36
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35
Percibir mi alma es percibir mi libertad. En ella se confirma la
presencia llevada hasta el final, llevada a esa incandescencia que es deseo,
que se consume en si misma para entregarse a si misma en la mirada del
otro, aquel que me extraña, aquella otra presencia que es mi origen y mi
destino, que me amamanta continuamente con su presencia, aquella otra
presencia en que mi alma se entrega a los límites de la experiencia en que
nada puede separarla de la necesidad de ser, ser libre.
34
trascendencia: las manos de otros solitarios. Somos por primera vez
en nuestra historia, contemporáneos de todos los hombres.”28
EN MI ALMA SOY LIBRE
Quizá estas palabras no resulten suficientes para definir del todo la
libertad. Algo me dice que permanece inabarcable, como el alma humana.
Un amigo muy querido alguna vez me dijo que en mi alma soy libre.
Hoy entiendo al alma más allá de los debates racionales y metafísicos, como
esa esencia que es.
Más allá de toda idea o acuerdo que establezcamos, más allá de toda
frontera, de toda herramienta virtual para comunicarnos, más allá de nuestro
miedo, más allá incluso de la naturaleza, de las coordenadas de tiempo y
espacio, más allá de mi y del otro, hay algo que no alcanzamos a aprehender
completamente y que apenas tratamos de describir a trozos conforme
podemos percibirla, más allá de nuestra finita existencia hay algo que es…
Tenemos la opción de abrazarla y experienciarla. Hoy, afuera de esa
habitación y sin capucha, observando mi rostro en el espejo del otro, abrazo
a Lévinas y asumo que ese otro rostro me impide matarlo, como el mío les
impidió a otros, matarme. Hoy vivo la libertad en cada uno de mis sentidos: al
probar cada alimento con que elijo nutrirme, al observar los ojos radiantes de
la mujer que amo, al disfrutar los aromas a mi alrededor, al escuchar mi
música favorita y las voces de mis padres, de mi hermano, de mis primos y
tíos, de toda mi familia y amigos, al sentir el calor de sus abrazos… todas
ellas vienen cargadas de la experiencia de la libertad.
Al paso de estos días en que debí regresar al encierro para poder
definir lo que implica mi libertad, la aprehendo, es el abrazo de mi constante y
creciente necesidad de estar, de actuar, de amar… de ser.
28
Octavio Paz, «El laberinto de la soledad» (FCE, 1950), 209 y 210.
33
unificada por el deseo de un cambio, esa otredad que celebra victorias
tricolores en el monumento emblemático de nuestra libertad (qué mayor
muestra del deseo colectivo de experienciarla), esa otredad que igualmente
permanece pasmada ante la sangre derramada día a día, sangre de
hombres, aun más de mujeres y ahora incluso de niños (ya sea en
guarderías, fiestas o universidades…), esa otredad solitaria, abandonada de
sí misma, que renuncia una y otra vez a la libertad por que le teme.
Esa otredad, esa otredad que considera que hay eventos que sólo les
ocurre a otros al mismo tiempo que observa cómo el plomo o el marfil se
aproxima más y más a su círculo íntimo.
Coincido con Octavio Paz:
“El mexicano se esconde bajo muchas máscaras, que luego arroja un
día de fiesta o un día de duelo, del mismo modo que la nación ha
desgarrado todas las formas que la asfixiaban. Pero no hemos
encontrado aun esa que reconcilie nuestra libertad con el orden, la
palabra con el acto y ambos con una evidencia que ya no será sobre
natural, sino humana: la de nuestros semejantes. En esa búsqueda
hemos retrocedido una y otra vez, para luego avanzar con más
decisión hacia delante. Y ahora, de pronto, hemos llegado al límite: en
unos cuantos años hemos agotado todas las formas históricas que
poseía Europa. No nos queda sino la desnudez o la mentira. Pues tras
este derrumbe general de la Razón y la Fe, de Dios y la Utopía, no se
levantan ya nuevos o viejos sistemas intelectuales, capaces de
albergar nuestra angustia y tranquilizar nuestro desconcierto; frente a
nosotros no hay nada. Estamos al fin solos. Como todos los hombres.
Como ellos, vivimos el mundo de la violencia, de la simulación y del
“ninguneo”: el de la soledad cerrada, que si nos defiende nos oprime y
que al ocultarnos nos desfigura y mutila. Si nos arrancamos esas
máscaras, si nos abrimos, si, en fin, nos afrontamos, empezaremos a
vivir y pensar de verdad. Nos aguardan una desnudez y un
desamparo. Allí en la soledad abierta, nos espera también la
32
regresar literal y metafóricamente a mi madre, a mi origen (con mi familia), al
cauce de mi vida.
Recobrar el curso de mi vida no ha sido fácil desde entonces. Tan
difícil fue el cautiverio como el renacimiento, o mejor dicho, la resurrección.
En cada uno de mis familiares, en cada uno de mis amigos, aparecía
nuevamente, al verme ellos, el rostro de la muerte. La violencia que me
fracturó pudo ponerme en riesgo de dar rienda suelta a mi ira en muchas
ocasiones, pero algo me detuvo siempre, la certeza de mi libertad
experienciada, el hecho contundente de la misma.
Mientras escribo esto se cumplen con exactitud 2 años de haber sido
secuestrado, se repite en espejo la semana que iniciara el sábado 3 de abril
al domingo 11 de abril. En 2010 el 3 y el 11 han caído igualmente en sábado
y domingo.
Por mi labor profesional he debido regresar a tan sólo una cuadra de
dónde inició esa pesadilla, antesala de mi libertad. Y me encuentro con la
posibilidad de reflexionar, escribir y experienciarla una vez más.
La libertad es para mi un hecho contundente. He decidido, para darle
un sentido, defenderla idealmente y como derecho, no solamente en las
audiencias ante el ministerio público, en los careos en la cámara Hessel, en
los agradecimientos profundos hechos manifiestos a los policías honestos
(que los hay aun) que llevaron mi caso y permitieron el éxito de las
negociaciones, en los abrazos a amigos, en las lágrimas con mi familia… He
decidido defender mi libertad cada día, en cada acto, mirando al otro… fue la
otredad la que contribuyó a ser quien soy junto con mi voluntad, y fue la
otredad la que contribuyó a mi liberación física.
Esa otredad que marchó alguna vez silenciosamente vestida de blanco
para después ser masacrada en la plaza donde confluyen las 3 culturas que
nos definen (hecho por demás significativo), esa otredad que durante 1985 se
arrojó a las entrañas polvosas de nuestras estructuras para rescatarse a si
misma de entre escombros, esa otredad que ha logrado adaptarse a la crisis
económica como forma habitual de vida, esa otredad que en el 2000 votó
31
producto
de
la
inhalación
de
cocaína
emitía
sistemáticamente
un
desesperante sonido con la nariz), ese otro a quien yo realmente temía, si
bien mantuvo su distancia conmigo durante casi todo el periodo, no pudo
evitar escuchar y sucumbir ante la compasión cuando, al realizarse el pago
de mi rescate y solicitar una prueba de mi vida por medio de una pregunta,
supo que yo había perdido a un hermano; dado que él había perdido a otro
hermano se identificó conmigo.
El otro sujeto, siempre el más callado fue siempre el más tranquilo, y
era igualmente el más joven de todos habiendo abandonado la pubertad
apenas unos años atrás.
Fuimos acompañantes inevitablemente, y en nuestras pláticas se
exhibieron en parte sus familias, sus orígenes, sus carencias, sus deseos.
Conocí sus vidas a la par que mi paz diluía el miedo entre charla y charla,
minuto y minuto, aun cuando reaparecía súbitamente entre las fibras de la
capucha que cubría mi rostro.
El sábado 10 de abril de 2008, aproximadamente a las 8pm, los tres
sujetos entraron juntos por primera y única vez a la habitación. Los tres
coincidieron, uno a uno, con las siguientes palabras:
“Discúlpame, por favor discúlpame.”
Los tres me solicitaron entregarme de lleno a la vida, enalteciendo mi
talento y amor por la vida, pero especialmente, agradeciendo haberme
portado sereno. A uno de mis familiares, quien realizó el pago físico de mi
rescate le comentaron “tu primito es otro pedo”.
Momentos después, uno de ellos, el más amable me pidió extendiera
la mano. No sin temor obedecí. Me entregó dos billetes de 100 pesos para
poder pagar un taxi una vez que nos liberaran.
Horas más tarde, ya en la madrugada del día domingo 11 de abril de
2008, fui liberado en las calles de la ciudad de México para finalmente
reunirme con mi familia nuevamente, para, en el sentido sumerio, Amagi,
30
que la compañera constante tenía piel de marfil, tacto congelado, y su beso
era mordida… Experimenté el miedo descomunal a dejar de existir hasta que
logré asumir la gran probabilidad del hecho. Enfrenté a la princesa nocturna
redentora de la vida mirándola a las cuencas en dónde uno espera ver ojos
para encontrar el vacío, la nada; al comprender que el destino inevitable del
hombre radica entre sus brazos, pude liberarme del miedo a dejar de existir,
para experienciar mi ser libremente. Pude percibir, encapuchado siempre, a
esos otros, sin nombres precisos; tres presencias que se rotaban el cuidado
de mi encierro, tres voces grabadas en las fibras de mi alma a quienes que
temí en principio.
La tranquilidad que me brindó la necesidad de Dios durante esos 9
días, que me mantuvo alerta pero en paz, sin ejercer violencia, y sereno, me
permitió dialogar con esos otros.
Era difícil el acto de hablar sin que se pudiera en ello brindar a los
sujetos información que pudiera poner en riesgo a mi familia, o a mis amigos.
Y sin embargo era lo único posible hacer en común: captores y capturados
sólo podíamos hablar entre nosotros.
Muy pronto descubrí la posibilidad de perder la perspectiva y sucumbir
al síndrome de Estocolmo. Decidí tratar de permanecer neutro, medir mis
palabras y escuchar más sin perder de vista que no éramos ni podíamos ser
amigos. Compartíamos el encierro, pero en calidades diferentes.
Ellos, todos, expresaron provenir de familias conflictivas, desunidas,
violentadas. Todos manifestaron haber elegido un camino fácil para la
obtención de recursos económicos y no poder dar marcha atrás a esa
decisión, ser presas de esa decisión.
Uno de ellos, conmovido por la presencia de la mujer con la que fui
secuestrado, quien le recordaba a una sobrina, comenzó a menguar el
maltrato, permitiéndonos no sólo ir al baño, sino ducharnos, en mi caso
afeitarme e incluso nos daba a elegir alimentos.
Otro, el más agresivo que a regañadientes y bajo amenazas accedió a
cortar el cincho plástico que aprisionaba mis muñecas (que seguramente
29
beneficio en el menor plazo sin considerar las consecuencias, donde morir es
no ya un acto natural, sino rentable… ¿Cómo se puede experenciar la
libertad?
El laberinto de nuestra soledad parece haber llegado al pasillo donde
no hay salida, pero como sobreviviente del secuestro, por experiencia de mi
libertad plena, me niego a ésta respuesta.
Es en parte por esta razón que decidí escribir el presente texto.
¿Cuál es la salida de este atolladero?
AMAGI: RETORNOS
Amagi: retorno a la madre. La madre no sólo es la progenitora, en
tanto símbolo y convención es origen, madre es también la que acota el
cauce (de un río, de un flujo). El origen de lo que somos parece perdido entre
la bruma de gases tóxicos que nos ciegan o detrás de los que escondemos
las miradas, hábitos paradigmáticos y que, a pesar de la cualidad dolorosa de
nuestra soledad, parecemos incapaces de sostener la mirada al otro,
renunciamos a lo otro renunciando a nosotros mismos, prefiriendo el
desmadre (entiéndase por ello además de la altisonancia del vocablo, el
cauce perdido del flujo), y tememos al ser humano. Nuestra homofobia no
sólo se refiere a quienes expresan esa preferencia sexual; tememos, de
hecho, al hombre, al género humano, a lo otro, y apresados por el miedo es
imposible experienciar la libertad, pues ella radica en el hecho que es
experiencia entre el individuo y la comunidad.
Soy un hombre afortunado. Durante 9 días, del 3 de abril a la
madrugada del 11 de abril del 2008, viví secuestrado. Durante 9 días me
mantuve encerrado en una habitación de 3 x 4 metros, sin poder elegir que
comer (durante los primeros días no había elección), sin poder comunicarme
con mi familia, amigos, sin poder ver el color (aunque fuera el color gris) del
cielo, sin poder sentir el viento y respirarlo… 9 días en que la música de
tambora de un radio en la habitación era nuestro despertador, 9 días en los
28
contradicciones liberales pues implica una renuncia al ser, y no se puede
experienciar la libertad si no es en el ser.
Cuando el sujeto de la acción mediante el salario deviene en el objeto
del beneficio se inicia inevitablemente un camino hacia la pérdida de la
libertad. El hombre se ve reducido a fuerza productiva, a bien intercambiable
e incluso a producto.
Dentro del proceso capitalista, México junto con la mayor parte de los
países del hemisferio sur, componen una masa de asalariados, donde su
importancia individual radica en actuar como fuerza de trabajo y
consumidores. Poco interesa en esa escala la libertad que puedan expresar
tanto a nivel individual como en conjunto los miembros de nuestros países.
¿Cómo se explica de otra manera que en México el secuestro sea una
de las actividades más rentables, a la par del narcotráfico y otras actividades
del crimen organizado?
México recibe las celebraciones del 2010 sumergido en una guerra
que pretendía combatir fuego con fuego, pero que en los hechos actuó como
combustible, magnificándola hacia horizontes aun imprevisibles.
La vida humana en México tiene valor cuantificable, es producto de
intercambio. No tiene diferencia real si el valor se le adjudica como fuerza de
trabajo, como parte constituyente de un mercado en tanto consumidor (sin
importar el producto: desde agua hasta cualquier tipo de droga), o como el
producto mismo (lo que posibilita el pago de un rescate en el caso de un
secuestro, o el intercambio de lo que algunos círculos de poder denominan
botellitas de cognac, es decir, la prostitución y corrupción de menores, por
poner dos ejemplos de las expresiones más lamentables de éste fenómeno).
Cuando un país que se debate en sostener débiles estructuras
nacionalistas, al tiempo que enfrenta graves índices de marginación,
desigualdad, impunidad (con la consecuente injusticia), donde la política se
ha desvirtuado a causa de la corrupción como norma que rige el movimiento
económico de la nación, donde los impuestos o bien se evaden o bien se
roban, donde se sobre explota los recursos buscando obtener el mayor
27
lograr la coherencia de su proceso creativo, y más aun, si quiere captar el
interés del público. Paradójicamente una máscara puede otorgar autenticidad
y brindar libertad, pero en el teatro el actor tiene muy claro cuál es el sentido
de usar ésa máscara: comunicarse, lograr la atención y entablar una relación
con ese otro que es el espectador.
El mexicano, especialista en el uso de máscaras, carece de sentido,
dado el profundo sentimiento de soledad que nos aqueja. Coincido con Paz
en que el mayor reto de los mexicanos sigue siendo reconocer su otredad
para romper la ilusión de soledad. El mexicano, paradójicamente, se ve
impedido de experienciar su libertad pues no tiene sentido experienciarla en
soledad. La libertad no puede no tener sentido.
La soledad que conforma el complejo laberinto del existir mexicano
explica igualmente el desgaste de sus instituciones (que se suma a los
factores externos que son producto de los procesos históricos globales).
El mexicano se siente solo, desarraigado, desvinculado, ninguneado e
ignorado. En ese contexto resulta complicado experenciar la libertad, si bien
se expresan igualmente en la soledad condiciones para posibilitar la
experiencia de la libertad.
El entorno de injusticia, corrupción, impunidad y desigualdad que
imperan en el país no pueden ser comprendidos en parte sino como
resultado del proceso histórico, que sin duda está vinculado a los cambios
globales.
El liberalismo económico no ha logrado estructurar un entorno que
garantice la libertad de todos los individuos en el planeta. Omite, para el caso
de la libertad positiva, no solo la racionalidad que permite identificar las
necesidades, sino que especialmente reduce el ser a una expresión que le
arranca ésta posibilidad.
Cómo ya se puede identificar desde la definición del espíritu del
capitalismo en Weber, el despojamiento del ser humano inicia su fractura al
cuantificar el valor de su trabajo, hecho en el que radica el espíritu capitalista.
La noción del ser humano como empleado, es una de las grandes
26
la tierra a quienes la trabajan. Se sostuvo empero la ignorancia deliberada
de los pueblos indígenas y desde entonces se mantiene y acrecienta la
desigualdad social.
Tras la lucha armada revolucionaria, México, en tanto nación se
configura dentro de un momento tardío del proceso moderno, incluso se
cuestiona si logra conformarse como nación aun hoy.
Si seguimos de cerca lo planteado por Liah Greenfeld se verifica esta
tesis, lo que explica igualmente su incapacidad de estructurarse dentro del
proceso de modernización con éxito. Si la nación es efectivamente el
elemento constitutivo de la modernidad,27 México enfrenta, si no un fracaso,
sí un rezago, aun más considerando que hoy día, más allá de la
posmodernidad, se cuestiona la pertinencia de mantener las naciones
fuertemente estructuradas respondiendo al discurso liberal de la economía y
política globales.
A partir de las cinco vías que la doctora Greenfeld plantea considero
que el nacionalismo mexicano, presenta muestras de un nacionalismo étnico,
que se mezcla con el individualista-libertario o colectivista-autoritario, así
como con aquel que se construye a partir del resentimiento, dependiendo de
las circunstancias desde la que se intente investigarlo, ya sea a partir de un
periodo histórico específico, desde un análisis psicológico o incluso cultural.
Sin duda alguna Octavio Paz logró explicar con precisión estos
factores que delinean con todo su relieve la personalidad mexicana, que
parece construirse a base de una mezcla continua de máscaras, detrás de
las cuáles se esconde una identidad no precisada si no es por la soledad.
El uso de dichas máscaras viene cargado de un fuerte sentido de falta
de autenticidad, pertenencia, pero especialmente, de libertad. Como actor
que soy, puedo corroborar que no necesariamente el uso de una máscara
provoca la disociación que radica en la falsedad, ésta en realidad radica en el
sentido otorgado al uso de ese recurso. Un actor no puede ser falso si quiere
27
Liah Greenfeld, «Nacionalismo. Cinco vías hacia la modernidad. » (Centro de
estudios políticos y constitucionales , 2005).
25
Como resultado, los mexicanos nos discriminamos habitualmente,
empezando por autodiscriminarnos. Si conociéramos mejor nuestro pasado
prehispánico reconoceríamos en principio la gran diversidad que caracterizó
a los pueblos mesoamericanos, así como muchos de los aspectos que
conforman la base de nuestra multiculturalidad, desde la alimentación hasta
nuestra religiosidad.
Una vez establecido el virreinato de la Nueva España, uno de los
problemas constantes enfrentados en la consolidación colonial vino
determinado por dicha multiculturalidad y la enorme extensión territorial.
Estos factores se han modificado poco al paso de la historia y de alguna
forma siguen teniendo una gran incidencia en la imposibilidad de conformar
un proyecto de nación coherente y homogéneo en lo que muchas veces
resulta incoherente y heterogéneo.
Las reformas borbónicas buscaron resolver dichas dificultades, en un
periodo en que la autonomía de algunas regiones era ya una praxis no
reconocida, pero si ejercida. La guerra de Independencia es antes una guerra
por obtener la autonomía de manera oficial y romper así la inercia que nos
ataba a la agonizante corona española.
La Reforma logra dotar de cierta coherencia ideológica al proyecto
republicano establecido inicialmente en 1824, pero que sólo logró
consolidarse bajo dichas reformas. La nación mexicana parecía tener un
rumbo más claro fuertemente influenciada por el liberalismo que logró el
divorcio del estado y la Iglesia, que sostenía algunos resquicios del
comportamiento feudal arraigado en el inconciente colectivo mexicano.
El proceso revolucionario, en palabras del Octavio Paz,26 consistió en
un movimiento tendiente a reconquistar nuestro pasado, asimilarlo y hacerlo
vivo en el presente, es un esfuerzo de reconciliación con nuestra historia y
nuestro origen. Tuvo sin embargo la carencia de una coherencia ideológica
que conjuntara los intereses comunes latentes durante la dictadura porfirista,
y más aun, fracasó robustamente en lograr otorgar la justicia y propiedad de
26
Octavio Paz, «El laberinto de la soledad» (FCE, 1950).
24
Por lo menos en teoría, las del 2010 son celebraciones de la libertad
que expresa nuestra nación. Desde mi punto de vista, en realidad se plantean
como la celebración de un deseo contenido y proyectado en la sociedad, pero
no experienciado a causa de diferentes factores paradigmáticos: desigualdad,
pobreza extrema, impunidad, corrupción, ignorancia… miedo. Aun así, la
libertad permanece contenida como deseo común. ¿Por qué entonces no
podemos trascender nuestros propios paradigmas y finalmente hacer de la
libertad una experiencia común, y en esa medida, un bien común?24 Quizá,
como establece Fromm, expresamos igualmente nuestro miedo a ser libres, y
por ello tantas críticas a una celebración de este tipo parecen, a pesar de lo
incómodas, llenas de sentido común.
Entender las raíces del miedo a la libertad en México implica analizar
los complejos que conforman nuestra patria para así entender las fibras de
que se compone el cordón umbilical que no logramos cortar.
En principio existe un divorcio histórico de origen. El mexicano es
español o indígena a conveniencia, pero difícilmente logra conciliar, o valga
mejor decir, re-conciliarse como mestizo.
El español peninsular permanece como enemigo histórico pero
aspiración secreta en el corazón de todo mexicano. El indígena simplemente
es ignorado y en esa medida excluido: no sólo es ignorado en las calles si se
le observa pidiendo limosna, es ignorado desde la sangre pues nos duele
reconocernos indígenas, salvo cuando algún extranjero establece algún juicio
en torno a ello.25
24
Hablo aquí de bien no en el sentido moral, ético o religioso del término, sino en
el sentido liberal, capital, con que también podemos entenderlo.
25 Recuerdo por ejemplo, la fuerte polémica que el actor y director Mel Gibson
despertó al ofrecer su película Apocalypto; en cada café, restaurante o
conversación surgían de todos lados “mayas” convencidos de la vileza del
australiano que nos retrataba como salvajes. Al preguntarles yo a algunos de
ellos si conocían qué se relataba en los frescos de Bonampak, estos “mayas” por
convicción solían ignorarlo, como ignoramos muchos otros aspectos en torno al
pasado prehispánico que nos es común, pero igualmente diverso.
23
dicho, lo hecho, está, es mediante los mecanismos creativos y creados por el
hombre que la libertad transcurrirá. En esa medida, y ubicados ya en el
presente momento histórico, la libertad no solo puede expresarse como
fenómeno individual, reafirmando la también necesidad de sostenerla en
tanto idea (creada por la conciencia humana) y como derecho. En tanto
derecho, lo que implica poder establecer una convención que se explique en
la colectividad, la libertad es siempre un fenómeno social.
La libertad en tanto hecho humano, se construye entonces a partir de
la conciencia humana, pero no sólo del individuo, sino de su relación con la
otredad, es decir, entre individuos.
Si recordamos el postulado socrático que establece al hombre como
animal político (entendiendo por polis una comunidad), podemos plantear que
la libertad es de hecho también un proceso político. Podemos entonces iniciar
una
reflexión que permita establecer la necesidad de pensar, ejercer y
experienciar la libertad, ubicando nuevamente ello dentro de un proceso
histórico, que en este caso trataré de circunscribir a México sin perder la
escala global de la que formamos parte.
MÉXICO Y LA POSIBILIDAD DE LA EXPERIENCIA DE LA
LIBERTAD
Éste 2010 resulta significativo para México por la convergencia
histórica en que se celebrarán el bicentenario de la independencia y el
centenario de la revolución de nuestra nación. Resulta inevitable no pensar la
libertad ante éste contexto.
Muchos criticamos que ante dicha coyuntura se le establezca ante
todo como una celebración. ¿Celebración de qué? - Dicen muchos – si todo
sigue igual o peor. Agregan otros. Decir que todo sigue igual me parece
imposible de sostener y verificar. Sin embargo, comprendo claramente en la
crítica que se manifiesta una inquietud generalizada.
22
LO HECHO, HECHO ESTÁ
Ahora bien, dije antes que a diferencia de Nancy, no comparto que la
libertad al expresarse como hecho experienciable pierda sus cualidades
como idea y derecho.
Cuando el hombre en el proceso histórico se enfrenta al accidente
cartesiano pienso, luego existo, asume que su razón dota así mismo de
existencia su humanidad. La libertad es, y como lo dioses, puede existir por
medio de la voluntad humana. La libertad como hecho que es, también lo es
susceptible de aproximarse a partir de la existencia como idea y como
convención que terminará en asumirse como derecho.
Lo real de un hecho puede igualmente tener su manifestación ideal o
convencional sin por ello perder su sustancia real. Por ejemplo, el estallido de
la bomba atómica en Hiroshima generó un movimiento social basado en
ideas que al mismo tiempo tuvo sus repercusiones convencionales: se creó
un movimiento pacifista antinuclear y se ha buscado regular desde entonces
la experimentación con las mismas.
A quienes hemos podido experienciar la libertad (como quien esto
escribe), suele despertarnos la necesidad de darle un sentido. En su carácter
ideal, así como convencional, es posible dotar de sentido al hecho. Libertad
para qué, pues como todo lo humano, se manifiesta en un devenir y
transcurrir.
La experiencia que debí enfrentar me permite igualmente sostener que
desde el hecho, la libertad puede mantener su carácter ideal y propiciar el
fundamento de convenciones legales, lo que proporcionará carácter real a su
vez a la concepción que de la misma se tiene como derecho; en esa medida
se establece el estar de la libertad. Si la libertad es un hecho, y como dice el
21
Al afirmar estoy preparado para morir pero no quiero morir enfrenté mi
propia versión de la máxima shakesperiana, ser o no… y desde mi conciencia
elegí ser; el ser como sustrato de realidad, en su substancialidad real, no
puede estar libre por que antes es, irremediablemente, libre. El ser trasciende
el estar y, hasta cierto punto, la existencia; por ello libre es.
La expresión y seréis como dioses parece referirse a éste aspecto. La
substancialidad de Dios, no como gratuidad sino como resultado necesario
de la manifestación conciente, no es la existencia o un estadío, simplemente
es. Quizá en la redacción de dicha frase falte agregar suspensivos: y sereis…
como dioses. O como plantea Nancy, “La libertad de los dioses (si hay que
hablar de los dioses…), como toda libertad, los hace merecedores de su
existencia o de no existencia (pueden morir): la libertad no es su atributo, sino
su destino.” 23 Quizá la semejanza entre el hombre y Dios, que explica el ser
como Dios (más no por ello se es Dios) radica en un destino compartido, el
de la libertad.
Asumido el curso de mi destino, - donde podría dejar de existir más no
de ser-, el miedo a la muerte fue cediendo ante la autoafirmación establecida
desde mi conciencia, experimentando ya desde ése instante una liberación
del miedo que se tradujo en un sentimiento de paz, si bien me mantenía
alerta ante lo que pudiera ocurrir.
Ello me dotó de una sensación de control, de autocontrol o
autogobierno, es decir, lo que Nancy ya apuntaba como autorrealización, y
recalco que la misma debe entenderse como un proceso de la conciencia del
si mismo manifestada en la realidad. Entre ser o no, elegí y elijo ser…
23
Jean-Luc Nancy, «La experiencia de la libertad» (Barcelona: Paidós, 1996) 13 y 14.
20
corresponde morir, estoy preparado para ello, aun con el miedo que eso me
provoca… pero mientras exista esa posibilidad encerrada en el 1% intentaré
aferrarme a ella… estoy preparado para morir pero no quiero morir… 1% es
mucho aun…Dios, ayúdame, te necesito…
Dios surgió de esa necesidad de estar. Como describí en las primeras
reflexiones, no estaba libre pero aun era libre. Ante el enfrentamiento,
decirme a mi mismo “no quiero” fue clave, y en ese acto radica la experiencia
de mi libertad.
Encerrado entre esos muros, una habitación de aproximadamente 4 x
3 metros, no existía espacio para la libertad como idea. La mente estaba
completamente entregada a las elucubraciones menos agraciadas producto
del miedo, del terror en mi y la mujer junto con la cuál fui secuestrado.
Mantener la calma era más difícil cuando alguno de los dos flaqueaba… no
se podía idear la libertad.
En tanto derecho, fuimos completamente despojados del mismo, e
intentar ejercerlo (lo que hubiera implicado un acto “heroico” que, dadas las
circunstancias se perfilaba más como una estupidez) hubiera llevado al
inevitable resultado de la muerte.
La única libertad posible bajo esas circunstancias era la del hecho de
querer ser, aferrado a la libre necesidad que es Dios. La manifestación de
Dios, como necesidad y no como gratuidad, fue una certeza expresada en la
conciencia, de la misma manera en que Victor Frankl la propone:
“La conciencia como hecho psicológico inmanente nos remite, pues,
ya por sí misma a la trascendencia; es decir que sólo puede
entenderse a partir de la trascendencia, únicamente como un
fenómeno él mismo trascendente.”22
22
Viktor E. Frankl, «La presencia ignorada de Dios» (Barcelona: Herder, 1991), 59.
19
esa diferencia material, en la que el existente llega a exponerse como
tal.”20
En mi caso personal sólo puedo hacerlo mediante el relato de mi
propia experiencia ante el secuestro. Ya en el inicio, al plantear mis primeras
reflexiones sobre el mismo, apunto el extremo en que se encara a la muerte e
inevitablemente surge Dios como necesidad. Agrega Nancy:
“Cuando Dios no es ya la gratuidad de su propia existencia, y el amor
de su creación (cosa a lo que podía responder una fe, no un
pensamiento), y cuando se convierte en deudor para todas las
existencias del fundamento de estas, “Dios” se convierte en el nombre
de una libertad necesaria, y cuya autonecesitación determina de hecho
el concepto metafísico de la libertad.” 21
El secuestro del que fui víctima comprendió un periodo de 9 días, en
los que como ya quedó expuesto antes, uno de los retos más difíciles de
enfrentar era evadir los juegos macabros de la razón y encausar el flujo de
pensamientos en una dirección hacia la vida.
Enfrenté así una paradoja para mantenerme con vida enfrentándome a
la muerte. Encapuchado como estuve, al tercer día de cautiverio, entre una
tristeza y un miedo inexplicables debí enfrentarme entonces a mi realidad: la
muerte para mí era una posibilidad muy probable, 99% a favor de ocurrir,
como lo demuestran otros casos menos afortunados que el mío.
-Definitivamente, lo peor que puede ocurrirme es, en efecto, morir; me
pueden matar en cualquier instante.- Pensé - ¿Qué puedo hacer?... quizá
tengo un 1% de posibilidades de sobrevivir… si muero… ¿temo a morir?... si,
le temo, pero… si muriera, finalmente, eso sería todo… todo…1%... es más
que 0…- Tras meditarlo unos minutos llegó mi revelación – Pues si me
20
21
Íbidem. 118.
Íbid. 13.
18
de la experiencia de la libertad. ¿Qué es la experiencia de la libertad si no la
inauguración de la personalidad?18
Nancy continúa:
“Así, la libertad no es lo negativo del sujeto. Es por el contrario la
afirmación de la presencia-a-sí-llevada hasta el final, o más bien, inicialmente
llevada a la intensidad de la incandescencia, hasta ese punto extremo en el
que, simultáneamente, el sí mismo desaparece en una presencia pura y sin
relación consigo (al mismo tiempo, relación infinita con los otros), y la
presencia se desvanece en un sí mismo entregado puramente a sí mismo (a
la partición de la singularidad). […] La libertad libera el sí (mismo) afuera de
toda presencia.” 19
Ya se apunta el sentido metafísico intrínseco a la libertad,
conjuntándose las dos vertientes, positiva y negativa, permitiendo la infinita
integración de la libertad en si misma. Y acoto infinita apelando a la idea
trascendental del ser que se sostiene con esa cualidad dentro del proceso
histórico humano.
“Y SEREIS COMO DIOSES…”
¿Cómo se puede explicar la paradoja real encerrada en la siguiente
afirmación de Nancy?:
“Ser libre en cuanto que se está ‘poseído’ por la libertad, es ser libre
con la efectividad pura de una materialidad irreductible a toda
‘espiritualidad’ pura de la libertad (y sin embargo, es el ‘espíritu’, es
18
19
Íbid. 29.
Jean-Luc Nancy, «La experiencia de la libertad» (Barcelona: Paidós, 1996) 105.
17
“No se trata ya, entonces, de conquistar o defender la libertad del
hombre, o las libertades de los hombres, como un bien cuya posesión
y propiedad se podría asegurar, y que tendría como virtud esencial
permitir al hombre ser lo que es (como si el hombre y la libertad
remitiesen circularmente el uno al otro en el seno de una simple
inmanencia), sino que se trata de ofrecer el hombre una libertad del
ser, se trata de presentar la humanidad del hombre (su “esencia”) a
una libertad en cuanto ser por medio de la cual la existencia trasciende
absoluta y resueltamente, es decir, ex – iste.[…]
La libertad no
designa quizás nada más, pero también nada menos, que la existencia
misma. Y la ex – istencia no significa tanto aquello que puede al
menos connotar un vocabulario del ‘extasis’ del ser separado de si:
significa simplemente la libertad del ser, es decir, la infinita
inesencialidad de su ser finito, que lo entrega a la singularidad en la
que es ‘si mismo.’” 16
Es precisamente desde esta posición que Nancy define primero la
experiencia de la libertad como un hecho, el hecho de ser. Y es en ése punto
donde se conectan los polos de la libertad, donde la experiencia de la libertad
como hecho responde a las dos preguntas de Berlin, integrando igualmente
un proceso histórico que se define en si mismo. Dado el carácter humano, en
tanto experiencia está impregnada del sentido histórico al manifestarse en el
espacio y tiempo en que igualmente se manifiesta el ser.
Cuando Shakespeare nos confronta escribiendo en Hamlet: ¿ser o no?
Ésa es la cuestión; se entiende por qué Harold Bloom titula su obra como el
referente de la invención de lo humano.17 Y Hamlet tiene ante sí la posibilidad
Ídem. 14 y 15.
Harold Bloom, «Shakespeare, la invención de lo humano» (Grupo Editorial Norma,
2000).
16
17
16
naturaleza y libre por convención, no así por convicción. En tanto idea, la
libertad es una ilusión.
Ubicada como derecho, sumado a que todo derecho es
producto de una convención, (retomando a Mosterín nuevamente: Los
derechos no son algo que exista ya dado en la naturaleza y que nosotros nos
limitemos a descubrir. Los derechos los creamos nosotros mediante nuestras
convenciones legislativas),15 corre el riesgo de negarse a si misma. Aun
como convicción (es decir, como convencimiento de la necesidad de ejercer
el derecho a la libertad) y a pesar de acercarse de ésta manera más al
aspecto positivo de la libertad, la terminología debe contextualizarse desde
sus coordenadas históricas para no prestarse a equívocos.
No es posible, por ejemplo, hablar de la libertad como derecho en la
Grecia antigua, por que la noción de derecho a que se refiere esta definición
de libertad está asociada al concepto de individuo, mismo que es producto de
la modernidad, y del que carecían los griegos. No por ello no se podía
plantear la formulación del concepto libertad como una necesidad en la
antigüedad, y el término amagi, así lo demuestra.
De ésta concepción jurídica nace también la noción de que la libertad
es algo por conquistar y que el hombre debe ganarse u obtener, situación
que se vio reforzada ante la ideología liberal detrás de los diferentes
movimientos de emancipación del mundo moderno, (y de los que no terminó
de ser parte, por cierto, el proceso histórico mexicano en su proceso de
independencia, pero más adelante abundaré en éste punto), aunque cabe
acotar que al objetivarla, se le percibe ya como real.
Comprendida como hecho el término abarca igualmente su origen
ideal y político, no se niega ni como idea ni como derecho, antes es resultado
histórico de estas dos definiciones. A esto se suma la atinada crítica teñida
de materialidad histórica que Nancy expone:
15
Jesús Mosterín, «La cultura de la libertad» (Gran Austral, Espasa Calpe, 2008).
15
La dinámica que guarda esta relación dialéctica en la que se conforma
la libertad, me recuerda inevitablemente al símbolo con que se representa el
infinito, que en su descripción de la existencia eterna, parece puede utilizarse
para establecer una imagen clara sobre los aspectos en que los polos
pueden unificarse, y atendiendo a una lógica dialéctica, acudir a una nueva
acepción de la libertad integrada.
LA INFINITA INTEGRACIÓN DE LA LIBERTAD
De la misma manera que lo describe el símbolo utilizado para el
infinito, la libertad parece sostener una conexión estrecha, en continuo
movimiento, permite establecer una nueva definición que, si bien no excluye
las anteriores, si marca una estructura diferente de aproximación.
Nancy, tras acotar que la libertad no puede ser objeto de pregunta
alguna, sino el sujeto de la acción, define la libertad no como una idea, ni
como un derecho, sino como un hecho. La libertad es un hecho que
percibimos como experiencia, acoplada al devenir del sujeto y a su
manifestación en sí mismo.14
Asimilar ésta propuesta no implica por ello renunciar necesariamente a
sus aproximaciones previas, pero, atendiendo a lo apuntado por Mosterín, en
el que si sostenemos que la libertad es ante todo una idea, la ubicamos
igualmente en ése terreno platónico que se contrapone a la naturaleza
humana desvaneciéndose irremediablemente.
Una idea es ante todo una convención, no es una cosa sino un
acuerdo, pero algo en la libertad parece real a pesar de ser intangible e
invisible. Apunta Mosterín “una vaca sagrada es vaca por naturaleza y
sagrada por convención”. Un hombre libre, entonces, sería hombre por
14
Op.Cit.
14
– esto es, una sociedad orientada hacia fines propios de seres
racionales por mentes racionales-.”11
El autogobierno y la autonomía pueden sin duda alguna obtenerse
mediante la razón, siempre que no se olvide junto con ello el sentido negativo
de la libertad en donde los otros - ya sea que cultiven o no su razonamiento,
es decir, que sean individuos racionales y constituyan una sociedad racional , permanecen activos. Apunto que la conciencia y la razón no son lo mismo,
no debieran confundirse. La razón es manifestación de la existencia desde la
tesis cartesiana. La conciencia es la manifestación del ser desde la tesis
shakesperiana.
Desde mi experiencia, la autorrealización se elabora como resultado
de la conciencia de si mismo, del ser en sí mismo. Dado que cómo término es
ante todo un anglicismo, la autorrealización implica una doble operación en la
que la conciencia juega el papel fundamental, reconociendo y representando
a un mismo tiempo y en un mismo espacio al sí mismo.
La máxima expresión de la libertad positiva no radica en la razón, pues
la libertad (y coincido en ello con Nancy) no puede ser objeto de una
pregunta, sino que en tanto es sujeto de la acción conlleva la afirmación del
ser en sí mismo,12 autorrealizado, es decir, hecho real por efecto de su
autonomía.
Así podemos hasta ahora comprender dos extremos, dos polos en los
que la intelligentsia humana se ha debatido continuamente al enfrentarse a la
libertad. Colin Heartfield ya apuntaba que ambos establecen fuerzas de
oposición y contradicción, separándolas en lo que él define a partir de su
estudio de Adorno como un radio conceptual (en correspondencia directa con
el espacio acotado desde el sentido negativo de la libertad) opuesto a una
poiesis existencial (conectado con el sentido positivo de la libertad).13
Íbid. 77.
Jean-Luc Nancy, «La experiencia de la libertad» (Barcelona: Paidós, 1996) 25.
13 Colin Hearfield, «Adorno and the modern Ethos of freedom» (Ashgate, 2004) 145.
11
12
13
determinarían el derecho. La libertad en tanto derecho corre el riesgo de no
abarcar todas la posibilidades de expresión, si bien es fundamental
establecer parámetros que determinen su campo de acción. El individuo
frente a la sociedad es libre de ejercer el derecho a su libertad mientras no
interfiera con la sociedad en actos de coacción.
La segunda definición es además retomada como uno de los
fundamentos del pensamiento liberal, según fue expresada por John Stuart
Mill:
“La única libertad que merece este nombre es la de buscar nuestro
propio bien, por nuestro camino propio.”10
A partir de esta posición Berlin rescata otro sentido, otra directriz: la
libertad positiva. Según él, responde a la pregunta “¿qué o quien es la causa
de control o interferencia que puede determinar que alguien haga o sea una
cosa u otra?
Desde este posicionamiento, el sentido de libertad apunta al gobierno
de si mismo, a la autonomía, a lo que finalmente llamará Berlin
autorrealización. A partir de este sentido con frecuencia se define la libertad
como el derecho anárquico de actuar, sin someterse a gobierno alguno, pues
se ataca así a la causa directa del control o interferencia.
Desde mi punto de vista, esta interpretación es una distorsión
deliberada cobijada por el sentido positivista que enaltece al individuo, es - en
términos freudianos - una perversión de la libertad.
La libertad en su vertiente positiva corre igualmente el riesgo de
interpretarse como una expresión racionalista en extremo que, irónicamente,
puede impedir al individuo la liberación de su conciencia. Berlin agrega:
“Puedo hacer lo que me plazca. Soy un ser racional y no puedo
destruir a mi paso, siendo racional, todo aquello que se me muestra
necesario e imposible de ser de otra manera en una sociedad racional
10
John Stuart Mill, «Sobre la libertad» (Madrid: Alianza Editorial, 2001) 72.
12
LOS POLOS DE LA LIBERTAD
Dos definiciones modernas se plantean como el preámbulo directo de
la libertad negativa y positiva respectivamente. Por un lado, Hobbes la define
como:
“Un hombre libre es aquel que […] no se ve impedido en la realización
de lo que tiene voluntad de llevar a cabo.”7
Hobbes configura una noción de una fuerza externa que impida la
realización de los hechos de que se tenga voluntad llevar a cabo. Es decir,
entiende ya que la libertad es lo opuesto de la coacción, misma que Berlin
explica como “la interferencia deliberada de otros seres humanos dentro de
un espacio en el que si ésta no se diera yo actuaría.”8
Sin duda alguna puedo verificar a partir de mi experiencia de secuestro
el acto de coacción y que efectivamente fui despojado de mi libertad en su
expresión negativa durante los 9 días de mi cautiverio, imposibilitado de
actuar, sometido por la fuerza de la violencia.
En tanto proceso histórico, la libertad se expresa en principio en sus
coordenadas: espacio y tiempo. La libertad negativa está directamente
expresada por el espacio en que se puede ejercer, por ello Berlin al definir
coacción pone énfasis en el término. Para Berlin la libertad negativa responde
a la pregunta ¿Cómo es el espacio en el que al sujeto – una persona o grupo
de personas – se le deja o se le ha de dejar que haga o sea lo que esté en su
mano hacer o ser sin la interferencia de otras personas?9
Así, podemos establecer que la libertad tiene en principio un primer
sentido relacionado directamente con el colectivo, el social, su expresión ante
otros. Es desde esta directriz que definimos la libertad como un derecho. El
contrato social vino a establecer los mecanismos que permitan acotar los
espacios de acción humana sin interferencia, definidos como leyes, que
7
Thomas Hobbes, «Leviathan» (Madrid: Alianza Editorial, 1999) 187.
Isaiah Berlin, «Dos conceptos de libertad» (Alianza Editorial, 1958) 48.
9 Íbid. 47.
8
11
el rey arrestaba ante la imposibilidad de pagar impuestos, que al ser
liberados regresaban al hogar materno.3
La paradoja sólo puede explicarse en su contexto histórico,
seguramente para los sumerios no hubiera resultado tal. Y aquí encuentro
una primer clave: definir la libertad no es sólo un problema filosófico, es
también un problema histórico; es un término que no ha permanecido con los
mismos significados a lo largo de nuestro devenir.
En ese sentido es también en el texto de Fromm donde encontramos
una guía para conocer el desarrollo de la libertad en la historia, llevándonos
en la jornada a otros rincones donde se intenta explicarla.
La libertad ha sido concebida por el hombre como una idea (lo que la
relaciona directamente con lo que Isaiah Berlin denomina libertad negativa4)
durante la antigüedad y la edad media, para reconfigurarse como una nueva
idea a partir del concepto de individuo durante el renacimiento (que
nuevamente Berlin denominará libertad positiva5); transfigurándose en
derecho hacia la edad moderna y en propiedad durante la llamada era de la
sociedad de consumo.
Hay quienes afirman que la libertad no puede ser una idea y mucho
menos una propiedad, estableciéndola como una experiencia.6 Comparto en
gran medida esta propuesta, si bien como historiador tampoco puedo
descartar aquellas que le preceden. La libertad, en tanto que sólo puede ser
humana, es igualmente un proceso histórico que suma a partir de sus
aproximaciones, concepciones diferentes.
Ahora bien, para ubicarnos mejor en nuestro momento histórico actual,
es necesario recapitular en algunos de los estudios previos en torno a la
libertad para poder desarrollar con más precisión la propuesta que expongo.
3
J. N. Postgate, «La Mesopotamia arcaica: sociedad y economía en el amanecer de la
Historia» (Madrid: Akal, 1999).
4 Isaiah Berlin, «Dos conceptos de libertad» (Alianza Editorial, 1958).
5 Íbidem.
6 Jean-Luc Nancy, «La experiencia de la libertad» (Barcelona: Paidós,1996).
10
Amagi, o amargi es el primer registro – en escritura cuneiforme- que
parece haber elaborado el hombre para definir libertad.1 El término sumerio
posee, empero, otro significado adjunto: retorno a la madre. Dentro de
nuestro contexto, heredero del pensamiento moderno, el segundo significado
resulta contradictorio con la libertad. Más adelante me detendré en una
reflexión sobre el mismo que me parece terminará asociándose, quizá
abrazándose, a lo que yo entiendo por libertad, pero no quiero omitir la
aparente contradicción.
Regresar a la madre nos parece contradictorio cuando hemos debido
enfrentar la ruptura del cordón umbilical, literal y metafórico, que marca el
inicio de nuestra autonomía y esboza el umbral de la libertad.
Cuando Erich Fromm establece:
“El individuo carece de libertad en la medida en que todavía no
ha cortado enteramente el cordón umbilical que – hablando en sentido
figurado – lo atan al mundo exterior; pero estos lazos le otorgan a la
vez la seguridad y el sentimiento de ‘pertenencer’ a algo y de estar
arraigado en alguna parte.”2
Fromm parece no haber reparado en el primer término, el sumerio, que
dio origen a lo que hoy expresamos por libertad. Efectivamente, desde el
contexto sumerio la libertad estaba asociada con el regreso de individuos que
1http://oll.libertyfund.org/index.php?option=com_content&task=view&id=389&
Itemid=250, recuperado el 10 de abril de 2010
Erich Fromm, «El miedo a la libertad» (Editorial Paidós, 1977) 44.
2
9
Ahora, afuera, habiendo sobrevivido, la conciencia duele, lastima. Una
conciencia kafkiana que formula cuestionamientos que ni siquiera encuentran
la interrogación pues no hay interlocutor.
Regresamos a Descartes. Cogito… cojo la vida, me aferro a la vida,
luego existo. No la pienso, la cojo tras haber sido cogido por ella, por Dios,
por mi más profunda capacidad de sentir miedo y mi más profunda capacidad
de enfrentarlo. Me cogí a mi mismo y no puedo ser igual que antes…
“La vida es sueño y los sueños, sueños son”… fui cogido por el sueño
primario -primitivo si se quiere- que llamamos Dios, que se manifiesta en mis
propios sueños, y ante todo en mi propia vida. Y descubro que nunca más
podré ser secuestrado si no es por Dios, y siguiendo su dinámica, por mi
mismo.
20 de abril de 2008
Éste escrito establece muchas de las líneas generales de lo que ahora
reconozco como libertad. Marca el inicio de un viaje intermitente, desde mi
memoria hasta el lugar en que iniciaron los hechos; un aroma a libertad me
guía durante la jornada dantesca en que busco aclarar mi vida, y entender el
sentido de la misma, de mi ser. En ese camino me encontré con diferentes
lugares en busca de respuestas para definir libertad. Uno de los primeros
puertos estaba en sumeria…
AMAGI
Mi caminata hacia la aproximación a la libertad, una vez que regresé a
casa, comienza inevitablemente en la indagación histórica, producto de mi
segunda vocación que, entre los pasillos del vibrante pasado me colocan
aquí:
8
revigoriza las neuronas, los sentidos, que permite la configuración de aquello
que llamamos fe.
El sueño es vida. Sueño que vivo y (sobre)viviré. Repentinamente, el
sueño dicta la realidad. En su otra vertiente, racional, que se configura en
pesadilla, dicta otra realidad donde la vitalidad merma a cada segundo. Y
cada segundo se transforma y se saborea, más lento. Solo el sueño permite
nuevamente establecer el ritmo de la vida.
Se secuestra al cuerpo. De uno depende que se secuestre la mente y
finalmente, el alma. Si el terror domina, el secuestro es total.
La lucha personal, sistólica-diastólica, se establece en esa arena
profunda e íntima del ser. La razón o mal traiciona o bien auxilia. En el punto
medio, en un recoveco de irracionalidad, está Dios. Dios es irracional. No
puede pensarse, y por ello no existe, no está. Dios es. No puede entenderse,
comprenderse, racionalizarse. Se le sueña, se le ruega, se le habla, se le
siente en el propio ser.
Dios es presencia ignorada que Frankl denominaba conciencia, es el
resultado basamental del sueño. Dios es la esencia que impide el secuestro
de la mente por medio de la conciencia del alma. Dios es ésa libertad
escondida en nosotros.
En ese momento de iluminación, el miedo a morir no se aleja. Se
enfrenta, de cara a la realidad. Una realidad dictaminada por el sueño que es
Dios. Morir es a fin de cuentas la única certeza que unifica a la humanidad en
una sola verdad, un destino común al ser humano. Se enfrenta entonces la
alternativa de estar en una condición diferente, conciente de la certeza que
es la muerte.
El terror se diluye, el miedo permanece, menguante. La vida, cada
instante, se saborea igualmente. Un sabor agridulce que tonifica. Cada
segundo es valioso, los sentidos lo confirman. La muerte debilita su poder
amenazante. Los sabores, los sonidos, los aromas, las texturas, las limitadas
visiones más allá de la capucha verifican la vida, encierran libertad a
cuentagotas: tanto física como espiritual.
7
Hay experiencias en la vida que resultan difíciles de creer
experimentar o imaginar vivir. Aun más difícil resulta relatarlas. Uno cree que
nunca le ocurrirán sino a otro. Escribir es no sólo una manera de plasmar la
experiencia o imaginería, quizá sea igualmente una puerta al subconsciente.
Sobrevivir a un secuestro… tan sólo mencionar la palabra nos marca
una relación directa con el miedo. Y del miedo se obtiene el terror. Sobrevivir
un secuestro implica para mi, hoy, no sólo reconocer ése miedo, ése terror
inicial que debí saborear. Quizá pueda entender ahora cómo pude lidiar con
mi miedo, el más profundamente aterrador que jamás haya sentido hasta
ahora. Sólo la familia y los amigos cercanos pueden entenderlo pues lo
experimentaron junto conmigo. Claro que agradezco profundamente a la vida
estar de nuevo aquí para escribir de ello.
Miedo… emoción no tan compleja, bastante contundente, que se
manifiesta ante la amenaza de la vida en riesgo de convertirse en muerte.
Terror… la certeza continua del miedo instalado en el alma, que nubla la
razón y… deriva en muerte.
Durante un secuestro lo que duele no es sólo la privación de la
libertad, sino la incertidumbre de la conservación de la vida. La privación de
la libertad física desespera. Y así se reconoce otra libertad. Aquella apuntada
apenas por Descartes: Cogito ergo sum. El ser, que no el estar, implica
libertad. Solo se puede soportar un secuestro a partir de lo que se es, no de
lo que se está.
El pensamiento refleja la proyección futura del temor a morir, es decir,
en el secuestro la existencia es determinada por la creciente posibilidad de la
muerte. La mente – y la muerte como pensamiento constante dada la
circunstancia de un secuestro-
se convierte, para infortunio de los
racionalistas, en el peor aliado, pues se alimenta de una fatalidad involuntaria
que requiere de un enorme esfuerzo para ser contrarrestada.
Descartes es entonces opacado por Calderón de la Barca y por
Shakespeare: uno busca la vida en tanto sueño. El sueño que, en el
cautiverio, permite pernoctar ligeramente para acallar al tiempo. El sueño que
6
mantuvo como la condición que impide matar: el rostro, lo humano de nuestra
manifestación física.
Transito por un recuento histórico-conceptual que pueda establecer las
bases de lo que entiendo por libertad, para proceder a un análisis referencial
sobre la historia de nuestra nación mexicana y sus debates liberales y en
torno a la libertad, pero desde la vertiente del laberinto que nos descubriera
Octavio Paz.
Es ante todo una reflexión personal basada en mi experiencia. Pido a
ustedes entiendan dicho término, experiencia, no como si fuera pronunciada
desde un pedestal que denosta o ningunea la experiencia de ustedes; pues
no me refiero a la vanidosa experiencia acumulada, sino a la dolorosa
experiencia referida en su sentido más empírico. Es por ello también que
cuando me refiero a la libertad en tanto experiencia, utilizo el vocablo
experienciar y sus derivables, y no experimentar para diferenciarla del
entorno experimental que ofrecen las ciencias exactas. No me interesa
establecer leyes o convenciones
sobre lo que considero o creo debiera
entenderse por libertad, pues igualmente hay tantas formas de definirla como
mundos, recordando que cada cabeza conforma uno propio. Lo hago desde
una profunda necesidad que quizá logren comprender mientras realizan la
lectura de mis palabras que asumo con plena responsabilidad y, valga
decirlo, libertad.
¿Por dónde comenzar? Ha sido una interrogante que me ha
atormentado frente a la hoja en blanco. Tras algunos intentos, decido
colocarme como observador de mi mismo para desentrañar la libertad que
ahora respiro a partir de mi propia experiencia de coacción. Inicio este escrito
recuperando el siguiente texto:
PRIMERAS REFLEXIONES DEL SECUESTRO
5
INTRODUCCIÓN
Libertad…
Un término que acompaña el desarrollo humano a lo largo de su historia, que
parece mantenerse evasivo, fugaz, nebuloso, poroso dirían otros; que brinda
un horizonte de preguntas que nos parecen aun imposibles de captar, o de
lograr establecer un acuerdo.
El acercamiento a la misma, como descubre Erich Fromm en su
momento, provoca miedo al ser humano, y por supuesto, también a quien
esto escribe.
Reconozco en éste momento que la he dado por sentada, pues al
sobrevivir una difícil experiencia, la consideré recuperada para nunca más
partir. En dicha experiencia radica también mi dificultad para asumir el temor
que me ofrece el término libertad, pues implica observar la cicatriz dolorosa
de una herida infringida contra mi alma.
He decidido, sin embargo, hacer frente al término para igualmente
colocar esa experiencia en otro plano, - quizá definitivamente - en el pasado,
re-conciliando así mi presente.
Escribo esto como un sobreviviente del secuestro. Lo escribo en parte
para llegar al fondo de la experiencia, pero especialmente para transformar la
misma y con ello hacer de mi presente un devenir integrado.
Lo hago desde mi posición individual: como varón mexicano,
profesional del teatro, historiador en ciernes, víctima de secuestro, sí, pero
también hijo pródigo, hombre enamorado de una bella mujer, hermano
agradecido, amigo acompañado… ante todo, lo hago como una persona
interesada en el otro, en usted; quien quizá me brinde el regalo de sus ojos
ubicados en un trozo de tiempo para conocer mi propuesta, con la esperanza
de sostener un diálogo y no perder de vista aquello que Emmanuel Lévinas
4
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN .................................................................................................................. 4
PRIMERAS REFLEXIONES DEL SECUESTRO............................................................... 5
AMAGI.................................................................................................................................... 8
LOS POLOS DE LA LIBERTAD ...................................................................................... 11
LA INFINITA INTEGRACIÓN DE LA LIBERTAD....................................................... 14
“Y SEREIS COMO DIOSES…”.......................................................................................... 17
LO HECHO, HECHO ESTÁ .............................................................................................. 21
MÉXICO Y LA POSIBILIDAD DE LA EXPERIENCIA DE LA LIBERTAD............... 22
AMAGI: RETORNOS......................................................................................................... 28
EN MI ALMA SOY LIBRE ................................................................................................ 33
3
“La voluntad y el sino nuestros corren tan encontrados
que toda estratagema nuestra es derribada,
son nuestras las ideas, pero ajenos sus fines”
Hamlet
William Shakespeare
“La libertad de los dioses (si hay que hablar de los dioses…), como toda
libertad, los hace merecedores de su existencia o de no existencia
(pueden morir): la libertad no es su atributo, sino su destino.”
Jean-Luc Nancy
2
SOBRE LIBERTAD Y OTROS RETORNOS…
Reflexiones sobre la libertad como experiencia
tras sobrevivir a un secuestro.
Por
ZÉFIR