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Sobre libertad y otros retornos

36 BIBLIOGRAFÍA Lévinas, Emmanuel. «La huella del otro.» Taurus, 2000. Luckacs, John. «El fin de la edad moderna.» Organización Editorial Novaro, 1975. Bloom, Harold. «Shakespeare, la invención de lo humano.» Grupo Editorial Norma, 2000. Berlin, Isaiah. «Dos conceptos de libertad.» Alianza Editorial, 1958. Frankl, Viktor E. «La presencia ignorada de Dios.» Barcelona: Herder, 1991. Frankl, Viktor E. «El hombre en busca de sentido.» Barcelona: Herder, 1995. Fromm, Erich. «El miedo a la libertad.» Editorial Paidós, 1977. Greenfeld, Liah. «Nacionalismo. Cinco vías hacia la modernidad. .» Centro de estudios políticos y constitucionales , 2005. Guerra, François Xavier. «México: del antiguo régimen a la Revolución.» FCE, 1985. Hearfield, Colin. «Adorno and the modern Ethos of freedom.» Ashgate, 2004. Hobbes, Thomas. «Leviathan.» Madrid: Alianza Editorial, 1999. 187. Huberman, Leo. «Los bienes terrenales del hombre.» Panamericana Editorial, 1995. 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En ella se confirma la presencia llevada hasta el final, llevada a esa incandescencia que es deseo, que se consume en si misma para entregarse a si misma en la mirada del otro, aquel que me extraña, aquella otra presencia que es mi origen y mi destino, que me amamanta continuamente con su presencia, aquella otra presencia en que mi alma se entrega a los límites de la experiencia en que nada puede separarla de la necesidad de ser, ser libre. 34 trascendencia: las manos de otros solitarios. Somos por primera vez en nuestra historia, contemporáneos de todos los hombres.”28 EN MI ALMA SOY LIBRE Quizá estas palabras no resulten suficientes para definir del todo la libertad. Algo me dice que permanece inabarcable, como el alma humana. Un amigo muy querido alguna vez me dijo que en mi alma soy libre. Hoy entiendo al alma más allá de los debates racionales y metafísicos, como esa esencia que es. Más allá de toda idea o acuerdo que establezcamos, más allá de toda frontera, de toda herramienta virtual para comunicarnos, más allá de nuestro miedo, más allá incluso de la naturaleza, de las coordenadas de tiempo y espacio, más allá de mi y del otro, hay algo que no alcanzamos a aprehender completamente y que apenas tratamos de describir a trozos conforme podemos percibirla, más allá de nuestra finita existencia hay algo que es… Tenemos la opción de abrazarla y experienciarla. Hoy, afuera de esa habitación y sin capucha, observando mi rostro en el espejo del otro, abrazo a Lévinas y asumo que ese otro rostro me impide matarlo, como el mío les impidió a otros, matarme. Hoy vivo la libertad en cada uno de mis sentidos: al probar cada alimento con que elijo nutrirme, al observar los ojos radiantes de la mujer que amo, al disfrutar los aromas a mi alrededor, al escuchar mi música favorita y las voces de mis padres, de mi hermano, de mis primos y tíos, de toda mi familia y amigos, al sentir el calor de sus abrazos… todas ellas vienen cargadas de la experiencia de la libertad. Al paso de estos días en que debí regresar al encierro para poder definir lo que implica mi libertad, la aprehendo, es el abrazo de mi constante y creciente necesidad de estar, de actuar, de amar… de ser. 28 Octavio Paz, «El laberinto de la soledad» (FCE, 1950), 209 y 210. 33 unificada por el deseo de un cambio, esa otredad que celebra victorias tricolores en el monumento emblemático de nuestra libertad (qué mayor muestra del deseo colectivo de experienciarla), esa otredad que igualmente permanece pasmada ante la sangre derramada día a día, sangre de hombres, aun más de mujeres y ahora incluso de niños (ya sea en guarderías, fiestas o universidades…), esa otredad solitaria, abandonada de sí misma, que renuncia una y otra vez a la libertad por que le teme. Esa otredad, esa otredad que considera que hay eventos que sólo les ocurre a otros al mismo tiempo que observa cómo el plomo o el marfil se aproxima más y más a su círculo íntimo. Coincido con Octavio Paz: “El mexicano se esconde bajo muchas máscaras, que luego arroja un día de fiesta o un día de duelo, del mismo modo que la nación ha desgarrado todas las formas que la asfixiaban. Pero no hemos encontrado aun esa que reconcilie nuestra libertad con el orden, la palabra con el acto y ambos con una evidencia que ya no será sobre natural, sino humana: la de nuestros semejantes. En esa búsqueda hemos retrocedido una y otra vez, para luego avanzar con más decisión hacia delante. Y ahora, de pronto, hemos llegado al límite: en unos cuantos años hemos agotado todas las formas históricas que poseía Europa. No nos queda sino la desnudez o la mentira. Pues tras este derrumbe general de la Razón y la Fe, de Dios y la Utopía, no se levantan ya nuevos o viejos sistemas intelectuales, capaces de albergar nuestra angustia y tranquilizar nuestro desconcierto; frente a nosotros no hay nada. Estamos al fin solos. Como todos los hombres. Como ellos, vivimos el mundo de la violencia, de la simulación y del “ninguneo”: el de la soledad cerrada, que si nos defiende nos oprime y que al ocultarnos nos desfigura y mutila. Si nos arrancamos esas máscaras, si nos abrimos, si, en fin, nos afrontamos, empezaremos a vivir y pensar de verdad. Nos aguardan una desnudez y un desamparo. Allí en la soledad abierta, nos espera también la 32 regresar literal y metafóricamente a mi madre, a mi origen (con mi familia), al cauce de mi vida. Recobrar el curso de mi vida no ha sido fácil desde entonces. Tan difícil fue el cautiverio como el renacimiento, o mejor dicho, la resurrección. En cada uno de mis familiares, en cada uno de mis amigos, aparecía nuevamente, al verme ellos, el rostro de la muerte. La violencia que me fracturó pudo ponerme en riesgo de dar rienda suelta a mi ira en muchas ocasiones, pero algo me detuvo siempre, la certeza de mi libertad experienciada, el hecho contundente de la misma. Mientras escribo esto se cumplen con exactitud 2 años de haber sido secuestrado, se repite en espejo la semana que iniciara el sábado 3 de abril al domingo 11 de abril. En 2010 el 3 y el 11 han caído igualmente en sábado y domingo. Por mi labor profesional he debido regresar a tan sólo una cuadra de dónde inició esa pesadilla, antesala de mi libertad. Y me encuentro con la posibilidad de reflexionar, escribir y experienciarla una vez más. La libertad es para mi un hecho contundente. He decidido, para darle un sentido, defenderla idealmente y como derecho, no solamente en las audiencias ante el ministerio público, en los careos en la cámara Hessel, en los agradecimientos profundos hechos manifiestos a los policías honestos (que los hay aun) que llevaron mi caso y permitieron el éxito de las negociaciones, en los abrazos a amigos, en las lágrimas con mi familia… He decidido defender mi libertad cada día, en cada acto, mirando al otro… fue la otredad la que contribuyó a ser quien soy junto con mi voluntad, y fue la otredad la que contribuyó a mi liberación física. Esa otredad que marchó alguna vez silenciosamente vestida de blanco para después ser masacrada en la plaza donde confluyen las 3 culturas que nos definen (hecho por demás significativo), esa otredad que durante 1985 se arrojó a las entrañas polvosas de nuestras estructuras para rescatarse a si misma de entre escombros, esa otredad que ha logrado adaptarse a la crisis económica como forma habitual de vida, esa otredad que en el 2000 votó 31 producto de la inhalación de cocaína emitía sistemáticamente un desesperante sonido con la nariz), ese otro a quien yo realmente temía, si bien mantuvo su distancia conmigo durante casi todo el periodo, no pudo evitar escuchar y sucumbir ante la compasión cuando, al realizarse el pago de mi rescate y solicitar una prueba de mi vida por medio de una pregunta, supo que yo había perdido a un hermano; dado que él había perdido a otro hermano se identificó conmigo. El otro sujeto, siempre el más callado fue siempre el más tranquilo, y era igualmente el más joven de todos habiendo abandonado la pubertad apenas unos años atrás. Fuimos acompañantes inevitablemente, y en nuestras pláticas se exhibieron en parte sus familias, sus orígenes, sus carencias, sus deseos. Conocí sus vidas a la par que mi paz diluía el miedo entre charla y charla, minuto y minuto, aun cuando reaparecía súbitamente entre las fibras de la capucha que cubría mi rostro. El sábado 10 de abril de 2008, aproximadamente a las 8pm, los tres sujetos entraron juntos por primera y única vez a la habitación. Los tres coincidieron, uno a uno, con las siguientes palabras: “Discúlpame, por favor discúlpame.” Los tres me solicitaron entregarme de lleno a la vida, enalteciendo mi talento y amor por la vida, pero especialmente, agradeciendo haberme portado sereno. A uno de mis familiares, quien realizó el pago físico de mi rescate le comentaron “tu primito es otro pedo”. Momentos después, uno de ellos, el más amable me pidió extendiera la mano. No sin temor obedecí. Me entregó dos billetes de 100 pesos para poder pagar un taxi una vez que nos liberaran. Horas más tarde, ya en la madrugada del día domingo 11 de abril de 2008, fui liberado en las calles de la ciudad de México para finalmente reunirme con mi familia nuevamente, para, en el sentido sumerio, Amagi, 30 que la compañera constante tenía piel de marfil, tacto congelado, y su beso era mordida… Experimenté el miedo descomunal a dejar de existir hasta que logré asumir la gran probabilidad del hecho. Enfrenté a la princesa nocturna redentora de la vida mirándola a las cuencas en dónde uno espera ver ojos para encontrar el vacío, la nada; al comprender que el destino inevitable del hombre radica entre sus brazos, pude liberarme del miedo a dejar de existir, para experienciar mi ser libremente. Pude percibir, encapuchado siempre, a esos otros, sin nombres precisos; tres presencias que se rotaban el cuidado de mi encierro, tres voces grabadas en las fibras de mi alma a quienes que temí en principio. La tranquilidad que me brindó la necesidad de Dios durante esos 9 días, que me mantuvo alerta pero en paz, sin ejercer violencia, y sereno, me permitió dialogar con esos otros. Era difícil el acto de hablar sin que se pudiera en ello brindar a los sujetos información que pudiera poner en riesgo a mi familia, o a mis amigos. Y sin embargo era lo único posible hacer en común: captores y capturados sólo podíamos hablar entre nosotros. Muy pronto descubrí la posibilidad de perder la perspectiva y sucumbir al síndrome de Estocolmo. Decidí tratar de permanecer neutro, medir mis palabras y escuchar más sin perder de vista que no éramos ni podíamos ser amigos. Compartíamos el encierro, pero en calidades diferentes. Ellos, todos, expresaron provenir de familias conflictivas, desunidas, violentadas. Todos manifestaron haber elegido un camino fácil para la obtención de recursos económicos y no poder dar marcha atrás a esa decisión, ser presas de esa decisión. Uno de ellos, conmovido por la presencia de la mujer con la que fui secuestrado, quien le recordaba a una sobrina, comenzó a menguar el maltrato, permitiéndonos no sólo ir al baño, sino ducharnos, en mi caso afeitarme e incluso nos daba a elegir alimentos. Otro, el más agresivo que a regañadientes y bajo amenazas accedió a cortar el cincho plástico que aprisionaba mis muñecas (que seguramente 29 beneficio en el menor plazo sin considerar las consecuencias, donde morir es no ya un acto natural, sino rentable… ¿Cómo se puede experenciar la libertad? El laberinto de nuestra soledad parece haber llegado al pasillo donde no hay salida, pero como sobreviviente del secuestro, por experiencia de mi libertad plena, me niego a ésta respuesta. Es en parte por esta razón que decidí escribir el presente texto. ¿Cuál es la salida de este atolladero? AMAGI: RETORNOS Amagi: retorno a la madre. La madre no sólo es la progenitora, en tanto símbolo y convención es origen, madre es también la que acota el cauce (de un río, de un flujo). El origen de lo que somos parece perdido entre la bruma de gases tóxicos que nos ciegan o detrás de los que escondemos las miradas, hábitos paradigmáticos y que, a pesar de la cualidad dolorosa de nuestra soledad, parecemos incapaces de sostener la mirada al otro, renunciamos a lo otro renunciando a nosotros mismos, prefiriendo el desmadre (entiéndase por ello además de la altisonancia del vocablo, el cauce perdido del flujo), y tememos al ser humano. Nuestra homofobia no sólo se refiere a quienes expresan esa preferencia sexual; tememos, de hecho, al hombre, al género humano, a lo otro, y apresados por el miedo es imposible experienciar la libertad, pues ella radica en el hecho que es experiencia entre el individuo y la comunidad. Soy un hombre afortunado. Durante 9 días, del 3 de abril a la madrugada del 11 de abril del 2008, viví secuestrado. Durante 9 días me mantuve encerrado en una habitación de 3 x 4 metros, sin poder elegir que comer (durante los primeros días no había elección), sin poder comunicarme con mi familia, amigos, sin poder ver el color (aunque fuera el color gris) del cielo, sin poder sentir el viento y respirarlo… 9 días en que la música de tambora de un radio en la habitación era nuestro despertador, 9 días en los 28 contradicciones liberales pues implica una renuncia al ser, y no se puede experienciar la libertad si no es en el ser. Cuando el sujeto de la acción mediante el salario deviene en el objeto del beneficio se inicia inevitablemente un camino hacia la pérdida de la libertad. El hombre se ve reducido a fuerza productiva, a bien intercambiable e incluso a producto. Dentro del proceso capitalista, México junto con la mayor parte de los países del hemisferio sur, componen una masa de asalariados, donde su importancia individual radica en actuar como fuerza de trabajo y consumidores. Poco interesa en esa escala la libertad que puedan expresar tanto a nivel individual como en conjunto los miembros de nuestros países. ¿Cómo se explica de otra manera que en México el secuestro sea una de las actividades más rentables, a la par del narcotráfico y otras actividades del crimen organizado? México recibe las celebraciones del 2010 sumergido en una guerra que pretendía combatir fuego con fuego, pero que en los hechos actuó como combustible, magnificándola hacia horizontes aun imprevisibles. La vida humana en México tiene valor cuantificable, es producto de intercambio. No tiene diferencia real si el valor se le adjudica como fuerza de trabajo, como parte constituyente de un mercado en tanto consumidor (sin importar el producto: desde agua hasta cualquier tipo de droga), o como el producto mismo (lo que posibilita el pago de un rescate en el caso de un secuestro, o el intercambio de lo que algunos círculos de poder denominan botellitas de cognac, es decir, la prostitución y corrupción de menores, por poner dos ejemplos de las expresiones más lamentables de éste fenómeno). Cuando un país que se debate en sostener débiles estructuras nacionalistas, al tiempo que enfrenta graves índices de marginación, desigualdad, impunidad (con la consecuente injusticia), donde la política se ha desvirtuado a causa de la corrupción como norma que rige el movimiento económico de la nación, donde los impuestos o bien se evaden o bien se roban, donde se sobre explota los recursos buscando obtener el mayor 27 lograr la coherencia de su proceso creativo, y más aun, si quiere captar el interés del público. Paradójicamente una máscara puede otorgar autenticidad y brindar libertad, pero en el teatro el actor tiene muy claro cuál es el sentido de usar ésa máscara: comunicarse, lograr la atención y entablar una relación con ese otro que es el espectador. El mexicano, especialista en el uso de máscaras, carece de sentido, dado el profundo sentimiento de soledad que nos aqueja. Coincido con Paz en que el mayor reto de los mexicanos sigue siendo reconocer su otredad para romper la ilusión de soledad. El mexicano, paradójicamente, se ve impedido de experienciar su libertad pues no tiene sentido experienciarla en soledad. La libertad no puede no tener sentido. La soledad que conforma el complejo laberinto del existir mexicano explica igualmente el desgaste de sus instituciones (que se suma a los factores externos que son producto de los procesos históricos globales). El mexicano se siente solo, desarraigado, desvinculado, ninguneado e ignorado. En ese contexto resulta complicado experenciar la libertad, si bien se expresan igualmente en la soledad condiciones para posibilitar la experiencia de la libertad. El entorno de injusticia, corrupción, impunidad y desigualdad que imperan en el país no pueden ser comprendidos en parte sino como resultado del proceso histórico, que sin duda está vinculado a los cambios globales. El liberalismo económico no ha logrado estructurar un entorno que garantice la libertad de todos los individuos en el planeta. Omite, para el caso de la libertad positiva, no solo la racionalidad que permite identificar las necesidades, sino que especialmente reduce el ser a una expresión que le arranca ésta posibilidad. Cómo ya se puede identificar desde la definición del espíritu del capitalismo en Weber, el despojamiento del ser humano inicia su fractura al cuantificar el valor de su trabajo, hecho en el que radica el espíritu capitalista. La noción del ser humano como empleado, es una de las grandes 26 la tierra a quienes la trabajan. Se sostuvo empero la ignorancia deliberada de los pueblos indígenas y desde entonces se mantiene y acrecienta la desigualdad social. Tras la lucha armada revolucionaria, México, en tanto nación se configura dentro de un momento tardío del proceso moderno, incluso se cuestiona si logra conformarse como nación aun hoy. Si seguimos de cerca lo planteado por Liah Greenfeld se verifica esta tesis, lo que explica igualmente su incapacidad de estructurarse dentro del proceso de modernización con éxito. Si la nación es efectivamente el elemento constitutivo de la modernidad,27 México enfrenta, si no un fracaso, sí un rezago, aun más considerando que hoy día, más allá de la posmodernidad, se cuestiona la pertinencia de mantener las naciones fuertemente estructuradas respondiendo al discurso liberal de la economía y política globales. A partir de las cinco vías que la doctora Greenfeld plantea considero que el nacionalismo mexicano, presenta muestras de un nacionalismo étnico, que se mezcla con el individualista-libertario o colectivista-autoritario, así como con aquel que se construye a partir del resentimiento, dependiendo de las circunstancias desde la que se intente investigarlo, ya sea a partir de un periodo histórico específico, desde un análisis psicológico o incluso cultural. Sin duda alguna Octavio Paz logró explicar con precisión estos factores que delinean con todo su relieve la personalidad mexicana, que parece construirse a base de una mezcla continua de máscaras, detrás de las cuáles se esconde una identidad no precisada si no es por la soledad. El uso de dichas máscaras viene cargado de un fuerte sentido de falta de autenticidad, pertenencia, pero especialmente, de libertad. Como actor que soy, puedo corroborar que no necesariamente el uso de una máscara provoca la disociación que radica en la falsedad, ésta en realidad radica en el sentido otorgado al uso de ese recurso. Un actor no puede ser falso si quiere 27 Liah Greenfeld, «Nacionalismo. Cinco vías hacia la modernidad. » (Centro de estudios políticos y constitucionales , 2005). 25 Como resultado, los mexicanos nos discriminamos habitualmente, empezando por autodiscriminarnos. Si conociéramos mejor nuestro pasado prehispánico reconoceríamos en principio la gran diversidad que caracterizó a los pueblos mesoamericanos, así como muchos de los aspectos que conforman la base de nuestra multiculturalidad, desde la alimentación hasta nuestra religiosidad. Una vez establecido el virreinato de la Nueva España, uno de los problemas constantes enfrentados en la consolidación colonial vino determinado por dicha multiculturalidad y la enorme extensión territorial. Estos factores se han modificado poco al paso de la historia y de alguna forma siguen teniendo una gran incidencia en la imposibilidad de conformar un proyecto de nación coherente y homogéneo en lo que muchas veces resulta incoherente y heterogéneo. Las reformas borbónicas buscaron resolver dichas dificultades, en un periodo en que la autonomía de algunas regiones era ya una praxis no reconocida, pero si ejercida. La guerra de Independencia es antes una guerra por obtener la autonomía de manera oficial y romper así la inercia que nos ataba a la agonizante corona española. La Reforma logra dotar de cierta coherencia ideológica al proyecto republicano establecido inicialmente en 1824, pero que sólo logró consolidarse bajo dichas reformas. La nación mexicana parecía tener un rumbo más claro fuertemente influenciada por el liberalismo que logró el divorcio del estado y la Iglesia, que sostenía algunos resquicios del comportamiento feudal arraigado en el inconciente colectivo mexicano. El proceso revolucionario, en palabras del Octavio Paz,26 consistió en un movimiento tendiente a reconquistar nuestro pasado, asimilarlo y hacerlo vivo en el presente, es un esfuerzo de reconciliación con nuestra historia y nuestro origen. Tuvo sin embargo la carencia de una coherencia ideológica que conjuntara los intereses comunes latentes durante la dictadura porfirista, y más aun, fracasó robustamente en lograr otorgar la justicia y propiedad de 26 Octavio Paz, «El laberinto de la soledad» (FCE, 1950). 24 Por lo menos en teoría, las del 2010 son celebraciones de la libertad que expresa nuestra nación. Desde mi punto de vista, en realidad se plantean como la celebración de un deseo contenido y proyectado en la sociedad, pero no experienciado a causa de diferentes factores paradigmáticos: desigualdad, pobreza extrema, impunidad, corrupción, ignorancia… miedo. Aun así, la libertad permanece contenida como deseo común. ¿Por qué entonces no podemos trascender nuestros propios paradigmas y finalmente hacer de la libertad una experiencia común, y en esa medida, un bien común?24 Quizá, como establece Fromm, expresamos igualmente nuestro miedo a ser libres, y por ello tantas críticas a una celebración de este tipo parecen, a pesar de lo incómodas, llenas de sentido común. Entender las raíces del miedo a la libertad en México implica analizar los complejos que conforman nuestra patria para así entender las fibras de que se compone el cordón umbilical que no logramos cortar. En principio existe un divorcio histórico de origen. El mexicano es español o indígena a conveniencia, pero difícilmente logra conciliar, o valga mejor decir, re-conciliarse como mestizo. El español peninsular permanece como enemigo histórico pero aspiración secreta en el corazón de todo mexicano. El indígena simplemente es ignorado y en esa medida excluido: no sólo es ignorado en las calles si se le observa pidiendo limosna, es ignorado desde la sangre pues nos duele reconocernos indígenas, salvo cuando algún extranjero establece algún juicio en torno a ello.25 24 Hablo aquí de bien no en el sentido moral, ético o religioso del término, sino en el sentido liberal, capital, con que también podemos entenderlo. 25 Recuerdo por ejemplo, la fuerte polémica que el actor y director Mel Gibson despertó al ofrecer su película Apocalypto; en cada café, restaurante o conversación surgían de todos lados “mayas” convencidos de la vileza del australiano que nos retrataba como salvajes. Al preguntarles yo a algunos de ellos si conocían qué se relataba en los frescos de Bonampak, estos “mayas” por convicción solían ignorarlo, como ignoramos muchos otros aspectos en torno al pasado prehispánico que nos es común, pero igualmente diverso. 23 dicho, lo hecho, está, es mediante los mecanismos creativos y creados por el hombre que la libertad transcurrirá. En esa medida, y ubicados ya en el presente momento histórico, la libertad no solo puede expresarse como fenómeno individual, reafirmando la también necesidad de sostenerla en tanto idea (creada por la conciencia humana) y como derecho. En tanto derecho, lo que implica poder establecer una convención que se explique en la colectividad, la libertad es siempre un fenómeno social. La libertad en tanto hecho humano, se construye entonces a partir de la conciencia humana, pero no sólo del individuo, sino de su relación con la otredad, es decir, entre individuos. Si recordamos el postulado socrático que establece al hombre como animal político (entendiendo por polis una comunidad), podemos plantear que la libertad es de hecho también un proceso político. Podemos entonces iniciar una reflexión que permita establecer la necesidad de pensar, ejercer y experienciar la libertad, ubicando nuevamente ello dentro de un proceso histórico, que en este caso trataré de circunscribir a México sin perder la escala global de la que formamos parte. MÉXICO Y LA POSIBILIDAD DE LA EXPERIENCIA DE LA LIBERTAD Éste 2010 resulta significativo para México por la convergencia histórica en que se celebrarán el bicentenario de la independencia y el centenario de la revolución de nuestra nación. Resulta inevitable no pensar la libertad ante éste contexto. Muchos criticamos que ante dicha coyuntura se le establezca ante todo como una celebración. ¿Celebración de qué? - Dicen muchos – si todo sigue igual o peor. Agregan otros. Decir que todo sigue igual me parece imposible de sostener y verificar. Sin embargo, comprendo claramente en la crítica que se manifiesta una inquietud generalizada. 22 LO HECHO, HECHO ESTÁ Ahora bien, dije antes que a diferencia de Nancy, no comparto que la libertad al expresarse como hecho experienciable pierda sus cualidades como idea y derecho. Cuando el hombre en el proceso histórico se enfrenta al accidente cartesiano pienso, luego existo, asume que su razón dota así mismo de existencia su humanidad. La libertad es, y como lo dioses, puede existir por medio de la voluntad humana. La libertad como hecho que es, también lo es susceptible de aproximarse a partir de la existencia como idea y como convención que terminará en asumirse como derecho. Lo real de un hecho puede igualmente tener su manifestación ideal o convencional sin por ello perder su sustancia real. Por ejemplo, el estallido de la bomba atómica en Hiroshima generó un movimiento social basado en ideas que al mismo tiempo tuvo sus repercusiones convencionales: se creó un movimiento pacifista antinuclear y se ha buscado regular desde entonces la experimentación con las mismas. A quienes hemos podido experienciar la libertad (como quien esto escribe), suele despertarnos la necesidad de darle un sentido. En su carácter ideal, así como convencional, es posible dotar de sentido al hecho. Libertad para qué, pues como todo lo humano, se manifiesta en un devenir y transcurrir. La experiencia que debí enfrentar me permite igualmente sostener que desde el hecho, la libertad puede mantener su carácter ideal y propiciar el fundamento de convenciones legales, lo que proporcionará carácter real a su vez a la concepción que de la misma se tiene como derecho; en esa medida se establece el estar de la libertad. Si la libertad es un hecho, y como dice el 21 Al afirmar estoy preparado para morir pero no quiero morir enfrenté mi propia versión de la máxima shakesperiana, ser o no… y desde mi conciencia elegí ser; el ser como sustrato de realidad, en su substancialidad real, no puede estar libre por que antes es, irremediablemente, libre. El ser trasciende el estar y, hasta cierto punto, la existencia; por ello libre es. La expresión y seréis como dioses parece referirse a éste aspecto. La substancialidad de Dios, no como gratuidad sino como resultado necesario de la manifestación conciente, no es la existencia o un estadío, simplemente es. Quizá en la redacción de dicha frase falte agregar suspensivos: y sereis… como dioses. O como plantea Nancy, “La libertad de los dioses (si hay que hablar de los dioses…), como toda libertad, los hace merecedores de su existencia o de no existencia (pueden morir): la libertad no es su atributo, sino su destino.” 23 Quizá la semejanza entre el hombre y Dios, que explica el ser como Dios (más no por ello se es Dios) radica en un destino compartido, el de la libertad. Asumido el curso de mi destino, - donde podría dejar de existir más no de ser-, el miedo a la muerte fue cediendo ante la autoafirmación establecida desde mi conciencia, experimentando ya desde ése instante una liberación del miedo que se tradujo en un sentimiento de paz, si bien me mantenía alerta ante lo que pudiera ocurrir. Ello me dotó de una sensación de control, de autocontrol o autogobierno, es decir, lo que Nancy ya apuntaba como autorrealización, y recalco que la misma debe entenderse como un proceso de la conciencia del si mismo manifestada en la realidad. Entre ser o no, elegí y elijo ser… 23 Jean-Luc Nancy, «La experiencia de la libertad» (Barcelona: Paidós, 1996) 13 y 14. 20 corresponde morir, estoy preparado para ello, aun con el miedo que eso me provoca… pero mientras exista esa posibilidad encerrada en el 1% intentaré aferrarme a ella… estoy preparado para morir pero no quiero morir… 1% es mucho aun…Dios, ayúdame, te necesito… Dios surgió de esa necesidad de estar. Como describí en las primeras reflexiones, no estaba libre pero aun era libre. Ante el enfrentamiento, decirme a mi mismo “no quiero” fue clave, y en ese acto radica la experiencia de mi libertad. Encerrado entre esos muros, una habitación de aproximadamente 4 x 3 metros, no existía espacio para la libertad como idea. La mente estaba completamente entregada a las elucubraciones menos agraciadas producto del miedo, del terror en mi y la mujer junto con la cuál fui secuestrado. Mantener la calma era más difícil cuando alguno de los dos flaqueaba… no se podía idear la libertad. En tanto derecho, fuimos completamente despojados del mismo, e intentar ejercerlo (lo que hubiera implicado un acto “heroico” que, dadas las circunstancias se perfilaba más como una estupidez) hubiera llevado al inevitable resultado de la muerte. La única libertad posible bajo esas circunstancias era la del hecho de querer ser, aferrado a la libre necesidad que es Dios. La manifestación de Dios, como necesidad y no como gratuidad, fue una certeza expresada en la conciencia, de la misma manera en que Victor Frankl la propone: “La conciencia como hecho psicológico inmanente nos remite, pues, ya por sí misma a la trascendencia; es decir que sólo puede entenderse a partir de la trascendencia, únicamente como un fenómeno él mismo trascendente.”22 22 Viktor E. Frankl, «La presencia ignorada de Dios» (Barcelona: Herder, 1991), 59. 19 esa diferencia material, en la que el existente llega a exponerse como tal.”20 En mi caso personal sólo puedo hacerlo mediante el relato de mi propia experiencia ante el secuestro. Ya en el inicio, al plantear mis primeras reflexiones sobre el mismo, apunto el extremo en que se encara a la muerte e inevitablemente surge Dios como necesidad. Agrega Nancy: “Cuando Dios no es ya la gratuidad de su propia existencia, y el amor de su creación (cosa a lo que podía responder una fe, no un pensamiento), y cuando se convierte en deudor para todas las existencias del fundamento de estas, “Dios” se convierte en el nombre de una libertad necesaria, y cuya autonecesitación determina de hecho el concepto metafísico de la libertad.” 21 El secuestro del que fui víctima comprendió un periodo de 9 días, en los que como ya quedó expuesto antes, uno de los retos más difíciles de enfrentar era evadir los juegos macabros de la razón y encausar el flujo de pensamientos en una dirección hacia la vida. Enfrenté así una paradoja para mantenerme con vida enfrentándome a la muerte. Encapuchado como estuve, al tercer día de cautiverio, entre una tristeza y un miedo inexplicables debí enfrentarme entonces a mi realidad: la muerte para mí era una posibilidad muy probable, 99% a favor de ocurrir, como lo demuestran otros casos menos afortunados que el mío. -Definitivamente, lo peor que puede ocurrirme es, en efecto, morir; me pueden matar en cualquier instante.- Pensé - ¿Qué puedo hacer?... quizá tengo un 1% de posibilidades de sobrevivir… si muero… ¿temo a morir?... si, le temo, pero… si muriera, finalmente, eso sería todo… todo…1%... es más que 0…- Tras meditarlo unos minutos llegó mi revelación – Pues si me 20 21 Íbidem. 118. Íbid. 13. 18 de la experiencia de la libertad. ¿Qué es la experiencia de la libertad si no la inauguración de la personalidad?18 Nancy continúa: “Así, la libertad no es lo negativo del sujeto. Es por el contrario la afirmación de la presencia-a-sí-llevada hasta el final, o más bien, inicialmente llevada a la intensidad de la incandescencia, hasta ese punto extremo en el que, simultáneamente, el sí mismo desaparece en una presencia pura y sin relación consigo (al mismo tiempo, relación infinita con los otros), y la presencia se desvanece en un sí mismo entregado puramente a sí mismo (a la partición de la singularidad). […] La libertad libera el sí (mismo) afuera de toda presencia.” 19 Ya se apunta el sentido metafísico intrínseco a la libertad, conjuntándose las dos vertientes, positiva y negativa, permitiendo la infinita integración de la libertad en si misma. Y acoto infinita apelando a la idea trascendental del ser que se sostiene con esa cualidad dentro del proceso histórico humano. “Y SEREIS COMO DIOSES…” ¿Cómo se puede explicar la paradoja real encerrada en la siguiente afirmación de Nancy?: “Ser libre en cuanto que se está ‘poseído’ por la libertad, es ser libre con la efectividad pura de una materialidad irreductible a toda ‘espiritualidad’ pura de la libertad (y sin embargo, es el ‘espíritu’, es 18 19 Íbid. 29. Jean-Luc Nancy, «La experiencia de la libertad» (Barcelona: Paidós, 1996) 105. 17 “No se trata ya, entonces, de conquistar o defender la libertad del hombre, o las libertades de los hombres, como un bien cuya posesión y propiedad se podría asegurar, y que tendría como virtud esencial permitir al hombre ser lo que es (como si el hombre y la libertad remitiesen circularmente el uno al otro en el seno de una simple inmanencia), sino que se trata de ofrecer el hombre una libertad del ser, se trata de presentar la humanidad del hombre (su “esencia”) a una libertad en cuanto ser por medio de la cual la existencia trasciende absoluta y resueltamente, es decir, ex – iste.[…] La libertad no designa quizás nada más, pero también nada menos, que la existencia misma. Y la ex – istencia no significa tanto aquello que puede al menos connotar un vocabulario del ‘extasis’ del ser separado de si: significa simplemente la libertad del ser, es decir, la infinita inesencialidad de su ser finito, que lo entrega a la singularidad en la que es ‘si mismo.’” 16 Es precisamente desde esta posición que Nancy define primero la experiencia de la libertad como un hecho, el hecho de ser. Y es en ése punto donde se conectan los polos de la libertad, donde la experiencia de la libertad como hecho responde a las dos preguntas de Berlin, integrando igualmente un proceso histórico que se define en si mismo. Dado el carácter humano, en tanto experiencia está impregnada del sentido histórico al manifestarse en el espacio y tiempo en que igualmente se manifiesta el ser. Cuando Shakespeare nos confronta escribiendo en Hamlet: ¿ser o no? Ésa es la cuestión; se entiende por qué Harold Bloom titula su obra como el referente de la invención de lo humano.17 Y Hamlet tiene ante sí la posibilidad Ídem. 14 y 15. Harold Bloom, «Shakespeare, la invención de lo humano» (Grupo Editorial Norma, 2000). 16 17 16 naturaleza y libre por convención, no así por convicción. En tanto idea, la libertad es una ilusión. Ubicada como derecho, sumado a que todo derecho es producto de una convención, (retomando a Mosterín nuevamente: Los derechos no son algo que exista ya dado en la naturaleza y que nosotros nos limitemos a descubrir. Los derechos los creamos nosotros mediante nuestras convenciones legislativas),15 corre el riesgo de negarse a si misma. Aun como convicción (es decir, como convencimiento de la necesidad de ejercer el derecho a la libertad) y a pesar de acercarse de ésta manera más al aspecto positivo de la libertad, la terminología debe contextualizarse desde sus coordenadas históricas para no prestarse a equívocos. No es posible, por ejemplo, hablar de la libertad como derecho en la Grecia antigua, por que la noción de derecho a que se refiere esta definición de libertad está asociada al concepto de individuo, mismo que es producto de la modernidad, y del que carecían los griegos. No por ello no se podía plantear la formulación del concepto libertad como una necesidad en la antigüedad, y el término amagi, así lo demuestra. De ésta concepción jurídica nace también la noción de que la libertad es algo por conquistar y que el hombre debe ganarse u obtener, situación que se vio reforzada ante la ideología liberal detrás de los diferentes movimientos de emancipación del mundo moderno, (y de los que no terminó de ser parte, por cierto, el proceso histórico mexicano en su proceso de independencia, pero más adelante abundaré en éste punto), aunque cabe acotar que al objetivarla, se le percibe ya como real. Comprendida como hecho el término abarca igualmente su origen ideal y político, no se niega ni como idea ni como derecho, antes es resultado histórico de estas dos definiciones. A esto se suma la atinada crítica teñida de materialidad histórica que Nancy expone: 15 Jesús Mosterín, «La cultura de la libertad» (Gran Austral, Espasa Calpe, 2008). 15 La dinámica que guarda esta relación dialéctica en la que se conforma la libertad, me recuerda inevitablemente al símbolo con que se representa el infinito, que en su descripción de la existencia eterna, parece puede utilizarse para establecer una imagen clara sobre los aspectos en que los polos pueden unificarse, y atendiendo a una lógica dialéctica, acudir a una nueva acepción de la libertad integrada. LA INFINITA INTEGRACIÓN DE LA LIBERTAD De la misma manera que lo describe el símbolo utilizado para el infinito, la libertad parece sostener una conexión estrecha, en continuo movimiento, permite establecer una nueva definición que, si bien no excluye las anteriores, si marca una estructura diferente de aproximación. Nancy, tras acotar que la libertad no puede ser objeto de pregunta alguna, sino el sujeto de la acción, define la libertad no como una idea, ni como un derecho, sino como un hecho. La libertad es un hecho que percibimos como experiencia, acoplada al devenir del sujeto y a su manifestación en sí mismo.14 Asimilar ésta propuesta no implica por ello renunciar necesariamente a sus aproximaciones previas, pero, atendiendo a lo apuntado por Mosterín, en el que si sostenemos que la libertad es ante todo una idea, la ubicamos igualmente en ése terreno platónico que se contrapone a la naturaleza humana desvaneciéndose irremediablemente. Una idea es ante todo una convención, no es una cosa sino un acuerdo, pero algo en la libertad parece real a pesar de ser intangible e invisible. Apunta Mosterín “una vaca sagrada es vaca por naturaleza y sagrada por convención”. Un hombre libre, entonces, sería hombre por 14 Op.Cit. 14 – esto es, una sociedad orientada hacia fines propios de seres racionales por mentes racionales-.”11 El autogobierno y la autonomía pueden sin duda alguna obtenerse mediante la razón, siempre que no se olvide junto con ello el sentido negativo de la libertad en donde los otros - ya sea que cultiven o no su razonamiento, es decir, que sean individuos racionales y constituyan una sociedad racional , permanecen activos. Apunto que la conciencia y la razón no son lo mismo, no debieran confundirse. La razón es manifestación de la existencia desde la tesis cartesiana. La conciencia es la manifestación del ser desde la tesis shakesperiana. Desde mi experiencia, la autorrealización se elabora como resultado de la conciencia de si mismo, del ser en sí mismo. Dado que cómo término es ante todo un anglicismo, la autorrealización implica una doble operación en la que la conciencia juega el papel fundamental, reconociendo y representando a un mismo tiempo y en un mismo espacio al sí mismo. La máxima expresión de la libertad positiva no radica en la razón, pues la libertad (y coincido en ello con Nancy) no puede ser objeto de una pregunta, sino que en tanto es sujeto de la acción conlleva la afirmación del ser en sí mismo,12 autorrealizado, es decir, hecho real por efecto de su autonomía. Así podemos hasta ahora comprender dos extremos, dos polos en los que la intelligentsia humana se ha debatido continuamente al enfrentarse a la libertad. Colin Heartfield ya apuntaba que ambos establecen fuerzas de oposición y contradicción, separándolas en lo que él define a partir de su estudio de Adorno como un radio conceptual (en correspondencia directa con el espacio acotado desde el sentido negativo de la libertad) opuesto a una poiesis existencial (conectado con el sentido positivo de la libertad).13 Íbid. 77. Jean-Luc Nancy, «La experiencia de la libertad» (Barcelona: Paidós, 1996) 25. 13 Colin Hearfield, «Adorno and the modern Ethos of freedom» (Ashgate, 2004) 145. 11 12 13 determinarían el derecho. La libertad en tanto derecho corre el riesgo de no abarcar todas la posibilidades de expresión, si bien es fundamental establecer parámetros que determinen su campo de acción. El individuo frente a la sociedad es libre de ejercer el derecho a su libertad mientras no interfiera con la sociedad en actos de coacción. La segunda definición es además retomada como uno de los fundamentos del pensamiento liberal, según fue expresada por John Stuart Mill: “La única libertad que merece este nombre es la de buscar nuestro propio bien, por nuestro camino propio.”10 A partir de esta posición Berlin rescata otro sentido, otra directriz: la libertad positiva. Según él, responde a la pregunta “¿qué o quien es la causa de control o interferencia que puede determinar que alguien haga o sea una cosa u otra? Desde este posicionamiento, el sentido de libertad apunta al gobierno de si mismo, a la autonomía, a lo que finalmente llamará Berlin autorrealización. A partir de este sentido con frecuencia se define la libertad como el derecho anárquico de actuar, sin someterse a gobierno alguno, pues se ataca así a la causa directa del control o interferencia. Desde mi punto de vista, esta interpretación es una distorsión deliberada cobijada por el sentido positivista que enaltece al individuo, es - en términos freudianos - una perversión de la libertad. La libertad en su vertiente positiva corre igualmente el riesgo de interpretarse como una expresión racionalista en extremo que, irónicamente, puede impedir al individuo la liberación de su conciencia. Berlin agrega: “Puedo hacer lo que me plazca. Soy un ser racional y no puedo destruir a mi paso, siendo racional, todo aquello que se me muestra necesario e imposible de ser de otra manera en una sociedad racional 10 John Stuart Mill, «Sobre la libertad» (Madrid: Alianza Editorial, 2001) 72. 12 LOS POLOS DE LA LIBERTAD Dos definiciones modernas se plantean como el preámbulo directo de la libertad negativa y positiva respectivamente. Por un lado, Hobbes la define como: “Un hombre libre es aquel que […] no se ve impedido en la realización de lo que tiene voluntad de llevar a cabo.”7 Hobbes configura una noción de una fuerza externa que impida la realización de los hechos de que se tenga voluntad llevar a cabo. Es decir, entiende ya que la libertad es lo opuesto de la coacción, misma que Berlin explica como “la interferencia deliberada de otros seres humanos dentro de un espacio en el que si ésta no se diera yo actuaría.”8 Sin duda alguna puedo verificar a partir de mi experiencia de secuestro el acto de coacción y que efectivamente fui despojado de mi libertad en su expresión negativa durante los 9 días de mi cautiverio, imposibilitado de actuar, sometido por la fuerza de la violencia. En tanto proceso histórico, la libertad se expresa en principio en sus coordenadas: espacio y tiempo. La libertad negativa está directamente expresada por el espacio en que se puede ejercer, por ello Berlin al definir coacción pone énfasis en el término. Para Berlin la libertad negativa responde a la pregunta ¿Cómo es el espacio en el que al sujeto – una persona o grupo de personas – se le deja o se le ha de dejar que haga o sea lo que esté en su mano hacer o ser sin la interferencia de otras personas?9 Así, podemos establecer que la libertad tiene en principio un primer sentido relacionado directamente con el colectivo, el social, su expresión ante otros. Es desde esta directriz que definimos la libertad como un derecho. El contrato social vino a establecer los mecanismos que permitan acotar los espacios de acción humana sin interferencia, definidos como leyes, que 7 Thomas Hobbes, «Leviathan» (Madrid: Alianza Editorial, 1999) 187. Isaiah Berlin, «Dos conceptos de libertad» (Alianza Editorial, 1958) 48. 9 Íbid. 47. 8 11 el rey arrestaba ante la imposibilidad de pagar impuestos, que al ser liberados regresaban al hogar materno.3 La paradoja sólo puede explicarse en su contexto histórico, seguramente para los sumerios no hubiera resultado tal. Y aquí encuentro una primer clave: definir la libertad no es sólo un problema filosófico, es también un problema histórico; es un término que no ha permanecido con los mismos significados a lo largo de nuestro devenir. En ese sentido es también en el texto de Fromm donde encontramos una guía para conocer el desarrollo de la libertad en la historia, llevándonos en la jornada a otros rincones donde se intenta explicarla. La libertad ha sido concebida por el hombre como una idea (lo que la relaciona directamente con lo que Isaiah Berlin denomina libertad negativa4) durante la antigüedad y la edad media, para reconfigurarse como una nueva idea a partir del concepto de individuo durante el renacimiento (que nuevamente Berlin denominará libertad positiva5); transfigurándose en derecho hacia la edad moderna y en propiedad durante la llamada era de la sociedad de consumo. Hay quienes afirman que la libertad no puede ser una idea y mucho menos una propiedad, estableciéndola como una experiencia.6 Comparto en gran medida esta propuesta, si bien como historiador tampoco puedo descartar aquellas que le preceden. La libertad, en tanto que sólo puede ser humana, es igualmente un proceso histórico que suma a partir de sus aproximaciones, concepciones diferentes. Ahora bien, para ubicarnos mejor en nuestro momento histórico actual, es necesario recapitular en algunos de los estudios previos en torno a la libertad para poder desarrollar con más precisión la propuesta que expongo. 3 J. N. Postgate, «La Mesopotamia arcaica: sociedad y economía en el amanecer de la Historia» (Madrid: Akal, 1999). 4 Isaiah Berlin, «Dos conceptos de libertad» (Alianza Editorial, 1958). 5 Íbidem. 6 Jean-Luc Nancy, «La experiencia de la libertad» (Barcelona: Paidós,1996). 10 Amagi, o amargi es el primer registro – en escritura cuneiforme- que parece haber elaborado el hombre para definir libertad.1 El término sumerio posee, empero, otro significado adjunto: retorno a la madre. Dentro de nuestro contexto, heredero del pensamiento moderno, el segundo significado resulta contradictorio con la libertad. Más adelante me detendré en una reflexión sobre el mismo que me parece terminará asociándose, quizá abrazándose, a lo que yo entiendo por libertad, pero no quiero omitir la aparente contradicción. Regresar a la madre nos parece contradictorio cuando hemos debido enfrentar la ruptura del cordón umbilical, literal y metafórico, que marca el inicio de nuestra autonomía y esboza el umbral de la libertad. Cuando Erich Fromm establece: “El individuo carece de libertad en la medida en que todavía no ha cortado enteramente el cordón umbilical que – hablando en sentido figurado – lo atan al mundo exterior; pero estos lazos le otorgan a la vez la seguridad y el sentimiento de ‘pertenencer’ a algo y de estar arraigado en alguna parte.”2 Fromm parece no haber reparado en el primer término, el sumerio, que dio origen a lo que hoy expresamos por libertad. Efectivamente, desde el contexto sumerio la libertad estaba asociada con el regreso de individuos que 1http://oll.libertyfund.org/index.php?option=com_content&task=view&id=389& Itemid=250, recuperado el 10 de abril de 2010 Erich Fromm, «El miedo a la libertad» (Editorial Paidós, 1977) 44. 2 9 Ahora, afuera, habiendo sobrevivido, la conciencia duele, lastima. Una conciencia kafkiana que formula cuestionamientos que ni siquiera encuentran la interrogación pues no hay interlocutor. Regresamos a Descartes. Cogito… cojo la vida, me aferro a la vida, luego existo. No la pienso, la cojo tras haber sido cogido por ella, por Dios, por mi más profunda capacidad de sentir miedo y mi más profunda capacidad de enfrentarlo. Me cogí a mi mismo y no puedo ser igual que antes… “La vida es sueño y los sueños, sueños son”… fui cogido por el sueño primario -primitivo si se quiere- que llamamos Dios, que se manifiesta en mis propios sueños, y ante todo en mi propia vida. Y descubro que nunca más podré ser secuestrado si no es por Dios, y siguiendo su dinámica, por mi mismo. 20 de abril de 2008 Éste escrito establece muchas de las líneas generales de lo que ahora reconozco como libertad. Marca el inicio de un viaje intermitente, desde mi memoria hasta el lugar en que iniciaron los hechos; un aroma a libertad me guía durante la jornada dantesca en que busco aclarar mi vida, y entender el sentido de la misma, de mi ser. En ese camino me encontré con diferentes lugares en busca de respuestas para definir libertad. Uno de los primeros puertos estaba en sumeria… AMAGI Mi caminata hacia la aproximación a la libertad, una vez que regresé a casa, comienza inevitablemente en la indagación histórica, producto de mi segunda vocación que, entre los pasillos del vibrante pasado me colocan aquí: 8 revigoriza las neuronas, los sentidos, que permite la configuración de aquello que llamamos fe. El sueño es vida. Sueño que vivo y (sobre)viviré. Repentinamente, el sueño dicta la realidad. En su otra vertiente, racional, que se configura en pesadilla, dicta otra realidad donde la vitalidad merma a cada segundo. Y cada segundo se transforma y se saborea, más lento. Solo el sueño permite nuevamente establecer el ritmo de la vida. Se secuestra al cuerpo. De uno depende que se secuestre la mente y finalmente, el alma. Si el terror domina, el secuestro es total. La lucha personal, sistólica-diastólica, se establece en esa arena profunda e íntima del ser. La razón o mal traiciona o bien auxilia. En el punto medio, en un recoveco de irracionalidad, está Dios. Dios es irracional. No puede pensarse, y por ello no existe, no está. Dios es. No puede entenderse, comprenderse, racionalizarse. Se le sueña, se le ruega, se le habla, se le siente en el propio ser. Dios es presencia ignorada que Frankl denominaba conciencia, es el resultado basamental del sueño. Dios es la esencia que impide el secuestro de la mente por medio de la conciencia del alma. Dios es ésa libertad escondida en nosotros. En ese momento de iluminación, el miedo a morir no se aleja. Se enfrenta, de cara a la realidad. Una realidad dictaminada por el sueño que es Dios. Morir es a fin de cuentas la única certeza que unifica a la humanidad en una sola verdad, un destino común al ser humano. Se enfrenta entonces la alternativa de estar en una condición diferente, conciente de la certeza que es la muerte. El terror se diluye, el miedo permanece, menguante. La vida, cada instante, se saborea igualmente. Un sabor agridulce que tonifica. Cada segundo es valioso, los sentidos lo confirman. La muerte debilita su poder amenazante. Los sabores, los sonidos, los aromas, las texturas, las limitadas visiones más allá de la capucha verifican la vida, encierran libertad a cuentagotas: tanto física como espiritual. 7 Hay experiencias en la vida que resultan difíciles de creer experimentar o imaginar vivir. Aun más difícil resulta relatarlas. Uno cree que nunca le ocurrirán sino a otro. Escribir es no sólo una manera de plasmar la experiencia o imaginería, quizá sea igualmente una puerta al subconsciente. Sobrevivir a un secuestro… tan sólo mencionar la palabra nos marca una relación directa con el miedo. Y del miedo se obtiene el terror. Sobrevivir un secuestro implica para mi, hoy, no sólo reconocer ése miedo, ése terror inicial que debí saborear. Quizá pueda entender ahora cómo pude lidiar con mi miedo, el más profundamente aterrador que jamás haya sentido hasta ahora. Sólo la familia y los amigos cercanos pueden entenderlo pues lo experimentaron junto conmigo. Claro que agradezco profundamente a la vida estar de nuevo aquí para escribir de ello. Miedo… emoción no tan compleja, bastante contundente, que se manifiesta ante la amenaza de la vida en riesgo de convertirse en muerte. Terror… la certeza continua del miedo instalado en el alma, que nubla la razón y… deriva en muerte. Durante un secuestro lo que duele no es sólo la privación de la libertad, sino la incertidumbre de la conservación de la vida. La privación de la libertad física desespera. Y así se reconoce otra libertad. Aquella apuntada apenas por Descartes: Cogito ergo sum. El ser, que no el estar, implica libertad. Solo se puede soportar un secuestro a partir de lo que se es, no de lo que se está. El pensamiento refleja la proyección futura del temor a morir, es decir, en el secuestro la existencia es determinada por la creciente posibilidad de la muerte. La mente – y la muerte como pensamiento constante dada la circunstancia de un secuestro- se convierte, para infortunio de los racionalistas, en el peor aliado, pues se alimenta de una fatalidad involuntaria que requiere de un enorme esfuerzo para ser contrarrestada. Descartes es entonces opacado por Calderón de la Barca y por Shakespeare: uno busca la vida en tanto sueño. El sueño que, en el cautiverio, permite pernoctar ligeramente para acallar al tiempo. El sueño que 6 mantuvo como la condición que impide matar: el rostro, lo humano de nuestra manifestación física. Transito por un recuento histórico-conceptual que pueda establecer las bases de lo que entiendo por libertad, para proceder a un análisis referencial sobre la historia de nuestra nación mexicana y sus debates liberales y en torno a la libertad, pero desde la vertiente del laberinto que nos descubriera Octavio Paz. Es ante todo una reflexión personal basada en mi experiencia. Pido a ustedes entiendan dicho término, experiencia, no como si fuera pronunciada desde un pedestal que denosta o ningunea la experiencia de ustedes; pues no me refiero a la vanidosa experiencia acumulada, sino a la dolorosa experiencia referida en su sentido más empírico. Es por ello también que cuando me refiero a la libertad en tanto experiencia, utilizo el vocablo experienciar y sus derivables, y no experimentar para diferenciarla del entorno experimental que ofrecen las ciencias exactas. No me interesa establecer leyes o convenciones sobre lo que considero o creo debiera entenderse por libertad, pues igualmente hay tantas formas de definirla como mundos, recordando que cada cabeza conforma uno propio. Lo hago desde una profunda necesidad que quizá logren comprender mientras realizan la lectura de mis palabras que asumo con plena responsabilidad y, valga decirlo, libertad. ¿Por dónde comenzar? Ha sido una interrogante que me ha atormentado frente a la hoja en blanco. Tras algunos intentos, decido colocarme como observador de mi mismo para desentrañar la libertad que ahora respiro a partir de mi propia experiencia de coacción. Inicio este escrito recuperando el siguiente texto: PRIMERAS REFLEXIONES DEL SECUESTRO 5 INTRODUCCIÓN Libertad… Un término que acompaña el desarrollo humano a lo largo de su historia, que parece mantenerse evasivo, fugaz, nebuloso, poroso dirían otros; que brinda un horizonte de preguntas que nos parecen aun imposibles de captar, o de lograr establecer un acuerdo. El acercamiento a la misma, como descubre Erich Fromm en su momento, provoca miedo al ser humano, y por supuesto, también a quien esto escribe. Reconozco en éste momento que la he dado por sentada, pues al sobrevivir una difícil experiencia, la consideré recuperada para nunca más partir. En dicha experiencia radica también mi dificultad para asumir el temor que me ofrece el término libertad, pues implica observar la cicatriz dolorosa de una herida infringida contra mi alma. He decidido, sin embargo, hacer frente al término para igualmente colocar esa experiencia en otro plano, - quizá definitivamente - en el pasado, re-conciliando así mi presente. Escribo esto como un sobreviviente del secuestro. Lo escribo en parte para llegar al fondo de la experiencia, pero especialmente para transformar la misma y con ello hacer de mi presente un devenir integrado. Lo hago desde mi posición individual: como varón mexicano, profesional del teatro, historiador en ciernes, víctima de secuestro, sí, pero también hijo pródigo, hombre enamorado de una bella mujer, hermano agradecido, amigo acompañado… ante todo, lo hago como una persona interesada en el otro, en usted; quien quizá me brinde el regalo de sus ojos ubicados en un trozo de tiempo para conocer mi propuesta, con la esperanza de sostener un diálogo y no perder de vista aquello que Emmanuel Lévinas 4 ÍNDICE INTRODUCCIÓN .................................................................................................................. 4 PRIMERAS REFLEXIONES DEL SECUESTRO............................................................... 5 AMAGI.................................................................................................................................... 8 LOS POLOS DE LA LIBERTAD ...................................................................................... 11 LA INFINITA INTEGRACIÓN DE LA LIBERTAD....................................................... 14 “Y SEREIS COMO DIOSES…”.......................................................................................... 17 LO HECHO, HECHO ESTÁ .............................................................................................. 21 MÉXICO Y LA POSIBILIDAD DE LA EXPERIENCIA DE LA LIBERTAD............... 22 AMAGI: RETORNOS......................................................................................................... 28 EN MI ALMA SOY LIBRE ................................................................................................ 33 3 “La voluntad y el sino nuestros corren tan encontrados que toda estratagema nuestra es derribada, son nuestras las ideas, pero ajenos sus fines” Hamlet William Shakespeare “La libertad de los dioses (si hay que hablar de los dioses…), como toda libertad, los hace merecedores de su existencia o de no existencia (pueden morir): la libertad no es su atributo, sino su destino.” Jean-Luc Nancy 2 SOBRE LIBERTAD Y OTROS RETORNOS… Reflexiones sobre la libertad como experiencia tras sobrevivir a un secuestro. Por ZÉFIR