Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Academia.eduAcademia.edu

"La particular odisea del capitán Rigo" (Recensión científica sobre RIGO MOREY, J., Cuaderno de islas. Una guía personal sobre el Jónico, Madrid, Ruleta Rusa, 2015. 160 págs), TEMPVS. Revista de actualización científica sobre el Mundo Clásico en España, 40, 2017. Págs. 83-98.

LA PARTICULAR ODISEA DEL CAPÍTÁN RIGO J. Rigo Morey, Cuaderno de islas. Una guía personal del Jónico, Madrid, Ruleta Rusa, 2015. 160 págs. “Ulises sólo puede ser ratificado como figura histórica con la ayuda de los pescadores”. Lawrence Durrell1 Kafenio Libretto (Gaios, Paxos), 16 de mayo de 2016. 15:36. El capitán Rigo desciende sonriente la pasarela del Agamemnon –un Bavaria Cruiser 56–, tocándose satisfecho la barriga. Hoy no trabajará más. Acaba de yantar copiosamente y en lugar de sucumbir a la siesta, generoso él, me concede otra parte de la entrevista que le vengo haciendo en torno a su nuevo libro2, Cuaderno de islas. Una guía personal del Jónico. Pese a las ofrendas realizadas a San Espiridón (p. 81), las dos últimas singladuras costeando el Norte y el Oeste de Corfú en nuestro bamboleante barco pirata de feria han sido infernales (la imagen de la primera oficial de a bordo, aferrándose al guardamancebos mientras libaba a Posidón hasta la primera papilla no contribuía mucho a la calma) y nuestro protagonista –que aguantó recio los furibundos emba- –––––––––––– La cita corresponde a La celda de Próspero (p. 79), el libro que el inglés dedicó a Corfú en 1945 tras sus experiencias vitales en la isla, si bien el texto definitivo que hoy conocemos se debe a la profunda revisión que hizo del mismo treinta años después. A comienzos de esta década, Edhasa publicó la llamada Trilogía mediterránea del autor (Barcelona, 2012) de la que forman parte, junto al título citado, Reflexiones sobre una Venus marina (1953), en torno a su vida en Rodas, y Limones amargos (1957), sobre la estancia en Chipre. Para una crítica sobre este imprescindible y elegíaco canto a la Grecia perdida, vid. Antón, J., “El espíritu de las islas” y “El irreductible carácter griego”, El País (On line), 25 de agosto de 2012. 2 Anteriormente había publicado una obra mucho más técnica, destinada, principalmente, a los navegantes. Vid. Rigo Morey, J., Mediterráneo. Cuaderno de vientos, Palma de Mallorca, Inreves, 2011 (posteriormente reeditada por Nauticafacil [Gijon, 2004] y, dada su aceptación y reconocida utilidad, traducida a posteriori al francés y al alemán). 1 TEMPVS 40 (2016) 83-98 84 TEMPVS tes de viento, el mar de fondo y mil y una olas de través con varios metros de altura estrellándose contra el casco– hoy se tiene bien merecido el descanso y el enthousiasmós dionisíaco si le place, porque, literalmente, ha salvado la vida a la tripulación llevándonos a buen puerto. Me pido el enésimo café y un chispazo de tsipouro para calmar el tembleque que aún tengo en las canillas tras comprobar que un buen pantocazo no desmerece, imagino, al torpedo de un U-Boot; él, en su peculiar lingua franca piratesca, otro cuartillo de rosado. Enciendo una pipa y la grabadora: “Háblame, Musa, del hombre de múltiples tretas que por muy largo tiempo anduvo errante…”3. LA HOJA DE SERVICIOS DE UN MARINO Hace un par de años quise ir a Ítaca. Como a día de hoy, “afortunadamente no tiene aeropuerto” (p. 100) y la única manera de arribar a ella es en barco, lie para que me llevara a vela a la capitana Pilar González Pastor, y una vez convencida –no hace falta tocarle mucho las palmas– nos dirigimos a las oficinas de Aproache en Madrid para alquilar un velero. También buscábamos un patrón local que conociese bien el terreno ya que nuestra intención no era hacer el típico viajecito de cala en cala por las islas occidentales de Grecia, sino que pretendíamos –con tanto romanticismo como inocencia– visitar algunos escenarios del segundo gran poema de la historia europea. Ahí es nada. Cuando expusimos nuestros deseos al atezado empresario que nos atendió no lo pensó ni un momento, tenía a nuestro hombre, balear y “griego a tiempo parcial” (p. 20), en sí una institución al Sur del Adriático, con tradición oral de mitos propia. Creo recordar que también nos advirtió que era bastante especial, todo un personaje… Después de dos travesías como oficial de derrota y serviola bajo su mando -régimen polaco de lavado al margen-, doy fe. Mucha. Juan Rigo Morey –nuestro hombre en el Jónico– nació en Palma de Mallorca el año de 1952, el 28 de octubre, la misma gloriosa fecha en que los griegos respondieron ÓXI! al ultimátum de las potencias del Eje y el fundador del Imperio Bizantino venció a Majencio sobre el Puente Milvio. Eso, en la Hélade, puntúa. –––––––––––– El archifamoso inicio de la Odisea pertenece a la versión en prosa Carlos García Gual (Madrid, Alianza, 2013 [2005]. Pág. 45) que el capitán lleva en su biblioteca flotante y recomienda para iniciarse en el poema homérico, vid. Miró, J. L., “Joan Rigo, escritor, navegante y periodista”, A bordo, nº 54, 2016. Pág. 38 (el texto completo abarca desde la 36 a la 40). 3 TEMPVS 40 (2016) 83-98 RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 85 Licenciado en Historia por la Universidad Central de Barcelona – donde fue alumno de Juan Maluquer de Motes–, al poco de terminar sus estudios ya estaba ejerciendo en La Salle de Inca «como profesor Tornasol»4, impartiendo literatura, geografía, francés, historia de la música, de las civilizaciones, de España, de todo… hasta que nuestros desastrosos cambios en los planes de estudios se lo pusieron fácil para abandonar la docencia; «las cosas me dejan a mí», precisa. Juan simultaneaba sus quehaceres como «hombre orquesta» del aula con la realización de su Tesis Doctoral sobre la evolución y la crisis de la pesca artesanal en las islas del Mediterráneo occidental durante los años 50 del siglo XX; y gracias a los errabundeos necesarios para su estudio de campo, desde 1989, se le fueron abriendo las puertas de varias revistas náuticas –como Skypper o Navegar– que demandaban sus crónicas, a tanto la palabra. En 1990 se cogió un sabático y dos años después, consciente de que «si escribía vivía mucho mejor que dando clases» decidió poner fin a su rol como educador. España se lo perdió, no tengan duda. El capitán Rigo – apellido, por cierto, que quizá hunda sus raíces en la potencia naval de la Serenísima5– se había echado a la mar junto a su hermano apenas cumplidos los diez años y llegado al momento de su vida que narro, consciente de que “en tierra hay muchas cosas superfluas”6, tomó la determinación de “soltar amarras e ir en busca de su sueño junto a su compañera, la fotógrafa Isabelle Moureau”7. Recorrerían el Mare Nostrum, de acá para allá, viviendo de la pluma y las estampas, a bordo de los veleros Obsession (Orque 6’90)8 y, más tarde, del Odyssée (Feeling –––––––––––– Todos los entrecomillados con latinas corresponden a las propias palabras del entrevistado, extraídas de las distintas conversaciones que mantuvimos durante el pasado mes de mayo de 2016; los textos encerrados entre inglesas, al libro que reseño, seguidos de un paréntesis con la página correspondiente, o a otras distintas fuentes que cito a pie de página. 5 Tal prestigioso abolengo es ofrecido -como una afirmación- por el escritor Miguel Dalmau en el evocador prólogo de esta obra (pp. 9-13). El entrevistado, más cauto, matiza a la gallega, «sí y no», explicándome que pudiera tratarse también de un contracción del nombre italiano Arrigo… aunque a continuación indica, como dejándolo caer, que «los Rigo, como apellido, sólo están en Venecia». In dubio pro reo. 6 Miró, op. cit. (vid. n. 3) pág. 40. 7 Ibid. pág. 36. 8 Este barco, en un comienzo, se llamaba Maphimichris, aunque decidieron cambiarlo por la palabra que definía lo que ambos sentían por la navegación. Como se sabe, según las supersticiones del ramo, esta práctica trae mala suerte, al igual que llevar mujeres a bordo, aunque el capitán afirma que, a diferencia de Odiseo, hasta la fecha, el mar siempre se ha portado bien con él. Por ello, el 4 TEMPVS 36 (2014) 79-86 86 TEMPVS 10’40). Tras deambular durante muchos años por todo el Mediterráneo, un buen día decidieron invernar en Patmos –«una isla mágica», comenta sonriente– y allí, al igual que su tocayo el evangelista, tuvo una propia revelación: «las Cícladas son maravillosas, el Dodecaneso genial, pero ¿te acuerdas de lo bonito que era el Jónico, lo verde, que soplaba menos, que estabas como mejor?». Y así pues, en 1994, aproó hacia las aguas del Laértida, en las que lleva navegando casi la mitad de los 50 años que tiene de mar a sus espaldas, que no es poco. Me acuerdo perfectamente la noche que nos conocimos en la marina de Léucade a bordo del Moussonas, un Beneteau Cyclades 50 que tenía la inmensa responsabilidad de ejercer cual ‘negra nave’ en nuestra personal odisea. Ya tenía un buen presentimiento sobre él desde antes de embarcarme, porque en los emails que me había enviado una vez expuestos mis deseos culturales leí palabras mágicas como mégaron o Dörpfeld. Pero el capitán me ganó definitivamente para su causa -nunca ha habido rebelión a bordo- cuando, tomando nuestro primer oúzo, me comentó -como quien habla del tiempo, desconocedor aún de que yo era un mitómano- que en sus mocedades había frecuentado bastante Ca n’Alluny ¡con Robert Graves en su interior!9 «Entre los 17 y 20 pasé mucho tiempo en Deià. Era amigo de su hijo Tomás. Recuerdo que cuando íbamos a verle había como un pánico, silencio sepulcral –don Roberto estaba trabajando–10, no podíamos molestar para nada. Era una persona entrañable pero físicamente daba un poco de miedo, con aquella cabeza de busto, de Hades: el pelo blanco aleonado, las cejas pobladísimas, esa nariz aquilina, su talla… a nosotros nos parecía un gigante. La figura te imponía. Hacía de ogro para que le dejaran tranquilo. Y, sin embargo, los días que estaba de buen humor se sacaba unos vasos de vino y unas aceitunas de su propio olivo». Ay… –––––––––––– día que para su mal venga a buscarle la parca, ante mi sorpresa, no quiere que sus cenizas lo contaminen. Ya tiene orden de esparcirlas por determinados lugares donde ha sido feliz, tascas del Jónico incluidas… 9 La vida del poeta en su paradisíaco retiro mallorquín -donde escribió la mayor parte de la obra que le ha hecho famoso- fue narrada por él mismo y sus hijos, a los que conoció Juan en su juventud. Vid. Graves, R., Por qué vivo en Mallorca, Palma de Mallorca, La Foradada, 1997 (1964); Graves, W., Bajo la sombra del olivo, Palma de Mallorca, La Foradada, 1997; Ibid. (Ed.), Una semana en Mallorca con Robert Graves, Palma de Mallorca, Fundació Robert Graves, 2006; y en cierto sentido, las historias autobiográficas seleccionadas por su hija Lucía en la edición de RBA de los Cuentos completos, Barcelona, 2011 (1995). 10 Cf. Graves, W., “Trabajar es más divertido que jugar. Un día en la vida de Robert Graves”, en VV. AA., Robert Graves. Una vida de poeta, Madrid, Círculo de Bellas Artes, 2002. Págs. 117-125. TEMPVS 40 (2016) 83-98 RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 87 Este año volvió a revalidar mi más profundo respeto como oficial y caballero cuando, después de concederme la entrevista antes referida (que fue larga), hacer aguada, conseguir duchas y llevarnos a cenar y beber pantagruélicamente en el Taka-Taka, aún tuvo tiempo para volver al Libretto y tomarse unas copas amistosamente con la mismísima Athina Roussel Onassis (!) que, casualidades de la vida -o no-, andaba por la isla. Desde la bañera del Agamemnon les vi admirado charloteando entre carcajadas hasta bien entrada la noche. Pocas horas después (ignoro si llegó a acostarse, apostaría a que no), con los rosados dedos de Eos nos despertó trayendo cruasanes recién hechos y, fresco como una rosa, mientras el resto desayunábamos, comenzó a preparar la maniobra para una nueva travesía hacia la desembocadura del mítico Aqueronte. Porque en su libro dedica un capítulo entero a la resaca -“El día después” (pp. 72-74)- y no precisamente marina, sino se diría que es inmune a los efectos perniciosos de los excesos con los néctares de los dioses…mientras que al abajo firmante, aquella mañana, se le revolvía todo en el ‘vinoso ponto’ pensando que iba a engrosar las listas de almas en pena que vagan por el oráculo de los muertos al que nos dirigíamos11. Ya lo dijo Conrad: “Se es marino o no se es”12. Él sí, yo no. UN DERROTERO JÓNICO ¿Es esta Guía personal un libro reseñable para TEMPVS. Revista de Actualización Científica sobre el Mundo Clásico en España? A mi humilde entender considero que sí, puesto que representa un práctico y original compendio de variopinta información actual sobre los viejos dominios de Odiseo, salido, además, del puño y letra de un marino, caminante y lector que los lleva recorriendo un cuarto de siglo. La experiencia es un grado y el autor, siguiendo los preceptos cavafianos13, ha emprendido muchas veces el largo viaje a Ítaca, poniendo en blanco sobre –––––––––––– Sobre el llamado Nekyomanteion o Nekromanteion epirota, vid. Dakaris, S., The Nekyomanteion of the Acheron, Athens, Ministry of Culture-Archaeological Receipts Fund, 2000 (1993). Una visión desmitificadora del emplazamiento -que pronto verá la luz por escrito- fue presentada por el Dr. Adolfo J. Domínguez Monedero- catedrático de Historia Antigua de la Universidad Autónoma de Madriden la conferencia “Paisajes reales y paisajes ideales en el tránsito a la ultratumba: el Aqueronte” que pronunció el 5 de mayo del 2016 en la I Jornada de Iconografía del Grupo GREIGA: “La muerte inmortal. Las imágenes funerarias en el mundo clásico”. 12 La línea de sombra, México D.F., Lectorum, 1999 (1917). Pág. 61. 13 La obra del gran poeta griego cuenta con varias traducciones al castellano, vid. v. gr. Cavafis, C. P., Antología poética (Ed. y trad. de Pedro Bádenas de la 11 TEMPVS 36 (2014) 79-86 88 TEMPVS negro un bagaje lleno de aventuras y experiencias. Sin embargo, su libro, no es, ni de lejos, una guía al uso para turistas -aunque estos salen mencionados con cierta sorna, arribando en ferry a la patria del polýtropos para preguntar nada más pisarla, desorientados, cómo se va a Ítaca (pp. 110-112)-, ni un portulano técnico para navegantes14, o un insulario15 a recorrer e ir tachando; tampoco una obra especializada en literatura16 y arqueología homérica, porque ya existen muchas, el autor las conoce y eventualmente menciona a sus autores y teorías al hilo de la narración de los bellos lugares que describe. El Cuaderno de islas es otra cosa, al igual que el capitán; y tanto el profesional como el aficionado al mundo clásico que busquen algo más que lo típico y tópico de Grecia y sus islas de Poniente, apreciarán, sin duda, lo consignado en sus páginas, aunque luego, sobre el terreno, tanto al ducho como al lego terminen por quemarles la carne (pp. 113-115), sí o sí, ya que “un cocinero que se precie, hace oídos sordos a las peticiones de los bárbaros. Qué sabremos nosotros, los extranjeros” (p. 115)… Obviamente, Juan Rigo, como periodista náutico, es el autor de todos los breves capítulos que conforman su libro, pero la estructura definitiva del conjunto publicado se la debemos a otro enamorado de Grecia, su amigo y prologuista Miguel Dalmau, al que el capitán, añorándole en aquel bareto de Paxos, describe cariñosamente como «un gran bon vivant y un pájaro de mucho cuidado». Por lo que me cuenta de él, se antoja lícito pensar que, entre ambos, los ya inmortales versos de Serrat -“soy cantor, soy embustero, me gusta el juego y el vino, tengo alma de marinero” son la divisa de reconocimiento que comparten con el padre de Telémaco, y el –––––––––––– Peña), Alianza, 1999; Ítaca (Trad. Vicente Fernández González e ilustrada por Federico Delicado), Madrid, Nórdica, 2015; Poemas (Trad. Ramón Irigoyen), Barcelona, Debolsillo, 2016; Poesía completa (Trad. Juan Manuel Macías), Valencia, PreTextos, 2015. 14 La última edición actualizada de Heikell, R., Heikell, L., Greek Water Pilots. A yachtsman’s guide to the coasts and islands of Greece, St. Ives, Imray, 2015 (1982), acompaña siempre al capitán en sus travesías. 15 Sin duda, el mejor y más poético compendio sigue siendo el de Durrell, L., Las islas griegas¸ Barcelona, Reseña, 1995 (1978), para las jónicas, concretamente, vid. pp. 10-53. A efectos arqueológicos, vid. Torelli, M., Mavrojannis, T., Grecia, Milano, Mondadori, 1997. Págs. 329-337. 16 Vid., v. gr., Finley, M. I., El mundo de Odiseo, México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1999 (1954); Freely, J., El mundo de Homero. Una guía de viaje por la Ilíada y la Odisea, Barcelona, Crítica, 2015 (2014); Nicolson, A., El eterno viaje. Cómo vivir con Homero, Barcelona, Ariel, 2015 (20145); Vidal-Naquet, P., El mundo de Homero, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007 (2000). TEMPVS 40 (2016) 83-98 RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 89 “qué le voy a hacer si yo, nací en el Mediterráneo” una justificación determinista para gozar sin ambages de la vida. Levendiá17 al más puro estilo de Alexis Zorba y el adoptado Paddy Leigh Fermor. Según se anuncia en la introducción (p. 17) todos los textos del Cuaderno ya han sido publicados anteriormente, a partir del 2006, en el Diario de Mallorca, periódico con el que ha colaborado desde entonces con “cientos de artículos dedicados a la tierra helena” (Idem)18. Ahora bien, fue Dalmau el que vio en ellos algo publicable si con los mismos se hilvanaba –o tejía, cual Penélope– un discurso, una suerte de viaje, una particular odisea: justo una temporada de navegación, lo mismo que Rigo, tras haberlo comprobado en sus propias carnes, afirma que duró en sí el periplo del Laértida (no olvidemos que el resto, pillo él, se lo pasó gozando de las mieles de Circe y de Calipso, xrónia kai xrónia…). Y es que nuestro entrevistado, entre los años 2006 y 200719, se embarcó en un proyecto personal de investigación empírica denominado ‘Tras la estela de Ulises’ resuelto a comprobar, Homero en mano –al estilo Schliemann–, la verosimilitud náutica del poema y sus escenarios tradicional- –––––––––––– “Esa hermosa palabra griega para describir lo indescriptible pero que, según el estado de ánimo y las circunstancias, se podría traducir por juventud, salud, valor, humor, rapidez de verbo y de acción, destreza con las armas, don de agradar a las mujeres, gusto por el canto y la bebida, generosidad, capacidad de improvisar mantinades y de volar como un pájaro en las danzas más rápidas y feroces. Todo eso y mucho más…”, Belmonte, M., Peregrinos de la belleza, Barcelona, Acantilado, 2015. Pág. 222; y “el arrebatado amor por la vida (…), la audacia, el gusto por las mujeres, por el vino, las canciones y el baile” que “normalmente, se asocia con el vigor, la fogosidad y el ímpetu de la juventud”, Payás, D., Drink Time! (En compañía de Patrick Leigh Fermor), Barcelona, Acantilado, 2013. Pág. 19. 18 Puntualmente, al final de algunos, se ha añadido una nota explicando el contexto histórico en el que fueron escritos para facilitar la comprensión al lector. A lo largo de estos escolios asistimos a la génesis y desarrollo de la brutal crisis que ha experimentado Grecia desde el 2007. En más de un caso, el capitán -atento observador-, se ha revelado como un acertado vate sobre lo que se veía venir y a pocos les interesaba mirar “tras décadas de embustes, trucos y cambalaches contables” (p. 67). 19 Coincidiendo con la relacionada exposición Homère, sur les traces d'Ulysse de la Bibliothèque nationale de France. Vid. el catálogo homónimo de la muestra coordinado por sus comisarios –Olivier Estiez, Patrick Morantin y Mathilde Jamain– (Paris, Bnf, 2006). Sobre la muestra, cf. VV. AA., Ulisse. Il mito e la memoria, Roma, Progretti Museali, 1996. 17 TEMPVS 36 (2014) 79-86 90 TEMPVS mente propuestos, así como las teorías planteadas tras sus propios cruceros por Victor Bérard20, Ernle Bradford21 y Tim Severin22. «Revisé la Odisea extrayendo sólo las menciones náuticas. Todos se apoyan en otras fuentes y textos para intentar reconstruir el viaje, pero yo siempre estoy con Eratóstenes, el que encuentre al zapatero que cosió el saco de los vientos, dará con Ulises. Quise tocar el cabo Malea, la última referencia geográfica de Homero. Luego empieza lo fabuloso y fantástico, dejan el mundo conocido y entran en el misterioso, en el improbable viaje que es pura fantasía». Como era lógico desde antes de zarpar, tras más de 1800 millas de zigzagueante periplo de heterodoxas escalas entre Baleares e Ítaca, la conclusión extraída es una más que razonable ‘duda’ -siendo muy respetuoso- con las supuestas interpretaciones del texto como manual de navegación de las edades de Bronce y Hierro 23, aunque esto, insiste, no resta ningún valor a la obra. La Odisea es real, en tanto en cuanto el poema existe, otra cosa es el viaje… Así pues, tras seleccionar lo mejor de cada año y concatenarlo temporalmente, el Cuaderno, a modo de breves crónicas impresionistas escritas en un desvencijado portátil sobre el terreno, empieza en la Pascua de primavera y concluye en otoño, con el mare clausum y las despedidas sin prisas al calor del vino nuevo (“un plazo bastante más largo que el recomendado por Hesíodo” [p. 150]), simulando un itinerario –que ha sido real, pero no estrictamente exacto en su continuidad– desde la llegada al aeropuerto Eleftherios Venizelos (pp. 20-22) hasta comenzar el largo proceso de regresar a París (pp. 144-156), donde vive el autor la mitad del año hasta que vuelve a Grecia, cual golondrina de Akrotiri. De equinoccio a equinoccio, paso a paso, isla a isla y trago a trago, por qué no… Antes de arribar al Jónico, a lo largo de los primeros capítulos (pp. 20-53), el libro nos ofrece una desconcertante y atípica imagen griega: Atenas vacía, cerrada, de marasmo y éxodo ortodoxo: kaló Pasxa! El capitán, como un “pasajero en tránsito” (pp. 18-19) hacia sus islas, recorre las calles de esta ciudad de paso, a la que define precisamente como una “pasada, en el más amplio y coloquial sentido del término: una pasada de grande, (…) una pasada de caótica (…), indefinible estéticamente, –––––––––––– Les navigations d'Ulysse, Paris, Armand Colin, 1971 (1927-1929). Ulysses Found, London, Hodder and Stoughton, 1963. 22 The Ulysses Voyage. Sea Search for the Odyssey, London, Hutchinson, 1987. 23 Para un resumen, vid. Rigo Morey, J., “Sur les traces d’Ulysse. Un voyage entre mythe, littérature et réalité”, Bateaux, nº 614, 2009. Págs. 84-90. Parte del cuaderno de bitácora de esta expedición así como algunos videos de la misma pueden verse on line en www.wapponi.tv. 20 21 TEMPVS 40 (2016) 83-98 RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 91 entre horrible y maravillosa, pero desde luego única. Ni oriental ni occidental, simplemente la capital de un pequeño gran país” (p. 20. Cf. p. 45). Algunos dejes en sus letras revelan que ha leído bien a Petros Márkaris (p. 22), se nota que conoce el suelo que pisa y comparte dadivosamente con sus lectores algunos secretos para optimizar la visita al margen de los recorridos habituales: una buena librería donde proveerse antes de hacerse a la mar (pp. 41-42), la habitación de un sencillo hotel “bueno, bonito y barato” (p. 25) donde amaneces mirando al Partenón por nada y menos (p. 23) o aquel restaurante en el que el vino se sirve por kilos (!) a cualquier hora del día o la noche (p. 24-25)… Juan, todos los años, antes de dirigirse al “distante y mal conocido Jónico” (p. 48), lleva a cabo la “liturgia del reencuentro, que no es en el fondo más que un modo de retomar el pulso a la ciudad” (p. 32) y una vez cumplidos sus prescriptivos rituales –frappé, Acrópolis, mezzes, Plaka, souvlakia, Psiri, retsina, Monastiraki…– se pone rumbo a Poniente. En su melenuda y encrespada cabeza, que bien recuerda a la escultura de Odiseo hallada en Sperlonga, sólo una frase: “Mi barquito y mis islas me esperan” (p.52). Al poco de llegar, nuestro cicerone inicia el reporte de las muchas paradojas griegas que afloran en su obra. A la primera ínsula jónica de las que forman las heptanesos –“Corfú, Paxos, Léucade, Ítaca, Cefalonia, Zante y Citera”–24 el capitán arriba ¡en autobús! Y es que “Lefkas o Lefkada (…) es una isla atípica” porque “sólo lo es de nombre, ya que en realidad está (…) amarrada a tierra firme” (p. 60). Allí pronto salen a recibirnos francos y venecianos, y aún más importante para nuestro negociado, Herr Dörpfeld, quien “trató de demostrar que Lefkas se correspondía con la Ítaca de la Odisea” (p. 62) y “basándose en las descripciones geográficas del poeta, localizó buena parte de los escenarios de la epopeya: en Sivota creyó ver la porqueriza de Eumeo, en Vlihó el puerto de la Polis, y junto a Nidri el palacio de Ulises” (Idem). Como hace constar en sus páginas, hoy día, aquel que deseé rendir tributo al insigne arqueólogo germano sólo tiene que acercarse a la península de Geni y llegar hasta el monolito blanco rodeado de cipreses bajo el que yacen sus restos (p. 69), a no mucha distancia de varios túmulos funerarios de la Edad de Bronce25 a la que dedicó su vida. Un poco más allá, a estribor según se sale por la bocana, está la glamurosa Skorpio (pp. 75-78, 141- –––––––––––– Nicolson, H., Byron: el último viaje (abril de 1823-abril de 1824), Madrid, Siruela, 2007 (1924). Pág. 147. 25 El ambiente de excavaciones alemanas en la isla ha sido evocado recientemente en la última novela de Simon Scarrow, Corazones de piedra (Barcelona, Edhasa, 2016), sobre ésta, vid. Antón, J., “Amigos, ruinas y nazis”, El País (On line), 27 de diciembre de 2016. 24 TEMPVS 36 (2014) 79-86 92 TEMPVS 143), pero el fondeo y acceso están vetados a menos que uno se mueva en “pijoyate”26 que no es el caso de nuestro escritor. De Léucade capital al Trócolo de Sivota para ponerse al día con su compadre Panos “hablando de todo y de nada” (pp. 66-68, 101-103) y, acto seguido, rumbo a Kastos, “la más bajita, la más acogedora y pequeña de las islas habitadas” (p. 69), donde “en principio a nadie se le ha perdido nada” (p. 70), para asistir a la fiesta en honor del santo del capitán, Agios Ioannis. Leyendo entre líneas, si uno presta atención, es posible hacerse eco de todas las resonancias paganas del solsticio de verano cristianizado – idem con respecto a la Pascua y el retorno de Perséfone del Hades (pp. 35-40) y las antorchas eleusinas transformadas en cirios–. Y es que el Cuaderno es también un vívido repertorio de etnología y folklore griego en el que, al margen de lo aparente, los fellinianos panigiria (pp. 91-93), verbigracia, son susceptibles de ser interpretados en distintas claves por los ‘antropólogos inocentes’ que hojeen el libro. De aquella juerga, las páginas aproan a la doble cala de Atherini, en Meganisi (pp. 72-74, 144146), isla en la que Severin situó la Trinacria odiseica27. Pese al nombre, ésta es “otra de las pequeñas” (p. 73) y, siguiendo con los desconciertos locales, sepan que allí los toldos se suben con taladradora –por no cansar el brazo– y en sus calas se fondea atando el barco a un olivo de la costa, siempre y cuando haya un voluntarioso y crédulo grumete (como fui yo en su día) al que abandonar a su suerte semidesnudo como una suerte de rito de paso del Ecuador. El camino prosigue hasta llegar en Corfú, el “mítico reino de los feacios, o sea, la homérica Esqueria, la isla del rey Alcínoo y la princesa Nausicaa” (p. 80) donde “los estudiosos del tema han tendido a ubicar en Paleokastritza, en el noroeste de la isla, el palacio, con los muros forjados de bronce” (Idem). Pese a que “tampoco encontremos aquí pruebas concluyentes que permitan confirmar la veracidad del mito” (Idem) cuando nosotros fuimos, aunque ninguna niña hacía la colada o jugaba a la pelota en la playa local, sí pudimos contemplar emocionados el cauce de un exiguo torrente que desemboca en el mar y al frente, una roca que se parecía bastante a un barco petrificado…28. Antes de abandonar la isla, el capitán recala en un bucólico –––––––––––– El término -tan apropiado por su exactitud- está tomado del también navegante (y académico de la lengua), Arturo Pérez-Reverte, vid. “Megapuertos y pijoyates”, El Semanal (On line), 18 de enero de 2019. 27 Vid. supra n. 21. 28 Corfú, literariamente, también cobra interés por haber sido, durante un tiempo, el retiro de los hermanos Durrell, quienes vivieron en la llamada White House de Kalami -hoy día transformada en un hotel/restaurante-. Vid. supra n. 1 y la trilogía corfiota escrita por Gerald, Mi familia y otros animales (1956), Bichos 26 TEMPVS 40 (2016) 83-98 RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 93 pueblo de pescadores, Petriti, donde otra guía, escrita por “algún bárbaro del norte” (p. 84), afirma que “es posible no saber qué hacer por la tarde” (p. 82) pero en ésta, una campaña publicitaria de la cerveza Mythos da pie al capitán –junto a su amigo Vassilis, que aún vende vino a granel– a realizar una de las muchas reflexiones etimológicas que contiene el libro en torno a “las 51.807 palabras que provienen del griego” (Idem) o a exaltar los “15.021 kilómetros de costa, más de 6.000 islas y 2.884 horas de sol al año” (Idem) que tiene el país. La siguiente singladura nos lleva a Paxos “una Ibiza en miniatura (…) puro mediterráneo, una joya” (p. 85), pero, no nos engaña el capitán, “Gaios [su capital] da para una fotografía. Y luego, bye, bye” (Idem). Eso sí, antes de zarpar, Rigo –que es muy pirata– nos propone una añagaza digna de Odiseo: decir a los locales que venimos de otro lugar donde hemos degustado el mejor aceite de nuestra vida. Infalible, “al minuto nos propondrán una cata de la producción autóctona para que podamos comparar y decidir quién se lleva la palma (…) sin que se entere nuestra cartera” (p. 86). Dos breves apuntes, “desde antiguo la tradición popular ha asociado el nombre de Paxos con el culto al dios Pan” (Idem) y para Severin este sería el mítico emplazamiento de la maga Circe (p. 87) 29. Hago un intencionado salto en el libro para llegar hasta un islote “con forma de dragón dormido” (p. 126), Kálamos, “que en épocas pasadas sufría continuas razzias de piratas o visitas cariñosas del bárbaro otomano” (p. 127) y “ahora (…) es sinónimo de tranquilidad” (Idem), para visitar las ruinas de la vieja alquería de Porto Leone (pp. 129- 131) asistiendo a otra romería, descrita como una “singular versión del desembarco aliado en Sicilia” (p. 130), donde los corderos se asan al son de la música, como en cualquier fiesta de los que cortejaban a Penélope. Penúltima escala, Cefalonia (132-137), pero sólo para degustar un Robola en la patria chica del normando Robert Guiscard y mirar al frente, por fin… ÍTACA DESDE FISKARDO Y EL JÓNICO EN MADRID El frío enero de 2017 es diametralmente opuesto a los soleados meses de mayo de los dos últimos años y la inspiración para escribir esta reseña ni con Ploumario y rebetika llega. Reviso las fotos de nuestras travesías en busca del tono y reparo en una que hice al capitán mientras paseaba una tarde como el Marinero en tierra de Alberti, hollando tal vez “el famoso puerto de doble entrada citado en la Odisea, cercano al –––––––––––– y demás parientes (1969), El jardín de los dioses (1978), todos reeditados por Alianza en 2010. 29 Vid. supra n. 21. TEMPVS 36 (2014) 79-86 94 TEMPVS islote Astéride, donde la flota de los pretendientes aguardaba (…) el regreso de Telémaco” (p. 136). Rigo, de espaldas, ante el estrecho canal que separa Cefalonia de la patria de Odiseo, con la mirada perdida más allá del monte Nérito. Podría titular a la instantánea Nostalgia, aquella que “no es siempre buena compañera. Ni siquiera para los griegos que inventaron el término, o quizá precisamente por eso, porque saben de lo que hablan y saben lo que se siente viviendo al otro lado del mar” (p. 128)30. Ese mar31… y ‘el mal del regreso’, del recuerdo. Según el estado de ánimo con que se lea el Cuaderno, como sentida oda al mundo heleno que es, puede dejar un regusto melancólico, ya que describe en retrospectiva una Grecia “casi idílica” (p. 17) que, pese al poco tiempo que tiene el libro, se va extinguiendo, aunque a nuestro optimista autor le gustan las botellas medio llenas y cree que “algún día volverá a ser” (Idem). Si se mira de lado, la tierra de Odiseo tiene la sugerente forma del pecho de una mujer, dos elevaciones y una depresión central, a modo de canalillo, donde más o menos cae su capital, Vathi. “Si tenemos en cuenta el estrecho istmo de menos de 500 metros que la estrangula casi por la mitad, podríamos hablar de dos islas, dos Ítacas” (p. 98). En lo que al libro se refiere, olvídense de la parte Sur, el capitán sólo fondea al septentrión: Kioni, Frikes y la bahía de Polis. Ahí está su refugio, amigos y anécdotas. También los vestigios arqueológicos más significativos: por un lado, la cueva de Loizos, en la que fueron hallados “unos trípodes de bronce que parecían corresponder fielmente a la descripción homérica de los 13 pebeteros que le ofrecieron como presente los Feacios” (p. 138); por otro, ¡auténticos restos micénicos!, localizados cerca de Stavros, en la llamada ‘Escuela de Homero’, donde en el 2008 se sacaron a la luz auténticas arquitecturas ciclópeas –que aseguro, son visibles– y, teóricamente, dos mégara que han sido identificados, sin mucho pestañear, como el palacio (p. 98-99, 139-140)32. –––––––––––– En relación a esta palabra y el pasado, vid. el maravilloso ensayo de Boardman, J., The Archaeology of Nostalgia. How the Greeks re-created their mythical past, London, Thames & Hudson, 2002. 31 Vid. Luque, A., Aquel vivir del mar. El mar en la poesía griega. Antología, Barcelona, Acantilado, 2015. 32 Lamentablemente, la crisis paralizó las excavaciones a partir del 2009. Hoy día el lugar se encuentra abandonado y los restos visibles de las presuntas estructuras ‘palaciales’ no permiten formarse una idea de cabal de las mismas. Aún así, en la plaza de Stavros, junto al busto de Odiseo, hay una maqueta que presenta una reconstrucción de todo el conjunto, tal vez demasiado ideal… 30 TEMPVS 40 (2016) 83-98 RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 95 ¿Cuánto se ha escrito sobre esta isla y su mitología, con más o menos propiedad y conocimiento real del terreno? Por citar sólo dos ejemplos a pie de campo, uno remoto y otro reciente: en torno a Vathi, Schliemann33 buscó y situó casi todo lo que quiso encontrar; y siguiendo su estela, Ulises Adrados34, a juzgar por sus palabras, se llevó una gran desilusión arqueológica, pese a lo evocador de los parajes35. A este respecto, Rigo, además, me refiere y cita un par de anécdotas tan embarazosas como hilarantes en las que se vio tratando de excusar a nuestros compatriotas Javier Reverte36 (p. 58) y Manuel Vicent37 (p. 112) cuando el eco de lo dicho en sus libros llegó a la isla ofendiendo mucho a los lugareños, quienes afirmaban que ambos llegaron, vieron por encima (en taxi) y se fueron pronto, haciendo una postal que para nada se correspondía con la realidad autóctona. Vamos, el aggiornamento del ‘Síndrome del viajero intacto’ de L. A. de Bougainville –como le gustaba decirlo a la profesora Estrella de Diego–, trasladado del Pacífico al Jónico: “crónicas de viajes escritas por viajeros con prisas” (p. 106) en las que “los errores en la información son tónica habitual” (Idem). El Cuaderno de islas, por su parte, ofrece una visión complementaria a toda la tradición anterior, mostrando una Ítaca personal y más humana (pp. 88-90, 98-100, 104-112, 138-140), tras un cuarto de siglo de visitas y mil y una noches en las que volaron “vasos llenos, y botellas, en honor de los bailarines” (p. 90) del sirtos en la plaza de Stavros. Haciendo cuentas, es probable que Juan haya pasado más tiempo en la isla que el propio Odiseo y por ello creo que, aparte de todo lo anteriormente citado, lo mejor del libro es “el anecdotario local” (p. 104) protagonizado por “la galería de personajes” (p. 104) que moran en la isla y son amigos del capitán: Makis, Giorgos, Kostas, Nectario, Vassilis, Nikos, Gerasimos, Lázaro –alias Polifemo–, el ‘Señor Kalinijta’, su rival ‘Kouklos’ –un “curtido casanova” (p. 105) con “su característica voz rota, ganada tras una vida dedicada con esmero al abuso del ouzo y del tabaco” (p. 104]), “y otros nombres que ya no recuerdo” (p. 140). Mi favorita, sin duda, es aquella historia en la que el autor, encantado por la música de sirena de –––––––––––– Autobiografía, Almuzara, 2010 (1892). Págs. 31-39; Ítaca, el Peloponeso, Troya. Investigaciones arqueológicas, Madrid, Akal, 2012 (1869). Págs. 47-83. 34 “Buscando a Ulises en Ítaca”, www.zendalibros.com, 1 de agosto de 2016. 35 Para profundizar, con mayor fundamento, vid. Bittlestone, R., Diggle, J., Underhill, J., Odysseus Unbound. The Search for Homer’s Ithaca, New York, Cambridge University Press, 2005; Luce, J. V., Celebrating Homer’s Landscapes. Troy and Ithaca revisited, New Haven, Yale University Press, 1998; Tzakos, C. I., Ithaca and Homer (The Truth), Athens, Maria Tsakos Foundation, 2005. 36 Corazón de Ulises, Madrid, Aguilar, 1999. 37 Del Café Gijón a Ítaca, Madrid, Aguilar, 1994. 33 TEMPVS 36 (2014) 79-86 96 TEMPVS un acordeón distante, abandona el barco y se tira al agua de noche – nadando con una botella de tsipouro entre los dientes– con tal de no perderse una francachela en la bahía de Polis, “bajo un cielo luminoso y estrellado, inimaginable para quienes no han estado en el Jónico” (p. 140). Y es que, como su propio nombre indica, esta Guía personal es, ni más ni menos que eso, otra mirada “parcial y siempre subjetiva” (p. 17) sobre Grecia y sus islas occidentales. Su lectura no es imprescindible para adentrarse en el medio, aunque de cara a un eventual viaje, pese a que stricto sensu no es un libro académico, es altamente recomendable y yo no dejaría de leerlo –como a Paddy si volviese a Mani o Roumeli38–. El ligero Cuaderno tiene también la frescura de los irregulares, se lee del tirón y aporta un sinfín de heterodoxos datos de gran utilidad sobre el terreno para antes, durante y después de la cultura. Al margen de lo dicho, en sus páginas también salen a escena tanto Hesíodo y Kazantzakis como Solimán el Magnífico y Atatürk, de Robert Graves y los hermanos Durrell a María Callas y Merlina Mercuri, cantando Los niños del Pireo, e incluso Jackie Kennedy, “bañándose desnuda en sus aguas cristalinas y haciendo el amor” (p. 77) en “un otoño de champagne, diamantes y rosas” (Idem). “Para casi todos la realidad se llama Atenas” (p. 40), tan “lejana y distante” (p. 67) con respecto a las islas descritas, donde no esperan nada de ella excepto “nuevos impuestos, tasas, recortes de pensiones y promesas incumplidas” (Idem). Recuerdo el caluroso día que la abandoné por última vez, subiendo entristecido la calle Eolo, donde está el hotel que se recomendaba al comienzo del libro. Antes de perderme en el laberinto de hormigón de la gran urbe, volví la vista atrás para fijar en mi retina una estampa de la Acrópolis. Entonces reparé en que justo al pie, al final de esa misma vía donde suele hospedarse Rigo, se halla la Torre de los Vientos, los ánemoi griegos, tan intrínsecamente relacionados con el ánima de este marino. ¡Viejo zorro! Le perderá “el verbo, la palabra, el exceso” (p. 129) y ha tenido la poca vergüenza de no aportar un solo mapa en todo el libro (¿“caminante, no hay camino, sino estelas en la mar”?), pero si algún día tienen la suerte de conocerle y, más aún, de embarcarse con él, “brinden por la vida” (p. 44) para celebrarlo –la esculturilla del Bebedor de Siros lleva milenios indicándoles el modo–. “Hoy más que nunca debemos recordar a los espíritus libres” (p. 56). El –––––––––––– Leigh Fermor, P. M., Mani. Viajes por el sur del Peloponeso, Barcelona, Acantilado, 2010 (1958); Roumeli. Viajes por el norte de Grecia, Idem, 2011 (1966). 38 TEMPVS 40 (2016) 83-98 RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 97 capitán nos lo ha dejado por escrito: “Les espero en mi mar” (p. 56), “me apunto a un bombardeo” (p. 102). KALÓ TAXIDI, FILE MOU! Llovió mucho en Corfú la triste jornada previa a nuestra despedida. Tras besar a Sissi, abrillantar las narices de los Durrell, liar el petate y baldear el Agamemnon, invité al capitán a un trago para terminar la entrevista. Había muchos flecos que cortar, también cosas que no quería saber (¿terminó su Tesis?, supongo que no…). Proyectamos el periplo del año siguiente con un horizonte lleno de batallas: Mesolongi, Nafpakos, Accio, Koroni, Methoni, hasta la arenosa Pylos y luego remontar el Jónico, como Telémaco, para regresar a Ítaca. Siempre Ítaca, su “isla adoptiva” (p. 148). Juan no se dio cuenta, pero aquella grisácea tarde me dio la clave de la mitología y aún no se lo he agradecido. Rememorando nuestras dos agitadas singladuras al Oeste de Corfú -con ‘¡mil millones de rayos y centellas!’- el capitán me sonrió condescendiente, como pensando -pero sin decirlo- que estaba hecho un marinero de agua dulce, dicho suavemente. Por lo visto, la ‘tormenta perfecta’ no fue para tanto, pero me reconoce que «con el tiempo recordaremos más tu viaje que la realidad. Así va creciendo. Así surge el mito, de una cosa anecdótica, luego…Mar había, nadie te dirá lo contrario, poco a poco la historia crece... el estrecho de Mesina, Escila y Caribdis… Tendemos a exagerar…». Incluido él mismo (p. 20, 41, 72, 153), que se está “volviendo todo un griego” (p. 153). Por último le pido que me firme su libro: ‘Muchos años. Marina de Gouvia, 2016’. Oigo en la grabadora unas palmadas en la espalda, el eco de un ya lejano abrazo de Jim Hawkins con Long John Silver, al que admiro como una figura cuasi paterna. «Ahí tienes el flash del personaje y el autor, luego tú te lo guisas y te lo comes como quieras». De pronto, tras dos travesías junto a él, quise cerciorarme de que no era Nadie, aquel que dijo soy “Odiseo, el hijo de Laertes, que entre todos los humanos destaco por mis tretas”39. Por cierto, ¿Juan o Joan? –«A mí me da lo mismo, completamente igual». Como lobo de mar, no es para nada sospechoso de nacionalismos cerriles y navega por el Mediterráneo haciéndose merecedor de los versos esproncedianos: “que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad; mi ley, la fuerza y el viento; mi única patria, la mar”. Si le llaman Joan, contesta, pero en sus islas es infrecuente ya que se presta a engaño al ser en inglés un nombre femenino que le obliga a apostillar siempre «como Miró». Dado que vive a caballo entre París y Grecia, Jean o Ioannis también le valen y usa eventualmente. Pero para mí siempre será –––––––––––– 39 Odisea, IX, 19 (Vid. supra n. 3). TEMPVS 36 (2014) 79-86 98 TEMPVS Juan, seguido de su propio ‘epíteto homérico’, aquel que escuché llamarle en Kioni el glorioso día en que pisé Ítaca por primera vez. Las leyes no escritas de la camaradería marítima dictan que cuando un velero se aproxima al muelle para amarrarse, el que ande por allí debe ayudar con la maniobra. Y justo aquel mediodía pasaba uno de los innúmeros amigos que el kapetanios tiene diseminados por la isla. Rigo llamó su atención desde la popa: –Geia sou, file, parakaló! Y el oriundo apelado le saludó alegre, detrás de la más blanca sonrisa al Oeste de la Hélade: –O Juan ‘The Number One’! Pues sí. ¡Oh, capitán, mi capitán! Todo el Jónico bien sabe que lo es40. ÁNGEL CARLOS PÉREZ AGUAYO –––––––––––– Sobre este particular, discrepa en cuanto a lo que oí, afirmando que aún debo tener cera anti-sirenas en los oídos, porque realmente le dijeron Spanish One, que es cómo le nombran «para situarme, como ‘el español’». Y es que, por el momento, aún con la amenazante nube oscura de los chárter en el horizonte, es el único compatriota que se busca la vida por las heptanesos, surcando sus preciosas aguas a bordo del ya mítico Odyssée. Kaló taxidi, file mou! 40 TEMPVS 40 (2016) 83-98