CONVERSACIONES
De Nirvana a Schoenberg
una conversación con Marco Antonio Encinas
Sarahí Stelia Noriega Peralta
Universidad de Sonora
Alumna del programa de Maestría de Humanidades
stelianorper@gmail.com
“Era la primera vez que escuchaba un color así,
un timbre así, un sonido así, una potencia… tenía
todo, y dije: esto es lo que quiero.”
Al fin coincidimos, pero vuelvo más tarde
porque estaba ocupado con alumnos. Llego a su cubículo, me ofrece café, siempre
tan amistoso; es un poco raro ya no tenerlo como maestro a pesar del estrés que me
causaba el solfeo, cosa que hoy recuerdo
con cariño. Me pregunta a qué se debe
todo esto, contesto -Conversaciones es un
espacio para conocer a los maestros del
área de Bellas Artes, lo cuales desarrollan
proyectos relacionados con la producción
de obra contemporánea. Él asiente, calmo
y cordial tal cual se le puede ver por el
edifico de Música.
Marco Encinas es compositor de música dodecafónica, sus habilidades como
creador y su gran disciplina, le han permitido presentar varias de sus obras Tetractys, Fantasia en La Mayor, Arreglos
para orquesta sobre temas tradicionales
Tamaulipecos, Kleine Januar, Stratospheres, etc., desde el 2002 a la fecha, en
espacios como el Festival Ortíz Tirado,
Concierto anual de música del siglo XX
y “Semana del músico” de la facultad de
Música de la Universidad Veracruzana.
También ha participado como violinista
segundo en la Orquesta Sinfónica del Colegio de San Juan siglo XXI del estado
de Tamaulipas, Orquesta Juvenil de Sonora y ensamble de cámara dirigido por
el Mtro. Ara Ghukasyan. Tiene estudios
en guitarra, piano y violín con maestros
de la talla de Dimitri Zenzov, Boris Ivanov, Jorge Cobarruvias, Pedro Vega, etc.
En 2006 obtiene el grado de Maestría en
Música: Composición, por la Universidad
Veracruzana, donde fue discípulo del Dr.
Emil Awad, así como Mario Davidovsky,
Donald Martino, Mtro. Eugenio Sleziak,
etc. En 2011, organiza el primer Concierto de Música Nueva dentro del ciclo de
Viernes de Concierto, donde ha estrenado
sus piezas Transfiguración, El Sacrificio,
El Puente, Rumi y El Emperador de Cadáveres. Actualmente es Coordinador de
tutorías y maestro de tiempo completo en
la Licenciatura en Música de la Universidad de Sonora, donde imparte materias
teóricas.
¿Cómo empezó tu interés por la música?
Parece no gustarle la pregunta y hace una
parodia de maestro arrogante…
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“Cuando yo tenía seis años…” se comienza a reír, pero ve que la pregunta va
en serio. “¿Cuándo empezó mi interés por
la música?”
Le comento insistente que me gustaría
saber su primer interés en la música y
cómo eso lo llevó hasta una maestría en
composición. No parece convencido de
responder, pero entre risas y bromas comienza…
“Fueron una serie de accidentes ¿Has visto la película Eventos inesperados donde sale Jim Carrey? Fue muy parecido;
deberías verla… Estudié piano de niño,
comencé a los seis años, y todo se dio
porque acompañaba a mi hermana por las
tardes a la escuela, mientras ella estudiaba piano, a mí me ponían a hacer planas
de redondas para que estuviera quieto.
Empecé tocando Born Free… es de una
película de Disney. Después seguí con el
método Thompson, pero no fue nada formal y así fueron los primeros veinte años
en la música. Mi familia influyó para que
estudiara de niño, tengo antepasados músicos; mi bisabuelo era compositor, venía
de Francia. En sus tiempos, el puerto de
Guaymas era muy importante, llegaban
los barcos directamente, las orquestas,
etc. Algunos músicos se quedaban porque
se enamoraban o algo así, mi bisabuelo
fue uno de ellos y formó una orquesta en
Guaymas. Él compuso una serie de obras
para cada hijo, tenía un baúl con sus composiciones, pero por azares del destino, la
obra se perdió. Recuerdo que mi abuela
me tarareaba las melodías…”
¿Recuerdas alguna?
“La verdad no. El caso es que yo empecé
a tocar el piano porque mi mamá quería
aprender a tocarlo. Fue lo primero que se
compró cuando empezó a trabajar, pero
lo terminamos usando sus hijos. Ya sabes,
uno siempre termina siendo lo que los papás quisieron ser; si ella hubiera querido
ser bailarina, tal vez yo fuera un bailarín.”
Se ríe y el disgusto de la primera pregunta
ya no está, parece disfrutar contándome
su historia. Narra la convivencia con sus
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tíos y primos, las compara con escenas de
películas que termina recomendándome.
Después de esta entrevista tengo mucho
material por ver… Me da un ataque de
tos, él bromea diciendo que no pretende
continuar la entrevista con mis interrupciones. Decido salir un momento y al
volver, lo encuentro jugando con mi grabadora… “hola, hola ¡hola!”. Se hace el
disimulado y seguimos.
“cuando salí de la primaria dejé de tocar el piano, porque ya no era una gracia, ahora tenía que formarme como un
hombrecito. Mi familia era conservadora,
pero me las arreglé. Entre a la secundaria
y en la banda de la escuela, que se ofrecía como materia optativa, comencé con
el saxofón tenor y clases de solfeo en la
tarde. El maestro era muy cuidadoso con
los instrumentos, eran del municipio y
nos decía que habían costado un millón
de dólares, yo siempre estaba muy preocupado cuidando el saxofón, pero un día
fui a tomar agua, me agaché al bebedero
y quebré la boquilla, entonces la acomodé bien, la puse bonita, cerré el estuche y
nunca más volví. Después de eso, mejor
entré a clases de Kung fu.
En la preparatoria conocí un grupo de
amigos que escuchaban Nirvana, empezamos a alucinar e hicimos un grupo,
no sabíamos tocar nada. Yo quise tocar
la guitarra, y aproveché una que estaba
arrumbada, era de mi hermana. Tocaba
como podía y me empezó a apasionar, me
gustaba mucho… te voy a poner la imagen: era una guitarra acústica que tenía
tres cuerdas, un amigo tocaba la batería,
sin afinar, sin platillo y como contratiempo le pegaba a un abanico. Mi guitarra no se escuchaba nada, pero quería
formar una banda, para eso íbamos a las
tocadas para buscar espacio y tocar; ahí
conocimos a otro grupo que si tenía equipo, muy caro -una guitarra que ni ahorita
me la pudiera comprar-. Nos invitaron a
formar parte de su grupo, ellos no sabían
que nosotros éramos unos pordioseros,
pero hablábamos muy bonito y pensaron
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que si sabíamos tocar. La primera vez que
escuché ese sonido en vivo, tuve una sensación bien profunda en el estómago -el
tipo nomás estaba tocando el intro de In
a gadda da vida-. Era la primera vez que
escuchaba un color así, un timbre así, un
sonido así, una potencia… tenía todo, y
dije: esto es lo que quiero.
Se acercaba la etapa de pensar que carrera quería estudiar; yo no les encontraba
sentido a las cosas y en mis calificaciones iba muy mal, mi familia quería que
buscara un trabajo porque no se me veía
futuro. Salí de la prepa y vine a vivir a
Hermosillo, porque era lo que seguía y
también porque en Guaymas las carreras
que había estaban relacionadas con el mar
y a mí no me interesaba eso. Tenía que
decidir algo para estudiar, todos mis primos era ingenieros, lo obvio era que yo
estudiara lo mismo, pero mi promedio
no me daba para una carrera así. Lo más
parecido a la música era la Comunicación en la Unison, hice el examen y me
aceptaron. Afortunadamente me enfermé
de hepatitis, estuve muy grave y no pude
seguir el proceso de las clases. Me alivié
y quise volver a la escuela, pero no era
época de inscripciones, las únicas inscripciones intersemestrales eran en Geología;
no me interesaba. En mi desesperación le
dije a mi familia que quería estudiar música, me dijeron que estaba loco, que eso
no era una carrera. Frustrado, me puse a
buscar escuelas en la sección amarilla,
me encontré la Universidad de Hermosillo, decía: Ingeniería en sonido (Música).
Ingeniero y músico ¡ya la hice!”
Me cuenta toda la aventura desde que
convenció a su familia para que lo apoyaran económicamente hasta el primer
día que llegó a inscribirse. Su asombro,
sus ganas de estudiar y conocer más de
técnicas, estilos, escalas, etc. La maestra
Rocío Terán con quién comparte cubículo y que estudió en la misma escuela, se
une a la plática y entre los dos me describen sus tiempos como universitarios, los
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maestros, las clases, sus disputas por los
libros de la biblioteca…
“llegaba la fase final de la carrera y tampoco me visualizaba sentado en un estudio
editando música, pero si disfrutaba mucho grabar mis canciones con mi grupo.
Después me di cuenta que, más que tocar
y grabar, lo que me gustaba era hacer canciones. En mi clase de piano veíamos los
estudios de Czerny, yo practicaba, pero
también hacia variaciones sobre el estudio; a mi maestra le gustaban. El maestro
de la clase de módulo en su afán por levantar la cultura, compraba unos discos
muy caros que venían con un librote, con
eso nos daba clase y gracias a él conocí
otros rubros, por ejemplo, Bèla Bartok,
Stravinski… me acuerdo que puso la
Consagración de la Primavera. Me llamaba mucho la atención ese tipo de música y
empecé a investigar. Mis compañeros se
querían dedicar a regular equipo en vivo,
ser instrumentistas de música pop, buscaban poner su estudio de grabación, pero
yo no me veía haciendo eso, nunca me
interesó tocar la música de alguien más.
Quería hacer algo que fuera mío, que yo
mismo lo descubriera. Empecé a buscar e
investigar otras opciones sonoras fuera de
los acordes conocidos, indagué en temas
de la afinación; todo eso era una necesidad de querer hacer algo nuevo, algo que
representara mis emociones, pero al mismo tiempo que no tuviera que ver con lo
que estaba alrededor.
Un amigo mío dio un taller de apreciación
musical en mi escuela, esa fue la primera vez que escuché a Schoenberg, estaba
grabado en un cassette gris, era de Timbiriche. Lo escuché, no entendía nada, pero
era lo que andaba buscando.”
Marco terminó su carrera como Licenciado en programación y producción musical, con mención honorífica. Su amigo
fue el contacto con el coordinador de la
Maestría en Composición de la Universidad de Xalapa, el Dr. Emil Awad. Gracias
al cambio radical en sus calificaciones, su
familia lo siguió apoyando en sus estudios musicales.
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“Me fui a Xalapa un año antes del examen
de admisión, mi intención era seguirme
preparando y conocer al maestro. Estando
allá me di cuenta que mi entrenamiento
musical era muy bajo, entonces me involucré en todas las actividades de la licenciatura en música de aquella universidad.
Me preparé más en armonía, solfeo y estuve en un coro. Volví a Sonora durante
las vacaciones de navidad y me encontré
a Fernando (Mtro. Serrano), le conté donde estuve y cual era mi plan, le interesó
mucho y decidió hacer examen de admisión, él siempre quiso estudiar musicología y también se ofrecía una maestría en
Xalapa. Nos mantuvimos en contacto por
teléfono y seis meses después fueron a
hacer audición Roció y él. Nos pusimos a
estudiar para el examen de admisión, estábamos muy nerviosos, teníamos libros,
pero no hallábamos por dónde empezar.
Rocío traía un papelito hecho bola donde
Fernando escribió lo elemental del bajo
cifrado, pensábamos que con eso íbamos
a poder pasar. Para el examen yo tenía
que entregar un portafolio con mis piezas
y ellos tenían que audicionar con música.
Hicimos el examen, el papelito no nos sirvió para nada…”
Después de pasar tensiones, incertidumbres y demás, los tres fueron aceptados en
la maestría, cada uno en su rama. Entre risas, relatan que no tenían mucho conocimiento musical, pero eran muy sociables.
Cuentan que las habilidades en inglés,
lectura y redacción son muy importantes,
ya que eso les permitió adaptarse mucho
mejor a las clases, aportando un extra en
sus proyectos escolares.
¿Descubriste el sistema dodecafónico
en la maestría?
“Sí, la maestría en composición sólo es
en dodecafonía. Emil Awad fue alumno
de Milton Babbitt, y quería seguir con las
enseñanzas de su maestro, el serialismo.
Mi maestro plantea un serialismo mexicano que viene de la herencia del serialismo
americano, y sí, se perciben diferencias
auditivas. Emil ha creado un espacio para
los compositores contemporáneos, hacen
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ciclos de conferencias y conciertos, se estrenan obras de compositores internacionales. Él estudió en Julliard y Harvard,
tiene conexiones con el gremio de compositores americanos. Tuve la oportunidad de conocer personas muy importantes
en el medio de la música contemporánea.
Si Emil no me hubiera extendido la mano
para entrar a la maestría, yo sería otro, no
sé qué estaría haciendo ahora.
¿Qué vino después de la maestría?
“Me quedé en Xalapa y un amigo me recomendó para entrar como bibliotecario
de la Orquesta Juvenil, en ese tiempo estaba dirigiendo el maestro Herrera de la
Fuente, él grababa con Deutsche Gramophone, fue una persona muy importante.
Prácticamente fui su asistente, hacia ediciones especiales de las partituras porque
casi no podía ver, conversamos mucho
sobre composición y me dejó una muy
buena experiencia. Él siempre quiso ser
compositor, pero decía que su talento se
había dado en la dirección y ahí se fue
desarrollando, sin embargo, componía.
La última pieza que edité para él, fue una
sonata que dedicó a Carlos Prieto.”
¿De qué se trata tu proyecto “Concierto de Composición”?
“En un principio ni siquiera pensé en un
concierto completo. Quería seguir trabajando mi música, así que fui y pedí un
espacio en el Viernes de Concierto para
tocar una de mis piezas, y en ese entonces
Arturo Velázquez, quien estaba a cargo
del calendario del SUM, me ofreció un
viernes completo, acepté e invité a varios
maestros que también estaban interesados
en la composición. Le pusimos Concierto
de Música Nueva. Eso fue hace como tres
o cuatro años, no recuerdo bien. Cuando
llegué a la Unison, no había nada parecido, así que pensé en ir abriendo poco a
poco un espacio de composición, sin un
estilo definido, quería incluir desde música tonal, postonal o lo que inventaran;
nunca pensé hacerlo totalmente dodecafónico. Casi a la par empecé a ejercer un
taller de composición y así, generar música. Varios alumnos tomaron el taller y
empecé a incluirlos dentro del concierto.
Obtuvieron experiencia y se empezaron a
preocupar más por la calidad del sonido
y otras cosas. La maestra Zaruhi también
ha motivado a los alumnos -por medio
de sus propios proyectos- para que se
interesen por la música contemporánea.
Algunos muchachos se dan cuenta que
quieren estudiar composición, pero prefieren esperar a terminar la carrera, por
ejemplo, un egresado de la licenciatura
está estudiando la maestría en composición en Xalapa, esto ha motivado a la
comunidad de alumnos interesados en la
composición, se dan cuenta que no es imposible lograrlo, sí es difícil y requiere de
esfuerzo, pero se puede hacer. Hay otro
alumno que ya tiene su empresa de film
score y les ha dado empleo a algunos de
sus compañeros. Es importante que los
alumnos actuales de la licenciatura estén
enterados de esto, ya que comienzan a ver
cuál es su campo laborar, porque lo más
ordinario es decidirse a dar clases y tocar
cuando haya oportunidad, pero también
tienen que tener una visión a futuro donde
se sigan desarrollando.
Primeramente, empecé buscando un espacio para seguir desarrollando mis piezas, después vino el taller de composición, ahí se abrió otro espacio, tanto para
los alumnos de la licenciatura como para
externos interesados. Ahora ellos están
buscando su propio espacio. Algunos de
mis alumnos del taller, ya han ido con el
maestro Emil, eso es muy bueno porque
allá se ofrecen conciertos y conferencias
de muy buen nivel.
Uno de los objetivos del concierto, en términos artísticos es que nos actualicemos
en temas de divulgación, nuevo lenguaje y desarrollo de la técnica musical, así
como la estimulación de la creatividad
en los alumnos. Estamos en una carrera
creativa, si carecemos de algún recurso,
lo podemos resolver de alguna manera,
por ejemplo, si voy a dar clases de composición y quiero enseñarles a los muchachos los timbres de los instrumentos,
pues conseguimos un software…”
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¿Por qué es importante la música contemporánea?
“El repertorio que abordan los estudiantes
de la licenciatura no es ni próximo a los
años cincuenta, lo más cercano a nuestra
época dentro de su repertorio es Debussy,
Ravel, etc., porque son muy atractivas sus
sonoridades. En cambio, en las escuelas
del centro de México, Europa, Canadá,
Estados Unidos y Latinoamérica, el repertorio contemporáneo es obligatorio,
no me refiero a la década de los veintes o
treintas, sino a las composiciones actuales. Es importante mantenernos actualizados en nuestra propia disciplina, sin embargo, creo que hay poco interés.
Los intérpretes de música contemporánea
son pocos en comparación con los que se
dedican al repertorio tradicional, pero están muy bien preparados, como la soprano Teresa Navarro. Tenemos que estimular la creatividad de los estudiantes, es ahí
donde está el mercado para ellos porque
la música es del que la toca, del que la experimenta. Mi confianza está en las nuevas generaciones, hay chicos muy activos
que ahora están en la Maestría en Humanidades que ofrece esta Universidad, ins-
Fotografía: Ana Isabel Campillo
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trumentistas que están haciendo proyectos de investigación, eso suma mucho a
su formación como músicos. Ahora nosotros podemos alentar a los muchachos a
la búsqueda de espacios con más nivel. El
caso es que las nuevas generaciones ya no
tienen la vista tan corta, sus habilidades y
conocimientos son mejores. Es necesario
que se junten y se conozcan, que tengan
la sensación de que los apoyamos.”
La plática continuó entre anécdotas personales, entradas inesperadas de alumnos
que lo buscaban para revisar sus piezas,
algún recuerdo cómico entre él y la maestra Rocío. Al final, los dos me despidieron
con consejos para la vida laboral. Al parecer, los que alguna vez fueron nuestros
maestros, siempre lo seguirán siendo. El
maestro iba de salida, lo acompañé agradeciéndole el tiempo, sus respuestas y el
buen rato. Asintió y se fue.
Marco Encinas, el profesor de los mil
métodos, lleno de paciencia, de enorme
sencillez y de música nueva.
Para asistir al Concierto de Composición, consulte la agenda de los Viernes de Concierto del área de Música en
www.culturest.uson.mx