CAnelo, Pureza, Habitable. Antología poética, 1971-2018, ed. de José Teruel,
Sevilla, Renacimiento, col. Antologías, 2019, 170 págs.
sergio garcía garcía
Universidad Autónoma de Madrid
Con Habitable se publica, dentro de
la notoria colección de antologías de
la editorial Renacimiento, la primera
propuesta retrospectiva de la poesía
de Pureza Canelo (Moraleja, Cáceres, 1946), realizada por José Teruel,
quien ya en 2011 prologó la edición
conjunta de Cuatro poéticas, donde la
autora, a partir de un pulso o tendencia juanrramonianos, vuelve a presentar los textos de sus libros: Habitable (Primera poética) (1979), Tendido
verso (Segunda poética) (1986), Tiempo
y espacio de emoción (1994) y No escribir (Tercera poética) (1999). La labor
de Teruel no solo destaca por la propia selección de la poesía de Canelo,
con la que consigue demostrar y evidenciar a lo largo de los cincuenta y
dos poemas que la componen la que
para él es la mayor constante en la
obra de la escritora: «su deseo de habitar y desaparecer al mismo tiempo
en el poema» (pág. 28), sino también
por el estupendo prólogo que precede a las composiciones, mucho más
extenso que aquellos que acostumbran a aparecer en los distintos títulos de la misma colección, a partir
del cual el lector o la lectora común
asimilan ciertas notas o apuntes de
la poesía de la extremeña para poder
así alcanzar una experiencia lectora
mucho más rica y atenta. Asimismo,
resulta imposible no subrayar la breve nota a la edición, de la cual adolecen también algunas antologías de
Renacimiento, donde Teruel confiesa
la participación y la colaboración de
Canelo en la selección de los textos,
una nueva mano que no perjudica
ni entorpece la labor del crítico, sino
que la apoya y la complementa, y
mucho más en el propio caso de Canelo, donde la participación constante de la autora en el texto ya escrito
es inevitable, pues, como afirma el
editor, «su temperamento poético
la llevará conscientemente a volver
atrás: a la revisión de lo ya escrito,
del mismo modo que se repasa lo vivido» (pág. 29), ya que en su obra,
además, la poesía y la vida están estrechamente unidas, si no son en algunos puntos distintas experiencias
de una misma realidad.
El corpus de la poesía de Canelo,
del que da buena cuenta esta antología, comienza con Celda verde (1971),
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«una selección de sus primeros poemas escritos hasta 1969» (pág. 9),
al que le siguen Lugar común (1971,
Premio Adonáis de 1970), El barco
de agua (1974), Pasión inédita (1990),
Dulce nadie (2008), el ya referido Cuatro poéticas, A todo lo no amado (2011)
y Oeste (2013), y termina con Retirada
(2018), sobre el que escribe Teruel:
«La inevitable descreencia que atraviesa su último título no niega la fe
en el lenguaje. No se engañe el lector:
Pureza Canelo seguirá escribiendo.
Se percibe la insuficiencia de la vida,
pero no la del poder de redención de
la palabra» (pág. 27), y de ahí que la
antología finalice con nueve textos
del libro inédito Aire donde estuvo una
casa, fechado también en 2018. De la
obra literaria de Canelo cabe destacar, sobre todo, esa reflexión constante y transversal sobre la creación
poética y la propia naturaleza del
poema, que, como ya se ha mencionado, tiene un estrechísimo vínculo
con la vida; las palabras de Teruel ya
lo confirman en las primeras líneas
de su prólogo: «la trayectoria poética
de Pureza Canelo desde Celda verde
hasta Retirada está presidida por un
motivo: la autocrítica de la poesía y
de la existencia» (pág. 7).
Una poesía la de Canelo que surge durante su infancia extremeña, y
concretamente de aquella naturaleza
que se proclama como espacio ger-
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minal de los primeros textos poéticos y que se presenta además como
el espacio de desarrollo de la vida:
«Mi primer poema / lo dediqué al
junco, / a la veleta en el horizonte,
/ a mis perros que ya corrían para
alcanzarme / y morder de mi gaviota» (pág. 36), se lee en «Niñez ayer»
de Celda verde. Es también en este
primer poemario donde se relaciona
por primera vez a la poesía con el
agua; es más, la experiencia poética
asume un estado líquido que directamente la define como «un coloquio
/ que me bebe» (pág. 39), y, de ese
modo, como el agua que es capaz de
acceder a cualquier rincón, lo mismo
sucede con la poesía, que inunda la
vida de la poeta, llegando incluso a
sobrepasar a la muerte y, a su vez,
convirtiéndose en su propia vida,
como escribe en su siguiente poemario: «grandes manchas de poemas y matarlos / es morir más acá
de la muerte misma / sin destierro
posible y sin ojos» (pág. 45). En Lugar común aparecen por primera vez
la luz y la oscuridad, relacionadas a
su vez con el día y la noche; imágenes que utiliza Canelo de manera un
tanto conflictiva a lo largo de toda
su obra para designar y delimitar lo
expresado por la palabra tanto en su
plasmación en la página en blanco,
como en el interior del creador. La oscuridad es un estado necesario para
Habitable. Antología poética
la poeta en algunas ocasiones, como
en «El barco de agua», perteneciente al poemario homónimo, donde la
luz llega a presentarse como un «terrible adorno» (pág. 51), libro donde
también late en un espacio de nuevo
natural «la palabra flotando» (pág.
54) en el vivir de quien escribe, lo
cual clarifica la aparente sinonimia
que Canelo genera entre la poesía y
el agua: la primera no es torrente de
expresión, ni río ni océano, sino sed
y saciedad al mismo tiempo.
El aparente desdoblamiento de
la identidad de quien escribe cobra
protagonismo en el poema «Noviembre» de Pasión inédita, donde
el sujeto poético recuerda la llegada
a su vida de la figura de la poetisa,
que no es otra que la propia Canelo,
y, de nuevo, vida y creación se aúnan y se reivindican por igual frente
a la realidad extraliteraria: «No lo
olvidéis / a contra moda vivo / y
a contra moda escribo» (pág. 69). Y
esta tare de escribir-vivir solo es posible desde esa «dulce materia» (pág.
73) que es la soledad, como escribe
la autora en Dulce nadie con un verso más breve de lo habitual, y desde
la cual se plantea a lo largo de este
poemario una dialéctica, sinónimo a
su vez de nadie, de nada, entre contrarios, como entre el cielo y la tierra
en «Gato en el huerto», texto donde en la figura felina reside toda la
identificación telúrica de la autora.
En el texto de la antología se incluye
a continuación la versión revisada
de Cuatro poéticas, obra caracteriza
por la reflexión, más que metaliteraria, metacreativa, en la que, además,
Canelo deja constancia, pasando por
alto una explicación o justificación
sobre la revisión de sus composiciones —tampoco muy necesaria, por
otro lado—, de que si ella expresa
es porque ella vive: «Contaros me
hace falta. / Aunque algunos apunten / revisiones poéticas como ésta,
/ que quedará en su frontera. / Pues
entiendo que la novela del poeta /
es sangre bien unida» (págs. 93-94),
y porque escribir un texto supone
también habitarlo y, sobre todo, caminarlo a solas, como demuestra en
la prosa poética de Tendido verso, la
segunda obra que compone Cuatro
poéticas. La reflexión sobre la poesía
se realiza también desde la mirada
de la propia autora, de quien escribe: así, por ejemplo, en el poema
«Moguer», un logrado homenaje a
Juan Ramón Jiménez —como también lo es el poema «Hable el aire»
de No escribir, esta vez dedicado a
Claudio Rodríguez— Canelo busca
la maestría juanrramoniana a partir de la asunción de la mirada del
poeta, de una mirada residente en
la otredad desde la cual reconocer el
porqué de la escritura, como explica
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en «Ella y sus ojos», ya en Tiempo y
espacio de emoción. Te este compendio
de textos cabe destacar asimismo la
crisis surgida a raíz de la imposibilidad y la inutilidad de la expresión
poética, lo cual lleva en No escribir a
la negación de la palabra escrita, una
negación que, en palabras de Teruel,
«acaba siendo negada» (pág. 22) y
a partir de la cual se vuelve a asumir la vinculación de la vida con la
poesía, convertida en una «soledad
habitada», según escribe Canelo en
«Una mujer escribe su primer libro
de versos y me lo envía», texto con
una inevitable reminiscencia a las
cartas de Rike al joven Kappus y
donde la aurtora, más que desentrañar las claves poéticas de esa poeta
nobel que busca su maestría, descubre la vida de la joven que hay detrás de los versos, lo cual también le
permite recuperar la memoria de sus
primeros ejercicios líricos durante su
juventud. La experiencia vital, como
demuestra su siguiente poemario, A
todo lo no amado, reitera su maridaje
con la poesía —«Ruedo de papel /
es el vivir» (pág. 126), se lee en «Se
maltrataron»— y incluso advierte
de la materialidad de esta última, lo
cual se confirma en los poemas en
prosa de Oeste, cuando la pureza y
la esencia de la poesía, de esa verdadera «escritura sin filtro de acertijo»
(pág. 135), se funde con la naturale-
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za —posiblemente con aquel espacio original de la infancia de Canelo
donde surgieron sus primeros textos—, pero para desprenderse curiosamente de su materialidad, pues,
ante todo, la poesía manda y ejerce
su poder sobre la escritora.
La selección de composiciones de
Retirada, el último poemario de Canelo publicado hasta la fecha, recupera la crisis de la palabra escrita ya
expuesta en No escribir, aunque quizá lo más llamativo de toda la obra
sea el poema «El adiós verdadero...»,
en el cual se aprecia mejor que en
ninguna de sus otras composiciones
la enorme identificación entre la Pureza Canelo que escribe y la Pureza
Canelo que vive a partir de un ejercicio de autorreferencialidad: «¿Haber
llegado hasta aquí para abandonar?
/ Estuve en el desastroso escenario
de mi especie compartiendo. No
amé lo suficiente (A todo lo amado),
ni puse bien palabra con palabra (No
escribir), hubo llamada de soledad
plena (Dulce nadie), la vivencia de
mis orígenes como refugio de salvación (Oeste)» (pág. 147).
Para explicarse a sí misma y para
comprender su vida, Canelo debe
acudir a su obra. Los poemas con los
que se cierra la antología, pertenecientes al todavía inédito Aire donde
estuvo una casa, en los que convive el
Habitable. Antología poética
verso corto con la prosa poética, se
centran sobre todo en la búsqueda
de un espacio invisible que la autora identifica con la Casa, construida
a partir de los ecos y los recuerdos
de la infancia. Un lugar inmaterial
de naturaleza aérea, que lo envuelve todo y que, asimismo, está en todo
—«¿Qué haces pegada a la onda de
lo que fue si la Casa está clavada en
la Cruz del Aire»? (pág. 158)—, y
que solo perdura, o parece perdurar,
como no podría ser de otra manera
siendo Pureza Canelo quien los firma, en la propia poesía.
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