
En la búsqueda de respuestas y el deseo de hacer sentido de su propia
existencia, el sujeto de conocimiento occidental, concebido como tal, se ha
colocado a sí mismo en una posición que creía capaz de brindarle una mirada
de águila del mundo para acceder desde allí a este de manera organizada,
capaz de verlo y capturarlo todo; hacer de la complejidad de la vida misma
una sola ruta fácil de acceder y recorrer. Como lo habría planteado Rousseau,
esta noción partía del imaginar una sociedad transparente y fácilmente
legible, sin sombras, sin umbrales que atravesar. Esa mirada omnipresente
del conocimiento desde su concepción occidental se caracteriza entonces
más que por su saber, por su poder de mirar: nada se le escapa, nada queda
fuera. Como escribe Zambrano, «la filosofía ya en su comienzo fue la
ruptura del Misterio […]. Y la misma filosofía ha adquirido conciencia de
su superficialidad, que no es distinta de su universalidad y de su principal
virtud: la transparencia» (2019c, p. 87).
Esa posición distante y a la vez totalizadora ante el mundo y los otros es
la que le dará forma, desde la epistemología, a la educación como disciplina
–un dispositivo disciplinario cual panóptico que observa, organiza, clasifica
y excluye, como lo señalará Miche Foucault7, en el proceso de formar–. Es
esa posición, alcanzable solo por medio de la capacidad racional humana,
7
«El poder produce; produce realidad; produce ámbitos de objetos y rituales de verdad. El individuo y el
conocimiento que de él se puede obtener corresponde a esta producción» (Foucault, 2008, p. 225).
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la que guiará desde la modernidad capitalista el desarrollo de dispositivos de
producción de verdad8. Y una vez establecida la norma oficial del pensar por
excelencia humano, es posible catalogar el no pensar y lo no humano. Es allí,
en ese espacio marginal, donde habitan las emociones y las experiencias más
radicalmente distintas y únicas: un espacio de subalternidad al que Zambrano
será capaz de acceder y desde el cual desarrollará su pensamiento.
A esa tendencia a la ipseidad de un pensar racional Zambrano contrapone
la actitud del poeta. Una de las características de la práctica del poeta, escribe,
es la sorpresa, una que «nos preserva de la “obviedad”, de considerar como muy
natural y obvio lo que aparece tan luminosamente, que es uno de los peligros
en que podemos caer con lo que se adelanta a recibirnos, y nos hace el regalo
de su presencia; que no advirtamos su gracia, la generosidad de su donación»
(2019b, pp. 27-28). Así, la filósofa nos propone que es detrás del saber, ahí
donde podemos ser capaces de atender a los saberes excluidos donde realmente
se puede acceder a la realidad, un acceso, claro está, nunca lineal ni transparente
pero capaz de rehuir a ese «logos [que] quedaba situado más allá del hombre y
más allá de la naturaleza, más allá del ser y la nada» (2019b, p. 17).
La manera como están organizadas las instituciones educativas en todos
sus niveles, sus contenidos, sus métodos y sus prácticas continúan hoy dándole
primacía a la racionalidad como fue entendida y creada por el pensamiento
moderno occidental y su lógica colonial. Ese proceso de racionalización que
se asume motor de la historia se traslada así al proceso de desarrollo del ser
humano, desde su infancia, quien pasará gradualmente de un estado de menor
posibilidad y agencia a uno de autorregulación, plena conciencia y agencia
gracias a su razón. Se traza así una línea recta o una serie de peldaños que dirigen
a los sujetos, concebidos como individuos en ese desarrollo. «La existencia
humana individual, va a tratar de abrirse paso no de un modo cualquiera sino
sencillamente como fundamento de toda realidad» (2019b, p. 70). De ahí que
exista una tendencia a la infantilización del otro, considerado no racional o no
capaz a partir del criterio de lo civilizado, es decir, la normalidad; mientras, a los
niños les queda prohibido desde el inicio el juego como primer acceso al mundo.
8
cfr. Michel Foucault (2006).
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«Pedir razones es siempre darlas, pedir que se acepten las razones propias»
(2019c, p. 73), anota Zambrano. Este proceso produce también un alejamiento
del educando de su ser situado y ensamblado en el mundo y con otros, y
también a un alejamiento del propio ser como cuerpo. «Separado de la locura
de la carne, del engaño de las sombras, el filósofo recobra su naturaleza, la
verdadera naturaleza humana. Naturaleza que no se posee […] sin esfuerzo
ni violencia» (2019b, p. 53). En Guatemala, la institución educativa es un
espacio más en el cual se ejerce el racismo estatal, aun cuando los programas
integran a sus contenidos conceptos como inclusión y multiculturalidad.
Es necesario, desde la institución educativa, que el educando salga de su
medio y se introduzca en otro, que lo formará acorde a la visión del discurso
hegemónico, cada vez más enfocado en la profesionalización. El proceso
educativo se encuentra en su mayor parte9 no solo alejado de la realidad en
la que se desenvuelve, con toda su complejidad, sino, como se ha señalado,
desencarnado, algo que está ligado al concepto científico de la objetividad.
Como lo subraya Zambrano, «el “filósofo” todavía no puede aceptar que algo
existente sea conocido más que por su inmediata presencia» (2019b, p. 35)10. Es
en la búsqueda de la objetividad científica –la posición neutral y privilegiada
en la que se coloca un sujeto de conocimiento o investigador– que se produce
una simplificación de los fenómenos del mundo y de los otros humanos y
no humanos11. Dicha objetividad se contrapone a una subjetividad, cargada
de emociones, deseos, historia y relaciones que pueden interrumpir la
transparencia del proceso de conocer. En su obra, Zambrano ya vislumbra las
limitaciones de ese proceso de abstracción:
9
Cabe aclarar que la generalización realizada aquí sobre la educación se refiere a las instituciones educativas
formales que incluyen a la educación estatal y la educación privada en el caso de Guatemala y dejan
fuera otros esfuerzos realizados en los márgenes. A esas otras prácticas, críticas y desarrolladas desde
imaginarios no occidentales es las que en este ensayo se nombran pedagogía o prácticas pedagógicas.
Mientras que la educación es una institución, la pedagogía es una práctica.
10
Las comillas inglesas son mías. Es posible pensar a ese filósofo como científico en su forma más
estrictamente disciplinar.
11
El problema de la objetividad en la ciencia moderna occidental y en los instrumentos científicos y
tecnológicos contemporáneos han sido ampliamente analizados y criticados por la epistemología feminista
y la crítica decolonial. Más que desarrollar un análisis exhaustivo de este punto, me interesa rescatar
aspectos propios de la lógica occidental que fundamentan la práctica educativa y cuyo cuestionamiento se
relaciona con la crítica de Zambrano a la filosofía tradicional.
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No hay razón para que algo sea independientemente, para que algo
se aparte de todo y rompa su armonía. No hay motivo para que sea
concedida la existencia a nada determinado, y el que algo exista es ya
una injusticia. Porque todo ser algo, significa ser a costa de algo; ser a
costa de que otro algo no sea (2019b, p. 29),
Escribe, y enfatiza con respecto a lo que podemos pensar hoy en términos
de las limitaciones de la ciencia como disciplina privilegiada o única en el
proceso de la construcción y difusión de saberes:
En el orden del conocimiento se quiere encontrar la fundamentación
de la ciencia, es decir, del conocimiento que ya se posee, pero que por
lo visto no es bastante el que se posea, si no se posee desde su última
raíz. Se trata, realmente, de un conocimiento ambicioso. Pues, en
realidad, llegar a la fundamentación del conocimiento, es tanto como
saber de las cosas lo que se sabría si se las hubiese creado. Es conocer
desde la raíz misma del ser. Es conocer absolutamente (2019b, p. 70).
El punto no es, sin embargo, que la ciencia como un todo sea problemática
–de hecho, ha sido demostrada su efectividad como método de conocimiento
en muchas instancias– sino que se considere como la única y que, como sistema,
siga en gran parte guiada por la noción moderna de racionalidad, objetividad y
universalidad. Como apunta Zambrano, es «como si existiera un solo hombre»12
porque «el hombre moderno se ha acostumbrado a situarlo todo en su historia
individual, en la historia que le hace individuo» (2019c, p. 69). La clave está
aquí tanto en la crítica de aspectos de su método como en el hecho que se
privilegia a costa de otros métodos de constitución y difusión de saberes, a costa
de epistemologías-otras, que, como se ha mencionado, pasa por un proceso de
deshumanización de quienes las producen, lo que impide que el conocimiento
sea posible; conocimiento entendido como adentramiento y experiencia plena
de la vida humana, siempre situada, encarnada, relacional y en devenir. Esto
es lo que perdemos de vista cuando nos sumergimos, desde la educación, en el
«esfuerzo afanoso por esta captura de algo que no tenemos y necesitamos tener,
12
Zambrano, M. (2019a, p. 32).
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con tanto rigor, que nos hace arrancarnos de aquello que tenemos ya sin haberlo
perseguido» (2019b, p. 18). Las disciplinas que nos prometen el acceso directo al
mundo concreto, a la esencia del ser, las explicaciones causales de los fenómenos
como leyes universales, la cuantificación de todo evento, su sistematización,
rechazan todo aquello que no permite acceder a ello, lo que nos desvía, como las
emociones, las pasiones, los afectos, la metáfora, y la propia vida.
El proceso educativo como captura de la realidad de manera racional y
simplificada, desde una sola posible ruta ignora la riqueza de otras formas
de ser, saber y sentir –ignora la afectividad y la materialidad en general– y
construye una sola posibilidad, sigue siendo un espejo en el que se refleja
la mismidad del hombre blanco occidental desde el cual fue constituida la
mera noción del saber filosófico moderno. Como dice Zambrano: «El hombre
busca verse, y vive en plenitud cuando se mira, no en el espejo muerto que
le devuelve la propia imagen, sino cuando se ve vivir en el vivo espejo del
semejante» (2012, pp. 286-287). Esa fuerza totalizante de la razón moderna y
colonial no es capaz de ver más que hacia sí misma, de contemplar su propio
reflejo; pensamiento que se enfoca en «darse a sí mismo el nombre. De ser él
mismo su propio creador» (2019b, p. 94). Es un saber que:
Ha nacido con la pretensión […] de decidir, de definir realidades que
serán así de por siempre. Y claro está que no se podrá vivir lo mismo
si tal realidad resulta definida de un modo o de otro. Más todavía, si
entra a formar parte del territorio de lo definible o si se queda vagando
a sus puertas como alma en pena (2012, p. 78).
Esas almas en pena, los saberes-otros –cosmogonías o epistemologías no
occidentales– quedan entonces subyugados, excluidos desde el inicio y con
ello quienes los producen. Sus prácticas y sentires no tienen cabida en la
institución educativa sino como símbolos u objetos congelados en el tiempo,
como objetos de estudio que «si se recuerdan pueden parecer ecos arcaicos,
curiosidades, arqueología. Si aparecen en vivo es con la modesta vida del
folklore, forma de existencia anónima, dispersa y asistemática, en períodos
como este de la cultura occidental, en que lo visible es tan aplastante que sume
en la sombra más opaca a lo que con ella no se aviene» (2019c, p. 83).
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Esa división entre el sujeto y el objeto, lo racional y racionalizable y lo que
no lo es, entre tantas otras oposiciones binarias del pensamiento occidental
moderno, para Zambrano tiene sus orígenes en el divorcio entre la poesía y la
filosofía, es decir, una forma particular de hacer y pensar; aquello a lo que la
poesía se da. Y lo que las ha separado en algún punto de la historia occidental,
dice Zambrano, es la violencia y la voluntad:
A voluntad que parece ser el secreto de todo eso que la metafísica
moderna ha llamado «espíritu»: espíritu que podemos entender por
voluntad. Y voluntad supone la libertad, […] y lleva en algunos casos
al poder. Pues bien, la poesía se separa de la filosofía en este instante
en que la libertad se dirige hacia el poder (2019b, p. 101).
De la poesía a la pedagogía, hacia una práctica encarnada
En su crítica, Zambrano no se refiere a la filosofía en general sino al
pensamiento occidental moderno. Como ella misma señala, existen otras
filosofías –previas y/o no occidentales– que no se divorciaron de la poesía y
el misticismo y por ende no se alejaron del oscuro sentir, lo más profundo del
ser. Como lo plantea en El hombre y lo divino: «En la actitud que supone la
actividad poética se encuentra ya el antecedente necesario de la actitud que
dará origen a la filosofía» (2012, p. 66). Esta es la filosofía que Zambrano
se dispone a lo largo de su obra, y de su vida, a encontrar. No obstante, esa
búsqueda no puede ser desde la posición privilegiada del filósofo que reclama
o exige el saber para que este se le presente como luz de verdad. Esa búsqueda,
si puede llamársele así, parte de un gesto de apertura y de confianza entendida
como fe. «Ningún poeta puede ser escéptico, ama la verdad, mas no la verdad
excluyente, no la verdad imperativa, electora, seleccionadora de aquello que
va a erigirse en dueño de todo lo demás, de todo» (Zambrano, 2019b, p. 25).
No es la verdad de la certeza que conlleva el dominio de aquello que se conoce
lo que busca Zambrano, sino una aurora que nos lleve a un saber del alma a
través de la experiencia del cuerpo. «El otro camino es el del poeta», escribe:
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El poeta [que] no renunciaba ni apenas buscaba, porque tenía. Tenía
por lo pronto lo que, ante sí, ante sus ojos, oídos y tacto, aparecía;
tenía lo que miraba y escuchaba, lo que fantasmas interiores mezclados
en tal forma con los otros, con los que vagaban fuera, que juntos
formaban un mundo abierto donde todo era posible (2019b, p. 25).
Pero Zambrano no va a elegir el camino del poeta cual ruta alternativa
a la filosofía occidental, sino que va a explorar en la historia, en otras
filosofías, religiones y tradiciones para pensar algo más, algo que escape a
esa oposición y cualquier dualismo. Alejarse de la urgencia de mirar con
claridad y hacer sentido del mundo imponiendo en él un orden significa
sumergirse en las profundidades del pantano, en sus vísceras. Solo así
es posible abrirse –alzar el vuelo– hacia una «mística de la razón»13, una
«religión de la poesía»14, «no una razón, sino un encanto»15.
Volver a la vida como experiencia encarnada, histórica y socialmente
situada, más no fija, requiere la búsqueda de una verdad generativa, implica
cultivar una razón poética, no como ideal, sino como pensamiento que
toma de la poesía el realismo y el materialismo ajeno a la razón pura, un
pensamiento no sistemático16, sin fin preestablecido. Esto nos invita a pensar
en una pedagogía que, como el pensamiento zambraniano, no sea aserción,
sino revelación. Esa aserción, como reflejo de lo mismo, es lo que cierra toda
posibilidad y anula la diferencia. La revelación de Zambrano les permite a
otros y otras –humanos y no humanos– manifestarse con su propia voz y
ser parte de la negociación de saberes propia de una experiencia pedagógica
crítica y socialmente justa. El proceso de aprendizaje aquí es como el de «los
pensadores de inspiración pitagórica, del “logos” del número –del tiempo–
[que] no se encuentran obligados a dar un método, un camino de razones;
13
Zambrano, M. (2019b) Filosofía y poesía. México: Fondo de Cultura Económica (p. 55).
14
Zambrano, M. (2019b, p. 65).
15
Zambrano, M. (2012). El hombre y lo divino. México: Fondo de Cultura Económica (p. 84).
16
«La poesía es ametódica, porque lo quiere todo al mismo tiempo, y porque no puede, ni por un momento,
desprenderse de las cosas para sumergirse en el fundamento». Zambrano, M. (2019b) Filosofía y poesía.
México: Fondo de Cultura Económica (p. 101).
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acuñan aforismos, frases musicales, equivalentes a melodías o a cadencias
perfectas que penetran en la memoria o la despiertan»17, es un pensar
«inspirado, más que razonado»18 en el que participan múltiples lenguajes.
Más que ofrecernos una ruta mística opuesta a la racionalidad en su forma
más fría, lo que Zambrano posibilita aquí es una apertura al otro, a otras
formas de ser y conocer. Así, el valor del pensamiento María Zambrano radica
en el hecho de que se reconoce a sí misma desde la alteridad. La imagen
simbólica que la filósofa utiliza es capaz de nombrar el dolor, el delirio o el
terror, acceder ahí donde la racionalidad discursiva no puede hacerlo. «Poesía
es vivir en la carne, adentrándose en ella, sabiendo de su angustia y de su
muerte»19. Quizá esta sea la razón por la cual la experiencia de los que sufren
tiende a quedar fuera del imaginario colectivo y de los sistemas formales de
la construcción del saber. Zambrano brinda una alternativa para escapar del
poder y donde otros y otras puedan nombrar sus experiencias. En este espacio
cabe la leyenda como «forma piadosa de conocimiento, porque merced a ella,
todo [ser humano…] participa, en algún modo, de la verdad y de la historia»20.
Esa ruta, conformada por múltiples senderos siempre abiertos, con
puntos de conexión disponibles para historias por venir, surge del arte, como
práctica y no como objeto, el cual puede ser visto como ese «movimiento
incesante, sin punto de reposo, siendo siempre “lo otro”; sin ese reposo en
sí misma que es la sustancia; punto de partida y de llegada del devenir»21
al que se refiere Zambrano cuando habla del logos de los pitagóricos. Es allí
donde el «secreto se revela»22. A lo largo de su obra, la autora encuentra en la
práctica del poeta el método necesario para sumergirse en las profundidades
de la existencia humana desde las cuales se puede encontrar al otro sin
traducirlo u objetivarlo.
17
Zambrano, M. (2012). El hombre y lo divino. México: Fondo de Cultura Económica (p. 86).
18
Zambrano, M. (2012, p. 88).
19
Zambrano, M. (2019b) Filosofía y poesía. México: Fondo de Cultura Económica (p. 54).
20
Zambrano, M. (2019b, p. 66).
21
Zambrano, M. (2012). El hombre y lo divino. México: Fondo de Cultura Económica (p. 89).
22
Zambrano, M. (2019c). Por qué se escribe. En Hacia un saber sobre el alma. Madrid: Alianza Editorial (p. 60).
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«El arte, lejos de ser forjador de sombras y fantasmas, es la revelación de
la verdad más pura»23, dice, y subraya que es en: «La penumbra tocada de
alegría»24 donde nace la razón poética. Como ella misma narra: «La razón
poética, llegada a mí a ciegas, en la penumbra del ser y del no ser, del saber y
no saber […] en ese lugar donde se nace y se desnace, que es el más adecuado,
el propio del pensamiento filosófico. Cuanto más entregado, más viviente.
Cuanto más pasivo, más ardiente»25.
La poesía, y el arte, nos brindan la imagen simbólica y es esta la que
nos permite no interpretar, sino acceder de manera directa a la realidad; la
metáfora no es mediadora, sino el recordatorio de que existen otras formas
de relacionarse con el mundo. Es propiamente eso que no puede decirse lo
que debe escribirse26. El acto de escribir es un acto simbólico que no divide el
pensamiento del cuerpo. La entrada de la metáfora y la entrega a la revelación
al proceso de aprendizaje –al centro de la práctica pedagógica– permite
encarnar los saberes y resistir a la mismidad totalizante.
Como la poesía, la pedagogía es, antes que una teoría, una práctica. Esa
práctica ilumina lo sagrado, cuando lo visceral, lo opaco u oscuro se hace
de una voz. Solo entonces aparece la luz. La indagación pedagógica resulta
entonces un aproximarse al mundo como «totalidad de las cosas, no para
desprenderse de ellas sino para afirmarlas. No para evadirnos del mundo, sino
para sostenerlo»27. Esa totalidad de las cosas no es la totalización de una sola
verdad ni su fijación, más bien una comprensión del sujeto sumergido en
un mundo que lo constituye, como entrelazamiento con otros cuerpos, en
comunidad, en situación. La metáfora nos abre un portal interdimensional
donde el pensamiento parte de la imaginación creadora y a través de esta.
Como lo planteara la filósofa, hacer presente el pasado quiere decir hacer
visible lo que hasta ahora era invisible28.
23
Zambrano, M. (2019b). Filosofía y poesía. México: Fondo de Cultura Económica. (pp.71-72).
24
Zambrano, M. (2019c). Hacia un saber sobre el alma. Madrid: Alianza Editorial (p. 37).
25
Zambrano, M. (2019c). La metáfora del corazón. En Hacia un saber sobre el alma. Madrid: Alianza
Editorial (p. 40).
26
cfr. Zambrano, M. (2019c). Por qué se escribe. En Hacia un saber sobre el alma. Madrid: Alianza Editorial (p. 60).
27
Zambrano, M. (2019b). Filosofía y poesía. México: Fondo de Cultura Económica (p. 100).
28
Zambrano, M. (1998). Delirio y destino. Los veinte años de una española. Madrid: Editorial Ramón Areces.
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Además de ser una práctica encarnada, la del poeta es también una práctica
humilde, menesterosa; un encontrarse y mostrarse en entera vulnerabilidad.
«El poeta sigue la angustia de la carne, su ceniza, antes y más que los que
quieren aniquilarla […]. Es humilde, reverente, con lo que encuentra ante sí
y que él no puede desmontar: con la vida y sus misterios»29. Es por ello por lo
que, incluso, está más allá de la justicia30, pues no espera nada a cambio:
La realidad es demasiado inagotable para que esté sometida a la justicia,
justicia que no es si no violencia. Y la voluntad aún extrema esta
violencia «natural» y la lleva a su último límite. La palabra de la poesía es
irracional, porque deshace esta violencia, esta justicia violenta de lo que
es. No acepta la escisión que el ser significa dentro y sobre la inagotable
y oscura riqueza de la posibilidad. Quiere fijar lo inexpresable, porque
quiere dar forma a lo que no ha sido alcanzado: al fantasma, a la sombra,
al ensueño, al delirio mismo (Zambrano, 2019b, p. 104)31.
Esta es una actitud que interrumpe por completo la visión educativa que
tiende al extractivismo, a la explotación y el dominio de lo que se conoce. Se
convierte en una pedagogía que no impone objetivos fijos, sino se abre al
intercambio y la escucha atenta, la mirada contemplativa y la confianza en
la alteridad –la propia y en otro–32, en la que la misma participa de manera
activa, en comunidad. Una práctica que «no es sólo [sic] de la mente sino de
la vida; la vida toda es camino de sabiduría, la vida misma»33.
29
Zambrano, M. (1998, p. 58).
30
«El poeta no pide, sino que entrega; el poeta es todo concesión […]. Lo hace porque le viene su don de
más allá de la justicia […]. Porque este don de la poesía no es de nadie y es de todos. Nadie le ha merecido
y todos, alguna vez, lo encuentran» Zambrano, M. (2019b). Filosofía y poesía. México: Fondo de Cultura
Económica (pp. 43-44).
31
Filosofía y poesía. México: Fondo de Cultura Económica.
32
De manera similar a Zambrano, Karen Barad ofrece desde la teoría cuántica de campos un análisis del
tacto del que se desprende una noción de alteridad que disuelve el dualismo entre un yo y un otro. La física
y feminista escribe que: «Todo acto de tocar conlleva una alteridad infinita, de modo que tocar al Otro
es tocar a todos los Otros, incluido el “yo”, y tocar al “yo” implica tocar a los extraños que hay dentro».
Barad, K. (2012). On Touching— The Inhuman That Therefore I Am. differences: A Journal of Feminist
Cultural Studies, 23(3). doi10.1215/10407391-1892943.
33
Zambrano, M. (2012). El hombre y lo divino. México: Fondo de Cultura Económica (p. 86).
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En ese intercambio en el que las disciplinas no imponen un método,
sino abren rutas y lo que se revela no es un método correcto, sino una
preocupación común –como un llamado que requiere de atención– y
múltiples posibilidades para abordarla, no sin dolor ni conflicto, pero sí
de manera honesta. Es un pensar-con más que un pensar-por. Nunca se
aprende si no es en relación, como el ejercicio del poeta o del escritor nunca
es una tarea aislada. Como escribe la filósofa en Por qué se escribe: «Escribir
es defender la soledad en que se está; es una acción que sólo [sic] brota desde
un aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable»34.
La práctica pedagógica es aquí una práctica ético-epistemológica, ya que
«es encuentro, don, hallazgo por gracia»35. El aprendizaje es coaprendizaje, el
educando «ya ama el mundo y sus criaturas […]. Necesita volver con todos,
y sólo [sic] podrá volver si vuelve acompañado, entre los peregrinos cuyos
rostros ha visto de cerca, cuyo aliento ha sentido al lado del suyo, fatigado en
la marcha, y cuyos labios resecos de la sed ha querido, sin lograrlo, humedecer.
Porque no quiere su singularidad, sino la comunidad»36. La razón poética
se convierte así en un pliegue, un intersticio desde el cual es posible abrir
senderos capaces de ir más allá de la racionalidad moderna y colonial. Como
dice Zambrano: «Va a llevarles la memoria y el olvido»37.
34
Zambrano, M. (2019c). Por qué se escribe. En Hacia un saber sobre el alma. Madrid: Alianza Editorial (p. 57).
35
Zambrano, M. (2019b). Filosofía y poesía. México: Fondo de Cultura Económica (p. 15).
36
Zambrano, M. (2019b, pp. 9-97).
37
Zambrano, M. (2019b). Filosofía y poesía. México: Fondo de Cultura Económica (p. 43).
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Referencias
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el tacto - La inhumana que por lo tanto soy]. differences: A Journal
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_____ (2012). El hombre y lo divino� México: Fondo de Cultura Económica.
_____ (2019a). Claros del bosque� México: Fondo de Cultura Económica.
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_____ (2019c). Hacia un saber sobre el alma. Madrid: Alianza Editorial.
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