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Paisajes tallados en piedra
en Xochimilco y Milpa alta
Juan Rafael Zimbrón Romero
CDMX
Diciembre del 2019
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TÍTULO ORIGINAL:
RÉPLICAS EN MINIATURA DEL PAISAJE Y POCITAS TALLADAS EN PIEDRA EN
XOCHIMILCO Y MILPA ALTA.
“LA REGION SAGRADA DE LOS XOCHIMILCAS”/ ZIMBRÓN ROMERO, JUAN
RAFAEL-ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA - MÉXICO, 2008,
420P. RÚSTICA
PAISAJES TALLADOS EN PIEDRA EN XOCHIMILCO Y MILPA ALTA
PRIMERA EDICIÓN MARZO 2009, EDICIONES FUENTE CULTURAL, MÉXICO.
SEGUNDA EDICIÓN DICIEMBRE 2019, EDICIONES FUENTE CULTURAL, MÉXICO.
SEP- INDAUTOR. DERECHOS RESERVADOS:
DR. ©2009 EDICIONES FUENTE CULTURAL
JUAN RAFAEL ZIMBRÓN ROMERO
DON LUIS 10. COL. NATIVITAS.
ALCALDÍA BENITO JUÁREZ
CP03500 MEXICO, DF. TEL 5532 06 26
zimbron64@hotmail.com
IMPRESO Y HECHO EN MÉXICO.
ISBN: 978-607-00-1790-2
FORMACIÓN Y DISEÑO DE PORTADA; D.G. JUAN RANGEL DELGADO.
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Esta investigación está dedicada a mi hermana viva, a mi
Padre muerto y a mi Madre que murió antes de su
primera edición.
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Agradecimientos
E
l presente estudio tiene como objetivo central analizar los elementos arqueológicos que se han
dado en llamar maquetas prehispánicas y pocitas talladas en piedra, cuyo proyecto inicié hace
más de una década y me sirvió para ser admitido en el programa de posgrado de la Maestría en
Historia y Etnohistoria, generación 1990-1992, que se impartió en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Para mi preparación académica participé en el Taller Organización Social y
Cosmovisiones Prehispánicas, dirigido por la Doctora Broda, a quien agradezco y debo parte de
mi formación profesional en las disciplinas antropológicas.
De la Doctora Johanna Broda, recibí siempre un decidido apoyo y muchos estímulos para
desarrollar el presente estudio, que fue enmarcado dentro la línea de investigación del “Culto a los
cerros” propuesta por ella, además, sus acertados planteamientos teóricos y sus cometarios fueron
sumamente valiosos para concluir en buen término este trabajo.
De una prolongada temporada de campo en las montañas de Xochimilco, Tláhuac y Milpa
Alta, no sólo obtuve la ubicación de las piedras labradas con motivos en miniatura que nos ocupa
en este estudio y los puntos donde se efectúan los ortos y ocasos en el horizonte de estos sitios, sino
también la amistad de muchos de sus habitantes quienes me iniciaron en sus ancestrales conocimientos en la naturaleza de su cultura y antiguas tradiciones.
Mención especial merecen los finados Don Modesto Rodríguez, quien fue mayordomo vitalicio de la fiesta de Santa Cruz, en el pueblo de Acalpixca y el cronista Rodolfo Cordero López
de Xochimilco. El señor Tlachiquero David residente de Santa Ana en Milpa Alta y Guillermo
Martínez originario de San Mateo Xalpa, asentamiento ubicado en la montaña de Xochimilco. A
los ciudadanos: Manuel Miranda, Félix Venancio, Alejandro González, Miguel Alquicira, Esteban
Gómez Belmont, Angélica Palma y Héctor Celedón, quiénes me acompañaron en varias ocasiones
para mostrarme las piedras labradas en las peñas de los cerros xochimilcas. A todos ellos les guardo
respeto y agradecimiento por compartir sus conocimientos y por haberme admitido en sus comunidades.
En el campo académico le agradezco a la Doctora Hilda Iparraguirre, quien siempre nos brindó un gran apoyo a todos los asistentes a los Talleres de Etnohistoria y tuvo el acierto de respaldar
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la publicación de los proyectos de investigación de nuestra generación. También es preciso mencionar
al Doctor Andrés Medina quien siempre estuvo atento a los resultados de este estudio y a su apreciable esposa Beatriz Albores.
Mi reconocimiento al Maestro Alejandro Robles García con quien pude compartir algunas
salidas a los sitios de la Cuenca donde él había encontrado maquetas y pocitas, así como el escuchar sus valiosos comentarios en cuanto al uso y simbolismo de estos objetos labrados. Tampoco
podemos dejar de lado la valiosa orientación en el área de la arqueoastronomía del Doctor Iván
Sprajc, quien además me proporcionó algunos de los cálculos de los alineamientos de estructuras
piramidales e iglesias católicas en Xochimilco.
De igual manera agradecer al Doctor Druzo Maldonado por sus apreciaciones y apoyo al proporcionarme bibliografía referente al tema de las piedras esculpidas bajo la técnica de maqueta y la
revisión del escrito en varias ocasiones.
Por el diálogo que se estableció en torno a las maquetas dentro del Taller de Etnohistoria, no
puedo dejar de mencionar como copartícipes a los Arqueólogos: Francisco Rivas Castro, María
del Carmen Lechuga García, Guizzela Castillo Romero, Raúl Aranda Monroy, Alejandra Gámez
Espinoza, José Ignacio Sánchez Alaniz, Gabriel Espinosa Pineda y Rubén Bernardo Morante López.
Finalmente agradezco a las arqueólogas: Diana Trejo por sus comentarios en torno al tema de
las maquetas prehispánicas tipo “Mezcala de Guerrero” y a Carmen Cook, quién influyó definitivamente en el estudio de estos tallados en miniatura, así como por la amistad que mantuvimos
durante sus últimos años de vida.
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Prólogo
E
ste volumen es resultado de una investigación que Rafael Zimbrón ha llevado a cabo durante
varios años con mucha dedicación y entusiasmo y que surgió a partir de su interés por esclarecer el enigma que representan las rocas talladas en miniatura que se observan con frecuencia en el
paisaje cultural del sur de la Cuenca de México. El estudio se basa en una exhaustiva investigación
de campo, recorridos por los cerros y parajes que quedan aún sin urbanizarse e incluye la observación de muchas salidas del Sol sobre el horizonte este de la Cuenca con su espectacular panorama
de los grandes volcanes (Popocatépetl e Iztaccíhuatl) y su continuación en el perfil de los cerros
Papayo, Telapón y Tláloc.
El tema tiene un interés particular y el trabajo constituye un esfuerzo original de sistematización e interpretación de datos de primera mano sobre los que hasta el momento no se había hecho
ninguna investigación exhaustiva. Este estudio monográfico especializado aplica un enfoque interdisciplinario y abarca en sus interpretaciones temas de la historia y la etnohistoria, la arqueología y
la etnografía del Suroeste de la Cuenca de México, particularmente la región de Xochimilco y Milpa
Alta. En él se abordan temas del estudio del paisaje ritual y la geografía cultural; la interrelación entre sociedad, naturaleza, y territorio; y el ordenamiento del tiempo y el espacio en Mesoamérica. Se
describen detalladamente los lugares sagrados que abarcan los restos arqueológicos de estos tallados en roca, llamados “maquetas”, “réplicas”, “pocitas” etc., algunas de ellas siguen recibiendo culto
hasta la actualidad y de esta manera mantienen elementos simbólicos de la tradición mesoamericana del culto a los cerros y al agua además de la observación solar. Ya que el término “maqueta”
surgió a partir de estudios urbanísticos y evoca demasiado estrechamente el concepto de “maqueta
arquitectónica”, Rafael Zimbrón propone hablar mejor de “réplicas en miniatura del paisaje”, lo cual
equivale a una descripción más exacta del significado y las funciones de tales objetos.
En esta obra, el doctor Zimbrón reseña además una bibliografía relevante, que se refiere a los
datos históricos sobre estos objetos materiales y las prácticas rituales relacionadas con ellas. Por
otra parte, los datos monográficos que son el resultado de la exhaustiva investigación de campo
del autor, se presentan en un APÉNDICE cuyo registro detallado (que abarca más de 100 pp.),
sin duda, tendrá gran interés para los especialistas interesados en el tema. Este registro constituye
también una contribución a la historia local y la antropología de los territorios de las alcaldías de
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Juan Rafael Zimbrón Romero
Xochimilco y de Milpa Alta, regiones de la Ciudad de México que han conservado en mayor medida que otras partes de la megaurbe su medio ambiente natural, sus tradiciones y costumbres locales; sin embargo, es apremiante ayudar a rescatar y conservar estas costumbres y conocimientos.
El texto cuenta además con un cuerpo extenso de fotografías tomadas por el autor; este registro
fotográfico en sí constituye una valiosa aportación, se trata de un registro histórico y arqueológico
muy notable.
En esta perspectiva vale la pena señalar que esta obra cumple también con una función de rescate de valiosos datos arqueológicos sobre el pasado prehispánico del Sur de la Cuenca, región que
está cada vez más amenazada por el irracional y caótico crecimiento urbano. Estas evidencias merecen ser conocidas por los habitantes de Xochimilco y Milpa Alta en primer lugar y la población
de la Cuenca y el público general en términos más amplios.
Dado que he acompañado a lo largo de hace ya varios años el proceso del desarrollo y la elaboración de esta investigación que en su momento fue presentada como tesis de posgrado en Historia
y Etnohistoria en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, representa para mí una particular
satisfacción ver su culminación en esta publicación gracias al apoyo brindado por el PROGRAMA
ALTEPETL 2019 coordinado por la autoridad ZONA PATRIMONIAL. DE XOCHIMILCO.
Magdalena Contreras, Ciudad de México, 25 de agosto de 2019
Dra. Johanna Broda
Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM
Posgrado en Historia y Etnohistoria, ENAH
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Índice
Agradecimientos
Índice
Prologo
Introducción General
Capítulo uno
Réplicas prehispánicas y pocitas talladas en piedra en mesoamerica.
1. Objetos de nuestra investigación.
1.1.1. Réplicas en la iconografía cristiana.
1. 2. Réplicas prehispánicas mesoamericanas.
1.2.1. Réplicas en barro.
1.2.2. Réplicas en piedra tipo Mezcala.
1.2.3. Réplicas desarmables teotihuacanas.
1.2.4. Réplicas huicholas (pirámide solar).
1.2.5. Réplicas teotihuacanas y mexicas semifijas y fijas.
1.2.6. Réplicas mexicas comestibles.
1.2.7. Las maquetas o réplicas con o sin pocitas y pocitas aisladas en piedra.
1.2.7.1. Tres características primordiales de las réplicas con pocitas.
1.2.7.2. Pocitas talladas en piedra.
1.3. Cronología de las réplicas prehispánicas con pocitas y pocitas aisladas.
1.3.8.1. Pocitas y canalitos en los sitios olmecas y en Xochimilco.
1.3.8.2. El sitio olmeca de Chalcatzingo, Morelos.
Capítulo dos
2. Las replicas en miniatura y las pocitas en los estudios mesoamericanos
2.1. Hipótesis de diferentes autores sobre el simbolismo y función de las replicas
prehispánicas y pocitas.
2.1.1. Las réplicas prehispánicas ocupadas el la arquitectura y el urbanismo.
2.1.1.1. Horst Hartung, “Maquetas de Oaxaca”.
2.1.1.2. Carmen Cook de Leonhard, “Maqueta de .Xochimilco.”
2.1.1.3. José Hernández, “Maqueta de Tejupilco”, en el Estado de México.
2.1.1.4. Comentarios.
2.2. Las réplicas prehispánicas reproducen el sitio arqueológico donde se ubican.
2.2.1. Comentarios
2.3. Las piedras talladas con temas urbanos ¿son Maquetas o Modelos?
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2.4. Las réplicas con o sin pocitas reproducen el cosmos.
2.5. Planeación Calendárica: Orientación religiosa.
2.5.1. Planeación Calendárica: Sistema radial urbano.
2.6. Las réplicas en piedra usadas como mapas de localización.
2.6.1. Piedra mapa o de Nahualapa en Santa Cruz Acalpixca, Xochimilco.
2.7. Las réplicas y pocitas usadas como marcadores de límites territoriales y políticos.
2.7.1. Comentarios.
2.8. Las réplicas y pocitas talladas en piedra usadas en rituales.
2.9. Las pocitas como receptáculos rituales de agua sagrada.
2.9.1 Comentarios sobre las formas en que las pocitas se tallaron en la piedra.
2.10. Las réplicas con pocitas y pocitas consideradas como altares.
2.10.1. La réplica de Tejupilco.
2.10.2. Las réplicas de Juchipila.
2.10.3. Nuestros comentarios y propuestas:
2.11. Las réplicas con escaleras en miniatura cultos y simbología.
2.11.1. La cruz punteada “ACA” y su relación solar.
2.12. Las réplicas con pocitas y pocitas y su uso astronómico.
2.12.1. Las pocitas y su uso ceremonial-astronómico.
2.12.1.1. La réplica de Acalpixca contiene números calendáricos o astronómicos.
2.12.1.2. Comentarios, propuestas y resultados.
2.13. Las pocitas y sus usos productivos.
2.13.1. Las pocitas utilizadas en la explotación de la sal.
2.13.2. Las pocitas utilizadas en la producción minera.
2.13.3. Las pocitas utilizadas en la producción agrícola en terrazas.
2.14. Las pocitas utilizadas en la preparación y maceración de alimentos.
2.14.1. Las pocitas usadas para depositar agua y comida.
2.14.2. Comentarios:
Capítulo tres
3. Características de las réplicas en miniatura del paisaje con pocitas o modelos mesoamericanos (análisis y propuestas).
Antecedentes
3.1. Maqueta es sinónimo de modelo.
3.2. Diferencias entre la maqueta arquitectónica y la arqueológica.
3.2.1. Maqueta arquitectónica.
3.2.2. Maqueta arqueológica.
3.3. Concepto de maqueta prehispánica utilizado en este estudio.
3.4. Proponemos que las maquetas prehispánicas, son relieves en miniatura.
3.4.1. La miniatura como resultado de la apropiación del espacio y del paisaje.
3.5. Proponemos llamar a las maquetas como réplicas en miniatura del paisaje.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
3.5.1. Las maquetas con pocitas son las réplicas de sitios reales, idealizados o lugares míticos.
3.6. Las maquetas con pocitas son las replicas de un “modelo común.”
3.7. Posibles técnicas utilizadas para tallar las réplicas en miniatura.
3.8. La piedra es la representación simbólica de Cerros.
3.9. La localización territorial de las réplicas con pocitas y pocitas aisladas.
3.9.1. Las pocitas y su ubicación en el territorio sur de la Cuenca del Valle de México.
3.9.2. Temas de las réplicas indígenas fijas en piedra.
3.9.3. Relación espacial de las réplicas y pocitas prehispánicas en el territorio.
3.9.4. Análisis Arqueoastronómico.
Capitulo cuatro
4. Las réplicas prehispanicas y las piedras con pocitas, fueron altares ocupados en los
rituales solares y de los cerros.
4.1. El urbanismo indígena.
4.2. Fenómenos naturales que dan significado a los relieves tallados.
4.2.1. Las réplicas prehispánicas y pocitas aisladas: su relación con la lluvia y el agua.
4.2.2. Las réplicas prehispánicas y pocitas aisladas: su relación con el Sol.
4.2.3. Relación de las pocitas con Tláloc, el agua y la lluvia.
4.3. Las réplicas de cerros en miniatura y las fiestas mexicas.
4.3.1. Las réplicas prehispánica y pocitas fueron altares de ritos de autosacrificio y en
las fiestas mexicas.
4.4. Réplicas de escaleras en miniatura y pocitas talladas en piedra.
4.4.1. Las réplicas con escaleritas están relacionadas con el agua y el Sol.
4.4.2. Las réplicas con escaleritas están asociadas con las fiestas mexicas de Atemoztli
y Atlcahualo.
4.4.3. Las escaleras en miniatura como parte de un culto a los cerros y a las terrazas agrícolas.
4.4.4. Las réplicas con escaleritas y pocitas sirvieron como altares en rituales de autosacrificio como parte del culto solar.
4.4.5. Las escaleras en miniatura como parte de un culto al Sol entre los huicholes.
4.5. Las réplicas con pocitas y pocitas aisladas y su uso ritual actual.
Epilogo
Reflexiones finales
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Juan Rafael Zimbrón Romero
Anexo 1
5. Réplicas en miniatura del paisaje, pocitas y petroglifos localizadas en Xochimilco,
Cuitlahuac y Malacatepec Momoxco.
5.1. Las réplicas en miniatura del paisaje: Localización y su descripción iconográfica
5.1.1. Las escaleras y su relación con los tallados en miniatura.
5.1.2. Las terrazas agrícolas como tema de las réplicas en miniatura.
5.1.3. Tipología de las escaleras y pocitas talladas en Xochimilco.
5.1.4. Las réplicas en miniatura y su relación con el agua y la lluvia.
5.2. Red de réplicas del paisaje en miniatura, pocitas y petroglifos localizadas en la
montaña de Xochimilco.
5.2.1. La réplica del cerro Cuahilama en Santa Cruz Acalpixca en Xochimilco.
5.2.2. Estudios sobre los petroglifos de Santa Cruz Acalpixca.
5.2.3. Estudios sobre la réplica en miniatura de Santa Cruz Acalpixca.
5.2.4. Interpretación del contenido temático de la réplica de Acalpixca por Carmen Cook.
5.2.5. Nuestra interpretación del contenido temático de la réplica en miniatura de
Acalpixca.
5.2.6. Contenido simbolismo de la réplica de Acalpixca.
5.2.7. Terrazas agrícolas en miniatura en el cerro Cuahilama en Acalpixca.
5.2.8. Pocita ubicada en la falda norte del cerro Cuahilama en Acalpixca.
5.3. Replicas, pocitas y petroglifos y su relación con el circuito de caminos vecinales
y límites territoriales de los pueblos.
5.3.1. Terracitas y figuras antropomorfas y un Tláloc en el barrio de Tecacalanco en
Acalpixca.
5.3.2. Petroglifo del Sol en un montículo en Acalpixca y Xicomulco.
5.3.3. Gran peñasco con pocitas en Acalpixca, Xicomulco y Tepetlapa.
5.3.4. Pocitas y canalitos, escaleras y terrazas, en Acalpixca, Zacapan y Tepetlapa.
5.3.5. Montículos con piedras labradas en Acalpixca y Zacapan.
5.4. Réplicas en miniatura del paisaje, pocitas y petroglifos en los circuitos de caminos y los límites de San Gregorio Atlapulco, Santa Cruz Acalpixca y San Bartolomé
Xicomulco.
5.4.1. Conjunto de petroglifos, esculturas y pocitas en Atlapulco.
5.4.2. Pocitas talladas en las peñas de las montañas terraceadas de Atlapulco.
5.4.3. Pocita tallada en las peñas a orilla de una pequeña barranca en Atlapulco.
5.4.4. Tallado escalonado, pocita y trono en una terraza en Atlapulco.
5.4.5. Conjunto de pocitas talladas en piedra en Atlapulco y Xicomulco.
5.4.6. Árbol en forma de cruz en Acalpixca, Atlapulco y Xicomulco.
5.4.7. El sitio de “Piedra Larga” en Acalpixca y Xicomulco.
5.4.8. Réplicas terraceadas antes del sitio de Piedra Larga.
5.4.9. Piedra con motivos geométricos y diseños escalonados en Acalpixca y Atlapulco.
5.4.10. Cruz punteada teotihuacana en Acalpixca y Atlapulco.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
5.5. Red de réplicas del paisaje en miniatura, pocitas y petroglifos, localizados en
Santa María Nativitas, Zacapan y San Lorenzo Atemoaya.
5.5.1. Vereda con peñas labradas con motivos escalonados en Zacapan y Atemoaya.
5.6. Red de réplicas del paisaje en miniatura, pocitas y petroglifos localizados en San
Lucas Xochimanca, San Mateo Xalpa y San Miguel Topilejo.
5.6.1. Piedra tallada con pocitas y trono en Xochimanca y Ahuayucan.
5.6.2. Réplicas en miniatura del paisaje, altares y petroglifos en Xalpa.
5.6.3. Petroglifos con pocita y canalitos en Xalpa.
5.6.4. Réplica en miniatura del paisaje con pocita en Topilejo.
5.7. Red de réplicas del paisaje, pocitas y petroglifos localizados en San Pedro Tláhuac.
5.7.1. Las réplicas en miniatura, pocitas y petroglifos en el sitio de los Olivos.
5.8. Red de réplicas en miniatura, pocitas y petroglifos en los pueblos de Milpa Alta,
Malacachtepec Momoxco.
5.8.1. Cinco pocitas talladas en una piedra en las afueras de San Lorenzo Tlacoyucan.
5.8.2. Pocitas y nichos, en las terrazas agrícolas de San Juan Tepenahuac.
5.8.3. Pintura rupestre en el cerro Tecpayo en San Francisco Tecoxpa, y Tecómitl.
5.8.4. Pocita en la base de piedra de una cruz cristiana en San Antonio Tecómitl.
5.8.5. Réplica en miniatura, piletita y pocitas en San Pedro Atocpan en Milpa Alta.
5.9. Réplicas en miniatura del paisaje, pocitas y petroglifos y sus relaciones astronómicas y su posible participación en cultos al sol.
5.9.1. Características solares de las réplicas en miniatura del paisaje, en Xochimilco,
Tláhuac y Malacachtepec Momoxco.
5.9.2. Alineamientos solares de las réplicas en miniatura del paisaje, pocitas y petroglifos, en la montaña de Xochimilco y Malacachtepec Momoxco.
5.9.2.1. Piedras labradas desde las cuales se hacían observaciones solares y rituales en
ciertas fechas del calendario agrícola.
5.9.2.2. Pocitas en el Paraje de “Piedra Larga” en Acalpixca y su alineamiento solar
con el cerro Xochitepec durante el solsticio de diciembre.
5.9.2.3. El cerro Xochitepec emblema de Xochimilco; sus pocitas, estructuras y petroglifos y sus propiedades solares.
5.9.2.4. Loma principal del Xochitepec.
5.9.2.5. Segunda loma del Xochitepec.
5.9.2.6. Tercer loma del Xochitepec.
5.10. Altares solares de piedra en Santa Cecilia Tepetlapa y San Bartolomé Xicomulco.
5.10.1. Pueblo de Santa Cecilia Tepetlapa.
5.10.2. Sitio las Peñitas en el pueblo de Santa Cecilia Tepetlapa.
5.10.3. Particularidades solares del sitio de las Peñitas en Santa Cecilia Tepetlapa.
5.10.4. Réplicas en miniatura de terrazas agrícolas en Santa Cecilia Tepetlapa
5.10.5. Pocitas en piedra dentro de una terraza en Santa Cecilia Tepetlapa.
5.10.6. Réplica de un templo, pocita y trono asociada al culto solar y al equinoccio en
San Bartolomé Xicomulco en Milpa Alta.
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5.10.7. Particularidades y alineamientos solares de la pocita y el templo indígena de Xicomulco.
5.11. Las pocitas del cerro Acopiaxco en el pueblo de Parres en Tlalpan.
5.12. Las terrazas agrícolas o para la explotación de la sal, del sitio de Hierve el agua en Oaxaca.
Tabla resúmen de coordenadas geográficas réplicas y pocitas
Mapa de localización de las réplicas y pocitas.
Anexo 2
Datos comparativos de las réplicas en miniatura en otras partes del mundo
6.1. Nombres como se conocen las pocitas en otros países.
6.2. Antigüedad de las pocitas en Norte América, Centro y Sudamérica.
6.3. Piedra del mapa en San Juan de Colón en Venezuela.
6.4. Piedra del mapa en “Ciudad Perdida” Colombia.
6.5 Las réplicas con pocitas, son fuentes rituales de atracción mágica de lluvia. Honduras, Perú y
Colombia.
6.5.1. En el sitio conocido como Kenko, cerca de la ciudad de Cuzco en Perú.
6.6. Las escaleras en miniatura como parte de un culto a los ancestros y a la fertilidad.
6.7. Función calendárica y astronómica.
6.8. Función económica: Las pocitas usadas como morteros
6.9. Las cazoletas (pocitas) en piedra usadas para almacenar agua (España).
Índice de figuras.
Bibliografía.
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Introducción general
Antecedentes
L
a amistad con la arqueóloga Carmen Cook de Leonard y las eternas pláticas que tuvimos sobre
los temas urbanos, arqueológicos y astronómicos, fueron determinantes para detonar el deseo
de estudiar de una forma sistemática la llamada “maqueta” prehispánica del cerro Cuahilama y las
réplicas de escaleras y las piedras con pocitas que se localizan en la región montañosa de Xochimilco y Milpa Alta. Uno de los puntos más controvertidos es cuando ella dice en su artículo muy conocido, que no son maquetas desde el punto de vista arquitectónico, es decir que no fueron ocupadas
en actividades constructivas, sino como altares de autosacrificio, uso que le daban a las pocitas en
piedra, en la zona nahua de Guerrero, según lo registra el cronista Hernando Ruiz de Alarcón y
Jacinto de la Serna; y sugiere Carmen llamarlos, a los monolitos como el de Acalpixca, “réplicas
simbólicas de lugares sagrados” (Cook, 1955: 180). Sin embargo ella con estudios de arquitectura
sabía identificar este tipo de labrados y nos dijo a nivel de comentario personal que estos objetos
sí son maquetas por sus técnicas de representación, pero que la función de estos relieves en piedra
entra en el campo del ritual y la religión y no fueron ocupadas como herramientas edificatorias.
Además trataremos de elaborar una propuesta del uso y significado de las pocitas que son a veces
diminutos cuencos labrados en roca, que se encuentran aislados o en conjunto y en ocasiones formando sistemas de riego en miniatura, como en Chalcatzingo, Morelos.
Sin embargo, faltaba ubicar a estas obras labradas en forma tridimensional, bidimensional y en
miniatura, en un contexto más apropiado y dentro de las actividades rituales y religiosas desarrolladas por los pobladores mesoamericanos antes de la llegada de los invasores europeos, y esto fue
posible gracias al marco teórico, que por más de una década, ha elaborado y desarrollado la Doctora Johanna Broda (1991a, 1996, 1997b), en torno al culto mexica a Tláloc, al agua, a la fertilidad
y a los cerros, y mediante de los conceptos explicativos como cosmovisión, paisaje ritual, y de las
teorías que provienen de la geografía cultural, dando los parámetros apropiados desde los cuales se
debían interpretar y ubicar a estos tallados tridimensionales. Y es precisamente en las fiestas calendáricas de Tepeilhuitl y Atemoztli, que estaban dedicadas a los cerros, y donde se hacían modelos
en miniatura de los principales montes que bordeaban al oriente a la Cuenca de México, y para ello
los aztecas ocupaban masa de tzoalli, y con ella, reproducían los grandes volcanes como el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl y luego dichas réplicas en miniaturas eran comidas.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
La tradición de reproducir montañas a pequeña escala, se relacionaba con la práctica de tallar, en grandes monolitos, temas urbanos y agrícolas, terrazas de cultivo en miniatura, donde la
piedra representaba la topografía, los cerros y el territorio, y que servían de altares en cultos al
Sol y a los cerros, por lo que debían analizarse por separado de otras obras que se clasifican como
maquetas, porque tuvieron otros usos y funciones en el mundo indígena. Además, el término modelo o maqueta para nombrar estos relieves en piedra, habría que ajustarlo un poco, cambiar el de
pequeña escala, para considerarlos como obras en miniatura y ocupar la categoría antropológica
de réplica, término estudiado por Alfredo López Austin (1995) y que podemos resumir y tener
como ejemplo la práctica religiosa de algunos grupos indígenas actuales de considerar al Sol como
su deidad y entrar al templo y considerar a Cristo crucificado como la réplica del Astro. Por lo que
estos relieves que acotamos, proponemos llamarlos réplicas en miniatura del paisaje o paisajes en
miniatura tallados en piedra, nombre que nos permite incluir la actividad prehispánica de tratar
de reproducir en el mundo real, ciudades idealizadas, legendarias y mitológicas de origen o como
el Tlalocan y el Tamoanchan, sin que por esto dejen de considerarse como réplicas del paisaje indígena, o lugares verdaderos y que al final todos estos sitios forman parte de su cosmovisión. Así,
el concepto de réplica, se refiere a las prácticas indígenas de construir en el territorio sitios que
reproducen las ideas religiosas sobre el universo, lugares ideales y míticos. De aquí parte nuestra
propuesta, en la cual consideramos que las maquetas prehispánicas son réplicas en miniatura de
“lugares” en abstracto o sitios ideales, paradisiacos y quizás también el modelo común e ideal de la
ciudad en agua de Tenochtitlán, donde el mensaje simbólico va más allá de su técnica de tallado.
Por lo pronto podemos adelantar que el significado de maqueta proviene de una identificación
técnica del objeto, del modo de cómo se labró, mientras que el concepto de réplica en miniatura
que estamos proponiendo para llamar a estas obras indígenas, se origina dentro de las concepciones ideológicas del hombre en cuanto a sus formas de ver al mundo, de los grupos indígenas
involucrados en la producción de estas expresiones culturales y sus equivalentes simbólicos. El
prototipo de un sitio no necesariamente debe ser su copia fiel, ya que incluye en su construcción
espacial, planteamientos ideológicos que responden a las concepciones sociales e históricas de la
realidad. Así, las réplicas en miniatura son reproducciones de cómo se estructuraba espacialmente
y mentalmente el mundo indígena.
El problema que no se puede resolver es la identificación plena de los sitios representados en
estos tallados, y solo en un único caso, los relieves parecen corresponder al sitio arqueológico donde se ubican, en el de Plazuelas, Guanajuato, por lo que no podemos generalizar y concluir que se
reproduzcan lugares reales en estos monolitos. Tampoco podemos acercarnos mucho a sus posibles
usos antiguos, pero lo que si fue importante detectar, es su funcionamiento con líquido que se les
echa en sus canalitos y pocitas y su escurrimiento por sus escaleritas y templitos y demás instalaciones urbanas y agrícolas, remarcando las figuras de animales labrados.
En cuanto a la relación de las réplicas y pocitas con el agua hicimos en mayo de 1992, un experimento en la maqueta del cerro Cuahilama en Santa Cruz Acalpixca1, para mostrar el diminuto
funcionamiento de los relieves labrados en este peñasco, a través de verter pequeñas cantidades de
1 En esta visita me acompañaron Anthony Aveni, sus almnos, David Carrasco, Johanna Broda, Gabriel Espinosa y ls mostré el
experimento arriba referido. En cuanto al nombre del pueblo “Alcapixca”, en este texto se utilizará este término, registrado por
el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI); sin embargo, “Alcapixcan” es también correcto ya que en
náhuatl Acal significa “canoa”, pix es guardar y can “lugar” (Trad. De Tena, Rafael, cit. en González Morelos: 1997:1)
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líquido, en sus pocitas, y observamos cómo era conducido por sus canalitos y derramado en sus
escaleritas y terracitas agrícolas, escurriendo el excedente del líquido en dirección hacia el lago.
Para finalizar hacemos una nueva propuesta del posible uso antiguo de las réplicas en miniatura del paisaje y las piedras con pocitas, utilizadas como altares ocupados en rituales dirigidos al Sol
y a los cerros terraceados, en donde se hacían rituales mientras el Astro se levantaba o ocultaba en
algún punto relevante del horizonte en determinadas fechas y además, se dan relaciones espaciales
entre estas piedras talladas, encontrando alineamientos solares entre algunas de ellas, como es el
caso de las que existen en el Xochitepec y el paraje de Piedra Larga, que registran el solsticio de
diciembre, observándose en ambos sitios salir el Sol, en el mero cráter del Popocatépetl, es decir,
usados ritualmente o como observatorios calendáricos y astronómicos en la última etapa mexica.
Metodología.
El presente trabajo es resultado del Taller Organización Social y Cosmovisiones Prehispánicas,
que impartió Johanna Broda en los años noventas en la Maestría en Historia y Etnohistoria en la
Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). “El punto de partida para este taller es el
estudio de la sociedad mexica, el ritual y la cosmovisión del último periodo antes de la Conquista,
tomando en cuenta los antecedentes históricos más antiguos y la comparación con otras regiones.
El concepto de la unidad cultural e histórica de Mesoamérica es fundamental para este enfoque, y
se investigará hasta qué punto los mexica estaban inmersos en esta tradición” (Broda, 1991: 5). Durante el desarrollo del taller hubo innumerables salidas a los cerros de la Cuenca de México, donde
existen vestigios arqueológicos muy cerca de los asentamientos modernos y pudimos platicar con
arqueólogos, historiadores e investigadores sobre diversos temas relacionados con los lugares y
algunos de ellos fueron guías en nuestras visitas a los diferentes sitios.
Así, todo el análisis de esta investigación se baso en el enfoque propuesto por la doctora Johanna Broda (1982, 1987,1989, 1991ª, 1991b, 1993, 1996, 1997b) cuyas ideas fueron el hilo conductor
por el cual fuimos construyendo nuestro marco teórico de los objetos de estudio. Además se ocupó
un enfoque interdisciplinario como lo propone Broda (1989, 1992), donde se mezclaron conceptos
de la Antropología, la Arqueología y la Etnohistoria, la Arqueoastronomía y las herramientas técnicas y las teorías de localización del urbanismo.
El eje de nuestra investigación fue la maqueta o réplica del cerro Cuahilama en Santa Cruz
Acalpixca en Xochimilco cuyas características de todo tipo y contenido temático, fueron tomamos
como punto de comparación para analizar otras piedras similares localizadas en Chalcatzingo, y
Xochicalco, en Morelos, el sitio de Tejupilco en el Estado de México, y Plazuelas en Pénjamo, Guanajuato, así como varios sitios de la Cuenca de México, Milpa Alta y Xochimilco.
Para la cronometración en el tiempo de estos relieves, tomamos al sitio olmeca de Chalcatzingo, como punto más antiguo cerca de la Cuenca de México, donde hay presencia del tallado de las
pocitas y las réplicas en miniatura del paisaje, relieves que podemos encontrar en sitios del Preclásico, Clásico y Posclásico incluso en piedras de re-utilización, por lo que se extiende su uso por
varios periodos históricos, en un proceso de larga duración. Sin embargo, la cronología del sitio en
que se encuentran estos relieves, por sí solos no pueden ser insertados en algún horizonte cultural,
sino no son auxiliares de sus referentes cercanos y elementos asociados.
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Para estudiar las réplicas en miniatura se deben tomar en cuenta tanto las características de
las réplicas y pocitas, así como las del soporte pétreo, la forma de la piedra donde se labró el motivo, sus técnicas de realización, Otro rasgo muy particular detectado dentro de éstos objetos en
miniatura es que funcionan con los elementos naturales que les circundan, dándoles su razón de
ser y completando su significado simbólico. Esta composición se completa con la incidencia de la
lluvia, el aire y el Sol, la cual forma parte de su simbología y mensaje religioso e ideológico, donde
la piedra adquiere un valor y significado de región o de territorio.
Los elementos medulares a encontrar son su función, su simbolismo, y así como su localización territorial, mediante el análisis de estos factores nos podríamos acercar a su verdadero uso y
significado en el mundo indígena.
Se trataron de sistematizar las características esenciales de estos tallados en miniatura en el
territorio comprendido en lo que fue Cuenca de México, Milpa Alta, Tláhuac y Xochimilco, con
algunos ejemplos de otras partes de Mesoamérica. En cuanto a los datos etnográficos se trató de
detectar el uso moderno de estas piedras labradas, encontrándose que en el cerro del Judío, en la
Alcaldía Magdalena Contreras, en el cerro de las Campanas en Huixquilucan, Edo. de México y en
San Salvador Cuauhtenco en Milpa Alta, y por otra parte en Kenko, Perú, todavía son ocupados
estos monolitos labrados, para realizar algunas ceremonias.
Para la ubicación de estas piedras talladas en el plano y su localización en el territorio se ocupó
el GPS, para sacar las coordenadas geográficas con un mínimo de error y la altura sobre el nivel
del mar. Se midieron sus dimensiones, se describieron sus formas y características y se registró con
fotos cada una de estas piedras con diseños en miniatura.
En cuanto a la obtención de los datos arqueoastronómicos, se hicieron directamente las observaciones de las salidas y puestas solares, siguiendo en algunos casos día con día los movimientos
solares en los horizontes calendáricos, de los sitios donde existieran piedras con pocitas y relieves
tallados, réplicas en miniatura del paisaje, montículos y restos de estructuras. Este trabajo se hizo
sólo en algunos sitios con la ayuda del teodolito y en otros se ocuparon brújula y clisímetro.
Trabajo de Campo.
El trabajo de campo se hizo en forma intensiva por más de diez años, desde antes de 1990, fecha
en que se elaboró la primera versión de nuestro proyecto de investigación y luego continuaron las
visitas hasta 2004, en este lapso se dio como ejercicio académico la publicación de algunos resultados parciales obtenidos en campo y donde plasmamos nuestras hipótesis de trabajo. Las visitas a las
montañas de Xochimilco y Milpa Alta en busca de este tipo de piedras labradas, para su ubicación
y localización en el territorio, dieron como resultado el encontrar un número considerable de estos
tallados, no reportados hasta el momento por instituciones como el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) o por otros estudiosos. Durante estos recorridos tuvimos en ocasiones
la posibilidad de observar de forma directa las salidas y puestas del Sol atrás de picos prominentes
que forman sus horizontes calendáricos, obteniendo de esto importantes resultados, que comentaremos brevemente en el Anexo 2 de este trabajo. Así, con amplios recorridos en las madrugadas y
en el día y por las tardes en el territorio montañoso de Milpa Alta, Xochimilco, Tláhuac y Tlalpan,
incluimos el estudio de los calendarios de horizonte de iglesias, petroglifos y réplicas en miniatura
del paisaje y pocitas talladas en piedra. Se hicieron entrevistas con los habitantes más antiguos
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encontrando algunos interesados en estos relieves, y en algunos casos fueron los guías que nos
mostraron algunos de estos motivos en miniatura y nos comentaron sus posibles significados, en
otras ocasiones participaron directamente en la localización de estas obras.
Los resultados parciales de esta investigación fueron presentados a la comunidad de Xochimilco y Milpa Alta, en los Auditorios de Museos, Iglesias, Casas de la Cultura, Plazas públicas de los
pueblos y barrios durante las fiestas patronales, en eventos especiales organizados por organizaciones civiles de los y de cronistas. e llevaron a cabo publicaciones en periódicos y revistas locales.
Objetivos.
La idea más general era difundir y reconstruir el pasado de los xochimilcas y milpaltenses partiendo del análisis de los innumerables restos arqueológicos, costumbres y rasgos culturales, lengua,
tradición oral y escrita, para contribuir a fortalecer la identidad de los pobladores originarios de
este vasto territorio sureño, lo cual sólo en parte se cumplió. Nos interesaba entrar a la discusión
para clasificar y discutir su simbolismo y función de estos labrados. Para esto en términos de propuesta nos dimos a la tarea de buscar un término más apropiado para nombrar a los tallados tridimensionales y a pequeña escala, que se clasifican como maquetas, encontrando el de “réplicas en
miniatura del paisaje”, que nos permite analizar estos diseños desde el punto de vista antropológico.
También rastreamos sus posibles usos y el significado de estos relieves en el mundo indígena, encontrando que fueron utilizados los soportes pétreos como observatorios astronómicos y ocupados
como altares en posibles cultos solares y de los cerros terraceados y fiestas mexicas. Describimos
sus características físicas y comparamos sus formas con otros tallados dentro y fuera de lo que fue
la Cuenca de México. Además pudimos recolectar el mayor número de estas piedras talladas en la
región montañosa de Xochimilco, Tláhuac y Milpa Alta y obtuvimos las coordenadas geográficas
de su ubicación, vaciando la información en una tabla y un mapa. Por lo que a nivel propositivo
pudimos cumplir nuestros objetivos más inmediatos, no así, los más complejos y amplios, como
serían, por ejemplo, su verdadera utilización, y mensaje simbólico que pudieron haber variado en
cada periodo histórico.
Localización.
Por otra parte las maquetas prehispánicas labradas en grandes monolitos, así como las pocitas
talladas en piedra, las localizamos en el pueblo de Santa Cruz Acalpixca en el cerro de Cuahilama,
a la orilla de lo que fueron los lagos y ríos, en la región montañosa de Xochimilco y Milpa Alta,
pero también se encuentran en vastas áreas del territorio de lo que fue la Cuenca de México; los
innumerables tallados del Huixachtécatl o el cerro de la Estrella, en Iztapalapa; al poniente se ubican las réplicas del cerro del Judío o Mazatepetl, en Contreras y en el Zacatepetl cerca del sitio de
Cuicuilco; al oriente en la zona boscosa de Tlalmanalco, Amecameca y Cocotitlán, que colinda con
los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl; al norte de la Cuenca mencionaremos lugares vecinos a
la iglesia de los Remedios; San Mateo Nopala y el cerro Moctezuma; al nororiente, Xometla cerca
de Teotihuacán y el sitio del Tezcutzingo en Texcoco y su alrededores. Más allá de la Cuenca hay
registro de su presencia en el Estado de Morelos, en Chalcatzingo y Xochicalco, en los sitios olmecas de Tabasco y Zihuatanejo en Guerrero, y en Tejupilco en el Estado de México antigua frontera
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tarasca-mexica. Además en los límites de Mesoamérica, el sitio llamado del Cobre o Plazuelas, en
el Estado de Guanajuato, Juchipila en Zacatecas, el Planchón en Chiapas, y en la zona de terrazas y
manantiales de aguas salinas conocido con el nombre de Hierve el Agua, en Oaxaca. Así, la vasta
zona donde se encuentran estos relieves en miniatura abarcarían: Querétaro, Puebla, Veracruz,
Oaxaca, Hidalgo, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Zacatecas, Guerrero, Morelos, Chiapas,
y Yucatán. Por otra parte, se han encontrado ejemplos análogos en un área mucho más extendida
de las antiguas culturas americanas, en algunas regiones de Norte América y Canadá, en California,
pasando por la tierra de los huicholes y recorriendo la zona semidesértica del Bajío, en la ribera de
un río en Tomatlán, Jalisco y hacia el sur, en los países centroamericanos, en Guatemala, Honduras,
el Salvador y Costa Rica así como las piedras cubiertas con pocitas de Guayana Británica.
Para cumplir con nuestros objetivos propuestos dividimos nuestro libro en cuatro capítulos, y
dos anexos, los cuales se pueden dividir en tres secciones, la primera analítica, la segunda propositiva y la última descriptiva y que resumiremos a continuación. El estudio y el orden de los capítulos
responde a la necesidad que surgió al tratar de ordenar y sistematizar la información de una investigación de campo y análisis de muchos años, además de que nunca se había hecho un tratamiento
sistemático, exhaustivo y comparativo de las maquetas y pocitas de Mesoamérica.
En el primer capítulo, se trata de identificar y precisar cual serán los objetos arqueológicos de
nuestro estudio a partir de un recorrido histórico a través de los elementos construidos tridimensionalmente llamados maquetas que se han elaborado en distintas épocas, con múltiples funciones
y ocupadas y construidas por diversos grupos humanos en todas partes del mundo. Empezamos
nuestra descripción por las sincréticas cristianas, pues estas nos ayudaran a entender para que fueron creadas y el uso que tuvieron en América y Europa. En el viejo continente eran complemento en
la iconografía de los santos, donde muchas de sus imágenes tenían pequeñas iglesias entre sus manos
indicando su pertenencia a esta institución o bien elementos que indicaban sus atributos o formas de
martirio que habían sufrido. En América en los primeros tiempos de la invasión europea, se ocupó
un tipo especial de maqueta, llamada Nacimientos, como un método lúdico didáctico, como una
forma de evangelizar y transmitir los fundamentos de la nueva religión. Sin embargo, en el mundo
indígena, y en Mesoamérica ya había antecedentes de la existencia de estos objetos en miniatura.
Una primera clasificación de estas obras prehispánicas podría ser por el tipo de material utilizado en su fabricación, luego si fueron fijas o movibles pues nos dan algunos indicios de sus usos, para
qué fueron utilizadas, las hay mexicas comestibles y de barro y en forma de trono y de piedra tipo
Mezcala, teotihuacanas, mayas, olmecas y de madera de los grupos huicholes tipo pirámide solar y
las talladas directamente en grandes monolitos y peñas, estas últimas que son las que aquí estudiaremos. Para su análisis hacemos un corte de índole metodológico para establecer el estudio de los
tallados tridimensionales en grandes monolitos y las pocitas en piedra, y dejar fuera del estudio las
maquetas de otro tipo. Privilegiamos su uso como altares o recipiente de líquido, de agua o de lluvia,
el funcionamiento de los relieves vertiendo agua. Y señalamos las tres principales características de
las réplicas prehispánicas, su tamaño reducido y el uso de varias escalas según la importancia de los
elementos tallados, la reproducción de temas reales, míticos o idealizados, y su particular forma de
verse desde arriba, desde varios ángulos y por un grupo reducido de personas. Y por último anotamos las características físicas de las pocitas y sus dimensiones, y una ligera comparación entre ellas
según el sitio donde se ubican y su cronología y el periodo histórico de su presencia de las pocitas y
de las réplicas con pocitas, en sitios tan antiguos como Chalcatzingo, Morelos.
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En el segundo capítulo se reseñan diversos estudios mesoamericanos e hipótesis de diferentes
autores, sobre el simbolismo y función de las réplicas en miniatura del paisaje con pocitas y pocitas
aisladas, cuyas muestras más complejas y representativas son las que se localizan en el sitio de Plazuelas en Guanajuato, la de Tejupilco en el Estado de México, la del cerro del Judío en Magdalena
Contreras en ls Ciudad de México y la del sitio arqueológico de Xochicalco en Morelos, y la del
cerro Cuahilama en Santa Cruz Acalpixca, en Xochimilco ésta última será el eje de nuestro análisis.
También existen bellos ejemplos en el área Maya, en Petén Guatemala, el llamado “Mapa en relieve
de Tikal.” También hay estos “mapas” en Venezuela, la fuente del sitio de Lavapatas en Colombia, la
piedra de la Luna del sitio de Apurimac, y la piedra monolítica de Kenko en Cuzco, ambas en Perú
y las tacitas del Valle del Encanto en la Serena en Chile, la piedra con pocitas de la isla de Pascua
en el mismo país y la del sitio de Tiwanaku en Bolivia, de las cuales mostramos fotos en el Anexo
2, resumen de datos comparativos. En los sitios del altiplano de México, los temas grabados son
motivos urbanos y agrícolas y se caracterizan por la posibilidad de ser inundadas las superficies y
correr el agua por sus pocitas y canalitos. Las opiniones sobre la función de estos relieves por lo
regular las dan arqueólogos, antropólogos, historiadores del arte, etnólogos, arquitectos, urbanistas
por lo que los puntos de vista giran en torno a sus respectivas disciplinas, y hechos desde diversos
países de América y Europa.
Empiezan las propuestas desde el campo de la arquitectura y el urbanismo de los posibles usos
de estos tallados que quizás sirvieron como herramientas en las actividades constructivas, urbanas
y arquitectónicas, en lo cual nosotros no estamos de acuerdo. Se han detectado que algunas réplicas
prehispánicas como la de Plazuelas reproducen el sitio arqueológico donde se ubican, sin embargo
esto no se puede generalizar a las demás áreas. También incluimos la propuesta de la doctora Broda
en cuanto si estos relieves son maquetas o modelos y la propuesta del historiador Gabriel Espinosa
de que estas réplicas reproducen el cosmos. En el campo de la planeación calendárica, encontramos
aportes a nuestro tema hechas por el arqueólogo Ivan Sprajc y el geógrafo alemán Franz Tichy. En
la época de los sesentas se generalizó la idea en Latinoamérica que este tipo de relieves en piedra se
usaron como mapa de localización o como guías para cruzar determinado territorio (ver Anexo 2,
apartado 6.4) y el cronista Farías Galindo lo aplicó para el monolito de Cuahilama en Acalpixca, y
recientemente el Doctor Francisco Rivas (2006) nuevamente retoma esta idea anterior, para aplicarla en la interpretación del conjunto de relieves de este tipo en el cerro del Judío en Magdalena
Contreras. Hay la propuesta de que este tipo de tallados en piedra son marcadores de los límites
territoriales y políticos de los lugares y pueblos, de distintas regiones geográficas con diversas actividades económicas y pueden estar reproduciendo las formas topográficas del entorno. A estos
labrados se les ha atribuido una función religiosa y un uso como altares en rituales de pedimento
de lluvia o de algunos dioses o diosas y como recipientes de sangre de autosacrificio, por parte de la
arqueóloga Carmen Cook, la periodista Saide Sesín, el urbanista Rafael Zimbrón, la etnohistoriadora Johanna Broda, el historiador de arte Richard F. Townsend, y el arqueoastrónomo Stanislaw
Iwaniszewski. En cuanto a las piedras con pocitas se consideran como receptáculos de agua sagrada
o como parte de sistemas hidráulicos de la agricultura de terrazas, o como sus réplicas en miniatura y pudieron ser estas ocupadas en el culto al lugar. También se apuntan el culto y simbología de
las escaleras en miniatura y la presencia de cruces punteadas y su relación solar, como elementos
asociados a estos pequeños relieves. Se ha detectado también una actividad astronómica a partir de
las réplicas en miniatura y las pocitas, que contienen números calendáricos, como espejos de agua
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para observar el firmamento o como observatorios solares o como representación de constelaciones. Otros proponen un uso productivo de las pocitas, su intervención en la explotación de la sal,
en la producción minera como decantadores, como recipientes utilizados en la producción agrícola
en terrazas como en el sitio de Hierve el Agua, en la preparación y maceración de alimentos, para
almacenar agua y comida o como instrumentos musicales, en la medicina y pintura, como herramienta o tuercas o para prender fuego, en actividades de ornato y recreativas y como indicadores
o estimulantes en el embarazo (para otros usos ver cfr. Álvarez, 1978). Sin embargo, nosotros consideramos que su verdadera función y uso de las réplicas con o sin pocitas y las pocitas aisladas en
piedra o formando conjuntos están más cerca de un uso ritual y religioso relacionado con la lluvia,
Tláloc y el Sol y las observaciones astronómicas para construir los calendarios de horizonte.
El tercer capítulo es de análisis y donde describimos también nuestras propuestas, y donde se
anotan las principales características de las réplicas en miniatura del paisaje, término que proponemos para nombrar a este tipo de tallados en piedra. Iniciamos con nuestras hipótesis sobre el
contenido simbólico de la maqueta prehispánica del cerro Cuahilama en Santa Cruz Acalpixca en
Xochimilco, luego indicamos que el término maqueta lo consideramos como sinónimo de modelo
y damos las principales diferencias entre los prototipos arquitectónicos y los arqueológicos y el
concepto de maqueta prehispánica que utilizaremos en este estudio, después proponemos que estos labrados tridimensionales son relieves que deben considerarse como miniaturas en sustitución
al término de pequeña escala y consideramos que estos diminutos relieves, son el resultado de la
necesidad del indígena de apropiarse del espacio y el paisaje. Además en base a los planteamientos
hechos por el historiador Alfredo López Austin, proponemos el uso de la categoría histórica de
réplica, para entender, analizar y nombrar a estas piedras labradas con pocitas, que pueden ser las
réplicas de sitios reales, idealizados o lugares míticos como el Tlalocan o el Tamoanchan y también
pueden ser la reproducción de un modelo común válido para distintos grupos culturales como
seria la ciudad de Tenochtitlán. Incluimos en este apartado, las técnicas utilizadas para tallar estos
diseños en miniatura, las características físicas del soporte pétreo y su reutilización en distintos
periodos históricos. Anotamos el simbolismo de la piedra en el mundo indígena, y decimos que
ellas son la representación simbólica de cerros o porciones del territorio o de una región y su topografía y detectamos un posible culto a la piedra. Aplicamos las teorías territoriales de localización
dentro del análisis de las réplicas, su ubicación en la Cuenca de México y los temas que tratan, la
orientación de los diseños en la superficie de la piedra y la relación de las piedras de este tipo en el
territorio, sus alineamientos entre ellas, lo que nos lleva de la mano a su análisis arqueoastronómico
y el posible uso de estas peñas como observatorios solares y altares de autosacrificio.
En el cuarto capítulo, desarrollamos el concepto de que las réplicas en miniatura del paisaje y
las piedras con pocitas, fueron altares ocupados en los rituales solares y de los cerros. Empezamos
por describir el urbanismo indígena que trataba de reproducir lugares sagrados, sitios paradisíacos, en la construcción de sus ciudades y los fenómenos naturales que dan significado a los relieves
tallados de este tipo, la incidencia del agua y la lluvia en los diminutos motivos de las réplicas y la
influencia que presenta la luz solar o lunar sobre sus diseños y el reflejo de las estrellas en el tallado
en miniatura cuando este contiene agua, ya que son propensos a inundarse y tener movimiento de
sus relieves con el líquido que se les vierta y las relaciones que presentan estas miniaturas y pocitas
con las posiciones del Sol en el horizonte. Analizamos las réplicas de las escaleras en miniatura y
la relación de las pocitas con Tláloc y ocupamos el marco teórico propuesto por la doctora Broda,
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para estudiar la función de las réplicas como altares en diversos rituales y cultos del Sol, del agua,
de la fertilidad y de la lluvia, así como su uso como recipientes en los rituales de autosacrificio.
También anotamos la participación de las réplicas de cerros en miniatura en las fiestas mexicas
dedicadas a los montes como la de Huey Tozoztli, y decimos que los motivos escalonados están
relacionados con el Agua y el Sol y su relación con las fiestas calendáricas y con la iconografía de
Atemoztli y Atlcahualo. En otro apartado los relieves de escaleras en miniatura los consideramos
parte de un culto a los cerros y a las terrazas agrícolas y como participantes en los cultos solares,
aduciendo como ejemplo las prácticas rituales de los huicholes, donde aún se puede observar el
uso de los relieves escalonados en miniatura y su simbología. Terminamos el capitulo, con los usos
rituales actuales de las réplicas con pocitas y pocitas aisladas y que comparamos con el caso del
gran monolito de Kenko, Perú, datos que anotamos en el Anexo 2 donde reunimos los ejemplos
comparativos de otros países del mundo. Se concluye con un epílogo, y reflexiones finales.
En el Anexo 1, registramos los datos recopilados en el trabajo de campo profundo y sistemático
que se extendió a casi una década, actividad que nos permitió encontrar alrededor de 50 piedras
talladas que no están registradas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, y analizar sus
particularidades para hacer diversas propuestas en cada uno de los capítulos. Estos datos forman la
base documental para el análisis e interpretación que se elabora en esta obra, por lo voluminoso y
detallado nos vimos en la necesidad de pasar esta información al Apéndice.
Introducimos este anexo, con los antecedentes, de las réplicas en miniatura del paisaje y la
pocitas talladas en piedra, el contenido temático de sus relieves, su localización en el territorio y
su descripción iconográfica, así pudimos detectar que los motivos más recurrentes, son los relieves
escalonados y la reproducción de terrazas agrícolas, y las pocitas. De estos temas proponemos una
tipología en Xochimilco y su posible especialización en un culto a la agricultura en terrazas, además, por su propensión a recibir agua en sus relieves, indicamos su relación simbólica con el agua
y la lluvia y su funcionamiento ritual con el líquido que se les eche a estos altares.
Empezamos el compendio con la descripción de las réplicas en miniatura, pocitas y petroglifos
localizadas en los límites del lago y donde comienza la región montañosa de Xochimilco, tomando
como eje comparativo el estudio de Carmen Cook, que tiene sobre la maqueta prehispánica, y los
trabajos de diversos autores sobre los petroglifos del cerro Cuahilama en Santa Cruz Acalpixca, y
anotamos nuestra propia propuesta de interpretación del contenido temático y simbólico de esta
réplica en miniatura del paisaje. Luego hablamos de otras piedras poco conocidas en ese mismo
cerro, que reproducen terrazas agrícolas y templos y pocitas en las cimas de los cerros.
Tenemos otro inciso en donde describimos la localización de las réplicas, pocitas y petroglifos,
en bosques, en ejidos y tierras comunales, en terrazas y zonas agrícolas, acantilados y barrancas, y
cerca de donde había manantiales, en la cima de los cerros y volcanes, en los limites políticos, económicos y ecológicos, en los circuitos de caminos y a lo largo de rutas y cruceros vecinales y límites
territoriales de los pueblos. Así, encontramos vestigios arqueológicos en el barrio de Tecacalanco,
en un montículo camino de Acalpixca a Xicomulco, en el crucero hacia Santa Cecilia Tepetlapa, en
otra vereda que conduce a Nativitas Zacapan, en los limites con San Gregorio Atlapulco, en el cerro
Xilotepec, en el sitio de “Piedra Larga” en los límites territoriales de Acalpixca y Xicomulco, de San
Gregorio y Santa Cruz Acalpixca. En Santa María Nativitas Zacapan y San Lorenzo Atemoaya, en el
paraje de Tehuapanco. En San Lucas Xochimanca, en el sitio “El Mirador”, San Mateo Xalpa, y San
Miguel Topilejo y San Andrés Ahuayucan, En Milpa Alta o Malacachtepec Momoxco, en San Lorenzo
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Tlacoyucan, en San Juan Tepenahuac, en el cerro Tecpayo en San Francisco Tecoxpa y San Antonio
Tecómitl. Así, los restos arqueológicos se encuentran dispersos en los territorios pertenecientes a los
pueblos y la zona montañosa de Milpa Alta y Xochimilco, y un solo sitio arqueológico que actualmente está en los límites de Tláhuac, conocido como Santa María de los Olivos e incluimos un lugar
de pocitas visitado recientemente en San Pedro Actopan y otro que colinda con el cerro de Acopiaxco
en el pueblo Parres en Tlalpan, terminamos el Anexo 1 con un apartado dedicado al sitio oaxaqueño
de Hierve el Agua, no podemos dejar de mencionarlo, ya que muestra en forma fósil las terrazas agrícolas de riego que existieron en la época prehispánica, las cuales conservan toda una red hidráulica
formada por pequeños canalitos y pocitas, que regaban las pequeñas parcelas y que eran abastecidas
del vital líquido por un manantial. Este conjunto agrícola es un paisaje en miniatura, quizás en el que
se inspiraron para elaborar las réplicas en miniatura en otros lugares de Mesoamérica.
Además, esta recopilación nos llevó a detectar lo que fue una posible red bien estructurada de
réplicas en miniatura, pocitas, petroglifos, topónimos, tronos, altares, dólmenes, peñas de observación y grandes monolitos que sirven de linderos y puntos de referencia, montículos, cúmulos
de piedra, restos de estructuras, escaleras, terrazas, nichos en bardas, restos de sistemas hidráulicos, drenajes, canales, tinas y piletas, círculos, espirales, calaveras, cruces punteadas teotihuacanas,
sitios con cruces cristianas, caminos empedrados y bardeados, esculturas de personajes, figuras
amorfas, y geométricas, y la reciente figura del Sol y los planetas, Tlálocs, cuevas, grietas y abrigos
montañosos, recintos de piedra, diseños escalonados, pintura rupestre, tiestos de cerámica y lítica,
piedras con cultos actuales como “Piedra Larga”.
En cada apartado incluimos la localización de los tallados y otros elementos prehispánicos, su
altura con respecto al mar, la longitud y la latitud, orientaciones de los relieves, en algunas ocasiones
hechas con teodolito, medidas y dimensiones de los motivos, formas de los labrados, láminas de
códices, fotos de algunos de los tallados, sus principales características, su reutilización en diferentes
épocas, indicando su posición en un único plano resumen, que permite ver sus cualidades estratégicas, sus relaciones espaciales y las distancias entre cada una de las réplicas y pocitas. Además incluimos sus características astronómicas, y planteamos que fueron piedras ocupadas como observatorios estelares, y detectamos que algunas de ellas tienen alineamientos solares con los equinoccios y
solsticios y proponemos su posible participación como altares en cultos y rituales al Sol.
Al final del anexo incluimos un cuadro donde se resume la localización de algunos de los sitios,
no todos porque algunos se fueron agregando a lo largo del tiempo y un mapa donde reunimos los
ejemplos enlistados en la tabla y mostramos de forma gráfica con números la ubicación de estas
piedras talladas en el territorio de Xochimilco y Milpa Alta.
En el Anexo 2 finalmente hemos resumido datos comparativos acerca de las piedras talladas
que nosotros llamamos réplicas en miniatura, que tienen presencia en otros países de América,
Asia, África y Europa en donde estos objetos arqueológicos, tuvieron un uso en las ceremonias y
rituales funerarios, Por otra parte los tallados que nosotros conocemos como pocitas talladas en
piedra reciben distintos nombres en las regiones del Norte de México y de los Estados Unidos, que
anotamos en este inciso, así como su cronología, muy antigua de estas pocitas y su localización desde Alaska, hasta California y Miami, hasta el extremo sur del continente, desde Ecuador, Colombia,
Chile, Perú, Venezuela, hasta Argentina y Bolivia. También las hay en las Islas Británicas, en Malta,
Australia, India, es decir en todo el mundo.
Estas pocitas pueden servir en Europa y Sudamérica, para almacenar o macerar alimentos y en
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África, como instrumentos musicales, en América, como herramientas mecánicas, y ocupadas en
rituales actuales que tienen que ver con las mujeres embarazadas, el líquido que retienen se considera como agua medicinal y las pocitas son ocupadas para actividades propiciatorias.
Las réplicas en miniatura talladas en piedra, en una época se caracterizaron en Venezuela, Colombia y México, como piedras mapas, ya que se consideraba que reproducían todo lo que había
alrededor de donde se ubicaban, no sabemos si algún autor influyó en otros o fue una idea que
surgió en estudios paralelos.
En Honduras, Perú y Colombia, el americanista Rafael Girard, a fines de 1970, consideró a las
réplicas con pocitas como fuentes rituales de atracción mágica de lluvia. Otros investigadores en
Perú y Chile, les han atribuido una función calendárica y astronómica. También se le ha considerado como elementos que intervienen en las actividades económicas, en las actividades mineras
y extractivas y algunas en la actualidad tienen una función y una actividad ritual, como la gran
mole de Kenko cerca de la ciudad de Cuzco en Perú, donde en algunos de las pocitas, unidas por
canalitos en zigzag, derraman chicha, bebida tradicional, que es consumida por las parejas recién
casadas. En el Ecuador, Schávelzon, encuentra que las réplicas de cerámica de casas y templos eran
puestas dentro de tumbas o modelos que funcionaban como recipientes para líquidos.
Finalizamos el Anexo 2, mencionando a las réplicas de escaleras en miniatura como parte de
un culto a los ancestros y a la fertilidad, tomando como ejemplo el caso del grupo étnico de los
huicholes y en Melanesia, Oceanía.
Terminamos esta introducción agradeciendo a toda la población xochimilca y milpaltense, por
su interés y apoyo a este proyecto que no concluye en lo escrito, sino continúa en la lucha cotidiana
de cada uno de nosotros como defensores y promotores de la cultura y de la historia.
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Capítulo uno
Réplicas prehispánicas y pocitas talladas en piedra
en mesoamérica.
Objetos de nuestra investigación.
El objetivo de este capítulo es mostrar los diferentes tipos de réplicas en miniatura que se generaron
como parte de las actividades rituales de las culturas mesoamericanas más antiguas y trataremos
de definir las principales características de los objetos en piedra que acotamos para su estudio, tomando como eje de análisis el monolito labrado de Santa Cruz Acalpixca, Xochimilco. Abriremos
este inciso, con los prototipos sincréticos cristianos, pues son los llamados “Nacimientos” las obras
tridimensionales más cercanas a nosotros, las cuales nos ayudan a explicar el concepto teórico de
réplica, cuya definición y análisis, lo desarrollaremos a lo largo de las diferentes secciones de este
trabajo.
Antecedentes
El uso de la técnica del modelaje en miniatura no es privativo de los tiempos actuales. Encontramos
su práctica extendida en diferentes épocas históricas correspondientes a variadas culturas antiguas,
ubicadas en distantes regiones del mundo, en donde se reproducen pequeños templos, casas, animales y otros objetos, utilizando diversos materiales para diseñarlos, entre ellos la cerámica y el
barro. No podemos extendernos mucho para hacer un estudio comparativo del uso de las maquetas
en el mundo antiguo, pero sí pensamos mencionar que guardan cierto paralelismo con los modelos
prehispánicos.
Empezaremos nuestro análisis con las maquetas sincréticas americanas y europeas, pues son
las que aun ahora dominan nuestras costumbres rituales.
1.1. Réplicas en la iconografía cristiana.
En la Europa cristiana, también se utilizaron diminutos modelos formando parte de la iconografía
de santos y vírgenes. Por ejemplo, en algunas esculturas y pinturas de San Agustín se muestra al
santo, cargando en una de sus manos una pequeña maqueta que reproduce a una iglesia católica en
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miniatura, ya que él era considerado el teólogo más grande de la cristiandad y doctor de ella. Por
tanto el pequeño edificio soportado en la palma de su mano y detenido con sus dedos da un significado de pertenencia o apropiación. Otra Santa, la emperatriz Cunegunda esposa de Enrique II,
tiene como atributos “la corona imperial y el modelo de una iglesia; Con una reja de arado junto
a sí...” (Christian, 1995:91).
También Santa Waldetrudis se le representa con una copia de un templo cristiano y la Santa
Matilde con una pequeña réplica de un monasterio en sus brazos. Así, las maquetas en miniatura
de iglesias, monasterios y conventos, en manos de santos y santas, eran para simbolizar que pertenecían a esta institución religiosa.
En estos mismos siglos en Europa, en el mundo católico, San Francisco de Asís, y luego en
América los frailes franciscanos, utilizaron en sus labores evangelizadoras, la técnica de representación tridimensional, la cual ocupa una escala reducida y que tenía como finalidad reproducir en
miniatura el pueblo de Belén, el lugar donde nació la principal figura del cristianismo, Jesucristo,
y para conmemorar este hecho, se crearon las réplicas en las cuales a partir de la idea que se tenía
del sitio de la natividad del niño Jesús, acompañado de San José y la Virgen María, reunidos en un
establo ubicado en la cúspide de un cerro, o sobre el empinado declive de un valle que deja correr
un río, se armaron paisajitos que fueron escenarios de diversos pasajes bíblicos.1 En estas pequeñas obras podían convivir lugares desérticos con verdaderos paraísos exuberantes de vegetación,
donde existían plantas, viviendas, puentes, torrentes que nacen de un cerro, cuerpos de agua, ríos,
lagos, lagunas, pozos y manantiales o brotaba agua de alguna cueva, fuentes y cascadas, nevados
volcanes que echan humo y fuego por su cráter, personas que tocan sus instrumentos y bailan, patos nadando en la laguna y monos lanzándose desde los peñascos. Estas composiciones eran una
reproducción en miniatura de la naturaleza, sin que la réplica tuviera que corresponder a un sitio
real y en estas locaciones convivían escenas históricas muy alejadas en tiempo y espacio, como por
ejemplo, Moisés orando en el monte Sinaí y junto a esta, lo que aconteció muchos años después,
Judas Iscariote suicidándose en el Ciprés. En estas composiciones se reproducían no solo el paisaje
circundante de los lugares santos, donde se incluyen sus relieves topográficos y breves representaciones de diversos paisajes con sus pobladores, el ambiente natural en ese momento histórico, la
vegetación característica de la región, flora y fauna, y también fenómenos astronómicos, y hasta
cuerpos celestes que fueron las señales divinas que anunciaban el alumbramiento de Jesús, circunstancias sociales e incluso estados anímicos de hombres y animales, e importantes personajes reales
y mitológicos como los ángeles, seres alados, que anunciaban el evento, es decir la trascendencia del
momento se ve reflejado mediante sus componentes.
Estos diminutos conjuntos se les llaman “Nacimientos”, que todavía en la actualidad se construyen en diciembre, durante la época de Navidad, y pueden ser considerados como réplicas en
miniatura del paisaje o maquetas, ya que estas composiciones fueron pensadas para hacer una pequeña copia idealizada de todo un territorio sacro, reproduciendo la geografía del “lugar sagrado.”
No sabemos cómo fueron los primeros “Nacimientos” en la Europa cristiana, pero los tradicionales
en la América hispana podían abarcar diferentes pasajes bíblicos con escenas ubicadas en varios
1 El relato de la forma de hacer los nacimientos, es parte de las experiencias personales al seno de una familia tradicional y bajo la
dirección de una abuela católica.
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tipos de paisajes que podían ir desde el desierto hasta zonas muy fértiles o boscosas, dotadas de
cuevas, cerros y barrancas. Cada sección de la obra eran paisajitos que podían convivir entre sí,
para completar la idea y lo interesante es que podía actuar la imaginación del realizador para plasmar los sitios como él pensaba que habían sido. A pesar que en Mesoamérica, no eran conocidos
los paisajes bíblicos, sus reproducciones en miniatura fueron construidas con los elementos existentes en el entorno y nadie cuestionaba en la obra la existencia de un maguey o un nopal, en la
región del Medio Oriente, donde nació Cristo. En estos prototipos se agregaban elementos locales
inexistentes en las tierras santas, así como fauna y flora desconocidas en esa época y en tal región de
la tierra, por ejemplo, la inclusión de cactus. Es decir, actuaba en gran medida la libertad del autor
en cuanto a la comprensión de los sucesos, pero siempre enmarcado dentro de los cánones que fijaba el mito y la leyenda. Un dato importante es que a pesar de que los Nacimientos no reproducían
con rigurosidad, los sitios históricos, al ver las composiciones en miniatura, todos identificaban, a
esta obra como la réplica del lugar del alumbramiento divino.
Por lo regular estas maquetas o “Nacimientos” eran construidos por personas que desconocían
los lugares litúrgicos y solo su imaginación o algún grabado era la guía para elaborarlos, al final la
obra nos hablaba de los hechos legendarios o históricos, de los fenómenos astronómicos y de los
conflictos sociales que suscitó dicho evento.
Es importante resaltar que en la actualidad, en el mundo andino, los Nacimientos en miniatura
forman parte de los temas que los artesanos reproducen en barro y en tela. En México y el Perú
estos objetos religiosos fueron en un principio ocupados como herramientas de la evangelización,
que luego se convirtió en tradición. Es aquí donde converge el uso ritual de las maquetas prehispánicas, las sincréticas coloniales y europeas, lo cual muestra la necesidad del hombre de utilizar
objetos en miniatura para significar y poder tener la sensación de apropiarse de ellos.
Un ejemplo que quizás nos ayude en la interpretación y comprensión del concepto de maqueta prehispánica y la utilización de sus técnicas, puede ser el de reproducir edificios históricos,
por ejemplo, construcciones medioevales, conociendo sus características esenciales y acomodarlas
como el diseñador quiera combinarlas en su obra, el resultado puede ser la copia exacta de un verdadero castillo ubicado en algún lugar de Europa, pero también un edificio cuyas formas espaciales
no correspondan a ninguno de los aún existentes, es decir, se crea un “nuevo” en miniatura, ocupando sólo los elementos conceptuales que caracterizan a los castillos.
Existe también la práctica recreativa de modelar “Castillos” en la arena de las playas cercanas
al Mar. Es usual construirlos de memoria o utilizando un prototipo en donde sólo se ocupan sus
elementos constituyentes que lo identifican como tal. No son copiados integralmente de los castillos que aun existen, sino que se “juega” con sus formas primarias; es decir; almenas, torres, fosas,
puentes, puertas, atalayas, portones, caminos sobre las murallas, banderas, estandartes y blasones,
etc., son elementos que se van acomodando a la réplica como mejor le parece a su constructor utilizando también su creatividad e imaginación dando un resultado final diferente a la obra real, un
modelo inexistente en la geografía. Pero siempre dentro de los parámetros que le permiten parecerse o tener ciertos visos cercanos a éstos edificios feudales y ser identificados dentro de ellos por
un grupo extenso de observadores que conocen el código que identifica a estas obras arenosas con
las estructuras que dominaron el espacio urbano medieval (fig. 1.).
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Fig. 1.- Castillo de arena, no corresponde a ningún edificio feudal real.
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Es decir, se ocupan las figuras más elementales del concepto que identificamos como “Castillo”,
pero en su elaboración se utiliza un término un poco conflictivo: la “creatividad”. Por lo tanto un
constructor de estas pequeñas obras de arena utilizará los elementos simbólicos aunque identifican
al edificio feudal, pero distribuiría los espacios y recintos como su imaginación le dicte, pero siempre
siguiendo el marco conceptual establecido. En fin, conociendo los elementos constitutivos de estas
construcciones feudales, se podrá jugar con ellos, dando como resultado un objeto real o idealizado.
Los “Castillos” de arena no son considerados estrictamente como maquetas, aunque en realidad sí lo son, forman una clase o tipo especial de ellas. Las características que las distinguen de
otras, son su temporalidad, ya que su existencia es muy corta, el tipo de material utilizado y, lo más
importante, es su finalidad primordial de dotar de una relativa “libertad” a su realizador, de crear
nuevas distribuciones a partir del concepto “Castillo”.
Precisamente de esta particularidad para elaborar los modelos de arena, parte la idea de que
los motivos en miniatura tallados en piedra por los grupos indígenas, quizás tenían esta misma
cualidad, el de poder “crear” sitios ideales a partir de la lógica conceptual imperante en esa época,
utilizando sus propios símbolos y conceptos más elementales que se derivaban de su cosmovisión
y la manera de interpretar la naturaleza.
En la artesanía actual de México, todavía se fabrican en Tepoztlán, Morelos, en trozos pequeños de corteza de árbol, diminutas casas entresacadas de la madera, que no corresponden a las
actuales construcciones habitacionales del pueblo, pero el pequeño tronquito si representa al cerro
del Tepozteco y sus accidentados relieves. Estas casitas se pueden clasificar como maquetas o bien
como objetos en miniatura y por supuesto su uso puede ser únicamente ornamental, pero también
se podrían utilizar en la composición de otra maqueta, como serían los llamados “Nacimientos”
cristianos (fig. 2.).
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Fig.2. Réplica en miniatura de un templo católico. Puede representar a cualquier iglesia cristiana de México.
El constructor la dedicó a la Virgen de Guadalupe.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero. 1992.
Así a las diversas funciones en que intervienen los diseños en miniatura en la época moderna,
van desde lo ornamental, interviniendo en las actividades constructivas, mostrando modelos de
edificios y ciudades a futuro, en los procesos productivos, en las practicas lúdicas, artísticas, cine
teatro, pintura y en las labores científicas en la creación de modelos tridimensionales para explicar
determinado fenómeno o la creación de nuevos artefactos, como podemos ver sus usos son múltiples y se puede agregar su utilización dentro de la religión de las antiguas culturas mesoamericanas, interviniendo en la composición de aras o siendo ellos mismos altares que se ocupaban en los
rituales de pedimento de agua y de lluvia, y en los ritos dedicados al culto al Sol y hasta en labores
calendáricas, sirviendo como puntos de observación astronómica como en Xochimilco y otras
partes de lo que fue la Cuenca de México, aspectos que veremos en este trabajo posteriormente.
Pero antes de entrar en el desglose de las características de los modelos o réplicas prehispánicas
con pocitas talladas y pocitas aisladas y sus posibles funciones, es necesario ubicar los elementos
indígenas que entran dentro de la clasificación moderna de maquetas.
1. 2. Réplicas prehispánicas mesoamericanas.
Son de varios tipos y diversos materiales y una primera clasificación de ellas, podría ser la siguiente,
partiendo del material de su fabricación:
1.2.1. Réplicas en barro.
Podemos decir, que son las maquetas que más abundaron en el mundo indígena, por el tipo de
material utilizado en su elaboración y su mayor posibilidad de ser trasladarlas a otros sitios.
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Por tanto réplicas son las representaciones de barro y piedra que reproducen templos, viviendas con patios y espacios exteriores, a veces, pequeñas aldeas con sus habitantes, en algunas ocasiones reproduciendo ceremonias y rituales como el palo volador; canchas de juegos de pelota con sus
espectadores y jugadores, como la existente en el Museo Anahuacalli; animales dentro de recintos,
como la guacamaya de barro2 de la región ñuiñe en la Mixteca Baja, en Oaxaca (Hartung, 1982:
218 y fig. 24). Son objetos que tienen la característica de estar hechos a una escala reducida y con la
posibilidad de poder ser transportados y colocados en repisas, altares, nichos y tumbas.
En Mesoamérica el uso funerario de las maquetas de pequeñas casas y edificios, según Schávelzon (1987: 17), podría compartir el mismo concepto, el de unir de alguna forma a los muertos
con sus viviendas. “En América la costumbre común era enterrar a los ancestros bajo el piso de
su casa, donde continuaban viviendo sus descendientes. Otra, era colocar como prenda fúnebre
una imagen de su propia casa o templo. Vemos que esto se hizo en Egipto, Mesopotamia, Japón,
China, Etruria, Germanía, Rusia y otros sitios más” (ibíd.).
1.2.2. Réplicas en piedra tipo Mezcala.
Tenemos otros objetos en piedra que reproducen arcos y templos conocidos como las “maquetas” en
miniatura tipo Mezcala (Cfr. Gay, 1987) que se han encontrado en ofrendas funerarias, pero “ninguna maqueta de templo” ha sido encontrada en contextos primarios, menos aun en territorio guerrerense. La hallada en el Templo Mayor de Tenochtitlán indica su reutilización por los mexicas (Reyna
y Trejo, 1993: 391).
Estos modelos tridimensionales aplanados tienen la característica de ser transportables y que
muestran las formas mínimas de los elementos representados, son por lo regular rocas casi planas
de poco volumen, y podemos decir que sólo “copian” las fachadas de los edificios, sus columnas,
accesos y escalinatas.
Desde un punto de vista formal, Gay (1987) analiza un gran número de estos objetos esculpidos y el tipo de piedra en que fueron elaborados. Este autor propone que su temporalidad se pueda
situar entre 3 500 y 2 500 años a. C., correspondiendo a una etapa pre cerámica de lo olmeca y
finaliza que: “los modelos de templos no corresponden a una realidad arquitectónica del área de
Xochipala, sino más bien son réplicas de las chozas comunes, tratadas en forma abstracta” (Reyna y Trejo, 1993: 393. Énfasis nuestro).
Por su parte la arqueóloga Diana Trejo, que ha estudiado por largo tiempo estos modelos en
miniatura, encuentra una semejanza muy estrecha entre un templo real porticado con pilares de
mampostería ubicado en el sitio de La Organera-Xochipala en Guerrero y las “maquetas de templo”
de estilo Mezcala y expresa la siguiente opinión:
2 Es un “templo que tiene al centro un ave” (Caso y Bernal 1952: 337 y fig. 502 bis, tomado de Hartung, 1982: 218) es sobre todo una
manifestación del espacio interior delimitado por ocho columnas que descansan sobre una alta plataforma y sostienen un techo
a cuatro aguas con una gran abertura en el centro.
Caso y Bernal…anotan sobre esta “representación de un templo indígena” que “en el interior del templo hay un ave de pico curvo,
quizá una guacamaya o un papagayo… Puede tratarse de un dios solar, si atendemos a que la guacamaya era entre los aztecas
un nahual del Sol…”. Nos dice, Hartung: ”La excepcional abertura en el techo sugiere más bien una iluminación directa del
interior por el Sol y muy particularmente cuando pasa por el cenit, entonces, salvo un marco de sombra, toda la superficie
interna y sobre todo el ave se encuentran bañados por los rayos de este astro”.
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“A diferencia de la opinión de Gay (1987), presentamos la hipótesis de que las maquetas de
piedra de estilo Mezcala son representaciones estilizadas de una arquitectura real, en mampostería,
en las cuales se encuentran representados tanto los cuartos o templos con pilares, o porticados,
como los que tienen una sola puerta, colocados sobre basamentos en talud y parámetro vertical
corto, o bien con paredes verticales. Las escalinatas, adosadas y remetidas, también parecen estar
reproducidas…”. “En las maquetas, sin embargo, no figura la singular decoración en base de hileras
de clavos de piedra ni los ‘tableros en escapulario’. Sugerimos la posibilidad de que estos rasgos estuvieran representados a través de la pintura, ahora totalmente pérdida”. “Respecto a su ubicación
cronológica, sí tiene validez su relación con la arquitectura de La Organera-Xochipala, las maquetas de piedra se podrían situar preponderantemente hacia el Clásico tardío o Epiclásico, época de
apogeo del sitio” (Reyna y Trejo, 1993: 393 y 395).
1.2.3. Réplicas desarmables teotihuacanas.
También de piedra encontramos reproducciones teotihuacanas en miniatura de pirámides. Una
pieza que se encuentra en el Museo de la Fundación Televisa, presenta la característica de ser desarmable y, otros objetos también de piedra tienen esta misma característica.
Un segundo ejemplo de este tipo de “maquetas desarmables” fue descubierto durante el “Proyecto Teotihuacán” iniciado el 1° de Julio de 1964. Por primera vez en este sitio, se excavo “una maqueta
seccional, labrada en piedra, que reúne la particularidad de haber sido ejecutada en partes separadas
los elementos arquitectónicos, tales como: basamento piramidal, escalinata, y lo que es más importante, un pequeño templo superior.” En su contexto arqueológico se hallaron objetos de obsidiana que
bien pudieron ser hachas para desnucar una víctima. “Esta maqueta fue labrada en piedra basáltica
dividida en varias partes, las cuáles embonaron para formar el conjunto arquitectónico”…“de basamento piramidal escalonado, coronado en su parte superior por la edificación de un templo o santuario, el que albergaba a la deidad a la cuál había sido dedicada la construcción.” (Salazar, 1966: 4-5).
Esta pequeña pirámide según Ponciano Salazar (op.cit.), podría servir como guía para reconstruir los templos teotihuacanos destruidos, ya que su tridimensionalidad es más útil que las representaciones de templos esgrafiados o pintados. Se consideró que este templo armable pudiera haber
tenido una función de adoratorio al ser colocado en la parte central de los patios abiertos de las
edificaciones de la gran ciudad teotihuacana.
Y el autor citado concluye que “las maquetas como los templos prehispánicos siempre fueron
dedicados a una deidad y llevaban ornamentos simbolizando a ésta y a su propia imagen en el interior del Templo Superior. Considerando éste razonamiento, una maqueta prehispánica, es el boceto
plástico del templo y nicho para una deidad.” Por su estilo es posible que haya sido ejecutada en el
periodo Teotihuacán III (Salazar, 1966: 11). Actualmente este adoratorio desarmado se encuentra
en el Museo Nacional de Antropología e Historia en la sala dedicada a la etapa del Clásico.
1.2.4. Réplicas tipo pirámide solar (huicholes).
Otro tipo de maquetas son aquéllas que se hacían en madera, barro, o piedra y representaban pirámides en miniatura con “escaleras solares”, que según Krickeberg (1988:107) los antiguos mayas
ponían en sus templos durante fiestas especiales. (fig. 3).
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Por otra parte, Konrad Theodor Preuss encontró a principios del siglo XX entre los huicholes
una réplica en miniatura en madera de una pirámide escalonada. Los informantes huicholes le explicaron que el Sol subía y bajaba diariamente por esta pirámide solar.
Se supone que estos objetos parten de una tradición prehispánica que heredaron los grupos,
mayas y huicholes, quizá de antiguas prácticas mesoamericanas, por ejemplo, la construcción de
réplicas de cerros como los tepictoton y antiguos grifos que representa las escaleras del Sol que se
encuentran en el territorio huichol, son como un recordatorio de un antiguo culto al Sol y aun en la
etnografía se registran rituales actuales donde van estos grupos a las playas nayaritas a construir sus
escaleras solares, para celebrar el solsticio de invierno (cfr. Neurath, 2002, 218 y 219. Ver Capítulo
4 y anexo 2, Resumen de datos comparativa, sección 6.6. huicholes).
Fig. 3. Réplica en miniatura en madera de
una pirámide solar. Origen Huichol.
Fuente: Krickeberg, 1988:107.
Réplicas mexicas semifijas y fijas.
La función, uso y simbolismo son tres elementos fundamentales dentro del análisis de objetos tridimensionales; ya que sus características pueden en ocasiones no ser explícitas y su fin para las que
fueron hechas nos aclara sí pueden clasificarse como maquetas. Tenemos un caso extremo donde
una roca contiene el diseño de un templito con trece escalones y en sus otras tres caras muchos motivos. A primera vista aparenta ser un modelo en miniatura de una pirámide, pero al saber que fue
el asiento de un personaje importante tendríamos que admitir que, considerarla como prototipo,
limitaría el encontrar su verdadera utilización. En este punto nos referimos “La Piedra del Escudo
Nacional de México” llamada así por Juan Palacios (1929), también conocida como “El Teocalli de
la Guerra Sagrada” o “Maqueta de la Guerra Sagrada”, fue descubierta en la esquina del Palacio Nacional y trasladada a la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología. Es un teocalli en pequeño
labrado en una piedra semifija, con motivos en sus cuatro costados, teniendo en el frente 13 escalones que concluyen en la cúspide con un Sol calendárico. “Sorprende la semejanza de la imagen
solar con el famoso monolito del Calendario Azteca, sin que esta semejanza signifique identidad,
como no podría esperarse de una reproducción en pequeño. Faltanle diversos elementos,...” y más
bien se trató de reproducir abreviadamente (Palacios, 1929: 7).
Para Eduard Seler (tomado de Palacios, 1929: 21), “es un tolicpalli o asiento de Tezcatlipoca”
aunque Juan Palacios no está de acuerdo pues sería un trono muy incómodo, además de no corresponder su simbología con este dios. Por nuestra parte, podemos decir, que en su diseño labrado,
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se ocupó la técnica de maqueta y cuya función quizás fue servir de asiento simbólico para algún
personaje. Esta piedra es un claro ejemplo de cómo la utilización de determinado objeto puede
dar diferentes parámetros para considerarlo dentro de la clasificación de modelo o maqueta, sí nos
concentramos en su posible función podríamos considerarla como trono de algún personaje y salir
de su clasificación de maqueta. Sin embargo podríamos decir que es un modelo en miniatura de una
pirámide que funcionó o fue utilizado como asiento.
Clasificación de las maquetas indígenas.
Una somera clasificación de las réplicas prehispánicas podría ser la siguiente:
A).- Por tipo de material de manufactura:
Piedra.
Madera.
Cerámica
Barro.
Masa comestible.
B).- Por su posibilidad de ser trasladadas:
Fijas.
Semifijas.
Movibles.
B.1) Las maquetas fijas en el territorio tuvieron como motivos:
Temas urbanos y agrícolas.
Pirámides escalonadas.
Tronos con escaleras.
Centros urbanos
Sistemas de drenaje y regadío
Terrazas agrícolas.
Diferentes tipos de escaleras.
Sistemas hidráulicos en miniatura, pocitas y canalitos.
Animales formados con pocitas y canalitos.
Cruces punteadas.
Patios.
Cerros y pozos, manantiales.
Cuevas y manantiales.
B.2) posible Funcionalidad de las maquetas semifijas.
Nichos con escaleras.
Tronos con escaleras.
Altares.
Tableros de pirámides.
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Incensarios.
Ocupadas en cultos al Sol o a la lluvia y la fertilidad.
B.3) Las maquetas movibles tuvieron como tema:
Templos
Fachadas de templos y edificios.
Escaleras.
Juego de pelota y sus espectadores.
Aldeas; vida cotidiana, viviendas y habitantes, actividades productivas.
Aldeas; fiestas religiosas y participantes.
Edificios y animales.
En este trabajo estudiaremos a las maquetas fijas en el territorio y que a veces por sus dimensiones
algunas de ellas pudieron ser reubicadas por el indígena en los sitios donde ahora se encuentran.
1.2.6. Réplicas mexicas comestibles.
Ahora bien, tenemos otros prototipos prehispánicos en miniatura, mencionados en de los escritos
de Sahagún (1989, T.1, 2° Libro, Cap. XIII: 93), que nos dice, que en el treceavo mes llamado XIII
Tepeilhuitl y en el de XVI Atemoztli, los mexica hacían, las reproducciones de cerros a escala reducida y según nosotros idealizados, hechos de tzoalli, masa comestible, llamados tepictoton o figuritas modeladas”. Se adornaban primero, después fueron matados ritualmente y comidos durante
la fiesta de los montes a honra de los dioses de la lluvia (cfr. Broda 1971, 1979, 1997b: 142) (fig. 4).
1.2.7. Réplicas con o sin pocitas y pocitas aisladas en piedra.
Pues bien, tenemos una larga lista de objetos prehispánicos que pueden llevar el nombre de maquetas, pero en este capítulo, nos proponemos desarrollar el tema de las réplicas prehispánicas con
pocitas localizadas en Xochimilco, en ocasiones recurriremos a otras ubicadas en otras parte de
Mesoamérica, que fueron talladas en medianas y pequeñas piedras, que a veces forman conjuntos
pedregosos, también las hay en peñas y grandes monolitos anclados o fijos en el territorio, pero
que algunos pueden ser movidos de su sitio sí se requiere, aunque a la mayoría es difícil de proporcionarle una orientación que no sea aquélla que por medios naturales ya posea. Así casi siempre
conservan el sitio original en donde se encontraban antes de ser trabajadas.
Códice Florentino y Primeros Memoriales de Sahagún, según,
López Austin, 1995: 192.
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Ocupando en estas representaciones una técnica tridimensional y que presentan en miniatura,
temas urbanos y agrícolas, que por lo regular son de estilo mexica. En ellas hay motivos tallados tan
sencillos como podrían ser, una única pocita en la superficie de una peña, que pudieran simbolizar
una montaña escarpada con su depósito interno de agua, como se creía que estaban conformadas
las prominencias en época mexica, otras veces estas oquedades cubren toda la piedra que las soporta y cuando hay otras rocas cercanas con pocitas constituyen un mosaico con pequeñas horadaciones, que junto con los canalitos llegan a formas figuras de diferente significado. (figs. 5 y 7).
En otras ocasiones se tallaron las pequeñas copias de a veces complejos centros urbanos, con
construcciones de diminutos templos y edificios, pequeños patios, plazas y canchas de juego de
pelota, escaleritas, accesos a plataformas y pirámides, baños, drenajes, lagos, manantiales, cuerpos
de agua, y canales, y otras instalaciones hidráulicas urbanas con sus drenajes y desagües, redes de
caminos, terrazas agrícolas y sus sistemas de riego compuestos con pocitas y conectados por medio
de canalitos por donde puede circular algún líquido que se llegue a verter en su superficie, distribuyéndolo por los relieves que representan tierras, nichos y cuevas, que eran parte de la infraestructura hidráulica ya que en ellas el indígena lo almacenaba.
Figura 5. Réplica en miniatura de Santa
Cruz Acalpixca, Alcaldía Xochimilco en
la Ciudad de México. Dibujo que muestra
la cruz punteada (E), el sistema hidráulico en miniatura compuesto por canales
y pocitas (d), las estructuras escalonadas
(b) y el sistema de terrazas agrícolas (c).
Fuente: Carmen Cook, 1955 y Juan Rafael
Zimbrón Romero, 1992.
Por lo tanto, estos tallados tienen la particularidad de funcionar simbólicamente al escurrir
agua en sus diseños (figs. 5, 8, 10 y 16), que son los objetos de nuestra investigación.
En estas piedras se gravaron motivos escalonados que en algunos casos nosotros interpretamos
como terracitas de cultivo y que a veces se confunden con los diseños de escaleras de los templos,
recordemos que las pirámides reales y sus cuerpos escalonados, en algún momento quisieron ser
las réplicas de cerros y sus plataformas, simbolizaban a los sistemas de cultivo basado en terrazas
(fig.29. anexo 1). Hay otras figuras relacionadas con las labores agrícolas y que por tanto considerábamos que estas piedras representan pequeñas prominencias donde aparecen labradas sus terrazas
y por tanto estos relieves eran las reproducciones de cerros terraceados, pues son las elevaciones
montañosas con este tipo de sistemas agrícolas, las formas que dominaban, el paisaje de la región
sur de lo que fue la Cuenca de México, en la última etapa mexica (figs. 5, 6, y 7).
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Juan Rafael Zimbrón Romero
Figura 6. Réplica en miniatura de un cerro circular terraceado
y en su cúspide un pozo de riego. Cerro de la Estrella, Alcaldía
Iztapalapa, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 7. Réplica en miniatura del paisaje; sitio montañoso terraceado. En medio de la piedra hay un hueco que puede servir como
trono. Localizado en el cerro Mazatepetl o el Judío, Alcaldía Magdalena Contreras, Ciudad de México4.
Foto. Juan Rafael Zimbrón Romero, 2001.
También, incluimos en este estudio a las piedras talladas con pocitas que aparecen en rocas y
peñascos que representan cerros, piedras con diseños que a veces tienen representaciones de terrazas, las concavidades las hay solas o en grupo o formando parte de maquetas como la de Xochicalco
en Morelos, que en la cúspide de una réplica de una pequeña pirámide hay una pocita y junto una
cancha de juego de pelota que se inunda (fig. 8).
Figura 8. Réplica en miniatura de una pirámide que en su cúspide
tiene una pocita y junto a la estructura una cancha de juego de
pelota propensa a inundarse. Xochicalco, Morelos.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 9. Peña que en sus caras laterales tiene pocitas, figuras
geométricas, espirales y escaleras. Localizada en el cerro Xilotepec o la Malinche, en San Gregorio Atlapulco, Nueva colonia de
San Martín, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1991.
O se labraron asociadas con petroglifos, caracoles, calaveras, cuadros, espirales y otras figuras
geométricas pertenecientes a distintas épocas históricas (fig. 9).
Otra de las principales características de estas peñas talladas es que en ocasiones encontramos estos hoyitos unidos por canalitos donde puede circular agua, forman y remarcan con el líquido vertido
en su superficie, los contornos de los cuerpos de aves y otros animales, y flores y va fluyendo el pequeño torrente escurriendo por las escaleritas de templos, patios y terrazas (figs. 5, 6, y 12). También
hay hoyitos cóncavos en los diseños de las Cruces Punteadas de Santa Cruz Acalpixca en Xochimilco
(fig.35 anexo 1) y la de Amecameca, ubicada al pie de los volcanes nevados (cfr. Aranda, 2006).
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Por lo tanto, un rasgo muy relevante de las maquetas prehispánicas que nos ocupan es la
posibilidad de interactuar con los elementos como el agua, la lluvia y el Sol y los cuales permiten
que los relieves tengan movimiento. Es decir, estos tallados son dinámicos y pueden soportar,
almacenar, o funcionar al permitir correr agua, lluvia o torrente producido en forma natural o
por el hombre, recreando lo que sucede en el territorio con los cauces de ríos y manantiales, presentando la posibilidad de que los líquidos vertidos en su superficie se desplacen por sus pocitas,
canalitos y escaleritas. Estos relieves ritualmente pueden estar asociación con algún culto a Tláloc
y su consorte o algunas de sus advocaciones. Pero también tienen una relación muy estrecha con
el Sol, ya sea que las luces y sombras permitan observar a determinadas horas del día algunos rasgos de sus relieves y ocultar otros o que desde ellas se observen salidas o puestas solares en puntos
prominentes del horizonte como cimas de montañas y volcanes, en ciertas fechas significativas
del año, momentos durante los cuales se efectuaban sobre ellas algún tipo de ritual. Además, las
posiciones solares permiten ver alineamientos territoriales entre estas piedras labradas y otros
elementos importantes en el paisaje.
Ésta interacción con la lluvia, el agua y la luz y el círculo solar, son fenómenos que enriquecen el significado simbólico de las maquetas en miniatura y las pocitas talladas en soportes
pétreos. Es claro que estos relieves en piedra son el reflejo no siempre fiel de la cosmovisión imperante en esa etapa histórica y que este término es entendido como la forma de ver al mundo. Es
decir, es la “visión estructurada en la cual los antiguos mesoamericanos combinaban de manera
coherente sus nociones sobre el medio ambiente en que vivían, y sobre el cosmos en que situaban
la vida del hombre” (Broda, 1991a: 462), y esta categoría, los motivó para labrar en las rocas parte
del entorno natural y social prehispánico.
Por tanto, es pertinente aquí hacer un corte de tipo metodológico entre;
1.Las representaciones en barro, piedra y masa comestible, con la posibilidad de ser transportadas, que reproducen cerros, templos y otras construcciones urbanas como canchas de juego
de pelota, etc.; y
2. Los diseños fijos en piedra con pocitas, y pocitas en rocas aisladas que nosotros consideramos que deben ser tratados en forma independiente, pues responden a otras necesidades
ideológicas, productivas y de tipo cultural.
De hecho la idea de maqueta y de ser miniaturas es compartida entre ellas, pero el resultado da
otras interpretaciones simbólicas, características y finalidades del objeto representado.
Aquí es importante indicar que dejaremos fuera de este estudio las maquetas hechas de barro
y piedra, masa comestible y las de tipo Mezcala, ya que tienen particularidades muy especificas,
que nos alejarían de nuestro principal objetivo, que es dilucidar los usos rituales, de los relieves que
llamamos Réplicas en piedra con o sin pocitas y pocitas aisladas, y su participación en los cultos
a la fertilidad, a los cerros, en las actividades astronómicas, calendáricas y en los rituales solares,
su simbolismo, sus relaciones espaciales y características más relevantes. Así, nuestro estudio se
limitará al análisis de los modelos hechos en piedra y que por lo regular presentan la característica
de ser grandes monolitos anclados o fijos en un determinado lugar, con una orientación proporcionada por la propia naturaleza.
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A continuación expondremos;
1.2.7.1. Tres características primordiales de las réplicas con pocitas.
1. Es la representación del paisaje real, hipotético, mítico o idealizado.
En primera instancia tenemos que entender que el término maqueta aplicado a la época prehispánica, se refiere a la técnica de representación espacial de algún objeto cualquiera, obra de arte,
un lugar determinado, real, hipotético, legendario, utópico, imaginarios o mítico o la combinación
de varias alternativas, y puede estar reproduciendo algún edificio, construcción, conjunto urbano
o agrícola, una ciudad, territorio, región, terraza agrícola, etc., es decir, son pequeñas réplicas simbólicas de lugares sagrados. Dicho concepto no necesariamente explica el contenido, uso, función
y simbolismo del tallado de la réplica elaborada en miniatura.
Así, el tallado puede formar parte de un proyecto a futuro o tener carácter hipotético o que
realmente exista o que quizás nunca se llevara a cabo aunque en la arqueología es más probable que
fuera un prototipo común, una “muestra de urbe ideal”, por ejemplo, un “paraíso o ciudad Tláloc”.
También existe la posibilidad de ocupar modelos en miniatura para reconstruir hipotéticamente una ciudad -como Tenochtitlán y sus lagos-, una zona urbana, un lugar legendario, un
sitio idílico, utópico, un país antiguo o futurista, una construcción o edificio que dejó de existir
o que nunca existió; Es decir, algo que puede colindar con lo mítico, guiado el diseñador quizás
por las descripciones orales o escritas en crónicas, que hablan de sus principales características,
incluso incluyendo dentro de su composición elementos como el agua o luz artificial y solar.
Pero, regularmente en las réplicas en Mesoamérica, se reprodujeron elementos existentes
en el paisaje, lo que captamos, por el grado de detalles incluidos en los relieves, es decir, que
los sistemas de terrazas agrícolas tuvieron que estar vigentes cuando se copiaron en la piedra,
después de ser construidos los edificios y los sistemas hidráulicos. Así, también las pocitas con
sus canalitos nos estarían hablando de una práctica generalizada, de aprovechamiento, almacenamiento y conducción de agua, lo que puede ubicar su creación, en los horizontes históricos de
las sociedades agrícolas.
Al tallar en piedra los prototipos prehispánicos se ocuparon las formas más elementales de
los objetos a reproducir, así, si se quería labrar un templo indígena, se utilizaban sus componentes
más característicos que identificaban dicho edificio, como podían ser las escaleras y su capilla vista
desde arriba, sin necesidad de copiar a uno en particular. La forma más sintética de simbolizar una
pirámide sería mediante una escalera simétrica que acabara en un pequeño nicho en su cúspide,
como veremos en la parte en que analizamos los casos concretos (figs. 36, y 67).
Esta manera de simbolizar los elementos del diseño nos indica que se ocuparon conceptos para
tallar los motivos en miniatura, es decir, que de un determinado centro urbano o paisaje se extraían
sus contornos más característicos de los templos y otras instalaciones urbanas y luego se tallaban en
la piedra respetando los propios accidentes naturales del soporte pétreo, y lo que el indígena quería
representar se fue amoldando a las condiciones del monolito, el tamaño y la cantidad de piedras
disponibles para reproducir la región o algún lugar especifico, lo que hacía que no siempre correspondiera exactamente con el sitio real.
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2. El uso de una escala reducida del objeto o paisaje reproducido.
Precisamente de sus características de ser la representación de un lugar a tamaño reducido, nace
el problema: de situar los objetos arqueológicos, pocitas y cerritos terraceados dentro del concepto
rígido de maqueta, pues el término lleva implícito la ocupación de una escala. Es decir, una medida
que nos lleva irremediablemente a considerar la existencia de instalaciones reales o un proyecto a
futuro de las construcciones representadas. De hecho es un nudo que no nos permite avanzar en su
interpretación por tratarse de una definición moderna y occidentalizada, restringida a los objetos
con fines constructivos.
Es menester recalcar que la función urbana y arquitectónica de la maqueta es limitada y no
puede por sí misma reemplazar a otras técnicas constructivas, ya que sólo es auxiliar en el proceso;
es decir, de no contar con los dibujos y planos del proyecto que nos indicaran las verdaderas proporciones de la obra real. Sería muy difícil guiarse a través del diseño tridimensional en miniatura,
ya que no se podría saber qué escala se ocupó en la reproducción del objeto, sí no está indicada en
la maqueta, ya que su finalidad primordial es mostrar la composición acabada.
Es importante mencionar que a partir de una maqueta en la cual no conozcamos las unidades
de medida ocupadas en su confección a escala, es difícil encontrar las proporciones reales del objeto a realizar. Además de que muchas de las veces sus volúmenes tienen la finalidad de ser únicamente indicativos y mostrar sólo su apariencia física y ubicación en el terreno.
Por otra parte, la escala indígena estaba en relación con el tamaño de la piedra que sirvió de soporte para labrar los motivos en miniatura y con la importancia de los objetos a representar dentro
de la cosmovisión mexica, y no con las dimensiones reales del objeto o modelo representado. Por
lo que las medidas del diseño tallado de algún conjunto urbano, no corresponden a sus verdaderas
proporciones.
La réplica de los diseños labrados no presentan una distancia normal, sino entre cada uno
de ellos el espacio era sintetizado, es decir, no están proporcionadas las separaciones de sus componentes, sino que se buscó reducirlas para ganarle espacio a la superficie de la roca, lo que hace
que las proporciones y ubicación de los elementos tallados sean relativos y no corresponden a lo
real, sino más bien se trato de reproducir lo ya existente, su concepto o prototipo hipotético, con
diferente grado de idealización. También resulta que las distancias geográficas, los tamaños de
los objetos labrados, las proporciones de los elementos urbanos y agrícolas reproducidos quedaban supeditados a las dimensiones de la piedra que servía de soporte del tallado tridimensional
y la importancia cultural y social de los conceptos tallados proporcionaban las escalas de sus
relieves esculpidos.
Se puede ver entonces que la técnica mesoamericana utilizada para representar los temas indígenas fue a través de considerarlos composiciones en miniatura, donde el tamaño, medidas y escala
de los elementos, están en relación con la importancia ideológica de cada componente.
Hay un rasgo muy importante en las maquetas prehispánicas como la de Acalpixca (fig.5) y que
es necesario anotar, y es el hecho que utilizan varias escalas y formas gráficas en el tallado de un
sólo conjunto, buscando dar relevancia a algunos de sus componentes sobre otros, pues sólo así se
logran incluir mayores detalles y fue un método indígena para resaltar los motivos más relevantes
en sus relieves en miniatura. Esta forma de representación, trata de enfatizar diferentes jerarquías
simbólicas, a algunos relieves, a través de utilizar muchos tamaños al tallarlos. Aunque sí aplicamos
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diversas dimensiones en la confección de una obra, esto hace que en las primeras ocasiones que observemos las piedras labradas con miniaturas se dificulte la identificación de las características del
conjunto, ya que sus diferenciadas proporciones no son usuales para nuestra percepción espacial,
la cual está acostumbrada a seguir un sólo ritmo visual al observar una obra, por lo que resultaría
desproporcionado el modelo ante nuestra simetría occidental, ya que según nosotros diseñamos
composiciones más homogéneas, simétricas y equilibradas. Además el uso de diferentes escalas
para resaltar ciertos detalles sobre otros sólo se logra cuando no se reproduce con extrema exactitud el sitio deseado. Lo que es un requisito de la maqueta que va a ser utilizada en las labores de
edificación de instalaciones urbanas o arquitectónicas, por lo que sería difícil ocupar estos relieves
como herramientas para la construcción, como planos o mapas de localización de instalaciones y
recursos, o como guía constructiva de un centro urbano nuevo, sino más bien estos modelos tuvieron una participación destacada dentro de la religión y el ritual.
Por otra parte, el tamaño según su relevancia ideológica de los elementos labrados, quizás sea
una influencia de la escritura gelifica en los tallados pétreos. Así, en la pictografía mexica, encontramos similitudes con los relieves en miniatura, porque al pintar un mapa o un elemento cartográfico
se utilizaron “diferentes escalas, ya que varias estaban permitidas en un mismo documento y no se
inscribían separadamente. El tamaño aumentaba, de acuerdo con la importancia que la sección del
relato tenía, o con relación al tema al pueblo o al grupo” (Galarza, 1989: 130).
Llegamos a dos tipos de simbolismo que se produce por un lado, por las dimensiones jerarquizadas de los motivos labrados y por otro, la posibilidad de recrear porciones del paisaje que corresponden proporcionalmente o no al entorno circundante. Además, de poder idealizar lo existente,
a partir en mayor o menor medida de algo real. Podemos decir, que al reproducir algún lugar o
región bajo la técnica de representación conocida como maqueta se podían acercar o alejar de las
formas existentes en el paisaje, según el grado de simbolismo, abstracción y síntesis utilizado para
reproducir cada uno de sus elementos y la manera de distribuirlos libremente en la superficie de
uno o más monolitos, pudiendo llegar el caso extremo que la composición final fuera fácilmente
identificable para los usuarios que poseían el código simbólico de grupo necesario para interpretarlo, ya que el hombre de esa época al observar el diseño le era familiar el sitio representado, pues
conocía cada uno de los sitios donde se copiaron las construcciones o los rasgos geográficos, que
identifican cada lugar, sabían a qué ojo de agua se refería esta reproducción simbólica, cual pirámide se había copiado y donde estaba localizada, qué cerro con sus terrazas agrícolas se había tomado como modelo, para reproducirlo en piedra, pero era muy difícil de reconocer para aquellos
individuos que desconocían el territorio y su morfología. En otros casos se utilizaron conceptos y
elementos distantes o próximos, pero que eran más conocidos y menos simbólicos, por lo que hasta
nosotros podemos reconocer, en estas pequeñas obras, las formas de sus templos, escaleras, juegos
de pelota, sistemas de riego, drenajes, etc. Sin embargo, hoy contamos con una noción incompleta
de los motivos para interpretarlos en su totalidad.
Aquí cabe resaltar que sólo en el sitio de Plazuelas, Guanajuato (fig.10) la réplica en piedra
que se encuentra ahí corresponde a la forma física del centro urbano, pero en la mayoría de los
casos analizados, las maquetas no reproducen lugares concretos, cercanos o lejanos, presentando
sólo ciertas similitudes con algunos de ellos, por lo tanto, es más probable que se ocupó únicamente los elementos existentes y conocidos para modelar un nuevo sitio idealizado, a veces muy
cercano al real.
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Figura 10. Réplica en miniatura de un
centro urbano, propenso a inundarse y almacenar agua de lluvia o líquido vertido.
Ubicada en la ribera de un río en el sitio
arqueológico de Plazuelas, Guanajuato.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2000.
3. Son objetos tridimensionales y para verse en planta.
La cualidad de ser un objeto tridimensional da ciertas ventajas sobre los dibujos o códices, aunque
cada uno tiene sus particularidades y cubren diferentes finalidades. Por ejemplo, el contener tres
proporciones permite que sea leído el mensaje casi siempre desde arriba, es decir, tiene una vista
aérea apareciendo en el diseño techos y cúspides de pirámides en combinación de vistas de frente y
fachadas, lo que nos ubica en un punto muy sugerente, pues se representan los objetos como se ven
desde los cerros o partes altas del territorio, tal como son vistos por las aves. Lo que abre una línea
de análisis en este sentido, que poco trataremos en este estudio3. El soporte pétreo donde se labró la
réplica casi siempre es plano en su cima, como mosaico a veces fraccionado, por lo que algunos de
estos tallados presentan la particularidad de tener que girar en torno a ellas, para apreciar algunos
de los detalles de sus diseños, además las características propias del paisaje donde se encuentran
nos proporcionan la clave desde donde debe observarse los relieves. Algunas de estas rocas se elevan de la superficie del suelo, alcanzando una altura mayor que el ángulo visual, y que para apreciar
su labrado tendríamos que estar muy cerca de ellas o sobre ellas, así, en ciertos casos presentan
escalones entresacados de la misma piedra en sus caras verticales, que sirven para tener acceso a
su superficie labrada y ocuparlas con algún fin ritual, calendárico, como observatorio astronómico
y de otro tipo. En otras ocasiones tienen repisas o altares en diferentes niveles. Aunque la mayoría
de los diminutos diseños no se tallaron en piedras que tuvieran una gran altura, si hay pocitas con
canalitos en lo alto de acuminados y escarpados monolitos.
En términos generales podemos resumir que en esta obra, el término de maqueta prehispánica es el
nombre que le se le da a la técnica de representación ocupada por el indígena para reproducir en piedra
algún tema urbano o agrícola, combinando el bajo relieve y alto relieve y cuya principal característica es
ser la réplica de sitios reales ideales o míticos y cuyo motivo se talló en tercera dimensión y en miniatura,
y para ser vistos desde arriba, ocupando una o varias escalas en un mismo relieve según la importancia
3 A este respecto, es importante mencionar que hay cierto paralelismo de estos relieves pétreos en miniatura o maquetas prehispánicas, que deben ser vistos a vuelo de pájaro, como los dibujos gigantes de animales y otras líneas difusas desde abajo, en el desierto
de Atacama en Chile y los de Nasca en Perú, los cuales sólo pueden ser apreciados desde el cielo y para los que aún no se encuentra
explicación convincente de su finalidad.
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del motivo tallado. En donde la escala se refiere al tamaño ocupado en reproducir los temas indígenas,
que por hacerse en proporciones reducidas, podemos considerarlos como diminutas representaciones,
es decir, como pequeñas réplicas simbólicas de lugares sagrados (Cook, 1955: 180). En el cuadro número 1 sintetizamos las principales características de las réplicas mesoamericanas en miniatura.
Cuadro uno
TÉCNICA
DE
TÉCNICA
Características de las réplicas con pocitas en mesoamerica.
DE
TALLADO
REPRESEN TACION
COMBINACIÓN.
TRIDIMEN SIONAL
ESCALA
MOTIVO
TEMA
ELEMENTOS
LUGARES
SIMBOLISMO
USO
MINIATURA
RÉPLICA
URBANO
POCITOS
REALES
RELIGIOSO
RITUAL
AGRICOLA
CANALITOS
MITICOS
ESPACIAL:
CALENDARICO
MANANTIALES
IDEALIZADOS
TERRITORIO
ASTRONOMICO
ESCALERAS
LUGAR
AUTOSACRIFICIO
CERROS
REGIÓN
TERRACITAS
TERRAZAS
TEMPLITOS
CERROS
JUEGOS DE PELOTA,
SISTEMAS
ETC.
HIDRAULICOS
BAJO Y ALTO
RELIEVE
FLORES Y ANIMALES.
CRUCES PUNTEADAS
FIGURAS
GEOMATRICAS
PIES Y MANOS
En el siguiente inciso anotamos algunas particularidades de los relieves prehispánicos que fueron
concebidas como réplicas del paisaje real o imaginario del indígena.
Podemos clasificar a las réplicas con pocitas como:
1- Réplicas sin pocitas.
2- Réplicas con pocitas:
Las pocitas o pocita, aparecen como uno más de los elementos del motivo.
Las pocitas son ocupadas en la elaboración del diseño, formando parte, por ejemplo, del cuerpo de
animales o en los techos de pequeñas pirámides (fig.8, 30).
3- Réplica o Réplicas asociadas con piedras cercanas que tienen una o varias pocitas.
4- Maquetas asociadas con otras maquetas, que son réplicas de motivos urbanos y agrícolas. Y que
en conjunto forman paisajes en miniatura (fig. 7).
Por el grupo cultural al que pertenecen:
Olmecas, teotihuacanos, mayas y mexicas, etc.
En términos técnicos:
Por su técnica de representación cae dentro la categoría de maqueta o réplica, que en su tallado se
ocuparon diversas formas y métodos para esculpir la piedra, en bajo relieve y alto relieve. Combinando con otras técnicas de tallado, como el diseño punteado. Los motivos fueron hechos para
apreciarse desde arriba y dirigidos a un grupo de personas no muy numeroso.
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Técnica de representación:
Tallado en piedra tridimensional y en miniatura, ocupando una o varias escalas en un mismo relieve según la importancia de los motivos, que reproduce. La escala se refiere al tamaño de los diseños que por hacerse en proporciones reducidas, podemos considerarlos como representaciones
en miniatura.
En términos temáticos:
Pueden ser réplicas del paisaje, de una región (fig. 7), de un asentamiento o edificio en particular
(fig. 8) o de lugares urbanos y agrícolas (fig. 5).
En términos simbólicos:
Son réplicas de lugares reales, idealizados, simbólicos, míticos e inexistentes en el paisaje natural.
Donde la piedra simboliza la región o el territorio.
En términos de uso y función:
Pueden ser altares y recipientes rituales y a la vez puntos de observación astronómica.
Las características físicas y visuales de las maquetas y su tamaño en miniatura hacen que puedan también ser ocupadas en diversas actividades humanas, por ejemplo: Como objetos ornamentales: Los diminutos modelos pueden tener una utilización religiosa, educativa y de recreación y
con esto nos acercamos al campo de los juguetes que en el mundo indígena estaba muy emparentado con lo ritual. Así, tenemos un uso próximo a nuestras “maquetas” precolombinas que mantienen un sistema dinámico con la lluvia sobre su diseño, pero la diferencia entre ambos tipos, es su
función; es decir, para qué son o fueron utilizadas.
Por supuesto las maquetas descritas en este inciso no se emplearán en labores constructivas o
como modelos para reproducirlos espacialmente como dictan las definiciones más ortodoxas de
estos objetos a escala reducida, sino para ser ocupados dentro del ritual.
1.2.7.2. Pocitas talladas en piedra.
En este apartado haremos una propuesta de clasificación de las pocitas desde diversos puntos de
vista:
Las pocitas aisladas en piedra, pueden ser de tres clases:
a. Las formadas por la erosión natural de la piedra, por el agua, la lluvia o el viento.
b. Las talladas por la mano del indígena, copiando el fenómeno de erosión producido por la naturaleza.
c. La combinación de la erosión natural y su reutilización y adaptación del hombre.
Pero existe un problema a resolver: ¿se puede definir como maqueta a la piedra en donde sólo se talló una pocita, sin la asociación de otros motivos? La respuesta sería afirmativa si tomáramos como
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válido el hecho de que todavía hoy dentro de la cosmovisión huichola se concibe a las rocas como
equivalentes de cerros46 y en esa medida la concavidad labrada y su soporte pétreo adquirirían un
valor simbólico semejante a estas elevaciones territoriales. Así, las piedras con pocitas, pueden ser
la expresión de pequeños cerritos pétreos con su depósito interno de agua.
Sin embargo, como pensamos que aún faltan elementos para dar una conclusión más acabada,
en este trabajo llamaremos a las piedras talladas con hoyitos, pocitas y a los diseños más complejos maquetas o réplicas, sin que esto signifique que aplicaremos una metodología diferente en el
análisis de cada uno de estos relieves, sino más bien los interpretamos como elementos complementarios y producidos bajo una misma lógica, y razonamiento, ya que ambos labrados tienen una
relación muy estrecha con la lluvia y el Sol.
Nombres con los que se conocen a las pocitas en Mesoamérica y sus límites.
a. “Atecachtli”. Consideramos que este término es el más exacto para nombrar a nuestras pocitas
ya que, Saide Sesin (1984b, II), en este artículo periodístico rescata de un informante xochimilca,
hablante de Náhuatl: El profesor José González da el nombre indígena de las pocitas llamadas por
él: “Atecachtli”, que significa depósito pétreo de agua y está ubicado en el cerro la Malinche en San
Gregorio Atlapulco, sitio cercano a Acalpixca. (fig.47).
b. “Pozuelos” Pedro Armillas (1950), llama a las pocitas en piedra: “Pozuelos”.
c. “Xicalli” (Arqueólogo Francisco Rivas, comunicación personal 1998).
d.“Jicaritas” (Doctor Druzo Maldonado, comunicación personal 1998).
e. “Tazas”. “Piedras con cavidades hemisféricas, que Corona Núñez llama rocas con tácitas, como
las que encuentran en Colima y Nayarit, son características de culturas medias. En el área maya,
sólo se encuentran en el Preclásico (Girard, 1976: T.II; 15: 893).
f. “Choyas”.
Junto a la alta Sierra de Nochixtlán “a 5 km al sur de Juchipila, en Zacatecas, se localiza el Cerro de
las Ventanas, junto a la comunidad ‘El Remolino’, donde se encuentra un sitio prehispánico… En la
parte alta del cerro está el centro ceremonial, y en la parte oeste hay muchas rocas con petroglifos y extrañas perforaciones de forma cónica que los lugareños llaman ‘choyas’, y cuya finalidad
es un misterio” (Möller, 1990: 64).
Proponemos que en Mesoamérica se pueden llamar, por su diminuto funcionamiento con agua;
Para distinguir el eje temático del tallado, pueden ser llamadas “Sistemas Hidráulicos en Miniatura” o “Juegos Hidráulicos Rituales”, y considerarse como Modelos Reducidos, al recrear el
4 Comunicación personal Johannes Neurath 1999 (Cfr. Neurath, 2002).
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escurrimiento del agua en un territorio (fig. 5 y 11), pocitas ornamentales y recipientes rituales
o de autosacrificio.
Figura 11. Piedra tallada con red de pocitas unidas por canalitos. “Sistema hidráulico en miniatura”. Localizada en el cerro
del Judío o Mazatepetl, Alcaldía Magdalena Contreras, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2001.
Las pocitas se pueden encontrar en grupos, en una piedra o en varias, solas o acompañadas
por canalitos, formando figuras de animales y cruces punteadas. Algunas se encuentran muy desdibujadas y poco profundas casi imperceptibles en la superficie pétrea, cómo cuñas que se hayan
sacado a la roca.
Dando mayores detalles acerca de las Pocitas en piedra, podemos mencionar las siguientes
características:
a. Pocita en piedras dispersas o aisladas (fig. 85).
b. Grupo de pocitas en una misma piedra. (figs. 13, 87)
c. Pocitas o pocita en un conjunto de piedras cercanas entre sí. (fig. 11)
d. Pocita con figuras geométricas (fig. 9).
e. Pocitas con petroglifos y otros diseños (fig. 11).
f. Pocitas formando figuras de animales (figs. 12, 30).
Figura 12. Réplica en Miniatura, detalle:
Cuerpo de un ave formada por pocitas y
canalitos. Se remarca la figura al verterle algún líquido. Chalcatzingo, Morelos.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
Formas de las pocitas.
Redondas o cóncavas (fig. 12).
Ovaladas, cilíndricas e irregulares (fig. 13).
Cuadradas y cubicas (fig. 14).
Cónicas (en Chalcatzingo en Morelos (fig. 15).
Figura 13. Piedra con pocitas cilíndricas. Chalcatzingo,
Morelos. Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 14. Piedra con pocitas cúbicas, en el cerro de Cocotitlán en
Chalco, Estado de México.
Foto; Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 15. Panel con pocitas cónicas abajo del relieve en roca del
Rey. Servía como ornamento religioso donde se acumulaba agua
del temporal y formaba parte del un sistema hidráulico real. Chalcatzingo, Morelos.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Las pocitas que fueron talladas en la superficie de las peñas, son de dos tipos; aquellas que
por sus medidas y ubicación en el soporte, pueden almacenar pequeñas cantidades de agua en sus
oquedades; y las de poca profundidad que se labraron en las caras laterales de las rocas, a veces
junto a las representaciones de terracitas, en donde únicamente escurre el líquido, pudiendo sólo
ser regadas momentáneamente. También hay concavidades en la base de las piedras que simbólicamente podrían ser las representaciones de cavernas o manantiales surgiendo de los soportes
rocosos que pueden considerarse como cerros (fig. 9).
Capacidad para contener agua en su superficie.
La capacidad de retención del agua en los pocitas varía según las dimensiones del hoyo, que puede
medir de 3 cm hasta más de 30 cm y una profundidad de 2 cm y medio, hasta 15 o 20 cm. Sin em50
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bargo, no hay una medida que predomine en ellas, pero abundan más las pequeñas de aproximadamente 8 cm de diámetro y en menor cantidad las que tienen 30 cm. Aunque pensamos que no
tuvieron una dimensión estándar.
El tiempo que pueden conservar el líquido varía según la porosidad de la piedra y la temperatura del ambiente y la evaporación producida por la intensidad y la inclinación de los rayos solares.
Además, algunas son cilíndricas, cónicas, ovaladas, rectangulares y otras carecen de formas.
Por lo regular, los hoyitos tallados tienen poca capacidad para retener agua, ya que su soporte
pétreo presenta cierta porosidad o grietas en sus paredes.
Soporte pétreo.
Son pocas las pocitas talladas en tezontle negro (San Ángel y Ajusco).
La mayoría de las pocitas son hechas en roca sólida (Xochimilco y otros sitios).
Los soportes pétreos de estas pocitas, en algunos casos se asocian con pequeños nichos y cuevas
excavadas o naturales ubicada en su base Los hoyitos culturales pudieron servir como incensario y
para proporcionar algo de fuego durante las ceremonias en éstos altares. (Para ver más sobre uso y
función de las pocitas, y sitios donde se localizan, puede verse el capítulo 2 de esta obra o el trabajo
de Carlos Álvarez Asomoza, 1978).
1.8. Cronología de las réplicas prehispánicas y pocitas aisladas.
Las pocitas en Mesoamérica se localizan en:
a. Sitios del Preclásico.
b. Sitios del Epiclásico.
c. Sitios del Clásico.
d. Sitios del Posclásico: horizonte azteca.
La temporalidad en que se tallaron las réplicas prehispánicas en piedras fijas, con pocitas y pocitas
aisladas es muy importante para el estudio de sus funciones y simbolismos, pero son objetos arqueológicos muy difíciles de datar históricamente. Ya que su cronometración se tiene que hacer en
forma directa, indirecta, o utilizando un método comparativo, veamos que dicen los arqueólogos:
A.- La primera cronometración es directa tratando de encontrar la época en que se labró el tallado.
Ésta por lo regular es difícil de determinar, pues son relieves con acabados muy sencillos, pequeños
y sus trazos ahora son poco nítidos y para fecharlo se requiere del análisis del contexto y elementos
asociados y en ocasiones no existen. Éstos estudios y el cerámico de superficie asociado no es muy
confiable, resultan relativos, ya que no reflejan la época de elaboración del motivo o su uso.
Por ejemplo, la fecha de tallado de la conocida Maqueta de Tejupilco, ubicada en la población
de San Miguel Ixtapan, Municipio de Tejupilco, en el estado de México, no ha sido determinada
con seguridad.
El arqueólogo José Hernández (1989: 1) con base en a las características físicas del motivo labrado da una cronología a los prototipos, ubicándola en un horizonte cultural reciente y nos dice
que esta piedra contiene “la representación de un centro ceremonial urbano perteneciente a la cultura mexica, que conquistara el lugar aproximadamente en el año de 1500 D.C.” (fig. 16).
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Figura 16. Réplica en miniatura de un centro urbano estilo no mexica con su cancha
de juego de pelota. Tallado, propenso a recibir y acumular agua en sus pequeños relieves. Tejupilco, Estado de México. Foto:
Arqueólogo José Hernández, 2001.
B.- La segunda forma de datar estas miniaturas es indirecta, es más frecuente en las actuales investigaciones recurrir al momento de fundación del asentamiento en general y al horizonte cultural a la que
perteneció el núcleo urbano donde se localizan estos relieves tridimensionales y la actividad en que se
especializaba el lugar. También para clasificarlas y analizarlas se requiere estudiar el estilo utilizado en
su tallado, partiendo de sus elementos culturales, con los cuales se encuentren asociados sus diseños
y las estructuras y otros implementos cercanos a los monolitos que soportan a estas réplicas en miniatura. Por otra parte, hay casos en que los relieves con pocitas no tienen un contexto natural y cultural
con el cual se puedan asociar, debido a que en ocasiones se han alterado en forma radical, los lugares
donde se localizan. Además se obtienen datos pocos precisos por el fenómeno de reutilización de
los lugares en diferentes períodos históricos, re ocupando las piedras en que se labraron los modelos
con pocitas, cambios en su ocupación por diferentes grupos y alteraciones en su tipo de producción,
fenómenos que han complicado aún más su fechamiento histórico.
Para el arqueólogo Morrison Limón Boyce (1991: 61), la cronología de la réplica de Tejupilco,
no está determinada, pues los materiales arqueológicos recuperados en una plataforma cercana a
la maqueta son del Posclásico Tardío, pero los elementos arquitectónicos representados parecen
indicar más bien una fecha del Epiclásico o Posclásico Temprano (800-1100dc). Morrison Limón
utilizó la misma temporalidad del entierro asociado a esta piedra labrada, resultando relativo su datación, pues la tumba pudo ser anterior, posterior o contemporánea al momento en que se trabajó,
el pequeño tallado urbano que contiene este monolito.
C.- La tercera opción para encontrar la fecha de elaboración de réplicas fijas puede ser por medio
de un método comparativo:
En el caso de los relieves en miniatura de Acalpixca en Xochimilco, la arqueóloga Carmen
Cook (1955: 172), dice que por ser este modelo, de un estilo parecido a los demás tallados existentes en la zona, pudo ser elaborada esta réplica por los mexicas, situando la elaboración de su diseño
en miniatura, en el último horizonte azteca, ya que “la técnica y el estilo del tallado es similar a las
demás esculturas y petroglifos que existen a 50 metros”, en otra sección del Cuahilama, siendo
parte del mismo cerro donde se localiza esta piedra labrada (fig. 5).
Pero a Cook, se le escapa la presencia en este monolito, de una “Cruz Punteada”, motivo que
ha sido determinado por Aveni (1982), tener un origen teotihuacano, perteneciente al periodo
Clásico, como también varios vestigios de acequias, bardas y entierros encontrados en el centro
de Xochimilco.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
1.8.1. Pocitas y canalitos en los sitios olmecas y en Xochimilco.
Sin embargo en México también hay indicios en los sitios olmecas de un origen muy remoto de
los pocitas que se extendió hasta la época del contacto europeo; quizá su uso ritual y calendárico
pudo difundirse en mayor medida durante la época mexica. Su relación con las deidades del agua
es evidente, ya sea por los manantiales representados y su relación y funcionamiento con la lluvia,
lo que le da a estos tallados un acercamiento en términos de la cosmovisión con el paraíso de Tláloc
y el inframundo.
Una forma de establecer la fecha de las pocitas y canalitos, es aportada por los monumentos olmecas, los cuales debieron ser anteriores a las tazas y canales, por lo que estos petroglifos pudieron
haber sido elaborados en un tiempo posterior al año 1000 a. C.
Para Grieder (1982: 39), las más sorprendentes pocitas se encuentran en la superficie de colosales piedras, que fueron escarbadas por estos tempranos grupos del sur de México. Las grandes cabezas 2 y 3 de La Venta y 2 y 3 de San Lorenzo, fueron marcadas copiosamente con tazas y canales.
La base de la estela 4 de La Venta, Tabasco, muestra una densa, pero cuidadosamente organizado
conjunto de pequeños hoyos con canalitos, que presentan un marcado estilo olmeca.
En este mismo sitio tabasqueño, hay una larga piedra angosta, que representa una serpiente,
en la que también soporta, modelos de canales los cuales parecen ser parte de la idea original.
Estas tacitas y canalitos tallados, parecen mostrar un estilo que cubrió una breve fase dentro del
arte olmeca temprano, pero posterior a la talla de muchas cabezas colosales, concluyendo Grieder
(1982:39), que en muchos casos las pocitas y canales, representan una tradición muy vieja en el
mundo del arte indígena, tanto como las esculturas sobre las que fueron labradas.
Algunas de estos petroglifos cóncavos, presentan la característica de tener un pequeño hoyo
en el fondo de la taza, un rasgo común en los casos xochimilcas.
Para analizar los tallados cóncavos en el centro de Mesoamérica, tomamos como ejemplo la
réplica de Acalpixca, en Xochimilco, donde observamos que contiene como parte de su tallado pocitas y canalitos que pudieron ser labrados quizás durante el auge xochimilca, en fechas posteriores
a la “Cruz Punteada” teotihuacana que se labró también en su superficie. Sin embargo, la existencia de una o más concavidades talladas en piedras o como parte de relieves en miniatura, se han
detectado, en sitios con clara presencia olmeca, como en Chalcatzingo Morelos y en Zihuatanejo
Guerrero (fig. 13).
En estos sitios antiguos fuera de la Cuenca de México, hay un gran número de estas pocitas,
lo que nos hace pensar que en términos de temporalidad, posiblemente procedan de esta antigua
cultura y luego fueron retomados éstos y copiados en épocas posteriores o bien se labraron cuando
esta antigua civilización primogénita aun estaba viva y fueron reutilizados estos diseños. Antecedentes que nos obligan a cronometrar a las maquetas con pocitas y las pocitas aisladas en un
horizonte histórico más remoto que lo xochimilca o bien, estos relieves tuvieron una continuidad simbólica, es decir, fue vigente su significado durante varios periodos, siendo un diseño de
reuso y sincrético o quizás retomando las pocitas de antiguas épocas, tuvieron nuevos valores
simbólicos en cada momento en que fueron reutilizados.
En el caso de las pocitas, encontramos que éstas fueron siendo estilizadas a lo largo del
tiempo, es decir, que partieron de formas muy simples a otras más complejas, lo que nos indicaría una evolución de estos tallados durante diversos periodos históricos. Sin embargo, hemos
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detectado que en los asentamientos olmecas más antiguos de Morelos y Guerrero, son frecuentes
las pocitas, formando grupos numerosos de oquedades en una misma piedra, y en épocas posteriores aparecen en forma aislada y luego algunas de ellas fueron reutilizadas, asociadas e incorporadas
con otros motivos y diseños en momentos históricos posteriores las formas de las pocitas que se
pueden identificar de manufactura más remota son más simples: se presentan en forma de cono
o semicirculares, irregulares y muy profundos (fig. 13). Así, cuando las pocitas disminuyen su tamaño dentro de la piedra pasando a forman parte de un complejo sistema hidráulico en miniatura
compuesto por canalitos, drenajes y declives propios de la roca.
En el transcurrir del tiempo surgieron nuevas formaciones sociales y religiosas que reutilizan y
ocupan en diferentes épocas los sitios del Preclásico, fenómeno que ocasionó que en estos mismos
lugares se tallaran nuevos diseños cercanos a los antiguos relieves, agregando nuevos motivos religiosos a los ya tallados en los antiguos soportes pétreos, originándose una síntesis y sincretismo
entre ellos que respondiera a las nuevas necesidades religiosas y del ritual.
Es por esto que podemos encontrar modelos prehispánicos y concavidades talladas en las
rocas, con una cronología diferente a los elementos infraestructurales existentes en un mismo
sitio y a los propios motivos labrados, y una temporalidad diversa entre las pocitas mismas,
por lo que su asociación cultural y temporal, se complica, al estar acompañados con motivos
pertenecientes a diferentes épocas. Además, el problema se incrementa por el hecho de que si
debemos considerar a las maquetas y pocitas, como diseños independientes, asociados o como
parte de un mismo discurso y simbolismo.
1.8.2. El sitio olmeca de Chalcatzingo, Morelos.
Para analizar más a fondo la temporalidad de los relieves en miniatura y pocitas tal vez sea conveniente hacer una breve descripción de estos motivos existentes en Chalcatzingo Morelos, uno de los
sitios olmecas más cercanos la Cuenca de México.
En esta antigua zona, hay tallados de origen muy remoto, como los petrograbados referentes a
la fertilidad vegetal y humana, acompañando a estos motivos hay diferentes tipos de terrazas agrícolas que alguna vez fueron cultivadas, y que aún conservan sus redes hidráulicas de irrigación y
también se pueden ver restos de plataformas y estructuras piramidales pertenecientes a distintos
periodos históricos. Luego en otra sección más alejada de la montaña de roca, se encuentra una
serie de paisajes en miniatura tallados en pequeñas piedras, es decir, maquetas, asociadas con otros
elementos como las pocitas, labrados que parecen también corresponder cronológicamente a épocas distintas (fig. 12,13, 15).
Así, en este antiguo asentamiento hay réplicas en grandes y pequeñas piedras, con o sin pocitas, hoyitos unidos por medio de pequeños canalitos, minúsculos diseños de terrazas agrícolas,
representaciones de plataformas con escaleritas y acompañadas de oquedades que bien pueden ser
cuevas o pocitas y rocas trabajadas, que a decir de David Grove, Jorge Angulo y Carlos Gay (1987),
representan a los cerros colindantes.
Podemos decir que los modelos con pocitas y pocitas aisladas se ubican dentro del sitio de
Chalcatzingo, en dos áreas:
La primera sección se encuentra un poco alejada de la falda de la gran montaña sagrada que
caracteriza a este lugar, ahí en el terreno plano hay una conjunto de pequeñas y medianas rocas
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
talladas con elementos que en su conjunto representan paisajes en miniatura; centros urbanos con
sus terrazas agrícolas y escaleras, una réplica de su cerro sagrado y sus sistemas de irrigación, conducción de agua y drenajes, todos estos pequeños tallados distribuido en varias piedras.
Sí en este momento sólo nos enfocamos a la temporalidad de dos de estos relieves y piedras
con pocitas que forman parte de este paisaje en miniatura, podemos observar que una de ellas soporta el diseño de un animal, posiblemente un ave cuyo cuerpo está formado con pocitas unidas
por canalitos (fig. 12). De las pocitas parten los canalitos y son sus líneas profundas que forman el
contorno de la figura del pájaro, muy parecida la idea, a la que se ocupó en el diseño de la réplica
de Acalpixca, donde también se labró un pato y una serpiente con hoyitos unidos entre sí (fig. 30).
Pero una sola temporalidad no se puede extender a todo el conjunto de los demás diseños en
miniatura que existen en esta primera sección de esta zona arqueológica, ya que dentro de este
grupo hay un gran monolito, que tiene tallada toda su superficie exclusivamente con hoyitos muy
profundos (fig. 13), y este mismo tipo de piedra con hondas pocitas también se ha encontrado en
otro sitio olmeca de Zihuatanejo, Guerrero. Por lo que este tipo de labrados parecería corresponder
a otra época más temprana que el resto de los otros motivos ahí existentes.
La segunda sección de Chalcatzingo, donde hay pocitas en piedra, se encuentra a los pies del
petrograbado conocido como el Rey, cuyo diseño está asociado a la lluvia, a las nubes, a la cueva, al
maíz y en general a la fertilidad agrícola. En la base del monolito que soporta a este relieve, se encuentra separada escasos centímetros, una piedra rectangular, de medianas proporciones, donde se
talló un panel con un grupo de concavidades de forma cónica que cubre toda su superficie (fig. 15).
Este rectángulo pétreo con pocitas forma parte del piso del abrigo rocoso y está asociado con un
canal hecho en las paredes del acantilado. Este conducto al parecer abastecía de agua a los conitos,
ya sea que el líquido proviniera del escurrimiento de la lluvia o el torrente de una fuente pluvial que
pudo haber estado ubicado arriba de la montaña (Angulo, 1990: 94). Por tanto estas pocitas fueron
parte de un verdadero sistema de irrigación y a la vez sirvieron de ornato al petroglifo del Rey.
Esta piedra rectangular con pocitas podría ser de una época contemporánea al relieve del Rey,
lo que nos ubicaría en el Preclásico, periodo cuando se pudieron utilizar estos hoyitos con fines
rituales y ornamentales.
Uno de los objetivos de estos conitos pétreos, pudo ser el de darle mayor realismo al petrograbado que tiene como tema principal la lluvia y la fertilidad, proporcionándole la posibilidad de
conducir y almacenar agua en la parte baja del relieve, dando movimiento al diseño, y completando
su significado simbólico e indicando de forma precisa su relación con el agua y la lluvia durante el
temporal. Se ha sugerido que las pocitas pueden ser de la misma temporalidad de todo el conjunto
de relieves y del sistema de riego, “o bien haber sido realizados en momentos cronológicos más
tardíos reutilizando exactamente el soporte existente” (Martínez, 1995: 16).
Sí comparamos el monolito con pocitas que se encuentra en la primera zona de maquetas en
la parte baja del cerro (fig. 13) y el panel con conitos de la segunda sección de relieves del acantilado (fig. 15), aunque los hoyitos en ambas partes cubren toda la superficie de la piedra, podemos
ver dos estilos de tallado, y tipos diferentes; las de abajo son grandes, cilíndricas y muy profundas
y están asociadas a otras piedras labradas con tallados en miniatura que parecen ser de épocas
posteriores; mientras que las de arriba junto al petroglifo del Rey, son más simétricas, pequeñas,
cónicas y no tan hondas, quizás de origen más remoto, por lo que podrían ser estas concavidades
de distinta temporalidad y función, y quizás de diverso origen cultural.
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Figura 17. Piedra con pocitas talladas, reproduciendo quizá algún cuerpo celeste.
La Serena, Chile.
Foto: Eleanor Wake, 2003.
En el caso de Chalcatzingo, las pocitas cercanas al petroglifo del Rey, al parecer fueron respetadas
y en su lugar se abrió otra zona especializada con réplicas que bien se pudieron sumar a las ya existentes o ser de nueva creación; pues presenta estilos pertenecientes a culturas diferentes, como es
el animal o ave formada con los hoyitos y canalitos, de la cual ya hemos hablado en este apartado y
que Grove (1987: 168) clasifica como MCR-26 (fig. 12) y como hemos dicho estos motivos guardan
cierta relación compositiva con las de los xochimilcas del cerro Cuahilama (fig. 5).
Podemos concluir que la existencia de estos tipos de relieves cóncavos en los sitios olmecas de
México se extiende hasta la América del Sur, sobre todo sus relaciones y funcionamiento con agua,
los conectan con otros elementos o relieves en miniatura como las existentes en Venezuela, Guayana Británica, en toda el área andina del Perú y el territorio Norcolombiano de San Agustín hasta el
sur argentino y Chile (fig. 17) (para ver más imágenes de réplicas sudamericanas, remitirse a anexo
2, reseña de datos comparativos).
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Capítulo dos
Las réplicas en miniatura y las pocitas en
los estudios mesoamericanos.
2.1. Hipótesis de diferentes autores sobre el simbolismo y función de las réplicas prehispánicas
y pocitas aisladas.
Las maquetas prehispánicas más complejas y representativas conocidas hasta ahora en Mesoamérica son las que se localizan en el sitio de Plazuelas en Guanajuato, la de Tejupilco en el Estado de
México, la del cerro del Judío en Contreras, Distrito Federal, la de sitio arqueológico de Xochicalco en Morelos y la del cerro Cuahilama en Santa Cruz Acalpixca en Xochimilco, esta última
será el eje de nuestro análisis,(fig. 5, 7, 8, 10, 16) También existe un bello ejemplo en el área maya,
en Petén Guatemala, el llamado “Mapa en relieve de Tikal”, el cual se encontró en contexto funerario dentro de una pirámide con influencia teotihuacana, situado en la zona conocida como
“Mundo Perdido” (Schmidt, de la Garza, y Nalda, 1998: foto 510-511). (fig. 18, ver en Anexo 2;
Resumen de datos comparativos).
Figura 18. Réplica en miniatura de un centro urbano …
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Juan Rafael Zimbrón Romero
En los cinco sitios del altiplano, arriba mencionados, los monolitos gravados presentan centros
urbanos, canchas de juegos de pelota, templos, sistemas hidráulicos, manantiales, drenajes, escaleras, terrazas agrícolas, etc., y se caracterizan por la posibilidad de ser inundadas las superficies y
correr el agua por sus canalitos, además, de haber sido ocupadas algunas de ellas como observatorios de los horizontes calendáricos.
Entre los arqueólogos que han estudiado estos relieves, unos se inclinan en pensar que los sitios esculpidos pertenecen a la reproducción de lugares reales, que se trata de una copia del propio
asentamiento indígena donde se encuentran o de la región, quizás de un centro alejado o que estaba
en proyecto a construirse o simplemente idealizado.
Por nuestra parte consideramos que los pequeños diseños, esculpidos en piedra son el reflejo
no siempre fiel de la cosmovisión imperante en la etapa histórica en que se labraron los motivos.
También existe la duda si estos tallados pueden ser considerados como maquetas o modelos, términos que son sinónimos y que se refieren a las composiciones tridimensionales y a pequeña escala,
que nosotros consideramos como réplicas en miniatura del paisaje, refiriéndonos con ello, a los
temas de los motivos labrados en estas piedras.
Con referencia a estas piedras labradas bajo la técnica de representación en maqueta, y debido
a la complejidad de estos diminutos motivos indígenas, varios autores han vertido diversas hipótesis en cuanto a su función, uso y simbolismo. Trataremos de sintetizar estos planteamientos en los
siguientes incisos, agregando también nuestros propios comentarios.
2.1.1. Las Réplicas prehispánicas ocupadas en la arquitectura y el urbanismo.
Podemos decir que desde un punto de vista arquitectónico y urbano, generalmente las maquetas tienen como función principal mostrar a pequeña escala, una obra existente, o con el
propósito de servir de guía para construirla y esto es lo que entendemos como su uso clásico.
Una de las hipótesis más difundidas en cuanto al uso de las maquetas prehispánicas, es que
estos tallados en roca fija, pudieron servir para planear construcciones y sitios urbanos que
existieron o fueron proyectos de urbes para desarrollarlas a futuro.
Basada en esta definición de maqueta, la arqueóloga Carmen Cook de Leonhard (1955), es la
primera en cuestionar, llamarle “maquetas” a las piedras labradas que nos ocupan en este estudio,
ya que ella niega que los motivos urbanos y agrícolas talladas en la piedra monolítica de Santa Cruz
Acalpixcan1, sean la copia de algún centro urbano que existió en el territorio xochimilca o alejado
de él o por construirse.
Posteriormente expresaron la misma idea, Hartung (1982), para Teotihuacán y Monte Albán;
el arqueólogo José Hernández (1989), para el modelo de Tejupilco, en el Estado de México; Rafael
Zimbrón (1991), para la del Cuahilama, en Santa Cruz Acalpixca; Johanna Broda (1996, 1997ª: 156) y
Francisco Rivas ( 2006) para la existente en el Cerro del Judío, en Contreras, Distrito Federal. Pero hay
la posición opuesta, en la cual, algunos estudiosos basados en la arqueología dicen que las maquetas
1 Para una descripción más detallada del contenido de esta maqueta con pocitas, remitirse al anexo 2, donde se reproduce la descripción de la arqueóloga Carmen Cook y nuestra propuesta en cuanto a los motivos representados.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
del sitio de Plazuelas2, reproducen al sitio donde se encuentra y esta hipótesis es sostenida principalmente por antropólogo Carlos Castañeda (2000: 77), entre otros.
Pasemos a analizar por separado cada una de estas propuestas:
2.1.1.1. Horst Hartung, “Maquetas de Oaxaca”.
El arquitecto Horst Hartung en su artículo: la “Estructura y Significado de las Maquetas de Oaxaca” (1982: 211, 213-236), con una visión desde el campo de la arquitectura y el urbanismo, hace
algunas importantes reflexiones y que comentaremos a continuación: En este escrito nos dice el
ingeniero Hartung, “Existen en las manifestaciones escultóricas precolombinas numerosos y variados ejemplos que presentan en tamaño reducido, casi siempre muy simplificado, el aspecto de
casas de su época respectiva. Comúnmente y en lenguaje arqueológico, a éstas piezas se les ha
llamado “maquetas”,... y se pregunta... ¿se realizaron éstas “maquetas” en verdad previamente a las
construcciones con el fin de servir como muestra del edificio concreto? De no ser así, ¿qué finalidad
tenían?”.(Hartung, 1982: 213). A partir de los cuestionamientos que hace este autor, podemos decir
que parte de una definición muy restringida del significado y usos de las maquetas, que se deriva
de su función dentro del campo de la arquitectura.
Ya vimos que los diccionarios definen a estos modelos tridimensionales, como reproducciones
a tamaño reducido de un objeto a construir, pero en la actualidad su finalidad y utilización práctica
rebasa la anterior concepción, de considerarlas sólo modelos preliminares para realizar a futuro
determinada obra, ocupándose ahora en múltiples actividades del hombre. También debemos recordar que las maquetas en sí mismas no pueden sustituir los estudios previos del lugar o la región
y el proyecto de la construcción a realizar, sino que actúan como herramientas paralelas y auxiliares en el proceso de diseño. Es decir, las formas representadas en los modelos no se pueden copiar
mecánicamente en el territorio, sí no se cuenta con una guía o un plan anteriormente elaborado.
A nivel arqueológico se ha visto que las pirámides fueron construyéndose por etapas, pasando de estructuras más simples a otras más complejas, incluso modificándose radicalmente para
obtener los resultados deseados; aunque esto no prueba que el utilizado haya sido el de demoler y
reconstruirse varias veces hasta lograr definir la obra satisfactoriamente y tampoco podemos determinar la aplicación de maquetas para ahorrarse el construir y luego destruir, para luego edificar
eliminando errores. Otro de los problemas que se presenta es, ¿cuáles objetos arqueológicos se
pueden clasificar o definir como maquetas y cuáles no?
Es difícil sí no se conoce su uso y función original y además tendríamos que tener un concepto
más amplio que el significado proporcionado por la arquitectura hacía éstos modelos. En cada caso
tendríamos que hacer el estudio pertinente y sobre todo construir una tipología para diferenciar
los objetos que podrían entrar dentro de esta categoría y hacer las acotaciones necesarias, siguiendo
2 Trasladándonos a la frontera norte de Mesoamérica, al sitio conocido como “Plazuelas”, cerca de Pénjamo en Guanajuato, se
encuentran varias maquetas con representaciones en miniatura de centros urbanos, templos piramidales y circulares, pocitas, canalitos y cuevas. Algunas de nuestras apreciaciones es que éstos tallados están concentrados formando un gran mosaico a la orilla
de la barranca que sirve de lecho a un río. Ahí no hay modelos terraceados como al sur del valle de México y es significativo que
tampoco se encuentren sus cerros cercanos con este tipo de agricultura de terrazas en sus faldas. Quizás por su ubicación ribereña
sea una sección del sitio prehispánico principal dedicada a la recreación sirviendo como baños donde también se exigían ciertos
rituales y se hacían ceremonias especializadas.
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nuestra propuesta de análisis. Regresando con el doctor Hartung, nos dice que su estudio sobre las
maquetas comenzó con la investigación de los tableros de Monte Albán, ya que sus diseños a pequeña
escala mostraban a éstos completos o en partes. Los modelos que él interpreta son piedras “aisladas”,
de regular tamaño, con la posibilidad de ser transportadas. Algunas de ellas, fueron encontradas en
contexto funerario y, por lo regular, muestran construcciones completas de templos. Otras sólo reproducen una parte de la construcción y hay las que parecen estar representadas en las llamadas maquetas y, una losa con un grabado que nos muestra una posible pirámide. Todos estos objetos presentan
la posibilidad de poder ser colocadas en un altar o repisa para poder ser observadas.
Sin embargo, las maquetas en miniatura, que analizaremos en éste y los siguientes capítulos
presentan algunas diferencias con las de Hartung, ya que las nuestras están talladas en piedra del
tipo que representan cerros y porciones topográficas del territorio que contienen relieves de terracitas, escaleritas, pocitas, canalitos y sistemas urbanos con su infraestructura hidráulica. Estos
tallados presentan la particularidad de que en tiempo de lluvias son inundados sus labrados semejando ciudades en agua o hidráulicas, y tienen un funcionamiento de sus drenajes y canales, que en
ocasiones forman figuras de animales y que con el agua se resaltan, por lo que podemos decir que
fueron hechas para echar algún líquido sobre ellas.
A pesar de ser diferentes los objetos de estudio, las conclusiones de Hartung (1982:219-220),
sobre los relieves oaxaqueños nos pueden ayudar en el estudio de nuestros pequeños modelos de la
región sur del valle de México:
1. Las maquetas precolombinas de Oaxaca, “aparte de la ausencia del espacio interior, su composición, es decir, la disposición de los elementos arquitectónicos es generalmente sintetizada y pocas veces bien proporcionada, como para suponer que se trata de un modelo a escala
reducida con el sólo fin de hacer aprobar o rechazar una proyectada construcción”
2. “En cierta manera las propiedades intrínsecas de la piedra obligaron a la exageración de ciertos elementos, lo que por otra parte impide su aplicación directa a escala real; cuando en los
puntos clave de las maquetas aparecen figuras o glifos es notable esta exageración, lo cual
es conveniente y hasta necesario en objetos simbólicos o rituales”
3. “Más que un ‘modelo’ con referencias proporcionales para obras mayores, las maquetas aparentan haber sido ‘reproducciones’ de un templo existente o más probable, de un templo
idealizado” (Hartung, op. cit.).
Con lo antes expuesto se justifica conceder a las llamadas maquetas precolombinas de Oaxaca un
contenido religioso-simbólico y/o ritual como objetos representados en escala reducida de templos - santuarios, transportables en caso necesario para ser expuestos contra un muro o mampara,
en otras palabras: las maquetas- templos ejemplifican templos verdaderos ó más decisivo e importante- su concepto (Hartung, 1982: 220 ).
2.1.1.2. Carmen Cook de Leonhard, “Maqueta de Xochimilco”.
El monolito tallado de Cuahilama, en Xochimilco ¿es maqueta? (fig. 5).
El arquitecto Hartung en el campo de la arqueología llegó a conclusiones parecidas que Carmen
Cook de Leonhard, había mencionado en su valioso estudio sobre la “maqueta” prehispánica de
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Santa Cruz Acalpixca, pueblo ribereño al lago de Xochimilco, quien nos dice, que este tallado no es
una réplica realista del paisaje circundante y que su uso no fue servir de guía para construir dicho
emplazamiento urbano que en ella se representa, sino que fue ocupada en ritos de autosacrificio,
veamos a detalle lo que propone la autora:
Para el caso del monolito xochimilca, nos dice Cook (1955: 169, 174, 180), que “recientemente
han llegado a nuestra atención unas esculturas talladas en rocas, que a primera vista parecen haber
servido para planear construcciones arquitectónicas.”… Refiriéndose a la “maqueta” de Acalpixca, se trata de una construcción en proyecto de los antiguos habitantes de este lugar.” Aunque
al final de su análisis, la autora se inclina por considerar a estos diseños en piedra como objetos
cuya función y simbolismo estaban dirigidos al ritual y las llama “réplicas simbólicas de lugares
sagrados”, ya que su esquematización y falta de proporción no permite clasificarlas como modelos
arquitectónicos.
1. “La presencia de los pocitos, del pájaro tallado, de los dos animales punteados y de la flor
al pie de la escalinata de 18 peldaños de esta escultura, nos inclina a desechar la idea de que
tuviera “la maqueta” una función arquitectónica; es decir que se trate de una construcción
en proyecto de los antiguos habitantes de este lugar.”
2. En cuanto a la función de estas “maquetas” concluye Cook (1955:177), después de una larga
cita de Ruiz de Alarcón; “No parece caber duda de que… La huella de humo en la parte inferior
de la roca, en que se encuentra esculpida la “maqueta”…, las demás esculturas de este cerro…,
y la presencia de un pequeño montículo en la cercanía, todo confirma la calidad del sitio ceremonial indígena.”
3. De uno de sus posibles significados del diseño en miniatura, Carmen Cook (1955: 178). nos
dice;
“Generalmente se ha notado que las pirámides están construidos con algún número significativo calendárico o astronómico, ya sea de escalones o nichos. En la “maqueta” parecen también
tener simbolismo ritual los números que aparecen en ella”
4. “Aparte de las mencionadas ‘maquetas’ que se encuentran esculpidas en la roca, existen otras
aisladas (no adheridas a rocas), que representan templos. La falta de proporción y su esquematizadas líneas tampoco permite su clasificación como modelos arquitectónicos, sino como
réplicas simbólicas de lugares sagrados, quizás usados en el culto de las casas particulares, en
que oficiaban los padres de familia, o bien los tlamacazque que se ocupaban de las almas de un
pequeño círculo de gentes” (Cook, 1955:180).
5. En cuanto al dibujo de los indígenas nos dice: “la poca uniformidad de las medidas implica
que tenía más importancia la forma que la medida, el número que el tamaño”…“en la presentación pictórica mesoamericana del mundo exterior: el énfasis del elemento esencial sustituye
a una perspectiva realista y llena similar función: la clarificación de los elementos”…“Igual que
las maquetas mexicanas nos proporcionan únicamente una idea de la forma de las casas y algunos elementos arquitectónicos, pues adolecen de la misma inexactitud y no servirían como
guía a un maestro albañil, sin que éste agregara, de su propia imaginación, muchos de los detalles”(Cook, 1955:181, 184 y 185).
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De los anteriores comentarios podemos concluir que los diminutos modelos tridimensionales,
aquí estudiados, no tuvieron como finalidad el ser utilizados, en determinadas etapas constructivas
de los lugares esculpidos y tampoco hay indicios que su fin fuera reproducir matemáticamente los
verdaderos sitios, donde se localizan, sin admitir cierto grado de imaginación, misticismo e idealización de parte del tallador y el grupo que pidió el labrado. Es más probable que la elaboración
de estos relieves y pocitas a pequeña escala, tuvieran alguna función dentro de algún culto a lugar
plasmado en la piedra y participaran, estos monolitos, como altares en los rituales de autosangrado,
personal o de una comunidad o aldea, cuyas ceremonias podrían estar enmarcadas en un marco
de culto a los cerros, peticiones de lluvia y de fertilidad, donde se incluían simbolismo y suplicas
dirigidas al Sol.
Sin embargo, el hecho de no ser una herramienta de las actividades edificatorias, urbanas y
arquitectónicas, no descalifica a éstos objetos pétreos, como modelos o maquetas. Ya que recordemos que otra de las características de ellas, es que forman parte del campo de las representaciones
tridimensionales, que se encarga de hacer comprensible “las relaciones espaciales”… y en ocasiones… “las características de un espacio y de un ambiente que aún no existe o se encuentra lejano y,
por tanto, no es accesible por la experiencia directa” (Consalez, 2002:1), es decir, entra dentro del
terreno de lo simbólico.
Ya dijimos que nosotros nos inclinamos en nombrar a estos objetos, como réplicas en miniatura del paisaje, surgido de la construcción del concepto, a través de las características particulares
de estos tallados indígenas.
Es pertinente anotar, que algunos de los prototipos prehispánicos, el grado de comunicación
que requiere es, especializado y utiliza lenguajes, códigos y convenciones accesibles sólo al grupo
que posea un conocimiento profundo de la materia, pues sintetiza el contenido del mensaje y las
ideas, presentando una autonomía formal respecto a la realidad. ”Desde el punto de vista del observador el valor objetual y la posibilidad imaginativa y lúdica que ofrece la reducción de escala
junto con “la posibilidad de obtener puntos de vista irreales y privilegiados”,4 son componentes
insustituibles” (Consalez, 2002: 4). Pero también la réplica presenta elementos que se pueden identificar conociendo la cosmovisión del grupo indígena que la diseño, lo que nos permite acercarnos
al conocimiento del mensaje labrado y su posible uso o función.
2.1.1.3. José Hernández, “Maqueta de Tejupilco”, en el Estado de México (fig. 16).
En casi la misma dirección que Carmen Cook, el arqueólogo José Hernández (1989: 5; Ms.a: 13),
considera que la “maqueta” de Tejupilco, en el Estado de México, tuvo varias funciones entre las
cuáles, las más relevantes eran las siguientes:
“1. Que pudiera tratarse de la representación de un gran sitio arqueológico aún no localizado,
o bien del mismo sitio de San Miguel Ixtapan”... donde se ubica el monolito tallado.”
“2. Que quiso ser plasmado un proyecto de desarrollo urbano a efectuarse en algún lugar de
la región.”.
Y nos continúa diciendo éste arqueólogo que una posibilidad sería de que se trate de un proyecto
urbanístico desarrollado o por desarrollar, aunque concluye que no hay fundamentos para sos62
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tener esta propuesta. Hernández considera como tercera opción, que estas piedras labradas, pudieron haber tenido un uso ritual al ser un adoratorio dedicado a la diosa Huixtocíhuatl, diosa de
la sal y hermana mayor de los tlaloque, Sin embargo, comenta Hernández (1989: 5), “sigue estando
latente como primera discusión, sí el elemento fue diseñado siguiendo un patrón específico como
podría ser su orientación o el desarrollo urbano que representa, o bien, sí la escultura fue elaborada
adaptándose simplemente a la forma de la roca.”
En este mismo sentido, apuntábamos nosotros, que en el caso de la maqueta de Acalpixca, su
conjunto “B” se refiere a un diminuto sistema de terrazas agrícolas, escaleras y pocitas, y que estos
relieves fueron diseñados verticalmente con el fin de aprovechar una depresión de la piedra (Zimbrón, 1992: Plano 3: 62 y 63); es decir, se labraron estos motivos respetando las formas naturales
del monolito (fig.5).
2.1.1.4. Comentarios:
A las hipótesis de las réplicas prehispánicas usadas en las actividades constructivas.
Las maquetas arquitectónicas generalmente son ocupadas para llevar a cabo los proyectos
constructivos, ya que pueden presentar detalles de la obra por realizarse, pero estas potencialidades provienen de todo un conjunto de trabajos previos, cálculos y dibujos a escala que permitan ver
terminados las instalaciones urbanas, y agrícolas o de otro tipo, antes de ser construidas.
Sí tomáramos como objeto a tallar en roca a un conjunto urbano tan complejo como la urbe
teotihuacana, tendríamos que cumplir con los siguientes requisitos, para que fuera maqueta constructiva:
1. Tener en primera instancia una roca que sirviera de soporte del diseño, poseer ciertas características y dimensiones, tener una localización estratégica o la posibilidad de ser trasladada
a donde se necesita, así como cumplir con particularidades de tipo cultural y religioso y un alto
grado de relevancia dentro de la cosmovisión indígena.
2. Sí se quisiera reproducir un proyecto urbano a futuro, se tendría que contar con un plan
previó de las instalaciones que contendría la ciudad, un plano, un dibujo o un primer “modelo
esquematizado”, que incluyera todos los componentes del conjunto a construirse o sus rasgos
más importantes tomando en cuenta diferentes criterios de selección. Estos elementos serían
reproducidos a una escala reducida que dependería del tamaño real de la obra a realizar y el
número de edificios que integrarían al conjunto urbano. Este proyecto tendría como otra limitante el tamaño de la piedra soporte del diseño, que se podría subsanar ocupando otras rocas
contiguas que contuvieran cada una pequeñas partes del complejo arquitectónico.
3. Sí se copiaran los elementos existentes de una ciudad o un sitio, éstas se tendrían que
acoplar a las dimensiones del soporte pétreo y por tanto sintetizar las partes integrantes del
conjunto urbano o agrícola, seleccionando los componentes más relevantes y además que pudieran ser inmediatamente identificados por los observadores del diseño, quienes tendrían que
estar familiarizados con el código simbólico del tallado, este quizás sólo dirigido a un pequeño
grupo indígena.
4. La inmovilidad del soporte pétreo puede producir: (a) No permitir hacer estudios por
ejemplo de incidencia del Sol sobre las estructuras o ocupar estos prototipos para orientar las
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instalaciones urbanas indígenas, que tradicionalmente las dirigían hacia ciertas posiciones del Sol
en el horizonte en determinadas fechas del año agrícola y civil: (b) También su situación de anclaje
en determinado lugar, resta la posibilidad de tener a la maqueta, cerca del sitio donde se construye
o se piensa edificar volviéndose un poco impráctica al tener que ir y venir para consultar su diseño.
5. Además, por ser un tallado en piedra no permitiría hacer cambios en las formas elementales
de sus relieves, ni se podrían modificar los errores que en la construcción real se vayan presentando, quizás de éste hecho parte, que no haya correspondencia con los sitios reales. Concluida la
obra no habría razón para conservar la maqueta y se desecharía, sí en realidad este diseño tridimensional tuviera una única función de guía para la edificación de un conjunto urbano.
De éstas apreciaciones podemos concluir que los objetos analizados en este apartado, no son
maquetas en el sentido clásico de su función arquitectónica y podemos agregar otras razones: En
primer lugar es importante mencionar que las maquetas de Acalpixca y Tejupilco (figs. 5 y 16) presentan un alto grado de respeto por las formas originales del soporte pétreo donde fueron labradas,
por lo que sí estos tallados fueran la reproducción de un sitio real, sus características espaciales
tendrían que haber sido acopladas a las propias particularidades que presenta la roca que soporta
al diseño. Así, al respetar la apariencia física del soporte pétreo se produciría un elevado nivel de
síntesis y simbolismo del motivo representado, dando como resultado la difícil identificación para
los no poseedores del código simbólico del lugar de que se trató de reproducir en miniatura.
Podemos resumir nuestro punto de vista, de la siguiente forma: Las Maquetas Prehispánicas
no necesariamente son réplicas fieles del paisaje real circundante. Además las maquetas prehispánicas no tuvieron un uso arquitectónico, y sin embargo, siguen considerándose como prototipos tridimensionales y en miniatura.
Pasemos a ver la propuesta de que estos diseños son copia fiel de un lugar determinado.
2.2. Las Réplicas prehispánicas reproducen al sitio arqueológico donde se ubican.
Como otra variante de la definición clásica de maqueta, en la cual se dice que es la reproducción a
pequeña escala de un sitio real, se construye la siguiente hipótesis:
Recientemente se publicó un artículo del antropólogo Carlos Castañeda (2000: 77), en el cual
habla sobre las maquetas de Plazuelas, sitio localizado cerca del poblado de Pénjamo en Guanajuato (fig. 10), y en él nos dice que:
“Es común que se cuestione el empleo del término “maqueta” para señalar diversas representaciones arquitectónicas prehispánicas en miniatura, ya que, a saber, una maqueta sería la representación a escala de un edificio, y la mayoría de estas representaciones en Mesoamérica son
elementos votivos de ciudades, templos, palacios o sencillas casas habitación que en la realidad no
existieron, aunque muestran con gran detalle diversos elementos relacionados con la cultura que
se representa. Es el caso, por ejemplo, de la representaciones de la vida diaria o de los juegos de
pelota en las figurillas de barro encontradas en Nayarit.”(Énfasis nuestro).
Es decir, Castañeda toma la definición más ortodoxa y clásica de maqueta arquitectónica, donde se concibe a esta composición tridimensional como la copia a escala de un edificio, ciudad, edificio religioso o palacio, que fueron reales y aquellas réplicas, que no corresponden a lo existente,
parece concluir el antropólogo, que estos pequeños diseños no son maquetas.
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Sin embargo, sus compañeros arqueólogos Moguel Cos y Sánchez Correa (1990: 79 y 81),
identificaron en anteriores años en este mismo lugar de “El Cobre” o “Plazuelas”, varias “maquetas” una de ellas presenta...“correspondencia” en su tallado... “con el conjunto arquitectónico
principal del sitio”. En esta pequeña piedra...“se representaron de manera esquemática, pero
bastante clara”... los elementos que forman parte del complejo urbano aun existente” (fig. 10
y 19).
Figura 19. Plano donde se muestra correspondencia del conjunto arquitectónico del sitio Plazuelas
o el Cobre y la réplica en miniatura tallada en piedra (figura 10). Pénjamo, Guanajuato.
Fuente: Rivas, 2006 y Moguel Cos, et.al., 1990.
Estos arqueólogos y posteriormente el antropólogo Carlos Castañeda (2000: 78), contrastaron la
información mostrada en el modelo tallado en esta roca con el conjunto de edificios verdaderos
que aún se conservan en el lugar, obteniendo casi los mismos resultados:
“Podemos decir que en la realidad fue posible observar una correspondencia bastante aproximada en cuanto al aspecto formal de la disposición, orientación, número y proporción de los
edificios como del conjunto mismo. En lo único que no hay correspondencia real es en la altura, ya
que dicho modelo la presenta proporcionalmente menor, dándole un aspecto de plano-maqueta
al mismo..., funcionando cómo buena guía para localizar cada uno de los elementos y detalles
arquitectónicos. Hasta donde se tiene referencias, parece ser el primer sitio que se registra con estas
características.” (Moguel y Sánchez, 1990: 83).
En este último párrafo los arqueólogos postulan otro posible uso de la piedra labrada de referencia, como plano - maqueta o plano guía. Es conveniente anotar que en Plazuelas, existe otro
modelo urbano, con su infraestructura y varias canchas de juego de pelota, que el arqueólogo encargado del estudio de esta zona guanajuatense, considera que es la reproducción en piedra de
Xochicalco y que es un elemento intermedio entre la maqueta y un plano en relieve (Carlos Castañeda, comunicación personal, julio1998).
Sin embargo, no se contesta a plenitud si el monolito tallado de Plazuelas, Guanajuato ¿es maqueta?
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2.2.1. Comentarios:
1° Carlos Castañeda concibe a la maqueta como una representación a escala, que significa que
se midieron verdaderos edificios para labrarlos en rocas, y se redujeron sus medidas proporcionalmente, partiendo de sus dimensiones originales, por ejemplo, cada metro de una construcción, equivale a 3 cm, en el diseño en roca y por lo tanto su argumento, parece que lo lleva
a decir, que sí realmente no existieron las construcciones de donde se tomaron las medidas, no
se pueden llamar maquetas a estos labrados pétreos.
Tenemos un caso notable, con Ignacio Marquina, quien elaboró un conjunto urbano a pequeña
escala, donde se reproduce hipotéticamente la Plaza Mayor de Tenochtitlán y a este modelo volumétrico, elaborado siguiendo los relatos de los cronistas, los datos arqueológicos disponibles en esa
época y con los propios supuestos del arquitecto, reprodujo en pequeño, el centro de la urbe mexica
y nadie hasta el momento ha negado, que se trate de una maqueta hipotética, de la antigua ciudad
sumergida en el Lago.
Pues bien, el término que estamos estudiando describe y clasifica a los tallados en piedra,
de este tipo, sin embargo no se puede analizar el significado simbólico de los motivos labrados,
a través de este concepto. Son cosas diferentes el nombre o clase de objeto y su uso, función y
simbolismo y requieren ser interpretados por separado. Por tanto, en este trabajo, seguiremos
llamando réplicas prehispánicas con pocitas, a los modelos tridimensionales y volumétricos de
Plazuelas, hechos en grandes y pequeñas piedras, que conservan por lo regular su ubicación original en el territorio.
Por otro lado en esta primera aproximación Moguel Cos y Sánchez Correa (1990: 79 y 81) al
analizar la maqueta de “Plazuelas” no detectaron su funcionamiento hidráulico, es decir, la posibilidad del relieve tridimensional de retener por gran parte del día la lluvia o líquido que se le vertía,
conservando al diseño en miniatura dentro de un espejo de agua, cuyo nivel de profundidad se
hizo con el fin de sólo permitir sobresalir las cúspides de sus pequeños edificios principales y las
murallas que encierran al conjunto, y que a la vez sirven como retenes del líquido derramado en su
superficie (fig. 10).
También estos arqueólogos no cuestionan el llamar a estos relieves maquetas, pero sí equiparan
este tipo de tallados con el término modelo y puede ser el único caso hasta hoy conocido, en que el
concepto ortodoxo y clásico arquitectónico de maqueta pueda aplicarse a estos pequeños diseños
urbanos en piedra. Es decir, estas esculturas son verdaderas reproducciones en miniatura del sitio
real donde se encuentran, aunque no hay pruebas de que estos prototipos ayudaron a la construcción de este asentamiento indígena, hecho que no invalida clasificarla como réplica tridimensional.
Así, los datos arqueológicos provenientes del centro ceremonial de Plazuelas, en Guanajuato,
los arqueólogos Moguel, Sánchez, Castaneda, opinan que el pequeño diseño de una de las maquetas existentes en este sitio, son muy semejantes a la forma espacial del emplazamiento prehispánico
real, compuesto por construcciones piramidales, plataformas, patios con sus drenajes, canchas de
juegos de pelota, etc. Pero, a través de nuevos estudios se han encontrado algunos detalles que no
concuerdan plenamente las instalaciones verdaderas, con el pequeño modelo, lo que no permite
llegar a dar una conclusión definitiva que estos relieves sean realmente una réplica exacta en miniatura del sitio. Podemos resumir que la maqueta de Plazuelas es un tipo que copia no en un cien
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por ciento el lugar donde se encuentra y fue tallada sobre una roca cuyos propios accidentes fueron
ocupados para dar mayor realismo al diseño y poder quizás participar dentro de un ritual, siendo
tal vez el altar donde se realizaban algunas de las principales ceremonias y prácticas religiosas que
se llevaban a cabo en el asentamiento urbano.
Nosotros opinamos que los relieves de las maquetas prehispánicas solo pueden reproducir, el
sitio urbano donde se ubican, en términos muy esquemáticos y generales, por las siguientes razones:
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
La dureza de la piedra.
Al haber respetado al máximo los accidentes propios de la roca.
El tamaño del soporte pétreo.
La finalidad del relieve.
El grado de síntesis del tallado.
El ser un objeto en miniatura.
Al haber sufrido cambios la construcción real con respecto al proyecto.
Estos factores hacen que los relieves tallados no correspondan exactamente con los sitios reales que
se quieren reproducir, y aún si reprodujera al lugar donde se ubica, todavía quedaría por definir la
función que tuvo dentro del complejo arquitectónico y las actividades sociales que ahí se desarrollaban.
Pero en primera instancia se debe descartar que estos diseños en piedra hayan sido ocupados
como herramienta para la construcción, planeación urbana o como guías de localización, por sus
formas en extremo sintéticas.
¿Sin embargo, queda pendiente explicar cómo podrían los grupos indígenas seguir construyendo sus ciudades como Teotihuacán a lo largo de varias generaciones sin el uso de una maqueta
o un proyecto, por el cual dirigirse con una idea inicial y conservar las formas originales al paso de
muchos periodos históricos?
2.3. Las piedras talladas con temas urbanos ¿son Maquetas o Modelos?
Para Johanna Broda, las piedras labradas del cerro del Judío, la de Tejupilco en el Estado de México,
la del cerro Cuahilama en Santa Cruz Acalpixca, y la de Plazuelas, en Zacatecas, no son maquetas
arquitectónicas ocupadas en la construcción de un sitio o mapas indígenas, sino modelos simbólicos en miniatura del paisaje, de significado ritual y cosmológico. (Broda, 1997b: 148, 156).
“Estos tallados en forma de maquetas…consisten en escaleras, estructuras piramidales, canchas de juegos de pelota, pocitas y canales en miniatura que están tallados sobre grandes rocas
naturales y siempre tienen un relieve remarcado…Fueron diseñadas para echar líquido en ellas, el
cual escurre desde las pocitas, y toma su cauce sobre los canalitos y las escaleras empinadas. Los
cuales constituyen misteriosos vestigios arqueológicos que no han sido interpretados hasta ahora
en el contexto adecuado. En el contexto del culto a los cerros, su uso para fines rituales está documentado en algunas fuentes de la época colonial temprana. (Broda, 1996: 46; 1997b: 149; 1997c: 60;
Ms.a.; 15) (Zimbrón 1991 y 1992).
“Las maquetas, generalmente, están asociadas a pocitas de diferente tamaños que están talladas
sobre grandes rocas contiguas. Estas pocitas también ocurren solas, sin maquetas, y su significado
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plantea muchas interrogantes. Al igual que los petroglifos, pocitas similares existen también en
otras culturas y regiones del mundo donde están vinculadas con cultos megalíticos en las montañas; se remontan milenios atrás y son misteriosos vestigios de la presencia del hombre en el paisaje.
En el centro de México el prototipo de
Estas maquetas se remontan al sitio preclásico de Chalcatzingo, Morelos, de influencia cultural
olmeca. Aunque David Grove (1987) y Jorge Angulo (1988, 1990) reportan estas maquetas y sugieren su uso ritual con relación al agua, sin embargo, sus significado y funciones nunca han sido
conectadas hasta ahora con las maquetas de culturas posteriores.”(Broda, 1997b:149-151)
2.4. Las réplicas con o sin pocitas reproducen el cosmos.
El etnohistoriador Gabriel Espinosa3 (l996), ha sugerido, la posibilidad de que los relieves esculpidos en el monolito de Acalpixca y de otros emplazamientos prehispánicos, pueden ser reproducciones del universo y de asentamientos existentes, como se anota en la siguiente cita:
“Es interesante hacer notar aquí la existencia en muchos lugares de la Cuenca de “maquetas” que
parecen ser el intento de una reproducción a escala también de los sistemas hidráulicos, sí no del cosmos o de lugares concretos; algunos de éstos sitios presentan la notable característica de “funcionar”
de manera sencilla pero impactante sí uno les hace correr un chorrito de agua desde el punto más
elevado: El agua corre llenando piletitas, derramándose unas en otras, etcétera” (Espinosa, 1996: 380).
2.5. Planeación Calendárica:
A) Orientación religiosa.
En estudios recientes de la ciudad de Teotihuacán, construida durante el periodo Clásico se ha determinado que en sus templos, calles y edificios subsistieron diferentes grupos de orientaciones que
oscilaron entre los 15° y los 16°, y estas desviaciones respondían a consideraciones astronómicas
entretejidas con conceptos de geografía sagrada y elementos climáticos relacionados con la siembra
y el ciclo agrícola (cfr. Sprajc, 1997:157-186; Broda, 2000).
Podemos decir que varias generaciones de arqueólogos, han visto a esta urbe como el prototipo
que se ocupó en Mesoamérica, para construir centros prehispánicos y por tanto, la desviación que
presenta la traza urbana, creían que se iba repitiendo en muchos emplazamientos indígenas posteriores. Y por tanto trataban de encontrar las mismas orientaciones en otros sitios. (cfr. Aveni 1991)
Así, la arqueóloga Carmen Cook (1955: 170), considera para analizar la orientación interna
del diseño de la Maqueta de Acalpixca en Xochimilco, ella sugirió que en el Complejo A (forma
en que la autora dividió al diseño tallado para su interpretación) del monolito (Fig. 29): “hacia el
Oriente, siguiendo la línea recta de las entradas a los recintos o cuartos, hay tres pequeños pocitos
circulares que presentan ocho picos en forma de rayos, que “tiene la peculiaridad de señalar las direcciones cardinales”, y agrega que “La escalera que mira al Occidente, aunque tiene cuatro escalones
3 El conocimiento de este tipo de relieves y su funcionamiento con líquido vertido en sus canalitos y pocitas, para el autor citado,
fue accesible gracias al trabajo de campo desarrollado entre 1990 y 1991, por Rafael Zimbrón Romero, dentro del taller que dirige
Johanna Broda en la Maestría de Historia y Etnohistoria de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
únicamente… podría considerarse más importante que la de 18, por señalar un eje igual al de
muchas estructuras mesoamericanas, es decir la escalera va de Norte a Sur con una desviación
al Oriente de 17° “como la mayoría de las pirámides mesoamericanas. Lo que pudiera, decimos
nosotros, relacionar a esta maqueta xochimilca y su cruz punteada, con la planeación religiosa y
calendárica de Teotihuacán.
Por otra parte, Anthony Aveni, al descubrir la “Cruz Punteada” sobre la superficie de la roca
que soporta a esta maqueta xochimilca, detecta que sus ejes están orientados, uno de ellos hacia la
salida del Sol en el solsticio de invierno, los otros hacia Teotihuacán y Cuicuilco (Aveni y Hartung,
1982: 32-33. Tichy, 1991: Plano).
2.5.1. Sistema radial urbano.
El geógrafo alemán Franz Tichy (1983: 61, 62, 79, figura 4), basado en la teoría espacial de Christaller, hace el estudio del ordenamiento territorial de los asentamientos indígenas y coloniales de
la Cuenca de México, Puebla y Tlaxcala, y analiza la posición de los sitios en relación a ellos mismos y a un lugar central y encuentra que la ubicación de los emplazamientos, forman un sistema
visual de líneas radiales que conducen desde centros ceremoniales importantes, sede de señoríos y
conventos coloniales hacia pueblos dependientes con sus iglesias, existiendo una estrecha relación
entre estos lugares y la ubicación de las montañas sagradas. Esto es, “la situación topográfica de los
centros ceremoniales y de los poblados está determinada en gran medida por las líneas visuales regulares que convergen en el centro regional, cuya localización –a su vez– depende de las respectivas
líneas visuales hacia montañas destacadas.” Ahora bien, “existe una clara relación de centros ceremoniales con numerosos cerros como base de un sistema radial”…el cual puede estar vinculado…
“íntimamente con el culto de la lluvia, como fenómeno que tiene sus orígenes en la fase temprana
de las altas culturas mesoamericanas.”(Tichy, 1983; 79; 1991).
Este autor también encuentra que la orientación de sus trazos de los asentamientos indígenas,
por lo general, se da en forma de tipo tablero, cuya posición axial (en base a un eje) frecuentemente
apunta hacia posiciones del Sol en el horizonte, donde los cerros sagrados como puntos fijos de
medición jugaban un papel determinante.
Y por tanto, la orientación de sus edificios puede vincularse con fechas del calendario, a decir,
con días festivos de la época prehispánica. Nos dice, se requirió la existencia de un poder y una
dominación de base religiosa para imponer tal planeación de los asentamientos.
Las líneas visuales, unen espacialmente a los centros ceremoniales, formando un círculo de 80
unidades con las montañas adoradas en el marco del culto de la lluvia, en una relación de 4.5° grados.
Franz Tichy (1983: 72), dentro de su análisis para la Cuenca de México, considera que la maqueta
de Acalpixca y su cruz punteada teotihuacana, marcan un punto importante dentro del sistema
visual de líneas radiales de ordenamiento del espacio, propuesto por él, durante la salida del Sol, en
el solsticio de invierno. Nos dice al respecto que, “Una línea solsticial particularmente interesante
(con 115°) es aquella que, partiendo del volcán Teutli, pasa sobre el pecked cross ACA en Acapilxca,
conduce hacía el centro de Xochimilco y luego hasta Cuicuilco, Johanna Broda (1991b: 91), extiende esta misma línea hasta el volcán Popocatépetl.
Otra línea significativa no solar orientada hacia el sur, según el geógrafo alemán parte del cerro
Peñón de los Baños o Tepetzintli y llega en línea recta hasta Acalpixca.
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Y una tercera línea, parte del cerro de la Estrella pasa por Acalpixca y continúa según una línea
propuesta por mí hasta el volcán Tláloc en Milpa Alta (Zimbrón, 1992: 66).
En un trabajo posterior el geógrafo Alejandro Robles, condiscípulo nuestro, encuentra que el
petrograbado conocido como la “Serpiente del Pedregal”, presenta interesantes líneas visuales que
se dan de acuerdo a su ubicación y relación con otros elementos culturales y naturales (cfr. Robles,
1995: 138-140 y Plano).
De los resultados de nuestras observaciones que hicimos a partir de las maquetas prehispánicas
con pocitas, canalitos y terracitas agrícolas, se pudo determinar que algunas de estas peñas labradas, presentaban alineamientos solares, entre ellas y con las iglesias patronales de los pueblos de la
montaña de Xochimilco.
2.6. Las réplicas en piedra usadas como mapas de localización.
2.6.1. Piedra mapa o de Nahualapa en Santa Cruz Acalpixca, Xochimilco.
José Farías Galindo.
En México, nuestra maqueta o altar de Santa Cruz Acalpixca, Farías Galindo, la llama “Piedra
Mapa” o de Nahualapa y que es considerada por varios investigadores que la han visitado, como la
primera piedra mapa de América y nos dice, veamos por qué se le juzga así: Ideas semejantes se han
manejado en el caso de Sudamérica (cfr. Apéndice 2: Taironas, etc.)
“Es una mole de 2.40 metros de ancho por 2 de grueso. Sus orillas están un poco destruidas
por los conquistadores. Contiene 56 “ojos de agua”, habiendo uno de 5 cm. de diámetro por 3 de
profundidad, que posiblemente sea el Lago de Xochimilco; 8 edificios en realce debidamente orientados, con sus escalinatas de acceso teniendo uno hasta 22 peldaños; un estadio semicircular con
sus escaleras, que bajan al “filo del agua”. Multitud de “puntitos” o veredas de los antiguos caminos
que concurrían a la Ciudad Sagrada de los xochimilcas; dos animales acuáticos: una serpiente y
un pescado, ambos opuestos; así como en el lado oriente una serie de “constelaciones”...Serpiente
y pescado simbolizan a la fauna de Xochimilco. La primera tiene en el cuello la Cocoxóchitl de los
xochimilcas, saliéndole una vírgula punteada que nos da idea de estar platicando con el pez. Entre
cabeza y cabeza hay una “cruz”, posiblemente sea la famosa constelación del sur. Al lado se aprecia
un “óvalo” formado de 13 puntos. ¿Es acaso el círculo solar?” Y nos continúa diciendo el cronista
que Carmen Cook consideraba que los “ojos de agua” son “pocitos” para el autosacrificio, lo que
él considera como erróneo, ya que esto está fuera realmente del objetivo de la Piedra Mapa, pues
solamente se trata de un Croquis de lo que se hizo en Cuahilama (Farías, 1964: 189-191).
En escritos recientes este autor insiste en llamar a la “maqueta” de Acalpixca, Piedra Mapa o
de Nahualapa –Ahualapa es el nombre del barrio cercano a donde se localiza– y nos señala todo lo
que había en esta zona, desde grandes monumentos hasta los canales y “ojos de agua”, y reporta la
existencia de más “maquetas” en la región de lo que era el lago (Farías, 1985: 19) (fig. 4).
También en este sentido el Sr. Manuel Miranda oriundo de Santa Cruz, y que pasó su vida en
estos lugares, piensa que las líneas que forman las terracitas, indican las tierras de labor que pertenecían a determinada persona. Los canalitos son caminos que unían a pueblos representados por
los pocitos (M. Miranda comunicación personal, 7 marzo 1998).
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Por otra parte, el arqueólogo Francisco Rivas (2001: 288), nos dice que para el caso del sitio de
San Mateo Nopala, en el Estado de México, y el del Cerro Mazatepetl o del Judío, en la Magdalena
Contreras, “las pocitas que contienen pequeños canales, pudieron ser una recreación simbólica de
los manantiales existentes en el entorno del paisaje.” Recientemente Rivas (2006) retoma y sigue con
la idea de los años sesenta que estos relieves en piedra que se encuentran en el cerro del Judío en la
delegación Contreras en el Distrito Federal, son mapas de los manantiales que existieron en la región.
Nuestro comentarios son que éstas representaciones en miniatura no mantienen las características modernas de los mapas, no están diseñados a escala en que se pueda ocupar como guía para
ubicar espacialmente sus elementos, además de encontrarse que el diseño se hizo respetando los
propios accidentes de la roca, lo que hace que los edificios, terrazas, canalitos y pocitos, así como
los animales no presenten una dimensión real y una relación verdadera entre ellos, a partir de esto
su uso tendría que hacerlo por un grupo que conociera el lugar y por tanto su finalidad de Croquis
de localización quedaría minimizada, descartando poder clasificarlas como tal.
Sin embargo estamos de acuerdo con Farías Galindo y Manuel Miranda, que por lo menos-decimos nosotros- a nivel simbólico se refiere a construcciones y manantiales, terracitas agrícolas,
canalitos y caminos que había en la región, representados con cierto grado de simbolismo o formas
sintéticas de los componentes técnicos y naturales, incluyendo fauna y flora, existentes en el entorno.
2.7. Las réplicas prehispánicas y pocitas indican los límites territoriales y políticos4
Las tierras de los nobles, así como los pueblos bajo su tutela, los cuáles habían ganado o conquistado por la guerra, por el establecimiento de lazos de parentesco o por conquista religiosa, hacían que
los límites políticos territoriales fueran discontinuos, queremos decir con esto que no presentaban
una continuidad espacial, podían estar situados en los límites territoriales del asentamiento principal de donde brotaban las decisiones o muy lejos del centro político principal.
Entre más alejados estuvieran los asentamientos periféricos bajo el dominio de algún Teuctli
o Señor, mayor era su poder y prestigio, ya que la posibilidad de obtener mayor cantidad de productos alimenticios, escasos, raros o sofisticados, así como la protección de dioses extranjeros lo
situaban con una ventaja ideológica y económica sobre otros señores.
Así tenemos dos cuestiones importantes que debemos destacar, y que surge del no apropiarse
de la tierra productiva por parte de la clase dirigente, lo que origina que no exista la necesidad de
medir la extensión territorial donde tiene incidencia algún grupo o señor, pues esto no es lo que
origina su poder, sino la posibilidad de obtención del excedente y por otra que los límites territoriales de algún centro de poder político sea muy difícil establecer espacialmente sus fronteras,
ya que ideológicamente no existe el concepto de apropiación continua del territorio al no existir
apropiación real de la tierra.
4
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“Desde épocas muy remotas se fijaban los límites del grupo, seguramente con el deseo de afirmación, de seguridad en sus propios alcances, definidos por sus límites. En periodos muy antiguos, se trataba de establecer y fijar los límites míticos, religiosos; y
después, a medida que éstos se asientan, se indican los reales y verdaderos límites de su alcance humano”. Sin embargo, hay que
tomar en cuenta que en el mundo mexica, “los nobles indígenas no eran propietarios de la tierra, sus dominios podían extenderse
hacía el infinito, pero todos esos pueblos y terrenos, de los que recibían tributos, no les pertenecían, ni se les atribuían en propiedad individual o familiar. El mayor poder que se les concedía era el de conservar las tierras, guardarlas y distribuirlas para el mejor
usufructo de las familias a su cargo, a las cuáles se les repartían para que las cultivaran según sus necesidades. Ni el pueblo ni los
nobles heredaban las tierras; solamente las labraban y gozaban de sus productos” (Galarza, 1989:124, 128 y 129).
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Estas concepciones ideológicas hacen que las maquetas no presenten dimensiones a escala,
surgida de las medidas reales del objeto representado, sino que se utilicen la importancia mítica,
ritual o económica del elemento a tallar, para darle el tamaño dentro del diseño. Sí se utilizaron
proporciones pero éstas estaban en relación a la importancia que tenían los motivos labrados dentro de la cosmovisión indígena.
Y otra resultante de no apropiarse de la tierra en forma privada, es que los límites territoriales fueron fluctuantes y discontinuos, hechos que han producido varios conflictos a los arqueólogos modernos
para fijar las fronteras políticas y económicas de los núcleos sociales indígenas y la extensión territorial
de su influencia política, cultural, religiosa y económica. Aunado a esto existe la dificultad arqueológica
para situar cronológicamente la etapa cultural en que se tallaron las maquetas (Hernández, 1989).
Sin embargo existen autores, como José Hernández, Homero Adame, que sin hacerlo explícito,
establecen una relación importante entre la ubicación de las pocitas y maquetas, con los límites
políticos territoriales de los mexicas y otros grupos culturales.
Por ejemplo, al norte de Mesoamérica, en la zona arqueológica Narigua en Coahuila, que
ésta cerca de Saltillo, rumbo a Torreón en el poblado General Cepeda, hay innumerables figuras plasmadas en las piedras, dibujos geométricos como círculos, espirales o bien “viboritas”; otras,
puntos y rayas que se repetían una y otra vez, ubicadas en una larga franja de lomas continuas.
Don Pedro Sinfuegos Rivera, un hombre de la zona, nos habló de los petroglifos y nos dijo que
los habían hecho los “cuahuitlicas”, antiguos habitantes de Narigua, para marcar los límites de su
territorio” (Adame, 1993:61-62).
Nos dice el arqueólogo José Hernández (1989: 5) que el poblado de Tejupilco, en el Estado de
México (donde se localiza una maqueta), fue conquistado por los aztecas, “a pesar de encontrarse
ubicado el sitio prácticamente dentro del territorio tarasco, tal como pudo detectarse por las exploraciones llevadas a cabo en 1986 las cuáles rescataron ricas ofrendas de cerámica y objetos suntuarios que mostraron la clara presencia de un grupo de filiación mexica que detentaban el poder
administrativo y un alto rango así como el dominio sobre los grupos aliados locales identificados
como chontales y sobre el grupo fronterizo purépecha.” Precisamente en este enclave económico se
localiza la maqueta más compleja que se conoce de un centro urbano.
Por otra parte, Johanna Broda (1997b: 148 y 149), sí hace explícita la relación entre la ubicación
de las maquetas y los límites políticos. Plantea para el caso de la maqueta de Tejupilco, Estado de
México, que dicho monolito estaba ubicado en la frontera del imperio mexica. Por su parte Farías
Galindo el cronista de Xochimilco, comenta que este tipo de piedras talladas se ubican en las fronteras culturales (Farías, 1964: 189).
Para el caso de petroglifos que marcan límites territoriales, en el Estado de Morelos, Druzo
Maldonado (2000: 157 y 158), encuentra que:
“El sitio denominado ‘Piedra del Águila’5, conforme a un mapa de finales del siglo XVII, funcionaba como un marcador de mojoneras, e inmediatamente en su lado Sureste pasaba un antiguo
camino que comunicaba a Cuernavaca con el pueblo de Xiuhtepec. El texto explicativo del mapa
dice: ‘Piedra de la Águila [sic] lindero con tierras de Atlacomulco, Chapultepec y Cuernavaca’”
5 El petroglifo conocido como “La Piedra del Águila”, está tallado en un gran monolito, que en una de sus caras tiene la figura de
un águila con pico curvo, alas desplegadas, cola y garras abiertas; en los ojos tiene varios círculos concéntricos (López González
1953: 33, 1994: 41, tomado de Druzo Maldonado, 1996: 224).
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(Mapa: hacienda de Atlacomulco, Jiutepec y Aguatepec; Cuernavaca, Mor. AGN-HJ, leg. 417, exp.
26, f.3, año de 1890; texto: no. 10 en el mapa; núm. Cat. 3 117).
2.7.1. Comentarios:
A las réplicas con pocitas ocupadas como marcadores de límites territoriales y políticos.
Lo que sí propusimos en nuestro proyecto inicial de 1991 es que la “maqueta” de Acalpixca
(fig. 5), servía como frontera entre dos regiones económicas y geográficas distintas; la producción
agrícola por medio de chinampas en el lago y terrazas en las montañas, la explotación del bosque,
la caza y la recolección, la pesca, etc., lo que producía la existencia de límites entre dos o más épocas
históricas y por tanto diferentes tipos de civilizaciones.
Así, nuestra propuesta sería:
A). Las Réplicas usadas como marcadores fronterizos de distintas regiones geográficas con
diversas actividades económicas.
En Xochimilco, en algunos casos, como en Acalpixca, las maquetas se ubican en los límites geográficos de diferentes regiones con distintas actividades económicas
El Cerro Cuahilama tiene una altura mediana con respecto a las montañas de su alrededor y
forma con los petroglifos y la maqueta un límite natural entre la tierra firme y el lago, es decir, allí
empieza lo que antes era la bahía del puerto de Acalpixca, la poca altura de la peña labrada le brinda
ser “custodiada” por los cerros cercanos y permanecer “oculta” a la zona de la montaña, los bosques
y la parte lacustre; su calidad de frontera entre dos regiones, marca el inició de otro microclima,
diferente vegetación (bosques) y la manera característica de apropiarse de la naturaleza en las partes altas, las terrazas agrícolas a diferencia de las chinampas que predominan en las tierras bajas,
técnicas que pertenecen a épocas históricas distintas. Estas características naturales donde se ubica
la “maqueta” la sitúan en un límite ecológico, económico y religioso, donde coexistían diferentes
cultos propiciatorios y solares (Zimbrón, 1991:18).
B). Relación topográfica de las réplicas.
Recordando que Carmen Cook, pensaba que el diseño grabado por una serie de pequeños puntos
en la parte oriental de esta piedra (La Cruz Punteada), era la técnica utilizada en los códices mexicanos y mayas, para representar líquido, esta apreciación nos influenció para formular en 1991,
que el doble círculo de la cruz donde se agregó al águila y la serpiente (fig. 35), sus cuerpos corresponden a las formas topográficas de las curvas de nivel del territorio comprendido dentro de los
límites del volcán Teoca, el poblado de Xicomulco, Santa Cecilia y el ave refiere a toda la meseta que
se forma desde Cuahilama hasta Nativitas. A esta zona la consideramos como la “región sagrada.”
2.8. Las réplicas y pocitas talladas en piedra usadas en rituales.
Carmen Cook
Según hemos referido, Carmen Cook (1955: 174-177), al concluir su análisis del contenido de la
maqueta de Xochimilco, nos dice que “la presencia de los pocitos, del pájaro tallado, de los dos
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animales punteados y de la flor al pie de la escalinata de 18 peldaños de esta escultura, inclinan a
pensar a la arqueóloga, que tiene, este diseño, un significado ritual, donde los visitantes hacían autosacrificios vertiendo su sangre en las pocitas que están excavadas en su superficie.
Apuntando en este sentido, concibiendo a la maqueta como un lugar de penitencia, Carmen
Cook, cita un texto de Hernando Ruiz de Alarcón, (1953: 40) quién comenta algunos detalles que
coinciden con la descripción de ciertas antiguas ceremonias realizadas en estas piedras rituales con
pocitas.
El cronista relata que había en los pueblos ciertos ancianos, llamados tlamacazque, quienes
eran sacerdotes dedicados al ministerio de penitentes o Tlamàceuhque. Estos viejos mandaban
al ofrendador a ciertos lugares en los montes, dándole tabaco al peregrino, el cuál llevaba copal y
unas madejas de hilo grueso de algodón mal hilado, papel blanco en que iba envuelta la ofrenda y
que servía, con el algodón, para vestir al dios o ídolo. “En llegando al lugar del ídolo o al montón
de piedras, postrábase donde había de poner su ofrenda, y puesta, se sacrificaba él derramando su
sangre, para lo cual llevaba un punzón hecho de una rajita de caña agudo, y con él sé picaba las orejas..., hasta derramar mucha sangre, y echábala en unos vasitos que hacían en las piedras de modo
de saleros.”… “lo que pedían, era hijos, hacienda, larga vida, familia o salud.” (Tomado de Carmen
Cook, 1955: 175, énfasis nuestro).
La arqueóloga concluye que los pocitos de la “maqueta” de Acalpixca (Fig. 33), sirvieron para
echar en ellos la sangre de los penitentes en actos de autosacrificio y que corresponden a los vasitos
referidos por Ruiz de Alarcón, en su obra. Además la huella de humo en la parte inferior de la roca,
en que se encuentra esculpida la “maqueta”, los demás petroglifos de este cerro y la presencia de un
pequeño montículo en la cercanía, todo confirma la calidad de sitio ceremonial indígena o lugar
de penitencia.
Saide Sesín.
En torno a la función ritual de las pocitas, Saide Sesín (1984b, II), nos dice que en lo que ahora
es San Gregorio Atlapulco, en la cima del Cerro Xinotepetl (del maíz) o de la Palma, se erigió un
centro de consagración para efectuar los ritos del culto al maíz y la fertilidad que propiciaban el
desarrollo de la agricultura xochimilca, basada en terrazas, chinampas y canales de riego. Ahí
se encuentra una gran roca tallada partida en dos, donde resalta la figura del guerrero o Tlamatini
(hombre sabio) y la mujer serpiente o Cihuacóatl, la dualidad, a pocos metros de sus pies está una
piedra saliente tallada a manera de recipiente para recoger el agua de lluvia, que simbolizaba la
forma de producción agrícola de terrazas, basada en los retenes de agua y servía para efectuar “los
ritos de consagración al Sol y a la Tierra, Padre y Madre de todo lo que existe”. Aunque el autor,
no específica el porqué de su relación solar y telúrica.
Rafael Zimbrón.
En los años 1990-92 basados en el marco del culto a los cerros, de acuerdo al enfoque propuesto
por Johanna Broda, teníamos las siguientes apreciaciones en cuanto al uso ritual de las réplicas con
pocitas y las pocitas talladas en piedra (Zimbrón 1991, 1992).
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1° No fueron ocupadas estas piedras en labores constructivas.
2° El término maqueta sinónimo de modelo se refiere a la técnica tridimensional y en miniatura ocupada para labrar en roca pequeños motivos agrícolas y urbanos idealizados o arquetípicos.
3° Los diseños en miniatura fueron grabados en la superficie y caras laterales de los monolitos
para verse desde arriba y respetando al máximo sus propios accidentes. En grandes peñas se
labraron réplicas idealizadas o no, de sitios reales, lugares sagrados, míticos o la combinación
de todos ellos, con diferente grado de simbolismo al reproducirlos, empleando diferentes escalas para resaltar los motivos más relevantes, los componentes por lo regular se copiaron en
forma sucinta, por lo que una pirámide se podía representar por escaleras muy simétricas que
es la mayor síntesis que se puede lograr de un templo indígena. Estos relieves pueden ser reproducciones de un territorio, una región, una zona o un asentamiento indígena en particular.
Es decir que las maquetas pueden ser regionales y locales.
4° El soporte pétreo de la maqueta al ser tallada adquiere el valor simbólico de cerro, territorio
o una determinada región. La piedra, con sus accidentadas formas, reproduce los rasgos topográficos del entorno, declives, hendiduras, y sus fracturas naturales, pueden ser interpretadas
como barrancas, depresiones, voladeros, acantilados, cerros terraceados, valles y escarpadas
montañas, cañadas, cuevas y cuerpos de agua, lechos de lagos y de ríos, canales y otros elementos geográficos, por lo que se pueden considerar un cumulo de piedras, como un pedregoso
paisaje en miniatura, pequeños territorios o mundos indígenas. Así una peña aislada, con su
pocita en la cima nos estaría hablando en términos simbólicos de un cerro con su caja interna
donde almacena agua.
5° La maqueta xochimilca tiene una estrecha relación con la lluvia o el agua que se le echa en
su superficie, propiciando su conducción por canales y pocitos y remarcando la figura de animales y plantas.
6° Uno de los principales temas labrados en la maqueta de Acalpixca es un diminuto sistema
hidráulico y algunos de sus relieves escalonados se refieren a las terracitas agrícolas con su red
de riego, representado por pocitos y canalitos” (Zimbrón, 1992: 62 y 63).
7° Algunas de las pequeñas réplicas de terrazas, edificios religiosos y pocitos fueron ocupadas
como altares y recipientes de autosacrificio, efectuándose los rituales, cuando desde ellas, se
observaba salir o ponerse el Sol, en puntos prominentes del paisaje, en fechas importantes del
calendario indígena.
8° Los prototipos y las pocitas guardan una cierta relación espacial entre ellas, con construcciones coloniales y prehispánicas y con otros elementos del paisaje y algunas presentan alineamientos solares.
Por tanto, “nosotros pensamos que los tallados escalonados se refieren a representaciones de las
terrazas agrícolas que por muchos años fueron utilizadas en la Cuenca de México, y a las cuales se
les rendía culto como parte de los factores técnicos naturales que se relacionaban con la fertilidad
y la lluvia” (Zimbrón,1991:21. 1992: pie de fig.3: 62).
Por otra parte, existe una relación muy estrecha de las maquetas y pocitas con el agua y por
tanto con Tláloc, dios de la lluvia. No olvidemos que los trazos de esta piedra, presentan un funcionamiento de sus desagües y drenajes al echarle algún líquido en su superficie. Es decir algunas de
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las maquetas prehispánicas podrían estar dirigidas a un culto a los cerros y a las terrazas agrícolas y
otras al culto solar ya que la localización de varias de estas piedras labradas, están relacionadas con
interesantes posiciones del Sol en el horizonte, durante el orto o el ocaso, momentos en los cuales
se podía practicar en ellas un autosangrado depositando el líquido en las pocitas.
Johanna Broda.
En un análisis enmarcado en un contexto del culto a los cerros y del paisaje ritual de la Cuenca, Johanna Broda (1997b:148,156), también piensa en un uso ritual de las maquetas prehispánicas. Y nos dice,
esta autora “Estos tallados en roca típicamente mexica están vinculados con ritos propiciatorios en las
cumbres y en los lugares sagrados de los cerros, que eran puntos estratégicos en términos cosmológicos y ambientales, pero muchas veces también lo eran en términos políticos y económicos…En mi
opinión no se trata de réplicas del paisaje real a manera de mapas indígenas, ni servían tampoco como
maquetas arquitectónicas para la construcción de sitios y templos. Propongo, más bien, que se trata
de modelos simbólicos en miniatura del paisaje, de significado ritual y cosmológico, que servían para
fines rituales –entre otros, para ritos de autosacrificio y ofrendas de sangre, según lo indicado por Ruiz
de Alarcón-, y que fueron hechos en puntos estratégicos del paisaje. Su ubicación geográfica puede ser
más relevante que su diseño mismo. Además hay que investigar la ubicación de unas en relación con
otras. Se trata de una toma de posesión del espacio o territorio político mediante símbolos visuales.”
En otro texto Broda (Ms. a.; 15 y 16) aporta el dato de que Ángel Palerm, consideraba a estos tallados de escaleritas como representaciones de terrazas agrícolas, con lo que coincidimos plenamente.
Y continua Broda (Ms. a; 17) “Todo parece indicar que los modelos en miniatura esculpidos en
la piedra, servían para fines rituales en el contexto del culto del Sol, de los cerros y de la petición de
lluvia que eran aspectos tan importantes en la religión mexica: temas que he tratado detalladamente en anteriores publicaciones (Broda 1971, 1991ª, b, 1996, Ms. b.).…El uso de las maquetas como
objetos rituales no niega su íntimo vinculo con las prácticas agrícolas y las actividades económicas.”
Richard F. Townsend
Por su parte el historiador de arte, a mediados de los noventa, junto con David Carrasco y el escritor Carlos Fuentes, produjeron con la BBC de Londres, un video, llamado “Sangre y Flores, en busca de los Aztecas”, en el cual Townsend, vierte ideas parecidas en torno a los relieves en piedra (que
nosotros llamamos réplicas en miniatura) existentes en las cercanías del sitio de Tecotzingo cerca
de Texcoco, él dice, que son réplicas en peñas de lo que se ve en el escenario natural…son grupos de
rocas que forman una especie de mundo en miniatura, así, el indígena representaba una versión en
pequeño del universo en armonía. R. Townsend concluía, que los aztecas creían que podían influir
en los dioses al crear modelos idealizados del mundo material.
Stanislaw Iwaniszewski.
Según Stanislaw Iwaniszewski (1993: 293) la maqueta de Santa Cruz Acalpixca en Xochimilco,
contiene una Cruz Punteada (fig. 35), que está asociada con prácticas rituales de ofrecimiento y
propósitos adivinatorios y ofrendatorios.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Él nos dice que
“The Aca figure is engraved on a rock outcrop and partially damaged by a “maqueta” or “map”,i.e. a figure with terraces, steps, temples and other buildings, canals, and so on. It is thought that the maqueta
was a miniature model of the site. The maqueta is attributed to the Late Postclassic period (Aztec) and
covers the cross-circle motif.”
“According to Cook de Leonard (1955: 177) the Aztec maqueta could refer to a sacred place where a
kind of auto-sacrifice was performed. She associates the maqueta with calendrical and / or astronomical
meaning. In the vicinity ACA there is a well known archaeological site with the vestiges of buildings
and rock carving with calendrical and directional connotations. Marcus assumes that the site was one
of the sacred places or shrines to be visited annually by the pilgrims. However the “map” is situated at
the limits of the greater centre, not far from the cultivated fields. By representing the local landscape it
could rather have served the native community. It could have been used for divinatory purposes: any
liquid dispersed on the rock flows inside the canals engraved, so that the future of a specific place might
be determined” (see Beyer 1924: Noguera 1972: Marcus 1982: 485).” (Énfasis nuestro).
2.9. Las pocitas como receptáculos rituales de agua sagrada.
En los sitios olmecas, las pocitas presentan una fuerte relación con el agua, lo que les permite en
ocasiones ser parte de verdaderos sistemas de riego o funcionar como fuentes asociadas a petroglifos, ayudando a completar su mensaje simbólico y religioso.
Las maquetas prehispánicas copian y recrean la incidencia de los fenómenos de la naturaleza
sobre los elementos técnicos y agrícolas, que fueron creados por las sociedades olmecas y mexicas
El sitio arqueológico de Chalcatzingo, Morelos, es considerado como el asentamiento olmeca
más antiguo del centro de Mesoamérica. En él existen además de sus importantes monumentos,
restos de estructuras piramidales, obras hidráulicas de riego, sistemas de terrazas de cultivo, petroglifos referentes a la fertilidad y a la agricultura, un gran número de piedras esculpidas, trabajadas,
que el arqueólogo David C. Grove (1987: 170) designa y clasifica como “Rocas labradas misceláneas” (MCR): “Éstas incluyen: maquetas, tabletas de cantera, y piedras con incisiones profundas
“con marca de taza” [que nosotros llamamos pocitas] ”Su ocurrencia principal está localizada en la
terrazas superiores y en las pendientes de las laderas de la montaña en el área del sitio principal”.
Además, este autor detecta una clara asociación con el agua; las piedras que tienen tallados pequeños canales y en las que fueron labradas recipientes de agua o tácitas (ver nuestras figs.12, 13).
Y al igual que Gay, Grove opina que las pocitas fueron elementos que sirvieron ritualmente más
que tener una función utilitaria y que dichos hoyitos en piedra, fueron utilizados como recipientes para contener agua “sagrada”, bien proveniente de la lluvia y/o agua ritual, -podríamos decir
nosotros llevada al lugar y vertida en estas concavidades-. A pesar de esto Grove a diferencia de
Gay, no considera que sean altares y que exista un alineamiento entre ellas, pensando que forman
parte de un posible sistema hidráulico a gran escala.
De acuerdo al arqueólogo David Grove (1987: 167): “I share Gay’s (1972a:84) opinión that the
cup-mark stones served ritual rather than utilitarian functions, and that they were probably receptacles for “sacred” water (rainwater and/or ritual water)... While I hypothesize that these stones
functioned to hold “sacred” water, the possibility of significant alignments between some or all of
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them cannot be ruled out and remains to be tested.”
Por su parte, los huicholes aun ocupan el agua que se acumula en las pocitas, para hacer brebajes medicinales. (Neurath, 1999, comunicación personal).
2.9.1 Comentarios sobre las formas en que las pocitas se tallaron en la piedra.
En cuanto a las maquetas con pocitas hemos encontrado que tienen tres diferentes formas de representarse dentro de los diseños tallados en piedra:
La primera característica que presentan es como la del monolito de Acalpixca (fig. 33), en el
que las profundas oquedades integran una red hidráulica interconectada por medio de canalitos
que permiten la distribución de líquidos que escurra en su superficie, permitiendo que fluyan de
sus hoyitos y se derrame en sus escaleritas y terracitas agrícolas, remarcando también los animalitos y flores que contiene en su grabado (cfr. Zimbrón, 1992: 62-65, fig.10).
Estos cuencos cónicos proporcionan parte del significado del conjunto plasmado en roca, es
decir dan complementariedad al mensaje ideológico del diseño, aquí su tallado guarda una equivalencia equiparable con los demás temas que contiene la maqueta y puede considerarse como
elemento extremadamente importante dentro del conjunto e incluso su realce puede indicar predominancia sobre los demás motivos. En cambio en la maqueta de Tejupilco (fig. 16) los canalitos
aparecen como integrante secundarios del conjunto urbano, funcionando como drenajes y conductos de agua alrededor de los edificios representados, siendo la infraestructura o red hidráulica del
pequeño asentamiento prehispánico excavado en la piedra (cfr. Hernández, Ms. a y Ms. b) Es decir
no es la temática predominante del tallado aunque le proporciona dinamismo y realismo al diseño.
La segunda forma en que encontramos a las pocitas es precisamente cuando un profundo
oquedad o conjunto de ellos son el tema principal del tallado pétreo apareciendo en ocasiones
como un único elemento constituyente en la superficie de la piedra, estas pueden estar asociada con
otras rocas que representan un conjunto de cerros y depresiones del territorio, siendo un lugar en
pequeña escala, una porción en miniatura del contexto. Es decir que las piedras que se encuentran
a su alrededor forman un conjunto de cerros o elementos topográficos que los indígenas equiparan
con las características de alguna región pero visto como un diminuto paisaje. Éstas pocitas pueden
estar asociadas con petroglifos grabados cercanos al sitio y también formando parte de diseños con
terracitas, ya sea en el mismo soporte pétreo o en rocas contiguas.
La tercer forma en que se presentan las pocitas son como las que se encuentran en Chalcatzingo
donde un grupo de conitos acompañan al petrograbado “del Rey”, formando parte de su significado, es
como una ornamentación anexa al mensaje plasmado en el grabado. Dichos cuencos interconectados
con ranuras acanaladas que se ubican en los pisos y paredes del acantilado (cfr. Angulo, 1987:202),
nutren a las pocitas cónicas del vital líquido ya sea que se genere la corriente por escurrimiento en la
temporada de lluvias o que tuviera agua permanentemente proporcionada por algún manantial en la
cúspide del cerro y conducida por canalitos hechos de barro o madera. Es decir son parte de los restos
de un antiguo sistema de riego ceremonial en miniatura y que paralelamente a su acompañamiento
simbólico con el tallado del Rey, le proporciona y permite contener realmente a sus pies el líquido fértil
(fig.15). Además pudo tener un uso de regadío agrícola destinado a conducir agua sagrada a tierras o
terrazas de cultivos especiales, relacionada su producción al ritual y a las actividades religiosas.
Tenemos otra propuesta:
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Las pocitas son réplicas de sistemas hidráulicos en miniatura.
En 1992 proponíamos que en la superficie de la maqueta de Acalpixca (fig. 5), se representaba para
ser vista desde arriba, además de la Cruz Punteada teotihuacana, un sistema hidráulico en miniatura compuesto de canalitos y pocitos que funcionan simbólicamente en las temporadas de lluvias.
Parte de la hipótesis es que la maqueta es un marcador natural entre las dos grandes épocas del año
indígena, la estación seca y el comienzo de las lluvias al ponerse en funcionamiento sus instalaciones hidráulicas en miniatura, compuesto por pocitos y canalitos que distribuyen el líquido que
caiga en su superficie, remarcando los relieves que componen el diseño (Zimbrón, 1992: 62 y 63).
Es importante decir, que considerar a los pocitos cómo una red hidráulica en miniatura, no
contradice a su uso ritual, sino que ayuda a una mayor interpretación de los componentes simbólicos que intervenían en las ceremonias, además de encontrar una relación de pedimento de lluvia
para las cosechas en terrazas y la posibilidad de haber sido ocupados como recipientes donde se
depositaba la sangre proveniente de autosacrificio.
2.10. Las réplicas prehispánicas y piedras con pocitas consideradas como altares.
El considerar el uso de las maquetas y pocitas como “altares” las sitúa dentro de las propuestas
que consideran a éstos objetos como elementos cuya función se enmarca dentro de las prácticas
rituales y religiosas de Mesoamérica. Tenemos dos interesantes textos para definir y llamar a éstas
rocas talladas “altares”, el primer artículo que vamos a presentar es el que recaba un dato etnológico
importante, cuyo informe es presentado por el señor David Díaz (1984: 16-19), en él rescata de los
habitantes de Chinameca en Morelos, el término empleado para designar a una piedra con pocitas
como “El Altar” ubicado en las inmediaciones de lo que fue un antiguo asentamiento prehispánico.
El segundo estudio, del arqueólogo David Grove (1987: 167), se refiere al sitio olmeca de Chalcatzingo, también en Morelos, donde los investigadores Carlos Gay y Gillett Griffin, clasifican a las
rocas labradas que existen dispersas en este lugar y que incluyen maquetas, piedras con incisiones y
profundas pocitas, y les asignan el término “altares” teniendo por lo tanto una función ritual más
que un uso práctico, y tratan de buscar una coherencia espacial entre ellas. Mientras que debido a
su alto grado de generalización al abarcar diversos tipos de tallados, David Grove, en esta misma
obra, dice no estar de acuerdo en que estos soportes pétreos sean llamados “altares”, pero sí apoya
la idea que las “tácitas” sean elementos rituales en los que se almacena agua “sagrada”.
En cuanto al primer informe anteriormente citado, elaborado por David Díaz, nos permitimos extraer los datos que nos parecieron más importantes y que a continuación reproducimos
en forma sucinta:
“En la colonia El Vergel cuyo nombre original fue Santa Rita, cerca de la población de Chinameca, que en lengua náhuatl significa “lugar de cañas”, en el estado de Morelos, hay un cerro donde
se encuentran casi ocultos, los restos arqueológicos de una ciudad tan antigua como desconocida.
Entre las poblaciones de Chinameca y Santa Rita hay canales de riego de la época colonial, y surcan el terreno muchos arroyos cuyas aguas se desparraman por las faldas de las montañas. El sitio
arqueológico conocido únicamente por algunos habitantes de la región, se encuentra al pie de un
cerro. Es una gran piedra en cuya superficie fueron esculpidos dos recipientes, uno rectangular
como de 20 por 10 cm y otro circular o cóncavo de unos 15 centímetros de diámetro”. El borde
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del receptáculo rectangular, labrado pocos centímetros atrás y arriba del otro recipiente, tiene dos
pequeñas salidas en forma de pequeños canales, labrados también en la superficie de las rocas,
que descienden y se entrecruzan en un punto determinado antes de desembocar en el receptáculo
circular. Ignoramos cuál haya sido el uso de estos recipientes: pero los nativos llaman a esta piedra
“El Altar” y desde el sitio en donde se localiza, rumbo al oriente, se dominan varios pueblos. ¿Se
trata de una antigua piedra de sacrificios? Al otro extremo de este lugar hay otra piedra parecida
a una “tina” de roca en la cual cabe un niño cómodamente sentado. Tiene una profundidad de 20
centímetros, y al igual que “El Altar”, la roca en que se talló es de origen volcánico. Este tipo de escultura megalítica tiene algunas semejanzas con los monumentos olmecas. Además hay pequeños
túmulos y terrazas piramidales cubiertas de vegetación, cimientos y restos de paredes o murallas
y huecos en el terreno que revelan la presencia de tumbas, por lo que la zona arqueológica es relativamente grande. Se han encontrado en los alrededores, sellos circulares, molcajetes, cuentas de
collar, figuras humanas desnudas, cabezas zoomorfas y unas caritas con tocados cónicos. Entre las
piezas destacaban unas pequeñas cabezas que además del rostro de frente presentan dos perfiles
humanos a los lados.”
2.10.1. La réplica de Tejupilco:
A) Altar dedicado a los tlaloques.
Por su parte López Austin (1987, comunicación personal al arqueólogo José Hernández) menciona
concretamente para el caso de la maqueta de San Miguel Ixtapan, en Tejupilco, Estado de México
(fig.16), de la cuál posteriormente hablaremos, que dicho monolito tallado, bien puede tratarse de
un altar dedicado a deidades relacionadas con el agua como pueden ser los llamados “tlaloques”
por su necesaria intervención dentro del proceso de producción de la sal.
B) Altar dedicado al culto a la diosa de la sal “Huixtocíhuatl”.
En cuanto a la “maqueta” de Tejupilco en San Miguel Ixtapan donde se talló un conjunto urbano
ceremonial, el arqueólogo Hernández Rivero (1989: 5). también encuentra una función ritual al
monolito tallado, opinando “que se trata de un posible adoratorio dedicado a la diosa Huixtocíhuatl, diosa de la sal, hermana mayor de los dioses tlaloques o del agua, cuya fiesta se celebraba
en el séptimo mes Tecuilhuitontli.”
2.10.2. Las réplicas de Juchipila:
A) Altares dedicados al culto al dios Xochipilli.
Junto al alta Sierra de Nochixtlán, en Zacatecas, se encuentra el cañón de Juchipila, donde hay múltiples vestigios arqueológicos. Los moradores de la región en el Siglo XVI, fueron los caxcanes. De
acuerdo a Möller, (1990).
“El profesor García, cree que hay influencia teotihuacana en la zona arqueológica, y que su
antigüedad alcanza el horizonte Clásico. Por su parte el arqueólogo Román Piña Chan en 1967, ha
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
dado para esta zona un fechado de 400 a 800 D.C.” En este mismo texto citado, Román Piña Chan,
nos dice: “A 5 km, al sur de Juchipila se localiza el Cerro de las Ventanas, junto a la comunidad “El
Remolino”, donde se encuentra el sitio prehispánico. Hay un abrigo rocoso con aberturas o ventanas y muros pintados con bandas verticales rojas, lo cual tal vez le dio el nombre al lugar, desde esta
cueva se domina prácticamente todo el valle. Mientras que en el centro ceremonial hay patios, edificios rectangulares de piedra, altares, entierros, metates sin soportes y algunos rasgos más. Desde
el punto de vista cerámico el lugar presenta tiestos rojo sobre crema, café oscuro brillante, café rojizo o bayo, negro pulido, cremosa grisácea, rojo guinda pulida, y figurillas parecidas a las de Colima
y Nayarit.” Continúa Bernardo García, “en la parte alta del cerro esta el centro ceremonial, y en la
parte oeste hay muchas rocas con petroglifos y extrañas perforaciones de forma cónica que los
lugareños llaman “choyas”, y cuya finalidad es un misterio.”(Möller, 1990: 63, 64).
En cuanto a estas pocitas o choyas, guiándonos por la foto publicada en este artículo que resumimos, podemos ver en una sola piedra boluda fracturada en dos cuerpos, en la primera lomita de
la roca hay una oquedad con canalitos y uno de ellos desciende en forma serpenteada por su cara
lateral, el tallado es parecido al estilo de los diseños geométricos en espiral. A la mitad de la piedra
hay unas escaleras o plataformas que unen a las dos secciones de la piedra siguiendo sus propias
formas y accidentes, y en este segundo cerrito oval, en su cara lateral hay talladas unas terracitas
agrícolas y arriba en su cima un grupo de ocho pocitas, unidas por canalitos que representa el sistema de regadío de éstas tierras de labor. Por su fisonomía, la hace muy parecidas a nuestras pocitas
de Xochimilco y el código simbólico para representar réplicas de montañas se repite.
También nosotros podemos observar una especialización en los sitios donde se llevaban a cabo
los rituales, por un lado están los vestigios de un centro urbano y por otro lado éstos cerritos en
roca terraceados y con pocitas, dirigidos a ejercer el culto a la lluvia, a la fertilidad y quizás a la
deidad local Xochipilli. Posiblemente existía una relación importante entre las pocitas y el antiguo
culto a este dios prehispánico.
2.10.3. Nuestros comentarios y propuestas:
A) Análisis de las réplicas dentro del marco de la religión indígena.
El análisis de las maquetas prehispánicas, se debe hacer dentro de un contexto cultural, histórico y
arqueológico y definir a éstos tallados como resultado de una actividad social, ritual y productiva.
Por tanto proponemos las siguientes actividades religiosas donde quizás participaron las maquetas
prehispánicas:
I.- Como “objetos usados en los rituales” agrícolas y productivos:
Culto a los cerros y a la fertilidad, a la lluvia y a Tláloc.
Culto a la piedra como parte del cerro o altépetl.
Culto a las terrazas agrícolas.6
6 En nuestro proyecto de investigación publicado en 1990 concluíamos que estas maquetas que representan cerros, formaban parte
de un culto a la producción agrícola basado en el sistema de terrazas. (Zimbrón, 1991:21).
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Culto a la producción de la sal y a su diosa.
Culto a los centros urbanos y a algún lugar real o mítico.
Como parte de los rituales de las fiestas mexica y las del Tonalamatl.
Como parte de los rituales calendáricos: salidas y puestas del Sol y su posición cenital o atrás de
algún cerro.
II. También pudieron funcionar como recipientes de autosacrificio y altares, en los rituales
dirigidos:
Al culto al Sol.
Al dios solar Xochipilli.
A la diosa Huixtocihuatl.
En rituales dentro de las fiestas y fechas calendáricas importantes:
Durante el orto, ocaso y transito cenital del Sol.
Como parte de los rituales “privados” calendáricos del tonalamatl.
No se descarta el uso de las réplicas en miniatura de instalaciones urbanas, como objetos utilizados dentro de un culto particular al sitio, a los centros urbanos en general ya que las ciudades
eran consideradas como morada de dioses y por lo tanto quizás requirieron de un ritual que abarcara al conjunto o a un templo específico que representar a todo el lugar, independientemente que
a su interior de la urbe, cada pirámide se dedicara a diferentes deidades.
B) Las réplicas con pocitas y pocitas en piedra usadas en rituales.
Las réplicas en miniatura y las pocitas labradas pueden ser consideradas como altares en piedra
destinadas al autosacrificio.
1) La maqueta de Acalpixca en Xochimilco.
Es pertinente indicar que en náhuatl altar se traduce como “momoztli o momuztli”, que significa
pequeño altar u oratorio que se erigía en honor de algunos dioses en las encrucijadas de los caminos y aun de las calles. Sahagún, tratando del dios Tezcatlipoca con el nombre de Titlacahuacan,
dice: ...todos le adoraban y rogaban, y en todos los caminos y divisiones de las calles le ponían
un asiento hecho de piedra, para él, que se llamaba Momuztli, y le ponían ciertos ramos en dicho
asiento por su honra y servicio cada cinco días... Describiendo el mismo P. Sahagún un baile que se
hacía en el mes Tlaxochimaco, dice: ... bailaban, cerca de un altar redondo que llaman mumuztli.”
(Robelo, 1980.T.I: 283).
También es necesario mencionar que ciertos lugares donde hubo asentamientos prehispánicos,
tomaron el nombre Momoxco, como Milpa Alta, no sabemos sí por sus características topográficas
o por la gran existencia de oratorios, aunque a través de nuestros datos arqueoastronómicos este
sitio está relacionado con Xipe Tótec y con Tezcatlipoca dios “creador”, “de origen”, ya que el equinoccio es registrado por la localización de cuatro iglesias y la orientación del altar de la iglesia de
la Asunción hacia el pecho del Iztaccíhuatl, dos días antes del día equinoccial apareciendo en esta
fecha el Sol atrás de la cabeza de este volcán.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
C). Las réplicas en piedras ocupadas en el culto al lugar.
Así, las maquetas podrían ser altares, donde se llevaban a cabo, rituales dirigidos al sitio o lugar
representado.
Los tallados tridimensionales de Tejupilco, Acalpixca y Xochicalco (fig.5, 8, 16), podrían
ser diseños en miniatura orientados al culto del lugar donde se localizan. Es decir, en el asentamiento arqueológico se llevaban a cabo ceremonias culticas dirigidas a determinada deidad,
pero también era posible dedicarle un ritual a una pirámide en particular o al conjunto urbano
en general, situándose estas prácticas dentro de un culto al sitio o a la ciudad y sus instalaciones
hidráulicas y agrícolas.
2.11. Las réplicas con escaleras en miniatura: cultos y simbología.
Las maquetas con escaleritas podrían haber estado relacionadas con un culto solar, tema que desarrollamos en el capitulo cuatro.
2.11.1. La cruz punteada “ACA” y su relación solar.
Esta Cruz (ver anexo 1, fig.35), nos dicen Aveni y Hartung (1982:32-33), se asemeja a la Cruz de Malta
de Teotihuacán (Teo 2). En Teo 2 y “ACA”, hay 18 hoyos entre los ejes y el centro del primer círculo.
La Cruz Punteada “ACA” se forma por un doble círculo con sus dos ejes en forma de cruz.
los cuáles miden entre 1,60 y 1.70 metros. La línea norte-sur señala hacía Teotihuacán (Aveni) y
el eje oriente- poniente está dirigido hacía Cuicuilco. Anthony Aveni pudo medir el acimut de la
línea oriente-poniente resultando 290°00’ y el que corre de norte-sur, presenta una desviación de
21°07’al este del norte, muy cercana a la orientación hacía Teotihuacán que es de 25°, quedando
a una distancia de 52 kilómetros. Es posible nos dicen Aveni y Hartung, que al mismo tiempo se
intentó alinear al eje de la Cruz, con el punto de salida del Sol en el solsticio de invierno, que es de
25°30’al sur del este.
Otro diseño de la maqueta que se puede relacionar con su función astronómica, está en la
parte extrema noreste de la piedra, donde hay un óvalo con 13 puntos que Aveni relaciona con
las pléyades.
2.12. Las réplicas con pocitas y pocitas y su uso astronómico.
Es importante señalar que el uso ritual y religioso de las “maquetas” y pocitas está íntimamente ligado a su función calendárica y astronómica, por lo que se puede considerar su utilización
con estos objetivos como una unidad, ya que en el caso de Acalpixca y otros sitios de Xochimilco
encontramos una relación importante entre las posiciones del Sol sobre el horizonte, observadas
desde los diseños y el momento en que se efectuaban los rituales.
Tenemos un ejemplo precisamente en que los arqueólogos determinan un uso ceremonial
y astronómico de unas pocitas encontradas a orillas del mar en el Occidente de México y que
veremos en el siguiente inciso, aunque ellos no obtienen la relación con las posiciones del Sol y
el momento del ritual.
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2.12.1. Las pocitas y su uso ceremonial-astronómico.
La propuesta que hace el arqueólogo Adame del INAH Centro Regional de Nayarit, de la posible
función de las pocitas encontradas a orillas del Mar en el sitio conocido como Punta Mita, se puede
decir que es una combinación entre un uso ceremonial y astronómico.
“Los pobladores de Punta Mita fueron grupos de concheros que tuvieron intercambio comercial desde Ecuador hasta Nuevo México, de donde traían la turquesa... Fueron grandes
navegantes, lo que los hizo recorrer las costas del pacífico hacía el norte y hacía el sur... Su
agricultura fue de temporal, teniendo al maíz como producto de cultivo básico, aparte de
algunas frutas que, junto con el producto del mar, completaban su alimentación... también
tuvieron contactos tempranos con el Altiplano, siendo seguramente tributarios del imperio
mexica, lo que por ende implicó influencias ideológicas. A su llegada los españoles encontraron… este lugar... que vivía su decadencia.” Nos dice Adame, las evidencias encontradas, en
este lugar, indican que perteneció al Epiclásico o Posclásico temprano, entre los años 900 y
1200, continuando la ocupación hasta la Conquista. La cerámica muestra mucha semejanza
con la tolteca de Aztatlán, cultura de Occidente cuya capital se encontraba al norte del estado
de Nayarit...“En los alrededores de la cueva del Guano o en el frente sur del cerro Careyeros,
se encontraron cuencos esféricos, cónicos, troncocónicos y aun cilíndricos, los cuáles posiblemente servían para captar el agua de las primeras lluvias que luego, tendría un uso
ceremonial.”... Cerca de aquí en... “Playa Negra, también se encontró una gran roca con ocho
cuencos tallados en circunferencia. Uno de ellos apunta hacia el norte y el resto aparece al
centro de la roca, lo que parece indicar una representación astronómica de alguna constelación” (Adame, 1996:30-31).
De hecho estos cuencos son lo que nosotros llamamos pocitas y en cuanto a los ocho hoyitos en
circunferencia, podría ser una temprana Cruz Punteada.
En cuanto a las ilustraciones presentadas en este artículo podemos decir lo siguiente; la primera que abre este texto presenta representaciones de pirámides circulares características del occidente, con sus basamentos y plataformas principales, alrededor de ellas desagües y drenajes. La
segunda fotografía cuyo pie de página nos dice que los antiguos habitantes tallaron figuras cónicas
en las rocas, tal vez como una forma de lenguaje o con un sentido ritual. Sin embargo viendo
éstas pocitas distribuidas en una gran roca o conjunto de ellas a la orilla del Mar, bañadas por las
aguas del Océano Pacífico y recordando los hoyitos hechos en piedra en Tejupilco (lugar también
de maquetas y salinas), nos hace pensar que los de la foto de Adame (1996: 28), se relacionan con
la producción de sal a la orilla de la mayor fuente natural de abastecimiento de este vital elemento.
Como un dato curioso en Coamiles, Nayarit, cerca de la costa, hay una piedra tallada con un
diseño en espiral, cuyo dato significativo es que está asociada a pocitas medianamente trabajadas y
sin canalitos, y cuyas formas son diferentes en cierto grado a las observadas en Punta Mita que se
acercan más a los estilos encontrados en los sitios del Posclásico más relacionados con Mesoamérica. De hecho consideramos que el tema de las figuras geométricas como las espirales requiere de
un análisis muy detallado que rebasa el objetivo de este estudio, por lo que remitimos al interesado
al artículo de Lazalde (1981: 33-35), que trata el caso de las costas Nayaritas.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Tenemos un ejemplo en la Cuenca de México, en el cerro del Cabrito, por la zona de Los Remedios, el arqueólogo Francisco Rivas y la arqueóloga Carmen Lechuga (2002), reporta un tallado
en roca, por medio de líneas punteadas que forman un Xonecuilli, que algunos consideran la representación de la Vía Láctea, aunque Stanislaw Iwaniszewski propone que es una representación de la
Estrella del Sur (para ver ejemplos en otros sitios del continente ver el anexo 2: datos comparativos).
2.12.1.1. La réplica de Acalpixca contiene números calendáricos o astronómicos.
Continúa Cook de Leonard (1955: 178), diciéndonos que los templos y las pirámides están construidos con algún número significativo, ya sea de escalones o nichos, y que en la “maqueta” de
Acalpixca parecen también tener simbolismo ritual los números de las escalinatas que aparecen en
ella, siendo sus cifras base 4+5 = 9/18. También el óvalo punteado que fue labrado en su máximo
extremo Oriente, está formado por 13 puntos.
Ella lo interpreta de la siguiente forma: Según Sahagún (Libro II), se le lleva copal nueve veces
diarias al Sol, 4 veces en el día y 5 veces en la noche. Juan de Córdova en su “Gramática Zapoteca”
habla de 18 veces en que se ofrece incienso al Sol… En cuanto al 9 tiene un origen más profundo,
seguramente; se relaciona con los nueve Señores de la Noche.
2.12.1.2. Comentarios, propuestas y resultados.
A). Las Réplicas en miniatura con pocitas y pocitas aisladas usadas, en actividades calendáricas
y astronómicas.
Es importante señalar que el uso ritual y religioso de las “maquetas” y pocitas está íntimamente ligado a su función calendárica y astronómica, por lo que se puede considerar su utilización
con éstos objetivos como una unidad, ya que en el caso de Acalpixca y otros sitios de Xochimilco
encontramos una relación importante entre las posiciones del Sol sobre el horizonte, observadas
desde los diseños y el momento en que se efectuaban los rituales.
Tenemos un ejemplo precisamente en que los arqueólogos determinan un uso ceremonial y astronómico de unas pocitas encontradas a orillas del mar en el Occidente de México, que vimos anteriormente, aunque ellos no obtienen la relación con las posiciones del Sol y el momento del ritual.
1.-. La réplica de Acalpixca usada como observatorio astronómico.
Como orientador astronómico y auxiliar en la observación de los movimientos del Sol en el horizonte, resultó que en el caso de “ACA”, es un punto importante para apreciar las puestas del Sol, no
así para ver el orto solar, lo que se dificulta debido a su baja altura del monolito y su cercanía con
respecto al horizonte oriental, formado por los montículos del Cerro la Palma o Xilotepetl.
Desde la maqueta, nunca se puede observar el desplazamiento en los primeros momentos de
la salida del Sol, atrás del horizonte general formado por los grandes volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, etc., porque dichas prominencias no son visibles desde aquí.
La función de la maqueta de Acalpixca, como observatorio astronómico se podría lograr tomando de referencia los alineamientos de los brazos de su cruz punteada, donde una de sus líneas,
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está dirigida hacia la salida del Sol en el solsticio de invierno y la observación directa desde ella, de
las puestas del astro a lo largo del año.
Así, a partir de la orientación de sus ejes podríamos tener la posición de salida del Sol durante el
solsticio de diciembre y completar el calendario con la observación de la puesta del Sol en el solsticio
de junio, ya que el equinoccio no es observable desde aquí. Por tanto, tenemos un dato surgido de la
observación directa del fenómeno, y una referencia indicada por medio de la orientación de su eje.
Podemos resumir que en Acalpixca, el horizonte poniente es de gran importancia para el calendario de horizonte local y en donde su maqueta con la cruz teotihuacana tiene una trascendental
relevancia para ver los ocasos solares. Es curioso que esta misma característica se repita en la cruz
punteada de Amecameca, grabada cerca de la roca semilla o del conejo, también conocida como
piedra solsticial y que desde ella se observa ponerse el Sol en la fractura que tiene un cerro local,
durante el solsticio de invierno. Por otro lado la cruz ACA 2, ubicada en el cerro la Palma, también
tiene esta misma particularidad: sólo se ve desde ella al oeste, donde el volcán Ajusco tiene una
importante presencia.
Otra particularidad, es que desde la maqueta de Acalpixca, se puede ver la pirámide del barrio
de la Planta de este mismo pueblo, ubicada en medio de la loma principal del Cerro Xochitepec,
prominencia que le sirve como fondo visual, a esta estructura.
Se puede concluir que desde algunas de las réplicas en miniatura, pocitas y cruces teotihuacanas, se hacían observaciones directas del Sol, ya sea en su puesta o en su salida.
2.- Las piedras con “tácitas” ocupadas como espejos para analizar el firmamento.
Raphael Girard (1976), concibe a las rocas con pocitas como fuentes de atracción mágica de la lluvia o como espejos con fines astronómicos.
Por nuestra parte pensamos que no hay motivos prácticos para no hacer las observaciones
directas del firmamento sin la intermediación de algún espejo de agua, a menos que tuviera un sentido religioso al hacerlo de esta manera. Del análisis que hemos hecho de las pocitas en Xochimilco
podemos decir que la porosidad de las rocas hace poco factible la posibilidad de mantener por un
largo periodo de tiempo el líquido necesario para ser utilizado como espejo que permita observar
el firmamento, como parte de actividades astronómicas y calendáricas.
En cuanto a la maqueta de Plazuelas en Guanajuato en la visita de julio 1998, pudimos ver que
el agua de lluvia se conservaba en su superficie cubriendo toda la zona urbana representada, permitiendo sólo sobresalir las cúspides de los edificios más altos, de hecho el firmamento azul y sus nubes
se reflejaban en este espejo de agua y sí fuera visto en la noche serían las estrellas que adornarían este
conjunto, pasando a formar parte de su ornato y de su significado simbólico y religioso, pero su efecto
reflejante momentáneo, no serviría para actividades de observación científica y astronómica.
2.13. Las pocitas y sus usos productivos.
Aquí, es importante dejar en claro que nuestra propuesta en cuanto a la función económica de las
pocitas y maquetas, es que se debe considerar al ritual indígena como parte de las actividades
productivas, siendo los ritos considerados previos y necesarios para toda actividad humana en
esa etapa histórica.
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En algunos sitios donde se localizan las pocitas existen determinados recursos naturales y su
explotación prehispánica dieron como resultado una especialización de las actividades económicas
en estos lugares, dando como resultado que se hayan establecido ciertas propuestas relacionadas
con determinados procesos productivos donde pudieron haber participado éstos hoyitos en piedra
y que veremos a continuación.
Dentro de la literatura concerniente a los usos productivos de las pocitas talladas en peñas,
podemos encontrar las siguientes propuestas:
1. Las pocitas pudieron ser usadas como recipientes donde se cuaja la sal proveniente del agua
alcalina de un manantial u otro cuerpo de agua, como en el poblado de Tejupilco en el Estado
de México.
Es en la metodología indígena de obtención de la sal por medio de la evaporación del agua salina ocupando el calor del Sol, y donde son utilizados recipientes hechos en piedra, con formas
parecidas a las pocitas que son los contenedores del líquido alcalino, ellas serían los principales
elementos productivos del vital complemento alimenticio.
2. Las pocitas pudieron ser usadas como mortero donde se decantan y se trituran los minerales, como en Texmelican en la parte oriental del Estado de Guerrero. También en la minería
pudieron ser usados éstos tipos de hoyitos en roca, ya sea como utensilios de decantación o
como morteros de trituración.
3. Hay dos propuestas que se derivan de los posibles usos de las pocitas dentro de las actividades productivas que van en el sentido de considerar a estos hoyitos tallados en las piedras
como herramientas y estas conjeturas provienen de los ejemplos de las concavidades labradas
en roca, encontradas en el actual territorio de los Estados Unidos de Norteamérica.
Nuestra propuesta para Mesoamérica sería que las pocitas pudieron ser la réplica de las instalaciones de riego utilizados en la producción agrícola basada en el escurrimiento de agua por gravedad,
producido por las pendientes de los cerros, ocupando el terraceado de sus faldas.
En el sitio conocido como Hierve el Agua en el Estado de Oaxaca (fig. 22), se han detectado
las formas características de los pozuelos tallados en piedra del tipo estudiados, pero aquí, forman parte de verdaderos sistemas agrícolas en miniatura basados en terracitas que son irrigadas por una red diminuta de canales y pocitas cónicas y registros rectangulares, cajas de piedra
que van regulando el flujo de líquido proveniente de un manantial permanente. El conjunto es
un intrincado tejido de conductos y contenedores que distribuyen y almacenan el agua que van
regulando el riego de las tierras sembradas, produciendo cultivos altamente productivos en un espacio muy reducido, ocupando al máximo el líquido que brota del suelo. De hecho se pueden considerar los hoyitos pétreos como un pequeño sistema hidráulico utilizado con fines agrícolas, cuya
producción se especializa en la obtención de determinado tipo de producto destinado a consumo
suntuario ritual, religioso o para una elite o una pequeña comunidad.
Y finalmente las pocitas pudieron tener un uso en la elaboración de alimentos y almacenamiento de agua para consumo humano.
Antes de pasar a desarrollar cada propuesta anteriormente mencionada es importante aclarar
que la utilización productiva de las pocitas, ya sea en la minería, en la obtención de la sal y en el riego agrícola, no descarta su uso ritual y religioso, que pudo ser anterior o posterior o paralelamente
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a su participación productiva, obteniéndose por ejemplo la posibilidad de contener “líquidos sagrados” relacionados con algún rito agrícola o su funcionamiento dentro de la medicina, como es
el caso de las aguas termales provenientes de manantiales o la recolección directa de la lluvia de
temporal que por alguna razón se le dotara de un carácter sacro.
2.13.1. Las pocitas utilizadas en la explotación de la sal.
El sitio prehispánico de Tejupilco tenía gran importancia para los mexica, no sólo como pueblo
tributario sino también por ser colindante con el territorio ocupado en el siglo XV por el imperio
tarasco, que hacía finales de este siglo estaba avanzando hacía esta región tal vez con el fin de apoderarse de importantes recursos como la sal y el algodón (Stanislavski, 1947).
“La Relación de Temazcaltepec da idea de la importancia de Ixtapan”... (Tejupilco), pues en ella
se menciona lo siguiente:
“No hay, en Texcatitlan ni sus sujetos, ningún género de sal provéese de Texupilco, en el cuál
hay un lugar que se llama Iztapan. A dos leguas del dicho pueblo, en el cuál hay unas salinas de
unos pozos de agua salada, que la sacan de un arroyo que baja por una honda. Y echan el agua en
unos hoyos que hacen en unas piedras, en las cuáles se cuaja y cogen la sal con que se sustentan.
Y suelen vender alguna, sacan, de cuatro a cuatro días, media fanega della, y esto es en tiempo de
secas, que como está dicho, es poca cantidad. No les falta cosa de comida ni vestido, que todo lo
cogen de la tierra” (Acuña 1986: 151-152. Tomado del Informe Técnico 1990: 1-2).
Nuestros comentarios son:
Considerar a las pocitas como recipientes para obtener la sal con el método de evaporación del
agua salina, por medio del Sol, resulta remoto ya que las formas de los oquedades analizados son
demasiado profundos, a diferencia de los vasitos utilizados para la obtención del elemento blanco
que tienen un fondo plano y poco profundo, admitiendo mayor superficie de insolación. Por esto, es
importante diferenciar físicamente entre las piletitas ocupadas en la producción de sal que almacenan
una delgada película de agua, que se extiende lo más posible cubriendo grandes superficies compartimentadas y expuestas directamente al Sol, que permiten una rápida evaporación de líquido.
En cambio las pocitas rituales, son cónicas, profundas, porosas y a veces están en las caras
laterales de las rocas (fig. 9), lo que dificulta la incidencia de los rayos solares sobre ellas, otras concavidades son tan pequeñas que el líquido que pueden almacenar sería mínimo, por lo que al Sol
se le dificultaría producir la sal deseada, claro está que en estos hoyitos también, pueden quedar
residuos de sales al evaporarse el líquido, pero tal vez su utilización sería meramente ritual.
Podemos concluir que sólo visualmente se pueden encontrar cierto parecido entre los pocitos
rituales labrados en piedra y las piletitas donde se obtiene la sal, según los métodos prehispánicos.
Pero quizás las pocitas si se utilizaron para guardar sal usada en los rituales o a los brebajes medicinales. También podemos anotar que utilizar a las pocitas como instrumentos para decantar o moler
minerales es poco probable, pues su desgaste tendría que ser muy evidente cosa que no ocurre.
2.13.2. Las pocitas utilizadas en la producción minera.
En un artículo muy breve, anterior al de Carmen Cook, Pedro Armillas (1950, 118-119), llama la
atención sobre los “pozuelos” que es el nombre como llama a los elementos arqueológicos que no88
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sotros identificamos como pocitas y cerritos pétreos terraceados. “Nos dice que en La Soledad
de Maciel es una aldea del Municipio de Petatlán, situada sobre la orilla izquierda del Río de
San Jeronimito, no lejos de su confluencia con el río de Petatlán, en la Costa Grande de Guerrero, hay una extensa zona de ruinas con canchas para juegos de pelota, grandes plataformas
y pirámides truncadas hasta de más de veinte metros de altura, situada al noroeste de la aldea
actual. En el centro de este poblado moderno hay una pequeña eminencia en lo alto de la cual
hay abundantes afloramientos de roca, y en varios de ellos, de superficie más o menos plana,
hay labrados pozuelos, en número variable de uno a diecinueve en una misma peña, teniendo
muy uniformes sus dimensiones que fluctúan entre 23 cm de diámetro en la boca por 15 cm.
de profundidad. Dichas piedras están asociadas con abundantes fragmentos de cerámica que
indican sin duda que fue un lugar de habitación, quizás contemporánea o no con las ruinas
cercanas antes mencionadas”.
Posteriormente nos dice Armillas, que cercano a este mismo poblado de la Soledad, hay un
cerro llamado de los Brujos, junto a Petatlán, con piedras con cavidades semejantes y en otros lugares de Guerrero como en las ruinas de Texmelincan en la parte oriental del Estado, generalmente
conocido el sitio por algunas notables joyas de oro y cobre encontradas allí hace años. En el archivo
del Instituto Nacional de Antropología e Historia (Cajón I, carpeta Guerrero, exp. 4.) se conserva
un rústico plano trazado con sencilla ingenuidad por Sidonio Moreno, el descubridor de este sitio.
En él figuran con el rótulo “piedras de beneficio” varios afloramientos de roca con pozuelos, en
número de veintiséis, tres y dos en cada peña.
En un informe sobre el mismo lugar escrito por el arqueólogo García Payón (Archivo INAH,
exp. 84, pp.18 y mapa II), se dice: “ En la zona se encuentran centenares de cajetes o pozuelos labrados en la roca, los que les servían para llevar a cabo la trituración (de minerales) y a la orilla de
los riachuelos Xahualapa y Tequixca, que corren al pie de la zona en la barranca de Tepiltepec se
encuentran otros en los que se supone terminaban la trituración y el lavado” y en el mapa se ven
tres afloramientos, uno cerca de la confluencia del arroyo Tequixca y la barranca de Topiltepec con
veintidós hoyuelos, otros dos a lo largo de la barranca con siete y seis” (Armillas, 1950: 119-120).
Hay que recordar que Guerrero es un estado que siempre se ha caracterizado por la existencia
de recursos mineros, de oro y plata, por lo que Armillas encuentra que la creencia popular considere a los soportes pétreos de estos pozuelos como “piedras de beneficio”
Al igual que Armillas no podemos afirmar o negar que éstos pocitos fueran utilizados en las
labores de la minería, pero sí nos interesa destacar su directa relación con los cuerpos de agua y
afluentes que corren cercanos a éstos pozuelos en piedra que es una de las principales hipótesis de
este trabajo.
Por nuestra parte, consideramos que la trituración de minerales produce un gran desgaste
de los hoyitos en la roca, que trae como consecuencia el aumento de sus dimensiones, ya sea que
se incremente su diámetro o que se vuelvan muy profundas, además la presión ejercida sobre
ellas puede originar su colapso y fractura, por lo que para evitar estas anomalías tendrían que
ocuparse un gran número de piedras con estas pocitas, por esto sus interiores tendrían que estar
muy pulidos y casi lizos dependiendo de la dureza del material triturado y de la temporalidad
de su uso. Mediante un análisis meticuloso de su tallado se podría saber sí en realidad sirvieron
como “piedras de beneficio”, o quizás como concavidades pétreas donde se producía fuego por
medio de un taladro.
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2.13.3. Las pocitas utilizadas en la producción agrícola en terrazas.
Aquí consideramos al ritual como parte de las actividades productivas agrícolas.
Es importante apuntar que en la época prehispánica, el ritual, era una labor imprescindible dentro
de toda actividad productiva y esta práctica religiosa, intervenía en las esferas de la producción,
intercambio, consumo y distribución agrícola. La práctica ritualista se intensificaba en los primeros
momentos en que se iniciaban las labores previas al trabajo propiamente productivo. (cfr. Broda
1971, 1991ª, b, 1996).
También hay que destacar que por lo menos había tres tipos de agricultura prehispánica, que
predominaban en la parte sur de lo que fue la Cuenca de México; La chinampa que se hacía en el
lecho del lago; otra en que se ocupaban los valles y planicies del territorio xochimilca; y las terrazas
que se construían en las faldas de los cerros. Estos dos últimos sistemas agrícolas podían ser de
riego o de temporal.
La agricultura desarrollada en terrazas se extendió por todos los cerros sureños debido al poco
espacio libre que dejaban los lagos, llegando a ocupar un gran territorio. Pero esta técnica de cultivo le producía muchos dolores de cabeza al indígena, por un lado estarían los problemas que se
originaban en la construcción masiva de terrazas, con su sistema de captación y distribución del
agua y por otra la fragilidad de esta red al depender de lluvia, proporcionada por el temporal. Por
tanto pensamos que este tipo de agricultura tuvo que tener un cuidado particular y sobre todo un
culto especializado en las terrazas agrícolas, así como existieron prácticas rituales dirigidas a las
sementeras en tierras planas (cfr. Broda, Ms. a.)
Tal vez sean las réplicas con diseños escalonados que nosotros interpretamos como terracitas, los objetos rituales que intervenían en estos ritos y hay opiniones de otros autores que
parecen reforzar esta idea como la de Saide Sesín (1984ª, b), para el caso de Xochimilco, en San
Gregorio Atlapulco.
En otro texto Broda (Ms. a.; 15 y 16) aporta el dato de que Ángel Palerm, considera a estos
tallados de escaleritas como representaciones de terrazas agrícolas. Es precisamente del funcionamiento de estos modelos en miniatura, al echarles algún líquido que escurre en sus terracitas y escaleras, lo que nos hace pensar que en ellas se realizaban rituales dedicados a las terrazas agrícolas,
distinguiéndose de los dirigidos a la producción chinampera y a las sementeras de las partes planas.
Es importante mencionar, que en el pasado inmediato, varios estudiosos interpretaban a los
templos piramidales como cerros y sus escaleras como representaciones de las terrazas agrícolas
que se construían en sus faldas. Así, las pocitas y canalitos esculpidos en las maquetas podrían
representar los sistemas de riego que se utilizaban para distribuir el agua en las terrazas agrícolas,
según hemos argumentado en numerosas partes de este estudio. (fig.5).
2.14. Las pocitas utilizadas en la preparación y maceración de alimentos.
(Ver Anexo 2; Resumen de datos comparativos).
En este mismo sentido, el arqueólogo Carlos Viramontes (2002) en fecha reciente, encuentra en las
zonas áridas de Querétaro, la utilización contemporánea de algunas piedras con pocitas, para hacer
panes y depositar agua.
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2.14.1. Las pocitas usadas para depositar agua y comida.
Resumiendo un artículo de Daniel Diez y Javier Vargas (1991:27-31) nos informan que en el estado
de Durango, en el Cordón de Mapimí, abundan los petroglifos y las pinturas rupestres, en la zona
del Cañón de Dinamita. En este lugar, rodeado de montañas abruptas, y sin vegetación, se han encontrado ciertos fósiles marinos y de animales prehistóricos.
Es también un sitio minero donde se extrae mármol, y hay enormes rocas donde se observan
algunos diseños pintados y tallados, que son una de las escasas huellas de la existencia cultural y
social que los irritilas (laguneros) y otras tribus nos legaron en la región. Estos testimonios muestran fundamentalmente los sitios que los antiguos pobladores eligieron para realizar sus rituales.
Para elaborarlos, usaron cinceles de pedernal y pigmentos minerales y orgánicos.
Con dichos pictogramas y petroglifos, los irritilas pretendían reproducir su realidad y el influjo de las fuerzas naturales en sus labores, así, el Sol, el fuego, el viento, el agua y la lluvia, son las
representaciones que dominan. En estos diseños, los antiguos pobladores también registraron los
accidentes geográficos, las rutas a seguir, las corrientes de agua, la ubicación de tribus vecinas
y otros elementos aun no interpretados. Es común encontrar puntas de lanza o de flecha, por lo que
los motivos labrados pueden estar relacionados con los rituales de magia para asegurar el éxito en
la guerra y en la caza.
Junto a los petroglifos y pinturas, a una distancia muy próxima, hay un gran número de morteros (picotas), que son perforaciones en la superficie de la roca de 10 cm de diámetro y con una
profundidad no mayor de 7 u 8 cm.
¿Cuál era el uso de estos morteros?
“Se cree que eran usados para depositar agua de reserva para los tiempos de escasez o bien
semillas o cualquier otro alimento, por las tribus que rondaron y habitaron esta agreste región
entre los siglos XI y XVI” (Diez, 1991:27-30).
Por nuestra parte, pensamos que las pocitas de Durango son muy redondas y profundas y
están sobre la superficie plana de una gran roca que presenta una suave inclinación y no se puede
determinar que represente al territorio circundante, no se conectan entre sí con canalitos, construcciones, escaleritas o terracitas agrícolas, como en otros casos y están formando conjuntos o
en forma aislada, las que aparecen solas son de un diámetro más grande que las que aparecen
agrupadas. Por las temperaturas alcanzadas, en la zona de hasta 70° C, pensamos que las piedras
expuestas al Sol tendrían poca posibilidad de almacenar líquidos sin que hubiera un gran volumen de evaporación. Además habría que probar la capacidad de la roca para retener agua, es
decir su porosidad.
Sin embargo podemos concluir, que en Mesoamérica, la capacidad de las pocitas, para almacenar agua es muy reducida, así como la retención de cualquier líquido en sus concavidades pétreas,
son por un periodo muy corto de tiempo, por lo que es difícil que fuera este líquido destinado al
consumo reproductivo humano, abriendo la posibilidad que el uso y almacenamiento de lluvia,
sangre, pulque, etc., fuera ocupado en algunas actividades rituales.
También existe la posibilidad que las pocitas tuvieran como finalidad producir sal, pero su
obtención sería en tan pocas cantidades, que solo se encuentra la posibilidad de que éste preciado
condimento, obtenido en estos pequeños pocitos, fueran usados, por ejemplo, en algún tipo de
ceremonia relacionada con el culto a Iztaccíhuatl, deidad con vestimenta blanca.
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En África se ha detectado su uso como instrumentos musicales, en la medicina como agua
sagrada en la medicina, como recipiente para contener la pintura en el arte rupestre, como herramienta o tuerca o para afilar hachas y cuchillos, para prender fuego, en actividades de ornato y
recreativas y como indicadores o estimulantes del embarazo, usado con este fin todavía en la etnografía moderna de los indios de Norte América. (Para ver otros usos de las pocitas y su localización
mundial consultar la tesis de Carlos Álvarez, 1978).
2.14.2. Comentarios:
Podemos decir en cuanto al posible uso y significado de las pocitas y maquetas, predominando las
que las relacionan con la producción arquitectónica, planeación urbana calendárica, geográfica, astronómica, minera, como mortero para moler alimentos y como recipientes rituales para contener
agua o sangre proveniente de los autosacrificios, que las ligan con las creencias ancestrales. Pero las
más fundamentadas opiniones desde nuestro punto de vista, son aquellas que refieren a la especialización ritual y religiosa de las pocitas y las réplicas en miniatura, que tienen que ver con
diferentes cultos agrarios y urbanos, presentándose una jerarquización entre ellos y sus ritos y
una localización espacial determinada.
El gran número de piedras talladas con la técnica de maqueta, ubicadas en las regiones de
Xochimilco, Tláhuac, Iztapalapa, Milpa Alta, Tlalpan y Contreras, donde se representan cerros
con pocitos y canalitos, escaleritas, terracitas agrícolas, pequeños sistemas hidráulicos y otros
diminutos diseños, forman un conjunto de reducidos paisajes rituales ideales, reales o míticos,
o la combinación de ellos, dichos tallados, formaban circuitos rituales (cfr. Marcus, 1982) donde
se llevaban a cabo ritos, autosacrificios y actividades calendáricas en la zona montañosa de este
vasto territorio.
Por otra parte, vemos que del análisis de localización y de las posibles funciones de las piedras
con estos diseños cóncavos existentes en el cerro Mazatepetl en Contreras, en Xochimilco; en los
pueblos de San Lucas Xochimanca y en el Cerro Xochitepec, y en Piedra Larga, en Santa Cecilia Tepetlapa; y en Milpa Alta en San Bartolo Xicomulco, nos indican un alineamiento entre estas piedras
labradas y determinadas posiciones del Sol en el horizonte. El posible uso ritual y religioso de estas
piedras, maquetas o altares, que representan pequeños paisajes agrícolas, con sus instalaciones de
riego, no se contrapone a su utilización en actividades astronómicas o como marcadores solares,
topográficos o para indicar limites ecológicos y políticos.
Así, el funcionamiento religioso de las pocitas pudo estar especializado en determinados cultos
agrarios, pero también participar en ceremonias solares, teniendo un uso como recipientes de auto
sangrado y como puntos de observación calendárica en donde el trayecto del Sol en determinado
día, marcaba los momentos del ritual.
Es importante mencionar que las principales ceremonias se practicaban no sólo en minúsculos cerros y grandes montañas y lugares cercanos al lago sino también se reproducían o tuvieron
su complementariedad en los principales centros urbanos y asentamientos más pequeños, por
ejemplo el culto al Sol, al dios de la guerra Huitzilopochtli, así como a Tláloc y a Cihuacóatl, se
hacían en Tenochtitlán, Xochimilco y Cuitláhuac. La pirámide de Chichen Itzá en Yucatán y el
templo mayor en Tenochtitlán son un claro ejemplo del culto solar y agrícola que se desarrollaban en las grandes ciudades.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Pero también, estos y otros rituales se llevaban a cabo dentro de los emplazamientos más reducidos ubicados en cerros de mediana altura, donde había algunas maquetas y pocitas talladas
en piedra, a veces separadas del conjunto principal, altares en que hacían cultos propiciatorios y
de autosangrado, vertiendo la sangre en las concavidades, mientras otros ritos se desarrollaban en
las pirámides contiguas, como pudo haber sido en los sitios del Cerro del Judío o Mazatepetl y la
pirámide de San Lucas en Xochimilco, como veremos posteriormente.
Existe la posibilidad de estar dirigidos estos diseños a un culto al lugar, a un territorio, a los
cerros y a los volcanes, a las montañas. Pero de las observaciones de campo, surgieron indicios que
los nichos encontrados en algunas de las bardas de las terrazas de cultivo, pudieron haber estado
relacionados con un culto dirigido a esta forma peculiar de producción agraria.
Por los temas labrados en las maquetas prehispánicas, que parecen ser las representaciones de cerros
con terracitas y que contienen pocitas, simulando ser depósitos de agua o manantiales y que distribuyen
el líquido vertido por medio de canalitos, nos inclinamos a pensar que en ellas se hacían rituales dirigidos a un culto a la producción y a la fertilidad agrícola basada en terrazas de riego, distinguiéndose
entre la producción de chinampa y la que se hace en terreno plano, y en las faldas de los cerros.
Podemos resumir que las réplicas tridimensionales en miniatura pudieron haber participado en:
1.- Un culto especializado a la agricultura en los cerros que se creían bodega de “mantenimientos”, asociado con la siembra y actividades de manutención. No se puede descartar que los
pequeños diseños de terracitas, pocitas, y canalitos estuvieran dirigidos a cultos particulares de
este tipo de agricultura con un sistema de regadío originado por los manantiales y su sistema
terraceado, y quizás participaba en ritos a determinados cerros que se observan en su ángulo
de visibilidad.
2.- Un culto a Tláloc y Cihuacóatl, a la lluvia y a los manantiales y lagos.
3.- Un culto a la diosa Huixtocíhuatl.
4.- Un culto a determinado templo o lugar. En ocasiones las réplicas presentan como único
tema pequeñas pirámides o algún lugar, por lo que quizás estos altares podrían estar dedicados
al culto del todo el sitio en cuestión. Así, en Xochicalco donde se reproduce solo un edificio
piramidal con una pocita en su cúspide, podría este tallado estar destinado a cultos específicamente referidos a un solo templo (fig. 8, 26).
5.- Un culto solar y a una determinada posición solar, que marca una fecha calendárica.
En cuanto a la cronología de algunas de las pocitas, podemos decir que por lo menos en Xochimilco, pudieron pertenecer al período teotihuacano. Ya que, la cruz punteada que se encuentra en la maqueta de Acalpixca, es un diseño que se presenta en algunos sitios con estos
antecedentes. Sin embargo, las pocitas, escaleritas y canalitos, son tallados, que pudieron ser
hechos posteriormente por los xochimilcas, presentándose un sincretismo simbólico entre los
de Teotihuacán y este grupo náhuatl.
También les hemos detectado a estas maquetas y pocitas una posible participación en actividades astronómicas y calendáricas, al ser usadas como sitios de observación del firmamento
y de los fenómenos meteorológicos y por su carácter ritual podemos decir que existió un uso
muy directo de estas piedras en los quehaceres productivos. En pocas palabras, estos diseños
tuvieron diversos fines, por lo que podemos decir que fueron objetos multifuncionales, pero
siempre enmarcados dentro de las actividades agrícolas y religiosas.
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Capítulo tres
Características de las réplicas en miniatura del paisaje con
pocitas o modelos mesoamericanos (Análisis y propuestas).
Antecedentes
Por el momento mencionaremos algunas de nuestras hipótesis iníciales: Las primeras apreciaciones que teníamos en 1990, sobre el contenido simbólico de la “maqueta” prehispánica del
cerro Cuahilama en Acalpixca, Xochimilco (fig.5), era que el motivo labrado correspondía a una
visión idealizada del territorio xochimilca. En esos años al diseño lo interpretábamos como la
representación simbólica en miniatura de la región sagrada de los xochimilcas y su posible
ordenación calendárica.
Pensábamos que el tallado tenia la particularidad que estrictamente hablando, éste no mostraba exactamente lo existente en el entorno, sino que de los elementos, naturales y tecnológicos
existentes localmente, se utilizaron sus formas, idealizándolas, con el fin de crear un determinado
lugar “sacro”, “profano” o “mítico”, quizás queriendo representar un paraíso o un sitio ideal, o simplemente dar al soporte pétreo un valor de “lugar” en abstracto.
Es decir, en las inmediaciones del asentamiento se encontraban cuerpos de agua, el gran lago,
manantiales, ojos de agua y canales, ya sea que fueran naturales o creados por el escultor. También
había chinampas en los lagos, terrazas agrícolas en las faldas de los cerros, baños, escaleras, templos, patios, edificios, bodegas, canchas de juegos de pelota, en las zonas urbanas, etc., y cada uno
de estos elementos a veces sintetizados, sirvieron como concepto y guía para labrar en roca, lugares
muy parecidos a los reales.
La idea de que los motivos reproducidos pertenecían a un sitio idílico, hecho a partir de los
elementos existentes en la región xochimilca, proviene de que el indígena al labrar los relieves, respetó al máximo las formas propias de la roca que soporta al diseño en miniatura y donde los temas
tallados, fueron distribuidos en su superficie pétrea siguiendo las particulares características del
monolito; es decir, las figuras de templos, escaleras, terrazas agrícolas, etc., se distribuyeron en el
soporte pétreo siguiendo sus contornos y accidentes naturales.
Además apoyando lo anterior, encontramos que la ubicación en la roca de los canales y pocitas
talladas, pasaron a constituir el sistema hidráulico del sitio representado, pero también, los canalitos y hoyitos formaron los cuerpos de varios animales; un pato, una rana, la cabeza de un águila y
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de una víbora con su cascabel, flores, etc. Es decir, todos estos elementos existen en la naturaleza.
Sin embargo, sus formas no se encuentran en la conformación topográfica de la región. Así, el
indígena al tallar la maqueta de Acalpixca, siguió las propias características de la piedra y a la vez,
trató de reproducir las formas reales del entorno, dando como resultado una gran similitud de los
motivos labrados con el paisaje circundante, variando gradualmente su semejanza según las particularidades del soporte pétreo (figs. 33, 35).
Así, a partir de estos diseños tridimensionales xochimilcas podemos inferir que en las ciudades prehispánicas, las construcciones civiles y religiosas, contaban con sus drenajes y sistemas de distribución de agua, y que sistemas hidráulicos parecidos debieron de permitir el regadío de ciertos cerros terraceados como en Chalcatzingo, Morelos. Esta infraestructura básica,
fue ocupada de modelo por los mexicas, para tallar en la piedra la réplica de un sitio idílico
en miniatura, lo que permitía su manejo humano, y con la particularidad de que pudiera ser
ritualizado y ayudar quizás a la necesidad indígena de apropiarse de su espacio habitable y
productivo y tratar de dirigir por medio de estos relieves en miniatura las fuerzas naturales y
divinas que intervienen en sus labores agrícolas y urbanas.
Por tanto tenemos que regresar un poco y partir que el eje de nuestro análisis se basará en los
objetos que son llamadas maquetas prehispánicas con pocitas y pocitas solas en piedras, los cuales
tenían como característica más importante su estrecha relación con el Sol, el agua y lluvia, siendo el
movimiento del líquido en sus relieves y los cambios de luces y sombras sobre su superficie, parte
de su mensaje simbólico y la clave para determinar su función en el mundo indígena.
Es interesante que hasta ahora no se hayan identificado en estas maquetas viviendas donde
habitaban la gente común u otros elementos más sencillos, y sólo instalaciones ceremoniales,
lugares “modelo”, elementos astronómicos, palacios, infraestructura asociada a sistemas hidráulicos en miniatura, con sus cerros y terracitas agrícolas, y figuras geométricas, cuyos diseños “funcionan” al verterles algún líquido o con el agua proveniente de la lluvia, lo que sitúan a
éstos diminutos tallados pétreos, en algunos casos, dentro de las actividades rituales, religiosas
y calendáricas, entre otros posibles usos antiguos.
Por otra parte, uno de los objetivos de este trabajo, es aclarar la confusión que existe entre
varios autores entre el nombre genérico de maqueta con que se conocen a estos tallados y la función, uso y significado que tuvieron estos relieves en el mundo indígena. Es decir, confunden la
técnica que se ocupó para labrar en piedra estos pequeños motivos, con su simbolismo y función.
Tenemos como ejemplo, en el Cerro del Judío en Contreras, en medio de la maqueta monolítica, que reproduce una determinada región, existe una piedra tallada de tal forma que permite
sentarse en ella, es decir en medio de este pequeño jardín o paisaje en miniatura, hay un trono
(fig. 7), por lo que esta piedra con pequeños relieves tallados puede considerarse como modelo
que sirvió de asiento.
En términos técnicos es correcto llamar maquetas a estos relieves con o sin pocitas, porque
dicho término se refiere a las particularidades técnicas que presentan estos labrados, cuyas características más sobresalientes son ser elementos en miniatura y hechos bajo una forma tridimensional.
Sin embargo, el concepto de maqueta, no es un término válido del cual podamos partir, para hacer
el análisis simbólico de los motivos indígenas labrados bajo esta técnica o querer rastrear los usos
que tuvieron estas composiciones tridimensionales en el mundo indígena, simplemente porque el
único fin de llamarlas con este nombre fue el tratar de ubicar a estas obras dentro de las formas de
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
representación tipo miniatura y en tercera dimensión. Por lo que construiremos a lo largo de este
capítulo una alternativa para nombrar y estudiar estos objetos, y propondremos utilizar el concepto de réplicas prehispánicas en miniatura para clasificar y nombrar a los tallados que se refieren a
las representaciones de lugares y sitios más complejos que presentan motivos urbanos y agrícolas
tallados en piedras pequeñas movibles o grandes monolitos fijos.
3.1. Maqueta es sinónimo de modelo.
Existe cierta incertidumbre por parte de algunos investigadores, para clasificar nuestros tallados
indígenas en miniatura anteriormente descritos como prototipos, las principales dudas nacen precisamente en la definición de “maqueta” o “modelo”, ya que ambos conceptos por lo regular se
toman como poseedores de diferente significado, pero en realidad son términos que se ocupan
para nombrar un mismo objeto, por lo tanto son sinónimos y ambos tienen implícito que emplean
técnicas de representación a pequeña escala, conservando la tridimensionalidad de un objeto
cuya finalidad es ser reproducido a tamaño real, o, únicamente mostrarlo en miniatura.1
Por nuestra parte consideramos que un “modelo”, visto desde su vertiente tradicional dentro
del área del diseño, es una representación menos acabada de un objeto real o en proyecto, que
se quiere reproducir, expresando sus formas más sencillas; mientras que la maqueta, exige detalles, dimensiones, proporciones y escalas muy precisas, resultando la composición más definida y
mejor reconocible, en tanto que la primera herramienta trabaja con volúmenes y los rasgos más
elementales de lo que se va a mostrar. Por eso, el concepto de modelo es utilizado principalmente
en la representación de las estructuras que soportan o constituyen a un determinado objeto y son
ocupados; por ejemplo, en las ciencias químicas para ilustrar hipotéticamente las representaciones
moleculares de los elementos en el espacio.
En la Arquitectura, se entienden que los modelos, son más simples que las maquetas, y pueden
ayudar a la selección de los procesos más elementales requeridos para la construcción. Auxiliados
de tallados muy sencillos, podemos analizar las estructuras más idóneas para soportar la carga y
localizar los puntos que se deben reforzar, eliminando errores a futuro.
Los modelos también nos permiten ver los diferentes elementos que conforman el objeto a
realizar, y poder descomponerlos en sus partes y así darnos una idea que componentes pueden
ayudar en su ornamentación y apariencia. En esta etapa los prototipos se caracterizan por su sencillez expresiva, como la representación de cuerpos geométricos, hasta el proyecto ya acabado en su
etapa preliminar. Estos trazos sencillos, son llamados “modelos estructurales”, y por lo regular nos
muestran el esqueleto que sostiene a la construcción.
Sin embargo, para el estudio de las “maquetas” prehispánicas creemos que es conveniente utilizar los conceptos de “maqueta” y “modelo” como términos que tienen igual significado, ya que
hay tallados indígenas muy sencillos y otros muy complejos y sería poco útil la tarea de clasificarlos
1 En la elaboración de esta definición del concepto de “maqueta” o “modelo”, consultamos los siguientes diccionarios: Enciclopedia
Universal (Espasa-Calpe, 1916: 115), Diccionario de Términos Técnicos en Bellas Artes (Adeline, 1944: 364), Nueva Enciclopedia
Sopena (1962: 1055), Pequeño Larousse Ilustrado (De Toro, 1970: 657), Pequeño Larousse de Ciencia y Técnica (De Galiana,
1979: 654 y 694), Diccionario Enciclopédico (Bages, 1985: 1181), Enciclopedia CEAC del encargado de la obra. Diccionario de la
Construcción (CEAC, 1989: 411 y 427).
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dentro de una de estas dos definiciones, además de que estos tallados indígenas no tuvieron un fin
arquitectónico o urbano.
Ambos términos se deben entender como la técnica de representación espacial utilizada,
para representar objetos, lugares, paisajes, ideas o proyectos, reales, hipotéticos o imaginarios, que
se quieren observar en tercera dimensión y a pequeña escala, donde su finalidad primaria es mostrarlos. En muchas ocasiones es la réplica exacta en miniatura de una obra real, pero no siempre.
Estos motivos pueden servir para evaluar proyectos, reconstruir hipotéticamente un lugar que existió o construir una ciudad futurista inexistente en base a las ideas de cómo podría ser.
De estas particularidades podemos concluir que: el término “maqueta” o “modelo” se refiere a
una representación tridimensional a escala reducida de un objeto, con la finalidad de mostrarlo
o de ser reproducido. Sí partimos de una concepción ortodoxa su fin implícito sería éste, aunque en
la práctica, no en todos los casos tiene que ser así. Precisamente de las interpretaciones muy rigurosas
de su significado parte la duda de si el concepto maqueta puede ser utilizado para nombrar las representaciones prehispánicas, en miniatura talladas en piedra que nos ocupan en este estudio.
Podemos finalizar este apartado diciendo que en términos arquitectónicos se consideran a los
prototipos como parte del proyecto a realizar. Tanto en la pintura como en la escultura se pueden auxiliar de modelos, bocetos y otras técnicas volumétricas para iniciar su trabajo o hacer estudios sobre
sus objetos a reproducir, pero la diferencia con la arquitectura es que ésta produce espacios que serán
habitables y servirán para la convivencia humana, y en la arqueología éstos fueron objetos rituales.
3.2. Diferencias entre la maqueta arquitectónica y la arqueológica.
Dentro de los actuales estudios mesoamericanos sobre las maquetas prehispánicas con pocitas y
pocitas en piedra, existe la incertidumbre de si estos tallados se puedan clasificar como tales. La
principal problemática que se presenta es de origen, ya que la palabra maqueta ésta influenciada
por una terminología que fue trasladada a la arqueología, del campo de la arquitectura actividad
predominante sobre otras disciplinas del diseño y de las artes. Factores que han hecho que el análisis y estudio de éstos tallados, se desvíe del eje temático arqueológico y no se haya profundizado en
su sentido antropológico y etnohistórico.
Veamos más de cerca la problemática.
3.2.1. Maqueta arquitectónica.
Nosotros decimos que la arquitectura es la actividad encargada de producir “el espacio construido”,
“escenario” donde se llevan a cabo las diversas tareas necesarias para la reproducción de la vida del
hombre, ya sea que éstas sean materiales, espirituales, políticas e ideológicas. Dentro del mundo de
las artes y de la arquitectura es casi un dogma que las maquetas son una herramienta auxiliar de
la actividad y que ayudan en la réplica de un determinado objeto, lo que ha producido el error de
concebir e estos objetos sólo como parte de algún proyecto o de una obra en construcción, dejando
de lado los múltiples usos que puede tener esta técnica de representación espacial.
Esta definición que automáticamente ha llevado a muchos investigadores a ubicar a las maquetas como objetos provenientes del campo constructivo y no ha permitido ir más allá en su interpretación fuera de este amplio marco espacial.
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Al hablar de maquetas o modelos mecánicamente el arqueólogo remite el concepto al área de
lo arquitectónico y del modelaje y, a su contenido característico como sería la escala, es decir, las
medidas, dimensiones, la tridimensionalidad. Entendido esto así, la maqueta es una resultante de
la acción constructora humana y tiene que ver con los procesos de prefiguración de un objeto, de
una idea, una hipótesis, un plan o un proyecto a futuro, o una réplica de algo real dentro del espacio construido, sirviendo como herramienta esencial para representarlos en tres dimensiones en
el espacio, generalmente a una escala menor que la obra definitiva, por lo que se puede considerar
como una réplica en miniatura de alguna cosa o lugar, lo que facilita su estudio y su manejo. Lo primero que debemos entender es que la maqueta es un producto del hombre en sociedad y cuyo fin
principal es “mostrar” las formas de la obra terminal auxiliando en su realización, pero no siempre
esto es así.
La técnica de representación en maqueta, se basa en la tridimensionalidad y puede ser aplicada:
1) A nivel territorial, la maqueta es la reproducción del paisaje, de un sitio existente o en proyecto de ser construido, donde su realización se piensa a futuro o puede que no se lleve a cabo, es
decir, su fin quizá sea sólo mostrarlo.
2) Dentro del urbanismo, reproduce ciudades, secciones de ella, el paisaje circundante y su
topografía y sistemas de equipamiento e infraestructura.
3) Y ocupando la técnica de maqueta se puede reconstruir un centro urbano ya destruido,
guiándonos por relatos escritos y orales, sitios hipotéticos y quizás míticos.
Esta visión ortodoxa de la arquitectura para definir estos objetos tridimensionales ha influido
en forma negativa en los estudios contemporáneos sobre las maquetas prehispánicas, en los cuales
predomina la idea de que estos diseños en miniatura fueron utilizados como herramientas en los
procesos constructivos, visión errónea, ya que a lo largo de la historia cultural del hombre, estas
composiciones han tenido diversos usos, por ejemplo fueron usadas por algunos grupos en sus
prácticas funerarias.
Por tanto, el hecho de no utilizar a estas composiciones en miniatura en las actividades constructoras en la época prehispánica no las descalifica, como modelos o maquetas, ya que la función
principal de éstas, no es reproducir el motivo a tamaño real, sino mostrar sus características físicas
a pequeña escala, para que puedan ser ocupadas para diferentes fines. Así, las maquetas arqueológicas, pudieron intervenir en actividades religiosas, en cultos y ceremonias indígenas, funcionando
como altares o recipientes rituales y ser a la vez puntos de observación astronómica, sin dejar de ser
objetos tridimensionales y en miniatura.
Por su posición en el territorio las “maquetas” se podrían especializar en determinados usos
rituales así cómo participar en diferentes cultos y peticiones, creando en la geografía indígena una
jerarquía de sitios de culto y especialización de lugares en determinados ritos. Al interior de los
centros urbanos las réplicas y pocitas se ubicaban por lo regular cerca de los templos, marcando
una diferencia entre las construcciones y ellas y cada uno de estos lugares se especializaban en determinados rituales. Así, en un asentamiento indígena había una jerarquización espacial al interior
del conjunto urbano y una especialización de estos elementos rituales dirigidos a diferentes cultos.
Para el caso de la época prehispánica la utilización de la técnica de maquetas, podría ser muy
útil para medir la incidencia de los fenómenos naturales sobre los objetos a construir, como sería
el estudio de los movimientos del Sol y de otros cuerpos celestes que influyen en su ubicación
geográfica. El empleo de esta herramienta ayudaría a la orientación de las estructuras hacía ciertas
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posiciones que los astros toman en los horizontes, ya sea en su orto o en su ocaso y también ocupar
los juegos de luces y sombras que actúan sobre su estructura. Sin embargo no hay pruebas concluyentes que demuestren que se utilizaron tales modelos en barro, madera o piedra ligera ocupadas
de esta forma en la arquitectura indígena.
Podemos concluir que hasta este momento no existen pruebas que nos permitan decir que
las “maquetas” precolombinas hayan sido talladas previamente a la edificación de algún sitio,
ya que las razones para su elaboración, pensamos nosotros, no fueron hechas con la finalidad
de ser herramientas para la construcción arquitectónica y urbana, quizás sí para la ornamentación de templos, altares y petroglifos, o, fueron tallados dirigidos al culto religioso y otras
actividades especializadas como la astronomía de los grupos indígenas.
3.2.2. Maqueta arqueológica.
Al parecer el término es empleado por la arqueología mexicana desde principios del S. XX, Juan Palacios en 1929 ya lo usa para clasificar a la llamada “Piedra del escudo nacional”. Pero se presentan
algunos problemas a resolver, en la utilización de este concepto:
a) En ocasiones su definición contemporánea se hace difícil de aplicar a todos los diseños prehispánicos de este tipo, pues tienen una connotación cultural, en algunos casos, diferente.
b) Esta palabra se refiere a la técnica de representación tridimensional ocupada en el tallado
de la roca o la forma en que se moldeó un objeto y no alcanza a describir claramente en todos los
casos las características, simbolismo, propiedades, usos y funciones de los motivos y los elementos
que son agrupados dentro de este rublo.
c) Toda terminología técnica lleva implícita ciertas particularidades clasificatorias que reúnen
y homogeneízan bajo un concepto a un gran número de relieves con determinados usos y rasgos
parecidos. Hechos que envuelven en un sistema rígido al objeto histórico de estudio que nació bajo
otra lógica de pensamiento, respondiendo a otro tipo de razonamiento y necesidad.
La principal causa de la inexactitud para encontrar una palabra actual que defina a estos elementos arqueológicos, se origina en la carencia de una práctica social que hoy en día genere estos tipos de
obras, es decir, no contamos con un concepto que defina la función o el papel que jugaban en el mundo antiguo estos motivos, que ahora tratamos de interpretar bajo nuestra visión occidental, ya que no
existe su símil “creado” a partir de las necesidades modernas. Sin embargo, seguiremos a lo largo de
este trabajo ocupando la connotación “maqueta” o “modelo reducido” o “dinámico”, o el de réplica
para definir estas piedras talladas con hoyitos, pues son las voces que más se acercan para interpretar
estas obras indígenas, y, por lo tanto, o bien creamos una nueva palabra para nombrarlas o ajustamos las que tenemos sumándole las características y definiciones propias de estos objetos antiguos.
Debemos, por lo tanto, considerarlos como elementos en miniatura y cuya función prehispánica
se ubica fuera del campo de la arquitectura. Así, el concepto de maqueta es un claro ejemplo, de
cuando el significado de un término empleado para definir un objeto deja de ser relativamente válido
al ampliarse su uso práctico o al detectar una nueva utilización histórica. Por lo que a lo largo de este
estudio hemos tratado de ajustar el concepto que nos ayudara a interpretar y describir las principales
características y funciones de los prototipos indígenas tridimensionales y en miniatura, tallados en
piedra, propensos a recibir algún líquido en su superficie. Este ajuste debe entenderse como una propuesta de análisis de estas piedras labradas, que desarrollamos a lo largo de esta investigación.
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Por ejemplo, en el caso de que utilicemos el concepto de “maqueta” para describir nuestras
piedras labradas con pocitas, tendríamos que eliminar el término que lleva implícito en su definición, el de “pequeña escala”, el cual nos ayuda en la descripción física de este tipo de relieves prehispánicos, pero no permite avanzar en el análisis de su función ritual y su significado científico y
religioso y por lo cual tenemos que sustituirlo por el de “miniatura”, concepto que no requiere que
se cumpla con ciertas medidas a partir de una obra real, es decir, que nos ahorra el uso de medidas
proporcionales y exactas entre la obra que se reproduce y el objeto reproducido. Hay que pensar
que las propias características del monolito podrían determinar las formas incluidas en el diseño.
Entendido nuestro tallado como una diminuta composición nos permite ubicar el motivo dentro
de la cosmovisión y el ritual prehispánico, lo que nos lleva a estudiarlo dentro de un contexto social
y de grupo. El considerarlo como objeto en miniatura lo conecta directamente a algunas prácticas
rituales mexicas, como en las fiestas de los montes que veremos posteriormente. Además sumamos
al análisis la localización territorial de estos relieves, el estudio de las características de los soportes
pétreos, y su relación simbólica con los cerros, la incidencia de los fenómenos naturales sobre la
piedra. Como el agua, la lluvia, el Sol, el aire, la tierra y el fuego y su mensaje, quizás mítico. Así, se
podrían considerar estas composiciones como una forma de apropiarse del espacio y el territorio, o sirviendo como límite territorial o político, concibiendo la obra en su totalidad como un
resultado cultural e histórico.
3.3. Concepto de maqueta prehispánica utilizado en este estudio.
En las definiciones consultadas en diccionarios en ningún momento se menciona que las maquetas
o modelos tengan que ser copia fiel de los objetos reproducidos, pues simplemente para ser un prototipo, su primer requisito es haber sido reducido de su tamaño real, con lo que irremediablemente
se sintetizan sus formas, a tal extremo que empiezan a actuar en mayor o menor grado la representación simbólica de ciertos elementos.
Debido a que su relieve es sintético, su mensaje, puede ser leído en ocasiones solo por el
grupo que tuvo el código para su interpretación y este al ser de otra época histórica en parte
está perdido. Sin embargo, se puede intentar “leerlo” estudiando y reconstruyendo la cosmovisión del grupo que la talló.
Prosiguiendo en otro orden de ideas, y como parte del método y análisis de esta clase de piedras talladas, tenemos que precisar que al hablar de maquetas prehispánicas, nos referimos:
A la técnica de representación, ocupada para reproducir en miniatura y en tercera dimensión,
la réplica del paisaje indígena.
a) Aquí, debemos resaltar que el llamar maquetas a determinados relieves en piedra, sólo se
refiere a la forma de representación que se ocupó en su elaboración, esta precisión nos permite:
Clasificar a estos diseños en piedra hechos bajo la técnica tridimensional en miniatura y distinguirlos de otros elementos arqueológicos.
b) Nos permite analizar la función y el simbolismo de los motivos representados independientemente del nombre genérico de maqueta que le damos a estos tallados, ya que dicho
término sólo se refiere a la técnica que se utilizó para labrar estas piedras y no explica el
contenido del motivo.
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Por tanto, después de clasificar como maquetas a nuestros relieves en piedra, tenemos que
estudiar relativamente por separado los siguientes puntos, distinguiendo entre las formas de elaboración, su fin y su contenido:
1. Las funciones y los usos de las réplicas y pocitas en el mundo indígena.
2. El significado simbólico del soporte pétreo en la cosmovisión indígena.
3. Las técnicas empleadas para tallar la piedra.
4. El estilo y la cultura que lo produjo.
5. La temporalidad del tallado.
6. Reutilización posterior por otros grupos diferentes a los talladores originarios, conservando o quizás modificando su significado y utilización.
7. Localización territorial de las réplicas con pocitas y pocitas y su relación entre ellas.
8. El simbolismo y significado de los motivos tallados en miniatura dentro de la cosmovisión
prehispánica. Por lo regular presentan motivos urbanos y agrícolas en sus relieves. Los pocitos,
templos y escaleras son los elementos más característicos de estos tallados.
9. Los motivos labrados son réplicas en miniatura de lugares sagrados, míticos o reales, con
distinto grado de simbolismo al tallarlos.
10. Su simbolismo está estrechamente relacionado con el agua y el Sol, con la fiestas mexicas
de Atemoztli, Atlcahualo, Tozoztontli y Hueytozoztli, con el culto a Tláloc y a los cerros, con
las terrazas agrícolas y sus sistemas de riego, con la red de distribución urbana de agua y de
drenaje, con los rituales de autosacrificio y su relación con el culto al Sol.
Así, para la interpretación simbólica de los motivos labrados en piedra, utilizando la técnica de
maqueta, se debe partir de las prácticas en que se utilizaban miniaturas, luego el tema reproducido
concebirlo como réplica en su sentido antropológico, sus características esenciales, incluyendo las
técnicas utilizadas en su tallado, el periodo de su elaboración, el contexto donde se ubican, la relación espacial entre ellas, su función simbólica para con la lluvia y su uso como observatorios solares
y calendáricos, además de estudiar las ideas y conocimientos que se tenían de la estructuración
del universo y todo esto inscrito dentro del amplio marco de la religión, el culto, y la cosmovisión
prehispánica. Estos son los temas que iremos y algunos ya desarrollamos en este y otros capítulos,
y de donde surgirán y surgieron propuestas interpretativas que parten de las características de los
tallados de este tipo y la forma en que el indígena describía a su entorno natural. Por lo pronto proponemos considerar a las rocas labradas como objetos en miniatura y eliminar el término de escala
que solo nos confunde en nuestra interpretación de estos motivos y su inserción en las actividades
rituales de donde surge.
3.4. Proponemos que las maqueta prehispánicas, son relieves en miniatura.
Aquí es importante mencionar que el uso del concepto de maqueta entendido éste, como una
técnica de representación tridimensional, que lleva implícito el de pequeña “escala”, término
que nos ayuda en la descripción física de este tipo de relieves prehispánicos, pero no permite
avanzar en el análisis de su función y significado, por lo que tenemos que emplear el de miniatura, el cual es más amplio.
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La categoría de modelos indígenas y el de pequeña escala sólo nos ayudan para la clasificación
y el análisis formal y descriptivo de los relieves tallados y que no entender esto, en cierta forma ha
obstruido el estudio del la función y simbolismo, de éstos diseños prehispánicos.
Una de las razones de tal obstrucción es que el significado de “escala” nos remite a considerar a estos monolitos labradas como la réplica de un objeto o lugar real, donde se tomaron medidas exactas, por ejemplo, de un templo piramidal y que mediante una reducción proporcional
de sus dimensiones verdaderas se reprodujeron sus formas más características en la roca. A esta
compactación del edificio podemos llamarlo “reproducción o réplica a pequeña escala de un
templo indígena.”
Además, el uso del concepto de “escala” nos aleja del eje temático de su interpretación al buscar
un objeto o sitio verdadero que sirvió como guía para reproducirlo, reduciendo sus proporciones
reales, no admitiendo que pudo ser idealizado total o parcialmente, aunque basándose en las formas naturales y tecnológicas conocidas; por lo que consideramos más pertinente utilizar el término
miniatura, que nos ahorra el uso de medidas proporcionales en la elaboración de determinado
objeto y admite utilizar diferentes tamaños en una composición, esto con el fin de jerarquizar los
motivos según su importancia y además nos conduce a estudiarlo dentro de un contexto cultural
que nos remite a otras actividades sociales y rasgos de identidad del grupo que encargó el diseño
de los motivos.
El concebir a los modelos indígenas en piedra, como una composición en miniatura permite
explicar el uso de diferentes tamaños y proporciones en su diseño; es decir, ocupar varias escalas
para labrarlos o simplemente no utilizarlas, lo que significa que pudo no haberse copiado fielmente
un objeto real y también nos lleva de la mano para introducir a estas tallados pétreos dentro del
simbolismo religioso y entender la función ritual de éstos relieves como parte de los elementos que
intervienen en las prácticas ceremoniales y poder analizar la intervención de miniaturas dentro de
las ofrendas a las deidades, casi siempre relacionadas con la fertilidad y en ocasiones encontramos
todos éstos elementos en los sitios funerarios.
Por lo cual aquí proponemos que se utilice la noción de miniatura en lugar de objetos hechos a
escala para clasificar las piedras labradas con escaleritas, canalitos, pocitos y templitos, ya que dicho
término nos libera de dos situaciones embarazosas:
Por una parte, permite concebir al relieve tridimensional como un conjunto que no necesariamente tuvo que ser copiado de uno realmente existente, y que por ser su réplica conserva sus
proporciones a tamaño reducido, sino que se puede referir a un prototipo muestra, un tipo común,
idealizado, mítico e inexistente, resultado de la utilización de varios elementos culturales quizás
aislados para “crear” una composición nueva.
Por otra parte, permite situar al relieve fuera de las actividades arquitectónicas y conducir su
análisis dentro de otras áreas del pensamiento y la cosmovisión indígena. El término miniatura no
cuestiona que el objeto producido carezca de medidas, sino más bien que su tamaño, sí es el caso,
no necesariamente responden a las dimensiones de su contraparte real. En cambio la palabra “escala” nos indica que se tomaron el ancho, el largo y la altura verdadera de algo existente o en proyecto
y que fueron reducidas sus proporciones a partir de ellas mismas. Por lo tanto, la escala nos lleva
a pensar que se copió fielmente un modelo, reduciendo el nivel simbólico que pueda agregarse a
la obra en sí. En cambio, en la miniatura se pueden jugar más libremente con las formas y “crear”
nuevos motivos, ahorrándose el uso de medidas exactas y proporcionales.
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Por este motivo, el término de maqueta que debemos emplear para interpretar los diseños prehispánicos hechos bajo esta técnica de representación espacial, debe incluir dentro de su análisis
de su posible función y uso, el concepto de miniatura, ocupando únicamente el de “escala” para su
descripción física y formal.
Un dato que apoya la propuesta de que los motivos labrados no corresponden a una réplica
exacta de la realidad es el hecho que mediante el estudio de éstos diseños tallados en miniatura,
hemos encontrado que las dimensiones que tiene su soporte pétreo, es un factor que determina
en gran medida, las características del relieve esculpido, así como el número, la distribución y el
tamaño de los elementos incluidos en la composición.
En las réplicas, el indígena reprodujo elementos naturales, técnicos y simbólicos que provienen
de su realidad y su cosmovisión, al copiarlos en la roca lo hacen en miniatura como forma de apropiarse de una amplia extensión del territorio y de las creaciones culturales del hombre, con fines
rituales, y quizás como parte de un culto a un lugar físico, sagrado o idílico.
La práctica de elaborar pequeños objetos era algo común en el mundo prehispánico, estos eran
incluidos en las ofrendas y ceremonias, como un intento de reproducir un medio natural infantil a
pequeña escala, práctica que se ligaba con los juegos y juguetes indígenas. Dentro del pensamiento
mexica había la creencia que existían seres pequeños que habitaban en los cerros, llamados tlaloques, los cuáles eran los ayudantes de Tláloc, quizá las miniaturas eran dirigidos a éstos diminutos
sirvientes de la deidad del agua y de la lluvia. Broda (1997b: 143) nos dice que: “En los Andes al
igual que en Mesoamérica el uso ritual de miniaturas pertenecía al culto de los dioses de los cerros,
de la fertilidad humana y agrícola, y sobre todo, de los ancestros”
3.4.1. La miniatura como resultado de la apropiación del espacio y del paisaje.
La elaboración de tallados en miniatura en piedra, que llamamos maquetas prehispánicas con pocitas se debe considerar como el resultado de la necesidad de apropiarse del espacio social, del
paisaje y de su espacio productivo, partiendo del requisito de reducir el motivo reproducido, a una
escala en que pueda ser fácilmente manipulable. Su pequeño tamaño permitía someter al diseño a
diversos fines y variadas funciones.
Así, podemos decir que en términos generales, los modelos tridimensionales, en Mesoamérica
tenían la finalidad práctica de tratar de apropiarse simbólicamente del espacio y territorio en donde
se interactuaba, junto con los elementos tecnológicos, míticos y religiosos creados por él mismo, a
través de reducirlos a una escala en que se pudiera manejar con un fin determinado que no necesariamente tendría que ser sólo una herramienta arquitectónica o únicamente un elemento ritual.
El primer objetivo al tallar lugares en miniatura era para manipular grandes extensiones territoriales lejanas o cercanas, reales o imaginarias, réplicas del cosmos, sitios legendarios, paradisíacos y míticos, todos ellos moradas de sus dioses, asentamientos sagrados que el mesoamericano reducía para insertarlos en su espacio tangible y poder convivir con sus divinidades, ya que los seres
divinos eran quienes gobernaban las fuerzas naturales que incidían sobre el hombre y su paisaje.
Al poder manejar y apropiarse simbólicamente, de grandes extensiones territoriales y el
del espacio donde convivía, quizás pensaba que podía ejercer alguna influencia sobre los factores naturales que le ayudaban a transformar la naturaleza. Un gran cerro podía interpretarse
como deidad, pero por su magnitud se presentaba como algo lejano de alcanzar o difícil de
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poseer para ritualizarlo. Su reproducción en miniatura obedecía a la necesidad de acercarse a
lo sacro y apropiarse de su carga divina.
Así podemos decir que uno de los principales propósitos de las maquetas prehispánicas, era labrar en miniatura, la delimitación de un espacio determinado, ya sea sagrado o profano donde interactúa el hombre con sus dioses o con su grupo social, estableciendo accesos y fronteras entre ellos.
En el campo de lo gráfico indígena, nos dice Galarza (1989: 128 y 129) que “desde épocas muy
remotas se fijan los límites del grupo, seguramente con el deseo de afirmación, de seguridad en
sus propios alcances, definidos por sus límites. En periodos muy antiguos, se trata de establecer y
fijar los límites míticos, religiosos; y después, a medida que éstos se asientan, se indican los reales
y verdaderos límites de su alcance humano. Al principio, la apropiación del espacio se hacía por
medio de la palabra. Dar nombre a los lugares era fijarse en ellos y poseerlos, con los topónimos el hombre definía su territorio y se apropiaban de él. Los nombres concedidos recordaban
y perpetuaban la posesión”.
Sin embargo, es pertinente mencionar que las pocitas y maquetas, algunas se ubican en
el corazón mismo del paisaje, donde convive un determinado grupo cultural, y otras quizás
sirvieron como mojoneras para limitar un determinado territorio; más bien ambas localizaciones, su función era extender “lo sagrado” al espacio y al tiempo del indígena para poder apropiarse de la naturaleza en un sentido ideológico, más que en términos reales o de verdadera
apropiación privada de la tierra.
3.5. Proponemos llamar a las maquetas como réplicas en miniatura del paisaje.
Para comenzar el análisis de los diseños en miniatura se sugiere considerar en primera instancia
a la peña que contiene a las pocitas como la representación simbólica de un cerro, en ocasiones
terraceado o como una porción del territorio, donde los accidentes del soporte pétreo representan
sus rasgos topográficos.
Luego tomar a éstos relieves como la reproducción no muy exacta de un lugar real, mítico, hipotético, reconstructivo o ser un prototipo común donde puede representar un paraíso, el Mictlán,
el Inframundo o Tlalocan, o quizás ciudades de este mundo como Tenochtitlán.
Casi siempre presentando diversos grados de idealización al copiarlo de los elementos existentes en el paisaje o provenientes de la imaginación del hombre, cuya finalidad y función no se reduce
exclusivamente a actividades arquitectónicas y urbanas, sino también, de orden religioso y científico, ritual, calendárico y astronómico. El término idealizado resulta al observar los tallados los cuáles se hicieron siguiendo los accidentes propios de la roca, por lo que el modelo real se adapto a las
características del soporte pétreo y no se hizo al revés, es decir, variando sus formas naturales de la
piedra, según las características del lugar concreto a reproducir (fig. 5, 16). Al final el diseño tallado,
puede reproducir las formas reales existentes en el entorno, las cuales se modificaran dependiendo
de las características de la roca donde se copia y el grado de idealización ocupado.
Así, en busca de una posible definición de maqueta prehispánica en piedra, podría ser así llamada, a aquélla, técnica de tallado ocupada para representar en miniatura con la combinación de
elementos de una a tres dimensiones, algún lugar real o idílico, urbano o agrícola. Mientras que el
concepto de réplica, es un término teórico, que incluye la forma de la practica social de interpretar,
reproducir y apropiarse de la naturaleza por parte del indígena, y se puede explicar para un
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creyente, que pertenezca a la tradición religiosa mesoamericana, por ejemplo para “El tzotzil que
se encuentra frente a una iglesia puede dedicar unos minutos de oración al Sol. Después entra en la
iglesia y hace lo mismo frente a una de las imágenes de Jesucristo. Explica su actitud diciendo que
primero reza en forma directa al dios verdadero y después a su réplica.” (López Austin, 1995:110).
En el campo de la representación, la réplica sería el reproducir en roca con la técnica de maqueta
estos mismos motivo o ideas, pero con un mayor o menor grado de simbolismo sujeto a la cosmovisión imperante en ese momento histórico.
Por otra parte, en su libro, Tamoanchan y el Tlalocan, López Austin, comenta los puntos de
pensamiento religioso de los grupos indígenas actuales, y centra su interés en responder a la pregunta, de: ¿cómo se forman las réplicas en esta concepción del mundo? Concepto que: “permite
entender muchos de los procesos de la idea de división de la materia divina” y de las concepciones
geográficas y territoriales que tienen estas comunidades.
En su obra, López Austin (1995: 45) nos dice que:
“Uno de los graves problemas con los que se enfrenta el historiador de las tradiciones mesoamericanas es la dificultad de distinguir entre los topónimos registrados en las fuentes, cuáles
lugares pertenecían al mundo de los hombres y cuáles estaban fuera de la ecumene;… y en
donde el mito hace que… los lugares reales se entremezclan con otros de sospechosa naturaleza. El problema se agrava cuando entendemos que el ámbito divino era el arquetipo de las fundaciones terrenales. Las fuentes hablan de algunas ciudades, entre ellas México-Tenochtitlán,
que se fundaron y crecieron obedeciendo el patrón de un modelo imaginario que estaba fuera
de este mundo. Y esto, obviamente, hacía que al repetirse el patrón sobre la tierra se reprodujeran los nombres…” (Énfasis nuestro).
Pero también pensamos nosotros, había la posibilidad de repetir algunas de las características
de los modelos urbanos imaginarios, como podrían ser sus orientaciones calendáricas, su distribución espacial y quizás sus paisajes y la necesidad de estar construido en el agua como sería el
caso de la urbe mexica ubicada en medio de los lagos. En este caso, las maquetas prehispánicas
podrían cumplir con el objetivo de reproducir en miniatura los patrones urbanos de centros arquetípicos. Y también complementar al sitio real donde se ubicaban, quizás carentes de algunos
atributos necesarios.
López Austin nos habla de las peregrinaciones mexicas:
”En el contexto de las migraciones del Posclásico mesoamericano: cada dios patrono guiaba
a su pueblo a una tierra prometida, y esta era una réplica de un mítico lugar de origen. Así,
los pueblos en migración que buscaban el lugar definitivo de establecimiento obedecían a arquetipos míticos. Es de tomarse en cuenta que un grupo o un conjunto de grupos humanos,
procedentes de un norte indeterminado, hayan buscado establecerse en su tierra prometida.
Como era común en los pueblos mesoamericanos de esta época –y posiblemente de épocas
muy anteriores-, atribuirían la guía a los dictados del dios patrono; y la revelación y la donación del territorio, a su gracia. La tierra prometida sería –como también era común- la
réplica del mítico sitio de origen, que podría coincidir con alguno de los lugares en los que
se producían importantes procesos cósmicos. Hay que recordar que la México originaria
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estaba en el cielo, y que había cuatro Tollan: una en el punto del nacimiento del Sol, una más
en el lugar del ocaso, otra en el cenit y la última en el nadir. Estos grupos –como otros muchos grupos en Mesoamérica- viajaban con la ilusión del arribo a la tierra de promisión. Al
establecerse en un sitio reconstruían sobre la tierra su supuesta patria primera. Por ejemplo,
cuando los mexicas detuvieron la migración en Coatépec con la esperanza de encontrar allí
el establecimiento definitivo, se construyó el templo de Huitzilopochtli, y enseguida cada
uno de los templos de los barrios. Todo se tuvo que acomodar en el doble plano terreno y
divino. Se dice que el dios Huitzilopochtli juntó, contó y acomodo a los otros dioses.” (López
Austin, 1995: 47, 62, 63, 71, 216 y 217)
López Austin apunta que para un creyente que pertenezca a la tradición religiosa mesoamericana
había relaciones que quedaban comprendidas en lo que podemos llamar “réplica.”
“Réplica sería un fenómeno derivado de la posibilidad de división y transmisión de la esencia divina.
Como relaciones de réplica pueden mencionarse las que existen entre un lugar mítico y su realización en lugares terrenales, entre un dios y el hombre-dios al que su fuerza posee, entre un dios y sus
imágenes, entre un poblado y la montaña sagrada, entre un ser humano y su alter ego animal, entre
la configuración del cosmos y la de un poblado o una casa, entre un dios y sus advocaciones, entre un
lugar sagrado y los templos, entre un nahual y el ser en el que se nahualiza, entre una montaña sagrada
y una pirámide, etcétera (López Austin 1995: 107), (Énfasis nuestro).
En el plano del urbanismo, la arquitectura prehispánica, la geografía y la concepción indígena del
paisaje y el territorio, el concepto de réplica se podría traducir de la siguiente forma:
“En el plano territorial, los hombres construían sobre la tierra las réplicas de los lugares míticos. Las
ciudades mundanas eran copias de otras que se encontraban fuera de la ecumene, y las pirámides
eran edificios templarios que reproducían la figura de los cerros. La mayor pirámide de México –Tenochtitlán era el Coatépec (“Lugar del Cerro de la Serpiente), importante lugar en el que se produjo
el nacimiento del Sol en el tiempo primordial. Según López de Gómora, los fieles de Cholula pretendieron igualar la pirámide de Quetzalcóatl al volcán Popocatépetl. Fue también común en toda
Mesoamérica que los templos fuesen réplicas del cosmos. Netzahualcóyotl construyó en Texcoco un
templo de nueve pisos, y la causa expresa de su altura y forma fue que nueve eran los cielos” (López
Austin, 1995: 171).
A partir de estas consideraciones podemos decir que una maqueta prehispánica, tallada en
piedra, soporta, la réplica en miniatura del paisaje indígena real, mítico o imaginario, que
puede coincidir con un sitio existente o no y cuyo grado de simbolismo al plasmarlo permitirá
su menor o mayor identificación visual. Pero no debemos olvidar que las réplicas también
son a escala humana como la urbe de Tenochtitlán, cuyo Templo Mayor reproducía al mítico
cerro Coatépec.
Pero las réplicas no sólo son parte del pensamiento religioso de los grupos indígenas y de
cómo conciben el cosmos y el mundo, también se reflejan en la concepción de su paisaje y su
territorio:
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Las réplicas para los huicholes.
Para este grupo indígena, López Austin comenta la siguiente información.
“Las cuevas llenas de agua son lugares sagrados que pertenecen a diversas divinidades. Para los
huicholes... en estos lugares hay una parte de los propios dioses. Su esencia mora en ellos. Esto sucede hasta con las construcciones. Hay todo un orden jerárquico en los templos huicholes. Los de
mayor jerarquía se proyectan en edificios similares, menores, cuya función es la réplica. Los templos pueden tener también réplicas en miniatura en los altares, Como otros pueblos de la tradición
mesoamericana, las réplicas con las que los huicholes tienen mayor contacto son pequeñas construcciones en las que guardan las imágenes de los dioses, el instrumental ceremonial y las almas
de los antepasados que han regresado al mundo en forma de cristales de roca. El pequeño edificio
se llama xíriki (fig. 2). Dentro de los dominios del agua: “Las cuevas son, en resumen, réplicas del
mundo de las diosas acuáticas. Hay, además, una gran réplica, el lugar sagrado por excelencia,
Wirikúta, al que van los huicholes cada año a recolectar peyote. El viaje se hace entre vivencias
místicas. Todo el recorrido se marca con espacios de poder. Todo está cargado de la fuerza de la
reproducción: el agua de sus manantiales sagrados remedia la esterilidad.304” (López Austin, 1995:
143, 145,146), (Énfasis nuestro).
En cuanto a la estructuración espacial del centro ceremonial actual huichol, Johannes Neurath,
también encuentra relaciones de réplica.
“Las estructuras arquitectónicas del centro ceremonial huichol, llamado tukipa, es un ensamblaje de
réplicas: los diferentes templos representan a los más importantes lugares de culto de la geografía ritual
huichola, así que todos los puntos importantes del mundo están reunidos en una plaza… podemos
concluir que el tukipa representa la totalidad del cosmos. El gran templo, por sí solo, también es un
modelo del universo pero, en el contexto de todo el centro ceremonial, únicamente representa una
parte. Para enfatizar las relaciones entre adoratorios y lugares de culto, de una manera u otra, cada
uno de los templos del centro ceremonial, están orientados hacia el lugar sagrado que representan.
El tukipa como centro de un sistema de alineamientos, también es el punto de partida de una red radial
de caminos de peregrinación. Como modelo arquitectónico del cosmos, el tukipa sintetiza las oposiciones binarias que estructuran el universo. El templo principal llamado tuki tiene en su eje central una
fogata que corresponde a la réplica del pueblo de los dioses: Te’akata. Se trata de un centro ceremonial
miniatura construido en un estrecho nicho sobre la pared rocosa de una barranca que se encuentra al
norte del Cerro Ankarika, cerca del pueblo de Tapurie, es el único verdadero centro ceremonial. Así los
conjuntos de templos del tukipa son réplicas de este pequeño adoratorio y de los diversos lugares de
culto.” (Neurath, 1998: 199, 200, 205, 224) (Énfasis nuestro).
López Austin y Neurath, retoman los actuales pensamientos indígenas, referentes a cómo está formado el mundo y de cómo a través de su concepción se forman las réplicas, concepto que puede
explicar procesos en el campo religioso, mitológico y su reflejo en el paisaje y en el territorio, donde
el cerro o la montaña tienen un lugar preponderante.
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Podemos resumir siguiendo nuevamente a López Austin:
“Los dioses patronos ocupan cerros o se transforman en cerros al establecerse cuando se funda una
población. La diosa esposa de Camaxtli, por ejemplo, se convirtió en sierra en Tlaxcala. La toma de
posesión de un territorio implica la extensión en él de distintas manifestaciones de la fuerza divina.
Se ha dicho, con razón, que la pirámide mayor de Tenochtitlán es un cerro, el ‘Cerro de la serpiente’,
Coatépetl. Sin embargo, las funciones especulares que el cerro del dios patrono tuvo en otros tiempos
y lugares hace pensar que la pirámide no podía sustituirlo por completo., y que es sólo una réplica,
llevada hasta el corazón mismo de la población, para aproximar el cerro distante a la morada humana.” (López Austin 1995: 212, 217).
Pero dentro del pensamiento mexica, también era posible que los lugares míticos se ubicaran dentro de la geografía sagrada, sin tener una localización y una réplica real en el territorio. Como el
Mictlán, el Tlalocan, La Casa del Sol y Tamoanchan.
Precisamente de estas ideas parte nuestra hipótesis que los motivos labrados de las maquetas
prehispánicas, responden a modelos de lugares imaginarios, réplicas en miniatura de sitios idealizados, míticos, y lugares de culto, cuyas formas corresponden a un prototipo común o un arquetipo, que fue amoldado a las condiciones naturales del soporte pétreo donde se talló y cuyo diseño
se parece en diferentes grados, a los sitios indígenas reales y terrenales y a los paisajes existentes
circunscritos en su entorno, que le era tangible al mexica dentro de su cosmovisión.
Así, el tallado permitía la “posesión” de un área geográfica real o mítica, y la extensión en ella
de las distintas fuerzas divinas, siendo entonces un pequeño adoratorio generador de la lluvia y sus
motivos una réplica del paisaje sagrado.
Recordemos que una de las características de las maquetas prehispánicas, es la posibilidad que
tienen de acumular y conducir agua a través de pocitas y canalitos que son los elementos esenciales
de sus pequeños diseños y el desplazamiento del líquido se hace sobre lugares, quizás paradisíacos
que se pudieran identificar con los lugares míticos de Tomoanchan y Tlalocan. Es importante antes
subrayar, que al tallarlos en monolitos estos asentamientos legendarios, podían ocuparse elementos
y las formas existentes en el paisaje real en donde habitaba el indígena.
De hecho la compleja estructuración de estos sitios míticos, tienen que ver con las ideas que
los mesoamericanos tenían en cuanto a la forma en que se componía el universo. Ambos lugares
Tamoanchan y Tlalocan, tenían una relación muy estrecha con el agua y la fertilidad, al igual que
los motivos tallados en las maquetas prehispánicas, las cuales tienen un profundo simbolismo relacionado con el líquido que cae y corre sobre el territorio.
Recordemos que el ritual religioso indígena es en buena parte, el manejo de las fuerzas sobrenaturales, la propiciación del retorno de la reproducción por los cauces que el ser humano
necesita para vivir. Por nuestra parte consideramos que la réplica de los fenómenos naturales
ayudaría a que estos volvieran a repetirse en beneficio del grupo que los propicia.
Concluimos que los lugares míticos y mágicos se formaban a partir de lo existente en el mundo
indígena, llenos de agua y vegetación, también eran morada de dioses y ancestros, muy bien estos
paisajes paradisíacos, basados en sitios terrenales, pudieron ser los motivos que se tallaron en las
maquetas prehispánicas las cuales tenían la característica de almacenar, conducir y distribuir la
lluvia por medio de sus pocitas y canalitos y estar compuestos sus diseños con plantas y animales
como el monolito de Acalpixca en Xochimilco.
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Por nuestra parte podemos agregar que había dos tipos de réplicas de los lugares míticos en
el mundo indígena. La primera clase de réplica era en proporciones humanas como la ciudad de
Tenochtitlán o el centro ceremonial huichol llamado tukipa ambos reproducían al cosmos y en
dichas construcciones guardan a sus dioses. El templo principal de nombre tuki reproducía al sitio
Te’akata o “pueblo de los dioses” que era el verdadero lugar sagrado en miniatura construido en un
estrecho nicho sobre la pared rocosa de una barranca que se encuentra al norte del Cerro Andarika.
Es decir, aquí la réplica es construida en una escala mayor que la diminuta aldea de sus dioses.
La segunda forma de réplica era hecha en piedra con la técnica de maqueta; cuya característica
es ser un tallado tridimensional y en miniatura. Aquí los relieves reproducían a una escala reducida, centros urbanos ideales, quizás míticos, utópicos, o arquetipos, pero en el entendido que tenía
que contar con todos los elementos que deberían contener un asentamiento sacro, sus canchas de
juegos de pelota, que no eran juegos en el sentido estricto de la palabra y sus templos con sus drenajes, sus patios y escaleras y los cerros con terrazas agrícolas y sus sistemas de riego, que tenían un
funcionamiento al escurrirles algún líquido vertido en su superficie.
3.5.1. Las maquetas con pocitas son las réplicas de sitios reales, idealizados o lugares míticos.
Partimos de algunas hipótesis centrales: Por un lado consideramos que al tallar en un piedra,
un modelo tridimensional en miniatura, consideraba simbólicamente al soporte pétreo, como
un lugar mítico o real, un cerro, una porción de la región, con sus rasgos topográficos representados por los accidentes propios de la roca. En ellas se tallan las instalaciones urbanas, su
sistema agrícola con sus instalaciones hidráulicas y de regadío, sus animales existentes y simbólicos, además de otros elementos del paisaje.
Así, tenemos que las maquetas y sus soportes pétreos son réplicas reales o míticas de lugares y
cerros terraceados cuyas formas existen en un determinado territorio y que el indígena sintetiza e
idealiza, conforme a las características propias del monolito en donde se esculpieron estos diseños.
Es decir, que las formas existentes en la geografía, son tomadas por el escultor, para crear “sitios” tal
vez inexistentes espacialmente o que equivalen a su región sagrada idealizada.
Podemos decir que sí nos estuviéramos ocupando en el análisis de las representaciones talladas
en piedra, de elementos que se pueden identificar como diminutas escaleras y terracitas agrícolas
con sus sistemas de riego, pero que se refieren a lugares míticos, nos estaríamos enfrentando a un
problema que requeriría otro tipo de metodología en su interpretación y por supuesto quedarían
irresolubles muchos de sus significados sí no se cuentan con los pasajes legendarios que son ilustrados por los diseños grabados llamados maquetas.
Consideramos que para reproducir un sitio a pequeña escala, en su elaboración se tomaron en
cuenta los elementos existentes en su entorno, pero en forma de concepto, es decir, la pirámide, el
templo, las plazas, escalera, el manantial, las terrazas agrícolas, los cerros y la extensión territorial
que fue representada por las propias depresiones de la roca. Y cada uno de estos componentes los
ocuparon individualmente para reproducir un conjunto idealizado, no necesariamente específico
de un lugar real, tal vez como modelo utópicos de ciudades y sitios donde moraban las deidades o
que pertenecían a ellas, lugares sacros, míticos, siendo hasta cierto punto humanizados al tallarlos.
Sin embargo, concentrándonos en las características del diseño de Acalpixca, encontramos
que en algunos casos sus relieves presentan tantos pequeños detalles en las reproducciones de es110
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tructuras, templos y obras hidráulicas, así como el almacenamiento de líquido en sus pocitas, y su
escurrimiento por sus canalitos y escaleritas, que nos hacen titubear que no sea la réplica de un
lugar realmente existente. Podríamos concluir esto sino contáramos con nuestros castillos de arena
la orilla de las playas, los cuales admiten a su realizador un alto grado de libertad en la disposición
de sus componentes, pero dando como resultado final la reproducción en miniatura de un edificio
feudal posiblemente inexistente en el paisaje real.
A partir de este análisis nosotros podemos dar una conclusión parcial, considerando a éstas
maquetas prehispánicas como objetos que representan en miniatura, lugares sagrados reales y algunos míticos, pero con diferentes grados de idealización al representarlos o sitios existentes sólo
en el inconsciente colectivo, piénsese en conceptos de los paraísos o que realmente estos sitios hayan existido en el entorno geográfico, en este caso ocupando un alto porcentaje de “creatividad” al
tallarlos. Por lo que nos situamos en la idea que las maquetas prehispánicas, se refieren a diseños
que lograban reducir los asentamientos urbanos y agrícolas a una escala humana, permitiendo al
indígena apropiarse de una vasta área del territorio, para poder ser ritualizada.
Por tanto los motivos labrados en la piedra podrían ser la representación en miniatura del lugar
al que se le quería rendir culto, tal vez eran ocupados estos diseños en agua, para mostrar y pedir
a las deidades, la forma en que los manantiales, pozos y canales deberían contener y transportar el
líquido para el riego de las terrazas agrícolas, sementeras y chinampas.
3.6. Las maquetas con pocitas son las réplicas de un “modelo común.”
Esta tercer propuesta planteamos que los motivos urbanos labrados en las maquetas indígenas, fueron copiados de un “modelo común” vigente en determinadas épocas históricas y compartido por
distintos grupos culturales para representar paraísos como el Tlalocan, lugares sacros, mitológicos
o quizá asentamientos reales pero idealizados que el indígena sabía reconocer. A éstas conclusiones
llegamos, después de observar que las características propias de la piedra, determinaron en gran
medida las formas y los elementos que se labraron sobre ella.
Además, algunos de estos tallados nos recuerdan sitios reales, debido a la posibilidad de algunas maquetas de almacenar agua en su diseño urbano, (como la de Plazuelas, en Guanajuato
(fig. 10) o, al presentar un funcionamiento de su labrado al verterle algún líquido en su superficie,
quizá con estas características, se buscó reproducir un “modelo común”, en este caso a la ciudad
construida en medio del lago, Tenochtitlán y ocuparla como lugar ideal a ritualizar en otras latitudes geográficas o simplemente reproducir a la urbe mexica como una idea religiosa, válida para
muchos grupos.
Las réplicas en roca no necesariamente tenía que corresponder íntegramente con las medidas
y elementos reales de algún emplazamiento prehispánico, ya que de él se copiaron las formas estructurales tomándolas sólo como concepto; Templo; pirámide; urbe. Por lo que pudo ser difícil su
identificación aún para los usuarios y talladores.
A nivel pictográfico sucede lo mismo, nos informan Anders, Jansen y Reyes: “En el Códice Borgia aparecen en sus páginas 29 a la 47, varios templos con sus patios y sus altares, plazas, una cancha
para el juego de pelota, un rió, cuevas, etc. desafortunadamente, por la representación esquemática
no podemos reconstruir con toda claridad el plan de este centro ceremonial. Es muy interesante
que en el Códice Nutall, pp. 15-19, se ve un centro ceremonial con algunos elementos muy semejan111
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tes a los del Borgia. Posiblemente se trata de un modelo común, usado ampliamente en la época
Postclásica” (Anders, et al, 1993:175).
Comparando los centros urbanos pintados en éstos códices y las réplicas mesoamericanas de
ciudades en piedra, podemos decir que estamos ante un mismo fenómeno, son modelos comunes,
cuyos usuarios, los que tallaron estos diseños y los tlacuilos que pintaron estos motivos, conocían el código simbólico que permitía identificar a éstos lugares2
Para nosotros son ciudades idealizadas que toman los elementos y formas más cercanas de sus
propios centros urbanos, pero por su resolución final fincada en factores religiosos e ideológicos
dan como resultado otro lugar sacralizado y perteneciente a las deidades. Es decir, son ciudades
sacras o míticas que parten de las existentes en el territorio, agregando detalles rituales. Es como
querer reproducir en miniatura un lugar paradisíaco y mítico partiendo de sus propias y reales
instalaciones indígenas urbanas y agrícolas, las cuáles así pueden incluirse dentro del espacio y
morada de los dioses.
Un primer paso que hay que dar para el análisis de las maquetas prehispánicas, es distinguir
entre su técnica de tallado y su práctica social. En cuanto a las formas de tallar estos motivos, las
veremos en el siguiente apartado.
3.7. Posibles técnicas utilizadas para tallar las réplicas en miniatura.
A).- Primero debemos dejar claro es que, la naturaleza, los conocimientos técnicos, científicos y empíricos, utilizados por el hombre mesoamericano, eran los modelos a labrar en piedra, siendo estas obras
su representación de su concepción del universo, es decir, que el tallador no labró algo que no existiera
en su mundo conocido o en el imaginario colectivo. Así, podemos definir, que las maquetas prehispánicas, son las representaciones simbólicas de elementos culturales existentes en el paisaje y cuyas
réplicas sintéticas están permeadas por la cosmovisión imperante en el momento de su elaboración.
Así, el primer requisito para labrar las representaciones en miniatura hechas en roca sólida, era
tener la idea acabada de lo que se quería reproducir, ya que el uso de la piedra en los diseños a tallar
exigía mínimos errores en su elaboración, pues es difícil arreglarlos o modificarlos. Por lo regular al
labrar el motivo se respetaron las formas originales de los soportes pétreos, sus condiciones físicas
y sus propios accidentes, se agregaron a la composición, y se conservó su localización, la cual determinó el tipo de tallado. Es decir, que a partir de las propias características de la piedra se fueron
distribuyendo cada constituyente de la obra. Así, como la incidencia de la luz solar y sombra, los
declives por donde circulaba y se almacenaba el agua, son elementos que debían también tomarse
en cuenta para labrar el motivo.
En el caso que se quiera representar una gran extensión del territorio, ya sea un valle, una ciudad,
una zona productiva, una montaña, aumentaría el nivel simbólico de los elementos a representarse,
2 Las particulares características de las orientaciones de los diminutos diseños de las maquetas en piedra, también se presentan en
el campo de las representaciones en papel, donde Galarza (1989:130) encuentra que “la orientación dentro de los mapas y cartografía indígena no “está indicada por un medio gráfico, porqué todos sabían en aquella civilización que el eje principal o básico
de los documentos era el vertical, de arriba-debajo de la hoja, que seguía la salida y puesta del sol, o sea, del eje Oriente-Poniente.”
Podemos considerar que había un acuerdo social y ordenamiento implícito en la escritura glifica y en la pintura donde todos entendían el mensaje plasmado. Es decir, había un convencionalismo en la manera de interpretar y leer los códices, mapas y documentos pictográficos, así como petroglifos y maquetas talladas en roca
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pues sólo se tendría espacio para reproducir lo más relevante de la región. También ocupando una
escala muy chica esto mismo pasaría. Pero esto, se podría complicar en la medida en que se sintetiza el espacio, se tenderían a simbolizar aún más los objetos a replicar.
Por lo tanto el soporte pétreo se sometía a un proceso de selección muy riguroso donde se buscaban ciertas características de los monolitos, su forma física, ubicación territorial, por lo regular
que dominaran el paisaje de una vasta zona y en algunos casos que se vieran los horizontes calendáricos por donde salía o se ponía el Sol y la incidencia sobre su superficie de la luz solar, el agua y
la lluvia todos estos factores se debían tomar en cuenta a la hora de escogerla entre otras opciones.
Podemos resumir, que;
I. Las características físicas de la piedra, que soporta al diseño en miniatura, son:
1. Tipo de roca, volúmenes, color, dureza, porosidad, tamaño, clase. Estas particularidades, nos
indicarán hasta qué grado pudo almacenar líquido en su diseño.
2. Pueden ser grandes monolitos, peñas, roca madre, piedras aisladas de regular tamaño y pequeñas piedras movibles, como en Chalcatzingo, Morelos. En términos generales, se puede decir, que
son soportes fijos en el territorio. Por lo tanto tenemos que las réplicas prehispánicas con pocitas y
pocitas aisladas, pueden estar labradas, por lo regular en rocas fijas, pero también:
a) En medianas peñas.
b) En grandes monolitos
c) En pequeñas piedras.
3. Algunas son redondas, cónicas, rectangulares, irregulares, puntiagudas, con caras planas o accidentadas, monolitos cilíndricos semejando cerros circulares.
4. Por lo regular son basaltos, aunque también las hay de tezontle (sólo en el caso de las pocitas) y
las tonalidades de las piedras varían de rosa, a grises y amarillas y la gran mayoría son porosas o
tienen grietas por lo que los líquidos que caen en su superficie se filtran o se evaporan rápidamente.
También debe ser vista la dificultad en su manejo: Sí fueron fijas o pudieron ser transportadas
hasta el lugar donde se encuentran o, simplemente se escogió su localización y las particularidades
del paisaje circundante, o las características que presentan las rocas que soportarán el labrado. Por
tanto tuvo que converger la existencia de un sitio propicio y que tuviera piedras interesantes.
De nuestro análisis de campo, podemos afirmar que la mayoría de ellas ocupan su ubicación
natural; es decir, se localizan in situ. Se escogieron territorialmente las más idóneas que respondieran a sus necesidades. Y, las formas que aparentan las piedras implican ser analizadas junto con
el contenido de los motivos labrados.
B).-Para elaborar las réplicas, en muchos de los casos se utilizó modelos de sitios que al reproducirlos en miniatura se tuvieron que sintetizar las formas físicas de los edificios y tierras agrícolas,
la distancia espacial que existía entre ellos, reducir el tamaño de sus componentes y crear símbolos
que en forma abreviada pudieran reportar alguna actividad o práctica realizada ahí, e incluir datos
topográficos, astronómicos o de otro tipo. Cada elemento que identificaba a un paraje, montaña o
un emplazamiento, se tomó en forma aislada, y se talló en uno o en varios soportes pétreos de un
sitio, el diseño de un lugar, por lo que en una piedra ponía al templo, en otra contigua sin respetar
la distancia y su posición geográfica, las terrazas agrícolas, en otra los manantiales existentes en
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la región, dando como resultado nuevos paisajes en miniatura que se alejaban o se acercaban con
diferente intensidad a la geografía real. Por lo que el resultado final puede corresponder a una composición nueva o idealizada.
Para tallar las réplicas en miniatura se ocuparon modelos que no necesariamente tuvieron una
ubicación continua en el territorio o cercana, y el método para labrarlas pudo ser de la forma siguiente: Pensemos que para el indígena mexica, existían en su entorno habitable, ciertos rasgos que
llamaban su atención, por ejemplo, en determinado paraje alejado del lugar donde se hacia el tallado, había un gran manantial, pero también, para su composición podría traer al cerro Tláloc, que
conviviera con en el cerro cercano a sus viviendas donde se habían hecho nuevas terrazas agrícolas,
en el camino hacía Tenochtitlán, existían unas importantes construcciones hidráulicas, que podían
ser el patrón para representar sus sistemas de riego locales y luego en otra piedra poner un templo
muy importante ubicado en medio del lago, en la isla principal, y de otra región copiar las barrancas y cerros que eran los factores más frecuentes que se repetían en las partes altas de su territorio,
además incluir las instalaciones del cerro sagrado del Rey Netzahualcóyotl en Tezcutzingo donde se
habían hecho escaleras en la roca viva que conducían a unos baños rituales. También se pudieron
ocupar elementos prediseñados, ya identificados por todo el grupo, por ejemplo el volcán Iztaccíhuatl y con ello, reproducir un sitio para nosotros inexistente, pero para ellos, fácil de reconocer
y emplear ritualmente. El tallador indígena iba distribuyendo estas instalaciones en la piedra o en
varias piedras según su disponibilidad de superficie y sin seguir una lógica de ubicación real. Al
final la composición podría parecerse en mayor o en menor grado a su sitio real o a uno imaginario,
según el nivel de simbolismo utilizado al elaborar el tallado y el uso que se le fuera asignar al diseño.
Pero, también pudo ser que el tallador indígena no necesariamente tomó como modelo un objeto real, o un sitio cercano o lejano a su comunidad, tampoco se copiaron las características físicas
de las instalaciones existentes en los asentamientos indígenas, sino que se reprodujeron conceptos y
elementos técnicos y naturales que para los hombres prehispánicos eran familiares, por ejemplo, las
formas de las terrazas agrícolas en las faldas de las montañas, así que al tallarlas en piedra se siguió
un código simbólico, lo que permitía inmediatamente ser reconocidas en el diseño labrado, sin que
fueran copiadas de un cerro en especial.
Cada uno de estos elementos conocidos, pirámides y otras construcciones urbanas y agrícolas
como; templos, canchas para juego de pelota, terrazas agrícolas, sistemas de riego, manantiales, baños, pozos, canales, drenajes, escaleras, accesos, cuevas, bardas, murallas, plazas, avenidas y hasta
animales, se tomaban como concepto y con la combinación de todos o alguno de ellos, se tallaron
sitios en la piedra, el resultado final fue una composición, muy parecida a sus ciudades o una “nueva” e idealizada; era un lugar que no correspondía con la realidad, tal y como nuestra estructuración
mental la interpreta, ya que para ellos se habían representado los principales elementos que les daban
una identidad y los rasgos más característicos que identificaban su lugar de convivencia y de trabajo
C).- Ahora bien para el análisis del tema de los relieves se debe partir de las características de los
tallados y de la forma en que el indígena estructuraba su mundo conocido. Por ejemplo, el territorio no era concebido como una extensión continua sino la geografía dividida por estructuras,
pisos, escaleras, niveles, en donde cada uno de ellos completaban la percepción del entorno,
así, la localización de los elementos naturales a reproducir no necesariamente tenían una ubicación próxima en el espacio cotidiano.
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Los temas que el indígena quería representar en miniatura y el uso para su labrado de los
elementos conceptuales más significativos que correspondían a determinado paisaje, se fueron
labrando según la cantidad y disponibilidad de superficie de la roca, respetando su tamaño y
sus propios declives e inclinaciones naturales Además, el estudio de las réplicas indígenas en
miniatura nos permite visualizar una concepción espacial no continua del territorio por
parte del indígena, lo que da como resultado que un determinado cerro alejado pudiera
convivir dentro de estos relieves, con las construcciones del asentamiento cercano, lo que
permitía que un elemento fuera de su región, pudiera ser interpretado como perteneciente
a su lugar de establecimiento, sin importar la distancia que hubiera entre ellos, quizás al
tallar la réplica de su montaña sagrada ayudaba a acercarla ideológicamente a sus comunidades. Así, el Popocatépetl a pesar de su lejanía, podía estar presente en sus asentamientos
a través de una concepción no lineal del espacio, aprovechando la posibilidad de captarlo visualmente desde sus áreas y cerros cercanos a donde se desarrollaba su convivencia. A pesar de
no ser una porción territorial que se pueda identificar cuando se carece del conocimiento del
código simbólico, se puede decir que es una maqueta de una región, en extremo sintetizada y
sin seguir una lógica de ubicación territorial lineal. Al tallar las réplicas prehispánicas sé podía
reproducir una región o un lugar específico, que no siempre correspondía exactamente con un
sitio en particular, parecido a lo que sucede con las modernas reproducciones de los castillos de
arena en nuestras playas.
Así, el indígena podría crear nuevos paisajes en pequeño sin que existiera su contraparte en el
territorio, copias de sus emplazamientos reales, locales o regionales e incluso idealizarlos, réplicas
de sus lugares míticos, tomando como modelo las ideas que tenía de cómo eran estos y todas estas
composiciones si fueran tridimensionales y en miniatura serían maquetas.
Por lo que la técnica empleado para tallar los motivos, pudieron ser de las siguientes formas:
1. Al tallar los relieves sólo se ocuparon conceptos para reproducirlos, es decir, del templo indígena, solo se tomaron sus escaleras como sus elementos más representativos que identifican
a estos edificios y puede corresponder a una construcción existente o imaginaria.
2. Al tallar los relieves se tomaron la forma de un templo ubicado en una región, luego un
cerro terraceado más cercano y algunos manantiales de otro sitio alejado y con todos ellos se
creó un nuevo paisaje en miniatura, siguiendo los relieves naturales de la piedra.
3. Al tallar los relieves sólo se tomaron las características físicas de los elementos a representar,
sin tener una localización en el territorio y con los elementos que los identifican a cada uno (un
templo, un cerro, un manantial, etc.), crearon lugares míticos o idealizados.
4. Al tallar los relieves se copiaron fielmente los elementos existentes en el paisaje.
5. Al tallar los relieves de los elementos existentes en el paisaje se idealizaron en su totalidad.
D).- Reutilización del soporte pétreo.
También se debe tomar en cuenta que a lo largo de varios momentos históricos, los relieves han
sufrido cambios, al pasar de tallados de pocitas muy simples a diseños más complejos, que nos habla de una reutilización del soporte pétreo, por varias culturas indígenas produciéndose un sincretismo entre ellas; olmecas, Teotihuacanos, mayas y mexicas. Y el paso de una menor a una mayor
elaboración del ritual y un aumento en la complejización de la cosmovisión mesoamericana.
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La reutilización de símbolos, dioses, sitios, lugares, herramientas, material de diversos tipos,
experiencias, soportes pétreos fue común en diferentes épocas históricas. Por lo menos en la etapa
prehispánica, vemos dos tipos de prácticas de re-uso:
a) Se reutiliza la piedra donde hay labrado un motivo, para labrar otro nuevo e independiente.
Tenemos un ejemplo en que la piedra donde antiguamente se tallaron pocitas, fue luego ocupada
en su parte posterior, para labrar una escultura de una deidad como en San Mateo Nopala, Estado
de México, (comunicación personal Francisco Rivas, 1998). Quizás trataron de aprovechar la antigua y acumulada fuerza sagrada de la piedra, así tendríamos que la reutilización de los soportes
pétreos, además de permitir un sincretismo entre símbolos, también permitía posesionarse de la
acumulación de poder divino.
b) Se reutiliza el tallado antiguo sincretizándose con un nuevo o aumentando su contenido
simbólico.
Por nuestra parte (Zimbrón, 1992), encontramos otra ejemplo y forma de reutilización del
tema labrado; del análisis técnico de la forma en que se entresacaron los relieves de la réplica de
Acalpixca, es importante mencionar que los ejes punteados de la “Cruz Punteada” Teotihuacana,
sirvieron, y fueron reutilizados por los posteriores talladores xochimilcas, como guías para realizar,
proporcionar, ubicar y orientar en la superficie de este gran monolito el motivo tridimensional en
miniatura, compuesto por templitos, escaleritas de varios tipos y las terracitas agrícolas, con sus
pocitos y canalitos que constituyen el pequeño sistema hidráulico que riegan estas simbólicas tierras de labor y a la vez que permitieron dibujar los cuerpos de animales, idealizados con un estilo
mexica, parecido a los petroglifos cercanos. Además, en el propio diseño tallado se encuentran elementos que pueden considerarse como entes orientadores del labrado y que lo ordenan y le proporciona relación con el entorno circundante. Sin embargo, esta observación no se puede generalizar
a todos los diseños de este tipo encontrados en Xochimilco.
Así tenemos que la “Cruz Punteada”, sus ejes, los templitos, pocitas y escaleritas, se funden en
un solo diseño, produciéndose por lo tanto un sincretismo técnico y simbólico entre elementos
Teotihuacanos y xochimilcas, tanto a nivel de la elaboración práctica del tallado, como a su uso
ritual, simbólico y calendárico o también quizás proporcionando un nuevo discurso con diferente
significado al que tenia cada uno de estos elementos en su inicio (fig. 35).
3.8. La piedra es la representación simbólica de cerros.
Llegamos a varias conclusiones interesantes, por un lado, encontramos que dentro de la cosmovisión indígena, la piedra era parte del cerro y llegaba a simbolizarlo, así en las representaciones
iconográficas de estas prominencias, en sus faldas se dibujaban la figura sintética de las piedras
que podrían significar pertenencia o ser parte de ellas. Así, en las faldas del jeroglifo Altepetl, se
dibujaban en los códices unas volutas en forma de rombo con que se identificaban las rocas pertenecientes al icono del monte. (cfr. Broda 1996, 1997b). Es decir, la ilustración de la montaña, tenía
como característica distintiva el ser dibujada con sus piedras pertenecientes y, por tanto asociadas
con ellas. Las peñas y monolitos, los abrigos montañosos, formaban parte del glifo del cerro. Esto
es lo que nos permite conjeturar que, las rocas con diseños labrados con terracitas, o modelos escalonados y diseños afines eran entendidas como diminutos cerritos terraceados por parte de los
indígenas, ya que eran elementos constituyentes de su propia imagen iconográfica donde el soporte
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pétreo simbólicamente representa a la montaña, a la región o porciones del territorio, por lo que
algunos de estos motivos se pueden definir, como piedras arqueológicas de cerros terraceados en
miniatura. En otros casos, la imagen del cerro se confundía con el templo, siendo ambos elementos constituyentes de un mismo símbolo, que se podía entender como morada o recinto de alguna
deidad (fig. 20).
Un punto importante que debemos dejar anotado, es aquel en el cual, cuando el tallador
indígena empieza a labrar escaleras3, que en algunos casos son la representación más sintética
de templos, y pocitas, la roca en ese momento empieza a significar un “lugar” ya definido, un
“territorio”, una “región”, sin que fuera necesario que el diseño se identificara exactamente con
un sitio real.
Estamos suponiendo que las piedras escogidas para ser talladas se sometían a un ritual para
darle un carácter sacro, que la diferenciaba de las adyacentes, quizás como un culto ancestral a la
piedra4 y que estas rocas aún sin tallados, podían ocuparse como altares naturales y puntos de observación territorial y astronómica.
Precisamente su carácter religioso y su uso ritual producían que luego fueran en algunos casos
reutilizados en la elaboración de otros temas referidos a sus dioses y mitos más elaborados. Por otro
lado, nuestras réplicas en piedras no fueron hechas para reproducirse a escala real, las construcciones que aparecen en los relieves ya existían o formaban parte de un prototipo común dentro del
pensamiento indígena y se les representaba idealizadamente.
3 Es importante comentar que hay distintos diseños de escaleras talladas en las maquetas prehispánicas, algunas son escalones que
forman parte de los caminos de acceso a un sitio, otras menos definidas pueden ser terracitas agrícolas y las más simétricas y rectas son escalinatas de templos que en algunos casos están rematadas en su cúspide por nichos, cuevas o terrazas. También algunas
escaleras son elementos que permiten llegar a plataformas más elevadas dentro de las accidentadas formas de la roca.
4 CULTO A LA PIEDRA: A partir de los cronistas del siglo XVI, sabemos que las rocas ocupadas en determinada actividad constructiva, artística, cultural, científica y religiosa, eran seleccionadas escrupulosamente entre varias de su tipo y, en ocasiones
trasladadas desde sitios lejanos. Se les brindaba un ceremonial ya sea antes de ser labradas, durante el trayecto y en los primeros
momentos en que se empezaba a realizar la obra en la cual se iba a ocupar.
Su tamaño, forma, dureza, grosor, tipo, clase y ubicación eran elementos determinantes para ser escogidas entre muchas, por lo que
pensamos que antes de su recolección y búsqueda, ya se tenía en mente y en proyecto la magnitud de los motivos a tallar y las
características que se requerían para realizarlo.
Contamos con un ejemplo en Durán (1984, T.II, Cap. LXVI: 485 y 486) de como Moctezuma mandó buscar la mayor piedra que se
encontrara para el sacrificio ya que la que se tenía era angosta y dificultaba el desollamiento de los sacrificados. Para esto llamó a
los canteros de la ciudad para que hallasen en todas partes y lugares de la provincia, la mayor y más ancha roca que hubiese, “de
la cual se labrase rica y curiosamente la piedra llamada Temalacatl... “piedra redonda”. Finalmente, en Aculco provincia de Chalco
encontraron una “muy poderosa y apropiada.”
Para su trasladó se convocó a los habitantes de Xochimilco, Cuitláhuac, Iztapalapa, Culhuacán, Mexicalzingo y Huitzilopochco, con
sus herramientas para transportarla y a cambio, el señor de Tenochtitlán los proveería de comida durante todo el tiempo requerido. De hecho era requisito hacerle rituales a la roca y para ello fueron enviados sacerdotes mexicas, los cuáles se vistieron con
sus ropas apropiadas “y tomaron aquél papel que habían llevado y cubrieron toda la piedra con él; incensaron la muchas veces a la
redonda, haciendo grandes ceremonias y derramando sobre ella copal derretido y de aquel hule, juntamente matando de aquellas
codornices y derramando la sangre de ellas sobre la piedra. Y juntamente mandó fuesen los cantores de los templos, para que
bailasen y cantasen delante de la piedra, cuando viniesen por el camino” (Durán 1984, T.II, Cap. LXVI: 485 y 486).
Así, podemos sugerir que en términos generales a la roca se le rendía culto, principalmente aquellas que eran seleccionadas para determinados fines y actividades productivas y sociales. En el paraje de piedra larga, en Santa Cruz Acalpixca en Xochimilco, aun se
le baila a un gran monolito, que le da nombre a este sitio. (Ver el apartado de análisis Arqueoastronómico en este mismo capítulo).
No como un culto a la piedra, pero otras eran ocupadas como medicina en curaciones rituales e incluso como utensilio para contar
y censar el número de habitantes de determinada comunidad. Aun ahora, durante las peregrinaciones de los habitantes de Xochimilco y Milpa Alta a Chalma, los caminantes al llegar a un punto del camino ubicado en las faldas del Ajusco, arrojan su piedra
que levantaron en el recorrido, dicen que para “dejar el cansancio” y van formando cerritos pedregosos, que luego los coronan
con cruces. Quizás algunos de los pequeños montículos que aún se pueden ver en las zonas de terrazas agrícolas en Xochimilco,
se originaron de esta forma.
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Fig. 20. Representación Iconográfica del Cerro Tláloc.
(Códice Borbónico.) (Según Broda 1996:40).
Dentro de esto es importante mencionar que los soportes pétreos escogidos para elaborar determinado diseño en miniatura, eran seleccionados meticulosamente, buscando ciertas particularidades,
entre ellas sus formas físicas caprichosas que las diferenciaran de las demás: su gran tamaño o sus
reducidas proporciones, sus caras casi planas, las características de sus vetas y los accidentes propios que eran aprovechados en el tallado; el color, su dureza y la ubicación natural que tenían, como
hemos visto, en la mayoría de los casos eran respetadas.
De este modo, en las piedras donde se labraron los diseños tridimensionales y en miniatura,
simbolizaban y aparentaban un paisaje en miniatura. La accidentada superficie pétrea, se consideraba como los rasgos topográficos de un territorio real o imaginario. Así, el hombre prehispánico
no labró sus prototipos en cualquier monolito, sino que buscó aquellos en que las características
caprichosas de las superficies rocosas, fueran lo más parecidas a los relieves del paisaje circundante
de un determinado asentamiento o que reprodujeran los accidentes del entorno geográfico, y en
ocasiones presentan rasgos similares a las elevaciones montañosas cercanas y cierto parecido con
la topografía aledaña, con cortes y superficies planas que asemejan plataformas y pendientes terraceadas, combinadas con depresiones o partes del territorio que emergen.
Podemos resumir que muchos de estos tallados se relacionan con los rasgos topográficos y
geográficos del entorno natural donde se ubican, tratando de imitar sus formas visuales, e incluyen
a la infraestructura y equipamiento existente construido tecnológicamente, en donde la piedra,
soporte del motivo labrado, adquiere un valor simbólico del territorio y de la montaña misma,
por lo que se pueden considerar, como piedras-cerros o cerritos terraceados, en sí son miniaturas en roca del paisaje circundante o lejano, donde su réplica fue hecha con diferentes grados
de idealización.
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También el sitio o contexto donde se localiza una maqueta o una “pocita” debe ser considerado como parte del significado que contiene el diseño o la piedra que lo soporta.
Es decir todas las rocas, vegetación, otros petroglifos y motivos tallados, así como los elementos naturales que inciden sobre el diseño, deben ser leídos como pequeñas porciones del territorio
y de la geografía o representaciones en miniatura del paisaje, donde se plasman ciertos momentos
sociales, son pequeños escenarios donde los acontecimientos míticos, religiosos y rituales cobran
vida, son ventanitas de la realidad que dan acceso a un lugar sagrado inscrito en un espacio ínfimo
perteneciente a una mayor extensión. Es un recorte de la topografía que simbólicamente representa
un sitio diferente a su entorno pero circunscrito a él mismo. Son diminutos paisajitos pétreos montañosos y accidentados dentro del paisaje real.
Las peñas cercanas a una maqueta con pocitas y terrazas, al igual que ellas mismas, deben
ser consideradas como representaciones de cerros y montañas, partes constituyentes de una
región en miniatura, donde el hombre aparece como gigante que puede manipular ritualmente
este diminuto espacio sagrado.
Por tanto, una zona pedregosa o un conjunto de piedras en alguna cima, se podría considerar
como la réplica natural de un paisaje o lugar sagrado a pequeña escala, propenso a ser ocupado por
los indígenas para tallar diferentes motivos. También se seleccionaban aquellos soportes pétreos
que poseyeran como característica natural, secciones en que se pudiera acumular agua y las que
presentaran formas que pudieran interpretarse como paisajes en miniatura parecidos a los existentes a su alrededor o que al observar su ubicación se tuviera un referente en el territorio (fig. 10).
Al parecer los indígenas escogieron piedras que en forma física las diferenciaran de las que se
encontraban a su alrededor, y sí había más rocas contiguas a la seleccionada se consideraba como
un conjunto de elementos y rasgos topográficos pertenecientes a una región verdadera o idealizada
a pequeña escala. Así, los relieves en miniatura eran tallados dentro de un pequeño territorio simbolizado por la roca, en donde su integración era total al paisaje tanto del soporte pétreo como del
labrado, al no irrumpir abruptamente con el entorno. Además, las piedras donde se elaboraron
los pequeños diseños, fueron respetadas tanto en su tamaño como en su ubicación original al
conservar el mismo sitio en que se encontraban antes de ser talladas, buscando que desde ellas
se dominara una amplia extensión, se viera determinado cerro, manantial, lago o se apreciara
alguna posición importante del Sol en el horizonte durante su orto u ocaso.
Así, las piedras podían simbolizar una zona montañosa con sus lagos y manantiales y una piedra aislada, o en conjunto, ser representaciones de cerros con su sistema de terrazas agrícolas y
su red de riego. Por lo que una piedra, al ser ésta, considerada simbólicamente como cerro o como
parte de él, al tallar una pocita en su cúspide inmediatamente nos permite considerarla como la
réplica de un cerro con su pozo de almacenamiento de agua, de lluvia o bien, un cerro con su recipiente de autosacrificio (fig. 6). Por otro lado, estas obras reproducen una porción del territorio o
un lugar específico, urbano o agrícola, pudiendo representar una zona extensa o un sitio por lo que
se pueden clasificar como prototipos regionales y locales de lugares reales, idealizados o míticos.
Al interpretarse a la piedra como la copia de un cerro o una porción del territorio, estaríamos ante
un modelo que trata de reproducir o equivaler a los rasgos topográficos de determinada zona, región o cima. Tenemos entonces dos clases de maquetas, una regional (fig. 5), donde los elementos y
espacios se sintetizaron al máximo y otra local (fig. 6), la cual debido a las proporciones del motivo
reproducido, pudieron plasmarse más detalles del sitio original.
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Estamos proponiendo que la piedra soporte grande o pequeña deben ser vistas como representaciones simbólicas de cerros, volcanes, montañas, porciones del territorio, sitios montañosos,
la región, el asentamiento indígena y su altépetl, muchas de las ocasiones, terraceados con sus
sistemas de regadío, donde los propios accidentes de estas piedras simulan los relieves topográficos
del entorno, viendo en ellos accidentados paisajes en miniatura que se hacían evidentes cuando se
tallaban en su superficie algún motivo urbano o agrícola y su infraestructura hidráulica o la réplica
del cosmos. Es decir, en estos grabados en miniatura, la piedra representaba una porción territorial,
con sus accidentes topográficos y con sus montañas, ríos, lagos, canales, cañadas, valles, cuevas,
acantilados y cerros terraceados.
Así, un afloramiento de rocas y en cada una de ellas aparecen diferentes tipos de estos tallados
se interpretarían como reducidas regiones geográficas, que representan la réplica de un paisaje a
diminuta escala, es decir, paisajes en miniatura de algún lugar, quizás no específico. A esta clase de
relieves pétreos con motivos urbanos y agrícolas, proponemos que se llamen “paisajes rituales en
miniatura tallados en piedra.”
Por tanto, entender primero el significado de la piedra en la cosmovisión indígena constituye una tarea fundamental para acercarnos a los verdaderos usos de estos monolitos, así como
detectar las prácticas indígenas en que se elaboraban las miniaturas de cerros y donde visual y
formalmente reproducían el universo, su territorio, sus asentamientos humanos y sus paisajes.
Una piedra donde se talló una pocita, simbólicamente representa a un cerro con su caja interna
de agua. Y a veces estas mismas piedras tienen formas antropomorfas, de plantas y de animales.
Por otra parte, las pocitas por lo regular se labran en las cimas de éstos “pequeños cerritos arqueológicos terraceados” y conducen algún líquido que procede de la lluvia o que se les llegue a verter
(fig. 5). Los hoyitos se unen entre sí por canalitos y a veces pasan a formar los cuerpos de animales
y plantas (fig. 5 y 12). En ocasiones las concavidades también significan cuevas y nichos cuando
están en las caras laterales de la piedra, además de ser representaciones de manantiales y cuerpos
de agua, cuando están en su superficie. Las pirámides para representarlas en miniatura se sintetizan
en escaleras, que algunas veces se confunden con las formas utilizadas para simbolizar a las terrazas
agrícolas (fig. 29).
Podemos concluir que en el análisis de las réplicas en miniatura debemos considerar el valor
“simbólico” que toma la piedra soporte del tallado, al equipararla el indígena con cerros en
miniatura o porciones del territorio y su topografía cuyos rasgos y relieves son simulados con
los accidentes propios de su superficie pétrea
Así, los cerros fueron reproducidos por los mexica y otros grupos indígenas, ocupando distintas técnicas de representación y utilizando diversos materiales y diferentes grados de simbolismo al elaborar las copias idealizadas en miniatura de las principales montañas de la Cuenca
del Valle de México.
Con la identificación de los motivos labrados en el monolito de Acalpixcan5, Xochimilco detectamos que la roca era considerada por el indígena como una porción del territorio, región
5 En nuestros anteriores trabajos sobre la réplica de Acalpixca, decíamos que en ella, siguiendo a Cook de Leonard, se representaba
para ser vista desde arriba, las copias en miniatura de templos, plataformas, escaleras, terrazas agrícolas y pocitas, además de una
diminuta red hidráulica, compuesta de manantiales, simulados por canalitos y pocitos que funcionaban simbólicamente en las
temporadas de lluvias o al verterle algún líquido, y todo esto esculpido encima de una cruz punteada teotihuacana.
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montañosa o como equivalente de un cerro, siendo su borde el límite territorial de una bahía.
(Zimbrón 1991: 21 y 1992, pie de figura 3: 62.)
Del estudio de los temas labrados en la gran peña xochimilca, pudimos ver que cada uno de sus
elementos constituyentes, ya sea en forma individual o como conjunto, se repetían en otras rocas
trabajadas bajo la técnica de maqueta, localizadas en otras latitudes de Mesoamérica. Así, a lo largo
de nuestros recorridos por las montañas, valles y pueblos del sur de lo que fue la Cuenca de México,
al norte cerca de Teotihuacán, en la región de los grandes volcanes nevados, en el Estado de México, encontramos, peñas con pequeños diseños, que tenían como motivos específicos y recurrentes,
pocitas y canalitos con temas urbanos y terrazas agrícolas.
Los lugares donde se localizan las pocitas y maquetas, son generalmente pequeñas zonas pedregosas situadas en las faldas y cimas de cerros, están formadas por lo regular por conjuntos de
rocas de medianas dimensiones distribuidas en forma natural en una porción del terreno. Estas
concentraciones de rocas en donde algunas aparecen talladas con terracitas agrícolas, escaleras,
canalitos y pocitas, se consideraban como regiones topográficas en miniatura donde cada elemento
pétreo representaba una montaña, cerro o volcán en este pequeño sitio (fig. 5).
Son paisajitos insertos a la orilla del lago, en los caminos, en las planicies, acantilados y crestas
de sitios elevados, que pueden corresponder o no a un determinado paisaje existente en la naturaleza
cerca o lejos de donde su ubican y a través de copiar sus formas en el tallado se trataba de reproducir
su aspecto verdadero. Son altares que reproducen el medio ambiente que los circunscribe ya modificado por el hombre, territorios pétreos dedicados al ritual y a la observación de la naturaleza.
En ellos se reflejan el pensamiento indígena y la característica de concebir en planos superpuestos al paisaje, como una serie de fotografías del entorno, traslapadas entre sí para construir la
geografía en que se trabaja y habita. Esta concepción espacial por niveles jerárquicos y las diversas
estructuras en que se cree que estaba compuesta la realidad geográfica, hacen que se interprete al
paisaje como constituido por varios planos sobrepuestos donde cohabitan diferentes formas topográficas con variadas tallas y dimensiones.
En la cartografía mesoamericana esta percepción de la geografía dio como resultado la creación de elementos glíficos o... “pequeñas imágenes”... que dan lugar sobre todo a la obtención de los
topónimos formados por diminutos paisajes que se insertan dentro de la composición general de
determinado territorio... “De acuerdo con el relato, los nombres de lugares se colocan en un espacio que puede ser reflejo de la realidad o situarse enteramente fuera de esta. De este modo, pueden
figurar dentro del paisaje, al mismo tiempo que son glifos de toponimia” (Galarza, 1989:126).
Posiblemente las imágenes mentales que se tenían de los sitios materiales y míticos en el mundo
indígena, nos ayuden a comprender como eran concebidos los motivos a labrar en piedra utilizando la técnica de maqueta. Es a partir de las características físicas existentes en el paisaje que se
construyen las réplicas. Por ejemplo, la ciudad de Tenochtitlán era la reproducción del cosmos en la
medida que copiaba la concepción que se tenía del universo y la manera en que se pensaba que se
estructuraba espacialmente. Otro caso, sería el de una pirámide que era la representación de un
cerro terraceado, ya que sus formas geométricas piramidales, se acercaban a la morfología de estas
prominencias existentes en el paisaje. El propio Tlalocan se estructuraba con los elementos reales
del entorno indígena y además se agregaban imágenes que correspondían a la manera en que veían
el mundo, es decir, a su cosmovisión. El resultado era un sitio paradisíaco, construido con elementos
terrenales o imaginarios, pero que partían de su universo conocido y como este era interpretado.
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Así, en el mundo mesoamericano los lugares esculpidos en las rocas, serían nuevos centros
urbanos, ahora existentes gracias al labrado de su diseño, que podían parecerse o no a algún sitio
real. Debido a su confección con gran carga imaginaria serían propensos a representar, el Tamoanchan, el Tlalocan, el Mictlán, paraísos e inframundos. Es decir, pueden ser réplicas simbólicas en
miniatura de sitios sagrados.
El Tlalocan era un lugar de exuberante vegetación y contenía muchas riquezas, ubicado debajo
de la tierra se conectaba con el mar, por medio de sus ríos, manantiales y lagos y en él sólo había
una estación de constante lluvia. En él nunca se sufre, nunca falta el elote, la calabaza, la flor de
calabaza, el huauzontle, el chilchote, el jitomate, el ejote, la cempoalxóchitl, el chile. Ahí, vivían los
tlaloques y los muertos y ancestros. Estas imágenes mentales de este lugar mítico, seguramente
provienen de la descripción de lo que sucede en las selvas tropicales cuya extensión era mucho
mayor que en la actualidad, por ejemplo, los ríos subterráneos del área maya, muy bien podían ser
los ramales que conectaban al Tlalocan con el Mar. Los vegetales existentes en este sitio mítico eran
la base de la alimentación indígena.
Además se creía que los cerros contenían en su interior agua que luego era liberada durante la
temporada de lluvia (Broda 1982, 1991a).
Podemos decir que las imágenes de este paraíso fueron construidas a partir del mundo conocido por el indígena y el grado de conocimiento que se tenía de la naturaleza. Si se quisiera
reproducir estas imágenes mentales en piedra, uno de los requisitos fundamentales podría ser
el que contuvieran líquidos dichos relieves y esto se podría lograr con la lluvia o por medio
de canalitos que proporcionaran el agua permanente de un manantial. También los cerros con
agua, muy bien pudieran ser representados en una piedra que simbolizara la montaña y una
pocita tallada en su cima, podría ser el compartimiento donde almacenar su agua subterránea.
Las maquetas prehispánicas pudieron tener la finalidad de reproducir el Tlalocan, pero también el paisaje local y regional del indígena, con diferentes grados de idealización y simbolismo al hacerlo.
Podemos sintetizar que estos diseños en piedra contienen intrínsecamente una técnica de representación mediante la cual fueron producidos y un mensaje simbólico:
1 Por su técnica de representación son maquetas.
2 Por sus motivos labrados se pueden considerar como réplicas, entendida como una práctica
social y mental generalizada en esa época. Son prototipos de asentamientos, que fueron concebidos a partir de una determinada manera de interpretar el mundo conocido del indígena.
Es un hecho que para analizar cualquier objeto prehispánico, su estudio tiene que partir de identificar la sociedad que lo produjo, la cosmovisión imperante en ese momento histórico y la tecnología
aplicada en producirlo. Las réplicas prehispánicas son el resultado de la combinación de elementos
y prácticas sociales, ideológicas y materiales, que tuvieron como finalidad representar motivos con
determinado significado, uso y función, y cuyo objetivo era cubrir algunas necesidades del grupo
que las elaboró. Por lo anterior, pensamos que dentro de la sociedad indígena, el uso de estos relieves, su función y simbolismo, tuvieron una autonomía relativa con respecto a la técnica de maqueta, ocupada para labrar estos pequeños motivos.
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Por otra parte podemos sugerir que el soporte pétreo donde se talló con la técnica de maqueta algún
motivo, simboliza:
1. La región (fig. 16).
2. El territorio (fig. 5).
3. La topografía de un lugar real, mítico o imaginario (fig. 5).
4. Un cerro terraceado (fig. 6)
5. Un cerro con su depósito interno de agua (fig. 6).
6. Zonas de manantiales (fig. 11).
7. Zonas montañosas.
8. Zonas abruptas (fig. 5).
9. Relieves del horizonte (fig. 21)
Figura 21. El borde de la peña donde se talló el
petroglifo del “Guerrero” en la cima del Xochitepec, parece reproducir el horizonte oriental del
Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
3.9. La localización territorial de las réplicas con pocitas y pocitas aisladas.
Ahora bien, aplicando un criterio en cuanto a la localización de las réplicas prehispánicas y pocitas talladas en piedra permite la posibilidad de ocuparse a nivel ritual, ya que se observa que se
ubican en lugares con espacio reducido, donde sólo un pequeño grupo de personas pudieran estar
en torno al diseño, en otros sitios la extensión es mayor, y es raro encontrar que presenten cierta
privacidad o cuenta con un solo acceso.
Por lo regular es fácil llegar a estas rocas trabajadas, no se tiene que hacer por medios peligrosos o muy complicados y casi nunca es restringida la entrada por la existencia de murallas o
que tengan barreras naturales insalvables, aunque no podemos saber hasta qué grado existieron
impedimentos sociales para ser ocupadas estas piedras en actividades rituales por distintos grupos
étnicos o los mismos habitantes cercanos a ellas.
Observando la posición espacial de las pocitas y las réplicas en miniatura hemos encontrado que se ubican indicando el acceso territorial a algún lugar determinado, ya sea que se
encuentren en los cruceros o a la orilla de caminos o a lo largo de las antiguas rutas comerciales
y de peregrinación, marcando límites ecológicos territoriales, en donde se establecen fronteras
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culturales, geográficas y políticas. Pero también las hay en el corazón mismo de las zonas productivas y de convivencia indígena, en accesos a distintos sitios con diversas actividades económicas, caza y pesca, zonas agrícolas de chinampas y terrazas agrícolas y sus sistemas de riego,
también las hay en regiones cercanas a instalaciones urbanas, templos y sitios ceremoniales,
lagos, ríos, escurrimientos naturales y cuerpos de agua, o simplemente fueron hechas dentro
de la corriente y en la ribera y lechos de los ríos y a la orilla del lago y sus canales, y donde se
producían escurrimientos o pasos intermitentes de liquido, en islotes que son cubiertos por
agua durante la temporada de lluvia, por lo que en ocasiones se llegaba por canoa al lugar.
Así, para visitar a algunos de estos relieves, se tenía que cruzar el lago, subir prominencias poco
elevadas o caminar por tierras bordeando la costa y acantilados, transitar en contigüidad a las zonas agrícolas, ocupar caminos reales cercanos a los bosques, en los cruceros de senderos, circular
por las rutas comerciales y de peregrinación.
Tenemos varios casos en que las maquetas están cercanas a estructuras piramidales y otras instalaciones, como serian las de San Lucas Xochimanca en Xochimilco, San Miguel Topilejo en Tlalpan, El Cerro Mazatepetl o del Judío en Contreras, lo que nos hace pensar en la existencia de sitios
especializados en determinados ritos dentro de un mismo asentamiento ceremonial. Pero también
las pocitas y sus cerros-piedras, podrían estar asociadas a otros motivos, maquetas y petroglifos,
pintura rupestre, cruces punteadas Teotihuacanas y esculturas de deidades femeninas, por Tláloc y
otros personajes grabados siendo parte de su ornato religioso, como sucede con el relieve del Rey
en Chalcatzingo (fig. 15) o bien aisladas en el territorio.
También se detectó que algunos de estos relieves tridimensionales estuvieron dirigidos en forma natural, de manera que desde ellos se pudieran ver rasgos relevantes del paisaje, como el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, accidentes topográficos importantes como barrancas, cuevas, valles,
bosques, cuerpos de agua, cráteres y cerros terraceados, elementos geográficos a los cuáles estaban
asociados los motivos tallados y cuyo simbolismo participaba dentro de los rituales, la religión y la
cultura indígena (fig. 87).
Esto tallados guardan una lógica en su ubicación, se encuentran en las faldas y cimas de cerros
y pequeñas lomas, en los voladeros de ciertos cerros, y vértebras de las montañas, cerca de los
volcanes nevados, en prominentes peñascos que dominan el paisaje, dentro de las sementeras
y terrazas agrícolas, en zonas boscosas, valles y también en zonas áridas, en regiones en que
predominó la existencia de humedad. Donde hay una acumulación de roca madre, cimas que
dominan una amplia porción del territorio, en terrenos planos y elevados que permitan ver
hacía algún punto cardinal, principalmente al oriente o al poniente, a un lugar de culto, a una
zona urbana o agrícola, algún cerro terraceado o rasgos importantes del territorio desde donde se
observa algún importante fenómeno solar en alguna fecha calendárica o corte preciso del horizonte
por una formación montañosa local.
Otras pocitas y réplicas se encuentran en forma aislada en el territorio o en acantilados, debajo
de los abrigos montañosos, en las entradas de cuevas -que dan acceso al inframundo- o arriba y
dentro de ellas (fig. 6), formando la concavidad parte de su diseño o debajo de ellas se excava un
nicho. Recordemos que en las cavernas se almacenaba el agua, por lo que se pueden considerar
como parte de los sistemas hidráulicos y de regadío indígena. También se encuentran al interior
de recintos donde se logra filtrar la luz solar, o como parte de nichos formados con la piedra que
contiene las pocitas, en bardas que dividen las zonas productivas. A veces sus diseños representan
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
cuerpos de agua o están asociados a ellos. Siendo otra de las características de estas pequeñas concavidades, al haber sido unidas por canalitos para dibujar los cuerpos de animales y otros objetos,
que aparecen en este tipo de tallados en piedra.
Además parece que algunas pocitas y maquetas fueron surtidas de agua permanente por manantiales cercanos a ellas o por los torrentes de lluvia de temporal, en otras ocasiones formaron parte de
sistemas de riego a pequeña escala y encontramos que en el sitio de Hierve el Agua en Oaxaca, hay
concavidades -de mayor dimensión que las rituales- que fueron utilizadas en la creación de un diminuto sistema hidráulico que abastecía por medio de canales el agua proporcionada por su manantial
y el líquido era dirigido a sus pequeñas terrazas. Todo este lugar podría considerarse como prototipo
por sus reducidas proporciones, pero teniendo un real funcionamiento productivo (fig. 22).
Figura 22. Sistema hidráulico de terrazas
en miniatura. Ubicado en Hierve el Agua,
Oaxaca.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Conociendo las zonas donde se ubican las réplicas y las pocitas, se podrían establecer sitios particulares y especializados dentro del área, así como fijar puntos de referencia en una determinada
porción del territorio, marcando quizás fronteras religiosas, productivas, y ecológicas, indicando el
corazón de la región, el centro cultural y económico, las tierras con diferentes tipos de cultivo, las
características del suelo, los sitios de habitación, la existencia de determinadas especies animales, y
de algún tipo de planta o diferenciando el espacio ideológicamente, extendiendo el valor religioso
del entorno natural. Por lo que podría existir una relación importante entre la localización de las
pocitas y las actividades productivas, religiosas, sus fiestas, ceremonias, rituales y la observación de
la naturaleza.
En Xochimilco, las pocitas y los pequeños tallados, se ubican unas muy cercanas a las otras,
pudiéndose en algunos caso establecer una relación visual entre ellas, hay ejemplos de rocas
labradas que son rápidamente detectables desde diferentes lugares, ya sea por la altura del sitio donde se localizan, por formar parte de peñascos muy prominentes, por las características
propias del terreno donde se sitúan o por la importancia cultural del emplazamiento. En menos
ocasiones por su reducido tamaño no se pueden ver a simple vista o por hallarse en alguna depresión del suelo o en terrenos planos con vegetación abundante lo que hace difícil establecer
claramente su posición espacial.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
En relación con otros elementos culturales, las pocitas se localizan en sitios asociados con estructuras piramidales diferenciando los espacios rituales dentro del lugar, como en San Lucas Xochimanca (fig. 66) y en la “panza” de un personaje labrado en las peñas del Cerro Xochitepec (fig.
86), formando parte del conjunto ceremonial como en San Gregorio Atlapulco (fig. 47), sirviendo
de ornamentación religiosa de petroglifos como en Chalcatzingo (fig. 15), en franco acompañamiento con representaciones de deidades relacionadas con Tláloc (fig. 6) o siendo parte integral de
las Cruces Punteadas Teotihuacanas como en Acalpixca (fig. 35) y Amecameca ( fig. 23).
Figura 23. Cruz punteada con pocita, localizada en Amecameca, Estado de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Los relieves xochimilcas tallados en piedra, que son las copias en miniatura de sitios reales y míticos, los cuales se insertan en el paisaje como uno más de sus elementos integradores. Esta puede
ser una de sus principales características de estos pequeños tallados, que no rompe con el entorno
circundante sino que se suma a él. El diseño es parte de la naturaleza y de su ambiente, y esto le proporciona su significado y razón de ser, más bien las pocitas y petroglifos conviven simbólicamente
con los elementos naturales que los circundan, siendo uno más de ellos.
Las réplicas y pocitas producen una diferenciación de los sitios donde se ubican ya que todo
a su alrededor se interpreta como un paisaje a pequeña escala, inserto dentro del entorno natural,
teniendo estos diseños labrados como una de sus funciones religiosas extender lo sagrado a todo
el territorio en que se circunscribían. Es claro que los motivos labrados en piedra y las pocitas producen una distinción entre los lugares que fueron seleccionados para ubicarlos y aquéllos en que
no aparecen relieves tallados, dándonos sitios con valor cultural e ideológico diverso, que pueden
llamarse por ejemplo, lugares sacros y profanos.
3.9.1. Las pocitas y su ubicación en el territorio sur de la Cuenca del Valle de México.
La localización espacial de las pocitas en el territorio montañoso de Xochimilco y en otros sitios,
se encuentran en:
a. En rocas aisladas (en el Cuahilama en Santa Cruz Acalpixca (fig. 37)).
b. En pequeñas piedras (en el Xochitepec (fig. 85)).
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
c. En un conjunto de piedras (en el Xochitepec y cerro del Judío o Mazatepetl (fig. 11)).
d. En grandes y altos peñascos (límites de Santa Cruz Acalpixca (fig. 43)).
e. En abrigos montañosos (en Xometla cerca de Teotihuacán (fig. 25) y San Mateo Nopala).
f. En la cima de los cerros, volcanes y pequeñas lomas (en el Xochitepec (fig. 85)).
g. Sobre cuevas, cerca de su entrada o dentro de ellas (fig. 6).
h. En los caminos y cruceros (límites de Santa Cruz Acalpixca (fig. 43).
i. En los voladeros y acantilados (San Gregorio Atlapulco (fig.50).
j, En los accesos y límites de un territorio, en San Gregorio Atlapulco (fig. 52).
k. En la ribera de los ríos, en San Mateo Xalpa, en Xochimilco y en Tejupilco Edo. de México
(fig. 24).
Figura 24. Templo en miniatura en una
piedra localizada en la ribera del río
Aquiagua, en Tejupilco, Estado de México.
Foto: Arqueólogo José Hernández, 1998.
l. A orillas del antiguo Lago y en islotes (En Acalpixca (fig. 5)), en “Los Olivos” Tulyehualco
Xochimilco (fig. 71).
m. En los bosques (Tlalmanalco y Milpa Alta (fig. 73)).
n. En terrazas agrícolas y tierras de labor (en San Gregorio Atlapulco (fig. 55)).
o. En zonas mineras y explotación de la sal (En Tejupilco, Edo. De México (fig. 16)).
p. En sitios tradicionales de culto o cercano a ellos (Xochimilco (fig. 87).
q. Asociadas con petroglifos (en Chalcatzingo, Morelos (fig. 15)).
r. Asociadas con Tláloc (en el Cerro de la Estrella (fig. 6)).
s. Asociadas con estructuras piramidales (en el Cerro del Judío (fig.7, 11) y San Lucas Xochimanca, Xochimilco (fig. 66)).
t. Asociadas con nichos y Cruces Punteadas (en Xochimilco (fig. 33 y Amecameca (fig. 23)).
u. Dirigidas para poder ver las puestas del Sol (en Santa Cecilia, Xochimilco (fig. 89)).
v. Dirigidas para poder ver las salidas del Sol o ambos fenómenos (en el Cerro Xochitepec,
Xicomulco, Xochimilco (fig. 85, 95)).
w. Dirigidas a algún cerro o volcán (en Piedra Larga en los límites de Santa Cruz Acalpixca
(fig. 87)).
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x. Dirigidas a un valle y dominando una gran porción del paisaje (en Xochitepec (fig.85)).
y. Alineadas visualmente entre sí (en Santa Cruz, Nativitas, San Gregorio (fig. 47)).
z. Alineadas en forma “natural” con la salida o puesta del Sol en determinada fecha (en Piedra
Larga, en los límites de Santa Cruz Acalpixca y Xochitepec (fig. 85, 87)).
z.a. En años recientes en las zonas semidesértica del Bajío en México, el arqueólogo Carlos
Viramontes Anzures, encontró en los límites territoriales de Querétaro algunas pocitas y escaleritas en piedras aisladas. (Viramontes 2002; 264 y 306).
3.9.2. Temas de las réplicas indígenas fijas en piedra.
Las Réplica prehispánicas con pocitas y pocitas aisladas, pueden tener la siguiente tipología:
En la región sur de la Cuenca de México:
a. Pocitas. Aisladas, o, en grupo y conectadas entre sí por medio de canalitos, formando sistemas hidráulicos en miniatura; drenaje urbano y riego agrícola (fig. 33, 11).
b. Templitos y estructuras piramidales. Con o sin pocitas y canalitos en sus techos (fig. 8, 24).
c. Centros Urbanos o Ciudades en agua. Con equipamiento (plazas y patios, juegos de pelota,
baños, etc.) e infraestructura (drenajes, canales, accesos, vialidad, etc.) (fig. 10, 16).
Diminuta red hidráulica. A veces formando figuras y cuerpos de animales y plantas (fig. 30, 12).
Red de caminos o canales.
Escaleritas. Solas, o como parte de un conjunto urbano o agrícola (fig.29).
Las escaleras son la mayor síntesis que se puede lograr de los templos piramidales. Pero hay
varios estilos y tipos de escaleras en nuestros diseños:
1- Escaleritas simétricas que simbolizan templos y a veces concluyen en su cúspide con nichos,
cuevas y terracitas, escasamente talladas en la piedra (fig. 36).
2- Escaleritas de templos, de canchas de juegos de pelota, baños y otras estructuras (figs. 8, 16,
24, 29).
3- Escaleritas que dan acceso a patios y plataformas (fig. 16)
4- Escaleritas que comunican a las terrazas agrícolas (fig., 29)
5- Escaleritas que forman parte de caminos peatonales (fig. 29)
6- Escaleritas en las pendientes de las piedras que representan cerros (fig.6).
7- Escaleritas coloniales o cristianas (talladas en piedra en el cerro de la Estrella).
No se deben confundir los diseños de escaleritas con las representaciones de terracitas agrícolas.
8-Terracitas agrícolas o cerros terraceados (fig. 6, 29).
La piedra soporte puede representar: volcanes, cerros terraceados y/o rasgos topográficos del
territorio, áreas y porciones de alguna región.
9- Cruces Punteadas; solas o con pocitas (figs.35, 37).
10- y asientos (fig. 5, 65).
11- Figuras geométricas (fig. 9). Algunas se han interpretado como constelaciones (Los Remedios). (Rivas, Francisco y Carmen Lechuga, 2002).
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
12- Nichos o cuevas.
13- Pocitas y cuevas (fig. 6).
Pocitas sobre pequeñas pirámides, (fig. 8 y 16).
Las pocitas y su localización en las superficies de la piedra:
a. Cuando se encuentran talladas en la parte alta de la piedra, reproducen depósitos de agua,
manantiales, sistemas de riego, drenajes rurales y urbanos.
b. Cuando se encuentran en la base y caras laterales de la piedra, se pueden interpretar como
cuevas, ya que ellas forman parte del sistema de almacenamiento indígena de agua. (“Los Olivos”, “Cerro Xochitepec”).
c. Sí se encuentran al terminar el diseño escalonado de pequeñas terracitas agrícolas o en la
parte alta de escaleritas, son nichos o capillas de templos. Las escaleritas son la mayor síntesis
que se puede lograr de los templos piramidales, pero hay de varios tipos.
d. Pueden estar en la superficie de la piedra formando parte del cuerpo de animales, proveyéndolos por medio de canalitos de líquido, para que su silueta se realce al paso del agua (fig. 30).
e. Algunas están talladas en la cúspide de pequeños templitos y techos de edificios labrados en
la roca y pueden ser depósitos de sangre que escurre por sus diminutas escaleras simulando
el autosacrificio humano que se efectuaba en forma real en ellas. como el modelo existente en
Xochicalco, Morelos (Litvak, 1982: 319-322) (fig. 8) y la réplica de Tejupilco, en el Estado de
México (fig. 16);
f. Formando parte de los petroglifos xochimilcas en el cerro Xochitepec cerca de Tepepan
(Zimbrón, 1997: 24) (fig. 86);
g. Asociadas a los diseños del “Rey” y otros petroglifos cuyos temas se refieren a la fertilidad,
localizados en el sitio olmeca de Chalcatzingo en Morelos (Angulo, 1987: 202) (fig. 15).
h. Dentro del tallado de las cruces punteadas de Santa Cruz Acalpixca (fig. 35) y Tomacoco en
Amecameca (fig. 23) (Zimbrón, 1992: 59-74).
i. También las hay en forma aislada, acompañadas de cerritos terraceados o con motivos recurrentes (fig. 6).
j. Pocita en la línea de goteo de un abrigo montañoso, Xometla (fig.25).
Figura 25. Pocita en la línea de goteo de un
abrigo montañoso, desde donde se observan
las pirámides de Teotihuacán. Xometla, Acolman, Estado de México.
Foto: Alejandro Robles, 1992.
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En el siguiente cuadro podemos resumir las principales características físicas y culturales de
nuestras piedras con pocitas.
Cuadro dos
Características fisicas y culturales de las pocitas.
CULTOS
RELACIÓN DIOSAS Y
SOPORTE PETREO
TIPO
UBICACIÓN
RELACIONES
AGUA LLUVIA
TLALOC
BASALTO
AFLORAMIENTO
CIMAS DE CERROS
AGUA EN MOVIMIENTO
ORTOS
PIEDRA
HUIXTOCIHUATL
VOLCANICO
ROCA AISLADA
ACANTILADOS
LLUVIA
OCASOS
CERROS
QUILAZTLI
MONOLITO
VOLADEROS, CAÑADAS
DEPOSITO DE AGUA
TERRAZAS
CIHUACOATL
PEÑA
DIOSES
OBSERVAR
SIMBOLICAS
RIBERA DE RIOS ,
VERTER LÍQUIDOS
AGRICOLAS
ORILLAS DE LAGOS Y
CONDUCCION
CENTROS
CERCANIA AL MAR,
SOL
URBANOS
ASOCIADOS CON
ORTOS Y OCASOS
SISTEMAS
PETROGLIFOS ,
LUZ Y SOMBRA
HIDRÁULICOS
PIRÁMIDES, TERRAZAS Y
CALENDARIO
SOL
OTROS ELEMENTOS
ASTRONOMIA
AUTOSACRIFICI
PREHISPÁNICOS.
OS
FERTILIDAD Y
AGRICULTURA
3.9.3. Relación espacial de las réplicas y pocitas prehispánicas en el territorio.
De sus particularidades territoriales se deriva la necesidad de analizar la localización de las maquetas y su relación espacial entre ellas, así, como el dominio visual que presentan del entorno natural.
Encontramos que guardan una correspondencia en su ubicación con respecto a las posiciones
del Sol en el horizonte, quedando alineadas entre sí, hacía determinado punto del paisaje, en determinada fecha en que ocurre un fenómeno solar interesante.
Por tanto tenemos tres tipos de alineamientos de los diseños en miniatura con pocitas:
1. Un alineamiento visual y espacial entre los tallados en miniatura y/o con algunas prominencias del territorio, pirámides e iglesias coloniales.
2. Un alineamiento solar, ya sea que se dirijan en forma natural al orto y ocaso del Sol en una
fecha determinada y hacía algún punto fijo en el horizonte local, de algunos de los sitios.
3. Un alineamiento con otros astros o la luna.
Hemos encontramos datos actuales que nos hablen que las maquetas fueron utilizadas recientemente para marcar límites territoriales o sirviendo de mojoneras.
También se debe estudiar, la orientación de las maquetas, que pueden ser de dos formas diferentes: ya sea que el soporte pétreo este orientado de forma natural hacia un punto relevante de la
geografía o que el diseño labrado dentro de la superficie de la piedra, se dirija hacia alguna dirección cardinal o rumbo del universo.
Por tanto, dentro del análisis de la localización de las maquetas indígenas, que se encuentran
fijas en una determinada región, se debe incluir los siguientes estudios:
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
A. La ubicación en el paisaje de las piedras talladas con diseños en miniatura.
Para el análisis de las réplicas prehispánicas que se encuentran en forma fija en el paisaje, es importante tomar en cuenta la orientación natural de la peña que soporta al diseño en miniatura, y en
cuyo estudio se deben sumar las características de su entorno, su ubicación territorial, su relación
espacial entre sí y con respecto a diversos puntos importantes del paisaje y otros elementos tecnológicos y urbanos, los alineamiento entre ellas y alguna relación con cuerpos celestes, Es claro que las
réplicas en miniatura su orientación magnética no resulta de una actividad intencional, sino de un
proceso de selección y diferenciación por parte del tallador. Son peñascos que el indígena no pudo
proveerlos, de determinado acimut, ya que la mayoría al labrarlos conservaron su posición original,
es decir, su orientación resulta de su permanencia “in situ”, una disposición proporcionada por la
propia naturaleza en donde el indígena sólo tuvo la posibilidad de seleccionar la ubicación de la
piedra, sus formas y las superficies donde se labraron los diseños y que por sus características, sus
orientaciones no pueden ser medidas con precisión usando brújula o teodolito, por lo que se deben
priorizar las fechas donde se presentan importantes posiciones del Sol en sus horizontes calendáricos, sobre la orientación en grados que presentan los emplazamientos prehispánicos.
Pero, estos soportes pétreos si fueron sometidos a un análisis previo hecho en base a sus características particulares como sería una de ellas su ubicación. Por lo tanto, la propia localización
de la piedra toma un carácter muy importante para encontrar las funciones de estos modelos y sus
significados dentro de la cosmovisión.
Además, en esta investigación se encontró que las formas de las rocas y su ubicación, determinaron en gran medida hacia donde se dirige el diseño tallado, así como el campo visual que se tiene
desde estas peñas y que fue tomado en cuenta por los usuarios de las maquetas.
Así, la selección de determinado peñasco para contener una maqueta, partió de una determinada intencionalidad por parte del indígena, y que dentro de las características del paisaje
tomados en cuenta en términos espaciales para la subordinación de su localización, pudieron
ser la posibilidad de dominar visualmente desde el diseño, una amplia porción territorial o la
región, permitiendo observar ciertos centros urbanos, una ciudad importante, la ubicación de
un lugar sagrado, el pico de un cerro con interés ritual, como el Popocatépetl, el Iztaccíhuatl,
el Ajusco, el Papayo, el Teutli, etc., y los ortos y ocasos del Sol en fechas relevantes detrás de
algunas de estas prominencias.
Por lo que también se hace necesario analizar hacía donde se dirigen visualmente las rocas talladas, para detectar sus posibles funciones rituales, calendáricas y astronómicas y, la relación con el
espacio que se establece con otros tallados de este o de otros tipos, con las pirámides, o con cerros
y volcanes sagrados, barrancas y paisajes especiales, morada de deidades, asentamientos humanos
míticos o reales, puntos cardinales o rumbos cósmicos y su cercanía con zonas agrícolas, mineras
y sitios en que antiguamente se obtenía sal, la existencia de recursos naturales como bosques, manantiales, lagos, ríos, y sobre todo, los lugares donde sale o se pone el Sol, la Luna y otras estrellas
en algún punto destacado del horizonte observable desde la peña y como son vistos estos fenómenos estelares desde los modelos tridimensionales; es decir, las particularidades que presentan sus
calendarios de horizonte,
Así, la orientación de las rocas donde se labraron motivos con la técnica de maqueta en su gran
mayoría respondían a una ubicación natural privilegiada desde donde se podía observar algún,
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fenómeno astronómico, calendárico o determinada característica del paisaje, que por algún motivo
fuera relevante dentro de la forma de ver al mundo por parte de los grupos prehispánicos.
Del estudio sistemático de las maquetas con pocitas y pocitas aisladas encontradas en la región
de Xochimilco, Tláhuac y Malacatépec Momochco podemos adelantar las siguientes conclusiones:
1. De los monolitos donde se labraron los diseños en miniatura y de las peñas en que se entresacaron los pocitos, podemos asegurar que casi en su totalidad están en su sitio original. Esto
quiere decir que no fueron transportados los soportes pétreos de las maquetas, para colocarlos
en lugares más convenientes o privilegiados y que sólo fueron seleccionados para ser tallados
aquéllos que cumplieran con los requisitos necesarios para cubrir determinados fines, usos y
objetivos.
2. Las pocitas, terracitas, escaleras de diversos tipos y otros elementos en miniatura se labraron
sobre las caras laterales y en las superficies de las piedras, además las condiciones naturales del
lugar donde se ubican estos tallados hacían que para observar los motivos se tuviera que hacer
desde determinado rumbo o punto cardinal. El usuario al ubicarse en determinada dirección
veía el paisaje, sus cerros y volcanes, entradas al valle, así como rutas de acceso, pirámides y
otros elementos culturales relevantes, así como accidentes geográficos que presentaban una
topografía que era relevante dentro de la cosmovisión indígena.
3. Algunos de los peñascos en donde se labraron estas réplicas en miniatura, se orientan en
forma natural o más bien desde estos pequeños sitios, se pueden ver las puestas y salidas del
Sol en cerros destacados de sus horizontes calendáricos, en ciertas fechas significativas del año
indígena, como sería el inicio del año mexica, cercanía a la terminación o comienzo de alguna
de sus fiestas calendáricas, a los equinoccios y solsticios y celebraciones cristianas que realizan
en los pueblos cercanos a donde se ubican estos relieves.
Con fines de análisis si aplicamos la hipótesis del uso de los modelos en miniatura dentro de un
contexto ritual, el que brindara el auto-sacrificio en este altar, tendría que estar viendo a un determinado sitio dentro de las ceremonias, ya sea que fuera hacia donde estaba la morada o representación simbólica de alguna deidad en el paisaje, o algún sitio con interés religioso, simbólico,
mitológico y quizás calendárico y astronómico. Por ejemplo, pudiera ser que la salida o puesta del
Sol en un punto destacado del horizonte participara en algún momento del ritual de auto-sangrado, marcando sus diferentes ritmos o quizás este astro fuera la deidad a quien ofrendaba su sangre
el penitente, para hacer ciertas peticiones.
B. La distribución de los elementos en miniatura labrados dentro de la piedra.
La orientación y distribución de los elementos en miniatura del diseño tallado dentro de la superficie del soporte pétreo, está supeditado a la cosmovisión del indígena y a las características y
accidentes propios de la roca.
Localizado el monolito que contendrá el conjunto a labrar, ahora surge la necesidad de ubicar
los elementos en miniatura dentro de la superficie pétrea.
Al tallar el diseño en la piedra, el indígena le proporcionó al motivo una orientación determinada que respondiera a su cosmovisión y a sus necesidades religiosas, astronómicas, calendáricas,
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
agrícolas y quizás a actividades mineras extractivas. En muchos casos, el tallador de maquetas buscó que sus relieves labrados proporcionaran la orientación interna del diseño, su interrelación con
el espacio circundante y su inserción en el territorio. Sin embargo, la distribución de los componentes del conjunto tallado, así como su relación con los puntos cardinales pudieron estar también
determinadas por las características propias de la roca que soportan al motivo.
Del estudio de la localización de las maquetas labradas en piedras fijas en un determinado
territorio, del análisis de la orientación del tallado tridimensional en miniatura dentro de la roca y
de la ubicación en el paisaje de este soporte pétreo y su relación con otros elementos prehispánicos,
con los cuáles establecía alineamientos territoriales, solares y astronómicos, se deriva la necesidad
de aplicar la siguiente línea de investigación.
3.9.4. Análisis arqueoastronómico6.
Del análisis de la localización territorial de las maquetas prehispánicas y pocitas talladas en
piedra, hemos encontrado que responden a un patrón que se repite, ya que algunas presentan
alineaciones visuales y solares, entre ellas, y con cerros, y zonas arqueológicas e iglesias coloniales
(como es el caso del petroglifo de Ollin en el cerro Cuahilama, (ver Anexo 1), lo que permite estudiarlas desde una perspectiva arqueoastronómica.
La necesidad de analizar las maquetas y pocitas desde está disciplina, se originó precisamente
al tratar de interpretar el contenido del monolito de Santa Cruz Acalpixca y detectar a partir de
lo enunciado por Aveni (1982), la existencia en su superficie de una “Cruz Punteada”, diseño de
procedencia Teotihuacana. Además, detectamos que esta “peña de Acalpixca, presentaba particularidades solares, calendáricas y posiblemente se utilizó en la planeación urbano- religiosa indígena
y en la localización de sus sitios rituales y centros ceremoniales, en la Cuenca de México, propuestas que surgen de los estudios que tienen al respecto Broda (1991b, 1996, 1997ª, b) y Tichy (1983,
1991). Estas actuales propuestas, unidas a mediciones arqueoastronómicas precisas de los restos de
estructuras piramidales existentes en las montañas de este pueblo lacustre, hechas por Iván Sprajc
en 1992 y analizadas por él y sus valiosos comentarios y excelentes apreciaciones de las propiedades astronómicas del sitio, y al haber hecho hincapié en el significado estelar de los petroglifos del
centro ceremonial.
Todos estos elementos reunidos, nos motivaron a observar el desplazamiento del Sol en los
horizontes calendáricos visibles desde la réplica con pocitas de las montañas de Xochimilco y hacer esto mismo con otras rocas labradas de este tipo localizadas en Milpa Alta. Así como establecer
una relación espacial entre ellas y con otras figuras geométricas, cruces punteadas y petroglifos,
pirámides e iglesias, lugares tradicionales de culto y cruces cristianas.
6 “El nombre arqueoastronomía, compuesto por vocablos de origen griego, puede traducirse cómo “Astronomía antigua”; pero no
sólo se trata de la Astronomía en el sentido moderno de la palabra, no solamente de conocimientos que hoy calificaríamos cómo
exactos o científicos, sino de todos aquéllos aspectos de la vida que tienen alguna relación con la observación de los astros. a la
arqueoastronomía le interesa lo que el hombre, creador de culturas conocidas arqueológicamente, sabía sobre los eventos celestes,
cuáles eran los que atraían su particular atención y cómo los interpretaba... Indagando en la función práctica y el papel social de
los conocimientos astronómicos y las ideas relacionadas, y tratando de entender de qué manera los mitos y creencias reflejan lo
observado en el cielo, la arqueoastronomía contribuye a la comprensión general del hombre, de las diferencias y similitudes entre
las culturas y de su evolución (Sprajc, 1996:16).
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De los estudios de campo y del análisis de la ubicación territorial de éstos pequeños tallados, con
respecto a la posición del Sol en el horizonte en determinados días del año, se encontraron alineamientos solares7 entre algunas de ellas, y también entre las pocitas con iglesias y pirámides, y zonas
arqueológicas, desde las cuales se observan las mismas posiciones del Sol en el horizonte en una o
varias fechas del calendario agrícola. Contamos con dos ejemplos, fotografiados y registrados con GPS
(ver Anexo 1. mapa 1), en donde las réplicas en miniatura con terracitas, escaleritas, templitos y pocitas
marcan el sitio desde donde un hombre puede observa salir el Sol del cráter del Popocatépetl, el 21 o
22 de diciembre, fecha en que se registra el solsticio de invierno visto desde las pocitas del cerro Xochitepec (cfr. Zimbrón, 1997) y en esta misma fecha, otro hombre localizado a 15 Km hacia el sureste,
ve la misma posición de salida de Sol ubicado en las pocitas del sitio Piedra Larga en Santa Cruz Acalpixca (cfr. Zimbrón, 2008). (fig. 86, 87). Tenemos indicios etnológicos de una posible reminiscencia de
un culto a la piedra, que aun en la actualidad se practica, en el monolito del paraje de “Piedra Larga”,
ubicada en los límites de Acalpixca y Xicomulco, en la zona montañosa de Milpa Alta y Xochimilco,
donde aún se “baila” enfrente de este gran peñasco y que además, indica el sitio donde se lleva a cabo
el cambio de mayordomía durante la fiesta católica de San Bartolomé, el 24 de agosto. y a menos de
500 metros de ella, se encuentra el altar con pocitas desde donde se ve el solsticio de invierno, salir el
astro del cráter del gran volcán. Y es esta misma peña larga hacía la cual parece orientarse la estructura
piramidal del Cerro Tenezcalco, medida por Ivan Sprajc, localizada en el pueblo de Santa Cruz Acalpixca (Zimbrón, 1992: 59-74). Lo mismo sucede con una réplica terraceada en el camino a Xicomulco
y la Iglesia de Santa Cecilia, que marca la puesta del Sol, visto el fenómeno desde ambos sitios, el astro
desciende en el mero pico del águila del Ajusco, durante el equinoccio (ver Anexo 1, mapa 1).
Por tanto, para detectar los alineamientos, solo basta que se instalen uno o varios observadores,
en cada una de estas réplicas el mismo día, para poder ver la salida o puesta del Sol, efectuarse atrás
de una misma prominencia importante de su horizonte calendárico local. Aunque en ocasiones no
existe la posibilidad ver la ubicación territorial de cada una de estas piedras, sin la ayuda del astro.
Quizás estos fenómenos visuales fueron ocupados en actividades calendáricas, religiosas y rituales,
además sugerimos como hipótesis a comprobar, ocupadas como herramientas topográficas en la
planeación de emplazamientos urbanos y agrícolas. Podemos concluir en base a nuestras observaciones hemos detectado que algunos de éstos monolitos tallados con relieves tridimensionales,
pocitas, canalitos y escaleras, presentan importantes relaciones solares puesto que fueron labrados
para desde ahí, se pudieran ver puestas y salidas del Sol en puntos destacados de cerros y volcanes
que forman sus calendarios de horizontes820, produciéndose el fenómeno en fechas significativas
como serían los solsticios, equinoccios, tránsito cenital, mitad del año y fechas importantes del
calendario agrícola, cívico y religioso mexica y otros días importantes, momentos de ortos y ocasos
durante los cuales se pudieran efectuar rituales solares sobre las superficies de estas rocas e intervenir en los rituales propiciatorios o participar dentro de algún culto solar.
7 Los alineamientos solares los entendemos como las líneas visuales entre asentamientos, iglesias, poblados, cerros y sitios en que
nos podemos ubicar y en cada uno de ellos podamos observar una idéntica posición de salida o puesta del Sol en los mismos
puntos destacados del horizonte. Pero también puede haber localizaciones no solares, formando sólo conexiones visuales o en
grados, de lugares en el territorio, como lo propone Tichy (1991).
8 “Los llamados calendarios de horizonte, …pueden definirse como sistemas observacionales que permiten computar el tiempo y
fijar las fechas en el ciclo anual con base en la relación comprobada entre los eventos astronómicos, normalmente salidas o puestas
del Sol en ciertos días, y determinados accidentes del horizonte local”…de los sitios ( Sprajc, 1997: 45).
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
De acuerdo a este enfoque, podemos proponer que a este tipo de “maquetas fijas” con diseños
en miniatura de cerritos terraceados y pocitos, encontradas en las montañas de la región sur de la
Cuenca y en otros sitios de Mesoamérica, las podemos considerar como objetos rituales tallados
en piedra, o altares, cuyos usos se pueden extender de lo ritual y religioso al campo de la astronomía, utilizándolos como observatorio para seguir el movimiento de astros y estrellas y ocupar sus
desplazamientos sobre los horizontes este y oeste, en la conformación de un calendario local, fenómenos relacionados quizás con los rituales a la fertilidad y al Sol, al culto a Tláloc, a los ancestros
y a las terrazas agrícolas.
Por lo que podemos proponer que el agua, la lluvia, el Sol, la Luna y otros cuerpos celestes
y demás elementos naturales, proporcionan significado a las maquetas prehispánicas y a las
pocitas, siendo parte de sus usos y de su mensaje simbólico.
Una cuestión verdaderamente importante es que mediante el análisis de la localización de las
maquetas prehispánicas en el paisaje y la dirección hacia donde se dirige el diseño labrado en su
superficie rocosa, obtuvimos que la orientación de la peña tallada que contiene los relieves tridimensionales y hoyitos en miniatura, resulta de la ubicación natural del soporte pétreo, es decir,
permanecen “in situ”, significa, que no fueron orientadas hacia los eventos astronómicos que se
registran en sus horizontes calendáricos. Sin embargo, desde algunas réplicas, se observan importantes posiciones solares en el horizonte en ciertas fechas relevantes del calendario indígena, a
pesar de no haber sido movidos de su posición original, y cada uno de estos tallados, forman parte
de una red urbana orientada hacía ciertas fechas calendáricas y posiciones de salida o puesta del Sol
en determinados picos destacados. Así, en un primer acercamiento podemos detectar que posiblemente se establecían redes de sitios indígenas en el territorio, producto de una selección de lugares
y soportes pétreos, por lo que el estudio de la orientación de los modelos labrados en rocas fijas, nos
permitirá ver su lógica de ubicación y su relación espacial con otras maquetas, pocitas, petroglifos,
estructuras piramidales y elementos topográficos, y astronómicos.
En cuanto a la orientación de los diseños labrados en las superficies y caras laterales de los
peñascos, los relieves pueden presentar determinado acimut y dirigirse a alguno de los puntos
cardinales, a las salidas y puestas del Sol y de alguna estrella o hacia lugares más antiguos, míticos,
sagrados y religiosos de la Cuenca. Así los monolitos tallados pudieron ser utilizados como punto
de observación solar por lo que se hace pertinente el estudio de los horizontes observables desde
las maquetas prehispánicas, es decir, de sus calendarios de horizonte.
Pero, por lo regular su dirección acimutal es relativa ya que el minúsculo tamaño del motivo
medido, así lo determina; quizás su ubicación del tallado dentro del soporte pétreo es más simbólica
y responde a sus formas y características físicas de la roca, que a una concepción y actividad práctica.
Por tanto tenemos que sólo pudieron orientar estos relieves de tal forma que pudieran ver desde ahí algún fenómeno celeste, mientras aplicaban algún ritual vertiendo líquido en sus drenajes,
canalitos y pocitas.
En el siguiente capítulo hablaremos del simbolismo de las escaleras en la iconografía de las fiestas mexica de Atemoztli y Atlcahualo, su posible culto solar y su participación en rituales dirigidos
a los cerros terraceados. Podemos decir, que los principales elementos naturales que inciden sobre
las réplicas prehispánicas y las pocitas labradas, son el agua y el Sol, cuyo uso y significado también
analizaremos posteriormente.
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Capitulo cuatro
Las replicas prehispánicas y las piedras con pocitas, fueron
altares ocupados en los rituales solares y de los cerros.
4.1. El urbanismo indígena.
Nosotros decimos que el urbanismo prehispánico de la última época antes del contacto europeo, se
caracterizaba por la existencia de un núcleo principal en la ciudad, donde se acumulaban y almacenaban los excedentes agrícolas, los obtenidos por la recolección, la caza y la pesca, los productos
manufacturados y las actividades de producción y de intercambio, además era la sede de los poderes gobierno, de la guerra, donde se impartía la educación y donde moraban los dioses y el lugar de
donde se difundía la religión y la ideología dominante, donde se realizaban las actividades rituales y
las ceremonias más suntuosas, donde se concentraban los conocimientos, científicos, calendáricos
y astronómicos, y se guardaba la memoria histórica de los pueblos indígenas.
Ciudades como Tenochtitlán era el prototipo a seguir por otros grupos alejados del medio lacustre, pues en ella, se combinaban las actividades agrícolas muy cerca de su centro de
poder, aprovechando las aguas de sus lagos y creando una vialidad por medio de canales que
permitían que el indígena privilegiado viviera dentro de las tierras de cultivo y tuviera su casa
contigua a la zona de trabajo, además de disponer de lugares cercanos donde podía comercializar sus productos.
De hecho la principal urbe mexica era una ciudad en agua, cuyo modelo espacial, tal vez, fuera
requerido y propenso a querer ser reproducido en otras latitudes, su característica de estar inundada, quizás contribuyo a producir maquetas en piedra, de ciudades con sus sistemas hidráulicos y
hacer diseños que acumularan líquido en sus relieves, en los lugares que el clima era seco como el
sitio de “Plazuelas”, en Guanajuato (fig. 10).
La ciudad tenochca consideraba como la réplica del universo, lo que ideológicamente la hacía
más atrayente e interesante, además era el prototipo de un mítico lugar de origen, y a la vez la tierra
prometida que se construyo obedeciendo a un patrón de un modelo imaginario que estaba fuera de
este mundo. Es decir respondía su configuración y localización espacial a planteamientos de índole
míticos e ideológicos. “En el plano territorial, los hombres construían sobre la tierra la réplicas de
los lugares míticos y las pirámides eran edificios templarios que reproducían la figura de los cerros.
Fue también común en toda Mesoamérica que los templos fuesen réplicas del cosmos. Nezahualcóyotl
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construyó en Tetzcoco un templo de nueve pisos, y la causa expresa de su altura y forma fue que
nueve eran los cielos.”(López Austin, 1995: 217).
Según las fuentes antiguas además del Tlalocan, hay varios lugares donde van los muertos, y
que se repite su estructuración en nueve casas, nueve lugares en la tierra entre ellos uno celeste y
nueve habitaciones o morada del mundo.
Nuestro comentario es que el número nueve es un numeral importante que se repite en algunos
de los relieves de escaleras que se han tallado en los soportes pétreos de los prototipos prehispánicos. Pero dentro del pensamiento mexica, también era posible que los lugares míticos se ubicaran
dentro de la geografía sagrada, sin tener una localización y una réplica real en el territorio.
El investigador “Rudolf van Zantwijk, propone que había cuatro lugares míticos en cada uno
de los cuadrantes del plano horizontal; Mictlán, el mundo de los muertos, queda en la parte noroccidental; Tlalocan, en la nororiental; La casa del Sol, en la suroriental, y Tamoanchan en la parte
suroccidental del mundo” (López Austin, 1995: 81). Y todos estos lugares incluyendo a Tenochtitlán pudieron ser los modelos o maquetas que se copiaban en el territorio indígena y también se
tallaban en miniatura en piedras y en grandes monolitos.
Parece ser que bajo esta óptica, se dirige la arqueóloga Carmen Cook, al elaborar su hipótesis
en torno al significado de la réplica de Santa Cruz Acalpixca, al referirse a los animales y flores que
aparecen en el diseño, son estos motivos tallados que la llevan a pensar que se trata de la reproducción de un lugar mítico, que bien podrían ser estos sitios de que nos hablan los cronistas. En cuanto
a los lugares mencionados arriba solo nos concentraremos en el Tlalocan, a la vez lugar terrenal y
mítico que quiere decir tierra de riquezas o paraíso terrenal, ahí habita Tláloc y donde los rituales y
ceremonias dirigidas a esta deidad se ocupan réplicas de cerros en miniatura, que es el tema principal de este trabajo, pero antes veremos el simbolismo del agua y la lluvia y el Sol, sobre nuestros
tallados en piedra.
4.2. Fenómenos naturales que dan significado a los relieves tallados.
Se debe considerar a este tipo de réplicas como interactuantes con los elementos naturales ya que
fueron hechas para tener un funcionamiento con ellos y, por tanto forman parte de su significado.
Tienen una asociación muy estrecha sobre todo con el agua, sí suponemos que fueron hechas para
contener o soportar el escurrimiento de líquido en su diseño o almacenar, recoger y atraer simbólicamente a la lluvia.
Así, a este respecto tenemos tres líneas de análisis:
A. Incidencia del agua y la lluvia en los diminutos motivos de las réplicas.
Una de las principales características de las maquetas prehispánicas es el funcionamiento de
sus drenajes, canalitos, pocitas y escurrimiento de la lluvia en sus escaleritas o de algún líquido
que se llegue a verter en su superficie.
Al verter agua en sus pocitas más altas, permite que el líquido circule en sus hendiduras talladas, produciendo que se remarquen por secciones el diseño, resaltando en diferentes tiempos y
momentos, ciertos aspectos de los motivos esculpidos, apareciendo a veces figuras de animales
y flores formados por los canalitos y hoyitos.
Es decir, permite un funcionamiento de su diminuto sistema hidráulico en miniatura (fig. 33).
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
B. Incidencia de la luz solar o lunar sobre los diseños de las réplicas.
El Sol formaba parte del significado simbólico de las réplicas y petroglifos, por el juego de luces
y sombras, producidos en su superficie, por las diversas posiciones del astro. También su relación solar y astronómica se veía reflejada en la capacidad, de alguna de estas piedras grabadas,
para desde ahí, poder observar ortos y ocasos solares, viendo el círculo del Sol salir o entrar
atrás de puntos prominentes de su horizonte local visible. Así que los rituales de autosacrificio
se podían hacer en los momentos o fechas en que el Sol despuntara por el horizonte en puntos
relevantes, o desapareciera atrás de ellos. Por lo que hemos concluido que se establecían relaciones calendáricas y territoriales muy importantes entre las maquetas y pocitas, los templos,
estructuras y el movimiento solar,
C. Reflejo de las estrellas en el tallado en miniatura cuando este contiene agua.
No descartamos la posibilidad de que el reflejo por un periodo corto de tiempo, de una estrella,
la luz solar o lunar, pudieron participar dentro de alguna ceremonia. Por ejemplo, cuando el
Sol se encontrara en el cenit, su luz reflejada en la pocita con agua pudiera decirnos el momento en que iniciaba un ritual.
Es más probable que el reflejo de las estrellas en las pocitas, fueran consideradas como parte
de su significado simbólico y ornato religioso y que el tiempo en que la imagen de algún cuerpo celeste se reflejara, marcaba un momento importante en el ritual de autosangrado, sin que
esto fuera sólo parte de una actividad de observación astronómica. En el apartado de análisis
arqueoastronómico podremos ver, las particularidades calendáricas de las réplicas con pocitas
y pocitas aisladas.
4.2.1. Las réplicas prehispánicas y pocitas aisladas: su relación con la lluvia y el agua.
En cuanto a las pocitas se pueden dividir en dos grandes tipos; Aquellas que fueron talladas por el
hombre y las que fueron cavadas en la piedra por la propia naturaleza. Así, podemos observar que
el agua de lluvia acumulada en las hojas de los árboles, produce un constante goteo que incrementa
las posibilidades de cavar pocitas en las rocas en forma natural, que luego el indígena reprodujo
labrándolas en peñas.
Por tanto, la lluvia fue uno de los más importantes elementos naturales, que completaban el
mensaje simbólico de las réplicas en miniatura. El agua caída de la nube, producía en las superficies de estos tallados, escurrimientos que hacían resaltar sus diseños, y las características de los
monolitos y sus relieves esculpidos, daban la posibilidad de distribuir y almacenar líquido en ellos,
por un lapso corto de tiempo. Por otra parte, la capacidad de las rocas de mantener la humedad
del ambiente, hizo que los soportes pétreos de los tallados convivieran con plantas parasitarias que
se extienden y distribuyen en sus aristas y en ocasiones pequeños cactus y nopales nacieran en sus
grietas donde se acumulaba tierra.
En zonas muy húmedas hemos observado que las pocitas poco profundas están cubiertas de
musgo, como en los bosques de Tlalmanalco, cerca del Iztaccíhuatl, mientras que en zonas secas
las concavidades permanecen estériles por un largo periodo del año, y no cuentan con éstos microscópicos vegetales, dando un resultado secundario que es la diferente coloración de la superficie
pétrea. En tiempo de lluvia, el agua que desciende de las partes altas de los cerros, forman junto con
la piedra, piletas y cascadas que funcionan durante el temporal. También con la lluvia se inundan
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las superficies de las rocas talladas con relieves y pocitas, las cuales simulan pequeños sistemas hidráulicos, que con el agua producen escurrimientos, que son dirigidos según las direcciones de sus
canalitos, la profundidad, e inclinación de sus pendientes.
Este tipo de relieves pudieron considerarse como fuentes, que quizás provistas de un carrizo o
canal de barro, con líquido proporcionado por algún manantial cercano, tendrían agua corriente
una gran parte del año. Hay otras que por ser piedras con mayor altura sólo son cubiertas de aguas
en los torrenciales o cuando le es vertido algún líquido en su superficie. Cuando deja de llover, las
pocitas que se localizan en las faldas de los cerros, están llenas de pequeñas piedrecitas, arena y
lodo, que descendieron de las partes altas de las montañas.
El aspecto que presentan estas peñas labradas es diferente al estar secas o cuando tienen agua.
Por ejemplo, cuando no se encuentran húmedas su aspecto es seco, poroso y grisáceo, cenizos. En
cambio, al mojarse por algún medio, su color es más intenso, y el agua parece cubrir las porosidades. Esto hace que la superficie sea más lisa o aparente serlo. Los colores amarillos y grises se
vuelven más obscuros y resaltan sus diseños tallados o parte de ellos.
Mojadas las superficies de las piedras labradas, brillan en el día con el Sol. Cuando tiene una
superficie casi plana con oquedades donde se acumula el agua, durante la noche pueden funcionar como espejos en los cuáles se reflejan el firmamento y sus estrellas. Pero este efecto reflector,
más que servir para hacer observación astronómica de la bóveda celeste, se integran los cuerpos
luminosos estelares al diseño, pasando a ser parte de su significado ritual o religioso. Esto sucede
ya que la porosidad de las piedras donde se tallaron las pocitas, impide que el líquido acumulado
en sus concavidades, permanezca su nivel por mucho tiempo, impidiendo, que funcionen como
herramientas astronómicas, las cuales requieren de constancia durante lapsos prolongados de observación. Tanto el rocío matutino, dura poco tiempo en su superficie, como el agua acumulada en
sus hoyitos, se evapora y desaparece con los primeros rayos del Sol.
La consecuencia más palpable de la acción del agua y el Sol sobre las piedras, es producir la
evaporación de líquidos y esto es debido a sus características naturales de poder almacenar energía
solar. En cuanto al clima y sus variaciones, las piedras tienen la capacidad de guardar calor durante
el día soleado, lo que produce que un monolito tenga la posibilidad de desprender algo de calorcito
durante la noche, regulando la temperatura a su alrededor y generando un microclima que puede
ser ocupado por el hombre o por los animales que estén a su alrededor. Pero también tiene la capacidad de guardar el frío y enfriar el entorno, aunque por lo regular el frío es aislado por la piedra.
Las rocas al tocarlas con la mano, a veces se sienten húmedas y frías, presentando porosidad y
aspereza al tacto, y en otras ocasiones fueron medianamente pulidos sus planos y aristas. Por otra
parte, en las concavidades naturales o labradas y en las accidentadas caras de la roca, el roce del aire
en algunas ocasiones produce sonidos y permite la evaporación de líquido acumulado en sus depresiones. En el día, pero más frecuente durante la noche, las rocas producen en ocasiones tronidos por
los cambios bruscos de temperatura produce que las piedras se colapsen y sufran rupturas a su interior y pueden perder alguna escama de su superficie o, a veces, estrepitosos ruidos provenientes de su
interior. Es muy importante que con los cambios extremos, de calor a frío, o a la inversa, las piedras a
veces produzcan sonidos como truenos al fracturarse su estructura interna. Esto se podría relacionar
ideológicamente con lo que sucede con los fenómenos eléctricos durante el temporal.
La vegetación actual en torno a las piedras talladas consiste por lo regular en plantas propias de
la zona, como los arbustos, casi no hay grandes árboles Sin embargo, también hemos encontrado
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“pocitas” y sus diseños asociados, en los bosques o se localizan cercanas a las veredas y en prominentes peñascos de las formaciones montañosas.
Hemos detectado que algunos animales conviven con estos relieves y en tiempo de lluvias son
visitadas por algunas pequeñas aves las cuales beben de sus aguas almacenadas y por la noche son
refugio de pequeños roedores y mamíferos, y que algunos de ellos depositan su excremento dentro
de las pocitas, estos desechos por lo regular contienen semillas, que se almacenan en el fondo de
los hoyitos.
Finalmente el hombre le agrega fuego en la base de algunas de éstas peñas, para someterlas a un
determinado tipo de ritual. Así, mediante rituales sobre éstos motivos se pretendía “atraer” los fenómenos y sus fuerzas representadas en seres y dioses, siendo estos relieves también sus moradas y
sus puertas de entrada. El fin, era atraer la lluvia y diseminar sus beneficios por los cuatro rumbos de su territorio y, con esto llegaría la fertilidad previas prácticas rituales sobre estos altares.
Podemos decir, que eran estos los objetos religiosos mediante las cuáles al recrear el funcionamiento de los manantiales y sus sistemas de riego, hacían llover, al simular el hombre lo que sucedía
en términos reales en la naturaleza. Los pequeños motivos en piedra funcionaban como juegos
mágicos propiciatorios donde participaba el grupo social. La piedra tallada sería un “juguete
ritual” en miniatura donde el indio reproducía lo que veía suceder en la mecánica cósmica y
quería que fuera repetido en su paisaje con la participación de sus dioses. Estos procedimientos
mágicos estaban fincados en su cosmovisión e interpretación del mundo. El hombre de esa época
quizás pensaba que al recrear antes que sucediera el fenómeno meteorológico, al verter algún líquido sagrado en sus pocitas labradas, esto haría que precipitara nuevamente la lluvia al cumplirse el
ciclo. Precisamente aquí se toca un rasgo fundamental de estos tallados en miniatura, y que, es
el de contener y diseminar el líquido que se llegue a verter en sus relieves tallados.
Esta es la cuestión central que encontramos al observar el tallado de la réplica de Acalpixca,
es que sus motivos labrados tenían una relación muy estrecha con el agua y la lluvia, ya que este
líquido distribuido en su superficie, le permitía tener a su minúsculo diseño, un funcionamiento
hidráulico, que era parte de su mensaje simbólico, dándonos además pistas sobre los posibles usos
de este monolito. Se detecto que algunas de las pocitas podrían formar parte de un sistema real de
riego agrícola, sustentado por el agua permanente de un manantial, un río o por escurrimiento
natural del agua de lluvia, como en el sitio olmeca de Morelos (fig. 15).
Así, para ver el desplazamiento del agua en este relieve pétreo, echamos una pequeña cantidad
de líquido sobre la roca, y vimos como corría por sus diminutos cauces, a través de sus canalitos,
pocitas, escaleritas, y alrededor de los drenajes de los templitos y en los sistemas de riego pertenecientes a las representaciones en miniatura, que identificábamos como cerritos terraceados. Además, vimos que el agua vertida en los canalitos que formaban los cuerpos de los animales y plantas
esculpidos en estas peñas, iban resaltando sus figuras al paso del líquido a través de sus profundos
diseños (fig. 33), flora y fauna que habitaba en el entorno y que quizás visitaban ha estos relieves
pétreos (figs. 5, 12, 33).
Las réplicas de las terracitas agrícolas iban acompañadas de su sistema de riego, compuestas
estas miniaturas, por pocitas y canalitos que las unían y permitían que escurriera algún líquido
entre ellas, y por los relieves de la maqueta. Estos pequeños sistemas hidráulicos funcionaban al
verterles algún líquido, por lo que podrían ser la representación de manantiales y ríos ubicados en
la zona montañosa de la Cuenca. Esta interpretación de éstos motivos tallados la circunscribíamos
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dentro del culto mexica a la fertilidad, al agua y a los cerros, marco teórico propuesto por la Doctora Johanna Broda.
En ningún momento consideramos que la identificación de un sistema hidráulico como un
tema contenido en este tallado, se contraponía con el posible uso ritual del monolito, (uso que la
arqueóloga Carmen Cook (1955) había sugerido como el fin de esta maqueta), sino por el contrario
concluíamos que su función social de este tallado fue de tipo religioso. Y que en una de las elevaciones de este monolito, en la sección “C” del mismo relieve encontramos, esculpido en miniatura
un sistema agrícola de terracitas, con sus escaleras de acceso y pocitos y canales que formaban su
sistema de riego y que se había esculpido aprovechando las depresiones propias de la roca (fig. 33).
Por lo que, las réplicas en miniatura de estas terracitas en piedra, pudieron haber tenido como objetivo y función, pensamos nosotros, servir de altares en donde hacían las ofrendas de petición, dentro de
los rituales dirigidos a un probable Culto a las Terrazas Agrícolas, hipótesis que propusimos en nuestro
proyecto de investigación publicado por la ENAH, (Zimbrón, 1991).
Así, a través de nuestras observaciones, encontramos que estos pequeños labrados en roca, tenían
profundas relaciones especialmente con el agua. Lo que nos permite considerar que las réplicas en piedra, se labraron para formar parte integral del paisaje o entorno natural donde se ubican y funcionar
con los elementos primordiales de la naturaleza, los cuáles complementan su “significado”. Por tanto
podemos decir que su diseño dinámico es la representación en miniatura del paisaje ritual circundante
idealizado del asentamiento productivo indígena. Por lo que en esa época proponíamos que las réplicas
en piedra por sus motivos representados pueden ser llamadas; “paisajes rituales en miniatura”, “cerritos
arqueológicos terraceados” o “cerritos terraceados”, “pocitos ornamentales y rituales”, “sistemas hidráulicos en miniatura”, “centros urbanos en agua”, “ciudades Tláloc”, “Tamoanchan” o “Tlalocan”, etc.
Nosotros optamos por nombrar estos tallados como: Réplicas en miniatura del paisaje. Donde
réplica es un concepto teórico, surgido de una práctica social, en la que el indígena construye prototipos mentales y materiales, para interpretar el mundo real o mítico y la naturaleza donde vive y
transforma cotidianamente. Este tema lo desarrollamos en capítulos anteriores.
También encontramos una relación muy estrecha con el Sol, pues desde algunas de ellas se
observan salidas o puestas del astro, en puntos importantes del paisaje en significativas fechas,
momentos durante los cuales se podían hacer determinadas ceremonias sobre estos altares pétreos,
tema que desarrollaremos en el siguiente inciso.
4.2.2. Las réplicas prehispánicas y pocitas aisladas: su relación con el Sol.
También se deben de tomar en cuenta la incidencia de la luz del Sol en estos diseños tallados, así como las
posiciones del Sol en los horizontes visibles desde estas piedras, como veremos a continuación.
Es frecuente que donde se ubican los diseños de escaleritas y pocitas, se domine una gran parte
del paisaje circundante y que su localización a veces se relacione con la posición del Sol en los horizontes locales y su movimientos aparentes durante el día y el año, solsticios y equinoccios, y otros
días que podrán corresponder a las fiestas mexicas y principios del año indígena, marcados estos
acontecimientos por ortos y ocasos solares que se realizan atrás de picos destacados (fig. 88, 95).
Pero también el juego de luces y sombras proyectadas en el territorio influye sobre el uso
y significado de las réplicas y las pocitas talladas en piedra, ya que sólo a ciertas horas, deja
ver nítidamente los relieves en miniatura y en otros momentos no permite observarlos y esto
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se debe a la inclinación de los rayos del astro con respecto a los diseños y su cambio de luminosidad a lo largo del día. Por lo que colocando en algunos de los pozuelos, pequeñas estacas
madera redondeada y con cierta longitud, se podría medir la fecha del pasó del Sol por el cenit
en las latitudes donde se localizan estos motivos.
Además, la luz solar incide de forma diferente en las caras del soporte pétreo, permitiendo ir
apreciando elementos imperceptibles al variar la posición del Sol en la bóveda celeste, es decir, según la hora del día, se genera diferente tipo de luminosidad, permitiendo aparecer o desaparecer a
nuestra vista motivos labrados en las diversas superficies de la piedra, dándoles en ocasiones realce
a ciertos elementos, y en otros momentos no nos permite que observemos otros trazos tallados. Es
importante mencionar que en muchos de los diseños terraceados, encontrados en la región de estudio la luz solar fue determinante para identificar y ver los grabados en miniatura sobre las peñas.
De hecho, el arqueólogo Jorge Ángulo, detecta que en algunas de las maquetas del sitio olmeca de Chalcatzingo, en Morelos, la particularidad de que sólo a ciertas horas, se pueden apreciar
algunos de los diseños labrados en las piedras, en otros casos permitía resaltar detalles que eran
imperceptibles a simple vista, ya que la inclinación de la luz solar era desfavorable. (Comunicación
personal, en mayo de 1990). Esto nos lleva a pensar en la posibilidad de que ciertos relieves permitan fijar los intervalos del día según se iban iluminando sus componentes, sirviendo como relojes
solares que indicaban los diversos momentos en que se efectuaban algún tipo de ritual sobre ellas.
Dentro de los fenómenos interesantes producidos por la luz solar, es aquél que al atravesar los
rayos solares por alguna oquedad al interior de un recinto o cueva (como en Xochicalco, Morelos),
al interior se iluminan con luz blanca sólo ciertos detalles de algunos motivos labrados en las paredes o piedras que hay en el lugar. Este haz de luz blanca es parecido a la que refleja la Luna a la tierra
durante la noche, diferente a la amarilla producida durante el día por el Sol, esto debió de llamar la
atención a los indígenas. Además la luz lunar hace brillar a los tallados en miniatura y hacen que
sus superficies aparenten estar humedecidas durante la noche.
Así, proponemos la hipótesis de que las pocitas y sus diseños asociados fueron hechos para
que los factores naturales como la luz solar y lunar produzcan efectos de luz y sombra sobre sus
relieves. Del análisis de la localización territorial de las maquetas prehispánicas y pocitas talladas
en piedra, hemos encontrado que responden a un patrón que se repite, ya que algunas presentan
alineaciones visuales y solares, entre ellas, y con iglesias cristianas, pirámides y cerros, y zonas
arqueológicas y sitios que presentan actividad ritual actual lo que permite estudiarlas desde una
perspectiva arqueoastronómica (fig. 87).
En cuanto a una relación en grados, entre estos tallados y otros elementos del paisaje, solo se
podría dar en forma fortuita y como producto de una selección por parte del indígena. Pero aquí
es importante aclarar que las piedras en la mayoría de los casos no se movieron de su sitio original
para dirigirlas a determinado evento astronómico, solo el diseño tallado fue el que pudo tener una
cierta orientación interna en la roca o que el observador desde ella pudiera estar obligado a mirar
hacia ciertos puntos del horizonte.
4.2.3. Relación de las pocitas con Tláloc, el agua y la lluvia.
Si partimos de que las réplicas prehispánicas con pocitas, tienen una fuerte relación simbólica con
la lluvia y el agua en movimiento, al escurrir ésta en su superficie, ya sea que el hombre vierta algún
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líquido o sea la propia naturaleza quien la proporcione. De esta forma los prototipos podrían ser
altares ocupados en los ritos de petición de lluvia y estar asociados con las fiestas del calendario que
corresponden a la estación estival.
En este sentido, Johanna Broda (1971, 1982, 1991, 1997ª: 49), ha demostrado que el culto de
los cerros era un aspecto fundamental del culto a Tláloc, y que los indígenas siempre hacían
ofrendas sobre ellos y esta es la razón de ser de los santuarios en las montañas de la Cuenca.
Nos dice, la autora, que a las prominencias se les pedía la lluvia y se creía que ellas, guardaban
durante la estación seca el agua en su interior, líquido subterráneo que llenaba el espacio debajo
de la tierra para luego liberarla en la estación húmeda, y por medio de sus cuevas se podía llegar
al inframundo. Quizás de la creencia de que los cerros almacenaban agua en su interior, provenga la idea indígena del Tlalocan subterráneo. Así, el Tlalocan – era el paraíso del dios de la
lluvia-, cuya entrada comunicaba a los cerros y a las cuevas con el mar y de él salían las fuentes
para formar los ríos, los lagos. También, los cerros como generadores de la vida en el interior de
la tierra se identificaban así con el culto de los muertos que regresaban al seno de la tierra, y de
los progenitores de los pueblos. Por tanto, el Tlalocan se reproduce, proyectándose en lugares
sagrados, cerros y templos, lo que genera sus copias en el territorio, en el espacio construido y en
las obras pintadas y talladas en piedra, las hechas en barro, en tzoalli masa comestible, madera y
otros materiales. Estas proyecciones son parte de los conocimientos que se tenían sobre la naturaleza en ese periodo histórico.
Por tanto, el Tlalocan era un vasto espacio de exuberante vegetación que se extiende bajo la tierra, una bodega de mantenimientos o un depósito de agua del que surgen tanto las lluvias como las
corrientes terrestres. Este lugar real o mítico fue uno de los pivotes en torno al cual se estructuraban
muchos de los pensamientos religiosos indígenas y era el lugar de morada de una de las principales
deidades, Tláloc, dios de la lluvia, es esposo de Chalchiuhtlicue, “es dios creador y distribuidor del
agua entre los hombres, dueño de un aposento de cuartos en medio de un gran patio donde están
cuatro barreños de agua. El agua es distinta en cada uno de los barreñones, benéfica o nociva para
la agricultura” Por otra parte, los ahogados eran enterrados en el ayauhcalco, esa casa cuádruple
que era la representación de Tlalocan. (López Austin, 1995; 178 y 193).
En la cita anterior tomada de la “Historia de los mexicanos por sus pinturas”, es claro que se
nos está hablando de un sistema hidráulico, el cual era regulado por la divinidad. Este tema pudo
ser tomado como modelo para tallarlo en piedra, en forma idealizada y quizás de aquí provenga
la idea central de las maquetas prehispánicas, de conducir y distribuir por medio de canalitos, el
agua sobre su superficie.
Sin embargo, es claro que estas redes hidráulicas existieron realmente, en los sitios indígenas
y que no sólo el mito fue el único ente generador de los modelos en piedra. Todas estas ideas surgidas de la cosmovisión prehispánica, pudieron ser temas que se trataron de plasmar en la roca a
través de ocupar la técnica de maqueta utilizando los elementos existentes en el paisaje real o mítico. Debemos aclarar que los lugares míticos y mágicos se formaban a partir de lo existente en el
mundo indígena, lleno de agua y vegetación, también eran morada de dioses y muertos, muy bien
estos paisajes paradisíacos basados en sitios terrenales, pudieron ser los motivos que se tallaron en
las maquetas prehispánicas las cuales tenían la característica de almacenar, conducir y distribuir la
lluvia por medio de sus pocitas y canalitos y estar compuestos sus diseños con plantas y animales
como la piedra monolítica de Acalpixca en Xochimilco.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Tenemos otro ejemplo, en el sitio de Plazuelas, Guanajuato, donde se talló en una roca, la réplica en miniatura de este lugar arqueológico, estos pequeños relieves son propensos a inundarse, por
lo que en época de lluvia, almacenan el agua en su diseño y sólo sobresalen las azoteas de los diminutos templos y las almenas más altas, de los edificios y bardas y donde su soporte pétreo simboliza
el territorio o el centro donde la ciudad está asentada –sobre agua–. (fig. 10).
Los cerros en el pensamiento prehispánico son como cajas llenas de agua y el altépetl nombre
que se conocía a los asentamientos indígenas y que significaba “agua-cerro”, son las ideas que quizás inspiraron los motivos que se trataron de reproducir en las réplicas de piedra, utilizando los
elementos existentes en el paisaje real.
Así, en la cosmovisión mexica, la concepción del Tlalocan era un punto fundamental y fue el
eje en torno al cual giraban muchas de las ceremonias, en donde en algunas de ellas, participaban
los cerros convertidos en representaciones de deidades. En el mundo del Posclásico había un sistema coherente de creencias, de ritos y de fiestas enmarcadas dentro de un culto al agua y a los cerros
donde participaban pequeños modelos de cerritos personificados e idealizados y esas prácticas son
las que trataremos de describir en el siguiente apartado.
4.3. Las réplicas de cerros en miniatura y las fiestas mexicas.
Hablando de la geografía actual, al oriente del Cuenca de México está el Tláloc, en cuya cumbre había un importante templo del dios, este cerro se ubicaba en los límites de Coatlinchan, Coatépec, y
Huexotzinco. Ahí se había construido un conjunto de figuras, de las cuales la mayor era este mismo
monte y el resto de ellas más pequeñas que la rodeaban, eran las prominencias que existían a la redonda, cada uno de ellos con sus nombres particulares. Sahagún nos dice que las figuras de los cerros se
hacían en las fiestas religiosas eran obviamente, bodegas de mantenimiento. Estaban hechas de tzoalli,
con dientes de pepitas de calabaza y ojos de frijoles negros (cfr. Brotherston, 1997: 25-48).
Por otra parte, las celebraciones mexica a los cerros se llevaban a cabo en las fiestas calendáricas, de Tepeilhuitl y Atemoztli, en las cuales modelaban pequeñas figuras de cerros, con masa de
tzoalli, que reproducían las más importantes prominencias y estas réplicas -en el sentido que le da
a este término López Austin-, eran comestibles y eran entregadas al tlatoani para que las ingiriese
ritualmente y fueron conocidas con el nombre de tepictoton. En el Códice Matritense, Sahagún
muestra gráficamente, las reproducciones idealizadas y en miniatura de los principales cerros que
se ubican al oriente de la Cuenca, (figs. 4, 26). Modelo que simbolizaban las más altas cimas, estas
eran humanizadas ya que se representaban con la cabeza de un indígena, luego se colocaban en el
recinto más obscuro del templo llamado Tlillan, y en orden jerárquico, en medio de todos estos
cerros comestibles se ponían los que representaban al Popocatépetl que era tenido como jefe de
todas las demás eminencias de la región, lo mismo sucedía con el Iztaccíhuatl: su adoratorio tenía las imágenes de los cerros que lo rodeaban. (Sahagún, 1989, T.I, Libro 2°, Cap. XXXV, 167.).
En otras ceremonias hechas a las faldas del Popocatépetl, se mencionan las figuras comestibles de
montes que allí se sacrificaban, es decir eran ingeridas por hombres enfermos, por supuesto, fueron
copias de montañas importantes, pero que su forma física no necesariamente se reproducía fielmente, sino que se humanizaban y por lo tanto se idealizaban. (figs. 4, 26)
También al Tlalocan por el tipo de muerte ingresaban los hombres, al que moría hidrópico,
ahogado, golpeado por el rayo, el buboso, tumoroso, paralítico, etc... Al enterrarlos los vestían de
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papel, los pintaban y les ponían una vara de madera en las manos, y se ponían frente a ellos, figuras
alargadas que representaban sus huesos (Sahagún 1989, T.I. Libro 20, Cap. XIII, 93, y Cap. XXXII,
154-155) e imágenes de los montes, que por supuesto eran en miniatura y que nosotros podemos
decir que son réplicas o modelos idealizados de estas prominencias. Así, el Tlalocan se puede concebir también como el lugar al que van los muertos y como lugar de felicidad y de constante verdura.
Además, en la cosmovisión mexica, la concepción del Tlalocan era un punto fundamental, y fue
el eje en torno al cual giraban muchas de las ceremonias, en donde en algunas de ellas, participaban
los cerros convertidos en deidades. Así, la práctica de modelar prototipos en miniatura corresponde a
los cultos relacionados con el Tlalocan y su muy cercana relación con el culto a los cerros.
Regresando a las pequeñas figuras de montes y cerros estas han sido ampliamente comentadas
por Johanna Broda quien considera que las figuritas modeladas, son ejemplos del uso ritual de
miniaturas y que estas reproducciones son una modalidad de dicha práctica, pasemos a ver lo que
ella dice, al respecto:
“Los cronistas nos relatan que en las fiestas de Tepeilhuitl y Atemoztli, los mexica daban culto
a los cerros y modelaban unas figuritas en miniatura de masa de tzoalli (los llamados tepictoton
o “figuritas modeladas”) en representación de los principales cerros de la Cuenca enumerándolos
con su nombre…” (Broda, 1996: 43,1997ª: 49,1997b: 142.), (figs.4, 26).
“Quiero destacar que se trata del uso ritual de miniaturas (réplicas en miniatura) que era muy
importante en el culto y la cosmovisión mexica y encontraba múltiples formas de expresión” (cf.
Broda, 1971, 1979.). “Estas imágenes en miniatura pertenecían al culto de los dioses de la lluvia
como deidades de los cerros y de la fertilidad humana y agrícola; se hacían también en honor de
los muertos y/o ancestros…. Las maquetas…, también constituyen una modalidad del uso ritual de
miniaturas” (Broda, 1997b: 142, 143).
Nosotros haríamos algunos comentarios a este respecto:
Al observar las ilustraciones de los tepictoton o los ídolos de los cerros, hechas de masa de
tzoalli, destacan dos cosas interesantes:
Primero; es que las figuras de los cerros no son reproducidas según sus características físicas, sino
que han sido idealizadas, agregándole a sus faldas, torso, brazos y manos que en algunos casos portan báculos que indican sus propiedades, las cuales pueden incluir las astronómicas, y sus cabezas
humanas, están adornadas con los atavíos que le son propios a cada uno de estos dioses. Es decir,
que se usó un grado de simbolismo muy complejo al reproducir cada una de estas elevaciones
montañosas, respondiendo a lo dictado por la cosmovisión indígena y por tanto, en los tallados
en piedra, al copiarse lugares ya sean míticos o reales, también estos, podrían sufrir una mayor o
menor posibilidad de idealización al labrarlos.
Segundo; En las reproducciones hay una equiparación entre los templos y los cerros, es decir, la montaña es a la vez lugar donde habita la deidad y recinto donde se le puede adorar. Así, el cerro, es al
mismo tiempo, templo y deidad, estableciéndose una relación de réplica entre estos tres elementos.
Es claro que la práctica de modelar figuras en miniatura en masa de tzoalli, era una actividad, que
tenía que ver con las técnicas de representación que estaban al alcance del indígena y que respondía a
una necesidad ideológica y que esta forma de reproducir los temas sagrados, respondía a una circuns146
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tancia parecida a la que motivaba a tallar en peñas, diseños en miniatura, que reproducían a los cerros,
al paisaje y al cosmos prehispánico. Pero por el tipo de material utilizado en hacer cada tipo de modelos
dan resultados diferentes, en el caso de la masa comestible, el grado de simbolismo puede ser mayor
al que se puede lograr en la piedra, donde los diseños tienen que acercarse más a las formas reales del
objeto reproducido.
En cuanto a ser objetos rituales en miniatura, nosotros ya mencionábamos esta característica
en el artículo sobre las cruces punteadas de Santa Cruz Acalpixca en Xochimilco (Zimbrón, 1992:
62), decíamos, que además de contener otros relieves, el prototipo prehispánico ubicado en este
pueblo, contenía un sistema hidráulico en miniatura, el cual funcionaba al verterle algún líquido. Y
precisamente al considerar que estos relieves son miniaturas, es una de las principales características que los identifican con la técnica de representación conocida como tipo maqueta, haciendo
la distinción con sus motivos labrados, cuyos temas pueden ser considerados como réplicas del
paisaje o de alguna otra idea surgida en el mundo indígena.
Así, en piedra se quisieron hacer las reproducciones de colinas terraceadas, del territorio, de la
región, con sus características naturales y la infraestructura agregada por el hombre a la naturaleza,
en si mundos en miniatura, quizás, destinados a ser habitados por los tlaloques, pequeños enanitos
que ayudaban a Tláloc y que vivían en los bosques y en las cimas de las montañas, un bello ejemplo,
de estas miniaturas se encuentra en el sitio arqueológico de Plazuelas en Guanajuato, donde una
roca representa un empinado volcán con su cráter cónico almacenando agua de lluvia.
También hay representaciones de cerros en documentos pictóricos, uno de los más interesantes sería el Códice Borbónico, según ha señalado Broda (1996, 1997ª, b) este códice muestra
un icono del dios Tláloc dentro de un cerro-templo, donde la falda del cerro se funde con el
templo, pudiéndose interpretar que el monte y la pirámide son la misma cosa (fig. 20).
Se han encontrado réplicas en miniatura de montes hechos en barro en el sitio arqueológico de
Las Pilas en Morelos1, en este sitio en un entierro del Clásico, asociado a los canales, se encontraron
entre las ofrendas “unas enigmáticas figurillas en miniatura hechas de barro que escasamente rebasan 5 cm de altura, las cuales se han identificado como los tepictocton que son las representaciones
de los tlaloques (ayudantes de Tláloc) y de las montañas donde se forman las nubes y la lluvia”
(Martínez, 1975, 1998), (fig. 26).
Podemos decir, que las altas montañas y conspicuos montecitos, se representaban con diferente
grado de simbolismo, en la pictografía, en masa comestible, barro y en piedra.
Podemos considerar que las figuras modeladas con masa de tzoalli, pueden ser los antecedentes
de las maquetas talladas en piedra, pero más bien la práctica de reproducir en miniatura elementos
de la geografía, quizá con fines rituales o de apropiación del espacio y de las fuerzas divinas, san las
verdaderas causas, que motivaron a construir, en soportes pétreos, regiones, territorios, paisajes, el
universo o mundos en miniatura.
1 “El sitio de las Pilas, en Morelos, fue llamado así, por la abundancia de manantiales que hubo en esta área, surgió a principios del
primer milenio antes de Cristo como una pequeña aldea, cuyo dinamismo religioso, político y económico, estuvo determinado
por el cercano emplazamiento olmeca de Chalcatzingo, entre los años 700 y 500 a. C. En el asentamiento de Las Pilas se construyeron pequeñas plataformas cerca de los manantiales y se construyeron dos sistemas de captación de agua. Durante la influencia
teotihuacana, este sitio se convirtió en un lugar de carácter religioso, que parece haber estado relacionado con las deidades del
agua y esto explicaría el hallazgo de entierros humanos colocados dentro o cerca de los canales, con abundantes ofrendas significativamente relacionadas con Tláloc.” (cfr. Martínez 1975, 1998).
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Figura 26. Tepictoton de barro. Sitio de las Pilas y Museo de Cortés en Cuernavaca Morelos.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
4.3.1. Las réplicas prehispánica y pocitas fueron altares de ritos de autosacrificio y en las fiestas mexicas.
Aunque David Grove (1987), Jorge Ángulo (1988, 1990), Rafael Zimbrón (1991, 1992), Johanna Broda (1997b) sugieren el uso ritual de las maquetas con relación al agua, fue, Carmen Cook
(1955), la primera en relacionar a las pocitas talladas en piedra, con los informes recabados por los
cronistas del siglo XVII.
Así, Cook (1955: 174-177), cita extensamente a Hernando Ruiz de Alarcón (1953: 37-40), donde nos dice, que en cada pueblo había un sacerdote anciano que mandaba a los penitentes a ciertos
lugares, en su mayoría sitios en los montes.
“…Llegando donde estaba el ídolo o montón de piedras se postraban para poner su ofrenda y ahí se
sacrificaban derramando su sangre de orejas, labios y lengua, “y echábala en unos vasitos que hacían
en las piedras de modo de saleros.” (Síntesis y Énfasis nuestro).
En la etnografía moderna otomí, nos encontramos que: Todos los orificios, cavernas y fosas pueden
generar nubes y lluvias, pues son réplicas de la casa del Dios del Viento y del Dios de la lluvia, de la
Iglesia Vieja y, por tanto, centros generadores de nubes y de lluvia.(López Austin 1995: 128 y 131
cita a Galinier 1990: 555).
Por su parte los tepehuas, ocupan fosas, oquedades y hoyos en la tierra para ofrendar a la
tierra, en la milpa y los huicholes colocan las ofrendas en el hoyo sagrado que está en el centro
del piso del templo y las ceremonias para pedir lluvia que produce el crecimiento fértil, pueden
hacerse en algún pozo (cfr. López Austin 1995: 125-160). Bajo este pensamiento, nuestras pocitas talladas en piedra, no desconocidas por los grupos indígenas actuales, muy bien podrían ser
utilizadas con este fin.
Cuando los pocitos contienen agua de lluvia, los curanderos huicholes, ocupan este líquido
para preparar remedios medicinales. También para los huicholes el uso de miniaturas son frecuentes en sus ceremonias, por ejemplo los pequeños templos de madera que ponen en sus altares y que
hemos comentado anteriormente y en el anexo 2, (fig. 3) y además realizan una práctica ritual en la
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cual, en un cajón ceremonial se depositan las almas que regresan, se guardan en bolsitas de algodón
cosidas, decoradas y amarradas con pequeñas flechas rituales. Broda por su parte recaba por comunicación personal de Eustaquio Celestino, que en la región nahua del Alto Balsas en Guerrero, la
ofrenda del algodón crudo tenía una asociación de magia por analogía con las nubes.
Por otra parte, Johanna Broda (1997b: 151), señala que, “es de notar que los indios de la cultura Anasazi del Suroeste de los Estados Unidos también usaban pocitas talladas en las rocas para
ofrendar su sangre (basado en comunicación personal de Jim McKim Malville).”
Por nuestra parte encontramos que de la Serna (1953: 240-247), da sugerentes informes sobre
los rituales de autosacrificio, y las fiestas en que se hacían y donde el penitente vertía su sangre en
los vasitos hechos en la piedra. Además nos dice que los indígenas hacían peregrinaciones en las
cuales tenían estaciones en los cerros y las lagunas, en la sierra nevada y en otras partes donde se
hallaban idolillos. Según Jacinto de la Serna los viejos sacerdotes llamados Tlamacazqui podían
dirigir el ritual de autosacrificio donde se ocupaban las pocitas talladas en piedra, desde el fogón
de su casa y podía ver lo que hacia el penitente, a este sacerdote lo comparaban con la pareja divina
Nixicomoconihuehue, Nicecpacnitonal, quienes fueron los primeros inventores de la ciencia de
la adivinación y del calendario. Así estos rituales de autosangrado que se hacían en las orejas, la
barba, debajo del labio y en las espinillas “conforme á las ceremonias del mes tercero y quarto
del Kalendario primero, ó el quarto y quinto del segundo” (Serna, 1953: 244) (Énfasis nuestro).
En este último párrafo de la Serna da información muy importante con respecto a los rituales
de autosacrificio en donde se utilizaban las pocitas talladas en piedra ubicadas en los acantilados y
las cimas de los cerros, y es que estas ceremonias pudieron haberse hecho durante la fiesta del tercer mes llamado Tozoztontli y el cuarto mes llamado Huey Tozoztli, precisamente los meses que se
dedicaban a Tláloc y los dioses de la lluvia y de los cerros, además se hacían réplicas en miniatura
de los montes en Tepeilhuitl y Atemoztli.
Esta interpretación llega a ser respaldada aún más por Serna (1953: 244), quien nos continua
diciendo, que después del sangrado, el penitente desgajaba una rama del árbol, más característico
del lugar, a cuya rama llamaban tlapostec acxoiatl, nescaiotl, “que son las palmillas, ó ramas primiciales de los árboles, que se ofrecían el quarto y quinto mes á sus Dioses, enramándoles con
ellas…” (Énfasis nuestro). Por su parte Sahagún (1989, T I, Lib.20, Cap. IV: 84), nos dice que en la
cuarta fiesta llamada Huey Tozoztli, que corresponde al mes de abril de nuestro calendario:
“En esta fiesta ponían espadañas a las puertas de las casas. Ensangrentábanlas con sangre de las orejas
o de las espinillas. Los nobles y los ricos, demás de las espadañas, enramaban sus casas con unos ramos
que llamaban acxóyatl. También eramaban a sus dioses y las ponían flores a los que cada uno tenía en
su casa” (Énfasis nuestro).
Nuevamente hay una referencia muy notable de los rituales de autosacrificio, que se hacían durante
estas fiestas del calendario mexica y donde probablemente se involucraban las pocitas talladas en
la piedra.
En nuestro trabajo sobre Las Cruces Punteadas de Santa Cruz Acalpixca, en Xochimilco (Zimbrón, 1992: 59-74), sugeríamos que la fiesta del Huey Tozoztli, que se llevaba a cabo en el cerro
Tláloc, en la que participaba el señor de Xochimilco, posiblemente se reproducía localmente en su
región montañosa, concretamente en Acalpixca y ahora agregamos otra hipótesis que, posiblemente
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su maqueta monolítica sirvió como altar donde se hacían los rituales de autosacrificio correspondientes a este mes dedicado a la petición de lluvias.
Y podemos sugerir, que las pocitas distribuidas en toda la región pudieron ser visitadas para
verter sangre de autoflagelo, durante estos meses de Tozoztontli y Huey Tozoztli y posiblemente
también en otras fechas significativas que marcan sus calendarios de horizonte, como equinoccios,
solsticios y principios de año, y otras fechas relevantes.
Es importante recordar que en la fiesta de Atemoztli, los mexicas hacían las imágenes de los
montes de tzoalli y les ponían ofrenda de comida y en el mes Huey Tozoztli, estos cerritos comestibles los ponían enfrente de la diosa Chicomecóatl. (Sahagún 1989, T I, Lib.20, Cap.IV: 84).
Al parecer los rituales de autosacrificio tienen relación con las pocitas y tenemos varias fiestas
mexicas, donde se realizaban estos ritos, por ejemplo, tenemos que, antes de llegar al décimo quinto
mes llamado Panquetzaliztli:
“Levantamiento de banderas”, dedicado a Huitzilopóchtli, “por reverencia de la fiesta que en él se hacía,
los sátrapas y ministros de los ídolos hacían penitencia ochenta días: Iban a poner ramas en todos los
oratorios y humilladeros de los montes; comenzaban esta penitencia un día después del mes que se llama
Ochpaniztli.
Sahagún explica que a la medianoche iban a enramar los altares y oratorios y humilladeros de
los montes y que iban desnudos, todos los días y todas las noches, hasta que llegara el mes y la fiesta
del Dios “colibrí de la izquierda”, patrono de los mexica. “Por ramos llevaban cañas verdes y espinas
de maguey, iban tañendo con su caracol o corneta, y con su pito”. (Sahagún, 1981, T.I, Lib.20, Cap.
XXXIV, Párrafo 2: 206-207) (Énfasis nuestro.).
La descripción anterior es muy parecida a la que hace Ruiz de Alarcón cuando nos habla de los
vasitos utilizados para verter sangre de las orejas, también aquí los penitentes van a ciertos lugares
en los montes.
Es importante considerar que las espinas del maguey eran utilizadas en el autosacrificio y que
los humilladeros y oratorios y altares se encontraban en los cerros, en las barrancas y abrigos montañosos. Precisamente donde aun en la actualidad se encuentran, petroglifos, cruces punteadas,
maquetas, pocitas, figuras geométricas, estructuras y nichos en las terrazas agrícolas, peñascos,
amontonamiento de piedras, asientos y tronos, todo esto asociados con réplicas y pocitas, y rocas
aisladas que por alguna razón se les consideraba sacras.
Por otra parte, las maquetas y pocitas en ocasiones están asociadas con tronos de piedra
(fig. 65), que quizás estén emparentados con el culto a Tezcatlipoca, en relación a esto el cronista Bernardino de Sahagún (1989,I, Libr. 3°, Cap. II: 207) informa que... “en todos los caminos y divisiones de calles le ponían un asiento de piedra para él, que se llamaba momuztli,
y le ponían ciertos ramos”, es decir que había altares en los cruces de caminos que estaban
dedicados al culto a Tezcatlipoca, por lo que en los cruceros de antiguas rutas comerciales de
las montañas de Xochimilco donde existen piedras con pocitas, quizás pudieron ser altares
relacionados con este dios.
A continuación desarrollaremos la utilidad religiosa específica, de las escaleras en miniatura.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
4.4. Réplicas de escaleras en miniatura y pocitas talladas en piedra.
Dentro de los motivos más importantes que se repiten en los relieves esculpidos en los prototipos
de piedra están por un lado las pocitas, que se relacionan con el agua y la lluvia y por otro lado,
las escaleras en miniatura asociadas directamente con las terrazas agrícolas localizadas en las faldas de los cerros y con el Sol. Estas peñas con hoyitos y escaleras, y que también reproducen en
miniatura a centros urbanos inundados, proponemos que fueron utilizados como altares, nichos,
incensarios en rituales solares y en algunas ocasiones usados en prácticas religiosas relacionadas
con la fertilidad, y quizás en los pedimentos a Tláloc, y ceremonias encaminadas a propiciar la
llegada del temporal.
Así, las peñas con hoyitos podrían haber sido utilizadas en actividades rituales que se desarrollaban paralelamente a los momentos ocupados en la producción agrícola, de recolección, caza,
comercio y tributo o ser parte de los sitios de descanso y encuentro social, dentro de determinado
trayecto al dirigirse a los lugares de trabajo y funcionar como sitios de observaciones calendáricas,
astronómicas y como recipientes de autosacrificio ocupados durante el tiempo que se manifestaba
determinado fenómeno estelar o durante los primeros o últimos momentos que los rayos del Sol,
despuntaran sobre los cerros.
A este respecto, el cronista Hernando Ruiz de Alarcón, registra el uso de saleros o vasitos que se
hacían en las piedras, para verter la sangre del autoflagelo, en rituales para pedir bienestar familiar
y dirigidos por los sacerdotes de determinada comunidad. Estas ceremonias, bien podrían formar
parte de los ritos regidos por el calendario adivinatorio el Tonalamatl y responder a otro tipo de
práctica religiosa, alejada de las fiestas de cada veinte días.
Estos altares de piedra podían representar cerros sagrados locales y volcanes más lejanos, como
“el Iztaccíhuatl”, volcán que pudo ser considerado como la réplica en el paisaje de “la diosa Cihuacóatl” (Broda 1971: 281-282, 304.). Ya sea que las formas naturales de estas piedras se acercaran a
las características físicas de alguna montaña o simplemente el indígena las dotara de un valor simbólico equivalente a cada uno de sus montes sacros. En pocas palabras el indígena tenía un cerro
pétreo como altar y era ocupado en ceremonias dedicadas al Sol o en rituales dirigidos al pedimento
de lluvia y pensamos que también pudieron participar en las fiestas de los cerros.
Así, ceremonias, rituales y fiestas del calendario, podrían ser los elementos generadores de
altares en piedra con pocitas y escaleras, ocupados por los indígenas de la última época mexica.
Concluimos que estos relieves en miniatura, se ocuparon en prácticas rituales, y cuya función estaba enmarcada dentro de algún culto a las terrazas agrícolas, a los cerros, al Sol, a la fertilidad, a
la lluvia y a los ancestros, incluyendo la utilización de algunas de éstas peñas como observatorios
calendáricos y astronómicos.
Por esto es necesario tener contemplado en nuestro análisis, una sección especialmente dedicada a cada uno de estos temas.
4.4.1. Las réplicas con escaleritas están relacionadas con el agua y el Sol.
En esta investigación, hemos visto que en las fiestas dirigidas a Tláloc, a los cerros y a la lluvia, en
los meses de Tozoztontli y Huey Tozoztli, se hacían rituales de autosacrificio parecidos a los que describen Jacinto de la Serna y Ruiz de Alarcón que se hacían en las pocitas talladas en piedra. Ahora
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veremos que las escaleras, labradas en peñas y rocas, también presentan un simbolismo relacionado con el agua y por tanto con las fiestas de Atemoztli y Atlacahualo. Mientras que algunos autores
(Walter Krickeberg (1988), Konrad Theodor Preuss (1908), Robert M. Zingg (1938), Peter T. Furst
y Stuart D. Scott (1975), Carl Lumboltz (1900,1986) y Francisco Samaniega (1996), relacionan estos
motivos escalonados con cultos solares y por nuestra parte nosotros proponemos, que estos diseños se dirigían a un Culto a los cerros y a las terrazas agrícolas.
Comentaremos estos puntos en el siguiente apartado, para luego concluir con la descripción
del sitio de Hierve el Agua (ver anexo 1), donde existen también terracitas agrícolas, con sus diminutos sistemas de riego, que pueden ser una muestra fosilizada, de las formas que tuvieron estas
instalaciones hidráulicos en Mesoamérica y que pudieron ser los modelos de donde se tomaron las
pequeñas réplicas idealizadas, de estas redes de distribución de líquido, representados con canalitos
y pocitos, que se labraron en piedra bajo la técnica de maqueta.
Empezamos porque en las réplicas en piedra hay una diferenciación entre las representaciones de
escaleras, estructuras escalonadas y sistemas de terrazas agrícolas con sus instalaciones de riego. Luego
formulamos cuatro propuestas en cuanto al significado de los diseños escalonados labrados en piedra.
A) La primera propuesta es nuestra y se relaciona con la iconografía de las fiestas de Atemoztli
y Atlacahualo, la cual Clavijero, describe con escaleras de templos cubiertos de agua.
B) También proponemos que algunos de los diseños escalonados se refieren a terrazas agrícolas
y como en estas piedras talladas se hacían rituales, éstos iban dirigidos a un Culto a los Cerros
terraceados o a las terrazas agrícolas.
C) Las escaleras en miniatura guardan una relación estrecha con el Culto a los Ancestros.
D) Algunos estudiosos de la etnografía huichola, piensan que los diseños escalonados se referían a un Culto al Sol, aunque nosotros pensamos que este caso es diferente a los ejemplos, que
se presentan en el centro de Mesoamérica (ver anexo 1 y 2).
Veamos por separado cada una de estas propuestas:
4.4.2. Las réplicas con escaleritas están asociadas con las fiestas mexicas de Atemoztli y Atlcahualo.
Los diseños escalonados en miniatura, que son un tema central de muchas de los prototipos en
piedra, a veces son la representación en miniatura de terrazas agrícolas, en otras ocasiones son los
escalones de acceso a pequeños templos, nichos y patios y en otros casos son escaleras que descienden pendientes o forman parte de accesos peatonales representados en peñas.
Podemos también enfatizar que la mayor síntesis gráfica que se puede lograr de las representaciones de pequeños templos y pirámides indígenas son escaleritas muy simétricas a diferencia
de las que reproducen terrazas agrícolas, que son más toscas, son más numerosas en los soportes
pétreos, formando conjuntos y son menos proporcionados sus relieves. De esta manera pensamos
que nuestras maquetas con pocitas, que contienen réplicas en miniatura de las terrazas agrícolas
localizadas en las faldas de los cerros, podrían haber funcionado en ocasiones como altares ocupados en los ritos y ceremonias encaminadas a propiciar la llegada del temporal.
Por su parte, Fernando Ortiz (1984: 235), postula una relación simbólica importante con las
escaleras y la lluvia y que;
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“Como dice Clavigero, en el mes llamado Atemoztli, que comenzaba el 23 de diciembre, o sea en el
solsticio de invierno, se celebraba la quinta fiesta anual a Tláloc y demás dioses del agua y de los montes. ‘La figura del mes décimosexto era la del agua sobre una escalera, para denotar la bajada de las
aguas, que es el sentido de la voz Atemoztli’. En ese mes comenzaban las lluvias por el Norte del país y
se hacían rogaciones ‘a los dioses de las montañas y de las aguas para obtener las lluvias oportunas.” La
escalera podía ser la de una montaña.’ (Énfasis nuestro).
Con base en la cita anterior, los pequeños relieves escalonados tallados en piedras, podrían haber
simbolizado la bajada de las aguas sobre las pirámides y terrazas y la próxima llegada de la temporada de lluvias, después del solsticio de invierno.
El simbolismo del agua sobre una escalera nos está hablando de la particularidad de las reproducciones de contener líquido en sus relieves. Así, el indígena al verter algún líquido en los diseños
escalonados de los modelos o el agua proporcionada por la lluvia, que descendía por las escaleritas
talladas, reproducía la simbología del mes Atemoztli o la cercana llegada del temporal, mostrando
la suplica a los dioses, y como se tenía que reproducir en la realidad. Es decir, simulaban el fenómeno natural, próximo a efectuarse o simplemente querían simbolizar el descenso de la lluvia.
Buscando en las fuentes alguna referencia sobre éstos diseños urbanos en miniatura contenedores de agua, encontramos en Clavijero una cercanía simbólica en cuanto al significado de los
meses del año y nos dice este cronista que; “La figura 1 (del Año) es la del agua extendida sobre un
edificio para denotar el primer mes, cuyo nombre, Acahualco o Atlahualco, significa la cesación
del agua... donde hacían ceremonias a sus dioses, y para ayudar a la siembra que por este tiempo
comenzaba a hacerse en los lugares altos”.(Clavijero, 1991, Libro VI: 284).
De este modo Clavijero hace alusión a las terrazas agrícolas que por lo regular se ubicaban en
los lugares altos de la planicie y de las montañas, y también establece una relación estrecha con
nuestras réplicas en miniatura como la que hay en el del sitio arqueológico de Plazuelas, en la cual
sus edificios se encuentran en agua, es decir; el líquido se extiende y cubre e inunda al conjunto
ceremonial (fig.10).
Otro mes, tres veintenas anteriores a Atlcahualo, era Atemoztli cuya figura era según Clavijero “la
del agua sobre una escala” que significa el descenso de ella, cuya fiesta estaba dedicada a Tláloc y sus
tlaloques los dioses de los montes y del agua en plena estación seca (mes de diciembre) Clavijero2 explica
al respecto: “La misma pintura del mes (agua tirada sobre las gradas de un edificio) expresa claramente el descenso del agua que significa la voz temoztli.” (Clavijero, 1991, Libros VI y VII: 191 y 285). En esta
fiesta hacían pequeñas imágenes de los montes que consagraban a aquéllos dioses y algunos idolillos de
masa de variadas semillas comestibles. Las miniaturas de cerros pueden considerarse cómo maquetas
idealizadas y las figurillas cómo réplicas en miniatura de sus dioses (fig. 4, 26), y en esta medida dichas
celebraciones pudieron estar asociadas simbólicamente con los motivos labrados en los altares en piedra.
Nuevamente nos encontramos con una relación muy estrecha entre el agua, las figurillas de
tzoalli y los modelos prehispánicos relacionados simbólicamente con líquido. Por lo que a principios de los noventa, propuse que la maqueta de Acalpixca representaba un “sistema hidráulico en
2 Fernando Ortiz (1984: 235), en su obra sobre la mitología y sus símbolos del Huracán, nos proporciona esta cita y da otras propuestas sobre las figuras geométricas y escalonadas indígenas, por lo que pensamos que para los interesados sería conveniente
consultar esta obra.
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miniatura” el cual funcionaba al verter algún líquido en su superficie simulando distribuirlo realmente con sus pocitos y canalitos esculpidos para irrigar sus cerritos terraceados y sus tierras agrícolas productivas y conducirlo a algunas escaleritas y pequeñas instalaciones urbanas, siendo una
especie de marcador ritual y calendárico entre las dos grandes épocas del año indígena, la estación
seca y el comienzo de las lluvias (Zimbrón 1991:20-21; 1992: 62-63).
Sin embargo, es pertinente aclarar que con la lluvia directa en su superficie no se puede observar el
desplazamiento del agua por la red diminuta de canalitos por lo que podemos decir que fue hecha con
la finalidad de verter agua, sangre, pulque, etc. como parte de una actividad ritual propiciatoria.
Así, podríamos estar ante un objeto utilizado en los rituales, enmarcados dentro del culto mexica del
agua y de los cerros, y perteneciente a un circuito de sitios sagrados en Xochimilco, Milpa Alta, y en
general en los montes y montañas de la Cuenca de México. Además de que estos sitios sirvieran también otros usos calendáricos y astronómicos y actividades relacionadas con la producción económica.
Otra cuestión interesante que debemos resaltar es que en la piedra monolítica de Acalpixca,
sí se le vierte agua para que funcionen sus canalitos y se llenen sus pocitos, esto se tiene que hacer
desde su extremo más elevado Nor.-Oriente y el agua correrá hacía su parte más bajá situada al
Sur-Poniente y que tiene que ser una cantidad aproximada de 3 litros de líquido para que cubra su
superficie. El agua no dura mucho sobre ella ya que es absorbida rápidamente por la porosidad de
la piedra y la evaporación del Sol, en cambió durante la lluvia natural tiende a inundarse la zona de
la cruz punteada y parte del sistema hidráulico (véase anexo 2 donde se describe este punto).
Esto nos lleva a pensar que la sangre proveniente de las orejas o pene producto del autosacrificio sería insuficiente para cubrir su diseño, por lo que podríamos considerar que sí esta piedra
fue utilizada con fines rituales tendría que haber soportado el sacrificio de un grupo numeroso que
pudiera suministrar el líquido suficiente para cubrirla y dejar su rastro por más tiempo. Por eso
propongo que la “maqueta” de Acalpixca más bien podría haberse utilizado con agua durante la
fiesta del Huey Tozoztli, u otra fiesta dedicada a los dioses de la lluvia.
La profunda relación que existe entre los diseños de pocitos, canalitos y drenajes con el agua o
la lluvia, los afluentes de ríos y manantiales, no se limita a las piedras talladas de Xochimilco, sino
que se extiende a otras rocas con este tipo de motivos localizados en otras regiones de Mesoamérica
y otros países de nuestro continente, en donde también existen réplicas de barro que reproducen
pequeñas viviendas y pirámides que son capaces de soportar líquidos en su interior, asociándose
entonces con el agua como los relieves pétreos aquí estudiados (ver Anexo 2, Ecuador, Schávelzon).
Regresando a la simbología de las escaleras, en las piedras labradas bajo la técnica de maqueta,
diferenciamos varios tipos de motivos escalonados, donde unos de estos diseños, los relacionábamos con las formas físicas que presentaban las terrazas agrícolas en las pendientes de los montes,
y que asemejaban a escalinatas gigantes, rasgos topográficos que caracterizaban el paisaje de la
Cuenca de México (fig. 36). Por esto proponíamos que algunas de estas piedras labradas eran las
reproducciones simbólicas de cerros terraceados y que estaban dirigidos a un culto a las terrazas
agrícolas, tema que desarrollaremos en el siguiente apartado.
4.4.3. Las escaleras en miniatura como parte de un culto a los cerros y a las terrazas agrícolas.
Para reforzar la hipótesis de la existencia de un culto a las terrazas agrícolas, citamos a Daniel
Schávelzon (1982, T I, 36: 391-402), quien clasifica a nuestro monolito de Cuahilama, dentro de los
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petroglifos en forma de escaleras, del altiplano central, talladas directamente sobre grandes rocas
o muros, en ciertos casos hay centenares de ellas (siempre vistas de frente). Podemos recordar, nos
dice, a Teotenango, donde quizás alcancen el centenar o Acalpixca, en donde el complejo A, B, C,
(fig.5) están formados justamente por estos petroglifos.
Schávelzon cita otro caso también señalado por Cook (1955), que se encuentra en lo alto de la
montaña del sitio posclásico de Texcotzingo, Tx-Az-61 (Parson, 1971) y le atribuye una relación
con el culto al Sol.
Nosotros pensamos que los relieves de Texcoco y los del complejo C de la maqueta de Acalpixca se refieren a representaciones muy sucintas de las terrazas agrícolas que por muchos años
fueron cultivadas en la Cuenca de México, por la necesidad de aprovechar al máximo el agua
de temporal.
Ángel Palerm en cuanto a estos motivos escalonados labrados en las piedras de las laderas del
cerro Tláloc. Él “opinó que se trataba de unas maquetas en miniatura de las obras hidráulicas con sus
terrazas agrícolas. (Broda, Ms.a:16).3
Por otra lado, recordemos que dentro de las primeras impresiones de los cronistas europeos,
sobre el paisaje de la Cuenca de México, ellos señalan las construcciones de los centros urbanos,
erigidas sobre islas y dentro del lago, las grandes avenidas que comunicaban entre los pueblos y que
dividían las aguas de los lagos, las obras hidráulicas, los cuerpos de agua y manantiales y el gran
número de canoas que circulaban, las chinampas, los cerros y volcanes.
Por su parte Torquemada (1975, Vol. 1, Cap. XXVIII, Libro III: 420) parece reforzar nuestra anterior hipótesis, ya que nosotros pensamos que las terrazas agrícolas, fueron un tipo de cultivo, cuyas
formas geográficas dominaron el paisaje de la Cuenca de México, mientras el fraile nos dice que “Todas las faldas de estas sierras que cercan a esta famosísima ciudad…refiriéndose a Tenochtitlán… son
labranzas…” Y según nosotros, estos cultivos y su apariencia visual, se reprodujeron abreviadamente
en algunas rocas. Pero no fue el único que le llamaron la atención los cerros terraceados que rodeaban
a las zonas inundadas o cubiertas con agua, en este mismo sentido Clavijero (1991), escribe que, el
sistema de milpas permitía cultivar las faldas de las montañas y su productividad era elevada debido
al trabajo intenso en la siembra (probablemente Clavijero copió de Torquemada).
Así convivían dos tipos de agricultura, las chinampas dentro del lago y las terrazas en los cerros que rodeaban a la Cuenca, es claro que ambas formas de cultivo respondían a una misma
necesidad, la de ganarle terreno al lago que cubría un amplio territorio y la otra, la de aprovechar
el agua disponible con fines agrícolas. Podemos decir que había varios tipos de terrazas, una que
se originaban por el aprovechamiento directo del temporal y su escurrimiento y almacenamiento y
aquéllas que se mantenían por la presencia cercana del agua de algún manantial.
En este sentido Ángel Palerm (1990:193) distingue cuatro tipos de organización hidráulica en
la agricultura del Cuenca de México, las menos complejas, son... “los sistemas de irrigación relativamente pequeños, originados en los manantiales permanentes, por lo general al pie de la montaña
alta. El agua era capturada en su mismo nacimiento, usando con frecuencia ‘cajas’ para regular el
flujo enviado por los canales, y también a veces para elevar el nivel del agua y regar mayor cantidad
3 Broda recordando una visita al Texcotzingo en 1971 con este investigador nos dice que el opinó que se trataba de “una maqueta
en miniatura de las obras hidráulicas con sus terrazas agrícolas”.
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de tierra…Éstos sistemas de riego están combinados con obras muy extensas de aterrazamientos
con fines agrícolas.” Ángel Palerm y Eric Wolf (1980: 82), describen las terrazas agrícolas de regadío en Texcoco, las de Chalco, Coyoacán y Tacubaya y seguramente, dicen ellos, existieron otras en
muchos otros lugares de Mesoamérica.
Precisamente eran estos tipos de agricultura que se diseñaban en las piedras que servían de altares para llevar a cabo rituales de autosacrificio, en ellas, se labraban réplicas de cerros terraceados,
paisajes en miniatura, que se acercaban a las formas físicas reales de determinada región y que por
lo regular se ubicaban en los cerros contiguos a los lagos del altiplano.
En grandes monolitos y pequeñas piedras, se labraban bajo la técnica de maqueta, motivos urbanos y tierras de cultivo, marcando un énfasis en la talla de terracitas con sus redes de conducción para
el riego y en ocasiones acompañadas de un pozo receptor. Esta obsesión por labrar terracitas agrícolas,
quizás se deba a que esta forma de cultivo, y su productividad, por lo regular, dependían directamente
del temporal, y por ello, estas tierras tenían necesidad de una mayor protección ritual, a diferencia de
las chinampas que dependían en menor grado de las lluvias y que hemos propuesto estar representadas
por rectángulos punteados, relieves que únicamente se tallaron en la “maqueta” de Acalpixca.
Además de esta forma de ritualizar a las terrazas agrícolas, a través de representar sus réplicas
en piedra, hemos encontrado en la geografía real, que en los remates de las bardas que forman parte
de los sistemas de cultivo terraceado, se encuentran “huecos” hechos con pequeñas piedras. Es decir,
conscientemente se dejó un espacio donde puede caber alguna ofrenda, por lo regular cuando hemos
observado estos “nichos” es cuando se han removido las piedras y se ha saqueado el contenido. En
Xochimilco y Milpa Alta, hemos encontrado que en las terrazas del cerro Tehutli y en otras elevaciones de la región de estudio, que sus bardas fueron construidas siguiendo las curvas topográficas de
nivel del suelo, variando sus dimensiones por la cantidad de agua que deberían contener.
En el cerro la Palma, en San Gregorio Atlapulco, hemos encontrado otro recinto que forma
parte de las bardas de las terrazas, es un cuartito poco profundo, casi rectangular, que sigue la dirección y el ancho de la cerca, el piso es de tierra muy fina casi como arena y en su entrada hay una piedra muy lisa y puntiaguda como un pequeño dolmen cubriendo una parte de la entrada. Su acceso
principal mira hacia el Oriente y es muy estrecho para que pudiera caber una persona, (fig. 56).
Estos nichos no se deben confundir con los refugios construidos para que algún agricultor pueda
cubrirse del temporal, cuartos que también se hacen en las bardas de las terrazas, sus techos se hacen
con arcos triangulares o lozas que permiten soportar las piedras, estos son muy anchos, largos y hondos y los hay tanto en Milpa Alta, como en Xochimilco, la orientación de su acceso varía, pueden ver
al Norte o al Sur y no guardan relación con el horizonte por donde sale o se pone el Sol.
En San Juan Tepenahuac en Milpa Alta, hay una formación montañosa conocida como Tecpaya o Tecpayo, ahí se localiza una gran extensión de tierras terraceadas, con caminos bardeados,
peñascos con pocitas y rocas con diseños pintados. Los tallados cóncavos se localizan en las faldas
que miran hacia el Poniente, hacía las faldas terraceadas del volcán Tehutli.
En algunas de estas terrazas, en sus remates formaban nichos4 y dentro de ellos, se han encontrado restos de cerámica y otros fragmentos de objetos prehispánicos, cuya destrucción ha sido
4 No hay que confundir estos nichos que por lo regular se encuentran en las esquinas donde finalizan las terrazas, con los cobertizos
que recientemente se construyen en las bardas de piedra que limitan terrenos y que sirven para guarecerse de la lluvia, guardar
herramientas de labranza, semillas, fertilizantes y por lo regular cabe una persona acostada.
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producto del saqueo, estos hallazgos nos hacen pensar que estas pequeñas cámaras y sus vestigios
proceden de ritos de fertilidad que se llevaban a cabo en las sementeras y en las terrazas de cultivo
(Zimbrón, 1991:21). Donde se encuentran las rocas con pocitas, también hay un conjunto de piedras que forman un pequeño “nicho” que está orientado hacía el Cerro Papayo. Por la posición en
que se encuentra se ve que formaba parte de una barda, que servía de límite de una terraza, ahora
sólo se aprecia restos de una plataforma con varios niveles y en unos de sus escalones, había un
peñasco con un profundo cuenco. Nuevamente nos inclinamos a pensar que este conjunto, ahora
destruido5, formaba parte de algún culto a las terrazas agrícolas (fig. 56).
Un elemento más que puede confirmar la existencia de un culto antiguo a las terrazas agrícolas
y sus sistemas hidráulicos, nos la proporciona Jorge Angulo al estudiar las instalaciones de aprovechamiento hidrológico en Chalcatzingo, Morelos, nos dice que su primer modalidad corresponde
a la de terrazas sobre la ladera, y que el “análisis de los tiestos localizados entre el material utilizado
como relleno para las terrazas, nunca ha sido considerado diagnóstico para determinar la fecha de
construcción de las mismas, puesto que pudiera tratarse del material de un montículo o depósito
ocupacional reutilizado como relleno en cualquier etapa precedente a la excavación. Sin embargo
al explorar el sistema constructivo de la terraza No. 4 se localizó, abajo del piso de cantos rodados, una ofrenda de vasijas del Preclásico Medio. Esta misma observación se repitió en otras
terrazas, donde también se localizaron restos de material cerámico de la misma época, colocados como “ofrenda” o asociados a los muros de retén que constituían el terraceado.” (Angulo,
1988: 51) (Énfasis nuestro).
Es de notar que en la zona montañosa de Xochimilco, cuando se desbaratan las bardas de las
terrazas agrícolas, también aparecen innumerables fragmentos de cerámica, en sus núcleos o entre
las hendiduras que dejan las piedras entre sí. Se trata de fragmentos prehispánicos que pueden confirmar la existencia de un antiguo culto a las terrazas agrícolas y sus redes hidráulicas.
Las más espectaculares instalaciones de terraceado agrícola, fuera del centro de Mesoamérica,
se encuentra en el sitio conocido cómo Hierve el Agua, cercano a la ciudad de Oaxaca, donde por
las diminutas dimensiones de todo el conjunto se le puede considerar como una red en miniatura
de terracitas, con su infraestructura hidráulica compuesta por pocitos cónicos y piletitas cuadradas, conectados por canalitos, y quizás estas tierras estuvieron dirigidas a cultivos rituales (fig.22).
El riego permanente de estas terrazas, se originó por la existencia de un manantial de agua alcalina,
con una temperatura especial. Su torrente era conducido por pequeños canalitos que se cortaban
en tramos por cajas rectangulares y cónicas, para detener el líquido en determinados sitios y distribuirla en las terracitas construidas en la pendiente de este cerro. Donde nace el manantial se
formaron dos grandes pozas cóncavas, escarbadas por el desgaste natural producido por el flujo del
líquido y sus partículas minerales. Junto a ellas, hay una cascada y un río petrificado, formado por
el goteo de esta agua sobre la piedra.
Así, estas terracitas fósiles de Hierve el Agua, observamos que fueron regadas por un red de canales y pocitas muy parecidas a los hoyitos, conectados con profundos canalitos, que también presentan
los diseños en piedra, hechos con la técnica de representación que llamamos maqueta (fig. 22 ).
5 La última vez que visitamos el sitio, encontramos que había sido arrasado con maquinaria pesada
dejando solo pocos indicios de estas construcciones terraceadas.
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Proponemos, por lo tanto, que dentro de las ceremonias del culto a los cerros podían intervenir como parte de los ritos y simbolismos, las terrazas agrícolas como elementos que estaban
integrados a los montes y cuyos diseños estaban representados insistentemente en los prototipos y cerros-pocitas, como hemos a lo largo de este trabajo. Además, hemos propuesto que los
prototipos en piedra, son en realidad relieves en miniatura, cuyos motivos son réplicas -en el
sentido que López Austin le da al término-, de lugares celestes o terrestres, reales, idealizados,
donde el inframundo quizás se simboliza en estos relieves y las pequeñas escalerillas grabadas
en la piedra permitían el ascenso o descenso de los muertos, de las entrañas de la tierra. Así, las
escaleras pueden haberse relacionado con el culto a los progenitores y a la fertilidad en general,
al agua y a la lluvia, a los cerros y a sus terrazas agrícolas, pero también pueden ser símbolos
que participan dentro del culto solar, como veremos en el siguiente apartado.
4.4.4. Las réplicas con escaleritas y pocitas sirvieron como altares en rituales de autosacrificio como
parte del culto solar.
Es importante mencionar que del trabajo de campo que realicé a lo largo de aproximadamente diez
años, en la vasta región de las montañas y del lago de Xochimilco y Milpa Alta, encontré muchas
piedras con pocitos, canalitos, terrecitas agrícolas, escaleritas, figuras geométricas, Cruces Punteadas, etc.
Todos éstos elementos, más sencillos, “aislados” o en grupo, son los mismos motivos que contiene
el diseño labrado de la compleja “maqueta” del Cerro Cuahilama, en Santa Cruz Acalpixca (Fig.5). En
cuanto a la interpretación del significado de los animales esculpidos en este monolito, Carmen Cook
(1955: 177) nos dice, que “la figura del pájaro podría ser indicador, también de un lugar de penitencia,
pues es el pájaro mediador o representante del Sol, para llevarle a ese numen, o ingerir en su personificación, el corazón o la sangre del sacrificio, hecho que encontramos confirmado en los códices...,
según la interpretación de Seler (1904), cuando el ave baja para tomar la sangre del sacrificio en forma
de flor”... varias veces representada en esta piedra... “El águila y la serpiente no son más que una repetición de la idea, pues según el mismo Eduard Seler, el penitente se representa con una serpiente… en
el Códice Borbónico... y el águila es conocida como representante del Sol.” Por tanto quizás estaríamos
ante una piedra ocupada para autosacrificios relacionados con el astro.
Con nuestras investigaciones en torno al uso de estas piedras labradas se ha comprobado que
efectivamente existe con algunas de ellas, una fuerte asociación con las posiciones del Sol en el horizonte y su posible utilización ritual y calendárica.
Los cronistas nos informan que muchos de los rituales intervenía de forma directa o indirecta
el Sol, así Jacinto de la Serna (1953 : 242), nos dice que las ceremonias iniciaban de noche en la casa
del sacerdote y luego de señalarle al penitente, el lugar donde debía de ir a adorar al Dios Tlalticpaqui, que era el dios de la tierra, “y de ordinario era esto en las cumbres de los montes, y observaran
esto, porque allí les cogiese la salida del Sol, para ofrecerle también en su Oriente con la noticia de
su antigua fábula de la adoración del Sol” (Énfasis nuestro).
Del análisis de localización de estos relieves dio como resultado el encontrar una parte de lo
que fue una red de lugares sagrados, indicados por medio de éstas piedras con “vasitos de autosacrificio” donde se llevaban a cabo el ritual de auto sangrado, derramando el líquido vital en estos
altares con pocitas, así como el ofrecimiento de copal al Sol.
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De nuestro trabajo en campo vimos que varias réplicas y muchas piedras con pocitas están
ubicadas de tal forma que desde muchas de ellas, se podían observar las salidas y puestas del Sol,
realizarse atrás de picos de destacados cerros y volcanes, en los equinoccios, solsticios y tránsito
cenital y en otras fechas significativas del calendario indígena, que bien puede ser los días en que se
ocupaban estos altares, vertiendo en las pocitas la sangre del autosacrificio.
De acuerdo a Sahagún (Libro II), se le ofrece copal nueve veces al Sol, 4 veces en el día y 5 veces
en la noche. J. Juan de Córdova en su “Gramática Zapoteca”, “habla de 18 veces en que se ofrece
incienso al Sol”… una de éstas ceremonia es,… “quando va rompiendo el alba” (Tomado de Cook,
1955:178. Énfasis nuestro). Es decir, algunos de los rituales se hacían antes de que amaneciera o
cuando salía el Sol, así que los autosacrificios podían hacerse durante los primeros momentos de
aparición solar sobre el horizonte o en el ocaso y por tanto en los momentos en que el disco solar
tocaba importantes puntos de los horizontes locales de los sitios indígenas donde se encuentran
estos tallados, como serían los cerros sagrados, que en algunas de estas prominencias aun existen
vestigios prehispánicos.
No se descarta la posibilidad de que las pocitas fueron recipientes para quemar el copal y
además, en ellas se pudiera verter la sangre de los penitentes, durante las ceremonias hechas en el
momento en que el Sol estuviera en determinada posición en la bóveda celeste y donde quizás su
imagen se reflejaba en el espejo del líquido contenido de las pocitas.
Pero también las escaleras en miniatura las encontramos en la toponimia mexica, “imágenes en
miniatura del pasaje” o grifos o “pequeñas imágenes” como los nombra Galarza (1989: 126) y es el
caso del topónimo de Teopantlan que aparece en el Códice Mendocino, el cual está formado por un
pequeño templo piramidal con su plataforma, sus tres cuerpos y una capilla que hacen un total de 5
niveles. Viendo hacía el Sur hay una diminuta escalera de 8 escalones más su primer descanso, por
lo que se pueden contar 9 peldaños. Sobre la pirámide en miniatura aparece el Sol en su diámetro
medio levantándose desde el Oriente.” Es un templo, que quizás estuvo dedicado al culto solar.
Figura 27. Glifo topónimo de Teopantlan,
formado por un templo de cinco niveles,
con nueve escalones viendo hacia el sur,
saliendo el Sol por atrás de él.
Fuente: Códice Mendocino, 1964.
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4.4.5. Las escaleras en miniatura como parte de un culto al Sol entre los huicholes.
Dentro de las prácticas religiosas registradas desde finales del siglo XIX y luego en el siglo XX, los
grupos indígenas huicholes de Aridoamérica, aún participan del simbolismo de las escaleras, cuyas
formas escalonadas sirven y sirvieron de sustento a las ceremonias relacionadas con el culto solar,
donde sus rituales tienen hondas raíces antiguas.
Las escalinatas pueden ser construidas a escala humana, formando parte de sus centros arquitectónicos sagrados de esta etnia. Así, en el lado oriental del sitio ceremonial llamado “tukipa, hay
otras dos construcciones xirikite, son las pequeñas “pirámides” elevadas donde se encuentran los
templos, colocadas encima de plataformas que miden aproximadamente 1.50 metros de altura. A
estos adoratorios se accede por empinadas escalinatas de varios escalones, mismos que… simbolizan el trayecto del Sol desde el amanecer hasta el cenit. En San Juan Corapan, un pueblo de la Cora
Baja, Jáuregui, Magriña y Samaniega observaron una Escalinata de Arena que se elaboró en la playa
del Río San Pedro, en ocasión de la celebración del solsticio de invierno del año 1996”. (Neurath,
2002: 218-219 Énfasis nuestro).
En todos estos casos, la idea es la misma se trata de ayudar al Sol para que llegue al cenit o para
que baje, de allí, hacia el nadir. Según Furst y Scott (1975) y Francisco Samaniega (1996, s/f.) los
cinco escalones de la escalera del Sol corresponden a los cinco grados de iniciación o “acercamiento
al Sol”… “La escalera del Sol también es un motivo del arte rupestre de la región” Existe un dato
arqueológico que se confronta con el mito huichol, así, dentro de los restos culturales pertenecientes al período Posclásico tardío, grabados que se pueden considerar como una expresión marginal
de la cultura mesoamericana, aunque hay elementos cuya antigüedad es difícil de precisar que se
encuentran en la región estuaria y salina, en la sierra y en los cerros contiguos a las tierras bajas en
las Marismas Nacionales de la costa en el límite de Sinaloa y Nayarit.
Así, al norte en la zona montañosa occidental de la Sierra Madre Occidental, se localiza el sitio
conocido como Los Monos -término popular para designar figurillas o ídolos arqueológicos-, donde hay un grupo de petroglifos, que tienen una marcada semejanza en técnica y clase de símbolos
utilizados, con otros del Occidente de Mesoamérica y de Norteamérica en general, de los que no se
puede dar una edad tentativa de ellos. Dentro de estos diseños en roca sobresale uno que en 1971,
descubrieron Peter Furts y Stuart Scott y que es un prominente símbolo solar labrado en el muro
oriental de un acantilado, que representa un disco del Sol con facciones humanas y rayos relacionados con un diseño de escalera vertical, el cual parece corresponder de manera muy estrecha al
símbolo de la escalera del Padre Sol en la cosmología y ritos huicholes. Este diseño simboliza “el
concepto del dios Tayaupá, el Padre Sol que asciende en el oriente, por medio de una escalinata
o escalera, desde el mundo subterráneo, y desciende al anochecer en el poniente” para iniciar su
peligroso viaje hasta su nueva salida oriental (fig. 28).
En cuanto a las reproducciones huicholas de escaleritas en miniatura (imumui) Konrad
Theodor Preuss ilustra una pequeña pirámide de madera que a principios del siglo XX encontró sobre un altar huichol y que su dueño indígena conservaba sobre un altar en la comunidad
huichola de Tuxpan, decía que servía “…para que el Padre Sol pueda subir del mundo inferior”,
escalera por la cual subió del mundo subterráneo cuando nació y de esta manera se identifican
siempre las escaleras en miniatura de los templos huicholes (Zingg, 1938. Tomado de Cook,
1955: 181.Énfasis nuestro).
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Figura 28. Las escaleras del Padre Sol. Sitio de los Monos, en la Sierra Madre Occidental, en los límites de Sonora y Nayarit.
Fuente: Peter Furts y Stuart Scott, 1975.
Krickeberg (1988: 107), anota que para “ayudar al Sol en su penoso camino hacia el cenit e impedir
su detención, los mayas antiguos y los huicholes modernos elaboraban pequeñas pirámides, por
así decir “escaleras solares” hechas de tierra o madera, que ponían en sus templos durante fiestas
especiales” (Énfasis nuestro).
Por lo que podemos decir que las escalinatas de los centros ceremoniales, de los edificios religiosos huicholes, y las talladas en piedra, tienen la misma función “que las pequeñas escaleras en
miniatura (imumui), que es un objeto ritual de gran importancia en los templos y santuarios huicholes, que anteriormente solían fabricarse de madera y ofrendar al Padre Sol” (Lumhotz 1986: 96,
Preuss 1908d: 592. Tomado de Neurath, 1998: 220. Énfasis nuestro) (fig. 3).
Otros elementos relacionados con las escaleras solares son mencionados por Furts y Scotts
citando a Lumholtz, quién “ilustra y describe un antiguo modelo de escalera de piedra areniza,
encontrado en la superficie del suelo del profundo valle que separa los centros huicholes de San
Sebastián y Santa Catarina, Tales objetos... son interpretados por los indígenas como “imu’mai”
(imumui) o escaleras de los dioses... cada uno de los cuáles era para un dios huichol distinto (Furst
y Scott, 1975:16). Dicho símbolo no se limita desde luego a los huicholes y pueblos uto-aztecas de
la Sierra Madre Occidental relacionados con ellos, sino también era un elemento prominente de la
cosmología mesoamericana y del arte ritual en general. Podemos afirmar que en términos generales, en la época mexica, había una relación simbólica importante entre las escaleras, los templos, los
cerros y el Sol, elementos simbólicos que presentaban una relación de réplica.
A este respecto Walter Krickeberg (1988) ha señalado que el hecho de que las pirámides mesoamericana fueran escalonadas, se debía a que para el indígena el cielo representaba una montaña, por la cual el Sol asciende en la mañana y baja en la tarde, de manera que sus pendientes se
escalonan cómo las de un gigantesco edificio. De este modo, el “monte artificial” (tlachihualtépetl)
se transformó en pirámide escalonada, y se convirtió en un símbolo del cielo entre muchos
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pueblos de Mesoamérica. En otros casos se muestra la relación de las pirámides con el cielo por
los nueve escalones que tenían aquéllas y que correspondían según Krickeberg, a las nueve capas o escalones del firmamento en la cosmología mítica.
Sin embargo, como hemos dicho anteriormente, las maquetas con pocitas, pudieron estar relacionadas también con un culto al Sol, con las observaciones calendáricas y astronómicas, que se
hicieron durante las fiestas de Tozoztontli y Huey Tozoztli y varios de los componentes que constituyen sus diseños, pudieran estar asociados simbólicamente con el agua, con Tláloc y Cihuacoatl,
y la lluvia y con los meses de Atemoztli y Atlcahualo.
4.5. Las réplicas con pocitas y pocitas aisladas y su uso ritual actual.
Por lo pronto es pertinente anotar a continuación el uso ritual que presentan las pocitas en la etnografía actual. Tenemos que diferenciar entre las réplicas que contienen representaciones urbanas o
características del paisaje en miniatura con pocitas y las pocitas que aparecen en forma individual
sobre las piedras. (Ver Anexo 2, para casos en Perú).
A) En el pueblo de San Salvador Cuauhtenco, en Milpa Alta.
En el carnaval celebrado en este pueblo, una de las actividades era construir con piedra la maqueta
del cerro del Ajusco, que la colocaban en las llaves que se encontraban en el centro del lugar, como
un recordatorio y ceremonia de agradecimiento al volcán del cual provenía el vital líquido que
abastecía a este poblado.
B) En las comunidades nahuas en Guerrero.
En las proximidades de Olinalá, Guerrero, Francoise Neff, encuentra que éstas pocitas son actualmente ocupadas por los grupos nahuas, para calcular la intensidad de las próximas lluvias de temporal y para esto meten los dedos de las manos en la concavidad y con ello miden el nivel del agua
que posteriormente caerá”(comunicación personal, julio de 1998).
C) En la región de Coatetelco en Morelos.
Druzo Maldonado (cfr. 2005), que en su investigación registró varios sitios rituales de Coatetelco,
en Morelos y opina que muchas de las piedras con pocitas y otras similares encontradas en su recorrido de campo, fueron y actualmente son altares donde en algunas de ellas, todavía se desarrollan
ritos agrícolas.
D) Los graniceros en la región de los volcanes.
Julio Glockner en trabajos recientes sobre los graniceros o trabajadores del temporal presenta unos
datos muy sugerentes que le comunicaron sus informantes los cuáles hablan sobre “los caños que
se abren en los sitios sagrados para que rieguen los 4 puntos cardinales.” Estos se hallan debajo del
suelo de ciertos lugares y hay que localizarlos.
En el cerro Zempoaltepetl cerca de Tétela del Volcán, los graniceros aún llevan a cabo rituales en
su cima, donde hay una cruz cristiana y en su base ponen cuatro recipientes colocados hacia los puntos cardinales, los cuales llenan al tope de agua limpia y utilizan algodones para simular el goteo, dichos elementos sirven para nivelar la cantidad de líquido que caerá durante el temporal en la región.
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Cerca de la cruz hay una piedra que le llaman el Timbre a la cual le piden la lluvia o su cese y
solo la utilizan en casos de extrema necesidad y enfrente de ella hay un cuenco en una roca que le
dicen la fuente y es parecida a nuestras pocitas que llenan también de agua.6
E) En el cerro del Judío o Mazatepetl en Contreras, Distrito Federal.
En el Cerro del Judío o Mazatepetl se encuentra un conjunto de maquetas aparentemente sin temas
urbanos o arquitectónicos, pero en la cuáles hay labradas en sus superficies planas un conjunto de
pocitas y canalitos, en sus costados se encuentran terracitas y escaleras, rectángulos y cuadrados que
posiblemente sean la representación sintetizada de tierras de labor, especializadas en algún tipo de
cultivo o dirigidas a determinado consumo ritual. Se puede decir que simbólicamente este conjunto
reproduce una porción del territorio con sus cerros terraceados y su sistema de regadío, el diseño está
distribuido en varias piedras que forman un sólo motivo o un paisaje en miniatura (fig. 5, 11).
En la cúspide de este mismo Cerro Mazatepetl, cerca de este afloramiento rocoso donde se
encuentran las pocitas, hay una pirámide, sin duda en ambos sitios se efectuaban diferentes tipos
de rituales.
En años recientes, Alejandro Robles, estudió la sobrevivencia de graniceros en la región del
Ajusco, quienes aun realizan ritos agrarios, y encuentra que muchas de estas prácticas religiosas actuales, tienen h ondas raíces prehispánicas. Robles reporta que en el Cerro Mazatepetl, hay un culto
muy particular al Santo Patrono el Apóstol San Bernabé cuya fecha de celebración es el 11 de Junio,
10 días antes del solsticio de verano. Dentro del complejo de creencias dirigidas a San Bernabé y
a San Antonio (10 de junio), existe una tradición que involucra al grupo de réplicas prehispánicas
existentes en el Cerro del Judío.
En su estudio etnográfico Robles (1995: 347-348), apunta que “en San Bernabé Ocotepec se
conserva una tradición interesante relacionada con el culto de los cerros, la petición de lluvias y los
petroglifos localizados en su cima…(su informante le relató)... que guarda en su casa de San Bernabé a San Antonio..., quién sólo hace sentir su presencia al escasear las lluvias. Cuando esto ocurre,
se le manda pedir de la iglesia y van en procesión acompañados de un Padre hasta la cima del Cerro
del Judío Aquí existe un afloramiento de roca con petrograbados y “donde hay un hoyito de piedra”
… (es decir, una pocita)…, “allí le bañan” al santo y le lavan su cabeza para pedir que llueva...”
Por nuestra parte, pensamos que es innegable la estrecha relación que existe entre éstas pocitas con algún líquido y que fueron hechas precisamente para verter o recibir agua, sangre, quizás
lluvia, contenerla y conservarla a veces por un corto o largo periodo de tiempo sobre su diseño,
dependiendo de la porosidad de las piedras. Es decir las pocitas tienen una estrecha relación con
el agua y están simbólicamente asociadas con la lluvia, los manantiales y cuerpos de agua. Por las
diferencias que presentan sus diseños y su asociación con otros elementos como el Sol, concluimos
que estaban destinadas a diferentes rituales, distintos tipos de uso y pedimento, es decir son objetos
pétreos ritualmente multifuncionales.
F) En el cerro de la Campana, en Huixquilucan, Edo. de México.
En otro caso, Juana Romero García (2004), encuentra que el santuario ubicado en la cima del Cerro
6 (Julio Glockner Conferencia presentada en la ENAH el 7 de octubre de 1999).
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de la Campana en Huixquilucan en el Estado de México, es visitado por diversos grupos otomíes,
cada 1° de Enero para celebrar el año nuevo y que dentro de los ritos que se llevan a cabo en dicha
fiesta, está la de poner una ofrenda en una piedra que tiene labradas escaleritas y pocitas, y que en
dichas concavidades se verte sangre de cordero y se cubre toda la maqueta con flores y hierbas.
Es importante mencionar que según Jesús Galindo (2000:29). el Cerro de la Campana, forma
parte del calendarios de horizonte del Templo Mayor de Tenochtitlán registrando la puesta del Sol
el 30 de Enero, que es cuando el astro se oculta atrás de las faldas de este monte, visto el ocaso desde
la céntrica estructura mexica.
Epilogo
Xochimilco se conoce mundialmente por su forma de cultivo basado en las chinampas, cimentadas
en el lago, pero pocos conocen que también en la región de la montaña se construyeron terrazas
agrícolas, unas regadas con agua de temporal otras por las aguas permanentes de los manantiales,
tierras sembradas incluso con una antigüedad previa a la de los lagos. Así, también los pobladores
del ahora territorio xochimilca se establecieron en la zona boscosa, en la tierra firme, pues en un
principio no dominaban aún los cuerpos de agua con infraestructura hidráulica que regulaba sus
fuerzas en ocasiones adversas. Fenómeno que determino que los primeros asentamientos indígenas se hicieran en lo alto de las montañas y en tierra firme, los innumerables restos arqueológicos
encontrados, dan prueba de esto. Sin embargo, aun los estudiosos olvidan este otro Xochimilco,
para el que no hay presupuesto y tampoco se ha declarado como patrimonio de la humanidad por
la UNESCO y muchos de sus autoridades han permitido su destrucción vía el crecimiento urbano
desmedido y promovido por ellos mismos. Miles de millones de pesos absorben las chinampas,
dinero que más bien aumenta los bienes patrimoniales de los políticos y por supuesto ningún peso
para el rescate de pirámides y petroglifos, maquetas y pocitas, por lo que se hacía necesario reunir
en un volumen algunos de estos vestigios próximos a desaparecer bajo los cimientos de grandes o
pequeñas casas o el descuido de los nuevos dueños y pobladores, no es el primer estudio de este
género, ni será el último y esperamos que se haya cumplido con los objetivos propuestos, de ayudar
un poco en la reconstrucción del glorioso pasado de nuestros pueblos indios.
Reflexiones finales.
En la realización de este libro nos propusimos reunir en un solo volumen la evidencia acerca de
las piedras labradas que llamamos réplicas en miniatura del paisaje y las piedras con pocitas que se
encuentran dispersas en el territorio de Xochimilco y Milpa Alta, con el fin de avanzar en el estudio
y la interpretación acerca del uso que tuvieron estos relieves en el mundo prehispánico, que debido
al crecimiento urbano de la ciudad están en peligro de desaparecer en pocos años, sin que hayan
sido estudiados sistemáticamente. Además, tratamos de dar un nombre diferente al de maqueta
para clasificar a estas obras y decidimos llamarlas “réplicas”, concepto antropológico, que incluye la
práctica social de replicar la naturaleza, la religión, la cosmovisión, el pensamiento y en general los
procesos sociales de los grupos indígenas. Finalmente, podemos decir, que en los motivos tallados
en miniatura se pueden reproducir pensamientos científicos, empíricos y religiosos y los que forman parte de las leyendas y mitos de origen.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Con la elaboración de este trabajo pudimos detectar un gran número de estas obras en miniatura no registradas en su mayoría por el INAH, y conocer sus principales características físicas,
dimensiones y medidas, ubicación, el tipo de roca que se utiliza como soporte para labrarlos. El
tema de los motivos tallados se va repitiendo en varios lugares, pero a veces con variaciones en el
estilo de sus diseños, la asociación con otros elementos arqueológicos, montículos, petroglifos, esculturas, tronos, cruces punteadas teotihuacanas y cristianas, y pinturas rupestres, su localización
espacial y como puntos estratégicos de observación del territorio, del clima, la geografía y la naturaleza, así como la actividad agrícola, lacustre y del bosque.
En la mayoría de los casos pudimos describir el contenido de las réplicas y las pocitas, fotografiarlas desde varios ángulos, pues en algunos casos varían sus formas desde el punto en que se
observen. Con G.P.S., obtuvimos su localización, para luego ubicarlos en el plano y su altura sobre
el nivel del mar. Encontramos que por lo regular se encuentran en peñas a orilla de los lagos y ríos
intermitentes o por donde escurre el agua de lluvia, pero también están en voladeros y barrancas,
en las terrazas agrícolas, en rutas y caminos de acceso, en la cumbre de los cerros. En sitios que
dominan el paisaje, están orientadas de tal forma que desde ellas, se pueden observar los grandes
volcanes como el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl y cerro sagrados locales como el Tehutli.
Con los estudios de localización de las réplicas y pocitas, pudimos encontrar relaciones espaciales con cerros y lugares estratégicos, pero también alineamientos solares entre algunas de ellas
(como es el caso del Xochitepec y Piedra Larga), y desde las cuales se pueden observar salidas y
puestas del Sol, en puntos destacados del horizonte en fechas importantes como los solsticios y
cerca de los equinoccios y mientras esto sucede se pudieron hacer rituales de autosangrado en las
pocitas, cuyas piedras horadadas pudieron ser usadas como recipientes de altares que intervenían
en cultos a los cerros terraceados, a la lluvia y al Sol.
Un hecho muy interesante fue el haber descubierto que desde el petroglifo de un personaje
labrado en la peña en el cerro Xochitepec, se podía ver durante el solsticio del 21 o 22 de diciembre,
salir el Sol desde dentro del cráter del Popocatépetl, evento que publicamos en 1996, en la revista
comercial “México desconocido” y que ha producido un movimiento cultural y visitas anuales de
diversos grupos para celebrar dicho acontecimiento y hasta se ha puesto en duda la paternidad del
descubrimiento, diciendo que la población aledaña ya conocía antes dicho fenómeno, aseveración
que es incorrecta, en nuestra indagatoria que empezó desde antes del terremoto de 1985, no encontramos antecedentes antiguos del registro de este evento en la tradición oral de Xochimilco.
A pesar de haberse generado nuevos datos en cuanto al uso que pudieron haber tenido las
réplicas en miniatura del paisaje, como el monolito del cerro Cuahilama en Santa Cruz Acalpixca
(Fig.5) o el de Tejupilco, en el Estado de México (fig.16); el del sitio de Plazuelas, Guanajuato (fig.
10); y el de Tikal, en Guatemala (fig.18), aún persiste la duda si no tuvieron un uso como maquetas
usadas en la construcción de los sitios donde se encuentran o cercanos a estas piedras, ya que los
proyectos de construcción de las ciudades prehispánicas, se hicieron a veces a lo largo de varias generaciones, por lo que la existencia de un proyecto previo o un modelo acabado, pudo ser esencial
para darle continuidad a las actividades constructivas desarrolladas a lo largo de grandes periodos
históricos. Sin embargo, nuestro descubrimiento del funcionamiento de estos relieves con el agua
que se les vierta en sus canalitos y pocitas, sus superficies propensas a inundarse y el escurrimiento
de líquido en los diseños escalonados, nos lleva nuevamente a pensar en un uso ritual o ambos a la
vez, arquitectónico y religioso.
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También la existencia de un gran número de piedras con pocitas y de réplicas en miniatura
de cerros terraceados en toda la región montañosa de Xochimilco y Milpa Alta, sigue siendo un
misterio en cuanto a su verdadero uso y significado. No pudimos generar un movimiento de las
autoridades delegacionales para la conservación de estos tallados, pero por lo menos tratamos de
mostrar a la población originaria estas piedras labradas y tratar de dar una explicación coherente
de su función y simbolismo, pero solo llegamos a un nivel propositivo.
Se entiende que tratamos de reconstruir el pasado, a través de los restos arqueológicos existentes en la actualidad y los testimonios orales y escritos encontrados en torno al uso de estas piedras,
pero solo encontramos una referencia de un caso en la zona náhuatl de Guerrero, registrada por
Hernando Ruiz de Alarcón, en cuanto al uso de las pocitas como recipientes donde se vertía la sangre del autosacrificio, todavía a comienzos del siglo XVII.
Por otra parte, en Sahagún en el relato de la huida de Quetzalcóatl para Tlapalla aparece una
vaga referencia a las pocitas en piedra, que se tallaron con las lágrimas de este héroe mitológico:
“Y ansí iba caminando el dicho Quetzalcóatl. E iban delante tañendole flautas. Y llegó a otro
lugar en el camino, donde descansó, y se asentó en una piedra y puso las manos en la piedra, y dexo
las señales de las manos en la dicha piedra. Y estando mirando hacia Tulla, comenzó a llorar tristemente. Y las lágrimas que derramó cavaron y horadaron la dicha piedra donde estaba llorando
y descansando del dicho Quetzalcóatl.”(Sahagún, 1989, Tomo I, Libro tercero, cap. XII, Pág. 216).
Sin embargo, estas referencias en los cronistas, no son datos concluyentes y tampoco los testimonios etnográficos actuales nos dan versiones contundentes de sus usos antiguos, quizás sí de
su reutilización y refuncionalización con nuevas prácticas rituales. Este es el caso de las piedras
monolíticas del Cerro del Judío que en una de sus piletitas se baña la imagen de San Bernabé para
que llueva, y en el caso de Kenko, en Cuzco Perú, se utiliza un cuenco con un canalito en zigzag,
donde se vierte la chicha, bebida tradicional, que va escurriendo por los relieves, y de donde las
parejas de recién casados toman líquido con el fin de tener hijos y les vaya bien en su nueva unión
(ver fig.98 en Anexo 2).
En san Salvador Cuauhtenco, en Milpa Alta, nos relatan algunos informantes, que en una de
sus celebraciones cívicas, todavía hace algunos años, en las llaves que surtían de agua al pueblo, se
hacían con pequeñas piedras la maqueta del cerro del Ajusco, porque de ahí provenía el agua que
proveía a sus habitantes.
Finalmente podemos decir que la actividad del hombre de replicar, copiar y de reproducir a
una escala humana, los fenómenos de la naturaleza, los procesos sociales, y rasgos culturales, es
una práctica que se repite a lo largo de diferentes periodos históricos y cuyos fines tienen un amplio
espectro productivo, científico, empírico e ideológico.
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ANEXO 1
Réplicas en miniatura del paisaje, pocitas y petroglifos
localizadas en Xochimilco, Muitláhuac
y Malacatepec Momoxco.
En este anexo, describiremos la ubicación y el contenido de las piedras labradas, bajo la técnica de
maqueta, que se encuentran bordeando los límites del lago y otras ahora dispersas en la región de
la montaña de Xochimilco, Milpa Alta y Tláhuac, y sin querer en estos momentos hacer un estudio
comparativo exhaustivo, hablaremos de este tipo de réplicas y pocitas talladas en otras partes de lo
que fue la Cuenca de México, y de Mesoamérica, además, por razones de espacio sólo anotaremos
aquí que hay ejemplos en Norteamérica, Sudamérica y en Centroamérica que también están relacionados con el simbolismo del agua, la lluvia y el Sol.
Las réplicas en miniatura parecen reproducir el paisaje y la tecnología aplicada en él, con un
grado mayor o menor de simbolismo en los motivos representados según la cosmovisión prehispánica y las necesidades del ritual. Los tallados reflejan parte de lo que existió en lo que fue la realidad
concreta del indígena.
El tema tallado es importante por más pequeña y sencilla que sea su representación pues permite ver
la magnitud de lo existente en la región a una escala en que el hombre lo puede manipular y apropiarse del
funcionamiento mismo de la naturaleza, para transformarla en su beneficio. De hecho todos los elementos grabados en las piedras son fácilmente identificables, son reales y concretos, ya que se encuentran reproduciendo el entorno, las formas de representarlos varían según el tema que se quiere resaltar y el estilo
del tallador, y es la representación más sencilla de los elementos existentes en el territorio. Dentro de los
motivos representados, se encuentran, templos, canchas de juegos de pelota, sofisticadas viviendas, terrazas y escaleras, algunas de ellas son parte del sistema de terraceado o dan acceso a estas tierras de cultivo.
5.1. Las réplicas en miniatura del paisaje: Localización y su descripcion icongrafica.
Según hemos visto en este libro, el tipo de maquetas encontradas en la región montañosa de Xochimilco y Milpa Alta, son las talladas sobre piedras de mediana dimensión, peñas y grandes monolitos en cuyas planas o accidentadas superficies, se labraron paisajes en miniatura o se tallaron
una o varias pocitas.
A veces las réplicas se encuentran asociadas a un cumulo mayor de piedras reunidas en torno
a ellas, con o sin diseños, donde cada roca representa un cerro en miniatura en una porción del
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territorio representado. Hay que tomar en cuenta que en ocasiones son rocas de gran magnitud que
forman parte de las formaciones naturales del cerro y en otras ocasiones son pequeñas y regulares
moles que es poco probable que pudieran ser trasladadas desde otras lejanas regiones.
La piedra era el monte mismo y donde se reproducía a ese o a otros promontorios contenedores de agua y en los cuales se esculpían terrazas agrícolas, que según Pedro Armillas estas tierras de
cultivo semejaban escalinatas de gigantes en el paisaje (1987:70).
En estas rocas se reproducen en miniatura las características más sobresalientes del paisaje
indígena, los sistemas productivos agrícolas, sus redes de riego de las terrazas de cultivo y la conducción de agua y drenaje de las pequeñas zonas urbanas. Además en algunos de estos labrados,
se pueden apreciar plantas y animales, formados por canalitos que remarcan la figura al conducir
agua de lluvia u otro líquido que se les vierta, ya que son diseños propicios para que escurra o se
almacenen pequeños torrentes en sus relieves.
En estos diseños tridimensionales la piedra que sirve de soporte al tallado, adquiere el valor simbólico de cerro, o de alguna porción del territorio, o región y los temas labrados son lugares construidos con elementos propios del paisaje, que reproducen sitios reales idealizados, imaginarios o
míticos, y donde sus formas se pueden acercar en menor o mayor grado a emplazamientos indígenas
que en verdad existieron y que simbólicamente se reprodujeron. Los temas de los motivos se pueden
considerar como réplicas de centros urbanos y agrícolas, con sus drenajes y terrazas de cultivo con sus
sistemas de riego, siendo entonces pequeños lugares o paisajes en miniatura en peñas.
Tenemos elementos que apoyan el supuesto de que las maquetas son la réplica de un lugar real,
por la existencia de topónimos asociadas a estos relieves tridimensionales y a petroglifos como en
el sitio de Santa María de los Olivos (fig. 71) o se refieran a nombres de lugares mitológicos plenamente identificados, pero también cabe la posibilidad que se haya idealizado el paisaje circundante,
pues observamos que los diseños se distribuyeron en la piedra sin una relación espacial real, sino
que los motivos iban acomodándose según las características propias del soporte pétreo.
Para labrar los temas en los monolitos, se tomaron las formas características de las “escaleras”
agrícolas construidas en los cerros, estas se emplearon para representar cualquier lugar en donde
en el paisaje predominara este tipo de agricultura.
Además consideramos que estas piedras fueron ocupadas como altares, en donde algunos de
ellos presentan la posibilidad de observar en determinadas fechas, las puestas o las salidas del Sol,
realizarse atrás de prominentes picos, mientras esto sucedía, se pudieron efectuar rituales de autosacrificio, llenando con sangre u otro líquido, los pocitos y diseños tallados.
También, a estos tallados podían completarse su significado, con miniaturas de barro o madera
o modelos comestibles, que reproducían plantas, animales, cerros y otros elementos del paisaje.
Otro punto importante de análisis, es la ubicación geográfica de estos relieves, que por lo regular se hacían en piedras y peñas, que conservaban su localización original proporcionada por la
propia naturaleza, pero sufriendo un proceso de selección, buscando que cumplieran con ciertos
requisitos necesarios para su función ritual y simbólica.
En la región de Xochimilco, las réplicas en miniatura del paisaje y las pocitas se encontraban
en los límites y a la orilla del lago, donde comienza la región de la montaña, en una cima importante, a lo largo de las rutas comerciales y de peregrinación, en los caminos y cruceros que unen
con pueblos, como parte de las bardas de las veredas vecinales que conducen a parajes importantes,
indicando los accesos al valle, y sementeras o están dentro de las tierras de labor en las fronteras
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
territoriales de los asentamientos actuales, marcando límites geográficos territoriales o políticos.
Podemos dividir en dos zonas importantes la ubicación de los paisajes en miniatura, maquetas, y
altares o piedras rituales en Xochimilco y Milpa Alta:
a) Aquéllas que están asociadas a cuerpos de agua, sirviendo como límite al lago, en la ribera
de algún río intermitente, formando parte de petroglifos o serie de diseños en pequeños islotes
antiguamente rodeados de agua o contiguos a los canales, y tierras bajas, donde se ocupa la
agricultura en chinampas;
b) Las localizadas en su región montañosa donde predomina el cultivo en terrazas, cerca o rodeadas de áreas agrícolas. Se ubican en estas fronteras territoriales y ecológicas. La mayoría se
sitúan en lomas o formas elevadas que sobresalen del terreno, en zonas altas cercanas a los escurrimientos naturales, en acantilados y barrancas donde se domina el paisaje. Otras se encuentran
siguiendo las rutas de los caminos vecinales, y algunas en la actualidad sirven de mojoneras que
indican los límites de predios y tierras entre los pueblos vecinos. En ocasiones aparecen asociadas
a pequeñas pirámides o labradas en las peñas en lo alto de las montañas que dominan visualmente una amplia zona de la región y desde donde se observan los horizontes este u oeste, por lo que
algunas de ellas, se usan como puntos de observación de las salidas y puestas del Sol.
Es decir, algunas réplicas están dirigidas hacia el oriente y al poniente o hacia donde existe
un corte preciso del horizonte o una formación montañosa local, a donde se observa algún
importante fenómeno solar en determinada fecha calendárica.
En Xochimilco los monolitos grabados con pocitas y terracitas, adquieren un valor de
montaña en miniatura, es decir, la “Piedra” es un “Cerro” o “Territorio” y se pueden encontrar
formando parte de un conjunto ceremonial ya sea asociadas con alguna estructura piramidal
como en San Lucas Xochimanca, con petroglifos y esculturas en San Gregorio Atlapulco, Tláloc y otros elementos prehispánicos, como en la grieta del panteón de Tecacalanco, en Acalpixca o aparentando estar “aisladas” sobre lomitas, montículos, barrancas, formando parte de
los acantilados y peñas a las orillas de los voladeros, en la zona montañosa xochimilca y en
abrigos montañosos, sobre la línea de goteo cerca de Teotihuacán, donde la relación que tienen
en cuanto a escurrimiento de agua es evidente, además que en casi todos los lugares dominan
la mayoría de las veces al paisaje, y los accesos al lugar o la región.
Algunas “maquetas” tienen una característica que las distinguen de otras y es que se busca que en su parte baja formen con el terreno pequeños nichos o cuevas artificiales, a veces
parecen estar levantadas exprofeso para aparentar pequeños recintos, quizás entradas al inframundo o lugares donde se colocaban ofrendas. Estas cuevas artificiales se pueden ver una
en Acalpixca en la zona de petroglifos junto a la mariposa, y en los caminos vecinales hacía
Xicomulco y Santa Cecilia y otra más en la pequeña zona arqueológica de San Lucas y San Juan
Tepenahuac en Milpa Alta. También la tradicional maqueta de Acalpixca en la parte baja de la
gran piedra aparece ennegrecida como sí abajo de ella se hubiese prendido copal, como resultado de un ritual, según Carmen Cook (1955).
En otro ejemplo de la Cuenca, en el Cerro de la Estrella, las réplicas, están ubicadas sobre
los techos de cuevas o cavernas que en algunas de ellas hay estuco, altares o bardas, por lo que
se puede interpretar como piedras rituales que permitían el acceso al paraíso de Tláloc, ya que
junto a ellas se han encontrado diseños tallados de esta deidad (fig. 6).
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Una de las preguntas que nos podemos hacer es; ¿las ceremonias religiosas que se efectuaban en torno a estas pocitas y terracitas, formaban parte de los eventos celebrados en las fiestas
del calendario o eran rituales que se hacían en forma aislada dirigidos a las peticiones de la
población en general, al autosacrificio individual, al bienestar familiar?
En cuanto a sus cualidades astronómicas, algunas de las réplicas se tallaron sobre peñascos
orientados por parte de la naturaleza, hacía los solsticios o equinoccios y otras fechas calendáricas importantes, así desde los diseños se pueden observar las salidas o puestas del Sol en
puntos destacados del horizonte que marcan días y momentos del ritual y el autosacrificio, y
de acuerdo a su localización geográfica se encontró alineamientos solares entre ellas, o con
iglesias, sitios arqueológicos y lugares o peñascos con algún culto.
Además en lugares áridos pudieron servir como recipientes donde se llenaban con la pintura que servía para hacer grandes murales o pinturas rupestres. Pero nuestra propuesta gira
en torno al uso ritual de las réplicas y pocitas, desde dos ideas centrales, su relación simbólica
con el agua y con el Sol, es decir, se inscriben dentro de un culto agrícola y solar.
5.1.1. Las escaleras y su relación con los tallados en miniatura.
Si analizamos cada uno de los elementos representados, por ejemplo, las escaleras, encontramos
varios estilos y tipos. Los diseños escalonados en miniatura aparentan dar acceso al lugar labrado;
permiten llegar a un pozo o manantial, que se grabó en la cima de la piedra, o escaleras “aisladas”
en una roca formando parte de un conjunto de soportes pétreos que representan sitios o escalinatas
combinadas con terracitas agrícolas rematadas a veces en la cúspide de la piedra con nichitos o cuevitas que forman las capillas de los templos piramidales simbolizados por los diseños terraceados
(fig. 36). Fuera de la zona de estudio, en el Huizachtepetl, encontramos incluso piedras labradas,
con escaleras como las que aparecen en las cruces atriales de algunas de las iglesias cristianas.
También tenemos verdaderas escaleras que están asociadas con los diseños en miniatura, algunas
permiten tener acceso a ellos. En términos tecnológicos debió ser un avance significativo en el desarrollo de las sociedades indígenas, el uso de las escaleras, que permitían acercar al hombre con el
cielo o con las partes altas de su entorno.
Pero también las escaleras las encontramos asociadas con cuevas, como en el Cerro de la Estrella donde se ubican arriba de sus bóvedas, pero también las hay dentro de sus profundidades,
en este sentido nos dice Martos López (2003: 18), “Otro tipo de representaciones comunes a todo
Yucatán son las localmente llamadas escaleritas: series de incisiones horizontales y paralelas sobre
ciertas formaciones o superficies naturales en talud, que provocan un efecto como de maquetas
de pirámides con escalinatas. Se ha llegado a plantear que tal vez estos elementos son señales para
indicar recorridos dentro de las cuevas.”
5.1.2. Las terrazas agrícolas como tema de las réplicas en miniatura.
Por nuestra parte hemos propuesto aquí, que muchos de los relieves escalonados tallados en piedra
se refieren a las representaciones de terrazas agrícolas. Así, los templos indígenas fueron la réplica
de los cerros terraceados, como nos dice López Austin (1995) y que ya hemos anotado en capítulos anteriores y por tanto, algunos de los diseños escalonados tallados en la roca en Acalpixca (fig.
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5), son la representación simbólica de edificios religiosos constituidos por escalones que quieren
reproducir de forma sintética a las terrazas de cultivo. Es decir nuestros diseños en piedra son pequeños templitos formados por terracitas, y donde el soporte pétreo representa al cerro o un lugar
determinado.
Por otra parte, en Tláhuac, en el sitio de los Olivos, se representaron figuras de cerros cómo en
los códices (fig. 71), personajes y figuras geométricas, rectángulos, espirales, pocitas, y peñas a las
que se entresacaron superficiales cuencos y se tallaron cerros terraceados en un estilo diferente a
otros lugares, además en otros sitios se encontraron cruces punteadas teotihuacanas, círculos, etc.
5.1.3. Tipología de las escaleras y pocitas talladas en Xochimilco.
1 Pocitas o manantiales solos con o sin canalitos en piedras que representan cerritos, en el
Cuahilama, en Santa Cruz Acalpixca (fig. 37)
2 Conjunto de pocitas o manantiales con canalitos, en ocasiones formando animales, en la
maqueta de Santa Cruz Acalpixca (fig. 35 y en Chalcanzingo Morelos fig. 12).
3 Pocita o manantial con carita o calavera, en los Olivos y en la barranca del panteón de Tecacalanco (fig. 39).
4 Pocita o manantial asociada a personajes labrados en las piedras que representan cerros. Cerro Xilotepec en San Gregorio Atlapulco (fig. 47)
5 Pocitas o manantiales con red de canales asociadas con terracitas agrícolas en piedras, cerros.
En Santa Cecilia Tepetlapa (fig. 89).
6 Pocitas o nichos o cuevas en los remates de las terracitas o cimas de los cerros donde concluyen
las terracitas a veces rematadas con cuartos rectangulares. En San Gregorio Atlapulco (fig. 83).
7 Pocitas o manantiales con terracitas y escaleras y canalitos rodeando los diseños cómo desagües. En San Gregorio Atlapulco (fig. 80) y en el Cuahilama (29).
8 Conjunto de pocitas, canales, templos o construcciones hidráulicas, escaleras, terracitas,
Cruz Punteada, animales formados por los canales, flores, constelaciones, en la maqueta del
Cuahilama (fig. 5).
9 Conjunto de pocitas y su red de canales o caminos vecinales, en los límites de Acalpixca.
10 Escaleras solas en una piedra cerro, en Cuahilama (fig. 36).
11 Conjunto de escaleras en formas y estilos diferentes, localizadas en varias partes de Xochimilco.
12 Escalera o escaleras sirviendo de acceso a terracitas, ojos de agua o a nichos de templos, en
Santa Cecilia Tepetlapa (fig. 89).
13 En ocasiones los diseños escalonados terminan en cuevas o en nichos en las cimas de las
piedras que representan cerros.
Por lo pronto nos concentraremos en el supuesto de que en Xochimilco, algunos de los diseños
escalonados labrados en piedra, son las pequeñas réplicas de las terrazas agrícolas que fueron construidas en las faldas de los cerros y a la vez son representaciones de las escaleras de templos en
miniatura, que concluyen en un nicho o capilla al borde de la piedra (fig. 36). Así, los tallados de
escalera tienen una relación simbólica muy estrecha con las formas elementales de los edificios religiosos, las pirámides y los cerros terraceados y por la gran cantidad de estos relieves en la región,
pudieron ser estos diseños pétreos, altares de un culto especializado en las terrazas agrícolas.
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5.1.4. Las réplicas en miniatura y su relación con el agua y la lluvia.
La localización de las réplicas nos permite apreciar una asociación muy estrecha de estos diseños,
con escurrimientos de agua, el paso frecuente de líquido o estancia permanente de agua (lago,
ríos y manantiales), lo que pudo producir que en determinado momento, algunos de estos tallados estuvieran cubiertos por el lago o algún manantial. Además por su ubicación geográfica, unas
réplicas mantienen una relación muy estrecha con los fenómenos meteorológicos, elementos que
inciden sobre el diseño y su percepción visual. Así, para encontrar el significado de estos modelos
en miniatura se debe partir del estudio de su estrecha relación con el agua, la lluvia y el Sol, según
hemos visto en este volumen.
Otro tema recurrente son las pocitas, que pueden aparecer aisladas o formando parte de un
conjunto de cuencos unidos por canalitos o encima de templos como en Xochicalco (fig. 8), asociadas a terrazas agrícolas y a escaleras. Los pocitos pueden representar ojos de agua, quizás pozos
unidos por canalitos construidos por el hombre (cfr. Farías, 1985), (fig. 5). A veces con los cuencos
y canales, que son réplica en miniatura de manantiales, se forman los cuerpos de animales, como
aves, ranas, serpientes, águilas, que conviven con terracitas y escaleritas, son pequeños sistemas por
donde escurre el líquido sagrado vertido sobre el diseño y remarca a su paso las figuras, con lo que
se recrea la vida y se da movimiento al tallado en la piedra (fig. 12, 34).
En el caso de la maqueta de Santa Cruz Acalpixca, decíamos en trabajos anteriores, que además de contar con otros motivos, se reproducía un sistema hidráulico en miniatura (fig. 33), muy
parecido al tallado del sitio de Las Peñitas en Santa Cecilia. Sin embargo, este término no se puede
generalizar a las demás ya que son modelos más sencillos.
En cuanto a su funcionamiento con líquido, algunas maquetas, podríamos considerarlas como
fuentes rituales y a nivel general podrían ser prototipos en miniatura de los cuerpos de agua (Farías, 1964). Tenemos varios casos de pocitas de medianas dimensiones que pueden contener mucha
agua y que por su posición cerca de los acantilados de los cerros, quizás funcionaron como fuentes
en épocas de lluvia, como la del cerro Xilotepec, en San Gregorio Atlapulco (Fig. 47), otras cercanas
a los manantiales, que a través de un canalito de madera pudieron haber tenido constante agua (fig.
15). Tenemos casos en que las pocitas son de gran dimensión por lo que si el líquido para llenarlas
fuera sangre, si esto fuera necesario en el ritual, tendría que ser a través de autosacrificios colectivos.
En términos religiosos las maquetas o réplicas de paisaje y pocitas talladas en piedra se podrían
especializar en determinados usos rituales como participar en diferentes cultos y peticiones, según
sus características y ubicación geográfica, quizás uno de sus objetivos sea el apropiarse del territorio
para darle un uso ritual. Los tallados son elementos del paisaje, donde se combinan los construidos
por el hombre y los aportados por la naturaleza y la idealización de sus formas con fines rituales.
En Xochimilco tenemos una amplia gama de modelos tridimensionales en miniatura ubicados
en diferentes partes de la región, que estuvieron especializados en diversos ritos y fueron ocupados
en cultos solares y/o cultos de fertilidad. Ya el hecho de ser elementos en miniatura nos habla de
una poderosa relación mítica, relacionada con sitios de origen, cultos y fiestas, tlaloques (Tláloc) y
seres pequeños existentes debajo de la tierra o en los cerros.
En general, estos diseños son difíciles de fechar, así tenemos que en el caso del monolito de
Acalpixca, sus pequeños relieves fueron esculpidos sobre una cruz punteada teotihuacana (fig. 35),
lo que nos podría cronometrar al labrado con una fecha posterior a este asentamiento mexica o
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la posibilidad de una reutilización del soporte pétreo, en una ocupación más reciente. En nuestro
estudio encontramos que estos tallados tuvieron un uso intenso durante el Posclásico, y continuando hasta los primeros años de la colonia, aunque sus antecedentes se pueden remontar al Clásico
y Preclásico.
Debido a su funcionamiento simbólico o ritual con líquidos, además, de la posibilidad de que
estos diseños sean réplicas de cuerpos de agua, y en ocasiones asociadas a ellas, exista la presencia
de la figura de Tláloc y por tanto con su consorte Chalchiuhtlicue, deidades que teniendo su sitio de
culto en las partes altas de grandes montañas, que de alguna forma se liga ritualmente a esta pareja
con los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, hacia donde se dirigen muchas de ellas, sino también
por su ubicación cercana a los ríos, a la orilla de lagos y en los manantiales, lo que pudo originar
que algunos tallados permanecieran en alguna época cubiertos por agua (fig. 36).
Pocitas y diseños de terracitas se han encontrado asociados con Tláloc o con la bigotera de este
dios en el Cerro de la Estrella, en Tlalmanalco y en Cocotitlan (fig. 14) y en el mismo Cerro del
Judío en San Bernabé Contreras, y en el abrigo montañoso del panteón de Santa Cruz Acalpixca
(fig.39). En el Cerro Huizachtepetl, por su ubicación sobre cuevas se establece una posible relación
de estos relieves con el inframundo (fig. 6).
En Xochimilco, en el sitio de la Malinche en San Gregorio, hay una gran pocita relacionadas
con personajes o deidades, que según los arqueólogos Arturo Urdapilleta, y Norma Tello, podrían
ser una Cihuacóatl y un Xipe Tótec (fig. 48), y en Santa María de los Olivos, hay otro cuenco arriba
de dos personajes ricamente ataviados.
Además de la relación de estos tallados con el agua, encontramos también una relación ritual
con el paisaje, al ser los soportes pétreos réplica de cerros en miniatura, como los modelados con
masa de tzoalli durante la fiesta mexica de Tepeilhuitl dedicada a los montes. Por otra parte, a nivel religioso la diosa Cihuacóatl tenía como imagen corpórea al volcán Iztaccíhuatl (Broda, 1971,
1993) en cuyo adoratorio era acompañada de las representaciones o pequeñas maquetas de prominencias que existían en la Cuenca de México.
5.2. Red de réplicas del paisaje en miniatura, pocitas y petroglifos localizadas en la montaña
de Xochimilco.
En los límites del lago y la montaña.
Empezaremos este inciso, con la descripción y análisis detallado de las maquetas que se encuentran
en el poblado de Santa Cruz Acalpixca, que Carmen Cook, estudió a mediados de los años 50’s,
para luego continuar con otros lugares del lago y la montaña, donde hay este tipo de relieves.
5.2.1. La réplica del cerro Cuahilama en Santa Cruz Acalpixca en Xochimilco.
Su relación simbólica con el agua y la lluvia:
El pueblo de Santa Cruz Acalpixca, se localiza a 4 Km al suroriente del centro de Xochimilco y en
los límites del lago y los canales de agua dulce y la zona de la montaña, que sirve de frontera sur
de lo que fue la Cuenca de México (Plano 1). Su calidad de puerto, nos permite suponer que era
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el inicio o la culminación de diferentes rutas prehispánicas, hacia Milpa Alta, Guerrero y Morelos
y es jerárquicamente el segundo emplazamiento prehispánico más importante, después de la urbe
xochimilca, se caracterizaba por ser un asentamiento disperso en la zona montañosa que sirvió de
límite a los cuerpos de agua.
Su topónimo indígena significa “Puerto de las Canoas” o donde están los que Guardan las
Barcas” (Noguera, 1972:77). El nombre cristiano de “Santa Cruz” es impuesto desde la conquista y
posiblemente provenga del hecho que nos relata Sahagún (1981, t. III, apéndice: 352):
“Hay otra agua o fuente muy clara y muy linda en Xochimilco, que ahora se llama Santa
Cruz, en la cual estaba un ídolo de piedra debajo del agua, donde ofrecían copal. Yo vi el ídolo y
entré debajo del agua para sacarle, y puse allí una Cruz de Piedra que hasta ahora está allí en la
misma fuente…”
Este poblado en la actualidad es famoso por sus relieves tallados, que describiremos a continuación.
Localización (Plano1):
Nahui Ollín
N 19° 14’.525
W 99° 04’.235
Altura 2310
En la falda norte a mitad de la altura del Cerro Cuahilama se ubican los petroglifos y la “maqueta”.
El sitio está dividido en dos bloques posiblemente por su conformación topográfica, el primero al
poniente contiene tres grupos de relieves; uno en la parte más alta del cerro, el relieve del signo
Nahui Ollín, que mira hacía la iglesia patronal de Xochimilco y su parte posterior hacía la salida del
Sol en el solsticio de invierno; otros cuatro petroglifos, Itzpapalotl, Ocelotl, Guerrero y Xonecuilli,
en la mitad de su elevación; y tres más al pie del mismo cerro, Cihuacóatl, Sacerdote Sahumador,
Cipactli, así cómo relieves de flores a unos 50 metros sobre el llano o formando parte de las bardas
de las sementeras agrícolas. Continuando hacía arriba en la parte más alta del cerro se encuentra
otra” piedra mapa” que nos señala una calzada y “ojos de agua”. Al Sureste, a 200 m de los primeros
relieves y casi a nivel de lo que era el lago se encuentra la “maqueta” prehispánica y otra más arriba
que contiene la figura de un chimalli, algunos círculos pequeños y ojos de agua…algunos de éstos
elementos han desaparecido” (Farías, l964: 187, 191).
“Todos éstos petroglifos y las maquetas con pocitos sin duda estaban relacionados entre sí y su
significado estrechamente emparentados con la fiesta de la fertilidad agrícola de Acalpixca, indicándonos la importancia de este centro ceremonial, como lugar donde se reproducía a nivel local,
el culto mexica a la fertilidad, al agua y a los cerros, cuyas celebraciones y ritos se desarrollaban
en varios sitios sagrados, en lo alto de las montañas de la Cuenca de México siguiendo un patrón
religioso general que integraba a diferentes comunidades. La fiesta que se llevaba a cabo en el Cerro
Tláloc, en la cual participaba el señor de Xochimilco, posiblemente se reproducía localmente en
Acalpixca, concretamente en el Cerro Cuahilama... y la Malinche..., donde se encontraba su centro
ceremonial. La maqueta y los petroglifos, dice Noguera, tienen una relación muy estrecha con la
tierra, la fertilidad y por tanto, decimos nosotros forman parte del culto mexica del agua y de los
cerros.” (Zimbrón, 1991:19; 1992:59).
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Esto explicaría en parte la ubicación de los relieves, viendo hacía el Norte, es decir, indicando
ya el predominio de la zona lacustre sobre la región de la montaña, formando parte de un circuito de lugares “sagrados” en los lagos y en el valle... y sus zonas montañosas... Ya Hermann Beyer
(1924) encuentra semejanza entre éstos con las esculturas que existían en el Peñón; Joyce Marcus
(1982) señala el parecido con otros relieves en los riscos de Chapultepec, que retratan a los gobernantes de Tenochtitlán; y los de Texcoco, sobre el Cerro de Texcotzingo (Parsons, 1982:475).
En la región de Xochimilco existen otros petroglifos poco que he estudiado en Nativitas Zacapan, San Gregorio Atlapulco, Tulyehualco y Tláhuac y en los poblados de la montaña, Santa Cecilia
(donde hemos encontrado recientemente una “maqueta” terraceada), en San Lorenzo, San Mateo,
pirámide de San Lucas, Topilejo, Cerro Xochitepec, en Milpa Alta, San Francisco Tecoxpa (estructura piramidal y pinturas en la roca), San Juan Tepenahuac, San Lorenzo y San Bartolo Xicomulco y
otras más en los límites con Santa Cruz Acalpixca. En el volcán San Miguel perteneciente al pueblo
de Santa Ana en Milpa Alta se encuentran en el cráter de este volcán restos de una estructura. También en el Tehutli hay varias cuevas, cementerio, tumbas y restos de construcciones, y en el pueblo
de San Antonio Tecomitl hay una cruz cristiana que en su base tiene una pocita. Comentaremos
algunos de estos petroglifos y maquetas en apartados posteriores.
5.2.2. Estudios sobre los petroglifos de Santa Cruz Acalpixca.
Entre los estudios sobre la zona arqueológica de Cuahilama han predominado, los que se refieren al
significado de los petroglifos, la época de construcción de sus emplazamientos y otros que analizan
por separado a la “maqueta” y su posible función e interpretación. Empezaremos mencionando las
interpretaciones de los tallados.
Los primeros trabajos sobre los relieves se iniciaron desde 1894, con las fotografías de Nicolás
Islas Bustamante, que motivaron a Hermann Beyer para hacer la interpretación en 1924 de los
primeros cinco petroglifos encontrados: Nahui Ollin, Ocelotl, Itzpapalotl, Cipactli, Xonecuilli. Petroglifos que para él contienen un carácter cosmogónico, simbolizan los puntos cardinales y están
relacionados con el culto al Sol, considerándolos de confección azteca.
En 1964, el cronista local Farías Galindo reporta la existencia de doce relieves, agregándose a la
lista la Cihuacóatl, Sacerdote, Caballero Tigre, las flores Cocoxóchitl (Dalia) y Yoloxóchitl (Magnolia) y tres “maquetas” que él llama “piedras mapa” y considera que el conjunto representa el verano
y el Fuego Nuevo, por lo que según estos autores, Xochimilco fue el primer sitio en celebrar las
festividades del fin y principio del año indígena. En 1985 aparece la monografía de este autor sobre
Xochimilco, pero no aporta más datos sobre el significado de los relieves.
Walter Krickeberg en (1956) 1988 manifiesta que los símbolos de estos relieves fueron en su
totalidad tomados del calendario, y que estos símbolos y el calendario fueron la fuente inagotable
de la vida espiritual del México antiguo que se renovaba con nuevas ideas, y que el Nahui Ollin fue
hecho para representar al Sol en su cenit. Por lo tanto podemos agregar nosotros según Krickeberg
que tienen un significado astronómico.
En 1972 Eduardo Noguera avanza otra interpretación, proponiendo que los relieves son de
manufactura xochimilca, correspondientes al período Postclásico tardío, contemporáneo de Tenochtitlán y tienen una fuerte significado de asociación con la tierra. Sobre todo los analizados por
Beyer, él encuentra que son dedicados a propiciar la fecundidad. Este autor aporta datos sobre la
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importancia de la zona y sus períodos históricos y concluye que esta fue habitada antes y después
de la Conquista. Así la maqueta y los petroglifos..., podemos decir, tienen una relación muy estrecha con lo telúrico, la fertilidad y por tanto forman parte del culto mexica del agua y de los cerros.
Jeffrey Parsons (1982: 220- 221) clasifica la zona de Cuahilama, cómo Xo-Az-31 y reporta otros
diseños en piedra no registrados anteriormente. Por su parte, Joyce Marcus (1982: 475-486) escribe
sobre los relieves, resaltando su valor calendárico y nos dice que en ellos están representados las
edades o soles. Cataloga a estos petroglifos como pertenecientes a un circuito de lugares sagrados
que funcionaban en la Cuenca.
Nunca se han analizado en forma conjunta estos petroglifos de Cuahilama y los existentes en la
falda Oriente del Cerro la Malinche, la Palma o Xilotepec (fig.47, 48, 49) a pesar de su contigüidad y
que sus temas son complementarios y recurrentes a éstos y también hay piedras labradas con pocitas
y canalitos, un marcador teotihuacano o cruz punteada (fig.57), como la existente en la maqueta de
Acalpixca. Por lo que proponemos que para su estudio se deben tomar como elementos simbólica y
espacialmente relacionados.
Los relieves de la Malinche, los podemos relacionar con Xipe-Tótec lo que a través de la fiesta de
Tlacaxipehualiztli nos sitúa en la relación astronómica con el equinoccio, que presenta una continuidad con la fiesta patronal del pueblo de San Gregorio que se lleva a cabo el 12 de Marzo, unos
nueve días antes del fenómeno solar.
Podemos considerar que predominan las interpretaciones que relacionan a los relieves con el
culto al Sol y a la fertilidad, y en esta medida la maqueta vista como un elemento contemporáneo al
conjunto ceremonial, debió formar parte de éstas mismas creencias religiosas (fig. 5).
5.2.3. Estudios sobre la réplica en miniatura de Santa Cruz Acalpixca.
A lo largo de esta obra he discutido que posiblemente existe una relación muy estrecha de las maquetas y las pocitas con los lagos, ríos y cuerpos de agua En el caso de Acalpixca en Xochimilco,
encontramos que el monolito labrado, se ubicó en un pequeño cerro llamada Cuahilama, el cual
tiene una altura mediana con respecto a las montañas de su alrededor y forma con los petroglifos
y la “maqueta” un límite geográfico natural entre la tierra firme y el lago y los canales, es decir, allí
empieza lo que antes era la bahía del puerto de este pueblo, en donde la poca altura de la “maqueta”
le brinda ser “custodiada” por los cerros cercanos y permanecer “oculta” a la zona de la montaña,
los bosques y un poco la lacustre, su calidad de frontera entre dos regiones, marca el inició de otro
clima, diferente vegetación (bosques) y la manera característica de apropiarse de la naturaleza en
las partes altas, las terrazas agrícolas a diferencia de las chinampas que predominan en las tierras
bajas, técnicas que pertenecen a épocas históricas distintas. Éstas características naturales donde se
ubica la “maqueta”, la sitúan en un límite ecológico, económico y religioso, donde subsisten diferentes cultos propiciatorios y solares.
De esta forma podemos considerar al conjunto ceremonial de Cuahilama, como una puerta
de acceso a la “región sagrada” simbolizada por la “maqueta” y a través de ella se le rendía un culto
especializado. Al parecer su diseño muestra la tierra firme y su forma característica de cultivo en
terrazas y su borde poniente donde termina el basalto al lago. Ella marcaba la época en que debería
ser visitada la montaña y empezar el arreglo de sus tierras para el cultivo de temporal, esperando
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el inicio del tiempo de lluvias, cuya llegada era registrada por el sistema de canalitos y pocitos
que contiene en su superficie, poniéndose a “funcionar” aun actualmente, acumulándose el agua
derramada en unos, distribuyendo el excedente por hendiduras en otros, dirigiéndose el exceso
peligroso al lago.
La maqueta prehispánica de Acalpixca, la consideramos como un producto históricamente determinado, ella refleja una cosmovisión, una ideología y una forma de ver al mundo, permeado por
su momento histórico, y la cual contiene múltiples elementos que no pueden reducirse a un sólo
significado ritual o religioso. Para nosotros, la réplica no sólo representa en miniatura, la región
sagrada de los xochimilcas, sino también su sistema social y productivo y la visión cosmogónica
de la época en que se diseñó.” Objeto, que sin desligarlo de su entorno geográfico, es parte integral
de los petroglifos y del centro ceremonial de Cuahilama, y sus relieves nos permite reconstruir una
parte del paisaje natural y social, de ese período cronológico.
Para el arqueólogo Noguera, la maqueta y los petroglifos, tenían una relación muy estrecha
con la tierra, la fertilidad y por tanto decimos nosotros forman parte del culto mexica del agua y de
los cerros y de las terrazas (Zimbrón, 1991:17,18). Constituye una representación en miniatura del
espacio o territorio, con el que los indígenas se sentían identificados real o simbólicamente.
Otra primera hipótesis que propusimos es que la “maqueta” de Santa Cruz Acalpixca era un
marcador entre las dos grandes épocas del año indígena, la estación seca y el comienzo de las lluvias
al ponerse en funcionamiento su sistema hidráulico en miniatura, compuesto por pocitos y canalitos que distribuyen el agua que cae en su superficie o al verterle algún líquido (Zimbrón, 1992:62)
En 1955 aparece el primer estudio especializado sobre la “maqueta” del Cerro Cuahilama, de
Carmen Cook, en el cual propone que esta data de la misma época mexica que los petroglifos anteriormente mencionados. De aquí reproducimos textualmente la siguiente descripción, pues es el
trabajo más completo a este respecto y que resume el conjunto de las posibles hipótesis en cuanto
a su significado, uso o función.
5.2.4. Interpretación del contenido temático de la réplica de Acalpixca por Carmen Cook.
“La “Maqueta” se encuentra en la orilla de una roca basáltica, a poca altura de lo que en otro tiempo
fue el nivel del lago de Xochimilco.”
“El diseño cubre una parte relativamente plana y horizontal de la roca, en una extensión de
2.37m de Norte a Sur y 2,10 de profundidad. Al tallarse posiblemente se aprovecharon ciertos accidentes en la roca para esculpir las escalinatas... puede ser clasificada cómo bajo relieve... a pesar de
existir una diferencia de profundidad de 48 cm entre la parte más alta y la más baja, precisamente
en la escalinata de 18 escalones del complejo A. Es importante aclarar que la autora dividió a la
piedra en 5 secciones que llamó complejo A, B, C, D y E y que aparecen en el dibujo (fig. 5), veamos
cada sección por separado:
Complejo A.
“En el centro se encuentra la prominencia más importante... de ella bajan escalinatas al Sur y al
Occidente...”
“La escalera que mira al Occidente, aunque tiene cuatro escalones únicamente, podría
considerarse más importante que la de 18, por señalar un eje igual al de muchas estructuras
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mesoamericanas, es decir, la escalera va de Norte a Sur con una desviación al Oriente de 17°. En la
prominencia de esté Complejo A se encuentran unas hendiduras, que parecen cuartos o más bien
pozos, por ser redondos.”
“En la cúspide hay un cuadrángulo rodeado por una especie de terraza, que al Sur tiene tres
entradas cortadas en la roca. Hacia el oriente, siguiendo la línea recta de estas entradas, se encuentran tres hoyos, dos de los cuales tienen la peculiaridad de señalar las ocho direcciones en forma de
rayos. Al Sur bajan dos escalinatas, una de 18 y otra de 9 escalones.” (fig. 29).
Figura 29. Complejo A: Estructuras
escalonadas y escaleras.
Fuente: Dibujo basado en Carmen Cook, 1955.
Complejo B.
La escalera de 9 escalones... se une a este complejo... por medio de un paralelogramo de cuatro pocitos en esta zona de la piedra... consta de un escalón ancho semicircular que sube a una terracita
redonda por medio de cuatro escalones. La escalera de 18 peldaños nos lleva a la parte más profunda de la “maqueta”, en donde se encuentra esculpida una flor (fig. 5)
Complejo C
De aquí y todavía más al Sur vuelven a subir otras escalinatas... se trata de una escalera de cinco
escalones que llega a un descanso y otra doble de cuatro, ambas situadas cerca de la orilla de la
roca... (fig. 29).
Complejo D
“Volviendo hacía el lado Norte, nos encontramos con unas líneas profundas que parten del Complejo A... y en la que creemos reconocer, en el conjunto formado por ellas, el ala de un pájaro..., cuya
cabeza aparece del otro lado de la rotura en la roca. En el pico lleva un objeto ovalado, dividido
longitudinalmente por una línea, posiblemente un corazón, o una flor (fig. 30).
Complejo E
“Representado en forma muy diferente, ya no en bajorrelieve, sino por una serie de pequeños puntos grabados en la piedra, se encuentra agregado otro dibujo de lo que parece ser la cabeza de un
águila (fig. 31), que se inclina hacia la cabeza de una serpiente, cuyo cuerpo, en forma circular queda unido y se funde con el pájaro D, por medio de la punta de la cola La serpiente tiene dos flores
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en el cuerpo, divididas por líneas punteadas. Estas flores están talladas en bajorrelieve, con idéntica
técnica al resto de la ‘maqueta’ (fig. 32), por lo que nos inclinamos a considerar de una misma época
toda la escultura que colocamos en el horizonte azteca, por la técnica similar a las demás esculturas
de Acalpixca”.
“El rasgo más dudoso es el de las fauces de la serpiente -que usualmente no se dibuja con líneas tan rectas-; pero se encuentra en esta forma poco elegante algo similar en el Tonalámatl de
Aubin. Al extremo Norte se encuentra un óvalo de 13 puntos... está técnica de dibujo punteado se
encuentra en los códices mayas y mexicanos, denotando frecuentemente líquido o Agua... No ha
sido posible reconocer con claridad el objeto que se encuentra entre la cabeza de la serpiente y el
Pico del Águila.”(Cook, 1955:170-172) (fig.32).
Hay otros estudios que hablan sobre la maqueta pero que se refieren en forma parcial a algún
elemento en especial de su contenido o su posible función que iremos intercalando en el desarrollo
de este capítulo.
Figura 30. Figura de un pájaro formado por un conjunto de canalitos y pocitas, que al verter agua se dibuja el contorno del ave.
Fuente: Dibujo basado en Carmen Cook, 1955
Figura 31. Tallado punteado de la cabeza de un águila.
Fuente: Dibujo basado en Carmen Cook, 1955.
Figura 32. Tallado punteado de la cabeza de una serpiente. Fuente: Dibujo basado en Carmen Cook, 1955.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
5.2.5. Nuestra interpretación del contenido temático de la réplica en miniatura de Acalpixca.
A partir de la descripción de la maqueta hecha por Carmen Cook y aplicando los resultados de
nuestro estudio, proponemos lo siguiente:
Este monolito se ubica en el cerro Cuahilama a la orilla de lo que fue el lago de Xochimilco. Recordemos que para llegar a este sitio, los indígenas se transportaban en canoa cruzando el cuerpo
de agua, que llegaba a la falda de este monte.
Por otra parte, consideramos a los relieves labrados en esta piedra como una composición dinámica, es decir, que complementa su significado al incidir los elementos naturales sobre su diseño,
como sería la lluvia o el agua, y el Sol. Algo verdaderamente relevante es que el tallado de Acalpixca
tenía un funcionamiento a través de vertir pequeñas cantidades de líquido, en sus pocitos que era
conducido por sus canalitos y derramado en sus escaleritas y terracitas agrícolas, escurriendo el
excedente en el lago y donde la piedra misma equivalía a un cerro o región montañosa, siendo
su borde el límite territorial de una bahía. Lo que nos permite considerar que esta réplica en
miniatura se labró para formar parte integral del paisaje o entorno natural donde se ubica
para funcionar con los elementos primordiales de la naturaleza, los cuales complementan su
significado
Por tanto podemos decir que su diseño dinámico es la representación en miniatura del paisaje
circundante idealizado.
En este sentido retomo los planteamientos propuestos con anterioridad de que este tallado es
un “sistema hidráulico en miniatura” el cuál funcionaba al verter algún líquido en su superficie
simulando distribuirlo realmente con sus pocitos y canalitos para irrigar sus terracitas agrícolas y
conducirlo a algunas escaleritas y pequeñas instalaciones urbanas, siendo una especie de marcador
ritual y calendárico entre las dos grandes épocas del año indígena, la estación seca y el comienzo de
las lluvias (Zimbrón 1991:20-21 y 1992: 62-63) (fig.33).
Figura 33. Sistema hidráulico en miniatura
en la piedra Mapa de Cuahilama. Santa Cruz
Acalpixca, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de
México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1990.
También, en nuestros anteriores trabajos diferenciamos entre a las representaciones de estructuras
escalonadas (Complejo B) y un sistema de terrazas agrícolas (Complejo C). (fig. 29). En estudios
de Johanna Broda (Msa: 15), también considera que se trata del diseño de terracitas agrícolas y la
piedra donde se labró empinados cerritos terraceados.
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Así, podríamos estar ante un objeto utilizado en los rituales, enmarcados dentro del culto
mexica del agua y de los cerros, asociados con Tláloc y Cihuacóatl y perteneciente a un circuito de
sitios sagrados en Xochimilco, Milpa Alta, Tláhuac, y en general con los montes y montañas del
valle de México. Además de otros usos calendáricos y astronómicos, estos tallados pudieron ser altares donde se le rendía culto al Sol y presentar alineamientos solares entre ellos y otras estructuras,
e incluso participar en actividades relacionados con la producción económica.
5.2.6. Contenido simbolismo de la réplica de Acalpixca.
Localización (Plano 1):
N 19° 14’. 549
W 99° 04’. 152
Altura: 2 287 m.s. n.m.
Los motivos de la maqueta o la réplica en miniatura, fueron tallados con la idea de ocupar los accidentes propios de la piedra para darle tridimensionalidad: Combinando una vista desde arriba,
en planta, con una inclinación de sus elementos para ayudar a su identificación, este método de
representación fue inventado por los pobladores de Mesoamérica, repitiéndose también en Perú,
Venezuela y Colombia.
No está del todo proporcionada por lo que las escaleras aparecen de mayor dimensión con
respecto a las construcciones representadas. Es decir que se ocuparon diferentes escalas en la conformación de su diseño, resaltando por la diferencia de tamaños o dimensiones los elementos más
importantes para la cosmovisión mexica.
A diferencia de los códices, en estos relieves tallados no aparecen girados de frente los edificios
para presentar sus características, sino como se ven desde la cima de algún cerro o de un lugar
elevado, con una leve inclinación que ayuda a la identificación de las construcciones talladas. Esto
es muy interesante plantear los elementos a vista de pájaro, como sí los usuarios de estos diseños
observaran desde el aire o un sitio alto. Así también en los mapas indígenas la vista del conjunto es
desde arriba, o de planta.
Además se trató de fusionar las aves, rana y serpiente al territorio y sus pozos y manantiales,
integrándolos como un sólo conjunto natural; tierra, agua, aire (ave) y fuego agregado esté último,
en una actividad ritual.
La roca representa en sí a una región real, idealizada o mítica, indicando sus características topográficas, sus cerros, sus barrancas y pendientes planicies y sus valles. De esta forma la piedra simboliza
una porción en miniatura de un determinado lugar o territorio, quizás mítico, pero con infraestructura agrícola los cuerpos de agua y animales proporcionados por la propia naturaleza y, así como los
elementos tecnológicos agregados por el hombre realmente existentes, ya que los múltiples detalles labrados, nos permiten su identificación, pero sin ser un sitio específico donde se fusionan los elementos
naturales y los creados por la sociedad mexica.
Aquí es conveniente recordar que los grifos que aparecen en los códices representando cerros,
siempre aparecen con rocas en sus faldas, es decir el Altepetl se dibuja con sus piedras que lo forman (fig. 20).También en la cartografía mexica, “Como en todos los manuscritos pictóricos indígenas tradicionales, la superficie de la “hoja” representa la tierra” (Galarza, 1989: 125).
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Para la descripción detallada del monolito ocuparemos las mismas secciones en que dividió el
diseño la arqueóloga Carmen Cook.
Complejo A.
“Sistema Hidráulico en miniatura” o red de pocitos y canalitos, escaleritas y edificios asociados a la
distribución del agua (fig. 33).
Arriba y casi al borde de la piedra se aprecia un conjunto arquitectónico que muestra estructuras escalonadas en cuyos techos tienen pocitos y bajan canalitos o ríos que desembocan a los pies
de sus escaleras a otro sistema de hoyitos, por lo que las construcciones de estas instalaciones están
asociadas con la distribución del agua. Las azoteas de los edificios forman el territorio donde su
ubica este sistema hidráulico en miniatura y sus escaleras dan acceso a este sitio, los cuartos de su
cúspide parecen penetrar por debajo de la tierra y de esta red.
Al norte de la estructura de cuatro escalones que miran al poniente se encuentra el pocito de
mayor dimensión, de ocho centímetros de diámetro, que se une por un canalito a otro pocito encima del techo de la construcción. Ambos pocitos se encuentran unidos por canalitos a otros pocitos
más pequeños y desdibujados que se encuentran en la parte más alta de la piedra y son los que lo
surten del vital líquido. De este sitio sale en forma independiente a esta red de un sólo pocito un
canalito profundo que desemboca a los pies de la escalera de cuatro peldaños, al pasar cerca del
pocito mayor sale otro canalito que los une. Abajo de este sistema hay otro que forma el cuerpo
del ave y se funde el canalito al cascabel de la serpiente, que forma parte del Complejo D (fig. 33).
Los primeros pocitos descritos que se encuentran al extremo Norte del diseño de la maqueta,
donde está su punto más alto y casi alcanzando su borde, forman parte de un sistema hidráulico
en miniatura, que posiblemente reproduzca simbólicamente a alguno que existió en la región, no
necesariamente tuvo que tener esta misma forma ya que sólo se trataba de reproducir lo que sucede
en realidad en la naturaleza, en cuanto a la distribución del agua sobre la tierra y su topografía. Su
funcionamiento se inicia en la cúspide de la piedra que representa a un cerro donde los pocitos o
manantiales, que al verterle algún líquido en su superficie, lo transportan por medio de canalitos a
la parte central donde se encuentra el pozo de mayor diámetro, que llamamos regulador (fig. 33),
que cuando se llena manda el excedente de agua al extremo de la piedra que representa “simbólicamente” la orilla del lago, también lo distribuye en dirección a las construcciones que aparecen en
este complejo y al cuerpo del ave y el cascabel de la serpiente, que están formadas por éstos mismos
canales y pocitos, pero que forman un conjunto independiente. Complejo (D) (fig. 30, 31, 32). El
pocito “regulador” más grande nos recuerda la forma cónica del cráter del Tehutli, cuya localización es contigua a este lugar. Y el cuál introduciendo una estaca redonda podría funcionar cómo
marcador del tránsito cenital del Sol en esté sitio.
Complejo B.
Escaleritas, terracitas y baños (fig. 29).
La escalera de 9 peldaños, que baja al Sur, nos conduce a esta sección de la maqueta, que tiene
forma de terracita. Acabando los escalones hay 4 pocitos y luego se extiende en forma rectangular
este terreno bordeando la falda del cerro que representa la roca. Iniciando la pendiente y cerca
de los pocitos de la entrada se labraron varios escalones semicirculares que descienden hasta un
descanso antes de llegar a lo más profundo de la piedra, que parece ser un camino. El semicírcu182
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lo escalonado sube hasta una terracita redonda que tiene un pocito en su centro. Esta parte de la
“maqueta” nos recuerda a los baños labrados en los riscos del Texcotzingo. Las otras escaleras de l8
escalones presentan a su lado Poniente y casi en forma paralela unos pocitos unidos por canalitos
que van descendiendo de lo alto de las construcciones, sí vertimos agua en poca cantidad desde
los pocitos de arriba, el agua desciende por los canalitos y las escaleritas, éstas fueron hechas para
servir de contenedores del descenso del líquido (fig. 29, 33).
Complejo C.
Terrazas agrícolas (fig. 29).
Más al Sur y enfrente a las escaleras en la parte más profunda hay una flor que está a los pies
de la representación de un cerro terraceado dividió en dos columnas las parcelas, y teniendo al poniente unas pequeñas escaleritas de acceso a las tierras. Aquí se combinan escaleritas con terracitas
agrícolas, quizás la flor indique el tipo de cultivo en éstas milpas privilegiadas por la existencia de
riego a través de canalitos abastecidos por manantiales y pocitos (fig. 5) Recordemos que en los códices los ojos de agua se representan cómo un remolino en forma redonda, como si fueran pozos,
con una cola de agua o canal.
Complejo D.
Red de pocitos y canalitos que forman el cuerpo de un Pato (fig. 34).
Regresando al lado Norte, donde se encuentra “el sistema hidráulico en miniatura”, nos encontramos abajo con otra red de pocitos y canalitos independientes al primer complejo A. De un
hoyito casi imperceptible se origina una profunda raya que baja hasta cortar el ala del ave, en este
punto surge otra línea curva, ambas forman el cascabel de una serpiente, fusionada a los canalitos
de la parte posterior del pato (fig. 35). En el borde más norteño y alto de la piedra hay dos pequeños hoyitos muy endebles de donde parten dos canalitos profundos, éstos junto con los que salen
del cascabel, dibujan un ala, estas líneas desembocan en la parte media a seis pocitos que perpendicularmente cruzan su cuerpo (fig. 34). Junto a estas concavidades en miniatura hay una rana
(comunicación personal arqueóloga Carmen Lechuga), luego sigue la cabeza y el pico de un pato.
Inmediatamente arriba están las escaleras de 9 peldaños del Complejo B (fig. 29). El diseño del
pájaro migratorio, se hizo con líneas continuas y profundas, lo que hace que al verter líquido en los
hoyitos y canalitos que forman su cuerpo, se marque y resalte su figura (fig. 34).
Complejo E.
Cruz Punteada Teotihuacán (fig. 35).
Hacía el extremo Oriente de la piedra, exactamente abajo del Pato del complejo D, se encuentra un diseño hecho con una serie de pequeños puntos grabados, que Carmen Cook (1955: 172)
relacionaba con las representaciones de líquido o agua que contienen los códices mayas y mexica.
Sin embargo, según Aveni y Hartung (1982) se trata de una Cruz Punteadas de estilo teotihuacano.
La Cruz Punteada “ACA”, se forma por un doble círculo con cruz, grabado en la superficie
plana de la roca que contiene al paisaje en miniatura, su diseño original fue alterado como lo describiremos líneas abajo, lo cual hace ver incompletos los círculos y sus ejes. Éstos oscilan entre 1.60
metros y 1.70 metros, la línea norte-sur señala hacía Teotihuacán y la que va de oriente-poniente
está dirigida hacía Cuicuilco (fig. 35).
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Figura 34. Sistema de canalitos y pocitas que forman el cuerpo de
un pato en la piedra Mapa de Cuahilama. Santa Cruz Acalpixca,
Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1990.
Figura 35. Cruz punteada sobre la que se talló el cuerpo de
una víbora, un águila y un pato. Fuente:
Dibujo basado en Carmen Cook, 1955.
Esta cruz, guarda muchas diferencias con otras cruces de este tipo, “por ejemplo, encontramos
que fue... estilizada en épocas posteriores a su realización original. Su artesano cuidó de hacerlo
con el mismo diseño punteado sin alterar las formas básicas anteriores”, sincronizando está al pájaro migratorio (D) y a la red de pocitos y canales(A) (Fig.34) Encontramos que en la parte noreste
de la cruz punteada, ocupando los pequeños puntitos que forman sus círculos, se agregó el diseño
curvo de una serpiente, el lomo está hacía la parte interna y la boca abierta hacia afuera del aro
externo, tiene el ojo muy cerca de una fractura de la piedra, en su cuello hay una flor, otra más de 5
pétalos en uno de los anillos que constituyen su cuerpo (fig. 35). Esta representación se ubica en la
parte media del reptil, su forma rectangular le da una fuerte apariencia de tratarse de tierras agrícolas o quizás una chinampa, sembrada con esta clase de cultivo. Luego continúa en forma curva el
resto de la víbora, quedando unida por su cascabel, a la zona de pocitos y canalitos y con la cola y
el ala del Pato (D). Esta parte del grabado está formada con líneas no punteadas, sino profundas y
se funde al sistema hidráulico en miniatura o red de pocitos y canalitos, que comienzan inmediatamente arriba (A) (fig. 34)
En el extremo sureste de estos mismos círculos que forman la cruz, sobre su diseño punteado,
inclinada y casi tocando la cabeza de la serpiente, se agregó lo que parece ser el pico, el ojo, el cuello
y una pequeña parte del cuerpo de un águila, también sigue la forma curva del doble círculo, mostrando el lomo hacía el centro. Por las condiciones de la piedra no nos permite ver donde concluye
el resto del ave. También podría tratarse de otra clase de serpiente. Entre la cabeza del águila y la
sierpe hay una separación ocupada por una crucecita que las une (fig. 35).
En la parte superior hacia el norponiente, cerrando el doble círculo, se encuentra el pato migratorio, cuyo diseño se hizo con líneas continuas y profundas, fusionado al sistema hidráulico en
miniatura o red de pocitos y canalitos (fig.34). Entre los ejes de la cruz punteada hay otras flores y
diseños ininteligibles. Por las flores y los animales que realmente existieron en Xochimilco puede
haber una correspondencia con el territorio circundante. La cruz, además cuenta con la característica de inundares cuando se vierte en exceso agua sobre la “maqueta”, apareciendo como el lecho
de un lago intermitente.
Por último en su máximo extremo oriental de la roca se encuentra un óvalo de 13 puntos que
podría indicar un cuerpo de agua o un cerro “lleno de agua” (fig. 35).
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Ya hemos descrito suficiente su contenido que podemos resumir así, conjunto A: formada por
construcciones arquitectónicas relacionadas con la distribución y regulación de agua; conjunto B:
sistema hidráulico en miniatura, o red de canalitos y pocitas. Conjunto c: terrazas agrícolas, Conjunto D: representaciones de ave, rana, serpiente, águila, conjunto E: Cruz Punteada (fig. 5).
El término sistema hidráulico no se puede generalizar a las otras maquetas encontradas en la
región, es necesario también decir que predominan las piedras terraceadas sobre otros elementos
encontrados.
De lo anterior podemos concluir lo siguiente;
1) Vista la “maqueta” o el paisaje en miniatura como un sólo conjunto podemos observar que
los ejes norte y poniente de la Cruz Punteada “ACA” sirvió para ubicar al sistema de pocitos y
canalitos y a las construcciones y escaleritas dentro de la superficie de la piedra, es decir fue utilizada cómo “guía” para realizar y proporcionar el diseño. Aquí nos preguntamos: ¿sí esta forma singular de utilizar los ejes de la cruz, no nos está hablando de su funcionamiento real como
marcador arquitectónico para localizar edificios e instalaciones urbanas dentro del territorio?
2) Además sí se admite la hipótesis de Aveni, Hartung y Buckingham (1978: 276-278), que el
diseño de las cruces punteadas tienen un origen teotihuacano, y su difusión se hizo a partir de
este lugar, estaríamos ante un ejemplo del sincretismo prehispánico entre éstos últimos y los
xochimilcas, habitantes y constructores posteriores de este sitio.
3) ¿Nos encontramos ante un fenómeno de reutilización de un elemento o símbolo teotihuacano o sólo de la piedra donde fue labrado? Al parecer fue incorporado su significado antiguo a
la cosmovisión mexica, produciéndose una continuidad en su uso calendárico y astronómico y
un sincretismo en su valor ritual y religioso, como lugar donde se realizaba los autosacrificios
en los momentos relacionados con las puestas o salidas del Sol en determinadas fechas o posiciones solares interesantes, como relata Sahagún que en muchas fiestas se esperaba el orto o el
ocaso solar. Su ubicación la hace propicia para ver las puestas de Sol además de sus características astronómicas antes descritas.
5.2.7. Terrazas agrícolas en miniatura en el cerro Cuahilama en Acalpixca.
A la orilla del lago y a las faldas del cerro Cuahilama, en Santa Cruz Acalpixca.
Ejemplo (1):
Localización (Plano 1), figura (36);
N 19° 14’. 570
W 99° 04’. 147
Altura: 2 275 m.s.n.m.
Bajando de la maqueta del Cerro Cuahilama continuamos caminando hacia el oriente por la calle
pavimentada y a unos 100 metros a la orilla de lo que fue el gran lago de Xochimilco, encontramos
otra peña labrada, más pequeña, con motivos similares.
Esta piedra, se encuentra al pie del cerro y probablemente su base en una época fue bañada por
el agua del gran cuerpo acuoso y quizás esto sea la explicación que el tallado se hizo arriba de la
parte media de la piedra, hasta su borde superior.
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Es importante decir, que este monolito de regular tamaño, presenta una cara que ve hacia el
norte al igual que los petroglifos mencionados en los anteriores incisos, sin embargo, desde él por
su baja altura no se percibe el paisaje en su totalidad. Esta roca presenta un lado extremadamente
plano, que está dividido por un accidente que forma una especie de repisa, toda la superficie simula
la falda de un gran cerro, el cual fue tallado con varias columnas escalonadas que simbolizan terracitas agrícolas, con sus nichos y pocitas en su cúspide (fig. 36).
Los diseños con escaleras cubren toda la piedra y culminan en el borde alto del monolito, con
nichos, cuartos, cuevas o patiecitos y a veces con pequeños cuencos que simulan depósitos de agua
que bañan las terrazas agrícolas. Los diseños escalonados, unos más simétricos que otros, pueden
estar simbolizando escaleras de edificios y sus nichos son las capillas de los templos. Este tipo de
maqueta es el que predomina en la región de estudio y pueden estar representando cualquier cerro
existente en ese territorio o en otro sitio más alejado. De los relieves que aún se distinguen podemos contar alrededor de cinco hileras, que presentan diferentes estilos de tallados, unas son acanaladas y otras son especie de bordes sobresaliendo de la piedra. Podemos decir que se dividen por
conjuntos, el primero, se forma de tres columnas, hechas con líneas muy sencillas, poco profundas,
nada simétricas y están inclinadas al poniente (fig. 36).
En la primera hilera se distinguen 7 peldaños, que culmina con un pequeño nicho en la cúspide. Inmediatamente sigue una hilera más delgada y pequeña que consta de 5 escalones que culminan con un nicho cóncavo. Continúa otra serie de escalones, nada simétricos, de los cuales
podemos contar 13, y culmina en el borde más alto de la piedra con un nicho o patio circular. A un
lado de este diseño y casi en la cúspide se tallaron en otro estilo 5 anchos escalones, que culminan
en un gran patio rectangular, que mide 15 cm. de ancho (fig. 36).
Girando hacia el nororiente en el borde de la piedra, hay cinco escalones y en su parte más alta
un nicho y en la cima una pequeña pocita en forma cóncava. Tallados similares al tipo encontrado
en Acalpixca, peña alargada y diseños terraceados, también los encontramos en ampliación Nativitas Zacapan o San Lorenzo Atemoaya (fig.63), en Santa Cecilia Tepetlapa.
Figura 36. Réplica en miniatura de un cerro terraceado. En la cima hay nichos
que simulan capillas de templos. Ubicada en el cerro de Cuahilama. Santa Cruz
Acalpixca, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1991.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
5.2.8. Pocita ubicada en la falda norte del cerro Cuahilama en Acalpixca.
Ejemplo (2), figura (37);
En la cúspide de una piedra
A mitad del camino que une la zona de petroglifos del Cuahilama y el monolito tallado con la técnica de maqueta (Plano 1), se encuentra a unos 15 metros de la base de este cerro, una piedra de
medianas dimensiones, que en su cima se talló una pocita con un diámetro, de aproximadamente
30 cm y una profundidad de 10 cm, su capacidad de almacenar agua, es de dos a tres litros. Alrededor del cuenco, en su parte sur y oriente, se tallaron varias estructuras escalonadas, con más de
tres peldaños. Se notan como hileras de escalones que guardan distintas alturas y hay una esquina
donde se dobla el diseño y continúa hacía el fondo. Se alcanza a notar la existencia de más grabados
en otras zonas de la piedra, pero ya casi imperceptibles (fig. 37).
Las gradas acaban al borde de la pocita y podría ser la representación de terrazas agrícolas que
eran regadas con el líquido almacenado o bien escalinatas que daban acceso al depósito. Su significado simbólico está referido al concepto de cerro con su recipiente interno de agua y en sus faldas
la existencia de tierras de riego. Los pobladores más viejos del pueblo de Santa Cruz, conocen a este
tallado como El Cenote (fig. 37).
Figura 37. “El Cenote”, cerro terraceado con su depósito interno de agua (pocita con terrazas). Localizado en el cerro Cuahilama,
Santa Cruz Acalpixca, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México. Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2003.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
5.3. Réplicas, pocitas y petroglifos y su relación con el circuito de caminos vecinales y límites
territoriales de los pueblos.
En este apartado presentaremos una serie de pocitas labradas en piedra y petroglifos que representan terrazas agrícolas, que por su ubicación presentan una relación muy estrecha con los caminos
vecinales que alguna vez formaron parte de rutas comerciales, que unían a los pueblos y conectaban también con las tierras de labor. Es muy importante su relación con las rutas de comercio, pues
de Xicomulco llegaba el pulque, de Santa Cecilia el carbón y la leña y el ocote que iba a Santa Cruz.
En la actualidad algunas veredas todavía establecen vínculos religiosos, de los diferentes sitios,
ocupadas durante las celebraciones de sus santos patronos. Ahora todavía hay contacto religioso
entre Xicomulco y Santa Cruz aunque ya no con Santa Cecilia. Además muchos de estas peñas talladas se encuentran en los actuales límites o fronteras territoriales de los poblados en Xochimilco
y Milpa Alta. Por lo regular dichas fronteras marcadas por estas piedras son las que los pobladores
consideran como validas para saber donde concluyen o empiezan las tierras, pertenecientes a cada
pueblo. Así, los pocitos encontrados en esta parte del cerro están cercanos a los caminos bardeados
y cerca de las cañadas y voladeros.
Es importante mencionar que las maquetas y pocitas se localizan en sitios donde la geografía
presenta fronteras naturales, ya sea en la orilla de los ríos, lagos, en barrancas, donde comienza la
montaña, pero también en los límites territoriales de los pueblos, en los caminos vecinales, siguiendo las rutas hacia las zonas habitacionales.
Empezaremos esta descripción en la planicie que se forma en la zona montañosa entre los
pueblos de Nativitas Zacapa, Santa Cruz Acalpixca, San Bartolome Xicomulco y Santa Cecilia Tepletlapa (Plano 1).
5.3.1. Terracitas y figuras antropomorfas y un Tláloc en el barrio de Tecacalanco en Acalpixca.
Ejemplo (3):
Localización (plano1), figuras (38, 39, 40, 41);
N 19° 14’.282
W 99° 04’.68
Altura: 2 208. m.s.n.m.
De la zona de petroglifos seguimos caminando rodeando la parte sureste del Cuahilama y encontramos una gran cañada que desciende desde lo alto de la montaña de Xicomulco, esta depresión
divide en dos lo que es el territorio de San Gregorio y Santa Cruz y se ve que fue totalmente terraceada, buscando que el agua que bajaba desde varios kilómetros arriba fuera descendiendo en los
terrenos escalonados, acondicionados para frenar el escurrimiento de lluvia.
Al incio de esta depresión y en la falda del Cuahilama hay una cueva poco profunda ahora en
los terrenos de elegantes casas que no permiten su visita, cerca de ahí nos dicen que hay una piedra
con terracitas y continuamos caminando por la carretera pavimentada que conduce al panteón de
Tecacalanco, vamos subiendo y rodeando el cerro de Cuahilama, luego se vuelve plano y al final
encontramos una gran grieta, donde hay varias rocas talladas, ahí hay diseños terraceados (fig. 38),
luego en el abrigo montañoso un pequeño Tláloc, con su bigotera (fig. 39) y al fondo unos figuras
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antropomorfas (fig. 40), al parecer hubo más diseños pero fueron destruidas para formar una barda
que sirve de retén, para que no se deslave la tierra.
Los diseños labrados están viendo hacia el oriente, hacia el Sol sureño, cuando el horizonte
permite ver al astro, aproximadamente a las 8 de la mañana, hora en que alumbra directamente
los relieves.
Hay varios diseños tallados, subiendo al principio del abrigo montañoso, en la primera piedra
hay un grupo de escalones y en su cima una pocita Al parecer era un conjunto de varias hileras de
terrazas, muchas de ellas ya no se distinguen. Podemos notar tres columnas escalonadas y una de
ellas cuenta con 5 escalones y un nicho en su cúspide, la que más se distingue es una terraza de 6
escalones, con su capilla y en su techo una pocita, siendo entonces 7 niveles, su depósito de agua
es cóncava y mide 7 cm de diámetro y va disminuyendo su dimensión hacia dentro, teniendo una
profundidad de 2 cm.(el ancho de las escaleras es de 7 cm.), que van disminuyendo en la cima,
tiene un altura de 11 cm. (fig. 38). Está viendo hacia el suroriente, hacia la salida del sol cercana al
solsticio, debemos recordar que se encuentra en el fondo de una cañada por lo que el horizonte es
muy elevado y el disco solar ya aparece muy tarde. El ofrendador al estar frente al diseño, estaría
viendo las paredes del abrigo montañoso ubicado hacia el norte. En una arista de la piedra cercana
al tallado descrito, lo poco que podemos distinguir es un diseño redondo que quizás fue una cara.
En una segunda piedra hay concavidades que forman rostros, algunos diseños parecen ser más
recientes que otros, la más interesante, es la que tienen grandes ojos, formados por círculos internos y líneas profundas, a la altura de lo que podría ser la boca, tiene una especie de bigotera formada por un solo canal, es sencilla, tienen los extremos abultados y en el centro se unen las líneas, su
cara es rectangular y está delimitada. Justo al lado derecho hay otro rostro inclinado formado por
cuencos, la boca esta ladeada hacia el lado izquierdo y la cabeza es semicircular (fig. 40). Arriba
de ellas hay otro tres círculos pequeños y equidistantes que pueden estar formando otra cara, sin
embargo la más interesante es la del Tláloc (fig. 39).
En este mismo colado de lava, a unos 30 metros hacia arriba, en las paredes del abrigo montañoso, hay en otro estilo, otra piedra con diseños antropomorfos, aparecen cabezas dibujadas por
canalitos, uno de los rostros está hecho hasta el cuello y sus formas son muy irregulares, las cabezas
son trapecios y rombos, son rostros con ojos y bocas, son un conjunto de varios diseños asociados (fig. 40), además de ser parecidas al estilo utilizado en el diseño de San Mateo (fig. 69). Están
tallados en varias partes del abrigo montañoso, en rocas que fueron una y luego se fragmentaron,
hay otros motivos pero no se alcanzan a apreciar. Podemos sugerir, que los diseños pueden ser de
distintas épocas, las terrazas y el Tláloc pudieron ser contemporáneas y éstas últimas más recientes.
Por otra parte las particularidades solares de esta grieta, es decir, ser alumbrada directamente por
los rayos solares ya avanzada la mañana y cuando se encuentra hacia el sur, pudieron ser los factores para seleccionar este sitio y cubrir sus paredes con relieves.
Arriba de este abrigo montañoso, se puede decir que en su techo hay una peña que se ocupa
como límite de un patio de una vivienda muy precaria: Es un hermoso diseño de unas terrazas
agrícolas en miniatura, con su sistema de riego (fig. 41). El observador del tallado tiene que
dirigir la vista hacia la cañada terraceada que desciende desde Xicomulco y la formación cerril
perteneciente a San Gregorio, por todos lados del paisaje se observan bardas y terraplenes que
todavía hace poco se sembraban. El horizonte oriental delimitado por los grandes volcanes no
se puede observar desde aquí.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
Se puede decir, que aquí empieza la región de la montaña y donde comienza un circuito de
maquetas y pocitas talladas en las peñas y que por su ubicación guardan una estrecha relación con
los caminos vecinales que conectaban a los asentamientos indígenas, con las tierras de labor.
Figura 38. Conjunto terraceado en la grieta de un cerro. Panteón Figura 39. Rostro de Tláloc en la grieta de un cerro. Panteón de
de Tecacalanco, Santa Cruz Acalpixca, Alcaldía Xochimilco, Ciu- Tacacalanco, Santa Cruz Acalpixca, Alcaldía Xochimilco, Ciudad
dad de México. Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2001.
de México. Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2001.
Figura 40. Figuras antropomorfas en el fondo del abrigo montañoso. Panteón de Tacacalanco, Santa Cruz Acalpixca, Alcaldía
Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2001.
Figura 41. Terrazas agrícolas en miniatura, con su sistema de riego, en el techo del abrigo montañoso, viendo hacia la barranca.
Panteón de Tacacalanco, Santa Cruz Acalpixca, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2001.
5.3.2. Petroglifo del Sol en un montículo en Acalpixca y Xicomulco.
Localizado en los caminos vecinales de Santa Cruz Acalpixca a San Bartolomé Xicomulco.
Ejemplo (4):
Localización (Plano 1), figura (42)
N 19° 13’. 960
W 99° 04’.311
Altura: 2 443 m.s.n.m.
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Al lado de la peña con terracitas (fig. 41), que se encuentra en los límites de una casa habitada y
el abrigo montañoso del panteón del barrio de Tecacalanco, se extiende el camino que viene del
Cuahilama y conduce hacia Xicomulco, continuando por el caserío encontramos otra pocita tallada en piedra en el patio de otra casa. luego seguimos caminando por toda la orilla de la barranca
terraceada, sobre el camino se distingue un montículo que sobresale del paisaje, es un amontonamiento de piedras medianamente trabajadas y regada alrededor hay mucha cerámica, en el extremo
suroeste de este montículo, viendo hacia el territorio de Santa Cecilia, hay una piedra en el piso con
un relieve que podría representar el Sol, su diseño es un círculo, con varios rayos alrededor. En la
misma piedra hay otros círculos que quizás representen estrellas, es muy contemporáneo el tallado
(fig.42). Se puede decir, que este diseño pertenece a los relieves que se ubicaron siguiendo los caminos vecinales que unían las zonas de vivienda con los terrenos agrícolas y los diferentes pueblos
(Plano 1), además se encuentra al borde de la cañada, es un sitio desde donde se domina una gran
porción del territorio hacia los cuatro puntos cardinales. Casi en frente de este montículo se ubica
el sitio conocido como Piedra Larga, en la otra orilla de la barranca.
Figura 42. Representación del Sol y círculos. No
es muy antiguo el tallado. Barrio de Tecacalanco,
camino a Xicomulco. Santa Cruz Acalpixca, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2002.
Desde aquí se puede apreciar todo el terreno plano que es parte de la cima al cerro Tlacualleli en Santa
Cruz Acalpixca, esta es una planicie formada por varios cerros, cuyas faldas inician en los límites de lo
que fue el lago y los canales de Xochimilco. Sus pendientes se elevan abruptamente de su lecho, para
luego acabar en una cima plana. Son como terrazas construidas por la propia naturaleza. En estos
terrenos nacen varios caminos que conectan con los diferentes pueblos y las zonas de sembradío, es
una amplia red de pequeñas veredas, algunas construidas con bardas y suelo de piedra, el número de
rutas es elevado pues se originan de varios puntos del territorio y permiten comunicar a las zonas de
trabajo y las diferentes comunidades. Podemos decir que se forma una red peatonal que comunican
con diferentes partes del territorio, a lo largo de ellos fueron talladas sobre algunas piedras o peñas,
pocitas, escaleritas y canalitos algunos en puntos estratégicos, ya sean sitios de descanso, lugares de
observación y cruceros donde se juntan diversas rutas de intercambio y acceso al territorio.
A lo largo de estas redes encontramos piedras con estos relieves que describiremos a continuación.
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5.3.3. Gran peñasco con pocitas en Acalpixca, Xicomulco y Tepetlapa.
En los cruceros de los caminos vecinales y en los límites territoriales de Acalpixca, Xicomulco
y Tepetlapa.
Ejemplo (5):
Localización (Plano 1), figura (43);
N 19° 13’.525
W 99° 04’.827
Altura: 2 484 m.s.n.m.
A la orilla de un crucero que une las rutas de Acalpixca, con Xicomulco y Santa Cecilia Tepetlapa,
hay una loma que forma parte del camino, en su falda hay grandes peñas, en la cresta de una de
éstas se tallaron tres pocitas de gran profundidad que pueden contener mucho líquido, es muy difícil llegar a ella, pues la piedra es muy alta y muy lisa, en su borde más alto y delgado se labró esta
pocita. En realidad pudimos encontrar este tallado, pues diferentes aves la visitan ya sea para beber
de la poca agua que se almacena en ella o comer de las semillas que se acumulan en su cuenco. Su
gran altura nos permite decir que tuvo una actividad muy especializada. El monolito está dirigido
hacia el Oriente pero tiene la particularidad que desde aquí se ve el Pico del Águila del Ajusco, una
de las cazoletitas ve al este y otra al oeste. La primera, mide 13 cm de diámetro y 7 de profundidad,
la segunda no es tan simétrica, tiene 13 cm. de profundidad por 11 de ancho y 20 de largo, la más
pequeña mide 7 cm. de circunferencia y 3 cm. de profundidad (fig. 43).
Figura 43. Tres profundas pocitas en la parte alta de
una peña, ubicada en el crucero del camino hacia
Xicomulco y Santa Cecilia Tepetlapa, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Si continuamos caminando por la loma que divide a Santa Cruz, de Santa Cecilia, sobre la
falda sur del cerro donde hay un camino de peñas, pronto llegamos a su cima, donde encontramos
sobre un montículo cimientos de viejas estructuras, que fueron removidos en años recientes, eran
una especie de cuartos, asociadas con cerámica prehispánica, al parecer fue una zona habitacional,
ahora destruida y saqueada.
En este sitio había petroglifos en rocas pequeñas, donde se tallaron personajes, diseños antropomorfos y motivos labrados difíciles de identificar, y figuras de deidades, que la gente decía que
uno de ellos era Tláloc y también se sabía de la existencia de cabezas de piedra, estos diseños ya
desaparecieron.
Desde este asentamiento elevado se domina principalmente el horizonte poniente, observándose el Nezehuiloya, la Palma, el San Miguel, el Xochitepec y el cerro del judío, al norte está la
Sierra de Santa Catarina y al oriente el Tehutli.
A partir de este lugar comienza una vereda que se extiende hacia el Sur, es un camino peatonal
que conduce a los pueblos de la montaña, va bordeando una barranca que se abre hacia el Poniente.
Es una pequeña columna vertebral que va elevada de las tierras de labor, en medio de ella corre el
angosto ramal, y hacia su lado oeste hay afloramientos de roca que en la superficie de algunas de
ellas se labraron diseños de terracitas, su característica es que están colocadas de modo tal que el
observador de los tallados, para apreciarlos, tendría que venir caminando del Sur, del bosque hacía
el Lago.
Ejemplo (6):
Localización (Plano 1);
N 19° 13’.331
W 99° 04’.867.
Altura: 2 515 m.s.n.m.
Viniendo del bosque del sur, la primer piedra tallada, se localiza a la orilla de la barranca donde hay
un conjunto de peñascos, y está dirigida hacia el poniente, al cerro contiguo. El observador de los
diseños tendría que estar parado al sureste, para ver la cara oriental de la piedra. En su superficie
plana presenta un conjunto terraceado que inicia a mitad de la roca y termina en su borde superior.
Es un grupo de 4 o 5 hileras que en su cumbre tienen nichos, cada una tiene 7 centímetros de ancho
por 20 de largo, y sus escalones varían de 5 hasta 13 escalones, por las condiciones de los relieves no
se puede asegurar que tenían un número de peldaños referidos al calendario.
Ejemplo (7):
Localización (Plano 1), figura (44);
N 19° 13’.347
W 99° 04’.874
Altura: 2 517 m.s.n.m.
Caminando para el Norte por esta misma vereda, a escasos 15 metros de la primer piedra tallada, se encuentra un recodo, es una pequeña porción del terreno al lado del camino, donde caben
pocas personas paradas, ahí hacia el voladero de la barranca hay un conjunto de tres piedras o
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tres secciones de una misma peña, formando una especie de altar, que se dirige al norponiente.
La primer roca es lisa y no contiene diseño, atrás de ella formando parte del mismo monolito,
hay otra donde se pueden ver unas escalinatas con seis escalones visibles y no tienen nichos en
su cima, las hileras inician en su medianía y concluyen en su borde superior. El tercer soporte
pétreo, ubicado al fondo volando hacía el acantilado, tiene nueve hileras de terracitas y algunas
concluyen en nichos, con siete escalones para llegar a ellos, otras tienen cinco y tres peldaños,
pero su número total no se puede saber debido a las condiciones del relieve, sus medidas oscilan
entre 5, 7 y 10 centímetros (fig. 44).
Figura 44. Altar con terracitas dividido en tres partes, dirigidas al norponiente, al borde de
la barranca que comunica a San Lorenzo, Santa Cecilia, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de
México. Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2001.
Regresando a la loma, bajando a las tierras planas, había hasta hace pocos años ruinas al parecer de
una hacienda, cimiento de cuartos, y un jagüey para almacenar agua, hoy completamente destruidos los restos de estas instalaciones.
Siguiendo por la vereda de piedra llegamos a un camino que se hace más estrecho al llegar a un
crucero, donde se unen las rutas que van hacia Santa Cecilia, Nativitas y Santa Cruz. En este crucero se encuentran varios relieves grabados en la piedra que describiremos en el siguiente inciso.
5.3.4. Pocitas y canalitos, escaleras y terrazas, en Acalpixca, Zacapan y Tepetlapa.
Localizadas en el cruce de los caminos vecinales de Acalpixca, Zacapan y Tepetlapa.
Luego bajando al sur poniente, por la vereda hecha de piedra encontramos otras peñas que
contienen pocitas y escaleras talladas, justo en el crucero donde se juntan los caminos vecinales de
Nativitas Zacapan, Santa Cruz Acalpixca y Santa Cecilia Tepetlapa, son rutas muy viejas, ya poco
utilizadas, donde las calles se hicieron anchas y empedradas, con bardas que dividen la tierra de
labor del paso peatonal.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Desde este lugar se domina especialmente el horizonte poniente donde se destacan el cerro
Xochitepec alineado con el Cerro del Judío, que no es punto por donde se pone el Sol y luego está
el Ajusco, hacía el norte está la Sierra de Santa Catarina y el Cerro de la Estrella y al oriente el Tláloc y Telapon y desde aquí nace una cañada que se desplaza al oeste y por la que descienden varias
veredas que van hacía los pueblos.
Ejemplo (8):
Localización (Plano1);
N 19° 13’.603
W 99° 04’.854
Altura 2 476 m.s.n.m.
En este cruce se encuentra un conjunto de piedras labradas, que forman parte de las cercas del camino
y de las bardas de las sementeras, en una de ellas, en su cara vertical y empinada que mira al sureste se
labraron seis cuencos, ahora muy tenues y poco profundos, dos están dispersos y más arriba, mientras que cuatro de ellos están en la parte media de la superficie pétrea y unidos por dos canalitos que
forman una Cruz. A este diseño nuestro guía, el señor Miranda describe como pueblos unidos por
caminos, los canalitos indican la ruta a Santa Cruz y las pocitas son los pueblos, también tiene diseños
escalonados que indican los terrenos de cultivo. Las medidas de estos cuencos poco profundos oscilan entre 2 a 4 cm y tienen de profundidad 2 cm, el canalito mide 10 centímetros de largo.
Junto a esta peña hay otra formando parte de la misma barda con más relieves conteniendo seis
hileras de terracitas, y pudimos contar en cada una de ellas, cuatro escalones, el relieve está viendo
hacía el poniente y cubre toda la parte alta de su superficie hasta su borde.
Ejemplo (9):
Localización (Plano 1);
N 19° 13’.610
W 99° 04’.858
Altura 2 460 m.s.n.m.
Donde el camino da vuelta para continuar a Santa Cecilia, hay otra piedra que es parte de la barda
de la vereda, es una roca de medianas dimensiones que en su cara horizontal se tallaron otras pocitas y canalitos más profundos que en la peña anterior. El soporte pétreo está muy accidentado y
está dividido, por un canal muy profundo que fue hecho para cortarlo en dos y a pesar de las condiciones del tallado se pueden apreciar cinco pequeños pocitos, los cuales oscilan entre los cinco a
ocho centímetros de diámetro y de dos a cinco centímetros de profundidad, al parecer no forman
alguna figura ya que están más bien dispersos en la superficie pétrea.
Como parte de la misma barda y junto a este monolito, se encontraba otra gran peña, que en
medio de su cara horizontal, había una depresión, en la cual se tallaron unas escaleritas, con 7 peldaños, no son del tipo terraceado, sino escaleras que se encuentran en los caminos y forman parte
de ellos, podemos ver parecidos a estos relieves, en el conjunto B (estructuras escalonadas) (fig. 5),
de la réplica de Santa Cruz Acalpixca, desafortunadamente en años recientes, fue dinamitada la
piedra del crucero y se perdió el diseño.
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Regresando a la calle empedrada principal, caminando y bajando hacía el oriente encontramos
en medio del camino, una piedra donde se talló una pocita ovalada, que mide 13 centímetros de
largo, por 7 de ancho y 3 cm de profundidad.
Ejemplo (10):
Localización (Plano 1);
N 19° 13’.620
W 99° 04’.863
Altura 2 456 m.s.n.m.
Cerca de la pocita ovalada que está al centro del camino, en la barda surponiente, hay otra gran
roca, inclinada, delgada y plana, que al parecer alguna vez estuvo horizontal, ahora en su cara que
ve al oeste, se tallaron varios pocitos y canalitos que cubrían toda su superficie, solo un cuenco
pudimos medir, el cual tiene 7 cm de diámetro y 4 cm de profundidad.
Podemos concluir que por su gran número y su ubicación cada uno de las piedras con labrados
formaban parte de un lugar y el conjunto fue un paisaje en miniatura, ubicado en el cruce de caminos.
5.3.5. Montículos con piedras labradas en Acalpixca y Zacapan.
En la montaña y en los límites de Santa Cruz Acalpixca y Nativitas Zacapan.
Ahora, del crucero que nos lleva a Santa Cecilia Tepetlapa, caminamos por la calle ancha y empedrada hacía el poniente, poco a poco se va haciendo angosta hasta desaparecer casi en los límites de
las tierras de los pueblos de Nativitas Zacapan y Santa Cruz Acalpixca. Aquí se forma una amplia
meseta con un vasto terreno plano, limitado en sus extremos por pequeñas lomas, cañadas, barrancas y empinadas faldas, extensiones conectadas por pequeñas veredas que van bordeando las
depresiones y las tierras de cultivo.
Todavía existen restos de infraestructura hidráulica, terrazas, drenajes, terraplenes, bardas y
retenes, caminos empedrados, cerámica en abundancia, pocitas y réplicas del paisaje en piedra,
montículos, plataformas y cuevas. En esta amplia extensión de terreno, se levantan de norte a sur
una línea de pequeños oteros, que van bordeando los límites de esta meseta, y que en algunos casos
forman los horizontes calendáricos de otros sitios, en tres de estas lomas encontramos vestigios
arqueológicos. Desde aquí se dominan los grandes volcanes y el Tehutli presenta gran preponderancia en el paisaje.
Ejemplo (11):
Localización (Plano 1);
N 19° 13’.950
W 99° 14’.947
Altura 2 466 m.s.n.m.
El primer montículo se localiza al extremo sur poniente de la planicie, donde se junta un camino
que viene del pueblo de Nativitas Zacapan y Ampliación Nativitas y conecta con la ruta que viene
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
de Santa Cruz Acalpixca. Es una loma que sobresale del terreno plano, y atrás de ella inicia una
vereda, junto hay unos patios con construcciones de piedra, terrazas, drenajes, contenedores y en
su falda se construyó una barda sin aglutinante, tiene un nicho que sirve de refugio y está hacía el
oriente. El promontorio está formado por peñascos que sobresalen de su cima y en ellos se tallaron
pocitas, cuyos usuarios dominan los horizontes oriental y occidental, desde aquí se aprecia el Iztaccíhuatl, sobresaliendo su cuerpo del lado norte del cráter del Tehutli.
Este montecito sirve de horizonte calendárico al sitio de maquetas que se encuentra varios kilómetros al poniente en San Lorenzo, ampliación Nativitas, en el paraje de Tehuepanco.
Al lado poniente de la loma hay una pocita ovalada que mide 12 cm de ancho por 20 cm de
largo y desde ella se domina en el horizonte poniente el Ajusco, y la entrada al valle por la cañada
que se forma en Nativitas y San Lorenzo y que baja de las barrancas de Santa Cecilia, donde hubo
paredones zapatistas.
Ejemplo (12):
Localización (plano 1), figura (45);
N 19° 13’.948
W 99° 04’.933
Altura 2 468 m.s.n.m.
En este mismo montículo, en su cima, a escasos 10 metros hacía el extremo oriente se encuentra
otra pocita muy grande de forma irregular, que mide 18 cm de largo y uno de sus extremos más
largos 35 cm, el otro extremo tiene 20 cm y tiene una extensión de 5 cm. Desde ella se domina el
horizonte oriental donde predomina el Iztaccíhuatl en conjunción con el Tehutli (fig. 45).
Ubicados desde estas dos pocitas, arriba descritas, se aprecia en una el horizonte este y en la
otra el oeste.
Figura 45. Pocita ovalada en el montículo 3.
Ubicado en los límites de Santa Cruz Acalpixca y Nativitas. Horizonte del montículo
de San Lorenzo, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2003.
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Ejemplo (13):
Localización (Plano 1):
N 19° 14’.037
W 99° 04’.838
Altura 2 470 m.s.n.m.
Enfrente de esta loma, al oriente, pasa un camino que se extiende en dirección, norte- sur, es una
pequeña vereda que cruza los terrenos de labor, es de tierra y no está bardeada, pero permite el
acceso a extensiones cercadas y calles empedradas.
A unos 500 metros del primer otero, el caminito nos conduce a un espacio limitado por una
barda de piedra, la cual en uno de sus extremos se derrumbó permitiendo la entrada, a un gran
patio, que hasta hace pocos años se sembraba, casi en medio de esta planicie, se eleva un montículo, formado por peñas y árboles y en su cima hay una gran roca, ahora dinamitada y que en
algún tiempo tuvo motivos labrados, como terracitas y pocitas y la figura de un cerro, que ahora
es casi imposible percibir. Debajo de la piedra había un nicho, en el cual había cerámica y cuchillos de obsidiana.
Ejemplo (14):
Localización (plano 1), figura (46);
N 19° 14’.047
W 99° 04’.841
Altura: 2 461 m.s.n.m.
Bajando del montículo, entre las extensiones bardeadas, hacía el norponiente, hay una vereda
que forma parte de un circuito de rutas que nos conduce por las tierras de labor, hasta un rincón
de la planicie, donde inicia una pequeña cañada o barranca, que desciende hacia los pueblos,
hacia el lago, se encuentra terraceada y anchas bardas de piedra sirven de contenedores de agua
y de caminos altos de piedra. En donde concluye la depresión y en la cima, se levanta una loma
de escasos 15 metros de alto, constituido por grandes peñascos y árboles, que sobresalen del
terreno plano. En su lado norte hay un conjunto de piedras labradas, donde se representó el
paisaje, utilizando varios soportes pétreos. En uno de ellos, que es redondo, de 70 cm de alto por
100 cm de ancho, y en su parte más alta se talló una pocita de 15 cm de diámetro, por 8 cm de
profundidad (fig. 46), junto hay otra roca que al parecer estuvo labrada, y al extremo poniente a
escasos dos metros hay otra que sobresale del terreno, mide aproximadamente un metro cúbico
y está girada hacia la pocita, en su cara oriental, presenta un diseño terraceado, que tiene de 9
a 10 escalones, concluyendo en la cima con un nicho, es la figura de un templito formado por
escalinatas de 10 cm. de ancho por 40 de largo, no son completamente verticales sino que tiene
una desviación hacía el norte (fig. 46). El observador del tallado puede ver el horizonte poniente
formado por el Ajusco, el Xitle, el San Miguel y parte del Xochitepec. Y desde la pocita se aprecia el Cerro de la Estrella y en frente de la loma está el Tehutli. Pero el sitio parece especializarse
en los ocasos solares.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Figura 46. Réplica en miniatura del paisaje, conjunto de piedras con pocitas y escaleras, ubicada en la
barranca que limita Nativitas, Zacapan y Santa Cruz
Acalpixca. Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
En fechas recientes visitamos el lugar y los dueños de los predios aledaños, pintaron los límites de
sus propiedades muy cerca de donde están estos tallados. Hacia el poniente de ellas, se extiende un
retén hecho de piedra.
Desde esta loma se tienen dos opciones, o bien se sigue uno por las veredas que conducen por
las cañadas, llegamos al cerro Tlacualleli, donde están las cruces del pueblo de Santa Cruz Acalpixca o bien caminamos por la planicie al oriente hasta llegar a un crucero donde se junta el camino
empedrado que inicia en la capilla de San Salvador, en Acalpixca y se dirige hacia la montaña, continua a las faldas del Tlacualleli por toda la parte lateral de la barranca terraceada y que tiene diques
que llegan hasta la cima donde hay un montículo y las tierras de labor y la red de caminos vecinales
que conducen a Xicomulco, Santa Cecilia y Nativitas.
Cerrando este circuito de réplicas en miniatura del paisaje o maquetas, regresamos nuevamente a la orilla del lago donde se encuentra la Cruz Punteada de Acalpixca y el sistema hidráulico en
miniatura, en la zona arqueológica del Cuahilama (fig. 5).
5.4. Réplicas en miniatura del paisaje, pocitas y petroglifos en los circuito de caminos y los límites de San Gregorio Atlapulco, Santa Cruz Acalpixca y San Bartolomé Xicomulco.
Al parecer algunos petroglifos, pocitas, maquetas o réplicas en miniatura del paisaje, marcan los
actuales límites territoriales de los pueblos xochimilcas y se encuentran al comienzo de rutas y caminos que unen zonas agrícolas, asentamientos urbanos e iglesias.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
5.4.1. Conjunto de petroglifos, esculturas y pocitas en Atlapulco.
En el cerro Xilotepec, en San Gregorio Atlapulco.
En la falda Oriental del Cerro la Malinche, o la Palma o “Xilotepec” (cfr. Chapa, 1957) o Cempoaltepetl, donde comienza la región montañosa de San Gregorio Atlapulco, se encuentran vestigios
arqueológicos pertenecientes a diversos periodos históricos. Los más antiguos, corresponden quizás a la última época mexica, es un conjunto de petroglifos asociados a una gran pocita tallada en
la piedra. Además, de estos relieves y estas esculturas, hay otros elementos ubicados en la cima del
cerro, que se llegan a ellos, caminado por su falda oriental, ahí se encuentra un montículo formado
por un gran número de pequeñas piedras sin aglutinante, cuartos con estuco colonial, restos de
bardas y terrazas y tres cruces cristianas, que pertenecen a San Gregorio y cuyos pobladores todavía
las celebran con rituales el 3 de mayo día de la Santa Cruz.
Otra de las cuestiones importantes de este sitio es que debajo de él, en la cañada, corría un arroyo perteneciente al río intermitente que venía desde San Pedro Actopan, era un brazo o una ramal
ubicado en la falda del cerro, pasando exactamente donde termina la región montañosa y empieza
la zona lacustre. Además desde la iglesia patronal de San Gregorio se puede ver el lugar, sus cruces
y petroglifos, así como a sus visitantes.
Así, por la ladera de esta loma que acaba en una pendiente, a pocos metros de las cruces de
madera, abajo y hacía un lado, hay un pequeño conjunto ceremonial indígena, formado por dos
personajes tallados y por varias pocitas cercanas y dispersas en el lugar, ya reportadas por Norma
Tello (1993), (figs. 47, 48 y 49).
Ejemplo (15):
Localización (Plano1), figura (47);
N 19° 14’.753
W 99° 03’.582
Altura: 2 380 m.s.n.m.
El recipiente más grande, 30cm. de diámetro por 15 cm. de profundidad, se talló en una peña
ubicada al borde del cerro, que se extiende hacía el voladero, lo que hace que en tiempo de lluvias,
escurra el agua que baja de la parte alta, formando una pequeña cascada que cae a la barranca, se
dirige hacía lo que fue el lecho de un río, por la característica de esta piedra labrada, podemos decir,
que quizás funcionó como fuente, siendo el ornato religioso del sitio (fig. 47).
Esta peña con el cuenco, se localiza justo donde el agua que baja del cerro, formando un cauce,
pasa por el recipiente, para luego seguir su curso hacía el acantilado, pero esta piedra, si lo provisionaran de un canal de barro o madera, pudo estar no solo alimentado por agua de temporal, sino
por la corriente de algún manantial, u otros cuerpos de agua que abundaron en la zona, y que le
pudo proporcionar constante líquido.
Observando con detalle la piedra, notamos que alrededor de la pocita, se aprecian algunos
canalitos por donde se desplaza el agua que le vertamos, así como una serie de hoyitos, casi imperceptibles, los cuales acumulan el poco líquido que le proporcionemos. Además a la orilla norte del
recipiente principal, hay unos bordes que simulan, las formas de los relieves de las montañas en los
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horizontes por lo que pensamos que esta piedra labrada, está representando a un conjunto de cerros, en cuyas faldas se forma un cuerpo de agua interno, un lago o una presa. Uno de los pequeños
canales de esta piedra, está viendo hacía el Cerro de la Estrella, que se encuentra casi en línea recta
del lugar donde se ubica esta roca (fig. 47).
Figura 47. Pocita en una peña a orilla de la barranca. Posiblemente sirvió como recipiente o altar para rituales
dedicados a la deidad femenina que se encuentra a unos
cuantos pasos. Localizada en el cerro Xilotepec o la Malinche en San Gregorio Atlapulco. Alcaldía Xochimilco,
Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1995.
Pero lo más interesante de esta pocita, es que está asociada a lo que fue un gran peñasco, labrado
con motivos indígenas y dinamitado y cortado en dos secciones, en la Colonia, pues en una de sus
lados, donde sufrió el corte se encuentran diseños de lo que parece ser una iglesia y letras castellanas que forman el anagrama de Jesucristo.
En la primera sección de esta gran peña que quedó en pie en su sitio original, está labrado un
personaje en movimiento provisto de un escudo, por lo que quizás sea un guerrero (fig. 48), en la otra
parte de la piedra que rodó por la pendiente, quedó recostada la escultura de una mujer sentada al
estilo indígena, con sus manos entrelazadas arriba de su vientre y provista de un vestido muy sencillo,
y sentada al estilo indígena, quizás esta figura sea la imagen de una deidad xochimilca (fig. 49).
Si comparamos ambas figuras labradas, éstas presentan una diferencia en cuanto al estilo que
se usó en su tallado, así como a las proporciones y tamaños de las esculturas. La figura femenina
es tosca, gorda y alta, mientras que el hombre es pequeño, delgado y frágil. El personaje masculino
presenta muchos elementos simbólicos, mientras que la diosa se representó con elementos más
sencillos. Se tallaron en el borde más alto de la peña y la diosa en una de sus aristas.
Ejemplo (16):
Localización (Plano 1), figura (48);
N 19° 14’.742
W 99° 03’.595.
Altura 2 382 m.s.n.m.
El petroglifo del guerrero tiene varios nombres, y permanece en la parte del peñasco que se encuentra en su posición original. Está provisto de un gran tocado que se labró en el borde más alto de la
gran roca, y se compone de tres cuerpos, está provisto de adornos que caen sobre los lados de la
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cabeza, cubriendo sus orejas, y la frente. De atrás de su hombro izquierdo, sale un elemento curvo,
que quizás sea un porta flechas, una arma o unas plumas, mientras que su mano sostiene por la parte de atrás visto de frente, un pequeño escudo redondo o quizás sea un tambor. En la mano derecha
lleva un báculo retorcido y largo hasta el suelo, del cual cuelga una mano humana. De la cabeza a
los pies parece que está cubierto de la piel del desollado, que al parecer es el único vestido que porta,
ya que no se ven los rasgos de la cara y el cuerpo. En el pecho se encuentra un orificio de donde
se amarra la vestimenta, no lleva calzado y tiene una especie de rodilleras. Su cuerpo es delgado y
tiene poca altura y sus pies están en movimiento, al parecer está danzando. Podría tratarse de un
Xipe Tótec, que corría por todo el poblado, durante la fiesta mexica de Tlacaxipehualiztli (fig. 48).
Figura 48. Petroglifo de un danzante, vestido
de Xipe Tótec en el cerro Xilotepec o la Malinche. San Gregorio Atlapulco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1991.
Ejemplo (17):
Localización (Plano 1), figura (49);
N 19° 14’.749
W 99° 03’.596
Altura: 2 381 m.s.n.m.
Junto a este danzante estaba la escultura de una mujer, ahora derrumbada en la ladera del cerro,
se talló en una de las esquinas, en la parte superior del peñasco, es de complexión robusta y tiene
un atuendo muy sencillo, no lleva adornos o joyas en brazos y en su corto cuello, ni en sus ropas.
Su gran cabeza es desproporcionada en relación a su cuerpo, está cubierta de un tocado y lleva
unos aretes en sus orejas, tiene ojos muy grandes, ovalados y profundos como los de una calavera
y quizás su cara estuvo pintada de rojo, ostenta una protuberante boca alargada con unos dientes
salidos como los de un animal, por estas característica posiblemente se trate de una advocación de
la diosa mexica de la tierra Cihuacóatl. Lleva un vestido sencillo sin adorno, suelto, que la cubre
desde el cuello hasta las rodillas, sobresalen los bustos que son casi cónicos y de regular tamaño y
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que la identifican como de sexo femenino, no es muy alta. Sus manos están entrelazadas enfrente
de su estómago, que parece estar ocupado, es decir, puede estar embarazada, está sentada al estilo
indígena, con las piernas rechonchas saliendo a un lado del cuerpo, y descalza (fig. 49).
Figura 49. Escultura de una deidad femenina, quizá Cihuacóatl, en el cerro Xilotepec o la Malinche. San Gregorio Atlapulco, Alcaldía Xochimilco,
Ciudad de México.
Foto: Francisco Rivas Castro, 1998.
Asociada a estos personajes, hay una pocita tallada en un peñasco, que se extiende hacía la cañada,
por donde circulaba un pequeño río, sus características ya las describimos líneas arriba y quizás
este recipiente se utilizó en los rituales dirigidos a la deidad femenina que se encuentra en este mismo sitio, a pocos metros del voladero (fig. 47).
En cuanto a su relación simbólica con el Sol, encontramos que el guerrero, quizás represente a
un Xipe Tótec, cuya celebración se realizaba en el equinoccio. Además ambos personajes ven hacía el horizonte Oriental, como esperando la salida del Sol, quizás al día cuando el astro, tocaba el
punto donde la falda del volcán Tehutli corta al Iztaccíhuatl, en la región que se le conoce como los
pies, dejando ver todo su cuerpo hasta la cabeza.
Si continuamos por la vereda que conduce por borde del cerro, llegamos a otro montículo
justo atrás de las cruces de San Gregorio, ahí en el extremo sur cerca de la pendiente oriental encontramos una piedra puntiaguda que mira hacía el Tehutli, ahí también hay una cueva o oquedad
construida con piedra y alrededor en el suelo hay fragmentos de cerámica y obsidiana.
5.4.2. Pocitas talladas en las peñas de las montañas terraceadas de Atlapulco.
San Gregorio Atlapulco.
Ejemplo (18):
Localización (Plano 1);
N 19° 14.153.
W 99° 03’.475
Altura 2 445 m.s.n.m.
Caminando por la carretera que va a Oaxtepec y Milpa Alta, encontramos una brecha que fue abierta
para visitar las grandes torres de luz que se encuentran en la montaña, en terrenos pertenecientes a
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San Gregorio. En la primera torre encontramos una piedra que tiene la forma de una rana, sin embargo, carece de inscripción alguna que pudiera indicarnos que fue trabajada por manos indígenas.
Siguiendo la brecha llegamos a la segunda torre y ahí encontramos una columna de piedra que
forma un acantilado que se extiende del Norte a Sur, tiene bardas y terrazas que nos indican que el
terreno fue acondicionado, para tener una función quizás agrícola y de observación del territorio.
Ahí, en esta vértebra, se encuentra una serie de peñas que están hacia el voladero, en algunas de
ellas fueron talladas pocitas, estas mismas piedras sirven como techos de abrigos y pequeñas cuevas. Ahí hay una pocita viendo hacía el Sur, en otro risco contiguo hay otra pocita que obligaría al
visitante ver hacía el Norte.
Ejemplo (19):
Localización (Plano 1);
N 19° 14’.150
W 99° 03’.527
Altura 2 460 m.s.n.m.
En una piedra de regular tamaño que también sirve de barda a una pequeña terraza, se encuentra
una pocita de pequeñas dimensiones, tallada en la parte más alta de la piedra, se ve que de un proceso natural pasó a ser medianamente modificada por el hombre para hacer estos cuencos, quizás
ocupados para verter algún líquido en determinadas ceremonias, no es completamente redonda
más bien es ovalada, teniendo 13 cm de largo y 7 centímetros de profundidad, su capacidad de
contener líquido es muy limitada. Desde esta piedra se puede ver el Cerro de la Estrella y la Sierra
de Santa Catarina, el cerro Tláloc y el cerro de Tlapacoya.
5.4.3. Pocita tallada en las peñas a orilla de una pequeña barranca en Atlapulco.
En la zona montañosa de San Gregorio Atlapulco.
Ejemplo (20):
Localización (Plano 1), figura (50);
N 19° 14’. 116
W 99° 03’. 517
Altura: 2 460 m.s.n.m.
Caminando más hacia el sur sobre el acantilado Ignacio Poblano localizó otra pocita en una gran
peña que está a la orilla de la barranca, es casi circular y mide 20 centímetros de diámetro y 24
centímetros en otro extremo, teniendo 10 centímetros de profundidad, su capacidad de almacenamiento de agua, podrían ser de uno a dos litros, y su retención de líquido estaría en términos de la
porosidad de la piedra y la intensidad de evaporación por los rayos solares. El usuario de esta pocita
tendría que estar viendo hacia el noreste, hacia el lago, a la Sierra de Santa Catarina y el cerro Tláloc
y Telapon, y más al sureste estaría la falda del Tehutli. Si pensamos que se utilizó como recipiente
de la sangre de autosacrificio, estaríamos hablando de una capacidad de almacenamiento muy superior a la cantidad del vital fluido que pudiera proporcionar un individuo (fig. 50).
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Figura 50. Pocita cilíndrica tallada en la peña de un
acantilado, en los límites territoriales de San Gregorio Atlapulco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de
México. Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
5.4.4. Tallado escalonado, pocita y trono en una terraza en Atlapulco.
En un acantilado de San Gregorio Atlapulco.
Ejemplo (21):
Localización (Plano 1), figura (51);
N 19° 14’.093
W 99° 03’.522
Altura: 2 462 m.s.n.m.
Subiendo por la torre de electricidad y si caminamos en línea recta hacia el sur encontraremos
una vértebra de rocas que están sobre una terraza acondicionada, y en una de ellas, casi en su
parte media, hay un tallado que presenta un relieve terraceado, con siete niveles, enmarcados por
líneas profundas que forman un trapecio, su parte superior mide 20 cm., y su parte baja 36 cm.,
dentro de este recuadro se tallaron las terrazas que en su parte baja culminan con un canalito
que tiene 23 cm. de largo, que concluye en un pliegue de la misma piedra, y en su parte alta tiene
un nicho. El ofrendador estaría viendo hacía los cerros de Topilejo que cierran el valle, el Ajusco
estaría girado hacía el Norponiente. El azimut del diseño, medido con brújula nos marcó una
dirección de 240°-245°. Donde están estas terracitas labradas hay un conjunto de piedras de gran
tamaño, en ellas empiezan varias terrazas agrícolas hechas sobre la ladera de la barranca. Esta
maqueta se encuentra cerca de la vereda que lleva a Xicomulco bordeando el cerro en su parte
Oriental (fig. 51).
En esta misma piedra en otra sección hay un formación de la roca que pudo haberse utilizado
como asiento, así que el que ocupara este trono estaría viendo hacia el este hacia el lago, y el que
estuviera observando las terracitas talladas, tendría como fondo el Cuauhtzin y hacia el poniente
dominaría el Ajusco. Es decir que desde este peñasco labrado se domina gran parte del paisaje de
la Cuenca de México.
La diferencia en la ubicación entre este petroglifo y la pocita del inciso anterior, es que desde
ella se puede apreciar mejor el camino que conduce a Milpa Alta y nos aleja de la zona de los lagos,
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mientras que desde el asiento se puede ver el Tláloc, el Telapon y Tlapacoya y la falda del Tehutli y
su imponente cráter más hacia el Sur.
Este diseño trapezoidal, se diferencia de otros tallados terraceados, porque a los extremos de
las terracitas se labraron una línea acanalada que marca el recuadro Este diseño podría ser un
templo donde están representados sus escalones de acceso por medio de terrazas. La ubicación del
grabado es en la parte alta de la piedra, que forma una especie de escalón natural. Y esta peña se
encuentra en una terraza donde fue nivelado el terreno y dividido con grandes piedras que forman
la barda de un patio interno (fig. 51).
Figura 51. Figura escalonada en forma
de trapecio, que tiene una línea en su
contorno. Esta piedra puede servir de
trono. Ubicada en los límites territoriales de San Gregorio Atlapulco., Alcaldía
Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón
Romero, 1998.
5.4.5. Conjunto de pocitas talladas en piedra en Atlapulco y Xicomulco.
En los límites territoriales de San Gregorio Atlapulco y San Bartolomé Xicomulco.
Ejemplo (22):
Localización (Plano 1), figura (52);
N 19° 13’.990
W 99° 03’.558
Altura: 2 451 m.s.n.m.
Luego caminando más hacia el Sur, cerca de los límites de los poblados de San Gregorio Atlapulco y
San Bartolomé Xicomulco, encontramos a la orilla de la vereda, un grupo de piedras de regular tamaño,es un conjunto que sobre sale del terreno plano, y se encuentra cerca de un montículo, en este lugar
hay dos piedras alargadas, una de ellas simula un altar, tiene en su base un pliegue que sirve de escalón
que permite ver su superficie y tener acceso a las pocitas que se encuentran en la cresta de la roca.
En este primer monolito se talló un gran pocito en forma de óvalo que mide de diámetro 25
cm. y 22cm. de profundidad, puede almacenar más de 3 litros de algún líquido y cuenta con un
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canalito de 20 cm. de largo que se dirige al Surponiente y que une a otra pocita más pequeña de 6
cm. por 5 cm. de profundidad. Al poniente de su superficie hay otra concavidad independiente a la
del centro, otra en su extremo norte de 10 centímetros de diámetro por 6 cm. de profundidad, y al
oriente hay otra pequeña pero con 10 cm. de profundidad. Son cuatro cazoletas en total, aunque se
pueden apreciar otras menos talladas que están en distintos sitios de la piedra. En la parte baja de
este soporte pétreo, en su extremo oriental, hay un nicho que fue tapado con tierra (fig. 52).
Junto a este altar hacia el Sur se encuentra otra roca alargada, con una superficie horizontal y
casi lisa, donde se tallaron 5 pocitas, son las que se pueden apreciar en la actualidad con mayor nitidez, parece ser de confección más antigua. Como casi todos estos tallados cuando son un grupo,
la de mayor tamaño tiene 10 cm. de diámetro por 7 cm. de profundidad, en su extremo norte hay
otra de 6 cm., por 3 cm. de profundidad, otra más de 11 cm. por 7 cm. de profundidad y una más de
6 cm. por 3 cm. de profundidad, luego casi imperceptibles se ven otros cuencos de menor tamaño.
Estos diseños cóncavos se encuentran en los límites actuales de Xochimilco y Milpa Alta.
Desde este sitio se encuentra a 103° 30’(medición con brújula) el cráter del Tehutli, dominando
el horizonte oriental y debido a la altura de este volcán no se puede observar el Iztaccíhuatl. Desde
estos altares el observador dominaría la dirección noreste del valle.
Quizás estas piedras con pocitas, eran ocupadas en rituales donde algún líquido se vertía en
ellas, cuando el Sol salía del cono del Tehutli y en la actualidad se ocupan para marcar los límites
territoriales de los pueblos.
Figura 52. Altar con pocitas viendo hacia el Teutli.
Tiene escalones de acceso y un nicho en la parte baja.
Se ubica en los límites territoriales de San Gregorio
Atlapulco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
5.4.6. Árbol en forma de cruz en Acalpixca, Atlapulco y Xicomulco.
En el cruce de caminos vecinales hacia Xicomulco, Atlapulco y Acalpixca.
Caminando por la pequeña vereda encontramos un camino muy bien construido con piso de piedra y una pequeña barda, también hay varios montículos. Ahí hay un árbol que sus ramas forman
una cruz, cuenta con altar de cemento, para hacer ceremonias.
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Atrás del árbol hay un crucero del cual parte un camino hacia Xicomulco y el otro que conduce a otra vereda que viene de Santa Cruz Acalpixca, y pasa al poniente por el sitio conocido como
Piedra Larga.
5.4.7. El sitio de “Piedra Larga” en Acalpixca y Xicomulco.
En los límites territoriales de Santa Cruz Acalpixca y San Bartolomé Xicomulco.
Ejemplo (23):
Localización (Plano 1), figura (53);
N 19° 13’. 736
W 99° 03’. 975
Altura: 2 500 m.s.n.m.
Se localiza entre los límites territoriales de Santa Cruz Acalpixca Xochimilco y San Bartolo Xicomulco en Milpa Alta.
Caminando por la vereda que parte del barrio de Tecacalanco en Acalpixca y que comunica
con Xicomulco, a la mitad del trayecto se encuentra una gran piedra a la orilla del camino, se conoce como Piedra Larga y está sobre una terraza agrícola, está parada verticalmente y en su angosta
cúspide se encuentran tres cruces cristianas muy pequeñas, quizás colocadas en antiguas pocitas,
al parecer no tuvo otros diseños, pero tiene un accidente en la piedra que se utiliza cómo pedestal
donde se colocan las vitrinas de los santos patrones. Esta piedra tendrá de altura unos 10 a 15 metros, y se levanta 3 o 4 metros sobre un terreno acondicionado.
En esta gran piedra se realizan rituales y ceremonias el 24 de agosto, día de San Bartolomé
patrono de Xicomulco, ahí se concentran las procesiones que vienen de Santa Cruz Acalpixca
y se conducen con promesa al poblado de Milpa Alta. En este lugar se detienen los peregrinos
para hacer cambio de mayordomo, también se come y se baila, hay música y ahí descansan las
urnas que llevan con sus santos (fig.53).
Figura 53. Piedra Larga, camino a San Bartolomé Xicomulco.
Santa Cruz Acalpixca, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1997.
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A Piedra Larga la incluimos dentro del análisis de las maquetas y pocitas, pues forma parte de
este circuito ritual marcado por peñas con este tipo de relieves además de tener ciertas particularidades relacionadas con las posiciones del Sol en los horizontes.
Así que presenta varias características importantes en relación con el Sol, la primera es que visto
desde esta peña, el astro se oculta atrás del Pico del Águila, los días 3 de octubre y 10 de marzo, presentando un alineamiento solar con las cruces de San Andrés Ahuayucan, pueblo ubicado en la montaña.
Por otra parte, en el horizonte oriental de este monolito, se ven alineados el Iztaccíhuatl que se
oculta atrás del cráter del Tehutli, además, hacia el norte de la falda del volcán xochimilca, sobresale
únicamente la cresta redonda del Cerro Papayo.
5.4.8. Réplicas terraceadas antes del sitio de Piedra Larga.
Ejemplo (24), figura (54); agrícola
Siguiendo el camino que parte del panteón del barrio de Tecacalanco, debajo de los cables de alta
tensión de luz y a unos cuantos metros antes de llegar a Piedra Larga, hay al lado del camino, una
terraza agricola, que aun es cultivada, en su extremo poniente acaba en un voladero que da hacia
una cañada que desciende desde Xicomulco, cerca de la pronunciada pendiente se ubican unas
piedras, no muy grandes y alargadas, en las cuales se tallaron diseños escalonados, ahora muy deteriorados dichos relieves presentan un estilo, que es propio de otras piedras labradas existentes en
la región(fig. 54.).
Figura 54. Relieves escalonados o terrazas agrícolas en miniatura, antes de Piedra Larga,
camino a Xicomulco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1997.
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5.4.9. Piedra con motivos geométricos y diseños escalonados en Acalpixca y Atlapulco.
En el cerro Xilotepec en los límites de Acalpixca y San Gregorio Atlapulco.
De las cruces de San Gregorio Atlapulco, caminamos hacia el sur-poniente por las pendientes de
la loma, hasta encontrar un camino que nos conduce por un lado de las tierras de labor y rodea
los montículos que sirven de límite a la cima del cerro, en ellos hay vestigios arqueológicos, pisos,
plataformas, cuartos y patios. Siguiendo la ruta que pasa a sus faldas llegamos a un crucero donde
convergen varias veredas, unas se dirigen hacía la falda norte, a la salida del sitio y otras al sur y al
poniente hacía los cultivos y montículos internos, que están terraceados y provistos con restos de
infraestructura hidráulica.
Ejemplo (25):
Localización (Plano1), figura (55);
N 19° 14’.808
W 99° 03’.715
Altura 2 390 m.s.n.m.
A la orilla del camino, donde se unen varias veredas, ahora en el patio de una casa, debajo de un
pequeño árbol de Pirú, hay un afloramiento rocoso que quizás alguna vez estuvo completamente
labrado, ahí hay una piedra, que en una de sus caras laterales, que miran al sur-oriente, se tallaron
elementos geométricos y terracitas y alrededor de 21 a 25 pocitos apenas perceptibles y poco profundos, que además por su inclinación y tamaño no pueden almacenar agua ya que miden de 2 a 3
cm. de diámetro.(fig. 55).
Este tipo de pocitos los encontramos en los dólmenes del cerro Xochitepec, en Tepepan, aquí
también sus tallados son muy endebles y es abundante el número de cuencos pequeños y poco
profundos (fig. 72), podemos decir que sólo están indicados y su función solo es simbólica, sin
embargo su significado aún está por aclararse.
Figura 55. Pequeñas pocitas asociadas con
diseños geométricos, espirales y escaleras, labradas en las caras laterales de la piedra, en el
cerro Xilotepec o la Malinche. San Gregorio
Atlapulco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de
México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2002.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
En este promontorio de San Gregorio predominan los motivos geométricos, escalones (7 peldaños y un nicho), círculos y espirales además se encuentra aislado de otros elementos culturales,
y se localiza en medio de un terreno plano, por lo que se establece una diferencia muy significativa
con las otras piedras labradas, ubicadas en otros sitios y acantilados de la región (fig. 55).
Por otra parte, el diseño está en las aristas sur de la roca, por lo que el observador estaría viendo
hacía zona de canales, es decir hacía el Norte, aunque aquí hay una loma que no permite ver al lago.
En esta piedra que mide un metro por 70 cm. no se hicieron observaciones solares pues es difícil
desde ella, ver el horizonte oriental, aunque hay mayor visibilidad hacía el rumbo occidental. Para
obtener más datos sobre las características físicas del monolito se puede consultar la tesis de la arqueóloga Norma Tello Charles (1993).
Ejemplo (26):
Localización (Plano1), figura (56)
N 19° 14’.820
W 99° 03’.795
Altura 2 376 m.s.n.m.
También cerca del patio de una casa, a la orilla de un ancho camino, y justo donde empiezan las
tierras de labor hay un Teocholito, o un pequeño recinto para almacenar, cuyo techo se vino abajo,
en su construcción se aprovechó los accidentes propios del terreno.
Regresando a la piedra con espirales, empieza una vereda que va hacía el sur que nos lleva a
una amplia superficie plana, rodeada de montículos y dividida por bardas de piedra, en una de
éstas, debido a que es muy ancha, se puede caminar sobre ella. En su extremo Sur donde termina
esta barda, se construyó un nicho de medianas dimensiones rectangular, de piso de tierra muy fina,
tiene una pequeña entrada que ve al oriente y separada pero tapando la entrada hay una piedra muy
puntiaguda y pulida (fig. 56). En este pequeño cuarto podría caber una persona sentada, aunque al
parecer este no es su fin. Pues estaría muy incómoda, quizás en este recinto estuvo ubicada alguna
escultura de una deidad.
Figura 56. Nicho de piedra en el remate de una
barda, en el cerro Xilotepec o la Malinche.
San Gregorio Atlapulco, Alcaldía Xochimilco,
Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2002.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
5.4.10. Cruz punteada teotihuacana en Acalpixca y Atlapulco.
En los límites territoriales de San Gregorio Atlapulco y Santa Cruz Acalpixca.
De la piedra con diseños geométricos, empiezan una serie de veredas que conducen a una vasta zona
con una amplia superficie ahora sembrada y dividida en medio por altos montículos, terraceados,
bardeados y con restos de lo que pudieron haber sido recintos e infraestructura agrícola y urbana. La
abundante cerámica da indicios de una ocupación muy intensa quizás en el último período azteca.
Siguiendo hacia el poniente encontramos una ruta que nos conduce por las tierras de cultivo,
hasta llegar antes de donde comienza la falda del cerro. Ahí, empieza un camino de piedra que se
dirige hacía el Sur y nos conduce en medio de un montículo con varios cuerpos terraceado. Ascendiendo a pocos metros hay una pequeña terraza, la cual cruzamos hasta llegar a su barda occidental, es una pared muy ancha, por la cual se puede caminar, se extiende de norte a sur, pero parte de
ella está destruida, hacía el lado oriental hay una especie de plataforma que presenta un desnivel,
con la primera parte del terreno a la orilla del camino, la cual está sembrada, la segunda parte tiene
la particularidad de estar ocupado por piedras de gran tamaño, lo que impide su cultivo. Es difícil
transitar en ella pues la vegetación y la ubicación anárquica de las peñas, hacen difícil su acceso.
Ejemplo (27):
Localización (Plano 1), figura (57);
N 19° 14’.713
W 99° 03’.882
Altura 2 394 m.s.n.m.
Ahí, en ese pequeño alto patiecito, casi en la pendiente del cerro, cerca de la barda de la terraza y la
ladera, se encuentra un monolito de no muy grandes dimensiones, tiene una superficie horizontal
casi plana e inclinada al oriente, en la cual se talló una Cruz Punteada de tipo teotihuacano. Existe
una piedra más grande enfrente del diseño, desde la cual, se pueden apreciar sus ejes, viéndolos
desde al Oriente y hacía el horizonte Poniente, que es dominado por el Pico del Águila del Ajusco,
a donde parece dirigirse la piedra y no los brazos de la cruz. (fig. 57).
Es una característica muy importante que desde este diseño punteado se observe en el primer
plano la barranca que divide San Gregorio y Santa Cruz, y la zona arqueológica de Cuahilama, la
otra Cruz Teotihuacana “ACA” labrada en la misma piedra que contiene otros diseños tridimensionales; además se divisa parte del territorio de Acalpixca, y las iglesias del pueblo y lo más relevante
es el dominio del Xochitepec, el Ajusco, el Nezahuiloya, Cerro la Palma, El San Miguel y el sitio
arqueológico de Cuicuilco, al norte la sierra de Santa Catarina. Además si observamos desde los
petroglifos del Cuahilama, los promontorios del cerro Xilotepec y la Cruz Punteada, forma parte
de su horizonte calendárico oriental.
Ahora bien, si volteamos hacia el Este, parados en la misma piedra que nos sirve para ver la
Cruz Punteada, observamos varios promontorios que dejan un amplio espacio interno y un montículo enfrente casi en medio del conjunto el cual no permite ver el horizonte oriente, es hacía esta
loma terraceada, que se dirige el soporte pétreo del tallado estudiado. También desde aquí hacía el
noreste podemos ver la piedra con motivos geométricos, analizada en el anterior inciso.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Ahora bien, al surponiente de la Cruz Punteada, se encuentran restos de una construcción de
piedra, quizás sea un cuarto o recinto. En cuanto a las características físicas de la Cruz Punteada,
podemos decir, que su diseño se encuentra en posición horizontal sobre la superficie lisa de una
piedra rectangular, fracturada en el extremo oriente, afectando a sus brazos y parte de los dos círculos concéntricos no totalmente simétricos y paralelos, tiene dos ejes en forma de cruz y dos líneas
que cruzan el cuadrante dos y cuatro arriba, hay unas líneas curvas ahora muy desgastadas. El eje
norte sur, mide 1.12 metros y el eje este oeste 1 metro. Se puede clasificar dentro de los diseños
de cruces sencillas, doble círculo, con ejes en cruz y asociada con construcciones posiblemente de
origen prehispánico (fig. 57).
Otra de sus características es que entre sus ejes sur y poniente, fuera del círculo externo, se
inicia una serie de trece hoyitos, que se va desplazando hasta entrar en los círculos, formando una
figura curva. En el ángulo opuesto a los ejes, hay una línea casi recta con 8 hoyos que inicia casi
en medio del círculo interno y se une con el centro de la cruz. En esta misma sección noreste se
distingue otra línea que empieza dentro del círculo interno y continúa hasta cruzar los dos círculos
y acaba fuera de su diseño (fig.57).
También esta Cruz “Aca 2” cuenta con pocitos, uno con un pequeño canalito en la parte superior fuera del diseño y otro en la parte inferior cerca de los círculos de la cruz.
Hay un total de 84 hoyos en sus ejes, y 84 más en su círculo externo y en el interno 66, así tendríamos un total de 234 hoyos y sumando las líneas adicionales darian 35 más, dando un total de 269,
cerca del número de 260 días que corresponden al calendario ritual. Por otra parte el acimut del eje
norte sur es de 236° 30’ que es igual a las orientaciones de las iglesias de San Salvador y la Iglesia
patronal de Santa Cruz. Es decir, ambos templos, tienen el mismo acimut, que la Cruz Punteada de
San Gregorio, según mediciones de Iván Sprajc.
Figura 57. Cruz punteada, teotihuacana, en el cerro Xilotepec o la Malinche.
San Gregorio Atlapulco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
Ejemplo (28):
Localización (Plano 1), figura (58).
Caminando hacia el oriente, salimos de la terraza donde se encuentra el diseño punteado encontramos la vereda de piedra que va hacía el Sur, subiendo un trecho, cerca del camino hay una hondonada rodeada de altas paredes formadas por los pliegues del mismo cerro, que asemejan el cráter
cónico de un volcán, ahí, en el fondo, sin vista a los horizontes se encuentra otra pocita asociada
a una carita que está en la misma piedra (fig. 58), sus posibles atributos solares están relacionados
con el transito cenital del Sol no encontramos terracitas labradas cercanas, pero arriba a pocos metros hay un refugio o un recinto hecho de piedra sin aglutinante.
Cerca de aquí, todavía sobre el cerro la Palma, en los límites de San Gregorio, se encuentran varios montículos que forman parte de un gran sitio, donde hay un conjunto de cuartos y elementos
dispersos que pertenecieron a un antiguo asentamiento, la abundante cerámica, caritas, malacates,
otros fragmentos de herramientas e instrumentos, nos permiten decir, que fue quizás la primer
ubicación xochimilca alrededor del lago o por su contigüidad fue parte del sitio de Acalpixca.
Figura 58. Pocita asociada con una carita, en el cerro Xilotepec o la Malinche. San Gregorio
Atlapulco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
5.5. Red de réplicas del paisaje en miniatura, pocitas y petroglifos, localizados en Santa María
Nativitas Zacapan y San Lorenzo Atemoaya.
El circuito de maquetas, pocitas y petroglifos entre Santa María Nativitas Zacapan, Ampliación Nativitas y San Lorenzo Atemoaya, se encuentra entre los límites de la zona lacustre y el comienzo de la zona
montañosa. Consta de restos de estructuras piramidales, montículos de piedra sin aglutinante, bardas y
terrazas y una red de caminos vecinales que conducen a varios sitios ubicados en esta zona montañosa.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
La ruta comienza cerca de los canales, en el actual pozo de Nativitas donde alguna vez existió
un manantial, ya que así como las primeras Iglesias católicas ocuparon las mismas ubicaciones de
los emplazamientos prehispánicos, las instalaciones hidráulicas coloniales se construyeron sobre
los antiguos lugares de abastecimiento indígena de agua, presentándose una continuidad en la localización de ciertos elementos urbanos y de infraestructura agrícola.
Ejemplo (29):
Localización del petroglifo del Caracol (Plano 1), figura (59);
N 19° 14.844’
W 99° 05.658’
Altura: 2 265 m.s.n.m.
En las instalaciones de la planta de agua potable de Nativitas, existe un petroglifo de un caracol, el
cual está roto en uno de sus extremos, lo que nos indica la importancia del lugar, que estaba cercano a los ojos de agua, a los canales y al Lago y quizás aquí se efectuaban ceremonias y rituales a las
deidades acuáticas (fig. 59).
Figura 59. Petroglifo de un caracol cerca de un
manantial. Bomba de agua de Nativitas, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1991.
Ejemplo (30):
Localización del “Dado Calendárico” (Plano 1), figura (60);
N 19° 14.690’
W 99° 05.550’
Altura: 2 264 m.s.n.m.
Luego continuamos por la calle principal que cruza el pueblo de Nativitas Zacapan, llegamos a la
Parroquia, ahí se encuentra un dado de piedra con varios numerales prehispánicos sirviendo de
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pedestal de una Cruz cristiana de cantera rosa, aquí el sincretismo se presenta a nivel arqueológico,
ocupando una simbología calendárica como base del principal símbolo cristiano, la cruz.
Este cuadrado pétreo es cerrado, está girado hacia a Norponiente y tiene una orientación diferente a la Iglesia, y solo tiene visible cuatro de sus seis caras, en ellas se tallaron motivos calendáricos, el lado norte y el sur, tiene grabado una calavera, con un cuchillo incrustado a la altura de la
mandíbula y cerca del recuadro el numeral uno, al oriente está el glifo de Xochimilco, una planta y
en medio una caña y el numeral siete y al poniente está labrado un Ollin, con sus cuatro numerales
(fig. 60). Este templo católico, tiene su altar al este y abre sus puertas al Oeste.
Figura 60. Dado calendárico que sirve de base a la
cruz atrial de la iglesia de Nativitas Zacapan.
Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1991.
Ejemplo (31):
Localización de la Pirámide de Nativitas (Plano 1);
N 19° 14. 408’
W 99° 05. 622´.
Altura: 2 321 m.s.n.m.
Así, cruzamos el pueblo, llegamos al final de la calle, donde comienza un camino que conduce a
la zona de conservación ecológica. Empezamos ascender la montaña y en pocos minutos hemos
subido varios metros, llegamos hasta la cima donde existe una plataforma prehispánica, ahora en
medio de las casas. En esta construcción fueron instaladas las cruces del pueblo que se celebran en
los primeros días de mayo y en forma independiente a las de Santa Cruz, Acalpixca. La pirámide
fue cubierta por cemento y al igual que las cruces ven hacia el Cerro de la Estrella, a los canales, quizás a Tenochtitlán, teniendo un acimut de 5° (brújula) al este del norte, sin embargo, su orientación
es muy relativa pues fue muy mal reconstruida y no fue hecho el trabajo por un arqueólogo. Desde
aquí se observan el Xochitepec, Ajusco, Sierra de Santa Catarina, el Cerro la Palma y el Tehutli y la
parroquia de San Bernardino.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Por nuestra parte consideramos que pudo tener una orientación equinoccial y estuvo alineada
con otros emplazamientos prehispánicos, que también están a la orilla del lago y comienzo de la
zona montañosa y que marcan la fecha del 28 de febrero. El alineamiento comienza en el sitio de
“Los Olivos” en San Pedro Tláhuac, pasa por la pirámide ubicada en el paraje de las cruces en el
Tehutli en San Gregorio, luego por la Cruz Puntada del Cerro la Palma o Xilotepec y la zona de
petroglifos de Santa Cruz Acalpixca, la estructura de Nativitas Zacapan y la capilla franciscana “El
Calvario” en San Mateo Xalpa. Así, el 28 de febrero, el Sol desciende en el mero Pico del Águila del
Ajusco, visto el ocaso desde cada uno de estos sitios, el mismo día.
La pirámide se ubica a un lado de un circuito de caminos que conducen a la región de la montaña, se puede decir, que era otro de los accesos al lago viniendo de los pueblos altos del sur. Hace
algunos años todavía existían grandes y altas bardas de piedra que formaban los caminos empedrados que pasaban a un lado de las zonas agrícolas. En medio de ellas existían grandes montículos de
piedra sin aglutinante, cuartos y bardas, dividían los terrenos de sembradío y a las terrazas de cultivo y las cercas de piedra eran muy altas para no permitir el acceso a los solares, además, marcaban
los linderos. Estas bardas formaban parte de los caminos vecinales que conducían a varios puntos
de la montaña, así que, al caminar por ellos se hacía entre dos grandes paredes y pisos de piedra, a
veces eran veredas muy angostas. En algunos sitios había construcciones hecha de roca suelta, que
quizás fueron plataformas prehispánicas, ahora ya desparecidas bajo los cimientos de las casas.
5.5.1. Vereda con peñas labradas con motivos escalonados en Zacapan y Atemoaya.
En la cima de una loma ubicada en ampliación Nativitas Zacapan, paraje Tehuapanco, colindando con San Lorenzo Atemoaya.
Subiendo hacia la zona montañosa, en dirección Sur-poniente, siguiendo esta red de caminos vecinales, llegamos a un vallecito interno, que está rodeado de cimas que forman parte de la meseta de
Acalpixca, continuando por el camino llegamos a la terminación de la brecha donde ahora hay una
carretera asfaltada. En este punto terminaba la ruta de Nativitas Zacapan-San Lorenzo Atemoaya, y
se le conoce como ampliación Nativitas, paraje de Tehuapanco, donde se cierra el circuito vial que
inician en el Lago o que permiten su acceso, viniendo de la montaña y es un límite natural entre los
terrenos altos y los cuerpos de agua, de las zonas bajas.
Aquí en este crucero se encuentra una pequeña loma en forma de vértebra, que se eleva a
pocos metros del terreno plano, quizás fue dinamitada y solo se conserva una pequeña sección,
mide unos 15 metros de alto por 50 de largo, y es de forma alargada, y angosta, y está compuesta
por grandes peñas que corren paralelas a los costados de esta formación cerril, en su cima hay una
vereda formada por estas filosas rocas y que en algunas fueron tallados paisajes en miniatura compuestos por pequeños cerros terraceados.
Ejemplo (32):
Localización (Plano1), figuras (61);
N 19° 13.927
W 99° 05.819.
Altura 2 365 m.s.n.m.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
Es fácil la subida a su delgada cima, en donde corre un camino de tierra en medio de las
grandes peñas, que están alineadas siguiendo una dirección norte-sur. Esta vereda cruza todo el
montículo, hasta llegar a su extremo Sur, donde había un pequeño abrigo montañoso con un altar
con pequeñas cruces. Debido a que se le está extrayendo material a esta loma, ahora la cuevita fue
destruida, derrumbaron su bóveda y entre los escombros encontramos un monolito que quizás
estuvo en el techo del nicho, con diseños escalonados y pocitas en una de sus caras.
Esta peña fue partida, y yace tirada a un lado de las cruces, junto a otra piedra y ambas se encuentran sobre la calle. El diseño está recargado sobre la otra roca, por lo que sólo parte de él se
puede ver, el lado visible tiene varios grabados de escaleras, que se tallaron en distintos niveles de la
cara vertical, la hilera que se encuentra en la parte más alta tiene 7 peldaños, que concluyen en un
nicho o cuenco inclinado. Hacía el lado izquierdo hay otro labrado con 8 escalones y luego otra con
10 que culmina con una pocita y en el centro otro motivo con 12 o 13, líneas paralelas. Sus medidas
son para la primera 10 ancho x 25 cm. de largo, la segunda 7x20cm., la más grande 15x40 cm. y la
última 10x30cm más un nicho en la cima.
Desde aquí es difícil ver el horizonte oriental formado por los grandes volcanes, el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, aunque se observa alineado a este sitio, el montículo con pocitas, ubicado
en el cruce de los caminos de Nativitas y Acalpixca, ya descrito arriba. Hacía el poniente no hay
puntos destacados en el paisaje.
En la falda suroeste del cerro se le está extrayendo piedra, por lo que fue destruida la cueva y
partida la peña con el diseño escalonado, pero todavía se pueden ver los restos de una vereda que
corría en medio de la delgada cima, cruzándola de norte a sur y concluyendo arriba de la bóveda
del abrigo.
Si caminamos hacia el Norte, por este sendero, parte de él ya destruido, llegamos a un gran
árbol, rodeado de grandes peñas, en una de ellas, ubicada en la parte baja de la falda oriental de la
loma, en su superficie presenta varias hileras de escalones o terrazas ya muy deterioradas, el motivo
cubría toda la roca (fig. 61).
Figura 61. Réplica en miniatura de un sitio terraceado. Ampliación Nativitas
Zacapan y San Lorenzo. Paraje Tehuapanco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de
México. Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2003.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Ejemplo (33), foto (62);
Todavía del lado Sur de la loma, subimos a la cima donde está la angosta vereda, cerca de una casa
construida en lo más alto de este montecito, ahí se encuentran varios monolitos cuyas caras casi en
su totalidad están grabadas con diseños escalonados, al parecer representan un conjunto de cerros
terraceados o réplicas del paisaje en miniatura (fig. 62).
Figura 62. Réplica en miniatura del paisaje. Reproducción de un conjunto de cerros terraceados. Ampliación Nativitas Zacapan y San Lorenzo. Paraje Tehuapanco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2003.
Tenemos varios detalles del motivo labrado y podemos observar que hay diversos tipos de escaleras,
en una sección se tallaron 7 escalones inclinados que conducen a un nicho, en la cima de la piedra, por
lo que pensamos que es la representación de un templo, construido a través de las terrazas agrícolas.
Luego tenemos otro tipo de escalones, que son líneas paralelas muy cercanas unas de otras y
están en las partes que sobresalen de la superficie del soporte pétreo y se repite el estilo en otras
partes del monolito.
También tenemos pequeñas piedras aisladas cercanas a las peñas labradas que forman parte del
conjunto, que presentan los mismos temas, en este caso son 5 escalones, que acaban en la cúspide
de la piedra, donde hay nichos y pocitas, la piedra en este caso representa un cerro con su templo,
cuyas escalinatas son terrazas agrícolas.
En el lado norte de la loma, al otro extremo de la casa, continúa la vereda, que a sus lados se
levanta un conjunto de piedras que presentan diseños con pocitas, y terracitas, y al final del camino
hay una gran peña que es la réplica de un monte terraceado como el de Acalpixca (Fig. 63), veamos
cada uno de estos ejemplos:
Figura 63. Réplica en miniatura de un cerro
terraceado. Ampliación Nativitas Zacapan y San
Lorenzo. Paraje Tehuapanco, Alcaldía Xochimilco,
Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2003.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
Ejemplo (34):
Localización (Plano 1), figura (63);
N 19° 13’.998
W 99° 05’.785
Altura: 2 350 m.s.n.m.
Así, en la punta norteña, en la falda poniente de la loma, hay un soporte pétreo de grandes dimensiones, que en su cara lateral, se tallaron varios grupos de terracitas que cubren aproximadamente
2 metros cuadrados de su superficie, y cuyos diseños son muy tenues y representan la pendiente de
un cerro terraceado (fig. 63), y junto hay otra peñita con una pocita poco profunda. El observador
tendría que ver hacia el Oriente, horizonte que está formado por los cerros locales cercanos, que
impiden ver a los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. Al occidente hay un cerro terraceado y hacia
el Sur hay una extensión plana, que se va elevando hasta Santa Cecilia.
Ejemplo (35):
Localización (Plano 1), figura (64);
N 19° 13’.994
W 99° 05’.788
Altura: 2 335 m.s.n.m.
Siguiendo esta vereda, caminando hacia el Sur, a 15 metros de esta peña tallada, hay otro grupo de
3 piedras, una de ellas, es rosa, rectangular, con una protuberancia en lo alto y respetando al máximo su forma, se labró en su cima una pocita (de 9 cm. de diámetro y 2.5 cm. de profundidad), con
canalitos que desembocan en escaleritas y pequeños nichos, son siete escalones (7 cm. de ancho por
25 cm. largo), al otro extremo de esta misma piedra hay 3 escalones (4 cm. Ancho x 10 cm. largo)
que culminan en una cuevita (fig. 64). El tallado se ubica en la entrada a la Cuenca viniendo del Sur,
aproximadamente hacía el solsticio de verano, así que el observador del diseño vería hacía el norte, al
Cerro de la Estrella y Santa Catarina.
Figura 64. Terrazas en miniatura en la falda de un
cerro que forman las escaleras de un templo. En la
cima tiene una pocita. Ampliación Nativitas Zacapan y San Lorenzo. Paraje Tehuapanco, Alcaldía
Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2003.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Más adelante cerca de esta roca terraceadas, hay otros pequeños soportes pétreos en donde se
tallaron pocitas en su cara lateral y otra más con terracitas y formas escalonadas de distintos tipos
y otros grabados que no podemos identificar.
Son varios tallados en este conjunto de piedras y con motivos muy relacionados entre sí aunque
tienen diversos estilos, el tema de sus diseños parten de una lógica común, además por su ubicación, y su gran número, son características que nos hace pensar que cada una de estas piedras es
un cerro, y todas ellas simbolizaban un lugar montañoso o una porción del territorio hecho a una
escala pequeña o eran regiones productivas agrícolas o paisajes en miniatura para ritualizar.
Estos tallados están a punto de desaparecer en medio de las construcciones modernas y la extracción de material constructivo en esta loma.
5.6. Red de réplicas del paisaje en miniatura, pocitas y petroglifos localizados en San Lucas
Xochimanca, San Mateo Xalpa y San Miguel Topilejo.
En la montaña.
Localización de la Iglesia de San Lucas (Plano 1):
N 19° 14’. 168
W 99° 06’. 503
Altura: 2 417 m.s.n.m.
Continuando por la orilla sur del lago, siguiendo por el bordo del río que baja de la montaña,
llegamos a un camino que sube al pueblo de San Lucas Xochimanca, cuya iglesia (1897), tenía antiguamente un panteón con tumbas hechas de piedra amarilla característica de la región y hay un
culto especial a una roca donde se pinto un Cristo. En la fachada de este templo hay incrustados
motivos indígenas, una flor y una inscripción. Desde aquí se observan arriba del cerro dos montículos, ambos con cruces, el primero al extremo norte, este es visible desde la Iglesia de Xaltocan
desde la calle que desemboca a un costado de la de San Bernardino, que quizás sirvió para orientar
este último edificio del siglo XVI.
En el lado sur del templo de San Lucas inicia un camino, que nos lleva a la montaña donde
hay un sitio arqueológico, si continuamos por el sendero, éste acaba en la Iglesia de San Andrés. Es
decir, que este asentamiento prehispánico, quedó en medio de estas construcciones cristianas, que
cuidaban el acceso al lugar, el cual está ubicado en los límites territoriales de estos pueblos.
Iniciando en la Iglesia de San Lucas, caminamos por las calles del poblado y luego por terrenos empinados, cruzamos el lecho de un río y ahí empieza la montaña y las barrancas terraceadas,
ascendemos a la cima, donde se encuentra un pequeño sitio amurallado, cuyo principal acceso es
por el surponiente, piedras y bardas limitan las entradas y forman patios y cuartos cuadrados y
redondos al interior del emplazamiento.
Parsons (1982: 225-226) en su trabajo sobre la Cuenca de México, clasificó a este sitio como “XoAZ-36” y consta de una estructura piramidal, que se eleva varios metros del terreno plano, una de
sus paredes, que funciona como muralla, desciende varios metros, hacia el terreno terraceado de una
barranca, donde al parecer hubo otras plataformas. Su acceso a la cima es por el lado poniente y desde
arriba se dominan los grandes volcanes que sirven de horizonte calendárico a varios sitios sureños, y
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quizás esta estructura esté orientada hacia el Popocatépetl. También, desde aquí se domina la vista hacia
el Cerro del Judío, el Xitle, el Ajusco, el San Miguel y la Palma, el Cuauhtzin, la Serranía de Topilejo y
San Mateo, al otro lado La Sierra de Santa Catarina, el Tehutli, y Santa Cruz Acalpixca. Además, el Cerro
Xochitepec sirve a este emplazamiento como marcador solsticial con la puesta solar, mientras que en
los pies del Iztaccíhuatl, aparece el Sol el día de la fiesta patronal de San Lucas el 18 de octubre. Además
hay un madero que corona esta estructura, donde se celebra el 3 de mayo el día de la Santa Cruz.
Desde esta pirámide se puede vigilar una de las entradas a la Cuenca, viniendo del Sur, así
como tener acceso al río, que corre a las faldas de este cerro, hasta llegar al lago.
Al igual que otros sitios ubicados en las montañas de Xochimilco, las tierras de cultivo se confunden con grandes patios bardeados, que en medio acumulan una gran cantidad de piedras formando
montículos. En algunos casos las bardas son tan anchas que se construyen nichos y recintos para almacenar grano y utensilios, además de servir de caminos peatonales alrededor de las tierras sembradas.
5.6.1. Piedra tallada con pocitas y trono en Xochimanca y Ahuayucan.
Asociada a la pirámide del sitio “El Mirador”, en la cima del cerro ubicado en los límites de San
Lucas Xochimanca y San Andrés Ahuayucan.
Ejemplo (36):
Localización (Plano1), figuras (65);
N 19° 14’. 153
W 99° 06’. 512
Altura: 2 401 m.s.n.m.
Bajando de la estructura hacía el Sur, hay unas construcciones de piedra sin aglutinantes, es una
barda redonda que forma un patio interno, luego hay un monolito con pocitas, y un trono pétreo
pequeño y hay amontonado una gran cantidad de pedazos de roca, al parecer en este sitio se especializaba en otro tipo de ceremonias y rituales diferentes a los realizados en la plataforma piramidal.
En cuanto al trono al sentarse uno tiene la pirámide enfrente, y en su ángulo de visión está el Cerro
Xochitepec donde hay otras maquetas y pocitas distribuidas en el cuerpo del cerro, y hacía el otro
lado derecho estaría el Popocatépetl. El asiento es pequeño y hecho para una sola persona (fig. 65).
Figura 65. Trono de piedra, en el sitio El Mirador
de San Lucas Xochimanca, Alcaldía Xochimilco,
Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Ejemplo (37), figura (66);
El monolito en donde se tallaron las pocitas mide en su superficie tres metros de ancho por dos metros y medio de largo y presenta en su parte baja una oquedad o cuevita quizás escarbada de forma
consciente, su cara norte es lisa y en su borde tiene unos picos muy pronunciados como imitando
grandes riscos de un cerro, en medio de ellos se encuentra una pocita de 7 cm. de diámetro y 4 cm.
de profundidad, con un canalito que rápidamente desplaza el agua vertida, la hendidura corre en
medio de los peñascos y el agua cae por su extremo sur. En otra sección, en su parte media de la
roca se encuentra otra pocita de 18 cm de largo y 15 de ancho y una profundidad de 5 cm. y luego
en su extremo poniente hay un orificio natural de la peña donde se puede verte agua y sale por
otra abertura ubicado más abajo, simulando el funcionamiento de los manantiales El usuario de
este altar, para verter líquido en las concavidades, tendría que estar sobre la piedra en su lado norte
viendo hacia los cerros del Sur que forman otra entrada natural al valle, o bien estando en el nicho
que se forma en la parte baja poniente estaríamos viendo al Popocatépetl (fig. 66).
Figura 66. Altar con pocitas, en el sito El Mirador en San Lucas, Xochimanca, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
En este emplazamiento, las actividades preponderantes estaban al poniente y desde aquí se veían las
puestas solares sobre el Xochitepec, muy cerca del solsticio de junio, realizándose los ocasos en los
puntos marcados por pocitas. Además desde aquí se observan otros lugares donde se ubican, otras
concavidades talladas, como en el Cerro Huapaltepec de Topilejo, al igual que las maquetas de San
Mateo y los hoyitos tallados del Cerro de la Estrella.
5.6.2. Réplicas en miniatura del paisaje, altares y petroglifos en Xalpa.
En la ribera de un rio intermitente en San Mateo Xalpa antes Pochtlan.
Ejemplo (38):
Localización (Plano1), figura (67);
N 19° 13’.473
W 99° 07’.365
Altura 2 455 m.s.n.m.
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Una de las cuestiones relevantes de estas representaciones en miniatura del paisaje de San Mateo, es su contigüidad al río que baja de la montaña, no se encuentra en la cima de un alto cerro,
sino en la ribera del arroyo, por lo que guarda cierta familiaridad con los diseños de este tipo ubicados en cuerpos de agua de Tomatlán, Jalisco, Plazuelas Guanajuato (fig. 10) y la de San Agustín
Colombia. Además, otra de las características importantes es que estas réplicas, es que parecen
formar parte de un circuito de “maquetas” que se ubican aparentemente aisladas en toda está vasta
región montañosa, antes boscosa región xochimilca.
Saliendo del poblado de San Mateo Xalpa, hacía el Surponiente, continuando en dirección a
Topilejo, se localiza el lugar que se conoce como el paraje de Huehuetitla, donde todavía se encuentra el lecho de lo que fue un río intermitente, ahí en la parte alta de su ribera occidental se encuentra
una formación topográfica alargada y de poca altura, coronada por una hilera de peñas que siguen
una orientación de Norte al Sur, ahí se encuentra un conjunto de piedras labradas con terrazas y
pocitas representando cada una un cerro y el conjunto simboliza un territorio montañoso, formando en sí un paisaje en miniatura (fig. 67).
Figura 67. Réplica en miniatura de cerros terraceados, tallado ubicado en la orilla de un
río, en San Mateo Xalpa, Alcaldía Xochimilco,
Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
Ejemplo (39), figura (68);
Uno de los soportes pétreos que están agrupados, cuenta con un pequeño pocito conectado con un
canalito en su cima, por lo que para verterle algún líquido tendríamos que estar sobre ella. Debemos recordar que las características generales de las cazoletitas es que conservan por poco tiempo
el agua vertida, se filtra o se evapora rápidamente. Continuando con la descripción del diseño,
luego en el lado que mira al sur se labraron terracitas que terminan en un corte o descanso donde
se acumula agua de lluvia, abajo de este accidente continúan las hileras de escalones que simulan
terracitas rematando en la cúspide de cada una de ellas con un cuadrito, que puede representar
un pequeño patio cerrado o un nicho. En las pequeñas representaciones de cerros terraceados se
remataban los diseños de las hileras escalonadas con cuevas o recintos, que simbolizaban capillas
o templos en sus cúspides. Esto nos da la idea de que las escaleras de templos y pirámides fueron
copiadas de las formas que tenían las terrazas agrícolas en las faldas de los cerros.
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Junto a esta piedra de regular tamaño se encuentra otra más grande y alargada, también labrada su cara sur, es decir hay que verla desde el norte, es un diseño más amplio con hileras de terracitas que cubren toda la parte alta de la piedra, y se extienden a lo largo y ancho de la superficie,
son varias líneas escalonadas que rematan en lo alto con cuevitas o nichos. En la parte media de las
terrazas hay una pocita muy pequeña que podría ser cueva pues fue horadada en forma vertical,
pero por su profundidad retiene un poco de líquido en la temporada de lluvias. Debajo de este conjunto se encuentra labrada otra sección aislada de terracitas. La roca en sí es la representación de
la falda de un cerro, que dividido en secciones o accidentes de la piedra simula una conformación
topográfica abrupta (fig.68)
.
.
Figura 68. Réplica en miniatura de un cerro terraceado,
ubicada junto al río, en San Mateo Xalpa, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto. Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
Éstos diseños son muy similares a la “maqueta” terraceada de Santa Cruz Acalpixca (fig. 36) y la de
San Lorenzo, ampliación Nativitas (fig. 63), está última también ubicada en una formación rocosa
alargada (Plano 1).
Para el indígena cada una de estas peñas era equivalente a un cerro y ambas piedras forman
parte de un mismo conjunto que representa una porción del territorio en miniatura. Cada roca es
un cerro y el conjunto es parte de una región o un lugar.
Al hacer el diseño el tallador respeta al máximo la propia forma del soporte pétreo, por lo que
no necesariamente se copia la conformación real de las montañas circundantes. Sin embargo, los
relieves terraceados son tomados del paisaje local en donde las faldas de los cerros están trabajadas
en forma escalonada, por lo que podemos decir que estos diseños ocupan un mayor o menor grado
de simbolismo, al labrar los motivos en la piedra, dependiendo de las características del soporte
pétreo y de las necesidades y motivos a representar.
Si a estas peñas grabadas las consideramos como altares donde se llevaban a cabo rituales, el
ofrendador tendría que estar colocado de norte a sur, para ver el diseño y derramar su sangre o algún líquido sobre la superficie labrada, así que tendrían que estar viendo hacía el sitio arqueológico
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“la era” en el panteón de San Mateo o hacia el Cuauhtzin cerro que cierra el valle en esta región. A
sus espaldas estaría el Lago de Xochimilco, el Cerro de la Estrella y el Xochitepec. Al Oriente los
grandes volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, se ven cubiertos por el horizonte local del pueblo de
San Andrés. Al Poniente el cerro de Tetequilo cierra la visión hacía el Ajusco.
Una de las características climáticas de esta parte montañosa es que por aquí penetran al valle
los vientos provenientes del Sur, y en algunas épocas del año sopla un aire fuerte, frío y húmedo.
Por el momento no detectamos una función calendárica o astronómica de este conjunto tallado, pero si conserva una posición que le permite a su usuario observar el horizonte oriente y aunque no se detectó hasta el momento alineamiento con otras “maquetas o sitios,” podemos decir que
sí forma parte de un circuito de diseños de este tipo, ubicados en la zona montañosa de Xochimilco.
5.6.3. Petroglifos con pocita y canalitos en Xalpan.
En un otero que a sus faldas corre un río, en las afueras de San Mateo Xalpa antes Pochtlan.
Ejemplo (40):
Localización (Plano1), figura (69);
N 19° 13’.571.
W 99° 06’.951
Altura: 2409 m.s.n.m.
Hacia el Noreste de las maquetas terraceadas arriba descritas y en contigüidad y al oriente de la
zona urbana del pueblo de San Mateo Pochtlan, se encuentra una pequeña loma que emerge del
terreno plano, ocupado hasta hace poco tiempo, en actividades agrícolas, y en su parte baja hay
terrazas y rodeando sus faldas pasa un intermitente río, posiblemente sea una rama del mismo
afluente que describimos arriba. Aquí, en la cima se encuentra un conjunto de piedras labradas, cuyos diseños ven al poniente hacía el volcán Ajusco y el Cerro Xochitepec. A este sitio, la arqueóloga
María Teresa Cabrero (1980; 44) lo clasifica como sitio 43 sin estructuras.
Ahí hay una filosa peña en donde se representó a un personaje no muy simétrico, su cara y
boca casi rectangular y sus ojos redondeados, su cabeza está adornada por un tocado que culmina en el borde más alto de la piedra, arriba del turbante en la superficie horizontal de la roca hay
una pocita, de donde surge un pequeño canal que divide en dos secciones a la figura humana y al
adorno de la cabeza, este canalito corre paralelo a los extremos de la superficie vertical de la piedra
dibujando el cuerpo rectangular y las piernas irregulares del personaje. Si vertimos algún líquido
en la cazoletita de la cima, el líquido escurre por los canalitos que forman el personaje, remarcando
su cuerpo (fig. 69)
Es dudosa su posible procedencia mexica, pues su tallado presenta un estilo diferente a otros diseños de su tipo localizados en Xochimilco, aunque la pocita y los canalitos que siguen los accidentes
de la piedra son muy parecidos a otras maquetas ya descritas, el canalito que parte de la cima conduce
el agua por los accidentes de la roca donde se encuentra el diseño y lo va bordeando (fig. 69).
Junto a este risco hay otros con representaciones de terracitas incompletas porque la peña presenta un golpe que destruyó gran parte del diseño. Las piedras alrededor también presentan huellas
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de haber contenido otros diseños pero ya no se notan. Estos monolitos forman la base de una cruz
cristiana, de madera pintada de blanco, también dirigida al poniente hacía el pueblo o la iglesia de
San Mateo.
Podemos resumir que al Poniente donde se encuentra la iglesia patronal del pueblo fue el
punto importante hacia donde se dirigieron los diseños tallados. Desde ellos, se observa en lo alto
del paisaje al volcán Ajusco, Xochitepec, hacía el sur está el Zompole y el Cuauhtzin y al oriente el
horizonte local formado por los relieves topográficos de San Andrés.
Figura 69. Personaje labrado en la orilla de un río, en San
Mateo Xalpa, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
5.6.4. Réplica en miniatura del paisaje con pocita en Topilejo.
En el cerro de Huapaltepec en San Miguel Topilejo.
Ejemplo (41): Figura (70);
Desde el lugar con vestigios conocido como “Las Peñitas” a las afueras del pueblo de Santa Cecilia
Tepetitlan o Tepetlapa se observa al poniente el sitio arqueológico de Topilejo, ubicado en el cerro
de Huapaltepec. Esta pirámide sirve de horizonte calendárico a las maquetas de Santa Cecilia.
En el cerro Huapaltepec, en el extremo surponiente de su cima, se encuentra una estructura
prehispánica escalonada, que sirve de soporte de tres cruces cristianas, donde la gente de Topilejo y
Milpa Alta, hace rituales incluso en los abrigos de esta montaña. Ahí, en contigüidad hay una peña,
en lo alto del cerro a la orilla del acantilado, se encuentra una roca alargada en forma horizontal. En
ella, se talló una cazoletita de gran diámetro que puede soportar hasta tres litros de algún líquido
para llenarla, Además, aprovechando el canto de la peña, se aprecian unas escaleritas que suben
hacía el pocito de su cúspide. El diseño tallado ve hacía el voladero (fig. 70) y está dirigido hacía al
oriente cuyas propiedades de su horizonte calendárico describimos en el capítulo anterior.
Desde aquí se domina la iglesia del pueblo de San Miguel Topilejo y permite ver todo el valle
de Xochimilco hasta el territorio de Milpa Alta. También forman parte del horizonte visible, los
grandes volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, el Ajusco, La Palma y el San Miguel. Este lugar ar227
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queológico, presenta grandes propiedades calendáricas, al dominar todo el paisaje de la región de
la montaña.
La pocita y el templo indígena, se encuentran en los límites naturales del vallecito interno de
San Mateo Xalpa y San Francisco Tlalnepantla y San Miguel Topilejo. El cerro Huapaltepec, prácticamente cierra la entrada al valle y concluye con él, el circuito de maquetas y pocitas al extremo
sur de Xochimilco.
Una característica de este sitio es que aquí también se concentran, se cortan y se detienen las
ráfagas de aire provenientes del Sur. La forma alargada y puntiaguda de esta montaña y su localización geográfica, permite que el aire choque en su cuerpo y se detenga y cuando trae lluvia, permitiendo regar este territorio antes agrícola.
Figura 70. Pocita tallada en una peña que ve al voladero. San Miguel Topilejo, Alcaldía Xochimilco, Ciudad
de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
5.7. Red de réplicas del paisaje, pocitas y petroglifos localizados en San Pedro Tláhuac.
5.7.1. Las réplicas en miniatura, pocitas y petroglifos en el sitio de los Olivos.
En el sitio de Santa María de los Olivos en los límites de Tláhuac y Milpa Alta.
Ejemplo (42):
Localización (Plano 1), figura (71);
Mediciones hechas desde la barda que limita al sitio.
N 19° 15’.045
W 99° 00.062.
Altura 2 262 m.s.n.m.
El sitio de “Los Olivos” fue estudiado por los arqueólogo Leonardo López Lujan y Diego Jiménez
Badillo en 1989, es un pequeño cráter que se encuentra a los pies de la falda norte del volcán Tehutli, en su parte oriental hay un conjunto de grandes peñas labradas, que servían de contenedores
de las aguas del lago, se tenía acceso a este lugar por canoa y todavía en la actualidad hay cerca un
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
canal. Sus vestigios arqueológicos constan de maquetas de montañas terraceadas, pocitas asociadas
con petroglifos, y otras figuras geométricas, como un cuadrado con una diagonal que cruza su centro y una entrada a una cueva en la parte baja de la piedra, estos relieves se labraron en los riscos
que ven al norte hacía la Sierra de Santa Catarina.
La interpretación del significado de los motivos se puede encontrar en el artículo arriba referido, nosotros nos concentraremos solo en algunos elementos que se relacionan con el tema planteado en este trabajo.
Podemos observar que en este sitio se alteraron en su totalidad la superficie de las piedras,
además, se representaron los cerros terraceados en otro estilo diferente a los tallados que existen en
Xochimilco, aquí las peñas fueron terraceadas, cortando las aristas para representar a las terrazas,
mientras que las pocitas, las encontramos en tres formas diferentes. La primera se encuentra localizada arriba de los relieves de los principales personajes, sirviendo como recipiente ritual. También,
hay una cazoleta que con el agua de lluvia forma un espejo de agua, y enfrente en otra piedra se
labró un topónimo compuesto con el glifo del cerro, dándole el líquido almacenado mayor significado al relieve (fig. 71).
En otra gran roca ubicada viendo hacía el Oriente, hay una calavera y junto una serie de escalones hechos para subir a su parte más alta, donde hay otra pocita asociada con un caracol, por lo
que su uso pudo ser ritual, desde este monolito hicimos varias observaciones solares a lo largo del
año, es un sitio especializado en los ortos solares, pero tiene una característica muy importante y es
que desde aquí se ve la puesta del Sol, el día 28 de febrero, ocultándose el astro en el mero pico del
Águila del Ajusco, produciéndose un alineamiento solar entre varios sitios arqueológicos de Xochimilco, como son las cruces de San Gregorio Atlapulco paraje de Huimic o Las Cruces, el sito de
la Malinche o cerro Xilotepec, la Cruz Punteada de Acalpixca, la estructura piramidal de Nativitas
Zacapan y la capilla del Calvario de San Mateo Xalpa. En cuanto a los amaneceres, podemos decir,
que su horizonte forma un límite visual, ya que el Sol, durante el solsticio de invierno no llega al
Popocatépetl, en cambio el Iztaccíhuatl toma un lugar destacado y el Telapón, su pico más alto es el
marcador del solsticio de verano.
Figura 71. Glifo del cerro o topónimo, con una pocita
que forma un espejo de agua. Sitio de los Olivos, en
Tulyehualco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
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5.8. Red de réplicas en miniatura, pocitas y petroglifos en los pueblos de Milpa Alta,
Malacachtepec Momoxco.
Ejemplo (43), Figura (72).
Otro circuito de pocitas y maquetas se encuentra en el valle de Milpa Alta, que topográficamente
tiene una forma de cuenco o de olla rodeados por los grandes volcanes el Tehutli al Norte, al Sur
el volcán Tláloc y al Oriente el Ayaqueme y Dos Cerros, al Poniente una formación local cierra el
territorio. Al entrar a esta región, viniendo de San Pedro Actopan, nos encontramos que entre el
Ayaqueme y Dos Cerros, se ve destacar el cráter nevado del Popocatépetl, mientras que la Iglesia
patronal de la Asunción de María (s.XVI y XVII), está dirigida hacía el Pecho del Iztaccíhuatl, al
igual que toda la traza urbana del centro de Malacatepec Momoxco, nombre indígena de este poblado, que significa “Lugar rodeado de Cerros”.
Aquí hemos encontrado menos maquetas y pocitas, así como otros restos arqueológicos, los
fragmentos de cerámica se concentran en la falda del Tehutli, lo que nos habla de una ocupación
intensa de sus tierras, hacia el oriente hay bardas y terrazas y amontonamientos de pequeñas piedras. También en el paraje del Ahuehuete, recientemente se reportaron restos de una estructura
del Clásico, con etapas constructivas posteriores del Posclásico, y figuras asociadas de piedra y
barro. Cerca de ahí hay un aro de juego de pelota en la iglesia de San Francisco Tecoxpa y pocitas
talladas en peñascos en los pueblos de San Lorenzo y San Juan Tepenahuac. En el cerro Tecpayo
perteneciente a este último pueblo se encuentran diseños pintados en grandes rocas, aunque los
arqueólogos, le dan una temporalidad de facturación muy reciente. En el volcán Tehutli hay varias
cuevas y grandes túneles y se han encontrado tumbas con utensilios muy elaborados, y ofrendas
que han sido saqueadas.
Cuenta con capillas franciscanas e iglesias del siglo XVI, que quizás se construyeron sobre basamentos indígenas, como sucedió con el templo principal de la Asunción. En la parte posterior de
este último, en sus patios se encontró un entierro de un personaje importante y un antiguo canal
de piedra y barro, con el diseño de una pequeña cruz punteada, en uno de sus extremos (fig.72).
Figura 72. Diseño de la mitad de una cruz punteada, en
la barda sur de la iglesia de la Asunción. Alcaldía Milpa
Alta, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
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5.8.1. Cinco pocitas talladas en una piedra en las afueras de San Lorenzo Tlacoyuca.
Ejemplo (44), figura (73).
El pueblo de San Lorenzo está ubicado hacia la parte Sur de Milpa Alta, en la parte elevada donde
inicia la montaña y el bosque, sobre la extensa falda del volcán Tláloc. Desde ahí lo que más resalta
visualmente es el gran cráter del volcán Tehutli, que da la apariencia de una gran olla.
La piedra labrada con pocitas se encuentra saliendo del pueblo, siguiendo la carretera asfaltada
que sube al bosque por la parte posterior de la iglesia, en una de sus curvas se encuentran unas
piedras de regular tamaño, rodeando las tierras agrícolas. En una de estas rocas hay cinco pocitas
de distinto tamaño, cuatro pequeñas y una grande en el centro, que quizás trató de imitar la forma
cónica del cráter del Tehutli que desde aquí se observa No hay otros elementos visibles de otro diseño en éstas piedras, pero en sí forman un conjunto que pudiera estar representando cerros. Así,
encontramos que estas pocitas talladas, tienen una relación visual y cultural muy importante con el
volcán anteriormente mencionado (fig. 73).
Figura 73. Conjunto de pocitas talladas en
piedra, en las afueras del pueblo de San
Lorenzo, Tlacoyuca. Alcaldía Milpa Alta,
Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
5.8.2. Pocitas y nichos, en las terrazas agrícolas de San Juan Tepenahuac.
Cerro Tecpayo en San Juan Tepenahuac en los límites orientales del valle de Milpa Alta.
Ejemplo (45);
No hay un estudio arqueológico sobre este sitio, cuyos vestigios fueron hace poco removidos y
arrasados con maquinaria pesada.
En los límites orientales del pueblo de San Juan Tepenahuac, hay un escurrimiento de lava que
se origina en el volcán San Miguel perteneciente a Santa Ana, y forma parte de la cañada que se
conoce cómo “Paso de Frailes”, donde se encuentran los terrenos ejidales de Milpa Alta. Ahí hay
una elevación montañosa alargada conocida como Tecpayo, que en sus extensas faldas, se construyeron terrazas agrícolas, ahora muchas de ellas abandonadas. En su cima plana y alargada,
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hay innumerables caminos bardeados con pequeñas piedras, que permiten el tránsito entre las
tierras de labor y da acceso a esta micro región. Dentro de los terrenos de sembradío se levantaron
depósitos de granos y herramientas y refugios para cubrirse del frio y la lluvia, en algunos casos,
se encuentran plataformas y grandes amontonamientos de pequeñas piedras negras, que quizás
tuvieron una función religiosa, ocupándose como aras, recordemos que el topónimo indígena es
Malacachtepec Momoxco, se puede traducir como “lugar de altares de piedra”.
Subiendo a la cima por el lado Oriente del Cerro Tecpayo, continuando por sus bordes que miran al poniente, llegamos a una zona de terrazas, con cuartos, bardas y montículos, y unos grandes
peñascos con pocitas y otros diseños casi imperceptibles en las piedras, que miran hacía el Tehutli,
volcán que desde aquí se domina. Se tiene una vista privilegiada al horizonte Oriente, formado por
el Tláloc-Telapón y Papayo e Iztaccíhuatl y el Ayaqueme, como al horizonte Poniente, desde donde
se ve el Ajusco.
También, ahí caminando unos metros hacía el centro del predio había una plataforma, que en
uno de sus niveles había un peñasco con una pocita, formando parte de una base rectangular, que
pudo haber sido un recinto, luego limitando al terreno había una barda, y formando parte de ella,
un conjunto de piedras que forman un pequeño “nicho” o cuevita que está orientado hacía el Cerro
Papayo, al Cerro Telapón y al Tláloc por lo que nos inclinamos a pensar que este conjunto ritual
formaba parte de algún culto a las terrazas agrícolas y quizás desde ahí se hacían observaciones
calendáricas y rituales solares.
Las facultades solares de este sitio, es que desde el nicho y sus pocitas, se puede observar en los
equinoccios, salir el Sol en la cabeza del Iztaccíhuatl, formando parte este sitio, de una línea espacial, en la cual, simultáneamente desde varios sitios, se ve la misma posición solar, el mismo día y
en el mismo lugar del volcán nevado, fenómeno visual que une, a cuatro iglesias de Milpa Alta: La
iglesia del Pueblo de San Jerónimo, la iglesia patronal de la Asunción, el templo principal de San
Pablo Oxtotepec y el del pueblo de San Salvador Cuauhtenco.
Es un alineamiento equinoccial, de cuatro iglesias y un lugar con vestigios arqueológicos, desde los cuales se ve salir el Sol en la cabeza del Iztaccíhuatl. Lo que podría comprobar que sobre
instalaciones urbanas indígenas se construyeron desde el siglo XVI y posteriormente, los templos
cristianos coloniales, de Milpa Alta. Tenemos que mencionar que en el centro de este poblado se
han encontrado vestigios antiguos.
5.8.3. Pintura rupestre en el cerro Tecpayo en San Francisco Tecoxpa, y Tecómitl.
Ejemplo (46), fotos (74, 75, 76, 77, 78, 79).
En la parte poniente de esta formación montañosa del Tecpayo, en su extremo norte, hay unos
grandes peñascos, en los cuales han sido pintados varios motivos, predominando templos indígenas y cristianos, animales, diablos, torres de juegos pirotécnicos, que los arqueólogos han dictaminado como de confección reciente. Otra cualidad de este sitio es que desde aquí se ve el Ayaqueme,
cerro que los primeros cronistas identificaban como muy importante, en términos rituales.
El gran peñasco ubicado en la falda oriente del cerro Tepcpayo (la esencia o corazón del Templo), localizado cerca de los parajes Tlacuiltlapa (de Tlacuilo: pintor indígena) y Tepequespa, en
la zona de ejidos, en los límites de los pueblos de San Antonio Tecomitl y San Francisco Tecoxpa.
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Tiene la cualidad de poder subirse sobre él y permite observar el hermoso paisaje que se observa
desde aquí de todo el territorio oriente de la Cuenca de México, el límite del lugar que perteneció
al lago de Chalco, se ve por ejemplo, el cráter del volcán Xico en Chalco sus faldas poco elevadas y
redondas como un estadio, que alguna vez estuvo rodeado de agua y se llegaba a este sitio ceremonial en canoa, también se ve el Tlapacoya, y los Reyes Chimalhuaca, el cerro Cocotitlan de Chalco,
parte de la sierra de Santa Catarina y los cerros que cierran el valle de Milpa Alta, al oriente el Ayaqueme y dos Cerros, que no permiten ver a los grandes volcanes el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl y
hacia el sur se observa el colado de lava y el paso de frailes que desciende de Santa Ana Tlacotenco,
pueblo ubicado a las faldas del Tláloc, volcán gemelo del Tehutli, los dos con cráter cónico, ambos
en Milpa Alta .
El monolito del cerro Tecpayo, tiene tres caras en su parte baja, son tres paredes pétreas casi
lizas, quizás entresacadas de las piedras en una época más antigua que los grafitis, posiblemente
existió una pintura muy anterior ahora desaparecida y sobre ella se volvió a pintar diseños coloniales y de principios del siglo veinte. Los motivos se dividen en dos grupos, unos rasgos pintados
en rojo y otros en blanco, los de rojo parecen tener una antigüedad mayor y los de blanco ser más
recientes. Hay una pequeña arista que ve hacia el oriente, en la cual con líneas rojas muy rígidas, se
pintó el cuerpo de un torito, con su montura, sus patas de ruedas y su cabeza con cuernos, cargando
un cubo con fuegos artificiales, imagen que nos está hablando de las fiestas patronales, la figura no
fue hecha con alguna guía o plantilla es el único diseño que está en este lado de la piedra (fig.74).
En otra parte del peñasco, podemos decir que al frente, un poco girado hacia el norte, en su
parte muy baja se pintaron dos diablitos, uno en color rojo y el otro arriba del primero con líneas
blancas, parece más reciente, ambos miden aproximadamente 30 centímetros de largo por 10 de
ancho, el que está pintado de rojo tiene un vara en sus manos y el otro de blanco es una figura delgada cubierta por un traje muy elegante, uno está sobrepuesto sobre el otro (fig. 75).
Figura 74. Castillo pirotécnico con ruedas, en
un monolito del cerro Tecpayo. San Francisco
Tecoxpa. Alcaldía Milpa Alta, Ciudad de México. Pintura rupestre.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 75. Diablito pintado de blanco, en monolito del cerro Tecpayo. San Francisco Tecoxpa. Alcaldía Milpa Alta, Ciudad de México.
Pintura rupestre.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
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Un poco arriba de los diablitos hay unas líneas rojas que siguen los contornos de la piedra y casi
en la cima de la peña viendo hacia el nororiente hay toda una escena taurina, en la cual hay un hombre con un sombrero amplio y grande en forma de palma, son dos grades largos gajos que salen de su
cabeza, está sosteniendo en su mano izquierda un cuchillo que amenaza con enterrarlo al animal de
cuatro patas con cuernos que está enfrente de él, tiene girada la cara el toro hacia la derecha, viendo al
observador de frente. Atrás de él hay otros dos animales de cuatro patas que por sus formas parecen
ser perros, o borregos, y hasta atrás de ellos una serpiente enroscada en forma de círculo rojo como
si fuera un cinturón. Debajo de la escena en otra sección de la piedra hay un diseño muy pequeño
serpenteado. Podemos decir que el tema recurrente en rojo es el tema taurino (fig.76).
Luego en la arista del gran peñasco que mira hacia el norte, es la más grande superficie y está
menos pulida, en su parte baja hacia el extremo poniente hay el dibujo de una larga escalera serpenteada, que culmina más arriba en un templo piramidal alargado de varios cuerpos, es un dibujo
delgado y pintado en blanco, dividido en dos por la grieta de la piedra (fig. 77).
El grafiti moderno destruyó el diseño del templo aunque nosotros contamos con una foto anterior que nos permitió identificar al templo prehispánico (fig.78.).
Cerca de este diseño también en blanco, se pintó un personaje que lleva en su cabeza un conejo
o un animal con grandes orejas, parece ser un cazador o quizás un curandero (fig. 79).
Figura 76. Escena taurina, en un monolito del
cerro Tecpayo. San Francisco Tecoxpa. Alcaldía
Milpa Alta, Ciudad de México. Pintura rupestre
en rojo. Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 77. Escalera que llega a una pirámide, en un monolito del cerro Tecpayo. San Francisco Tecoxpa. Alcaldía Milpa Alta, Ciudad de México. Pintura rupestre en
blanco. Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 78. Grafitis modernos sobre las escaleras y
el templo, en un monolito del cerro Tecpayo. San
Francisco Tecoxpa. Alcaldía Milpa Alta, Ciudad
de México. Pintura rupestre.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 79. Personaje que lleva en la cabeza un conejo, quizás sea un cazador camuflado, en un monolito
del cerro Tecpayo. San Francisco Tecoxpa. Alcaldía
Milpa Alta, Ciudad de México. Pintura rupestre en
blanco. Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
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En otra cara del peñasco, también en blanco debajo del templo hay otras escaleras solas, arriba
de la pirámide hay un pequeño sol y una media luna y hasta mero arriba la figura de un rectángulo,
con algunos números en uno de sus extremos, quizás sean las medidas de un terreno.
En una visita reciente al llegar al sitio nos percatamos que los diseños habían sido atacados por
grafiteros actuales, sin escrúpulos y pocos indicios de cualquier aportación cultural, habían rociado
sus botes con pintura, sobre el dibujo del templo indígena pintado en la cara que mira hacia el lado
norte de lo que fue la Cuenca de México. Al igual que los petroglifos de la zona arqueológica del cerro Cuahilama en Santa Cruz Acalpixca, también aquí la destrucción fue hecha de forma sistemática, es decir, pensada con una intención, borrar todos los rasgos culturales que unifican y le dan una
identidad a la población originaria, para pasar a una “modernidad” urbana, con nueva población
desarraigada y sin ningún otro fin que apropiarse de los terrenos agrícolas, para construir nuevas
casas. Los grafiteros funcionan como los talamontes y los cazadores furtivos, limpian los terrenos
de árboles, plantas, animales e indicios arqueológicos para cambiar su uso agrícola a tierras comerciales urbanas, es decir, por la llegada de nuevos pobladores a la región surge la necesidad de liberar
terrenos destruyendo las raíces antiguas que los atan y protegen.
5.8.4. Pocita en la base de piedra de una cruz cristiana en San Antonio Tecómitl.
Ejemplo (47):
Localización (Plano 1), figura (80);
N 19° 12. 845
W 98° 59. 554
Altura: 2 275 m.s.n.m.
Es importante explorar el significado del topónimo de este pueblo, ya que Joaquín Galarza y Carlos
López (1995: 13), traducen a Tecómitl cómo “Piedra, peña cavada en forma de olla”, que nos da una
relación importante con nuestras pocitas también cavadas en los riscos y rocas o puede ser una
alusión a la forma cónica del cráter del Tehutli.
El Pueblo de San Antonio Tecómitl, se encuentra ubicado entre los límites naturales de la zona
chinampera, y la montaña, muy probablemente fue un puerto desde donde se juntaba el gran lago
de Chalco y Xochimilco, se construyó en las faldas del volcán Tehutli, a la salida norte de Milpa
Alta, en dirección hacía Mixquic y al otro extremo colinda con San Juan Ixtayopan y la zona arqueológica de Santa María de los Olivos.
En la entrada Norte del Pueblo, en uno de sus terrenos, antes tierras de labor, se encuentra una
estructura piramidal, que mira al horizonte oriental, hacía el Iztaccíhuatl y su acceso es desde el
poniente, tiene un alineamiento visual con el volcán Tehutli. En su cima hay una cruz cristiana que
nos habla de su importancia religiosa.
En el extremo Sur de la Iglesia patronal dedicada a San Antonio de Padua (S. XVI), en un barrio
céntrico, cruzando el río que divide al poblado, hay una pocita en la piedra que forma parte de la base
de una cruz cristiana. Aquí hay una vista privilegiada a los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl y hacía
el Sur el Ayaqueme y al Norte la Sierra de Santa Catarina, el Poniente es cubierto en parte por el Tehutli.
La pocita es de forma irregular poco profunda que se talló en una piedra, que luego se reutilizó
para poner una cruz esta pocita al parecer estaba en la culminación de un camino que bajaba de
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la parte sur de la montaña, donde se encontraban las tierras de labor, estaba en la parte alta de un
cúmulo de tezontle, arriba del nivel del actual camino asfaltado y muy cerca de ella pasaba un río
intermitente que acarreaba de las partes elevadas las aguas de temporal. En la actualidad, se removió la lava en donde estaba colocada la base, desapareciendo el cuenco y la cruz se colocó en una
urna de vidrio, a unos metros del lugar original, cambiando su orientación con respecto a los cerros
y los puntos cardinales (fig.80).
Figura 80. Pocita de forma irregular, en la
base de una cruz cristiana. San Antonio
Tecomitl, Alcaldía Milpa Alta, Ciudad de
México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
5.8.5. Réplica en miniatura, piletita y pocitas en San Pedro Actopan en Milpa Alta.
Cerro Cempoaltepetl, falda sur oriental.
Caminando con los guías Angélica Palma y Héctor Celedón integrantes del Calpulli Tecalco de San
Pedro, observamos que cerca de los límites con San Gregorio Atlapulco y San Pedro Actopan, en la
cañada del Cerro Cempoaltepetl, que sube hacia el pueblo de Xicomulco, está totalmente terraceada, para aprovechar el agua de temporal que desciende hacia el antiguo río intermitente.
Ejemplo (48), figura (81);
En la falda oriental de la formación montañosa, en la cima, el terreno se acondicionó en épocas prehispánicas para construir una terraza, en su barda que la limita del acantilado, hay unas piedras con
pocitas de origen natural, es decir, no están talladas y son poco profundas y sin canalitos (fig. 81).
Ejemplo (49):
Localización y figura (82);
N 190 13’ 16.0’’
W 0090 03’ 39.4’’
Altura: 2 519 m
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Figura 81. Pocita sin tallar, poco profunda
y sin canalitos. San Pedro Actopan, Alcaldía Milpa Alta, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2008.
Siguiendo por el camino que bordea el voladero, encontramos otra piedra de regular tamaño, tiene
tres escalones poco definidos, y en su cima una gran pocita, de forma circular, esta roca si está trabajada y a su alrededor de la gran poza unas 10 pocitas más pequeñas con sus canalitos, que al verterle agua, empiezan a escurrir en la piedra y todos estos hilitos de agua, llegan o confluyen a la gran
pocita principal (es irregular y mide de 27 a 28 cm. de diámetro y 12 cm. de profundidad).(fig. 82).
Figura 82. Piedra con pocitas talladas, en
su centro hay una de gran tamaño unida
por canalitos a otras ubicadas en sus extremos. San Pedro Actopan, Alcaldía Milpa Alta, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2008
Ejemplo (50):
Localización y figura (83);
N 190 13’ 20.9’’
W 0990 03’ 38.6’’
Altura 2 507 m.
A unos cuantos metros también sobre el voladero al oriente del derrame lávico, hay otra piedra con
una piletita rectangular y profunda aproximadamente de 59 cm. de ancho x 63 cm. de largo y entre
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Juan Rafael Zimbrón Romero
20 a 28 cm. De profundidad, posiblemente en ella se hacían baños rituales a niños pequeños de
acuerdo a David Díaz Gómez.1 (fig.83).
Figura 83. Piletita rectangular y profunda,
en peñasco sobre el voladero. San Pedro
Actopan, rumbo a Xicomulco, Alcaldía
Milpa Alta, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2008.
Ejemplo (51):
Localización y figura (84);
N 190 13’ 23.3’’
W 0990 03’ 38.5’’
Altura: 2507 m
A pocos metros al norte, hay una barda que forma la pared de otra terraza más alta con parte interna al poniente y al acantilado al oriente y hacia su parte interna no hacia el acantilado hay una
gran peña, que en su parte baja, se labraron unas pocitas que simulan cuevas, arriba ocupando casi
toda la superficie de la piedra, están labradas un conjunto de sistemas de terracitas cada una con
sus pocitas (entre 6, 10 y 15 cm. de diámetro) que simulan sistemas de riego, que al echarles agua
escurre por sus escaleritas y pequeños diseños, tallados en aproximadamente una superficie de 3
m. de largo por 1.40 m. ancho atrás en otra piedra del conjunto hay otra pocita rectangular, mide
40 cm. Largo, por 23 cm. ancho y entre 16 y 17 cm. de profundidad.
Estas rocas representan a diminutos mundos idealizados, réplicas en miniatura del paisaje,
relieves utilizados como altares quizás en un Culto a los Cerros y a las terrazas agrícolas, ya que
son las formas de estas obras agrícolas que dominan toda el ángulo de visión de la región, que se ve
desde aquí, incluyendo sus montañas sagradas, como el Teuhtli, el Ayaqueme y el Tláloc, el Popocatépetl y el Iztaccihuatl. (fig.84).
.
1 David Díaz Gómez. “La otra cara de Chinameca”, en Revista, México desconocido, Organización Editorial Novaro, México, 1984,
número 90, mayo, pp.16-19.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
.
Figura 84. Réplica en miniatura de terrazas agrícolas talladas en una peña, ubicada
en una terraza del cerro Cempoaltepetl. San Pedro Actopan, Alcaldía Milpa Alta,
Ciudad de México. Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2008.
Es importante decir, que el ofrendador, al estar enfrente del tallado podía ver las salidas del sol y en
ese momento pudo haber ocupado a este monolito labrado como altar, donde ofrendaba su sangre
de autosacrificio, como lo documenta el Cronista Br. Hernando Ruiz Alarcón.2
Desde esta piedra con terrazas y pocitos se ve al Sol salir desde el cráter del Popocatépetl en
el Solsticio de Invierno, 21 de diciembre, produciéndose un alineamiento en otros dos sitios con
pocitos; en el paraje que tenemos en piedra en Piedra Larga Acalpixca donde hay un monolito con
cuencos; y en el Cerro Xochintepec (Relieve del Guerrero); alejados muchos kilómetros de ahí, en
Tepepan, se observa el mismso fenómeno solar en esa fecha.
5.9. Réplicas en miniatura del paisaje, pocitas y petroglifos y sus relaciones astronómicas y su
posible participación en cultos al sol.
Dentro del tema de las piedras labradas con diseños tridimensionales, que son réplicas del paisaje
en miniatura, las peñas donde fueron excavadas pocitas en miniatura y los petroglifos, podemos
encontrar que el Sol, en ocasiones es uno de los principales componentes simbólicos que complementan o dan significado a estos tallados.
a) La interactuación del astro, con los monolitos se reproduce de dos maneras:
El diseño o la piedra, producen juegos de luces y sombras, lo que se pudo ocupar en las actividades calendáricas, en la medición del tiempo y en la astronomía.
2 Nota biobibliográfica: Alarcón (D. Hernando Ruiz de).- Natural de Taxco en el Arzobispado de México, Bachiller Teólogo, y Cura
Párroco de Atenango Guerrero. Escribió: “Tratado de las Supersticiones y Costumbres Gentilitas que aún se encuentran entre
los indios de la Nueva España”.-M.S. Original que hallé en la Librería del Colegio de San Gregorio de México, que fue de los P.P.
Jesuitas. (Hermano del famoso literato Don Juan Ruiz de Alarcón). Cronista del siglo XVII, de los Nahuas de Guerrero.
Hernando Ruiz de Alarcón 1629. Tratado de las Supersticiones y Costumbres Gentilicias que oy viven entre los Indios Naturales
desta Nueva España, en Tratado de las Supersticiones, Dioses, Ritos, Hechicerías y otras Costumbres Gentilitas de las Razas Aborígenes de México. Ediciones Fuente Cultural, editado bajo la dirección de Mario Navarro Zimbrón. México 1953.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
b) Puntos de observación de las posiciones solares en el horizonte. La segunda forma de relacionarse el Sol, con las réplicas en miniatura del paisaje, es cuando estas piedras talladas,
se toman como punto de observación de las posiciones que adopta el astro, en su recorrido
anual, en los horizontes locales de los sitios donde se ubiquen, permitiendo ocupar sus salidas
o puestas, como elementos que ayudan en la conformación de calendarios de los lugares y en
la ritualización del evento.
En los siguientes incisos nos concentraremos en desarrollar, el tema de las réplicas en miniatura,
como puntos de observación solar, así como su relación con otros diseños y elementos del paisaje.
5.9.1. Características solares de las réplicas en miniatura del paisaje, en Xochimilco, Tláhuac y Malacachtepec Momoxco.
Las observaciones astronómicas, principalmente las que se refieren a las posiciones que el Sol adopta en el horizonte, no solo tuvieron como único objetivo, ocuparlas en las actividades calendáricas,
sino también fueron elementos imprescindibles del ritual y la religión.
Sabemos por los primeros cronistas la existencia en el mundo indígena de un culto solar,
pero también en las fiestas calendáricas mexicas intervenía el Sol ya sea como actor principal o entraba dentro del ritual marcando sus tiempos, con sus ortos, ocasos y su altura en la
bóveda celeste.
Su posición en el horizonte marcaba fechas, pero también su presencia incitaba a pensamientos
bélicos y religiosos, además de ser la figura principal de algunos rituales de autosacrificio.
Las posiciones solares en sitios destacados del horizonte vistos desde las “maquetas” o réplicas
en miniatura, sugieren la participación de estos tallados con pocitas, dentro de ceremonias donde
participaba el astro, y en ritos especializados en que se espere la puesta o salida del Sol en determinadas fechas o bien el ritual exigía la participación del Sol dentro de las actividades religiosas. No
se descarta que las lecturas calendáricas y las observaciones astronómicas requirieran también de
ciertas prácticas ritualistas durante su eventualidad y tampoco la posibilidad de que estos eventos
solares estuvieran abiertos a un culto público, donde podría participar la población en general y no
sólo un grupo sacerdotal reducido.
Por la localización espacial de las piedras con pocitas, estos pequeños recipientes podrían servir para recibir la sangre proveniente del autosacrificio, efectuados por los indígenas, cuando el Sol
estuviera en determinada posición marcando determinada fecha o una hora del día, siendo esta
práctica parte de un culto público generado por el grueso de la población y regulado por algún guía
o sacerdote local.
Sin embargo, otras réplicas se ubican donde los astros y estrellas en su orto o ocaso no se
pueden observar, es decir están rodeadas de formaciones y cerros elevados muchas de las veces terraceados, por lo que su vinculación con las actividades astronómicas y calendáricas funcionarían
sólo cuando el Sol estuviera en su tránsito cenital. Entonces estas “piedras rituales” se dirigirían
hacía cerros importantes, así que su relación con el Sol y los horizontes por donde transita, pasaría
a segundo término y su ubicación se referiría a lugares de acceso al valle o relacionado con otros
emplazamientos territoriales. Podemos pensar que quizás algunos de estos diseños, estuvieran dirigidos a rituales a determinados cerros que se observan en su ángulo de visibilidad.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
En el cerro Xochitepec ubicado como puerta de entrada a Xochimilco, cuyo topónimo
indígena, está pintado en el códice Cozcatzin (1994, lámina 16r), siendo su imagen sincrética,
un monte con flores, y en su falda una iglesia cristiana dedicada a María Magdalena y en su
cima se dibuja un templo indígena, del cual, todavía hace 20 años existían sus restos arqueológicos. Desde la loma principal de este promontorio, en pleno solsticio de invierno, se ve salir
el Sol, exactamente atrás del gran cráter del Popocatépetl, donde el astro parece emerger de la
chimenea del volcán, fenómeno visual que tuvo que haberse celebrado y ser incluido dentro
de los rituales dirigidos al culto solar y a los cerros, y que para ritualizar el orto solar se pudo
haber utilizado las pocitas (fig. 85) y el petroglifo del guerrero (fig. 86), como altares donde se
sacralizaba este evento anual. Esta misma posición solar, en la misma fecha solsticial, también
se observa desde una gran piedra, con innumerables pocitas labradas en su superficie, que se
encuentra ubicada en el Paraje de terreno de Piedra Larga, límites de Santa Cruz Acalpixca y
San Bartolomé Xicomulco de Milpa Alta, estableciendo un alineamiento solar entre estos sitios
marcados con elementos prehispánicos (fig. 87). (Zimbrón, 2002: 111 y 112; 2008: 29-31), y
con las terraceadas del Cerro Citlaltépetl originando un alineamiento espacial en 3 sitios (Ver
Zimbrón, 2011).
Ejemplo (52):
Localización (Plano 1), figuras (85);
Ejemplo (53), figura (86);
Ejemplo (54), figura (87);
Figura 85. Pocita labrada en una roca que mira hacia el Iztaccíhuatl y Popocatépetl, en
el cerro Xochitepec, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1995.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
Figura 86. Petroglifo del “Guerrero” en la cumbre del cerro Xochitepec, desde donde se observa salir el Sol atrás del cráter del
Popocatépetl durante el solsticio de diciembre. Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1995-1996.
Figura 87. Monolito labrado con pocitas, en donde se hacían rituales, mientras el Sol salía en el cráter del Popocatépetl durante
el solsticio de diciembre, en Piedra Larga, Santa Cruz Acalpixca. Presentándose un alineamiento solar con el “Guerrero” en
el cerro Xochitepec, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Saulo Alquicira, 2018.
En San Miguel Topilejo en la cima del Cerro Huapaltepec, se localiza otra pocita de gran diámetro
y capacidad para contener varios litros de algún líquido (fig. 70), tiene la particularidad que desde
el sitio donde se ubica no se puede ver el horizonte poniente, pero tiene un rasgo importante y es
que este cuenco está dirigida hacía la iglesia Patronal y al horizonte de salida del Sol, que durante
la fiesta principal (28 de septiembre), el astro, sale precisamente atrás del pecho del volcán Iztaccíhuatl, registrando esta fecha.
También tenemos pocitas y petroglifos y cerros terraceados en el sitio conocido como Santa
María de los Olivos en los límites territoriales de San Juan Ixtayopan y Tulyehualco. Hay varios
cuencos que se llenan de agua en la temporada de lluvia y uno de ellos, está asociado con dos personajes tallados en las caras laterales de una roca y arriba, en su cima hay una gran pocita.
En este sitio hay una gran piedra donde se observa, durante el solsticio de verano, salir el Sol
en el mero pico del Telapón, donde el astro detiene su marcha hacía el Norte. Tambien es importante anotar que desde este sitio en el ocaso, del día 28 de febrero, el Sol se oculta atrás del Pico del
Águila del Ajusco. Así, el lugar, presenta una relación muy importante con los ortos y ocasos que
registran fechas importantes que debieron ritualizar los mexica y un alineamiento solar a la puesta
con varios sitios, el último día de febrero. Hay un alineamiento de este sitio con otros 5 lugares de
las montañas de Xochimilco (Ver Zimbrón, 2013), desde donde se ve el astro ascendente en el Pico
del Ajusco es esta misma fecha.
Ejemplo (55):
Localización (Plano 1), figura (88);
En la zona montañosa de San Bartolomé Xicomulco, en una loma alargada hay piedras talladas con
pocitas y terracitas, que por su ubicación, se especializan en las puestas solares y que durante el equinoccio, desde aquí se observa descender el Astro en el punto más prominente del Pico del Águila del
Ajusco, presentando un alineamiento solar con la iglesia Patronal del pueblo de Santa Cecilia, desde
donde en esta misma fecha se ve ascender el Sol, en el mismo pico del horizonte Poniente (fig.88).
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Figura 88. Piedra en donde se talló una estructura escalonada o templo con su nicho en la cima. Presenta un alineamiento equinoccial con la iglesia de Santa Cecilia Tepetlapa, Localizada en el camino de Acalpixca a Xicomulco.
Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México. Foto: Juan Rafael
Zimbrón Romero, 1992.
Ejemplo (56):
Localización y figura (89);
En este mismo pueblo de Xochimilco se encuentra un sitio conocido como “Las Peñitas” donde los
diseños tallados en las rocas, como son escaleritas serpenteadas, canalitos y pocitas (fig. 89) están
dirigidos hacía el Ajusco, y que el día 23 de marzo el Sol se pone en el mero Pico del Águila, sitio
prominente de este volcán y pocos días después del equinoccio.
Figura 89. Peña con estructuras escalonadas, escaleritas
serpenteadas y pocitas en otras piedras cercanas. Santa Cecilia Tepetlapa, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
Pasemos a ver en el siguiente inciso más a detalle los alineamientos solares entre lugares con pocitas y réplicas en miniatura del paisaje.
5.9.2. Alineamientos solares de las réplicas en miniatura del paisaje, pocitas y petroglifos, en la montaña de Xochimilco y Malacachtepec Momoxco.
5.9.2.1. Piedras labradas desde las cuales se hacían observaciones solares y rituales en ciertas fechas
del calendario agrícola.
En la zona montañosa de Xochimilco y Milpa Alta, hemos encontrado piedras labradas con diseños en miniatura que presentan ciertas relaciones solares entre si, al estar alineadas a determinadas
posiciones del Sol en el horizonte durante su salida aparente o su puesta, en un día determinado.
Además, en las afueras del pueblo de Santa Cecilia hay unas peñas, desde las cuales, se pueden observar en su horizonte calendárico poniente en el que Sol desciende en el Pico del águila del Ajusco,
los días 23 de marzo y 20 de septiembre, unos días antes o después de la posición equinoccial.
5.9.2.2. Pocitas en el Paraje de “Piedra Larga” en Acalpixca y su alineamiento solar con el cerro
Xochitepec durante el solsticio de diciembre (marcador solsticial del paraje tenene en Piedra Larga)
Piedra ubicada en los límites territoriales de Acalpixca, Atlapulco y Xicomulco.
Ejemplo (54):
Localización (Plano 1), figura (87)
N 19° 13’.614
W 99° 03’.983
Altura: 2 525 m.s.n.m.
Es importante mencionar que en el mundo indígena se buscaban lugares geográficos en que se
repitieran las mismas posiciones solares en el horizonte, marcando una determinada fecha en común con otros sitios. Se trazaban líneas visuales, que unían sitios desde los cuales se observaban
posiciones del Sol en puntos importantes del paisaje. (Tichy, 1983: 61, 62, 72. Broda, 1991b: 91).
Siguiendo el camino hacia Xicomulco, a unos doscientos metros de Piedra Larga, se encuentra
un sitio que puede ser ocupado como observatorio por su gran altura desde él se domina el horizonte oriental, cuya predominancia se ve reflejada al observar que la cabeza del Iztaccíhuatl se puede apreciar emergiendo del cráter del Tehutli y su pecho se encuentra hacía el sur fuera de la falda
de este volcán, quizás la ubicación de este gran monolito y esta característica visual fue la principal
condición para ocuparla como altar (fig. 87).
En su superficie horizontal se tallaron más de 30 pocitas de diferentes tamaños y algunas unidades por canalitos. Las que están más definidas son alrededor de 22. La pocita más grande tiene
una forma irregular, su extremo más ancho es de 42 cm. de circunferencia y su extremo más angosto 35 cm., teniendo 16 cm. de profundidad, así que su capacidad para almacenar algún liquido
si es elevada (fig. 87).
Muchas de estas pocitas se encuentra unidas entre sí por canalitos y varían sus tamaños algunas
tienen 15 cm. de circunferencia por 7 de profundidad, otra de 16 cm. por 10 de profundidad, de 10
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
cm. por 7 de profundidad, otra de 8 por 5 cm. de profundidad y luego unas más pequeñas variando
de 9 cm. por cinco de profundidad. Siendo otras más pequeñas. Dentro de la misma superficie, en
los extremos de la roca, donde tiene un corte natural, encontramos unos tallados que presenta unos
semicírculos que aparentan ser construcciones, especie de nichos o techos de edificios, son relieves
muy sugerentes que forman parte el conjunto de pocitas..
Este monolito tiene un gran tamaño y debajo de él se forman pequeños nichos, es muy parecido al de Acalpixca, con su superficie plana en forma de mesa.
Estos tallados por lo regular se sitúan cerca de las fronteras territoriales de los poblados o
en límites geográficos como barrancas y voladeros, partes altas del terreno, en terrazas agrícolas,
cercanas a las tierras agrícolas y por su capacidad de almacenar pequeñas cantidades de agua son
visitadas por un sinnúmero de animales.
Es importante mencionar que para tener acceso a este monolito hay que utilizar dos escalones
construidos con las propias piedras del lugar. Desde ahí si nos movemos y subimos a lo alto del
montículo podemos apreciar el horizonte poniente, pero su ubicación principal nos señala el horizonte oriental como el sitio más dominante.
Por su localización presenta características solares muy importantes, pues hay un alineamiento
solar, con el cerro Xochitepec, saliendo el Sol en el mero cráter del Popocatépetl, reproduciéndose
la misma ubicación del astro en su orto, en ambos sitios, el mismo día 21 de diciembre (fig. 87).
Así, encontramos otra función de estas piedras con pocitas, que servían para marcar líneas solares, que unían lugares en el territorio y que no se contrapone con la posibilidad de ser altares, en
los cuáles sus recipientes eran utilizados para verter la sangre del autosacrificio en el momento en
que el Sol salía o se ocultaba atrás de determinado punto del horizonte, en una fecha importante.
5.9.2.3. El cerro Xochitepec emblema de Xochimilco; sus pocitas, estructuras y petroglifos y sus
propiedades solares.
Desde la pirámide de San Lucas Xochimanca se puede ver el cerro Xochitepec que forma parte de
su horizonte Poniente y donde el Sol se oculta en el solsticio de verano muy cerca de donde se ubica
un grupo de pocitas, en una de sus lomas.
El Xochitepec es un cerro que cuenta por lo menos con 3 lugares donde hay este tipo de tallados cóncavos, además de tener maquetas, petroglifos, dólmenes, cuevas, plataformas, montículos,
gradas y piedras en forma de asientos o tronos, material lítico, cerámico y restos de lo que pudo ser
una estructura prehispánica cerca de donde se instaló la base de la actual cruz cristiana, la que le da
el sobre nombre de Cerro de la Cruz, como también se le conoce.
Por otra parte, no sabemos si la instalación de la cruz fue copiada del escudo colonial de armas
de Xochimilco (1559), en el cual aparece la imagen de la loma principal de este cerro coronado por
un madero, aunque sí sabemos que el pueblo de Santa Cruz Xochitepec, tuvo como primer patrona
la Santa María Magdalena, que parece ser la figura que está en la portada de su iglesia.
Esto lo parece confirmar el topónimo de Xochitepec que aparece representado en el Códice
Cozcatzin (1994, lámina 16r), en él se pintó con influencia muy occidental el significado de su
nombre en náhuatl “en el cerro florido”, representando la figura de un monte con flores en sus
faldas, un templo indígena y abajo en su base hay una iglesia dedicada a María Magdalena por lo
que la patrona del pueblo pudo ser está Santa, antes del patronazgo de la Santa Cruz, solo hay un
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dato erróneo y es que se puso en español sobre el cuerpo de la montaña Xochimilco en lugar de
Xochitepec o quizás se quiso indicar que este cerro se encontraba en esta localidad. Por otra parte,
el edificio prehispánico que aparece en el topónimo nos puede estar indicando la existencia de una
real estructura en su cima (fig. 90, 91).
Figura 90. Topónimo de Xochitepec y una
iglesia dedicada a María Magdalena.
Fuente: Códice Cozcatzin, (1994, lámina 16r).
Ilustración: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2001.
Figura 91. Detalle del glifo topónimo de Xochitepec, el cual tiene un error pues dice Xochimilco. Fuente: Códice Cozcatzin, (1994,
lámina 16r).
Ilustración: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2001.
En la actualidad el pueblo de Xochitepec lleva a cabo su fiesta patronal algunos días después del
3 de mayo y esta celebración es una de las más viejas en Xochimilco, pero menos antigua que la
de Santa Cruz Acalpixca, donde fue el padre Sahagún, quien le puso el nombre cristiano a este
último poblado.
La importancia del cerro Xochitepec en la cosmovisión mexica, parece confirmarse al detenernos en el relato de Durán quien apunta que durante la batalla de Tenochtitlán contra Xochimilco, Tlacaélel subió a su cima para animar a los mexicas (Cordero, 2001: 87). Además, en la
época prehispánica ya estaba habitado, pues a su alrededor se encuentran muchos vestigios de
antiguas construcciones y cerámica en sus terrenos agrícolas. En la Colonia vuelve a trascender
este cerro al ocupar la imagen de su loma principal formando parte del escudo de armas de Xochimilco (1559).
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
En cuanto a sus características topográficas, el Xochitepec emerge del terreno plano en forma
abrupta alcanzando una altura considerable en comparación con los relieves geográficos de su alrededor por lo que es fácilmente distinguible desde varias partes de la región de Xochimilco y otros
lugares del sur de lo que fue la Cuenca de México.
Este cerro es alargado y está compuesto por varias lomas en forma de vértebras que corren en
dirección norte- sur de las cuáles se extienden varios brazos al oriente y al poniente como picos
de estrellas. Hay múltiples vestigios arqueológicos como lítica y cerámica que se extiende a todo lo
largo de su cuerpo y también podemos encontrar sitios bien localizados o conjuntos formados por
elementos naturales y culturales ocupados en la observación astronómica y el ritual, como veremos
a continuación (Plano1).
5. 9.2.4. Loma principal del Xochitepec.
Se encuentra un conjunto de pocitas sirviendo de ornato religioso al petroglifo de un personaje, restos de una posible estructura y un trono.
Ejemplo (57):
Localización cruz cristiana (Plano 1);
N 19° 15’.469
W 99° 08’.308
Altura: 2 522 m.s.n.m.
En el extremo norte del Xochitepec queda su cúspide más alta, desde la cual se domina todo el paisaje de los antiguos lagos de Chalco, Xochimilco, los asentamientos lacustres de Tláhuac y Tenochtitlán y las montañas que dividían a lo que fue la Cuenca de México como el Cerro de la Estrella y la
Sierra de Santa Catarina, las que le servían de límite como el volcán Ajusco y la Sierra de las Cruces.
Su forma casi circular y elevada permite tener una visibilidad de 360°, por lo que se puede decir
que su primera función es la de ser un observatorio natural y tiene la peculiaridad astronómica de
ser un sitio solsticial de invierno, ya que el 21 de diciembre el Sol se puede ver salir atrás del cráter
principal llamado Pico de Anáhuac del Popocatépetl (fig. 92) (Zimbrón, 2002: 108-114).
Figura 92. Salida del Sol el 21 de diciembre atrás del
cráter del Popocatépetl, visto desde el petroglifo del
“Guerrero” misma peña que presenta en su borde superior el relieve del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl (figura 21), en el cerro de Xochitepec. Pueblo de Santa
Cruz Xochitepec cerca de Tepepan, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1991.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
Ejemplo (58):
Localización personaje (Plano 1), figura (93);
N 19° 15’.461
W 99° 08’.314
Altura: 2 518
La loma principal tiene la particularidad de tener un piso formado por un gran peñasco que tapó
su cráter, además hay más rocas diseminadas por su pequeña superficie, y algunas de ellas se concentran en su punto más alto. Ahí en una de estas rocas puntiagudas se talló el petroglifo de un
personaje con penacho que en su abdomen tiene una pocita. Este pequeño indígena está viendo
hacía el Poniente, hacia el cielo que se ubica entre este cerro y el Ajusco, donde se concentran las
nubes cargadas de lluvia (fig. 86).
Alrededor de este petroglifo en las peñas aplanadas que lo rodean hay pocitas redondas y cuadradas, algunas son naturales, pero otras fueron medianamente trabajadas, no hay canalitos profundos uniéndolas, aunque el escurrimiento natural de la piedras forman un sistema parecido a los
vasos comunicantes. Se puede hablar de un mosaico de pocitas alrededor del petrograbado y otras
que están integradas al tallado, por lo tanto son parte de su significado ritual y religioso (fig. 93)
Figura 93. Pocitas y canalitos tallados en una
peña del cerro Xochitepec. Pueblo de Santa Cruz
Xochitepec. Alcaldía Xochimilco,
Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1996.
Enfrente a este petroglifo hay una piedra redonda que en su parte baja se talló una cuevita, y en una
de sus caras se ven los restos de otro diseño con canalitos y pocitas. Junto a esta roca se encuentra
un conjunto de peñas que en su parte media tiene una honda poza, quizás de origen natural, que en
tiempo de lluvias concentra gran cantidad de agua.
En toda la cima de la loma hay grandes rocas que tapizan su superficie y que los fieles modernos han ido destruyendo para facilitar el paso a la plataforma donde está instalada la cruz cristiana,
hacia el oriente de su base, había restos de una barda o estructura que ya fue destruida, quizás
tuvo un origen prehispánico. Al lado poniente de la cruz se encuentra una roca con una pocita y
caminando hacía su extremo sur se encuentra otra desde donde fotografiamos la salida aparente
del Sol atrás del Pico de Anáhuac del Popocatépetl durante el solsticio de diciembre, ambas pocitas
se dirigen hacia el este.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Más abajo de estos elementos hay una peña que tiene forma de trono con su respaldo, viendo
hacía el noreste, que muy bien pudo ser utilizada como sitio de observación solar. Es importante
mencionar que no hay diseños con escaleras y terracitas dentro de este conjunto ceremonial y de
observación calendárica. Además, este cerro de Xochitepec fue uno de los sitios donde Tlacaélel
derrotó a los xochimilcas y desde ahí incitó a sus guerreros para entrar a Xochimilco (Durán, 1984,
Tomo II, cap. XII: pág. 10 (30)).
5.9.2.5. Segunda loma del Xochitepec.
Hacia el sur donde hay otro conjunto de pocitas.
Ejemplo (59):
Localización estructura circular (Plano 1);
N 19° 15’.292
W 99° 08’.350
Altura: 2 499 m.s.n.m.
Bajando de está loma caminado por la vértebra del cerro llegamos a una formación circular medianamente trabajada, ahí es el último sitio donde descansa la cruz cristiana durante la fiesta de la
Santa Cruz, antes de llegar a su base en la cima más alta antes descrita.
Ejemplo (60):
Localización de pocitas sobre la vereda (Plano1):
N 19° 15’.191.
W 99° 08’.396
Altura: 2 502 m.s.n.m.
Nos dirigimos hacía la elevación cercana encontramos gran cantidad de obsidiana, cuchillitos y
puntas de flecha rotas, subiendo a su cúspide y luego bajando por su angosta pendiente donde
hay unas peñas viendo al oriente, seguimos el camino que nos lleva a un conjunto de pocitas que
fueron labradas en las rocas que forman los escalones naturales de esta vereda, este punto es muy
cercano al sitio donde se pone el Sol durante el solsticio de invierno visto desde la pirámide de
San Lucas.
Desde aquí la visibilidad del observador u ofrendador es plena, ya que domina tanto el horizonte oeste como el este. Sí caminamos más hacía el Sur hacia otra loma encontramos un conjunto
de peñas y en su último montículo hay vestigios que parecen ser de una pequeña estructura.
Ejemplo (61):
Localización pocitas (Plano 1);
N 19° 15’.162
W 99° 08’.410
Altura: 2 501 m.s.n.m.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
5.9.2.6. Tercer loma del Xochitepec.
Hacia el oriente donde hay gradas, dólmenes con pocitas y abajo de ellas una cueva.
Ejemplo (62):
Localización del Banquito (Plano 1);
N 19° 15’.141.
W 99° 08’.187.
Altura: 2 431 m.s.n.m.
En la parte media del cerro, empieza una vereda que desciende por su falda oriental y nos conduce
a un lugar donde se encuentra una piedra puntiaguda que tiene la particularidad de almacenar
agua en su parte media durante la temporada de lluvia, la llaman el banquito pues ahí hace su segundo descanso la cruz cristiana durante su celebración el 3 de mayo, día de la Santa Cruz.
Ejemplo (63):
Localización de Dólmenes (Plano 1), figura (94);
N 19° 15’.162
W 99° 08’.130
Altura: 2 394 m.s.n.m.
Siguiendo el camino, viendo al oriente hay unas especies de gradas y luego a unos metros más abajo, hay unas piedras que asemejan unos dólmenes, éstos tienen en su superficie unos pocitos muy
desdibujados (fig. 94), muy parecidos a los del cerro Xilotepec en San Gregorio Atlapulco (fig. 55).
Figura 94. Dólmenes con cazoletas, en el cerro de Xochitepec. Pueblo de Santa Cruz Xochitepec. Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1995-1996.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Ejemplo (64):
Localización de Cueva (Plano 1);
N 19° 15’.138
W 99° 08’.108
Altura: 2 366 m.s.n.m.
Estos diseños cóncavos, actualmente destruidos, quizás sirvieron para indicar donde empieza el
camino que conduce a un abrigo montañoso o cueva de escasos 2 metros de profundidad, que
en su base hay una pileta rectangular y en lo alto de su bóveda se encuentra un espacio donde un
observador se puede sentar para ver la salida del Sol. Desde aquí se ve los volcanes Popocatépetl e
Iztaccíhuatl y la iglesia de San Bernardino, desde la cual, sabiendo su ubicación se puede localizar
a simple vista esta cuevita. Y desde la loma principal se ven el cerro Zacatepetl y Cuicuilco, el Judío
y el cerro de la Estrella, donde también hay petroglifos, maquetas y pocitas.
Así el Xochitepec también cuenta con varias cazoletitas en sus lomas y con él se cierra el circuito de pocitas y réplicas en miniatura de la región de Xochimilco.
5.10. Altares solares de piedra en Santa Cecilia Tepetlapa y San Bartolomé Xicomulco.
Altares de piedra desde los cuales se hacían observaciones solares y rituales en ciertas fechas.
5.10.1. Pueblo de Santa Cecilia Tepetlapa.
Iglesia de Santa Cecilia.
Localización:
N 19° 13’.077’
W99° 05’.868
Altura: 2 500 m.s.n.m.
Su altar se encuentra hacia el oriente y su puerta está dirigida al poniente hacia el Ajusco.
5.10.2. Sitio las Peñitas en el pueblo de Santa Cecilia Tepetlapa.
Ejemplo (56):
Localización Las Peñitas (Plano 1), figura (89);
N 19° 12’.800
W 99° 05’.711
Altura: 2 599 m.s.n.m.
El sitio las Peñitas, donde se encuentran las maquetas o réplicas en miniatura del paisaje, se localiza
a las afueras del pueblo de Santa Cecilia, en su límite Sur, más allá de la iglesia, antes del crucero
que conduce hacia el Teoca, Xicomulco, San Salvador y Tlanepantla.
En una formación montañosa originada por la erupción del volcán Teoca, hay un cerro no
muy elevado, que domina todo el horizonte local poniente, en la parte más alta y en su falda
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occidental, se encuentran una serie de varias peñas que coronan la ladera sureña del monte, en ellas
se representaron terracitas, caminos, canalitos y pocitas. (fig. 89).También en lo alto de esta formación cerril, pero en su extremo norte hay restos de algunas estructuras prehispánicas.
El sitio de “Las Peñitas” se compone de un conjunto de grandes rocas, que coronan la cima y la
falda del cerro, que se localizan una de tras de otra, extendiéndose hacía el voladero, dos de ellas están tendidas mostrando sus caras más planas, la primera es puntiaguda, mientras que las otras dos
tienen una superficie horizontal, solo en dos de ellas se presentan diseños tallados que representan
al paisaje en miniatura, dividido en dos secciones o en dos soportes pétreos y que sólo pueden ser
vistos estando arriba de las piedras.
En la peña que está en medio es alargada y colocada en forma horizontal, en su superficie plana
y en su centro, presenta una red de canalitos o caminos que se combinan con pocitas, uno en medio del sistema y otros dos o tres hacía el poniente. Dentro del pequeño complejo hidráulico hay 3
pocitas poco profundas, son aproximadamente 19 canales, y la superficie ocupada en el diseño es
de 40 cm. de ancho por 60 cm. de largo. Hacía el extremo sur se levantan unas pequeñas escaleritas
que dan acceso a esta pequeña ciudadela o lugar, y conectan con la parte más alta, también pueden
ser las escaleras de un templo. Viendo todo el conjunto tallado, aparenta ser un ala de alguna ave.
En la cara oriental de este mismo soporte pétreo hay un diseño terraceado, formado por un conjunto de escaleras con 18 peldaños. Mientras que en otra sección de la misma superficie, en el borde
poniente, hacia el precipicio, se labraron unos rectángulos, con una especie de surcos o escaños que
podrían ser la representación de tierras de labor o terrazas.
Si vertimos algún líquido en su sistema o red de canalitos, este empieza a funcionar concentrándose el agua en medio formando un lago y derramándose el exceso del líquido hacía el lado
norte de la piedra y cuando el Sol va bajando y está mojada la superficie, esta brilla y adopta un
color dorado. Este diseño nos recuerda mucho “el sistema hidráulico en miniatura” de la maqueta
de Acalpixca (fig. 33).
Junto a esta peña, y entre las otras rocas, hay un espacio donde cabe una persona parada viendo hacia el poniente, hacia las puestas del Sol, hacia el Ajusco. Cerrando este recinto al occidente
hay otra piedra alargada y puntiaguda, sobre sus caras verticales se tallaron unas escaleritas que
culminan en la cima de la piedra, es un conjunto de escaleras dobles, cada hilera con 10 peldaños,
rematando en su cúspide por un nicho o terracita, así que ambas escaleras dan un total de 20 escalones, miden 30 cm. de largo por 10 de ancho. Por su simetría, sus pasamanos y sus capillas, sus
dobles escaleras, podemos decir que es la representación de un templo indígena en miniatura visto
de frente, donde el soporte pétreo aparenta la falda de una abrupta montaña, y que en su cima se
construyó una pirámide (fig. 89).
En el lado derecho, en la cara Sur de esta misma aguda peña, casi en su centro, hay otra representación ya muy desgastada de terracitas y otras escaleras en espiral o en forma de serpiente que
inicia arriba de la roca y continúa en curva hasta la parte baja de la piedra. Este diseño serpenteado
tiene más de 20 escalones, que arriba culminan en una pocita o cueva, su parte ancha de los escalones es de 5 cm. y de largo son 55 cm. Hacia su extremo sur casi en su borde hay otro conjunto de
escaleras de 13 escalones ya más imperceptibles miden 30 cm. de largo por 5 cm. de ancho. Podemos decir que en este soporte pétreo se ocuparon varios estilos en los tallados escalonados y que
tenemos una serie de números, que se acercan a las cifras calendáricas de 13, 18 y 20, aunque éstos
son relativos por las condiciones mismas del diseño (fig. 89).
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Podemos concluir que ambas peñas son representaciones en sí mismas de montañas o cerros,
con escarpados picos, territorio donde se construyeron instalaciones indígenas y por tanto es una
porción del paisaje, que reproduce en miniatura un sitio real, imaginario o mítico.
5.10.3. Particularidades solares del sitio de las Peñitas en Santa Cecilia Tepetlapa.
Estas peñas labradas tienen la particularidad que desde ellas se domina el horizonte occidental,
no así, el oriental. Es decir, podría haber estado especializado en la observación de las puestas
solares. Desde esta maqueta se puede ver el sitio donde se encuentra la pirámide de Topilejo y la
pocita “Topilejo” (fig. 70), formando parte del horizonte calendárico poniente por donde transita
el Sol, a lo largo del año, y este sitio tiene la propiedad, que las representaciones en miniatura
ven hacía el Ajusco, que sirve como marcador solar en este lugar al ponerse el Sol en sus picos en
fechas importantes. Es bueno anotar que el conjunto de peñas no es un elemento que haya sido
orientado por el indígena, sino la propia naturaleza se encargó de proporcionarle una ubicación
privilegiada, para la observación solar y el hombre solo seleccionó y marcó el lugar con relieves
y petroglifos.
El lugar es estrecho por lo que los ofrendadores u observadores tuvieron que ser un grupo
pequeño, pero desde aquí vimos la puesta del Sol el día 19 de marzo, ocultándose en el pico con
vestigios, llamado Cruz del Marqués en el volcán Ajusco, faltando 4 días para que llegue al Pico del
Águila en este mismo volcán, el día 23 de marzo, la duración del ocaso desde que toca el círculo el
horizonte hasta que se oculta detrás es de 2°30’ realizándose de las 6:25,15 a la 6;27:45. P.M.
Por el momento no hemos encontrado alineamientos solares, en esta fecha, con otros sitios en
la montaña de Xochimilco.
La Iglesia de Santa Cecilia, fue Capilla Poza (1704), y cuyas puertas miran al poniente, están
orientadas hacia el Ajusco, tiene la particularidad de tener el mismo horizonte calendárico que las
peñitas, pues se ubica a pocos metros del sitio. Aquí, se observa el día 19 de marzo ponerse el Sol
en el Pico del Águila del mismo volcán, teniendo 5 días de diferencia con las peñas donde el astro
se oculta en el mismo punto el 23 de marzo.
Además, desde este templo colonial, durante el equinoccio, el sol se pone en el Pico del Águila
del Ajusco, teniendo la misma posición solar que la vista en esta fecha desde la réplica en miniatura
y la pocita de Xicomulco (fig. 88), formando un alineamiento solar, es decir, que viendo la puesta
del Sol, desde cada uno de los sitios, el astro se oculta en el mismo sitio, teniendo la misma posición
solar en el horizonte.
Desde la Iglesia de Santa Cecilia se domina el horizonte poniente, pero hacía el Oriente es nula
la visibilidad, porque la formación montañosa donde se encuentran los diseños tallados de las peñitas, es muy alto e impide ver hacía el territorio oriental. La réplica y pocita de Xicomulco no se
ve desde aquí, pero su alineamiento con el templo se detecta viendo la misma posición del sol en
el horizonte en el mismo día y visto desde ambos sitios a la vez, es decir no es necesario ver desde
arriba como se acostumbra con nuestros modernos planos, para captar la relación espacial y solar
entre sitios, claro que esto solo es válido y posible en lugares en los cuales la distancia no sea muy
grande, ya que esta característica deja de funcionar cuando hay una gran extensión entre los sitios
que se quieren relacionar.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
5.10.4. Réplicas en miniatura de terrazas agrícolas en Santa Cecilia Tepetlapa.
Ejemplo (65):
Localización Terracitas (Plano1);
N 19° 12’.931
W 99° 05’.680
Altura: 2 590 m.s.n.m.
Al norte del sitio de las peñitas, caminando por estos riscos, hay un camino que bordea el cerro,
luego baja y se junta con otra vereda, en este punto se encuentra otro monolito, a largado y puntiagudo, y tiene una altura que rebasa los dos metros y en su cara lateral que ve al Oriente, se talló un
diseño terraceado ya muy deteriorado y muy difícil de identificar su contenido, apenas se perciben
varias hileras de terracitas. También esta tiene pocitos en la cúspide, como las de Santa Cruz (fig.
36) y San Lorenzo y Nativitas (fig. 63).
5.10.5. Pocitas en piedra dentro de una terraza en Santa Cecilia Tepetlapa.
A un lado del monolito descrito arriba, pasa una vereda que nos conduce a unas escaleras que
permiten el acceso a una gran terraza, y extendiéndose a todo lo largo de la falda del cerro, ahí, a
pocos metros del voladero, hay un conjunto de dos piedras aparentemente aisladas y conviviendo
con las tierras de labor. En una de ellas hay una pocita en la superficie de la piedra y terracitas en su
cara que mira hacia el poniente, el observador o el ofrendador vería hacia el horizonte occidental
dominado por el volcán Ajusco, la Palma y el San Miguel.
La relación de estas maquetas y la iglesia de Santa Cecilia y su alineamiento solar con otras
réplicas en Xicomulco nos da una relación muy importante con el Ajusco, el equinoccio y la fecha
del 23 de marzo registrada en el horizonte calendárico de Cuicuilco.
5.10.6. Réplica de un templo, pocita y trono asociada al culto solar y al equinoccio en San Bartolomé
Xicomulco en Milpa Alta.
Ejemplo (66):
Localización Trono (Plano 1), figura (95);
N 19° 13’.013
W 99° 04’.128
Altura: 2 565 m.s.n.m.
De Santa Cecilia se continúa por la carretera que pasa por el volcán Teoca, luego a pocos kilómetros
llegamos al pueblo de San Bartolomé Xicomulco que pertenece a Milpa Alta. Del lado suroriental
de la iglesia patronal, parte una calle asfaltada que conecta con el camino real que da acceso a la
zona de reserva ecológica. Esta es una gran cañada que sube desde el Barrio de Tecacalanco en Santa Cruz Acalpixca, y llega a la parte más alta de la montaña, desde aquí empieza el sistema agrícola
terraceado que regulan el agua que desciende del bosque.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Continuando por la tradicional vereda que corre a la orilla de la barranca y bordea las terrazas
agrícolas, a poca distancia del pueblo de Xicomulco, se encuentra un conjunto rocoso elevado, son
grandes paredes de piedra volcánica, que forman varias columnas alargadas que corren en dirección de Norte a Sur. Sirviendo de pared y separando a estas lengüetas de lava, se encuentran tierras
planas que ahora son ocupadas en las labores agrícolas. En una de estas vértebras volcánicas, se
encuentra una cueva y desde ahí, en su cresta comienza una larga hilera de piedras que culminan
en el peñasco que remata está loma. En éstas peñas hay un trono muy rudimentario dirigido hacia
el poniente hacía la puesta del Sol, hacia el norte se aprecia el Cerro de la Estrella y parte del lago
de Xochimilco y la Sierra de Santa Catarina.
Regresando hacia el sur por encima del camino de piedras y a pocos metros del trono, hay otro
conjunto de rocas, en una de ellas, en su cara que ve al oriente, se talló en su parte media el diseño
de un sistema de terrazas agrícolas, con siete escalones que miden 25 cm. por 10 cm. de ancho, y sus
alfardas, que culminan en un nicho de 11 x 11 cm., dando un total el relieve de 36 cm. La cuevita o
el nicho no coincide con el borde de la piedra como en otros tallados de este tipo ubicados en otros
sitios. El labrado ya es muy endeble, sin embargo, nos permite apreciar que este diseño escalonado
simula un templo indígena y el soporte pétreo, simboliza un cerro, no necesariamente con formas
iguales a los montes contiguos. (fig. 88).
Acabando esta roca, hay otra contigua al borde de la pendiente, en su cima, en su superficie
horizontal, se talló una pocita de 10,5 cm. de diámetro, con un pequeño canalito. El pocito tiene
forma cilíndrica y ocupa casi medio litro para llenarse, pues es un poco profundo y tarda más tiempo que otras tacitas en filtrarse el líquido. Esta peña simboliza un cerro, y en su cima su depósito
interno de agua (fig. 95).
Figura 95. Pocita cilíndrica con un pequeño canalito que ve hacia la puesta equinoccial, poniéndose
el Sol en el pico del Águila del Ajusco. Camino a San Bartolo Xicomulco, Alcaldía Milpa Alta, Ciudad
de México. Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
Alrededor de ellas hay más piedras pero sin diseños, pero que en conjunto forman un mismo
lugar, dividido en dos secciones o montes, donde todas forman parte del conjunto en miniatura
del paisaje circundante idealizado, es decir, no necesariamente con formas iguales a los cerros contiguos, pero si donde cada roca simboliza un cerro, y que puede estar localizados en esta región o
fuera de ella. Si continuamos caminado por la vértebra de esta loma, más al sur, encontramos otro
conjunto de piedras, que en una de sus caras se ven unas terracitas, acompañadas de un pocito,
pero por su estado de deterioro, no es posible definir sus formas.
5.10.7. Particularidades y alineamientos solares de la pocita y el templo indígena de Xicomulco.
La réplica del templo y la pocita, se tallaron en las caras de la piedra que ve al oriente, por lo que el
usuario tendria que estar parado al Poniente para ver los diseños. Además, esta lengua de lava es
poco elevada, por lo que la loma contigua, no permite observar al horizonte oriental, por lo que el
lugar así como el trono, está especializado en la observación del horizonte poniente, es decir, de los
ocasos solares.
Es importante decir que desde aquí hacía el Sur las formaciones montañosas locales son las
prominencias por donde transita y se oculta el Sol, durante el solsticio de invierno, pero no hay un
punto predominante que sirva como marcador del ocaso solsticial. Pero para la posición solar equinoccial, la cosa cambia, el horizonte local, corta exacto la falda del Ajusco, solo permitiendo ver su
joroba donde está el sitio conocido como Cruz del Marqués y el prominente Pico del Águila, donde
hay un sitio prehispánico y donde exactamente sobre él se pone el Sol en el equinoccio. Más al norte
se puede ver el Cerro Palma y el San Miguel, Así que es un punto estratégico donde el horizonte
local solo permite observar el pico más alto del Ajusco. El trono y la pocita, están ubicadas en el
único sitio que se puede observar el acontecimiento solar, sobre el Pico del Águila, si nos movemos
perdemos el ángulo de visión y se pierde el volcán, ya no sirviendo como marcador. Las maquetas
o réplicas en miniatura del paisaje tuvieron un posible uso ritual durante los ocasos equinocciales y
otras fechas calendáricas importantes. Por otro lado al igual que las pocitas del sitio Las Peñitas en
Santa Cecilia Tepetlapa, las de San Bartolo Xicomulco, también se especializaron en la observación
de los ocasos solares.
Por otra parte, encontramos un alineamiento solar entre las réplicas de Xicomulco y la iglesia
patronal de Santa Cecilia que abre sus puertas hacia el poniente y que en el día equinoccial, visto el
ocaso solar desde cada uno de estos lugares, el Sol se oculta en el mismo sitio; En el Pico del águila
del Ajusco.
5.11. Las Pocitas del cerro Acopiaxco en el pueblo de Parres en Tlalpan.
Ejemplo (67), figuras (96, 97);
En compañía del arqueólogo Elías Rodríguez, visitamos la cima del cerro Acopiaxco, que se encuentra al oriente y enfrente del poblado de Parres, lugar que fue parada del tren y antes punto
importante de la ruta, que seguía el camino real al estado de Morelos y Guerrero. En la falda norte
de este cerro, encontramos un alineamiento natural de varias piedras que miran hacia lo que fue la
Cuenca de México, desde aquí se pueden apreciar las salidas del Sol durante los amaneceres atrás
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
de los cerros que pertenecen y limitan a Xochimilco y Milpa Alta, así como las puestas solares atrás
del Ajusco y el cerro Pelado.
Es un conjunto de piedras propias del lugar, que se extienden alineadas casi en línea recta de
oriente a poniente, mirando hacia el norte, en la superficie y base de ellas, se encuentran pocitas
que no tiene muchos indicios de haber sido talladas por el hombre, algunas son pequeñas y muy
profundas y penetran al interior de la piedra (fig. 96).
Son cuencos un poco diferentes a las pocitas de Milpa Alta y Xochimilco, pero presentan la
particularidad de estar formando un conjunto bien alineado y propenso a hacer utilizadas como
punto de observación, y ocupadas como altares para rituales propiciatorios (fig.97).
Figura 96. Pocita profunda en la falda del cerro Acopiaxco en Parres. Alcaldía
Tlalpan, Ciudad de México. Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2008.
Figura 97. Piedras alineadas con pocitas profundas en la falda del cerro Acopiaxco en Parres, Alcaldía Tlalpan, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2008.
Es importante decir que se encuentran en una zona alta y casi todo el año es fría y poco propensa para
cultivar maíz, pero si apta, por ejemplo, para la papa. El terreno es muy pedregoso, lo que hace difícil
su exploración y ocuparlo en las labores agrícolas, no hay indicios de terrazas de cultivo, y hay antecedentes de haber sido un tupido bosque, todavía hasta hace pocos años. Además tiene la región la caractéristica de albergar uno de los manantiales más grandes de la zona, ubicado al interior en una pequeña gruta del cerro Tulmiac, que al entrar en ella, se tiene la sensación de que está lloviendo adentro
del cerro, esta agua se llevo desde tiempos prehispánicos hasta los pueblos y el centro de Milpa Alta.
Además es región de tornados y trombas, ráfagas de aire y se encuentra en un circuito de volcanes
que tienen la particularidad de tener cráteres cónicos y formar parte de circuitos rituales y donde aun
ahora se llevan a cabo ceremonias religiosas y ser algunos de ellos parte de las rutas de peregrinación
hacia el santuario de Chalma. De nuestras visitas a estos cerros se han encontrado algunos vestigios
arqueológicos, cerámica y lítica, que hablan quizás de una esporádica y antigua ocupación humana.
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5.12. Datos comparativos: Las terrazas agrícolas o para la explotación de la sal, del sitio de
Hierve el Agua en Oaxaca.
Un caso particularmente interesante es el de Hierve el Agua en Oaxaca que los investigadores James A. Neely, S. Christopher Caran y Bárbara M. Winsborough que han estudiado el sitio, entre
otros autores aún no se ponen de acuerdo, si el diminuto sistema de terrazas construido en las faldas de los cerros de este emplazamiento oaxaqueño, sirvió para extraer la sal de las aguas alcalinas
del manantial o sirvieron para cultivos rituales agrícolas. Por el momento, a nosotros nos interesa
más la descripción del lugar, pues pensamos que nos puede ayudar a imaginarnos como lucieron
los cerros terraceados de este asentamiento y que luego sus redes de riego, fueron talladas en piedra. Es decir, que sirvieran las formas del paisaje real como modelo, para labrar sitios idílicos por
el tallador indígena.
Este sitio es de singular interés por sus aguas de manantial y por la espectacular geografía en
que está enclavado, además presenta características que son muy importantes para el tema de las
maquetas prehispánicas, pues consiste en todo un sistema de riego formado por un gran ojo de
agua, en la cumbre del cerro, cuyo líquido es conducido por pequeños canales y pocitas, a las terracitas.
El conjunto aparece fosilizado, lo que nos permite conocer e identificar los elementos que formaron parte de la producción basada en terrazas y que estos son los motivos pensamos nosotros,
los que sirvieron de modelos, para tallar en piedra pequeños paisajes.
Así de este lugar oaxaqueño tomaremos datos comparativos, que nos permitan visualizar, a
manera de ejemplo, los diseños en miniatura de terrazas agrícolas, con pocitas y canalitos que se
encuentran en los cerros que circundaron a la sede indígena de Xochimilco. En Hierve el agua, hay
una serie de pequeñas pozas unidas por diminutos conductos y canales y construidas alrededor de
las terracitas que van descendiendo la falda del cerro, en la parte alta hay una explanada llamada
“El Anfiteatro”, desde donde pueden admirarse las cascadas fosilizadas que forman parte del mismo
sistema. A este nivel se encuentran los manantiales permanentes y donde da inicio la red de riego
prehispánico que describiremos a continuación.
Hierve el Agua o La Cascada de Sal3, es uno de los sitios arqueológicos cuyo paisaje geográfico
fue casi en su totalidad modelado, por las aguas salinas de su permanente manantial. Está localizado aproximadamente 12 Km., al sureste del pueblo de San Pablo Villa de Mitla, sobre la pendiente
que da hacia el sureste en las montañas de El Guirone.
En lo alto de la meseta central, en su cima está el sitio que se conoce como Cascada Grande,
donde existe una construcción de forma piramidal que algunos han identificado como juego de
pelota y que está asociado al sistema hidráulico de irrigación. El nudo montañoso donde se ubica
se encuentra rodeado por los cerros Nueve Puntas, San Bartolo, y Yegillache, este último guarda
una relación muy estrecha con Hierve el Agua, ya que se encuentra justo enfrente de las cascadas y
comparte con ellas el mismo valle (García, 1990: 8).
Hierve el Agua se ubica en las rutas comerciales que dan acceso de la ciudad de Oaxaca a la sierra mixe, por lo que era un paso obligado y estación de descanso para los indígenas de esta región.
3 Revista México Desconocido No. 20, julio 1978, p.1
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Este lugar presenta pendientes artificiales niveladas donde se construyeron terrazas agrícolas en
miniatura dentro de un área de más de un kilómetro cuadrado y en su parte alta brotan de forma
natural manantiales permanentes, cuyos flujos parecen “hervir” debido a las emisiones de gas producido por el dióxido de carbono, que contiene su agua.
El líquido salino “baja en cascadas, por el frente de los riscos, hasta confundirse con las aguas
del arroyo Hormiga Colorada, que corre en el cañón, unos 300 metros más abajo. Corriente abajo, las aguas del ojo del manantial depositan carbonato de calcio calcítico, se forman así, pistas o
flujos de cubiertas trasvertidas en la superficie del suelo, y ‘cascadas estáticas’ en los frentes de los
riscos…” (Neely, 1990: 97).
Así, en nuestra visita en 1992, observamos que el agua alcalina del manantial ha formado un
paisaje que evoca a las descripciones indígenas de sus lugares mitológicos. El principal ojo de agua
ha desgastado la piedra hasta convertirla en dos pozas conectadas por medio de un canal hecho
en forma natural. Las paredes de las piletas y su fondo poco profundo son blancas y rojizas, dando
el aspecto de hielo petrificado, sobre el que fluye una corriente arremolinada de agua no caliente
aunque fuertemente efervescente, aparentando estar a punto de ebullición.
Luego el líquido se desborda y continua por pequeños arroyos que por la acumulación de sustancias salinas se convirtieron en delgados conductos de piedra en donde el hombre talló canales y
pocitas produciendo un sofisticado y extenso sistema de riego de terracitas agrícolas, basado en la
caída del agua hacia la barranca. En donde el flujo del líquido encontró rocas, las erosionó convirtiéndola en blancas cascadas y cataratas, en las cuales parecen escurrir gotas pétreas, debajo de algunos de estos torrentes estáticos se forman cuevas poco profundas con estalactitas y estalagmitas
hechas del mismo material alcaloide.
Todo el conjunto casi en su totalidad se construyó naturalmente y fue aprovechado productivamente por el indígena, por lo que estamos ante la presencia de un paisaje que llamó en gran medida
la atención del hombre y lo ocupó en sus actividades cotidianas. Aunque “Hierve el Agua” ha sido
reconocido como un probable lugar sagrado de los antiguos zapotecas, y se localiza en el corazón
de una sierra que durante el estiaje se caracteriza por su extrema aridez, mientras que en el sitio
abunda la vegetación y el agua permanentemente.
Prueba de la presencia humana son los innumerables “restos arqueológicos consistentes en una
variedad de rasgos característicos localizados dentro de un área de más de un kilómetro cuadrado.
Se hallan presentes por lo menos tres áreas residenciales con arquitectura de piedra, varias plazas
con pisos recubiertos de cal y un pequeño montículo con una plataforma, cuya superficie es de
piedra. Sin embargo, los principales restos arqueológicos están constituidos por un sistema de canales y terrazas entrelazados. El que estos canales y terrazas estén literalmente “fosilizados” in situ
a causa de la acumulación de travertino proveniente de las aguas de los manantiales, ha permitido
preservar los antiguos sistemas agrícolas de un modo que no tiene paralelo”… “Esta situación ha
permitido el estudio detallado y el análisis de un sistema agrícola casi en su totalidad, como se desarrolló a través de 1800 años, cuya ocupación continua del lugar y la práctica de la agricultura de
riego se calcula desde 500 a. C. hasta 1350 d. C.”(Neely, 1990: 97).
Según estudios de los arqueólogos, las primeras construcciones datan de los años 500- 700
a. C., y el sitio fue abandonado hacia 1350 d. C. Durante más o menos dos mil años funcionó en
Hierve el Agua, de manera ininterrumpida, un complejo sistema de cultivo de riego, que se dejó
inexplicablemente antes del arribo de los españoles.” (Pérez, 1995). No sabemos si fue siempre el
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mismo grupo originario el que ocupó el lugar o fueron diversos grupos que realizaron actividades
en él durante este largo periodo de tiempo.
De la miniguía del INAH, hecha por Giselle Pérez Moreno (1995), que se basa en los trabajos
de James A. Neely, S. Christopher Caran y Bárbara M. Winsborough, resumiremos las principales
características de esta infraestructura hidráulica y agrícola.
La obra “se componía aproximadamente de 600 terrazas, de las cuales hoy subsisten 416, así
como 6375 metros lineales de canales.”…“Esta compleja red de cultivo cubría aproximadamente
17,000 m2, y estaba dividida en varios subsistemas centrados en torno a cada brote de agua; sus
unidades constructivas todavía pueden identificarse.”…“Las superficies de terreno plano se realizaron por medio de muros de contención cuidadosamente diseñados. La tierra de relleno,…fue
traída de zonas aledañas. Entre una terraza y otra se construyó un canal que debía adaptarse a las
pendientes y accidentes del terreno para evitar que el agua se saliera del cauce. En el borde superior
de los muros de contención también se construyeron canales por donde corría igualmente el agua
de los manantiales. Cabe señalar que los materiales con que fueron elaboradas las terrazas tienen
la característica de permitir que el agua pueda filtrarse a través del muro, de modo que el líquido
sobrante de una terraza se aprovechara en la terraza inmediatamente inferior.”
“Aunque este tipo de construcciones han sido encontrada en otros lugares de México, Hierve el
Agua se distingue por el número de terrazas en proporción con la superficie de tierra recuperada,
así como las fuertes en que fueron construidas. La estrechez de las terrazas..., se explica fundamentalmente por la técnica de cultivo utilizada, que consistía en el riego manual directo en cada planta
(también llamado riego a brazo), que se facilitaba si la distancia entre el canal y la planta era lo más
reducida posible. Colateralmente, al reducir la masa de tierra que debían cargar los muros, aumentaba su estabilidad y se reducían las posibilidades de que sufrieran un colapso.”
El riego directo en el tallo de cada planta reducía, el alto contenido de sales de esta agua, evitando su concentración sobre las hojas y permitiendo evitar cualquier desperdicio del agua de
manantial. Este riego manual se caracterizaba por un gran número de pocitos construidos a intervalos equidistantes, a lo largo de los canales, con la clara intención de facilitar la introducción de
algún recipiente para regar las plantas, estos se pueden apreciar aun en la zona del anfiteatro. “Los
canales originalmente se construyeron con barro o fueron excavados en la roca o en la tierra. Estos
ductos se vieron reforzados por los sedimentos de travertino que depositando el agua, recubriendo
su fondo y sus costados; la cara exterior de los canales también recibió similar recubrimiento por
lo que prácticamente se fosilizaron o “cimentaron. Otra interesante característica de este sistema es
que, gracias a la forma en que fue diseñado, era posible controlar el paso del agua entre las terrazas
abriendo y cerrando “compuertas” según las necesidades. Así se podían dejar en reposo determinadas terrazas, mientras otras eran cultivadas sin necesidad de desperdiciar el agua. Actualmente
existen más de 6000 m de canales en Hierve el Agua, y restos antiguos de edificaciones que fueron
reconstruidas y ampliadas varias veces. Si bien no existe consenso respecto al uso que tuvieron,
posiblemente se trataba de habitaciones de uso temporal. Hasta aquí acaba el resumen basado en la
mini guía de Giselle Pérez Moreno publicado por el INAH en 1995.
De nuestra visita en el año de 1991, invitado por el antropólogo Andrés Medina, pudimos ver,
que algunas secciones del extenso sistema de riego, en torno a la zona del anfiteatro, y donde existen
importantes vestigios, algunas secciones del pequeño sistema de riego aún funcionaban, distribuyendo el agua en sus pequeñas terrazas ahora ocupadas por plantas silvestres con coloraciones increíbles.
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Esté sistema hidráulico indígena se había planeado ocupando las curvas de nivel de la pendiente y en los pequeños arroyos pétreos se habían tallado canalitos que unían cajas de piedra rectangulares que funcionaban como pilas reguladoras o depósitos de agua, que luego se dirigían otra
vez por medio de canalitos a pequeñas pocitas cónicas, de donde se sacaba el vital líquido- según
Neely- para llevar a plantas individuales. La red de pocitos y canalitos que parten del manantial se
ha determinado que se trata de un antiquísimo sistema de riego, único en su tipo en México, donde
se desarrollaba una agricultura intensiva, aprovechando el agua de los manantiales, en un terreno
con pronunciadas pendientes.
El conjunto en su totalidad era extenso pero con dimensiones muy pequeñas, ya que las pocitas poco profundas rara vez alcanzaban los 30 cm de circunferencia y los canales escasos 10
centímetros de ancho y esta pequeña red serpentina circundaba las terracitas que algunas tenían
escasos cuatro metros, por aproximadamente 10 metros de largo. El tamaño del sistema estaba en
proporción a la pequeña cantidad de líquido que viajaba a través de los conductos, ya que al dividir
su cauce en varios flujos disminuía su fuerza, pudiéndola regular su volumen con las cajas pétreas,
creando un torrente delgado, pero continuo y ocupar sólo el agua necesaria para cada terraza, permitiendo llegar el exceso del líquido a otras terracitas más abajo.
Precisamente de las facultades que presentaba el manantial, primero de ser un flujo permanente de agua y luego la posibilidad disminuir su volumen, fuerza y conducción por medio de canales
y pocitas, propicio la construcción de pequeñas terracitas, creándose un paisaje que al observador
lo sitúa en un mundo en pequeño, donde su tamaño está de acuerdo con los diminutos escurrimientos naturales del líquido.
Al llegar a este lugar de Oaxaca, se percibe el estar situado en un paisaje cultural en miniatura,
donde predominan sus dos pequeñas cascadas de “sal” y por primera vez podemos observar en
reales proporciones y en actual funcionamiento las pocitas y canalitos y demás elementos hidráulicos que fueron tallados en las maquetas prehispánicas ubicadas en lo que fue la antigua Cuenca
de México.
Las pocitas labradas en las piedras en Xochimilco, tienen un gran parecido con las pocitas del
amplio sistema hidráulico en miniatura de Hierve el Agua en Oaxaca, por lo que pensamos estar
en presencia de los motivos que sirvieron como modelo para reproducirlos en piedras fijas en toda
Mesoamérica.
Es decir, debió de ser bastante generalizado la construcción de pocitas y canalitos que verdaderamente funcionaban como sistemas de riego en las terrazas agrícolas de otras latitudes, pero que
sólo aquí en Hierve el Agua se conservaron por su fosilización. Existen dos hipótesis en cuanto al
uso de los canales y terrazas de Hierve el Agua, la primera propuesta es de Hewitt, Winter y Peterson quienes propusieron en 1987, que los canales y terrazas fueron usados para producir sales
comestibles, y que el sitio funcionaba como un centro de producción de sal para la región. Esta hipótesis no concuerda con la interpretación de Neely (1990: 97) acerca de que “los canales y terrazas
fueron usados para riego de cultivo intensivo y que el sitio funcionó para utilizar un recurso natural
escaso en esas regiones, el agua permanente”
Nosotros nos inclinamos por la hipótesis propuesta por Neely, la cual está ampliamente sustentada en su trabajo citado, ya que la producción de sal hasta nuestros días hubiera producido una
esterilización del suelo de las terrazas y aun ahora están cubiertas de vegetación, por otro lado las
pocitas ocupadas en la obtención salina por lo regular son poco profundas y con un fondo plano
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para permitir la evaporación del agua y permitir decantar el mineral en el fondo y esto no sucede
con las pocitas de Hierve el Agua, las cuales son cónicas y hondas.
Aquí proponemos que el sitio de Hierve el Agua, por las reducidas dimisiones de sus terrazas
y su diminuto pero extenso sistema de riego que propiciaba una agricultura intensiva, pudo influir
en los pensamientos y cosmovisiones de los antiguos mesoamericanos, en cuanto a la existencia de
exuberantes lugares míticos, de los cuales las réplicas luego se plasmaron en piedra extendiéndose
esta práctica en todo Mesoamérica.
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ANEXO 2
Datos comparativos de las réplicas en miniatura y las pocitas
en otras partes del mundo.
Las pocitas talladas en piedra, así como, las réplicas en miniatura, son labrados que se encuentran
en otras partes del mundo, hechos por variadas culturas y usados en múltiples actividades productivas, científicas, lúdicas y religiosas. Los estudiosos de estas obras han hecho varias propuestas que
van desde considerarlos como instrumentos musicales, herramientas, altares y recipientes ocupados en rituales y funerales, hasta considerarlos como espejos astronómicos para mirar el firmamento. Su existencia se advierte desde Chile, Bolivia y el Perú, Ecuador y Colombia, las Guyanas y
Venezuela, Brasil y Centro América, pasando por el área Maya y el centro de México, Áridoamerica
hasta Estados Unidos y Canadá. Fenómeno que se repite en Europa, Asía, África y Oceanía, por lo
que se hace útil conocer sus características, formas, significado y simbolismo en cada una de estas
culturas y comparar con lo que se tiene y se sabe de ellas en Mesoamérica. En algunas ocasiones
su función y significado se repiten, otras veces las interpretaciones y posibles usos se alejan, divergencias y diferencias que nos dan un panorama más extenso de sus posibles funciones en el mundo
indígena antiguo, por lo que es importante incluir un pequeño anexo comparativo que reúna algunos de estas diversos estudios de estos casi universales cuencos y de las réplicas en miniatura del
paisaje talladas en piedra.
6.1. Nombres como se conocen las pocitas en otros países.
a. “Cupstone” en Arizona..
En las culturas del suroeste de Norteamérica hay “Un elemento que ha llamado poco la atención de los arqueólogos, y que sin embargo constituye un importante diagnóstico cultural, es
la piedra con tácitas (cupstone). Lauro González Quintero, del departamento de Paleoecología
del Instituto Nacional de Antropología de México, me manifiesta haber visto en la orilla de un
riachuelo, en Arizona, cerca de la frontera mexicana, una roca con tacitas o copas en número
que no baja de quince. Las hay también en el área tarasca, como se verá al tratar de las culturas
de esa región”(Girard, 1976:T.I: 765. Énfasis nuestro).
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b. “Hominy-holes” en Norteamérica
En territorio de Estados Unidos de Norteamérica, Webb y Funkhouser... describen a las pocitas
como cavidades talladas en roca, que son “llamadas localmente ‘hominy-holes’, que se encuentran en los afloramientos de peña en el suelo de abrigos rocosos de la región del Río Green y
sus tributarios, en Kentucky...”(Armillas, 1950: 121).
c. “Moyitas o Pacchas” en Perú
Hay hoyitos de este tipo, tallados en las maquetas simbólicas denominadas “Las Moyitas” y
Lavapatas en San Agustín, Colombia, y en el monolito de Sayhuite, Abancay, Perú. ”Estas fuentes, compuestas por numerosos estanques o cisternas, cascadas, canalitos trazados en diversas
direcciones y pocitos o “moyitas” en los bordes, a través de los cuáles corre el agua formando
un conjunto de extraordinaria belleza, son pacchas talladas en las rocas…”
Debemos recordar que en el Oriente peruano, el utensilio sagrado o “cántaro” simbólico del
agua, es “conocido con el nombre de Paccha, o Patcha que significa Luna, chorro o arroyo de
agua…” (Carrión, 1955: 56 y 89. Énfasis nuestro).
d. “Cazoletas”o “Cocones” en España.
En Europa, España, hay estos tipos de pocitos con canalitos ubicados en los peñascos de los
acantilados, han sido fechados en épocas muy remotas, su uso probable para los arqueólogos
europeos, se ha establecido como recipientes para almacenar agua, pero no lo conectan con
algún uso ritual. Nos dice el arqueólogo que en la Piedra de la Romana, Olula de Castro (Almería) hay Cazoletas y canalillos, al igual que “En la Sierra de los Filabres existen numerosos
conjuntos de cazoletas. Cuando son del tamaño... parecidas a las mesoamericanas..., “reciben
el nombre de cocones y sirven para almacenar agua” (Martínez, 1995:20).
6.2. Antigüedad de las pocitas en Norte América, Centro y Sudamérica.
Uno de los motivos más importantes dentro del análisis de las réplicas prehispánicas, es sin duda la
de los pocitos que llamamos así por su estrecha relación con el agua y la lluvia y en ocasiones son
parte constitutiva de los modelos pétreos en miniatura de centros urbanos y terrazas agrícolas o se
encuentran en forma aislada, solas sin otro relieve o formando un grupo o acompañados con otros
pequeños diseños en piedra.
Por su parte Grieder (1982), nos dice que en Norte América, son bien conocidos los petroglifos
de tazas y canales y se extienden en un amplio rango geográfico, aunque hay dos regiones en las
cuales son más comunes, en los bosques orientales y en las Costas del Pacífico.
Entre la Isla de Kodiak, en Alaska y el Riverside Country en California, hay cerca de 60
sitios con tazas o tazas con canales. Estos petroglifos se encuentran frecuentemente en ciertas
áreas: En la región de Tsimshian en la Costa Británica de Columbia, a lo largo del río Columbia
arriba de Portland, que está asociado con el sistema de klamath, Sacramento y el río Truckee en
California y Nevada.
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Otro grupo de marca de tazas en piedra, se encuentra en los bosques orientales, que quizás
haya sido parte de una franja que se extiende desde Ohio, oeste de Virginia, Pennsylvania, New Jersey y la sureña New England, pero también hay tácitas desde Alabama a New York, donde William
Rotchie (1969:91, Tomado de Grieder, 1982:38), fecha estos tallados de 2980 a 1723 A.C. También
en Florida, en los pantanos cercanos al mar, hay una piedra con pocitas que se conoce como la
“Piedra de Miami”.
Muchos de los ejemplos orientales se labraron sobre pequeñas piedras, que caven en una mano
y por esta razón han sido considerados martillos o tuercas de piedra, su tamaño contrata con las
tazas que se encuentran en la Costa del Pacífico, las cuales fueron talladas en monolitos o grandes
peñas, aunque también en los límites de Ironton, Ohio se encuentran en rocas como de media tonelada (aunque hay tazas labradas en soportes areniscos), con más de 100 tazas y algunos canales.
En cuanto a la temporalidad de las pocitas y canales “Cup and groove”, en Norteamérica, los
estudiosos Robert Heizer y Martin Baumhoff en 1962, concluyen en sus investigaciones que estos
tallados presentan un estilo que ellos llaman “Pit and Groove” era “mucho más antiguo que otros
estilos” como el “Stillwater Facetted” y probablemente fue separado de su sucesor más próximo
“Great Basin Curvilinear Abstract”, pero los diseños de copas y canales, fueron también hechos en
periodos más tardíos, incluyendo la presente etnografía moderna.
Esos investigadores basan sus propuestas en torno a la temporalidad de los “Pit and Groeve”, en
los niveles arqueológicos más tempranos que se conocen en la región, vigentes en el momento que
ellos escribieron, dando su cronología de 5,000 a 3,000 años antes de Cristo.
En cuanto a los datos que aporta la etnografía actual de Estados Unidos, encontramos que
algunos pueblos nativos de California, todavía hacen y utilizan ceremonialmente, rocas marcadas
con copas en pleno siglo XX. Heizer y Baumhoff, apuntan que las mujeres Pomo, pican marcas de
copas sobre peñas, cuando quieren quedar embarazadas, y los Shasta hacen ceremonias y perforan
rocas para hacer y parar la lluvia. Se sabe que Los Hupa, Tolowa, y Karak, tienen “Piedras de Lluvia”,
pero no se sabe si ellos tallaron las tácitas y canalitos.
No podemos tener la certeza, si estos diseños, son ejemplos, de un fenómeno de continuidad
en su uso a lo largo de varios periodos históricos o de reutilización de estos pocitos por diferentes
grupos, aunque la primera es la teoría más probable.
Según las fechas más conservadoras de Haizer y Baumhoff, para estos tallados cóncavos habría
una persistencia de casi 7,000 años.
Por su parte Raphael Girard (1969), en su artículo “La Misteriosa Cultura olmeca en Guatemala”, da a conocer varias piezas arqueológicas pertenecientes a esta antigua civilización indígena,
ubicadas en los municipios de La Democracia, la Gomera y La Victoria, en la costa del Pacífico de
este país centroamericano. En un rancho a 4 Km. de la finca “San Antonio”, perteneciente a la jurisdicción de La Gomera, rica en yacimientos arqueológicos, que distan alrededor de 20 Km. de las
riberas del Pacífico guatemalteco, Girard documenta con una curiosa roca, empotrada en el suelo,
que mostraba tres cavidades hemisféricas de 21 cm. de diámetro por 13 de profundidad parecidas
a las que el autor, había visto en Venezuela y otras partes de Sudamérica.
“Por su posición al pie del montículo central –de los tres que limitan al oriente una plaza ceremonialpuede presumirse que se trata de un altar. Sus tres cazoletas tienen la misma forma y dimensiones que
los envases hechos de la corteza del fruto del jicaro (crescentia cujete), llamados guacales, utilizados
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por los mayas contemporáneos para uso exclusivo del culto a la fertilidad. Los colocan sobre el altar, y
depositan en ellos las ofrendas rituales a los dioses de la lluvia y de los mantenimientos. Llama la atención la recurrencia del número tres, tanto en la fila de montículos, como en las cazoletas. El 3 es una
cifra sagrada de la teogonía maya y se relaciona con el culto a los dioses de la lluvia y de los alimentos.
Pero aún hay más. El glifo Agua de los mayas está compuesto de tres círculos dispuestos en triángulo,
con sus respectivos apéndices ofidiformes, o tres ramificaciones que arrancan de un centro común y
adoptan diversas modalidades morfológicas. Esos tres círculos del glifo Agua, por su forma y su disposición en triángulo, podrían ponerse en relación con las tres cazoletas cavadas en el altar de piedra del
centro ceremonial de San Antonio” (Girard, 1969: 28).
Los petroglifos “Cup and grove” se han encontrado en dos sitios en América del Sur, así, cerca de
Warapoco Creek en Guyana, los investigadores Clifford Evans y Betty Meggers en 1960 encontraron
grandes rocas graníticas con este tipo de relieves en piedra. Ubicadas a lo largo de la orilla del río,
presentan las marcas de canalitos y tácitas que tiene arriba de 20 cm. de diámetro, que pudieron servir
como afiladores de hachas y morteros, pero hay hoyos perfectos, que puede derrumbar esta hipótesis.
Lejos de ahí, en el interior de Brasil, en Abrigo do Sol en el Estado de Mato Grosso, cerca del
río Galera, en los abrigos rocosos ribereños, han sido encontrados diseños de vulvas triangulares y
otros petroglifos lineales que presentan etapas más desarrolladas del simbolismo, asociadas a ellos,
hay tácitas y canalitos, que fueron tallados en diferentes etapas históricas.
Las excavaciones brasileñas, proveen la evidencia que el “Pit and Groove”, ya se había difundido en América antes del periodo del nivel “alto de Mar.”, que fue aproximadamente 8000 a 9000
años atrás. La vasta extensión geográfica donde se encuentran estos tallados puede confirmar su
gran antigüedad.
Los hallazgos de pocitas y canalitos, en la selva brasileña son muy importantes, pues extiende
su existencia de estos tallados de estilo temprano, hasta el mismo corazón de los países sudamericanos, cuyas fechas de elaboración, se consiguió a partir de la técnicas de radiocarbono, hasta antes
del 7000 a.C., llegando tal vez a un periodo de 12,500 a 10,000 a. C (Puttkamer, 1979, tomado de
Grieder, 1982: 41).
6.3. Piedra del mapa en San Juan de Colón en Venezuela.
El uso del término “mapa” para designar éstas piedras labradas, parece haber estado muy difundido en América, desde antes de la primera mitad de este siglo, ya que se emplea este término, en
una guía turística de Venezuela.
A continuación resumimos su texto:
“La llamada ‘piedra del mapa’ y otras piedras célebres con grabaciones antiquísimas.” están en
San Juan de Colón cercanas a San Cristóbal (68Km) frontera con Colombia, a las afueras de Michelena (18 km), prueba que allí existió un antiguo asentamiento, dejando grandes piedras donde se
observan caprichosas figuras y jeroglíficos grabados, hachas de roca labradas y monolitos tallados
en forma de bancos, otra que semeja una cabeza de esfinge”. “El mapa pétreo se encuentra a mitad
de una calle de San Juan, es una piedra de 3.80 mts. por 3.50 y 2.85 y en todas sus frentes, curiosos
jeroglíficos que nos hablan de la civilización milenaria que ocupó la región (Fossa, 1940: 84-88).”
Es muy importante encontrar semejanzas en cuanto a las grandes dimensiones del monolito de
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Acalpixca y el de Venezuela. Desgraciadamente el autor no describe su contenido y no hay fotos de
su tallado.
6.4. Piedra del mapa en “Ciudad Perdida” Colombia.
En Colombia en el sitio arqueológico de “Ciudad Pérdida” existe otro ejemplo de éstos tipos de
diseños en donde los investigadores y gentes que conocen el lugar han llamado piedra “del mapa”,
pero como veremos más adelante difieren los motivos en esta roca localizada en Sudamérica de las
existentes en Mesoamérica. Empezaremos por describir la zona fronteriza con Venezuela, donde se
ubica esta piedra tallada.
“La Sierra Nevada de Santa Marta, un macizo piramidal de carácter insular, domina el Mar Caribe
desde la altura de sus picos nevados; asciende en tan sólo 48 km., desde el nivel del mar hasta los 5,775
m. siendo la montaña litoral más alta del mundo. En sus tres vertientes; norte, occidental y suroriental;
numerosos ríos forman valles encañonados en una topografía sumamente abrupta.”
“Aquí se han hallado…la huella de una de las más importantes culturas precolombinas que hoy se
conoce como Tairona. Los cronistas de la Conquista describen los numerosos poblados construidos
desafiando la topografía, sobre terrazas artificiales, con complejos sistemas de canalización y drenaje.
La población tairona fue muy densa:” unos vivían en comunidades sujetos a caciques y otros derramados y en behetría; Los pueblos pasaban de mil... las lenguas muchas.” “Su economía estuvo sustentada
por cultivos intensivos de maíz combinado con otros productos; con una alfarería y una orfebrería
desarrolladas. Una intrincada red de caminos de piedra permitió amplias relaciones comerciales, aprovechando así los productos del mar y los diferentes climas de la Sierra. El sitio arqueológico de “Ciudad
Pérdida” está localizado sobre el filo y las laderas de un ramal del Cerro Corea, desde donde se domina
visualmente el valle del Alto Buritaca. El rasgo sobresaliente del asentamiento es su área aterrazada
sostenida por muros de piedra acuñada. Las terrazas fueron construidas siguiendo las pautas desde la
configuración de la topografía; se adaptan orgánicamente al relieve, utilizando sus mismos elementos:
la tierra y la piedra. Las terrazas están comunicadas por caminos de pasos de piedra que conforman
una trama compleja con varias vías de acceso a la ciudad… La circulación por ellos fue evidentemente
peatonal y para una sola persona a la vez. El conjunto de caminos evidencia una jerarquía de rutas…
esta se refleja en el trazado, el ancho y la elaboración del camino. Asociadas a las cruces, marcando
algunos puntos de toma de decisiones, hay piedras grandes con formas particulares que hoy son hitos
reconocidos (e.g. piedra del sapo)” (Serje, 1984: 2-5).
Precisamente una de ellas es la “piedra del mapa”, que pasaremos a analizar.
La siguiente descripción de su diseño es nuestra y se basó en la ilustración que aparece en la
revista citada de donde sacamos las anteriores generalidades de la región y el sitio arqueológico:
En la superficie de una roca plana aparece una intrincada red de líneas que cruzan a otras perpendicularmente y se bifurcan formando cuadros, rectángulos, triángulos, y otras figuras irregulares, las cuáles parecen seguir los perímetros de cuartos y recintos, parcelas agrícolas fraccionadas,
terrazas bardeadas, patios y espacios aparentemente vacíos, hay líneas curvas que rodean algún
elemento ubicado en el territorio y al borde de la piedra los aparentes caminos terminan como
ramales de ríos.
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De hecho hay una jerarquización de ellas y hay algunas que cruzan su superficie de un extremo
a otro de la piedra, serpenteando y conduciéndose casi en línea recta, algunas terminan abruptamente, otras se dividen en varios ramales y continúan en varias direcciones o cambian su forma
recta por curva, en sí es un trazo bastante complicado, aunque se puede observar ciertas tendencias
sobresalientes y líneas rectoras del grabado.
En términos generales se puede decir que este tallado se refiere a las representaciones de redes
de caminos y su conexión con conjuntos urbanos y agrícolas ubicados en el territorio circunscrito
en la piedra, por lo que se acerca más a lo que podría ser un croquis de rutas de acceso a los lugares
representados.
La arquitecta Margarita Serje de la Ossa da las siguientes conjeturas del posible uso de éstas
piedras y nos dice:
“Asociado al sistema de circulación del asentamiento aparecen una serie de elementos líticos que marcan hitos en la ciudad. Estas piedras que evidencian la intención de haber sido conservadas, en ciertos
lugares con formas sobresalientes algunas, y otras con incisiones y grabados, se las ha denominado
Piedras de referencia, ya que registran sitios como cruces de caminos, áreas de toma de decisión y
aparecen al lado de algunos caminos, y en espacios de circulación en las terrazas (e.g. piedra del “Sapo”,
piedra del “águila”, el “reten”, etc.). Actualmente estas piedras han adquirido nombres y se consideran
como puntos de referencia, este hecho enfatiza la función que se les atribuye. Se pueden considerar el
conjunto de éstas piedras, al igual que los petroglifos como los integrantes de un sistema de señalización urbana que está pendiente de ser estudiado. Su correlación con la red de transporte y con el
carácter de los espacios a los cuáles se asocia, es fundamentalmente para comprender la estructura de
este “lenguaje” formal manifestado en toda la infraestructura lítica, que expresa la noción particular del
espacio de los habitantes” (Serje, 1984. 14).
6.5. Las réplicas con pocitas, son fuentes rituales de atracción mágica de lluvia.
Honduras, Perú y Colombia.
El americanista Raphael Girard (1977: 103 y192), al estudiar las Culturas del Formativo, que se
extienden desde el Sureste de Norte América, hasta al Noroeste de la Argentina y luego a las Antillas, encuentra varios paralelismos etnográficos y arqueológicos, entre estas civilizaciones, las más
antiguas de nuestro continente. Y nos dice, que no son sorprendentes las relaciones entre el arte
andino, y el centroamericano, pues corresponden al mismo horizonte cultural.
Uno de los motivos que se repiten en estas antiguas y lejanas culturas, son las piedras talladas
con pocitos y canalitos que analizamos en este trabajo, Girard se refiere al caso de los grupos mayas,
que usan este tipo de piedras en el ceremonial de inauguración del ciclo de lluvias, que es el mayor
del culto agrario y determina la siembra. Este ritual se llama chan (serpiente), que es también un
día del antiguo calendario chorti, equivalente a kan del calendario yucateco.
La mesa ceremonial de ofrendas que se prepara en esta ocasión, se denomina chan já
(serpiente de agua). Según Girard (1977) puede compararse a la mesa-serpiente de Copán
(Honduras), emplazada al pie de la escalinata de los jeroglíficos. Sobre este altar monolítico
corre el agua por diminutos canales y reservorios durante los ritos de atracción mágica de
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la lluvia, que los chortis, lejanos descendientes de los copanecos, celebran también en una
mesa-serpiente.
Estos altares del culto al agua que en su forma primitiva consisten en rocas con cavidades
hemisféricas, alcanzan su más alta expresión en las fuentes monumentales de Lavapatas (Colombia) y Sayhuite (Perú), que para Girard (1977; 103 y 192), no son creaciones de los incas, sino
anteriores a ellos.
6.5.1. En el sitio conocido como Kenko, cerca de la ciudad de Cuzco en Perú.
Tenemos un ejemplo en el mundo andino del uso ritual que le dan los actuales pobladores peruanos, al monolito de Kenko, lugar ubicado a unos 5 kilómetros del Cuzco, ahí en este extraordinario
soporte pétreo se labró una infinidad de escaleras y cuencos. En una de estas secciones del tallados
el más grande y vistoso que mira al oriente, los indígenas llenan al pocito de arriba de una bebida
de maíz fermentado, llamada Chicha la cual va descendiendo por un largo canalito en forma de
zigzag donde los recién casados y sus familiares cercanos acuden a tomar directamente el liquido
de la piedra en su descenso (fig. 98).
Por su parte Johanna Broda (1997b: 143) propone que: las maquetas constituyen una modalidad del uso ritual de miniaturas. “En los Andes al igual que en Mesoamérica el uso ritual de miniaturas pertenecía al culto de los dioses de los cerros, de la fertilidad humana y agrícola, y sobre
todo, de los ancestros.”
El uso como altares de estos relieves en miniatura también los podemos encontrar en Bolivia (fig.99)
Figura 98. Pocita con canalito en zigzag, por el cual desciende
el líquido vertido en el cuenco. Detalle del monolito de Kenko,
Cuzco, Perú. Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2000.
Figura 99. Réplica en miniatura de un edificio, quizá usado
como altar para colocar pequeñas figuras para el ritual. Tiwanaco, Bolivia. Foto: Rubén Morante, 2002.
6.6. Las escaleras en miniatura como parte de un culto a los ancestros y a la fertilidad.
En la etnografía moderna de los grupos huicholes, las escaleras tienen un importante valor
simbólico, casi siempre se relacionan con el descenso o ascenso del Sol en la bóveda celeste, que
más adelante anotaremos, pero también existe un simbolismo relacionado con las escaleras de
templos y patios, que conectan a la gente viva con sus antepasados.
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Es Philip Coyle (1997b: 93) quien “describe como el patio (tereseño) de mitote representa los cinco
escalones que conectan a la gente viva con sus antepasados deificados” (Samaniega 1996, s/f..Tomado de Neurath, 1998, 220. Énfasis nuestro). Es pertinente aclarar que estos escalones simbólicos
no son en miniatura.
Por otra parte en el Ecuador, Schávelzon (1987:17-22) encuentra que las representaciones de
arquitectura en miniatura, de casa y templos, es decir, maquetas hechas de cerámica eran posiblemente puestas dentro de las tumbas acompañando al muerto y que son muy comunes los modelos
“que en realidad funcionaban como recipientes para líquidos; éstas tuvieron un uso específico,
aunque pudieron ser usadas en entierros”. Muchos de éstos prototipos “poseen chimeneas, unas
están marcadas en el exterior, y otras arrancan directamente desde el suelo. Casi siempre éstas son
vasijas y la chimenea es la boca, es decir que se utiliza este recurso para transformar la maqueta en
un recipiente, sin afectar su forma” (Énfasis nuestro).
En Melanesia, Oceanía, las escaleritas en miniatura están relacionadas con ritos a la fertilidad y culto a los muertos, de los grupos indígenas que ahí habitan.
Peter Worsley (cf. 1980: 138), en su estudio de los cultos “cargo” de los negros taros de Melanesia y las islas Fidji en Oceanía, registra algunos ritos de fertilidad relacionados con un culto a los
ancestros donde se ocupa unas escaleritas en miniatura por donde ascienden los antepasados
para recibir la ofrenda de comida, dichas prácticas parecen existir desde 1885, en ese archipiélago
(Comunicación personal de la cita del texto por Dr. Druzo Maldonado, abril del 2000).
6.7. Función calendárica y astronómica.
En la parte más al sur del continente americano, en un sitio conocido como “El Encanto” en la Serena, Chile, hay un grupo de piedras planas en las cuales se esculpieron varias pocitas cónicas que se
llenan con agua de lluvia y algunas están unidas por canalitos, en una de ellas, parece ser que algunos investigadores, identifican una cola de la constelación de Escorpión y la Estrella del Sur (fig.17).
En Perú, en el sitio conocido como Chavin de Huantar, la investigadora María Scholten (1982,
Vol III : 23), menciona “la existencia de una ROCA, recuperada no hace mucho tiempo cerca de
la esquina Suroeste de la Plaza Principal de Chavin. En ella se han tallado siete “pocitos”, de los
cuales reproducimos una “foto aérea” tomada por Germán Costa. Si se habla de “siete”, y de cosas
enigmáticas, ya que piensa en la posible relación de estos pocitos con las “siete cabrillas” nombre
que daban los españoles a las Pléyades. Seguramente es por eso que en el pueblo de Chavin llaman
a esta roca: Choque Chinchay. Probablemente porque algún arqueólogo usaba el nombre Choque
Chinchay para la constelación de las Pléyades.”
También en Perú, en los Andes de la Provincia de Ayabaca, Piura, el Arqueólogo y antropólogo
Mario Polia (1995), estudió el perfil arqueológico de la cultura de los Guayacundos, Ayahuacas, que
pertenecen al período formativo (II-I milenio a. C.), de esta fecha datan los primeros complejos
de petroglifos y pocitas que aparecen en gran número en toda la región y se le han dado diversos
significados, y que algunas veces se les considera como altares.
Al igual que muchos elementos culturales que no se han comprendido en su verdadero uso
y simbolismo, se encuentran, “las piedras con tácitas tan difundidas en toda el área andina desde
el territorio norcolombiano hasta el sur argentino, y cuya relación intrínseca con el agua aun no
se ha esclarecido, existen propuestas distintas... como las de Raphael Girard..., que las conciben
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como fuente de atracción mágica de la lluvia o como espejos con fines astronómicos y que sin ser
excluyentes aun no están muy fundamentadas. “Es probable, a mí juicio, que existan las dos formas
y algunas rocas con tácitas estuvieran ligadas a las rogativas o pedimentos de agua y otras mucho
más elaboradas y ubicadas en sitios muy estratégicos sirvieran de espejos para analizar el firmamento”(Granda, 1998:12)1.
6.8. Función económica: Las pocitas usadas como morteros.
En la parte oriental de Estados Unidos de América, varios investigadores han encontrado marcas
de tazas y canalitos en las rocas ubicadas en los bosques, que van desde Ohio, hasta New York Estas tácitas que aparecen sobre pequeñas piedras, pueden sostenerse en una mano y por esta razón,
estos objetos han sido considerados como martillos o tuercas de piedra.
También en Sudamérica, cerca de Warapoco Creek en Guyana, Clifford Evans and Betty Meggers (1960) encontraron una roca granítica a la orilla del agua, con hoyitos de aproximadamente
20 cm. de diámetro, que interpretaron como afiladores de hachas y morteros (Grieder, 1982: 38 y
39. Traducción, resumen y énfasis nuestro). Por nuestra parte consideramos que por medio de un
taladro sobre la piedra y las concavidades analizadas, estas podrían haber servido para hacer fuego.
Podemos agregar una posible variante del uso de las pocitas consideradas como “herramientas” como sería la de ser objetos pétreos utilizados para hacer música, que sin entrar en una
directa función económica, creemos que resulta conveniente incluir aquí.
Pedro Armillas refuerza la hipótesis sobre el uso de las pocitas como morteros utilizados para triturar alimentos, y la sustenta indicando la presencia de vivienda cerca de las peñas que soportan
los tallados con pozuelos o “molcajetes” y nos dice, que su existencia se extiende territorialmente
más allá de los límites de Mesoamérica, llegando a Suramérica, hasta Argentina, Chile, en sitios
de Estados Unidos como en California y al otro lado del Pacífico, en Indonesia y del Atlántico, en
España y en el Estado de Guerrero en México.
En este mismo artículo, Armillas (1950: 120-122, 123 y 124) cita varios autores que hablan al
respecto y que a continuación exponemos:
Nos dice que Lothrop menciona que en Chuitinamit (“Atitlan”) aun en Mesoamérica, hay círculos y rectángulos que servían para contener la sangre de los sacrificios humanos: “Fuera de Mesoamérica, pozuelos semejantes son un rasgo arqueológico característico en California, especialmente frecuente en las partes central y septentrional aunque también se encuentran en el sur, por
lo menos en la zona de San Diego y en los distritos agrícolas del Pacífico hay centenares de pocitos
cónicos que eran utilizados como morteros para moler los alimentos, que Kroeber estudió en detalle... Por su parte “Webb y Funkhouser sosteniendo esta misma hipótesis de que los pocitos sirven
para macerar plantas frutos y semillas... describen cavidades, llamadas localmente “hominy-holes”,
que se encuentran en los afloramientos de peñas en el suelo de abrigos rocosos de la región del Río
Green y sus tributarios, en Kentucky: junto a ellas aparecen manos de mortero, de piedra. Pero la
1 Granda nos dice que estas hipótesis “Pueden verse en el trabajo de Raphael Girard: Historia de las Civilizaciones Antiguas de América, T.II., pág. 76. Sin embargo, al consultar el texto citado, la numeración no corresponde con el volumen II de la edición de 1976.
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profundidad de muchos de esos “hominy-holes” es tanta -hasta alrededor de 65 cm. en algunos
casos, siendo el diámetro solamente entre 18 y 20 cm- que deben haber requerido un método especial de moler. Continúa Armillas, “en Suramérica… morteros semejantes… se encuentran en el
noroeste argentino llegando en su distribución hasta las sierras de Córdoba. Francisco de Aparicio
describe los de Tolombón”..., “en los valles calchaquíes al noroeste de Tucumán y los de las sierras
de Córdoba y de San Luis” en Chile... donde “bedrock mortars are the most common remains. Las
dimensiones de 202 morteros en peñas varían entre 7 y 32 cm de diámetro máximo y hasta 32 cm.
de profundidad. “Al otro lado del Pacífico, en Célebes central y en Sumatra meridional (meseta de
Pasemah)… y en Indonesia”, y nosotros podemos agregar que en España también se encuentran
morteros semejantes. Van der Hoop los describe como “stones with a flat upper surface in which
one or more circular hollows of aproximately 6 inches diameter and depth had been made. The
local population calls them lesung batu, “stone rice mortars”...”.Finalmente Armillas propone una
utilización de los pozuelos en forma multifuncional y nos dice que “por analogía con los morteros en peñas de California y de Argentina me parece seguro que los del lugar arqueológico de la
Soledad de Maciel ubicado en la Costa Grande de Guerrero, y por encontrarse éstas pocitas como
aquéllos situadas en zonas habitacionales pudieron servir como morteros para la preparación y
maceración de alimentos.
También en Chile, en el Museo de la Isla de Pascua, en Viña del Mar, afuera en sus jardines,
hay una gran roca de color amarillo, conocida como la “Piedra Tacita”, “Concon”, perteneciente al
período arcaico, 6,000 años a.C., se cree que era utilizada en la preparación de alimentos y trituración de semillas, plantas y frutas (fig.100).
Figura 100. La “Piedra Tacita”, “Concon”. Período arcaico:
6000 años a. C. Isla de Pascua Chile.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2003.
6.9. Las cazoletas (pocitas) en piedra usadas para almacenar agua (España).
El arqueólogo español Martínez García, en su artículo hace algunas reflexiones sobre la cronología de la pintura y la presencia de grabados rupestres en España y Portugal. Toca de una forma
rápida el tema de lo que llamamos en este trabajo “pocitas”, que se presentan asociadas a relieves
antropomorfos, cuadrangulares, cruciformes, círculos, herraduras, fechados en el siglo XVI y
Lanteira II (Granada).
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Este autor nos muestra lo que él llama Cazoletas y canalillos en la Piedra de la Romana, Olula
de Castro (Almería) y nos dice que en la Sierra de Los Filambres existen numerosos conjuntos de
estos hoyitos. Cuando son del tamaño que observamos en la foto -menos grandes que los reportados en Durango, México-, “reciben el nombre de cocones y sirven para almacenar agua” (Martínez, 1995:20)
En un contexto europeo para ser precisos en el territorio español y portugués, se han encontrado también pocitas en este caso con canalitos que las unen, motivos parecidos pero con un estilo
totalmente diferentes a las existentes en Mesoamérica. También ahí los arqueólogos han determinado su uso como recipientes para almacenar agua.
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Indice de Figuras
Capítulo uno
Figura 1. Castillo de arena, no corresponde a ningún edificio feudal real.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2008.
Figura 2. Réplica en miniatura de un templo católico. Puede representar a cualquier iglesia cristiana de México. El constructor la dedicó a la Virgen de Guadalupe.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 3. Réplica en miniatura en madera de una pirámide solar. Origen Huichol.
Fuente: Krickeberg, 1988:107.
Figura 4. Réplica en miniatura de cerros, llamados tepictoton, hechos de tzoalli, masa comestible.
En la parte superior, de izquierda a derecha se observa: Popocatépetl, Quetzaltépetl de Tetzcoco,
Iztactépetl o Iztaccíhuatl y Matlalcueye de Tlaxcala.
Fuente: Códice Florentino y Primeros Memoriales de Sahagún, según, López Austin, 1995:192.
Figura 5. Réplica en miniatura de Santa Cruz Acalpixca, Alcaldía Xochimilco en la Ciudad de México. Dibujo que muestra la cruz punteada (E), el sistema hidráulico en miniatura compuesto por
canales y pocitas (d), las estructuras escalonadas (b) y el sistema de terrazas agrícolas (c).
Fuente: Carmen Cook, 1955 y Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 6. Réplica en miniatura de un cerro circular terraceado y en su cúspide un pozo de riego.
Cerro de la Estrella, Alcaldía Iztapalapa, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 7. Réplica en miniatura del paisaje; sitio montañoso terraceado. En medio de la piedra hay
un hueco que puede servir como trono. Localizado en el cerro Mazatepetl o el Judío, Alcaldía Magdalena Contreras, Ciudad de México.4
Foto. Juan Rafael Zimbrón Romero, 2001.
Figura 8. Réplica en miniatura de una pirámide que en su cúspide tiene una pocita y junto a la
estructura una cancha de juego de pelota propensa a inundarse. Xochicalco, Morelos. Foto: Juan
Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 9. Peña que en sus caras laterales tiene pocitas, figuras geométricas, espirales y escaleras.
Localizada en el cerro Xilotepec o la Malinche, en San Gregorio Atlapulco, Nueva colonia de San
Martín, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1991.
Figura 10. Réplica en miniatura de un centro urbano, propenso a inundarse y almacenar agua de lluvia o líquido vertido. Ubicada en la ribera de un río en el sitio arqueológico de Plazuelas, Guanajuato.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2000.
Cuadro 1: Características de las réplicas con pocitas en Mesoamérica.
Figura 11. Piedra tallada con red de pocitas unidas por canalitos. “Sistema hidráulico en miniatura”.
Localizada en el cerro del Judío o Mazatepetl, Alcaldía Magdalena Contreras, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2001.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
Figura 12. Réplica en Miniatura, detalle: Cuerpo de un ave formada por pocitas y canalitos. Se
remarca la figura al verterle algún líquido. Chalcatzingo, Morelos.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 13. Piedra con pocitas cilíndricas. Chalcatzingo, Morelos.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 14. Piedra con pocitas cúbicas, en el cerro de Cocotitlán en Chalco, Estado de México.
Foto; Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 15. Panel con pocitas cónicas abajo del relieve en roca del Rey. Servía como ornamento
religioso donde se acumulaba agua del temporal y formaba parte del un sistema hidráulico real.
Chalcatzingo, Morelos.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 16. Réplica en miniatura de un centro urbano estilo no mexica con su cancha de juego de
pelota. Tallado, propenso a recibir y acumular agua en sus pequeños relieves. Tejupilco, Estado de
México.
Foto: Arqueólogo José Hernández, 2001.
Figura 17. Piedra con pocitas talladas, reproduciendo quizá algún cuerpo celeste. La Serena, Chile.
Foto: Eleanor Wake, 2003.
CAPÍTULO DOS
Figura 18. Réplica en miniatura de un centro urbano teotihuacano, con sus pirámides principales,
encontrado en el “Mundo Perdido” del sitio Maya de Tikal, Museo Nacional de Arqueología y Etnología de Guatemala.
Foto: Schmidt, et al., 1998: 510-511.
Figura 19. Plano donde se muestra correspondencia del conjunto arquitectónico del sitio Plazuelas
o el Cobre y la réplica en miniatura tallada en piedra (figura 10). Pénjamo, Guanajuato.
Fuente: Rivas, 2006 y Moguel Cos, et al., 1990
CAPÍTULO TRES
Figura 20. Representación iconográfica del cerro Tláloc.
Fuente: Códice Borbónico (según Broda, 1996:40).
Figura 21. El borde de la peña donde se talló el petroglifo del “Guerrero” en la cima del Xochitepec, parece reproducir el horizonte oriental del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. Alcaldía Xochimilco,
Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 22. Sistema hidráulico de terrazas en miniatura. Ubicado en Hierve el Agua, Oaxaca.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 23. Cruz punteada con pocita, localizada en Amecameca, Estado de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 24. Templo en miniatura en una piedra localizada en la ribera del río Aquiagua, en Tejupilco, Estado de México.
Foto: Arqueólogo José Hernández, 1998.
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Figura 25. Pocita en la línea de goteo de un abrigo montañoso, desde donde se observan las pirámides de Teotihuacán. Xometla, Acolman, Estado de México.
Foto: Alejandro Robles, 1992.
CUADRO 2: Principales características físicas y culturales de las piedras con pocitas.
CAPITULO CUATRO
Figura 26. Tepictoton de barro. Sitio de las Pilas y Museo de Cortés en Cuernavaca Morelos.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 27. Glifo topónimo de Teopantlan, formado por un templo de cinco niveles, con nueve
escalones viendo hacia el sur, saliendo el Sol por atrás de él.
Fuente: Códice Mendocino, 1964.
Figura 28. Las escaleras del Padre Sol. Sitio de los Monos, en la Sierra Madre Occidental, en los
límites de Sonora y Nayarit.
Fuente: Peter Furts y Stuart Scott, 1975.
ANEXO 1
Figura 29. Complejo A: Estructuras escalonadas y escaleras.
Fuente: Dibujo basado en Carmen Cook, 1955.
Figura 30. Figura de un pájaro formado por un conjunto de canalitos y pocitas, que al verter agua
se dibuja el contorno del ave.
Fuente: Dibujo basado en Carmen Cook, 1955.
Figura 31. Tallado punteado de la cabeza de un águila.
Fuente: Dibujo basado en Carmen Cook, 1955.
Figura 32. Tallado punteado de la cabeza de una serpiente.
Fuente: Dibujo basado en Carmen Cook, 1955.
Figura 33. Sistema hidráulico en miniatura en la piedra. Mapa de Cuahilama. Santa Cruz Acalpixca, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1990.
Figura 34. Sistema de canalitos y pocitas que forman el cuerpo de un pato en la piedra. Mapa de
Cuahilama. Santa Cruz Acalpixca, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1990.
Figura 35. Cruz punteada sobre la que se talló el cuerpo de una víbora, un águila y un pato. Fuente: Dibujo basado en Carmen Cook, 1955.
Figura 36. Réplica en miniatura de un cerro terraceado. En la cima hay nichos que simulan capillas de templos. Ubicada en el cerro de Cuahilama. Santa Cruz Acalpixca, Alcaldía Xochimilco,
Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1991.
Figura 37. “El Cenote”, cerro terraceado con su depósito interno de agua (pocita con terrazas).
Localizado en el cerro Cuahilama, Santa Cruz Acalpixca, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2003.
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Figura 38. Conjunto terraceado en la grieta de un cerro. Panteón de Tecacalanco, Santa Cruz
Acalpixca, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2001.
Figura 39. Rostro de Tláloc en la grieta de un cerro. Panteón de Tacacalanco, Santa Cruz Acalpixca, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2001.
Figura 40. Figuras antropomorfas en el fondo del abrigo montañoso. Panteón de Tacacalanco,
Santa Cruz Acalpixca, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2001.
Figura 41. Terrazas agrícolas en miniatura, con su sistema de riego, en el techo del abrigo montañoso, viendo hacia la barranca. Panteón de Tacacalanco, Santa Cruz Acalpixca, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2001.
Figura 42. Representación del Sol y círculos. No es muy antiguo el tallado. Barrio de Tecacalanco,
camino a Xicomulco. Santa Cruz Acalpixca, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2002.
Figura 43. Tres profundas pocitas en la parte alta de una peña, ubicada en el crucero del camino
hacia Xicomulco y Santa Cecilia Tepetlapa, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 44. Altar con terracitas dividido en tres partes, dirigidas al norponiente, al borde de la
barranca que comunica a San Lorenzo, Santa Cecilia, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2001.
Figura 45. Pocita ovalada en el montículo 3. Ubicado en los límites de Santa Cruz Acalpixca y
Nativitas. Horizonte del montículo de San Lorenzo, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2003.
Figura 46. Réplica en miniatura del paisaje, conjunto de piedras con pocitas y escaleras, ubicada
en la barranca que limita Nativitas, Zacapan y Santa Cruz Acalpixca. Alcaldía Xochimilco, Ciudad
de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
Figura 47. Pocita en una peña a orilla de la barranca. Posiblemente sirvió como recipiente o altar
para rituales dedicados a la deidad femenina que se encuentra a unos cuantos pasos. Localizada en
el cerro Xilotepec o la Malinche en San Gregorio Atlapulco. Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1995.
Figura 48. Petroglifo de un danzante, vestido de Xipe Tótec en el cerro Xilotepec o la Malinche.
San Gregorio Atlapulco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1991.
Figura 49. Escultura de una deidad femenina, quizá Cihuacóatl, en el cerro Xilotepec o la Malinche. San Gregorio Atlapulco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Francisco Rivas Castro, 1998.
Figura 50. Pocita cilíndrica tallada en la peña de un acantilado, en los límites territoriales de San
Gregorio Atlapulco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Figura 51. Figura escalonada en forma de trapecio, que tiene una línea en su contorno. Esta piedra
puede servir de trono. Ubicada en los límites territoriales de San Gregorio Atlapulco., Alcaldía
Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
Figura 52. Altar con pocitas viendo hacia el Teutli. Tiene escalones de acceso y un nicho en la parte
baja. Se ubica en los límites territoriales de San Gregorio Atlapulco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad
de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
Figura 53. Piedra Larga, camino a San Bartolomé Xicomulco. Santa Cruz Acalpixca, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1997.
Figura 54. Relieves escalonados o terrazas agrícolas en miniatura, antes de Piedra Larga, camino a
Xicomulco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1997.
Figura 55. Pequeñas pocitas asociadas con diseños geométricos, espirales y escaleras, labradas en
las caras laterales de la piedra, en el cerro Xilotepec o la Malinche. San Gregorio Atlapulco, Alcaldía
Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2002.
Figura 56. Nicho de piedra en el remate de una barda, en el cerro Xilotepec o la Malinche. San
Gregorio Atlapulco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2002.
Figura 57. Cruz punteada, teotihuacana, en el cerro Xilotepec o la Malinche. San Gregorio Atlapulco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
Figura 58. Pocita asociada con una carita, en el cerro Xilotepec o la Malinche. San Gregorio Atlapulco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
Figura 59. Petroglifo de un caracol cerca de un manantial. Bomba de agua de Nativitas, Alcaldía
Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1991.
Figura 60. Dado calendárico que sirve de base a la cruz atrial de la iglesia de Nativitas Zacapan.
Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1991.
Figura 61. Réplica en miniatura de un sitio terraceado. Ampliación Nativitas Zacapan y San Lorenzo. Paraje Tehuapanco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2003.
Figura 62. Réplica en miniatura del paisaje. Reproducción de un conjunto de cerros terraceados. Ampliación Nativitas Zacapan y San Lorenzo. Paraje Tehuapanco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2003.
Figura 63. Réplica en miniatura de un cerro terraceado. Ampliación Nativitas Zacapan y San Lorenzo. Paraje Tehuapanco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2003.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
Figura 64. Terrazas en miniatura en la falda de un cerro que forman las escaleras de un templo. En
la cima tiene una pocita. Ampliación Nativitas Zacapan y San Lorenzo. Paraje Tehuapanco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2003.
Figura 65. Trono de piedra, en el sitio el Mirador de San Lucas Xochimanca, Alcaldía Xochimilco,
Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
Figura 66. Altar con pocitas, en el sito el Mirador en San Lucas, Xochimanca, Alcaldía Xochimilco,
Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
Figura 67. Réplica en miniatura de cerros terraceados, tallado ubicado en la orilla de un río, en San
Mateo Xalpa, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
Figura 68. Réplica en miniatura de un cerro terraceado, ubicada junto al río, en San Mateo Xalpa,
Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto. Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
Figura 69. Personaje labrado en la orilla de un río, en San Mateo Xalpa, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
Figura 70. Pocita tallada en una peña que ve al voladero. San Miguel Topilejo, Alcaldía Xochimilco,
Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1998.
Figura 71. Glifo del cerro o topónimo, con una pocita que forma un espejo de agua. Sitio de los
Olivos, en Tulyehualco, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 72. Diseño de la mitad de una cruz punteada, en la barda sur de la iglesia de la Asunción.
Alcaldía Milpa Alta, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 73. Conjunto de pocitas talladas en piedra, en las afueras del pueblo de San Lorenzo, Tlacoyuca. Alcaldía Milpa Alta, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 74. Castillo pirotécnico con ruedas, en un monolito del cerro Tecpayo. San Francisco Tecoxpa. Alcaldía Milpa Alta, Ciudad de México. Pintura rupestre.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 75. Diablito pintado de blanco, en monolito del cerro Tecpayo. San Francisco Tecoxpa. Alcaldía Milpa Alta, Ciudad de México. Pintura rupestre.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 76. Escena taurina, en un monolito del cerro Tecpayo. San Francisco Tecoxpa. Alcaldía
Milpa Alta, Ciudad de México. Pintura rupestre en rojo.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 77. Escalera que llega a una pirámide, en un monolito del cerro Tecpayo. San Francisco
Tecoxpa. Alcaldía Milpa Alta, Ciudad de México. Pintura rupestre en blanco.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
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Paisajes tallados en piedra en Xochimilco y Milpa alta
Figura 78. Grafitis modernos sobre las escaleras y el templo, en un monolito del cerro Tecpayo. San
Francisco Tecoxpa. Alcaldía Milpa Alta, Ciudad de México. Pintura rupestre.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 79. Personaje que lleva en la cabeza un conejo, quizás sea un cazador camuflado, en un monolito del cerro Tecpayo. San Francisco Tecoxpa. Alcaldía Milpa Alta, Ciudad de México. Pintura
rupestre en blanco.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 80. Pocita de forma irregular, en la base de una cruz cristiana. San Antonio Tecomitl, Alcaldía Milpa Alta, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 81. Pocita sin tallar, poco profunda y sin canalitos. San Pedro Actopan, Alcaldía Milpa Alta,
Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2008.
Figura 82. Piedra con pocitas talladas, en su centro hay una de gran tamaño unida por canalitos a
otras ubicadas en sus extremos. San Pedro Actopan, Alcaldía Milpa Alta, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2008.
Figura 83. Piletita rectangular y profunda, en peñasco sobre el voladero. San Pedro Actopan, rumbo a Xicomulco, Alcaldía Milpa Alta, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2008.
Figura 84. Réplica en miniatura de terrazas agrícolas talladas en una peña, ubicada en una terraza
del cerro Cempoaltepetl. San Pedro Actopan, Alcaldía Milpa Alta, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2008.
Figura 85. Pocita labrada en una roca que mira hacia el Iztaccíhuatl y Popocatépetl, en el cerro
Xochitepec, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1995.
Figura 86. Petroglifo del “Guerrero” en la cumbre del cerro Xochitepec, desde donde se observa
salir el Sol atrás del cráter del Popocatépetl durante el solsticio de diciembre. Alcaldía Xochimilco,
Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1995-1996.
Figura 87. Monolito labrado con pocitas, en donde se hacían rituales, mientras el Sol salía en el
cráter del Popocatépetl durante el solsticio de diciembre, en Piedra Larga, Santa Cruz Acalpixca.
Presentándose un alineamiento solar con el “Guerrero” en el cerro Xochitepec, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Saulo Alquicira, 2018.
Figura 88. Piedra en donde se talló una estructura escalonada o templo con su nicho en la cima.
Presenta un alineamiento equinoccial con la iglesia de Santa Cecilia Tepetlapa, Localizada en el
camino de Acalpixca a Xicomulco. Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 89. Peña con estructuras escalonadas, escaleritas serpenteadas y pocitas en otras piedras
cercanas. Santa Cecilia Tepetlapa, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
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Juan Rafael Zimbrón Romero
Figura 90. Topónimo de Xochitepec y una iglesia dedicada a María Magdalena.
Fuente: Códice Cozcatzin, (1994, lámina 16r).
Ilustración: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2001.
Figura 91. Detalle del glifo topónimo de Xochitepec, el cual tiene un error pues dice Xochimilco.
Fuente: Códice Cozcatzin, (1994, lámina 16r).
Ilustración: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2001.
Figura 92. Salida del Sol el 21 de diciembre atrás del cráter del Popocatépetl, visto desde el petroglifo del “Guerrero” misma peña que presenta en su borde superior el relieve del Popocatépetl y
el Iztaccíhuatl (figura 21), en el cerro de Xochitepec. Pueblo de Santa Cruz Xochitepec cerca de
Tepepan, Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1991.
Figura 93. Pocitas y canalitos tallados en una peña del cerro Xochitepec. Pueblo de Santa Cruz
Xochitepec. Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1996.
Figura 94. Dólmenes con cazoletas, en el cerro de Xochitepec. Pueblo de Santa Cruz Xochitepec.
Alcaldía Xochimilco, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1995-1996.
Figura 95. Pocita cilíndrica con un pequeño canalito que ve hacia la puesta equinoccial, poniéndose el Sol en el pico del Águila del Ajusco. Camino a San Bartolo Xicomulco, Alcaldía Milpa Alta,
Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 1992.
Figura 96. Pocita profunda en la falda del cerro Acopiaxco en Parres. Alcaldía Tlalpan, Ciudad de
México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2008.
Figura 97. Piedras alineadas con pocitas profundas en la falda del cerro Acopiaxco en Parres, Alcaldía Tlalpan, Ciudad de México.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2008.
ANEXO 2
Figura 98. Pocita con canalito en zigzag, por el cual desciende el líquido vertido en el cuenco. Detalle del monolito de Kenko, Cuzco, Perú.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2000.
Figura 99. Réplica en miniatura de un edificio, quizá usado como altar para colocar pequeñas figuras para el ritual. Tiwanaco, Bolivia.
Foto: Rubén Morante, 2002.
Figura 100. La “Piedra Tacita”, “Concon”. Período arcaico: 6000 años a.C. Isla de Pascua Chile.
Foto: Juan Rafael Zimbrón Romero, 2003.
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