Antropologia Mèdica
ANTROPOLOGÍA, PSIQUIATRÍA Y ALTERIDAD
ANTROPOLOGÍA, PSIQUIATRÍA
Y ALTERIDAD
De los médicos etnógrafos
a la colectivización intercultural del cuidado
Antropologia
36
Rubén
MuñozMèdica,
Martínez
Col·lecció Antropologia Mèdica
Direcció
Angel Martínez (URV), Fernando Vidal (ICREA/URV)
Consell d’edició
Elisa Alegre-Agís (URV), Deborah Bekele (URV), Lina Masana (URV/UB).
Comitè assessor
Xavier Allué (URV), Arachu Castro (Tulane University), Josep M. Comelles
(URV), Martín Correa-Urquiza (URV), Coral Cuadrada (URV), Thomas Csordas
(University of California San Diego), Alice Desclaux (Aix-en-Provence), Mari Luz
Esteban Galarza (Universitat del País Basc), Jordi Farré (URV), Gerardo Fernández
Juárez (Univeridad de Castilla la Mancha), Alejandro Goldberg (Universidad de
Buenos Aires), Mabel Gracia (URV), Joan Guix Oliver (URV), Jesús Armando
Haro Encinas (El Colegio de Sonora, Mèxic), Claudi Haxaire (Université Bretagne
Occidentale), Janis Jenkins (University of California San Diego), Carl Kendall
(Tulane University), Ester Jean Langdon (Universidad Federal de Santa Catarina,
Brasil), Maria Antònia Martorell (URV), Cecilia Minayo (Fundació Oswaldo Cruz,
Brasil), Luis Montiel Llorente (Universidad Complutense de Madrid), Joan Muela
(URV), Rosa Osorio Carranza (CIESAS, Mèxic), Inma Pastor (URV), Enrique
Perdiguero (Universitat Miguel Hernández), Giovanni Pizza (Perugia), Oriol
Romaní (URV), Núria Romo Avilés (Universidad de Granada), Francine Saillant
(Université Laval, Canadà), Pino Schirripa (Sapienza, Roma), Ekkehard Schroeder
(AGEM+Redaktion Curare), Txema Uribe Oyarbide (Universidad Pública de
Navarra), Fernando Villaamil Pérez (Universidad Complutense de Madrid), Joana
Zaragoza (URV).
Membres honor
Arthur Kleinman (Harvard), Lluis Mallart Guimerà (París X), Eduardo Menéndez
(CIESAS, Mèxic), Sjaak van der Geest (Amsterdam)
Membres d’honor “in memoriam”
Josep Canals, Susan DiGiacomo, Tullio Seppilli
ANTROPOLOGÍA, PSIQUIATRÍA Y ALTERIDAD
De los médicos etnógrafos
a la colectivización intercultural del cuidado
Rubén Muñoz Martínez
Tarragona, 2021
Publicacions de la Universitat Rovira i Virgili
Av. Catalunya, 35 - 43002 Tarragona
Tel. 977 558 474 · publicacions@urv.cat
www.publicacions.urv.cat
Colección Antropologia Mèdica, 36
1.ª edición: abril de 2021
ISBN (papel): 978-84-8424-830-9
ISBN (PDF): 978-84-8424-831-6
DOI: 10.17345/9788484248309
Depósito legal: T 445-2021
Fotografía de cubierta: «Doppelgänger», Ivan (< https://ja.cat/DaDId>)
Cita el libro.
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por pares según las normas de la colección Antropologia Mèdica.
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Universitarias Españolas y de la Xarxa Vives, lo que garantiza la difusión
y comercialización de sus publicaciones a nivel nacional e internacional.
El hombre que se vuelve esclavo pierde la mitad de su
humanidad. Ya no puede imaginarse otro.
Plinio el Joven
No se trata de medicalizar la vida sino de desmedicalizar la
sanidad, facilitando la responsabilidad por parte del ciudadano
de a pie de un terreno que, tradicionalmente,
le ha sido escamoteado por la alianza del
técnico y el ideólogo.
José Luis Linares
TABLA DE CONTENIDOS
Agradecimientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Parte I. Contextos migratorios y de atención médica en Bélgica
y España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
Parte II. Atención médica y desigualdad en el sistema institucional
público . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
Parte III. Estrategias de inclusión en el medio asociativo e institucional
público . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
Parte IV. Los orígenes y tipos de praxis interculturales en salud mental
en Bélgica y España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
Parte V: El modelo occidental adaptado en la diversidad cultural . . . . 137
Parte VI: Cuando el médico se inspira en el chamán: el modelo
etnopsiquiátrico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
Parte VII. El cuidado desde los otros y su colectivización en los
márgenes: el modelo antipsiquiátrico intercultural . . . . . . . . . . . . . . 253
Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 285
Índice . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 311
7
AGRADECIMIENTOS
Muchas son las personas que me han apoyado en el proceso de escritura
de la tesis de doctorado y en su posterior transformación en libro. Quiero
darle las gracias, en primer lugar, a Juan Carlos Gimeno, mi director de
tesis, por sus consejos y su motivación para la culminación del trabajo,
así como para su publicación en libro. En segundo lugar, a los miembros
del comité de tesis, Carlos Giménez, Marí Luz Esteban, Joseba Achotegui,
Anne Marie Losonsczy y Luis Caballero, por su atenta lectura y sus enriquecedores comentarios.
Le debo un especial agradecimiento a Luis Caballero por su invitación al curso de doctorado de Psiquiatría Cultural en Madrid y su apoyo
durante el trabajo de campo. También a Philippe Jespers, por su apoyo
durante mi estancia doctoral en la Universidad Libre de Bruselas; a Johan
Leman, por sus comentarios sobre la tesis y su disponibilidad, y a Philipe
Woitchik, por la buena disposición que mostró a que realizase el trabajo de campo en la consulta de etnopsiquiatría del Hospital Brugmann,
de Bruselas, coordinado por él. Les agradezco a Aurelie y al equipo que
trabaja en L’Autre «lieu» su disponibilidad y apoyo para llevar a cabo las
entrevistas y la observación participante, y la posibilidad de asistir a las
actividades socioculturales que organizan.
Asimismo, les doy las gracias a todos aquellos profesionales de la salud mental y otros campos sociosanitarios por el tiempo que me han dedicado, así como por las reflexiones que han compartido conmigo y que
forman parte de este libro. También a los usuarios de los servicios del hospital Brugmann y a los inquilinos de las casas peul que me han ofrecido
sus voces y experiencias para la investigación.
La beca de movilidad en el programa de doctorado de la Universidad
Autónoma de Madrid me permitió llevar a cabo la estancia en Bruselas y
el trabajo de campo en Bélgica. La beca Erasmus Mundus, otorgada por
la Unión Europea, me ofreció la posibilidad de realizar una estancia de
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Rubén Muñoz Martínez
seis meses en la Universidad Nacional Autónoma de México dedicada a
avanzar en la escritura del presente libro y a publicar algunos artículos a
partir de esta investigación. Les agradezco a Lucía Álvarez y al Centro de
Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH)
de la UNAM su apoyo para dicha estancia.
San Diego (California), 26 de abril del 2016
10
INTRODUCCIÓN
Preámbulo
La inspiración, el proceso y los resultados de este texto han sido posibles
gracias a las valiosas contribuciones que realizan, en España y Bélgica,
actores sociales situados en diversos espacios institucionales y del ámbito
asociativo. Estas personas apuestan por un sistema (no solo teórico, sino
también de facto) de justicia social como es el derecho a una adecuada
atención médica en la diversidad cultural. Así como por el impulso de
nuevas configuraciones y modalidades de atención médica y acompañamiento, con fines curativos, que desde conjuntos sociales experimentales proponen relaciones sociales menos verticales, que las existentes en la
concepción clínica dominante, y la coproducción de saberes en torno al
proceso salud/enfermedad/atención-prevención (s/e/a-p).
Este libro es el fruto de una investigación doctoral, desde la antropología médica crítica, respecto a la cultura denominada psiquiatría; la cual
se inscribe en el marco simbólico-material y organizativo del, en términos de Menéndez (1984), modelo de atención biomédico hegemónico. Se
aborda aquí cómo la concepción monocultural dominante de su praxis y s
eficacia terapéutica es interpelada por un otro, las personas migrantes de
origen extranjero, que ve comprometido su acceso y disfrute a la atención
médica pública, al estar dirigida a la población de clase media y media/alta
autóctona (ver Kleinman, 1988 y Gailly, 2009).
Así pues, exploraremos la permanencia de esta cultura, su crisis y su
complementariedad, así como su transgresión en forma de relativización
a partir de la búsqueda de la eficacia terapéutica mediante tres modelos
de intervención intercultural1 en salud mental. Dichos modelos se ejem1 La atribución de la categoría intercultural se refiere (con especificidades distintas en cada
praxis, pero en un marco epistemológico compartido por todas) a la relevancia con la que
se aborda como sujeto de interés la dimensión cultural en los itinerarios e interacciones del
profesional sanitario y paciente, así como a la posición central que adquiere la consideración
de tender nexos o bien de reformular conflictos (Giménez, 1997) entre actores en situaciones
sociales de multiculturalidad significativa. La interculturalidad en dichas prácticas terapéu-
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Rubén Muñoz Martínez
plifican, a través las praxis de actores sociales significativos, en tres estudios de caso2 en el ámbito institucional hospitalario y en el asociativo de
Madrid y Bruselas. Estos son el modelo occidental adaptado en la diversidad cultural,3 reflejado en la formulación cultural de casos psiquiátricos
(FCCP) en el hospital Puerta de Hierro, de Madrid; el modelo etnopsiquiátrico, en la consulta etnopsiquiátrica del hospital Brugmann, de Bruselas,
y el modelo antipsiquiátrico intercultural, en las casas comunitarias peul de
la asociación L’autre «lieu», en Bruselas.4
Veremos los dispositivos adaptados para la atención de la alteridad,
a través del vector cultura-migración (dos primeros modelos), y la producción de un sistema colectivo de acompañamiento del padecimiento
mental. En los dispositivos adaptados para la atención de la alteridad, el
psiquiatra cuestiona la mirada biomédica dominante a partir de herramientas teórico-metodológicas de exploración y atención clínica adaptadas en la diversidad cultural; esto es: el autóctono cura al migrante. El
acompañamiento del infortunio, en cambio, se lleva a cabo por exiliados
ticas implica una dimensión de intercambio para adoptar una visión más amplia, relacional
y dinámica del propio concepto de cultura. Estos intercambios incluyen en algunos casos,
como veremos después, la incorporación en las consultas de modelos interpretativos, dispositivos y metodologías de intervención clínica inspirados en los universos culturales de
origen de los pacientes.
2 En la tesis original, defendida en 2010, se discuten seis estudios de caso, en el campo de la
salud mental, en Bélgica y España. Aquí se retoman tres al ser los más representativos, como
se explica después, en su línea de actuación conformada por el binomio cultura-migración.
Estos tres casos se ubican en Bruselas y Madrid; por ello, me referiré a partir de ahora a
ambas ciudades.
3 En la tesis de doctorado y algunas publicaciones derivadas de ella se define como modelo
occidental adaptado a las personas de origen extranjero debido a la adecuación con el sujeto
de estudio y a la continuidad teórica con la tipología de la propuesta de Leman y Gailly
(1991). Sin embargo, aquí he decidido cambiar el nombre para posibilitar una adaptación a,
como veremos, otros contextos y ejes de actuación, en ambos países y en el mundo, relacionados con la diversidad cultural y no exclusivamente con la migración. Por otro lado, me refiero a la adaptación en la diversidad cultural, en vez de a la diversidad cultural, al considerar
que la cultura psiquiátrica forma parte de esta diversidad.
4 Como veremos después, las dos primeras praxis interculturales se insertan en el ámbito
terapéutico institucional y público, y tienen el objetivo, que aquí se discute, de mejorar la
eficacia terapéutica con personas de origen extranjero. En el tercer caso, el objetivo principal
es una mejora de la dolencia psíquica a través de la convivencia intercultural, así como su
acompañamiento y mediación no profesional. Es en este sentido profano, en oposición al
universo profesional del modelo biomédico hegemónico, que nos referimos a la mejora en el
acceso a los cuidados de salud y al disfrute de estos en el ámbito asociativo.
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Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
peul (de Mauritania) hacia personas mayoritariamente autóctonas de Bélgica; esto es: el migrante cura al autóctono.
Mi interés particular por el acceso a la atención médica de la salud
mental de las personas de origen extranjero nació a raíz de una estancia
en Bélgica, en el año 2003, en el marco de una beca de movilidad en mi licenciatura en Sociología. Entonces fue cuando supe por primera vez de las
praxis de tipo etnopsiquiátrico que se desarrollaban allí y en París. Los dos
objetivos principales de mi análisis son: por una parte, hacer una aportación a la discusiones teóricas relativas al campo de la salud mental y las
ciencias sociales a través de la descripción, el análisis y la tipologización de
los casos. Por otra parte, que sea una herramienta práctica para aquellas
personas que, desde los diferentes ámbitos de esta área de trabajo, buscan
aproximaciones terapéuticas acompañamiento resolutivas en el abordaje
del padecimiento mental en contextos de diversidad cultural.
El marco analítico principal desde el que se lleva a cabo este estudio
consiste en la ubicación de las praxis en un espacio hipotético dividido
por los ejes del universalismo biomédico y el relativismo cultural, desde el anclaje del modelo biomédico hegemónico en el modelo occidental
adaptado hasta su relativización y oposición dialéctica en el modelo antipsiquiátrico intercultural. La ubicación en este espacio se analiza desde la
implicación política relativa a su colaboración en el cumplimiento de los
artículos pertenecientes a la Declaración de Alma-Ata, la Carta Social Europea y la Declaración Universal de los Derechos Humanos que defienden
el derecho de todas las personas a la igualdad en el acceso y disfrute a la
atención en salud.5
A su vez, a la luz de estos tres estudios de caso, se analiza y discute
la articulación entre conocimientos especializados teóricos y prácticos de
5 Señalaremos, en concreto, el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el 11 de la Carta Social Europea, relativos al derecho de toda persona a la asistencia
médica. En el apartado 1 de dicho artículo de la Carta Social Europa se subraya que, para garantizar el ejercicio efectivo del derecho a la protección de la salud, las partes contratantes (es
decir los Estados miembros de la Unión Europea) se comprometen a adoptar, directamente o
en cooperación con organizaciones públicas o privadas, medidas adecuadas para «eliminar,
en lo posible, las causas de una salud deficiente». Con un carácter más general, la Declaración de Alma-Ata, retomando lo recogido en la Constitución de 1946 de la Organización
Mundial de la Salud, subraya que la salud es el estado de completo bienestar físico, mental y
social y que para alcanzarlo es necesario que las necesidades fundamentales de las personas
estén cubiertas. En particular, por lo que aquí respecta, nos referimos a una atención en salud
eficaz, respetuosa con los derechos humanos y socioculturalmente pertinente.
13
Rubén Muñoz Martínez
disciplinas académicas como son la antropología social y cultural (y otras
disciplinas de las ciencias sociales) y la medicina (en particular. la rama
de la psiquiatría), que tratan de dar respuesta al fracaso de las terapéuticas
en salud mental interpeladas por la alteridad. Esto es, cuando los instrumentos teórico-metodológicos destinados al éxito de la praxis terapéutica
hegemónica ya no resultan suficientes para una nueva situación de multiculturalidad significativa6 en la consulta.
Esta situación apela a un descentramiento, en forma de relativismo de
los preceptos culturales dominantes, que visibiliza (como toda situación
nueva que atañe a los límites, las fronteras y sus porosidades) la tensión
entre la identidad disciplinaria académica etnocentrada y el objetivo de
generar espacios de síntesis, de transgresión o cuestionamiento; de producir teorías y métodos capaces de responder a la complejidad de la nueva
realidad, y, por ende, de promover una nueva configuración que transforme el medio receptor disciplinar (la consulta médica, en este caso) (Muñoz, 2015).7 En este sentido, los ejes de análisis, en relación con los casos
y modelos de prácticas terapéuticas que expondré, serán la transdisciplinariedad, la interdisciplinariedad y la contradisciplinariedad, entendidas
como conceptos y procesos.
Por transdisciplinariedad me refiero a la trasposición de algunos elementos de una disciplina en otra; así, se sobrepasan esas disciplinas, pero
también se conservan (Morin, 1998), como se verá en el primer caso de la
formulación cultural de casos psiquiátricos en el hospital Puerta de Hierro. La interdisciplinariedad, como señala Lepetit (1992: 33), es «un proceso controlado de préstamos recíprocos entre las distintas ciencias del
6 Entiendo las situaciones de multiculturalidad significativa (ver Giménez, 1997) como
aquellas en las que emergen diferencias (de tipo cultural o lingüístico e idiomático) entre los
actores involucrados en una situación dada, como es la consulta médica, que se convierten
en el vector problemático de la interacción e interpretación de las conductas de cada uno.
Esto se traduce, para los actores, en una situación que les confronta con una alteridad, que
puede ser un sistema (con su representante: el médico) o una persona (el migrante), diferenciada en términos de significación cultural.
7 «La interdisciplinariedad es un caso particular de las transferencias culturales […]. Los
intercambios interdisciplinarios no se operan de manera aleatoria. Solamente pueden ser
comprendidos en relación con el rol de subversión o de legitimación que juegan dentro de la
disciplina que los acoge. Así, la cronología y las modalidades de la transferencia dependen
inicialmente de la coyuntura del medio receptor […]. Por consiguiente, toda transferencia
de conceptos, de problemas o de métodos va acompañada de su transformación» (Lepetit,
1992: 29).
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Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
hombre. Préstamos de conceptos, de problemáticas y de métodos para generar ciertas lecturas renovadas de la realidad social». Este proceso conlleva producir, en la relación y síntesis de disciplinas diferenciadas, un conocimiento nuevo, un producto diferente de los de aquellas disciplinas que
contribuyeron a configurarlo (Follari, 2013: 13), como veremos en la clínica etnopsiquiátrica en Brugmann. Por último, entiendo por contradisciplinariedad el proceso que comprende la construcción de conocimiento
de tipo teórico o práctico a través de la crítica a un corpus de conocimiento o a prácticas fundacionales y legitimadoras de una disciplina, como la
psiquiatría biomédica, sin regirse por ninguna disciplina ni constituirse
en una concreta. Este es el caso particular de las casas comunitarias peul
en el modelo antipsiquiátrico intercultural (Muñoz, 2015).
A diferencia de la praxis psiquiátrica dominante, estas praxis clínicas y de acompañamiento producen una serie de narrativas, en forma de
gramáticas de la alteridad (Baumann, 2004), sobre los sujetos otros a las
que van dirigidas. Estas narrativas constituyen una parte importante de la
constelación de representaciones y praxis alrededor del corpus profesional
clínico o profano de acompañamiento. Se diferencian de las narrativas de
la praxis biomédica hegemónica en la medida en que consideran la dimensión discursiva y cultural de su praxis, y producen, reflejo de la transgresión especular por la que se definen a sí mismas, un tipo de biografías
sobre los destinatarios, entendidos como colectivos o individuos en contextos de migración. En este libro se discuten tres clases de biografías, correspondientes con cada praxis: la biografía individualista interpelada (en
términos de Certeau, 2003), la biografía colectiva de la trasplantación y la
biografía desinstitucionalizada.
En el primer caso, el de la biografía individualista interpelada, la
transdisciplinariedad, reflejada en la perspectiva etnográfica en la psiquiatría clínica de la formulación cultural de casos psiquiátricos, interpela la
concepción no biográfica ni relacional del encuentro clínico terapeutapaciente vindicando su carácter cultural, interpretativo e intersubjetivo.
El psiquiatra, descentrando la concepción autónoma y monocultural de su
praxis biomédica, adapta técnicas específicas para el tratamiento clínico
de las personas de origen extranjero desde la emergencia de un paciente
narrado, el Robinson Crusoe patogénico como viajero predestinado por
la biología y la lógica individualista de la explicación de su infortunio, y la
relevancia de la visibilización del sujeto y de las condiciones que producen
las narrativas.
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Rubén Muñoz Martínez
Por su parte, la biografía colectiva de la trasplantación se genera a
través de la aparición y producción de la alteridad, el diagnóstico del equívoco y la pluralidad del lugar (en términos de Certeau, 2003). Todos estos
procesos sirven de catalizador terapéutico desde el trabajo interdisciplinario de conjuntos sociales experimentales en el espacio físico, social y
cultural del encuentro clínico.
Por último, la biografía desinstitucionalizada parte de la coproducción, sin una mediación institucional (aunque con una concepción inaugural) de las narrativas relativas al proceso s-e-a/p, desde una perspectiva
profana y contradisciplinaria basada en la convivencia, así como en un
marco de oposición dialéctica con la autoridad del saber fundado en la
psiquiatría hegemónica. Para ello, defiende la abolición del acto terapéutico a través de la concepción de los otros (los migrantes de origen extranjero) como actores con características (ethos colectivos en forma de
representaciones y prácticas) resolutivas para las problemáticas de salud
mental que sufren las personas, mayoritariamente autóctonas, a las cuales
acompañan.
Praxis terapéuticas en salud mental adaptadas en la diversidad cultural
En los países del llamado primer mundo, las teorías y métodos de asistencia occidentales han sido criticados desde hace años por su insensibilidad
a la diversidad cultural, así como por las limitaciones con las que se encuentra la práctica cultural biomédica frente a la aparición de pacientes
que no pertenecen a las clases media y alta autóctonas. Tal y como señala
Gailly (2010), las divergencias en cuanto a los valores y normas de esta
praxis se han considerado, en salud mental, desviaciones o patologías en
lugar de diferencias culturales. Del mismo modo se ha tendido a culpar
del fracaso al paciente, pensando que carece de las habilidades y el nivel cultural, en términos evolutivos, necesarios y que, por tanto, no está
preparado para la atención médica occidental. A lo largo de los años, la
mirada hegemónica en el ámbito sanitario occidental ha considerado que
los pacientes culturalmente diferentes tienen que adaptarse al sistema en
lugar de que este disponga de métodos y modelos asistenciales adecuados
a sus trayectorias, praxis y representaciones sociales.
En este sentido, mientras que en sistemas como el norteamericano
hace años que se abordan, tanto en la literatura como en la práctica mé-
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Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
dica, cuestiones relacionadas con las competencias culturales,8 en Europa
esto no ha sucedido hasta hace relativamente poco. Lo cual tiene su explicación en el proyecto fundacional del estado de bienestar y su carácter
igualitarista (Comelles 2004: 23).
La consolidación de Bélgica y España como receptores de flujos de
inmigración se produce en momentos distintos. Mientras que la historia
contemporánea de la tradición receptora de personas migrantes belga se
remonta a la década de los años cuarenta y cincuenta, la española data de
la década de los noventa. A causa de estos flujos migratorios se ha asistido a una mayor heterogeneización sociocultural en la composición de las
sociedades de acogida.
En España y Bélgica, así como en otros países de Europa occidental, la interpelación del ars (bio)médica ha sido influida por la presencia
de personas alóctonas con orígenes culturales diversos. Esto ha llevado a
diversos profesionales de la salud a ampliar las aproximaciones y preguntas sobre sus praxis clínicas en el ámbito terapéutico. Uno de los motivos
principales ha sido la mencionada falta de eficacia de los modelos terapéuticos vigentes, manifiesta, principalmente, en las terapias pertenecientes al
campo de la salud mental. Una explicación de ello es que en este dominio
se encuentran en mayor medida las implicaciones que conciernen a los
modelos explicativos del paciente y del terapeuta sobre el proceso saludenfermedad-atención. Esto, sin duda, sucede también en el área somática,
pero no de manera tan relevante (al menos en cuanto al número de fracasos en una aproximación monocultural etnocéntrica) como en el caso
de la salud mental (Leman y Gailly, 1991). A su vez, la atención en salud
mental evidencia las relaciones de poder desiguales entre el terapeuta y el
paciente presentes en procesos como, en términos de Taussig (1980), el de
la reificación de la experiencia del padecimiento en las categorías biomédicas de la enfermedad.
Con diversas particularidades y tiempos en cada país, las nuevas praxis o los intentos de adaptación de la terapéutica dominante se han pro8 Kymlicka (1996) afirma que esto es debido a un cambio de conciencia en la atención sanitaria en la diversidad cultural, en la línea de la discusión sobre los derechos de las minorías.
Comelles (2004: 23) señala que la revitalización de la cultura en el medio sanitario proviene
de razones jurídico-normativas, más que propiamente culturales, que desde un modelo de
cultura jurídica hacen hincapié, por miedo a posibles represalias, en una exhaustiva traducción de los documentos que firma el paciente, así como de la información que le es transmitida. El desarrollo de las competencias jurídicas o lingüísticas, en este sentido, poco incidirá
en la sensibilidad a una atención en la diversidad cultural.
17
Rubén Muñoz Martínez
ducido en Bélgica, a finales de los 80, y en España, a principios del 2000
(Muñoz, 2015). Las respuestas a esta problemática en Bélgica y España
han sido de distinta intensidad en función de características históricas ya
mencionadas como la recepción de personas migrantes y la consiguiente
heterogeneización de las trayectorias socioculturales de los usuarios de
sus instituciones de salud, así como de las políticas de gestión de la diversidad cultural y del influjo de corrientes teórico-metodológicas específicas,
como en el caso de la etnopsiquiatría, en la atención en salud mental.
Por lo general, se ha dado un proceso en distintos tiempos que ha
desembocado (o lo está haciendo) en que los profesionales vayan abriendo paulatinamente la perspectiva hacia otros esquemas de relación entre
los sexos, otras concepciones y prescripciones religiosas, otros modelos
familiares y representaciones de la salud y la enfermedad. Esto ha dado
lugar, por ejemplo, a diferentes interpretaciones de los hechos por parte
de los profesionales sanitarios, según estén ligados al sistema occidental
(biomédico) o no occidental, en corrientes como la terapia sistémica familiar. También ha generado planteamientos que subrayan la necesidad
de la formación del personal sanitario en la formulación cultural de casos
clínicos o en competencias culturales, así como en la implementación de
medidas de mediación lingüística-cultural (Leman y Gailly, 1991).
Asimismo, este cambio de perspectiva también es la causa de transformaciones en la concepción del espacio terapéutico, sus participantes y
los ejes teórico-metodológicos de intervención clínica y problematización
del proceso s-e-a/p, este es el caso de la etnopsiquiatría. Esta transformación tiene lugar en el medio institucional de atención en salud de derecho
común, promovida por actores puntuales o programas concretos de índole estatal/regional; así como en el medio asociativo, en el que impulsa
la emergencia de nuevas formas de acceso y configuraciones específicas
en la atención sanitaria, con mayor o menor autonomía respecto a la red
de cuidados normalizada según el caso. En dicho contexto ha emergido
a su vez, en Bruselas, una praxis adscrita a la corriente antipsiquiátrica
con un carácter intercultural que produce formas de acompañamiento del
padecimiento dialécticamente opuestas a la concepción terapeutocéntrica
y promueve la implicación de colectivos sociales y culturales en el proceso.
El disfrute de la salud se deriva, tal y como señala Margaret Whitehead (1992), no solo del acceso a la atención médica o de características
del orden biológico, sino también de factores vinculados a la posición en
la estructura de la sociedad. Esto es, de la mayor o menor exposición a
18
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
los determinantes sociales de la salud (en términos de Breilh, 2011) que
operan diferencialmente a través de la estratificación social existente en
las sociedades. Estos determinantes están distribuidos de manera desigual
y son el resultado de variables como el acceso a los recursos económicos,
la situación en el mercado laboral, el medio físico y social o, como especialmente veremos en algún ejemplo en esta investigación, la situación
jurídica/administrativa de la persona. De esta manera las condiciones
materiales de existencia, y la posición socio-estructural que ocupan los
sujetos incidirán en la morbilidad y la mortalidad mostrando una relación
constante entre salud y posición social (Nettleton, 1995).
Si bien aquí abordaremos la dimensión relativa a la atención en salud, el
caso de las personas migrantes de origen extranjero está condicionado por
varios de los factores mencionados debido, especialmente,9 a la situación
jurídico-administrativa de irregularidad que coadyuva a la enajenación
en el mercado laboral por las condiciones precarias de trabajo aceptadas
a causa de la imposibilidad de acceso al trabajo regulado. Dicha situación
también contribuye al desarrollo de problemáticas de salud mental relacionadas con las exigencias abrumadoras de adaptación y el miedo a ser
deportado; todo ello en un contexto de violencia estructural y aislamiento
que dificulta la elaboración de los duelos migratorios que, por ejemplo, dificulta la elaboración de los duelos migratorios (Achotegui, 2006).
En la atención sanitaria a la población inmigrante, en contextos de
multiculturalidad significativa, no siempre hay implícitos aspectos sustancialmente distintos de los que aparecen en la población autóctona. En
este sentido, la atención sanitaria en la diversidad cultural, lejos de ser un
fenómeno novedoso, existe desde el nacimiento de la atención médica.
Comelles (2004: 24) señala que el efecto de la inmigración llamará la atención sobre la necesidad de coproducir y gestionar las variables culturales,
desafiará una concepción de homogeneidad cultural compartida por la
mayoría de la ciudadanía y representará elementos de reorganización de
la cultura de la salud, en el conjunto de la población, al cuestionar la organización de los dispositivos, demandar nuevas estrategias de formación y
abrir espacios imprevistos de uso.
9 La segregación en el mercado laboral, el acceso a una vivienda digna y otros determinantes
sociales de la salud operan a través de variables como por ejemplo la estratificación social
en términos de las articulaciones de clase social, racialidad (entendida como el proceso de
racialización de la diferencia étnica-cultural) y género.
19
Rubén Muñoz Martínez
La significación de una alteridad en el espacio de derecho común de
la asistencia sanitaria en Bélgica y España cuestiona las praxis y representaciones relativas a la concepción universalista y monocultural de la
biomedicina. También afecta a las lógicas estructurales y a las violencias
institucionales (Muñoz, 2014a) que se articulan en los ámbitos sanitarios
públicos y que, en lo relativo a la salud, influyen tanto en el disfrute de
estos como en la accesibilidad a la atención de ciertos sectores de la población. Concretamente es el caso de aquellos forzados por la legislación a
ser outsiders, como los migrantes en situación administrativa irregular, o
de aquellas personas cuyas trayectorias socioculturales son diversas10 y no
coinciden con la norma sociocultural dominante (ver Waitzkin, 1991) en
el universo biomédico.
La atención médica en la diversidad cultural dibuja una serie de contradicciones que guardan relación con la tendencia universalista de la
ciencia biomédica occidental, que prescinde de la asunción de su propia
especificidad cultural; así como con las concepciones y prácticas monoculturales que se desarrollan en el seno de las instituciones de atención
en salud. En este sentido, cabe destacar la concepción evolucionista del
discurso biomédico dominante que, como dice Kleinman (1995), apuesta
por una concepción positivista de pretensiones intolerantes hacia otros
modelos explicativos, con un carácter eminentemente reduccionista y biologicista donde lo psicológico, lo social y lo cultural son meros epifenómenos que ocultan la «verdadera realidad».
Más allá de entender las praxis y modelos de intervención intercultural en salud mental, desde la dimensión cultural y exclusivamente intersubjetiva del encuentro entre el clínico y el paciente, aquí interesa invitar a
la discusión sobre la articulación sujeto/estructura de las praxis. Debemos
concebirlas desde su inserción en escenarios institucionales y políticos
que dibujan e interpelan al escenario macro en el que estas, llevadas a
cabo por actores individuales o colectivos, se mueven con mayor o menor
autonomía.
10 Lo cual sucede también con otros colectivos y personas con itinerarios socioculturales
diversos como las minorías étnicas nacionales. Del mismo modo, se puede articular, en una
doble segregación, la etnicidad nacional discriminada por la población mayoritaria (por
ejemplo, la población gitana) y la migración desde países en los que existen estos colectivos
culturales y étnicos.
20
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
De la producción clínica del otro al binomio cultura-migración
en el Estado nación
¿Quiénes son los otros en las praxis interculturales
en salud mental?
En el ámbito de la atención médica en salud mental, ser considerado
«otro» está mediado por el binomio de la cultura/migración cuando a
través de este se interpretan los eventos problemáticos para la eficacia
terapéutica y el acceso a la asistencia sanitaria en la relación terapeuta/
paciente/institución. La cultura-migración se inscribe en procesos de racialización cuando posee un carácter genealógico que ni la asimilación
podrá revertir; y cuando, de forma articulada, se basa en diferencias culturales naturalizadas en contextos de estratificación étnica-cultural de la
sociedad ideológicamente racializada y, por ende, articuladas a la clase
social y a la procedencia determinada por la concepción de ciudadanía de
los Estados nación.
La migración y el encuentro con la diversidad cultural en la campaña expansiva del colonialismo europeo se ha considerado un problema
desde la época de la revolución industrial (Wieviorka, 1992; Wallerstein,
1991). En primer lugar, por el encuentro y la gestión de la diversidad en
los territorios conquistados; en segundo lugar, por la migración interna
(del campo a la ciudad) entre los Estados nación europeos y entre Europa
y Estados Unidos a finales del siglo xix y principios del xx (Thomas y
Znaniecki, 1958 [1918]).
Desde las teorías sociológicas, con corrientes críticas como la de la Escuela de Chicago, hasta las psiquiátricas, con el uso del degeneracionismo
y el racialismo de la psiquiatría colonial en Carothers (McCulloch, 1995)
y Manoni (Bloch, 1997), la migración (articulada a la modernización, la
industrialización, la pauperización y proletarización) se ha considerado
problemática y explicativa del conflicto social y, a través de la aplicación
del darwinismo social spenceriano en políticas racistas como el eugenismo, de la evolución humana. La migración-pobreza-industrialización de
antaño se reactualiza en el trinomio análogo de la migración-cultura-Estado nación actual. En este sentido son diversas las críticas que se han
realizado a algunos de los dispositivos de atención en salud mental destinados a la alteridad, especialmente a la etnopsiquiatría.11
11 Ver, entre otros, Fassin (1999b).
21
Rubén Muñoz Martínez
A diferencia de otros trabajos realizados principalmente en Francia
en los últimos años,12 este estudio discute (desde una perspectiva antropológica teórica y de carácter aplicado) los límites, el alcance y las problemáticas del otro (migrante extracomunitario) como sujeto destinario
alterizado, pero también como actor especular que genera resistencias,
porosidades y transformaciones teórico-prácticas en la atención y acompañamiento en salud mental. Esto es, analiza qué hacen los psiquiatras,
imaginando a un otro cultural, para mejorar la eficacia terapéutica en la
diversidad cultural, y cómo la concepción cultural de su praxis psiquiátrica (y la percepción del otro como redentor desde praxis creativas de acompañamiento del padecimiento) cuestiona, cuando no abole, el universalismo biomédico como esquema soteriológico (en términos de Good, 1994).
Cuando los médicos (o acompañantes en el proceso curativo) consideran relevante la explicitación de su cultura en el contexto clínico, esto
sucede de manera diferencial en función de la mayor o menor relativización del modelo biomédico hegemónico de la praxis psiquiátrica; y siempre a través de la concepción del otro desde el binomio cultura-migración.
La cultura-migración, entendida desde la concepción autóctono-alóctono, está determinada por la ciudadanía. Así pues, los destinatarios de las
praxis pertenecientes a los modelos aquí analizados son mayoritariamente
personas migrantes de países externos a la Unión Europea.13 En el acceso
y disfrute de sus servicios, la institución médica escenifica el las fronteras
étnico-culturales y de clase social del Estado nación a través de una minorización cultural (en términos de Jordan, 1993) sistémica del paciente
alóctono, que opera desde la asimilación-identificación con los profesionales de la salud y la cultura organizacional de atención como representantes de la sociedad mayoritaria en la que se inscribe. Para ello, como
institución voraz que exige lealtades exclusivas a sus miembros (Coser,
1978), la institución actúa a través del eje de la afiliación-desafiliación
del usuario en apariencia voluntaria, pero mediada por la necesidad de
la atención médica y por la privilegiada posición de persuasión-captación
del modelo de atención biomédico dominante frente a sus competidores
en el mercado de la salud; es decir, el homo biomedicus.
12 Ver Lurbe (2006) y Larchanche (2010).
13 Como veremos, tanto la FCCP analizada como la etnopsiquiatría han diversificado sus
destinatarios ampliándolos a, por ejemplo, minorías étnicas autóctonas o migrantes internos
del campo a la ciudad. Si bien la mayoría pertenecen a la población migrante extracomunitaria.
22
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
En este escenario, el homo biomedicus, como un sujeto concebido desde una narrativa dominante como incorporador y reproductor de procesos
de medicalización a partir de «conductas racionales y elegidas libremente»
(análogas al homo economicus), vehicula tres ejes de disputa, normalización y resignificación del proceso s-e-a/p: en primer lugar, el fundamento
vivencial de la experiencia; en segundo lugar, la autoridad para producir
biografía, y, por último, el territorio de la pugna por la identidad del distrés
a través de la dimensión biológica, cultural y política del padecimiento y su
reificación, en términos de Taussig (1980), como enfermedad. Estos ejes de
disputa están orientados hacia la asimilación biomédica (o la hegemonización selectiva de sus narrativas y praxis), en gran medida, por el monopolio de la eficacia terapéutica que se le atribuye a esta. El sujeto migrante
interpela a dicha eficacia, siendo el depositario de su fracaso, en contextos
de multiculturalidad significativa en los que, como en la salud mental, la
relacion terapeuta-paciente-institución depende fundamentalmente de la
narración y del ejercicio interpretativo en torno a ella.
La desactualización del ethos institucional biomédico, reflejado en el
fracaso de la eficacia terapéutica, cuestiona el orden natural del funcionamiento de las instituciones de salud e insta a asumir dos posiciones. Por un
lado, existen problemas con la integración de ciertos pacientes migrantes,
pero también de ciudadanos racializados14 con la categoría origen migrante,15
en el modelo biomédico y hay que reforzar, desde una concepción heterónoma de las instituciones de salud y la sociedad (en términos de Castoriadis,
1999), la culminación de dicho proceso. Por otro lado, se debería entender
la atención médica como un campo autónomo, según Castoriadis, no determinado por factores externos como la naturaleza, la necesidad histórica o los antepasados, y generar prácticas y aproximaciones clínicas con un
carácter crítico con el modelo de atención imperante (entendido como un
producto de la creación humana sujeto a cambios) y, por ende, resolutivas y
horizontales. El segundo caso es el aquí se propone, a través de tres modelos
de atención en salud mental intercultural. Estos modelos, en relación con
el corpus teórico-práctico etnocentrado de la praxis psiquiátrica biomédica y su relativización, establecen con distintos alcances e implicaciones una
concepción del otro que permite institucionalizar o sedimentar, desde su
narrativa fronteriza, la mirada clínica descentrada.
14 Ver discusión sobre el neorracismo y la migración de Balibar (1988).
15 Ver discusión sobre el concepto «segunda generación» de Sayad (Sayad, 1981).
23
Rubén Muñoz Martínez
¿Quién enuncia al otro y con respecto a qué? Gramáticas
de la alteridad y producción de biografías
La etnopsiquiátrica y la antipsiquiátrica son aproximaciones terapéuticas
y de acompañamiento que transforman el modelo biomédico dominante
mediante novedosas propuestas teóricas y prácticas, así como a través de
la producción de biografías.16 Para ello, a partir de su marco teórico-metodológico, consideramos que utilizan las tres gramáticas de la alteridad
mencionadas por Baumann (2004): la orientalista de Said, la relativa a la
segmentación y el estudio sobre los nuer de Evans-Pritchards y la correspondiente al englobamiento y la apropiación de Doumont y el sistema de
castas en India.17
La gramática orientalista de Said, con respecto a los imaginarios que
desde Europa se tienen de Oriente en su modalidad binaria (nosotros-los
otros) de inversión, se aplica tanto a la antipsiquiatría como a la etnop-
16 El modelo occidental adaptado no transforma sustancialmente, como veremos, la praxis
biomédica dominante. Si bien denomina a su población clave como los otros y utiliza el recurso etnográfico para entender la importancia de la cultura, equivalente en la mayor parte
de los casos a la migración, en la praxis clínica y la eficacia terapéutica. No obstante, y con
este objetivo, produce un tipo de biografía relativa a los sujetos destinatarios, que, a su vez,
define su lugar sociocultural respecto a la práctica biomédica dominante.
17 En el caso de Said el orientalismo tiene que ver con cómo Europa se representó a sí misma
ante Oriente a través de una modalidad binaria (nosotros-los otros) de inversión. Esto es, desde Occidente no solo se denigraba lo considerado como oriental, sino que también se deseaba.
Un ejemplo son las siguientes categorías: Occidente positivo: racional, ilustrado, tecnológico.
Occidente negativo: calculador, sobrio, materialista. Oriente negativo: irracional, supersticioso, atrasado. Oriente positivo: espontáneo, refinado y místico (Baumann, 2014: 99).
En el caso de Evans-Pritchard y su estudio de los Nuer, la gramática, segmentaria denominada como una anarquía ordenada, tiene que ver con cómo se determinan alteridades e
identidades en función del contexto. Por ejemplo, «mientras en una guerra de sangre un nuer
debe considerar como otro (enemigo) a un vecino implicado en el asunto [...], ese mismo
vecino puede ser un aliado en el contexto de otro conflicto a nivel de clanes o [...] frente a una
amenaza externa de conquista colonial» (Baumann, 2004: 100).
La gramática del englobamiento de Doumont, en su análisis del sistema indio de castas,
opera a través de la apropiación (adopción y captación) de formas escogidas de otredad. Esto
es, en el interior de una identidad definida (la dominante) se lleva a cabo un englobamiento
jerárquico de los otros, subordinados, como parte de nosotros. Un ejemplo de ello es Tomás
de Aquino, que, a causa de su preocupación por la amenaza del infierno para los virtuosos
paganos de la Grecia clásica, considerará a los filósofos Sócrates, Platón y Aristóteles como
cristianos por anticipado: «El alma humana es cristiana por naturaleza», afirmará (Baumann,
2004: 106).
24
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
siquiatría. En el caso del modelo antipsiquiátrico intercultural, los otros
(refugiados y migrantes peul) poseen valores en torno a la convivencia y
la diferencia que nosotros, los autóctonos de Bélgica, ya hemos perdido.
Estos, antagonistas de aquellos en una sociedad fuertemente individualista como la de Bruselas, operan como desencadenantes de la curación.
En la etnopsiquiatría, los otros modifican el medio receptor de la consulta
etnopsiquiátrica, la hacen colectiva, con el objetivo de materializar la alteridad y convertirla en un catalizador terapéutico a partir de una concepción de la ciudadanía y de la atención opuesta al asimilacionismo y complementaria a la concepción biomédica desde la vindicación del origen
migratorio y la atención en salud de tipo tradicional.
La gramática relacionada con la propuesta de Doumont con respecto
al sistema de castas en India (el englobamiento y apropiación de los otros
como fundamento explicativo de uno) se traduce, en el caso de la antipsiquiatría intercultural y la etnopsquiatría, en la concepción de que los otros
son parte del nosotros y permiten explicarlo. En la antipsiquiatría intercultural, esta gramática opera en el abordaje comunitario y el intercambio intercultural. Se entiende que los otros, en una sociedad multicultural
como la belga, son una parte subordinada (la metáfora de unos valores)
que todavía existe de forma difusa y que se puede institucionalizar a efectos curativos. Asimismo, se puede establecer un marco de convivencia que
ponga en contacto dos formas de exclusión: la del exilio en los peul y la
de la estigmatización en las personas belgas que sufren dolencias de tipo
mental. En la etnopsiquiatría sucede de forma análoga, ya que se reivindica un ethos del multiculturalismo en la sociedad belga y en su reflejo en la
consulta médica que, subordinado por el asimilacionismo, se expresa en
forma de pathos y regresa para recordar la fantasía pesadillesca, encarnada
por el padecimiento, de la performance de la homogeneidad cultural.
La gramática de la segmentación, relacionada con Prichards y su estudio sobre los nuer, podemos entenderla como una concepción relacional
del contexto (terapeuta-paciente-institución) en transformación, que pasa
de un antagonismo con la alteridad a una alianza con esta en el abordaje
del padecimiento mental. Así, si la alteridad como antagonista aboca al
fracaso de la atención en la clínica y cuestiona los límites y porosidades
de la práctica biomédica hegemónica, también puede ser una aliada a la
hora de mejorar la eficacia terapéutica o curativa, si se movilizan antagonismos y alianzas de forma estratégica a través de la relativización cultural
de dicha práctica.
25
Rubén Muñoz Martínez
La gramática se relaciona con la biografía como instituyente de discursos que se vinculan a la realidad. En función de quien enuncia a los
otros y desde qué marco de referencia lo hace, hemos diferenciado entre
tres tipos de biografía: la biografía individualista interpelada, en la FCCP;
la biografía colectiva de la trasplantación, en la etnopsiquiatría, y la biografía desinstitucionalizada, en la antipsiquiatría intercultural.
Si bien hasta ahora nos hemos centrado en las distintas praxis y en
los discursos institucionales que las sustentan, a continuación nos centraremos en su articulación con las políticas de la gestión de la diversidad
cultural y sus modelos.
De las políticas de gestión de la diversidad cultural
a las praxis clínicas en salud mental
Podemos distinguir (siguiendo a Castles y Miller, 1998, en Kirmayer,
Guzder y Rosseau, 2014) cuatro modelos de ciudadanía que se articulan
con las historias migratorias nacionales occidentales, así como con el desarrollo de la psiquiatría cultural y con la atención en salud mental en la
diversidad cultural; estos son: 1) modelo imperial (Inglaterra), que une
a diversas personas bajo una misma regla; 2) modelo étnico (Alemania),
que define la ciudadanía en términos de descendencia, lenguaje y cultura;
3) modelo republicano (Francia), que define el Estado como una comunidad política basada en leyes que los recién llegados tienen que adoptar
para ser considerados ciudadanos, y 4) modelo multicultural (Australia o
Canadá), que comparte la definición de comunidad con el republicano,
pero acepta la formación de comunidades étnicas dentro de la política. El
devenir de los servicios de salud destinados a los otros está fuertemente
vinculado con dichos modelos, historias migratorias18 y tradiciones terapéuticas, como veremos en el caso de la etnopsiquiatría nathaniana en
Bruselas.
La multiculturalidad y la inmigración son dos de las grandes transformaciones sociales acontecidas recientemente en los países europeos,
según afirma Zapata-Barrero (2004). Según este autor, los debates sobre si
18 Por ejemplo, las políticas en salud mental basadas en un enfoque antirracista en Inglaterra
o el énfasis en las barreras lingüísticas en Australia (Kirmayer, 2014). Encontramos una analogía en el caso de la mediación intercultural u otros equivalentes en estos países y modelos
mencionados (Muñoz, 2013).
26
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
las sociedades son multiculturales o si no los son, así como si deben serlo,
son superfluos si se tiene en cuenta que la multiculturalidad es un proceso
histórico irreversible de las sociedades contemporáneas. Se trata más bien
de discutir sobre cómo se gestiona la diversidad cultural sin contradecir
los valores democráticos de las sociedades de acogida migratoria. Para
ello, es necesario un giro estructural en el que se aborde la cuestión de la
relación entre las instituciones y los inmigrantes en la línea de un debate
sobre la gestión del espacio público. No obstante, según Zapata-Barrero
(2004: 75), el multiculturalismo, más allá de un juicio de hecho (un proceso histórico irreversible), es también un juicio de valor y se refiere a un
modelo de sociedad donde la relación entre todas las culturas existentes
es de igualdad; donde todas ellas tienen un mismo reconocimiento en la
esfera pública.
Esta aproximación teórica considera que se pasaría de un modelo de
gestión sociopolítico no pluralista (monocultural), como es el caso del asimilacionismo (por ejemplo, Francia) y el llamado melting pot, al modelo
pluralista del multiculturalismo. En este último, el esquema de relaciones
interétnicas apoya la igualdad social y de oportunidades a la par que el
derecho a la diferencia; a su vez, el Estado promociona las culturas originarias de las minorías (López Sala, Ana María; 2005: 90).
Con un argumento de corte liberal, Kymlicka (1996) considera que las
políticas migratorias multiculturales han sido las más eficaces para conseguir la integración de los extranjeros en la sociedad de acogida, así como
en la gestión de la diversidad cultural. En este sentido, se asume que todas
las democracias liberales son multinacionales y poliétnicas; el desafío del
multiculturalismo es acomodar dichas diferencias de una manera estable
y moralmente defendible (Gutmann, 1993, en Kymlicka, 1996).
Partiendo de una posición crítica con el mencionado modelo de gestión de la diversidad cultural multiculturalista (un modelo de corte liberal concebido por el Estado), diversos autores subrayan que tiene una pretensión de vaciamiento político y racismo epistémico (ver, en el contexto
de Latinoamérica, Walsh, Linera y Mignolo, 2006). En este sentido, Jameson y Zizek (1998) defienden que esta concepción del multiculturalismo
y su respeto por la especificidad del otro es, desde una posición universal
privilegiada, la forma de reafirmar la superioridad propia; dicho de otro
modo, las diferencias culturales, así como su discusión y defensa, permiten «dejar intacta la homogeneidad básica del capitalismo mundial».
27
Rubén Muñoz Martínez
Desde el punto de vista político/normativo, el término sociedad intercultural proviene del discurso político quebequés de la década de los años
setenta y hace referencia al modelo de integración de minorías en este contexto frente al multiculturalismo constitucional federal.19 Giménez (1997)
señala que, frente a la foto fija que ofrece la expresión multiculturalidad,
el elemento diferenciador de la interculturalidad, con respecto a modelos
anteriores, es que se adecúa mejor a la concepción compleja y dinámica de
la cultura. Se hace énfasis en la comprensión, el cuidado, la promoción y la
regulación adecuada de la interacción sociocultural y lo que ello conlleva;
esto es: aprendizaje, comunicación, convergencia, acercamiento, nuevas
síntesis y resolución de conflictos. Como menciona Walsh, desde una postura crítica con el uso de las políticas multiculturalistas e interculturales
en las llamadas democracias liberales:
No se trata simplemente de reconocer, descubrir o tolerar al otro o a la diferencia en sí. Tampoco se trata de esencializar identidades o entenderlas como
adscripciones étnicas inamovibles. […] Más bien se trata de impulsar activamente procesos de intercambio que, por medio de mediaciones sociales,
políticas y comunicativas, permitan construir espacios de encuentro, diálogo,
articulación y asociación entre seres y saberes, sentidos y prácticas, lógicas y
racionalidades distintas. (Walsh, 2009: 45)
Sumado a la cuestión epistémica y a su vínculo con el poder y la colonialidad, considero relevante una crítica a la concepción museística y
vertical de la multiculturalidad e interculturalidad vinculada con el acceso
y la distribución de los recursos (en este caso relacionados con el proceso
s-e-a/p y, concretamente, con la atención en salud), así como con la economía política del padecimiento, en la cual las diferencias de clase, étnica
y de género se convierten y reactualizan en desigualdad social. Veremos
más adelante en qué consisten los modelos de las políticas de gestión de la
diversidad cultural en Bélgica y España.
19 Al igual que el modelo multiculturalista, el plurinacionalismo ha sido un proyecto de concepción del Estado nación y de gestión de la diversidad cultural impulsado desde el Estado
en diversos países de Latinoamérica; por ejemplo: Ecuador o Bolivia (Cruz, 2013). Así, la
interculturalidad tiene un importante lugar (no exento de contradicciones en su concepción
y puesta en práctica) en la salud o la educación.
28
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Las prácticas interculturales,20 que aquí abordamos con tres estudios
de caso representativos, en la actualidad (2010) están circunscritas a los
ámbitos institucional y asociativo de la salud mental en Bélgica y España.
Estas prácticas han sido implementadas por actores puntuales con el interés compartido de intentar hacer más resolutivo el tratamiento terapéutico
o acompañamiento, aunque no existe una política pública en este sentido.
Sin embargo, responden, especialmente en el caso de la etnopsiquiatría,
a la confrontación con el modelo político asimilacionista de gestión de la
diversidad cultural, el cual abordaremos posteriormente.
La atribución de la categoría intercultural se refiere (con especificidades distintas en cada praxis, pero todas ellas agrupadas en un marco
epistemológico compartido) a la relevancia con la que se aborda, como
sujeto de interés, la dimensión cultural21 en los itinerarios e interacciones
del profesional sanitario (o acompañante, como en el caso de la antipsiquiatría) y paciente. Asimismo, la interculturalidad también hace referencia a la posición central que adquiere la consideración de tender nexos
o reformular problemáticas (Giménez, 1997) entre actores en situaciones
sociales de multiculturalidad significativa. Este es el caso, por ejemplo, de
las diversas representaciones, o modelos explicativos (Kleinman, 1980), del
proceso s-e-a/p que pueden tener el psiquiatra y el paciente; pero también
de la concepción de las relaciones sociales, y respecto a las desigualdades
de poder, existente entre ambos.
A diferencia de la concepción de multiculturalidad, en la que varias
culturas coexisten sin que se produzcan intercambios entre ellas mientras
se las empuja a integrarse en la cultura dominante; en este caso, la in-
20 Para saber más sobre la denominación de práctica terapéutica intercultural, ver Devereux
(1977), Leman y Gailly (1992) o Sue, Ivey y Pederson (1996). Existe una constelación de
prácticas de mediación intercultural en el ámbito sanitario, el cual incluye el de la salud mental, en Bélgica; está cohesionada e impulsada en todo el territorio del país por una política
pública estatal (ver, entre otros, Verrept y Louckx, 1997; Verrept, 2008). En España, esto se da
en el campo de la atención médica de primer, segundo y tercer nivel, como prácticas llevadas
a cabo por actores puntuales del ámbito académico o de la sociedad civil (Muñoz, 2013).
21 Algunas definiciones del concepto de cultura (entendida esta como proceso empírico,
así como concepto teórico construido por el investigador) aplicables a la temática que nos
ocupa las dan, por ejemplo, Hall (1976), Roosens (1989) o, en su relación con un contexto
terapéutico intercultural, Gailly (2010).
29
Rubén Muñoz Martínez
terculturalidad en dichas prácticas22 terapéuticas implica una dimensión
transaccional para adoptar (en términos de Giménez, 1997) una visión
más amplia, relacional y dinámica del propio concepto de cultura. Lo cual
nos lleva a su vez a subrayar la importancia de una concepción relacional
del contacto cultural enfatizando que «en la inscripción y articulación de
la hibridez de la cultura […] debemos recordar que es el inter (el borde
cortante de la traducción y negociación, el espacio intermedio, in-between) el que lleva la carga del sentido de la cultura» (Bhabha, 2002: 59).
Estas transacciones incluyen, en algunos casos, la incorporación en
las consultas de modelos interpretativos, dispositivos y metodologías de
intervención clínica inspirados en los universos culturales de origen de
los pacientes y producidos en la porosidad del lugar fronterizo donde el
encuentro, la apropiación o la reinvención cultural tienen lugar a través de
la construcción, con institucionalizaciones diversas,23 de narrativas biográficas del sujeto y colectivos destinatarios. Lo cual nos lleva indefectiblemente a reflexionar, en la búsqueda de la eficacia terapéutica y la curación,
sobre las formas en las que se posibilita, articula o condiciona el cambio, la
hibridación o la separación en y/o contra un medio disciplinar (como es el
campo clínico de la psiquiatría institucional), a través de la transdisciplinariedad en el modelo occidental adaptado, la intersdisciplinariedad en el
modelo etnopsiquiátrico y la contradisciplinariedad en el antipsiquiátrico
intercultural.
Tres modelos interculturales en salud mental:
aspectos teórico-metodológicos
En este apartado se discute el principal eje de problematización de las
prácticas interculturales en salud mental correspondientes al modelo occidental adaptado, el modelo etnopsiquiátrico y el antipsiquiátrico intercultural. Esto es: el universalismo del modelo biomédico hegemónico versus
su relativismo cultural. La interculturalidad en las praxis terapéuticas o
22 Devereux (1951) establece una diferencia entre terapias metaculturales, intraculturales e
interculturales en la praxis etnopsiquiátrica en función del uso de la perspectiva etnográfica
y el abordaje de la cultura como fenómeno significativo en el encuentro clínico. Se desarrollará en el apartado correspondiente a la etnopsiquiatría.
23 Como dice Certeau (2003): «Las instituciones tienen por función hacer creer en una adecuación del discurso y de lo real, presentado su discurso como la ley de lo real».
30
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
de acompañamiento en salud mental que se discute en este libro parte del
cuestionamiento (en campos sociales diversos con condiciones prácticas
diferenciadas como son el ámbito institucional sanitario y el asociativo)
del principio disciplinar de la psiquiatría clínica relativo a la concepción
universalista biomédica de su praxis.
Dicho cuestionamiento se debe a la aparición, en el nivel microinstitucional, de una alteridad en un contexto de multiculturalidad significativa, reflejado por el vector problemático cultura-migración, que provoca el
fracaso del encuentro terapéutico entre el psiquiatra y el paciente, y hace
patentes las contradicciones y lógicas culturales de dicha relación. Igualmente, en un nivel macro, la problematización surge con el cambio progresivo de las condiciones históricas y sociales de las agendas políticas y profesionales, o bien de las características de los medios vehiculares en los que
estas se insertan (la situación de diversidad cultural novedosa en la clínica
o la confluencia entre un marco político y unas demandas sociales determinadas). Estos procesos sociales permiten espacios de acción, coyunturales,
en los que introducir cambios culturales (en el sentido de Gramsci 2009,
[1975]) que transformen las prácticas hegemónicas y visibilicen aspectos
de la economía del poder de los modelos que las constituyen.
En este sentido, nos referimos a la relativización cultural (con distintos grados de penetración en las tres praxis que se discuten) del modelo
psiquiátrico biomédico hegemónico. A este tenor, consideramos que las
praxis que aquí se analizan están atravesadas por el eje del universalismo
biomédico de dicho modelo y por su relativización cultural. A continuación explico a qué me refiero por ambos conceptos: el universalismo biomédico occidental se comprende de las tendencias etnocentristas y universalizantes del modelo biomédico. Se trata de un modelo de práctica e
intervención científica caracterizado por sus pretensiones de objetividad
positivista y racionalidad científico/técnica, así como por su enfoque eminentemente biológico y técnico en el abordaje del fenómeno s-e-a/p.
Por su parte, el modelo médico hegemónico es un concepto enunciado por Menéndez (1984), quien considera que el proceso capitalista conduce a la emergencia de varios modelos de atención médica. Este modelo
se caracteriza por el biologicismo, una concepción teórica evolucionistapositivista, la ahistoricidad, la asocialidad, el individualismo, la eficacia
pragmática, la concepción mercantilista de la salud y, entre otros, la relación asimétrica entre médico y paciente. En dicho proceso capitalista, este
modelo intenta la exclusión ideológica y jurídica de los otros modelos, lo
31
Rubén Muñoz Martínez
cual en la práctica social se resuelve mediante la apropiación y transformación de estos, que, cada vez más, constituyen derivados complementarios o conflictivos del modelo hegemónico (ibídem).
En el caso del universalismo biomédico, cuanto más se le aproximan
las praxis interculturales, mayor es la influencia, en sus características
teórico-metodológicas y prácticas, de los presupuestos dominantes del
modelo biomédico hegemónico. En el caso del relativismo cultural, las
praxis interculturales en salud mental relativizan la cultura biomédica de
la que parten, lo que provoca que se alejen de este enfoque, y consideran
o integran los elementos y presupuestos de la cultura (concebida de origen) de los destinatarios por medio de la apropiación, la reinvención o la
hibridación.24
Para ello, apelan desde la transdisciplinariedad e interdisciplinariedad
(en el caso de la FCCP y la clínica etnopsiquiátrica) a aproximaciones teórico-metodológicas de disciplinas como la antropología; o bien al ejercicio
contradisciplinario de la disolución de la relación de saber y poder experto/profano, reivindicando la coproducción de conocimientos relativos a
la salud-enfermedad-curación en el caso de la práctica antipsiquiátrica
intercultural en las casas peul. Es relevante apuntar que, en lo relativo a
las terapias, la situación exclusiva en uno u otro eje, siendo únicamente
relativistas o etnocéntricas y universalistas, desencadenaría efectos diversos; entre otros, la dificultad o imposibilidad del encuentro terapéutico
intercultural (Gailly, 2010). Por otra parte, cabe recordar que los términos
universalismo y relativismo son, a su vez, conceptos con origen en Europa y Estados Unidos, y que comprenden unas dimensiones determinadas
desde una nominación etnocentrista. Para más información sobre la construcción de estas nociones, recomiendo ver Kroeber (1948), Herskovits
(1969) o Devereux (1980).
Los tres modelos de intervención intercultural en salud mental relativizan algunos elementos del enfoque cultural teórico-metodológico
dominante de la praxis psiquiátrica en función de su distanciamiento con
ella. Los elementos comprometidos por dicha relativización son: a) el terapeuta recibe a los pacientes en el cuadro de un encuentro clínico de
24 En muchas ocasiones esto no es estático. En las terapias interculturales hay praxis y supuestos teóricos que se acercan metodológica o epistemológicamente más a un eje u otro;
con diferentes objetivos y efectos.
32
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
configuración dual;25 b) existe una división inaugural, en la conformación
del encuentro clínico y las expectativas de los actores involucrados, de poder/saber que se refleja, entre otros aspectos, en la división excluyente y
asimétrica entre el saber profano del paciente y el saber experto del terapeuta; c) predomina un enfoque técnico y positivista en el diagnóstico, el
tratamiento, el seguimiento y pronóstico de la enfermedad, y d) el modelo
explicativo dominante está definido y roturado en la praxis clínica a partir
de una concepción psicologicista y/o biológica de la enfermedad, que en
ocasiones utiliza periféricamente elementos psicosociales.
Desde el punto de vista metodológico, al seleccionar y analizar la
muestra de terapéuticas interculturales representativas en el panorama de
Bruselas y Madrid26 que nos ocupan, decidí optar por la técnica del estudio de caso múltiple (ver Yin, 2003) desde la lógica de la representatividad
y la potencial replicación y contraste. Tratando de solventar la situación
de los múltiples contextos de ambas ciudades,27 elegí aquellas prácticas
representativas en su potencialidad para una generalización analítica y tipológica, y singulares en sus características con respecto a su población
destinataria (las personas migrantes extracomunitarias) y a la potencial
mejora, desde un enfoque intercultural, del acceso a la atención y acompañamiento en salud de dicha población.
Para la selección y clasificación de las unidades de análisis correspondientes a las prácticas terapéuticas o de acompañamiento en salud mental,
desarrollé la clasificación realizada por Leman y Gailly (1991). Para ello,
operacionalicé en constructos teóricos los tipos de prácticas interculturales, partiendo de un criterio de mayor o menor cercanía con el corpus
del modelo universalista biomédico hegemónico según su relativización
cultural, y las incluí en tres modelos de atención intercultural en salud
mental que describo a continuación: el modelo occidental adaptado en la
25 Aquí nos referimos al encuentro clínico entre terapeuta y paciente. Son muchas las aproximaciones terapéuticas que, como la terapia sistémica, llevan a cabo sesiones grupales, familiares, etc., sin estar dirigidas a una población culturalmente específica. Sin embargo, en el
centro de estas actividades se mantiene un esquema diádico en el encuentro clínico entre el
psicólogo/psiquiatra y el paciente sin cuestionar sus elementos problemáticos ni su carácter
cultural.
26 En la tesis se analizan más praxis (más adelante se señalarán), aquí retomo una por cada
modelo de atención.
27 En la tesis se abordan otros contextos de Bélgica y España.
33
Rubén Muñoz Martínez
diversidad cultural, el modelo etnopsiquiátrico y el modelo antipsiquiátrico intercultural.
Modelos de atención intercultural en salud mental (MAISM) y
estudio de caso que se desarrolla
Modelo occidental adaptado
en la diversidad cultural
↓
La formulación cultural
de casos psiquiátricos (FCCP)
en el hospital Puerta de Hierro
de Madrid
Praxis analizadas en la investigación que se encuentran
en cada modelo de atención en Bélgica y España28
— La intersección de la psiquiatría y la antropología
en la clínica transcultural representada por dos praxis:
a) la formulación cultural de casos psiquiátricos en el
hospital Puerta de Hierro de Madrid, existente a su vez
en otros contextos como el hospital Vall d’Hebron (Barcelona); b) la praxis que se adscribe a la antropología
médica del centro de salud mental de Laeken (Bruselas).
— Las clínicas del exilio destinadas a víctimas de la violencia organizada (EXIL Bélgica y España).
— La clínica basada en los duelos migratorios en el
Servicio de Atención Psicopatológica y Psicosocial a
Inmigrantes y Refugiados del hospital Sant Pere Clavet
(Barcelona).
Modelo etnopsiquiátrico
↓
La consulta de etnopsiquiatría
del hospital Brugmann
en Bruselas
— La consulta de etnopsiquiatría del hospital Brugmann
en Bruselas.
— Otras praxis de corte etnopsiconalítico en el medio
asociativo de Bruselas (por ejemplo, la consulta etnopsicoanalítica en la asociación D’ici et D’ailleurs).
Modelo antipsiquiátrico
Intercultural
↓
Las casas comunitarias peul
en la asociación L’autre «lieu»
— La asociación L’Autre «lieu» y las casas comunitarias
peul (Bruselas).
a) El modelo occidental adaptado en la diversidad cultural: Este
modelo está comprendido por las prácticas terapéuticas de carácter intercultural que llevan a cabo actores en el seno de asociaciones civiles e
instituciones públicas de salud en el contexto belga y español. La particularidad de estas prácticas consiste en la adaptación del modelo occidental
a las representaciones y prácticas del proceso salud-enfermedad-atención/
28 Se señalan también otras praxis que no se incluyen en el trabajo de campo de la investigación, pero que podemos englobar en los modelos.
34
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
prevención, de los pacientes que escenifican un modelo explicativo diferenciado del de la cultura biomédica en el contexto de multiculturalidad
significativa de la consulta.
La adaptación se lleva a cabo a través del vector de problematización
(clínica/etiológica) cultura-migración articulado, en ciertos casos, a otros
procesos sociales implicados en el padecimiento como la violencia organizada o estructural. En ambos países encontramos tres tipos de aproximaciones: las clínicas del exilio para personas víctimas de la violencia
organizada; la intervención basada en los duelos migratorios o el llamado
mal de Ulises, y la confluencia entre la psiquiatría y la antropología en
la clínica transcultural representada por la formulación cultural de casos
psiquiátricos (FCCP) o, en el contexto de Bruselas, por la aproximación
basada en la antropología médica.
Todas estas prácticas mantienen un esquema clásico diádico de la
consulta clínica29 y se basan en ejes de intervención psicológicos o psicosociales, así como biomédicos. Sin embargo, se caracterizan por incorporar aproximaciones adaptadas a la población destinataria que contemplan,
con un enfoque transdisciplinario o transcultural, la concepción cultural
del encuentro clínico; la necesidad de herramientas adecuadas (como la
etnografía en la FCCP y los esquemas teórico-metodológicos, de carácter
psicosociocultural, específicos como los duelos migratorios en el mal de
Ulises); la relevancia de la concepción intersubjetiva en la eficacia terapéutica, y la importancia de los contextos sociopolíticos e históricos en
el desarrollo de la narrativa del distrés (FCCP, mal de Ulises y clínicas del
exilio) y en la producción del encuentro terapeuta-paciente-institución
(clínicas del exilio30) en el marco del encuentro diádico.
Como praxis representativa del modelo occidental adaptado en la diversidad cultural, describimos y analizamos el estudio de caso de la FCCP
en el hospital Puerta de Hierro de Madrid; por dos razones: en primer lugar, por ser una de las praxis más significativas (por su historia, continuidad y consolidación) de las desarrolladas en el panorama español (y también en la FCCP de Bélgica); y, en segundo lugar, por las características
de su aproximación clínica transdisciplinaria, haciendo uso del método
29 La basada en los duelos migratorios puede incluir, en ocasiones puntuales, a un antropólogo en la consulta con el psiquiatra.
30 Ver Muñoz (2010). Por otro lado, aquí pueden incluirse también otras clínicas existentes
en países como Francia basadas en un enfoque de comunidades lingüísticas (Lurbe, 2006).
35
Rubén Muñoz Martínez
etnográfico, y por el contexto hospitalario público en el que se desarrolla,
lo cual tiene unas implicaciones específicas e inaugurales en la respuesta
al problema del acceso a la atención médica y su disfrute para la población
de origen extranjero en la red de derecho común.
b) El modelo etnopsiquiátrico: En este modelo se incluyen las praxis etnopsiquiátricas y etnopsicoanalíticas de inspiración nathaniana31,
que tienen lugar en el ámbito institucional y el asociativo de Bruselas. La
práctica etnopsiquiátrica analizada en esta investigación se sitúa en el hospital Brugmann de Bruselas y es una de las más representativas en este
país,32 puesto que plantea una aproximación culturalmente descentrada
y apela a la integración y coordinación en sus dispositivos terapéuticos
de herramientas metodológicas dialécticamente opuestas a las del modelo
biomédico.
El marco de un hospital público es un valor añadido para su elección
como objeto de estudio por las características emblemáticas de la cultura
organizacional biomédica en la que se inscribe, pero también opone, y
por la presencia dominante del modelo biomédico hegemónico en salud
mental, algo que no sucede en otros campos como el etnopsicoanálisis en
la sociedad civil. A su vez, esta praxis es la única en Bruselas que, actualmente, incluye el uso del recurso metodológico basado en los denominados objetos activos.33 Este recurso, la consulta grupal multidisciplinaria y
el discurso basado en el paciente son los principales elementos teóricometodológicos de relativización cultural y descentramiento del marco
31 Desarrollando las teorías de George Devereux, la primera práctica etnopsiquiátrica destinada a pacientes inmigrantes en hospitales y clínicas europeas la implementó, en 1979, Tobie
Nathan en el hospital Avicenne de Bobinny (Francia). En 1993 fundó el centro Devereux
en París. Actualmente, países no francófonos como Italia cuentan con aproximaciones terapéuticas de corte etnopsiquiátrico. Cabe mencionar que, en el contexto actual de Francia, la
aproximación teórico-metodológica de la etnopsiquiatría también se ha llevado a una consulta (psicológica) en un colegio de París (Duvillié, 2006). Si bien Devereux (1970) defendía
que la etnopsiquiatría era la disciplina clínica y el etnopsicoanálisis la rama teórica encargada
del marco explicativo de la relación entre psiquismo y cultura, la diferencia entre aproximación etnopsiquiátrica y etnopsicoanalítica, en el campo de la praxis en Bruselas, depende
fundamentalmente del uso de técnicas como los objetos activos, así como del posicionamiento de los terapeutas respecto a prácticas clínicas como la prescripción de medicamentos
(Muñoz, 2013b).
32 En España, actualmente (2014), no existe ninguna terapéutica de tipo etnopsiquiátrico.
33 Se desarrollará en detalle en el apartado correspondiente a la etnopsiquiatría en
Brugmann.
36
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
biomédico hegemónico de esta praxis, así como del modelo de atención
intercultural etnopsiquiátrico en el cual se inscribe.
c) El modelo antipsiquiátrico intercultural: Este modelo comprende la
práctica de la asociación L’Autre «lieu» llevada a cabo en las casas comunitarias peul. Esta práctica de acompañamiento en salud mental intercultural es única en sus características y no existe, hasta la fecha, en Bélgica
y España, otra aproximación que aúne el vector de una praxis alternativa
a la psiquiatría con el intercambio de narraciones de modelos explicativos
del proceso salud- enfermedad-curación en la convivencia intercultural.
En este caso, la asociación L’autre «lieu» provee alojamiento y asesora
a los inquilinos de las casas comunitarias, exiliados políticos de origen
peul mauritano, acerca de las gestiones que seguir para la tramitación de
su asilo. En contrapartida, estos acogen en su comunidad a personas que
sufren dolencias de tipo psíquico o relacional. Los ejes principales de su
relativización cultural del universalismo biomédico son: a) la dialéctica de
su posicionamiento ideológico frente a la psiquiatría biomédica a partir
de la abolición de la relación saber profano/experto; b) el cuestionamiento
de los aspectos jerarquizantes, coercitivos, medicalizadores e individualizantes de la psiquiatría biomédica, y c) la propuesta de alternativas experimentales a través de la interculturalidad y el intercambio en la convivencia
de narrativas del proceso salud-enfermedad-curación/prevención.
La población destinataria de las praxis y el diseño de la muestra
La población destinataria y su situación jurídico-política fue otro criterio metodológico que consideré para definir la relevancia de las prácticas
interculturales en salud mental en el diseño muestral. Como se ha mencionado más arriba, analizaremos las tres praxis dirigidas a la población
inmigrante extracomunitaria en general, en el caso de la FCCP y la consulta etnopsiquiátrica, o en situación de asilo político, como es el caso de
las casas comunitarias peul (también dirigidas a población autóctona). En
los tres casos los vectores operativos de su atención o acompañamiento,
con diferentes planteamientos teórico-metodológicos, convergen en el binomio cultura-migración.
37
Rubén Muñoz Martínez
Situación jurídico-política y social de las personas de origen extranjero
a las que van dirigidas específicamente las praxis.34
Asilo político
(Destinatarios de la
terapéutica y operadores
en la curación)
(Destinatarios de la
terapéutica)
— EXIL/Bélgica
↓
Lugar: Ámbito asociativo
incorporado a la red pública
de cuidados especializados.
(Operadores en la curación)
En situación irregular
Población inmigrante
en general
— FCCP en Madrid
↓
Lugar: Hospital público
— SAPPIR en Barcelona
↓
Lugar: Ámbito asociativo
— L’Autre «lieu» y las casas
de acogida peul (Bruselas)
↓
Lugar: Ámbito asociativo
— Consulta
etnopsiquiátrica de
Brugmannde Brugmann
Bruselas
↓
Lugar: Hospital público
La investigación, de tipo teórica y con un carácter aplicado, se basa en
la etnografía como método principal. Las técnicas de investigación que se
utilizaron fueron la observación participante, o participación observadora
(Jacorzynski, 2004), y las entrevistas semiestructuradas35.
La observación participante en el caso de la formulación cultural de
casos psiquiátricos (FCCP) en el hospital Puerta de Hierro de Madrid estuvo determinada por mi incorporación, en el 2008, al curso de doctorado
del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid,
que tuvo lugar en el hospital durante cuatro meses. El curso, impartido
34 Cuadro propio. No excluye que en estos dispositivos tenga cabida otra población distinta
a la señalada (tanto extranjera como, en muchos casos, autóctona). Sin embargo, esta es la
población hacia la cual han sido dirigidas, en un principio, las prácticas.
35 En total fueron 24 entrevistas en ambos países dirigidas a profesionales del medio sociosanitario como psiquiatras, psicoterapeutas, mediadores interculturales, los coordinadores y
trabajadores de algunas de las asociaciones sujeto de estudio o, entre otros, los usuarios de
las casas Peul. Las conversaciones informales durante el trabajo de campo fueron también de
inestimable valor. Tanto las entrevistas como la observación participante estuvieron basadas
en el consentimiento informado de todos los participantes, y en el respeto a su derecho a la
confidencialidad, lo cual incluyó a los coterapeutas, a los pacientes y a sus acompañantes en
el hospital Brugmann de Bruselas.
38
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
bianualmente, se centra en la formación e investigación en FCCP. En él
se desarrollaron y se estudiaron los casos de los pacientes tratados en la
praxis clínica de los psiquiatras asistentes. Las visitas fueron sistemáticas
en esos cuatro meses: un día a la semana durante dos horas y media. Además de proporcionarme información sobre cómo el psiquiatra-profesor
llevaba a cabo esta práctica intercultural en el hospital, también me permitió conocer el modo de operar de otros terapeutas que la aplican en los
diversos contextos hospitalarios en los que trabajan.
En el segundo caso que se analiza, la observación participante en la
consulta de etnopsiquiatría del hospital Brugmann de Bruselas tuvo lugar
durante seis meses entre 2006 y 2007. En este tiempo, acudí cada jueves
de 13:30 a 19:30 h. Gracias a la apertura del grupo de coterapeutas y a lo
mucho que se me facilitó la incorporación. pude a realizar dos visitas de
control en 2008. Esta fue la primera ocasión en la que me topé con el campo profesional de la psiquiatría, el cual era novedoso para mí, puesto que
mi bagaje disciplinar procede de la antropología. Sumado a esto, la particular forma de inmersión investigativa en esta consulta etnopsiquiátrica
—debía ejercer no solo de investigador, sino también de coterapeuta (ver
Muñoz, 2013a)— supuso una serie de especificidades metodológicas que
se analizan en el presente libro como datos empíricos de interés para nuestro objeto de estudio. El generoso acceso al campo me permitió un estudio
etnográfico de primera mano no solo en las reuniones formativas o de
discusión sobre las metodologías, sino también al interior de la consulta
médica. Por la riqueza y cantidad de datos obtenidos, considero necesario
dedicarle una extensión especial al análisis de esta praxis etnopsiquiátrica,
pese a que eso implique cierta descompensación con respecto a los otros
dos casos.
En el tercer caso, el de las casas comunitarias peul en L’Autre «lieu»,
comencé a asistir a algunas de las actividades socioculturales que realizaban los miembros de la asociación en conjunto con los inquilinos de las
casas. Ello me ofreció la posibilidad de conocer a parte de los integrantes
de la comunidad peul en Bruselas y me facilitó el paso para visitar a los
habitantes de las casas comunitarias peul. De este modo, programé nueve visitas durante los cuatro primeros meses de 2007 (más dos visitas de
control posteriores) a las dos casas existentes: el Vivier y Geefs. Por otro
lado, asistí a actividades formativas, foros y congresos, principalmente,
que organizan los miembros de la asociación y que están relacionados con
el movimiento antipsiquiátrico en la historia y la reflexión crítica sobre el
modelo biomédico psiquiátrico.
39
Rubén Muñoz Martínez
Los resultados empíricos de la investigación comprenden hasta el año
2010, a lo cual se le añaden cinco años más de reescritura, revisión y actualización documental de algunos aspectos centrales de la investigación.
¿Qué aporta esta investigación a la antropología social
y al campo de la salud mental?
El presente libro y la articulación de su carácter crítico y aplicado trata
de realizar aportaciones novedosas tanto en el panorama de las ciencias
sociales como en el de otras disciplinas y campos profesionales que en la
práctica se enfrentan con los problemas del acceso de la atención médica
en contextos de diversidad cultural. Una de las aportaciones es la posibilidad de diálogo entre las diversas prácticas y modelos propuestos y analizados en este trabajo, y su potencial replicación y/o adaptación a otros
contextos con problemáticas análogas.
En Europa, la cuestión de la salud y la migración ha sido un tema a
menudo rehuido por los poderes públicos por diversas razones. Por una
parte, se ha argumentado que habría que tratar de no estigmatizar a las
personas inmigrantes con datos que unan la procedencia étnica/cultural
con unos rasgos epidemiológicos determinados.36 Por otra parte, en sistemas sanitarios de corte garantista y universal, se han concebido como no
relevantes o marginales los problemas socioculturales del acceso equitativo a la atención en salud de las poblaciones con itinerarios socioculturales
diversos como, por ejemplo, las de origen extranjero.
En el caso de España, a estas razones de rechazo de las nociones culturales en la salud se les ha unido la novedad del fenómeno, en la historia
contemporánea, de recepción de inmigrantes. Esta novedad conlleva que
no se haya tenido el suficiente tiempo para reflexionar sobre estos aspectos. Sin embargo, el hecho de que las demandas y las problemáticas de
este fenómeno ya se conocieran en el contexto europeo permite que ahora
puedan tratarse con mayor rapidez y eficiencia que cuando se produjeron
36 Si esto sucede así con la población inmigrante en general, con la que se encuentra en situaciones más vulnerables, como es el caso de los inmigrantes sin papeles, aún es mayor el desconocimiento que se tiene desde los ámbitos de la investigación y de la actuación. Este mismo
problema existe en la investigación epidemiológica sobre VIH con población migrante en
Europa (ver Fassin, 1999a) o, por ejemplo, con minorías étnicas como la población indígena
en Latinoamérica (ver Ponce y Núñez, 2011; y Ponce, Muñoz y Stival, 2017).
40
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
en países como Bélgica, receptores inaugurales del fenómeno migratorio
interno del siglo xx en Europa.
No existen, en la actualidad (año 2015), muchos estudios desde las
ciencias sociales en Bélgica ni en España sobre el acceso de las personas
inmigrantes, en especial de aquellas más vulnerables, a la atención en salud mental. Algunos trabajos, en un ámbito general, han hecho hincapié,
mediante un análisis comparativo de los sistemas de bienestar en Europa
y su garantismo en el ámbito de la atención en salud, en la dificultad del
acceso a estos servicios por parte de la población migrante (ver Médicos
del Mundo, 2007). Otros se han centrado en el estudio de impacto en uno
de estos países analizando sus políticas públicas y el desarrollo del sistema
de bienestar (en el caso de Bélgica, ver Médecins Sans Frontières, 2004
y 2008; en el de España, Moreno, 2007; Serrano, 2008; Saura, 2001). En
España, algunas investigaciones recientes están abordando las psicopatologías de la migración, en relación con las problemáticas en la atención
médica, en colectivos específicos como la población migrante subsahariana (ver el estudio, en Almería, de Ibáñez, 2015). No obstante, pese a no ser
numerosas, en Bélgica existen investigaciones sociales pioneras respecto
a la salud mental, la migración y la diversidad cultural, desde finales de la
década de los años ochenta y principios de los noventa (ver Devisch en
Leman y Gailly, 1991; Ferrant y Hermans, 1991; Leman y Gailly, 1991).
En la actualidad37 no existen investigaciones etnográficas sobre la
etnopsiquiatría como dispositivo clínico ni sobre las casas comunitarias
peul de Bruselas. Por lo que esta investigación es la primera sobre este
tema, desde las ciencias sociales, en Bélgica. Se ha publicado algún artículo científico y de divulgación que recoge brevemente el funcionamiento de alguna de las praxis etnopsiquiátricas en Bélgica (ver Schurmans,
2008). La etnopsiquiatría en Francia ha hecho correr ríos de tinta desde
sus albores; sin embargo, la mayoría de sus críticas no se han basado en un
trabajo etnográfico, sino en las lecturas de los textos de Tobie Nathan; es el
caso de Fassin (2000a y 2000b), Jaffré (1996) o Rechtman (2000). Esta investigación supone un aporte pionero a la exploración etnográfica, como
antropólogo y coterapeuta (ver Muñoz, 2013a), de esta aproximación teó-
37 Hasta la fecha de la tesis de doctorado, en febrero de 2010, y lo que pude revisar posteriormente hasta la finalización de la escritura del libro en 2015.
41
Rubén Muñoz Martínez
rico-metodológica desde su praxis clínica.38 Al mismo tiempo, también es
novedosa la mirada crítica, independiente y externa de esta investigación,
ya que no está vinculada a los trabajos de investigación o estudios que,
bajo la dirección o aprobación de los profesores/etnopsiquiatras, se desarrollan a menudo en las prácticas etnopsiquiátricas (de los hospitales
y centros adscritos con frecuencia a programas de grado o posgrado) en
Francia y en Bélgica.
En España son escasos los trabajos que han concebido como objeto
de estudio las praxis clínicas destinadas a los migrantes. Desde un punto
de vista historiográfico, el fenómeno migratorio masivo entre 1950 y 1975
en España, en el contexto de la psiquiatría custodialista de la dictadura
y de la centralización y homogeneización lingüístico-cultural, no se vio
reflejado en un interés por sus repercusiones psicopatológicas desde una
perspectiva cultural, con la excepción del informe PANAP desarrollado
por Cabaleiro (1967 y 1977; en Comelles, 2007) acerca de la psicopatología de los migrantes gallegos retornados de Europa. De los escasos abordajes sobre este fenómeno, predominaron los estudios desde el enfoque
de la psiquiatría social (ibídem). A finales de los 90, la psiquiatría cultural,
mediante la praxis clínica o en torno a esta, en el país ha experimentado un notable desarrollo y consolidación en propuestas de producción de
teoría con respecto a la FCCP (Caballero, Tur y Sanz, 2005, y Caballero,
2009) o en los duelos migratorios y el mal de Ulises (Achotegui, 2006). La
única investigación, de tipo sociológico, existente hasta la fecha es la tesis
de doctorado de Lurbe (2006), en la que se trata, en Barcelona y París, el
análisis de las praxis en salud mental destinadas a las personas migrantes
desde su producción de alteridad. Con respecto a la antipsiquiatría intercultural, con un enfoque etnográfico, esta es la primera investigación
que se realiza en los contextos de España y Bélgica, así como en el marco
europeo en general.
La psiquiatría comunitaria o social en Bélgica tiene una historia emblemática fruto de la lucha de los movimientos sociales y los actores re38 En el mismo año de la defensa de la tesis de doctorado en la que se inscribe esta investigación (Muñoz, 2010), fue defendida la tesis de Larchanché (2010), en la cual se realiza una
investigación etnográfica, desde su articulación con el ámbito educativo, de un dispositivo
etnopsiquiátrico en París. Por otro lado, Natale Losi publicó en 2006 el libro Lives Elsewhere.
Migration and Psychic Malaise, en el que describe su experiencia clínica con población migrante y realiza una propuesta aplicada a través de una aproximación, inspirada en la etnopsiquiatría y la terapia sistémica, que denomina como «etno-sistémica-narrativa».
42
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
presentativos, como Mony Elkaïm, que en las décadas de los sesenta y los
setenta participaron en la corriente crítica frente al custodialismo y la psiquiatría biomédica, y realizaron interesantes aportaciones a la propuesta
antipsiquiátrica desde Bruselas. En el ámbito académico, un estudio clásico en este campo fue el de Roosens (1979), en el cual reflexiona sobre la
desinstitucionalización de la atención en salud mental y la implicación en
los cuidados de conjuntos sociales como las familias de acogida en una
comuna de Amberes llamada Geel. Tanto en la FCCP como en la antipsiquiatría intercultural el enfoque etnográfico (a través de la observación
participante) plantea aportes novedosos de tipo aplicado y teórico.
Un campo de relativo estudio y desarrollo teórico-práctico en ambos
países, con respecto a la mejora en el acceso y la atención en salud de las
personas migrantes, ha sido el de la mediación intercultural en el ámbito sanitario. En España existe una importante escuela teórica y práctica,
creada por Carlos Giménez (ver Giménez, 1997) a mediados de la década de los noventa, que desarrolla la mediación intercultural en diferentes
ámbitos de intervención.39 Parte de la tesis de doctorado que dio forma a
la investigación del presente libro estuvo dedicada a la mediación intercultural en la atención en salud en España y Bélgica, sus resultados se publicaron en un artículo (ver Muñoz, 2013b). En Bélgica se puede destacar
a Hans Verrept (con estudios como Verrept y Louckx, 1997) como uno de
los impulsores de la mediación intercultural sanitaria con una perspectiva
teórica y práctica, inscrita en políticas y programas públicos.
A continuación, daremos paso a la descripción de los contextos migratorios, de gestión de la diversidad cultural y de los sistemas públicos
de salud en Bélgica y España, así como a las problemáticas en el acceso
a la atención médica de la población migrante y algunas de las medidas
que, desde el ámbito público y asociativo, se han llevado a cabo en ambos
países.
39 En el ámbito de la salud mental en España ver Collazos, Burckhardt y Casas (2005) o
Qureshi, Revollo, Collazos et alii (2009).
43
PARTE I. CONTEXTOS MIGRATORIOS
Y DE ATENCIÓN MÉDICA EN BÉLGICA Y ESPAÑA
En este apartado, dividido en dos capítulos, comenzaremos hablando de
los contextos migratorios y de acceso a la atención médica de derecho común desde una perspectiva histórica. Se aborda brevemente, en el capítulo
primero, la trayectoria histórica, de Bélgica y España, en la recepción de
personas inmigrantes. Pasaremos posteriormente a hablar de las características de sus sistemas sanitarios, exponiendo las medidas más relevantes,
del orden legislativo, en la lucha contra la desigualdad de acceso y disfrute
a la atención médica de las personas de origen extranjero. El capítulo segundo trata de las barreras que influyen en la exclusión de las personas de
origen extranjero al sistema de salud, así como de las estrategias y medidas
específicas, en el medio asociativo e institucional, adoptadas contra dichas
barreras en ambos países.
1. La recepción de flujos migratorios en Bélgica y España
Las realidades acerca de la recepción de flujos migratorios en España y
Bélgica son significativamente distintas en su historia y sus características.
En Bélgica, los flujos migratorios contemporáneos de mayor importancia
se remontan a la década de los cuarenta. En España, sin embargo, aparte
de llegadas puntuales de personas extranjeras durante el franquismo, la
recepción migratoria corresponde principalmente a la década de los noventa.
45
Rubén Muñoz Martínez
1.1 El caso belga
Podemos situar el origen de la migración contemporánea en Bélgica en la
década de los años veinte; sin embargo, en 1946 comenzaron a darse los
cambios más importantes en los movimientos migratorios (en términos
numéricos) y también en las políticas públicas. En ese año, Bélgica e Italia
firmaron un acuerdo por el cual 300 000 italianos migraron para trabajar
en las minas belgas. En 1950, el país cerró las puertas a los extranjeros por
petición del Gobierno francés, que temía que los trabajadores de origen
magrebí de Francia se fuesen a Bélgica motivados por sus salarios más elevados. 1956 fue el año en el que comenzaron a llegar españoles y griegos.
En 1964, Bélgica firmó un nuevo acuerdo para recibir a trabajadores de
origen turco y marroquí (Antiracisme/Belgique, 1998). Una década después, hubo un punto de inflexión tras el cierre de fronteras en 1974, que
supuso el fin de tres décadas de inmigración económica formal. A partir
de ese momento, el flujo de inmigración fue disminuyendo hasta llegar a
ser inferior que el de emigración, en 1983.
A partir de 1985, aconteció un fenómeno paradójico: el repunte de la
recepción migratoria en pleno periodo de bloqueo fronterizo, crisis económica y alta tasa de paro. Este incremento estuvo motivado por diversas
causas; entre otras: la globalización, principalmente de 1989 en adelante,40
y el desarrollo de una economía paralela con un consiguiente mercado
migratorio informal. Estas nuevas circunstancias permitieron la reelaboración de estrategias migratorias tanto individuales como colectivas, con
lo que la nueva reagrupación familiar pasó a ser uno de los escasos pasajes
de entrada legal de inmigrantes en Bélgica. Del mismo modo, aumentaron
las demandas de asilo político,41 mientras que su aceptación fue disminuyendo progresivamente hasta llegar a la cifra actual, la más baja que se ha
registrado en la historia del país (Centre pour l’égalité des chances et la
lutte contre le racisme, 2008).
40 Influyeron algunos fenómenos ligados a la globalización, como la libre circulación de
mercancías y capitales, la aparición de los medios de información como internet y la democratización del uso de transportes, principalmente el avión. Hay que señalar, a su vez,
que esta fecha coincide con la creación del mercado común en la Comunidad Económica
Europea, que pasó a llamarse Unión Europea en 1992, y la consolidación de un espacio de
libre circulación de mercancías, servicios y personas.
41 Se incrementaron de 2048, en el año 1983, a 42 691, en el año 2000, (Centre pour l’égalité
des chances et la lutte contre le racisme, 2008).
46
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
En Bélgica se asistió al nacimiento del discurso de la Europa fortaleza,
que comienza a consolidarse en la década de los noventa en el territorio
europeo, y a la aparición de medidas disuasorias y de persecución de los
inmigrantes en situación irregular. Entre otras, cabe destacar la creación
de los centros de internamiento tras la Ley de mayo de 1993 para los sin
papeles, así como la ley Vande Lanotte de 1996 (que modificó la ley de
1980), la cual introdujo el carácter de delito para aquellos que ayuden a
las personas en situación irregular, así como la supresión a los recursos
jurídicos para los demandantes de asilo (Vanpaeschen, 1999).
Este marco legislativo (y su correspondencia en la regulación de tipo
represiva) coincidió con un clima de súbito incremento de la extrema derecha en Flandes. Así, el Vlaams Blok obtuvo el 6,6 % de los votos en 1991;
más tarde, en las elecciones europeas de 1999, el Vlaams Belang (sucesor
del Vlaams Belok) obtuvo el 14,8 % y dos escaños en el Parlamento Europeo, lo cual disparó la alarma de ciertos sectores de la sociedad.42
A partir de 1999, hubo un doble movimiento de apertura y cierre en
las fronteras belgas. Al mismo tiempo que se incrementaban las medidas
de persecución y disuasión43 se llevó a cabo una campaña de regularización de 42 000 personas en situación irregular entre 2000 y 2001 (Ley del
22 de diciembre de 1999). La connivencia de los dos movimientos responderá fundamentalmente al doble rasero de las consecuencias funcionales
de las políticas de represión y control por parte del Estado, así como a
las necesidades estructurales y coyunturales del sistema de mercado y la
migración económica. Esta situación coincidió con el nacimiento de una
aproximación comunitaria a la gestión de los flujos migratorios en Europa. Una de las muestras más representativas de esta aproximación es el
Tratado de Ámsterdam, firmado en 1997 y aplicado el 1 de mayo de 1999,
el cual prevé la puesta en marcha, en cinco años, de un espacio común de
libertad, seguridad y justicia con una política común de inmigración y de
asilo (OPOCE, 1997).
42 Con el fin de evitar el auge de la xenofobia, aparecieron organismos y mecanismos institucionales como el Centre pour l’égalité des chances et la lutte contre le racisme y el Fond
d’Impulsion à la Politique des Inmigrés (FIPI), que consolidaron la mediación intercultural
en el ámbito sanitario (ver Muñoz, 2010 y 2013).
43 El 5 de octubre de 1999 se procedió a la repatriación de 74 personas de origen gitano y
nacionalidad eslovaca, lo cual supuso una condena del Tribunal de Derechos Humanos de
Estrasburgo (decreto Conka, 5 de febrero de 2002).
47
Rubén Muñoz Martínez
Un elemento que destacar con respecto a la procedencia de las personas de origen extranjero en Bélgica es el hecho de que la mayor parte de la
inmigración en los últimos años proviene de países de la Unión Europea
(UE). Los once países de mayor procedencia son: Italia, Francia, Holanda, Marruecos, Turquía, España, Alemania, Inglaterra, Portugal, Grecia y
Congo. De los 83 433 inmigrantes extranjeros registrados en 2006, 45 517,
un 55 %, corresponde a personas procedentes de países comunitarios y
un 45 % a países de la UE-15. En el 2007, la cifra de comunitarios de la
UE-15 llegó al 64 %44 (Centre pour l’égalité des chances et la lutte contre
le racisme, 2008). Estas cifras, unidas a la media del 9 % de población extranjera desde mediados de la década de los ochenta (para el año 2015, ver
Perspective du Monde, 2015), dan una muestra de las paradojas relativas
a la aparición de discursos y dinámicas, en la línea de la Europa fortaleza,
que presentan a los inmigrantes como una alteridad problemática, altamente extracomunitaria y frente a la que urgen medidas de tipo represivo/
regulador.
1.2 El caso español
La historia de la recepción migratoria contemporánea española es mucho
más breve, si bien en el contexto de la UE está acompañada de dinámicas
parejas a las relatadas antes. Por un lado, uno de los principales factores
del fenómeno migratorio contemporáneo en España es el desarrollo económico vivido desde comienzos de la década de los noventa.45 Por otro
lado, también son relevantes la proximidad con el continente africano y el
hecho de que España y Marruecos sean los países fronterizos con mayor
diferencia en su PIB en la UE y los séptimos en el mundo (More, 2007).
Un 18,13 % de las personas censadas en 2006 (INE, 2006) provenían de
África (especialmente de Marruecos). A su vez, dicha proximidad influye
en que muchas personas llegan a España para acceder a otros países de la
UE, como Bélgica.
44 El 10 % de las personas procedentes de los países comunitarios de la UE-27 son principalmente rumanos y polacos. Solo Luxemburgo y Francia tienen una presencia tan importante
de extranjeros comunitarios.
45 En este sentido, ha sido relevante el impulso del sector agrícola, el turismo y la construcción, por lo que se ha requerido más mano de obra de la que se podía conseguir con las
personas autóctonas.
48
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Otras variables como el clima, el modo y el coste de vida, y la cercanía
lingüística y cultural influirán en la elección de España como destino migratorio para ciertos colectivos. El alto porcentaje de ingleses y alemanes
en las zonas de la costa levantina y las regiones insulares, un 21,06 % (INE,
2006) de los extranjeros provienen de Europa occidental, es un ejemplo
de las primeras variables. La proximidad lingüística y cultural, entre otros
factores, guarda cierta relación con el 36,21 % (INE, 2006) de inmigrantes
provenientes de Latinoamérica.
A diferencia del caso de Bélgica, un factor destacable en la regulación
del fenómeno migratorio en España (y en otros países del sur de Europa
como Italia) es que la legislación migratoria apareció antes de que se le
confiriese a la inmigración un carácter problemático. La primera ley de
extranjería se aprobó en 1985, cuando el número de residentes extranjeros
no superaba los 250 000 y la mayoría provenían de Europa. Una explicación de esto es que la sanción migratoria en España fue uno de los requisitos de entrada en la Unión Europea.46
Si hay que señalar un año emblemático en la corta trayectoria de la
inmigración en España este es el 2000. Por un lado, se promulgó la Ley orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros
en España y su integración social, que tuvo diversas consecuencias. Entre
ellas, la regulación de ciertos derechos como el relativo al criterio unificado del empadronamiento para obtener la tarjeta sanitaria, independientemente de la situación jurídico-administrativa de la persona.47 Sin
embargo, no se tuvieron en cuenta cuestiones relativas a las problemáticas
lingüísticas y culturales de la comunicación entre los profesionales sanitarios y los inmigrantes, y se dejaron de lado medidas de primer orden como
los programas de implementación de recursos de traducción/interpretación linguística y cultural y, con alguna excepción regional, de mediación
intercultural sociosanitaria. Por otra parte, el año 2000 también fue el de
los trágicos acontecimientos xenófobos de El Ejido (Almería), lo que hizo
saltar a la palestra mediática y electoral, por primera vez, la cuestión de la
inmigración.
46 Un requisito preventivo que pretendía acabar con la falta de experiencia administrativa y
la laxitud del control migratorio previo (López Sala, Ana María; 2005: 172).
47 En otros ámbitos, como el jurídico, laboral, educativo, etc., se trata de reactualizar las
legislaciones obsoletas (como la Ley orgánica 7/1985) a la nueva realidad de la inmigración
en España, equiparando derechos entre inmigrantes y autóctonos.
49
Rubén Muñoz Martínez
Así pues, dicho fenómeno migratorio ha supuesto uno de los eventos
sociales más intensos en España en las últimas décadas. No es de extrañar
que sea protagonista de tantos relatos; en términos económicos y sociales, se le debe el incremento del producto interior bruto (PIB) y de las
rentas por habitante, así como el efecto cohesionador social, al incidir en
fenómenos como el aumento de la natalidad en un país con altas tasas
de envejecimiento de la población. De igual manera, ha incidido en la
diversificación lingüística, cultural y religiosa de una población muy homogénea hasta la década de los noventa (o de una diversidad intramuros)
en relación con países como Bélgica. Por último, cabe señalar que la reforma de la Ley Orgánica 4/2000 con la Ley 8/2000, de 22 de diciembre,
tuvo como objetivo principal el control de los flujos de inmigrantes y el
establecimiento de vías de expulsión de los residentes ilegales en España,
con lo que se cerró la posibilidad para regularizar su situación que ofrecía
la ley anterior.48
En esta nueva línea se inscribirá la reforma de la ley de extranjería
(Ley Orgánica 14/2003, de 20 de noviembre). En esta reforma destacan el
refuerzo de los medios sancionadores para luchar contra la inmigración
ilegal y el tráfico de personas, y la habilitación del acceso a la información
de las Administraciones públicas por parte de las fuerzas y cuerpos de
seguridad, con la posibilidad de acceso a la información ofrecida por el
padrón municipal a la Dirección General de Policía. También es recalcable
la modificación de las condiciones del derecho a la reagrupación familiar
y de las posibilidades de regularización individual por la vía del arraigo.49
En resumen, dos circunstancias han condicionado fuertemente la respuesta del Estado español ante el fenómeno migratorio. La primera es la
ausencia de mecanismos institucionales y la inexperiencia administrativa
en cuanto a la planificación, regulación y gestión interna de la migración50
48 A su vez, siguiendo la exposición de motivos de la Ley 8/2000, tratará de adecuarse a las
directrices europeas en materia inmigratoria, adoptadas por los Estados miembros de la UE
los días 16 y 17 de octubre de 1999 en la cumbre de Tampere, para la creación de un espacio
de libertad, seguridad y justicia.
49 Es una ley de carácter regresivo/regulador que recorta los derechos de los inmigrantes
establecidos irregularmente en España y que impide, casi por completo, la posible regularización de los que no han tenido medios para llegar a España de manera legal y han entrado
sin haber conseguido previamente el permiso de trabajo necesario.
50 Lo que ha dado lugar a que la política se haya construido, en la mayoría de los casos,
precipitadamente ante las exigencias de la nueva realidad social.
50
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
(López Sala, Ana María; 2005: 172). La segunda es el hecho de que su
consolidación como Estado receptor de migración ha coincidido con su
integración en la Unión Europea, lo que ha provocado que el diseño de las
políticas nacionales dependiera significativamente de las iniciativas adoptadas en Europa (Tamayo y Delgado, 1998).
2. Las políticas migratorias y sus modelos en Bélgica y España
Describo a continuación como los modelos de gestión de la diversidad
cultural están presentes en los países y regiones en los que se desarrollan
las praxis que nos ocupan. Esto permite no tanto explicar estas prácticas
interculturales, que pueden muy a menudo tener una cierta autonomía
de las macropolíticas, sino contextualizarlas y entender al interior de qué
modelo de política migratoria se han desarrollado.
Modelos de gestión de la diversidad sociocultural
Modelo de exclusión
Segregación y exclusión diferencial (Stephens Castles)
Modelos de inclusión
Modelos no pluralistas (monoculturales)
— Asimilación: Bélgica (Valonia y Bruselas), Francia
— Melting Pot
— Integración: Bélgica (Flandes), Inglaterra
Modelos pluralistas (pluriculturales)
— Multiculturalismo: Australia, Canadá
— Interculturalismo: Quebec
Elaborado a partir de López Sala (2005: 90)
En el caso de Bélgica, influida culturalmente por Holanda y Francia,
se dan unas características distintivas en la región flamenca y francófona
valona en lo relativo a sus políticas migratorias. Esto guarda relación con
la modalidad de nacionalismo predominante y sus diversas concepciones
del acceso a la ciudadanía, que van desde un modelo republicano de tipo
político (como el francés) a otro imperial de tipo étnico/cultural (como
el holandés). Como se puede observar en el gráfico anterior, en Bélgica
se combinan dos modelos de inclusión. Por un lado, está el modelo de
integración sociocultural de inspiración holandesa y típicamente flamenco. Por otro, el modelo universalista de tipo asimilacionista de Valonia,
influido por la tradición francesa. En la región multilingüe de Bruselas se
da una mezcla de ambos.
51
Rubén Muñoz Martínez
El modelo de integración flamenco está influido notablemente por la
concepción étnica/cultural del nacionalismo en la región de Flandes, donde el concepto de ciudadanía se articula en torno a la pertenencia étnica/
cultural y a la ascendencia51 (Zapata-Barrero, 2004). El modelo universalista valón de la región francófona, de tipo republicano, está más vinculado a la aceptación de la alteridad que representa la persona alóctona, a
cambio de que comparta el proyecto político institucionalizado común.
Se enfatiza la integración (por medio de la asimilación cultural) socioeconómica más que en la región de Flandes, donde predomina la diferencia e
integración étnica/cultural. Como mencionaba antes, esto no explica por
qué han surgido las prácticas interculturales sanitarias analizadas en Bélgica; sin embargo, en todos los casos, sí ofrece un elemento relevante de
contexto.
En el caso español no hay actualmente un modelo definido, al igual
que ocurre en otros Estados de Europa meridional. Como se ha señalado
anteriormente, en España no ha existido una línea directiva de las políticas migratorias, sino que se han ido buscando alternativas y posiciones
sobre la marcha, sin dar respuesta, en muchas ocasiones, a las situaciones
de exclusión social en las que se encuentran actualmente muchas personas
inmigrantes. Hasta la actualidad, la opinión pública no ha jugado un papel
destacable en el debate de los modelos políticos que seguir (ya que no era
una cuestión que hubiese que problematizar). En cambio, sí ha sido relevante el papel de la sociedad civil, asociaciones y organizaciones diversas,
en la cuestión migratoria, debido a su carácter subsidiario. Por el momento,
en España predominan las políticas universalistas o generalistas, que consideran al colectivo inmigrante un grupo más, receptor de las actuaciones
asistenciales en sanidad o educación (López, 2005: 174).
La relación de las praxis y los modelos de intervención terapéutica intercultural con las políticas migratorias se manifiesta mediante la resistencia de dichas praxis a la concepción asimilacionista y etnocéntrica de la
cultura biomédica. En España, esto ocurre en un contexto en el que se com-
51 Un ejemplo de esta política son las clases de integración sociocultural obligatorias para
las personas de origen extranjero en las que deben aprender el idioma flamenco, así como
los valores y particularidades del país. Otro ejemplo es el mayor apoyo a asociaciones, con
criterio de pertenencia cultural diferenciada, de inmigrantes que en la región francófona.
En el caso de no acudir a dichas clases, se imponen sanciones como deber pagar el curso, en
principio gratuito, o el rechazo de la solicitud de, por ejemplo, un piso de protección oficial.
52
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
binan la ausencia de un modelo migratorio definido con la restricción a la
circulación de las personas y el rechazo del nuevo panorama de diversidad
cultural en las instituciones de salud. En el caso de Bélgica, y en particular
Bruselas, se impone el modelo valón, republicano y universalista, presente
en la ciudad y en la región francófona del país. El sistema médico hegemónico se articula con la ausencia y la presencia, respectivamente en ambos
contextos, de modelos de gestión de la alteridad. De esta manera, por un
lado, subsiste bajo un principio universalista que trata de deslindarse de la
economía política en la que se inscriben dichas regulaciones y, por otro, se
refuerza por la concepción homogeneizante de la cultura organizacional
biomédica de cuidados y por la semiótica del binomio deslocalizaciónrelocalización52 del discurso cientificotécnico.
En España, la respuesta al al sistema hegemónico de atención en salud
se efectúa desde el modelo occidental adaptado en la diversidad cultural
(por ejemplo, en la praxis del mal de Ulises, de Barcelona, o la FCCP en el
hospital Puerta de Hierro, de Madrid) como parte de la búsqueda de una
mejora en el acceso y la atención médica adecuada y efectiva en un contexto de multiculturalidad significativa. En Bélgica, por esta misma razón,
esta oposición se lleva a cabo a partir de los dispositivos que se inscriben
en este modelo, a los que se suma (en el particular de las praxis etnopsiquiátricas en Bruselas) la oposición a la concepción asimilacionista y etnofágica del modelo hegemónico biomédico y su legitimación legislativa
en la mencionada aproximación republicana universalista de las políticas
de gestión de la diversidad cultural.
3. El sistema de salud belga y la inequidad en el acceso
El cambio paradigmático de la concepción de la asistencia y del enfermo
que tenía el cristianismo, de carácter benéfico, a la laica y dirigida por el
Estado culminó, tras varios siglos de proceso, en el siglo xix. El principal
factor que influyó en dicho cambio fue la entrada en escena del mercantilismo y los criterios y necesidades de productividad vinculados a la población y a su salud. Sin embargo, en la sociedad burguesa del xix se mantuvo
52 La deslocalización sirve para universalizarlo; la relocalización, para que sea efectivo en el
ejercicio de un poder de captación y persuasión inscrito en las relaciones sociales del contexto en el que opera.
53
Rubén Muñoz Martínez
la diversificación de la asistencia médica que se había dado a lo largo de
cuatro siglos53 (López, 2005: 173).
Si bien el sistema mutualista, al que pertenece Bélgica,54 fue reconocido jurídicamente en 1851, hubo que esperar hasta 1903 para que naciese
la primera legislación obligatoria dedicada a los accidentes de trabajo. Fue
al final de la segunda guerra mundial, cuando el anteproyecto de ley del
28 de diciembre de 1944 instituyó un régimen de seguro aplicado a los
trabajadores asalariados.55 A partir de ese momento, el sistema se extendió
al resto de la población, pero solo para los grandes riesgos (ver Reman,
2006). Con la llegada de la tercera revisión constitucional (1968-1971),
se fundaron tres comunidades culturales en Bélgica con poderes que atañían, entre otras cosas, a la gestión de parte de su sistema sanitario: la comunidad de lengua francesa, la de lengua flamenca y la de lengua alemana. En la actualidad, el sistema de salud belga ha afrontado, como la mayor
parte de sus compañeros europeos, un fuerte aumento de sus gastos. En
su caso, parece que los medios que se le atribuyen son insuficientes y que
la racionalización del sistema está mediada por su compleja estructura
administrativa y política (Íbidem).
Se puede considerar que a mediados de la década de los noventa hubo
un momento de cierta inflexión en cuanto a algunas orientaciones de las
políticas de salud pública en Bélgica. En este sentido, desde finales de
1995, comenzó a haber una política de modernización de la Seguridad
Social. Sin embargo, esta ha sido ambivalente: por una parte, en 1996, el
Gobierno suspendió un número de orientaciones concernientes al gasto
53 Las clases altas, con la desaparición gradual de los médicos de cámara, pasaron a ser
atendidas en las consultas privadas de los médicos célebres. Las clases medias eran asistidas
por los médicos de familia a domicilio. Por último, los pobres acudían a servicios de los hospitales benéficos (a menudo dirigidos, por la mañana, por aquellos médicos célebres que, en
horario de tarde, atendían en sus consultas a los enfermos ricos).
54 Esping-Andersen (1990), clasifica tres tipos diferenciados de sistemas de bienestar: el modelo asistencial, el universalista y el de mutualidades. Este último modelo es el de los Estados
del bienestar conservadores y fuertemente corporativistas, como Bélgica y Francia. En él, la
obsesión liberal de la regulación por el mercado no es nunca predominante. Sin embargo, se
caracteriza por un mantenimiento de diferencias de derechos ligados al estatus y a la clase.
En el caso de Bélgica, es denotativo de la relación entre la inserción al mercado de trabajo y
la disponibilidad económica para un mayor o menor disfrute de ciertos servicios sanitarios
condicionados por las mutualidades.
55 El financiamiento previsto será triple: asalariados, empresarios y Estado. Cabe decir que
la estructura mutualista estaba incluida en la gestión del seguro.
54
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
público; por otra, algunas medidas de modernización se han dirigido sobre todo hacia los grupos sociales vulnerables (Reman, 2006). Así, a la luz
de las inequidades de de acceso a la atención en salud de ciertas franjas
de la población (como las personas en situación irregular en los años 80
y principios de los 90), se materializaron algunas iniciativas que culminaron en la emblemática aparición de la Ayuda Médica Urgente (AMU) en
1996.56 Uno de los puntos relevantes de esta ayuda fue la inclusión, para
dichas personas, de los cuidados de tipo preventivo, en casos de urgencia.57 De esta manera, la prestación sanitaria que los centros públicos de
asistencia social (CPAS) ofrecían a las personas en situación regular sin
ingresos suficientes y pertenecientes a ciertas categorías58 pasaba a estar
disponible para aquellas que se encontrasen en situación irregular y demostrasen que carecían de recursos económicos (ver Mighealth, 2008 y
Maisonmedicale, 2015).
56 La AMU (Ayuda Médica Urgente) tiene su origen en la ley orgánica de los centros públicos de asistencia social de 1976. Al principio, no permitía el acceso a la atención médica para
los «sin papeles» más que en los casos de urgencia a título curativo. Con la orden real de 1996
esto cambia y también se contemplan, entre otras cosas, los cuidados de tipo preventivo para
esta franja de la población, con el fin de evitar todo riesgo para la salud que pueda poner en
peligro a la persona o a su entorno (Medimmigrant, 1996).
57 Hubo que esperar al 2 de junio del 2006 para que la ley del Centre Publique de Asistence
Sociale considerase las casas de cuidados psiquiátricos y los hospitales psiquiátricos como
establecimientos sanitarios, lo cual los hace accesibles para las personas demandantes de
asilo y las que se encuentran en una situación de estancia irregular.
58 El sistema sanitario belga es bastante intrincado. Existen categorías, como la de las personas en paro mayores de cincuenta años, las viudas, los huérfanos o las personas con discapacidades (VIPO), que reciben una ayuda de integración social y pueden beneficiarse de
una reducción máxima en el sistema de copago. Esto es, un descuento mayor al habitual en,
por ejemplo, el pago de medicamentos o los gastos de hospitalización. Además, el sistema
de mutualidades, y la cohabitación con el modelo liberal, permite una gama de servicios y
de médicos (algunos de los cuales se cobran de forma diferente según, por ejemplo, la franja
horaria en la que se requieran) incrustados en las estructuras de atención en salud pública y
accesibles para quien pueda costeárselos de forma suplementaria.
55
Rubén Muñoz Martínez
3.1 Ayuda Médica Urgente, mutualidades
y arbitrariedad administrativa
Múltiples son las voces que, desde diversos ámbitos como los institucionales de salud o los asociativos y académicos, denuncian los problemas
que presenta la AMU cuando se pretende aplicar a los solicitantes. Las
principales críticas guardan relación con el carácter de dicha ayuda, que
da lugar a ambigüedades como la pregunta de qué se puede considerar
como urgencia, y con las dificultades burocráticas/administrativas de su
implementación.59
En este sentido, la incoherencia de las prácticas de los CPAS y la pesadez administrativa de los trámites,60 tanto para el paciente como para los
médicos, hacen que estos últimos, para ganar tiempo, prefieran dar una
consulta gratuita o simplemente renunciar a examinar al paciente.
En la zona en la que yo trabajo, en Lieja, yo recibo casi todos los días al menos
un paciente sin papeles que necesita una consulta; y más en invierno. Al principio utilicé el proceso para recuperar el dinero de la consulta, pero vi rápidamente que la operación tomaba más tiempo de lo que valía y, finalmente, he
dado consultas gratuitas. Es un verdadero rompecabezas. Yo sé que muchos
de mis colegas se encuentran en la misma situación y me parece inaceptable
que los fallos del sistema sean un fardo para los médicos. (Médecins Sans
Frontières, 2004: 10. Traducción propia)
Por un lado, si bien es posible recurrir al dispositivo de la AMU61 en
el marco de los cuidados preventivos, a menudo las barreras administrativas del sistema conducen a los pacientes a retrasar una visita al médico
59 «La AMU es otorgada por un Centro Público de Asistencia Social (CPAS). Será con total
autonomía que el CPAS evaluará el estado de necesidad en el que se encuentra el paciente
y los criterios a aplicar para esta evaluación. Esto tiene como consecuencias que cada uno
actúa de forma diferente y con criterios subjetivos; como por ejemplo basarse en el hecho de
que el demandante tenga televisión o no, o bien que viva en un cuchitril o en una vivienda salubre para la concesión de la cobertura médica». (Medimmigrant, 2007. Traducción propia.)
60 La ordenanza real de 1996 que instauró la AMU no precisa la forma en la que los CPAS
deben organizarse. Todo esto conduce a interpretaciones variables en función de los CPAS,
pero también del personal de un mismo CPAS, lo que no facilita las cosas para los dispensadores de cuidados, que se encuentran con tantas lógicas diferentes como CPAS existen
(Médecins Sans Frontières, 2004).
61 En el caso de los demandantes de la AMU sus costes serán reembolsados al médico por
el CPAS (quien a su vez recibirá la financiación de la ayuda del Ministerio de la Integración
Social).
56
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
hasta que la gravedad o las complicaciones los obligan a ir. Esto conlleva,
con frecuencia, tener que acudir a las urgencias de un hospital en el que
el coste (personal, social y económico) de la cura de una patología con
complicaciones será más elevado que si se hubiese tratado con antelación.
Por otro lado, en lo que se refiere a la praxis clínica pública y a su remuneración por parte del Estado, esta modalidad tiene sus limitaciones cuando
se trata de intervenciones psiquiátricas o etnopsiquiátricas. Pese a estar
comprendidas en el ámbito normativo, los trámites burocráticos que se
han de realizar para recibir el pago de la consulta también son farragosos.
Además, este tipo de prácticas reciben menos compensación neta que las
otras del sistema de salud.
Aquellos que no son médicos se encuentran en una posición aún más
compleja de cara a los pacientes con medios económicos más limitados.
Esto, a su vez, condiciona la posibilidad de que en el ámbito institucional
público de salud proliferen consultas de tipo etnopsiquiátrico62 (ver Leman y Gailly, 1991). Una de las políticas públicas llevadas a cabo a nivel
nacional para mejorar el acceso a la atención sanitaria de la población
con trayectorias socioculturales diversas en Bélgica ha sido la mediación
intercultural en el ámbito hospitalario. De ello hablaremos con más detalle
posteriormente.
3.2 El sistema de salud español: entre el acceso garantista
y las políticas segregadoras de la crisis
En España, la trayectoria de la instauración del Estado de bienestar durante
el siglo xx ha reflejado las profundas tensiones y fracturas políticas vividas en su historia contemporánea. Cabe mencionar que, en 1932, durante
el período de la II República, se creó el seguro de accidentes de trabajo. A
su vez, ese mismo año, el Gobierno instó al Instituto Nacional de Previsión
a que realizara un estudio para crear los seguros de invalidez, enfermedad y
muerte, y unificarlos con los seguros de vejez, retiro obrero y maternidad ya
existentes. El proyecto de ley estaba listo en 1936, pero el golpe de Estado del
general Franco hizo inviable su aplicación (Moreno, 2007).
62 Para conocer más sobre el panorama histórico desde la creación de los servicios de salud
mental en los años 70 (a la luz de los cambios acontecidos en el panorama hospitalario psiquiátrico europeo) y el actual (con la reforma de los cuidados en salud mental de los años
1990 y 2009) de este tipo de atención médica en Bélgica, ver Bontemps (2006) o Mormont
(2014).
57
Rubén Muñoz Martínez
Así pues, el estado de bienestar español63 tuvo unos inicios bien distintos de los de otros modelos europeos. La debilidad de las clases medias,
la división del movimiento obrero y las luchas entre religiosos y anticlericales, por un lado, y entre nacionalismos periféricos y Estado central, por
el otro, abortaron la frágil alianza entre clases medias urbanas, obreros y
jornaleros del campo (Moreno y Sarasa, 1993).
Se puede decir, en suma, que el franquismo legó un sistema de bienestar raquítico e inspirado en principios corporativistas conservadores, con
algunos tímidos cambios a partir de la apertura económica de 1959 y en
la decadencia del régimen en la década de los años setenta.64 Este sistema
se definía por ser clientelista por naturaleza y subsidiario, en parte, de la
iniciativa privada y de la familia (Moreno, 2007).
La Constitución española, tras ser aprobada por las cortes el 31 de octubre de 1978, hizo de la salud y de la sanidad derechos de ciudadanía; es
decir, derechos para todos.65 Sin embargo, hubo que esperar hasta finales
de los ochenta (tras entrar en vigor la Ley 14/1986, de 25 de abril, General
de Sanidad) para que se materializase la universalización del acceso a los
servicios sanitarios,66 lo cual incluye aquellos relativos a la atención en
salud mental.67 Esto coincidió, a su vez, con la universalización de otros
63 Retomando la clasificación de Esping-Andersen (1990), el actual modelo español incorpora tanto características de inspiración beveridgiana como otras pertenecientes al modelo
de mutualidades o al universalista socialdemócrata.
64 Cabe comentar la ausencia de política de Estado para los cuidados de tipo psiquiátrico en
España hasta la llegada de la desigual reforma psiquiátrica en la década de los años ochenta.
Una de sus consecuencias fue la pobre dotación de recursos e infraestructuras de atención
primaria en salud mental, existente aún en la actualidad, que muy a menudo hace casi imposible acceder a este servicio. Esto supone una notable contradicción con el espíritu de AlmaAta, que da relevancia a los cuidados de tipo ambulatorio y preventivo.
65 El artículo 43 perteneciente al capítulo III, referido a los principios rectores de la política
social y la económica, dirá que «se reconoce el derecho a la protección de la salud», así como
que «compete a los poderes públicos organizar y tutelar la salud pública a través de medidas
preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios. La ley establecerá los derechos y
deberes de todos al respecto».
66 Hubo que esperar, no obstante, al Real Decreto 1088/1989 para ver materializada la extensión de la cobertura de la seguridad social a aquellas personas sin recursos económicos
suficientes. Con anterioridad a dicho decreto, la administración pública proporcionaba una
cobertura de cuidados de salud a las personas excluidas del Sistema Nacional de Salud, esta
se enmarcaba en el sistema de beneficencia.
67 Para saber más sobre el sistema de atención en salud mental en España, ver Imserso (2007).
Con respecto al acceso y tipo de trayectorias de búsqueda de atención psiquiátrica por parte
de la población migrante, ver Baca-García, Pérez-Rodríguez, Quintero et alii (2005).
58
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
derechos fundamentales como la educación básica, obligatoria y gratuita
(Álvarez, 2009).
Actualmente, el Sistema Nacional de Salud español se fundamenta en
el principio de que toda persona tiene derecho a la salud, independientemente de su situación económica y laboral. El Estado se responsabiliza
plenamente de garantizar este derecho gestionando y financiando, a través
de los presupuestos generales, un servicio sanitario que integra, ordena
y normaliza todas las funciones sanitarias, lo cual debe permitir el paso
de una concepción presidida por la enfermedad a una práctica sanitaria
basada en la salud igual para todos (Álvarez, 2009).68
Los residentes en España de origen extranjero pueden gozar del acceso al sistema sanitario de manera gratuita y universal, de igual forma que
los españoles. Dicho acceso se basa en la cotización en la Seguridad Social
a través del contrato laboral y el salario (una parte la paga el trabajador
y otra el empleador) sin necesidad de un pago suplementario e incluye a
su cónyuge e hijos. En el caso de no poseer un salario ni contrato laboral
con el que cotizar, se extenderá la modalidad llamada cartilla sanitaria de
beneficencia, que contará con la misma cobertura y servicios que la estándar.69 Para acceder a ella, cada comunidad autónoma aplica una serie de
requisitos, si bien el único requisito que tiene un carácter general es estar
inscrito en el padrón.70
El cambio en la accesibilidad a la cartilla sanitaria con independencia
de la situación administrativa de la persona tuvo su punto de inflexión en
el artículo 12 de la Ley Orgánica 4/2000, sobre derechos y libertades de los
68 Es de destacar que el carácter descentralizado de la sanidad pública en España y la transferencia de la financiación de las competencias sanitarias a las comunidades autónomas han
dado lugar a un mosaico, a menudo poco homogéneo, en relación con la existencia de desigualdades territoriales en la oferta de servicios sanitarios, así como en el acceso a estos
(López, 2004).
69 Solo es de beneficencia a título administrativo, su formato es el de la tarjeta sanitaria de
tipo normal. Existe, por otro lado, una franja muy pequeña de la población que, por sus características, se encuentra en un espacio fronterizo y no puede acceder a la cartilla sanitaria.
Son las personas que no cotizan en la seguridad social, por diversas razones, pero que a su
vez disponen de algunos recursos económicos (reflejados en su declaración de la renta). En
su caso se les negará el acceso a la cartilla sanitaria de beneficencia al considerarse que pueden pagar una sanidad de tipo privado.
70 Para los menores de edad y las mujeres embarazadas, así como en los casos de urgencia,
el acceso al sistema sanitario no cuenta con limitación alguna.
59
Rubén Muñoz Martínez
extranjeros en España y su integración social,71 el cual señala que los extranjeros que se encuentren en España inscritos en el padrón del municipio en
el que residan habitualmente tienen derecho a la asistencia sanitaria en las
mismas condiciones que los españoles.72 De esta manera, la inscripción en
el padrón es el criterio unificador para la asistencia médica igualitaria para
todas las personas, sean extranjeros o no, residentes en España que no posean los suficientes recursos económicos para poder costearla.73
El empadronamiento, la tarjeta sanitaria y las comunidades autónomas
En la actualidad, existe una gran disparidad en la aplicación del requisito
de estar empadronado en las diferentes comunidades autónomas. De la
misma manera que, como se mencionó antes, existen diferencias entre
unas comunidades y otras con respecto a la oferta de servicios sanitarios
o a su acceso, en algunos casos las leyes y prácticas de las autonomías
superan el propio marco y modelo normativo estatal. Por ejemplo, esto
sucede en la Ley Foral 2/2000, de 25 de mayo, de la Comunidad Foral de
Navarra,74 que establece lo siguiente en su artículo primero:
La asistencia sanitaria pública dentro del territorio de la Comunidad Foral
se extiende a todos los ciudadanos y ciudadanas residentes en cualquiera de
los municipios de Navarra con independencia de su situación legal o administrativa.
71 En la redacción dada por la Ley Orgánica 8/2000, del 22 de diciembre, así como por la Ley
Orgánica 11/2003, del 29 de septiembre y por la Ley Orgánica 14/2003, del 20 de noviembre.
72 La ley de extranjería, vigente en la actualidad, establece un supuesto en el que las personas
migrantes, independientemente de la situación en la que se encuentren, estén o no empadronadas, estén en una situación regular o irregular, etc., disponen del derecho al acceso
a la ayuda médica de urgencia. Este concepto de asistencia sanitaria urgente, que incluye a
los inmigrantes en situación irregular no empadronados, consiste en la necesidad de recibir
asistencia en los casos de enfermedad en fase aguda o accidente que no admite demora y
finaliza cuando se ha resuelto el problema de salud.
73 Los requisitos consisten en una declaración de hacienda que atestigüe dicha ausencia de
recursos económicos y el empadronamiento.
74 De la misma forma ocurre en los casos, por ejemplo, del País Vasco y la Comunidad Valenciana, que se adecúan a una interpretación más ajustada de la Ley 4/2000 en el caso de las
personas que no están empadronadas. En este particular, precisan los límites de la asistencia
sanitaria y de la obtención de la tarjeta, así como sus criterios y condiciones, en relación con
dicha ley estatal (Fuente: <www.todalaley.com>).
60
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Por otro lado, además de la propia legislación estatal y su no unificada
interpretación, en las comunidades autónomas existen diferentes niveles
de aplicación y práctica. Estos se pueden observar en las actuaciones de
ciertas comunidades autónomas frente a la obligatoriedad del empadronamiento para la obtención de una cartilla sanitaria, así como en las contradicciones que este representa (y las condiciones en las que se desarrolla)
para ciertos colectivos, como el de los inmigrantes en situación irregular.
Este es el caso de Andalucía, Navarra y la Comunidad Valenciana, donde
no se exige el empadronamiento como condición para la obtención de la
cartilla.75
Por ello, el criterio en la Ley 4/2000 que obliga a estar empadronado
para la obtención de la cartilla sanitaria no está exento de problemáticas.
Estas guardan relación tanto con implicaciones derivadas de la posibilidad
de acceso de la policía al padrón, a raíz de la ley de extranjería de diciembre
del 2003, como con los requisitos y las dificultades intrínsecos a la inscripción en cada comunidad.76 Hasta la entrada en vigor de esta ley, los
Ayuntamientos solo estaban obligados a proporcionar información confidencial del padrón sobre cualquier ciudadano cuando existiesen razones
para relacionar a la persona con algún delito. El hecho de que tras esta ley
la policía pueda acceder al censo municipal y de que estar inscrito en él
75 «Eso (el empadronamiento) finalmente lo que persigue es que no tengan asistencia sanitaria pública... El tema del padrón es muy importante. Por ejemplo, en Andalucía simplemente
consiste en que cualquier inmigrante asista a una institución, (una ONG, un sindicato) y,
aunque no tenga DNI... ya le emiten la tarjeta sanitaria para el sistema sanitario público.
O sea que el desarrollo de estas cuestiones es diferente en cada comunidad...». (Entrevista
Médicos del Mundo) (Documentos técnicos de salud pública, 2004: 43)
76 «Las trabas que algunos Gobiernos regionales ponen al trámite del empadronamiento de
los inmigrantes irregulares dificulta el acceso de esta población a la asistencia sanitaria... Andalucía ha quitado las trabas y los emigrantes tienen acceso a una tarjeta sanitaria estén o no
empadronados, es decir, que se ha dado prioridad a la salud. Sin embargo, en la Comunidad
de Madrid están poniendo serias trabas al empadronamiento... Es difícil para un emigrante
sin domicilio empadronarse, porque no tiene recibo de la luz, no tiene un contrato de alquiler y además la policía, desde 2003, tiene acceso a los padrones y, por lo tanto, la gente tiene
miedo. Pero si además, como en la Comunidad de Madrid, pides un informe social como
requisito, todavía vas complicando más la cosa...» (Teresa González, presidenta de Médicos
del Mundo España, entrevista aparecida en Madrid Diario (n.o 3124), 2007).
61
Rubén Muñoz Martínez
sea, en algunas comunidades autónomas (como Madrid), un requisito para
la posesión de una cartilla sanitaria presenta algunas incompatibilidades.77
Una de las razones principales por las que las personas inmigrantes en
situación irregular no realizan los trámites necesarios para la obtención de
la tarjeta sanitaria es el miedo a ser expulsados. Son diversos los factores
que inciden en el miedo de estas personas a dar sus datos a los organismos
oficiales; sin duda, uno de los más relevantes es no saber dónde irá a parar
esa información (Documentos técnicos de salud pública, 2004).
La crisis como oportunidad de estratificación social
La Ley 16/2012 de medidas urgentes para garantizar la sostenibilidad del
Sistema Nacional de Salud y mejorar la calidad y seguridad de sus prestaciones surgió en el contexto de la crisis económica en España, durante el
gobierno conservador del Partido Popular, bajo el pretexto de la optimización de los recursos y la minimización de los costos en el sistema público
de salud. Esta nueva medida se inscribió en un conjunto de medidas que
apuntaban, desde años atrás, a la privatización de la sanidad pública (a
través de la derivación de recursos públicos a entidades privadas),78 si bien
su particularidad fue que por primera vez desde la Ley General de Sanidad
de 1986 se regresó de la consideración del derecho a la ciudadanía a otra
consideración típica de una aseguradora (José Ramón Repullo, en Rincón,
Sevillano y Sahuquillo, 2012).
La sanidad dejó de ser pública, universal y gratuita para todos los ciudadanos y se convirtió en una sanidad solo para los asegurados y la beneficencia (Repullo, en Rincón, Sevillano y Sahuquillo, 2012). «La nueva
norma cambia las reglas. Garantizará la asistencia a quien pueda acreditar
“condición de asegurado”. Eso o estar prácticamente en la pobreza, el otro
77 Entre otras con respecto al cumplimiento del punto 2 del artículo número 13 de la Carta Social Europea, donde se dice que «para garantizar el ejercicio efectivo del derecho a la
asistencia social y médica, [...] las Partes Contratantes se comprometen a velar por que las
personas que se beneficien de tal asistencia no sufran por ese motivo disminución alguna en
sus derechos políticos y sociales».
78 Recortes en los presupuestos destinados a la sanidad pública, externalización de pruebas
y laboratorios, no financiación de medicamentos antes cubiertos, concertación con clínicas
privadas para intervenciones quirúrgicas o los hospitales públicos de gestión privada, a través de la ley 15/97, aplicándose con especial fuerza en comunidades como Madrid o Valencia
(ver Público, 2014, y documentos de CasMadrid).
62
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
requisito que exige el Gobierno para poder tener una tarjeta sanitaria»
(Rincón, Sevillano y Sahuquillo, 2012). En ese nuevo marco normativo,
que circunscribía el derecho a la sanidad a una condición administrativa,
las personas que se encontraban en situación irregular quedaron fuera del
acceso a los servicios de salud, con la excepción de estos supuestos: «a) de
urgencia por enfermedad grave o accidente, cualquiera que sea su causa,
hasta la situación de alta médica, y b) de asistencia al embarazo, parto y
postparto» (Lema, 2013: 97). El mismo artículo contempla que «en todo
caso, los extranjeros menores de dieciocho años recibirán asistencia sanitaria en las mismas condiciones que los españoles» (Lema, 2013: 97).
El 31 de marzo del 2015, en un panorama preelectoral en las comunidades autónomas y los municipios de España, el ministro de Sanidad
declaró la devolución del derecho de atención primaria a las personas en
situación administrativa irregular, aunque no iban a poder recuperar la
tarjeta sanitaria (ver EFE, 2015). Eso implica que no pueden acudir a un
especialista, recibir recetas o ser atendidos fuera de su comunidad autónoma de residencia.
Con el objetivo de mejorar la asistencia médica a las personas de origen extranjero, en España han surgido una serie de prácticas impulsadas
principalmente por el medio asociativo, como la mediación intercultural
sanitaria o los servicios de traducción e interpretación social (por ejemplo, el Servicio de Traductores e Intérpretes SETI en la Comunidad de
Madrid). De ello se hablará posteriormente.
A modo de conclusión me gustaría recordar la publicación de la Organización Mundial de la Salud-Europa en 2004: Declaración de Ámsterdam sobre Emigración, diversidad, Salud y Hospitales. Esta declaración fue
el fruto de un proyecto piloto en 12 hospitales europeos79 de distinto tipo
cuyo objetivo, por medio del desarrollo de sus estructuras organizativas y
culturales en relación con la atención y gestión de la diversidad cultural,
es ser «amigos del inmigrante». En la misma se recomienda lo siguiente:
1) Desarrollar un hospital amigo del inmigrante en servicios más
individualizados y orientados a las personas, para todos los pacientes y
clientes y para sus familias.
79 Entre otros participaron hospitales como el Punta de Algeciras en España, el hospital de
Avicenne de Francia, Academic Medical Center en Holanda, hospital de Uppsala en Suecia,
etc.
63
Rubén Muñoz Martínez
2) Aumentar la atención respecto a experiencias de la población inmigrante y de las disparidades y desigualdades existentes que lleven a cambios en la comunicación, en las rutinas organizativas y en la asignación de
recursos.
3) Centrarse en la diversidad etnocultural implica el riesgo de la creación de estereotipos, pero el estatus del emigrante, ascendencia étnica,
origen cultural y filiación religiosa son solo algunas de las muchas dimensiones de la complejidad del ser humano.
4) El desarrollo de asociaciones con organizaciones comunitarias locales y grupos de defensa que sean expertos en cuestiones de inmigración
y en cuestiones relacionadas con las minorías étnicas es algo importante
que puede facilitar el desarrollo de un sistema prestatario de servicios más
adecuado desde un punto de vista cultural y lingüístico.
[...]
11) Es necesaria la inversión en la construcción de capacidad con
respecto a la competencia lingüística y cultural del personal (selección,
formación, evaluación).
12) Un paso importante será encontrar el consenso en los criterios
de amigabilidad para con el emigrante/competencia cultural/competencia para la diversidad adaptada a su situación específica e integrarlos en
los estándares profesionales y asegurar que se lleven a cabo en la práctica
diaria [...].
13) Los profesionales y otros miembros del personal tendrán que
crear capacidades que tengan que ver con competencias interculturales y
relacionadas con la comunicación y la diversidad.
14) La práctica clínica, servicios de prevención y la acción de promoción de la sanidad se adaptarán de manera adecuada para su uso a las
diversas poblaciones [...].
15) Será un prerrequisito importante tener en cuenta de manera sistemática los conocimientos [...] sobre salud de los usuarios, en todos los
niveles del servicio. (Declaración de Ámsterdam, 2004)
A continuación, se describen los factores más relevantes que inciden
en la desigualdad en el acceso y en la atención médica adecuada de estos;
se enfatiza el contexto de atención médica en salud mental.
64
PARTE II. ATENCIÓN MÉDICA Y DESIGUALDAD
EN EL SISTEMA INSTITUCIONAL PÚBLICO
1. Factores excluyentes en la atención médica de la red institucional pública
A la hora de demandar atención médica en un servicio del ámbito institucional público, existen varios factores que dificultan al usuario el acceso y
el disfrute de esta; especialmente, cuando no se pertenece a la clase media
autóctona para la cual están dirigidos. Algunos de estos factores, desde
la cultura organizacional biomédica hasta los determinantes estructurales
del contexto de vida del usuario, inciden en el acceso al hospital o clínica.
Otros, articulados con los mencionados, se presentan especialmente en
el encuentro clínico entre el médico y paciente. De igual manera, cabe
mencionar que la atención en salud mental presenta una serie de especificidades que no se dan, o se manifiestan en menor grado, en la atención
biomédica de tipo somático. A continuación, hablaremos de las variables
que inciden en el acceso al sistema de salud de tipo institucional y en la
atención adecuada, haciendo hincapié en el área de la atención en salud
mental.
En general, podemos agrupar los factores que excluyen del acceso a la
atención médica en dos dimensiones:
a) Los determinantes jurídico-administrativos, socioculturales y económicos en la búsqueda de atención del usuario: remiten, por ejemplo, a
la posibilidad de ejercer el derecho a demandar la atención médica, determinada por la situación de regularidad administrativa del usuario, por
los procesos socioeconómicos que condicionan su nivel adquisitivo (en
el caso de la no gratuidad y el copago de servicios o medicamentos como
sucede en Bélgica y, con los medicamentos, en España) o su tiempo libre
para acudir a la consulta, así como la existencia de redes sociales facilitadoras del acceso a ciertos servicios médicos. De igual forma, refiere por
ejemplo a procesos de discriminación social producidos desde los contextos de residencia o desde las instituciones, que comprometen el acceso a
la atención médica.
b) La cultura organizacional biomédica: Corresponde a la configuración (de protocolos, bienes materiales y simbólicos, relaciones sociales,
65
Rubén Muñoz Martínez
etc.) (Muñoz, 2018) del sistema de salud de derecho común y las unidades
en las que se imparte el servicio médico y que condicionan el acceso, por
ejemplo, en función del conocimiento que se tenga de este y de sus especificidades.
En el contexto del encuentro clínico entre médico y paciente, los factores que lo comprometen y son excluyentes se manifiestan en cuatro dimensiones:
a) La dimensión cultural: Relativa a la existencia de diferentes modelos explicativos, referentes al proceso s-e-a/p por parte del médico y el
paciente.
b) La dimensión lingüística/idiomática: Para llevar a cabo el diagnóstico y el tratamiento, se acude a la práctica cultural, en este caso, de la
psiquiatría dominante focalizada en la dependencia del discurso (o capacidad comunicativa) del paciente y en la narración oral del padecimiento
por parte del afectado o sus acompañantes.
c) La dimensión social: Nos remite a la incidencia del encuentro entre
itinerarios sociales diversos (tanto del terapeuta como del paciente) en la
práctica clínica. Por ejemplo, es el caso de la distancia social desde la que,
con determinados pacientes, el terapeuta observa y ejerce sus prácticas
clínicas.
d) Las variables biológicas: Dependen de ciertas características fisiológicas compartidas del grupo de origen del paciente en función de la metabolización y el efectos de los medicamentos.
2. Determinantes jurídico-administrativos, socioculturales y económicos
En algunos países, el hecho de ser inmigrante en situación irregular puede
suponer una gran barrera al acceder al sistema sanitario por, entre otras
cosas, la propia dificultad burocrática del proceso o el miedo a ser denunciado o identificado como irregular y represaliado. En el caso que nos
ocupa, las dificultades de acceso a la atención médica por parte de las personas en situación irregular se manifiestan de diferente modo en Bélgica
y en España.
Si atendemos al «Estudio europeo sobre el acceso a los servicios de salud por parte de las personas en situación irregular» (Médicos del Mundo,
2007a), por un lado tenemos el caso de España, considerado, junto con
Italia, el país de mayor universalidad en el acceso a los servicios de salud:
66
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
un 80 % de los encuestados lograron obtener la cartilla sanitaria tras solicitarla. Como ya se comentó antes, los requisitos necesarios para el proceso
de obtención la cartilla sanitaria, cuyo punto central (tras la Ley 4/2000)
es el empadronamiento, son diferentes en cada comunidad autónoma. Variables como la facilitación del empadronamiento o que no se exija para
acceder a la cartilla sanitaria son de relevancia para incentivar la inclusión
a la atención en salud de aquellas personas que se hallan en situación irregular.80 Unido a esto, el nuevo panorama legislativo (Ley 16/2012) añade
renovadas dificultades, en detrimento del derecho garantista a la atención
médica, para acceder a la tarjeta sanitaria y, entre otras cosas, poder ser
atendido en otras comunidades autónomas o acceder a especialistas.
Bélgica es uno de los países cuya universalidad factual en el acceso
de dicha población sale peor parada en términos porcentuales. De acuerdo con el estudio de Médicos del Mundo (2007a), de todas las personas
encuestadas que iniciaron los trámites para obtener una cartilla sanitaria,
únicamente la obtuvieron un 26,7 %. Los factores causales que explican
esta situación son varios, pero destaca la dificultad burocrática del proceso. Es interesante resaltar la tasa de personas cuya demanda de atención
sanitaria fue rechazada por los médicos; esta estadística es diferente en
ambos países. Bélgica supera el 11 % de media en los países estudiados de
la UE (Médicos del Mundo, 2007a) y se sitúa en un 15 % de rechazo. En
España, en cambio, la tasa de rechazo es del 6,4 %, la menor de toda la UE.
Cabe destacar que algunas de las dolencias que sufrían los pacientes
que fueron rechazados eran urgencias (fracturas y quemaduras, pero también embarazos y trastornos de la personalidad) y enfermedades consideradas de gravedad (como la hepatitis vírica) o infecciosas (sinusitis y neumonía). Algunos de los motivos del rechazo refieren al desconocimiento
de los profesionales de la salud de los derechos reconocidos a los extranjeros en situación irregular, el desconocimiento de los procedimientos existentes para garantizar el acceso de estas personas a los servicios de salud o
el rechazo de algunos profesionales del ámbito de la salud a hacerse cargo
de beneficiarios de ayudas como la AMU en Bélgica. Esto último guarda
80 Puesto que la obtención de la cartilla sanitaria está condicionada por el requisito administrativo de la inscripción al padrón, se desencadenan ciertas consecuencias como la limitación del acceso a las personas sin hogar o que, por diferentes razones, no puedan demostrar
estar viviendo en una casa.
67
Rubén Muñoz Martínez
relación, como ya se comentó, con las dificultades del proceso de tramitación de la ayuda y de reembolso de la consulta.
Por lo dicho con anterioridad y tal y como han demostrado diversos
estudios —entre otros, Servicie de lutte contre la pauvrete, la precarite et
l’exclusion sociale, (2001), y Agence de Droits Fondamentaux de l’Union
Européen, 2011—, las trabas jurídico-administrativas con las que se enfrentan las personas relegadas a una situación de irregularidad en Bélgica
limitan seriamente su posibilidad de acceso a la atención médica y su disfrute de esta.
Los factores socioculturales y económicos nos llevan inevitablemente
a la trayectoria individual de la persona, pero también al contexto macrosocial en el que se inscribe como, por ejemplo, las reestructuraciones
industriales o económicas. Los efectos excluyentes de estas reestructuraciones no solo influyen en el estado de salud de los cuerpos, sino también
en el uso que hacen de los recursos sanitarios (Annandale, 1998). De este
modo, por ejemplo, las condiciones de trabajo precarias (o de explotación), la contratación irregular, el clima de competitividad (y el miedo a
ser despedido y sustituido, sin garantías, por otro), las jornadas laborales
de más de ocho horas, etc., no favorecen la petición de permisos de trabajo
para acudir al centro de salud. La roturación social de la enfermedad, la
dimensión sickness, juega un papel importante a la hora de concebir el
derecho a enfermar y a sanar en función de la posición social del sujeto
que demande atención médica y de las contradicciones en el proceso s-ea/p que, entre otras cosas, ponen en juego las servidumbres de clase. Un
ejemplo de ello es el del médico que se niega a conceder una baja laboral,
pues asume los intereses de la empresa, o el del trabajador que se jacta de
no haber faltado nunca a la fábrica (Linares, 1982).
El pronóstico de la enfermedad, a partir de la respuesta social en el
contexto local en el que la persona se desenvuelve, es a su vez determinante en el curso del padecimiento y su posible curación. Un ejemplo es el
estudio de Waxler (1979, en Martínez, 2010) en familias cingalesas sobre
la no aceptación de incurabilidad y cronificación de un pronóstico de esquizofrenia, la negociación del diagnóstico con el profesional (biomédico
o no) y las consecuencias que ello pueda tener. Waxler comparaba este
caso con sociedades que aceptan este pronóstico, como las europeas. Cuatro líneas de investigación se desprenden de esto: a) el papel del trabajo
y las variables económico-políticas (Warner, 1985, en Martínez, 2010); b)
el impacto de las concepciones culturales (idea de persona, enfermedad,
68
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
cronicidad, etc.); c) Las actitudes de la familia, los procesos de estigmatización o la estructura del parentesco, y d) el impacto del tamaño y la
morfología de las redes sociales (rehospitalizaciones, calidad de vida y desarrollo de habilidades) (ver Martínez, 2010).
Resulta denotativo que, por lo general, en las sociedades occidentales
(lo cual incluye aquellas cuyo acceso a la atención en salud es gratuito), las
personas pertenecientes a las clases más favorecidas tienden a consultar a
los médicos a título preventivo, mientras que las de las clases menos favorecidas lo hacen a modo curativo (Morniche, 1993: 265). En este sentido,
Boltanski (1971) subraya el condicionamiento social de clase que favorece
una competencia médica. Las clases más favorecidas socioeconómicamente son las que interiorizan en mayor medida las categorías conceptuales del saber médico. Algunos de los factores que explican la mayor consulta a los médicos por parte de las clases favorecidas son la proximidad
al origen social del médico (por lo que se comparte su cosmovisión y sus
códigos comunicativos) o, por ejemplo, el capital cultural (real o atribuido en función de la clase social a la que se adscriben ambos) que facilita
la transmisión de conocimientos y su capitalización entre el médico y el
paciente. A su vez, un determinante en el acceso a la atención y su tipo es
que las personas que tienen dificultades financieras relegarán a menudo
los gastos de salud a un segundo plano, después de la vivienda y la comida.
En países cuya cobertura sanitaria es gratuita y universal, como en
España, la relevancia de la falta de recursos financieros para un disfrute
de la atención sanitaria no es tan determinante como en otros lugares. Sin
embargo, en contextos de precarización y crisis económica, como el actual, se encuentran con frecuencia situaciones en las que los pacientes no
pueden costearse ni siquiera la parte no cubierta por la seguridad social
de ciertos medicamentos fundamentales para su salud. Este es el caso de
medicamentos como los antipsicóticos, pero también de otros productos
como la píldora contraceptiva (coordinadora de Proyectos de Médicos del
Mundo de Castilla la Mancha. Entrevista personal, marzo 2009). No ayuda a la mejora de acceso la reducción de la cobertura de medicamentos
financiados por la Seguridad Social llevada a cabo en septiembre del 2012
(BOE, 17 de agosto del 2012).
El factor económico desempeña un papel nada desdeñable en el grado
de inclusión o exclusión de los servicios sanitarios en países como Bélgica, en los que el sistema de mutualidades complementarias y de copago crea una brecha condicionada por el nivel adquisitivo para el pago de
69
Rubén Muñoz Martínez
consultas o de servicios no cubiertos por las modalidades convencionales.
En sociedades estratificadas como la española y la belga, así como en las
sociedades de origen en el caso del migrante, la posición que se ocupa
en la estructura social incide en ciertas representaciones sociales de las
instituciones de salud, configuradas para las clases sociales mayoritarias
y dominantes, portadoras simbólicamente de la historia y sus metáforas
en términos de apropiación/enajenación del medio institucional y de las
praxis médicas.
Un ejemplo de ello es el de algunas representaciones sociales de las
minorías étnicas autóctonas o de ciertos migrantes (que son minorías étnicas a su vez o sufren discriminación de diversa índole en su país de origen) con respecto a la atención médica y a las clínicas y hospitales. Estos
grupos reactualizan (desde narrativas de una población subalternizada)
imaginarios de agresión y desconfianza que inciden en el acceso a los servicios y la demanda de estos, así como en las estrategias de acceso (por
ejemplo, acudir solo o en grupo) y en la percepción que se tiene del personal de salud.
A lo largo de mis posteriores investigaciones en México y Ecuador,
he podido observar que esto se replica en población urbana marginada y
población indígena (Muñoz, 2014a). Un caso documentado en Bélgica,
que pude observar de forma análoga en la población indígena de Chiapas
(México), es el de una mujer gitana rumana que no quería dejar a su hijo
(el cual debía ser operado de apendicitis con urgencia) en el hospital, ya
que temía que allí lo asesinasen para traficar con sus órganos. La labor de
un mediador intercultural, explicando el funcionamiento de la institución
y acompañándolos en el proceso, pudo resolver la situación (Muñoz, 2010).
En el acceso a la institución de salud (a través de las urgencias, por
ejemplo) y en el encuentro clínico, la distancia social desde la que los médico observan, evalúan y ejercen sus praxis clínicas puede estar mediada
por una serie de concepciones con respecto al proceso salud-enfermedadatención del usuario en función de la procedencia social del paciente. Un
ejemplo, en este sentido, es el de la atribución del personal de salud a la
somatización del padecimiento (ver la defensa que realiza Cheng, 2001, de
este argumento), así como a la mayor resistencia frente al dolor o a la automedicalización y sus tipos a las clases desfavorecidas (ver Koos, 1954).
Dicha dicotomía, psicologización versus somatización, se aplica también
a la construcción del binomio occidentales/no occidentales (ver Bhugra y
Mastrogianni, 2004).
70
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Por otra parte, con respecto a las personas en exclusión social, una
variable destacable que influye en el proceso de inequidad en el acceso a
la atención médica de derecho común son las representaciones que tienen
los profesionales del mundo médico-social y su correspondencia con las
de las personas fragilizadas. Entre otras, se pueden encontrar las siguientes: presentan problemas de salud ligados a sus modos de vida, están en un
estado de alerta permanente, poseen un nivel de instrucción discapacitante en su vida social, tienen desconocimiento de su cuerpo, etc. (Remion,
1997, en Doumont, Aujoulat, Deccache et alii., 2000). También hay que
señalar el papel que juegan las representaciones que los usuarios en situación de exclusión social pueden tener de las estructuras de acogida y de
cuidados (identificación de competencias, calidad de la acogida, cómo se
recibe la información médica, social, jurídica, etc.). Como consecuencia,
esto puede frenar toda tentativa de acceso a los cuidados médicos institucionales (Doumont, Aujoulat, Deccache et alii., 2000).
En el caso de los migrantes, los profesionales de la salud suelen asociarlos con frecuencia a la clase desfavorecida local, llamada también cuarto mundo (Gailly, 2010). Esto es, se realiza una analogía entre culturalmente diferente y desfavorecido local, en una concepción de la cultura de
la pobreza en la que se asume el carácter hereditario de la pobreza social y
económica en la población local y, por extensión, en la extranjera (Gailly,
2010). En el acceso a la atención médica y su disfrute, esto tiende a reproducir las mencionadas representaciones sociales y praxis del médico, que
yuxtapone la distancia cultural a la social (un caso particular de ello es,
por ejemplo, la desvalorización de un médico migrante que ejerce otra
profesión en la sociedad de destino y acude como paciente a un consultorio). De ello, así como de los procesos de minorización cultural y racismo,
hablaré con más detalle en el siguiente apartado, relativo a la incidencia de
las variables culturales.
Es nuestra investigación encontramos un factor, que se desarrollará
particularmente en el análisis de la etnopsiquiatría en Brugmann, mediador en el acceso a la atención médica y sus tipos (tiempo de espera o,
por ejemplo, acceso a especialidades). Se trata de la existencia de redes
sociales del usuario que facilitan, a través de actores ubicados en el campo
profesional de la salud, la información y el acceso a la atención médica. A
su vez, la distancia social y cultural desde la que actúa el médico le impide
con frecuencia conocer las características de las redes sociales del paciente
migrante, por lo que trata de asemejarlas, erróneamente, a la de los pa-
71
Rubén Muñoz Martínez
cientes autóctonos, con los problemas que esto conlleva en el diagnóstico,
tratamiento, acompañamiento y pronóstico (ver Ibáñez, 2015).
En el ámbito concreto de la salud mental se han descrito, desde la psiquiatría, diversos tipos de dolencias asociadas con el proceso migratorio
y las condiciones en las que actualmente se efectúa este (Ver, por ejemplo,
García-Campayo y Sanz, 2002). Un caso específico es el llamado síndrome
del inmigrante con estrés crónico y múltiple, descrito por Achotegui (2006).
Este se origina por causas de diversa índole que guardan relación con las
exigencias abrumadoras (cuando no imposibles, como en el caso de los
sin papeles) del proceso de adaptación.81 Es el particular de las dificultades
de acceso al sistema sanitario, el aislamiento social, la ausencia de redes
sociales, las condiciones precarias de vivienda y trabajo,82 etc. Todo ello,
además de ser un motivo de dolencia y de inequidad en el disfrute de la
salud, puede ser un factor añadido al desigual acceso a la atención médica.
Esto ocurre, por ejemplo, cuando no se tratan adecuadamente síntomas
reactivos de estrés, como el mal de Ulises, y se medicalizan como si fuesen
una psicopatología (Achotegui, 2006); o cuando, por su gravedad y persistencia, derivan en una psicopatología que revierte en la profundización de
los procesos de desafiliación social de la persona.
3. Variables culturales
3.1 La cultura organizacional biomédica
Para identificar la articulación entre la cultura organizacional biomédica,
en el ámbito institucional objeto de estudio, y las barreras en el acceso a
la atención médica y el disfrute de esta, es necesario recordar el carácter
sociocultural de las instituciones. Entendemos las instituciones como sistemas en constante actualización y reordenamiento a través de la práctica
profesional de sus actores, la cual está articulada por representaciones,
discursos y prácticas hegemónicas que operan estructuralmente por me81 Sobre todo si estas se dan en un cúmulo de condiciones difíciles y excluyentes.
82 La relación entre el deterioro de la salud y la falta de medios económicos sucede en casos
diversos como el de las personas que acuden a las consultas de psicología de Médicos sin
Fronteras en Bruselas porque sufren angustia y ansiedad a consecuencia del hambre. De
igual manera, una psiquiatra española me contó el caso de pacientes cuya causa de malestar,
y su sintomatología derivada, era fundamentalmente la ausencia de alojamiento (ver apartado sobre FCCP).
72
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
dio de pautas —en términos de Linton (2008 [1942])—, o bien de patrones
de conducta que sustentan las dimensiones simbólicas y materiales sujetas a la normativización y reproductoras de las normas necesarias para la
existencia, legitimidad y continuidad de dicho sistema (Muñoz, 2018a).
Toda institución es un reflejo de la sociedad y está articulada con los
procesos sociales, económicos y políticos en los que se inscribe. Como
menciona, entre otros, Matsinhe (2007), cualquier institución terapéutica
define los patrones institucionalizados de conducta designando las situaciones que se dan en estos patrones, los cuales se estructuran alrededor de
la norma social. Su transgresión o acatamiento se determina por el concepto de desviación —ver Simmel (1998 [1908]) o Becker (1983 [1963])—
concebido por la forma, estructurada en un campo sociocultural específico, en que las personas reaccionan frente a una conducta determinada.83
Estos patrones y normas se definen, en el caso que nos ocupa, por una
concepción del proceso salud-enfermedad-atención/prevención regida
por el modelo médico hegemónico (en términos de Menéndez, 1984)
dirigido a una población socioculturalmente dominante. Esta es la concepción biomédica evolucionista-positivista, biologicista y reificadora de
la experiencia del padecimiento (Taussig, 1980) destinada a la población
urbana, autóctona, de clase media y media-alta, cuyos representantes son
los profesionales de la salud (ver Kleimann, 1988).
Entendiendo que las trayectorias socioculturales de dichos profesionales están inscritas en sus prácticas de cuidados y representaciones sociales en el ámbito clínico. Los usuarios, en esta configuración ideológica
del medio y la praxis médica, representan una alteridad o un miembro de
dicha población (en Muñoz, 2014a). En el particular de la salud mental, la
articulación entre la ideología médica, la institucionalización, el control y
la economía capitalista en la que se produce se hace evidente de una forma
sustantiva, tal y como desarrollan, entre otros autores, Linares (1982) y
83 Las normas sociales pueden ser formales e informales, así como de tipo expresivo (mímicas, entonaciones...), discursivas (vocabulario, sintaxis, contextualidad...), de comportamiento (gestos, posturas, actitudes), instrumentales (manipulación de objetos...), etc. El
centro de salud es un lugar particularmente propicio a la heterogeneidad de reacciones y percepciones normativas, ya que en él confluyen diversas narrativas sobre el cuerpo, el proceso
s-e-a/p, la alimentación, la muerte, etc. Además, su mundo está especialmente impregnado
de una fuerte carga afectiva/emocional para los actores implicados en él, a diferencia de otras
instituciones y campos sociales.
73
Rubén Muñoz Martínez
Polack (1972). Este aspecto se analizará a lo largo del libro a partir de los
tres modelos de intervención en salud mental.
En la medida en la que las instituciones sanitarias están culturalmente
configuradas para el tipo de población mencionada, su cultura organizacional opera —desde su conformación mediada por el modelo corporativo
público del capitalismo de intervención estatista y los criterios de mercantilización (Menéndez, 1984)— a través del binomio exclusión-inclusión
utilizando, explícita o sucintamente, la selección social. Así pues, la cultura organizacional (ver Peiró, 1990, o Schein, 1992) biomédica comprende
la dimensión material y organizativa (existencia de medicamentos, estudios clínicos, protocolos de actuación, criterios de organización, características materiales de los espacios, etc.) articulada con la comportamental
y la simbólica (representaciones sociales, prácticas de los proveedores de
atención y espacios en los que se configuran y desarrollan las relaciones
sociales y sus significados).
A partir de la concepción del médico, por extracción o asimilación, y
del sistema profesional en el que ejerce su praxis como representantes de
las clases sociales dominantes, subrayo dos puntos respecto a la selección
social de los destinatarios de la atención médica:
1. Las características de la cultura organizacional biomédica que filtra
a los usuarios en función de su trayectoria sociocultural y, en el caso de la
sanidad privada o el copago, del nivel adquisitivo. Este filtrado se lleva a
cabo a través de la encriptación lingüística cultural y técnica de las praxis
y procesos, la complejidad y arbitrariedad administrativa, y la asimilación
normativa e ideológica en el proceso de acceso a la atención médica.
2. La incidencia valorativa (en el diagnóstico, tratamiento y seguimiento de la enfermedad) de los supuestos implícitos del médico (legitimados por la correspondencia entre su trayectoria sociocultural y la
cultura organizacional de la institución, en este caso en el plano del encuentro clínico de multiculturalidad significativa) con respecto a los modos de interacción y de comportamiento del paciente considerado como
una alteridad84 (ver, en el caso del VIH-sida, Muñoz 2018a).
84 Un ejemplo de este caso es el juicio moral en el que, además de las conductas moralmente
evaluadas desde los supuestos implícitos del terapeuta para un paciente de su mismo entorno cultural (ver, entre otros, Scheff, 1966, 1973, o Goffman, 1970), la diferencia cultural se
considera como una desviación o patología (ver Gailly, 2010).
74
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Respecto al primer punto, estos son algunos ejemplos empíricos de
los factores excluyentes que se desprenden de la cultura organizacional
biomédica en el caso de España y Bélgica:
a) la complejidad del operativo de atención y la falta de coordinación
administrativa e institucional (Caramés, 2008: 272) que se refleja, por parte de los usuarios y de algunos profesionales sanitarios o administrativos
del campo de la salud, en el desconocimiento del funcionamiento del sistema de salud85 y de la legislación vigente en materia de reconocimiento
de derechos a la atención médica.86
b) La mayor o menor accesibilidad a la cartilla sanitaria o, como se
mencionó para el caso de Bélgica, a la Ayuda Médica Urgente debida a la
complejidad y arbitrariedad de ciertos procesos burocráticos.
c) Las barreras de tipo lingüístico en el área administrativa. A este
respecto y también en lo que se refiere al tratamiento de las problemáticas
lingüísticas y culturales del encuentro clínico que se mencionarán a continuación, me remito a la praxis profesional de los mediadores interculturales en los hospitales, en Bélgica y España, documentada y analizada en
Muñoz (2013b).
En el segundo punto, la distancia social y cultural del médico con el
paciente (como mencionamos en el apartado anterior) da lugar a una interpretación del encuentro clínico, en función de la trayectoria sociocultural del paciente, de su presentación en la consulta y —especialmente en la
atención de problemas de alta estigmatización social como la salud mental
o el VIH-sida (ver Muñoz (2014a)— de la etiología, el curso de la enfermedad o la búsqueda de atención. Esta interpretación produce formas de
selección social de los pacientes a partir de la asimilación cultural de las
normas dominantes en la sociedad/institución, los esquemas organizativos y las interacciones dominantes, las disposiciones que debe adoptar el
paciente frente al médico y, como desarrollaremos seguidamente, de los
modelos explicativos del proceso s-e-a/p. Veremos a continuación algunos
procesos de tipo lingüístico-cultural que inciden en el encuentro clínico.
85 Desconocer cómo funciona el sistema de salud provoca que, por ejemplo, las personas
acudan a la consulta sin citación previa o que vayan a Urgencias al sufrir dolencias de carácter leve, lo que provoca que los profesionales las rechacen y que se las culpe de colapsar
el servicio.
86 Fruto de la ausencia de información por parte de la institución o de la mala circulación y
las pobres características de esta.
75
Rubén Muñoz Martínez
3.2 El carácter lingüístico-cultural del encuentro clínico
Los problemas de comunicación debidos a motivos lingüísticos entre el
personal sanitario y el paciente desembocan a menudo en dificultades que
influyen, principalmente, en la entrevista terapéutica, la elaboración de un
diagnóstico, el seguimiento del tratamiento o la participación del paciente. Dichas dificultades no solo se dan en el cuadro de la consulta, sino que
también se manifiestan en la relación del usuario con las áreas administrativas de la recepción (de vital importancia al ser la puerta de entrada
al centro sanitario). Algunas de estas dificultades están provocadas por
los siguientes factores: a) la mala comunicación, debida a la inexistencia
de una lengua lo suficientemente compartida (por terapeuta y paciente)
como para ser operativa (ver, por ejemplo, De Muynck (2004); b) la variabilidad de los datos obtenidos por el psiquiatra en función de la lengua en
la que el paciente, multilingüe, se expresa en la consulta (Burck, 2004); c) la
divergencia entre un lenguaje médico experto y otro profano, no solo por
su comprensibilidad, sino también por el poder (la legitimación ejercida
por medio de la autoridad) del saber fundado que se le atribuye al médico
(ver Jordan, 1993), y d) la polisemia de un mismo término y concepto en
una misma lengua, cuyos posibles significados están condicionados por
diversos contextos culturales de enunciación y referencia.
Los factores que remiten a las barreras lingüísticas, como se muestra
en esta investigación, son una de las principales problemáticas que se presentan en la relación entre el paciente, que no domina la lengua autóctona,
y el profesional de la salud, que no conoce la lengua del paciente. Desde el
punto de vista de los profesionales sanitarios (en este caso especialmente
los de las áreas de psiquiatría, que dependen mayormente de la narrativa
del paciente para la praxis clínica) esta problemática será de tal relevancia
que la dotación de medios y herramientas de traducción/interpretación
constituye un motivo generalizado, de primer orden, de demanda a las
administraciones públicas.
Los idiomas son, intrínsecamente, el lugar de disputa social e ideológica entre idiomas, y dentro de un mismo idioma y su variabilidad, en
cada persona (Bajtín, 1981) debido a la desigualdad de poder y estatus
que se le confiere a cada idioma en función del contexto y las prácticas
institucionalizadas en las que se insertan los individuos (Burck, 2004).
En situaciones de multilingüismo, se ha documentado que los individuos
presentan diferentes valores, contenido afectivo, registro memorístico y
76
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
lenguaje corporal en función de la lengua en la que hablan, y esto influye
en los procesos de construcción y performatividad de la identidad y la
subjetividad (Koven, 1998). A efectos clínicos, cabe añadir que se ha comprobado que una persona puede manifestarse psicótica en una lengua y
coherente en otra (Burck, 2004).
Este es un ejemplo de las diferentes respuestas a una misma pregunta
por parte de una persona de origen japonés que vive en Estados Unidos,
bilingüe en japonés e inglés:
Cuando mis deseos entran en conflicto con mi familia: (respuesta en japonés)
es tiempo de gran tristeza. (Respuesta en inglés) Hago lo que quiero.
Probablemente seré en un futuro: (respuesta en japonés) ama de casa. (Respuesta en inglés) Profesora. (Ervin-Tripp, 1964)
En el caso de compartir una misma lengua, existen variables en el
ámbito comunicativo de la relación terapeuta-paciente-institución que
afectan a la efectividad de la atención médica y la calidad del servicio. Un
ejemplo de esto son los códigos, registros y movilizaciones de capitales
simbólico-culturales entre un lenguaje médico y otro profano. Bourdieu
(1993) afirma que, aun compartiendo la misma lengua, en un contexto
comunicativo institucional dado, se pueden manifestar barreras idiomáticas relacionadas con variaciones en el uso del vocabulario y el significado
fruto del mercado de bienes lingüísticos y simbólicos.
Sucede lo mismo con los elementos no verbales de la situación. Los
gestos más espontáneos se inscriben en códigos sociales a menudo muy
precisos que difieren según las culturas. Un ejemplo de ello es el caso
del espacio interpersonal en la comunicación en cada cultura (ver Hall,
1990).87 Es interesante destacar que los interlocutores, por lo general, son
conscientes de la diversidad lingüística, pero no tanto de la diversidad de
dimensiones de la comunicación, como en el caso de los modelos comunicativos:
Cuando un individuo de origen chino permanece en silencio ante una pregunta que nos parece trivial, no pensamos (desde un miembro de la sociedad
española autóctona) que la cultura china tiene un intercambio de respuesta en
87 En este sentido, Hall, con su teoría de la proxémica, sostiene que diferentes culturas mantienen distintos estándares de espacio interpersonal. Las distancias sociales dependen a su
vez de variables como la situación social, el sexo o la preferencia individual. Dicho autor
distingue cuatro tipos diferenciados de distancias: personal, íntima, social y pública.
77
Rubén Muñoz Martínez
los turnos de palabra diferente del nuestro. Pensamos (o más bien sentimos)
que este individuo o este grupo es lento, poco comunicativo y desconfiado.
(Raga, 2006)
La polisemia condicionada por el contexto cultural de enunciación y
referencia puede incidir negativamente en el desarrollo de la praxis clínica. Existe el peligro de unificar el contexto cultural de recepción de ciertas
expresiones con el de referencia, con lo que se atribuyen, en una suerte de
sobredeterminación cultural, categorías explicativas del proceso s-e-a en
función de esta reducción articulada a la representación dominante del
médico. Por ejemplo, se puede atribuir la expresión hacerse mala sangre a
la teoría de los humores (ver Jaffré, 1996). Por ello, es necesaria la traducción e interpretación no solo lingüística, sino también cultural de conceptos relevantes para el diagnóstico y el tratamiento del paciente.
Para el médico, un desarrollo frustrante de la comunicación puede
contribuir a la emergencia o reproducción de juicios negativos o a un proceso de minorización, como lo denominan Py y Jeanneret (1989). Principalmente, esto sucede en contextos en los que uno de los interlocutores
pertenece a la mayoría (autóctona en muchos casos) y el otro a una minoría (alóctona o autóctona), lo que produce una generalización y una minorización dirigidas a este último. Estos procesos se llevan a cabo mediante
una sustitución de las características individuales de la persona basada en
estereotipos justificados bajo el concepto de cultura. Sobre esto profundizaremos a continuación.
3.3 Modelos explicativos y producción
de la cultura en procesos de discriminación
El contenido cultural de la interacción, necesaria para el encuentro clínico, entre médico y paciente tiene su núcleo nodal en los modelos explicativos88 (Kleinman, 1980) del proceso salud-enfermedad-atención
que ambos poseen. Como venimos señalando, esto se da en un marco
88 Kleinman (1980) introdujo el término modelo explicativo para referirse a las ideas y creencias concernientes a la enfermedad y al tratamiento empleadas por aquellos implicados en el
proceso clínico. Los modelos explicativos proveen las explicaciones sobre la etiología de la
enfermedad, su curso y el modo de inicio de los síntomas, los procesos patofisiológicos implícitos, la historia natural de la enfermedad, la severidad de esta y el tratamiento adecuado
para enfrentarla.
78
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
determinado por relaciones de poder desiguales en el seno de una cultura
organizacional que determina las praxis y las representaciones sociales y
técnicas de los profesionales de la salud, así como ciertos usos acertados,
en términos de la mejora en la eficacia terapéutica y la sensibilidad cultural, o problemáticos, al ser discriminatorios por omisión o sobredeterminación de lo cultural.
Estos son algunos de los procesos que comprometen una atención
médica adecuada, especialmente en una situación de multiculturalidad
significativa: a) las diversas concepciones de la enfermedad que pueden
tener (y representar en la escena de cuidados) el terapeuta y el paciente;
b) la pluralidad de maneras de concebir la atención en salud por parte del
terapeuta y el paciente. Lo cual concierne a las prácticas de atención, a
los actores implicados en estas y a su legitimidad, así como a las configuraciones espaciales y organizativas de la consulta (por ejemplo, una consulta diádica de tipo privado u otra grupal de carácter público); c) la importancia de la consideración, por parte del terapeuta, de los procesos de
transferencia y contratransferencia desde un punto de vista cultural (ver
Devereux, 1980), los cuales pueden condicionar el diagnóstico y seguimiento del paciente (Muñoz, 2013a), y d) la incidencia de los estereotipos,
la minorización cultural y la homogeneización intragrupal en prácticas de
diagnóstico y seguimiento sesgadas o discriminatorias.
La expresión y la representación de la dolencia a través de la lengua
puede conllevar variaciones sustanciales que resultan problemáticas si se
desconoce el componente cultural de dicha expresión. Un ejemplo de ello
es el de una mujer vietnamita que acude a una consulta en Estados Unidos
y dice sentir peso en la tripa. Le diagnostican, erróneamente, depresión;
sin considerar que para muchos vietnamitas el peso en el estómago tiene
que ver con dolores cardíacos. Las diferencias de reacción según las culturas no conciernen solamente al estilo de la queja o a la naturaleza de la
angustia asociada a diferentes síntomas; según las sociedades, se confiere
un interés mayor o menor a diferentes órganos o partes del cuerpo.
En las sociedades occidentales, el corazón tiene una significación
especial, mientras que en Japón, tradicionalmente, es al abdomen al que
se le presta mucha más atención, se considera como el sitio de la vida y
condensa las significaciones que en Occidente se atribuyen al corazón y
79
Rubén Muñoz Martínez
al cerebro89 (Adam y Herzlich, 1994). Un ejemplo de la variabilidad cultural (en una de las consultas objeto de estudio en Barcelona) con respecto
a la variedad de interpretaciones y reacciones de los usuarios frente a la
mención de los sentimientos de culpa por parte del terapeuta es que los
latinoamericanos tienden a sentirse culpables (o expresar culpabilidad) de
lo que les pasa, mientras que los paquistanís se quedan asombrados frente
a una situación similar (Achotegui, entrevista personal 2009).
Asimismo, en lo relativo a las expresiones somáticas, tal y como señala
Gailly (1991), en el contexto estudiado de Bruselas, los pacientes de origen
magrebí tienen más tendencia a mostrar molestias torácicas, los subsaharianos a expresar molestias digestivas y los asiáticos a mostrar síntomas
relacionados con la sexualidad. Algunos estudios comparativos, como el
International Pilot Study of Schizophrenia (IPSS) (WHO, 1979) o el Collaborative Study on the Assessment of Depresive Disorders (1980), mencionan
que, en el primer estudio referido, se halla una mayor frecuencia de síntomas afectivos, ideas delirantes y delirios de inserción del pensamiento
en las sociedades industrializadas, mientras que en los contextos no industrializados las voces que hablan del sujeto y las alucinaciones visuales
son más prevalentes. En el segundo estudio (realizado en Canadá, India,
Irán, Japón y Suiza), se sostiene que, mientras los sentimientos de culpa y
autorreproche aparecen en el 68 % de la muestra suiza, solo está presente
en el 32 % de la de Irán. Algo similar sucede con las ideas de suicidio entre
Canadá (70 %) e Irán (50 %) (en Martínez, 2010). Lo cual nos hace pensar
en la expresión sintomática y la traducción situacional desde los significados socioculturales del paciente y su entorno, en términos de diversidad
étnica y social interna, y entre conjuntos sociales; pero también en los
procesos culturales de registro, diagnóstico, tratamiento, seguimiento y,
en suma, estructuración del padecimiento por parte del clínico y la cultura
organizacional biomédica instituida.
El modelo cultural engloba también, más allá de la percepción y de
la expresión de los síntomas, qué se define como enfermedad en una sociedad. Sabemos que en algunas los fenómenos que la biomedicina juzga
patológicos no se consideran problemáticos: los gusanos intestinales que
ciertos grupos étnicos valoran como elementos necesarios para la diges89 Todavía hoy, cuando la biomedicina occidental es dominante en Japón, los japoneses diferencian un gran número de trastornos abdominales que en Occidente no se distinguen,
confiriéndoles una gran importancia.
80
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
tión son un ejemplo de este hecho. Sucede a la inversa con los síndromes
ligados a la cultura; por ejemplo, uno de los mejores estudiados es el del
susto, que se da en toda América Latina tanto en las poblaciones mestizas
como en las indígenas (ibid. 1994). En este sentido, los síndromes ligados
a la cultura también ocurren en contextos occidentales. Por ejemplo, el
trastorno de la alimentación denominado anorexia (Pérez, 2001) o, como
veremos en los estudios de caso, la concepción cultural psiquiátrica de un
conjunto de signos y síntomas denominados esquizofrenia.90
A este tenor, tal y como señalan Sumathipala, Siribaddana y Bhugra
(2004), los patrones de diagnóstico psiquiátrico no son solo etnocéntricos, también son androcéntricos y, añado, están basados en una concepción indiferenciada de la variabilidad no solo en términos del pluralismo
de cosmovisiones respecto al cuerpo o la enfermedad, sino también de
su concepción dominantemente biologicista del proceso s-e-a/p. En este
caso, por ejemplo, el desconocimiento del médico de una aproximación
etnopsicofarmacológica en lo relativo a los grupos de origen de los pacientes puede llevar a una medicación errónea, dada la diversidad de reacciones de los cuerpos a una misma dosis y tipo de psicofármacos (ver
Lin, Anderson y Poland, 1995). En este sentido, deben tenerse en cuenta
aspectos exclusivamente culturales, por una parte, los propios del psiquiatra, como los posibles sesgos al diagnosticar o asignar un tratamiento en
concreto a un grupo cultural determinado, y, por otra parte, los propios
de los referentes culturales del paciente, como la influencia del efecto placebo, la confianza en el tratamiento, la adherencia a este o la posible interferencia con elementos de la dieta o productos empleados por sanadores
tradicionales a los que, de forma paralela, pueda estar acudiendo. A su vez
hay, que tener en cuenta ciertos factores genéticos que varían en función
de la distribución geográfica y la pertenencia a un grupo étnico u otro (ver
Collazos y Qureshi, 2010).
Siguiendo a Byron Good y Marie Jo Delvecchio Good (1994), consideramos la enfermedad como un fenómeno significante y la actividad médica como interpretativa. El médico interpreta los síntomas del paciente y
los adapta a las categorías del saber médico fundadas. El enfermo, por su
parte, posee su propio punto de vista concerniente a su estado y se forja
90 Cabe recordar aquí el interesante análisis de las tecnologías, praxis y narrativas culturales
que dieron lugar al síndrome de estrés postraumático, a través de su ahistoricización y universalización, realizado por Allan Young (1997).
81
Rubén Muñoz Martínez
un modelo explicativo. Este puede ser en parte individual, pero también
puede estar arraigado en la cultura. El modelo explicativo del usuario lego
puede no tener nada que ver con el modelo explicativo biomédico: el primero puede poseer múltiples significados, no ser permanente y combinar
las experiencias pasadas con ideas (en ocasiones en una suerte de contraste empírico),91 mientras que el segundo se basa siempre en la ciencia (al
menos esa es la opinión general) y se contrasta continuamente con nuevas
evidencias (Helman, 1984) de premisas inscritas en paradigmas corporativos de poder o saber. Sin embargo, como veremos a lo largo del libro
(específicamente en el análisis de la praxis etnopsiquiátrica en Brugmann)
un análisis en profundidad puede encontrar más semejanzas que diferencias entre ciertos modelos explicativos del proceso s-e-a/p considerados
como profanos o científicos, por ejemplo en lo relativo a la distinción
entre ciencia/creencia, racionalidad/pensamiento mágico u objetividad/
subjetividad.
A este respecto, cabe mencionar que los modelos explicativos profanos y médicos toman elementos el uno del otro, ya que son dinámicos e
interactúan en el marco de estructuras y referentes socioculturales globales, locales, científicamente fundados y subjetivos (ver, por ejemplo, Helman, 1978, o Herzlich, 1994). Como analizaremos en las praxis y modelos
interculturales objeto de estudio, la consideración clínica de la transferencia y contratransferencia cultural (Devereux, 1980) como un elemento
que interviene en el proceso de diagnóstico, tratamiento y seguimiento
del paciente juega un papel fundamental en el encuentro terapéutico (ver
Muñoz, 2013a). De esta manera, el modelo explicativo no solo abarca la
enfermedad, sino también la concepción, socioculturalmente variable, de
la salud (ver Pierret, 1994); la atención y su búsqueda, lo cual concierne
a los diversos modelos de atención (Menéndez, 1984), o la pluralidad de
91 El «darse cuenta» subjetivo de la experiencia de estar enfermo se lleva a cabo en un marco
sociocultural específico, al mismo tiempo debe existir un acuerdo entre las percepciones del
sujeto y las percepciones y definiciones de aquellos que se encuentran alrededor de él. Consecuentemente, está socioculturalmente definido qué señales o síntomas serán considerados
normales y cuáles anormales. A su vez, la definición social ayuda a dar sentido a las sensaciones físicas y emocionales difusas introduciéndolas en patrones, los cuales son reconocibles
para la persona que se siente enferma y para aquellos que lo rodean. Por tanto, el llegar a estar
enfermo es un proceso sociocultural; implica una rotulación sociocultural y es desde esta
que se produce la definición del estado de la persona, y se permite el comportamiento como
un individuo enfermo (sickness) (Di Silvestre, 1998).
82
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
estrategias y recursos, además de la medicina alopática, de la asistencia
en salud (el llamado pluralismo asistencial o médico; ver Leslie, 1975, y
Perdiguero, 2006).
Como veremos en los estudios de caso, el modelo explicativo del médico compete no solo al corpus teórico-metodológico de una disciplina
determinada (como la psiquiatría), sino al conjunto de elementos que
configuran, legitiman, reproducen y, con ciertos usuarios, hacen inviable la praxis clínica; este es el caso de la configuración del espacio y la
concepción diádica y privada de la consulta. También afecta a los valores
subyacentes al proceso de atención y a la definición sociocultural de la
terapéutica, que puede enfatizar, en una concepción de autonomía y desarrollo del paciente, una representación específica del ego o, en contra
de esta, fomentar la dependencia o la culpabilidad como detonantes del
proceso curativo (ver, para el caso del naikan en Japón, Murase, 1976; o
para el concepto de amaeru, en este contexto, Doi, 1986).
Según Byron Good y Delvecchio Good (1994), los médicos son conscientes de la variedad en la percepción y expresión de los síntomas según
las culturas, pero ellos consideran que esta diferencia es superficial. Los
individuos perciben y traducen diferentemente una realidad que es siempre la misma y que la medicina occidental, consideran ellos, analiza objetivamente. En ocasiones, según he podido observar en mi investigación,
lo cultural, más allá de lo propiamente idiomático, es percibido por los
médicos como un posible ítem perturbador que dificulta resoluciones que
se encuentran en otra parte (ver Muñoz, 2013a), además desde su concepción universalista, un prejuicio valorativo que convendría evitar frente a
una (supuesta) igualdad de trato.
Para Byron Good y Delvecchio Good (1994) el modelo explicativo
del enfermo no es solamente una traducción, consideran que la significación de la enfermedad forma parte de la realidad misma y la modula.
Esto acontece también cuando el paciente y el médico tienen la misma
trayectoria sociocultural, lo cual dimensiona otros procesos, a los que se
les puede yuxtaponer el componente cultural, como por ejemplo la concepción de la consulta como un encuentro asimétrico en el que el médico
dictamina y el paciente obedece, y no como un diálogo negociado entre
partes iguales. La cultura articulada a la procedencia social (la cercanía
con la del médico no elimina la asimetría del encuentro, pero sí influye en
el tipo de encuentro clínico y sus consecuencias) se concibe aquí mediante
un carácter evolucionista y de pasaje; esto es, de la cultura especulativa de
83
Rubén Muñoz Martínez
creencias del paciente a la letrada y científica del médico. A su vez, cabe
destacar el papel que juegan, en el ámbito sanitario, ciertos usos actuales
de la cultura y lo cultural como un modelo específico externo y que obvia
(en la mayoría de los casos) el propio carácter cultural de la biomedicina.
El peligro de un exceso o una mala gestión de esta dimensión es tender a la creación de una propia cultura biomédica de lo cultural en la que se
insertan retóricas particulares, significaciones, objetos simbólicos propios
y una serie de prácticas y representaciones específicas —como es el caso
del manejo de un concepto de cultura basado en estereotipos, elementos
exóticos o tradicionales, con excesiva importancia de los componentes
religiosos (Menaca, 2004, Van Dick 1998)— construida desde una perspectiva puramente estática, ahistórica y poco permeable al cambio social
(MARIANO, 2008: 305). Esto aplica también, de forma separada o articulada cuando coincide con los procesos anteriormente descritos, a elementos subculturales como por ejemplo las profesiones o las adscripciones a
colectivos o comunidades de diverso tipo del paciente; con lo que pueden
producirse, como he podido observar en mi trabajo de campo, generalizaciones erróneas basadas en un estereotipo forjado por la distancia social o
cultural desde la que el clínico observa.
En una relación dominada por un saber autoritario (Jordan, 1993),
legitimidades desiguales y una fuerte carga emocional para el paciente
(como la implícita en el proceso terapéutico), los desajustes interpretativos y la disensión explicativa pueden dar lugar a conflictos, recelos o insatisfacción. Estos elementos son susceptibles de incidir negativamente en
el derecho a la atención médica adecuada del paciente por medio de mecanismos como la generación de prejuicios relativos a su origen sociocultural y su influencia en la forma de proveer la información sobre el diagnóstico, el curso de la enfermedad y el tratamiento (ver Muñoz, 2014a),
incidiendo todo ello en el proceso curativo (ver Skrabanek y McCormick,
1992). Por otra parte, la presencia de barreras lingüísticas y culturales hace
que muchos terapeutas rechacen a los usuarios no occidentales. Lo mismo
les sucede a los médicos que intuyen problemas subyacentes a las quejas somáticas: tienen dificultades a menudo para derivar a sus pacientes
a otros (no saben a quién). Esto da como resultado la cronificación de
las quejas del paciente a su médico generalista. Los pacientes desarrollan
un sentimiento de desconfianza hacia estos generalistas «que no pueden
hacer nada», y los generalistas desarrollan por su parte un sentimiento
de impotencia al cual se resignan, o bien lo proyectan sobre sus pacientes
84
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
(Leman y Gailly, 1991). Esto sucede también, como veremos posteriormente, en el caso de especialistas como los psiquiatras.
Si bien la violencia ejercida a través de la desigualdad de estatus y de
poder entre médico y paciente (una violencia en forma de concepciones
etnocéntricas y racistas) puede provenir del desencuentro generado por la
presión adaptativa en una situación de multiculturalidad significativa, no
hay que olvidar que la relación social médico-paciente y la subjetividad
del médico se configuran desde su formación (ver Good, 1994, o Konner,
1987). En contraposición al reduccionismo que supone centrarse únicamente en los modelos explicativos, así como en la perspectiva basada en
el conflicto cultural que atribuye al encuentro terapéutico un carácter democrático, considero importante apuntar lo que menciona Taussig (1980)
sobre la dificultad de negociación, por parte del paciente, en los modelos
de enfermedad o de atención del médico. Esto se debe a la situación, instituida, de desigualdad de poder y a la reificación de la experiencia subjetiva
del padecimiento (illness) en categorías pertenecientes a la nosología biomédica, como la enfermedad (disease).
En cuanto a la producción o la gestión de alteridades, entendidas bajo
el concepto de cultura en la salud mental, se han documentado diversos
casos en los que se aborda el proceso de diagnóstico y de tratamiento del
paciente a partir de concepciones ideológicas evolucionistas de eco colonial (ver Pussetti, 2010) y racista. Un ejemplo de esta consideración son
las afirmaciones de Cheng (2001), en un afán de universalizar las categorías etiológicas y nosológicas de la psiquiatría y apelar al asimilacionismo,
acerca de las personas de sociedades «menos desarrolladas» (que la inglesa), las cuales tienen vulnerabilidad personal, menos inteligencia y menos
conocimiento de los trastornos mentales. A lo largo del libro, desarrollaremos y discutiremos otros ejemplos.
En este sentido, es pertinente mencionar conceptos como el racismo
institucional(ver Carmichael y Hamilton, 1967, o Sibony, 1993) y apartheid médico (Scheper-Hughes, 2002). El racismo institucional es una forma de violencia institucional que opera junto a la violencia estructural
(ver Galtung, 1996, y Farmer, 2003) y que impide, por medios no siempre
explícitos ni visibles, la satisfacción de las necesidades básicas de las personas, como la atención médica. En este caso, los conceptos de racismo
institucional y apartheid médico enfatizan la discriminación y segregación sistémica de la población socioculturalmente diversa de aquella para
la que está dirigida la institución de salud. Esta población, a su vez, es
85
Rubén Muñoz Martínez
utilizada para justificar las fallas sistémicas de la prevención/atención en
salud, y sus discriminaciones, apelando a la cultura y a los modos de vida
del paciente, ocultando procesos sociales92 como la violencia institucional.
Algunos autores que han denunciado esta problemática en el campo de la
psiquiatría son Fernando (1988); Littlewood (1992); Bebbington, Feeney,
Flannigang et alii. (1994), o Moodley y Palmer (2006).
En el plano estructural, considero que la violencia institucional, asimilacionista y reificadora de la experiencia del padecimiento no es accidental, sino intrínseca al funcionamiento cultural y organizativo del
dispositivo de atención médica y a su carácter ideológico. No obstante,
como se muestra en esta investigación, a partir del punto de vista y de
la práctica del actor, si no se puede erradicar toda forma de violencia en
el contexto de dominación cultural del esquema biomédico hegemónico
y de los procesos de institucionalización terapéutica estatista o privada,
se puede confrontar y transformar, en términos de inclusión, eficacia terapéutica, pertinencia estructural y cultural y coproducción de saberes en
torno al proceso s-e-a/p (como veremos en el modelo occidental adaptado
y en el modelo etnopsiquiátrico). Asimismo, se pueden generar procesos
comunitarios interculturales de acompañamiento del padecimiento desde
una posición contrahegemónica al poder disciplinario biomédico de la
psiquiatría que no excluya la autoorganización de los conjuntos sociales, el
pluralismo asistencial y las institucionalizaciones organizativas en campos
sociales diversos; como veremos en el modelo antipsiquiátrico intercultural.
92 El trabajo de mediación intercultural con la población china en Madrid desarrollado por
el SEMSI, desaparecido por la falta de inversión pública, es un interesante ejemplo de ello
(ver MUÑOZ, 2013). El éxito de dicha labor, al facilitar el acceso y disfrute a la atención
médica institucional informando de los derechos y acompañando a la población china en la
demanda del servicio de salud, desmonta argumentos justificativos sobre la explicación de la
ausencia de población china en los hospitales y clínicas públicas, que atribuían este fenómeno a la inexorable separación entre los modelos terapéuticos chinos y el biomédico occidental para tratar de «explicar» la ausencia de pacientes de origen chino en los centros de salud.
86
PARTE III. ESTRATEGIAS DE INCLUSIÓN EN EL MEDIO
ASOCIATIVO E INSTITUCIONAL PÚBLICO
Con diferentes temporalidades, presencias y omisiones, en el medio asociativo e institucional de España y Bélgica se han ido desarrollando prácticas y (en Bélgica, concretamente) políticas públicas cuyo objetivo ha
sido luchar contra algunas de las barreras mencionadas en el acceso a la
atención médica, así como el disfrute de esta, de las personas de origen
extranjero.
Mientras en España estas prácticas comienzan a ver la luz en la actualidad, o bien se desarrollan desde hace escasos años, en Bélgica algunas
de ellas llevan varias décadas implementándose. De los tipos de medidas
más características que en ambos países se han llevado a cabo en el medio
institucional público y asociativo, se pueden destacar principalmente dos
conjuntos específicos: uno para población con trayectorias socioculturales
diversas y otro, general, para población excluida de la atención médica. En
el primer grupo están las medidas de carácter formativo y de mediación
lingüística/cultural, así como la adaptación de las prácticas terapéuticas
en salud mental a la diversidad sociocultural. En el segundo, puesto que la
exclusión de la atención médica de derecho común incide a su vez en otros
tipos de poblaciones, se han aplicado también medidas de tipo legislativo,
como la AMU en Bélgica, así como articulaciones con asociaciones civiles
prestadoras de servicios médicos que han tratado de ampliar la universalización del acceso a franjas de la población excluidas, incluyendo de
manera más o menos central a las personas de origen extranjero. A continuación, veremos en qué consisten.
87
Rubén Muñoz Martínez
1. La respuesta del medio asociativo
Frente a una situación de desigualdad en el disfrute del sistema de salud
y en respuesta a las demandas de atención médica no amparadas por el
Estado en Bélgica y España, diversas asociaciones se han movilizado para
proveer servicios (en salud mental, entre otros) a las poblaciones excluidas. En España, desde el ámbito asociativo, es el caso de la ayuda psicosocial del Comité de Defensa de los Refugiados, Asilados e Inmigrantes en
el Estado Español (COMRADE) en Madrid;93 del Programa de Atención
a Personas Inmigrantes en Riesgo de Exclusión social (PAIRE) de la Fundación RAIS, dirigido a población migrante en general; de Karibu, una
iniciativa específicamente orientada a la población de origen africano, o
de Médicos del Mundo en diversas comunidades autónomas.
En Bélgica existen diversas asociaciones que prestan asistencia médica a personas excluidas de los cuidados institucionales, algunas de ellas
son Santé Mentale et Exclusion Social (SMES), destinada específicamente
a personas en situación de calle (ver Muñoz, 2010); Médicos del Mundo,
o Médicos sin Fronteras. Esta última inició sus actividades en Bélgica en
1992, su primera iniciativa fue recorrer las calles de Bruselas con unidades móviles con el fin de permitir que los sin techo tuvieran acceso a los
cuidados de salud (Médecins Sans Frontières, 2008). Progresivamente ha
pasado a proporcionar consultas gratuitas médico-sociales en el centro de
la ciudad, después se han ido abriendo otros proyectos en ciudades como
Amberes o Lieja.
Hasta 2008,94 esta organización contó con varias consultas en distintas
ciudades de Bélgica que proporcionaban atención psicológica a personas en
situaciones de exclusión social; entre ellas, los sin papeles que, por la situación extrema de violencia estructural y discriminación jurídico-administrativa que sufren, viven inmersos en procesos de vulnerabilidad y desafiliación social (en términos de Castel, 1995). Este servicio específico se prestó
93 Y su Servicio de Traductores e Intérpretes (SETI), con intérpretes en más de 30 lenguas,
que presta sus servicios en diversos ámbitos como por ejemplo el institucional público de
atención médica.
94 En el transcurso del año 2008, Médicos Sin Fronteras cerró sus misiones en Bélgica, por
falta de presupuesto. Otras asociaciones como Médicos del Mundo continúan realizando,
hasta la fecha, este trabajo.
88
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
a través de la Ayuda Médica Urgente (en el circuito de cuidados de derecho
común) hasta mediados del 2006, debido a la ausencia de cobertura.
Por su legitimidad adquirida gracias a su experiencia sobre el terreno
y su presencia mediática, estas asociaciones se esfuerzan para que los poderes públicos tomen en cuenta esta realidad y aporten soluciones. Además de su trabajo de asistencia médica, algunas de estas asociaciones están
vinculadas al proceso de reflexión y de elaboración de políticas públicas
de lucha contra la exclusión. En el caso concreto de Médicos Sin Fronteras esto llevó a la creación de la mencionada Ayuda Médica Urgente, en
Bélgica.
1.1 Especializaciones en la otredad
en el ámbito de la salud mental
Fruto de la falta de adecuación de los dispositivos de asistencia médica,
como es el caso del psiquiátrico y el psicosocial, han ido apareciendo en
Bélgica y España diversas asociaciones de la sociedad civil que tratan de
dar respuesta a este problema. En Bélgica, esto ha ocurrido durante las
últimas dos décadas, mientras que en España su aparición se remonta a
principios del año 2000. Una de estas asociaciones es L’autre «lieu», en
Bruselas, que se enmarca en el modelo antipsiquiátrico intercultural desde
una perspectiva contradisciplinaria. Asimismo, es el caso de las asociaciones que generan dispositivos interdisciplinarios específicos concebidos
para la atención de problemas relativos a la cuestión migratoria, como
son aquellas praxis (existentes en el ámbito asociativo y hospitalario de
Bélgica) que parten del vector común de la corriente etnopsiquiátrica desarrollada por Tobie Nathan y pertenecen al modelo etnopsiquiátrico. Lo
mismo sucede con las aproximaciones clínicas que, adaptando las praxis
hegemónicas psicoterapéuticas en ambos países, aplican herramientas y
recursos interculturales para la atención sanitaria (a partir del aquí denominado modelo occidental adaptado en la diversidad cultural) basados en
mediaciones lingüístico-culturales o adecuaciones teórico-metodológicas
de corte transdisciplinario.
Podemos identificar tres tipos de corrientes terapéuticas destinadas
a personas de origen extranjero en función del enfoque teórico-metodológico de las praxis existentes en la actualidad: a) las clínicas del exilio
destinadas a víctimas de la violencia organizada; b) los duelos migratorios
89
Rubén Muñoz Martínez
o el mal de Ulises, y c) la intersección de la psiquiatría y la antropología en
la clínica transcultural. A continuación, explicaré, de manera sucinta, una
praxis correspondiente a cada corriente.
Las clínicas del exilio
Las clínicas del exilio están representadas por una organización no gubernamental llamada EXIL presente en Bruselas y Barcelona.95 EXIL enfoca
su trabajo en la intervención médica, mental y social en exiliados políticos
que han sufrido procesos traumáticos como la represión y la tortura en
sus países de origen. Desde hace varios años, ha comenzado a proveer de
asistencia a otros perfiles de población como a las mujeres víctimas de
violencia de género y a los niños que han sufrido este tipo de violencia,
malos tratos o abusos sexuales. Esta asociación nació en Bruselas gracias
a la puesta en práctica de mecanismos de solidaridad y del trabajo comunitario (crear vínculos, reconstruir el tejido sociofamiliar, etc.) que llevó
a cabo, a mediados de 1970, el colectivo de refugiados de América Latina
COLAT.
Este colectivo estaba formado, en su mayor parte, por profesionales
del área de la salud que venían de las dictaduras chilena y argentina. Progresivamente, el número de refugiados de América Latina fue disminuyendo y aumentó el procedente de África. En 1987 decidieron cambiar
el nombre de la asociación a EXIL, debido a la necesidad de responder a
demandas inmediatas de estos nuevos colectivos y a que los orígenes culturales de los pacientes eran más heterogéneos. La asociación fue reconocida ese año como un centro de salud mental y médico (RAPPORT EXIL,
2005). Actualmente, está formada por dieciséis terapeutas que trabajan en
cuatro áreas y programas diferentes: niño/familia, adolescente, hombre,
mujer. En cada programa cuentan con un médico, un asistente social y un
psicólogo fijos. Asimismo, en la asociación también trabajan una enfermera, tres psiquiatras, dos animadores socioculturales, un terapeuta psicomotriz y una fasciaterapeuta que dan apoyo a alguno de los programas.
Su aproximación terapéutica es sistémica y engloba diferentes corrientes que van desde el conductismo al psicoanálisis. Algunas de sus particularidades son su enfoque emocional y el uso de terapias grupales para
95 Para un análisis más detallado de ambos centros ver Muñoz (2010). Esta aproximación se
encuentra presente en otras ONG, en Bruselas, como Ulysse SSm.
90
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
tratar de restablecer los vínculos afectivos de sus pacientes. Los pacientes
pueden ser tanto una familia como una persona sola. Un elemento importante, en el caso de las personas que han sido víctimas de la violencia
organizada, es que los terapeutas tienen trayectorias análogas, por lo que
pueden operar como pares en la terapéutica.96 A su vez, la asociación propone un tratamiento intercultural a través de la interpretación lingüística
y cultural (la cual llevan a cabo intérpretes interculturales en diez lenguas97 y acompañantes en las gestiones administrativas fuera del marco de
la ONG) y de la interpelación de las barreras lingüísticas y de la dependencia del discurso en la terapéutica convencional. De este modo, mediante
una fasciaterapeuta,98 se trata el malestar y el lenguaje del cuerpo junto
con la dolencia psíquica.
En esta perspectiva, el marco terapéutico y social del sufrimiento de las familias emigrantes debe realizarse por medio de un acercamiento intercultural,
con interlocutores que pertenezcan a equipos multidisciplinares y multiculturales y que aceptan desarrollar una función de mediación social y de facilitación del diálogo entre inmigrantes y habitantes del país de acogida. El
territorio elegido para este tipo de intervención serán las zonas de integración
social entre las familias inmigrantes y la capa social que les acoge como por
ejemplo el centro médico o la escuela... (Barudy, 1992)
La clínica basada en los duelos migratorios o el mal de Ulises
El enfoque clínico basado en los duelos migratorios, también llamado mal
de Ulises, llevado a cabo por Joseba Achotegui tiene su praxis inaugural
en el Servicio de Atención Psicopatológica y Psicosocial a Inmigrantes y
96 Lo cual puede conllevar también ciertos problemas (ver Muñoz, 2010).
97 Ruso, rumano, armenio, búlgaro, serbio/croata, albanés, macedonio, eslovaco, turco y somalí. Para otras lenguas, la coordinadora de los intérpretes llama a colaboradores puntuales,
en particular para el árabe clásico y del Magreb, el polaco, el persa y el georgiano.
98 Esta modalidad terapéutica ha sido introducida en 2005. La lleva a cabo una fisioterapeuta que se ocupa de los pacientes víctimas de torturas que presentan dolores somáticos,
disfunción del sistema neurovegetativo, trastornos somatoformes y psicosomáticos, somatizaciones asociadas a los trastornos psicopatológicos, síndrome postraumático, etc. La somatopsicopedagogía, corriente de la que parte la fasciaterapia, tiende a considerar a la persona
afectada en su totalidad mental y física y a dirigirse tanto a la dolencia psíquica como a la
física. Su finalidad será la de liberar y estimular los tejidos corporales a los niveles de la motricidad y de la sensorialidad.
91
Rubén Muñoz Martínez
Refugiados (SAPPIR) del hospital Sant Pere Claver99 de Barcelona desde
1994. Con un carácter gratuito, ofrece un servicio para todas aquellas personas que lo demanden. A ella se derivan los pacientes desde el circuito
de atención normalizada pública, desde los servicios sociales y desde las
asociaciones de migrantes, por lo que ocupa un espacio subsidiario entre
el campo social público y el privado. El SAPPIR se puso en marcha por la
asociación GASIR (Grupo de Asistencia a los Inmigrantes y Refugiados),
la cual fue fundada en 1990 por un equipo interdisciplinar de médicos,
psiquiatras, psicólogos y antropólogos con el objetivo de generar un vínculo entre las ciencias sociales y los profesionales sanitarios, y crear programas de atención específicos y gratuitos en salud mental con un enfoque
que comprendiera la psicología transcultural.
El nacimiento de este dispositivo clínico está enmarcado en la decisión por parte de la Unión Europea de cerrar sus fronteras, así como en el
fenómeno demográfico de la concentración de inmigrantes y en la mayor
atención de los medios de comunicación a este fenómeno (Bernal, 2002).
En un principio, el servicio nació como respuesta a la falta de cobertura
de los servicios sanitarios públicos a los inmigrantes en situaciones de exclusión social. Esta realidad fue cambiando con la Ley 4/2000,100 y la universalización del acceso sanitario de las personas en situación irregular,
así como también cambió la situación de estas personas con el progresivo
cierre de fronteras en la UE. El cierre de fronteras dio origen a un estado
especial de extrema vulnerabilidad para una población de miles de personas. De dicho estado nació un dispositivo de prevención, inexistente en la
red de asistencia pública, centrado en el llamado síndrome del inmigrante
con estrés múltiple y crónico. En la actualidad, esta una de sus líneas de
trabajo principales.
La composición del SAPPIR ha ido variando a lo largo de los años
y de los programas. En el año 2009, los componentes eran dos psiquia99 La Fundación Sant Pere Claver, de Barcelona, es un hospital privado sin ánimo de lucro
que cuenta con financiación pública. Se creó en el 1948 en los barrios de Poble-Sec y Sants,
y presta servicio público en el área de la salud mental así como en otras especialidades como
la alergología.
100 Hay que mencionar que antes de la implementación de la Ley 4/2000, de 11 de enero, sobre Derechos y Libertades de los Extranjeros en España y su Integración Social, que
universalizó el acceso a la cartilla sanitaria de los inmigrantes independientemente de su
situación administrativa, los inmigrantes sin papeles eran atendidos por ONG y fundaciones
como esta.
92
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
tras, una psicóloga y una persona con formación en sociología. A su vez,
contaban con un mediador intercultural asiduo de origen magrebí, al que
acudían en los momentos de necesidad. El servicio está dirigido a inmigrantes extracomunitarios que sufren problemas derivados de la adaptación al nuevo entorno, independientemente de la situación legal en la que
se encuentren. Se centra en la atención a los inmigrantes extracomunitarios debido a las dificultades de diverso tipo que atraviesa dicho colectivo.
También atiende a los demandantes de asilo y a los refugiados.101
Uno de los motivos principales por los que se suelen derivar a estos pacientes al hospital Sant Pere es el síndrome del inmigrante con estrés múltiple y crónico, o síndrome de Ulises, si bien algunas personas de
origen extranjero acuden con otros cuadros diagnósticos. Un tercio de
los usuarios son magrebís; otro tercio, latinoamericanos (principalmente ecuatorianos), y el resto son, principalmente, paquistanís y, en menor
medida, africanos subsaharianos u otras procedencias (ver Muñoz, 2010).
El enfoque principal del equipo es el psicosocial102 y, a pesar de mantener la estructura diádica clásica de la consulta, consideran relevante la
aproximación intercultural y pluridisciplinar. Por ello, incluyen a antropólogos y sociólogos para incorporar una perspectiva sociocultural en la investigación y práctica terapéutica (ver Muñoz, 2010). Uno de los ejes principales del marco de su intervención es un planteamiento psicodinámico
referido al proceso migratorio que presta especial atención al concepto
de estrés en el duelo migratorio (Entrevista personal a Joseba Achotegui,
director SAPPIR, 2009).
El concepto de estrés puede ser definido como «una relación particular entre la persona y su entorno valorada por la persona como una
situación que la sobrepasa y pone en peligro su bienestar» (Lazarus, 2000,
en Achotegui, 2006). Duelo se refiere al «proceso de reorganización de
la personalidad que tiene lugar cuando se pierde algo significativo para
el sujeto» (Lazarus, 2000, en Achotegui, 2006). Se podría establecer una
101 GASIR firmó un convenio en 1998 con Cruz Roja Barcelona en el cual el SAPPIR proporciona atención psicopatológica y psicosocial a los refugiados y demandantes de asilo en
Cataluña.
102 El tratamiento psicoterapéutico trata de aliviar los síntomas superficiales, proporcionar
medicamentos para, por ejemplo, la ansiedad y desarrollar una terapia psicodinámica con
el objetivo de reorganizar la vida social y relacional de la persona en el país de recepción
(Bernal, 2002).
93
Rubén Muñoz Martínez
correlación entre los dos conceptos señalando que «el duelo es un estrés
prolongado e intenso» (Lazarus, 2000, en Achotegui, 2006).
Yo lo describí en el año 2002 porque a partir del 2000 más o menos empezó a
cambiar la problemática que se veía aquí en los inmigrantes. Es decir, nosotros trabajamos desde los años 80 en migración y salud mental, y ha habido
distintos momentos, distintos contextos, y en el año 2000 más o menos se
produce una situación en la que se empiezan a poner pegas importantes en
las regularizaciones y los inmigrantes empiezan a percibir que las fronteras
se cierran, que no tienen salida, entonces esto les empieza alterar, cosa que
antes no pasaba porque yo recuerdo en los años 90 haber hablado aquí con
inmigrantes sobre el tema de los papeles y decirte, «es que no tengo tiempo
de ir, ya lo haré... a mí bah, pues esto...» o sea no era un problemática. Pero a
partir del 2000 se convierte en un problema, empiezan a restringir toda la entrega de documentos y entonces nos empezamos a encontrar con emigrantes
que ya no pueden volver, que ya no pueden traer a sus familias, que empiezan
a ser expulsados, que tienen problemas para tener papeles y por tanto para
tener trabajos en condiciones, y es de aquí de donde sale la idea del Síndrome
de Ulises, como el Síndrome del Inmigrante con Estrés Crónico Múltiple, una
situación que no controlan, que les empieza a afectar y que da lugar a unos
síntomas que no son los de una enfermedad mental, sino los de un cuadro
reactivo de estrés. (Entrevista personal a Joseba Achotegui, 2009)
El síndrome de Ulises se caracteriza, por un lado, porque la persona
padece unos determinados estresores o duelos y, por otro, porque aparece
un amplio conjunto de síntomas psíquicos y somáticos focalizados en el
área depresiva (tristeza, llanto, culpa e ideas de muerte), el área de la ansiedad (tensión, nerviosismo, preocupaciones intrusivas y recurrentes, cefalea, fatiga, etc.) y el área confusional (fallos de la memoria o de la atención,
y desorientación espacial o temporal) (Achotegui, 2006). Es importante
destacar que dicho síndrome ocupa el área de la prevención sanitaria y
psicosocial más que el área del tratamiento. De este modo, la intervención
pretende evitar que las personas que padecen este cuadro acaben empeorando y lleguen a padecer un trastorno mental estándar.
Según Achotegui (2000: 87), existen siete duelos en la migración: 1)
la familia y los seres queridos, sobre todo si se dan separaciones forzadas
de hijos pequeños; 2) la lengua; 3) la cultura (costumbres, valores, etc.);
4) la tierra (paisajes, colores, luminosidad, olores, temperatura, etc.); 5) el
estatus social (acceso a oportunidades, papeles, trabajo, vivienda, sanidad,
etc.); 6) el contacto con el grupo de pertenencia (prejuicios, xenofobia,
94
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
racismo, etc.), y 7) los riesgos para la integridad física (el viaje migratorio,
los accidentes laborales, la persecución, la indefensión, etc.).
Estos duelos se dan, en mayor o menor grado, en todos los procesos
migratorios; pero no es lo mismo vivirlos en buenas condiciones que en
situaciones extremas. En este sentido, hay que diferenciar, según la dificultad en la elaboración del duelo y su potencialidad psicopatógena, tres
tipos de duelos: 1) el duelo simple: es aquel que se da en buenas condiciones y puede llevarse a cabo; 2) el duelo complicado: cuando existen serias
dificultades para su superación, y 3) el duelo extremo: es tan problemático
que no es realizable, dado que supera las capacidades de adaptación del
sujeto (este es el duelo propio del síndrome de Ulises) (Achotegui, 2000).
Con respecto a la delimitación de los estresores, según su relación con
la salud mental, cabe señalar que el síndrome del inmigrante con estrés
crónico y múltiple se define por: a) la soledad, la separación forzada de
la familia y de los seres queridos; b) duelo por el fracaso del proyecto migratorio; c) la lucha por la supervivencia y, d) el miedo (Achotegui, 2006).
Consideramos que estos inmigrantes viven una de las peores pesadillas
imaginables: estar solo, en peligro, sin recursos, sin ver salida a la situación,
encontrarse mal, pedir ayuda y que no entiendan ni sepan ayudarte. Seguro que hay pesadillas peores, pero nos falta imaginación para describirlas.
En nuestro trabajo en salud mental con población inmigrante desde 1980 no
habíamos visto nunca las situaciones de estrés límite que hemos visto en los
últimos 5 años. (Achotegui, 2006: 69)
Con respecto a la plantilla teórica de la metodología utilizada en la
práctica clínica, cabe señalar que el equipo se centra en el enfoque psicosocial, con un predominio de las aproximaciones cognitivista, psicodinámica y psicofarmacológica y, como se mencionó, se considera relevante la
perspectiva intercultural y pluridisciplinar. La metodología no está basada
en manuales de práctica clínica, como por ejemplo la arquitectura axial
del DSM-IV, sino que posee unas escalas y modelos propios que se centran en la identificación y tratamiento del síndrome de Ulises.
En lo que concierne a los elementos interculturales de la terapéutica
articulados a aspectos psicosociales y políticos del contexto de vida del
usuario, se presta una especial atención a la mediación entre los diversos
modelos explicativos del proceso s-e-a/p; así como a la incidencia de la
posición cultural del terapeuta en el encuentro clínico, a través de diversas
estrategias que van desde la consideración de las competencias culturales
95
Rubén Muñoz Martínez
hasta el uso de la figura del mediador intercultural. Un ejemplo de esta
mediación es la facilitación del recurso al pluralismo asistencial, a través
de terapeutas tradicionales, cuando el usuario así lo requiere (entrevista
personal a Joseba Achotegui, 2009).
Por último, cabe mencionar la puesta en marcha de la arteterapia con
el objetivo de tomar el relevo de la dependencia en la comunicación verbal
para aspectos de la socialización del usuario, el manejo del duelo múltiple
migratorio y la recopilación de información clínica a través del modelo
teórico basado en la psicoterapia de Klein (1955) y el espacio potencial de
Winnicott (1971).103
La intersección de la psiquiatría y la antropología
en la clínica transcultural
Las praxis que forman parte de esta aproximación son las que implementan el método etnográfico en el desarrollo de los casos clínicos. Cuando
dicha implementación se lleva a cabo por un solo profesional (psicólogo o
psiquiatra), se trata de una perspectiva transdisciplinaria. Si, en cambio, el
trabajo lo hace un grupo de profesionales de disciplinas diversas, con una
presencia destacada de la antropología y la psiquiatría, hablamos de una
perspectiva multidisciplinaria. El caso de la perspectiva transdisciplinaria
es el que desarrollaremos posteriormente con la formulación cultural de
casos psiquiátricos (FCCP) en el hospital Puerta de Hierro. El caso de la
perspectiva multidisciplinaria corresponde al trabajo llevado a cabo en el
centro de salud mental de Laeken.104
El centro de Laeken se centra en la antropología médica y está vinculado a profesionales e instituciones diversas (como las del sector público).
Su trabajo en salud mental se especializa en la población migrante y se
divide en dos apartados. Por un lado, hay psicólogos/antropólogos que conocen la lengua y las culturas de los usuarios (y en muchos casos son alóc103 Winnicott habla de la importancia del espacio potencial de creación artística, que une el
mundo interior con el mundo o realidad exterior. Dicho espacio, como veremos en la praxis
etnopsiquiátrica en Brugmann, será importante para la experiencia cultural de la persona
inmigrante que se encuentra con las defensas mermadas en un entorno que le ofrece pocas
posibilidades de confianza en la cultura de destino (Bernal, 2002).
104 Su aproximación es similar a la que encontramos en el Centre Francoise Minkowska de
París (Leman y Gailly, 1991).
96
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
tonos) y atienden la consultas de psicología. En este sentido, ni la lengua,
ni la verbalización ocasionan problemas en la relación entre el terapeuta
y el paciente (Leman y Gailly, 1991). Por otro lado, dispone de un grupo
multidisciplinar que se reúne periódicamente con el objetivo de discutir
métodos y casos atendidos desde una perspectiva etnográfica, algunos de
los cuales están publicados en Leman y Gailly (1991).
El modelo de funcionamiento de la consulta de psicología es claramente occidental en la medida en que un terapeuta (a veces dos) recibe a
los pacientes en el contexto de una oficina clásica de consulta y una configuración dual. Las teorías y conceptos utilizados por los profesionales
son occidentales, incluso aunque se manejen discursos tradicionales (por
ejemplo: posesión, brujería, etc.) y se derive a profesionales del mundo
de la curación, o relacionados con él (como por ejemplo los foqaha) en
Bélgica o en el país de origen del paciente. Las teorías que se siguen son
sistémicas, conductistas o de inspiración psicoanalítica. Su tasa de fracaso es mucho menor que la de los centros donde intervienen las barreras
lingüísticas (Leman y Gailly, 1991). Cabe recordar que, si bien se presta
atención a las barreras de tipo lingüístico y a ciertos aspectos culturales,
también intervienen otros factores en la eficacia terapéutica:
Creo que la definición que tenemos de cultura es muy importante. En mi opinión, la definición que tenemos determina la forma de hacer terapia, así que
hay que ser muy conscientes de lo que consideramos cultura [...]. El problema
es que, si queremos hospitalizar a alguien, siempre está presente la barrera
lingüística, lo cual influye a menudo. y ¿qué quiere decir el aspecto lingüístico ?...yo me acuerdo al principio cuando yo empecé en los años 80 siempre
era el aspecto lingüístico al que se remitían los profesionales para decir , no
podemos curarle , y es verdad que en esa época no había interpretes... así que
la primera cosa que pensé es que si el aspecto lingüístico es tan importante
hace falta un servicio de interpretación, y así el problema resuelto no se puede
decir que es el aspecto lingüístico cuando hay intérpretes, pero decían que
hacer una terapia con interpretes no es factible, así que hay siempre un mecanismo de defensa detrás (para justificar el fracaso terapéutico y el modelo de
consulta dominante)... (Entrevista personal a Antoine Gailly, investigador y
terapeuta en la clínica de salud mental Laeken, 2008)
El trabajo etnográfico de los casos clínicos se realiza y documenta siguiendo diversas perspectivas de análisis que combinan el marco psicosocial con el cultural. La imposibilidad de llevar a cabo una etnografía para
cada caso y de tener un panorama multidimensional profundo a tiempo
97
Rubén Muñoz Martínez
real en la consulta, hace que el ejercicio grupal de discusión y análisis permita trazar líneas de actuación y documentar problemas y reflexiones que
faciliten el tratamiento en futuras situaciones análogas.
Este tipo de aproximación, desde un enfoque transdisciplinario que
vincula la antropología y la psicología/psiquiatría, así como sus alcances
y limitaciones, se describirá y discutirá en profundidad en el caso que representa el modelo occidental adaptado en la diversidad cultural de la formulación cultural de casos psiquiátricos en el hospital Puerta de Hierro
de Madrid. Veremos a continuación qué sucede en el ámbito institucional
frente a la desigualdad en el acceso y en la adecuada atención en salud
mental de las personas de origen extranjero en Bélgica y España.
2. Los actores del medio institucional público
En el medio institucional público, podemos diferenciar dos tipos de estrategias para mejorar la accesibilidad a los medios sanitarios de derecho
común de las poblaciones más vulnerables, como es el caso de las personas en situación irregular. Por un lado, están las prácticas de inclusión y
adecuación de la atención desempeñadas por profesionales de la salud que
consisten en la comunitarización informal de los espacios sanitarios y en
la aparición de prácticas terapéuticas adaptadas a los itinerarios socioculturales de los pacientes. Por otro lado, hay intervenciones integradoras
como las medidas nacionales, regionales o locales implementadas en el
ámbito institucional. Estas van desde la legislación para la inclusión de
grupos privados del acceso a la atención médica hasta las estrategias facilitadoras de dicho acceso y de la relación terapéutica; un ejemplo de estas
últimas es la mediación intercultural en el ámbito sanitario.
2.1 Prácticas de inclusión y adecuación de la atención en salud
La comunitarización informal de los espacios sanitarios
Con el fin de facilitar el acceso a los cuidados de salud de los grupos de
población excluidos, algunos colectivos de profesionales desarrollan prácticas autónomas en hospitales. Esta iniciativa parte de una concepción garantista y universal del disfrute de los medios sanitarios. Este es el caso,
por ejemplo, de ciertos hospitales en Bruselas como Sant Pierre que faci-
98
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
litan una atención de calidad, sin ningún tipo de requisito administrativo o exigencia económica, a aquellas personas que no dispongan de los
recursos necesarios y se encuentren en situación irregular, por lo que no
pueden beneficiarse de la ayuda de un centro público de asistencia social.
En España estas prácticas se han llevado a cabo en algunos hospitales
(públicos y privados) como respuesta a la Ley 16/2012 de medidas urgentes
para garantizar la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud y mejorar la
calidad y seguridad de sus prestaciones, que deja en una situación comprometida a las personas migrantes en situación irregular (20minutos, 2012).
En 2015, el giro en esta ley, con el objetivo de no saturar las urgencias
—según el discurso oficial del ministro de Sanidad (EFE, 2015)—, permite
el acceso de los inmigrantes sin papeles a la atención primaria, pero no el
derecho a la tarjeta sanitaria y, por ende, el acceso a los especialistas.
Cabe mencionar que estas praxis de inclusión se dan en casos puntuales y la mayor parte de la veces se limitan a iniciativas individuales de profesionales sanitarios que encuentran escaso eco en su entorno de trabajo.
La emergencia de prácticas terapéuticas adaptadas en salud mental
Con el objetivo de mejorar la eficacia de las terapéuticas adaptándolas a
los diversos contextos e itinerarios socioculturales de los pacientes, pero
también de los profesionales de la salud, se han desarrollado algunas prácticas específicas, así como dispositivos o programas adecuados al ámbito
institucional. Es el caso de la FCCP en el hospital Puerta de Hierro de
Madrid y en el hospital Vall d’Hebron de Barcelona, o de la consulta de
etnopsiquiatría del hospital Brugmann de Bruselas. Todas estas prácticas
surgen, en el área institucional de la psiquiatría pública, de las iniciativas
innovadoras de actores individuales.
Las dos aproximaciones, como veremos más adelante, tratan de adaptar la terapéutica basándose en metodologías y posicionamientos diversos.
Los profesionales de la consulta etnopsiquiátrica en Brugmann, además
de enfatizar en la coordinación de aproximaciones terapéuticas diversas
y modelos explicativos del proceso s-e-a/p para una mayor eficacia terapéutica respecto a las praxis dominantes, cuestionan ciertos aspectos de
la cultura organizativa del hospital público mediando entre modelos organizativos, modelos de atención, configuraciones espaciales y aspectos
idiosincrásicos de la cultura biomédica occidental. La FCCP, en cambio,
desarrolla el epígrafe relativo a la formulación cultural del manual DSM-
99
Rubén Muñoz Martínez
IV en el diagnóstico y tratamiento psiquiátrico; así pues, a través de una
aproximación etnográfica, explora los itinerarios culturales de pacientes
y terapeutas, así como su interacción en el encuentro clínico, para una
mejora de la eficacia terapéutica.
2.2 Intervenciones estatales integradoras
En el área legislativa del acceso y la formación
Este grupo de intervenciones comprende la legislación de medidas como
la Ayuda Médica Urgente en Bélgica, así como la incorporación, por medio de la Ley 4/2000 en España, del criterio de empadronamiento como
requisito unificado para la obtención de la cartilla sanitaria de toda la
población, con independencia de su situación jurídica o administrativa. También pertenece a este punto la mencionada adaptación de la Ley
16/2012 para que, tras perder ese derecho debido a esta ley, los migrantes
en situación irregular puedan acceder nuevamente a la atención primaria
en España.
En el plano formativo, abarca las estrategias de tipo formativo/integrador como la obligatoriedad en la región flamenca de Bélgica de acudir
a cursos formativos sobre el funcionamiento de las instituciones belgas;
entre otras, el sistema sanitario.105 En este particular, su carácter coercitivo
es evidente, puesto que la persona inmigrante está obligada, a su vez, a
firmar un acuerdo de integración; si no lo cumple puede exponerse a sanciones como la reducción de las prestaciones sociales. Por otra parte, con
respecto a los profesionales de la salud, hay iniciativas de promoción de la
salud y de formación en competencias culturales que se desarrollan, con
frecuencia, a través de la mediación intercultural sociosanitaria en España
y Bélgica. Veremos a continuación en qué consiste.
La mediación intercultural en el ámbito sanitario
La mediación intercultural en el ámbito sanitario es la única praxis específica de carácter intercultural existente en ambos países que compendia
propuestas como la interpretación, la formación en salud y competencias
105 En el caso de Flandes, el inmigrante está obligado a su vez a firmar un acuerdo de integración. Si no lo cumple, puede exponerse a sanciones como la reducción de las prestaciones
sociales.
100
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
culturales o la sensibilización acerca de la diversidad cultural en contextos
sanitarios. El objetivo de esta estrategia es promover el acceso igualitario al
sistema de salud, así como su disfrute, por parte de las personas de origen
extranjero. La mediación intercultural sociosanitaria a nivel institucional
(en programas específicos de las administraciones públicas) se da principalmente en Bélgica.106 En este contexto, opera, con una notable presencia
en el ámbito hospitalario, en diversas áreas y programas de salud, incluida
la salud mental (en el hospital Titeca de Bruselas). En España no existe
una política de Estado que impulse la mediación intercultural, la mayoría
de las iniciativas parten de asociaciones o de actores del ámbito institucional correceptores de financiación pública o privada. En el ámbito autonómico y regional existen colaboraciones desiguales en la implementación
de proyectos de mediación intercultural sociosanitaria (para un análisis
de estas praxis en ambos países, ver Muñoz, 2013b). Desafortunadamente,
se ha asistido a un recorte progresivo en el presupuesto público de estos
servicios en el país. Un ejemplo de las frágiles situaciones de financiación
que se viven es la desaparición, en 2009, tras casi 15 años de existencia,
del emblemático y pionero Servicio de Mediación Social Intercultural de
Madrid (SEMSI) (ver Servicios Sociales de Madrid, 2002).
A continuación, hablaremos de la emergencia de las terapias interculturales en salud mental en el contexto de Bélgica y España, y desarrollaremos los tres modelos teórico-metodológicos en los que se inscriben. Finalizaremos con un estudio de caso correspondiente a cada modelo. Para
el modelo occidental adaptado en la diversidad cultural, veremos la formulación cultural de casos psiquiátricos en el hospital Puerta de Hierro;
para el modelo etnopsiquiátrico, la consulta etnopsiquiátrica del hospital
Brugmann de Bruselas, y, para el modelo antipsiquiátrico intercultural, las
casas peul de L’Autre «lieu».
106 Este es el caso del programa de mediación intercultural hospitalaria en Bélgica dirigido
por Hans Verrept desde el Federal Public Service Health, Food Chain Safety and Enviroment.
101
PARTE IV. LOS ORÍGENES Y TIPOS DE PRAXIS
INTERCULTURALES EN SALUD MENTAL EN BÉLGICA Y ESPAÑA
1. Universalismos biomédicos, descentramientos y eficacias terapéuticas
La presencia de personas migrantes extracomunitarias con orígenes culturales diversos en Europa ha llevado a los profesionales de la salud a ampliar las miras en el ámbito terapéutico. Uno de los motivos principales ha
sido la falta de eficacia del modelo terapéutico dominante; esto ha sido así
principalmente con las terapias pertenecientes al campo de la salud mental. Una explicación de ello es que en este ámbito se manifiestan en mayor
medida las implicaciones que conciernen a los campos interpretativos y
representacionales de los universos de origen o de destino del paciente y
terapeuta. Esto, sin duda, sucede también en el área somática, pero no de
una manera tan relevante como en el caso de la salud mental, al menos en
cuanto al número de fracasos en una aproximación monocultural etnocéntrica.
En la búsqueda de una atención sensible con las diferencias culturales, las
teorías y métodos de asistencia occidentales han sido criticados desde la década de los sesenta por su insensibilidad a la diversidad cultural. Los métodos
asistenciales han sido, históricamente, desarrollados para europeos de clase
media y alta. Las diferencias en cuanto a los valores y normas de esta praxis
se consideraban desviaciones o patologías en lugar de diferencias culturales.
(Gailly, 2010)
La idea de que la asistencia tiene que adaptarse a las personas culturalmente diferentes se desarrolló, según Gailly, en tres fases. En una primera fase, el reconocimiento del racismo, la opresión racial y la discriminación como experiencias psicológicamente significativas (desde el punto
de vista intrapsíquico) dio lugar a los primeros esfuerzos para desarrollar
una sensibilidad cultural en la atención sanitaria. Es este sentido, la concepción del choque cultural (tras la emigración) o de la suposición de una
segunda identidad cultural como incapacitantes a la hora de adaptarse a la
103
Rubén Muñoz Martínez
sociedad dominante desempeñaron un papel relevante. De esta forma, el
fracaso de la asistencia sanitaria occidental remitía al paciente y a su cultura, puesto que esta estaba compuesta por elementos problemáticos negativizantes como la falta de recursos o habilidades sociales y personales necesarias para una psicoterapia. En una segunda fase el fracaso asistencial con
las personas culturalmente diferentes se achacó a un fallo del profesional.
En este caso el profesional carecía de la suficiente conciencia de sus sensibilidades culturales, de su racismo y sus prejuicios. Se cuestionaba a su
vez los valores y normas que la formación sanitaria proporciona y que
pueden no coincidir o ser opuestos a los de los pacientes culturalmente
diferentes. Finalmente, la tercera fase corresponde con la actualidad. En
ella, el paciente y el profesional dejan de ser considerados como la causa
del fracaso de la asistencia culturalmente sensible y se mejoran la eficacia
de la psicoterapia y la orientación a causa de la adaptación de paradigmas
y métodos a las expectativas y necesidades de las personas culturalmente
diferentes (Gailly, 2010).
En la actualidad, cada vez más profesionales de la salud en Europa
consideran que la asistencia sanitaria biomédica debe abordar las diferencias culturales o tiene que desarrollar modelos terapéuticos específicos
para grupos y problemáticas socioculturales concretas. Sin embargo, este
punto de vista no deja de ser polémico para aquellos que defienden una
visión etnocentrista/asimilacionista o que critican la producción de alteridades por medio de la sobredeterminación cultural. Hay que recordar
que, en Europa, en comparación con otros países como EE. UU., el estudio
y la aplicación de lo cultural en la salud son relativamente novedosos. Esto
se debe a que los Estados europeos han considerado que el carácter universal de sus sistemas de salud resuelve las problemáticas que puedan surgir en torno al acceso por parte de sus habitantes (ver Comelles, 2004).107
107 En otro texto el autor propone tres hipótesis sobre este fenómeno: «En Europa, la hegemonía del liberalismo radical —lo que se ha llamado el jacobinismo—, impidió cualquier
atisbo de multiculturalismo y reforzó la hegemonía del fundamentalismo biológico en la
explicación de fenómenos sociales y culturales y, por tanto, de la psicopatología [...]. [Esto]
explicaría cómo, con alguna excepción, los dispositivos psiquiátricos europeos, han sido
históricamente ajenos a la diversidad cultural y han reforzado la individualización de los
casos. Mi segunda hipótesis tiene que ver con el centralismo de los modelos jacobinos —el
estalinismo, el nazismo, el franquismo o el fascismo también lo fueron—, y su concepción
de lo «local» como un obstáculo, o una forma de resistencia inaceptable a la implantación de
criterios de igualación en la prestación de servicios. Mi tercera hipótesis es que la ideología
104
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Como hemos visto, en la actualidad se han dado diversos cambios
articulados a medidas formales a través de políticas públicas (como la formación en competencias culturales o la mediación intercultural) o de praxis e iniciativas individuales en el campo institucional o asociativo (como
las terapéuticas interculturales en salud mental o las aproximaciones al
padecimiento de tipo comunitario). Estos cambios han implicado una relativización de la perspectiva universalista de la cultura biomédica, por
lo que se han ido incorporando otros modelos explicativos del proceso
s-e-a/p y otras concepciones de las relaciones sociales en la praxis clínica
y en torno a esta.
El encuentro clínico con la persona culturalmente diferente puede
tener lugar según dos concepciones opuestas: la etnocéntrica y la relativista cultural (ver, en la salud mental, Devereux, 1980, Fàbrega, 2001 y
Gailly, 2010). La primera plantea un punto de vista en el cual se acepta
que las ideas propias son correctas y que la otra parte debe adaptarse e
integrarse. En el contexto sanitario, esta actitud conlleva a menudo una
visión evolucionista que aborda a la persona de una cultura diferente basándose en prejuicios y discriminaciones vinculados, por ejemplo, a su
desconocimiento de la cultura sanitaria, sus conductas diferentes (o solo
comprensibles desde su demarcación como alteridad) o sus representaciones diversas del proceso salud-enfermedad-atención/prevención. Si el
encuentro clínico, además, está mediado por barreras del tipo jurídicoadministrativo (como en el caso de los sin papeles que no acceden a la
AMU o a la tarjeta sanitaria) o idiomáticas, este se vuelve muy difícil o
casi imposible.
En la segunda concepción, la diferencia de saberes y legitimidades
respecto al proceso s/e/a/p se desactiva, ya que se considera que todo acto
o explicación es descartable por pertenecer a racionalidades y plantillas
culturales distintas. En la búsqueda de la mejora de la eficacia curativa,
la viabilidad de la aproximación consiste, como veremos en los estudios
de caso, en una tensión entre estos dos polos, con implicaciones teóricometodológicas e ideológicas diversas.
subyacente a ese dispositivo ha tenido la capacidad de ocultar sistemática —a veces inconscientemente— cuantas experiencias alternativas hayan puesto en cuestión el modelo en un
ejercicio que han compartido los totalitarismos, pero también las opciones democráticas»
(Comelles, 2007: 10).
105
Rubén Muñoz Martínez
El etnocentrismo es la tendencia a suponer que el universo gira en
torno al pueblo propio, como dice Kroeber (1948), por lo que se consideran equivocadas o incorrectas las conductas de los exogrupos; sin embargo, también opera como un factor adaptativo individual y de integración
social (Herskovits, 1969). Su racionalización y presentación como base de
acción en el paradigma biomédico conlleva una serie de tensiones, de mayor o menor visibilidad, intrínsecas a la relación entre su inmanencia y la
necesidad científico-ideológica de su prevalencia en el universo sanitario.
En el proceso de relativización cultural del universo biomédico, una
de las problemáticas con las que se encuentran gran parte de las denominadas terapias interculturales es el hecho de que el conocimiento de las
otras culturas se da desde el punto de vista del terapeuta occidental, el
cual, por diversos motivos, tiende a universalizar y a no tener en cuenta
la propia culturalidad del enfoque desde el que observa. Es decir, se interculturaliza al otro y se lo considerado subalterno. La terapia no es un
proceso de un único sentido en el que basta con conocer, con un grado de
profundización variable, y objetivar la cultura del usuario, sino que también se debería explorar y problematizar la cultura del propio terapeuta,
así como la de la praxis médica e ideológica a la que se adhiere, para que la
metodología clínica, interpelada por «la alteridad», no se encuentre abocada al fracaso.
Muchas de las deficiencias y fracasos en estos contextos de diálogo —o mejor
de sucesivos procesos de escritura y de lectura— radican en las dificultades
del modelo biomédico para la lectura y la producción de significados de textos diferentes de los que delimitan su escritura, los textos que construyen «los
otros, la alteridad». De esta forma la lectura biomédica de esos textos reniega
de la búsqueda de los significados presentes a favor de los únicos que contempla. (Mariano, 2008: 312)
El trabajo intercultural en salud mental, según Kareem y Littlewood
(2000), puede conllevar tres tipos de aproximaciones: mantener la curación tradicional, imponer la psiquiatría occidental o conciliar las dos
aproximaciones para producir una terapia que incorpora las posibilidades
de cada una.
En la investigación discutida en este libro podemos encontrar la primera y tercera tendencia en el modelo etnopsiquiátrico. Y la segunda, en
el modelo occidental adaptado en la diversidad cultural y en el estudio de
caso de la FCCP en el hospital Puerta de Hierro. Cabe añadir que el mo-
106
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
delo antipsiquiátrico intercultural supone un importante descentramiento
del universalismo teórico-metodológico biomédico al subvertir, a través
de la relativización cultural, la lógica de poder (terapeuta-paciente) y de
saber (profano/experto). Como veremos, a partir de esto se puede generar
una cuarta categoría: producir mecanismos interculturales de autoatención
y cuidado de colectivos e individuos que significan espacios políticos a
través del uso estratégico de la convivencia en la diversidad cultural. Esta
nueva aproximación parte de la lógica de las transacciones sociales intersubjetivas en un contexto de hegemonía/subalternidad (en términos de
Menéndez, 1981) interpelado.
Las terapias interculturales en Bélgica y España no tienen las mismas características ni cualitativa ni cuantitativamente. Esto es debido a
diversos factores, como la mayor o menor antigüedad en la historia de la
recepción de migrantes, la interpelación de la cultura biomédica por la
demanda de atención en salud y los problemas de acceso y atención, las
políticas de gestión de la diversidad cultural o la influencia y penetración
de ciertas corrientes en el contexto francófono europeo, como la etnopsiquiatría. Bélgica, en relación con España, cuenta con una trayectoria más
amplia en el desarrollo de dichas terapias por parte de actores individuales. Esta realidad se vuelve visible en los marcos de actuación clínica e
investigación de la llamada psiquiatría transcultural que, como veremos a
continuación, también se desarrolla en España, o bien en las praxis pertenecientes a la corriente etnopsiquiátrica, que se manifiestan únicamente
en el territorio francófono de este país. De igual manera, esta diferencia es
palpable en las experiencias relativas a la antipsiquiatría, en su concepción
general, y a la interrelación de esta aproximación con la interculturalidad
en el contexto de Bruselas.
En el caso de España, han emergido algunas praxis clínicas ya mencionadas en el marco del modelo occidental adaptado en la diversidad cultural. Estas se han vinculado en ambos países a través de organizaciones
de la sociedad civil, como EXIL. El caso de la aproximación basada en los
duelos migratorios se da únicamente en Barcelona. Asimismo, la praxis
clínica del centro de salud mental de Laeken, definida como perteneciente
a la antropología médica, existe solo en Bélgica.108
108 También en Francia, concretamente en París (ver Larchanché, 2010).
107
Rubén Muñoz Martínez
A continuación, analizaremos tres estudios de caso correspondientes
con los tres modelos teóricos enunciados. Comenzaremos con la formulación cultural de casos psiquiátricos en el hospital Puerta de Hierro de
Madrid, correspondiente al modelo occidental adaptado a las personas
de origen extranjero. Después pasaremos a la praxis etnopsiquiátrica en el
hospital Brugmann de Bruselas, correspondiente al modelo etnopsiquiátrico. Y finalizaremos con las casas comunitarias peul, correspondiente al
modelo antipsiquiátrico intercultural. Con el objetivo de dotar al análisis
de una profundidad no solo sociocultural, sino también histórica, introduciré una entrada sobre las líneas teórico-metodológicas principales que
han conformado la producción de estas praxis y las vincularé con cada
uno de los tres casos. Esto es: los orígenes y algunas de las discusiones
principales de la psiquiatría cultural, la corriente etnopsiquiátrica y la antipsiquiatría.
2. Los orígenes de la psiquiatría cultural y su carácter transdisciplinario
Según Michel Foucault (1976) la locura en Occidente no era pensable hasta el Renacimiento y el comienzo de la etapa dominada por la corriente
del racionalismo. El motivo era que hasta ese momento estaba integrada
en la sociedad y vida de las personas. Principalmente esto se debía a que,
atribuida a algo demoníaco, poseía un valor, un saber propio a ella puesto
que provenía de la divinidad. En el Renacimiento se abrió una brecha en la
concepción de la locura. Por un lado, se entendía como figura enigmática
que proveía a los hombres de ciertas claves de conocimiento y de revelación, y, por otro, se alejaba progresivamente de la razón. En la época de
las luces y la Ilustración (desde la segunda mitad del siglo xvii hasta principios del xix) se produjo la ruptura: la locura pasó a considerarse como
el reverso de la razón, la otra cara. La agresión racionalista que surgió en
esa época desembocó en una separación radical entre razón y sinrazón.
En la segunda mitad del xvii el loco pasó a ser apartado del resto de los
marginados y encerrado en un lugar especialmente creado para él: el asilo.
El hospital General, abierto en 1656, autorizó el control de una población pobre que ya no era percibida como la representación de Dios
sobre la tierra, sino más bien como un factor problemático. Este encierro
respondía principalmente a factores político-económicos: durante los períodos de crisis, los parados y vagabundos eran enviados a las casas de
corrección. En los períodos de prosperidad, el encierro asumía una segun-
108
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
da función: la de proporcionar una mano de obra barata. Esta estrategia
del encierro forma parte de lo que Foucault llama la sociedad disciplinaria
(la disciplina se afina en su técnica para trabajar el cuerpo social y el de
los individuos de manera microfísica). En el asilo, donde se somete a las
personas a la represión física y moral, y a la infantilización y al encierro,
aparecen las bases de un nuevo discurso, el discurso psiquiátrico.
Desde el punto de vista histórico, según Castel (Basaglia, Castel, Carrino et alii, 1975, en Noronha, 2005) se puede hablar de tres tipos de revoluciones en la psiquiatría a lo largo del tiempo. La primera se sitúa a finales
del siglo xviii, cuando la disciplina pasa del ámbito de la teología, la filosofía o la jurisprudencia al de la ciencia médica. La segunda revolución se
inscribe en el siglo xix, en un contexto en el que el tratamiento moral fue
dando paso a los tratamientos físicos de la psiquiatría física y organicista
que se desarrollaba en aquella época. Esto coincidió con la aparición de la
anatomía patológica en los hospicios, a partir de lo cual se trata de explicar
la enfermedad mental a través de una causa anatómica. Los trabajos de
Freud (1856-1939) y de sus contemporáneos sirvieron para hacer frente a
este tipo de concepciones mecánicas y organicistas.
La tercera revolución comenzó a finales de la II Guerra Mundial con
la propuesta de transformación de los hospitales psiquiátricos y hospicios (entendidos como macro hospitales psiquiátricos) en lugares de tratamiento cuya finalidad fuese el desarrollo del individuo en lugar de su
exclusiva vigilancia y custodia. Esta revolución cuestionó el poder del
médico y el uso indiscriminado de psicofármacos. En esta etapa de la psiquiatría se da más importancia a la rehabilitación del enfermo para la convivencia social y a las cuestiones socioculturales ligadas a la enfermedad
mental. También en estos años empiezan a surgir las llamadas escuelas
sociales y las aproximaciones de la psicología a la etnología, si bien sus orígenes se remontan a principios del siglo xx. Dos ejemplos de esta última
aproximación son la escuela antropológica llamada cultura y personalidad
y, en el campo de la salud mental, la corriente denominada psiquiatría
cultural (o transcultural).
A partir de la década de los años treinta, la antropología ofreció un
marco de análisis para la dimensión de la personalidad, y en algunos casos la salud mental, vinculada a la cultura. Esto fue así gracias a la preocupación de investigadoras como Margaret Mead o Ruth Benedict por
encontrar un lenguaje en común entre los campos de conocimiento del
individuo y de la cultura, entendida esta como productora de pautas de
109
Rubén Muñoz Martínez
pensamiento y acción en torno a configuraciones culturales que se articulan con tipos específicos de personalidades.109 El punto de inflexión con
respecto a la perspectiva evolucionista existente hasta esa época fue que
el carácter comparativo de algunas de las investigaciones y sus conceptos, anclados en el binomio sociedad occidental vs. no occidental, operaba
desde la relativización cultural de los supuestos y categorías universalizantes, etnocéntricos y evolucionistas (propios del punto de partida del
antropólogo) a través del naciente paradigma del particularismo histórico.
Benedict impulsó la escuela denominada «cultura y personalidad» a
partir de su teoría de la configuración de las culturas con la publicación
de tres artículos fundacionales110 y, posteriormente, su conocido libro Patterns of Culture, inspirado por la psicología de la Gestalt y la filosofía de
la historia de Spengler (Marzal, 1996 [1981]). Otra autora emblemática
de dicha escuela fue Margaret Mead, con investigaciones como Coming of
Age in Samoa, en la cual, partiendo de una influencia psicoanalítica y culturalista, propuso desmontar el mito de los orígenes orgánico-hormonales
de la neurosis en los adolescentes111 apelando al fracaso de su universalización y a la necesidad de analizar este fenómeno desde el punto de vista de
la sociedad y la cultura en la que se inscribe.
En el contexto de la II Guerra Mundial, algunos antropólogos se fueron aproximando a la psiquiatría en busca de una unión para una ciencia
del comportamiento humano. Para el antropólogo Edward Sapir, el rol del
psiquiatra era explicar cómo el individuo puede crear cultura a través de la
interacción con otros individuos (Sapir, 1949). La antropología, por otra
parte, puede ayudar al psiquiatra definiendo la norma dentro de una cultura dada y delinear el comportamiento desviado de la enfermedad mental.
109 En algunos casos, lo hacen de manera problemática por las implicaciones moralizadoras
de las categorías utilizadas. Para más información, ver el capítulo «Sin and Shame» en Doi
(1973), en el que se critica El crisantemo y la espada, de Ruth Benedict.
110 «Psychological types in the Cultures of the Southwest» (1930, XXXIII Congreso Internacional de Americanistas), «Configuration of Culture in North America» (1934, American
Anthropologist: 1-27) y «Anthropology and the Abnormal» (1934, The Journal of General
Psychology 10, 59-82).
111 Para ello, utilizando categorías de análisis socioculturales occidentales, como el grado
de represión sexual en dicho período de edad, como desencadenante de los comportamientos neuróticos, trata de estudiar a los adolescentes de Samoa y a la casi ausencia de dicha
represión sexual en su vida (y la correlación con la inexistencia de dichos comportamientos
neuróticos), y los compara con los de Estados Unidos.
110
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Con la conexión al psicoanálisis los dos sujetos tendrían un aliado común
(en Bains, 2005).
En la historia y desarrollo de la psiquiatría cultural Kirmayer y Minas (2000) proponen tres grandes líneas que reagrupan sus prácticas e
intereses. En primer lugar, encontramos los estudios comparativos transculturales de la forma y prevalencia de los trastornos psiquiátricos. En
segundo lugar, el estudio de las poblaciones migrantes y las variaciones
culturales de la enfermedad dentro de las naciones étnicamente diversas.
En tercer lugar, una crítica cultural de la teoría y práctica psiquiátrica (ver,
también, autores como Fàbrega, 2001, o Bains 2005). Estas tres líneas se
caracterizan por la producción investigativa de material teórico en disciplinas académicas y con posicionamientos ideológicos diversos, así como
por la generación de dispositivos clínicos, especialmente en el segundo
y tercer caso, para adaptar las prácticas terapéuticas a la diversidad cultural. La psiquiatría, al igual que otras ramas de la medicina y la propia
antropología,112 no ha estado históricamente escindida de las agendas del
contexto político y económico en el que se ha insertado.
Se podría decir que la psiquiatría cultural o transcultural,113 en la primera línea mencionada, nace de las publicaciones de Kraepelin a partir
de la investigación que llevó a cabo en su viaje a Java, en 1904, (abordado
por Murphy, 1982, o Huffschmitt, 1992) en la que trató de explorar la universalidad de la demencia precoz y la depresión maníaca.114 Por su interés
en lo que consideraba como variaciones regionales de la psicopatología,
describió ciertas neurosis locales115 como, por ejemplo, el Amok: una ten-
112 Para una discusión acerca del papel de la antropología durante el colonialismo, pero
también de las críticas y resistencias a este por parte de algunos sectores de la academia, ver
Gledhill (2000).
113 Muchos autores se refieren indistintamente a ambos términos. En algunos casos se sitúa
la psiquiatría cultural como una denominación más reciente, aunque haya acabado instituyéndose como un concepto general para definir las investigaciones en este campo (Martínez,
2010). Otros utilizan el término etnopsiquiatría, el cual uso aquí para referirme exclusivamente a las teorías o métodos de inspiración etnopsicoanalítica.
114 Algunos autores sitúan el origen oficial de la psiquiatría transcultural en el año 1953 (ver
Editorial, 1959, en BAINS, 2005), pero fue Wittkower el autor que acuñó este término en
1954 y lo teorizó en 1974 (Jilek, 2008, en Villaseñor, 2008)
115 Posteriormente nombradas síndromes ligados a la cultura o, entre otras denominaciones,
psicosis o neurosis étnicas (Devereux, 1956). Para una discusión crítica de este primer concepto, ver Obeyesekere (1985), Littlewood (1996) o Pérez (2001).
111
Rubén Muñoz Martínez
dencia homicida altamente destructiva, solo masculina, que se presenta
seguida de una pérdida de la conciencia de lo sucedido y que tiene lugar en Indonesia y Malasia (Villaseñor, 1994). La séptima edición de su
Compendium der Psychiatrie incluyó un capítulo sobre el estudio de dichas
patologías en el que admitía la mediación de la cultura en las variaciones
semiológicas de la manifestación de la enfermedad mental y trataba de
traducir las clasificaciones locales de una consideración exotizante a las de
las categorías del modelo científico occidental. Más tarde, Kraepelin llamó
a este capítulo psiquiatría comparada.
En Europa, en el contexto de expansión colonial a finales del siglo xix
y principios del xx, la medicina en los trópicos, dimensión filantrópica de
la llegada con ánimo de lucro de los europeos, estaba vinculada a la empresa colonizadora. En este sentido, la producción teórica de la psiquiatría cultural tendrá estas mismas implicaciones y estará mediada por las
agendas económicas y epistémicas, al decidir qué tipo material empírico
compilar en los marcos de observación y análisis de ciertos fenómenos sociales, como es el caso de las mencionadas nosologías locales. Eso se producía a través de una reificación de la cultura del otro considerada como
exótica, y de las manifestaciones del padecer vinculadas a ella. Mientras,
se justificaba el modelo teórico-metodológico dominante de la psiquiatría occidental; esto se hacía universalizando su nosografía a través de la
confirmación de sus invariantes nosológicas al estudiar las especificadas
locales de un supuesto estadio, todavía irracional e incomprensible, de las
culturas primitivas.
Un caso explicativo de esto es el del ofpibloktoq, también llamado histeria ártica entre los inuit. Muchos textos producidos a partir de la psiquiatría lo consideran un síndrome ligado a una cultura caracterizada
por un comportamiento errático, repentino y salvaje (Kirmayer y Minas,
2000). El historiador Lyle Dick ha compilado los trabajos producidos sobre este fenómeno, su conclusión apunta a cómo la descripción de un caso
psiquiátrico transforma una situación de explotación sexual de las mujeres inuit, por parte de los exploradores alóctonos, en un discreto trastorno,
vinculado a la cultura, a través de una nueva herramienta de diagnóstico
(Kirmayer y Minas, 2000).
Una de las preocupaciones de la psiquiatría cultural que encontramos en aquella época y que perdura en la actualidad es la articulación del
modelo explicativo de la etiología del padecer con el marco analítico del
cambio sociocultural y el contacto entre culturas. El contexto del África
112
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
colonial es representativo por la forma en la que el higienismo penetró
como politica de gestión de la diversidad cultural: trató de configurar desde una perspectiva de salud pública el contacto entre europeos y nativos, y
sus modalidades, a través de la segregación espacial. Un ejemplo de ello es
el de la medicina organicista y la salud física (ver Curtin, 1985, o Frenkel y
Western, 1988), las cuales pensaban que algunas razas, siempre las dominadas, eran esencialmente no higiénicas e insalubres y, por tanto, el simple
contacto con sus miembros debía evitarse para que los europeos no se
contagiasen. Esta percepción se debía a una tendencia muy extendida y
persistente en la ideología colonial en África, que encontraría respuestas críticas en la antropología, como el trabajo de Audrey Richards, Land
Labour and Diet in Northern Rhodesia: An Economic Study of the Bemba
Tribe (1939), según la cual la pobreza y la enfermedad se consideraban inherentes al carácter primitivo de la sociedad africana (en Martínez, 2008).
La psiquiatría cultural colonial incidía en la necesidad de la separación entre colonizador y colonizado frente al riesgo de los traumatismos
y los conflictos que a los nativos les podía generar el choque cultural por
el contacto con los deseos y comportamientos de los occidentales (ver
Fassin, 2000a, o Beneduce, 2008). En este sentido, como señala Fassin
(2000a), la experiencia clínica es la base del modelo de gobierno que proponía Carothers con la villagisation de los mau mau (o de los bantustanes
del Apartheid): separar para pacificar. En este caso, Carothers diagnosticó el movimiento social de protesta de los mau mau y lo patologizó, por
una parte, basándose en el perfil psicológico propio de sus personalidades
culturales (disociación de la personalidad, propensión a la duplicidad criminal, infantilismo, etc.) y, por otra, considerándolo una enfermedad derivada del contacto y conflicto de, por ejemplo, la crisis de sus valores tradicionales respecto al mundo europeo.116 Sus obras The Psychology of Mau
Mau y The African Mind in Health and Disease: a study in Etnopsichiatry
(estudio médico inaugural en el contexto del África colonial promovido
por la Organización Mundial de la Salud) son un exponente de ello (ver
McCulloch, 1995). Carothers proponía como forma de reintegración de
los kikuyu un programa de villagisation, ya utilizado con frecuencia por
116 Desde la antropología, Mannoni adoptó una perspectiva similar con relación a la revuelta de los malgaches (Bloch, 1997). Frantz Fanon (1963), en el contexto de la lucha por la
independencia de Argelia, evidenció, desde una perspectiva crítica con el orden colonial y a
través de su praxis clínica psiquiátrica, los efectos de la colonización y la guerra de liberación.
113
Rubén Muñoz Martínez
el Imperio británico contra las revueltas en otros contextos, en el cual se
favoreciese su reagrupamiento en unidades espaciales de tamaño modesto
lejos de las ciudades y de sus efectos desestructurantes, de modo que pudieran encontrar formas de vida ancestrales y un clima moral de inspiración cristiana (Fassin, 2000). Los paralelismos históricos entre las concepciones de la diferencia racial y la praxis psiquiátrica colonial se dieron no
solo en el África subsahariana, sino también en otros contextos durante
el siglo xx con una influencia en ciertas praxis clínicas de la actualidad,
como en los asilos de Estados Unidos, en los que algunas patologías se
consideraban específicas de los afrodescendientes (ver Summers, 2010).
Desde la antropología, surgieron algunas voces críticas con la psiquiatría cultural, que trataba de establecer una epidemiología comparada a
través de las manifestaciones patológicas en sociedades no europeas bajo
el marco de análisis y las categorías nosológicas occidentales. Una de esas
voces, contraria al universalismo nosológico de Georges Devereux, fue la
de Lévi-Strauss, quien retomando las definiciones de Mauss señala que la
comparación de un neurótico con un chamán es cómoda y legítima considerando la verosimilitud de sus elementos comunes; sin embargo, como
señala Mauss, lo mental y lo social se cofunden y no se podría aplicar la
noción común de un orden (como la de enfermedad) a otro completamente distinto (Lévi-Strauss, 1966).
Unos años más tarde, la voz crítica de Kleinman (1977, 1980b) con la
universalización de las categorías nosológicas abogó por el uso del concepto modelo explicativo en el pretendido ejercicio de comparación de
enfermedades. De esta manera, se evidenció la culturalidad del corpus
clínico de la biomedicina y, como mencionó Littlewood (1992), el error
ya no de buscar, sino de defender la existencia de categorías diagnósticas y
patologías universales obviando contextos y significados. Una discusión a
tener a cuenta con respecto al riesgo de ciertas críticas es la recategorización biomédica a través de una suerte de consideración contextual superflua que justifique la universalización nosológica del modelo que propone
diferenciar entre patoplastia y patogenia. Esta distinción surge al entender,
por ejemplo, la forma de la enfermedad como invariable y el contenido
como una realidad secundaria (ver Martínez, 2010).
A partir de la década de los cincuenta, en ciertos contextos africanos
de descolonización, comenzaron a emerger prácticas que trataron de dar
respuestas a los desafíos de la atención psiquiátrica interpelada por la alteridad mediante el intento de una aproximación clínica adaptada a la diver-
114
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
sidad cultural. En la segunda y en la tercera línea de la psiquiatría cultural
mencionadas por Kirmayer y Minas (2000) se encuentran las prácticas
clínicas referidas, así como aquellas que se dan en la actualidad en ciertos
países que poseen una notable diversidad cultural fruto de la recepción de
personas migrantes. En estos contextos, la psiquiatría cultural o transcultural se puede definir como aquella psiquiatría que permanece en el marco
estricto de la práctica psiquiátrica y que trata de generar dispositivos de interpretación y tratamiento en salud mental (Rechtman, 1999) con el objetivo de formular modelos explicativos y métodos terapéuticos para proveer,
a las personas endoculturadas en universos simbólicos no occidentales,
una atención más adecuada a sus contextos socioculturales actuales.
Un aporte notable de la psiquiatría cultural fue la consideración del
corpus teórico-metodológico de la psiquiatría biomédica como una cultura profesional, lo cual generó nuevas líneas de investigación y adaptaciones en la praxis clínica que incorporan este eje de análisis.
La formulación cultural de casos psiquiátricos en el hospital Puerta de Hierro es un ejemplo del enfoque perteneciente a la corriente de
la psiquiatría transcultural norteamericana (ver Bains, 2005) en el que se
desarrollan los puntos del DSM-IV (y actualmente del DSM-V) relativos a
algunos de los aspectos culturales del encuentro clínico y de los modelos
explicativos del proceso s-e-a/p y del contexto de vida del paciente. Su
aproximación transdisciplinaria incorpora la perspectiva etnográfica en
la clínica psiquiátrica y se implementó en 1996 en este hospital, si bien en
la actualidad también está presente en otros centros de España como el
hospital Vall d’Hebron de Barcelona.117 Como menciona Bibeau (1997),
en ella se trata de conciliar, por una parte, la vía que retoma Ulf Hannerz
(1993), según la cual la psiquiatría necesita estudios macroantropológicos
del flujo cultural y la configuración de la cultura en los sistemas globales,
y, por otra, la vía que sostiene Milton Singer (1991) acerca de la prioridad
de los estudios microantropológicos sobre el sentido y la semiótica de los
mundos locales.118
117 En España, una de las primeras aproximaciones con interés clínico de la psiquiatría a la
cultura, en particular la terapéutica y las nosologías populares de los campesinos gallegos
con respecto al mal de ojo, se remonta a la tesis de doctorado realizada por el psiquiatra
Manuel Cabaleiro A psiquiatría na medicina popular galega (1952, 1997, en Comelles, 2007).
118 Sobre la confluencia entre la antropología y la psiquiatría desde esta aproximación clínica, ver también Kleinman (1982).
115
Rubén Muñoz Martínez
Veremos a continuación, cómo la consulta de etnopsiquiatría en el
hospital Brugmann de Bruselas constituye un ejemplo de aproximación
interdisciplinaria que articula la psiquiatría, la antropología y el psicoanálisis desde una perspectiva clínica.
3. Antropología, psicoanálisis y etnopsiquiatría clínica
Rivers fue el primer antropólogo que llevó a cabo una propuesta de articulación entre la teoría psicológica y la antropología a través de la introducción de los enfoques de Freud en el ámbito británico. Rivers es conocido,
a su vez, por sus aportes en la profesionalización de la antropología mediante una reivindicación científica del trabajo de campo. Mientras que el
trabajo de campo lo realizaban principalmente misioneros o funcionarios
coloniales sin una capacidad de sistematización científica, en el desarrollo
de esta tarea fundacional a finales del siglo xix participaron también otros
investigadores cuyos intereses, al igual que los de Rivers, se encontraban
en gran parte mediados por sus formaciones como naturistas (Haddon) o
médicos, y con frecuencia se inscribían en el campo de la psiquiatría y la
psicología experimental como es el caso de Myers o McDougal. Si bien, en
las décadas de los cuarenta y los setenta, la antropología social se desmarcó de la psicología; esta, de la mano de Rivers, tuvo un papel no desdeñable en la inspiración del método genealógico y en los primeros pasos de su
corriente británica (Korsbaek, 2014).
A principios de la década de los sesenta, en el contexto de la descolonización del África occidental, comenzaron a emerger prácticas clínicas
que trataron de dar respuesta al fracaso del modelo psiquiátrico monocultural occidental a través de intercambios de carácter intercultural entre
este y las prácticas terapéuticas denominadas tradicionales. Ejemplos de
ello fueron las nuevas aproximaciones teóricas y prácticas de Zempleni
(1968) y la investigación desde la praxis psicoanalítica en Dakar (Senegal)
de Marie Ceciley y Edmon Ortigues (1966), así como el modelo de intervención de Henry Collomb (1965) en el servicio de neuropsiquiatría del
hospital de Fann (Senegal), creado en 1956; todas estas praxis se desmarcaron del carácter racista de la psiquiatría colonial predominante.
Debido a la falta de conocimiento del contexto sociocultural en el
que actuaban los terapeutas de origen occidental (y a la escasa eficacia
116
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
terapéutica), el centro hospitalario de Fann119 solicitó, en 1962, sociólogos
y psicólogos para constituir un equipo de trabajo pluridisciplinar que se
dedique a la investigación; a esto se le sumó la investigación con encuestas etnológicas para poder dotar al trabajo de un cuadro teórico interpretativo más rico120 y con matices antropológicos. En ese momento, en
el servicio terapéutico se comenzaron a incorporar terapeutas y prácticas
tradicionales con el fin de concertarse con el resto del personal (de origen
occidental) y lograr una mayor eficacia de cara al paciente. Sin embargo,
como señalan Leman y Gailly (1991), dicha aproximación en esencia occidental (pues el paciente ve de forma separada a los médicos occidentales
y al curador tradicional) no parece elevar la eficacia terapéutica y se ve
abocada, en gran parte de los casos, al fracaso. Los procesos de aculturación van a situar a los pacientes entre dos sillas y el terapeuta occidental,
así como el tradicional, necesitan que este esté en una silla para ser eficaces (Leman y Gailly, 1991).
En el caso de la práctica etnopsiquiátrica en el hospital Brugmann, la
propuesta y el desafío consisten en implementar una nueva aproximación
teórico-metodológica y configuración del espacio (medio disciplinar receptor) para complementar diversas aproximaciones terapéuticas. Este es
uno de los ejemplos paradigmáticos de lo que anunció Lévi-Strauss (en La
eficacia simbólica, 1949): «La comparación con el psicoanálisis nos ha permitido aclarar algunos aspectos de la cura chamanística. No puede asegurarse que, inversamente, el estudio del chamanismo sea incapaz de aclarar
un día ciertos puntos oscuros de la teoría de Freud. Pensamos particularmente en la noción de mito y en la noción de inconsciente» (Lévi-Strauss,
1949: 227).
En este punto, considero necesario subrayar el papel jugado por LéviStrauss al llamar la atención sobre los paralelismos entre la cura chamánica y la psicoanalítica por la importancia que, como veremos en Devereux y su discípulo Tobie Nathan, ha tenido esta idea en el devenir de la
119 Cuya estructura fue concebida en la tradición clásica del asilo psiquiátrico. Este, como
en otros casos, tomaba el relevo de los pabellones y las células de aislamiento anteriormente
situados en ciertos hospitales en estado ruinoso.
120 El conjunto de datos producto de las investigaciones clínicas, psicológicas y etnológicas
debía orientar al equipo de curadores hacia mejoras institucionales en el seno de la estructura
hospitalaria; el objetivo era conseguir una psiquiatría más abierta, con más vocación social.
117
Rubén Muñoz Martínez
etnopsiquiatría como principio teórico y metodológico.121 En este sentido,
ambas prácticas tienen como propósito llevar a la conciencia conflictos
inconscientes, que presentan ese estado en razón tanto de su represión por
obra de fuerzas psicológicas como de su naturaleza orgánica; ambas buscan disolver los conflictos y resistencias que causa la enfermedad a través
de un conocimiento supuesto, más que real, que provoca una experiencia
de reactualización de los conflictos en un plano que permite su desenvolvimiento y desenlace bajo la forma de una abreacción, y en ambos casos,
tanto la figura del psicoanalista como la del chamán surgen en los conflictos del paciente a través de la transferencia y posibilitan la explicitación de
una situación inicial (la enfermedad) que había permanecido sin formular
(Peña, 2000).
En función de su interpretación, Lévi-Strauss postula una serie de
paralelismos y oposiciones lógicas entre chamanismo y psicoanálisis: a)
mientras que el chamán en la cura habla y abreacciona para el enfermo,
haciendo que este a su vez abreaccione, en el psicoanálisis es el enfermo
el que habla y abreacciona contra el analista; b) cuando la transferencia se
instituye, el enfermo hace hablar al psicoanalista atribuyéndole supuestas intenciones y sentimientos; por el contrario, el chamán habla por su
paciente, poniendo en su boca réplicas que corresponden a la interpretación de su estado, con el cual debe identificarse; c) la cura chamánica
readapta el grupo a problemas predefinidos que le plantean el enfermo y
la enfermedad; en cambio, el psicoanálisis readapta el enfermo al grupo, y
d) chamanismo y psicoanálisis buscan provocar una experiencia reconstruyendo un mito que el enfermo debe vivir o revivir; sin embargo, en el
psicoanálisis se trata de un mito individual que el enfermo elabora con
elementos extraídos de su pasado (en oposición al psicoanalista real, el
cual induce por medio de operaciones a la elaboración de este), mientras
que en el chamanismo se trata de un mito social que no corresponde a vivencias personales, el enfermo lo recibe del chamán a través de su discurso
y se identifica con un chamán traspuesto e idealizado (Peña, 2000). Estos
puntos se desarrollarán en la metodología de la praxis etnopsiquiátrica del
hospital Brugmann.
Tal y como señala Laplantine (1973: 134), se puede considerar a George Devereux como la figura de mayor influencia en el etnopsicoanálisis
121 Algunas críticas a esta analogía tienen que ver con la concepción, dominante en la época,
del psicoanálisis norteamericano (ver Peña, 2000).
118
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
contemporáneo.122 Su obra Mohave ethnopsychiatry and Suicide (1961),
con su minuciosa y original descripción del pensamiento de los mohaves
sobre la locura y los trastornos de comportamiento (la nosología, la sintomatología de cada una de las enfermedades distinguidas y las formas de
curación), es un punto de inflexión. Devereux propone una aproximación
complementarista para la aproximación al padecimiento que considere de
manera analítica lo psicológico y lo sociocultural. Esta aproximación no
es, tal y como apunta Devereux, una teoría, sino una generalización metodológica; el complementarismo no excluye ningún método o teoría, sino
que más bien los coordina (Devereux, 1998). Principalmente, podemos
dividir su propuesta en tres ejes epistémicos: a) la importancia de la observación, como modificadora de lo observado, y de los niveles explicativos
que se derivan del lugar desde el que se observa; b) el cuestionamiento de
la definición de normalidad/anormalidad y la aproximación clínica derivada de esta, regida por los parámetros de la adaptabilidad, y c) la defensa
de la universalización de ciertos marcos de análisis e interpretación del
psicoanálisis, como el complejo de Edipo, desde el punto de vista filogenético de la creación y desarrollo del hombre y las culturas.
Para entender la propuesta etnopsiconalítica de Devereux es importante considerar la noción de complementariedad, proveniente del físico
danés Niels Bohr (1999 [1937]), quien a su vez prolongó los trabajos realizados por Heinsenberg.123 En consonancia con el papel de la observación
como modificadora e incluso destructora del fenómeno observado,124 el
complementarismo de Devereux pone el ejemplo de la observación del
orgasmo para mostrar dicha paradoja:
a) El orgasmo plenamente vivido produce un velo de la consciencia, lo que
vuelve imprecisa la autoobservación del orgasmo. b) Si, con el fin de observarlo mejor, hacemos un esfuerzo para impedir este velo de la consciencia,
lo que observaremos no será ya un verdadero orgasmo, vivido en toda su
amplitud, sino simplemente un espasmo fisiológico que desemboca en la eyaculación. (Devereux, 1998: 27. Traducción propia)
122 En lo que se refiere al origen del término, Devereux ha afirmado que lo acuñó el psicopedagogo haitiano Louis Mars.
123 Incluido su principio de indeterminación, o incertitud, formulado en 1927, según el
cual es imposible determinar con precisión y exactitud la velocidad de una partícula (por
ejemplo, un electrón).
124 Mostrado en diversos experimentos como el conocido como el gato de Schrödinger y el
principio de superposición cuántica.
119
Rubén Muñoz Martínez
La relación del principio de complementariedad con el de destrucción tiene que ver con la consideración de que todo estudio demasiado
exhaustivo de un fenómeno lo destruye; del mismo modo, está relacionado con el principio de exclusividad, por el cual dos niveles de explicación
se excluyen mutuamente. El punto de partida de Devereux, tal y como
explica en De l’angoisse à la méthode (1980) es la proposición de la transferencia de Freud modificada a la luz de la concepción de Einstein sobre la
fuente de los datos científicos. En contraposición con la idea freudiana de
que la transferencia es el dato más importante del psicoanálisis, dirá que,
siguiendo el postulado de Einstein según el cual solo podemos observar
los acontecimientos que ocurren al lado del observador, es la contratransferencia la que constituye el dato más importante de toda ciencia del comportamiento. Esto es, los únicos datos de los que dispone el investigador
son los que están constituidos por sus propias reacciones a las reacciones
que él mismo suscita.
Además de la observación, cobran principal importancia la posición
desde la que se observa y los niveles explicativos derivados de la observación, como el social, el cultural o el psicológico. El método complementarista presupone y exige la existencia de diversas explicaciones, cada una de
estas debe ser exhaustiva en su cuadro de referencia, pero apenas parcial
en otro cuadro distinto. Así pues, lo importante es la definición de las relaciones entre las múltiples explicaciones totales/parciales. El complementarismo evita la derivación de la teoría y el pensamiento a una involución
(entrópica) cuando se trata de explicar los hechos que no son relevantes
a su propio dominio (Devereux, 1998). De todo ello se desprende que,
gracias a esta metodología y a la toma de consciencia de las resistencias
como las contratransferencias o los mecanismos de defensa (los cuales, sin
ser conscientes, serian una fuente de error), el investigador podrá obtener
datos de dichos procesos que se revelan como una fuente importante de
creación científica.
Uno de los puntos de la propuesta etnopsicoanalítica de George Devereux es su defensa de la universalización de ciertos marcos de análisis
e interpretativos, y categorías nosológicas del psicoanálisis y la psicopatología en general. Devereux propone una sustitución del punto de vista
ontogenético de la creación y desarrollo del hombre y las culturas a otro
filogenético. En este sentido, junto con Géza Róheim (Magia y esquizofrenia, 1982), considerado por algunos como el verdadero fundador del
120
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
etnopsicoanálisis,125 defiende el valor universal del complejo de Edipo expuesto por Freud126 dada su existencia como evento inaugural en la creación de la cultura (considerada como forma de comportamiento del Homo
sapiens). Cabe recordar que Malinowski (1982 [1926]) era contrario a esta
consideración, no negaba la existencia en toda cultura de algún tipo de
complejo familiar, pero se oponía a que ese complejo debiese adoptar necesariamente la forma de Edipo. En diversas culturas, el padre biológico
ocupa un lugar secundario, de ayuda a la madre en sus tareas de crianza
y manutención, pero quien realmente desempeña el papel de autoridad
es el tío materno (ver también Sex & Repression in Savage Society, 2001
[primera edición, 1927]).
Devereux critica a Malinowski y a los defensores de la relativización
cultural de los complejos, ya que cuestionan la idea de la unidad psíquica
de la humanidad, al mismo tiempo que imposibilitan que el psicoanalista
pueda hacer una interpretación valida de la cultura.127 Apunta que, ciertamente, el triángulo edípico universal no está formado por el padre, la madre y el hijo biológico, sino que puede poseer diferentes formas según la
organización y estructura sociocultural del grupo en cuestión (por ejemplo, el padre puede ser reemplazado por el hermano de la madre o darse el
caso de una especie de Edipo inverso). A su vez, señala que el complejo de
Edipo no puede comprenderse únicamente a partir de la libido del niño,
sino que hay que reemplazar este aspecto por la dialéctica de las relaciones
padre/hijos (Devereux, 1977).
Desde el punto de vista de una doble universalidad de la cultura y de la
naturaleza humana, Devereux (1976 [1955]) considera que, si un antropólogo proporcionase un inventario exhaustivo de todos los tipos conocidos
de comportamientos culturales, esta lista coincidiría punto por punto con
la lista igualmente compleja de pulsiones, deseos o fantasmas obtenida
125 Róheim constató que el psicoanálisis solo brindaba instrumentos relativamente cómodos para establecer relaciones con los otros y que no servía como filtro de interpretación
sistemática.
126 La obra de Freud Tótem y Tabú (2000 [1914]), inspirándose en los textos etnográficos de
Frazer y Tylor, generó un vínculo inaugural entre la antropología y el psicoanálisis.
127 Devereux se referirá al concepto de cultura, desde el punto de vista de la experiencia vivida, como la manera en la que los individuos viven su cultura. En este sentido, continuando
con la vía trazada por Róheim, dice que «toda persona funciona en tanto que creador, criatura, manipulador y mediador de cultura en todo lugar y de la misma manera» (Devereux,
1977).
121
Rubén Muñoz Martínez
por el psicoanalista. El complejo de Edipo sería, como mencionamos, el
elemento que permite al ser humano pasar de la naturaleza a la cultura,
lo cual explica la coincidencia de dichos ítems encontrados tanto en el
exterior, por medio de la antropología, como en el interior, a través del psicoanálisis. Esta afirmación recuerda a lo subrayado, desde la antropología,
por Lévi-Strauss; para él, partiendo de una perspectiva que se desplaza de
los fenómenos conscientes a los inconscientes para superar la dicotomía
entre individuo y sociedad, subjetivo y objetivo, yo y otro, se puede comprobar que las leyes del psiquismo son homólogas a las de la cultura y
que ambas son un producto de la existencia del orden simbólico, que es el
orden del lenguaje (Lévi-Strauss, 1950, en Peña, 2000).
Devereux enfatiza la importancia de la dimensión sociocultural en la
producción e interpretación de la enfermedad para lograr una epidemiología que haga posible el trabajo del psicoterapeuta en contextos transculturales y que defienda como universales, desde el punto de vista clínico, las
nosologías occidentales. Dirá, por ejemplo, que la psicosis no tiene nada
que ver con la desocialización, premisa defendida por la psicopatología
dominante en la época, ya que incluso esta está socioculturalmente codificada. De este modo, es necesario, en su opinión, hacer frente al problema
clave de la psiquiatría (la frontera entre lo normal y lo anormal) mediante
el concepto clave de la antropología, la cultura. Para ello, es importante
tener en cuenta, por ejemplo, el traumatismo no desde un punto de vista
de la cantidad de estrés, si no con respecto a las defensas culturales que la
persona puede movilizar para hacer frente al estrés.
En este sentido, uno de los aspectos destacables en la epistemología de
la aproximación etnopsicoanalítica de Devereux es el cuestionamiento de
la definición de normalidad/anormalidad regida por los parámetros de la
adaptabilidad. Critica, por una parte, que la teoría de la adaptación, como
criterio de normalidad y salud mental, no admita que pueda haber sociedades tan enfermas128 que haga falta estar enfermo para poder adaptarse
verdaderamente. Esto sucedería, por ejemplo, con la Alemania nazi o los
tonkawa y su práctica del canibalismo (1977).
Por otra parte, el autor señala que el psicoanalista que trabaja en una
cultura indígena no debe tratar de curar adaptándose exclusivamente a la
sociedad tradicional. Si se ve la cultura desde un punto de vista dinámico
128 Como hace Fromm en su distinción entre adaptación sana y conformismo sadomasoquista (Fromm, 2003).
122
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
y cambiante, hay que dar a los individuos la elasticidad necesaria para que
tengan la capacidad de adaptarse en un mundo en transición, es decir,
de proceder a readaptaciones sucesivas sin perder el sentido de su propia
continuidad en el tiempo. En este sentido, si lo normal se define por la
adaptación, es necesario que el psiquiatra conozca la cultura específica de
sus pacientes. Pero si lo normal se define por la adaptabilidad creadora,
entonces no es necesario que el psiquiatra sea etnógrafo, si no que deberá
ser etnólogo, es decir debe conocer el modelo cultural universal del que
cada cultura es una versión particular129 (Devereux, 1977).
Devereux (1997) distingue entre dos tipos de inconscientes y cuatro
tipo de trastornos relacionados con una tipología etnopsiquiátrica de los
trastornos de la personalidad. En cuanto a los inconscientes, considera
que existe el segmento inconsciente de la personalidad étnica, o el inconsciente étnico, y el inconsciente idiosincrásico. El primer caso corresponde al
que un individuo comparte con los miembros de su cultura; cambia y se
transmite de la misma forma que lo hace la cultura y se adquiere de igual
forma que el carácter étnico. Cada cultura permite a ciertos fantasmas,
pulsiones y otras manifestaciones del psiquismo acceder a lo consciente
y permanecer en ello, y exige que otras sean reprimidas, para lo cual proporciona mecanismos de defensa o, en su defecto, medios culturales que
permiten a las pulsiones expresarse (aunque sea de forma marginal). Es
por el inconsciente étnico por el que los miembros de una cultura poseen
en común un cierto número de conflictos inconscientes. Por otra parte, el
inconsciente idiosincrásico está compuesto de elementos que el individuo
ha reprimido bajo la acción de dos tipos de estrés. Por una parte, están
las experiencias que, sin ser típicas de una cultura determinada ni reflejar
el modelo cultural de base, aparecen con la suficiente frecuencia como
para ser reconocidas y reprimidas culturalmente. Por otra parte, las experiencias que no son ni características de una cultura ni numéricamente
frecuentes, pero que afectan a ciertas personas.
Un ejemplo de la diferencia entre ambos inconscientes es el del chamán y los trastornos chamánicos. El chamán ha sido expuesto a un estrés
no solo frecuente, sino culturalmente típico, esto es, que se desprende del
129 Retoma, en este sentido, una de las conclusiones de la antropología norteamericana aplicada de la época: para cambiar una cultura o, en este caso, abordar a uno de sus representantes con fines terapéuticos, no es necesario conocer una cultura en profundidad, sino conocer
la teoría general de la cultura.
123
Rubén Muñoz Martínez
modelo cultural de base. Sus conflictos están localizados de manera permanente en el inconsciente étnico, mientras que los de la persona desviada y privada están localizados en su inconsciente idiosincrásico. Una de
las críticas principales a esta propuesta es, como menciona Linares (1982:
33), que la consideración de que las enfermedades no adaptadas están
causadas por traumas culturalmente atípicos es idealista, por lo que cabe
preguntarse si se podría interpretar el inconsciente colectivo, o étnico en
este caso, como la ideología dominante.
Los cuatro tipo de trastornos relacionados con una tipología etnopsiquiátrica de los trastornos de la personalidad que Devereux (1997) distingue son: a) trastornos tipo, que se refieren al tipo de estructura social;
b) trastornos étnicos, que reenvían al modelo cultural específico del grupo;
c) trastornos idiosincrásicos, cuyos conflictos no están contemplados por
los mecanismos de defensa de la cultura, están caracterizados por la improvisación de las defensas y síntomas (con frecuencia a través de la deformación de ciertos ítems culturales destinados a otras funciones), y d)
trastornos sagrados o chamánicos.
En la defensa de la universalización de la praxis clínica del psiquiatra
y, por consiguiente, de sus marcos explicativos relativos a la nosología, una
de las propuestas más discutidas de Devereux es la comparación entre un
neurótico y un chamán, la cual presenta en su explicación de los trastornos
sagrados. El autor manifiesta que el chamán está psicológicamente enfermo, o si cabe es un neurótico o psicótico en remisión, ya que está adaptado
a una parte marginal de su sociedad y de su cultura; aunque su situación y
rol estén institucionalizados, el chamán es menos realista que la gente que
le rodea (tendencia al realismo como necesidad para el desarrollo cultural
(como defenderá Kroeber, 1952, en Devereux, 1977). El chamán solo se
diferencia del neurótico o el psicótico privado a través de la estructuración convencional de sus conflictos y síntomas. Estas similitudes se dan
también en la sociedad occidental, lo cual diferencia entre ciertos tipos
de personalidad socialmente valorada y sus análogos privados, relegados
a un hospital psiquiátrico (ibid.). Como apuntamos anteriormente, LéviStrauss (1966) fue una de las voces críticas con esta consideración.
Por último, con el fin de introducir algunas de las implicaciones clínicas de su propuesta teórico-metodológica, se destaca la división que realiza Geroges Devereux (1998 [1951]) con relación a la procedencia cultural
del terapeuta y del paciente. Devereux distingue entre tres tipos de terapias etnopsiquiátricas:
124
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
1) Intracultural: El terapeuta y el paciente pertenecen a la misma
cultura, pero el terapeuta contempla las dimensiones socioculturales, así
como los problemas de su paciente y del desarrollo de la psicoterapia.
2) Intercultural: Aunque el terapeuta y el paciente no pertenecen a la
misma cultura, el terapeuta conoce bien la cultura de la etnia del paciente
y la utiliza como timón terapéutico, pero siempre con el fin de asegurar
la autoabolición final. Será esto lo que demuestre que el timón cultural ha
sido empleado con éxito.
3) Metacultural:130 El terapeuta y el paciente pertenecen a dos culturas diferentes. El terapeuta no conoce la cultura de la etnia del paciente;
sin embargo, comprende perfectamente el concepto de cultura y lo utiliza
para establecer el diagnóstico y el tratamiento.
En el modelo nathaniano aplicado en el hospital Brugmann, paradójicamente, se pueden dar en cada consulta los tres tipos de terapia etnopsiquiátrica debido, entre otras cosas, a la diversidad cultural de los coterapeutas y pacientes, y a la concepción multidisciplinaria del dispositivo
clínico.
En la actualidad, en Europa existen diversas aproximaciones de corte
etnopsiquiátrico/etnopsicoanalítico. En Francia, además de Tobie Nathan,
es conocido el trabajo que lleva a cabo Marie Rose Moro en Avicenne. A
su vez, Van Overbeck, en Suiza, trabaja en esta línea y en Italia se practica en el centro Frantz Fanon (ver Beneduce, 2008). En otros continentes, está el ejemplo de Quebec (Canadá), donde también se desarrolla esta
aproximación. En el contexto actual de Francia la aproximación teóricometodológica de la etnopsiquiatría se ha llevado incluso a una consulta
(psicológica) en un colegio de París (ver Duvillié, 2006).
Un elemento en común a todas las praxis es su inspiración en el llamado etnopsicoanálisis complementarista. Devereux (1997) señala que la
etnopsiquiatría es la disciplina clínica cuyo cometido es la constitución de
una semiología de enfermedades mentales sea cual sea el contexto cultural; el etnopsicoanálisis, en cambio, es la rama teórica encargada del marco
explicativo de las relaciones entre cultura y psiquismo. Nathan se inspiró
en Devereux para desarrollar su aproximación teórica, si bien se distanció
en dos aspectos del corpus de su propuesta. En primer lugar, la importancia que Devereux atribuyó a las teorías de Freud: pese a mantenerse
130 En un principio, Devereux utilizó el término transcultural; sin embargo, debido al, en su
opinión, mal uso que se ha hecho de este, decidió cambiarlo por metacultural.
125
Rubén Muñoz Martínez
bajo ciertos principios teórico-metodológicos del psicoanálisis, criticó el
carácter dogmático de sus teorías y los conflictos que estas han generado
en las personas sometidas a ellas (Nathan, 1993, en Zanatta, 2008). En
segundo lugar, Nathan reivindicó la importancia y el valor clínico de los
terapeutas tradicionales, lo cual Devereux siempre consideró perjudicial,
incluso llegó a denominar su emergencia como una consecuencia no deseada de las fallas y los dogmatismos de la terapia occidental (Roudinesco,
2005, en Zanatta, 2008).
En términos empíricos, las diversas praxis albergan ciertas características diferentes entre sí, las cuales se analizarán en detalle más adelante.
Estas dependen principalmente de factores como el marco en el que se
desarrollan, el terapeuta principal y las dinámicas que instauran, así como
la mayor o menor preeminencia de aproximaciones que se apoyan en la
interpretación psicoanalítica y el enfoque antropológico. Un ejemplo de
estas praxis son aquellas que se basan en el etnopsicoanálisis complementarista descentrado (Moro, 2002), denominadas etnopsicoanalíticas por
sus actores, o en la prescripción de medicamentos y la coordinación de
recursos metodológicos de tipo intercultural, como los objetos activos, en
cuyo caso se conocen como etnopsiquiátricas. Esta diferencia, de forma
general, está basada principalmente en la exclusión o inclusión de los objetos en la terapéutica, y, como veremos en el caso de Bélgica, en el marco
de atención en el que esta se efectúa.
En el caso particular de Bélgica, la mayor parte de los psiquiatras interesados por la etnopsiquiatría colaboraron con Tobie Nathan, discípulo
de Devereux, a principios de los 90 en París. Luego, llevaron este modelo
a sus consultas hospitalarias o a asociaciones. Al principio, comenzaron
con la incorporación de grupos pequeños en las consultas para después
desarrollar una práctica en grupos cuyas características principales son la
multiculturalidad y la pluridisciplinariedad en un número variable de coterapeutas de orígenes culturales y formaciones profesionales diversas (en
algunos casos hasta veinte personas); así como el acompañamiento del paciente por parte de profesionales del ámbito psicosocial y, de ser necesario,
de algunos miembros de la familia. Como veremos después, la diferencia
empírica de las praxis en Bélgica estriba en el hecho de desarrollarse o no
en el marco hospitalario y, principalmente, en el uso sistemático del recurso metodológico de los objetos activos.
En cuanto a su ubicación geográfica y campo de desarrollo, la mayoría
de las praxis se concentran en Bruselas y pertenecen al medio asociativo,
126
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Entre deux mondes y D’ici et d’ailleurs son algunos ejemplos, con la excepción de la praxis del hospital Brugmann, que se incluye en el campo
institucional público. Existe otra asociación, llamada Tabane, que ofrece
atención etnopsicoanalítica y se ubicada en la ciudad de Lieja; comparte
todas las características teórico-metodológicas mencionadas a excepción
de un elemento particular que no se da en las otras praxis observadas,
si bien se enmarca a su vez en la propuesta complementarista de Devereux y Nathan. La única diferencia de esta praxis es la invocación de los
muertos y los ausentes, que genera un espacio de palabra en el que los
pacientes, como en la terapia sistémica, se dirigen a aquellos que no están
y son significativos en sus vidas. Esto, entre otras cosas, permite la movilización de recursos asociativos y de pertenencia social (Schurmans, 2008).
Puesto que se agrupan en un corpus teórico-metodológico que relativiza
la cultura biomédica hegemónica transformando algunos de sus principios fundadores para mejorar la eficacia terapéutica, todas estas praxis se
inscriben en el aquí denominado modelo etnopsiquiátrico de intervención
intercultural en salud mental.
A continuación, como introducción al modelo antipsiquiátrico intercultural y al estudio de caso de las casas peul en Bruselas, hablaremos del
desarrollo del movimiento antipsiquiátrico en Europa y sus características
y devenir histórico en Bruselas.
4. Del movimiento antipsiquiátrico a las casas peul en Bruselas
La psiquiatría democrática italiana de Franco Basaglia constituye la base
filosófica del tercer modelo terapéutico intercultural, el modelo antipsiquiátrico intercultural, que está representado por la praxis que la asociación civil L’autre «lieu» lleva a cabo a través de las casas de acogida peul.
Puesto que son dos de los ejes principales de este libro, a continuación se
hablará de cuáles fueron algunas de las críticas destacadas que desde diversas disciplinas se realizaron al modelo hegemónico psiquiátrico y psicoterapéutico (concretamente al custodialismo), y a la teoría y praxis del
psicoanálisis, desde una posición política de cuestionamiento al sistema
socioeconómico e ideológico en el que se inscriben y al cual legitiman.
Posteriormente, se describirá el contexto de la red antipsiquiátrica en Bélgica y la aplicación de la psiquiatría democrática de Franco Basaglia en la
praxis intercultural objeto de estudio.
127
Rubén Muñoz Martínez
El movimiento crítico con las concepciones y roles de dominación y
control desempeñados por la psiquiatría, y su modelo clínico hegemónico,
se desarrolló junto con una serie de corrientes teóricas que, desde ámbitos
diversos como la filosofía, la sociología o el psicoanálisis, iban viendo la
luz en Europa en el período entre los años treinta y los setenta del siglo
xx. A su vez, durante este período, el psicoanálisis, que compartía algunos de los principios canónicos de la ideología dominante, fue puesto en
evidencia por sus reformistas, como por ejemplo Lacan y su vindicación
estructuralista, así como por aquellos que cuestionaban sus fundamentos
y bases inaugurales, y proponían nuevas lecturas de la realidad y aproximaciones clínicas desde otros marcos explicativos.
Uno de los críticos, en mi opinión, más interesantes y controvertidos
del psicoanálisis, fue Wilhem Reich, discípulo de Freud. Las obras de Malinowski y su perspectiva funcionalista, en la que todas las partes de una
cultura o grupo social se interrelacionan entre sí, influyeron en las concepciones psicoanalíticas de Reich, como se muestra en La irrupción de la moral sexual (Reich, 1973 [1932]). Reich, desde una perspectiva teórica, pero
también vinculada a la práctica terapéutica, entiende que el sufrimiento y
las enfermedades mentales reenvían en su fundamento explicativo a una
dimensión sociopolítica y económica de la sociedad y cuestiona el acatamiento del principio de realidad freudiano y la universalidad del complejo
de Edipo (justificador de la represión como principio fundacional de la
cultura) y la denominada pulsión de muerte (ver Robinson, 1969).
El freudomarxismo, que inauguró la vinculación del psicoanálisis
freudiano con el marxismo, se enfrenta a la noción heurística del psicoanálisis, en la cual la curación del paciente está determinada por su adaptación al principio de realidad. De esta manera, postula que la superación
de la neurosis, entendida tanto en su vertiente individual como colectiva (neurosis cultural), está íntimamente ligada a la transformación de la
realidad. Su aproximación clínica critica, a su vez, la dominación logocéntrica del psicoanálisis y propone una aproximación a la manipulación
terapéutica del cuerpo.
Otro de los autores principales que vinculó el marxismo y psicoanálisis freudiano fue Herbert Marcuse, miembro de la primera escuela de
Frankfurt. Marcuse se opuso radicalmente a Freud con respecto a la idea
de que el principio del placer y el de realidad son antagonistas irreconciliables. Desde una visión de la historia inspirada en el materialismo histórico
de Marx, consideraba que esta oposición no era metafísica (que no se ori-
128
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
ginaba en la naturaleza humana), sino que era producto de una organización social histórica determinada. Señaló que el progreso tecnológico había creado las condiciones para la liberación de la obligación del trabajo, la
ampliación del tiempo libre y la creación de nuevas formas de realización
y descubrimiento del mundo en una sociedad cuya lógica era la liberación
de las potencialidades y la satisfacción; y no la represión. Si no sucedía de
esa manera, se debía al poder que, con el fin de perpetuarse, alimentaba un
estado de necesidad que no debía ser tal (Marcuse, 1981 [1955]).
En la década de los sesenta y la de los setenta, surgieron otras críticas de gran interés al psicoanálisis. Dos de los críticos más representativos de esta época fueron Félix Guattari y Gilles Deleuze. En El anti-Edipo
(1998 [1972]), primer volumen de la obra Capitalismo y esquizofrenia, los
autores defienden que no es la locura la que debe ser reducida al orden
general, sino que, al contrario, el mundo moderno en general y el conjunto del campo social son los que deben ser interpretados en relación con
la singularidad del loco. «El inconsciente no delirará sobre papá/mamá,
delira sobre las razas, las tribus, los continentes, la historia y la geografía,
siempre un campo social». Según los autores, solo el deseo (o la dimensión
del acontecimiento que muestra el deseo) garantiza la libre configuración
de singularidades y fuerzas capaces de poner la historia en movimiento.
Deleuze y Guattari propugnan el esquizoanálisis (psicoanálisis político y
social) como alternativa al psicoanálisis tradicional (al que atacan fervientemente acusándolo de estar al servicio de la ideología burguesa represiva), ya que trata la enfermedad como algo individual que se sustrae de lo
social y de la consideración del padecimiento como fenómeno vinculado a
los poderes políticos y económicos (ver Guattari y Rolnik, 2006).
Como mencionamos en el primer apartado historiográfico, en la historia de la psiquiatría, según Castel (Basaglia, 1975, en Noronha, 2005), se
han dado tres revoluciones. La corriente más característica de la denominada tercera revolución se desarrolló, a principios de los años setenta, con
la psiquiatría social y, dentro de este paradigma, la psiquiatría democrática
y antipsiquiatría. Esta fue el fruto de una corriente crítica contra el poder
y el papel de control social que desempeñaba la psiquiatría y sus métodos
en aquella época;131 provenía de diferentes sectores y fue impulsada por
autores como Gilles Deleuze y Felix Guattari, así como Michel Foucault,
131 El experimento «On being sane in insane places», llevado a cabo por Rosenhan en 1973,
fue una de las destacables experiencias a principios de los setenta.
129
Rubén Muñoz Martínez
Erving Goffman, desde la sociología, o Tomas Szasz, Ronald Laing, David
Coper y Franco Basaglia, desde la praxis clínica en salud mental, .
Esa forma tradicional de la asistencia psiquiátrica, a cuya crisis asistimos hoy,
es heredera de una tradición social para la que la locura es más una inexplicable y peligrosa conducta social desviada, de la que es preciso defenderse,
que un problema de salud al que hay que aportar soluciones. (Foucault, 1976)
Según denunciaban estos autores, la función principal del modelo
clásico de segregación y reclusión en el manicomio se basaba más en el
control social que en una búsqueda de efectos terapéuticos. Es esa función
social la que explica las características concretas del hospital psiquiátrico tradicional como institución marginadora que no solo no resuelve los
problemas de los pacientes, sino que los agrava con un síndrome propio
que ha sido descrito por Goffman (1970) como neurosis institucional y
retomado por autores como Barton (1974). Dicho síndrome se manifiesta
a través de una serie de efectos iatrógenos peculiares como el aislamiento
social, la masificación, la falta de diferenciación de problemas entre los
usuarios (enfermedades, carencias sociales, delitos, etc.) y el estigma social que se adscribe a estos. Bajo el rótulo general de carrera moral del
enfermo mental, concepto propuesto por Goffman (1970), se describen
las contingencias añadidas a la enfermedad que tienen un papel central en
el complejo proceso de devenir un enfermo mental hospitalizable y que
guardan más relación con variables sociales (pobreza, incultura, problemas del entorno familiar y microsocial) que con las propias de la enfermedad (síntomas concretos más que enfermedades específicas). De esta
manera, se produce una selección social132 que, al ser externa y previa a la
visión de los profesionales, tiende a infravalorarse o simplemente desconocerse por estos (López, Laviana y Garcia-Cubillana, 2006).
Si bien existen diversas posiciones133 con respecto al dilema de la sustitución/transformación del hospital psiquiátrico tradicional, hoy en día
prácticamente nadie, con un mínimo de rigor científico y sensibilidad
132Desde el campo de la sociología, autores como Scheff (1966 y 1973), Levinson y Gallagher (1971), o Castel (1976) criticaron la selección social y los mecanismos de estructuración
y refuerzo de la enfermedad del hospital psiquiátrico.
133 Dichas posiciones se basan en la valoración de las posibilidades reales y de su superación
en contextos sociales concretos.
130
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
democrática, se atrevería a apoyar la pervivencia del manicomio y de los
postulados asistenciales tradicionales (García, Espino y Lara, 1998: 32).
Según Henri Collomb (1979, en Noronha 2005: 21), podemos dividir
la psiquiatría social en dos niveles de significación:
a) De orden práctico: Concierne a los objetivos de humanización de
la asistencia psiquiátrica y la extensión de dicha asistencia a toda comunidad. Incluye readaptar las estructuras de las instituciones psiquiátricas con
el objetivo de aproximarlas más a los individuos con trastornos emocionales. Esto implica, por un lado, regionalizar la asistencia y crear servicios
extrahospitalarios para facilitar el acceso del paciente a la ayuda terapéutica y evitar el aislamiento y segregación del enfermo. Por otro lado, busca
enfatizar la inversión de la reintegración del paciente en la comunidad,
facilitar la comunicación con el paciente considerando aspectos de orden
sociocultural y promover acciones preventivas junto con las poblaciones
más expuestas a las perturbaciones mentales.
b) De orden teórico: Collomb da una significación a la psiquiatría
social de orden teórico analizando la enfermedad mental en la relación
entre el individuo y la sociedad. Para ello, no utiliza ni el modelo médico
centrado en la enfermedad ni el psicológico centrado en la noción de persona, sino un modelo sociológico que considera el campo social donde se
desenvuelve, vive y padece el individuo.
Teniendo en cuenta los diversos antecedentes intelectuales y bases
teóricas, sus manifestaciones heterogéneas, el momento histórico en el
que ocurrieron y la semejanza con respecto a sus objetivos y posicionamientos dialécticos (ver Noronha, 2005: 20) frente al modelo psiquiátrico
hegemónico, estas son las acciones de la psiquiatría social en el mundo:
1) La antipsiquiatría de David Cooper, Aaron Esterson y Ronald
Laing,134 en Inglaterra. David Cooper, en su obra Psiquiatría y antipsiquiatría propuso el término antipsiquiatría. Influido por el pensamiento
de Jean Paul Sartre y Herbert Marcuse, y con unas inclinaciones políticas
cercanas al anarquismo, Cooper comenzó a desarrollar una teoría y praxis
propias en las que mantenía una concepción existencial y fenomenológica
134 Laing (1978) y Esterson pusieron el acento en la causalidad, principalmente social y
familiar, de la enfermedad mental. Ambos autores consideran que el estudio de las familias
permite entender la sintomatología del enfermo mental como la adaptación dramática de
un individuo al que las condiciones familiares fuerzan a una verdadera situación de supervivencia.
131
Rubén Muñoz Martínez
de la locura. En su obra La gramática de la vida distinguirá entre tres clases de locura:135 a) locura social, a la que llamará demencia, caracterizada
por los fenómenos del capitalismo como las guerras; la explotación económica, social y entre sexos; las relaciones de competencia, o la destrucción
ecológica; b) locura de viaje interior, o el medio de desestructuración de
la experiencia alienada y de construcción no alienada del propio proyecto existencial, y c) demencia social, o esquizofrenia, creada por entornos
esquizofregénicos como la estructura familiar, el trabajo o la escuela. El
doble vínculo (definido por Bateson) tendrá una gran relevancia en el
desencadenamiento de la psicosis como única forma de escape frente a
situaciones en las que no hay salida posible (Arnau, 2005).
Dos de los emblemáticos proyectos antipsiquiátrico que tuvieron lugar en aquella época fueron el del pabellón (anti)psiquiátrico Villa 21 y
el de la casa comunitaria Kingsley Hall. En este último fue conocido el
caso de la cura de la esquizofrenia de Mary Barnes, acompañada por su
psiquiatra Joseph Berke (ver Barnes y Berke, 2002 [1971]), pese a que algunos autores críticos con el movimiento defienden que no estuvo bien
diagnosticada (Clarke, 2004). Cabe recordar que el movimiento antipsiquiátrico cuestionaba la existencia de las psicosis crónicas y señalaba que
eran producto del internamiento, aunque admitía las de tipo agudo.
2) La psiquiatría de sector en Francia: Fue propuesta por el Ministerio
de Salud desde 1960, pero se implementó en 1972. Destronó el hospital
psiquiátrico como único local de tratamiento y regionalizó la asistencia,
además de crear otras formas de cuidados para el enfermo mental (Pouget
y Castelnau, 1983, en Noronha, 2005: 20). En Francia, uno de los proyectos más relevantes fue el de la clínica La Borde, fundada por Jean Ory, en
la que trabajó durante toda su vida Felix Guattari. La Borde se convirtió,
en 1968, en unos de los lugares de referencia de la psiquiatría democrática
en Europa.
3) La psiquiatría democrática italiana: En Italia, el movimiento antipsiquiátrico logró una reforma radical de la atención psiquiátrica. Dicha
135 Propone distintas aproximaciones para las tres clases de locura. Frente a la locura y
demencia social, la revolución; en la locura de viaje interior, la intervención mínima de cuidado, y frente a la marginación social, el cuidado especializado y el acompañamiento de
decodificación crítica de la experiencia que está viviendo. Cooper niega que la esquizofrenia
se dé en todas las sociedades, considera que es característica de aquellas constituidas por
fuertes divisiones de clases, como es el caso de la sociedad capitalista (Arnau, 2005).
132
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
reforma estaba personificada en Franco Basaglia y se produjo a través de
la aprobación, en 1978, de la ley 180 en el parlamento italiano. A partir de
esta ley, se instauraron las bases para el progresivo desmantelamiento de
los manicomios; la creación de una serie de servicios descentralizados, a
través de unidades territoriales, de acogida y apoyo desde el vínculo y la
colaboración con la comunidad y la reinserción de los ingresados en esta.
En 1962, Basaglia comenzó en Gorizia la transformación del hospital psiquiátrico que dirigía.136 La escenificación pública del fin del internamiento
tuvo lugar en Trieste a través del famoso caballo azul, fabricado con papel
e inspirado en el caballo de Troya. Basaglia salió a la calle por la puerta del
manicomio con el gran caballo, los seguían los enfermos psiquiátricos con
pancartas que contenían frases como: «Queremos libertad» (Tomkiewicz,
2001). Como ya se ha dicho, la psiquiatría democrática italiana de Franco Basaglia constituye la base filosófica del tercer modelo intercultural en
salud mental.
Como consecuencia de estos cambios paradigmáticos y movimientos de cuestionamiento y crítica del modelo hegemónico en salud mental y sus implicaciones políticas, la apertura de los asilos psiquiátricos y
la búsqueda de alternativas a una organización asistencial basada en el
manicomio se fue extendiendo paulatinamente en el panorama europeo
y norteamericano durante las décadas de los sesenta, setenta y ochenta.
Bélgica se vio influida por dicha corriente del mismo modo que Francia,
Italia, Inglaterra y, a mediados de los 80, España.
En las décadas de los sesenta y setenta, otra de las figuras representativas de la psiquiatría comunitaria y democrática en Europa fue Mony
Elkaim. Tanto él como otros actores sociales, situados en Bélgica, realizaron valiosas aportaciones a la crítica al custodialismo y a la psiquiatría
biomédica. En 1975 se fundó en Bruselas la llamada Red Internacional de
Alternativa a la Psiquiatría con la participación el mencionado Elkaïm y
otros como Guattari, Jervis, Castel, Cooper o Basaglia, cuyos principios
básicos ilustran la conciencia política de los antipsiquiatras. En este contexto de desinstitucionalización de la atención en salud mental, apareció
136 La experiencia de Basaglia le hizo llegar a la conclusión de que el internamiento psiquiátrico únicamente agravaba la enfermedad mental. En La institución negada (1968, publicada
en 1972), Basaglia expone que el manicomio es un instrumento, legitimado por la ciencia
como servidora de los intereses de la clase dominante, de rechazo y encierro que debe ser
destruido y propone liberar a los enfermos.
133
Rubén Muñoz Martínez
Des fous dans la ville, el estudio de Roosens (1979) en el cual reflexiona
sobre la implicación comunitaria en los cuidados, a personas con padecimiento mental, de familias de acogida en un barrio de Amberes. A partir
de entonces, diversas asociaciones como Gerbe, Deviniere o L’Autre «lieu»
fueron creadas con este espíritu.
En la actualidad, el contexto francófono de Bruselas y de Valonia es
algo diferente al flamenco en lo que se refiere a las líneas predominantes
de la psiquiatría institucional y la sectorización de los servicios. En Flandes los cuidados psiquiátricos se dispensan en mayor medida en los centros hospitalarios, mientras que en la región francófona y en Bruselas está
más extendida la psiquiatría extrahospitalaria y alternativa. Un exponente
de esto, unido a la diferencia en la cantidad de dispositivos de atención
en salud mental sectorizados en ambas regiones, es que el número de camas por habitante en los hospitales psiquiátricos de Valonia es la mitad
que en la zona flamenca (Orsini, 2004: 115). En la actualidad, la asistencia
extrahospitalaria en Bruselas se da principalmente en casas comunitarias
institucionales públicas, así como en otras privadas entre las cuales se encuentran las asociaciones civiles, como L’Autre «lieu». Prácticamente no
existen redes de solidaridad y ayuda comunitarias en casas particulares, a
diferencia del panorama tras las reformas y la sectorización de la atención
en los años ochenta en la ciudad (Entrevista personal a Manuel, encargado
de las reuniones mensuales con los inquilinos peuls, 2006).
El caso de L’autre «lieu» evidencia una transición desde la perspectiva
de la antipsiquiatría y la ayuda psicosocial comunitaria, con la creación
en 1980 de proyectos de sensibilización y alojamiento con familias, hasta
una aproximación antipsiquiátrica intercultural a través de la politización
de la alteridad y la crítica a la enajenación de los exiliados políticos y las
personas con padecimientos mentales.
Veremos a continuación cuáles son los tres modelos terapéuticos interculturales en salud mental a través de la descripción y análisis de casos
representativos de cada uno de ellos en función del grado de relativización cultural del modelo teórico-metodológico psiquiátrico hegemónico,
así como de su carácter transdisciplinario, interdisciplinario y contradisciplinario en cada caso. Esto es, en primer lugar, desde una perspectiva
transdisciplinaria que utiliza el método etnográfico para la praxis clínica
psiquiátrica, el modelo occidental adaptado en la diversidad cultural, representado por la FCCP en el hospital Puerta de Hierro de Madrid. En segundo lugar, desde una perspectiva interdisciplinaria que produce espacios
134
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
de síntesis entre conocimientos de disciplinas diversas promoviendo una
nueva configuración del medio receptor disciplinar de la psiquiatría, el
modelo etnopsiquiátrico, representado por la praxis etnopsiquiátrica en el
hospital Brugmann de Bruselas. En tercer lugar, a través de una propuesta
contradisciplinaria, que conforma su praxis desde la oposición dialéctica
a la psiquiatría hegemónica sin generar una disciplina nueva, el modelo
antipsiquiátrico intercultural en las casas comunitarias peul de Bruselas.
135
PARTE V: EL MODELO OCCIDENTAL ADAPTADO
EN LA DIVERSIDAD CULTURAL
1. Descentrando el universalismo biomédico en la práctica clínica
Las praxis terapéuticas pertenecientes al que hemos denominado como
modelo occidental adaptado en la diversidad cultural, proponen respuestas novedosas al abordaje del padecimiento mental, en contextos de
multicuturalidad significativa, a partir de la relativización cultural de la
psiquiatría biomédica dominante. Esta relativización se lleva a cabo de
una o ambas de las siguientes formas: por un lado, introduciendo recursos
teóricos y metodológicos especializados (como sucede en las clínicas del
exilio o en los duelos migratorios) que descentran ciertos elementos de
esta aproximación (ver Muñoz, 2010). En especial me refiero a la praxis
clínica focalizada en aspectos biológicos o psicológicos que incorpora una
dimensión explicativa del padecimiento sociocultural e incluso político
(como, por ejemplo, en el mal de Ulises). Por otro, confiriendo tanto al
proceso s-e-a/p como a la relación terapeuta-paciente-institución el estatus de objeto de estudio y problematización desde una aproximación
etnográfica y considerando las trayectorias socioculturales de los actores
comprometidos.
El caso de la FCCP ejemplifica esta relación transaccional y transdisciplinaria entre la permanencia y la transformación para la mejora de la
eficacia terapéutica en contextos de multiculturalidad significativa. Estos
contextos pueden comprender a población de origen extranjero, a minorías étnicas autóctonas o, por ejemplo, a pacientes pertenecientes a grupos
subculturales.
137
Rubén Muñoz Martínez
2. El médico etnógrafo: la formulación cultural de casos psiquiátricos
en el hospital Puerta de Hierro de Madrid
Tras un reciente cambio de ubicación, el hospital Puerta de Hierro se encuentra actualmente en Majadahonda. Este hospital da cobertura al área
6, correspondiente al noroeste de Madrid;137 su nacimiento se remonta a
1964. El motivo de su creación fue constituirse como Centro Nacional de
Investigaciones Médico-Quirúrgicas. En 1969, el hospital Puerta de Hierro se adscribió como hospital universitario a la recién creada Universidad
Autónoma de Madrid.
En el Área de Psiquiatría, Luis Caballero lleva a cabo una aproximación, propia de la corriente psiquiátrica transcultural, basada en la FCCP.
En la actualidad (2010), esta se desarrolla fundamentalmente en el marco
de la investigación académica y de la formación y de la sensibilización a la
atención sanitaria en la diversidad cultural. Su actividad principal en estos
ámbitos se centra en un curso de doctorado sobre FCCP del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid.
El origen de este curso bianual de doctorado se remonta a 1996, al
igual que el nacimiento de la incorporación de la formulación cultural
en algunas consultas del hospital Puerta de Hierro. Comprende el segundo semestre del año académico (aproximadamente de febrero a junio).
El lugar en el que se impartía cuando realicé mi trabajo de campo en el
antiguo hospital Puerta de Hierro es la sala principal de reunión del Área
de Psiquiatría.
Los contenidos aplicados del seminario se basan principalmente en
el análisis de estudios de caso realizados por Luis Caballero o por otras
personas y publicados en revistas como Culture, Medicine and Psychiatry,
o bien desarrollados por los alumnos en sus prácticas en este hospital u
otros de la Comunidad de Madrid. Por lo general, los alumnos estudian
psiquiatría en diversos períodos de su residencia o tras acabar la especialización, cuando trabajan en hospitales de Madrid. Durante mi estancia,
además de los psiquiatras clínicos, una de las estudiantes era psicóloga y
preparaba el PIR (psicólogo interno residente); en cambio, otra de ellas,
portuguesa (la única de nacionalidad no española del grupo), era psiquiatra, pero se dedicaba a la investigación. El objetivo principal del curso es
137 Los pacientes de Aravaca, Moncloa y el Pardo quedan ahora adscritos a la Fundación
Jiménez Díaz en la plaza de Cristo Rey.
138
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
adquirir habilidades con las que poder ampliar la atención de los pacientes
desde un punto de vista holístico que comprenda las dimensiones biopsicosociales de los trastornos mentales, pero también profundizar en sus aspectos culturales. En este sentido, cabe destacar que los sujetos de estudio
y de aplicación de la FCCP no son únicamente inmigrantes, extracomunitarios o comunitarios, sino que también se aplica a personas autóctonas.
El Área de Psiquiatría del hospital atendió, en el año 2008, a aproximadamente un 20 % de inmigrantes. De entre ellos, había un 20 % de
magrebís, un 30 % de latinoamericanos (caribeños y procedentes de países
andinos y del Cono Sur), un 15 % de pacientes de Europa del este, un 10 %
de europeos comunitarios y el 25 % restante eran, principalmente, subsaharianos, asiáticos (filipinos, chinos y japoneses) y de otras nacionalidades
(Entrevista personal a Luis Caballero, psiquiatra del hospital Puerta de
Hierro, 2008).
Los pacientes que acuden a dicho servicio de atención en salud mental sufren padecimientos de características y grados diversos. La mayor
parte hacen uso de las consultas externas. El internamiento en el Área de
Psiquiatría, sección ubicada en la misma zona que las consultas externas,
se destina principalmente a casos y brotes sintomatológicos agudos y solo
está disponible en períodos de tiempo cortos y voluntarios.
En el hospital Puerta de Hierro, la práctica psiquiátrica basada en la
FCCP y con un carácter transdisciplinario e intercultural ha nacido como
respuesta frente a la necesidad, surgida en cuestión de unos pocos años en
España, de trabajar con grupos etnoculturales diversos. Según su impulsor, no pretende erigirse en una praxis autónoma ni crear espacios segregados para la atención a las especificidades de la alteridad que constituyen
(o en la que son constituidos como sujetos de intervención especializada)
los inmigrantes, sino que trata de formar y sensibilizar en competencias
y habilidades culturales, en la línea de la escuela norteamericana, a los
profesionales sanitarios con el fin de mejorar la eficacia del diagnóstico y
el tratamiento.
Científicamente, nadie ha demostrado que hacer una formulación cultural digamos mejore la atención. Habría que diseñar estudios que mostrasen eso. Mi
impresión es que la psiquiatría cultural es muy valiosa, en mi práctica clínica
creo que me sirve mucho. Son atajos para entender cuestiones, para intervenir, y es una ampliación del foco de la mirada sobre las cosas muy necesarias.
Hay cosas que sin la formulación cultural se quedan oscuras, no se entienden
[...]. A veces lo que pasa es que hay muchos psiquiatras que definen muy li-
139
Rubén Muñoz Martínez
mitadamente su ámbito de conocimiento, dicen: «A mí solo me interesa la
psicofarmacología y desde ahí especulo... Bueno, yo creo que en la práctica la
psiquiatría cultural no es más que buena psiquiatría. La psiquiatría mejora si
introduces el elemento cultural. (Entrevista personal a Luis Caballero, 2008)
En esta apuesta teórica y práctica se considera importante, para una
psiquiatría clínica de calidad, disponer de un mínimo de formación en
competencias culturales y de capacidad y sensibilidad para tener en cuenta variables como la incidencia que la cultura o culturas del terapeuta y
paciente pueden tener en el diagnóstico, en la relación terapéutica y en el
proceso curativo.
Un elemento importante para nuestro análisis antropológico de la
FCCP en el hospital Puerta de Hierro es el campo social desde el que las
personas actúan e interpretan el conjunto de elementos materiales y simbólicos que constituyen la realidad de este, así como su papel y posición
subjetiva e intersubjetiva. A este tenor, la cultura y la función mental es
entendida aquí desde un punto de vista clínico, predominantemente biomédico, y haciendo hincapié en los elementos biológicos que las permiten
emerger y configuran estas nociones; pero hay que tener en cuenta que la
cultura no depende exclusivamente de la biología, ya que puede constituirse en un campo semiautónomo con respecto a esta. Desde este punto
de vista, la adecuada definición de función mental (todavía por hacer) se
despega de una consideración intrapsíquica y meramente neurobiológica,
y es interpelada por la cultura y las diversas dimensiones que comprende.
La función mental no es una función meramente neurobiológica, es una función que está en conexión con la cultura. La función neurobiológica humana
ha creado un mundo exterior y ha transformado la faz de la tierra, porque
la transformación de la tierra ha sido consecuencia del desarrollo del lóbulo
frontal humano y, digamos, su mundo de necesidades, de deseos, está puesto
en la cultura, en todas las tensiones, las creencias, las ideas políticas, el deporte, el arte y las estructuras de las sociedades. Entonces, no dispones de una
definición de función mental que incluya desde la neurobiología evolutiva
hasta el conocimiento de la antropología cultural y los distintos medios sociales que existen, [...] si existiese, podría permitir una definición de los trastornos mentales en los cuales claro que cabrían, pues, planteamientos menos
reduccionistas que los actuales. (Entrevista personal a Luis Caballero, 2008)
A efectos clínicos, en esta praxis psiquiátrica la cultura se entiende
como un sistema de significados que se enseña y se aprende, y que actúa
como una plantilla de la experiencia con patrones de percepción, inter-
140
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
pretación y comportamiento objetivos y subjetivos. Este sistema de significados determina, por un lado, las cogniciones, los sentimientos y el
concepto de self de los pacientes y, por el otro, los procesos de diagnóstico
y de tratamiento psiquiátrico (Caballero, Tur y Sanz, 2005).
Desde esta perspectiva (de tipo transdiscisciplinar, ya que aplica algunas aproximaciones teórico-metodológicas de la antropología a la
psiquiatría) hay dos herramientas importantes para tratar de abordar el
diagnóstico y el tratamiento del paciente desde un enfoque que no sea
reduccionista, estas son el dominio de habilidades antropológicas de tipo
general, como el conocimiento de las teorías de la cultura, y la capacidad de aplicar el conocimiento etnográfico. Se trata de, como sostiene
Bibeau (1997), conciliar dos vías principales en la imbricación de ambas
disciplinas: por un lado, la idea que retoma Ulf Hannerz (1993) de que
la psiquiatría necesita de estudios macroantropológicos del flujo cultural
y la configuración de la cultura en los sistemas globales; por otro, la que
sostiene Milton Singer (1991) sobre la prioridad de los estudios microantropológicos sobre el sentido y la semiótica de los mundos locales.
Para analizar la metodología de la aplicación del modelo de la FCCP
en la consulta del hospital Puerta de Hierro de Madrid, debo remitirme al
manual que articula su práctica. Este es, el DSM-IV-TR (Diagnostical and
Statistical Manual of Mental Disorder).
La FCCP en el manual diagnóstico DSM-IV
Si bien han existido otros compendios clasificatorios de los trastornos
mentales como los Feighner Criteria o los Research Diagnostic Criteria
(RDC), ninguno de estos ha tenido un impacto tan importante en la psiquiatría contemporánea como el DSM-III, el cual ha llegado más allá del
contexto (norteamericano) para el que fue diseñado. Es interesante señalar que el DSM I y el DSM-II, nacidos en 1952 y 1968, respectivamente,
fueron predominantes en orientaciones más próximas a los enfoques psicosociales y psicoanalíticos. En cambio, el DSM-III, publicado en 1980,
marcó un giro hacia una perspectiva y estructura de tipo neokraepeliniano (Martínez, 2000: 252) con la desaparición del concepto de neurosis y la
limitación del valor heurístico del concepto de psicosis; es decir, el biologicismo cobró mayor importancia. El DSMR y el DSM-IV continúan con
esta estructura y perspectiva.
141
Rubén Muñoz Martínez
El DSM-IV posee una estructura multiaxial articulada por cinco ejes.
Los dos primeros ejes están compuestos por categorías relativas a los trastornos psiquiátricos (demencia, depresión, fobias, trastornos de la personalidad, esquizofrenia, etc.) o al retraso mental; el tercero remite a las
afecciones médicas del paciente. Los dos últimos ejes son explicativos del
valor heurístico que se concede a los aspectos psicosociales en el manual;
en ambos se considera la información psicosocial (por ejemplo, tensiones
psicosociales y situación psicosocial) y ocupacional global del paciente. El
valor diagnóstico de estos ejes está jerarquizado, por lo que el psiquiatra
puede prescindir de los dos últimos; lo cual apunta a un cierto reduccionismo de los criterios clasificatorios de este manual en cuanto a la nosología y etiología del distrés.
A diferencia de sus anteriores versiones, el DSM-IV138 presenta una
relevante novedad relativa a la importancia que confiere a los factores culturales. Esto se refleja en un capítulo especialmente dedicado a la FCCP,
este se divide en cinco apartados que el psiquiatra debe abarcar para su
evaluación clínica:
1) La identidad etnocultural: En este apartado se llama la atención sobre la información de los grupos de referencia étnica y cultural asignados
al paciente. La identidad se entiende de una forma híbrida y relacional, sus
elementos fundamentales son la lengua (principalmente, su dominio o acceso a ella por parte del profesional), la religión y elementos subculturales
relevantes asociados al género, la edad, las variables sociodemográficas, etc.
2) Las explicaciones de la enfermedad y la búsqueda de ayuda: Se refiere a los modelos explicativos de la enfermedad que abarcan la etiología,
los procesos patológicos, el curso del trastorno, el tratamiento apropiado y
la evolución esperable en un medio sociocultural dado.
3) El ambiente psicosocial: Determina las condiciones de vida del paciente y proporciona el sentido y las interpretaciones de la enfermedad. El
clínico debe conocer las características del ambiente cultural del paciente
y del significado que se da en él a la enfermedad mental para comprender
el impacto que esta tiene sobre la vida del sujeto.
4) Relación entre el clínico y el paciente: Dado que el rol del sanador/
médico difiere según los contextos culturales, todo clínico ha de ser ca138 El DSM-V, publicado en mayo del 2013, trata de desarrollar con más detalle los aspectos
aplicados de dicha formulación cultural (para una discusión crítica de su aplicabilidad ver
Aggarwal, Nicasio y Desilva, 2013).
142
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
paz de identificar y controlar su propia trayectoria etnocultural y cómo
los pacientes de distintas culturas la perciben (transferencia cultural) para
poder reaccionar a cada situación (contratransferencia cultural). Se llama
la atención sobre cuestiones como percepciones y actitudes clínicas en las
que puede subyacer el racismo o que pueden ser el reflejo de nociones de
la cultura dominante, por lo que pueden comprometer la evaluación psiquiátrica y el cuidado terapéutico.
5) La evaluación cultural global: Trata de integrar todos los elementos
pertinentes al contexto cultural, la identidad, la enfermedad y el contexto
psicosocial del paciente en una formulación que enriquezca y oriente el
diagnóstico y el tratamiento.
Según menciona el psiquiatra que lleva a cabo la FCCP en el hospital
Puerta de Hierro y por lo que he podido observar a través de los testimonios de otros médicos, estos cinco apartados no suelen, por lo general,
tomarse en cuenta en las consultas psiquiátricas de Madrid. Un ejemplo
de ello (discutido en uno de los cursos y mencionado por algunos participantes en referencia a sus praxis y a las de sus colegas psiquiatras) es la
transferencia y la contratransferencia. Esto tiene que ver con el itinerario
profesional que conforma la praxis médica, lo cual incluye desde las agendas de actores que inciden en esta (especializaciones clínicas pagadas por
empresas farmacéuticas que enfatizan en la capacidad de prescribir medicamentos, por ejemplo) hasta los ritos de paso que estructuran subjetividades y objetos de conocimiento (ver Good, 1994). Si en el encuentro clínico entre psiquiatra y paciente se invisibilizan el efecto de la transferencia
y la contratransferencia de tipo psíquico y emocional en el diagnóstico,
así como el tratamiento de la enfermedad y el seguimiento oportuno, de
mayor forma sucede cuando remiten a la dimensión cultural.
Hay aspectos de la transferencia y contratransferencia que son fundamentalmente culturales, que no se establecen en un plano individual. No es porque
esta persona me recuerde, o me parezca o me caiga bien o mal, sino por la
plantilla cultural sobre la que ese paciente se mueve y la plantilla cultural
sobre la que se mueve el psiquiatra. Y ese tipo de elementos, cuando se contemplan en la práctica, se contemplan de una forma muy poco sistemática,
de hecho, [es importante] simplemente que la formulación cultural llame la
atención sobre eso, sobre que eso tiene valor clínico. (Entrevista personal a
Luis Caballero, 2008)
143
Rubén Muñoz Martínez
3.1 Alcances y limitaciones de su operatividad clínica
Los 75 casos formulados (desde 1996 a 2007, correspondientes a este y
otros servicios de psiquiatría de hospitales de Madrid) en el curso de
FCCP que tiene lugar en el Departamento de Psiquiatría del hospital
Puerta de Hierro de Madrid, ejemplifican los problemas más recurrentes
y relevantes con los que se encuentran los profesionales en su relación
con los pacientes migrantes: barreras con el lenguaje (principalmente con
algunos de origen africano y oriental), dificultades en el diagnóstico de
personalidad normal o patológica, errores críticos en el diagnóstico o en el
tratamiento por factores culturales, limitaciones en el abordaje psicoterapéutico, aspectos complejos o inusuales de transferencia o contratransferencia, y farmacocinética o farmacodinámica inesperadas (ver Caballero,
2009). Según lo registrado en mi trabajo de campo, los psiquiatras atribuyen estos problemas principalmente a factores culturales y lingüísticos.
Estos son los datos sobre la procedencia de los pacientes cuyos casos se
formularon culturalmente: 30 de África (22 de Marruecos, 3 de Liberia, 1
de Guinea Ecuatorial, 1 de Costa de Marfil, 1 de Senegal, 1 de Túnez y 1 de
Nigeria), 27 de Europa (22 de España, 2 de Rumanía, 1 de Escocia, 1 Lituania y 1 de Italia), 14 de América Central y Sudamérica (4 de Colombia, 3
de República Dominicana, 2 de Argentina, 2 de Ecuador, 1 de Guatemala,
1 de Perú y 1 de Uruguay) y cuatro de Oriente Medio y Asia (2 de Irak, 1 de
China y 1 de Irán). La elevada proporción de marroquíes tiene que ver con
el interés que, desde el punto de vista investigativo, generan los idiomas del
distrés de estos pacientes en los psiquiatras españoles.
Como veremos después analizando una formulación cultural en particular, en el caso de los 22 pacientes españoles se consideran la variable
rural/urbana y las minorías étnicas españolas, como los gitanos (Caballero, 2009). Los 75 casos formulados culturalmente en el hospital documentan algunas problemáticas, observadas por los psiquiatras de origen
español que los llevaron a cabo, relativas al padecimiento mental de los
pacientes migrantes o autóctonos que tienen que ver con las consecuencias de las identidades híbridas; el sincretismo de los modelos explicativos
del padecimiento; los factores religiosos (particularmente aquellos asociados con el Islam y el Catolicismo); otras influencias culturales como
las creencias no religiosas que involucran miradas seculares, políticas y
científicas; circunstancias históricas específicas como la transición de la
dictadura a la democracia en la década de los setenta, o las subculturas
144
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
españolas particulares relativas a la juventud, la droga o grupos sociales
y políticos específicos. A su vez, se incluyen pacientes con diagnósticos
específicos de las culturas occidentales (como la fibromialgia, el síndrome
de fatiga crónica, los trastornos alimenticios) o el rol de diagnósticos tradicionales en Europa no definidos en el DSM-IV (por ejemplo, la psicosis
disociativa). En algunos casos (pocos, comparativamente), se analizaron
los elementos culturales del sistema español de atención sanitaria, incluyendo el impacto en la atención de la orientación teórica de los psiquiatras
y otros factores culturales locales relacionados con esta (Caballero, 2009).
Es interesante destacar que la mayor colección de FCCP en la literatura médica internacional comprende los casos de 21 pacientes y se
publicó entre junio de 1996 y finales del 2007 en Culture, Medicine and
Psychiatry. A pesar de este esfuerzo pionero, esta serie está limitada clínica y culturalmente. De los 21 casos, 13 son de Estados Unidos (7 de
asiáticos-americanos, 4 nativos americanos y 2 puertorriqueños), 3 de
Australia (migrantes asiáticos), dos de Indonesia (de Java y otro de Bali),
uno de Malasia (Borneo), otro de Canadá (un migrante marroquí) y uno
de Suiza (un migrante turco). La mayoría son pacientes de países no occidentales (principalmente asiáticos) que migran a países de Occidente
(Estados Unidos en su mayoría). Ninguno es nativo de Occidente (excepto
los nativos americanos) y en casi todos los casos se enfatizan aspectos de la
cultura migrante de origen. Son significativos los factores culturales o subculturales, las relaciones con los países de acogida y los aspectos para la
salud mental involucrados; sin embargo, se omiten o se tratan con menor
detalle. Además, la serie no incluye ningún diagnóstico cuyos aspectos
culturales estén relacionados con las sociedades occidentales (fibromialgia, fatiga crónica, etc.) o que afecten a niños o ancianos (Caballero, 2009).
Este sesgo denota ciertas derivas de la mirada clínica cuando se trata de
abordar lo cultural, bien por omisión, aceptando las categorías dominantes en la sociedad y su inscripción en las representaciones técnicas del
clínico, bien ex profeso, en una suerte de sensibilidad hacia la alterización
de lo cultural como categoría reduccionista y operativa.
Desde el punto de vista de algunas de las problemáticas en el diagnóstico, tratamiento y seguimiento derivadas de la relación terapeutapaciente-institución, pude observar, entre otros, un ejemplo concreto que
remite a la naturalización de ciertas categorías dominantes en la sociedad
articuladas con la trayectoria personal y profesional del psiquiatra. Se trata del sesgo en el diagnóstico y tratamiento basado en los estereotipos del
145
Rubén Muñoz Martínez
profesional con respecto a los miembros de ciertos grupos culturales; es
el caso de la atribución de conductas y cogniciones a personas a las que se
les adscribe una identidad cultural en función del país del que migraron,
su clase social y su género.
Estos son algunos de los estereotipos que pude documentar en el discurso de ciertos médicos en hospitales psiquiátricos de Madrid y Bruselas:
los marroquíes son celosos, posesivos, machistas, desconfiados y tienden
a padecer delirios paranoides. Las personas procedentes de países del Este
no expresan su padecer hasta que es muy grave, por lo general son fríos y
contenidos, lo cual provoca una alerta por la legitimidad de la expresión
del padecer (no simulan ni exageran) en aquellos médicos que presencian
síntomas que requieren una demanda de atención. Algunas de estas cuestiones las desarrollaremos, con mayor detenimiento, en el análisis de la
praxis etnopsiquiátrica en el hospital Brugmann.
Con el fin de entender la aplicabilidad de dicha praxis y sus particularidades y alcances en la relación terapéutica de carácter intercultural,
menciono a continuación dos estudios de caso trabajados durante los seminarios en el hospital Puerta de Hierro. Uno se publicó en la revista Culture, Medicine and Psychiatry (Lemelson y Suryani, 2007) y se refiere a un
caso de posesión ngeb en Bali. El otro se publicó como Formulación cultural de casos psiquiátricos DSM-IV-tr en la clínica (Caballero, Tur y Sanz,
2005); se desarrolló en el mencionado seminario y trata de un adolescente
español que vive en una ciudad dormitorio de Madrid. El caso del adolescente español revela aspectos de interés clínico y etnográfico para la terapéutica intercultural ya que no es necesario considerar como eje de análisis la variable de la procedencia extranjera (con unos modelos explicativos
del padecer exotizados) al abordar cuestiones como el efecto cultural de
la variable rural/urbano y de los grupos subculturales juveniles; al mismo
tiempo, hace patente una interesante visibilización de la implicación de los
elementos culturales subjetivos del psiquiatra en la relación terapéutica.
En este sentido, la referencia a los supuestos implícitos desde los que
parte la praxis clínica es relevante en la FCCP de carácter etnográfico que
realiza el psiquiatra. Dichos supuestos tienen que ver con su trayectoria
sociocultural y se vinculan analíticamente a la contratransferencia experimentada en el proceso de diagnóstico y seguimiento en la consulta. En
este caso, la localidad desde la que opera la biomedicina (y su pretensión
universalista) deviene mediadora del proceso salud-enfermedad-atención/prevención y rotura representaciones técnicas y praxis clínicas en el
146
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
marco del modelo biomédico hegemónico, lo cual facilita, en el mejor de
los casos, la operatividad y eficacia curativa de la consulta. Como mencionan Eisenberg y Helman, las categorías biomédicas influyen en la experiencia subjetiva del padecer; y viceversa (HELMAN, 1978).
Por otro lado, destaca la manera como se presenta la narrativa relativa al distrés del paciente, en el caso publicado por Caballero, Tur y Sanz
(2005), en un marco explicativo que remite al cuestionamiento del poder
de la psiquiatría desde una posición próxima a la antipsiquiatría. A través
de un análisis etnográfico interesado en evidenciar su semiótica local, el
psiquiatra considera este marco de análisis como significativo para el encuentro clínico, si bien, por la intencionalidad ulterior de legitimación del
texto, ejemplifica la necesidad del triunfo de una psiquiatría adaptada y
reflexiva en un mundo complejo de resistencias a sus praxis. Es decir, el
posicionamiento antipsiquiátrico del paciente con respecto al proceso s-ea/p no es otra cosa que una resistencia a la eficacia curativa del dispositivo
biomédico. En este caso, la psiquiatría, como hace la antropología con sus
categorías fundadoras, defiende los campos sociales y de conocimiento en
y contra los que se consolida.
Desde una perspectiva antropológica menos autoetnográfica, la formulación cultural en el caso de Bali trata de abarcar dimensiones del distrés que van desde la médico-biológica hasta la sociohistórica y política en
el relato etnográfico. El eje analítico es la economía política del síndrome
ligado a la cultura denominado ngeb, se parte de la historiografía de su
etiología en el contexto del alzamiento de Suharto en Indonesia, apoyado
por diversas potencias occidentales, y la brutal represión política a aquellas personas sospechosas de ser contrarias a su régimen, a las cuales se
calificó de comunistas. Se estima que, entre 1965 y 1966, milicias paramilitares respaldadas por el ejército asesinaron sistemáticamente entre
500 000 y 1 000 000 de personas.139
El cuadro clínico del paciente no se circunscribe única y exclusivamente a una mirada biomédica organicista e individualizante, ni cultural
y esencialista basada en estereotipos. Con una estructura que se ciñe a los
apartados del DSM-IV descritos con anterioridad, traza un recorrido que
abarca los diversos factores etiológicos que desencadenan la sintomatolo-
139 Dos interesantes documentales de Joshua Oppenheimer muestran la brutalidad de la
represión política y la impunidad hasta la fecha existentes en Indonesia: The act of killing y
The look of silence.
147
Rubén Muñoz Martínez
gía del paciente, subrayando la importancia del contexto sociocultural e
histórico, el cual proporciona en última instancia la plantilla sobre la que
se configura la significación y vivencia del padecer.
Si desde un análisis universalista biomédico canónico se pueden atribuir factores etiológicos orgánicos y, en menor medida, psicosociales de
tipo individual, la formulación cultural en este caso amplia el espectro explicativo del distrés hasta imbricar los modelos interpretativos del paciente (posesión por un espíritu) y los del médico (posible esquizofrenia) en
un marco contextual compartido, en este caso, por toda una generación.
Este es el de la aparición del llamado ngeb: un estado de aislamiento, mutismo y evitación social representado en la sociedad balinesa por la visión
y posesión de espíritus, que tuvo su origen en el mencionado alzamiento
de Suharto en 1965 y la brutal represión política. El relato etnográfico traza un camino etiológico del padecimiento y su sintomatología desde lo
individual a lo colectivo y lo articula con una dimensión política: desde
lo ahistóricamente cultural o biológico hasta la ampliación explicativa del
sufrimiento en la supresión de la memoria social a través de la represión
y del terror generado por el régimen de Suharto, causada principalmente
por el impacto postraumático de haber presenciado la matanza de vecinos y familiares, así como de temer por la propia vida.140 Este enfoque,
al mismo tiempo, problematiza las reificaciones culturales de la etiología
del padecimiento dominantes en diversos estudios sobre los síndromes
ligados a la cultura.
A continuación, discutiremos la relación actual de la FCCP con la
praxis clínica y las implicaciones que sus usos e instrumentalizaciones
puede tener a partir del caso específico del hospital Puerta de Hierro.
140 Desde este punto de vista, el ngeb consiste en una relación con los espíritus que permite
al afectado sobrevivir y compensar los estados de sufrimiento; pero, principalmente, constituye una forma de protesta política, un mutismo contra un régimen de terror.
148
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
4. De la formulación cultural de casos psiquiátricos a la formulación
cultural de la praxis psiquiátrica
A partir del estudio sobre la articulación entre la clínica psiquiátrica y los
recursos etnográficos, considero que la práctica de la psiquiatría cultural
se sitúa en dos ejes de análisis que constituyen límites paradigmáticos con
efectos diversos en el campo terapéutico:
1) El eje conservador disociativo: Promueve la incorporación del elemento cultural a través del traslado transdisciplinar de la etnografía en
la praxis psiquiátrica mediante la separación entre la praxis clínica y la
investigativa. Esto es, realiza una formulación de casos psiquiátricos basada en casos culturalmente relevantes y toma en cuenta la articulación de
otras variables (como las sociopolíticas) en el proceso s-e-a/p, y desarrolla
una praxis medicalizadora y organicista141 (o culturalista) a partir de representaciones esencialistas de la cultura y de la escisión de la dimensión
investigativa del espacio de la consulta.
2) El eje crítico integrativo: Propone la consideración de la psiquiatría
biomédica como una cultura, relativizando su corpus de modelos explicativos del proceso s-e-a/p y sus praxis clínicas para obtener una mejora
en la eficacia terapéutica. Este eje se sitúa en un marco codificado por
el universo cultural organizativo y profesional hegemónico, pero desde
una perspectiva crítica que busca su posible transformación; dicho de otro
modo, propone una formulación cultural de casos psiquiátricos de tipo
investigativo, con alcances en la praxis clínica, que considera la formulación cultural de la praxis psiquiátrica.
4.1 Etnografía y biomedicalización en la praxis clínica:
el eje conservador disociativo
En ambos ejes encontramos una dimensión ideológica y otra material.
La dimensión material es la consulta médica, sus condiciones culturales
organizativas, normativas y físicas. La dimensión ideológica, en el eje
conservador disociativo, remite a una psiquiatría cultural, acrítica, con
el fin de legitimarse afianzando el modelo hegemónico biomédico como
141 Ver la crítica de Pussetti (2010), en Portugal, a este tipo de disociación en la clínica
transcultural; también la realizada, con respecto a la FCCP en el hospital Puerta de Hierro
de Madrid, por Comelles (2007).
149
Rubén Muñoz Martínez
praxis dominante y referencial en la apropiación transdisciplinaria. Una
psiquiatría, pues, que se convierte en un anexo de las nociones, prejuicios
y actitudes estereotipantes y hostiles de la relación biomédica con la alteridad. Se trata de suavizar la visibilización, epistémica y metodológica, de
los límites que conlleva una mirada predominantemente medicalizadora
e intrapsíquica. Además, aborda los efectos en la gestión de las conductas
y la delimitación paradigmática entre normal y anormal, desde una perspectiva esencialista interesada por aquello que comprende significaciones
y representaciones autónomas y de corte exotizante en el pasaje evolucionista del paciente en la relación terapéutica.
Desde esta dimensión ideológica, la psiquiatría interpelada por la alteridad evidencia la articulación de la eficacia terapéutica con el poder
ejercido en la configuración de las representaciones y praxis del modelo
médico hegemónico y sus culturas organizacionales de cuidados. Esto es,
naturaliza el fracaso clínico (y sus efectos iatrógenos) y lo convierte en
patología, o bien en un juicio moral relativo a la cultura del usuario o a su
inexcusable inadaptación como alteridad. De esta manera, se refuerza la
concepción unívoca del corpus homogéneo de la psiquiatría sedimentado
por la cientificidad y, en este caso, se afina gracias al instrumento etnográfico que evidencia las localidades del otro invisibilizando las propias a
través de la universalización.
En el ámbito de la universalización terapéutica, la psiquiatría, reactualizada en su dimensión cultural a través de recursos como la FCCP, ha
pretendido atender en cualquier contexto a cualquier persona, al igual que
otras terapéuticas. Ciertos autores (como Brody, 1997, en Caballero, 1999)
sugieren propuestas de análisis cultural sobre cuestiones como el impacto
de las tecnologías biomédicas y las posibilidades de aplicación de la psiquiatría a la resolución no violenta de conflictos, así como otros asuntos
relacionadas con las poblaciones marginales, los refugiados, los problemas
psiquiátricos asociados al trauma y la tortura, etc.
El riesgo de este eje estriba en su aspiración a reconstituirse en una
suerte de ciencia social psiquiátrica que, como hacía la medicina colonial en los trópicos o en Europa a través de corrientes como la higienista,
desempeñe un papel de microingeniería social en la constitución de lo
definible y abordable como específicamente psiquiátrico, así como en la
consiguiente apropiación (y no reconocimiento) de saberes producidos
por los conjuntos sociales en otros contextos. En este caso, se retoman las
habilidades etnográficas que tuvieron los médicos en los siglos xix y xx
150
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
(Comelles, 1997) mediante el uso de marcos teórico-metodológicos de la
antropología (una perspectiva transdisciplinaria). Esto sucede al cuestionar ciertos elementos inherentes a la praxis médica (como la trayectoria
profesional y sociocultural del psiquiatra) y relegar a una posición periférica las condiciones materiales e ideológicas de producción de las praxis
psiquiátricas (lo cual incluye a la FCCP) determinantes de la imposición
de agendas medicalizadoras o de consideraciones teóricas complejas de la
cultura entendida como dinámica y relacional; pero significadas desde un
esquema interpretativo esencialista en una praxis clínica cuya configuración está hipotecada por el tiempo y obviada por la ideología.
Antes de pasar a la dimensión ideológica del eje crítico integrativo,
me referiré al escenario material en cuyas condiciones y disposiciones organizacionales se articula la praxis psiquiátrica y su vertiente etnográfica:
el marco de la consulta clínica.142 En concreto, trataré brevemente tres aspectos de la consulta psiquiátrica en el hospital Puerta de Hierro, compartidos también por otras consultas hospitalarias de la ciudad: La influencia que en la trayectoria profesional (ver Freidson, 1978) del psiquiatra
ejercen las empresas farmacéuticas en los pasillos y consultas del hospital;
la ausencia de traductores e intérpretes (o mediadores interculturales)
lingüístico-culturales y el limitado tiempo disponible para cada consulta.
Ello se hará considerando la dimensión material como un elemento condicionante de la praxis médica en uno de los dos ejes analíticos relativos
a la conservación o transformación del modelo hegemónico biomédico y
del maridaje con ciertas aproximaciones etnográficas.
142 El cambio que acaba de realizarse en la ubicación del hospital da lugar a una nueva
cobertura con distinta población, así como a una reconfiguración del espacio. Del mismo
modo, factores como la introducción de la gestión privada en el nuevo hospital probablemente jueguen un rol, que se visibilizará con el tiempo, en la modificación de las condiciones
en las que el personal sanitario desarrolla su trabajo, así como en la mayor o menor capacitación y adecuación de camas, medios y servicios para la atención a los pacientes.
151
Rubén Muñoz Martínez
4.2 Las agendas farmacéuticas, la ausencia de intérpretes
y el espacio y tiempo de la consulta
Durante mi trabajo de campo en las áreas de psiquiatría y psicología de
diversos hospitales y asociaciones en España, en entrevistas y conversaciones informales, he presenciado cómo los psiquiatras y otros profesionales
de la salud mental criticaban las limitaciones de la formación psiquiátrica, ya que no aportaba nociones mínimas de procesos básicos como la
abreacción, la contratransferencia o la transferencia. Esto, desde su punto
de vista, se atribuye al sesgo de la formación producido por la influencia
de las agendas de las empresas farmacéuticas, a través de la financiación
formativa (cursos o másteres) e investigativa (congresos). Hay que tener
en cuenta que la trayectoria formativa de los psiquiatras españoles está
marcada por el paso de estudiar medicina general a la formación en la
especialidad psiquiátrica mediada por las agendas mencionadas. La posición periférica que ocupa la psiquiatría en el panorama de las especializaciones médicas coadyuva, según los testimonios documentados, a la
influencia de dichas agendas, con lo que se refuerza la estructuración de
la mirada profesional a través de la demarcación biológico-organicista y
se excluyen praxis y representaciones consideradas pertenecientes a un
ámbito especulativo (por ejemplo, el psicoanálisis).
En mi trabajo de campo en el curso de FCCP impartido en la Área de
Psiquiatría del hospital Puerta de Hierro, mientras esperaba la llegada de
los compañeros y el inicio de las sesiones en el pasillo del Área de Internamiento y Consultas Externas, fui testigo de la presencia de la industria
farmacéutica en el día a día de los médicos. En prácticamente todas las
ocasiones en las que acudí al curso, observé a trabajadores de las empresas
farmacéuticas (coloquialmente llamados farmas por los médicos y pacientes) abordando a los profesionales en los pasillos o saliendo de los consultorios de psiquiatría.
Como pude observar, no solo se dirigían a aquellos médicos con apariencia de médico, es decir, los que vestían el uniforme; tenían también
una gran intuición para abordar a los jóvenes estudiantes que hacían sus
prácticas o residencia, o bien asistían a un curso. Me preguntaba si ya
los conocían con anterioridad o poseían un finísimo olfato que los hacía
distinguir entre posibles médicos, enfermeros, pacientes o familiares de
pacientes.
152
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
En dos de aquellas ocasiones (en la primera estaba sentado junto a los
familiares de un paciente y en la segunda, solo) los trabajadores de las empresas farmacéuticas me preguntaron si era médico. En el segundo abordaje mencioné que investigaba en el campo de la salud mental y entablé
una conversación con una mujer española de unos 38 años sobre el poder
que tenían las empresas farmacéuticas. Le pregunté sobre la fiabilidad de
ciertos medicamentos de nueva generación (su eficacia y sus efectos no
deseados) frente a otros ya validados, por el psiquiatra, con un paciente
concreto a quien le resultaban adecuados para el tratamiento y la remisión
de sus problemas. Ella dijo, tratando de persuadirme sobre la importancia
de su trabajo para la mejora del proceso de atención, que pasaban por controles minuciosos que permitían su uso y lo recomendaban. Insistí en el
caso del hipotético paciente que ya utilizaba un tipo de medicamentos y le
daban resultado, me contestó que la única forma de saber si eran mejores o
no, incluso en esos casos en los que era adecuado un tratamiento antiguo,
era convenciendo a los médicos para que los utilizaran y se reactualizasen
(¿los pacientes no tenían voz ni voto en esto?). Antes de que pudiésemos
concluir la conversación, llegaron dos jóvenes médicos vestidos de paisano, yo los conocía de otras ocasiones, y la situación cambió radicalmente;
la trabajadora de la farmacéutica dejó de interesarse en nuestra plática y
estableció contacto con los médicos (quizá intuyó que mi perfil profesional era otro). En el preámbulo de su despedida, me dijo con orgullo que
la industria farmacéutica tenía tanto peso en EE. UU. que quitaba y ponía
presidentes. En el ámbito de la praxis psiquiátrica en España, Ruiz (2010)
ofrece un estudio ilustrativo del conflicto de intereses entre la industria
farmacéutica y el código deontológico que guía la praxis médica.143 En el
caso de Bélgica, análogo al español por la preocupación que suscita dicho
conflicto, Laperche, Krings, Leroy et alii (2008) mencionan un ejemplo
representativo de la injerencia con ánimo lucrativo de las firmas farmacéuticas que contraviene la operatividad de la intervención médica:
Estamos en la sala de operaciones. En un momento dado, el cirujano le dice
a una enfermera que vaya a buscar un instrumento especial; esta lo hace y
abre el embalaje esterilizado del objeto. El doctor toma el objeto y le pregunta
a su asistente si ha oído hablar de este nuevo instrumento de uso único que
143 Para saber más sobre la situación del conflicto de intereses de los médicos en su relación
con las farmacéuticas, ver Consejo General de Colegios Médicos (octubre del 2005) y Colegio médico (junio del 2006).
153
Rubén Muñoz Martínez
cuesta 300 euros. Le dice que está totalmente inadaptado, que es inútil. Lo
demuestra sirviéndose de él 5 minutos para operar. Efectivamente, tiene pinta
de ser menos práctico y más lento que el clásico bisturí eléctrico utilizado con
anterioridad. El cirujano tira el aparato. El médico que realiza las prácticas de
la especialidad le pregunta por las razones que lo han llevado a utilizar este
material oneroso sabiendo de su inutilidad. El cirujano responde que debido
a un «acuerdo con una firma», está obligado a probar que ha utilizado como
mínimo algunos cada mes. (Laperche, Krings, Leroy et alii., 2008 [Traducción
propia])
Desde hace unos años, el Área de Psiquiatría del hospital Puerta de
Hierro trata de incorporar a mediadores interculturales para solventar
barreras como las de tipo lingüístico y cultural.144 La dimensión lingüística/idiomática está relacionada con la práctica cultural hegemónica en
psiquiatría focalizada en la dependencia del discurso (o capacidad comunicativa) del paciente o de sus acompañantes para llevar a cabo el diagnóstico y tratamiento. Asimismo, también se ve afectada por la procedencia
sociocultural de los psiquiatras (españoles) y su desconocimiento de las
lenguas mayoritarias habladas por los pacientes.
Algunos de los problemas relativos a la entrevista terapéutica, la elaboración de un diagnóstico, el seguimiento del tratamiento y la participación del paciente en el proceso son a) la mala comunicación debida a la
inexistencia de una lengua lo suficientemente compartida (por terapeuta y
paciente) como para ser operativa;145 b) la variación en el vocabulario y la
divergencia entre un lenguaje médico experto y otro profano en términos
de comprensibilidad, pero también de poder en cuanto a la legitimación
que se le atribuye al profesional (ver Jordan, 1993), y c) la polisemia de
un mismo término o concepto en una misma lengua, cuyo significado
está condicionado por contextos culturales de enunciación y referencia
diversos (Muñoz, 2015).
Según lo que he podido investigar, en contextos clínicos de atención
en salud mental (y en otras áreas hospitalarias y de primer nivel) en Bélgica y España, la mediación intercultural propone diversas intervenciones
para los problemas que pueden surgir en las mencionadas situaciones clínicas de multiculturalidad significativa:
144 Para el caso, en salud mental, del hospital Val de Hebrón de Barcelona, ver Collazos y
Qureshi (2010).
145 Ver, entre otros, De Muynck (2004).
154
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
a) Intermediación lingüística/cultural: Además de la propia labor
de traducción e interpretación lingüística, se trata de interpretar y crear
una intersección entre las concepciones culturales relativas a la salud-enfermedad-atención (modelos explicativos de la etiología, el síntoma o la
atención, etc.), que poseen y escenifican los actores con trayectorias socioculturales diversas en los servicios de atención en salud.
b) Promoción de una atención sanitaria igualitaria y sensible a la diversidad cultural: Incluye aspectos como la formación del personal sanitario en competencias culturales e interculturalidad, o bien la promoción en
salud e información de la cultura biomédica y la idiosincrasia del sistema
médico/administrativo local de atención al paciente.
c) Defensa del paciente: Defienden a los pacientes procedentes de minorías étnicas y culturales, como señalan Kaufert y Koolage (1984); hablan
en su nombre, y abogan por sus principales intereses y demandas como
usuarios (Muñoz, 2013b).
Si bien la mediación intercultural se revela como un mecanismo eficaz para la lucha contra la desigualdad en el acceso al sistema de salud;
en la actualidad (2015), las administraciones públicas no parecen estar
dispuestas a invertir en este campo y están recortando en servicios pioneros de mediación intercultural en la Comunidad de Madrid que tenían
una trayectoria y desempeño notables en diversas áreas, como la sanitaria.
Al peso de la presencia de las agendas farmacéuticas en la formación
y la praxis clínica de los psiquiatras, y a la ausencia de traductores, intérpretes, mediadores y competencias culturales se les une la poca duración
de las consultas. Se estima que deben durar cinco minutos, con agendas
asistenciales en ocasiones menores a 10 minutos (ver Consejo General de
Colegios Médicos, enero del 2008), para poder atender a todas las personas que solicitan el servicio. Esto no facilita la puesta en práctica de
conocimientos sobre psicodinámica o competencias culturales; en cambio, sí favorece la concepción de la praxis médica como un dispensario
de medicamentos. Recupero el testimonio de dos compañeras psiquiatras
que asistían al Curso de Doctorado de Psiquiatría Cultural; estábamos hablando de la dificultad de considerar factores socioculturales en la etiología de la enfermedad y dijeron: «Lo más problemático de todo esto son las
condiciones de tiempo y precariedad en que se trabaja, las cuales no te dan
tiempo a prestar atención a las cosas importantes».
La configuración del espacio y la relación diádica de la atención médica (es decir, la privacidad del consultorio) contribuyen también a he-
155
Rubén Muñoz Martínez
gemonizar una praxis cultural psiquiátrica basada en la relación desigual
de poder y la falta de supervisión del ars medica, por ejemplo, al negociar
otras aproximaciones terapéuticas o tener un mayor control sobre las mediaciones y consecuencias de la transferencia y contratransferencia psíquica o cultural en la relación médico-paciente-institución. A su vez, el
confinamiento espacial del psiquiatra, que no conoce el contexto de vida
del paciente ni los factores que pueden incidir en el padecimiento y su
variabilidad de significados, condiciona la inferencia clínica (para el diagnóstico, tratamiento o seguimiento), desde los datos obtenidos durante
un breve encuentro en la consulta. Por ende, resulta fácil sobredeterminar
biológicamente los signos y síntomas en función de la distancia cultural o
social que media entre el psiquiatra y el paciente.
En estas condiciones señaladas, una FCCP a priori enriquecedora (en
términos clínicos) en la praxis psiquiátrica puede derivar en el mencionado abordaje basado principalmente en el uso de psicofármacos o en la
reducción taxonómica de los conocimientos culturales, en una suerte de
racionalidad pragmática en el nombre de la imposición de las urgencias y
condiciones del campo terapéutico.
En otro encuentro que tuvo lugar durante las sesiones del curso en las
que se retomaba el eje temático de la consideración de los factores socioculturales en la etiología del padecimiento, una compañera mencionó que
en su práctica clínica los psicofármacos funcionaban a menudo, pero a un
nivel superficial, puesto que no atajaban la verdadera causa de la enfermedad, que en muchos casos era de orden social. Un paciente le expresó
en la consulta: «Mis síntomas aparecieron cuando me quedé sin casa, lo
que yo necesito para curarme es una casa». A este tenor, sería tan limitada
una perspectiva biologicista reduccionista que pretendiese exonerar al paciente del manejo de su problemática al reducir la etiología de su padecer
a la mayor o menor existencia de litio en su organismo como una perspectiva culturalista que esencializase a la persona y tratase de explicar sus
conductas y expresiones mediante su adscripción a una noción de cultura
reificadora y autoculpabilizante.
En la actualidad, la FCCP no es una práctica sistemática, al margen
de ciertas aportaciones que veremos a continuación, debido a sus limitaciones. Como señala Luis Caballero (entrevista personal. 2008), la FCCP
hoy en día es un epígrafe poco desarrollado de la psiquiatría clínica cuyo
uso resulta excepcional; principalmente, hay que destacar la incompatibilidad entre el tiempo que requiere para llevarla a cabo y el tiempo del
156
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
que se dispone en las consultas. Por otro lado, aunque se han propuesto
modelos de exploración —similares a la entrevista psicodinámica o la entrevista y exploración psicopatológica adaptada (Caballero y Obiols, 2002,
en Caballero, 2007)—, el clínico no dispone de métodos e instrumentos
de exploración rápidos y específicos aceptados por todos. De igual modo,
resultan limitadoras la heterogeneidad conceptual e ideológica de los estudios culturales, la potencial falsa dicotomización entre lo considerado
cultural y lo no cultural (Alarcon 2004, en Caballero, 2009) o la inexistencia de un nexo, aceptado por la comunidad, entre la FCCP y la formulación clínica y biológica de los casos psiquiátricos146 (Caballero, Tur y Sanz,
2005). Veremos a continuación el eje analítico de la FCCP, el cual hemos
denominado crítico integrativo y que se opone dialectalmente al eje conservador disociativo.
4.3 Etnografía y transformación de la praxis clínica:
el eje crítico integrativo
La dimensión ideológica del eje de análisis crítico integrativo es la que
concibe, en línea con lo mencionado por Brody (1997) o Luis Caballero
(entrevista personal, 2008), la formulación cultural de casos psiquiátricos como la práctica de una buena psiquiatría capaz de obtener mejores
resultados en el ámbito clínico, minimizando efectos no deseados contrarios a la curación y fomentando la adquisición de autonomía en los
pacientes. Esto, según Brody, implica inevitablemente la concepción de
que lo cultural y lo social son inseparables, lo cual conlleva la apertura
crítica de las nociones y limitaciones de la psiquiatría dominante en un
ejercicio de cuestionamiento que permita, en sintonía con la propuesta
de Moisseeff (1997), efectos de transformación en la práctica psiquiátrica.
De esta manera, en la praxis clínica se pueden incluir elementos como
la consideración biopsicosocial (y, añadiremos, política) del malestar por
medio de la elucidación que permite una mirada cultural ni reductiva ni
146 Cabe mencionar que algunos de estos puntos son cuestionables, ya que podrían aplicarse
por igual a una formulación clínica y biológica. Por otra parte, a lo largo de los años se han
desarrollado diversas propuestas e instrumentos para la evaluación cultural de casos clínicos
como el IGDA —IGDA Workgroup, IGDA Introducction, Br Psychiatry 2003 (ver Caballero, 2007)—. En la actualidad, el DSM-V ha incorporado algunos cambios en la FCCP (ver
Aggarwal, Nicasio y Desilva 2013).
157
Rubén Muñoz Martínez
esencializadora, así como el análisis reflexivo y relativizador de la cultura
biomédica en la que se instauran la praxis médica y el terapeuta. Desde esta perspectiva, lo que surge tras una problematización de la falta de
eficacia del modelo occidental con los pacientes de origen extranjero, así
como de la hipotética relación entre hibridación y mestizaje de trayectorias y culturas, y salud mental en un mundo globalizado, puede resultar en
una mejora de la praxis psiquiátrica que permita interpelar la no siempre
cómoda ni sencilla relación entre lo cultural y lo estructural, lo público y
privado, lo individual y colectivo. A este tenor, la corriente británica de
psiquiatría transcultural se revela de gran interés, ya que apuesta por un
abordaje del sufrimiento psíquico desde un punto de vista holístico que
aúna la variable cultural con las condiciones sociales y económicas, así
como con las deficiencias en la accesibilidad a los recursos sanitarios y
los procesos que inciden en un diagnóstico erróneo del colectivo de inmigrantes (Littlewood y Lipsedge, 1997). Ahora bien: ¿cómo se puede evitar
separar la concepción teórica de la praxis médica de sus condiciones de
operatividad?
Desde la problemática que en este libro analizamos (la situación de
las praxis estudiadas en el eje del universalismo biomédico y el relativismo
cultural), consideramos que la FCCP en el hospital Puerta de Hierro de
Madrid se ubica en el modelo hegemónico del universalismo biomédico;
y su relativización cultural la sitúa en la dialéctica de los ejes conservador
disociativo y crítico integrativo. Pese a no ser un método de intervención
específico, al margen de un uso puntual, su perspectiva transdisciplinaria
e intercultural permite ciertas aportaciones en la praxis psiquiátrica. Veremos a continuación en qué consisten.
5. Más allá del Robinson Crusoe patogénico: aportaciones
a la praxis psiquiátrica
A partir de la generalización analítica del caso estudiado del hospital
Puerta de Hierro de Madrid, dividiremos en tres las aportaciones potenciales que puede suponer cierto uso de la FCCP, en el ámbito investigativo
y clínico, para la práctica psiquiátrica:
1) La indagación en la trayectoria cultural y profesional del terapeuta: La FCCP permite una potencial exploración en los rituales y pasajes
formativos y profesionales del psiquiatra, los cuales son idiosincrásicos y
158
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
diferentes de otras especializaciones médicas. El ejercicio de objetivación
y relativización de la cultura biomédica y su representante (el médico)
ofrece la posibilidad de abordar, además de la personalidad del terapeuta,
las culturas e identidades que lo conforman y significan; desde (y contra)
las que actúa en su praxis clínica. A su vez subraya el valor clínico de la
subjetividad del psiquiatra en el diagnóstico, tratamiento y seguimiento
del paciente (ver Caballero, 2009). Lejos de ser una variable disruptiva en
la relación médico-paciente-institución, constituye un valor fundamental
para entender la diversidad de manifestaciones de la conducta humana y
sus escenificaciones en el marco de la consulta. Del hecho objetivo observado científicamente y con carácter universal, se pasa al modelo interpretativo, dinámico y particularizable en los contextos y culturas desde los
que los sujetos actúan y significan sus praxis.
2) La sensibilización a la atención sanitaria en la diversidad cultural:
Como hemos analizado en el caso del hospital Puerta de Hierro, la concepción de la diversidad cultural se refiere no solo a aquella que representan
las personas de origen extranjero, sino también a la de los autóctonos. La
FCCP permite sensibilizar a los psiquiatras sobre los diversos itinerarios
socioculturales que los pacientes tienen y la importancia de visibilizar y
erradicar las barreras y prejuicios que se presentan al encontrarse diversos
modelos explicativos del proceso s-e-a/p. Aquí se incluye el conocimiento
de situaciones específicas que pueden incidir en el desarrollo del padecer
y su tratamiento, como es el caso del síndrome de Ulises u otros problemas derivados de la violencia estructural (en términos de Galtung, 1996,
y Farmer, 2003); así como el estrés adaptativo en el caso de los migrantes
o los contextos sociales y las situaciones históricas (y su manifestación en
la interacción con las instituciones de salud o en los idiomas del distrés)
que viven ciertas minorías étnicas autóctonas o colectivos sociales. En este
caso, además de la sensibilización por diversos medios, como los seminarios, se proponen recomendaciones específicas, fruto del trabajo de investigación académica, para integrar los factores culturales en la práctica
clínica (Caballero y Obiols, 2002, en Caballero, 2007), evitar errores en el
diagnóstico y lograr tratamientos más adecuados.
3) La (re)aparición de la consideración clínica de los procesos socioculturales de construcción de la subjetividad y de las narrativas de la
salud-enfermedad-atención/prevención: La FCCP propone considerar un
abordaje clínico biopsicocultural en el cual se conciba que el individuo no
solo pertenece a culturas que lo determinan, sino que las padece, retradu-
159
Rubén Muñoz Martínez
ce, construye e hibrida de un modo particular y dinámico. Esta consideración llama la atención sobre una perspectiva sociohistórica y procesal
en la que se roturan y definen las subjetividades de manera relacional; es
decir, valora una dimensión intersubjetiva del encuentro clínico y la emergencia de la cultura como unidad de análisis.
La FCCP produce una narrativa sobre los sujetos otros a los que está
dirigida, que se diferencia de la ausencia de sujetos y del marco discursivo
de enunciación universalista de la perspectiva biomédica. Esta narrativa
se inscribe en las denominadas por Baumann (2004) como gramáticas de
la alteridad, y refiere a un tipo de biografías sobre los sujetos destinatarios
en contextos de migración. De los tres tipos de narrativas, que corresponden a cada práctica y modelo aquí analizado, la FCCP refiere a la que
hemos denominado, retomando a Certeau (2003) como biografía individualista interpelada.
Esta narrativa emerge a partir de la interpelación que la perspectiva transdisciplinaria, que incorpora la etnografía en la psiquiatría de la
FCCP, realiza de la concepción no biográfica ni relacional del encuentro
terapeuta-paciente-institución revindicando su naturaleza cultural, intersubjetiva e interpretativa. El psiquiatra descentra la concepción universalista de su praxis biomédica, desarrollando técnicas específicas para
el tratamiento del padecimiento de las personas migrantes a partir de la
emergencia de un paciente narrado. Este no es otro que el Robinson Crusoe patogénico, entendido como figura depositaria de la lógica de un encuentro clínico predestinado por la biología y por la ausencia del otro a
partir de la individualización de la explicación de su infortunio. Lo cual
se nos revela colocando en la clínica la importancia etnográfica de visibilizar al sujeto y a las condiciones que producen las narrativas respecto
a él. Ahora bien, en la consulta clínica encontramos un maridaje entre la
hegemonía del dispositivo diádico y de una aproximación farmacológica y
biomédica con el uso puntual del recurso transdisciplinario de la etnografía, el cual se produce, en la praxis actual, desde una autoridad etnográfica
monofónica. En otras palabras, la narración etnográfica es producida por
la voz situada del psiquiatra, incorporando aquello que escucha y observa
pero sin incluir en el relato (de la FCCP) la heteroglosia del punto de vista
del paciente sobre el texto creado.
Para la praxis psiquiátrica, que tiene lugar en la actualidad y no permite, por las condiciones mencionadas, llevar a cabo una formulación
cultural completa, la investigación de la FCCP en el hospital Puerta de
160
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Hierro de Madrid propone varias recomendaciones empíricas que permiten obtener información cultural relevante durante una historia clínica y
su posterior incorporación en la praxis (ver Caballero, 2009):
a) Tener un conocimiento cultural básico del paciente.
b) Desarrollar la entrevista clínica de forma habitual, detenerse solamente cuando se detecten dudas con respecto a aspectos culturales y
realizar un interrogatorio riguroso, pero preguntar de forma empática.
c) Si las dudas persisten y pueden afectar al diagnóstico y tratamiento,
se ha de llevar a cabo una entrevista extra focalizada en los tópicos de la
FCCP con parientes cercanos (del paciente) o informantes clave, o bien
una consulta de literatura relevante.
d) Identificar, en cada sección de la historia clínica, los factores culturales principales en cada subtítulo de la formulación cultural que implican
aspectos relevantes del diagnóstico psiquiátrico o del tratamiento en el
caso, por ejemplo. Hay que remarcar estos factores o advertir su ausencia.
e) Abrir nuevas secciones en la historia clínica para comentarios culturales que documenten los elementos culturales relevantes en un principio no incluidos en el material clínico, pero ulteriormente disponibles.
Añadir este material al texto, como inclusiones editadas (si la formulación
cultural está disponible electrónicamente), adiciones numeradas en los
márgenes del texto o series de pies de página.
f) Recoger las implicaciones del material resaltado y los comentarios
culturales con una narrativa coherente y breve, y etiquetar este apartado
como una valoración cultural general que se ubicará al final de la historia
clínica (Caballero, 2009).
Si bien, por su actual desarrollo y las condiciones de su praxis, es una
práctica periférica y relegada a los márgenes del historial clínico, la explicitación de estos márgenes, cuyo uso temático se considera relevante,
conlleva los potenciales alcances mencionados en contextos clínicos de
multiculturalidad significativa. En resumen, frente a la limitación de una
psiquiatría que solo se ciñe a elementos parciales como los fisiológicos,147
psíquicos o culturales, la aparición de una concepción antropológica del
147 Además, los considera erróneamente; un ejemplo de ello es la poca atención que se presta a la importancia de la etnopsicofarmacología y la variabilidad de efectos y adecuación de
prescripciones según las características fisiológicas ligadas a ciertos factores etnoculturales.
161
Rubén Muñoz Martínez
ser humano y del proceso salud-enfermedad-atención/prevención148 en la
práctica médica posee el potencial de disminuir las limitaciones de una
intervención susceptible de reducir a los pacientes (y sus subjetividades y
contextos de vida) a categorías estructuradas por una nosotaxia museística de las alteridades culturales. También puede hacer hincapié, relativizando la cultura biomédica y sus pretensiones universalistas mediante una
suerte de formulación cultural de la praxis psiquiátrica, en la comprensión
reflexiva de los espacios, las ideologías, las prácticas y, en definitiva, las
localidades desde las que los profesionales de la salud mental actúan.
A continuación, concluyendo con el modelo occidental adaptado en
la diversidad cultural y el caso de la FCCP en el hospital Puerta de Hierro
de Madrid, pasamos al segundo modelo analizado, el etnopsiquiátrico, a
través de la propuesta emblemática por su transformación de ciertas dimensiones culturales, ideológicas y materiales de la biomedicina hegemónica, de la praxis etnopsiquiátrica en el hospital Brugmann de Bruselas.
148 Estas concepciones también las han formulado, no sin contradicciones entre la teoría y
la praxis clínica, autores que tendieron puentes desde la antropología médica a la psiquiatría,
como Fàbrega, Kleinman, Kirmayer o, en Japón, Takeo Doi (1986).
162
PARTE VI: CUANDO EL MÉDICO SE INSPIRA EN EL CHAMÁN:
EL MODELO ETNOPSIQUIÁTRICO
1. De la clínica etnopsiquiátrica en Francia a su emergencia en Bélgica
La primera práctica etnopsiquiátrica, destinada a los pacientes inmigrantes, en hospitales y clínicas europeas la desarrolló Tobie Nathan en el hospital Avicenne de Bobinny (Francia) en 1979. En 1993, fundó el centro
Georges Devereux en París. Dicho centro es una prolongación de la sección de Psychologie Clinique et Pathologique de l’UFR Psychologie, Pratiques Cliniques et Sociales de la Universidad de París 8; desde entonces, ha
experimentado un crecimiento y una diversificación de sus actividades. Si
en un principio acogió, sobre todo, a la población migrante, a lo largo de
los años ha comenzado a recibir también a población autóctona cultural
o socialmente minoritaria, así como a personas que pertenecen a grupos
marginados, víctimas de sectas, etc. Tiene presencia, a su vez, en dominios
como el de la acción humanitaria y los traumatismos deliberadamente inducidos por la violencia organizada.
Actualmente,149 países no francófonos como Italia cuentan con aproximaciones terapéuticas de corte etnopsiquiátrico. Cabe mencionar que,
en el contexto actual de Francia, la aproximación teórico-metodológica de
la etnopsiquiatría también se ha llevado a una consulta (psicológica) en un
colegio de París (ver Duvillié, 2006). En Bélgica, el marco teórico-metodológico y las praxis emanadas del modelo etnopsiquiátrico de Tobie Nathan
empezaron a aplicarse desde comienzos de la década de los noventa en el
hospital Brugmann, así como en varias ONG, en Bruselas (ver Leman y
Gailly, 1991). Algunas se denominaron etnopsicoanalíticas y otras, como
en el particular de Brugmann, etnopsiquiátricas.
149 La temporalidad es siempre la relativa al período en el que se desarrolló la investigación
(2006-2010).
163
Rubén Muñoz Martínez
En la práctica, la distinción entre etnopsicoanálisis y etnopsiquiatría
guarda relación con una movilización de ciertas adscripciones nominales
que establece el terapeuta principal, así como con, al menos en Bélgica,
algunas prácticas específicas y espacios de desarrollo. En Bruselas, ciertas consultas se denominan etnopsicoanalíticas y otras etnopsiquiátricas
a pesar de que, en sus prácticas, no existen elementos empíricos notables
de contraste que constituyan un corpus epistémico o metodológico diferenciador.
Entre las praxis analizadas, la del hospital Brugmann es la única que
se denomina etnopsiquiátrica y el único elemento distintivo que he podido observar con las etnopsicoanalíticas es que las segundas no utilizan los
objetos activos y se dan en ámbitos del medio asociativo. Por lo demás,
ambas parten de la línea común de Devereux y Nathan. En este sentido,
Devereux (1977) defiende que la etnopsiquiatría es la disciplina clínica
cuyo cometido es la constitución de una semiología de enfermedades
mentales, sea cual sea el contexto cultural; por su parte, el etnopsicoanálisis es la rama teórica encargada del marco explicativo de las relaciones
entre cultura y psiquismo.
La praxis etnopsiquiátrica ha emergido en una diversidad de contextos a los que se han articulado, con especificidades diferenciadas, sus
características; esto nos lleva a no considerarla una práctica homogénea,
sino más bien a referirnos, en plural, a praxis etnopsiquiátricas. El eje central migratorio de intervención (su especificidad fundacional) parte de
una problematización que no solo atañe a un modelo de práctica clínica
(asimilacionista) hegemónico e inoperante con este tipo de pacientes, sino
también a un modelo político-normativo de gestión de la diversidad cultural (el modelo multicultural asimilacionista francés). Para ello, la práctica clínica etnopsiquiátrica (promovida por Nathan) le da la vuelta al argumento que hace recaer el fracaso de la terapéutica institucional dominante
con el paciente inmigrante en la adhesión de este a los universos culturales
de su país y sus contextos de origen. Esto es, el padecimiento no surge
por la resistencia a la aculturación, sino por la pérdida de attachments,
traducido en ‘adhesiones’ y ‘recursos’, del migrante que es asimilado por
la cultura dominante del país de destino. En este sentido, las instituciones
(escuelas, hospitales, etc.) funcionan como máquinas de abrasión de las
diferencias culturales (Nathan, 1994 y 2001a). En otras palabras, siguiendo a Díaz-Polanco (2007), las instituciones pueden considerarse parte de
los mecanismos estatales de producción de etnofagia.
164
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
La propuesta clínica del autor se puede sintetizar en cuatro ejes argumentativos que dialécticamente se contraponen con algunas de las aproximaciones hegemónicas de las psicoterapias occidentales: a) una acción
práctica frente a una postura interpretativa; b) la consideración del paciente como experto de la etiología y entidades nosológicas a los que su
padecer remite; c) un posicionamiento crítico con la idea de que la persona está sola en su padecer, siempre estará acompañada de un mundo
espiritual de seres cuya presentación cultural remite a las causalidades del
padecer y a las adhesiones que actúan como mecanismos resocializadores
del sujeto —paso de la ética de la confidencialidad a la ética del testimonio
(Nathan, 1996) a partir del carácter inaugural público de la consulta—, y
d) una teoría terapéutica basada en la influencia y no tanto en el diagnóstico y tratamiento de pretensión objetivista.
Uno de los motivos por los que he decidido analizar la práctica etnopsiquiátrica en el hospital Brugmann de Bruselas es que se trata de una
de las terapias interculturales de la propuesta etnopsiquiátrica más representativas de las que se desarrollan actualmente en Bélgica. Esto es, posee
especificidades que sitúan su cuerpo teórico y su praxis en un escenario
hasta el momento pocas veces franqueado por la ciencia biomédica institucional: un hospital público regulado por el Estado; así como por su
representante en el campo de la salud mental: la psiquiatría. Me refiero
concretamente a la consideración de la psiquiatría como una cultura y al
cuestionamiento de la pretensión universalista de su corpus teórico-metodológico y su praxis, a través de la acreditación y puesta en escena clínica
de ciertas representaciones y prácticas relativas a la salud-enfermedadatención que el psiquiatra considera provenientes de la cultura de origen
del paciente.
En este sentido, la etnopsiquiatría parte de la constatación de que todas las sociedades producen un discurso explicativo de la salud y la enfermedad, y a partir de este diseñan métodos terapéuticos coherentes con
el universo simbólico al que pertenecen. Para su praxis clínica se sirve de
una multitud de sistemas terapéuticos, los cuales no se consideran según
criterios de exclusividad y jerarquía, independientemente de que se fundamenten en el razonamiento científico o se presenten como específicos
de una comunidad étnica, social o religiosa, con el fin de construir un
método terapéutico adaptado al universo simbólico propio del lugar de
procedencia del usuario (Nathan, 1998a).
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Rubén Muñoz Martínez
En el espectro de prácticas existentes en Bélgica, la aproximación etnopsiquiátrica del hospital Brugmann es emblemática, porque utiliza recursos como los objetos activos; con lo que se desmarca de las prácticas
más etnopsicoanalíticas, que prescinden a menudo de ellos, y evita el uso,
considerado abusivo por sus detractores, de técnicas atribuidas a la cosmovisión del paciente como las adivinatorias150 o sacrificiales a través de
terapeutas tradicionales. A su vez, el hecho de que esto se dé en el marco
institucional de un hospital público supone un motivo añadido de interés
en el presente trabajo.
La estructura expositiva de este modelo y aproximación clínica es la
siguiente: en primer lugar, explicaremos cuales son los orígenes y especificidades de la praxis etnopsiquiátrica en el hospital Brugmann de Bruselas,
así como sus elementos emblemáticos, que comparte con otras aproximaciones terapéuticas etnopsiquiátricas, y diferenciadores. Posteriormente,
describiremos seis casos de pacientes, recopilados durante mi observación
participante en las consultas, cuyas trayectorias de búsquedas de atención
y representaciones del proceso s-e-a/p se articulan con los tipos de praxis
y representaciones sociales del etnopsiquiatra y los terapeutas; se ejemplificarán varios modos de operar de la etnopsiquiatría en la arena clínica de
este hospital. Después, analizaremos algunos aspectos de los seis casos a la
luz de las especificidades de la praxis etnopsiquiátrica. Proseguiremos con
una problematización (que se plantea desde hace unos años en un ámbito principalmente teórico y no contrastado con la observación empírica,
con alguna excepción puntual) sobre los alcances, las características y las
implicaciones de estos dispositivos de atención a la personas migrantes;
esta discusión surge a la luz del análisis etnográfico que aquí nos ocupa.
Finalizaremos con un apartado relativo al eje de análisis universalismo
biomédico-relativismo cultural que se relaciona con esta praxis y con algunas propuestas específicas de carácter aplicado.
150 Estas técnicas, como el lanzamiento de los cauris para las personas de origen wolof, se
utilizan con frecuencia en la consultas de Tobie Nathan en París.
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Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
2. La etnopsiquiatría en el hospital Brugmann (Bruselas)
El hospital Brugmann se inauguró oficialmente en el año 1923. Su fundador, Georges Brugmann, era el banquero del rey Leopoldo II de Bélgica.
Fue urbanista y promotor de la colonización; al final de su vida, motivado
por ciertos pesares relativos a la forma de ganar su fortuna (DESIR, 2008),
según dicen, decidió legar parte de su dinero para la construcción del hospital que en la actualidad porta su nombre.
El hospital Brugmann se encuentra en la frontera entre dos barrios:
Laeken, al norte, y Jette, al sur. Resulta interesante destacar el hecho de
que las calles colindantes con el hospital de uno y otro barrio reflejan la
historia y los conflictos entre los médicos de origen católico (de la Universidad Católica de Lovaina) y los liberales (masones y socialistas, de la
Universidad Libre de Bruselas y el Colegio de Altos Estudios). Hacia Jette,
con alguna excepción hecha por los católicos, los nombres de los médicos
católicos; hacia Laeken, los médicos profesores de la ULB, defensores del
laicismo. Tanto Laeken como Jette (y Schaerbeek) tienen una población
de orígenes socioculturales variados. Esto, excepto en algunas áreas del
centro y de los barrios ricos periféricos, ocurre en gran parte de Bruselas.
Desde zonas populares de clase media y media-baja hasta otras, no muy
alejadas, de clase media-alta. Sucede lo mismo en cuanto al porcentaje de
población inmigrante.
Arquitectónicamente, el hospital fue único en la época, ya que se trataba del primer hospital horizontal, trazado a partir de las recomendaciones de los médicos jefes de servicio. La concepción en pabellones permitiría limitar los riesgos de contaminación y respetar el medioambiente
y la planificación del territorio. Su creador fue el famoso arquitecto modernista Victor Horta. Sin embargo, aunque se ha considerado un ejemplo de modernidad, no pertenece al art nouveau (Horta pensaba que las
curvas y redondeces no convenían a una arquitectura hospitalaria (web:
Brugmann)). Los distintos edificios se encuentran en el medio de jardines
comunicantes. El hospital de Schaerbeek, Paul Brien, se unió al hospital
Brugmann en el año 1999. Hoy en día es un hospital universitario concertado con la Universidad Libre de Bruselas.
En 1991, varios psiquiatras que trabajan en el hospital Brugmann comenzaron a plantearse la posibilidad de incorporar las aproximaciones
teórico-metodológicas de la etnopsiquiatría, que estaba emergiendo en
Francia de la mano de Tobie Nathan (con el cual mantenían contacto), con
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Rubén Muñoz Martínez
el objetivo de mejorar la eficacia terapéutica con los pacientes de origen
extranjero. Gracias a la sensibilización respecto al problema de las limitaciones de una praxis monocultural en un contexto de diversidad cultural y
al trabajo en esta dirección,151 consiguieron superar algunas de las barreras
de la cultura organizativa y administrativa del hospital e incorporaron,
en un principio, la asistencia de varios profesionales de la salud mental
a la consulta psiquiátrica convencional (Entrevista personal Woitchick,152
2006).
Tras la fundación del centro Georges Devereux en París en aquél período, se pensó en crear uno de iguales características en Bruselas. Debido
a la conveniencia de mantenerse en el seno de un hospital público y no
convertirse en un centro específico para inmigrantes (ibid.), este proyecto
se desterró y la consulta de etnopsiquiatría se mantuvo en el interior de
la estructura hospitalaria de Brugmann y la red de atención médica de
derecho común. En su carácter inclusivo, derivado de su emplazamiento
y adscripción al sistema público, encontramos uno de los ejes que resaltar,
significativamente diferenciado de otras praxis externas a la red pública de
atención médica en Bélgica u otros países, como Francia.
La consulta, ubicada en el pabellón de consultas del Área de Psiquiatría, tiene lugar todos los jueves por la tarde (de 13:00 a 19:30), la duración
de cada sesión oscila entre una y dos horas. La duración de la terapéutica
varía según el paciente y su problemática. Por lo general, no se cita a los
pacientes más de una o dos veces al mes y, de media, se llevan a cabo cinco
o seis sesiones. Cabe mencionar que siempre es el paciente quien escoge
la duración de cada sesión y las nuevas citas. El número de consultas etnopsiquiátricas mensuales en Brugmann oscila alrededor de las dieciséis
(cuatro por semana).
El espacio en el que se desarrollan es uno de los despachos, donde
acontecen las consultas convencionales durante la semana; el lugar está
habilitado de tal forma que los terapeutas (entre diez y quince), el paciente
y sus acompañantes forman un círculo junto con el etnopsiquiatra. En este
caso, la mesa, frontera simbólica (sobre la que se prescribe el diagnóstico/
151 En ese período comenzaron a debatirse, en el panorama nacional belga, las problemáticas del acceso a la atención médica de la población de origen extranjero y la necesidad de
medidas como la mediación intercultural sanitaria, con lo que se cristalizaron las primeras
políticas públicas en este sentido (ver Muñoz, 2010).
152 Director del servicio de etnopsiquiatría en Brugmann.
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Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
tratamiento y se asignan los roles según las posiciones en uno u otro lado)
entre el terapeuta y paciente, se lleva a un rincón, con lo que se abre el
espacio para el grupo. En dicha disposición espacial los terapeutas ocupan un lugar, elegido arbitrariamente y sin una codificación expresa, y el
psiquiatra se sitúa por lo general algo más adelante, frente al paciente, sin
llegar a estar en medio del círculo.
Inspirándose en la teoría del espacio intermedio de Winnicot (Nathan,
1986), esta configuración trata de promover la emergencia de una zona
común entre el paciente y los representantes institucionales (terapeutas)
que no sea ni la sociedad de origen ni la de destino. De este modo, por medio de la particular metodología etnopsiquiátrica, el espacio intermedio
permite operar más allá de la relación conflictual u ordinaria para constituirse en un territorio binario conector de dos culturas: la del paciente, de
origen migrante, y la de la cultura biomédica autóctona.
En el exterior, los pacientes y acompañantes esperan en una sala en
la que hay varias filas de bancos dispuestas también en círculo. Una de las
premisas de la aproximación que se lleva a cabo en esta consulta (que no
es solo propia de la etnopsiquiatría) es que la sesión terapéutica comienza
en el exterior con la relación que tienen los pacientes, familiares y acompañantes entre sí. En ocasiones, de manera fortuita, algún terapeuta se
encuentra también fuera e interactúa con los pacientes.
Además de la consulta principal, existen otros dos tipos de actividades en torno a esta: las sesiones formativas (que tratan de reflexionar, con
el grupo, sobre la mecánica curativa del dispositivo) y las sesiones clínicas
complementarias en las que el etnopsiquiatra se reúne a solas, o acompañado de uno o dos (co)terapeutas, con el paciente y, si es el caso, los
acompañantes de este. Al igual que la coordinación de las consultas, ello
será determinado en todo momento por el etnopsiquiatra.
3. Características de su praxis clínica
Con el fin de desarrollar una metodología adaptada a los itinerarios socioculturales de sus pacientes y de mejorar la eficacia curativa, la práctica
etnopsiquiátrica de Brugmann relativiza algunos de los principios dominantes en las psicoterapias occidentales inspirándose en técnicas atribuidas a ciertas terapéuticas llamadas tradicionales. Las especificidades
metodológicas de la consulta etnopsiquiátrica del hospital se vertebran
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Rubén Muñoz Martínez
en torno a tres puntos: a) el grupo, multidisciplinar y multicultural, de
terapeutas y su organización espacial; b) el discurso sobre el paciente, y c)
el uso de los objetos activos. Explicamos, a continuación, quienes son los
terapeutas, los pacientes, sus demandas y el tipo de aproximaciones clínicas en función de estas. Después, analizamos los tres puntos mencionados
a partir de la descripción de seis casos clínicos compilados durante mi
trabajo de campo.
3.1 Los participantes en la mecánica curativa
La consulta etnopsiquiátrica del hospital Brugmann está constituida por
un etnopsiquiatra, que centraliza el desarrollo de la sesión clínica —en
línea con la corriente etnopsiquiátrica fundacional en Europa, defendida
por Moro (1998a) y Nathan (1998b)— y un grupo de colaboradores denominados terapeutas o coterapeutas, indistintamente. La concepción del
coterapeuta guarda relación con las funciones que su saber experto y su
integración en el dispositivo clínico desempeñan en la mejora de la eficacia terapéutica. El número de terapeutas que se encuentra en las consultas
es variado. Marie Rose Moro (1998a) señala que, tradicionalmente, han
existido dos grupos: el grupo grande, que lo conforman entre ocho y doce
terapeutas, y el grupo pequeño, entre cuatro y seis; es preferible que la formación de estos profesionales provenga de la psiquiatría o psicología.
Esto, que se debe a criterios de mejora en las dinámicas terapéuticas del grupo frente a la dispersión por un excesivo número y la posible
ausencia de un habitus clínico, tiene implicaciones en la praxis etnopsiquiátrica. En este caso, el número de terapeutas oscila entre los diez y los
quince; y pueden acudir hasta un máximo de veinte (entrevista personal
a Woitchick, 2006). En su gran mayoría son mujeres, sus edades están
comprendidas entre los 24 y los 65 años. La formación académica de los
terapeutas, al igual que en otras aproximaciones etnopsiquiátricas, con la
excepción de la propuesta de Moro, abarca la psicología (con especialidades tan variadas como la psicopedagogía, la criminología, la clínica, etc.),
la psiquiatría, la antropología, el trabajo social, la enfermería psiquiátrica
o la sociología. En Brugmann, a diferencia de lo defendido por Nathan
(1998b), no es necesario que todos los participantes tengan conocimientos
clínicos.
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Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Las trayectorias y adscripciones socioculturales de estos son muy variadas. Todos los terapeutas de orígenes culturales alóctonos hablan sus
lenguas maternas y el francés, en algunos casos esta es su propia lengua
materna. El etnopsiquiatra ha nacido en Bélgica, si bien sus padres son de
origen polaco (padre) y sueco (madre). Los terapeutas proceden de países
diversos, como Bélgica, Congo, Uganda, Ruanda, Senegal, Turquía, Marruecos, Túnez, Italia, España, Francia, Holanda, Chile, etc. El mestizaje
del grupo de terapeutas tiene objetivos variados como el de la materialización de la alteridad y su transformación en catalizador terapéutico.
Las vías de llegada de los (co)terapeutas son muy heterogéneas. Una
tercera parte del grupo (aproximadamente, ya que este es variable en cada
sesión) realiza prácticas en el último año de su carrera o posgrado y son
enviados por la Universidad Libre de Bruselas, principalmente, u otras.
Otros (como fue mi caso), en un porcentaje menor, son investigadores o
estudiantes de doctorado. Por otra parte, existe un grupo de unas cinco o
seis personas, con cierta cohesión y regularidad en la asiduidad, que acude
habitualmente desde años atrás; mayoritariamente son profesionales de la
salud mental, educadores y trabajadores sociales. Estos colaboran en una
modalidad del tipo voluntariado, ya que ninguno de ellos, a excepción del
psiquiatra, recibe una remuneración económica por esta actividad. En el
particular de este grupo, su motivación es aprender, para su trabajo o interés personal, de las sesiones etnopsiquiátricas, así como contribuir con su
presencia en su desarrollo y devenir.
A excepción de los estudiantes que realizan sus prácticas, la presencia del resto de los participantes no está planificada de antemano, por lo
que puede acudir quien así lo desee y haya hablado previamente con el
etnopsiquiatra. Por lo general, el etnopsiquiatra mantiene una actitud de
apertura y acepta las solicitudes de los candidatos para formar parte del
grupo. En otras consultas de etnopsiquiatría en Bélgica, como las que se
desarrollan en ciertas ONG, el acceso es más restringido. Lo mismo sucede en el centro Georges Devereux de París: la única vía de acceso como
coterapeuta es, además de la invitación, ser estudiante de uno de los posgrados vinculados al centro. Los coterapeutas pueden acudir a tantas sesiones como consideren oportuno, sin ningún tipo de condición. Estas
particularidades tienen implicaciones diversas en el desarrollo y las características de la consulta.
Las intervenciones de los terapeutas en la consulta no están programadas con anterioridad, sino que surgen de su espontaneidad y buen cri-
171
Rubén Muñoz Martínez
terio. Cabe señalar que las implicaciones de las intervenciones y los condicionantes a la hora de mostrar un tipo de opinión no son equiparables en
los terapeutas que realizan sus prácticas de fin de carrera o posgrado allí y
deben ser evaluados y en los que acuden, por motivos diversos, como en
mi caso, sin una vinculación académica directa con la Universidad Libre
de Bruselas y el etnopsiquiatra. Si bien la colaboración y las intervenciones
de los coterapeutas son por lo general frecuentes, el papel principal en las
consultas lo tiene el psiquiatra. Esto ha sido así en todas las consultas a las
que he acudido en el hospital Brugmann y, por lo que he podido saber,
sucede de igual forma en las demás sesiones de etnopsiquiatría existentes
en Bélgica. Es esta una línea metodológica común a toda praxis etnopsiquiátrica. Como defiende Moro (1998b), las intervenciones terapéuticas
del grupo estarán siempre centralizadas por el terapeuta principal.
El campo social médico institucional del hospital Brugmann, así
como el itinerario y la formación del psiquiatra inciden en algunas de las
particularidades de la práctica. En este sentido, la selección y coordinación de ciertas estrategias metodológicas, y la exclusión de otras, guarda
relación con el criterio del etnopsiquiatra que ha implementado y dirige
la consulta, así como con las dinámicas que se instauran entre los participantes. También influye el escenario, sujeto de forma tácita o explícita
a las normativas, culturas organizativas e interacciones del campo social
hospitalario público.
La práctica de los objetos activos constituye un elemento representativo de los límites en la articulación de representaciones sociales y técnicas, esquemas simbólicos y marcos ideológicos de atención médica. Dicha
práctica es un elemento constitutivo y emblemático de esta consulta. Es
interesante destacar que no existe una supervisión oficial, llevada a cabo
por evaluadores o inspectores, del desarrollo de la consulta; sin embargo, por sus características, está sujeta a una revisión testimonial cotidiana
por parte de sus participantes, algunos de los cuales pertenecen al propio
hospital (por ejemplo, los mediadores interculturales que ejercen de traductores/intérpretes lingüísticos y culturales) o a otros hospitales públicos
o instituciones de tipo social, jurídico, educativo, etc.
En aquellas sesiones en las que el paciente no habla francés, está presente un intérprete profesional, el cual puede pertenecer al propio hospital
o, con más frecuencia, es miembro del entorno comunitario del paciente,
como pude observar. En el caso de ser profesionales reciben una retribución económica bien por el propio paciente, bien por el CPAS, previa
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Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
solicitud administrativa del etnopsiquiatra en Brugmann. En la consulta,
el etnopsiquiatra percibe la interpretación como material terapéutico fundamental para la curación. Además, en línea con lo señalado por Nathan
(1998b), se defiende la idea de que discutir abiertamente la traducción de
las palabras del paciente y de su familia convierte al paciente en aliado y
experto en la exploración de la etiología del trastorno psicológico.
El escenario ideal para el etnopsiquiatra, en Brugmann, es que haya
siempre un intérprete, aunque la persona (de lengua materna no francófona) hable perfectamente el francés, ya que la interpretación será cultural además de lingüística y se considera que la exploración semiótica
es más rica si se hace en la lengua natal del paciente. Sin embargo, en la
práctica, cuando no es estrictamente necesario, no hay intérprete. Esto se
debe principalmente a que no es fácil encontrar a aquellos que manejen
la interpretación de manera profesional y que cuenten con experiencia en
el ámbito psiquiátrico; un contexto clínico en el cual cuestiones como la
proximidad al entorno del paciente, la falta de experiencia en el manejo
de material terapéutico sensible (sus contratransferencias no percibidas y
gestionadas) o los aspectos de indefinición en lo que se refiere al papel que
debe desempeñar pueden interferir, desde el punto de vista de la delimitación de sus roles, en su labor y en la de los terapeutas.
En este último sentido, he podido observar que algunos intérpretes
tratan de desempeñar la labor del terapeuta y otros, o los mismos en ocasiones, la del paciente. Así, sustituyen sus palabras con sus supuestos implícitos o, directamente, suplantan su papel como receptores de la terapia.
Sin embargo, cuando es oportuno, nunca de forma sistemática, los (co)
terapeutas que hablan la lengua materna del paciente desempeñan esta
función. Con el fin de promover la expresión fluida del paciente y de no
ejercer de supervisor de su discurso al enfrentarlo espacialmente, el intérprete se ubica siempre junto a este (y a su familia o acompañantes); en
frente queda el etnopsiquiatra.
Si lo requiere la intervención, se pide al paciente que venga con algunos familiares o con los profesionales que están llevando su caso clínico
o que, en otras instancias, mantienen relación con él (psicólogos, trabajadores sociales, educadores, etc.). El objetivo es proporcionar información
sobre el paciente y tener la oportunidad de explorar otras narrativas y representaciones de su padecer.; de esta manera, se adquieren competencias
de tipo cultural y un conocimiento más amplio de su dolencia. Los acompañantes, como propone Nathan, acudirán en las primeras sesiones para
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Rubén Muñoz Martínez
posteriormente ser invitados a formar parte del grupo de coterapeutas y
permanecer en este el tiempo que consideren oportuno.
En un sentido inverso, el etnopsiquiatra recomienda a los coterapeutas que traten de salir de la consulta e ir a las casas y los barrios en los que
viven los pacientes para obtener más información sobre su padecimiento.
Esto se ha puesto en práctica en alguna ocasión, como se verá después;
el etnopsiquiatra y los coterapeutas han visitado el contexto del paciente
a partir de una invitación de este. Comparto esta idea, ya que considero
que no es igual la forma cultural/conductual de presentarse que tiene una
persona o colectivo (como la familia del paciente) en un hospital que, por
ejemplo, en su hogar o barrio. Por otra parte, con las precauciones necesarias para no convertirse en una suerte de comité higienista de salubridad mental, se puede obtener información significativa para la eficacia
terapéutica sobre el paciente y su padecimiento a través de la observación
in situ de sus contextos de vida. Además, ello tiene otras implicaciones
potencialmente beneficiosas para el paciente, como veremos después.
3.2 La llegada de los pacientes a la consulta
El motivo principal por el que los pacientes son enviados o acuden a la
consulta son las dolencias atípicas atribuibles a especificidades culturales
o relativas al vector migración. Si bien las especificidades culturales son la
puerta de entrada por la que acuden a la consulta, no intervienen siempre ni son objeto de problematización o un factor etiológico prioritario
en la dinámica terapéutica. En cambio, son frecuentes otras especificidades, como las psicosociales o mediadoras (de pareja o sociolaborales, por
ejemplo).
Los actores que influyen en esta etapa del itinerario terapéutico del
paciente (correspondiente con la llegada a la consulta etnopsiquiátrica de
Brugmann) son muy diversos: algunos de ellos son enviados por psiquiatras de otros hospitales o por consultas en el propio Brugmann. Otros
llegan derivados de centros de asistencia social estatales (como los centros
de acogida de menores) u ONG que conocen este tipo de terapéutica. Asimismo, muchos acuden por el boca a boca. Esto sucede principalmente al
conocer a alguien en su comunidad que fue tratado en dicha consulta, o
bien a través de alguno de los intérpretes que previamente han participado
en ella; esto incide en la recurrencia de atención a ciertos perfiles pobla-
174
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
cionales de origen de los pacientes, puesto que provienen de las mismas
comunidades lingüísticas y culturales. Este fue el caso, durante mi trabajo
de campo, de algunos pacientes de origen turco derivados por el mismo
intérprete.
Con respecto a los perfiles socioculturales de los pacientes, estos son
muy diversos. Por lo general, el perfil socioeconómico suele ser de clase
media y media-baja; sin embargo, hay también casos puntuales de personas que provienen de clases media-alta e incluso alta. Las procedencias
culturales son, a su vez, muy heterogéneas. Los dos grupos poblacionales
más numerosos son los de origen marroquí y turco, así como, en menor
medida, de otras áreas del Magreb (Túnez), de África Central (Ruanda
y Congo) y de África Occidental (Senegal). También hay pacientes que
provienen de países de Europa del Este y Latinoamérica. En algunos casos
muy esporádicos el paciente es de Europa Occidental (y Bélgica).
El tiempo de residencia en Bélgica de los pacientes de origen extranjero es muy variado, algunos acaban de llegar de sus países de origen o de residencia, o llevan casi toda su vida viviendo en este país. Los que nacieron
en Bélgica pertenecen mayoritariamente a las llamadas, desde una problemática concepción que los vincula a su filiación como extranjeros (ver
Sayad, 1981), segundas generaciones. Por otra parte, las edades también
son variadas: desde bebés hasta hombres y mujeres ancianos (entre 70 y
80 años). No se excluye a nadie por su estatus jurídico-administrativo o su
capacidad económica para afrontar el sistema de copago belga (entrevista
a Woitchick, 2006). En este sentido, el pago de la consulta se lleva a cabo a
través de la mutualidad o el centro público de asistencia social (CPAS), dependiendo de la situación socioeconómica del paciente. En algunos casos,
si por las trabas administrativas o la situación administrativa del paciente
se dificulta el reembolso por parte del CPAS, la consulta será gratuita (ver
discusión sobre la dificultad de reembolso en este tipo de consultas de
Leman y Gailly, 1991).
De acuerdo con el protocolo de actuación del etnopsiquiatra, la primera vez que un paciente acude a la consulta y no conoce su funcionamiento, se debe realizar una entrevista previa a solas o en compañía de
uno o dos terapeutas. Sin embargo, en ocasiones parece no ser lo suficientemente adecuada para detectar si este tipo de dispositivo es o no idóneo.
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Rubén Muñoz Martínez
3.3 Modelos explicativos y tipos de intervención terapéutica
Según la propuesta etnopsiquiátrica, la consulta es un espacio abierto al
encuentro entre diferentes narrativas explicativas del proceso salud-enfermedad-atención/prevención. Ateniéndome a lo observado en el trabajo de
campo y con la cautela propia de este tipo de ejercicios que sirven para la
clasificación y el análisis, ya que las presentaciones culturales de los actores en el campo de la sesión clínica son dinámicas y relacionales, distingo
entre varios tipos de narrativas explicativas del síntoma y la etiología del
distrés por los que los pacientes acuden a la consulta: a) personas que no
presentan ningún tipo de síntomas, o estos son de tipo leve, y en las que
no existe un discurso relativo a la enfermedad; b) personas con dolencias
psíquicas moderadas o agudas en cuyas representaciones y discursos relativos a los síntomas predomina el universo biomédico; c) personas con
dolencias psíquicas moderadas o agudas en cuyas representaciones y discursos relativos a los síntomas no predomina el universo biomédico y sí el
de otras representaciones y nosologías (Muñoz, 2013c).
Según lo observado en la consulta, este último caso se puede dividir
en dos variantes: c1) el paciente posee un modelo explicativo sobre su dolencia que puede remitir en mayor o menor medida a ciertos universos
simbólicos y culturales, como la magia o la brujería, y su deseo es permanecer en las representaciones que reenvían a este modelo; c2) el paciente
explora la causa de su dolencia por medio de las herramientas que se dirigen a la anterior cosmovisión; sin embargo, acude a la consulta para que le
ofrezcan una explicación de tipo biomédico que le permita dar un sentido
y control, que de otra forma no tiene, a su situación. En ocasiones el paciente remitirá indistintamente a ambos sin adscribirse discursivamente
por exclusión a uno u otro universo en el contexto de la consulta.
Por otra parte, como veremos en el caso de un paciente de origen
kurdo (turco), acuden algunos pacientes con sintomatologías, cuyas explicaciones etiológicas aluden o no al universo cultural biomédico, nunca
vistas con anterioridad.
En lo que respecta a la aproximación teórico-metodológica del proceso salud-enfermedad-atención/prevención por parte de los terapeutas
y el psiquiatra, cabe realizar la siguiente clasificación: a) por un lado, las
personas que no necesitan una terapia (etno)psiquiátrica clínica como tal,
sino una práctica del tipo del acompañamiento o la mediación sociofami-
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Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
liar (en relación con su pareja, hijos, etc.);153 b) aquellas personas que específicamente precisan de la terapia etnopsiquiátrica, y c) las que, además
de la terapia en la consulta de etnopsiquiatría, requieren de una terapia
complementaria (por ejemplo personas víctimas de torturas, abusos, violaciones, etc.). (ibid.)
A excepción de los pacientes belgas, que representan un porcentaje
muy pequeño, las causas atribuidas a dolencias (explicitadas por los terapeutas y el etnopsiquiatra o por algunos pacientes que enfatizan dicha
dimensión) reenvían casi siempre, de una forma mayor o menor, a su trayectoria migratoria; por ejemplo: proyectos de vida que han comprometido un desplazamiento migratorio, relación conflictiva con los mundos de
origen y destino, etc.
Si bien, a efectos prácticos, en muchos casos no se puede excluir la
mediación sociofamiliar de la intervención clínica (esta división es meramente analítica, ya que a menudo existen las dos aproximaciones de forma
simultánea y siempre se dan en un marco teórico-metodológico y práctico
clínico), mencionaré cuáles son algunas de las demandas de atención en
ambos particulares. En el cuadro de la praxis etnopsiquiátrica, con un carácter de mediación sociofamiliar motivada o no por el factor migratorio,
hay pacientes cuyas dolencias remiten a conflictos con sus parejas y familias, y no revisten la gravedad de desembocar en una psicopatología ni se
inscriben necesariamente en el área preventiva de la salud mental.
En el terapéutico se pueden encontrar desde sintomatologías propias
del mal de Ulises (Achotegui, 2006) (trastornos de estrés reactivo, ansiedad, depresión, etc.) con un carácter leve, moderado o agudo hasta dolencias postraumáticas, debidas a la violencia organizada (de tipo político o
derivadas de sectas, psicoterapias, etc.), con sintomatologías pertenecientes, por ejemplo, a los trastornos del comportamiento. Por otra parte, hay
casos de mayor gravedad, que se derivan de las etiologías anteriores o de
otras, como los trastornos psicóticos.
La duración de la terapia varía según el paciente. No se cita, por lo
general, a los pacientes más de una o dos veces al mes y, de media, se llevan a cabo cinco o seis sesiones en total. Algunos son redirigidos a otras
consultas para llevar a cabo terapias concretas con relación a su dolencia,
como en el caso referido de las terapias complementarias; después, pue153 No obstante, con una función mediadora, el dispositivo grupal también atenderá a estas
personas.
177
Rubén Muñoz Martínez
den volver o no a la consulta de etnopsiquiatría. Otros acuden a la etnopsiquiatría durante una o dos sesiones; y algunos lo hicieron en el pasado y
reaparecen al cabo del tiempo.
El arte clínico en la praxis etnopsiquiátrica (y sus implicaciones técnicas y éticas para el devenir de la consulta y la eficacia terapéutica) conlleva
diversos desafíos. Uno de ellos, desde mi punto de vista, es análogo al que
Jaffré y Sardan (1999) achacan al enfoque de la antropología médica. Es
decir, a la hora de abordar la etiología de sintomatologías y dolencias que,
partiendo del modelo explicativo del paciente en este caso, remiten a referentes culturales del proceso s-e-a/p no biomédicos, se trata de no caer
ni en la trampa médica, ni en la trampa de sentido. La primera consiste en
reducir sistemáticamente a categorías biomédicas (sin problematizar el carácter cultural de estas, añadiré yo), por ejemplo, las representaciones de
la enfermedad, aislando los hechos sociales y culturales de la enfermedad
al constituirla como un objeto de conocimiento autónomo. La segunda
hace hincapié en el hecho de que la sociedad (y la cultura) entera esté implicada en la enfermedad154 y su modelo explicativo: sedimenta el peso de
la interpretación en excesos holísticos y de simbolismo relacionados con
el trastorno sociocultural, por carencia de adhesiones culturales al contexto de origen, de los universos y pasajes migratorios del paciente.
Veremos seguidamente en qué consiste la propuesta teórico-metodológica de la praxis etnopsiquiátrica en Brugmann y cuáles son algunos
de sus desafíos y alcances mediante el análisis de seis casos clínicos compilados durante mi trabajo de campo y la exploración etnográfica de las
narrativas (de los terapeutas y del etnopsiquiatra) en ciertos marcos de
interacción, como es el caso de las discusiones entre consultas, así como al
comienzo y al final de estas.
4. Seis estudios de casos clínicos desde la etnografía
Siguiendo las tipologías, descritas con anterioridad, relativas a los tres tipos de intervenciones (mediación sociofamiliar, terapia etnopsiquiátrica
y terapia etnopsiquiátrica con apoyo de otras consultas) y las representaciones del proceso salud-enfermedad-atención por parte del paciente y los
154 Como en el caso de atribuir el trastorno del cuerpo con un trastorno social y de pensar
que toda curación pone siempre en juego a la comunidad y que comprende su relación simbólica con el cosmos.
178
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
terapeutas, describo seguidamente seis estudios de caso recopilados durante mi participación en las consultas. Debo mencionar que la organización y sistematización de la información, en subapartados acordes al área
de las narrativas descritas, está ajustada a la necesidad de cada caso, por lo
que su contenido y extensión son diferentes. Esto se debe a la variabilidad
de la observación que llevé a cabo en seis meses consecutivos, así como al
tipo de información obtenida y a su pertinencia temática.
4.1 Un ejercicio de mediación sociofamiliar
en la etnopsiquiatría clínica
Caso 1: S., paciente de Uzbekistán, mujer (40 años)
El caso de S. puede clasificarse dentro de los de las personas con trastornos
moderados, en los que predomina un discurso de tipo biomédico u occidental. En su particular, los síntomas están referidos principalmente a la
ansiedad (con trastornos de tipo leve como los del sueño).
Presentación y llegada a la consulta
Llegó a la consulta hace casi un año por medio de un conocido. Es ingeniera de formación y vive en Bruselas desde hace diez años, aproximadamente. En la actualidad está inscrita en el CPAS, cobra la renta de inserción mínima (700 €). Se niega a trabajar en los trabajos que le ofrecen,
principalmente como trabajadora del hogar. Es una persona con un nivel
cultural alto. Con anterioridad vivió en Alemania, donde reside su exmarido y a donde está pensando volver a vivir próximamente.
Ha seguido, de manera puntual y con la supervisión del etnopsiquiatra, algún tratamiento con ansiolíticos, así como con medicamentos contra el insomnio para evitar que este descompensase lo logrado hasta el
momento en lo referente al control de la ansiedad.
Su actitud en la consulta es desenvuelta. Habla de forma desenfadada,
domina el francés con bastante soltura y no parece manifestar ningún tipo
de trastorno, al menos en este contexto. Esto lo infiero porque su discurso,
su interacción, la conciencia de las problemáticas que en ella desencadena
la ansiedad y las formas de actuar al respecto son claras y están muy bien
estructuradas.
179
Rubén Muñoz Martínez
Narrativa de la etiología del distrés
En la consulta hemos hablado de algunos de sus problemas recientes,
como la decisión de ir a vivir o no a Alemania, donde residió durante seis
años, y de las connotaciones que eso tiene en dos ámbitos. Por un lado, el
personal, ya que su exmarido vive allí; por otro, los significados (mediados
por la historia) que Alemania tiene para ella y su difícil adaptación al país.
Nos ha mencionado que las personas en Alemania son frías y distantes,
y en ocasiones la atmósfera le recuerda a la guerra y al fascismo. En lo
relativo a sus decisiones vitales, ir a Alemania tal vez le proporcionaría la
posibilidad de un trabajo, lo cual le resulta poco accesible en Bélgica. Por
otra parte, en el caso de quedarse desempleada, allí no tendría la cobertura
social que tiene en Bélgica. Al mismo tiempo, se debate entre volver o no
a su vida anterior con su exmarido.
S. piensa que ha nacido por segunda vez en Bélgica. Reitera que en
Alemania la gente es más fría. Hay una energía allí, dice, que no le permite
respirar de la misma forma; quizás un muro, puede que sea por la guerra.
En Alemania siente miedo.
Durante las sesiones en la consulta, solemos hablar de los sueños
que tiene. En ocasiones, S. le relata sus sueños a una terapeuta con la que
coincide fuera de la consulta, antes de entrar. En una de las sesiones S. le
pidió a la terapeuta, W., que contara el sueño que ella le había transmitido
unos minutos antes y que lo interpretase. W. argumentó que esto no funcionaba, ya que debía ser ella quien los interpretase, pues los sueños son
distintos en cada cultura y explicarlos de forma universal no tiene sentido.
Hablamos de los sueños, del hábito de escribirlos y del hecho de acordarte
o no de ellos al despertarte, o bien recordarlos gracias a la escritura.
Varios terapeutas discutieron sobre esto y surgió el tema de los chamanes y las prácticas curativas vinculadas a los sueños. La paciente entró
en la discusión, conocía el tema, e hizo una broma sobre que ella podría
ser un chamán para los terapeutas. En ese momento, interpreté que era
muy consciente de la situación de mediación, en la que ella también ejercía una influencia curativa sobre nosotros. A partir de ese comentario, vi
la consulta como un grupo de participantes que trata de buscar respuestas
personales a través de la curación colectiva.
En tres de las cuatro sesiones en las que estuve presente, hablamos de
aspectos sociopolíticos de la vida en Bélgica de los migrantes, de cómo
se había sentido en los diversos países en los que había residido y cómo
180
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
pensaba que se la percibía en ellos. En una ocasión, tratamos el tema del
discurso en torno a los migrantes de origen ruso. Ella estaba de acuerdo
con los estereotipos y representaciones de la comunidad rusa en Europa;
en particular, con la asociación que actualmente se suele hacer de los rusos como nuevos ricos o mafiosos. Decía que muchas veces ambas cosas
iban de la mano. Comenzó una conversación, entre el psiquiatra y ella,
sobre el cambio que se había producido desde la caída del muro de Berlín.
Cómo antes se hablaba de la ciencia y de la cultura en Rusia y los países
del bloque soviético, mientras que ahora los temas más recurrentes eran
los nuevos ricos y la mafia.
Con respecto a Ucrania, menciona que fue tratada de forma excluyente al venir de Uzbekistán, mientras que en Rusia se la tomaba por
ucraniana y también la excluían por ello. Comenta que no puede volver a
Uzbekistán; además de no tener ningún tipo de posibilidad de trabajo, hay
mucha inseguridad en su país. Esto llega hasta tal punto que, según nos ha
dicho, entre las personas del país se recomienda ir siempre acompañado a
la embajada uzbeka en Bruselas. Otra de las anécdotas relativas a la situación de inseguridad en su país la vivió en un locutorio desde el que solía
llamar a su madre, que está en Uzbekistán. Durante las primeras llamadas, escuchó en alguna ocasión ruidos extraños, como si alguien estuviese
oyendo su conversación. Poco después, no solo fueron ruidos de fondo
que no pertenecían a ninguna de las situaciones a un lado y al otro de la
línea telefónica, sino que una voz de mujer, con tono aburrido, surgió de
repente y les empezó a hablar y a preguntar cómo era la vida en Bélgica, si
se vivía bien, si el clima era bueno, etc. Esto se repitió en varias ocasiones,
a veces era un hombre, otras una mujer. Ironiza sobre el hecho de que estos espías, además de aburrirse y faltar al código profesional de discreción,
solo conocían las cosas positivas que les solían contar los inmigrantes a
sus familias, lo cual les daba una visión bastante particular de los países a
los que solían migrar sus conciudadanos.
Acompañamiento de los terapeutas y pluralismo asistencial
La relación entre S. y los terapeutas es la de un grupo de palabra en el que
se realiza una labor de mediación o acompañamiento entre dos actores: la
paciente (y sus proyectos y trayectoria vital) y la sociedad belga, representada por el grupo de terapeutas; sin que en este caso opere una relación terapéutica como tal. En ocasiones nos parece (a mí y a algún terapeuta con
quien conversé sobre ello) que dicha paciente acude a la consulta como si
181
Rubén Muñoz Martínez
fuese a ver a un grupo de amigos o conocidos y a charlar un rato de igual
a igual. Aparte de las aclaraciones puntuales de algunos términos que S.
pide a los terapeutas sobre ciertos aspectos de sus estados de ansiedad que
no llega a comprender, no hace ninguna otra referencia a síntomas, nosología, causalidades u otras temáticas relativas a la enfermedad.
En una de las últimas consultas a las que acudí, S. dijo que había decidido dejar de tomar químicos para malestares como los dolores de espalda
y de cabeza, y que prefería tomar vitaminas y practicar ejercicios contra el
dolor como el reiki. El psiquiatra comentó que era partidario de enseñar
a los pacientes a automedicarse cuando lo necesiten en lugar de depender
del médico.
A veces, S. pide consejos relativos a los trámites de tipo administrativo
para su naturalización. En una ocasión le pidió una carta de recomendación al psiquiatra, la cual necesitaba para un litigio con la propietaria de
su apartamento. Nos explicó que la propietaria de la casa entraba sin su
consentimiento y que había decidido realizar una obra en el interior que
afectaba a la salubridad del inmueble sin consultarlo con ella. Esta situación le generaba angustia y dificultad para dormir. Se priorizó el apoyo
para una intervención social (y judicial) al paliativo de los medicamentos.
Caso 2: L., mujer turca (35 años), e intérprete
Llegada y presentación en la consulta
L. lleva cuatro meses (seis sesiones) viniendo a la consulta. Su vestimenta
me parece de tipo occidental mezclado con algunos elementos de estilo
turco, como las camisas. El motivo de la consulta está relacionado con
conflictos con su pareja. No presenta ningún tipo de sintomatología que
deba ser tratada por medio de la terapia. La categoría a la que corresponde su consulta es el trabajo de mediación sociofamiliar en el dispositivo
etnopsiquiátrico.
L. llega a la consulta por medio de un conocido en el seno de la comunidad turca en Bruselas, que ya había acudido con anterioridad a esta.
Anteriormente, iba a la consulta de un psicólogo turco; pero, según dice,
prefiere esta porque se siente más apoyada. Hay que destacar que, en ocasiones, los pacientes van a la consulta al tener un conocido que ha acudido
o ha oído hablar de ella. En el caso de los pacientes turcos, tanto por parte
de la difusión de algunos intérpretes (de origen turco) como por el de
otros pacientes de esta comunidad, existe un porcentaje elevado de ellos
que responde a este proceso.
182
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
En ocasiones, acude acompañada por su marido, R., también de unos
35 años, nacido en Turquía y de padres peruanos. Por lo general, es el etnopsiquiatra quien propone que acudan juntos en determinadas sesiones.
Él siempre acepta venir, ya que ambos consideran la consulta como un lugar de discusión sobre la pareja. Ella no habla francés (pero sí lo entiende)
y durante la consulta está siempre presente el intérprete. Su marido habla
muy bien francés y no necesita intérprete155.
Motivos de la búsqueda de atención etnopsiquiátrica
El principal motivo para acudir a esta consulta es la relación conflictiva
que tiene con su marido, la cual, según nos dice, se debe a problemas de
entendimiento. Los conflictos le generan mucha ansiedad y agresividad;
nos comentó que en ocasiones ella pone en peligro su integridad pegándole y lanzándole objetos a la cabeza. Él nunca la agrede físicamente. L.
mencionó que, gracias a la consulta, ha aprendido a canalizar la violencia
y a saber parar a tiempo.
R. comenta que él no suele estar muy a menudo en casa porque trabaja mucho. Además de su trabajo de taxista también hace pequeños trabajos que le ocupan la mayor parte del día. L. expresa en reiteradas ocasiones
que tiene la sensación de que sus actividades no son solo el trabajo, sino
que también se divierte. Él, en su presencia, le achaca (en francés) ser muy
celosa. En el discurso de L. está muy presente la sospecha de que su marido pueda tener relaciones con otras mujeres.
Con R. hablamos a solas en una ocasión; si bien los citamos a ambos,
les propusimos que él entrara antes y que ella esperase fuera. Durante ese
encuentro, de unos 30 minutos, discutimos aspectos relativos a su vida en
pareja y a la vida de otras personas de la comunidad turca en Bruselas. La
conversación se desarrolló en francés y el intérprete intervino para dar
opiniones sobre el tema.
R. mencionó que una de las fuentes de los conflictos era que ella no
hablaba francés y no se podía relacionar con otras personas ajenas a la comunidad turca de Bruselas, mientras que él sí. Pese a llevar muchos años
viviendo en Bruselas, ella nunca había querido aprender el idioma y solía
quedarse en casa, sin vida social (lo cual parece disgustarle).
155 El intérprete se incorporará posteriormente a las consultas con otros pacientes como
coterapeuta. En el apartado 6.4 desarrollo algunos aspectos sobre la praxis profesional de la
interpretación linguística y cultural retomando el caso de este intérprete.
183
Rubén Muñoz Martínez
El marido dice que, en su trabajo como taxista, ve a muchas personas con problemas de pareja y que, en la comunidad turca de Bruselas, a
muchas mujeres les pegan sus maridos. La violencia en la pareja es algo
habitual; además de saberlo a través de conocidos, puede observarlo cuando trabaja. También nos cuenta que, en los barrios turcos de Bruselas, los
niños prácticamente no aprenden francés, puesto que hablan turco desde
que son pequeños y van a las guarderías.
Según explica el intérprete, los negocios turcos como las salas de conciertos, las discotecas o los restaurantes no tardan en cerrar, ya que el 80 %
de la comunidad turca en Bruselas viene de la montaña de Turquía (ámbito rural) y no se interesa por esas cosas; tampoco suele tener contacto
con belgas.
En una de las sesiones, L. trae unos dulces típicos de Turquía (en mi
opinión algo parecidos en la textura al algodón de azúcar que se vende
en las ferias de España) y los reparte entre el grupo antes de comenzar
la sesión. Esta es una práctica que se suele dar en diferentes momentos,
entre consultas o al comenzarlas, propiciada por alguno de los pacientes o
terapeutas (en los que se incluye el etnopsiquiatra).
4.2 Casos que precisan de la etnopsiquiatría clínica
y de una terapia complementaria
Brujería, la vida entre dos mundos y la voz de los otros
Caso 3: R., mujer marroquí (15 años)
Llegada a la consulta y motivos de la búsqueda de atención etnopsiquiátrica
R. llega a la consulta de etnopsiquiatría de Brugmann a través de una institución de acogida de menores, acude acompañada por sus asistentes sociales en dicho centro (dos chicas de unos 25 años); es la primera vez que
viene. Siguiendo la metodología etnopsiquiátrica basada en el discurso
colectivo o chamánico, W. le da la palabra a las asistentes sociales al inicio
de la consulta, estas explican que la causa de que se haya derivado a R.
del centro de menores a esta consulta es que sus problemas remiten a su
cultura y a su historia personal.
Vive en la institución de acogida de menores. Al principio parece
tímida pero progresivamente se va distendiendo. Muestra un grado de
madurez en sus reflexiones y comentarios propio de un adulto, desde mi
184
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
interpretación. El francés y el árabe son sus lenguas maternas. Su forma
de vestir también es la de una mujer adulta (apreciación compartida por el
etnopsiquiatra, especialmente por su maquillaje y sus zapatos).
Acorde a la metodología mencionada y acompañadas por la disposición del etnopsiquiatra, las asistentes sociales intervienen en la conversación con el grupo de coterapeutas presentando, según su punto de vista,
aspectos de la etiología del distrés de R. y de sus representaciones con
respecto a ciertos acontecimientos en su vida. A lo largo de la exposición,
R. discute con las asistentes sociales al no estar de acuerdo con la explicación que dan de lo que le sucede o, sobre todo, con las interpretaciones de
lo que piensa. Una de estas discusiones, por ejemplo, es en relación con la
idea que ella tiene de su padre.
En principio, según las asistentes sociales, el motivo de que acuda a
dicha consulta es su apatía y falta de concentración en clase. Según explica, está distraída en clase porque se siente como perdida, como si no supiese dónde está ni quién es; y eso le preocupa. Además, dice estar harta de
que no la escuchen, de que los otros cuenten las cosas por ella o de que no
entiendan lo que ella dice; en ese momento no puede pensar y se queda en
su mundo. Nos comenta que también piensa mucho en su madre, la cual,
según menciona el etnopsiquiatra delante de la paciente, en la actualidad
pasa períodos internada en un hospital psiquiátrico y cuando está fuera
no tiene la custodia de su hija y casi no la ve.
Explica que tiene miedo de que le pase lo que le sucedió a su madre,
que fue embrujada. Recuerda que, cuando era muy pequeña, su madre le
contó que en alguna ocasión oyó una voz a su lado cuando la abrazaba.
Una voz que trataba de evitar que se acercase a ella. Dicha brujería la asocia con el rechazo a abrazarla o algo extraño, que no sabe bien explicar, sucedido cuando era pequeña. Dice que puede deberse a los celos de alguien.
Ella prefiere no pensar que es esto, pues le da miedo; sin embargo, admite
que es algo que está bastante presente en su vida. W. menciona que hay un
refrán que dice que lo que asusta cura.
R. pertenece al tipo de pacientes en cuyo discurso prevalece un modelo explicativo del proceso s-e-a/p que remite a categorías no biomédicas.
Hace dos años, cuando tenía 13 y aún vivía con su madre, R. organizó un viaje a Marruecos con el objetivo de buscar una curación para la
enfermedad de su madre y se fueron las dos juntas. R. la llevó del norte
al sur del país buscando terapeutas tradicionales que la pudiesen ayudar
(algunos utilizaron agua con sal bebida y la lectura del Corán como reme-
185
Rubén Muñoz Martínez
dios). A su vez, en dicho viaje se pusieron en contacto con miembros de
la familia. Esto, según nos menciona, repercutió en una cierta mejoría de
su madre.
R. habla de los sueños repetitivos que más la obsesionan. En ellos,
aparecen elementos recurrentes como el agua sucia en las alcantarillas, caballos descuartizados y la visión de sí misma comiéndose su propio pelo.
Según interpreta una terapeuta de origen árabe, esto está relacionado con
la pérdida y ganancia de energía, y con aspectos relativos a la relación de
la paciente con las prohibiciones islámicas y su transgresión.
El psiquiatra le prescribe un ejercicio para el próximo día, que consiste en que piense en diez personas que han sido positivas en su vida y
escriba sus nombres en un papel.
Abordando la etiología del padecimiento desde los otros
En la última sesión a la que acudí, por petición expresa del psiquiatra, R.
vino acompañada por su madre. A su vez, vinieron otras dos nuevas personas: una psicoterapeuta y una asistente social. Una de las trabajadoras
sociales que vino en la primera sesión se colocó en el semicírculo formado
por los terapeutas, dejando la posición ocupada hasta la fecha junto a la
paciente. Dicha trabajadora social se quedó con nosotros durante el transcurso de otras consultas.
R. permanece ensimismada en sus pensamientos, apenas se mueve,
está como dormida. La madre, a su vez, casi no mueve el cuerpo y, por la
posición, parece estar encogida (la espalda encorvada, las manos entrecruzadas, etc.). Habla con un hilo discursivo muy entrecortado y algo incoherente al principio; después, poco a poco, lo va conectando mejor. Me
transmite la sensación de que está muy cansada (posteriormente explica
que así es), cuando se va apenas puede levantarse del asiento.
Al comienzo, durante unos minutos, madre e hija permanecen en la
consulta. Después, el psiquiatra le pide a R. que salga y nos deje a solas
con su madre. El francés es la lengua materna de la madre (con el árabe).
Explica, al presentarse, que envió a la niña a la casa de acogida porque no
quería proyectarle sus angustias.
La madre llegó a Bélgica cuando era adolescente. Al principio estuvo viviendo con unos tíos, después con sus padres. Dice que, cuando era
joven y veía que las otras chicas de la comunidad marroquí de Bruselas
hablaban con los chicos belgas, se preguntaba por qué ella no podía hacerlo. Si lo hacía, si hablaba con los chicos en los cafés, sentía que traicionaba
186
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
a los padres (interpreto padres como ancestros o referentes culturales de
origen); si no lo hacía... a Bélgica, dirá el etnopsiquiatra. Después, menciona, se empezó a sentir perdida.
Llega un momento en la sesión en el que estalla la tensión que acumula y comienza a llorar explicando, algo que no había contado nunca, que
a los 14 años fue víctima de violaciones por parte de su tío. Él la amenazó
con matar a su padre o con que su padre lo mataría a él o a ella si contaba
algo. Desde entonces siente el cuerpo muerto, como si no fuese suyo.
Por lo que hemos podido deducir de lo que ha mencionado su hija
en las anteriores sesiones, y de otros casos similares que los terapeutas y
el etnopsiquiatra han tratado en este y otros hospitales, es posible que R.
también haya sido víctima de abusos sexuales. Al parecer, según hemos
comentado entre consultas, también fue un tío suyo, con el que la madre
la dejó la primera vez que la ingresaron en el hospital psiquiátrico.
El psiquiatra le propone a la madre que vaya al centro de Etterbeck (el
otro centro donde trabaja) con el fin de llevar a cabo técnicas terapéuticas
específicas para estos casos de traumas provocados por abusos sexuales.
En cambio, R. continuará acudiendo a las sesiones de etnopsiquiatría.
En este caso, encontramos una propuesta terapéutica externa y complementaria. Por una parte, una terapia focalizada en la sesión de etnopsiquiatría para la hija y, por otra, una terapia complementaria a la sesión
etnopsiquiátrica para la madre. A esta última, además de acudir posteriormente a las sesiones de etnopsiquiatría, si se estima necesario, se le
propone realizar una terapia específica para abordar una de las causas
principales de su padecimiento y del de su hija.
4.3 Intervenciones focalizadas en el modelo etnopsiquiátrico
El cuerpo migrante y la humillación: abordaje desde los objetos activos.
Caso 4: K., hombre turco de origen kurdo (40 años), e intérprete156
Presentación del paciente y motivos por los que acude a la consulta
K. es un paciente turco de origen kurdo que fue derivado de otro hospital de Bruselas a la consulta de etnopsiquiatría por psiquiatras. Como no
habla francés, en todas las sesiones está presente un intérprete de origen
turco.
156 Ver Muñoz (2013c).
187
Rubén Muñoz Martínez
La vestimenta del paciente es europea y no hay ningún elemento que
denote su pertenencia a una religión o a un colectivo cultural específicos
(al menos que yo conozca). Lleva tres años viviendo en Bélgica, durante
los cuales no ha regresado a Turquía. Pese a manifestar en algún momento
tensión y nerviosismo, mantiene un comportamiento empático y afable en
la consulta. El problema que lo trajo a la consulta es que no puede estar en
un sitio en el que no haya retrete, ya que si no lo hay comienza a angustiarse y a ponerse nervioso hasta que pierde el control de su esfínter. Tener
que permanecer en un lugar, esperar en una fila o caminar por la calle sin
la posibilidad de que haya un retrete cercano le genera este problema.
Por lo demás, aparte de la angustia y las limitaciones ligadas a este
síntoma, dice no manifestar otra dolencia. El único caso clínico similar
a este del que se tiene conocimiento se presentó en Francia (de lo cual se
enteró el etnopsiquiatra y nos informó en la tercera sesión). En cuanto
a su trayectoria de búsqueda de atención terapéutica, antes de llegar a la
consulta acudió a psiquiatras, terapeutas tradicionales turcos e incluso se
sometió a una intervención quirúrgica del estómago; no obtuvo un resultado positivo en ninguno de los casos.
K. nos relata que es una persona a la que no le iba mal en Turquía, tenía propiedades y negocios, pero se arruinó al emigrar clandestinamente.
Explica que una mafia le estafó todo su dinero prometiéndole que harían
que su familia llegara a Bélgica. Después, su mujer, a la que quería y a la
que ayudó (y su principal motivo para emigrar), lo dejó. Por otro lado, sus
hermanos, a quienes había encargado sus propiedades, lo engañaron y se
quedaron con todo.
En esta primera sesión de presentación, las hipótesis preliminares que
se van esbozando junto con el paciente apuntan a que su problema técnico
del retrete, como lo empezó a denominar K., está ligado a la humillación.
Como vemos a continuación, este caso escenifica (en la trayectoria
de búsqueda de atención y la narrativa en la consulta) la representación
del proceso salud-enfermedad-atención/prevención del paciente, el cual
ha acudido a diversos sistemas de atención, entre otros a la biomedicina.
188
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
La donación de un objeto activo como desencadenante de los modelos explicativos del padecimiento
En principio, K. no se refiere a las representaciones y sentidos a los que se
podría atribuir su sintomatología (más allá de la referencia indirecta a lo
traumático de su pasaje migratorio). Antes de empezar a profundizar en
estas cuestiones, hay que mencionar que, durante la segunda sesión, W. (el
psiquiatra) saca de un bolsillo una piedra redonda, un poco más pequeña
que una moneda de 50 céntimos de euro, pulida y atravesada por unas líneas de colores; le explica a K. que la consiguió en África, pero que en realidad proviene de los países del este de Europa, en los que antiguamente se
utilizaba como moneda. Se la ofrece a K. y le recomienda guardarla cerca
de él, dormir con ella (le dice que, por ejemplo, puede hacer un colgante
y ponérselo en el cuello o guardarla bajo la almohada). K. comenta que se
enternece cuando le regalan algo; a continuación, menciona que se siente
cansado, que no tiene energía y que no vale para nada.
Después de la consulta, el psiquiatra explica que el objeto pretende
actuar, además de en la transferencia, como desencadenante de pensamientos. Es importante que el objeto haya pasado por las manos de todos,
que todos lo hayamos tocado y circule por todo el grupo. Como dirá el
psiquiatra, el objeto funciona o existe un menor riesgo de que el paciente
experimente una mala transferencia, porque él no está solo con el paciente, también estamos nosotros.
En la siguiente sesión, una semana después, le preguntamos a K.
cómo se sentía en Turquía, si allí era querido; responde que sí. También
habla de las condiciones laborales, con las que no se siente bien porque
considera que trabaja mucho y gana muy poco (es sastre en la industria
textil). Con respecto a la piedra, dice no haber sentido nada en especial
(ha transcurrido una semana desde que W. se la dio). Si bien, comenta,
le gusta hablar con el psiquiatra porque eleva su moral y siente emoción;
explica que, básicamente, el problema del cuarto de baño le descuadra
todo. W. le propone que imagine un objeto que represente los problemas,
que cuando piense en la piedra piense en lo que ocurre en la consulta, que
piense que la piedra representa algo positivo, es decir, el hecho de que se
está intentando ayudarlo. De esta manera, al poner la piedra en su mano
pensará en eso (ocurrirá la transferencia). Pero también se puede hacer lo
contrario. Se le puede pedir que encuentre un objeto y lo lleve a la consulta, que lo deje aquí y que este represente su problema técnico.
189
Rubén Muñoz Martínez
W. le comenta al paciente que él trabaja con los objetos porque aquí
nos encontramos con muchas historias de sortilegios, con gente de todas
partes. El paciente, con renovado interés, le pregunta si eso existe. El psiquiatra contesta que cuando alguien piensa que le han echado un maleficio va a ver al médico (brujo) que cura esto. K. afirma que no sabía que
trabajábamos con estas cuestiones. Al parecer, este tema, que no había
surgido hasta el momento, le despierta gran interés. A continuación, comienza a hablar de los djins en Turquía y de los terapeutas que curan el
espíritu y hace algunos comentarios sobre la protección de los terapeutas
contra los espíritus. Explica que ha escuchado el caso de un médico que
murió al salvar a alguien de un djin.
Después nos habla con entusiasmo del caso de su hermana, la cual no
podía salir sola de su casa porque sentía que algo la golpeaba. Cuenta que,
un día, se fue a la cama antes que el resto de la familia y comenzó a hablar
con otra voz. Según K., la voz era de alguien que decía portar un viejo
cucharón y no sabía volver a casa (a su persona). Llamaron a un médico,
pero no supo qué hacer. Entonces, la llevaron con un sufí que elaboró un
talismán escribiendo en un papel unas palabras (creo que probablemente
eran del Corán, tal y como suelen hacer los sufís en este tipo de rituales
terapéuticos), con lo que el espíritu desapareció y ella volvió a su persona.
K. consultó a un boya (terapeuta tradicional turco) y este le dijo que le
habían echado un mal de ojo. Sin embargo, ni la consulta ni el tratamiento
(del cual no nos habló) surtieron efecto. El psiquiatra, cuyos padres son de
origen extranjero, comenta que cuando su padre vino a Bélgica fue bien
acogido por la población, pero que el Gobierno lo quería echar. Hablamos
de algunos casos similares, como paralelismo político con el tema de la
migración y la humillación del paciente. Al final de la sesión, W. le pide
que elija un huevo, lo meta en una caja y lo traiga a la próxima consulta. A
la pregunta del paciente sobre cómo tiene que ser la caja, el etnopsiquiatra
responde que como quiera, que tampoco tiene por qué ser una caja, sino
algo que envuelva y contenga el huevo. También le da un papel, de los que
acostumbra a utilizar para recetar, en el cual le prescribe traer el huevo.
Después de la sesión, nos reunimos para delinear las hipótesis. Una de
ellas es que probablemente su síntoma venga de antes y que, poco a poco,
en el transcurso de las sesiones, haya ido asociando temas hasta que surgió
lo de su hermana. W. explica que la cuestión del huevo y el envoltorio tiene
que ver con la materialización simbólica de su malestar, del cual se puede
deshacer al entregárnoslo y dejar que todo el grupo se encargue de él. Ade-
190
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
más, el envoltorio está relacionado con lo que significa una cobertura, es
decir, un elemento que puede albergar un contenido. Este puede ser, por
ejemplo, la cultura de destino, esto es, la belga (con su cultura de origen).
Cuando el psiquiatra apuesta por la brujería y el paciente decide explorar
otras hipótesis de la etiología de su padecimiento
En la siguiente sesión el psiquiatra le sugiere que quizás la causa de su síntoma sea una especie de hechizo. El paciente responde que eso no puede
ser. W. dice que, en ocasiones, cuando se trata de un hechizo, este puede
provenir de una persona cercana, que fue cercana o que quería ser cercana. K. reitera que no, que él se lleva bien con todo el mundo; sin embargo,
comienza a recordar que, al poco tiempo de llegar a Bruselas, se relacionó
con una persona, pero rompió la relación porque no le gustaba y esta se
vengó acusándolo de robar dinero (pues había otro hombre al que le robaron). Dice que está arrepentido de haber venido a Bruselas, pero no puede
regresar a Turquía porque allí lo verán como un fracasado.
El paciente habla del choque que había sufrido años atrás, cuando
llevó a su mujer al hospital porque sentía molestias en el estómago; allí
le dijeron que, si no la operaban, podría morir por falta de circulación de
la sangre. Había dejado a su hijo con su tía (el niño tenía 4 años) y recordó que, en aquel momento, sintió verdadero terror por la suerte que este
podría correr si a su mujer le pasaba algo. Después, K. habla del taller en
el que trabaja y hace paralelismos entre las prisiones y Bélgica, dice que
Bélgica es una prisión. Nos cuenta que hay gente que sale de la cárcel, pero
hace lo posible para volver a ella. Utiliza el ejemplo de un hombre de origen turco que, según ha escuchado, disparó a una persona con el pretexto
de regresar a la cárcel.
W. menciona que Bélgica lo adoptó (al darle la residencia), pero que
él no adoptó a Bélgica. Posteriormente, el paciente discute con uno de los
terapeutas (un chico de origen congolés que trabaja en otro hospital de
Bruselas como psicólogo), argumenta que no es lo mismo llegar a Bélgica
como estudiante, refiriéndose a los terapeutas, que llegar como lo hizo
él. El terapeuta le explica que, cuando llegó a Bélgica sin papeles, estuvo
en un centro de internamiento (de retención y expulsión de migrantes) y
que lo que pasó en ese lugar no fue precisamente un camino de rosas. El
paciente responde que él no está acostumbrado a sufrir y que tampoco ha
sabido estudiar para asegurarse el futuro.
191
Rubén Muñoz Martínez
En la sesión siguiente, K. parece más nervioso que de costumbre. Nos
menciona que ha visto la ejecución televisada de Sadam Hussein, dos días
antes, y esto lo ha encolerizado. Dice que desde que vio como lo colgaban
salvajemente y lo grababan, se siente mucho peor. Comienza una discusión en el grupo de coterapeutas sobre este acontecimiento, la guerra en
Irak y el tratamiento de las noticias en los medios de comunicación y su
impacto emocional. K. concluye que prefiere hablar de otra cosa y que
todo esto le genera un profundo malestar. Cabe recordar que K. es kurdo
y que el régimen de Sadam Hussein y el Estado turco han llevado a cabo
violentas represiones contra el pueblo kurdo. W. propone una pequeña
pausa en este momento ofreciendo unos pasteles que había traído a todos
los participantes de la consulta.
Tras las dos consultas anteriores, en las que nos ha mencionado que
no se le ocurre con qué podría envolver el huevo, K. trae un envoltorio
bastante elaborado, hecho por él con plásticos, cartón y sobres de cartas
(parece que en el interior alberga algún material blando). El grupo, después, discute frente al paciente sobre el objeto activo y su significado. En
mi opinión, algunas de las apreciaciones muestran cierto desconocimiento de su mecánica curativa, ya que muchos miembros del grupo no son los
mismos que habían estado en las sesiones en que se abordó el tema y otros
no conocen sus fundamentos teóricos y metodológicos.
He dejado de acudir a las consultas, pero por algunos compañeros que
han seguido asistiendo he sabido que, tras las dos sesiones posteriores a la
entrega del objeto activo al grupo, su problema ha ido remitiendo (por lo
menos parcialmente) y que se ha espaciado la frecuencia del síntoma. El
paciente ha dejado de acudir a las consultas, porque, según ha dicho, ha
decidido regresar por un tiempo a Turquía.
192
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Brujería y posesión: el dispositivo etnopsiquiátrico grupal frente
a la agresión de un espíritu
Caso 5: E., mujer marroquí (35 años)157
Presentación y llegada de la paciente a la consulta
E. es una mujer de origen marroquí de 35 años; el francés y el árabe son sus
lenguas maternas. Lleva ropa de tipo europeo, sin ningún elemento visible
de pertenencia religiosa (que yo pueda reconocer). Hace 11 años que no
viene a la consulta; llegó a esta derivada del hospital Erasme (Bruselas) por
problemas de depresión, sueño, pesadillas y trastornos con componentes
culturales; este último problema se repite en muchos pacientes derivados
desde otros centros y describe la especificidad de la consulta de etnopsiquiatría vista desde otros lugares del ámbito terapéutico institucional. Los
trastornos que ha sufrido la paciente a lo largo de los años están relacionados con la visita de un djin que la posee sexualmente durante la noche.
Este caso escenifica un modelo explicativo del padecimiento que remite exclusivamente a un universo cultural no biomédico.
Historia clínica en la consulta etnopsiquiátrica
Hace 11 años, cuando el psiquiatra, W., trató a esta paciente, ya se trabajaba con dos o tres terapeutas en la consulta (en aquella época, 1995, ninguno de los terapeutas actuales estaba en el hospital). Por aquel entonces,
tras un tiempo en la consulta no se consiguió ningún resultado con ella.
Un día, al poco de regresar W. de una estancia en Senegal, mientras
E. hablaba de un sueño sobre un caballero negro en unas montañas (que,
según un terapeuta, podía ser la representación de un genio), casualmente
se abrió la puerta de la sala de la consulta y entró uno de los terapeutas
(de piel negra). E. se quedó sorprendida por la coincidencia y el psiquiatra
(por intuición y de forma fortuita, según explica) sacó una moneda que
tenía en el bolsillo, un franco de Senegal, y le explicó que la moneda venía
de África y que podía ayudarla con su problema, por lo que se la dio circulándola antes por el grupo de terapeutas.
En ese momento, ocurrió una transferencia: la paciente dejó de sufrir la visita nocturna del djin la noche antes de acudir a la consulta (de
miércoles a jueves). Al cabo de unos días, encontró debajo de su colchón
157 Este caso fue publicado en Muñoz (2013a)
193
Rubén Muñoz Martínez
el objeto causante de su maleficio: un sobre que contiene diferentes sustancias y materiales; al parecer, fue su madre la que le hizo el maleficio
como venganza por no querer casarse con alguien en Marruecos. W. ha
comentado que existe una especie de principio, del que se desconocen las
causas (tal vez se deba a las asociaciones de ideas), según el cual, cada vez
que se da un objeto y se realiza una transferencia, el paciente, a los pocos
días, encuentra (en sitios inverosímiles a veces) el objeto/hechizo.
Motivos por los que regresa en la actualidad a la consulta
La dolencia que la atormentaba en el pasado actualmente ha desaparecido.
Sin embargo, tras haber estado tres o cuatro veces con un chico al que
quiere, el espíritu parece haber vuelto; se está vengando y haciendo cosas
contra él por medio de la aparición en sueños. Surge entonces la cuestión
de que, en Marruecos, hace unos años había un especialista de los sueños
al que se acudía para contárselos; según W., ahora los psiquiatras monopolizan esa función.
Nadie conocía el motivo por el que no volvió a acudir a la consulta
diez años atrás, de un día para otro dejó de venir y no se supo más de ella.
Ahora explica que fue debido a que había soñado con W (el psiquiatra).
En el sueño aparecía, por un lado, esa persona/espíritu (el djin) que quería
hacerle daño y, por otro, W. estaba protegiéndola. Entonces, el djin (que
no guarda parecido con nadie que conozca) y W. se pelearon; y acabó venciendo el primero. El vencedor la amenazó diciéndole que, si volvía a la
consulta, matará al psiquiatra. Ella acudió a la siguiente consulta, pero se
asustó mucho cuando vio que W. estaba ausente, ya que había enfermado
(según W., estuvo tres semanas enfermo), así que decidió no volver a ir
hasta ahora. Ha regresado porque dice que cuando mantiene relaciones
con un hombre sueña con él y con el espíritu, y teme que este (o ella misma) le haga daño.
Los modelos explicativos de la paciente: el infortunio en su narración biográfica
En la construcción de esta lógica parece que han influido ciertos acontecimientos que ella ha interpretado como significativos. Este es el caso, por
ejemplo, de cuando dejó de hablarle al hombre con el que estuvo saliendo
mucho tiempo y, al cabo de unos meses, vio que este había cerrado el
negocio (que en apariencia iba bastante bien) y se había mudado (él le explicó que fue debido a que se encontraba cansado y tenía muchos problemas). Asimismo, unos años atrás, un amigo quería casarse con ella, pero
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Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
se negó. Después de darle la negativa, él volvió a su furgoneta y la puso en
marcha, pero al incorporarse a la carretera pasó un camión y lo mató. Cree
que envejecerá sola.
Sobre su historia personal, explica que a los 16 años quería estudiar
para ser enfermera, pero no la dejaron seguir con los estudios e intentaron
casarla con un hombre de 35 años; ella se negó. Le advirtieron que, o bien
aceptaba el matrimonio, o se quedaba en Tánger para siempre. Volvió a
negarse y la encerraron en una habitación pegándole hasta que se le cayó
el pelo. Esto sucedió en 1980; después, su familia y ella fueron a vivir a
Bruselas. Sin embargo, E. se puso a trabajar desde joven, con los que ha
logrado ser económicamente independiente y casi no mantiene ninguna
relación con ellos (desde que se negó a casarse con aquel hombre la rechazan y la consideran la oveja negra). Con su madre mantiene contacto de
vez en cuando, aunque su relación es más bien distante y problemática.
El hombre con el que querían casarla todavía la ve, va detrás de ella y la
amenaza, pese a que actualmente está casado.
Ya desde pequeña le decían que era distinta porque se negaba a aceptar lo que le imponían. Era muy buena en el colegio, pero su madre le hizo
un certificado médico para que se pudiese quedar en casa limpiando. El
mismo médico (marroquí) que firmó el certificado por aquel entonces se
ha dado cuenta de que fue un error y le ha aconsejado que vuelva a la consulta de etnopsiquiatría. Ahora siente como si le subiesen unas bolas por
la garganta y fuese a morir. E. comenta que en su anterior trabajo alguien
intentó matarla metiéndole algo en la bebida.
Es muy intuitiva y dice tener algunas visiones clarividentes. En una
ocasión tuvo una experiencia en la que intuyó que le estaban robando en
casa. Al ir a su casa, alertada por la premonición, se encontró con el ladrón
dentro (un tipo que anteriormente le había robado el bolso y cumplió prisión por ello). Soñó con un conocido y al poco falleció. Dice que su madre
se protege de ella mediante los imanes, ya que, en cierto modo, le atribuye
poderes brujos. En muchas ocasiones, su madre y ella han tenido sueños
simultáneos. E. comenta que una de las cosas que más le han marcado
han sido los imanes de Marruecos, a los que acudió para que intentaran
curarla. Estos le pegaron, con lo que reprodujeron los traumas de cuando
le pegó su familia. Dice tener un problema relacionado con todo lo que
sea avanzar, como conducir o aprender (tiembla al hablar de esto). Cinco
años atrás estuvo enamorada de un chico sirio con el que se quiso casar,
pero su madre envió a su hermano para que amenazara de muerte al chico
si lo hacía.
195
Rubén Muñoz Martínez
Algunas propuestas para la mejora de la mecánica curativa
El psiquiatra comenta que la otra consulta de Etterbeck (de tipo diádico)
no funciona porque están solos. Aquí, nosotros lo protegemos (a él), podemos luchar contra su enemigo en el sueño y lograr que la terapia sea
eficaz. Afirma que, al principio, en las sesiones en 1995, funcionó porque
también había más gente en la consulta. W. propone que venga su madre a
la consulta, pero E. se niega. El psiquiatra argumenta que no es para ayudarla a ella, razón por la que se niega (ya que, según nos dice, su madre no
lo haría), sino para proporcionarnos información sobre su infancia. Una
terapeuta insiste y le explica que es bueno tener un apoyo externo en la
consulta. Quedamos en la posibilidad de que venga una prima suya (con
la que tiene confianza y a la que le suele contar sus sueños). La paciente
ha seguido acudiendo, de forma constante, a las siguientes sesiones de la
consulta de etnopsiquiatría (ver Muñoz, 2013a).
Entre la nominación biomédica y la etiología mágico-religiosa
Caso 6: A ., mujer de origen marroquí (45 años), acompañada por su
hijo (11 años)158
Presentación en la consulta
La paciente, A., habla francés con fluidez. Otro hospital de Bruselas la derivó a la consulta de etnopsiquiatría de Brugmann. Cuando me incorporé
al hospital, era la tercera vez que ella acudía. Por vez primera, se presenta,
en esta consulta, acompañada por su hijo de 11 años. Lo hace por propia
iniciativa. Desde hace 11 años, menciona, acude a diferentes médicos y
psiquiatras de Bruselas y toma distintos tipos de medicamentos, no ha
obtenido resultados.
Nació en Marruecos y lleva viviendo 30 años en Bélgica, alternando
su residencia entre Bruselas y Amberes. Se dedica al trabajo del hogar, si
bien no tiene un empleo remunerado en la actualidad. Está casada y su
marido viaja varias semanas al mes por motivos de trabajo (es transportista). Comparte su vivienda con una hermana. Acude vestida con ropa
tradicional marroquí, lleva un hiyab que le cubre el cabello; su hijo porta
ropa de tipo occidental. Parece estar asustada y se mantiene en tensión en
todo momento.
158 Un breve extracto de este caso se analiza, en la propuesta del nomadismo terapéutico,
en Muñoz (2020).
196
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Motivos para la búsqueda de atención etnopsiquiátrica y síntomas del distrés
Al igual que en el caso descrito antes, A. mantiene un discurso no biomédico sobre su padecimiento: atribuye la etiología a un marco explicativo
de tipo punitivo/religioso al haber cometido una falta que es sancionada
por Alá. Sin embargo, a diferencia del caso anterior, plantea la necesidad
de encontrarle un nombre y un sentido que pertenezcan a las categorías
nosológicas biomédicas (depresión, trastornos del comportamiento, etc.).
Por lo que el etnopsiquiatra y los coterapeutas hemos podido comentar brevemente entre consultas, su caso puede ser considerado, según la
cultura biomédica, como un trastorno psicótico con episodios paranoides
y alucinatorios moderados o agudos.
Al inicio de la consulta, A. comenta la necesidad de un tratamiento
médico para evitar la angustia. Tiene miedo a fallecer por causas naturales, sobre todo si es de manera súbita. Siente que pierde el cuerpo, lo cual
le provoca mucha angustia; a continuación no siente nada, como si fuese
una hoja, esto le genera aún más angustia. Gracias a los medicamentos
dice que vuelve a sentirlo.
También explica que, al atardecer, comienza a ver con más fuerza las
cosas que son más oscuras en relación con las luminosas, que pierden intensidad, hasta el punto de que la atrapan y no puede dejar de observarlas.
En ese momento, siente que está en un tunel negro y que no puede salir.
A. le pide a su hijo que salga de la sala, pero él no quiere salir. Comenta
que estas cosas no las conoce nadie, a lo que W. responde que ahora sí, su
hijo; y el hijo sonríe. A. le pregunta al niño si tiene miedo, él dice que no.
Durante toda la consulta juega con el teléfono móvil sin, según mi interpretación, prestar atención a la situación que se desarrolla a su alrededor.
El acompañamiento grupal en la narrativa del distrés y las explicaciones de
su etiología
La paciente explica que hizo algo que a dios no le ha gustado y la está castigando. Menciona que suele soñar con plomo que sale de su vientre. Una
coterapeuta marroquí comenta que, al parecer, esto en Marruecos está relacionado con la brujería y la curación. A. nos dice que, en un momento,
dejó de ser lo que era antes y salió alguien como lo que es ahora; siente una
pérdida de la personalidad, le gustaría ser como antes.
La misma coterapeuta, como si estuviese movida por una intuición
o una información previa que yo desconozco, debate sobre el tema de la
brujería y la posesión en Marruecos. Según explica, alguien puede ser ob-
197
Rubén Muñoz Martínez
jeto de la brujería simplemente porque pasa por algún sitio y esta lo atrapa. La posesión por un djin, como en el caso que nos relata, puede estar
relacionada con el destino.
A partir de la intervención de la coterapeuta, A. explica que todo comenzó una tarde en la que bajó al sótano de su casa en Amberes, acompañando a su madre. Estaba anocheciendo mientras bajaba por las escaleras
y, cuando ya casi habían llegado, perdió el conocimiento y se despertó en
el hospital. La persona que se despertó, que es la de ahora, era totalmente
distinta de la que había sido antes. Desde ese momento, comenzó a tener
este tipo de percepciones y sensaciones (las voces, las visiones al atardecer,
la sensación de muerte, etc.).
Una de las coterapeutas musulmanas, C., (es profesora de islam en
un colegio y porta un velo que cubre todo su cuerpo) menciona que los
sótanos pueden ser lugares habitados por djins, al igual que otros sitios
húmedos como grutas o subsuelos. Comenta que, en Marruecos, el anochecer suele ser el momento idóneo para que se den este tipo de acontecimientos de posesión. W. inicia una discusión con ella confrontando
sus afirmaciones con otros conocimientos y consideraciones acerca de la
brujería en el islam y en Marruecos. Ella defiende su opinión y W. insiste,
parece dar muestras de enfado. Esto me sorprende, ya que no suelen darse
situaciones de este tipo en la consulta (luego, al finalizar el día y salir con
W. y otras compañeras del hospital, explicará el motivo de su enfado).
La paciente menciona que una de las cosas que más le preocupan es
no poder rezar tantas veces ni en los momentos adecuados, como hacía
antes. C. le explica a la paciente que parar de rezar no es un problema,
puesto que dios sabrá adaptarse a sus posibilidades, ya que así es como
está escrito (creo que se refiere a la interrupción de ciertos preceptos y
normas en caso de enfermedad, como el ayuno en el Ramadán o el rezo).
La paciente la escucha con atención y asiente a lo que dice.
A. dice que siente la muerte cada día, la huele, y le da pánico. Tiene
miedo de no ser perfecta, ya que antes (de la enfermedad) era muy creyente e intentaba serlo. Siente que está en un túnel negro y oye voces, pero
no puede salir.
Algunas propuestas tentativas en la búsqueda de la eficacia terapéutica
W. le comenta a la paciente que tal vez debería volver al sótano y recuperar
el vestido que se quedó allí. A. responde que volver a la casa en Amberes
le da miedo. No se queda nunca despierta por la noche porque escucha
198
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
voces. Menciona que le gustaría poder hacer el bien, ayudar a la gente a
través del islam. W. le explica que se trata de que ella encuentre el manual
de instrucciones para saber qué hacer con esas voces y percepciones, que
tal vez ella podría volverse una curandera y, de esta forma, hacer el bien y
ayudar a los otros.
Se comenta en el grupo que, en Marruecos, los terapeutas tradicionales no están mal vistos; pero, aquí en Bruselas, sí (luego sabré, durante
mi trabajo de campo en otro contexto de Bruselas, que esto se debe a que
los imanes monopolizan la función terapéutica y denostan a aquellos que
tratan de hacerles la competencia). A. habla de lo importante que es para
ella hacer un viaje a la Meca.
A. expresa, en sucesivas ocasiones, la necesidad que tiene de darle
un nombre a su enfermedad y se refiere a «los nombres de la psiquiatría»
(melancolía, depresión, etc.). W. comenta que él pertenece a una cultura
médica que es justamente eso, una cultura; ni más ni menos. A. señala que
el motivo principal por el que vino a la consulta era que creía que W. le iba
a dar medicamentos.
A. tuvo un hijo poco después de que le empezaran a pasar estas cosas.
En la actualidad, el niño tiene 10 años y es invidente. Vive en una familia
de acogida por orden judicial. Su familia dice que el niño es ciego debido
a lo que ella tiene. Una de las coterapeutas comenta que en el islam la invidencia es un síntoma de lo contrario: la videncia y que se considera algo
afortunado. A la paciente le retiraron la custodia del niño en una de sus
crisis habituales: durante la noche, necesita imperiosamente salir a la calle
y, sin casi darse cuenta, lo hace y se dirige al hospital.
Por orden del juez, fue el niño (con 11 años) el que pudo decidir ver
a su madre una vez al mes. Esto suscita una discusión, promovida por W.,
entre los coterapeutas y el etnopsiquiatra relativa a la falta de profesionalidad del juez al delegar la decisión en el hijo de 11 años. A este tenor, W.
propone una medida social: escribir una carta al juez recomendando que
su madre pueda ver a su hijo más a menudo. W. pregunta si vendrá su hijo,
que ahora la acompaña, a la próxima consulta. Ella responde afirmativamente y el psiquiatra decide que, en la próxima sesión, cuando ella entre,
el hijo se quedará afuera unos minutos.
En la siguiente sesión se trata de explorar, entre otras cosas, la narrativa de aquel evento vinculado con el desmayo al bajar al sótano que, según
A., es el parteaguas a partir del cual tuvo lugar el cambio en su persona.
La información que proporciona en esta sesión no aporta más elementos
199
Rubén Muñoz Martínez
para que los terapeutas diluciden nada nuevo y, hasta donde puedo observar, no se consigue una eficacia terapéutica, es decir, la remisión del
distrés provocado por la sintomatología, aparte de un control puntual y
a corto plazo que A. ya había experimentado previamente a través de los
medicamentos prescritos. A. deja de acudir a la consulta durante dos meses; después regresa.
5. El encuentro de los terapeutas entre consultas:
funciones y contenidos
El tiempo entre consulta y consulta suele depender de lo que esta se haya
alargado y de si el siguiente paciente está ya esperando afuera de la sala.
A veces no existe el intermedio y otras, al faltar un paciente, puede durar
una hora. Es uno de los pocos momentos en que el psiquiatra y todos
los coterapeutas se encuentran en un escenario distinto al de la consulta.
Esto sucede también antes de que llegue el primer paciente o, en algunas
ocasiones, al final de la sesión, cuando concluye antes de lo previsto.159
Dicho espacio entre consultas se dedica a comentar diversas temáticas que
pueden incluir aspectos sociopolíticos de la actualidad, reflexiones en torno a la metodología en la consulta o a la evolución de un paciente, contrastes de opiniones en relación con un hecho acaecido en el transcurso de la
consulta o posibles líneas de actuación para la próxima sesión. La mayor
parte de estas reflexiones emergen en la conversación con el paciente y, a
excepción de mecanismos terapéuticos concretos que se usarán con un
efecto sorpresa, como los objetos activos, se abordaron en su presencia.
Este momento es relevante, a su vez, para el descanso y reajuste, por
medio de procesos informales como ir a tomar un café o compartir algo
de comida, de los vínculos con los compañeros del grupo y el etnopsiquiatra. En ocasiones, se debaten cuestiones controvertidas como los choques
entre diferentes puntos de vista de los terapeutas con relación al desarrollo
de las consultas anteriores. Sin embargo, la mayor parte de las veces, dichas prácticas ritualizadas a diario (pero dependientes de la eventualidad)
sirven para relajar la tensión acumulada en la consulta y cohesionar al
159 Algunos días específicos se llevan a cabo reuniones de coordinación o actividades de
formación con el etnopsiquiatra. Estas reagrupan, por lo general, a algunos de los terapeutas
que forman parte del grupo habitual (los que más tiempo llevan en la consulta) y a aquellos
que están en su período de prácticas y formación universitaria.
200
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
grupo. Por ejemplo, en el caso de algunos terapeutas y del psiquiatra cumple, a veces, una función terapéutica, en el sentido de retroalimentación o
reequilibrios y compensaciones.
Por otro lado, en la sala de espera los pacientes charlan con alguno de
los terapeutas o intérpretes que han salido a fumar un cigarro a la puerta
de la calle (a pocos metros de la sala de espera), o a comprar un café o
algo de beber en una máquina junto a la salida. En ocasiones, algunos de
los pacientes, debido a la prolongación de las consultas u otros motivos,
coinciden en la sala de espera. Esto desencadena situaciones diversas que
pueden ir desde la indiferencia, el intercambio y la comunicación hasta
momentos incómodos (por ejemplo, si provienen del mismo entorno y
se conocen).
Basándonos en la recurrencia y la pertinencia temática con respecto
a los aspectos teórico-metodológicos centrales en nuestro análisis sobre
esta praxis etnopsiquiátrica, describiremos dos núcleos de interés presentes en el espacio entre consultas: a) las intervenciones del etnopsiquiatra
o los miembros del grupo de coterapeutas en otros espacios distintos a la
consulta, y b) las divergencias y convergencias de percepciones y formas
de actuar en el seno del grupo.
5.1 Intervenciones en espacios distintos a la consulta
de etnopsiquiatría: demandas en el seno del hospital
y aproximaciones al contexto de vida del paciente
Según lo discutido en el espacio entre consultas y sumado a lo que pude
documentar durante algunas consultas y entrevistas, existen dos tipos de
intervenciones en espacios diferentes a la consulta de etnopsiquiatría. La
primera, llevada a cabo por el etnopsiquiatra, acontece en el seno del hospital. La segunda, operada por el grupo de coterapeutas y el etnopsiquiatra, ocurre en el contexto de vida del paciente, generalmente en su casa.
En cuanto a las intervenciones que el etnopsiquiatra, a petición del
personal de salud, lleva a cabo en el seno del hospital, podemos distinguir
dos categorías: a) aquellas con pacientes, en curso o antiguos, de la consulta de etnopsiquiatría que acuden al Área de Salud Mental o a otra, y b)
las intervenciones con pacientes, no conocidos por el etnopsiquiatra, de
distintas áreas del hospital, principalmente de Urgencias.
201
Rubén Muñoz Martínez
Pertenece al primer caso la discusión (entablada mientras esperábamos a un paciente que tardaba más de lo habitual) en la que comenzamos
a tratar la cuestión de la transferencia con los objetos activos. W. nos relató
el caso, unos años atrás, de un niño de año y medio al que diagnosticaron
psicosis antes de su llegada a Brugmann. El niño lloraba angustiado, W. le
dio una piedra en la consulta y se calmó. El acto y la posesión de la piedra
provocaron en él un efecto ansiolítico no solo en aquel momento, sino
también, según nos dijo W., después de la consulta. El problema surgió
unos días más tarde, cuando la piedra se le perdió al bañarse; entonces se
puso a llorar desconsoladamente de nuevo. Sus padres le intentaron dar
muchas cosas parecidas, pero nada funcionó, con lo que decidieron ir a
Brugmann en busca del etnopsiquiatra. Como ese día no se encontraba en
el hospital y no hallaron una solución, los enfermeros terminaron llamándolo a su casa para que acudiese al Área de Salud Mental y le diese otra
piedra al niño; así lo hizo y obtuvo los efectos esperados.
El segundo caso corresponde al relato, transmitido por W., de un
hombre senegalés que apareció en las Urgencias del hospital Brugmann
en un estado de salud muy precario debido al hambre y al cansancio. W.
acudió a petición de los enfermeros y médicos en este área, ya que no
conseguían entablar comunicación con él y lo notaban muy agitado y ansioso. Al llegar, W. optó por decirle, sin saber de qué procedencia era, dos
palabras que conocía en wolof y él le contestó, con lo que pudo constatar
que era senegalés. Entonces llamó a una compañera, mediadora intercultural en el hospital, senegalesa que consiguió hablar con él. El hombre le
explicó la importancia que para él tenía un cinto que llevaba atado y el
personal de salud le había quitado. Gracias al hecho de haber recuperado
el cinto, según nos relata W., y habérselo puesto otra vez, sumado al efecto
de conseguir comunicarse con alguien, da muestras de mejoría. W. detalló
en el parte médico lo sucedido con el fin de que no se lo volviesen a quitar.
A pesar de su escepticismo acerca de qué pensarían los otros médicos y
enfermeros al leerlo, descubre al cabo del tiempo que le han hecho caso.
En cuanto al acercamiento al contexto de vida del paciente, el psiquiatra alude (en dos ocasiones entre consultas) a que, antes de existir
esta consulta de etnopsiquiatría en Brugmann, el doctor Snacken (otro de
los psiquiatras del hospital que colaboró en la conformación de la actual
consulta etnopsiquiátrica) iba a casa de la familia de uno de sus pacientes
marroquís. En el transcurso de las consultas entabló una buena relación
con él y constató que la visita ejercía un efecto terapéutico.
202
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
En este sentido, W. menciona que también es importante trabajar sobre la familia, así como cambiar el marco de la relación. En la consulta,
los terapeutas son los anfitriones, con lo que ello implica en la relación de
poder terapeuta-paciente; en cambio, en el contexto familiar del paciente
son los invitados. Sumado al cambio de roles dominantes en la consulta,
opera a su vez un cambio en el esquema de representación que los pacientes tienen de los actores sociales que acuden a sus casas, por lo general
policías o asistentes sociales, que se presentan como agentes coercitivos
percibidos como creadores de problemas.
Los miembros de la consulta de etnopsiquiatría, como equipo, han
acudido a la casa de ciertos pacientes en alguna ocasión. Por ejemplo, en
varias ocasiones fueron invitados a comer a casa de un chico y su padre.
El padre les mostró la casa, les presentó a la familia, etc.; de este modo,
gracias al papel de cabeza de familia, el padre recuperó la autoridad frente
al grupo y a su hijo. En ese sentido, relata W., se trabaja también con los
miembros de la familia y la comunidad del paciente, y se puede llegar
(como en la aproximación sistémica) a convocar a la consulta a varias familias a la vez, o bien a diversos miembros del entorno social del paciente.
Este chico, afirma el etnopsiquiatra, se curó de la crisis después de haber
restablecido la demandada autoridad del padre (y, a través de ello, de otras
figuras en la familia), lo cual fue posible gracias a la posibilidad de conocer
el contexto de vida del paciente y a que la mecánica curativa operara con la
presencia de los terapeutas en estos espacios significativos para el paciente
y diferentes de la consulta o el hospital.
5.2 Un espacio de visibilización de divergencias y convergencias
en el grupo: el caso de la laicidad institucional versus
las praxis religiosas
Las dinámicas y relaciones entre terapeutas y psiquiatra se reajustan y regulan en diferentes situaciones: desde los seminarios que él imparte dirigidos a aquellos alumnos que hacen sus prácticas de psicología o deciden
acudir de oyentes, hasta los momentos entre consultas y al finalizarlas.
Estos últimos espacios son especialmente significativos, ya que todos los
coterapeutas se encuentran presentes.
En los debates y discusiones entre consultas pude apreciar, como
complemento de lo observado en el transcurso de las sesiones, que en este
203
Rubén Muñoz Martínez
grupo de etnopsiquiatría predomina tanto el respeto a la divergencia y
diversidad de opiniones como una cierta convergencia, tácita, de carácter
operativo que está condicionada por ciertos liderazgos, como el que ejerce
el etnopsiquiatra y los participantes con más experiencia, produciéndose
posiciones dialécticas en el grupo. En el caso del etnopsiquiatra, esto sucede especialmente por la relación contractual y de poder con los alumnos
que están en prácticas, a los que debe evaluar.
W. recalca que, a diferencia de otros enfoques de etnopsiquiatría que
se fundamentan más en el consenso y en no mostrar divergencias, prefiere
que haya discusión dentro del grupo. Un elemento, a este respecto, relevante es que, si bien se necesita la invitación del etnopsiquiatra para participar en las consultas, esta tiene un carácter protocolario, pues se acepta
a casi todos los solicitantes o antiguos acompañantes de los pacientes y
ellos deciden el tiempo de permanencia como coterapeutas. Esto es muy
distinto a los filtros que se establecen en otras praxis etnopsiquiátricas en
Bruselas y en la que lleva a cabo Tobie Nathan en París. No he sabido de
ningún caso en el que un coterapeuta haya sido expulsado de la consulta
en Brugmann.
La relación de fuerzas y el marco que estructura las relaciones entre
el grupo no depende de un consenso pactado previamente, sino que se
modela con las dinámicas instauradas en función de las personalidades
y caracteres de los miembros del grupo de terapeutas y, principalmente,
del etnopsiquiatra. La única norma tácitamente admitida por los participantes es la aceptación, fruto de la experticia, de que el etnopsiquiatra sea
quien coordina las consultas.
Durante el transcurso de la consulta, pude observar en contadas ocasiones alguna diferencia de opiniones o discusión, de carácter conflictivo,
sobre un tema o evento en particular entre el psiquiatra y uno de los coterapeutas. Cuando esto sucedía, la posibilidad de divergencia de opiniones
o el predominio e imposición del discurso del psiquiatra se ha decantado, variablemente, en uno y otro lado. Solo en una ocasión fui testigo de
una actitud abierta de condena a una terapeuta por varios compañeros
experimentados en la consulta, al terminar las sesiones y salir el grupo del
hospital.160
160 Me ahorro dar más detalles sobre su identidad por respeto a su anonimato. Es un grupo
que, por su experiencia y su estatus debido a la antigüedad de su participación, tiene influencia en el devenir de la consulta, ya que sus miembros son muy cercanos al etnopsiquiatra.
204
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
En este particular, la discusión guardaba relación con una interpretación casuística de la sintomatología de una paciente y con cómo había
sido gestionada la diferencia de opiniones frente a ella. Se trata de un hecho ocurrido en el caso número 6, narrado anteriormente, con respecto
a la paciente A. y la coterapeuta, musulmana de origen árabe, C. Como
en todo juicio de valor, en un contexto semejante, la frontera entre la
argumentación objetiva, la defensa de la operatividad del dispositivo y
las apreciaciones personales motivadas por los supuestos implícitos del
enunciante se entremezclan en un precario equilibrio. La discusión, que
en apariencia parecía deberse a la diferencia de opiniones en torno a una
interpretación entre el etnopsiquiatra y ella durante la consulta, se tornó
en un juicio sobre la interacción cultural de C. (practicante del islam y estudiante de psicología en prácticas) a la hora de saludar a los compañeros
coterapeutas. El enojo de los compañeros remitía al hecho de no querer
darnos la mano por considerar, según explicaron, que tiene una connotación sexual.
Por otra parte, C. era la única coterapeuta cuya apariencia física, el
velo de cuerpo que portaba, denotaba una práctica religiosa. La discusión estuvo acompañada de una crítica a la Universidad Libre de Bruselas
por no haber puesto freno a situaciones, como salir de clase para rezar,
que habían generado conflictos en el seno de la universidad (se mencionó
que había habido problemas con dos estudiantes de medicina y química, a las que expulsaron por llevar el velo de cuerpo y la cara tapada).
Esto se articuló (como pretexto para la regulación/exclusión, o bien como
elemento de contexto explicativo) con la historia de tradición laica de la
universidad, la cual fue fundada por la masonería161 y sigue bajo su dirección, como alternativa al monopolio del conocimiento y la enseñanza que
ejercía la iglesia católica (en universidades como la Católica de Lovaina).
A ello se le sumó que, en ese momento del trabajo de campo, la discusión
161 Es ampliamente sabido por los estudiantes (entre los que estaba yo) que para ser docente
es preferible ser masón y pertenecer a una logia. Algunos estudiantes, a su vez, tienen familiares en la masonería y, por su emblemático carácter masón, son enviados con orgullo a esta
universidad. Hay muchos elementos simbólicos en sus edificios (la biblioteca tiene forma de
escuadra, por ejemplo) y en los ritos de paso de los estudiantes recién llegados (los cuales se
pueden adscribir a grupos estudiantiles con ciertas características en su estructura y visibilización de logia) que remiten a la masonería. Creo que sería de gran interés una investigación
etnográfica sobre estos y otros aspectos semejantes presentes en esta universidad.
205
Rubén Muñoz Martínez
política y mediática sobre la laicidad en las instituciones públicas en Francia y Bélgica estaba en el aire.
En mi opinión, como muestra este caso, esta defensa de la laicidad en
una consulta cuya propuesta teórica trata de coordinar, desde la multiculturalidad, diferentes modelos explicativos y abordajes terapéuticos del
padecimiento (entre los cuales están los de corte religioso), no deja de
suponer una frontera porosa. Esta frontera se traza mediante movilizaciones simbólicas y concepciones jerarquizadas de los tipos de atención
que a fin de cuentas ocurren en una institución pública de salud. A este
tenor cabe preguntarse, ¿acaso la magia o la brujería son mejores aliados
de la laicidad que las expresiones religiosas que portan sobre su cuerpo los
terapeutas? La etnopsiquiatría, y su universo polifónico, tampoco puede
escapar de sus contextos sociales de enunciación.
6. Especificidades de la consulta etnopsiquiátrica
a la luz de los estudios de caso
La aproximación teórico-metodológica de la práctica etnopsiquiátrica
en Brugmann es análoga a la que lleva a cabo en las consultas del centro
Georges Devereux, en París, Tobie Nathan. No obstante, existen algunas
diferencias; por ejemplo, la prudencia en la aplicación de técnicas como
las de tipo adivinatorio, así como ciertas dinámicas diferenciadas, que se
establecen en el desarrollo de la consulta entre los participantes, vinculadas al carácter del terapeuta principal.
La práctica etnopsiquiátrica parte de una reformulación del psicoanálisis y de la mediación, e imbricación, con modelos terapéuticos no
biomédicos de los países de origen de los pacientes. Para ello, a través de
una perspectiva complementarista que toma en cuenta diferentes dimensiones explicativas, se trata de considerar los procesos relacionados con el
psiquismo, con lo social y con lo cultural. El método complementarista
presupone y exige la existencia de diversas explicaciones exhaustivas en
su cuadro de referencia, pero apenas parciales en otro cuadro distinto; de
tal manera que, en la práctica psiquiátrica, no se excluya ningún método
o teoría terapéutica, sino que se trate de coordinarlos (Devereux, 1998
[1951]). Lo importante, desde este punto de vista, será la eficacia que se
desprenda de un mecanismo terapéutico adaptado al universo explicativo
del paciente, al margen de si se fundamenta en el razonamiento científico
o de una religión o etnia determinada.
206
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Como campo de mediación entre las diferentes cosmovisiones y modelos explicativos de terapeutas y pacientes, la etnopsiquiatría trata de
prestar atención principalmente a los mecanismos que intervienen en la
curación, creando una suerte de ciencia de la influencia, la influenciología.162 La teoría que elabora constituye un proceso reflexivo en construcción que busca asentar las bases heurísticas para un trabajo práctico e
interpretativo en el campo de la salud mental y la migración que no descalifique las psicopatologías locales, que revalorice los fundamentos teóricos
implícitos en las prácticas terapéuticas tradicionales y que demuestre que
estas prácticas pueden, de igual forma que los modos hegemónicos de curar, proveer de soluciones a los problemas técnicos, y que pueden servir en
todo lugar y para cualquier terapeuta (Nathan, 2000).
Para ello, la consulta, además de una dimensión clínica, tiene un carácter de seminario en el que, con el papel moderador y central del psiquiatra,
se reflexiona en torno a temas que van surgiendo, como la metodología
etnopsiquiátrica. De esta manera, busca ser un espacio de constante investigación y reflexión con el objetivo de generar pensamiento.
Con el fin de desarrollar una metodología adaptada a la diversidad
de itinerarios socioculturales de sus pacientes, la etnopsiquiatría relativiza
ciertos principios hegemónicos, presentes en los corpus teórico-prácticos
de las psicoterapias occidentales, y se inspira en algunas praxis de aproximaciones terapéuticas presentes en culturas no occidentales incorporando
tres elementos característicos: a) el grupo multicultural y multidisciplinar
de terapeutas y su organización espacial; b) el discurso sobre el paciente, y
c) el uso de los objetos activos.
6.1 La organización terapéutica del espacio
En la consulta etnopsiquiátrica de Brugmann, la concepción del espacio
desempeña un papel principal. Para entender su relevancia cabe comen-
162 Frente a la posibilidad de manipulación por parte del terapeuta, surge la posibilidad de
que el paciente se revele recalcitrante. Según Nathan (2001), frente a la pregunta de ¿cómo
transformar a un ser humano en sujeto recalcitrante y no en un zombi al servicio de la teoría
de su terapeuta?, la respuesta es «incluyéndolo en un colectivo del cual puede, en todo momento, declararse el representante» (para ello, se basará en experimentos en psicología social
como el de Milgram (1974), o en propuestas como «Des sujets récalcitrants» (Latour, 1997).
207
Rubén Muñoz Martínez
tar que la práctica etnopsiquiátrica se entiende, fundamentalmente, como
acción más que como interpretación, de modo que pertenece más al campo de la pragmática que al de la hermenéutica. En este sentido, la fuerza
específica de naturaleza lógica de la acción que contiene una terapéutica
y que lleva al paciente al cambio guarda una íntima relación con la configuración del espacio y la disposición que en él adoptan sus protagonistas.
Un ejemplo ilustrativo de esto es el dispositivo psicoanalítico, cuya organización desencadena procesos regidos por la analogía. Dichos procesos incumben, en el caso de la díada terapeuta-paciente, a los dos protagonistas por la sola situación. En este sentido, por ejemplo, la disposición del
diván y el hecho de adoptar una posición tumbada instauran al paciente
en una experiencia no ordinaria. En esta situación, según Nathan (2001b:
106), uno de los mecanismos que operan en la mecánica terapéutica consiste en el sistema de comparación término a término. El psicoanalista,
gracias al dispositivo espacial, provoca una inducción.
Al mismo tiempo, la actividad psicoanalítica se refiere a una teoría
en la cual el discurso asociativo del paciente (el material bruto) no es
comprensible más que a la luz de los mecanismos inconscientes situados
metafóricamente debajo o detrás (teoría de la intencionalidad inconsciente). Con lo que la verdad inconsciente susceptible de ser desvelada por
la interpretación es al discurso del paciente lo que, en el espacio, la posición del sofá del terapeuta es a la del diván. De este modo, no solo se
da un desarrollo del discurso asociativo (e interpretativo) a lo largo de la
consulta, sino que también se impone una inducción del razonamiento
analógico en el acto. Esta inducción es tan activa que las interpretaciones
de la transferencia retoman seguidamente el mismo tipo de analogía (ver
Nathan, 2001).
Un ejemplo de dicha analogía en la consulta etnopsiquiátrica del hospital Brugmann, a través de la configuración de los actores en el espacio,
es la disposición en círculo en la que ninguna ubicación se distingue en
relación con las otras. Esto implica, entre otras cosas, que todos comparten una característica común: pertenecer a su vez cada uno a otro círculo,
metafórico, de su grupo cultural de pertenencia. La inferencia analógica y
el desarrollo técnico de la sesión están íntimamente ligados al proceso de
desapego del continente de los enunciados. En este caso, el paciente deja
de hablar como un ser universal para hablar como alguien procedente y
representante de su cultura de origen.
208
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Es así como la formulación terapéutica principal se atribuye ahora
un sentido común aceptable. Antes de la terapia, el enfermo padecía una
enfermedad situada en un mundo ordinario en que el sentido, aunque escondido, le era en principio accesible. En cambio, después de esta, adquirirá la convicción de que el sentido de su mal está situado fuera, en un lugar
no ordinario (mundo de los djins, espíritus del bosque, etc.), al cual no
puede acceder por sus propios medios (Nathan, 2001b: 114). Por el efecto
de la influencia analógica motivada por el espacio cerrado estructurado,
como el medio maná de Mauss (1966 [1902]), alrededor de analogías formales, el paciente sale de su aislamiento patológico y se reintroduce en un
proceso de mediación con otros seres humanos en el que, como él, cada
uno está situado en su círculo cultural de pertenencia o identificación.
Por otro lado, enlazando con la idea de Erving Goffman (1970) de que
la enfermedad mental provendría de la ruptura del proceso situacional
y comunicativo del actor, estas dinámicas, preestablecidas a través de la
composición de una escena en la que los actores ocupan un espacio técnico intercomunicativo determinado, requerirán de la reactivación de una
serie de habilidades cognitivas e interaccionales por parte del paciente que
tienen como objetivo el proceso resocializador.
La importancia del espacio en el dispositivo técnico parte del hecho
de que, si se considera que un síntoma es un texto sin contexto, la puesta
en relación de un continente con un contenido desencadena, por una nueva comparación, la atribución del texto a un contexto.
6.2 Los terapeutas: funciones del grupo multidisciplinario
y multicultural de participantes en el dispositivo
técnico-espacial
El grupo de terapeutas, constituido por personas con formaciones y trayectorias socioculturales diversas, cumple seis funciones principales:
a) Dota de un carácter público a la consulta. El público actúa de grupo
de control testimonial, supervisando y sometiendo a la observación tanto
la relación de poder, el saber hacer y la imposición de ideologías entre el
psiquiatra y el paciente como su propio comportamiento.
b) Actúa como un cortafuegos, ayudando a disipar o diluir los posibles
efectos adversos que la constante exposición a experiencias traumáticas,
en el contacto cotidiano con el padecer de los pacientes, puede tener para
209
Rubén Muñoz Martínez
el terapeuta. De esta manera, se confiere una mayor consistencia emocional al grupo, así como coherencia a su práctica clínica
c) Sirve de actor resocializador, promoviendo la movilización de recursos y habilidades cognitivas y comunicativas del paciente, y ayuda a
que desde esta perspectiva colectiva la transferencia y contratransferencia
sean de mayor eficacia terapéutica.
d) Es un referente heteróclito como grupo participante en las instituciones y perteneciente al país de acogida, ya que está compuesto por personas originarias de culturas alóctonas y autóctonas. Esto permite que el
paciente pueda pasar de ser un individuo universal (descontextualizado)
a ser un representante del grupo cultural del cual es originario (Nathan
2001b: 114) y con el que se identifica.
e) Constituye un potencial terapéutico de enfoques y aproximaciones
gracias a las distintas formaciones académicas, trayectorias vitales y representaciones sociales de sus componentes. En este sentido, actúa como
multiplicador de puntos de vista, permitiendo un desarrollo caleidoscópico de las interpretaciones y sus referentes, frente al dispositivo dialógico
confesional de la díada (Nathan, 1993). Por otro lado, en el plano lingüístico, puede supervisar la tarea del intérprete, en el caso de haberlo, y aclarar
términos o reflexionar en torno a sus significados en la lengua materna
del paciente.
f) Cumple, a su vez, la función de conformar un seminario; esto es,
produce un espacio de creación de pensamiento, un lugar de reflexión e
investigación (Nathan, (2001b).
En los siguientes apartados, a la luz de los estudios de caso y desde la
descripción y análisis crítico de las especificidades teórico-metodológicas
del dispositivo etnopsiquiátrico, iremos viendo cómo operan las seis funciones del grupo enunciadas. Cabe mencionar que, si bien el método del
grupo multidisciplinar/multicultural resulta operativo con algunos pacientes, durante mi investigación he podido documentar dos problemas
relativos a su existencia. Por un lado, este mecanismo no es adecuado para
algunos de los pacientes y, por otro, suscita, en mi opinión, un debate en
torno al derecho a su privacidad.
210
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
6.3 El médico como chamán: la narración del mito social
frente al individual o el discurso sobre el paciente
Las diversas psicoterapias de inspiración psicoanalítica están centradas en
el discurso del paciente; en cambio, en etnopsiquiatría, la sesión se organiza en torno al discurso sobre el paciente (Nathan, 2001a [1994]: 113). La
sesión comienza presentándose los terapeutas y el psiquiatra al paciente
y a sus acompañantes: se les dice a qué se dedican, cuál es su profesión,
su nacionalidad, el motivo por el que están en la consulta, etc. A continuación, se da la palabra a los acompañantes o familiares del paciente. A
menudo las preguntas se centran en lo que dicen los otros con respecto
a la enfermedad del paciente. Se puede interpretar esta última forma de
actuar como una práctica a medio camino entre la actitud de escucha del
psicoanalista occidental —receptivo para una posterior interpretación del
mito individual sacado de los elementos del pasado del paciente—163 y la
de habla del chamán —el cual le proporciona el mito social, tal y como
analiza Lévi-Strauss en «La eficacia simbólica» (1949)—.
Si bien esta es la propuesta metodológica de Nathan, esto no sucede
con todos los pacientes en el caso del hospital Brugmann. La presentación
de los coterapeutas y el etnopsiquiatra no siempre se da, así como tampoco tiene lugar el comienzo del turno de palabra de los acompañantes del
paciente (las implicaciones que esto tiene se discutirán posteriormente).
En este sentido, dos de los elementos que ejemplifican esta aproximación
en la consulta etnopsiquiátrica de Brugmann son, por un lado, la tendencia de los terapeutas y el etnopsiquiatra a no centrarse en interpretar
el discurso del paciente; por otro, la praxis de abordar siempre todo lo
concerniente a este en su presencia, debatiendo sobre las cuestiones que
se relacionan directa o indirectamente con el paciente entre el grupo, los
acompañantes y él mismo.
163 Son destacables, en este sentido, algunas de las problemáticas que en ocasiones ha comportado un sistema terapéutico como el psicoanálisis, basado en la palabra del paciente.
Cada vez son más las personas que se alzan contra la obligación de la palabra del paciente en
dichos contextos terapéuticos. Lo que en su día fue defendido en el nombre de la transgresión de las imposiciones del silencio instauradas en nuestras sociedades occidentales, ahora
se critica como propiciador de relaciones de dependencia, de lucro económico y de abuso de
poder. Karl Popper, en sus obras sobre la filosofía de la ciencia, e Isabelle Stengers (Pignarre y
Stengers, 2005) se han pronunciado sobre problemas como su infalsabilidad, su metodología
o su eficacia.
211
Rubén Muñoz Martínez
Al discutir sobre su padecimiento en presencia del paciente, se trata de evitar derivaciones interpretativistas a expensas de su supervisión
y se hace prevalecer una perspectiva basada en la reflexión sobre los mecanismos de la acción, así como en la interpretación como exploración
del mito social que discute y proporciona el grupo junto al paciente. Esta
aproximación se produce en el contexto de la concepción del grupo de
coterapeutas como multiplicador de puntos de vista y conformador de un
espacio de reflexión y producción de pensamiento.
Dos de las diferencias principales existentes respecto de un grupo de
palabra clásico de una comunidad terapéutica (grupo de autoayuda, etc.)
estriban en que, en este caso, el único que expone su intimidad es el paciente y que este se encuentra en una posición de poder subordinada con
respecto al grupo.
Como veremos después, retomando el estudio de caso de la paciente
R. (número 3), esta estrategia no está exenta de cuestiones problemáticas
como la adecuación o el conocimiento de su uso, por parte del paciente, y
el acoplamiento de su expectativa con las características diferenciadas, de
las praxis clínicas ordinarias, de esta consulta. A su vez, entre consultas o
al final de estas, en ocasiones no se puede evitar especular (si bien de forma muy puntual) sobre la etiología del padecimiento sin que el paciente
esté presente.
6.4 Los intérpretes: representaciones de su praxis
y utilidad para la consulta
Cuando el paciente no habla francés se llama a un intérprete lingüísticocultural profesional para que asista a las consultas a cambio de una remuneración. En ocasiones, el intérprete es un actor clave en el vínculo con
la comunidad cultural de referencia del paciente, puesto que es la vía de
llegada de algunos de ellos. La traducción no solo es lingüística, si no también cultural, coadyuvando a la reflexión sobre la variabilidad de significados en función del contexto cultural en el que las palabras se inscriben y
enuncian. Nathan (1998b) afirma que discutir abiertamente la traducción
de las palabras del usuario y de su familia convierte al enfermo en aliado y
experto en la exploración de la etiología del trastorno psicológico.
El etnopsiquiatra de Brugmann, como menciona en diversas ocasiones en los encuentros clínicos observados, prefiere que haya un intérprete
212
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
en todas las sesiones, aunque los pacientes hablen perfectamente el francés. Estos son algunos de los ejemplos narrados por W. —introductorios
del caso del paciente L. (número 2), los cuales retomaremos para el análisis— que reflejan la complejidad de la praxis de la traducción lingüística
y cultural:
En una ocasión, al tratar a una mujer marroquí que acudió a la consulta con su familia, se contó con algunos miembros de la familia (que
ejercían de intérpretes) y con un intérprete profesional, por lo que en la
sesión había cuatro personas dedicadas a la traducción. La familia pasó un
cuarto de hora para expresar la palabra justa sobre tristeza.
En otra consulta, K. nos mencionó que con un paciente de origen
congolés estuvieron casi tres horas, con tres intérpretes-coterapeutas congoleses (dos profesionales externos y un mediador intercultural e intérprete del hospital), discutiendo sobre la semiótica de la palabra amor, en
Kinsasha y entre los miembros cercanos al paciente de la comunidad congolesa de Bruselas.
Para W. (el etnopsiquiatra), la traducción es material terapéutico; no
es un lujo, sino algo necesario. Incluso con el propio francés se debería
hacer hincapié sobre la connotación de las palabras.
En cuanto a la formación de los intérpretes que acuden a la consulta, hay que mencionar que aunque tengan experiencia en la traducción
ninguno ha seguido una formación profesional específica en un marco
psicoterapéutico. Lo cual conlleva ciertos riesgos como son la implicación
personal con el paciente tras la consulta y el choque emocional al trabajar
en un contexto que puede resultar, para alguien no acostumbrado, traumatizante. Esto es debido a la proximidad con situaciones de fuerte carga emocional, compartiendo en ocasiones una trayectoria sociocultural
parecida con el paciente, sin disponer de recursos para poder gestionar
las contratransferencias que impactan en su vida personal y desempeño
profesional, en ese caso, como intérprete. Otro elemento a destacar es que
si no existe un coterapeuta que hable el idioma del paciente es imposible
supervisar la tarea de traducción del intérprete viéndonos abocados, los
coterapeutas, a confiar en su buena intención y profesionalidad y tratando
de evaluar su competencia por medio de la interacción que se da en francés y de los elementos (especulativos y sin un fundamento sólido en gran
medida) de, por ejemplo, la imaginada continuidad del discurso del paciente, lo que conocemos de su historia y la correspondencia, en cantidad
213
Rubén Muñoz Martínez
de palabras aproximadas y contando con un margen de error relativo al
desajuste en la equivalencia numérica, entre lo dicho y lo traducido.
Un ejemplo de algunas de las potencialidades y problemáticas del ejercicio de la traducción profesional es el ejercicio documentado en el caso
de la paciente L. (caso número 2). En la consulta con la paciente L., quien
no habla francés, acude un intérprete lingüístico-cultural procedente, al
igual que ella, de la comunidad turca de Bruselas. Según nos menciona el
etnopsiquiatra, el intérprete, que ya ha acudido a la consulta de etnopsiquiatría en dos ocasiones con pacientes de su comunidad, es conocido por
su profesionalidad en lo relativo a aspectos como el código deontológico
de privacidad, la separación de esferas personales y profesionales con los
pacientes y su conocimiento y experiencia como intérprete (en ámbitos
no clínicos). Por otra parte, según el mismo testimonio, es un músico profesional de baglama y caval reconocido dentro de la comunidad turca en
Bruselas y buen conocedor de esta, lo cual permite una traducción no
solo lingüística sino también cultural. Posteriormente, tras una invitación
por parte de W, acudirá a algunas sesiones incorporándose al grupo de
coterapeutas.
En las primeras consultas con L. constato la existencia de algún malentendido con las traducciones y, derivado de ello, conflictos relacionados
con el rol a desempeñar por el intérprete. En este sentido, el problema
tiene que ver con las aportaciones e interpretaciones que el intérprete hace
de lo dicho por los terapeutas y el paciente agregando información o dándole una interpretación personal que interfiere, sin un control metodológico, en la comunicación y la terapéutica. (Diario de campo).
Los datos que evidenciaron esta praxis del intérprete emergieron,
en la consulta con L., de su comportamiento al explayarse en soliloquios
cuando la paciente pronunciaba una frase corta, y viceversa, y en algunas
ocasiones al contestarnos directamente atribuyéndose la voz de la paciente, sin dirigirse a ella.
Cuando observo estas situaciones constato una actitud rivalizante por
parte del intérprete hacia el etnopsiquiatra (como experto de la etiología y el marco explicativo del padecimiento de la paciente), pero también,
según me mencionan varias coterapeutas a las que pregunté, ya que lo
conocían de otras sesiones en las que aún no me había incorporado, hacia el paciente (al que sustituye tratando de exponer sus problemas y ser
214
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
curado).164 «A medida que se suceden las consultas, y tras una discusión
con él en este sentido, se van definiendo más los papeles y él, tras consultar
con anterioridad con el grupo la conveniencia o no de su actuación, se
ceñirá al trabajo de traducción». (Diario de campo).
La importancia de la traducción, entendida como mediación, en este
caso no se ciñe únicamente al trabajo de tipo lingüístico. La movilización de bienes simbólicos y experiencias inscritas en objetos materiales
y técnicas, en este caso musicales, forman parte de esta mediación entre
universos semióticos y cosmovisiones diversas. El objeto (su uso apropiado) traduce emociones, imaginarios y experiencias desde un universo de
componentes culturalmente significativos en un registro preobjetivo, que
es interpelado desde lenguajes no necesariamente verbales y se inscribe en
la situación terapéutica.165
En varias ocasiones mantenemos una discusión acerca de ciertos términos y maneras culturales de interpretarlos[...] En una de las sesiones
el intérprete trajo una flauta típica de la región de donde es originaria la
paciente y, previo acuerdo con el grupo de terapeutas y L., tocó varias canciones. Esto, a decir de ella, motivó que en la sesión siguiente la paciente
trajese una poesía que había escrito y la leyese. La poesía, según interpreté,
mostraba parte de su percepción sobre su conflictiva relación de pareja y
la vida en Bruselas. Seguidamente, pasamos una hora discutiendo acerca del significado lingüístico en la traducción, pero también cultural, del
concepto amor en Turquía. (Diario de campo)
En esta mediación, la aparición y circulación de los objetos en la escena terapéutica también vehicula representaciones y relaciones sociales, las
reactualiza y las transfiere. El uso de esta flauta, por parte del intérprete,
da lugar a una transferencia que activa recursos olvidados por la paciente,
como una afición por la poesía de la cual nos hace participes, lo cual se
convierte en un operador efectivo en el proceso de resolución de la problemática que la lleva a la consulta. Seguidamente, hablaré de la eficacia
164 Para saber más sobre algunas problemáticas y desafíos de la traducción e interpretación lingüística y cultural en otros contextos hospitalarios de Bruselas y Madrid, ver Muñoz
(2013b). En el caso de una consulta de etnopsiquiatría en la ciudad de Lieja, ver Schurmans
(2008).
165 La arteterapia, utilizada en contextos de multiculturalidad significativa y barreras idiomáticas en la comunicación, cumple esta función de ejercer una eficacia terapéutica prescindiendo, en ciertos aspectos de su intervención, de la existencia de traducción lingüística.
215
Rubén Muñoz Martínez
terapéutica que logra la mediación de los objetos, en su intercambio (don
y contradón), como operadores corporales al reunificar universos teóricos
y emocionales, así como pragmáticos e interpretativos.
6.5 Magia y fetichismo en el hospital Brugmann: los objetos
activos, el don y el contradón en la praxis terapéutica
La práctica etnopsiquiátrica coordina diferentes modelos explicativos del
padecimiento, así como métodos para la curación, independientemente
de su procedencia. En el caso del hospital Brugmann, los objetos activos
constituyen un elemento representativo de los límites en la articulación de
representaciones sociales y técnicas, esquemas simbólicos e ideológicos de
atención médica. Los objetos activos son un elemento constitutivo y emblemático de esta consulta en la cual no se utilizan recursos adivinatorios
o sacrificiales, como en el centro Georges Devereux. No obstante, además
de los objetos activos, en la consulta existe una predisposición al uso, en la
lógica del don y el contradón (Mauss 1979 [1925]), de otro tipo de objetos
y bienes, como la comida o las técnicas/herramientas, de procedencias
culturales diversas. Este es el caso, por ejemplo, de la flauta tradicional
turca con la paciente L. Estos elementos son eficaces en el manejo de las
dinámicas desencadenantes de la abreacción y la eficacia terapéutica.
Si bien, como hemos dicho antes, los objetos activos son frecuentes en
las consultas etnopsiquiátricas de Brugmann, no se utilizan en todas las
intervenciones. Son propios de este tipo de aproximación terapéutica de
tipo intercultural y representan uno de los elementos principales en el descentramiento del modelo biomédico a través de su relativización cultural.
La concepción operativa y heurística de los objetos activos está vinculada
a la noción de maná enunciada por Mauss.
Los objetos activos, si se construyen de una manera adecuada, contienen un número de características intrínsecas que desencadenan tres tipos
de procesos lógicos: analogías, mediaciones e inversiones. Sin embargo,
el objeto solo puede intervenir eficazmente si retoma las características
inscritas en el dispositivo concreto de la sesión. Con esta condición, el
objeto contribuye a desencadenar el despegue del contenido y autoriza la
expulsión del sujeto fuera del universo ordinario. En resumen, instaura lo
que, como ya comenté antes, en psicoanálisis se define como transferencia
y hace que este proceso sea profesionalmente manejable.
216
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Por otro lado, las analogías inherentes al proceso de transferencia, que
aparecen en numerosas interpretaciones psicoanalíticas, solo adquieren
una fuerza de convicción si se enuncian en un espacio cerrado, comparable al medio maná de Mauss, estructurado alrededor de analogías formales. Esto, a su vez, tiene una función de mediación, ya que intercala un universo teórico con el universo espacial y el emocional (Nathan, 2001b: 106).
En este sentido, aunque se trata de inducir una transformación orgánica, por medio de símbolos, a través de una reorganización estructural
en el inconsciente, no se puede hablar de eficacia simbólica como tal. Para
explicar esto hay que recurrir al análisis del maná que hace Mauss —retomando las teorías melanesianas (1902/1903)—. En la utilización de los
objetos manás no se trata de una forma de hablar, ni de un pensamiento
pretendidamente simbólico, ni de una actividad intuitiva que necesite interpretaciones psicológicas. Según los melanesianos, el maná es una fuerza separada que actúa en virtud de una energía propia.
Cabe señalar que este tipo de consideración y práctica no se da solo
en Melanesia, sino que está muy extendida por todo el mundo (en las culturas precolombinas de Latinoamérica, en África, etc.). Tanto es así que,
como dice Lévi-Strauss en su «Introducción a la obra de Marcel Mauss»
(Mauss y Hubert, 1966 [1902]), podríamos preguntarnos si acaso estamos
en presencia de una forma de pensamiento universal y permanente que,
lejos de caracterizar a ciertas civilizaciones o pretendidos estados arcaicos
del espíritu humano, puede ser la función de una cierta situación del espíritu en presencia de las cosas, la cual se nos aparece cada vez que se da
esta situación. «El maná es una acción de cierto tipo, una acción espiritual
a distancia que se produce entre dos seres simpáticos [...], es una función
en un medio que es maná. Es una especie de mundo interno y especial,
donde todo ocurre como si el maná solo estuviese en juego» (Mauss y
Hubert, 1966 [1902]).
Una técnica terapéutica, como los objetos activos, contiene una fuerza
específica de naturaleza lógica que obliga al paciente al cambio. De este
modo, la técnica se crea en un medio en el cual es exclusivamente la acción, más que la interpretación, la que resulta eficaz. En diversas culturas
y contextos en el mundo se apela al uso e importancia de los objetos técnicos en la acción terapéutica, a diferencia de lo que sucede en el modelo
hegemónico de las psicoterapias en Occidente. Según Nathan (2001a), la
psicoterapia se define, clásicamente, como la terapéutica de la persona (de
su ser) por medio del tratamiento de su alma mediante métodos que ex-
217
Rubén Muñoz Martínez
cluyen el uso de la quimioterapia y de toda forma de procesos en los que
esté implícita la acción de la materia sobre el espíritu. Su definición, desde
el punto de vista de este autor, entra en pugna contra toda otra forma
de terapéutica, ya que todas las demás tratan a los humanos a partir de
la acción sobre la materia. De este modo, las psicoterapias se definen en
relación con los objetos que no utilizan, construyen la realidad a partir de
estas ausencias.
La etnopsiquiatría en Brugmann, al estar inserta en un contexto clínico psiquiátrico, se funda en esta vindicación de corte materialista frente
a la mentalista (basada en el espíritu), aunque mantiene el elemento terapéutico central del modelo biomédico al no excluir el uso de los medicamentos. El posicionamiento del etnopsiquiatra para la prescripción
de medicamentos parte de la idea de, en la línea con la corriente etnopsiquiátrica referida, considerar a los pacientes expertos en la etiología de
su padecer, así como en el tipo de aproximación teórico-metodológica en
la terapéutica; esto es, por ejemplo, los pacientes son lacanianos, cognitivistas o conductistas, etc., ya que así hablan ellos (entrevista personal a
Woitchik).
A este tenor, en la consulta se defiende la idea de capacitar al enfermo
para que conozca todas las características del medicamento, efectos positivos y secundarios, y se delega en él la decisión informada de su toma
(frecuencia, cantidad, etc.). Tal y como mencionan Van der Geest y Whyte
(1989), los medicamentos pueden operar como facilitadores para establecer significado y comunicación. A decir de estos autores, lo que LéviStrauss defiende con respecto a las plantas y animales en su ensayo sobre el
totemismo se puede aplicar a los medicamentos, son «fáciles a significar».
La comunicación sobre la medicación se vuelve comunicación sobre problemas y experiencias ambiguas (Van der Geest y Whyte, 1989: 356).
En contextos culturales, de los cuáles emerge la inspiración del uso de
los objetos activos en la praxis etnopsiquiátrica, como en el Congo, ciertos
objetos materiales y fetiches se utilizan en acciones de tipo curativo, protector o de agresión. Cabe mencionar que esta no es la única forma de influencia, terapéutica o no, que opera. Tonda (2002) menciona que, en este
contexto, existen dos tipos de brujería: por un lado, el kundu (witch), que
corresponde con la llamada posesión del órgano de brujería;166 por otro, la
166 Se trata de un órgano que actúa sobre el individuo, pero que puede ser puesto en movimiento por este. Es un caso de brujería que devora a las personas, que se desdobla por
218
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
brujería (sorcery),167 que es el equivalente del fetichismo que consiste en la
utilización de objetos materiales para provocar el malestar o el bienestar.
La mayor visibilización de una de las formas, la denominada magia
(aquí objeto de estudio), y la condena e invisibilización del kundu es resultado, en el contexto congolés, de esquemas representacionales de la curación en el seno de las iglesias protestantes (y católicas) desde y hacia el
sincretismo que operan bajo el asimétrico encuentro de las instituciones
implantadas por la colonización y las cosmovisiones locales anteriores a
esta.
Esto tiene que ver, aparentemente, con el horror que representa, a los ojos de
la conciencia cristiana, los escenarios de la manducación antropofágica imaginaria característicos de la brujería del vientre o el kundu. Por el contrario,
echar la suerte consiste en manipular fuerzas y objetos cuya existencia está
testada por las escrituras. (Tonda, 2002: 47 [traducción propia])
Los fetiches en el Congo se construyen poniendo en un mismo lugar
diversas sustancias, entre las que se encuentran las de origen humano. Su
función no es únicamente actuar sobre la persona, sino que, básicamente,
se encarnan en persona, hablan y actúan. A la par que los fetiches adquieren propiedades de ser vivo, la mejor tendencia de los seres humanos sería
la de llegar a ser fetiches (y ser venerados) al terminar su vida (Nathan,
2001a). Con respecto a las particularidades del fetiche, si el operador quiere llevar a cabo con éxito el proceso de transferencia de las características
de los objetos a los pensamientos, le hará falta encontrar un objeto virgen
de connotaciones conceptuales. Así, deberá hallar un objeto sin nombre
al cual sea imposible encontrarle un lugar y función en un sistema clasificatorio con la excepción del relativo a su clase, la de los objetos activos.
Los sistemas que han encontrado una solución a este enigma utilizan objetos compuestos —como los platos cocinados o los objetos industriales, de
la noche y deja en su cama la apariencia de su cuerpo. La brujería se corresponde con una
energía o disposición heredada o adquirida que transmite el conocimiento, la acción y la vida
y se distribuye de manera desigual entre los hombres y las mujeres. Así, existe la posibilidad
de reforzarla absorbiendo la de los otros o utilizando medicamentos apropiados para ponerla a disposición de la comunidad a través de hombres excepcionales: guerreros, cazadores,
nganga, etc. (Tonda, 2002).
167 Dicha práctica es similar a la denominada magia. Esto es, necesita de una acción consciente en la manipulación de objetos y de fuerzas invisibles con la intención de producir
efectos precisos.
219
Rubén Muñoz Martínez
los cuales no podemos percibir la función asociando elementos provenientes
de universos heterogéneos (mundo animal, vegetal y mineral, etc.)—. Estos
elementos, o bien no tienen una función en la cultura considerada (malas
hierbas, excrementos), o bien se utilizan en funciones anticulturales (letras
del alfabeto consideradas como cosas y no como signos), y se encuentran
contenidos en un mismo sobre, lo cual es crucial. En un sentido, estos objetos son una especie de antiobjetos, ya que poseen algo así como una valencia
negativa; por otro lado, se consideran objetos perfectos, ya que se encuentran
privados de lo que podría provenir del mundo del pensamiento. A su vez,
palabras, frases o grafismos pueden ser objetos perfectos si poseen estas características. (Nathan, 2001b: 103. [traducción propia])
En la práctica etnopsiquiátrica, este es uno de los ejemplos paradigmáticos de lo que anunció Lévi-Strauss (1949) sobre la posibilidad de que
un día el psicoanálisis (utilizado para estudiar a las culturas denominadas
primitivas y cuya fuente de inspiración, paradójicamente, habían sido las
terapias tradicionales) volvería de nuevo su mirada hacia estas terapias
tradicionales en busca de aprendizaje.
La teoría etnopsicoanalítica retoma aspectos del uso de estos objetos
y los incorpora a su cuerpo teórico y práctico desde el punto de vista del
efecto mecánico transformador del espacio cotidiano en el que se mueve
la intersubjetividad del paciente, así como su banalidad o rutina incapaz
de modificar su estado en un espacio técnico que puede actuar sobre el
mundo y transformarlo. En este sentido, los objetos se entienden como
elementos del mundo sensible. De esta manera, si los terapeutas viven en
un pensamiento teórico y los enfermos experimentan sobre su cuerpo,
los objetos se encuentran en algún sitio intermedio. La función principal
del objeto es demostrar el pensamiento teórico de los terapeutas (Nathan,
2001a). Las particularidades del uso y concepción de los objetos activos se
tratan en el siguiente apartado.
Donación y recepción: el objeto activo fruto del azar
y el prescrito en forma de receta
En el trabajo de campo he podido documentar dos maneras de operar
con los objetos activos en la consulta de etnopsiquiatría del hospital Brugmann. Ambas se encuentran vectorizadas por dos tipos de movimientos
en la relación entre los terapeutas y el paciente: la donación de objetos
activos o su recepción. Así pues, el objeto puede ser donado al paciente
220
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
por el grupo de terapeutas o solicitado con anterioridad por los terapeutas
y recibido por el grupo.
En el caso de la donación por parte del grupo, la acción puede poseer
dos características relativas a la intencionalidad de los donadores: una es
la donación espontánea, que se considera propicia para provocar alguno
de los efectos deseados. En este particular el objeto activo es elegido (por
parte del etnopsiquiatra) sobre la marcha, durante la sesión, cuando coincide el desarrollo de una situación idónea y la posesión de un objeto con
las características mencionadas (Muñoz, 2013a). La otra característica se
corresponde con una donación premeditada en la que el etnopsiquiatra
trae un objeto activo específico y lo ofrece con el fin de que, tal vez, provoque alguno de los efectos deseados. Por otra parte, los terapeutas se lo
pueden pedir al paciente, en forma de prescripción escrita u oral, con el
objetivo de que lo construya y lo done al grupo. Estas dos modalidades se
analizarán a continuación a la luz de los casos clínicos desarrollados.
El objeto activo fruto del azar
En el caso de la paciente de origen marroquí E. (Caso 5), tiene lugar la
aparición fortuita del objeto activo, fruto de la intuición del etnopsiquiatra, tras una cadena de acontecimientos percibidos, por el paciente, como
extraordinarios y capaces, desde el punto de vista de los terapeutas, de
modificar el pensamiento cotidiano y efectuar la transferencia por medio
del dispositivo técnico.
Hace 11 años, cuando el psiquiatra, W., trató a esta paciente, ya se trabajaba
con dos o tres terapeutas en la consulta (en aquella época, 1995, ninguno
de los terapeutas actuales estaba en el hospital). Por aquel entonces, tras un
tiempo en la consulta no se consiguió ningún resultado con ella. [...] Los trastornos que ha sufrido la paciente a lo largo de los años están relacionados con
la visita de un djin que la posee sexualmente durante la noche.
Un día, al poco de regresar W. de una estancia en Senegal, mientras E.
hablaba de un sueño sobre un caballero negro en unas montañas (que, según
un terapeuta, podía ser la representación de un genio), casualmente se abrió
la puerta de la sala de la consulta y entró uno de los terapeutas (de piel negra).
E. se quedó sorprendida por la coincidencia y el psiquiatra (por intuición y
de forma fortuita, según explica) sacó una moneda que tenía en el bolsillo,
un franco de Senegal, y le explicó que la moneda venía de África y que podía
ayudarla con su problema, por lo que se la dio circulándola antes por el grupo
de terapeutas.
221
Rubén Muñoz Martínez
A partir de ese momento, ocurrió una transferencia: la paciente dejó de
sufrir la visita nocturna del djin la noche antes de acudir a la consulta (de
miércoles a jueves). Al cabo de unos días, encontró debajo de su colchón el
objeto causante de su maleficio: un sobre que contiene diferentes sustancias y
materiales; al parecer, fue su madre la que le hizo el maleficio como venganza
por no querer casarse con alguien en Marruecos. (Caso 5).
En este caso, el objeto activo no ha sido elaborado por el psiquiatra ni
los coterapeutas. Las coincidencias han producido una circunstancia no
ordinaria en la cual el psiquiatra ha sabido actuar entregándole un objeto,
un franco de Senegal, perteneciente a otro universo cultural y funcional.
Cabe señalar que, antes de entregárselo, lo habrá pasado, como indica la
norma, por todo el grupo para que puedan tocarlo y cargarlo de energía.
El objeto pretende actuar, además de en la transferencia, como desencadenante de pensamientos. Es interesante que el objeto haya pasado por las manos de todos, que todos lo hayamos tocado y circule por todo el grupo. [...]
Al igual que cuando explico detalladamente los pros y contras de los medicamentos (con el fin de que sea el paciente el que valore y aprenda a usarlos), se
trata de actuar con honestidad para que el paciente tenga confianza en ellos y
así poderlo cargar energéticamente. (entrevista personal a Woitchick, 2006)
Este proceso ha provocado la transferencia y, gracias a esta, la paciente ha dejado de sufrir la visita del djin la noche anterior a la consulta. El
desencadenamiento de este proceso no ordinario la lleva a encontrar, al
cabo de los pocos días, dicho objeto causante del maleficio. En esta consulta, los terapeutas dicen desconocer cuáles son los principios de causalidad que operan en la mencionada mecánica (se preguntan si, tal vez, es
la asociación de ideas). El etnopsiquiatra afirma que: «Existe una especie
de desencadenante por el que, cada vez que se da un objeto y se produce la consiguiente transferencia, el paciente a los pocos días encuentra (a
veces en sitios inverosímiles) el objeto/hechizo» (entrevista personal a
Woitchick, 2006).
En el caso de E., para que el objeto activo pueda originar la eficacia
terapéutica del dispositivo técnico grupal, tienen que existir dos condiciones que son funciones inaugurales del grupo de terapeutas. Por una parte,
el carácter público de la consulta, la ética testimonial frente a la confesional, y su consistencia emocional actuando como cortafuegos.
Diez años antes de mi trabajo de campo y del primer encuentro con
la paciente, como se ha comentado, E. acudía a la consulta de etnopsiquiatría. De un día para otro dejó de ir ya que:
222
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Había soñado con W. En el sueño aparecía, por un lado, esa persona/espíritu (el
djin) que quería hacerle daño y, por otro, W. estaba protegiéndola. Entonces, el
djin (que no guarda parecido con nadie que conozca) y W. se pelearon; y acabó
venciendo el primero. El vencedor la amenazó diciéndole que, si volvía a la
consulta, matará al psiquiatra. Ella acudió a la siguiente consulta, pero se asustó
mucho cuando vio que W. estaba ausente, ya que había enfermado (según W.,
estuvo tres semanas enfermo), así que decidió no volver a ir hasta ahora. Ha
regresado porque dice que cuando mantiene relaciones con un hombre sueña
con él y con el espíritu, y teme que este (o ella misma) le haga daño. (Caso 5)
Por aquel entonces, en los inicios de la consulta etnopsiquiátrica, al
psiquiatra lo acompañaban dos o tres coterapeutas más en las sesiones. En
este caso, cuando trató a la paciente en una consulta diádica no funcionó,
sino que fue «inoperante para ella y desestabilizante emocionalmente para
mí» (entrevista personal W.).
Es evidente que, en el universo representativo de la paciente, únicamente el grupo consigue tener la fuerza suficiente (plano transferencial
y contratransferencial) para lograr librar una batalla contra el espíritu y
vencerlo. En lo personal, tal y como analizo en otros textos (ver Muñoz,
2013a), a lo largo del trabajo de campo he sido testigo del impacto emocional que en mí y en otros compañeros causa presenciar el padecimiento
y sus narraciones, además del miedo y la presión adaptativa que provocan
ciertos modelos explicativos del proceso salud-enfermedad-atención/prevención, frente a los cuales, por su desconocimiento, se tiene la sensación
de una particular desprotección.168
Se puede actuar desde una perspectiva etnocéntrica, en una suerte de
violencia epistémica (Spivak, 1988), generando mecanismos de distanciamiento y desacreditación cultural, pero las lógicas explicativas divergentes
de la científica y las diversas interpretaciones del padecimiento no dejan
de resultarme amenazantes. La posibilidad de estar en un grupo, discutir
sobre lo colectivamente experimentado, compartir modelos explicativos
del proceso s-e-a/p, entre otras cosas, genera una herramienta de consistencia emocional y control metodológico de la contratransferencia, clínicamente relevante en la praxis psiquiátrica. Debido a esto, el objeto activo
y los efectos que desencadena se vuelven terapéuticamente operativos, al
ser su eficacia y puesta en escena objeto de análisis y reflexión pública.
168 Ello sucede también con otros padecimientos más familiares en mi caso, como los biomédicos (psicosis, depresión, etc.), que no dejan de plantear problemas sobre la dilucidación
de la etiología, el curso de la enfermedad, la curación, etc.
223
Rubén Muñoz Martínez
El objeto activo predeterminado: la donación del psiquiatra
y la prescripción en forma de receta
El uso de un objeto activo predeterminado, a través de la donación del
psiquiatra o de la petición de su elaboración y entrega al grupo por parte
del paciente, es otra de las modalidades que se suelen escenificar en la
consulta etnopsiquiátrica de Brugmann. Según lo observado en el trabajo
de campo, en el caso de la donación, el psiquiatra elige el objeto activo y
lo lleva a la consulta sin conocimiento previo del grupo de coterapeutas.
La petición puede ser efectuada por medio de una demanda oral o, más
frecuentemente, a través de una prescripción escrita en forma de receta. Según me relata W. (entrevista personal), la prescripción en forma de
receta tiene por objetivo transmitirle al paciente (con un acto simbólico
cotidiano y técnico investido de la legitimidad del estatus que se le confiere al médico y a su praxis clínica) la credibilidad de la lógica científica,
que rige la relación médico-paciente-institución, en una petición atípica
que este deberá considerar de igual forma a como lo haría con otro tipo
de prescripciones.
Estas dos praxis, la donación y la petición, se documentan en el caso
del paciente K. (caso 4) y se efectúan de manera consecutiva. En este particular, esto acontece debido al intento fallido de transferencia de la donación premeditada por parte del etnopsiquiatra de un objeto activo que
trajo a la consulta:
durante la segunda sesión, W. (el psiquiatra) saca de un bolsillo una piedra
redonda, un poco más pequeña que una moneda de 50 céntimos de euro, pulida y atravesada por unas líneas de colores; le explica a K. que la consiguió en
África, pero que en realidad proviene de los países del este de Europa, en los
que antiguamente se utilizaba como moneda. Se la ofrece a K. y le recomienda
guardarla cerca de él, dormir con ella (le dice que, por ejemplo, puede hacer
un colgante y ponérselo en el cuello o guardarla bajo la almohada). K. comenta que se enternece cuando le regalan algo; a continuación, menciona que se
siente cansado, que no tiene energía y que no vale para nada.
[...] Es interesante que el objeto haya pasado por las manos de todos, que
todos lo hayamos tocado y circule por todo el grupo. Como dirá el terapeuta,
el objeto funciona o existe un menor riesgo de que el paciente experimente
una mala transferencia, porque él no está solo con el paciente, también estamos nosotros.
En la siguiente sesión, una semana después, le preguntamos a K. cómo se
sentía en Turquía, si allí era querido; responde que sí. También habla de las
224
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
condiciones laborales, con las que no se siente bien porque considera que trabaja mucho y gana muy poco (es sastre en la industria textil). Con respecto a
la piedra, dice no haber sentido nada en especial (ha transcurrido una semana
desde que W. se la dio). (Caso 4)
Tras constatar la ausencia de eficacia terapéutica, el etnopsiquiatra decide pedir a K. un objeto confeccionado:
W. le propone que imagine un objeto que represente los problemas, que cuando piense en la piedra piense en lo que ocurre en la consulta, que piense que
la piedra representa algo positivo, es decir, el hecho de que se está intentando
ayudarlo. De esta manera, al poner la piedra en su mano pensará en eso (ocurrirá la transferencia). Pero también se puede hacer lo contrario. Se le puede
pedir que encuentre un objeto y lo lleve a la consulta, que lo deje aquí y que
este represente su problema técnico.
W. le comenta al paciente que él trabaja con los objetos porque aquí nos
encontramos con muchas historias de sortilegios, con gente de todas partes.
[...]
Al final de la sesión, W. le pide que elija un huevo, lo meta en una caja y lo
traiga a la próxima consulta. A la pregunta del paciente sobre cómo tiene que
ser la caja, el etnopsiquiatra responde que como quiera, que tampoco tiene
por qué ser una caja, sino algo que envuelva y contenga el huevo. También le
da un papel, de los que acostumbra a utilizar para recetar, en el cual le prescribe traer el huevo.
[...] W. explica que la cuestión del huevo y el envoltorio tiene que ver con
la materialización simbólica de su malestar, del cual se puede deshacer al entregárnoslo y dejar que todo el grupo se encargue de él. Además, el envoltorio
está relacionado con lo que significa una cobertura, es decir, un elemento
que puede albergar un contenido. Este puede ser, por ejemplo, la cultura de
destino, es decir, la belga (junto con su cultura de origen).
[...]
Tras las dos consultas anteriores, en las que nos ha mencionado que no
se le ocurre con qué podría envolver el huevo, K. trae un envoltorio bastante
elaborado, hecho por él con plásticos, cartón y sobres de cartas (parece que en
el interior alberga algún material blando). (Caso 4)
Puesto que la enfermedad mental es una ruptura entre texto y contexto en este caso además el envoltorio estará relacionado con la significación
de una cobertura, un continente que pueda, valga la redundancia, contener al contenido. Este podría ser por ejemplo la cultura de destino belga
(junto a la suya de origen). (Entrevista personal a Woitchik, 2006)
225
Rubén Muñoz Martínez
Como mencionamos anteriormente, la eficacia terapéutica del objeto activo se inscribe en el sistema de comparación término a término
(Nathan, 2001a). Gracias al dispositivo espacial y en virtud de la concepción del medio maná, el etnopsiquiatra provoca, aparte del desarrollo del
discurso asociativo-interpretativo, una inducción del razonamiento analógico en el acto. En este caso, el dispositivo grupal multicultural permite materializar la alteridad (al desencadenar la reactualización del marco
explicativo del problema del paciente como migrante excluido de la sociedad de destino) y se vuelve un catalizador terapéutico que actúa sobre
la aflicción en su cuerpo, visibilizada a través del síntoma. Esta inducción
permite que las interpretaciones de la transferencia retomen, seguidamente, el mismo tipo de analogía.
Desde un análisis antropológico del cuerpo, retomando la propuesta
de Nancy Scheper-Hughes y Margaret Lock (1987) analizada por Rachel
Lea (1999) en el caso del control de la excreción, podríamos considerar su
falta de control y el padecimiento que esto supone como un acto significativo desde el cuerpo político (el control que la cultura desde contextos
institucionales ejerce sobre el momento y el lugar para defecar), así como
los ritos de humillación ejercidos a través de la excreción (Lea, 1999). Por
otro lado, en la línea de la consideración del símbolo natural del cuerpo
(Douglas, 1978), la dimensión social de este problema (el cuerpo social)
lleva a considerar el trastorno, la aflicción, de las funciones de salida del
cuerpo como sinónimo de las tensiones sociales no resueltas, en forma de
violencia simbólica y estructural, que sufre el paciente y su incapacidad de
actuar frente a ellas.
Según mi interpretación, la acogida por parte de una institución (en
una especie de rito de paso integrador nunca experimentado por la humillación sufrida) que representa al país de destino y la consideración
valorizante de la otredad (a través de los mecanismos mencionados de
abreacción y control de la transferencia) permiten operar materialmente
sobre el cuerpo y la cartografía de la aflicción que dibuja el escenario de lo
humillante bajo la amenaza de la incontinencia, la cual limita la movilidad
del paciente a aquellos lugares en los que existe un retrete. La mediación
del dispositivo etnopsiquiátrico y, en este caso, del método del objeto activo, vuelve a vincular el texto (contenido) con el contexto (continente),
ruptura inaugural del padecer. De esta manera, se pueden curar las tensiones y contradicciones sociales, así como las relaciones de poder inscritas
en el cuerpo y se favorece la praxis frente la especulación interpretativa, ya
que se actúa sobre la experiencia.
226
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
La lógica clínica del don y el contradón
En la narrativa del etnopsiquiatra del hospital Brugmann se refleja la importancia de que la relación que se establece en la consulta entre terapeuta y paciente no solo sea de recepción unilateral, sino que el paciente
también pueda realizar esta acción de ofrecimiento. Cuando esto es espontáneo, como sucede en alguna ocasión, suele ser un objeto que para
él entraña una carga emocional positiva (como un recuerdo de su país o
un dulce típico). Este es el caso de L. (caso 2), que ofreció dulces típicos
de Turquía en una de las sesiones. En otras ocasiones, existe una praxis
ritualizada sin un patrón temporal de intercambio, como en el caso de las
comidas compartidas por los coterapeutas en la consulta. Dichas acciones,
que albergan efectos beneficiosos en la terapéutica intercultural, no se corresponden con los objetos activos, ya que no tienen sus características en
la composición ni en la lógica de intercambio. Sin embargo, la recepción
y donación de los objetos activos sí se inscribe en el don y el contradón.
En su célebre ensayo sobre el don, Marcel Mauss (1979 [1925]) menciona que presentar algo a alguien es presentar algo de uno mismo por
tres razones principalmente: 1) las operaciones no son individuales, sino
colectivas; 2) los intercambios no tienen lugar únicamente con bienes económicamente útiles, y 3) las dotaciones se presentan como voluntarias,
pero son absolutamente obligatorias. En este sentido, me referiré a los ciclos de reciprocidad del don desde su mecanismo inaugural de demora
en el intercambio que asegura el pretendido desinterés en él (Mauss, 1979
[1925]), la igualdad de honor frente a la violencia de la agresión (Bourdieu, 1991). Dichos ciclos los considero desde su inserción en una relación
de hegemonía-subordinación, como es el caso del etnopsiquiatra y los coterapeutas frente al paciente y sus acompañantes.
A este tenor, la dotación del paciente trata de compensar la lógica de
la deuda por la atención recibida en el contexto de unilateralidad en la
relación médico-paciente. Como dirá Bourdieu (1991), el análisis se enriquece al prestarle atención a la dialéctica de las estrategias frente a una
perspectiva de corte mecanicista, sin caer en la ficción del actor racional.
Hablaremos a continuación del don y contradón en el caso de los objetos activos. Después, pasaremos al de aquellos bienes que no pertenecen
a esta categoría (como la comida que traen los pacientes o coterapeutas y
los regalos recibidos de los pacientes), los cuales se analizarán en función
de si requieren un contradón o si son un contradón de un tipo de relación
considerada como un bien recibido.
227
Rubén Muñoz Martínez
En el contexto de los centros de salud públicos de Bruselas, al igual
que sucede en otras partes de Europa como España, hay una suerte de sanción moral para aquellos médicos, por parte de sus pares y de los propios
usuarios de las consultas, que reciben regalos de sus pacientes. Según lo
recabado en la observación en Brugmann y otros centros médicos estudiados en Bélgica y España, en una relación médico-paciente de acceso
a la atención sanitaria universal, aceptar un regalo de parte del paciente
puede percibirse como un acto de poder en el que el médico aprovecha
su posición privilegiada para una praxis lucrativa. Al mismo tiempo, recuerda a las prácticas clientelares en las que, por medio de un conflicto de
intereses, se normaliza el trato de favor a partir de incentivos económicos;
lo cual no sucede únicamente con los posibles regalos del paciente, sino
también con la mediación de actores como las industrias farmacéuticas.169
Sin poder afirmar que esta práctica no exista en estos servicios de salud, se asiste a un discurso generalizado que, en el hospital Brugmann y
según lo documentado, condena esta actitud apelando al código deontológico y a la buena praxis médica. Desde el mencionado análisis del don,
el regalo (que en el contexto de la atención parece provenir del agradecimiento en forma de deuda) puede suscitar una ruptura de la neutralidad
de la que se inviste la relación médico-paciente al interpelar al receptor,
el dominante, con la petición del principio de, en términos de Bourdieu
(1991), intercambio de honor y de reconocimiento del otro como acreedor.
Desde esta perspectiva, el don en forma de regalo sería sancionado
por el médico y la institución porque humanizaría la relación evidenciando el papel activo del paciente a la hora de responder a la situación (hipotecada de partida al ser concebido este como un actor pasivo y receptor)
desde su vindicación de una respuesta en el juego social del encuentro
terapéutico. Si se entiende el regalo del paciente como contradón, diferido
en el tiempo y diferente de aquello recibido (la atención médica), la sanción se debe a que el regalo es una respuesta a la unilateralidad de la acción
de la praxis médica, que se funda en el desinterés y la irreversibilidad (ver
Bourdieu, 1991). Esto es, se clausura el ciclo del intercambio al responder
a un bien anterior del cual el proveedor (el médico) no espera recibir una
contraprestación; al menos en el presente del encuentro terapéutico.
169 Para más información, ver Consejo General de Colegios Médicos (2005), Brennan,
Rothman, Blank et alii (2006); En el ámbito psiquiátrico, Ruiz (2010) y, en el contexto de
Bélgica, Laperche, Krings, Leroy et alii. (2008).
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Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
A diferencia del ámbito privado, en el que merodea la visibilización
del ánimo de lucro y la rentabilidad numeraria en la economía de praxis
médicas y organizativas de la institución, en el acceso universal a la atención médica es aún mayor el carácter de afrenta que tiene la vindicación
del don o el contradón, ya que se inscribe en el ethos desinteresado de una
relación en la que el costo está diferido a las instancias colectivas y solidarias del derecho común. Por supuesto, en ello influyen otros factores, que
solo se mencionarán brevemente, relativos a marcos más amplios como
los legislativos y su aplicación, o la variabilidad de culturas organizacionales biomédicas que instauran o eximen de dicha sanción, así como el
aspecto relacional de la transacción con actores cuyas praxis se perciben
de forma distinta en función de si el médico los considera como pares.
Es decir, el don o contradón se valora según si parte de alguien que es
percibido como poseedor de un mayor o menor capital (económico, cultural, etc.) que el médico, el cual pertenece y representa a la clase media/
media-alta autóctona. Como veremos ahora, pese a que las personas que
otorgan los regalos se presenten en la configuración de la consulta de forma individualizada, el encuentro e intercambio siempre tiene un carácter
colectivo que remite a clases sociales, etnias o grupos culturales y géneros.
En el caso de los objetos activos, el bien (su especificidad diferida y
diferente) está pautado de antemano y tiene un carácter totalizador. Esto
lo convierte en el símbolo en movimiento de una representación del conjunto de elementos que constituyen el paso de la relación individualizante
a la colectiva y la materialización de la alteridad. Si bien a partir de la
concepción de la etnopsiquiatría de Nathan en Brugmann, que no es otra
que la defendida por antropólogos como Mauss (1979 [1925]: 160), los intercambios siempre son colectivos pese a semejar un carácter individual.
Esto es, se parte de un posicionamiento que critica la idea de que la persona está sola con su padecer y en él, ya que siempre estará acompañada de
un mundo espiritual de seres que, en su presentación cultural, remiten a
las causalidades del padecer, así como a las adhesiones del sujeto, actuando como mecanismos resocializadores. Lo cual instaura el paso de la ética
de la confidencialidad a la ética del testimonio (Nathan, 1996) a partir del
carácter, inaugural, público de la consulta.
Así, el movimiento del don y el contradón con los objetos activos se
escenifica mediante la donación y recepción por parte del grupo de coterapeutas y se lleva a cabo en una lógica de la representación ejercida desde
conjuntos sociales simbólicamente delegados, por una parte, al etnopsi-
229
Rubén Muñoz Martínez
quiatra y al grupo de coterapeutas y, por otra, al paciente y a sus acompañantes. Esta lógica también parte de la consideración del padecimiento
como un fenómeno a caballo entre, por un lado, un campo social como la
etnia, la concepción de la ciudadanía (de tipo asimilacionista-universalista) o los dispositivos de alterización de los migrantes y, por otro, una aproximación biomédica o psicoanalítica individualizante como la cartografía
sin actor de la bioquímica o el universo autocontenido de los complejos
en la familia victoriana. Por ello, esto puede conllevar algunos problemas
en la tensión entre la universalización y la relativización de complejos
(Edipo), procesos (trasplantación) y núcleos de categorización (culturalización), que son el eje del diagnóstico, tratamiento y seguimiento en el
abordaje etnopsiquiátrico.
Los grupos, formados por el etnopsiquiatra y los coterapeutas, y el
paciente y sus acompañantes familiares o profesionales del sector salud,
representan el espacio transicional e intermedio de las instituciones y sociedad de acogida, así como del mundo cultural de origen del paciente. Se
trata de un espacio que oscila en las categorías de estar entre dos mundos,
fenómeno inaugural del padecimiento que los lleva a la consulta, y estar
con dos mundos, resolución a través de la eficacia terapéutica de la etnopsiquiatría. Cuando el grupo del etnopsiquiatra y los coterapeutas da un
objeto activo, este se ofrece, como hemos visto en el ejemplo de la paciente
E. (caso 5), a través de la prestación total que remite a los mencionados
mundos; se forma una alianza o comunión (en términos de Mauss, 1979
[1925]) que en el lenguaje psicoanalítico opera a través de la denominada
transferencia (la fuerza del grupo para enfrentar al espíritu que atormenta
a la paciente).
En la prescripción y recepción del objeto activo, como se muestra en
el caso del paciente K. (caso 4), el sentido de la alianza, vínculo o comunión es el mismo, pero se modifica la direccionalidad del acto. El grupo se
instituye como depositario del problema y se hace cargo de él a través del
acto de dar. El contradón aquí es la eficacia terapéutica que se hace efectiva
en el juego de la honorabilidad, desde la analogía entre la configuración
del dispositivo clínico, la problemática del paciente y las características del
objeto activo (el huevo envuelto por el paciente y depositado en el grupo).
La función terapéutica del intercambio, a través de la consolidación de alianzas y vínculos, y su correlato en la transferencia es una de las razones por las
que se considera beneficioso y se promueve la recepción de objetos donados
por los pacientes (entrevista personal a W.)
230
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Esto suscita, como se ha mencionado, la ruptura de la neutralidad
en la relación médico-paciente a través de su humanización. Un caso que
ejemplifica este particular es el de un paciente marroquí que trabajó como
encantador de serpientes, el cual donó al etnopsiquiatra dos flautas de encantador de serpientes, un saco con una serpiente disecada y una caja de
la que, al abrirla, salía una serpiente de juguete y picaba en la mano del
portador. El aspecto crítico que considero de esta práctica es que, pese a
escenificarse en la lógica testimonial de su carácter público, lo cual puede
amortiguar algunos de sus efectos perniciosos, su disidencia se mueve en
una frontera porosa con los aspectos dominantes en la relación terapeutapaciente que pretende transgredir. Es decir, a diferencia de los objetos activos, estos regalos (especialmente las dos flautas, que procedían de una
herencia familiar del paciente y eran muy antiguas; y costosas, se puede
deducir) tienen un valor de cambio y se insertan en una relación de poder
que, pese a estar monitoreada por su carácter público, es desigual y puede
no estar exenta de lucro, a pesar de que este no sea su propósito.
Por último, me referiré a los dones170 de los que no se espera nada a
cambio, en este caso las comidas ofrecidas por los pacientes, por alguno
de los miembros del grupo de coterapeutas o por el etnopsiquiatra y compartidas con el grupo. Por iniciativa propia, los coterapeutas o pacientes
traen comida que comparten con todo el grupo; en ocasiones, cuando son
platos que requieren de una cierta preparación, se sugiere de antemano y
pueden ser varios coterapeutas y el etnopsiquiatra los que lleven la comida. En cambio, se hace de forma espontánea si se trata de, por ejemplo,
dulces típicos de un lugar, como los aportados por la paciente L. (caso 2),
procedentes de una región de Turquía. Estos dones operan en la transferencia por medio del fortalecimiento de vínculos y alianzas.
Cabe señalar aquí la percepción de la durabilidad del bien discutida
por Bourdieu (1999). Esto es, si, sumado a su valor de uso o cambio, es
un bien que se percibirá por su durabilidad en el tiempo, por su posesión
externa al cuerpo del sujeto o por su incorporación ejercida en el cuerpo,
como en el caso de la eficacia terapéutica. Esto no solo tiene que ver con
la magia de los objetos en sí mismos, si no con la durabilidad, en términos
de Mauss (1979 [1925]), de los vínculos que establecen con las personas.
170 Para el análisis que aquí nos interesa subrayar los considero como dones, podrían también tener otras lecturas como contradones.
231
Rubén Muñoz Martínez
En este caso, la comida, en la praxis de comer y compartir, posee una durabilidad percibida como agotable en el acto.
Cuando no se espera recibir un contradón, el don se practica con una
serie de objetivos que, si bien implican una suerte de retribución, esta no
tiene el carácter diferido y diferenciado que cuando implica como intercambio el contradón. En este sentido, la prorrogabilidad y la diferenciación del intercambio no operan, ya que debido, a su durabilidad y tipo, el
don no requiere una acción de devolución. La retribución que se obtiene
al compartir comida, de forma ocasional y partiendo de la iniciativa no
pautada y espontánea de los pacientes o coterapeutas, es del orden de la
distensión emocional y la recreación de lazos entre los actores, de forma
individual y como representantes de los colectivos involucrados. Esto permite, a su vez, cumplir la última de las funciones principales señaladas al
comienzo del capítulo: la consistencia emocional entre el grupo que, gracias a una mayor observación y control de la contratransferencia, facilita
una mayor coherencia en su praxis clínica.
7. Crítica a la aproximación etnopsiquiátrica en Brugmann
Para la crítica a los elementos problemáticos de la práctica etnopsiquiátrica en el hospital Brugmann divido este apartado en dos bloques. Por un
lado, el relativo a las críticas clásicas que desde tiempo atrás se realizan a
la corriente etnopsiquiátrica, notablemente en París. Por otro, me refiero a
la crítica de ciertos elementos e implicaciones de la práctica etnopsiquiátrica en el caso concreto del hospital Brugmann. De esta manera, amplío
y discuto el punto de vista de estos estudios, en su mayoría sin un trabajo
de campo que les confiera profundidad de análisis.
7.1 Voces que se alzan contra los dispositivos
de inspiración nathaniana
Desde la década de los noventa, la etnopsiquiatría ha gozado de un gran
apogeo, principalmente en las áreas de influencia cultural francófona en
Europa. Esto se ha debido a diferentes cuestiones de entre las cuales cabe
destacar, en opinión de sus defensores, el éxito terapéutico de la disciplina
en el tratamiento de pacientes de origen extranjero, que otras aproximaciones monoculturales occidentales no lograban abordar con buenos re-
232
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
sultados. Autores como Didier Fassin (1999b) señalan que su éxito reside
en que se han implantado en un espacio favorable, dejado de lado por los
poderes públicos y obviado por las instituciones sanitarias y sociales.
Una de las críticas más comunes que se han hecho a los denominados
centros especializados en el tratamiento de patologías exóticas de los inmigrantes, como el centro George Devereux de Tobie Nathan, en París, es
la segregación de la población de origen extranjero bajo una cristalización
esencialista de la alteridad, con lo que se evita incorporarlos en el sistema
de cuidados de derecho común público. La crítica a la defensa del axioma
que propone la necesidad de separación cultural de la población inmigrante, así como el énfasis contra la integración/asimilación de la concepción republicana de la ciudadanía francesa, tiene su estandarte discursivo,
utilizado como un caballo de troya por sus detractores, en algunos enunciados de Nathan. Uno de los más emblemáticos es el siguiente:
Yo lo afirmo alto y fuerte, los niños soninkes, bambaras, peuls, dwalas... ¿qué
se yo todavía? pertenecen a sus ancestros. Lavarles el cerebro para hacer blancos, republicanos, racionalistas y ateos es simplemente un acto de guerra [...].
En las sociedades de fuerte emigración, hay que favorecer los guetos con el fin
de no obligar a una familia a abandonar su sistema cultural. (Nathan, 2001b.
Traducción propia)
Según Jaffré (1996), estos argumentos de buen corazón tienen el peligro de desalojar de sus vidas a los objetos mismos de una solicitud tal.
La historia de estos actores testimonia otras opciones, y otra vitalidad. No
se trata de nostalgia cultural sino de dinámicas sociales. Esta perspectiva
crítica con la propuesta etnopsiquiátrica de Nathan, considera que una
posición romántica culturalista como la enunciada lleva a la reducción
esencialista del concepto de cultura, a una visión de no relacionalidad, de
clausura y de homogeneización intragrupal.
En este sentido, Rechtman (1995) critica las nociones de alteridad
cultural y de identidad como sinónimos de irreductibilidad sin concebir
su dimensión relacional y variable. El autor también problematiza, con
respecto al cuestionamiento teórico-metodológico del universalismo biomédico, el relativismo cultural extremo que, en su opinión, subyace en sus
tesis principales, con lo que rechaza la validez universal de la psiquiatría
en defensa de una multitud de sistemas etiológicos y terapéuticos culturales compartidos por los miembros de cada sociedad y diferenciados unos
de otros. Por otra parte, mencionará (Rechtman, 2000), es problemático
233
Rubén Muñoz Martínez
asumir que lo entendido por cultura (por ejemplo, los sistemas simbólicos
o los modelos explicativos del distrés) tenga su equivalente en el nivel psicológico y deba incidir forzosamente en la clínica terapéutica.
Algunos autores como Fassin (2000a) consideran que la etnopsiquiatría utilizada por Nathan en los barrios periféricos de París (y su gran
éxito) podría ser, al igual que lo fue la praxis del psiquiatra Carothers en
el período colonial,171 un instrumento oficial de gestión de las poblaciones
migradas para, en el caso actual, patologizar el mestizaje cultural y la migración al insistir en la incompatibilidad entre los universos simbólicos
y culturales de origen y los del país de destino. Su emblema es la llamada
a la creación de guetos como forma de preservar la identidad cultural, lo
cual recuerda, en opinión de Fassin, a la máxima del psiquiatra colonialista, que se inscribía en una vieja estrategia del imperio colonial británico
en el caso de las revueltas mau mau: si el conflicto reside en el encuentro
entre culturas, su resolución consiste en separar para pacificar.172 Es decir,
favorecer las unidades espaciales separadas de las ciudades y de sus efectos
desestructurantes en pos de un clima de inspiración cristiana y formas de
vida ancestrales.
En este sentido, desde el punto de vista institucional, cabe recordar
que, tanto en las consultas de etnopsiquiatría de París como en Bélgica,
acuden a menudo personas derivadas de los servicios sociales; lo cual
puede interpretarse como una forma de psiquiatrización culturalista de
las problemáticas de índole social y del proceso migratorio delegada por
instancias públicas de derecho común a dispositivos de gestión de la alteridad. Esto, como veremos después, no aplica a la consulta de Brugmann
al ser un hospital perteneciente a la red pública de cuidados.
Otras críticas guardan relación con la racionalidad exótica y diferenciada que se le atribuye al inmigrante al pensar únicamente en categorías
propias a su universo cultural (djins, rabs, etc.), así como al hecho de que
esta perspectiva culturalista invisibilice las condiciones sociales, económicas y jurídicas en las que se desenvuelven día a día (Fassin, 1999b). A
171 Las referencias a Carothers no solo las realiza Fassin, sino que Frantz Fanon, en su emblemático texto Los condenados de la tierra (1963) hablará in extenso del uso de la psiquiatría
en contextos coloniales y del referido Carothers.
172 Entendiendo la protesta anticolonial de los mau mau como el marco psiquiátrico de
unas personalidades culturales tendentes a la patología (duplicidad criminal, disociación de
la personalidad, etc.).
234
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
este respecto cabe destacar lo señalado por Chantal Crenn (2000) en su
descripción de la problemática toma en consideración de la etnicidad por
parte de las instituciones sanitarias. La autora analiza el ejemplo de un paciente que, derivado a una consulta de etnopsiquiatría en Francia, rechaza
las categorías culturales y étnicas que los terapeutas le atribuyen, puesto
que connotan matices desvalorizantes y segregadores, y reivindica un modelo explicativo basado en la clase social de pertenencia y las relaciones de
poder.173 Otras críticas, en este sentido, las realizan Roudinesco (1999) o
Benslama (1999).
Si la praxis psiquiátrica dominante adolece, en diversos contextos europeos, de hacer uso de categorías y modelos explicativos de tipo etnocéntrico y con una impronta colonialista (ver la defensa del universalismo
nosológico desde la psiquiatría de Cheng, 2001) apelando al asimilacionismo de los pacientes migrantes, esta misma tendencia podría subyacer,
desde el punto de vista de las críticas mencionadas, en la etnopsiquiatría
nathaniana a partir de su descentramiento biomédico.
Cabría preguntarse si todos los usuarios de las consultas quieren definirse en función de la ausencia de un communitas de origen y de otras
dimensiones que en el nombre de la no esencialización lo asimilen al individuo republicano francés, o bien prefieren apelar a elementos resignificados, en una suerte de esencialismo estratégico (Spivak, 1987), de un
ethos de origen como vindicación identitaria y recurso resiliente. Si es el
segundo caso, ¿quiénes son los representantes depositarios del patrimonio
de la vindicación o invención cultural y en qué términos y contextos se
produce esto?, ¿apelar a lo cultural es excluyente de la consideración de la
clase social o las relaciones de poder? Por otro lado, me pregunto si detrás
de estas críticas no subyace una concepción pasiva y victimizadora del
migrante. De estas críticas y preguntas hablaremos, a partir de la perspectiva etnográfica del estudio de caso en Brugmann, en el próximo apartado.
Desde el punto de vista operativo y metodológico del dispositivo terapéutico etnopsiquiátrico, tomando como ejemplo la consulta del centro
Georges Devereux, se han planteado diversos cuestionamientos, algunos
de los cuales retomamos aquí para su posterior discusión. Jaffré (1996)
cuestiona ciertos elementos problemáticos en la interpretación lingüística
173 El paciente, por lo general, interioriza la nominación negativa de la sociedad dominante
acerca de los inmigrantes: solo son tolerados cuando permanecen instalados en la posición
que se les atribuye, es decir, la de fuerza de trabajo (Sayad, 1999).
235
Rubén Muñoz Martínez
y psicoanalítica llevada a cabo por los terapeutas y etnopsiquiatra. Estos
abarcan los procesos de contextualización y ajustamiento de la interpretación, así como la comparación entre términos o la sustitución de lo real
por la metáfora. Según el autor, cabe mencionar el peligro de que toda
catacresis de las expresiones de la dolencia del paciente sea tomada al pie
de la letra. Este es el ejemplo de la expresión hacerse mala sangre, en la que
no se puede inferir por extensión que la persona se adhiera a las ideas que
las palabras vehiculan; aunque remita a la teoría antigua de los fluidos, no
quiere decir que los actores atribuyan a esta causa su malestar.
Otro de los problemas que se ha cuestionado en la etnopsiquiatría es
que quizás hay demasiados códigos culturales de interpretación y que no
son lo suficientemente adecuados en muchos de los casos, pues pueden
tender a generalizar y unificar bajo un mismo término. Esto ocurre, por
ejemplo, cuando no se define el contexto social del paciente más que por
medio de algunas creencias que se suponen unánimemente compartidas
(como la cosmogonía según la cual, en África, el mundo se creó a partir
de una pareja de gemelos). Por otra parte, está el hecho de la dificultad de
la puesta en relación de una lengua natural, la de los pacientes, con un código interpretativo artificial, el de los terapeutas. Un ejemplo de ello es la
consideración de la comparación como equivalencia, como si los campos
semánticos fuesen isomórficos y no se hiciese necesario evaluar el valor de
concepciones y prácticas (la posesión, por ejemplo) en diferentes contextos precisos antes de compararlas (ibídem). Debido a la falta de precauciones metodológicas, la relación con el otro peligra de presentarse bajo los
trazos, como señala Jaffré (1996), de una interpretación salvaje, que no resulta de la coherencia de los datos, sino de lo arbitrario del intérprete, aunque esta arbitrariedad se disimule bajo una aparente coherencia retórica.
Dahoun (1992), por su parte, cuestiona la problemática consideración
del paciente sufriente como un sujeto de experimentación,174 lo cual confronta el principio etnopsiquiátrico del análisis de la influencia entendida
como eficacia terapéutica en la dimensión ética del dispositivo clínico. De
174 Lurbe (2006) hace otra crítica, más actual que las referidas, sobre la enajenación de los
cuerpos extranjeros a través de dispositivos destinados para producir y gestionar la alteridad. Larchanché (2010) utiliza una perspectiva etnográfica en Francia y aborda la discusión
sobre la posición liminar con la regulación y culturalización a partir de las representaciones
sociales de los profesionales. Mi tesis (Muñoz, 2010), algunos de cuyos resultados se exponen
en el presente libro, y los artículos posteriores discuten estos aspectos en Bélgica y España
(Muñoz, 2014, 2015).
236
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
la validez o no de estos aspectos mencionados, y de otros problemas y
desafíos de sus praxis, hablaremos a continuación.
7.2 Crítica etnográfica a la etnopsiquiatría
en el hospital Brugmann
En mi trabajo de campo en la consulta de etnopsiquiatría del hospital
Brugmann he podido contrastar varios de los aspectos problemáticos relatados anteriormente, lo que me ha permitido complejizarlos, matizando
algunas de sus afirmaciones al situarlos en un contexto específico, o simplemente rechazarlos al considerarlos poco adecuados a la realidad de la
práctica y más vinculados a la mera lectura de los textos, principalmente
los de Tobie Nathan.
A partir de la perspectiva etnográfica de esta investigación señalaré
tres ejes de análisis: a) el lugar que ocupa la consulta etnopsiquiátrica de
Brugmann, un hospital de la red de atención sanitaria pública cuya cultura
organizacional es biomédica; b) algunos aspectos cuestionables de la adecuación a los pacientes de la metodología etnopsiquiátrica del hospital: el
dispositivo grupal, el discurso chamánico y el uso de los objetos activos, y
c) las personas a las cuales está dirigida la atención etnopsiquiátrica.
A continuación, describimos y analizamos, desde los ejes mencionados, algunos de los aspectos problemáticos y preguntas que genera la
praxis etnopsiquiátrica en Brugmann y, posteriormente, discutimos las
críticas generales a la praxis clínica etnopsiquiátrica expuestas, en el anterior apartado, a la luz del estudio etnográfico en Brugmann y de los casos
clínicos desarrollados.
Una terapéutica no siempre adecuada para todo tipo de pacientes
Con respecto a la decisión de tratar a los pacientes en este tipo de consulta,
existe algún filtro de control, desde la derivación hasta la admisión por
parte del etnopsiquiatra, como es la reunión personal introductoria con
el paciente. Pese a esto, no en todos los casos la consulta está adaptada
a los pacientes que llegan. Algunos de los factores que intervienen en la
inadecuación son:
237
Rubén Muñoz Martínez
El carácter público de la consulta, el consentimiento informado
y el derecho a la privacidad
La aproximación basada en el grupo multidisciplinar/multicultural de terapeutas es uno de los ejes principales de la propuesta etnopsiquiátrica
e implica una serie de beneficios en la eficacia terapéutica vinculados al
manejo de la contratransferencia y a otra serie de dimensiones analizadas,
a partir de la relativización cultural de la diada terapeuta-paciente y de la
concepción privada basada en la confesión. No obstante, según he podido
observar en mi investigación, el carácter grupal y público esta estrategia
conlleva dos problemas principales. El primero es que no es adecuada
para algunos de los pacientes y el segundo es el debate que, en mi opinión,
suscita en torno al derecho a la privacidad.
En el primer caso, la falta de adecuación del dispositivo terapéutico
grupal a algunos pacientes guarda una relación directa con el hecho de
que, con frecuencia, no saben lo que se van a encontrar al entrar por vez
primera en la consulta y expresan su desconcierto verbal y gestualmente.
En función de la conveniencia del método grupal y, sobre todo, de la aceptación del paciente, en el transcurso de la sesión o sesiones, se logrará que
se adhiera y vincule a la terapéutica, o bien que la abandone. La primera
entrevista con el paciente es esclarecedora para explorar el grado de adecuación del dispositivo. Sin embargo, durante el período de mi investigación pude detectar que, en ocasiones, su desarrollo actual no es suficiente,
lo que provoca situaciones conflictivas de abandono y confrontación. Por
lo que he visto, esto se debe a dos razones: la reivindicación de la privacidad en un contexto de obligatoria exposición grupal y la expectativa, y
demanda, de un dispositivo diádico.
En ocasiones, la falta de información sobre las características de la
consulta, en especial con respecto a la existencia y las funciones del grupo,
ha dado lugar a situaciones de tensión en las que el paciente o sus acompañantes (los cónyuges, principalmente) protestan o se sienten violentados
y dejan de acudir. Un ejemplo de esto fue el altercado que ocurrió en una
sesión en la que participé: el marido de una paciente protestó enojado
diciendo: «Los pacientes no son animales exóticos a los que hay que estudiar» y se refirió a la consulta como «un circo» (véase Muñoz, 2013c). Si
bien algunas de estas quejas a través de la verbalización directa o del abandono de la consulta del paciente son fruto de una respuesta a una situación
de vulneración, en otros casos observados, especialmente cuando es la pa-
238
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
reja la que se queja del dispositivo grupal, la lectura remite a la pérdida de
poder y control (frente a una comunidad de interlocutores que, además,
pueden representar a las instituciones y a su comunidad cultural de origen
o destino) sobre, por ejemplo, su compañero o compañera sentimental,
en los casos en los que existe violencia de género. En este último sentido,
según pude inferir de la observación y testimonios de los coterapeutas, se
trata más bien de sabotear la consulta, que se ha convertido en el grupo de
apoyo de su pareja.
En otros casos existen elementos de interferencia relacionados con
el carácter público, como la posible coincidencia de alguno de los coterapeutas con el entorno cercano de los pacientes o la percepción como perjuicio del paso de ser universal a representante de su cultura de origen, en
términos de Nathan (2001b: 114). El paciente es interpelado como sujeto
culturalmente significado cuando lo que demanda es que se le considere
como miembro de un communitas republicano valón donde la dimensión
identitaria cultural, entendida como la adscripción a un grupo minoritario, sea secundaria y tal vez prescindible. Esto es, el derecho a la asimilación o a la vindicación de la cultura de origen, siendo en algunos casos la
identidad cultural belga (o regional), frente a, por ejemplo, la del lugar de
nacimiento de sus padres o abuelos.
En lo relativo a la vulneración del derecho a la privacidad, considero
que un factor determinante es el poco control que se ejerce sobre la entrada de los coterapeutas y, en especial, del uso que estos le dan al material que obtienen en la consulta. Si bien con anterioridad a mi entrada al
campo negocié con el etnopsiquiatra que mi objetivo era realizar una tesis
de doctorado y publicar sus resultados, para mi experiencia en el terreno
no recibí ninguna explicación ni recomendación u obligación contractual
sobre la confidencialidad de la información clínica y personal del paciente,
lo cual les sucedió también a otros de los participantes en la consulta. Cabe
precisar que, de partida, a no ser que lo demandásemos expresamente, no
conocíamos muchos de los datos personales del paciente, como apellidos,
residencia o, por ejemplo, lugar de trabajo. Por otra parte, al comienzo de
cada sesión grupal tampoco se explicita ni transmite al paciente cuáles son
las obligaciones deontológicas de los terapeutas al respecto, como sí sucede
en otras consultas etnopsiquiátricas (ver Lecomte, Jama y Legault, 2006).
239
Rubén Muñoz Martínez
A menudo, el carácter público de la consulta se opone eficazmente a la
denominada farsa de la privacidad175 y a los posibles abusos de poder del
psiquiatra, al tiempo que logra un mayor control de las contratransferencias (y sus efectos no deseados); no obstante, el escaso cuidado con que se
maneja la información confidencial del paciente implica su rechazo, como
sujeto de derecho, hacia las técnicas que pretenden su sanación. El grupo,
representante performativo de la multiculturalidad del país de acogida, se
erige como actor-observador de un teatro social de la curación convertida
(por la ausencia de control de los datos) en un evento público frente al cual
el paciente, reducido a objeto pasivo, es vulnerado, desde una economía
pragmática de la curación, por la ausencia de anonimato a la que queda
sometido y los potenciales efectos de la fuga de su intimidad.
Así pues, el control efectivo de esta información es tan relevante que
su ausencia o existencia instauran una concepción no solo del ethos de la
terapia, sino incluso de la vida pública y la validez del derecho a la privacidad del paciente. En mi opinión, no se trata de que el paciente se convierta en un validador de la teoría del terapeuta, cualesquiera que sean sus
consecuencias, sino de que estas últimas den la medida y autoricen el uso
de un recurso/teoría y de los mecanismos de control sobre él. Retomando
las palabras de Habermas (1982) con respecto a las miradas del investigador, esto marca la diferencia entre una perspectiva objetiva/correctiva del
terapeuta con respecto al paciente, o bien una perspectiva de tipo emancipatorio.
En este sentido, considero que el paso de la ética de la confidencialidad
a la ética del testimonio —frente a seres visibles, terapeutas, o invisibles,
ancestros (Nathan, 1996)— conlleva una concepción y estructuración ad
hoc del self del paciente que, en mi opinión, es problemática y esencialista.
Dicha concepción sostiene que el paciente no está solo, sino que siempre
está acompañado de un mundo espiritual que lo remite a sus ancestros y
adhesiones con su cultura de origen, lo cual lo hace humano, en palabras
de Nathan. Al margen de disquisiciones sobre la reducción culturalista de
este discurso, que solo reconoce como humano al migrante en la medida
175 W., en diversas ocasiones, ha comentado que no entiende por qué en una consulta de
psicoanálisis no hay testigos (lo llama la farsa de la confidencialidad). Confiesa que a él le
parece más justo estar expuesto a equivocarse y a que se sepa fuera de la consulta; así hay
que arriesgarse más. Esta afirmación es de carácter general tanto en su discurso como en los
enunciados de la etnopsiquiatría nathaniana.
240
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
en la que reivindica una condición trashumante (epifenómeno patogénico) y un origen no autóctono, el riesgo en este caso específico estriba en
cómo opera dicha concepción, argumento inaugural que justifica la configuración pública de la consulta, desde el punto de vista de la defensa del
paciente como ciudadano y sujeto de derecho. Se trata, en todo caso, de
evitar los escenarios y las consecuencias no controladas del recurso metodológico experimental constituido por el grupo en las situaciones en que
la intimidad del sujeto sea violentada por un dispositivo que, en la lógica
instrumental de la sanación, actúe sin el consenso del paciente, a menudo
vulnerable y desesperado por encontrar una solución a su padecimiento,
sea cual sea esta.
En mi opinión, es necesario el perfeccionamiento de los mecanismos
de información y escucha del paciente,176 con el fin de poder proporcionarle exhaustivamente los detalles del funcionamiento de la consulta y
saber si, en el proceso de esta (aparte de esperar a ver resultados o no), la
metodología se ajusta a sus demandas o si se podría mejorar algún aspecto. En resumen, se trata de democratizar el dispositivo etnopsiquiátrico
para que el paciente decida con toda la información posible.
El discurso chamánico que enajena
En el enfoque de tipo chamánico, el grupo de terapeutas ofrece un discurso
al paciente proporcionándole un mito social a través de sus acompañantes
y el grupo de terapeutas, en contraposición al que, en el psicoanálisis, él
mismo aporta en forma de mito individual. En el caso del hospital Brugmann, he podido documentar que este método, que propone priorizar de
manera sistemática la palabra de los acompañantes relacionada con el padecimiento y las vivencias del paciente por encima de la palabra de este,
no es siempre idóneo para todos los pacientes que asisten a la consulta. A
algunos pacientes les incomoda que otras personas hablen en su nombre.
Un ejemplo de ello es el de R., una chica de 15 años de origen marroquí (caso 3) que acude a la consulta derivada del centro de menores en el
que vive; va acompañada por dos asistentes sociales de 25 años. La causa
por la que fue derivada del centro de menores a la consulta etnopsiquiá-
176 Antes de que sea tarde y decida no volver, o bien antes de que vuelva, pero se vea perjudicado por la consulta.
241
Rubén Muñoz Martínez
trica, según relatan los asistentes, es que los problemas que padece (apatía
e incapacidad para concentrarse en las clases) remiten a su cultura y a su
historia personal. En la primera sesión, la paciente se muestra sorprendida
al ver al grupo de terapeutas y la disposición espacial de la consulta (lo que
interpreto al observar que, cuando entra en la consulta, reacciona con una
expresión de susto y desconcierto ante la presencia del grupo).
Nadie le explica en qué consiste la consulta ni las características de
esta. Comenzamos con las presentaciones y, acto seguido, se pide a sus
acompañantes que expliquen qué es lo que le sucede a la paciente y cuál es
la idea que ella tiene de su padre. El discurso chamánico emitido por parte
de las asistentas sociales, continuo durante la primera mitad de la sesión,
provoca un visible retraimiento y malestar en la paciente. En un momento
determinado, R. protesta argumentando que no está de acuerdo con las
interpretaciones: «Estoy harta de que no me escuchen, de que los otros
cuenten las cosas por mí o no entiendan lo que digo. Es en ese momento
cuando no puedo pensar y me quedo en mi mundo» (paciente R., caso 3).
A partir de entonces, la estrategia promovida por el etnopsiquiatra cambia: trata de basarse en la búsqueda activa de interacción con la paciente y
desplaza a un segundo plano la voz de sus acompañantes.
Es conveniente que esta estrategia, al menos en el caso estudiado de
Brugmann y otros análogos, se combine con el análisis de la información
proporcionada por el paciente y los acompañantes. En este caso, el enfoque discursivo basado en el paciente no es operativo en presencia de R.,
más allá de la información que provee sobre la percepción de los profesionales educativos y sociales acerca de la casuística de su dolencia.177 En
otros casos, me consta por lo observado en el transcurso de las consultas
y la información de los coterapeutas que uno de los motivos por los que
algunos pacientes han dejado de acudir a la consulta es este exceso de
discursos e interpretaciones sobre ellos. En este sentido, considero que es
fundamental generar mecanismos de detección de la pertinencia de este
recurso y su adecuación a las demandas del paciente. Un ejemplo de ello
son las entrevistas introductorias e informativas o el monitoreo de recursos metodológicos como este a lo largo de las consultas, de modo que no
haya que depender exclusivamente de que el paciente explicite una queja.
177 Información que, por otro lado, se puede y suele obtener en sesiones separadas sin la
presencia de la paciente.
242
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Una cultura etnopsiquiátrica en un espacio biomédico
La emergencia de la consulta de etnopsiquiatría en el hospital Brugmann
parte de la relativización cultural del enfoque biomédico universalista.
Esto permite reformular ciertos marcos teórico-metodológicos del modelo biomédico dominante para mejorar la eficacia terapéutica con ciertos pacientes y problemas. Si el aspecto propositivo es esta aproximación
transgresora y transformadora del marco cultural dominante de atención
hospitalaria, así como la mejora de los resultados curativos de la praxis clínica, no se pueden obviar algunas derivas problemáticas de su existencia
y praxis en dicho marco ni de la trayectoria profesional del etnopsiquiatra. Si antes se podían cometer errores o abusos desde una aproximación
clínica eminentemente biomédica, ahora pueden suceder por la alianza
entre un enfoque organicista/farmacológico erróneo y la vindicación de
desacertadas nociones culturales. El siguiente caso es un ejemplo de ello:
La paciente T., de origen francés/marroquí,178 vivía en Francia y tuvo
un accidente de coche cuando viajaba a Bruselas para visitar a unos amigos. Fue hospitalizada en Bruselas con diversos politraumatismos; por
cuestiones relacionadas al seguimiento del tratamiento, tuvo que quedarse a vivir una temporada en la ciudad. Cuando mejoró físicamente y fue
capaz de regresar por sus propios medios a su residencia y hacer una vida
normal, continuó con el tratamiento y no se procedió a su derivación a un
hospital de su región en Francia, de modo que se la mantuvo bajo supervisión médica en un hospital de Bruselas. Por lo que pude observar durante
el trabajo de campo, en un principio, los médicos priorizaron salvar la
vida de la paciente y su rehabilitación; sin embargo, al recuperarse y ganar
autonomía, no regresa a su país por la presión, según nos relata, de un
condicionamiento burocrático/administrativo: la dificultad y desconocimiento de los trámites que hay que seguir, así como por el seguimiento
terapéutico y del tratamiento. En este sentido, se siente comprometida por
la insistencia en la obligatoriedad de la supervisión del tratamiento por
parte de su médico, a pesar de conocer las circunstancias de su residencia
en Bruselas, y su miedo a dejarlo y agravar su estado de salud.
Estar lejos de su familia y entorno, y deber instalarse en Bruselas por
motivos ajenos a su voluntad son factores que inciden notablemente en el
desencadenamiento de una serie de problemas que afectan a su vida en
178 No aparece en los estudios de caso desarrollados anteriormente.
243
Rubén Muñoz Martínez
pareja y a su salud mental. T. es derivada a la consulta de etnopsiquiatría
por trastorno de ansiedad con una etiología vinculada, según el etnopsiquiatra, a variables de tipo cultural.
Durante la consulta de etnopsiquiatría, las causas que se barajan acerca
de su sintomatología remiten a su relación con su marido, a la cuestión migratoria y la expresión de la dolencia en su cultura de origen marroquí. Este
modelo interpretativo prevalece frente a la exploración en los mecanismos
de la cultura organizativa biomédica y la burocracia que la mantiene atada
a Bélgica, en contra de su voluntad, bajo la argumentación del tratamiento.
Huelga decir que a los medicamentos necesarios para su tratamiento rehabilitador somático se le suman los que ahora le prescribe el etnopsiquiatra.
Al ser un ejemplo poco frecuente, muestra cuales pueden ser los efectos de la alianza entre culturalización y biomedicalización cuando no solo
se desestima abordar etiologías que remiten a los campos sociales en los
que la paciente se desenvuelve cotidianamente, haciendo abstracciones
exotizantes sobre su cultura de origen y aportando herramientas químicas
de contención/adaptación, sino que se evita el debate sobre los posibles
errores o asimétricas negociaciones de la cultura biomédica en la gestión
del proceso s-e-a/p.
Por otra parte, como analizaremos a continuación, el emplazamiento
de esta consulta en un hospital público conlleva una serie de implicaciones con respecto a la discusión sobre la segregación de los pacientes migrantes en centros especializados en la atención a la alteridad externos a
la red de cuidados pública. Si bien considero como positiva, en términos
de la mejora en el acceso a la atención médica de la población migrante, la
apuesta de una institución pública por la creación de espacios adecuados
a la atención en la diversidad cultural desde el derecho común, su ubicación me lleva a plantear dos preguntas: ¿los centros especializados en
etnopsiquiatría, o en la dimensión cultural de la salud mental, adscritos
a hospitales generan una suerte de condensación, en un circuito subalterno de la cultura organizacional biomédica, de aquello que transversalmente debería atravesar a otras consultas: la dimensión sociocultural del
padecimiento y de la atención biomédica, eludiendo su problematización
y su posterior transformación?, o bien ¿sirven de detonantes, como ejemplos paradigmáticos, para una réplica del vínculo entre la consideración
de la cultura de atención biomédica, su relativización y la mejora de la
pertinencia y eficacia terapéutica en otros espacios y praxis clínicas hospitalarias? Considero que este podría ser un eje interesante para futuras
investigaciones.
244
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
7.3 Algunas matizaciones a la crítica general
del dispositivo etnopsiquiátrico
Como vimos al comienzo del capítulo, el nacimiento y desarrollo de la
consulta etnopsiquiátrica en el hospital Brugmann tuvo lugar en los años
90, coetáneamente a la consolidación del centro Georges Devereux en París, gracias a un contexto de sensibilización con la atención sanitaria en
la diversidad cultural promovido por un grupo de psiquiatras entre los
que se encuentra el actual etnopsiquiatra. Se barajó la posibilidad de crear
un centro etnopsiquiátrico independiente del hospital, lo cual al final se
desechó al considerar que se podía evitar cierta segregación del circuito
de cuidados público manteniendo a los pacientes en el seno del hospital.
La ubicación de la consulta es la primera variable que conlleva implicaciones analíticas a la hora de contrastar las críticas generales a la
etnopsiquiatría clínica, dirigidas principalmente a un dispositivo clínico
que se encuentra en un centro privado especializado en el tratamiento
de pacientes de origen extranjero,179 con el caso que aquí nos ocupa de
Brugmann. La consulta etnopsiquiátrica en Brugmann se halla emplazada
en un hospital público perteneciente a la red de cuidados normalizada,
lo cual invalida las conclusiones generales de las críticas, señaladas por
autores como Fassin, con respecto a la segregación de los inmigrantes en
dispositivos exteriores al derecho común de atención sanitaria. Asimismo,
la modalidad grupal pública en la que existe una apertura para la participación como coterapeuta invalida, para este caso, las críticas sobre la
supervisión de ciertas consecuencias en el paciente, así como del dispositivo etnopsiquiátrico y la experimentación clínica sin un monitoreo de la
praxis etnopsiquiátrica. En este sentido, considero que la concepción diádica y basada en la privacidad de la praxis clínica biomédica hegemónica,
al igual que la relación contractual y de subordinación de los coterapeutas (al ser todos estudiantes sujetos a evaluación) por medio de prácticas
profesionales en posgrados impartidos por el centro, como en el caso del
centro Georges Devereux de Nathan, se prestan a una mayor impunidad y
ausencia de monitoreo de la praxis del etnopsiquiatra que en el caso de un
dispositivo como el de Brugmann.
179 En los últimos años, el centro George Devereux, al que principalmente se refieren estas
críticas, ha llevado a cabo una mayor diversificación de sus usuarios e incluye minorías socioculturales autóctonas.
245
Rubén Muñoz Martínez
Como se ha comentado, la especificidad de la consulta etnopsiquiátrica suele estar vinculada, muy a menudo, con problematizaciones de los
pasajes migratorios y de las vivencias relativas a los mestizajes culturales.
De este modo, se tienden a identificar las prácticas etnopsiquiátricas con
el tratamiento de la alteridad, desde un punto de vista especializado en
las invariabilidades culturales y que basa preferentemente su discurso en
torno a ellas. A esto se le puede sumar, como acabamos de ver en el caso de
la paciente T., una ineluctable influencia de la cultura biomédica en la que
están inscritos tanto su espacio de práctica como la formación principal
del etnopsiquiatra.
Sin embargo, esto no es siempre así. En la consulta de Brugmann
también se abordan, con relativa frecuencia, cuestiones que remiten a actuaciones en el campo de lo social. Esto comprende tres ámbitos o actuaciones específicas: a) la movilización de los agentes sociales del entorno
comunitario y familiar del paciente (familia, amigos, etc.); b) el asesoramiento de temas relativos a su situación legal (trámite de documentos) o
de su vivienda o trabajo, y c) la actuación, por parte del psiquiatra, de defensoría del paciente por medio de cartas de recomendación a instancias
judiciales o laborales.
Remitiéndome a los estudios de caso, el primer ámbito corresponde
a la praxis con la paciente E. (caso 5). En la consulta se intenta que acuda
su madre o alguien de la familia con el fin, por una parte, de conocer más
de ella y de su infancia y, por otra, de movilizar (o saber si es posible hacerlo) su red de entreayuda familiar. Finalmente, la acompaña una prima
a una de las sesiones. El segundo ámbito se refleja en el caso de la paciente
A. (caso 6), quien tiene un hijo invidente que fue entregado por orden
judicial, a raíz de una de sus crisis, a una familia de acogida; el niño tiene
11 años. El juez dictaminó el tiempo que podría verlo su madre, una vez
al mes, basándose, de forma arbitraria (según considera W. en la sesión),
en la opinión puntual del hijo. El psiquiatra propone una medida de tipo
social que consiste en la redacción y el envío de una carta al juez en la que
se recomienda, bajo criterios de orden terapéutico, que la madre pueda
ver a su hijo en más ocasiones. El tercer ámbito se corresponde con el caso
de la paciente de origen uzbeko S. (caso 1). Durante las sesiones clínicas,
recibe asesoramiento sobre cuestiones sobre su permiso de residencia, ya
que se plantea la posibilidad de irse a vivir por un tiempo a Alemania; así
como sobre la legislación y sus derechos como arrendataria de un inmue-
246
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
ble, puesto que ha tenido problemas con la propietaria de este, que han
desembocado en el retorno de ciertos síntomas de ansiedad.
Coincido con la crítica a ciertos aspectos de la dimensión operativa
del dispositivo terapéutico, manifestada por Jaffré (1996); concretamente,
con la existencia de descontextualizaciones, generalizaciones y sustituciones de lo real por la metáfora que puedan efectuarse en el transcurso de la
traducción o interpretación en la consulta etnopsiquiátrica. Sin embargo,
considero que, aunque no se puede desdeñar la complejidad de los contextos y trayectorias etnolingüísticas del paciente (ya que, como hemos visto,
es un preciado material terapéutico), la eficacia de la acción del dispositivo
está compuesta muy a menudo de un material más profano y, si se quiere,
burdo.
Los procesos de transferencia y abreacción no siempre requieren que
el terapeuta deba conocer el material lingüístico, o los modelos explicativos del proceso s-e-a/p más comunes de la región específica del país de
origen del paciente. Sin pretender hacer una apología de dicha interpretación salvaje, creo que los procesos terapéuticos se pueden desencadenar
por registros lingüísticos, así como por niveles identitarios de empatía o
pertenencia, más generales y dinámicos; por ejemplo, el hecho de ser inmigrante y compartir aspectos, comunes o negociables, de una trayectoria
de vida, u otros relativos a prácticas, hábitos, expresiones de la aflicción o
conocimientos del proceso s-e-a/p. Sin dejar de lado todos los esfuerzos
posibles para una obtención de datos empíricos de calidad, basta recordar
el caso (comentado en el apartado «Entre consultas») de la discusión durante un cuarto de hora con tres intérpretes, la paciente y su familia para
encontrar la palabra justa que definiese tristeza. Hay que mencionar que la
concepción global del mecanismo terapéutico desde la pragmática puede
evitar reificaciones culturales e identitarias, esta vez reflejadas en un exceso de particularismo en la interpretación. La consulta etnopsiquiátrica es
un espacio no solo de adhesión sino también de invención cultural.
En cuanto a la atribución, por parte de la aproximación etnopsiquiátrica, de una racionalidad exótica y diferenciada al inmigrante, al pensar
únicamente en categorías propias de su universo cultural (djins, rabs, etc.)
—algo que cuestiona Fassin (1999b)—, en los estudios de caso desarrollados se puede observar que, con mayor o menor habilidad según el momento, se tiende a considerar a la propia psiquiatría como una cultura y al
paciente como un actor portador de una diversidad de representaciones
247
Rubén Muñoz Martínez
sociales y modelos explicativos del proceso s-e-a/p; entre otros, el biomédico. Un ejemplo de ello es el de la paciente A. (caso 6):
A. expresa en sucesivas ocasiones la necesidad que tiene de darle un nombre
a su enfermedad refiriéndose a «los nombres de la psiquiatría» (melancolía,
depresión, etc.). W. comenta que él pertenece a una cultura médica que es justamente eso, una cultura, ni más ni menos. A. señala que el motivo principal
por el que vino a la consulta fue que creía que W. le iba a dar medicamentos.
«Yo no me suelo basar demasiado en lo cultural (entendido como un
opuesto a la narrativa biomédica) ya que los pacientes también poseen,
y se remiten a ello, un amplio conocimiento del diagnóstico occidental»
(entrevista personal a Woitchik, 2006).
Con algunos pacientes, la variable de la cultura de origen no aparece
prácticamente (casos 1 y 2); en cambio, con otros, el etnopsiquiatra y los
coterapeutas tantean la temática en un momento determinado para tratar
de obtener información terapéuticamente relevante, de la misma manera
que se habla del pasaje migratorio, de las condiciones socioeconómicas en
las que se realiza o de la visibilización de procesos macropolíticos que inciden en la subjetividad del paciente; por ejemplo, la ejecución televisada
de Sadam Hussein (caso 4).
A esto hay que añadir que, al igual que en el centro Georges Devereux
de París, acuden a esta consulta personas autóctonas, de origen belga, lo
cual aporta una lectura de interés, ya que también en ellos opera la metodología (la materialización de la alteridad, por ejemplo) concebida para
el paciente de origen extranjero. En este sentido, los modelos explicativos
del proceso s-e-a/p se negocian desde el encuentro entre el representante
de la sociedad de acogida (el paciente) y los miembros de una sociedad
multicultural que representan las instituciones de salud (los coterapeutas).
Algunos pacientes autóctonos en cuyas consultas he participado sufrían
dolencias que podían reformularse a través del eje analítico migratorio,
con componentes culturales locales. Para otros, simplemente, este sistema
no resultaba efectivo, ya que su dolencia estaba vinculada a la violencia,
entre otras, de tipo familiar o agravada por los efectos de ciertas terapias,
psicológicas o de otro tipo, en sus trayectorias de búsqueda de atención.
El intercambio con fines terapéuticos de modelos explicativos del proceso s-e-a/p entre belgas con dolencias psíquicas e interlocutores de origen
extranjero podría ser una línea de investigación interesante en este campo
etnopsiquiátrico. En lo que aquí respecta, esta línea de exploración analítica se abordará en el caso correspondiente al modelo antipsiquiátrico
intercultural.
248
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
8. El Quijote, Sancho y la necesidad del alter: eficacia terapéutica
desde una biografía colectiva de la trasplantación
La praxis etnopsiquiátrica en el hospital Brugmann de Bruselas logra una
eficacia terapéutica con aquellos pacientes con los que, por sus itinerarios socioculturales, la aproximación psiquiátrica del modelo biomédico
hegemónico se ve abocada al fracaso, por medio de una búsqueda activa
de la eficacia terapéutica y de una sensibilidad hacia la atención sanitaria,
garantista y de acceso y disfrute universal en la diversidad cultural. Esto lo
consigue a partir de un descentramiento producido por la relativización
cultural del universalismo biomédico que rige la consulta psiquiátrica canónica en el hospital y a través de una propuesta de tipo interdisciplinaria
que produce dispositivos de mediación entre los modelos explicativos del
proceso s-e-a/p.
El descentramiento, en forma de relativismo de sus preceptos culturales hegemónicos, visibiliza (interpelando los límites, las fronteras y sus porosidades) la tensión entre la identidad disciplinaria académica etnocentrada de la psiquiatría y la apertura en forma de relativización de ciertos
elementos fundacionales de su corpus de conocimiento, con el objetivo
de generar espacios de síntesis, transgresión o cuestionamiento, y producir teorías y métodos capaces de responder a la complejidad de la nueva
realidad. Esto promueve una nueva configuración del medio receptor disciplinar (la consulta médica, en este caso) interpelado a la transformación
(Muñoz, 2015).
En cuanto al emplazamiento de la consulta etnopsiquiátrica en el espacio teórico comprendido entre los ejes del universalismo biomédico y
del relativismo cultural, considero que este tipo de terapia intercultural
se ubica en un lugar intermedio en relación con los dos otros casos de la
FCCP y la antipsiquiatría intercultural. El área del eje universalista biomédico estaría anclada por lo que respecta a la existencia de ciertos elementos predominantes de su plantilla cultural, como es el caso del preferente
uso del DSM-IV, por parte del etnopsiquiatra, para la clasificación de las
enfermedades mentales. También en lo relativo al lugar donde se desarrolla, una consulta en el Área de Psiquiatría de un hospital, y a la habitual
prescripción de psicofármacos.
La relativización de dicho enfoque universalista se efectúa al cuestionar elementos fundacionales de la praxis psicoterapéutica clínica que
pertenecen a tres aspectos teórico-metodológicos articulados, por su fun-
249
Rubén Muñoz Martínez
ción en la eficacia terapéutica, a la configuración del espacio clínico y a la
concepción testimonial de corte pragmático y público de la consulta: el
grupo multicultural/disciplinar de coterapeutas, el discurso basado en el
paciente y los objetos activos.
Sumado a la mejora de la eficacia terapéutica, los elementos emblemáticos de esta praxis etnopsiquiátrica, que descentran el anclaje dominante
de la aproximación biomédica, buscan una democratización del proceso
de atención a través de la supervisión colectiva (por parte del grupo de
coterapeutas) de la diferencia de poder entre paciente y psiquiatra para
garantizar la honestidad y buena praxis clínica del profesional de la salud
mental y evitar abusos e impunidades. El análisis que aquí presento, fruto
de mi observación participante y monitoreo, es un ejemplo de ello. Como
hemos visto, la ruptura con la farsa de la privacidad y su particular forma
de operar en Brugmann tiene efectos positivos en la eficacia terapéutica y en la democratización de la relación entre el terapeuta y el paciente,
pero también puede conllevar ciertos problemas. Según hemos analizado,
los problemas más importantes son la ausencia de mecanismos efectivos
de precaución metodológica que permitan identificar la adecuación de la
praxis etnopsiquiátrica y las posibles consecuencias de desadherencia a la
consulta de algunos pacientes.
Para ello es importante, como mencionamos, considerar al paciente y
a sus acompañantes expertos en la etiología de su padecer, pero también
es fundamental concebirlos, en la línea de lo señalado por Taussig sobre
el modelo explicativo del médico (1980), como interlocutores válidos en
la reflexión sobre las culturas organizacionales, las intersecciones entre diversos modelos de atención —hegemónicos y subordinados (en términos
de Menéndez, 1984)— y sus prácticas; esto es, en el poder, las ideologías y
sus articulaciones institucionales en la sociedad de destino desde, en este
caso, el derecho a la confidencialidad y al consentimiento informado.
En lo relativo a la subjetividad del paciente y su identificación con el
grupo, como recurso terapéutico, el consentimiento informado es el parteaguas entre la mímesis y la mascarada, siguiendo la lectura que Diane
Fuss (1994) hace de Frantz Fanon. Si la mascarada es la identificación inconsciente con ciertos referentes dominantes (coloniales), que en este caso
son los del dispositivo terapéutico como representación cultural impuesta
en círculos de adscripción identitaria, la mímesis es el agenciamiento que
permite una identificación estratégica, con fines terapéuticos en este caso,
pero conservando la capacidad de decisión del sujeto sobre el recurso.
250
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
A partir del análisis de la producción de narrativas biográficas de la
alteridad, en el marco explicativo de la dialéctica entre universalismo biomédico y relativismo cultural en el que se inscriben las praxis, consideramos a la FCCP como ejemplo de una biografía individualista interpelada, a
la praxis etnopsiquiátrica como una biografía colectiva de la trasplantación
y a la praxis antipsiquiátrica intercultural como una biografía desinstitucionalizada.
En el caso de la clínica etnopsiquiátrica en Brugmann, la biografía
colectiva se genera a través de la aparición y producción de la alteridad,
el diagnóstico del equívoco y la pluralidad del lugar (en términos de Certeau, 2003). Desde el trabajo de conjuntos sociales experimentales, los terapeutas, junto con los demás participantes en la consulta (el paciente y
sus acompañantes), son depositarios de la representatividad de un tipo
de relaciones socioculturales significadas a efectos clínicos. El Robinson
Crusoe patogénico interpelado por la FCCP, se transmuta aquí en el nómada don Quijote: una manifestación de la necesidad de la alteridad en
el análisis de la condición humana, así como una imagen errática de la
movilidad del ser, la identidad y el pensamiento. Esto plantea diversas discusiones sobre las modalidades de producción colectiva o individual de
las narrativas biográficas del ser y de la aflicción (la llamada al discurso
chamánico en el seno de la institución hospitalaria) y sobre la naturaleza de la migración, el mestizaje y la hibridación como fenómenos problemáticos, o bien como parte inherente de la condición humana en un
mundo custodiado por el sedentarismo y la asimilación como elementos
que proporcionan reconocimiento y derecho desde la gestión política de
la diversidad cultural.180
A continuación, analizaremos la praxis perteneciente al modelo antipsiquiátrico intercultural, que realiza en Bruselas la ONG L’autre «lieu»,
y su aproximación teórico-metodológica en el tratamiento de la dolencia
psíquica, a partir de una perspectiva contradisciplinaria y de la producción de una narrativa biográfica del padecimiento desinstitucionalizada.
180 La práctica etnopsiquiátrica ha sido retomada para problematizar el concepto de pluralismo médico en otra publicación reciente, a partir de lo que denomino como nomadismo
terapéutico (Muñoz, 2020).
251
PARTE VII. EL CUIDADO DESDE LOS OTROS
Y SU COLECTIVIZACIÓN EN LOS MÁRGENES:
EL MODELO ANTIPSIQUIÁTRICO INTERCULTURAL
1. Las casas de acogida peul: alteridades, antipsiquiatría
y convivencia intercultural181
El modelo antipsiquiátrico intercultural está constituido por la práctica de
las casas comunitarias peul, llevada a cabo por la asociación radicada en
Bruselas L’Autre «lieu». Si bien son diversas las praxis existentes en salud
mental con una perspectiva comunitaria, esta práctica de acompañamiento intercultural es única en sus características. Ni en Bélgica ni en España
existe, hasta la fecha, otra aproximación que aúne el vector de una praxis
alternativa a la psiquiatría con el intercambio de narraciones de modelos
explicativos del proceso salud-enfermedad-curación en la convivencia intercultural.
2. El origen del proyecto
L’autre «lieu» se creó en 1980, es una asociación que se considera perteneciente a la corriente alternativa a la psiquiatría dominante y que se
inscribe en una dinámica de reflexión crítica sobre el sistema psiquiátrico.
Su objetivo principal es el de permitir a las personas en situación de dificultad psicológica evitar o acortar una posible hospitalización psiquiátrica proponiéndoles lugares de escucha/ayuda y de acogida distintos de los
ofrecidos por el sistema terapéutico institucional.182
181 Este estudio de caso fue publicado en Muñoz (2014b). Aquí se amplían aspectos teóricometodológicos y descripciones etnográficas.
182 L’Autre «lieu» recibe financiación a través de donaciones privadas, principalmente, y
de recursos públicos de la Commission communautaire française de la Région de Bruxelles
(COCOF).
253
Rubén Muñoz Martínez
De las tres praxis que he descrito y analizado en el presente texto, esta
es la que, en el campo delimitado por los ejes teóricos del universalismo
biomédico y el relativismo cultural, se encuentra más cercana al segundo.
Esto se debe a, por un lado, la relativización y crítica radical del poder y el
papel de la psiquiatría hegemónica en la sociedad occidental y, por otro,
la creación de un lugar de unión, de reencuentro entre biografías, experiencias y modelos explicativos de la salud, la enfermedad y la curación.
El proyecto de las casas de acogida peul tiene su origen en la relación sentimental entre una chica belga, que a mediados de los años 80
trabajaba en la asociación L’Autre «lieu», y un chico peul, de nacionalidad
mauritana, residente en situación indocumentada en Bruselas. A medida
que ella convivía con la comunidad peul en la ciudad, se fue dando cuenta
de que sus miembros, en situaciones jurídico-administrativas análogas a
la de su compañero, vivían en condiciones pésimas de alquiler, a menudo
apiñados en sótanos sin ventilación y con humedad. La mayor parte llegaban —y llegan— a Bélgica tras conflictos y persecuciones políticas en sus
países, especialmente en las zonas del sur y de la cuenca del río Senegal
en Mauritania.
El punto de inflexión histórico, en un contexto regional de migraciones y movimientos poblacionales frecuentes desde décadas atrás, acaeció
a partir del conflicto mauritano-senegalés en abril de 1989 y las subsecuentes persecuciones políticas y expulsiones, por parte del Gobierno
mauritano, de aproximadamente 120 000 miembros de su población (ver
Laigneaux, 2009). Según mencionan mis fuentes entrevistadas, durante su
convivencia con la comunidad peul, ella observa que esta vehicula valores,
que denomina tradicionales, como la solidaridad en el seno del grupo, la
hospitalidad hacia el extranjero, el respeto de las diferencias y la afirmación de una identidad coherente. De ahí surgió la idea, en el marco de la
acogida de personas con padecimiento psíquico, moral o social que venía
llevando a cabo la asociación, de crear una casa comunal que reuniese
bajo un mismo techo tanto a peuls como a las personas con estos padecimientos. La originalidad del proyecto, como se analiza a continuación,
radica en que pone en común a personas sometidas a exilios de diferente
naturaleza: el exilio y refugio político en los peul, y la psiquiatrización
y exclusión social en las otras personas. Asimismo, también puede verse
como la unión de dos grupos de personas sometidos a diferentes formas
de exclusión social: la relativa a la falta de derechos de los sin papeles y la
de la estigmatización social por motivos de salud mental.
254
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
En la asociación existen dos casas con estas características, llamadas
Geef y Viver, y una tercera semicomunitaria llamada Surson 31. Esta última, creada en 1999 en el barrio de Saint-Josse, es diferente de las otras
dos, pero también utiliza una aproximación alternativa a la psiquiatría.
Si bien no es parte del presente estudio, como elemento de contexto cabe
mencionar que la acogida la lleva a cabo un solo inquilino y los apartamentos son individuales. A su vez, la casa en su conjunto se gestiona por
todos y los inquilinos organizan encuentros y actividades comunes con los
animadores de la ONG. La praxis que se realiza en Surson 31 se podría enmarcar en un acompañamiento que está extendido en el ámbito asociativo
e institucional de la salud mental en Bruselas.
Así, incluyendo la sede administrativa, la asociación cuenta con un
total de cuatro casas, ubicadas en barrios y contextos diferentes. Por esta
característica y sobre todo por la estigmatización hacia las personas que
sufren dolencias de tipo mental, la relación que establecen sus integrantes
con los habitantes del entorno en el que se ubican es disímil, lo que condiciona la propia vida en el interior de la casas. Según lo observado en el
trabajo de campo, la relación que los inquilinos de Surson 31 tienen con
los vecinos del barrio en el que está ubicada la casa es muy diferente a la
existente en las casas peul. Los inquilinos de Surson 31 son a menudo
estigmatizados por el vecindario, que denomina la casa como una casa de
locos y trata de evitar cualquier vínculo o relación con ella y sus integrantes. Esto, en la actualidad, no sucede en las casas peul; si bien al principio
los vecinos se mostraban susceptibles, a lo largo de los años acabaron por
considerarlas como parte del barrio. Según los testimonios de los trabajadores de la asociación, esto sucedió por las características de las casas peul,
que están ubicadas en barrios multiculturales en los que es costumbre la
convivencia entre autóctonos y alóctonos, y por el hecho de que no están
configuradas por un perfil de habitantes alterizado por su padecimiento
mental.183
183 También contribuyó, según el testimonio de los trabajadores de la asociación, la llegada
de algunas personalidades políticas que fueron invitadas a cenar en las casas y fueron reconocidos por la vecindad.
255
Rubén Muñoz Martínez
3. La sede de L’autre «lieu»: lugar de la primera acogida
La sede de L’autre «lieu» está en la comuna metropolitana llamada Bruxelles ville, que se corresponde con el centro histórico de Bruselas y es
la comuna más poblada de la ciudad, con más de 140 000 habitantes. Su
composición sociocultural es, como sucede en gran parte de la ciudad,
muy heterogénea: las áreas administrativas de las instituciones europeas
se encuentran junto a barrios obreros con gran representatividad de habitantes de origen extracomunitario.
Antes de profundizar en el universo de las casas peul, mencionaré la
composición humana y espacial de la sede de la ONG. Allí se dirigen los
acogidos antes de ir a vivir a dichas casas. En ella, además de las oficinas
de trabajo y administración, hay una sala de acogida en la planta baja. En
su interior, alrededor de una mesa central y junto a una pequeña cocina
con cafetera y nevera, se desarrollan las entrevistas, o primeros contactos,
con el candidato que vivirá en las casas peul. En las entrevistas evalúan si,
por las características y expectativas del candidato, la convivencia puede
funcionar. Un ejemplo de la selección que llevan a cabo lo constituye la
decisión, basada en la experiencia previa, en función de las supuestas consecuencias que puedan conllevar para dicha convivencia el tipo de trastornos y sus síntomas. En esta salita también se suelen reunir los trabajadores
de la asociación para tomar un café y conversar al terminar la jornada o
durante los descansos. En la planta baja también hay una sala de reunión
en la que se llevan a cabo algunas de las actividades de animación sociocultural con los acogidos de las casas peul y Surson. Estas comprenden la
proyección de vídeos, la creación y edición de una revista y actividades artísticas como la organización de conciertos con músicos peul (que tienen
lugar en otros espacios) o talleres de pintura.
El personal que trabaja en la asociación está compuesto por nueve personas. Tienen un consejo de administración presidido por un
etnopsiquiatra,184 que cuenta con tres miembros con formaciones y orígenes diversos, uno de ellos es peul. El resto de los trabajadores se ocupan de
las casas peul y Surson, de la administración de la asociación y de las actividades artísticas y culturales. En ninguno de los casos su formación tiene
una vinculación directa con disciplinas profesionales relacionadas con la
salud mental, sino que comprende, por ejemplo, la filosofía, la formación
como electricista o la enfermería.
184 Lo cual, dicho sea de paso, no deja de ser en cierto modo paradójico.
256
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Nosotros, hoy en día, no podemos hacer el mismo trabajo que antes, puesto
que las estructuras psiquiátricas han cambiado, los asilos se abren, no hablamos más de asilos como hace treinta años... Por desgracia, hay prácticas
que son heredadas del antiguo asilo, que se perpetúan. Nosotros, en cuanto
que alternativos, nuestro trabajo se funda en la crítica de este trabajo que
perdura... [...]. Nuestro deseo es crear una estructura de igual a igual, así que
la importancia aquí es que no hay psicólogos, no hay médicos, ni psiquiatras
tampoco, para que la escucha de la persona que tiene problemas psíquicos
pueda ser neutra...; o sea, que el intercambio pueda ser igual. Esta es la práctica alterpsiquiatra en este momento, un poco por toda Europa; es intentar
tener un intercambio con el usuario que ponga en paréntesis la enfermedad
mental, de ahí viene la idea de intercambio de igual a igual. (Entrevista personal a Aurelie, responsable de la acogida y comunicación, 2006)
Además de las actividades mencionadas, con respecto al funcionamiento de la asociación, sus miembros llevan a cabo campañas de información y sensibilización acerca de la discriminación a las personas que
sufren problemas de tipo mental y el cuestionamiento del poder de la psiquiatría y su papel social.185 Estas se realizan a través de una emisora de
radio y de la organización de encuentros y charlas con ponentes de ámbitos diversos, como el asociativo o académico, que tienen lugar en Bruselas.
4. Origen y características de las casas de acogida peul
Como ya se ha comentado, hay dos casas de acogida peul: Vivier y Geef.
La primera fue creada en la comuna de Ixelles en 1989; la segunda, en
Schaerbeek en el año 2000. Aunque tienen algunos elementos distintos en
su estructura y organización, ambas siguen el mismo modelo comunitario
e intercultural de ayuda mutua. L’autre «lieu» asesora a los inquilinos peul
en los trámites que seguir para la gestión de su demanda de asilo político y
regularización administrativa. Al mismo tiempo, estos acogen a personas
con dolencias psíquicas que viven con ellos en las casas.
Tanto en Vivier como en Geef, las personas que acogen son casi todas
peul, de origen mauritano y refugiados políticos. En ocasiones hay alguna
persona de otra región del África subsahariana, siempre de religión musulmana; es el caso de B., que vive allí desde hace siete años, originario del
185 Discutido con anterioridad en el apartado correspondiente a la génesis de la corriente
antipsiquiátrica.
257
Rubén Muñoz Martínez
Níger. También residen peuls de origen senegalés. Las personas acogidas
son belgas en su mayoría —en el período en el que realicé el trabajo de
campo (2006-2007)—. En alguna ocasión puntual, residieron personas
de origen marroquí u otros países subsaharianos. Los acogidos padecen
dolencias de tipo psíquico o relacional y han acudido a la asociación para
encontrar un lugar de acogida y vivienda.
Las trayectorias vitales de los inquilinos de origen peul o belga son
muy variadas. Los acogidos belgas provienen de clases sociales muy diversas, hay un número elevado de personas de clase media-alta186. En lo
referente a los peul, hay desde personas que no saben escribir hasta otros
con estudios universitarios; y sus profesiones también son variadas: pastores, oficiales del ejército, maestros de escuela, etc. Según los testimonios
recogidos de algunos inquilinos de origen peul, uno de los motivos centrales por los que emprenden el proyecto migratorio y llegan a Bélgica es el
hecho de que, sobre todo en Mauritania,187 son perseguidos y encarcelados
por otras etnias que no están interesadas en que lleguen al poder político.
Al parecer, las elecciones de marzo del 2007 han sido las primeras en las
que se pudieron presentar candidatos de origen peul.
Los acogidos han vivido trayectorias terapéuticas muy diferentes, algunos con períodos largos de hospitalización psiquiátrica. Hay que señalar
que el trastorno psíquico, en el período en el que conviven en estas casas,
es lo suficientemente moderado como para permitir dicha convivencia.
Este criterio se establece en una evaluación previa en la cual se dilucida
la incidencia de la manifestación de la problemática, esto es: el tipo de
síntomas, su grado y, en el particular del consumo de drogas, otras conductas que puedan influir en la relación de convivencia en las casas peul.
La duración de su estancia varía mucho, algunas personas residen unos
meses y otros permanecen durante años. No existe un límite o condición
impuesta por la asociación; de hecho, se da el caso de un señor belga de 74
años que lleva 10 residiendo en la casa Geef y manifiesta querer quedarse
a vivir allí para siempre. Cuando deciden cambiar de domicilio y dejar las
casas Vivier o Geef, algunos permanecen en contacto con la asociación,
186 Para esta estimación se ha considerado el nivel adquisitivo y de estudios de sus padres
(abogados, notarios, etc).
187 Como he podido recoger en el trabajo de campo, en Senegal la situación con respecto a
sus derechos y libertades es diferente al existir una mayor participación electoral de los representantes de diferentes etnias, lo cual incluye a los peuls, en comparación con Mauritania.
258
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
por medio de las actividades culturales mencionadas, y con sus antiguos
compañeros peul de piso. Otros se han instalado en las inmediaciones de
la casa peul en la que vivieron.
Hay usuarios que han tomado el hábito de vivir solos en un apartamento; es el
caso de M., un usuario muy joven (26 años) que ha tenido verdaderamente un
recorrido psiquiátrico muy fuerte..., muchos medicamentos... Poco a poco,
él ha conocido L’autre «lieu» y se ha quedado 4 años, después ha decidido
continuar los estudios en Saint Lucas y ha comprado un apartamento cerca
del Vivier, de la casa peul; pero vive solo, hace sus estudios y reencuentra una
trayectoria totalmente normal... (Entrevista personal a Aurelie, 2006)
En cuanto a las edades y el género de los acogidos en ambas casas, el
más joven tiene 26 años y el más anciano es el inquilino de 74 años; siendo
el número de hombres y mujeres equivalente. Las edades de los inquilinos peuls son variadas; sin embargo, se concentran principalmente entre
20 y 35 años; son todos hombres. Así como los acogidos entran primero
en contacto con la asociación, los peuls que acogen se encuentran en el
seno de la comunidad mauritana en Bélgica, o bien se ponen en contacto
con ella al llegar. Su tiempo de residencia en las casas es muy variable y
predomina, a excepción de algunos miembros, como se verá después, la
movilidad en muchos de sus componentes, tras un período de 3 a 8 meses
de media, entre países como Francia, Bélgica y Holanda. Según he podido
documentar, existen dos factores explicativos de esta conducta: por un
lado, el cultural, que remite a la habitual práctica del nomadismo de la
etnia peul; por otro, el estructural y político, que remite a los problemas
económicos y legales con los que se encuentran en los países de destino
por su estatus de indocumentados.
Los inquilinos peul y los acogidos belgas, y de otras nacionalidades,
son personas que viven en situaciones de ruptura social y cuyos ingresos
no sobrepasan los topes del artículo 3 de la Ley del 16 de julio de 1992. Los
que acogen (al tener un estatus diferente como candidatos a refugiados
políticos o clandestinos regularizados) disponen, o bien del ingreso mínimo de inserción social, o de una ayuda social, en el marco del artículo 6,
por parte de un CPAS (Centro Público de Ayuda Social).188 Los acogidos,
personas que han tenido a menudo graves problemas sociales o relaciona188 Si consiguen la ayuda del CPAS (mínimo 600 €), no solo viven con ello y ayudan a los
que no tienen recursos económicos, sino que muchos también envían una transferencia cada
mes a sus mujeres e hijos, que viven en Mauritania.
259
Rubén Muñoz Martínez
les, cobran la mayor parte el ingreso mínimo de inserción social. Ambos
pagan un precio a la asociación, muy por debajo de la media del alquiler
en la zona, por el alojamiento en las casas.
Además de los inquilinos que acogen, según he podido observar, hay
otras muchas personas de origen peul, mauritanas o senegalesas, que frecuentan la casa. Acuden una mañana o una tarde desde otros barrios de
Bruselas para poder encontrar a amigos y compañeros, así como con el fin
de tener la posibilidad de hablar su lengua materna (el pula) o de practicar
sus ceremonias religiosas, recreando así un tejido de relaciones sociales de
tipo transnacional. Las casas peul son un punto de referencia tanto para
los que llegan a Bélgica, ya que constituyen un lugar de encuentro con la
comunidad peul en Bruselas, como para los que se han mudado a otras
casas en la ciudad y permanecen en contacto (en las cenas y fiestas) con
sus antiguos compañeros de piso.
4.1 La casa Vivier
La casa Vivier se sitúa en la comuna de Ixelles. Esta comuna está formada
por diversos barrios que varían en su composición: se pueden encontrar
desde áreas estudiantiles cercanas a la Universidad Libre de Bruselas hasta
el denominado barrio africano de Matongue. Por lo general, sus habitantes son de clase media, si bien existe una gran mezcla de orígenes socioculturales en su población.189
Con respecto al número de sus habitantes, aproximadamente hay una
veintena de personas que acogen, todo hombres; ocho son fijas. El número
de acogidos es de tres personas y pueden ser tanto hombres como mujeres.
En cuanto a la estructura en el interior del Vivier, cabe señalar que los
inquilinos peul que hacen de intermediarios (entre el seno de la casa y la
ONG) son los más ancianos o los que llevan más tiempo viviendo en ella.
Desde su creación, ha acogido a más de 200 personas en situación de sufrimiento psíquico. En la comunidad peul no hay reglas de acogida; todo
se deja a la espontaneidad de los peuls que acogen (Dubois, 2005).
189 Por ejemplo, se dan procesos de gentrificación en algunas de sus zonas antiguamente
más populares, como Matongue. Para conocer los servicios de salud mental públicos en el
barrio y los estadísticas sociodemográficas, ver COCOF (2014).
260
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
4.2 La casa Geefs
La comuna en la que se encuentra Geefs, Schaerbeek,190 es en la actualidad
la segunda más poblada de Bruselas capital. Con excepción de algunos barrios, está compuesta mayoritariamente por una clase obrera de orígenes
culturales diversos, entre los que destacan el turco y el marroquí. Alrededor del 20 % de la población es de origen extranjero.
Aparte de la ubicación, todo lo dicho con respecto a la casa Vivier
se puede aplicar a esta, la diferencia principal se encuentra en la composición de la comunidad de acogida: mientras que en Vivier todos son
hombres que viven sin mujeres y sin niños (porque estos están en el país
de origen), en Geef el centro de la comunidad de acogida es una familia.
Esta familia también es mauritana y está encabezada por uno de los antiguos inquilinos de Vivier que obtuvo la regularización de sus papeles. La
familia se ocupa de mediar en los aspectos relativos a la convivencia entre
aquellas personas que viven en la casa. Además de la familia, en el período
2006-2007, durante mi trabajo de campo, la comunidad contaba con tres
personas peul y dos acogidos belgas.
5. Espacio, género y jerarquía en las casas peul
La estructura espacial y el uso del espacio en la casas Vivier y Geefs son
semejantes. Las habitaciones de los acogidos son individuales, los peuls
duermen en habitaciones compartidas, algunos tienen sus camas en el salón. La cocina, el cuarto de baño y el salón son comunes. El salón es el
lugar de encuentro principal, en él hay una alfombra (todos los que entran
se quitan los zapatos) y unos sofás alrededor en círculo. La televisión está
en un rincón a la entrada, casi siempre encendida y con un volumen bajo.
Junto a una antigua chimenea que ya no se utiliza hay una pequeña cocina
en la que preparan el té, siempre presente en las reuniones. Mientras conversan, algunos peuls se dirigen, de vez en cuando, a uno de los lados de
190 Las comunas en Bruselas, y en Bélgica, cuentan con una notable independencia política,
ya que tienen alcaldías diferentes. Es interesante comentar que, a finales de los setenta y
durante los ochenta, Schaerbeek tuvo un Gobierno de derechas que se inclinó hacia posturas
xenófobas. Su alcalde, Roger Nols, llegó a invitar a Jean-Marie Le Pen, líder del Frente Nacional en Francia, y a prohibir la inscripción de inmigrantes a la comuna, las clases de religión
musulmana y los carteles de las tiendas en lenguas distintas del francés y neerlandés.
261
Rubén Muñoz Martínez
la alfombra, que corresponde con la orientación hacia la Meca, para rezar.
Cuando es el momento del rezo común, dejan lo que están haciendo y se
dedican a la oración en varias filas en el mismo lugar.
En principio no hay ninguna jerarquización en los lugares en los que
suelen sentarse. Los belgas acogidos y los inquilinos peuls hacen uso de un
espacio no codificado por normas, aparte de cuestiones del día a día que
puedan atañer al respeto a la diversidad de hábitos, códigos y conductas.
La única prohibición estricta en la convivencia, que guarda relación con
el universo cultural de origen de los peuls, es que no se permite que haya
gatos o perros en los lugares comunes o privados de la casa. Por lo demás,
los acogidos no están obligados a participar en los aspectos de la vida de la
comunidad peul, que se desarrollan fundamentalmente en el salón, como
las comidas comunes.
Como se ha mencionado anteriormente, los inquilinos que acogen en
Vivier son todos hombres. Sucede de igual modo en Geefs, a excepción
de la familia, cabeza de la acogida, en la que hay mujeres. Esto se debe a
cuestiones ligadas a la consistencia del grupo, así como a requisitos en la
distribución espacial y la convivencia. En ocasiones, cuando hay mujeres
entre los acogidos, lo cual es habitual, algunas se quejan, ya que se ven
apartadas de la comunidad (de hombres). A decir de la coordinadora de
las casas peul (quien a su vez es de origen peul), si existiese otra distribución y disponibilidad del espacio (por ejemplo, varios salones), las mujeres peuls podrían estar allí y desempeñarían su rol.191
Las casas tienen un funcionamiento diferenciado en el orden jerárquico de toma de decisiones, así como en la mediación en la convivencia y
con los representantes de la asociación: en Geefs se ocupa de esta función
la familia (que a su vez lleva a cabo la acogida) y, en particular, con más
frecuencia, las mujeres de mayor edad del núcleo familiar. En Vivier, son
los hombres más ancianos y los que llevan más tiempo en la casa quienes desempeñan esta labor. Estas tareas operan en dos ámbitos: el de los
miembros de la comunidad peul, para los que estas personas tienen un
peso determinante en la toma de decisiones concernientes a la vida colectiva, y el de la convivencia con los acogidos. Como se mencionó, la primera selección de los acogidos que vivirán en las casas peul la llevan a cabo
191 Cabe recordar que la mayor parte de los migrantes de origen peul en Bélgica son hombres que han dejado a su mujer, o mujeres, e hijos en su país de origen. Sin embargo, hay un
porcentaje considerable de mujeres que también emigran.
262
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
los trabajadores de la asociación; sin embargo, posteriormente, la labor de
representación de la comunidad peul recae en los actores mencionados,
lo cual implica que son portavoces de los conflictos acaecidos en la convivencia entre peuls y acogidos.
6. Gramáticas de la alteridad y dinámicas interculturales en las casas peul
La narrativa fundacional del proyecto de las casas peul que sostienen los
miembros de la asociación es que la comunidad peul vehicula una serie de
valores, propios de su cultura de origen, que sirven de apoyo psicosocial,
en la convivencia, a la persona que sufre dolencias psíquicas. Esta narrativa es representativa, como instrumento para la consecución de un fin, del
esquema inaugural de la relación dialéctica entre sus praxis, de tipo intercultural, y el modelo hegemónico de la psiquiatría biomédica. Ello sucede
a través de la relativización (en forma de cuestionamiento del poder y sus
modalidades ideológicas y operativas de legitimación universalista) de la
cultura biomédica dominante en esta disciplina, proponiendo eficacias
curativas bajo un proyecto que produce, y sedimenta, un sistema de relaciones sociales alternativo. Para ello, apela a una clase de esencialismo
estratégico (Spivak, 1987) a través de gramáticas de la alteridad.
Las gramáticas de la alteridad, planteadas por Baumann y Gingrich
(2004), proponen tres formas de definir la alteridad/identidad por medio
de un enfoque estructuralista; aquí me referiré a la categoría orientalista,
que se establece en términos de carencia desde el nosotros o los otros. Según mi observación de campo, la comunidad peul de las casas Vivier y
Geefs vehicula valores, denominados de tipo tradicional por los miembros
de la asociación, como la solidaridad, la inclusión y el respeto a la diferencia. Teniendo en cuenta esto, ¿por qué se da esta conducta y perdura,
sedimentada, mientras se habita las casas? Para no pretender entenderla
como invariable y mistificarla, ni reducir la diversidad de trayectorias y
sensibilidades de los peuls con respecto al padecimiento mental, también
cabe preguntarse ¿por qué un fenómeno como el padecimiento mental,
percibido por los migrantes entrevistados en otros contextos como una
amenaza durante su proyecto y periplo migratorio,192 se gestiona de forma
resolutiva y se considera como no problemático?
192 Los testimonios recogidos en Bélgica y España apuntan (ver Muñoz, 2010) a las connotaciones negativas que con frecuencia adquiere el padecimiento mental en términos de
263
Rubén Muñoz Martínez
Para explorar la producción de sujetos y colectivos alterizados, hay
que tener en cuenta, como mencionan diversos autores —para diferentes aproximaciones, ver Okamura (1981) o Taussig (1993)—, la trama de
situaciones, relaciones y contextos que los definen. En este caso, los factores socioeconómicos e intersubjetivos cristalizan esta relación de ayuda mutua a través de los valores instituidos en las casas; de esta manera,
reformulan la otredad del exilio político y la significación étnica-cultural
diferenciada en defensa de la lucha contra la enajenación provocada por
la discriminación social del sujeto que padece sufrimiento mental. Esto
sucede en un contexto histórico muy distinto al de décadas pasadas, como
en los años ochenta en Bruselas, en el que muchas personas acogían en su
casa a otras con padecimiento psíquico.
Aunque no parezca, hay mucha discriminación..., la gente tiene miedo a la
agitación, a ser molestada en su vida..., así que a nivel de la salud mental es
un desierto en el sentido en el que al loco hay que ponerle de lado... y de más
en más...; mientras que hace diez años había cosas que eran posibles y ahora
no..., como, por ejemplo, la gente..., acoger en sus casas. Ahora ya no es posible... un loco en mi casa..., para nada. Antes, en los años setenta/ochenta,
acogían y ya está...; se podría decir que era positivo acoger a alguien... en
el movimiento que había: «¡Ah!, yo tengo a alguien». Mientras que, ahora:
«¡Ah!, yo tengo a alguien» y dirán: «Pero tú... ¿no estás bien o qué...? (Manuel,
responsable de las reuniones mensuales con los peuls y del mantenimiento
técnico de las casas de acogida. Entrevista personal, 2006)
La sedimentación de la práctica de los valores de solidaridad grupal
y ayuda mutua, en la convivencia de las casas peul está vinculada con los
siguientes factores: 1) la mediación de esta asociación y de su comunidad
frente al conflicto y su prevención en la convivencia en las casas peul; 2)
las dinámicas que se establecen entre las personas que conviven allí; 3) las
condiciones de cierta estabilidad que proporciona la ayuda económica y
jurídica para el proceso de petición de asilo político a los inquilinos peul,
así como el elemento contractual que compromete, a cambio del alojamiento, a la práctica de dar acogida a las personas belgas o de otras nacionalidades que sufren padecimiento mental, y 4) un grado de compensación en la manifestación del padecimiento de los acogidos belgas que
permita la convivencia comunitaria.
exclusión y sufrimiento en los contextos en los que viven, y a la importancia de la salud como
su capital principal.
264
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Si la FCCP produce una narrativa individualista robinsoniana interpelada por la perspectiva etnográfica y la praxis etnopsiquiátrica apela a la
necesidad de la alteridad desde la voz de colectivos experimentales en la
diversidad cultural, el nómada Quijote y su compañero antagonista, Sancho; en cambio, la praxis que aquí nos ocupa diluye la pluma instituida y
apunta a otra escritura, sobre otro soporte y contra un formato registrado
por las disciplinas académicas.
Esta gramática, no exenta de agendas, mediaciones de sujetos y programas organizacionales, está escrita contradisciplinariamente y, a diferencia de las anteriores, promueve la producción de biografías desinstitucionalizadas a partir de la vindicación de un colectivo alter exiliado,
acompañante y cuidador frente al individuo autóctono escindido, discriminado y doliente. Su parangón literario ya no es el héroe solitario creador de mundos, como Robinson Crusoe, ni el Quijote acompañado por
Sancho en su rebelde pero incierto deambular; sino que se inscribe en la
palabra hablada: sus héroes tienen voz desde otras lenguas y su nomadismo, aún en territorios de otredad impuestos por el exilio, apunta a no ser
un problema, sino más bien parte de la solución.
6.1 La mediación de la asociación en la vida comunitaria
de las casas peul
La asociación L’Autre «lieu» establece un contrato oral con los peuls para
que presten cierta atención a los acogidos. El contrato tiene un carácter
más simbólico que pragmático, ya que los peuls, según pude observar, no
se inmiscuyen en la vida de los acogidos haciéndoles partícipes de la vida
comunitaria, al igual que sucede con cualquier persona que esté en la casa
o la visite, si estos lo demandan. Así pues, no existe obligación de convivir
alrededor de actividades definidas. En ocasiones puntuales, los peuls y los
acogidos comunican a algún miembro de la asociación, por lo general a
los que acuden a las casas y con los que tienen más confianza, ciertos problemas que hayan podido surgir en la convivencia.
El compromiso por parte de los acogidos es seguir una serie de normas de vida en común que se irán negociando en el día a día, puesto que
no existe un reglamento propiamente dicho de orden interno. En lo relativo al papel que desempeña la asociación, cabe mencionar que, en línea
con su aproximación antipsiquiátrica crítica con la división entre saber
265
Rubén Muñoz Martínez
experto y profano, no hay un encuadramiento terapéutico como tal. No
obstante, algunos de sus trabajadores llevan a cabo un acompañamiento,
el cual puede ser de dos tipos:
1) Acompañamiento colectivo: Son principalmente reuniones en comunidad que se desarrollan una vez al mes con todos los inquilinos peuls
y acogidos, y en las que se discute sobre aspectos de la convivencia y de la
gestión colectiva del alquiler. En este marco, la asociación acompaña a los
peuls en diversos trámites administrativos relativos a la regularización de
su residencia en Bélgica: la petición de asilo político, la búsqueda de un
empleo o la organización de eventos culturales, como conciertos.
2) Acompañamiento individual: Consiste en una reunión, una vez al
mes, con cada uno de los acogidos. En ella se tratan temas como el padecimiento, los proyectos personales o las formaciones profesionales que
pueden seguir.
La gestión del transcurso de la convivencia, llevada a cabo, principalmente, por la comunidad peul y en la que interviene la asociación con los
dos tipos de acompañamientos, en ocasiones puede implicar la intervención de la asociación para tomar una medida contundente en beneficio del
proyecto común:
A veces no funciona. Ahora acabamos de tener un caso de alguien que hemos
tenido que echar fuera porque robaba, tomaba muchas drogas, no se hacía
curar por su psiquiatra, invitaba a mucha gente a su casa, gente que... no tenía nada que ver con la comunidad; así que todo el mundo tenía miedo, los
otros usuarios tenían mucho miedo de esta persona, así que hemos tenido
que parar; y hacía siete años que estaba en la casa. Fue este martes y, desafortunadamente, no ha encontrado nada, así que está en las Urgencias por el
momento. Aparentemente va a volver al hospital, porque no va bien... A veces
hay fracasos..., es normal, pero en la mayor parte de los casos funciona bien...
Lo importante con el proyecto peul en concreto es el intercambio de solidaridad que los peuls vehiculan a través de su cultura.... (Entrevista personal a
Aurelie, 2006. Traducción propia)
Si bien hay excepciones como la anterior, en una situación en que
todo el proyecto se pone en peligro por una persona, la drástica intervención de la asociación no suele ser habitual. También es preciso mencionar,
como se muestra en la narrativa, la llamada a la colaboración de los acogidos con terapeutas externos a la asociación. En este sentido, L’Autre «lieu»
promueve el pluralismo asistencial, dentro del cual se inserta el hecho de
266
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
que los acogidos reciban un seguimiento individual terapéutico por parte
de profesionales de la salud mental, o bien continúen con él.
En mi opinión, se asiste a una postura paradójica por parte de la asociación en la cual, pese a cuestionar el ejercicio de la psiquiatría biomédica
y sus prácticas de poder, se somete al influjo de producción de legitimaciones que esta ostenta, como modelo de atención hegemónico, atribuyendo
en algunos casos como el mencionado, el buen o mal acompañamiento y
el éxito o fracaso de la convivencia a la variable de la medicalización del
acogido. Esta cuestión sitúa el trabajo de la asociación como coadyuvante en la mejoría del padecimiento de la persona, dependiendo, al mismo
tiempo, de aquello que cuestiona, como sucede con ciertos procesos de
medicalización. A su favor cabe señalar que su crítica se centra principalmente en los aspectos coercitivos de la medicalización, pero no tanto en
los efectos positivos de la toma de medicamentos.
Para profundizar en ello y complejizar su perspectiva contradisciplinaria y relativizadora de la cultura biomédica hegemónica, seguiremos
describiendo algunas de las características de su apuesta innovadora, que
en algunos casos produce eficacias curativas. En particular, como he podido constatar en mi trabajo de campo, los acogidos (belgas o extranjeros) e
inquilinos peuls negocian espontáneamente, en el día a día, intercambios
de representaciones diversas, como las que se refieren a la salud y la enfermedad, y maneras de entender la convivencia. Veremos a continuación
algunas de sus especificidades y alcances.
6.2 La curación profana: intercambios
y procesos interculturales
Para abordar esta cuestión es necesario diferenciar, por una parte, los factores que intervienen en las representaciones del proceso s-e-a/p de los inquilinos, con respecto a su comunidad de origen (mauritana o senegalesa)
peul; por otra, aquellos procesos incidentes en la eficacia curativa que se
manifiestan en el intercambio de sensibilidades e interpretaciones de dicho proceso durante la convivencia con los acogidos de procedencia belga.
267
Rubén Muñoz Martínez
6.2.1 Formas de prevenir y curar la enfermedad en la comunidad peul
En el trabajo de campo he podido observar que los inquilinos peuls, si
bien pertenecen a una misma cultura de origen con cosmovisiones compartidas, no permanecen inexorablemente anclados a ella, sino que existe
una diversidad de sensibilidades y puntos de vista entre ellos acerca de la
enfermedad mental. No obstante, los universos explicativos, nosológicos
y etiológicos, a los que atribuir un comportamiento, dolencia o sintomatología (sobre todo referido, desde un punto de vista etic, a la salud mental)
difieren por lo general de los universos biomédicos occidentales.
Esto no quiere decir que no valoren o convivan con la cultura biomédica occidental, ya que acuden a ella cuando lo creen necesario; si no
que, en esta hibridación y convivencia entre modelos explicativos, ciertas
representaciones no biomédicas (provenientes de sus universos culturales
de origen, pero también de destino y tránsito) prevalecen en algunos casos
frente a otras de tipo alópata. De igual forma sucede con su manera de
llevar a cabo acciones de tipo preventivo, curativo o paliativo relacionadas
con el disfrute de la salud y la lucha contra el padecimiento psicológico.193
Es preciso comentar que estas se inscriben, por lo general, según lo observado, en una concepción de la salud y la enfermedad que está ligada a la
religión y su práctica.
Los inquilinos peuls reciben de manera informal, pero con cierta
asiduidad, la visita de un terapeuta tradicional peul, llamado marabú o
cheikh para el mundo musulmán o bileedio, término de inspiración animista (Dia, 2008), que puede quedarse de 8 a 15 días con ellos en las casas.
Suele tratarse de un conocido o amigo que acude a visitarlos, reputado en
sus conocimientos coránicos y terapéuticos. Su actuación como terapeuta
no incluye a los acogidos, sino que se ciñe a los inquilinos africanos musulmanes que lo requieran. Su papel suele ser el de un hombre de religión
que guía la oración en la comunidad en algunos momentos destacables
como, por ejemplo, la llegada de África (u otro lugar) a la casa, o bien la
partida de alguien. Del mismo modo, como actor al que se le atribuye una
especial legitimidad y respeto, durante su estancia puede ser consultado
y aconsejar a título individual sobre diversos asuntos y problemas; entre
otros, problemas de salud.
193 Se entiende que las denomino psicológicas desde un punto de vista etic.
268
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
Sin embargo, esta persona, como sucede con algunos imanes y figuras
religiosas del mundo musulmán en Mauritania, se desvincula de todo lo
que pueda albergar un eco animista o pagano. De este modo, por lo que
he podido deducir del discurso de los inquilinos peuls, ciertas prácticas
de herboristería usadas por los terapeutas tradicionales en Mauritania u
otros remedios o prácticas de origen preislámico (de la llamada medicina
popular animista, pero frecuentemente sincretizados) a menudo no son
considerados como legítimos por estos terapeutas.
De forma análoga sucede, tal y como menciona Al Houssein Dia
(2008), con los tradipracticantes o los terapeutas tradicionales en Mauritania que utilizan remedios de fitoterapia o incluso manipulaciones de tipo
operatorio sin recurrir al Corán, sino a la tradición oral, la experiencia
personal o a antiguos manuscritos inspirados en la teoría de los humores.
La profunda implantación del islam provoca que de forma progresiva la
legitimidad terapéutica esté, cada vez más, mediada por la capacidad de
recurrir de una manera u otra al Corán y a las fórmulas coránicas escritas
o recitadas, o al nombre de Alá o del profeta. En el caso de los contextos
migratorios de destino como Bruselas, sucede muy a menudo que la fuerte
presencia de cierta práctica del islam, en este caso en la comunidad peul
mauritana, tiene el efecto de concentrar las funciones terapéuticas y las
figuras de los terapeutas tradicionales en torno al campo predominante de
la religión y el Corán.194
Por lo que he podido observar acerca de las prácticas de dichos terapeutas en las casas peul, su aproximación está ligada al rezo y a la curación
por medio de la palabra en este contexto religioso. Esto se articula con la
importancia, de tipo curativo o profiláctico/preventivo, de la palabra y la
exultación verbal en esta comunidad y en el marco más amplio del África
subsahariana. Según Thomas y Luneau (1980), la exultación verbal constituye la válvula de seguridad más típicamente africana. Uno de los elementos que destacar, tanto en relación con la cura como con la prevención, es
el poder de la palabra. Así, existen actos de denominación que permiten
identificar al agente etiológico del padecer, o bien palabras terapéuticas
que son la suma del discurso pronunciado a partir de las ceremonias de
194 Similar es el caso de los imanes de origen marroquí que monopolizan gran parte de la
función terapéutica en Bruselas y denostan otras figuras y prácticas curativas que en Marruecos son comunes.
269
Rubén Muñoz Martínez
terapias colectivas, lo cual constituye una forma eficaz de resolver las tensiones y de volver público lo que era privado.
Cabe señalar que muchos de los peuls que viven en estas casas han
acudido a colegios coránicos y tienen conocimientos del Corán y de sus
prescripciones, así como de su interpretación cultural más común, en materia de prevención o curación de ciertas dolencias. Por otro lado, como ya
mencioné, también acuden a la medicina occidental biomédica cuando lo
consideran necesario, sobre todo en los cuidados de tipo somático.
6.2.2 Eficacias curativas en la convivencia intercultural:
el caso de F. en Vivier
La opinión mayoritaria con respecto a lo que se puede considerar acto
terapéutico, y sus modalidades operativas, sostiene que este, circunscrito
al sistema médico que proporciona los recursos necesarios para dar respuesta al padecimiento y restablecer la salud, es eminentemente técnico y
lo lleva a cabo un especialista que varía según la sociedad y los contextos;
por lo que puede abarcar desde los denominados terapeutas tradicionales
en una comunidad rural africana hasta los ciberterapeutas que operan en
el espacio difuso de internet, por ejemplo. La consideración del acto terapéutico guarda relación con la concepción de enfermedad que pueda
predominar en el marco cultural del sistema médico, como sucede en el
modelo biomédico al considerar a la enfermedad como antípoda de la
salud observada por medio de signos y síntomas frente a una perspectiva
basada, por ejemplo, en el sentido y el valor. Lo cual tiene también implicaciones en el tipo de intervención terapéutica (por ejemplo exógena
o endógena) y en las características del acompañamiento (ver Lapantine,
1999 (1965).
Me referiré aquí a acto curativo, de modo que lo circunscribo a la dimensión de análisis que se refiere a la posible ausencia de un marco profesional de desarrollo (intencional o no), con lo que lo pueden llevar a cabo
actores profanos. En este sentido, el acto curativo opera en un marco de
cuidados comunitarios no profesionales llevados a cabo por la convivencia de tipo intercultural y la mediación de la asociación mediante prácticas
de acompañamiento.
Los cuidados no profesionales o legos, según Haro (2000), se definen
por no ser cuidados biomédicos o alternativos y por poder tener influen-
270
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
cias de la biomedicina, aunque son tributarios de la cultura popular y no
hegemónica. Los cuidados no profesionales, proporcionados por actores
de una red de apoyo, han sido estudiados respecto a problemas de salud
diversos como, por ejemplo, el VIH (Muñoz, 2018b) o la salud mental
(van der Geest, 2011). Pueden tener una dimensión preventiva, curativa o
de control de un problema de salud, por ejemplo, por medio de prácticas
de integración en la comunidad: comidas comunitarias, la conversación y
sus dinámicas afectivas o de reconocimiento y no estigmatización. Pueden
centrarse en cuidados somáticos específicos o psicológicos y relacionales,
y dirigirse a una persona directamente o incidir en el bienestar a partir de
la acción sobre otros actores; por ejemplo, la pareja.
El género, la clase social, la generación o la etnicidad del cuidador y
del receptor de cuidados media en su tipología, así como las características del padecimiento, su curso (presencia o ausencia de la sintomaticidad), la representación social sobre su curabilidad/cronicidad o, como en
este caso, la mediación de otros actores o colectivos en el marco sociocultural de puesta en práctica de los cuidados. Por lo general, como prácticas que se establecen a partir de relaciones sociales previas, intragrupales
o extragrupales, pueden vincularse a procesos de discriminación u otras
violencias, o incluso complementarlos (Muñoz, 2018b).
Una de las premisas relacionales que operan en la eficacia curativa,
sedimentada en las dinámicas de las casas peul por la asociación, es la
concepción de que, en la mayoría de las personas que sufren algún trastorno psíquico, este se genera o se acentúa con el aislamiento social y/o
comunicativo del resto de la comunidad o de las personas. A este respecto,
las sociedades occidentales y el individualismo que en ellas predomina
como valor principal, junto con otras dinámicas de tipo principalmente
psicosocial y económico (ver la discusión sobre la cartografía espacial, en
las ciudades, de las enfermedades mentales de Bastide, 1968), pueden provocar la tendencia de que algunas personas se encuentren solas y aisladas,
especialmente en ciertos ámbitos urbanos.
Por otra parte, se evidencia la situación imperante de estigmatización, alterización y rechazo por parte de la sociedad de los trastornos psíquicos, así como la consiguiente intervención terapéutica, fruto de una
previa estructuración como objeto de conocimiento e intervención, para
su normalización en un cuadro profesional y técnico en el que están departamentados trastornos, profesionales y espacios para la rehabilitación
del padecer, entendido como antítesis de la salud. Dicho posicionamiento
271
Rubén Muñoz Martínez
teórico-práctico de L’Autre «lieu» acontece desde la adscripción a la corriente antipsiquiátrica de Basaglia, la cual defiende que es necesario poner entre paréntesis la enfermedad mental y analizar cuál es la función sociopolítica de la psiquiatría, y sus técnicos, como instrumento de gobierno
de los cuerpos y garante del orden reproductor de la estratificación social.
Los inquilinos peuls y sus sensibilidades y valores a la hora de percibir
y gestionar la convivencia se inscriben en la línea de los cuidados comunitarios de dicha corriente. De este modo, las personas de la comunidad
peul, en el contexto observado de las casas de acogida, no aceptan dejar
sola y apartada del grupo a una persona que sufre una dolencia psíquica
o física y que demanda compañía y apoyo. Además de los peuls, las personas acogidas de nacionalidad belga con las que pude conversar también lo percibían de este modo. Según he podido documentar a través
del discurso de los entrevistados peuls y los trabajadores de la asociación,
las actitudes insolidarias son fuertemente sancionadas. Por insolidarias se
entiende aquellas que buscan un lucro individual no redistributivo y que
no se preocupan del conjunto de la comunidad, lo cual incluye procesos
como la aflicción de alguno de sus miembros.
Esta concepción de las relaciones humanas, ethos de la convivencia en
el seno del grupo, y de la salud y la enfermedad es el elemento central que
cristaliza la potencial eficacia curativa de la relación entre inquilinos peuls
y acogidos belgas. Se trata de un elemento estructurado y estructurador
de prácticas que, en la espontaneidad de la convivencia articulada alrededor de las normas sociales que produce, incide beneficiosamente, con
distintas intensidades, en el día a día de las personas acogidas que sufren
padecimiento psíquico.
El caso de F., acaecido varios años antes de mi estancia en la asociación, es un ejemplo del potencial curativo de la convivencia y del espontáneo intercambio entre interpretaciones y modelos explicativos de la
salud y la enfermedad.195 F. era una mujer joven, de menos de 30 años y
origen belga, que fue acogida en la casa Vivier. Al igual que otros inquilinos, llegó a la casa peul tras una fuerte trayectoria médica y psiquiátrica,
pero sin hallar una solución a su dolencia. Su malestar principal provenía
195 Con el fin de verificar este caso, contrasté la información entre varias fuentes en el proceso del trabajo de campo. Comprobé su veracidad, al menos hasta donde me fue posible, con
segundos informantes y observé que su inserción en el discurso corporativo de la asociación
era uno de los ejemplos constatables de eficacia curativa.
272
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
del hecho de escuchar voces y de la angustia que ello le provocaba. Según
el DSM-IV, escuchar voces que no existen es uno de los síntomas más
característicos en el diagnóstico de la psicosis.
Una tarde, F., mientras cenaba con un compañero de piso peul, decidió contarle que escuchaba voces y que eso la angustiaba. Esperando una
reacción de rechazo, como ya le había sucedido en otras ocasiones al mencionar el tema (motivo por el cual en la casa no lo había hecho hasta ese
momento), el chico peul comenzó a sonreír. Para su sorpresa, habló con
total naturalidad de la cuestión y le explicó que eso no debía angustiarla,
ya que, en su cultura, en algún momento de la vida, le pasaba a casi todo
el mundo; los peuls llaman a este fenómeno la enfermedad del viento.196 Su
causa, le mencionó, se atribuye a los ancestros que tratan de comunicarse
con las personas a través de dichas voces. A raíz de esa conversación y de
la integración de su angustioso secreto en la convivencia cotidiana, sin ser
estigmatizada, no solo comenzó a sentirse más aliviada, sino que incluso
dejó de escuchar voces.
7. La alterización como contrapoder: cuidado comunitario
y biografías desinstitucionalizadas
El modelo que he denominado antipsiquiátrico intercultural está representado, como único caso existente en la actualidad, por las praxis del
proyecto de las casas peul en la asociación L’Autre «lieu». Su especificidad
reside en la mayor relativización de la cultura biomédica hegemónica, en
comparación con las otras dos praxis y modelos analizados, y en sus divisiones inaugurales y asimétricas como saber profano/experto o la concepción biológica, individualizante y técnica del padecimiento y su curación.
De esta manera promueve espacios de encuentro, intercambio y escucha
horizontal, no jerarquizada, entre diversas narrativas del proceso s-e-a/p.
Estos espacios ayudan a solventar algunos de los problemas de las
exclusiones relativas al padecer psicológico de los inquilinos belgas (y
196 Durante mi trabajo de campo en Madrid, conocí a una terapeuta italiana que nació en
Trieste, una de las ciudades emblemáticas para el movimiento de la psiquiatría democrática
italiana de Franco Basaglia, y me mencionó que la gente de la ciudad pensaba que había muchos locos en la calle y que eso, obviando la historia del movimiento o reactualizándola en
una suerte de versión atmosférica desde mi interpretación, tenía que ver con el fuerte viento
que había casi todo el año, el cual, al entrar en los oídos, podía producir la locura.
273
Rubén Muñoz Martínez
de otras nacionalidades) y al disfrute de una vivienda digna, así como al
acompañamiento de los exiliados peuls en los trámites administrativos.
En este sentido, podemos referirnos a una perspectiva de tipo contradisciplinar, ya que emerge desde la crítica a la teoría y praxis disciplinaria
hegemónica de la psiquiatría y no se constituye en una disciplina concreta.
A través de una gramática de la alteridad orientalista (Baumann
y Gingrich, 2004) y desinstitucionalizada, el proyecto de la asociación
L’Autre «lieu» reactualiza y sedimenta la solidaridad y los valores de convivencia en la diversidad que vehiculan los miembros de la sociedad peul en
una forma de contrapoder que funciona como agenciamiento colectivo.
Estas personas, excluidas por la enajenación del marco jurídico del Estado
nación belga en materia migratoria y por su búsqueda de control y expulsión de la población extracomunitaria, acogen la inclusión jurídica de las
personas de origen belga y la exclusión a la que estas se ven abocadas por
las dinámicas de aislamiento, segregación y psiquiatrización del padecer
en las sociedades fuertemente individualistas y medicalizadas, como las
centroeuropeas. Esta muestra de vindicación desde la otredad remite a
una dimensión política resignificada por el posicionamiento teórico, las
características y los alcances de la praxis antipsiquiátrica intercultural de
las casas peul. Si en la FCCP y en la etnopsiquiatría hemos analizado cómo
los autóctonos curan migrantes, aquí se trata más bien de reescribir una
historia en la que son los “otros” quienes lejos de constituir un problema
aportan la solución.
274
EPÍLOGO
La investigación reflejada en este libro ofrece algunas aportaciones y propuestas teóricas y aplicadas y aplicadas en los campos de la salud mental,
la diversidad cultural y la migración. Cabe agradecerles a los participantes
las valiosas contribuciones que, desde una perspectiva intercultural, realizan en Bélgica y España; sus aportaciones han hecho posible este trabajo.
Una de las motivaciones principales para la elaboración de la tesis y del
presente libro fue la de describir y analizar las prácticas de dichos profesionales en ambos países, para plantear preguntas y proponer líneas de
investigación sociocultural e intervención terapéutica.
Considero que las contribuciones se deben entender como un proceso
colectivo, un juicio en un contexto relacional y compartido de coproducción e intercambio de saberes. Corresponden al compromiso y al esfuerzo
individual y colectivo que algunas personas, desde un enfoque sociocultural, dedican a la búsqueda de una idea de justicia social en el ámbito
de la atención o acompañamiento en salud mental, como es el derecho a
una asistencia sanitaria garantista e igualitaria para todos, que valore las
trayectorias socioculturales diversas de sus destinatarios.
Las praxis terapéuticas están condicionadas por procesos económicos
y políticos de producción, pero a su vez se encuentran siempre sujetas
a la acción y al pensamiento de las personas. Esto es, en el sentido de la
autonomía defendida por Castoriadis (1999), su naturaleza y sus fronteras
pueden ser transformadas a través de procesos como la cultura, entendida como un fenómeno superestructural de legitimación de las formas de
producción y reproducción de la sociedad (en este caso, la comunidad
biomédica institucional), pero también como un esquema de contrapoder
en la acción humana.
Para garantizar el derecho a la atención sanitaria en la diversidad cultural, es preciso problematizar la pretensión universal (cosificada a través
de su supuesta escisión de los saberes locales) de sus representaciones y
275
Rubén Muñoz Martínez
prácticas con relación a la salud-enfermedad-atención/prevención; el primer paso para conseguirlo es visibilizar y asumir la culturalidad desde
la que operan las terapéuticas hegemónicas biomédicas. Situar la cultura
histórica y sociopolíticamente, es decir, cartografiar sus límites, porosidades, cronologías y espacios permite considerarla propia del reino de la
acción humana, un mundo sensible al cambio en el que su concepción y
transformación son algo más que sinónimos.
A continuación, señalo algunas propuestas para mejorar el acceso a
al sistema de salud y la atención médica de las personas con trayectorias
socioculturales diversas. Estas sugerencias son fruto de los resultados y
discusiones de la presente investigación, de las prácticas y sensibilidades
de los actores en ella recogidas y de la inspiración que generan para su
posible réplica o readaptación. En particular, me referiré al ámbito de las
políticas públicas, al de la atención sanitaria y al investigativo.
En el ámbito estatal y legislativo se sugiere:
a) La modificación del real decreto de 1996 de Bélgica, todavía vigente, mediante el planteamiento de otras modalidades de acceso preventivo
y curativo factibles para aquellas personas en situación irregular. Asimismo, se propone la reestructuración de los centros públicos de asistencia
social a través de la reunificación y la adaptación de sus criterios y la provisión de recursos, con el fin de que puedan cumplir la función para la
que han sido creados. Estamos hablando, por ejemplo, de la facilitación
del reembolso de la consulta al facultativo que ha atendido a una persona
en situación irregular a través de la AMU. Esto evitaría, como hemos visto
en la consulta etnopsiquiátrica, la dependencia del altruismo del médico
situándolo en una relación entre un prestador remunerado de servicios
públicos y un sujeto de derecho.
b) La garantía legislativa de todas las personas en territorio español a
recibir atención médica general, especializada y de urgencias a través de
una tarjeta sanitaria de tipo universal, independientemente de su situación jurídico-administrativa y económica.
c) El perfeccionamiento, en ambos países, del marco de protección de
los derechos del paciente por medio de las herramientas jurídico-legislativas, de modo que incluya cuestiones como el respeto y la defensa de
la diversidad lingüística y cultural. Por ejemplo, con la ampliación de la
cobertura y los medios en el caso del programa belga y con la implementación de una política de Estado en España que dé respuesta a las demandas
por parte de los profesionales de la salud, de mediadores interculturales y
276
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
de intérpretes en en los diversos niveles de atención del sistema de salud
público, a través de programas y financiación.
d) La apuesta política, en ambos países, por un sistema de atención de
la salud público, universal y de calidad, comprometido con la lucha contra
las tendencias a crear recursos bajo mínimos y de múltiples velocidades,
privatizados o semiprivatizados, que fomentan barreras socioeconómicas
de exclusión. Esto incluye la lucha contra el uso de la cultura (y la interculturalidad) como un sistema de encubrimiento de las inequidades económicas, sociales, étnicas y de género en el disfrute de la atención médica
pública.
e) El compromiso con la financiación, por parte de las administraciones públicas belgas y españolas, de proyectos de atención sanitaria (sensibles a la diversidad sociocultural) universalistas e incluyentes, con un
carácter de integración en la red normalizada de cuidados, en ámbitos
como el de la sociedad civil.
f) La implicación estatal, por medio de la dotación de recursos de
I+D+i para investigaciones socioculturales en salud y para la formación
en antropología médica de los profesionales sanitarios, que permitan compensar las visiones marcadamente reduccionistas de la relación terapeutapaciente-institución fomentadas por los lobbies farmacéuticos, desde la
producción de conocimiento crítico y desde la sensibilidad a los procesos
que implican síntesis e intercambios socioculturales en la convivencia entre itinerarios vitales diversos. De esta manera, se busca fomentar marcos
de reconocimiento e impulsión de saberes y prácticas que, desde enfoques
transdisciplinarios e interdisciplinarios, faciliten el acceso al sistema de
salud y mejoren la eficacia del proceso terapéutico.
En la práctica de atención en salud institucional y de la sociedad civil
se sugiere:
a) Identificar las barreras en la atención, explorando las configuraciones multifactoriales y las lógicas de reproducción de estas, así como las
diversas estrategias de inclusión y acceso.
b) Promover la democratización de la relación médico-paciente-institución y la coproducción de saberes relativos a las vivencias del padecimiento y su atención, a través de la sensibilización de los profesionales
de la salud en competencias socioculturales, desde una perspectiva de las
identidades culturales dinámicas (en el sentido de Appadurai, 2001). Esta
propuesta busca dos objetivos: mejorar la efectividad de su función clínica
277
Rubén Muñoz Martínez
y luchar contra la concepción asimilacionista y discriminatoria del modelo monocultural de atención biomédica.
c) Utilizar la mirada cultural e intercultural desde una aproximación
crítica con respecto a las relaciones sociales de hegemonía/subordinación
y sus expresiones organizativas, simbólicas y estructurales en la praxis clínica biomédica. Esto es, un análisis del encuentro terapéutico a través de
la creación de nuevas praxis y narrativas y de la transformación de sus
espacios y lógicas inaugurales.
d) Promover experiencias comunitarias e interculturales, de acompañamiento del padecimiento y lucha contra la discriminación social por
el origen cultural y la condición de salud en la sociedad civil española y
belga.
Del espacio clínico a la frontera del Estado nación: la aplicación de los
modelos interculturales en contextos diversos. Preguntas sobre México
No pretendo plantear posibles líneas de exportación universalista de los
modelos de intervención intercultural y las praxis que se analizan en este
libro, como si fuese una receta capaz de resolver los desafíos que la salud mental y el abordaje terapéutico o de acompañamiento plantean en
contextos de diversidad cultural de todo el mundo. En cambio, pretendo
exponer la potencial aplicación y reformulación de las praxis y propuestas
en contextos distintos al europeo y al norteamericano, en los cuales hoy
dichas prácticas se desarrollan.
Mi experiencia investigativa en antropología médica en México y
Ecuador me ha llevado a identificar problemas análogos a los aquí abordados. Por ende, me he preguntado si estas experiencias podrían tener
una réplica exitosa en la lucha contra la desigualdad en el acceso y el disfrute de la atención en salud mental por parte de personas con trayectorias
socioculturales diversas (en dicho contexto implicaría incluir a población
indígena y a personas en situación de tránsito migratorio). A continuación, expongo algunas preguntas e hipótesis con respecto al caso particular de México, en el cual tengo más experiencia.
El modelo occidental adaptado en la diversidad cultural aúna una serie de praxis, algunas de las cuales actualmente operan en diversos ámbitos clínicos en el mundo, como la FCCP o la clínica transcultural basada
en la antropología médica en Estados Unidos. Sin embargo, las limita-
278
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
ciones analizadas en el hospital Puerta de Hierro también se observan en
distintos ámbitos clínicos de España y otros países (ver Muñoz, 2010).
Esto es un ejemplo de la globalidad de los retos acerca de la relativización
necesaria, en términos de eficacia terapéutica, de la cultura biomédica,
con sus especificidades locales. Además, representa una muestra de los
riesgos de usar la transdisciplinariedad etnográfica en la psiquiatría como
un anexo que, ideológicamente, legitima el marco hegemónico biomédico
revistiéndolo del interés por la condición cultural del padecimiento.
Durante mis años de estancia en México, he podido presenciar la existencia de dificultades en la atención médica en contextos de diversidad
cultural a través de mis propias investigaciones, así como de discusiones
y eventos académicos. Por lo general, en los casos observados, he sido
testigo de la misma lógica de culpabilización del fracaso terapéutico, por
parte de los profesionales de la salud, de aquellas personas pertenecientes
a minorías culturales; se les achaca, a través de prejuicios y minorizaciones
por el origen o la adscripción étnica, su falta de asimilación a la cultura
organizacional biomédica (ver Muñoz, 2014a).
México es un país líder en investigación sobre etnopsiquiatría en Latinoamérica. Esto se refleja en la variada producción de trabajos socioantropológicos que abordan problemáticas como las narraciones de la experiencia del padecimiento o el pluralismo asistencial (Jacorzynski, 2006),
los síndromes ligados a la cultura o la aplicación de nosologías biomédicas
en contextos transculturales con población indígena (Villaseñor, 2008).
Dentro del marco de la antropología médica, se han elaborado trabajos
sobre la salud mental y algunos procesos migratorios: la migración México-Estados Unidos (ver Ceja, Lira y Fernández, 2014), junto con la psicosis
del repatriado (Ríos, 2011), o del ámbito rural al urbano en México (Ríos,
2010), así como la migración Centroamérica-Estados Unidos (TemoresAlcántara, Infante y Caballero, 2015). Estas son algunas de las líneas de
investigación existentes en México con relación a la diversidad cultural y
la salud mental.
En la práctica clínica, en una sociedad con una presencia de la psiquiatría menor que en los contextos de España y Bélgica estudiados, no
existen experiencias interculturales como la FCCP y la aproximación clínica etnopsiquiátrica analizadas en el presente texto. De la misma forma,
son escasas las investigaciones antropológicas centradas en las praxis y
representaciones sociales de los psiquiatras con respecto a los pacientes en
contextos de multiculturalidad significativa.
279
Rubén Muñoz Martínez
Las experiencias clínicas interculturales institucionalizadas en México a raiz de acciones como la del Instituto Nacional Indigenista —por
ejemplo, los hospitales mixtos de Cuetzalan, en Puebla, y el de Jesús María, en Nayarit (Duarte-Gómez, Brachet y Campos-Navarro, 2004—, han
consistido en la convivencia entre médicos alópatas y médicos tradicionales (hueseros, curanderos, parteras, etc.). Sin embargo, las experiencias de
transformación intercultural de la clínica alopática son, hasta la fecha,197
inexistentes; en cambio, prevalecen los programas específicos o en espacios de concertación (Duarte-Gómez, Brachet y Campos-Navarro, 2004).
Considero interesante explorar la culturalidad local y global de la biomedicina (desde la que están operando las praxis psiquiátricas), así como
la potencial aplicación y formalización de aproximaciones innovadoras
de tipo transcultural críticas con el modelo intercultural dominante en
compartimentos estancos198 y el asimilacionismo; como es el caso de las
aquí abordadas u otras praxis readaptadas y reformuladas en función de
los problemas detectados en la clínica199 o en la investigación psicosociocultural. Las características de la amplia investigación sociocultural en
México, concretamente en la subdisciplina de la antropología médica, y
de la riqueza étnica existente permiten abordar la biomedicina a través de
la transdisciplinariedad etnográfica, en contextos de diversidad cultural,
197 En mi experiencia, esto aplica hasta 2014. Si bien se han implementado hospitales con
carácter intercultural, como el hospital de las Culturas, en San Cristóbal de las Casas, solo se
han incorporado parteras tradicionales en espacios del hospital diferentes a los de la praxis
biomédica.
198 En este modelo, se interculturaliza únicamente al subordinado apelando a la vindicación, a través de la apropiación, de una alteridad cultural que se adapta al espacio clínico
sin transformar la clínica biomédica hegemónica ni apenas convivir con ella, más allá de un
emplazamiento museístico.
199 En el ámbito de la atención médica, diversas investigaciones han detectado carencias en
las competencias culturales por parte de los médicos, así como racismo o problemas lingüísticos e idiomáticos, entre otros (Muñoz, 2014). Pude presenciar un ejemplo del desconocimiento de los contextos socioculturales de vida de la población indígena y el racismo en el
ámbito psiquiátrico en una ponencia de una mesa en la que participé en 2012, en el congreso
Migraciones, Violencia y Psiquiatría Cultural del GLADET. En esta, un psiquiatra responsable de un servicio de psiquiatría en un hospital público de Tuxtla Gutiérrez y, además, docente universitario, defendía la falta de moral (y su universalidad) de los indígenas de los Altos
de Chiapas a través del relato de dos mujeres tsotsiles en su consulta diagnosticadas con
psicosis y acusadas de homicidio. Afortunadamente, también he podido conocer psiquiatras
comprometidos que buscan incorporar herramientas en su práctica clínica para la mejora de
la eficacia terapéutica en contextos de diversidad cultural.
280
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
que se refleja en las múltiples experiencias (del proceso s-e-a/p) de actores
con trayectorias socioculturales diversas y del abundante material antropológico en el país.
En el modelo etnopsiquiátrico, se han implementado las praxis etnopsiquiátricas y etnopsicoanalíticas en contextos no solo asimilacionistas
francófonos, sino también en países como Italia, en el centro de atención
Frantz Fanon (ver Beneduce, 2008). A su vez, se han aplicado a ámbitos
distintos a los terapéuticos, en el campo asociativo o institucional, como es
el caso de la institución escolar (ver Duvillié, 2006) y se han ampliado los
grupos de población de los usuarios, de modo que también comprenden
problemáticas distintas a la migratoria.
Hemos analizado sus alcances y limitaciones a partir de la praxis en
un hospital público que enfrenta el fracaso en la eficacia terapéutica con
pacientes con trayectorias socioculturales diversas a través de la relativización y transformación de la cultura biomédica. A tenor de lo propuesto
acerca del modelo occidental adaptado en el contexto mexicano, la clínica etnopsiquiátrica y su transformación, así como su readaptación a este
marco, permiten modificar los espacios y los marcos teórico-metodológicos en los que se inscribe la terapéutica dominante. El grupo multidisciplinario, el discurso chamánico y los objetos activos podrían utilizarse con
usuarios pertenecientes a minorías étnicas autóctonas; asimismo pueden
enfocarse desde una perspectiva migratoria interna e internacional en el
caso, por ejemplo, de los migrantes centroamericanos200 en México y de
los mexicanos retornados desde Estados Unidos. De igual forma, algunas
aproximaciones, del modelo occidental adaptado en la diversidad cultural, como la «clínicas del exilio» o el «síndrome de Ulises», también podrían ser resolutivas para las demandas en salud mental de esta población.
200 Múltiples son los problemas que enfrentan las personas migrantes, mayoritariamente
centroamericanas, que atraviesan México para llegar a Estados Unidos (ver Zacarias, 2009).
Además de la violencia directa, ejercida por las pandillas, y de la violencia estructural a la
que están sometidas estas personas, cabe contemplar la violencia que sufren en su tránsito
migratorio por parte de la policía y los grupos del crimen organizado (ver Muñoz, Fernández, González et alii 2019 y Muñoz, Fernández, Morales et alii 2020). A esto hay que sumarle
la falta de oportunidades que conlleva su situación. A la violencia estructural, reflejada en la
imposibilidad de acceder a servicios de atención médica y a trabajos remunerados (por su
condición de indocumentados), se le unen las limitaciones en la movilidad, por el miedo a
ser detenidos y deportados, y la dificultad de regresar a sus países de origen. Esto provoca
una alta exposición a estresores psicosociales acumulados con consecuencias en la salud
mental, entre otros problemas de salud (Temores-Alcántara, Infante y Caballero, 2015).
281
Rubén Muñoz Martínez
En este sentido, la discusión en torno al modelo asimilacionista francófono, al cual se opone la propuesta etnopsiquiátrica analizada en Bruselas, se puede trasladar a la apuesta de las políticas públicas indigenistas, a
lo largo de la historia de México (Korsbaek y Sámano-Rentería, 2007), por
asimilar al indígena a la sociedad y cultura dominante mestiza, a través
de la etnofagia (Díaz-Polanco, 2007), como ejemplo del desarrollo de la
nación.
Las reflexiones expuestas en este apartado suscitan una serie de interrogantes: ¿la materialización de la alteridad, a través de un conjunto
experimental interdisciplinario y multicultural de actores sociales, podría
ser un mecanismo operativo en la eficacia terapéutica de oposición al asimilacionismo de las instituciones de salud mexicanas? ¿Las dificultades en
el encuentro multicultural significativo entre terapeuta-paciente-institución, así como la existencia de una diversidad de modelos explicativos del
proceso s-e-a/p, la tradición oral, el nahualismo, el chamanismo y el viaje
onírico (Bartolomé y Barabas, 2011) o la importancia del don y el contradón (Demol y Montserrat, 2013), entre otros,201 podrían ser fuente de inspiración para relativizar y transformar la cultura biomédica hegemónica?
¿Los problemas en salud mental relativos a la violencia estructural, simbólica y física; la deprivación cultural; el asimilacionismo, o, por ejemplo,
la deportación de los migrantes y sus consecuencias podrían abordarse a
partir de prácticas novedosas inspiradas en el modelo etnopsiquiátrico?
Cabría apuntar a una hipotética mejora de la eficacia terapéutica, que
tendría que ser validada por la práctica, a través de la coordinación de
diversas aproximaciones relativas al proceso s-e-a/p en el marco de la consulta y la adaptación de las praxis clínicas en la diversidad cultural, que debería abordarse desde una perspectiva de derechos humanos y horizontal.
En el modelo antipsiquiátrico intercultural, es original y, por el momento, única en los contextos de estudio la puesta en común de dos exilios, el de las personas de origen peul que tramitan su petición de asilo
en Bélgica y el de aquellas que sufren el estigma social del padecimiento
mental, a través de la mediación de una asociación civil que se sitúa en
una oposición crítica y propositiva respecto a la psiquiatría biomédica. En
el contexto mexicano, cabría preguntarse dos cuestiones: ¿la estigmatización social de las personas con padecimientos mentales, que acontece en
201 En ciertos usuarios y sus presentaciones socioculturales en el encuentro clínico.
282
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
contextos urbanos y rurales (indígenas y mestizos), y que en ocasiones se
disputa desde diversos modelos explicativos (ver, para los Altos de Chiapas, Jacorzynski, 2006) del proceso s/e/a-p, podría confrontarse a través
de la mediación de un proyecto comunitario como el de las casas peul en
el modelo antipsiquiátrico intercultural? ¿La convivencia y el intercambio entre experiencias y narraciones de dicho proceso, desde una concepción menos estigmatizante y tutelada que la biomédica, podría generar
eficacias curativas que subviertan la cronificación del padecimiento y el
aislamiento social de las personas afectadas? Se trata de preguntas que
deberían responderse mediante la práctica.
La posibilidad de replicar la experiencia en un contexto como, por
ejemplo, el mexicano podría plantearse desde el uso de una gramática de
tipo orientalista que vindique y sedimente valores existentes (o recreados)
en colectivos como la población indígena local y/o perteneciente a la población en situaciones de exilio (entre otras, la guatemalteca en tránsito a
Estados Unidos). De esta forma, podrían generar espacios de intercambio
de narrativas del proceso s-e-a/p, así como de ayuda mutua y acogida de
estas personas y de aquellas que sufren dolencias mentales, y estigma y
discriminación social.
Para aquellas personas, originarias de comunidades indígenas, que
migran del campo a la ciudad o de un país a otro, o son desplazadas, la
existencia de un lugar de residencia y encuentro, como las casas peul, facilitaría su tránsito y estancia, ya que por lo general los sitios en los que se
ven obligadas a vivir son precarios. De igual forma sucede con la escasez
de casas comunitarias de acompañamiento a las personas que experimentan padecimiento mental, lo cual supone un gran reto, especialmente en
contextos urbanos donde puedan carecer de redes de apoyo. Esta perspectiva antipsiquiátrica intercultural se puede ampliar a otros conjuntos
sociales que no solo estén vinculados al binomio cultura-migración, sino
que incluyan aspectos más amplios de lo denominado como cultura y vehiculen o recreen a su vez prácticas de ayuda mutua y apertura hacia la
diferencia sociocultural.
Este libro no pretende generar acríticamente recetas universales para
contextos diversos y complejos como los existentes en España, Bélgica o
México. Su objetivo principal radica en hacer de las praxis analizadas y las
discusiones y preguntas planteadas una fuente de inspiración para aquellas
personas que, frente a los desafíos de un mundo global estratificado, busquen producir nuevas preguntas y prácticas desde el ámbito investigativo
283
Rubén Muñoz Martínez
o de la atención y el acompañamiento en salud mental. En estos nuevos
planteamientos, la interculturalidad, entendida como eje de acción crítica
sobre las relaciones sociales, debe interpelar y transformar los esquemas
hegemónicos de poder con respecto a la salud, la enfermedad y la atención. Desde esta perspectiva, sus narrativas y prácticas en el campo de la
salud mental, tienen como principal propósito la insurrección epistémica.
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ÍNDICE
Agradecimientos: . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Preámbulo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Praxis terapéuticas en salud mental adaptadas en la diversidad
cultural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
De la producción clínica del otro al binomio cultura-migración
en el Estado nación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
De las políticas de gestión de la diversidad cultural a las praxis
clínicas en salud mental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
Tres modelos interculturales en salud mental: aspectos
teórico-metodológicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
Parte I. Contextos migratorios y de atención médica en Bélgica
y España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
1. La recepción de flujos migratorios en Bélgica y España . . . . . . . . 45
1.1 El caso belga. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46
1.2 El caso español . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48
2. Las políticas migratorias y sus modelos en Bélgica y España . . . . 51
3. El sistema de salud belga y la inequidad en el acceso . . . . . . . . . . 53
3.1 Ayuda Médica Urgente, mutualidades y arbitrariedad
administrativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
3.2 El sistema de salud español: entre el acceso garantista
y las políticas segregadoras de la crisis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
El empadronamiento, la tarjeta sanitaria y las comunidades
autónomas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
La crisis como oportunidad de estratificación social . . . . . . 62
Parte II. Atención médica y desigualdad en el sistema
institucional público . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
1. Factores excluyentes en la atención médica de la red
institucional pública . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
2. Determinantes jurídico-administrativos, socioculturales
y económicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
3. Variables culturales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72
3.1 La cultura organizacional biomédica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72
311
Rubén Muñoz Martínez
3.2 El carácter lingüístico-cultural del encuentro clínico . . . . . . . 76
3.3 Modelos explicativos y producción de la cultura en procesos
de discriminación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78
Parte III. Estrategias de inclusión en el medio asociativo
e institucional público . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
1. La respuesta del medio asociativo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88
1.1 Especializaciones en la otredad en el ámbito de la salud
mental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
Las clínicas del exilio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
La clínica basada en los duelos migratorios o el mal
de Ulises. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
La intersección de la psiquiatría y la antropología
en la clínica transcultural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
2. Los actores del medio institucional público . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98
2.1 Prácticas de inclusión y adecuación de la atención en salud . 98
La comunitarización informal de los espacios sanitarios . . 98
La emergencia de prácticas terapéuticas adaptadas en salud
mental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
2.2 Intervenciones estatales integradoras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
En el área legislativa del acceso y la formación . . . . . . . . . . 100
La mediación intercultural en el ámbito sanitario . . . . . . . 100
Parte IV. Los orígenes y tipos de praxis interculturales
en salud mental en Bélgica y España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
1. Universalismos biomédicos, descentramientos y eficacias
terapéuticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
2. Los orígenes de la psiquiatría cultural y su carácter
transdisciplinario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
3. Antropología, psicoanálisis y etnopsiquiatría clínica . . . . . . . . . 116
4. Del movimiento antipsiquiátrico a las casas peul en Bruselas . . 127
Parte V: El modelo occidental adaptado en la diversidad
cultural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
1. Descentrando el universalismo biomédico en la práctica
clínica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
2. El médico etnógrafo: la formulación cultural de casos
psiquiátricos en el hospital Puerta de Hierro de Madrid . . . . . . 138
3. La FCCP en el manual diagnóstico DSM-IV . . . . . . . . . . . . . . . . 141
3.1 Alcances y limitaciones de su operatividad clínica . . . . . . . . 144
312
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
4. De la formulación cultural de casos psiquiátricos a la
formulación cultural de la praxis psiquiátrica . . . . . . . . . . . . . . . 149
4.1 Etnografía y biomedicalización en la praxis clínica:
el eje conservador disociativo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
4.2 Las agendas farmacéuticas, la ausencia de intérpretes
y el espacio y tiempo de la consulta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
4.3 Etnografía y transformación de la praxis clínica: el eje
crítico integrativo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157
5. Más allá del Robinson Crusoe patogénico: aportaciones
a la praxis psiquiátrica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158
Parte VI: Cuando el médico se inspira en el chamán: el modelo
etnopsiquiátrico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
1. De la clínica etnopsiquiátrica en Francia a su emergencia
en Bélgica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
2. La etnopsiquiatría en el hospital Brugmann (Bruselas) . . . . . . . 167
3. Características de su praxis clínica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
3.1 Los participantes en la mecánica curativa . . . . . . . . . . . . . . . . 170
3.2 La llegada de los pacientes a la consulta . . . . . . . . . . . . . . . . . 174
3.3 Modelos explicativos y tipos de intervención terapéutica . . 176
4. Seis estudios de casos clínicos desde la etnografía . . . . . . . . . . . 178
4.1 Un ejercicio de mediación sociofamiliar en la etnopsiquiatría
clínica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
4.2 Casos que precisan de la etnopsiquiatría clínica y de una
terapia complementaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 184
Brujería, la vida entre dos mundos y la voz de los otros . . 184
4.3 Intervenciones focalizadas en el modelo etnopsiquiátrico . . 187
Brujería y posesión: el dispositivo etnopsiquiátrico grupal
frente a la agresión de un espíritu . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
Entre la nominación biomédica y la etiología
mágico-religiosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196
5. El encuentro de los terapeutas entre consultas: funciones
y contenidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 200
5.1 Intervenciones en espacios distintos a la consulta
de etnopsiquiatría: demandas en el seno del hospital
y aproximaciones al contexto de vida del paciente. . . . . . . . . 201
5.2 Un espacio de visibilización de divergencias
y convergencias en el grupo: el caso de la laicidad
institucional versus las praxis religiosas . . . . . . . . . . . . . . . . . 203
313
Rubén Muñoz Martínez
6. Especificidades de la consulta etnopsiquiátrica a la luz
de los estudios de caso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 206
6.1 La organización terapéutica del espacio . . . . . . . . . . . . . . . . . 207
6.2 Los terapeutas: funciones del grupo multidisciplinario
y multicultural de participantes en el dispositivo
técnico-espacial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209
6.3 El médico como chamán: la narración del mito social
frente al individual o el discurso sobre el paciente. . . . . . . . . 211
6.4 Los intérpretes: representaciones de su praxis y utilidad
para la consulta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 212
6.5 Magia y fetichismo en el hospital Brugmann: los objetos
activos, el don y el contradón en la praxis terapéutica . . . . . 216
Donación y recepción: el objeto activo fruto del azar
y el prescrito en forma de receta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 220
El objeto activo fruto del azar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221
El objeto activo predeterminado: la donación del psiquiatra
y la prescripción en forma de receta . . . . . . . . . . . . . . . . 224
La lógica clínica del don y el contradón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227
7. Crítica a la aproximación etnopsiquiátrica en Brugmann . . . . . 232
7.1 Voces que se alzan contra los dispositivos de inspiración
nathaniana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 232
7.2 Crítica etnográfica a la etnopsiquiatría en el hospital
Brugmann . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 237
Una terapéutica no siempre adecuada para todo tipo
de pacientes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 237
El carácter público de la consulta, el consentimiento
informado y el derecho a la privacidad . . . . . . . . . . . . . . 238
El discurso chamánico que enajena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 241
Una cultura etnopsiquiátrica en un espacio biomédico . . 243
7.3 Algunas matizaciones a la crítica general del dispositivo
etnopsiquiátrico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245
8. El Quijote, Sancho y la necesidad del alter: eficacia
terapéutica desde una biografía colectiva de la trasplantación . . 249
Parte VII. El cuidado desde los otros y su colectivización en
los márgenes: el modelo antipsiquiátrico intercultural . . 253
1. Las casas de acogida peul: alteridades, antipsiquiatría
y convivencia intercultural. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 253
314
Antropología, psiquiatría y alteridad. De los médicos etnógrafos a la colectivización intercultural del cuidado
2. El origen del proyecto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 253
3. La sede de L’autre «lieu»: lugar de la primera acogida . . . . . . . . . 256
4. Origen y características de las casas de acogida peul. . . . . . . . . . 257
4.1 La casa Vivier. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 260
4.2 La casa Geefs . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 261
5. Espacio, género y jerarquía en las casas peul . . . . . . . . . . . . . . . . 261
6. Gramáticas de la alteridad y dinámicas interculturales
en las casas peul . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263
6.1 La mediación de la asociación en la vida comunitaria
de las casas peul. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 265
6.2 La curación profana: intercambios y procesos
interculturales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 267
6.2.1 Formas de prevenir y curar la enfermedad en la
comunidad peul . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 268
6.2.2 Eficacias curativas en la convivencia intercultural:
el caso de F. en Vivier . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 270
7. La alterización como contrapoder: cuidado comunitario
y biografías desinstitucionalizadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 273
Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 285
315
Antropologia Mèdica
El presente libro realiza aportaciones novedosas tanto en el panorama de las ciencias sociales como en el de otras disciplinas
y campos profesionales que se enfrentan con los problemas del
acceso y la adecuación de la atención médica en contextos de
diversidad cultural. Una de sus aportaciones es la posibilidad
de diálogo entre las diversas prácticas y modelos, y su potencial
replicación y adaptación a otros contextos con problemáticas
análogas.
Así, pues, se proponen y discuten tres modelos de intervención intercultural en salud mental, que representan a las
prácticas interculturales más emblemáticas en este ámbito en
Bélgica y España, a partir del análisis de tres estudios de caso
correspondientes a la formulación cultural de casos psiquiátricos del Hospital Universitario Puerta de Hierro (Madrid), la
clínica etnopsiquiátrica del Hospital Universitario Brugmann y
la antipsiquiatría intercultural de las casas comunitarias peul
(Bruselas).